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El hombre
DIAkONi.co
“El hombre a lo largo de los tiempos, siempre ha sido un gran
interrogante”. San Juan Pablo II.
Quién es?
Por qué?
Para que?
No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale
de la boca del Señor Dt 8, 3c.
El hombre es inteligente. Por qué?
Tiene alma y sufre, dándose cuenta de ello puede conocerse, y
reconocerse como aquel que tiene necesidades.
Y como suma de ellas y común de todo ser humano, necesita comer.
Comida que no inventó, pero que prepara.
El hombre, no solamente tiene alma, no solamente siente, también
tiene espíritu.
Para qué?
Para vivir la dimensión espiritual.
Cómo funciona, cómo obra, qué es, qué hace el espíritu, cómo se
siente si es que se siente?
La Palabra de Dios se mueve por la acción misma de su Espíritu.
La Palabra de Dios es Espíritu y es Vida. Cómo?
Por la Fe. A qué?
A la Misericordia de Dios.
El alma es nuestra fuerza intangible, donde habitan la razón y las
emociones, las cuales son, las potencias de nuestro comportamiento.
El alma se sirve de nuestra mente, de los sentidos, de nuestra respi-
ración y articulación, usando el aire y la sangre.
El alma se alimenta del cuerpo, pasa a través de él y del mundo que
le rodea, configurándose en el modo en que le son transmitidos los
estímulos que encuentra, participando en todo momento del acople
de este contacto con el mundo.
El espíritu es la parte divina recibida de Dios que habita en nuestro
ser, es el alma de nuestra alma, ya no como mera inteligencia y
emoción; es la sabiduría y el sentido de nuestra alma.
El espíritu es la parte más elevada del ser, y penetra hasta su rincón
más profundo, dándole al hombre dominio de su alma, la cual, una
vez elevada y redescubierta por la vitalidad del espíritu, alienta so-
bre su integridad de cuerpo y alma.
El ser humano es necesariamente una voluntad.
Su voluntad es lo único que posee, ella le da el dominio de lo que no
teniendo proveniente de sí, ha recibido: la Vida, de la que ahora dis-
pone, no habiéndose creado a sí misma.
Siendo su voluntad naturalmente competitiva, compite por “las
conquistas de su persona”. La persona que es, en el camino de sus
“conquistas naturales”, en “el reino del mundo”.
Esta perspectiva del tener adormece la Vida Interior, por que si se
es en cuanto se tiene, la Vida que esta en el ser, al sentirse abando-
nada, va muriéndose tristemente por lo que deja de ser, sin obtener
en posesión alguna de este mundo, lo que solamente puede vivir
interiormente.
“No es estas deprimido, estas distraído” Facundo Cabral.
En dónde esta el ser?
El ser humano en su naturaleza visible e invisible solo es posible
en el Tiempo, lo único que tiene el hombre por su naturaleza es
Tiempo: un día para nacer, un Tiempo para crecer y un día para
morir.
¿Quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir una sola hora a
la medida de su vida? Mt 6, 27.
Tal naturaleza agobia al ser humano, que en su carrera no entiende
que va por un premio en el que no puede habitar, ni lo puede tener
más allá del Tiempo. Su ser es relativo a la muerte, todo lo acerca a
ella, y nada es tan firme como para detener el Tiempo, pues este es
de Dios y Él es el Señor de la historia. Cf. Qo 3.
El hombre no se detiene por que su razón no se lo permite, su propia
profundidad lo excede, y esto no lo puede superar con la superficie
del mundo: esto le es comprensible; lo que no entiende es porque
pretende poseerse en razones para obstinarce y detenerse, sin en-
contrar la Voluntad Ordenada, La Razón Creadora que lo invita a par-
ticipar de ella.
“No quieras ir afuera, en el hombre interior habita la Verdad”
San Agustín
Y conocer la verdad nos hará libres Jn 8, 31-32.
La Verdad no es una formula que se impone por sí misma. Es un
Camino, y ese Camino es la Vida misma. La Verdad no es una opinión
más en la cual asentimos.
Para el hombre letrado de hoy, es difícil salirse de la definición, de
la conceptualización y opinión; para en ves de ello, entrar en la rela-
ción, en la participación de todo aquello que lo excede, y esto es: el
Tiempo, el origen, la finalidad y el fin de las cosas, y sus respuestas
como manifestaciones a las fuerzas invisibles, confrontadas por la
Verdad Innegable -escrita en el corazón-, de saberse eterno, al tiem-
po que, la inminente muerte le hace patente su corruptible realidad.
Porque los pensamientos de la razón actúan como posesión propia,
pero están sujetos a la contingencia del mundo, en apariencia se
tienen, no son, ni siquiera a lo que ellos conllevan, la Única Verdad
es mi relación con ellos. Relación que vivo, pero que al ser del Tiem-
po no poseo, por que lo habitable no esta afuera, aún cuando lo ten-
ga por algún Tiempo, o todo mi Tiempo, pues esta relación la vivo
como un préstamo y la recorro como un peregrino.
Poseo una razón que no se detiene y se consume, sin dejarme más
que nuevas razones, obligando con ello, a la novedad de ver, oír,
sentir y probar, insaciablemente.
Mi razón es mi deleite, mi gloria, y aunque aparentemente puedo
retenerla, al estar sujeta al Tiempo no la puedo tener, ni detener.
Es preciso “entrar” en el Tiempo de Dios, en una Nueva Razón, a una
Nueva Voluntad, Divina y Creadora, reconociendo en nuestra suje-
ción cambiante al influjo de las horas y las cosas, su Eterno Amor
vivo y presente, junto a la dignidad de hijos de suyos, conferida por
el don de su Nombre: “Yo Soy”, Él es; ahora ya podemos decir que
somos; liberados del pasado, confiados del futuro, hemos salido del
“fue” y “será”, y en Él hemos encontrado el “es”.
Pero, si me abandono a ser irrazonable, apartándome de la Vida In-
terior para ser una negación, obstinado en lo que “no es”, el resul-
tado es tan irresistible, que no encuentra la Vida que he recibido,
donde vivir. Y el deseo de hallar reposo al despreciar a nuestro Au-
tentico Salvador, queda abandonado al poder seductor que nos hace
creer en la mentira 2Ts 2, 11.
"Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto
hasta que descanse en ti"
San Agustín
Osea que lo tengo es una vana ilusión, y lo que soy o no soy es la
Verdad.
En este punto, hagamos una aproximación a la Escritura, dejando
que ella nos hable por la belleza de la Palabra de Dios, que es Vida,
por la potencia de su Espíritu.
Para ello es oportuno leer o releer el Eclesiastés.
Es la razón la justificación de mi Vida, y es mi voluntad lo único
que poseo, no siendo ella más que mis experiencias de relación.
Relación con el prójimo y conmigo mismo, en donde se da lugar al
encuentro personal con Dios, a partir del mismo Don de la Vida que
Dios da a todos los hombres.
Relación con el mundo, en medio “del espíritu del mundo”, ocupado
por sus premisas egolátricas, en ocultar de vista al otro como Don,
para verlo como medio.
“Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los
he amado.” Jn 15: 12
Meditemos en nuestra experiencia como seres humanos...
Qué es lo humano de lo humano?
Hacia dónde va mi voluntad?
Veo que mi razón no esta sujeta al Tiempo, puedo pensar en
mañana, en lo que voy hacer, en lo que hice, pero solamente
puedo vivir lo que estoy haciendo. Ser uno con mi voluntad,
en el Único Tiempo posible que estoy transitando.
Soy un necesitado y, fuera de eso, mi razón produce más necesi-
dades, mi voluntad natural (aquella estimulada por la sensibilidad
en el orden de las cosas consumibles) se corta con lo temporal,
termina en las cosas, habiendo sido atraído por ellas. Ya no soy
una voluntad, como corresponde a un solo ser que las habita, sino
cuantas rodean mis deseos.
Es pues, esta división, la causa de todos los males del hombre.
Consciente del resultado natural de mis circunstancias, donde reac-
ciono el deseo inmediato, pero inconsciente en la posibilidad del
Tiempo, desentendiéndolo del Orden Divino: ya no soy yo, es el mun-
do quien vive en mí. Lo ajeno del mundo, lo que es propio de su exte-
rioridad me hace ajeno de mí: la Vida sin mí.
Cortar con la Vida desde su dignidad confiada por Dios, hasta su
relación con los demás y con la creación, es lo que el Señor juzga
como pecado. Separándose así, de la relación con el Creador del cielo
y de la tierra, seducido por la apariencia del mundo y por Satanás,
el padre de la mentira Jn 8,44, quién instiga al hombre para descontar
a Dios como a un desconocido en desuso; siendo para ello propicio
el pecado del hombre, quien ya divido en sí, al no vivir una sola
voluntad, lo ha reemplazado por los deseos(ídolos), tantos como
quiere, cortando consecuentemente por el egoísmo que de este
modo impera, la relación con los demás.
El pecado es lo que me separa de Dios, quien me ha dado la Vida, y
del prójimo, que inseparablemente -por nuestra común naturaleza
de Vida-, es como yo.
Decimos que el hombre posee una voluntad, pero esta voluntad no
se basta así misma, pues desconoce multitudes inalcanzables para
su razón, multitudes que no hacen parte de su Tiempo, circunstan-
cias que rodean su ser y que no están dentro de la posibilidad natu-
ral del ser humano, pero que tienen que ver con sus posibilidades,
las cuales no puede ni debe ignorar.
El hombre no conoce mas allá de lo que es, sin que ello agote todo lo
que tiene que ver con él y lo que le rodea.
Necesita pues concederle un limite a su voluntad, para no preten-
derce Dios, distraído en la emotiva irracionalidad prepotente, pre-
tendiendo subvertiste en abuso de sus potencias, que aun así y con
todo lo racional y sensiblemente posible, no se alcanza a sí misma.
La Vida del hombre solo es posible desde su persona, desde su expe-
riencia, experiencia que al cerrarse en ella misma por la inmanencia,
deja de ser racional, conforme al criterio de lo relativo, acercándose
precipitadamente con todo ello, a la muerte óntica del Ser.
Conociendo lo anterior, como aflicciones a la Verdad, tratemos dos
dinámicas esenciales en nuestra contemplación y comprensión
de nuestra naturaleza humana, reveladas por la Verdad de sabernos
hijos de Dios.
El hombre es pecador.
Y, la raíz de todo pecado es la idolatría:
La que, cual si el hombre fuera Dios por sí mismo, ejerce ilimitada-
mente la percepción de la condición humana, despreciando el Auxi-
lio de comunión con su Dios, al tiempo que lo Divino se hace polvo,
mezclado con el barro de cada quien, dándose el culto de sí mismo,
de la obra de sus manos cf. Sal 115, 1-8; Jr 25, 6-7; Os 14, 4, del hombre
por el hombre, en el intercambio egoísta del poder, el tener y el pla-
cer, luciéndose en ellos los ídolos vacíos para quien se endiosa con el
mundo, viendo salvado el mundo en donde va a estar, pero que una
vez consumado, desaparecerá.
Esta hemorragia irracional-emocional ocupa consecuentemente
todas las potencias de los apetitos insaciables, ahora ya imaginarios
ideales e idolátricos, reconocidos por la inclinación natural que
augura descansar en ellos, en el imperio de la estimulación del
mundo y la posesión de sus fuerzas, llamadas por el Instigador y
Príncipe de las mentiras a adorarlas, bajo su continua seducción:
Seréis como dioses Gn 3, 5, transgiversando con ello el autentico sen-
tido de la Divinidad, en la que el ser humano encuentra el reposo
para el cual fue creado, superando aquella desobediencia Hb 4, 11b; cf.
Gen 2-3 original, la que, recurriendo a lo aparente desprecia a Dios,
su Creador cf. Gen 1, 27 y su descanso: Vengan a mí todos los que están
fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso (no visto como la com-
placencia de los apuros sociales en el orden material; como si la paz
ante la inquietud del corazón). Tomen sobre ustedes mi yugo, y apren-
dan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para
sus almas Mt 11, 28-29.
Es preciso un Salvador, adherirme a lo que superándome, me libere
de mí, pobre y ciego de lo me hace libre y verdaderamente rico.
El ser religioso es connatural al deseo humano, su anhelo de lo ver-
dadero ha sido constituido en su corazón. Deseo que al despreciar
a su Autentico Salvador queda a merced de lo ídolos en el vacío del
mundo.
Creer como acto humano y Divino, donde Dios mismo nos ayuda a
creer en Él, la Fuente de Vida; o creer como acto desprovisto de
Verdad. Todo hombre cree, creer es la única salida ante el agobio
humano; quien solo cree en sí mismo en eso cree y en eso muere,
así como quien cree en sus ídolos.
Quien cree en Jesús como Cabeza del Cuerpo de la Iglesia, en ello
muere, pero también en ello vence, como miembro del que alcanzo
nuevamente la Vida en su Gloriosa Dicha.
El hombre vive en un mundo natural, y de un modo natural le es
posible habitar en él, pero la Vida que porta es Sobrenatural, así
como su experiencia vital en el Tiempo, donde lo habitable no esta
en el mundo, sino en la experiencia del ser.
Acontece pues al ser humano la Vida Interior...
El hombre que ora produce luz, contemplando el manantial de la
Vida, para llenar de Él su alma, por el Espíritu de Dios que viniendo
al suyo por la comunicación de su Vida, Muerte y Resurrección, le
hace hijo de Dios en Cristo, en la Visión Sacramental de esta necesi-
dad vital: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré el ultimo día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi,
y yo en él Jn 6, 54-56.
Así dice Yahvé: Párense en los caminos y miren, pregunten por los senderos
antiguos, cuál es el buen camino, y caminen por él, y encontrarán sosiego
para sus almas. Pero dijeron: No vamos Jr 6, 16.
No fueron capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de
reconocer al Artífice, atendiendo a sus obras...
Dan vueltas a sus obras, las investigan y se dejan seducir por su apariencia,
pues es hermoso lo que ven... pudieron escudriñar el universo, ¿cómo no
encontraron antes a su Señor? Sb 13, 1. 7. 9
¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
Dilo, si tanto sabes y entiendes Jb 38, 4.
Habiendo visto el hombre las obras de Dios y conociendo la corrup-
ción de las suyas propias, el ego-drama del hombre obstinado en sus
fuerzas, ha olvidado a Dios como objeto de su conocimiento, trazan-
do de este modo, el anti-itinerario de demolición de la verdadera
persona humana, creada a imagen de Dios, y sanada por el Sacrificio
de su Amor.
Porque dice la Escritura:
Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteli-
gentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el intelectual de este
mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo?
De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios
en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la nece-
dad de la predicación. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos
buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo
para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo
judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la
locura divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad
divina, más fuerte que la fuerza de los hombres.
¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios se-
gún la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios
más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios
lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del
mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para
que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis
en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino,
justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El
que se gloríe, gloríese en el Señor 1Co 1, 19ss.
Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la
inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma
que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron
como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razona-
mientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se vol-
vieron necios Rm 1, 20-22.
Conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estas muerto
Ap 3, 1.
El hombre no tiene Vida por sí mismo, les es preciso ser en vez de
aparecer, y acercarse al que Es, entrar en ese descanso Hb 4, 11a.
Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no perma-
nece en la vid; así tampoco ustedes si no permanecen en mí.
Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él,
ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada
Jn 15, 4-5.
Volvió a salir Pilato y les dijo: Miren, se lo traigo fuera para que sepan
que no encuentro ningún delito en él. Salió entonces Jesús fuera llevando
la corona de espinas y el manto de púrpura. Les dice Pilato: Aquí tienen
al hombre Jn 19, 4-5.
El Verbo Encarnado nos ha sacado del enigma, la Palabra con la que
fueron creadas y para la que fueron creadas todas las cosas cf. Col 1,
15-20 nos lo ha manifestado. El único que revela plenamente el hom-
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La naturaleza humana y su relación con Dios

  • 2. “El hombre a lo largo de los tiempos, siempre ha sido un gran interrogante”. San Juan Pablo II. Quién es? Por qué? Para que? No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor Dt 8, 3c. El hombre es inteligente. Por qué? Tiene alma y sufre, dándose cuenta de ello puede conocerse, y reconocerse como aquel que tiene necesidades. Y como suma de ellas y común de todo ser humano, necesita comer. Comida que no inventó, pero que prepara.
  • 3. El hombre, no solamente tiene alma, no solamente siente, también tiene espíritu. Para qué? Para vivir la dimensión espiritual. Cómo funciona, cómo obra, qué es, qué hace el espíritu, cómo se siente si es que se siente? La Palabra de Dios se mueve por la acción misma de su Espíritu. La Palabra de Dios es Espíritu y es Vida. Cómo? Por la Fe. A qué? A la Misericordia de Dios.
  • 4. El alma es nuestra fuerza intangible, donde habitan la razón y las emociones, las cuales son, las potencias de nuestro comportamiento. El alma se sirve de nuestra mente, de los sentidos, de nuestra respi- ración y articulación, usando el aire y la sangre. El alma se alimenta del cuerpo, pasa a través de él y del mundo que le rodea, configurándose en el modo en que le son transmitidos los estímulos que encuentra, participando en todo momento del acople de este contacto con el mundo. El espíritu es la parte divina recibida de Dios que habita en nuestro ser, es el alma de nuestra alma, ya no como mera inteligencia y emoción; es la sabiduría y el sentido de nuestra alma. El espíritu es la parte más elevada del ser, y penetra hasta su rincón más profundo, dándole al hombre dominio de su alma, la cual, una vez elevada y redescubierta por la vitalidad del espíritu, alienta so- bre su integridad de cuerpo y alma.
  • 5.
  • 6. El ser humano es necesariamente una voluntad. Su voluntad es lo único que posee, ella le da el dominio de lo que no teniendo proveniente de sí, ha recibido: la Vida, de la que ahora dis- pone, no habiéndose creado a sí misma. Siendo su voluntad naturalmente competitiva, compite por “las conquistas de su persona”. La persona que es, en el camino de sus “conquistas naturales”, en “el reino del mundo”. Esta perspectiva del tener adormece la Vida Interior, por que si se es en cuanto se tiene, la Vida que esta en el ser, al sentirse abando- nada, va muriéndose tristemente por lo que deja de ser, sin obtener en posesión alguna de este mundo, lo que solamente puede vivir interiormente. “No es estas deprimido, estas distraído” Facundo Cabral.
  • 7. En dónde esta el ser? El ser humano en su naturaleza visible e invisible solo es posible en el Tiempo, lo único que tiene el hombre por su naturaleza es Tiempo: un día para nacer, un Tiempo para crecer y un día para morir. ¿Quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir una sola hora a la medida de su vida? Mt 6, 27. Tal naturaleza agobia al ser humano, que en su carrera no entiende que va por un premio en el que no puede habitar, ni lo puede tener más allá del Tiempo. Su ser es relativo a la muerte, todo lo acerca a ella, y nada es tan firme como para detener el Tiempo, pues este es de Dios y Él es el Señor de la historia. Cf. Qo 3.
  • 8. El hombre no se detiene por que su razón no se lo permite, su propia profundidad lo excede, y esto no lo puede superar con la superficie del mundo: esto le es comprensible; lo que no entiende es porque pretende poseerse en razones para obstinarce y detenerse, sin en- contrar la Voluntad Ordenada, La Razón Creadora que lo invita a par- ticipar de ella. “No quieras ir afuera, en el hombre interior habita la Verdad” San Agustín Y conocer la verdad nos hará libres Jn 8, 31-32. La Verdad no es una formula que se impone por sí misma. Es un Camino, y ese Camino es la Vida misma. La Verdad no es una opinión más en la cual asentimos. Para el hombre letrado de hoy, es difícil salirse de la definición, de la conceptualización y opinión; para en ves de ello, entrar en la rela- ción, en la participación de todo aquello que lo excede, y esto es: el Tiempo, el origen, la finalidad y el fin de las cosas, y sus respuestas como manifestaciones a las fuerzas invisibles, confrontadas por la Verdad Innegable -escrita en el corazón-, de saberse eterno, al tiem- po que, la inminente muerte le hace patente su corruptible realidad.
  • 9. Porque los pensamientos de la razón actúan como posesión propia, pero están sujetos a la contingencia del mundo, en apariencia se tienen, no son, ni siquiera a lo que ellos conllevan, la Única Verdad es mi relación con ellos. Relación que vivo, pero que al ser del Tiem- po no poseo, por que lo habitable no esta afuera, aún cuando lo ten- ga por algún Tiempo, o todo mi Tiempo, pues esta relación la vivo como un préstamo y la recorro como un peregrino. Poseo una razón que no se detiene y se consume, sin dejarme más que nuevas razones, obligando con ello, a la novedad de ver, oír, sentir y probar, insaciablemente. Mi razón es mi deleite, mi gloria, y aunque aparentemente puedo retenerla, al estar sujeta al Tiempo no la puedo tener, ni detener. Es preciso “entrar” en el Tiempo de Dios, en una Nueva Razón, a una Nueva Voluntad, Divina y Creadora, reconociendo en nuestra suje- ción cambiante al influjo de las horas y las cosas, su Eterno Amor vivo y presente, junto a la dignidad de hijos de suyos, conferida por el don de su Nombre: “Yo Soy”, Él es; ahora ya podemos decir que somos; liberados del pasado, confiados del futuro, hemos salido del “fue” y “será”, y en Él hemos encontrado el “es”.
  • 10. Pero, si me abandono a ser irrazonable, apartándome de la Vida In- terior para ser una negación, obstinado en lo que “no es”, el resul- tado es tan irresistible, que no encuentra la Vida que he recibido, donde vivir. Y el deseo de hallar reposo al despreciar a nuestro Au- tentico Salvador, queda abandonado al poder seductor que nos hace creer en la mentira 2Ts 2, 11. "Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti" San Agustín Osea que lo tengo es una vana ilusión, y lo que soy o no soy es la Verdad. En este punto, hagamos una aproximación a la Escritura, dejando que ella nos hable por la belleza de la Palabra de Dios, que es Vida, por la potencia de su Espíritu. Para ello es oportuno leer o releer el Eclesiastés.
  • 11.
  • 12. Es la razón la justificación de mi Vida, y es mi voluntad lo único que poseo, no siendo ella más que mis experiencias de relación. Relación con el prójimo y conmigo mismo, en donde se da lugar al encuentro personal con Dios, a partir del mismo Don de la Vida que Dios da a todos los hombres. Relación con el mundo, en medio “del espíritu del mundo”, ocupado por sus premisas egolátricas, en ocultar de vista al otro como Don, para verlo como medio. “Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” Jn 15: 12 Meditemos en nuestra experiencia como seres humanos...
  • 13. Qué es lo humano de lo humano? Hacia dónde va mi voluntad? Veo que mi razón no esta sujeta al Tiempo, puedo pensar en mañana, en lo que voy hacer, en lo que hice, pero solamente puedo vivir lo que estoy haciendo. Ser uno con mi voluntad, en el Único Tiempo posible que estoy transitando. Soy un necesitado y, fuera de eso, mi razón produce más necesi- dades, mi voluntad natural (aquella estimulada por la sensibilidad en el orden de las cosas consumibles) se corta con lo temporal, termina en las cosas, habiendo sido atraído por ellas. Ya no soy una voluntad, como corresponde a un solo ser que las habita, sino cuantas rodean mis deseos. Es pues, esta división, la causa de todos los males del hombre.
  • 14. Consciente del resultado natural de mis circunstancias, donde reac- ciono el deseo inmediato, pero inconsciente en la posibilidad del Tiempo, desentendiéndolo del Orden Divino: ya no soy yo, es el mun- do quien vive en mí. Lo ajeno del mundo, lo que es propio de su exte- rioridad me hace ajeno de mí: la Vida sin mí. Cortar con la Vida desde su dignidad confiada por Dios, hasta su relación con los demás y con la creación, es lo que el Señor juzga como pecado. Separándose así, de la relación con el Creador del cielo y de la tierra, seducido por la apariencia del mundo y por Satanás, el padre de la mentira Jn 8,44, quién instiga al hombre para descontar a Dios como a un desconocido en desuso; siendo para ello propicio el pecado del hombre, quien ya divido en sí, al no vivir una sola voluntad, lo ha reemplazado por los deseos(ídolos), tantos como quiere, cortando consecuentemente por el egoísmo que de este modo impera, la relación con los demás. El pecado es lo que me separa de Dios, quien me ha dado la Vida, y del prójimo, que inseparablemente -por nuestra común naturaleza de Vida-, es como yo.
  • 15.
  • 16. Decimos que el hombre posee una voluntad, pero esta voluntad no se basta así misma, pues desconoce multitudes inalcanzables para su razón, multitudes que no hacen parte de su Tiempo, circunstan- cias que rodean su ser y que no están dentro de la posibilidad natu- ral del ser humano, pero que tienen que ver con sus posibilidades, las cuales no puede ni debe ignorar. El hombre no conoce mas allá de lo que es, sin que ello agote todo lo que tiene que ver con él y lo que le rodea. Necesita pues concederle un limite a su voluntad, para no preten- derce Dios, distraído en la emotiva irracionalidad prepotente, pre- tendiendo subvertiste en abuso de sus potencias, que aun así y con todo lo racional y sensiblemente posible, no se alcanza a sí misma. La Vida del hombre solo es posible desde su persona, desde su expe- riencia, experiencia que al cerrarse en ella misma por la inmanencia, deja de ser racional, conforme al criterio de lo relativo, acercándose precipitadamente con todo ello, a la muerte óntica del Ser.
  • 17. Conociendo lo anterior, como aflicciones a la Verdad, tratemos dos dinámicas esenciales en nuestra contemplación y comprensión de nuestra naturaleza humana, reveladas por la Verdad de sabernos hijos de Dios. El hombre es pecador. Y, la raíz de todo pecado es la idolatría: La que, cual si el hombre fuera Dios por sí mismo, ejerce ilimitada- mente la percepción de la condición humana, despreciando el Auxi- lio de comunión con su Dios, al tiempo que lo Divino se hace polvo, mezclado con el barro de cada quien, dándose el culto de sí mismo, de la obra de sus manos cf. Sal 115, 1-8; Jr 25, 6-7; Os 14, 4, del hombre por el hombre, en el intercambio egoísta del poder, el tener y el pla- cer, luciéndose en ellos los ídolos vacíos para quien se endiosa con el mundo, viendo salvado el mundo en donde va a estar, pero que una vez consumado, desaparecerá.
  • 18. Esta hemorragia irracional-emocional ocupa consecuentemente todas las potencias de los apetitos insaciables, ahora ya imaginarios ideales e idolátricos, reconocidos por la inclinación natural que augura descansar en ellos, en el imperio de la estimulación del mundo y la posesión de sus fuerzas, llamadas por el Instigador y Príncipe de las mentiras a adorarlas, bajo su continua seducción: Seréis como dioses Gn 3, 5, transgiversando con ello el autentico sen- tido de la Divinidad, en la que el ser humano encuentra el reposo para el cual fue creado, superando aquella desobediencia Hb 4, 11b; cf. Gen 2-3 original, la que, recurriendo a lo aparente desprecia a Dios, su Creador cf. Gen 1, 27 y su descanso: Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso (no visto como la com- placencia de los apuros sociales en el orden material; como si la paz ante la inquietud del corazón). Tomen sobre ustedes mi yugo, y apren- dan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas Mt 11, 28-29.
  • 19. Es preciso un Salvador, adherirme a lo que superándome, me libere de mí, pobre y ciego de lo me hace libre y verdaderamente rico. El ser religioso es connatural al deseo humano, su anhelo de lo ver- dadero ha sido constituido en su corazón. Deseo que al despreciar a su Autentico Salvador queda a merced de lo ídolos en el vacío del mundo. Creer como acto humano y Divino, donde Dios mismo nos ayuda a creer en Él, la Fuente de Vida; o creer como acto desprovisto de Verdad. Todo hombre cree, creer es la única salida ante el agobio humano; quien solo cree en sí mismo en eso cree y en eso muere, así como quien cree en sus ídolos. Quien cree en Jesús como Cabeza del Cuerpo de la Iglesia, en ello muere, pero también en ello vence, como miembro del que alcanzo nuevamente la Vida en su Gloriosa Dicha.
  • 20.
  • 21. El hombre vive en un mundo natural, y de un modo natural le es posible habitar en él, pero la Vida que porta es Sobrenatural, así como su experiencia vital en el Tiempo, donde lo habitable no esta en el mundo, sino en la experiencia del ser. Acontece pues al ser humano la Vida Interior... El hombre que ora produce luz, contemplando el manantial de la Vida, para llenar de Él su alma, por el Espíritu de Dios que viniendo al suyo por la comunicación de su Vida, Muerte y Resurrección, le hace hijo de Dios en Cristo, en la Visión Sacramental de esta necesi- dad vital: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el ultimo día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi, y yo en él Jn 6, 54-56.
  • 22.
  • 23. Así dice Yahvé: Párense en los caminos y miren, pregunten por los senderos antiguos, cuál es el buen camino, y caminen por él, y encontrarán sosiego para sus almas. Pero dijeron: No vamos Jr 6, 16. No fueron capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de reconocer al Artífice, atendiendo a sus obras... Dan vueltas a sus obras, las investigan y se dejan seducir por su apariencia, pues es hermoso lo que ven... pudieron escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron antes a su Señor? Sb 13, 1. 7. 9 ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dilo, si tanto sabes y entiendes Jb 38, 4. Habiendo visto el hombre las obras de Dios y conociendo la corrup- ción de las suyas propias, el ego-drama del hombre obstinado en sus fuerzas, ha olvidado a Dios como objeto de su conocimiento, trazan- do de este modo, el anti-itinerario de demolición de la verdadera persona humana, creada a imagen de Dios, y sanada por el Sacrificio de su Amor.
  • 24. Porque dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteli- gentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el intelectual de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la nece- dad de la predicación. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres. ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios se- gún la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor 1Co 1, 19ss.
  • 25. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razona- mientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se vol- vieron necios Rm 1, 20-22. Conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estas muerto Ap 3, 1. El hombre no tiene Vida por sí mismo, les es preciso ser en vez de aparecer, y acercarse al que Es, entrar en ese descanso Hb 4, 11a. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no perma- nece en la vid; así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada Jn 15, 4-5.
  • 26. Volvió a salir Pilato y les dijo: Miren, se lo traigo fuera para que sepan que no encuentro ningún delito en él. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Les dice Pilato: Aquí tienen al hombre Jn 19, 4-5. El Verbo Encarnado nos ha sacado del enigma, la Palabra con la que fueron creadas y para la que fueron creadas todas las cosas cf. Col 1, 15-20 nos lo ha manifestado. El único que revela plenamente el hom- bre al propio hombre continúa vivo, y esta con nosotros para parti- ciparnos de Él, en su Eterna Beatitud.