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© Editorial UOC 286 Introducción a la psicología Social
deforma, de la misma manera que se deforman los rumores, y se adecua a los cá-
nones culturales de lo que es una buena narración. De esta manera, mostró cómo
los esquemas, supuestamente individuales, son en realidad productos culturales,
ya que el lenguaje tiene una estructura concreta, es un producto histórico de las
instituciones sociales en las que se ha creado. Por lo tanto, no se trata de pensar
que las normas sean unos esquemas individuales que están dentro de la cabeza de
las personas, sino de ver que en realidad son narraciones que se crean en las con-
versaciones con los otros. Estas narraciones actúan como marcos de referencia en
los que situamos las acciones de las personas, y en éstas elaboramos su significa-
do, que consecuentemente es un producto cultural.
Otra manera en la que el lenguaje restringe (o posibilita, como guste más) las
acciones humanas es mediante la narración de lo que es real y de lo que no. Mu-
chas veces la uniformidad viene dada, no por la existencia de una supuesta nor-
ma, sino por la imposibilidad de hacer otra cosa. El lenguaje cotidiano diferencia
aquello que es real de aquello que es ficticio y, por lo tanto, otorga "naturalidad"
a determinados comportamientos. Por ejemplo, alegrarse o entristecerse en un
entierro no sería en este caso producto de una determinada norma social que exis-
tiría en los funerales y que "obligaría" a las personas a alegrarse o entristecerse,
sino que sería consecuencia directa de lo que significa, es decir, de qué es realmen-
te la muerte para los miembros del grupo afectado. Y es que ciertamente no es lo
mismo morir en un contexto que cree en la existencia del paraíso que en uno que
cree que después de la muerte no hay nada más.
Michel Foucault
El célebre filósofo francés muestra en su libro Vigilar y castigar cómo la disciplina impues-
ta en las escuelas (y también en otras instituciones cerradas como son hospitales, prisio-
nes, cuarteles o fábricas) no tiene como efecto principal la interiorización de determinadas
normas de comportamiento sino la constitución real de cuerpos dóciles y útiles, de sujetos
obedientes dispuestos a aceptar trabajos que anteriormente consideraban inaceptables. La
disciplina, la vigilancia, los ejercicios físicos, el encierro en espacios ordenados geométri-
camente, los exámenes médicos, etc. crean al individuo moderno, no como su jeto jurídico
no sometido a unas normas exteriores a él, sino como conjunto de normas ambulante: el
individuo no es otra cosa que un grupo de normas.2
2. Una buena introducción a Michel Foucault es la lectura de los libros Vigilar y castigar e Historia
de la sexualidad: la voluntad de saber, ambos en la editorial Siglo XXI de Madrid.
© Editorial UOC 287 Capítulo V. Influencia, conformidad...
En resumen, las normas sociales establecen y mantienen un determinado or-
den social mediante la organización y la regulación de las relaciones interperso-
nales. De hecho, manifiestan determinadas relaciones de poder, en el sentido
de que prescriben la normalidad (y proscriben la anormalidad) mediante meca-
nismos de control evidentes o sutiles que dificultan la no adhesión a la norma:
el castigo o el refuerzo por parte de la autoridad pertinente en una situación
dada o bien la naturalización de determinados comportamientos, pensamientos
y deseos. Conjuntamente con esta prescripción de normalidad, los roles (con-
juntos de normas asociadas a determinadas posiciones sociales) condicionan la
identidad de las personas. A pesar de todo esto, no tenemos que olvidar que las
normas sociales implican determinados valores socialmente distribuidos con
los que las personas podemos mostrar nuestro acuerdo.
Finalmente, y para hacer justicia a los investigadores que se han esforzado tan-
to, no podemos olvidar que, como la mayor parte de conceptos en ciencias socia-
les, su valor es por encima de todo heurístico. La noción de norma social es
valiosa porque nos ayuda a comprender cómo puede ser que lo social ylo psico-
lógico no se pueda separar. Su vlor no radica en su validez a la hora de generar
explicaciones causales de la conducta humana sino en las vías de comprensión
que abre. Quizás por eso más allá de lo que son o dejan de ser, son importantes
por el tipo de preguntas y de investigaciones que han permitido pensar.
2. Factores sociales en la percépción
Hay algunos procesos fundamentales de la psicología que a menudo acostum-
bran a verse desde un punto de vista exclusivamente individual cuando la parte que
tienen de social es lo bastante importante, esencial incluso, como para detenernos
en ellos un momento. El hecho de que sean procesos psicológicos básicos no quiere
decir que podamos estudiarlos sin tener en cuenta su dimensión social como si les
pasaran sólo a las personas que viven en islas desiertas. Por ejemplo, la memoria,
recordar, es algo que hacemos colectivamente; recordamos con los otros nuestros
mejores momentos y los peores, tenemos conversaciones sobre lo que nos pasó tal
día y tal año, o sobre la importancia de un determinado acontecimiento para la fa-
© Editorial IJOC 288 Introducción a la psicología social
muja. En general, recordamos aquello de lo que hemos hablado o en lo que hemos
pensado y no aquello que ha pasado sin llegar a ser verbalizado. Como ha visto en
el capítulo anterior, el pensamiento no se produce separadamente de uno de los
productos sociales más sofisticados, el lenguaje, y éste es también el caso de las emo-
ciones, las cuales utilizamos en contextos sociales que les dan sentido y las regulan.
No podía quedar fuera de este grupo de procesos básicos la percepción. Captar
información con el fin de procesarla, como ya han visto los psicólogos cognitivis
tas, es más un proceso de construcción de aquello percibido que una absorción di-
recta de estímulos. Lo que veremos en este apartado es de qué manera este proceso
de construcción se produce colectivamente a pesar de tener lugar en individuos
particulares y en cuerpos concretos. Empezaremos estudiando las diferencias y se-
rnejanzas que hay entre percibir objetos físicos y personas, nos detendremos un
rato en los experimentos más clásicos que se han hecho sobre percepción y final-
mente estudiaremos las implicaciones que esta visión de la percepción tiene para
el estudio de las relaciones interpersonales e intergrupales.
2.1. Percepción y percepción social
La percepción es el proceso mediante el cual obtenemos información de nues-
tro entorno por medio de los sentidos. El concepto de percepción social hace re-
ferencia sobre todo a la percepción de personas, pero también se extiende a la
percepción de cualquier objecto o relación que tenga un significado social. Una
primera intuición nos podría hacer creer que percibir personas y percibir objetos
físicos son dos actividades diferentes: por un lado, percibir a una persona es una
actividad que incluye clasificarla en algún grupo social, hacer una primera
aproximación a su personalidad e incluso deducir sus intenciones con el fin de
prever su conducta, mientras que por el otro, percibir objetos parece a primera
vista un fenómeno mucho más pasivo.
Aparentemente el entorno de la persona está lleno de cosas y sólo hay que
estar cerca de ella para empezar a sentir el olor que hacen, verlas, tocarlas u oír
sus ruidos. En definitiva, para obtener una serie de sensaciones de nuestros cin-
co sentidos parece que sólo hay que enfrentarse a un objeto y ya está. Entender
a la persona como mero receptor pasivo de sensaciones olvida que la acción bá-
sica en la percepción es la dotación de significado de aquello que es percibido.
© Editorial UOC 289 Capítulo V. IttfIuencja conforjjijdad
Por eso, la percepción de objetos no deja de ser una actividad muy parecida a la
de percibir personas, que incluye, claro, tareas de clasificación, atribución de ca-
racterísticas y de significados, los cuales son sociales en el sentido que los hemos
aprendido mediante las relaciones que mantenernos con los otros y de la histo-
ria ele los grupos sociales a los que pertenecernos.
De hecho, no hay nada natural en la percepción por muy automatizada que ésta
nos parezca. Los psicólogos de la Gestalt propusieron una serie de leyes que guían
la percepción, la más importante de las cuales es que el todo es más que la suma de
las partes, es decir, que la glohalidad de aquello percibido posee propiedades emer-
gentes que no están presentes en las partes de las que se compone, hasta el punto
de que esta globalidad otorga propiedades y significados a las partes que éstas flO
tenían antes. Otra de estas "leyes" es la que afirma que la figura se impone por en-
cima del fondo, es decir, que organizamos la información percibida en totalidades
(figuras) que se destacan del resto de información (fondo). El carácter innato o
aprendido de estas leyes y de las que se dedujeron de ellas provocó un gran número
de investigaciones y poco acuerdo entre éstas. Desde el punto de vista de la psico-
logia social, parece ineludible llegar a la conclusión de que es el significado social
otorgado al conjunto de la información lo que determina qué elementos se con-
vierten en figura y cuáles en fondos.
Figura 5.2
¿Un pato o un conejo? Sólo la palabra que utilizamos
para describirlo nos permite ver qué es 'realmente.
Esto explica por qué vemos una mesa y no un conjunto de maderas engan-
chadas; es decir, la percepción del objeto mesa está directamente vinculada al
significado social de la mesa y a los usos que ésta tiene. Visto así, toda percep-
ción es social y se puede entender la afirmación anterior de que la actividad de
© Editorial UOC 290 Introducción a la Psicología social
percibir es más constructora que descriptora de una realidad concreta. Aunque
parezca extraño, percibir es una actividad colectiva más que individual.
2.1.1. La realidad como construcción social
Ahora es un buen momento para volver a definir la psicología socia]. Si asu-
mimos la premisa de que la percepción es una construcción de la realidad3 y de
que además los actos perceptivos son una construcción conjunta y no un acto
individual, podemos definir la psicología social como la disciplina que estudia
los procesos de constitución, mantenimiento y cambio de la realidad.
2.2. Percepción y actitudes
A finales de los años cuarenta, una serie de investigaciones protagonizadas por
Jerome Bruner y sus colaboradores estudiaron algunos determinantes sociales de
la percepción que iban más allá de las leyes de la Gestalt, como por ejemplo, los
valores, las necesidades, las actitudes, la motivación, el aprendizaje o el lenguaje.
Esta línea de investigación recibió el nombre, medio en broma, de new look onper-
ception ('una nueva mirada a la percepción').
Los trabajos de Bruner, y de muchos otros estudiosos de la percepción, surgie-
ron como reacción a una psicología experimental de inspiración psicofisiológica
que durante mucho tiempo estudió la percepción aislada de] contexto en el que
se producía, y asumía que sus sujetos representaban sujetos universales y que no
habría interferencias culturales en la percepción, aunque muchos estudios mos-
traron muy pronto la influencia en la percepción de factores como el aprendizaje
y la motivación, el temperamento y el humor, las necesidades y los hábitos y las
actitudes y los valores (Bruner, 1947). Para Bruner, la percepción es una negocia-
ción entre lo que el organismo puede percibir por sus capacidades biológicas y lo
que selecciona para ser percibido. El aprendizaje determina qué percepciones son
relevantes y provoca que los objetos que habitualmente se seleccionan destaquen
por encima de los otros, de manera que parecen más vívidos, más claros, más bri-
llantes o mayores (Bruner, 1947). Pero incluso más allá del hábito, algunos obje-
3. El punto de vista del construccionismo social que se ha presentado en diversas ocasiones en la obra
está explicado didácticamente y en detalle en el libro: y. Burr (1997). Inlroducció al construccionisme
social. Barcelona: Editorial UOC / Proa.
© Editorial UOC
291 Capítulo V. Influencia, confornndad...
tos pueden parecer mayores según su importancia, es decir, de su valor y de su
significado, dos aspectos que por cierto no se pueden separar fácilmente.
Para mostrar esta última cuestión explicaremos más detalladamente el experi-
mento de Bruner y Goodman (1947) que se ha presentado en el capítulo 1. Los
investigadores pidieron a un grupo de niños de diez años que evaluaran el tama-
ño de unas circunferencias. Para hacerlo, disponían de una luz que proyectaba un
círculo luminoso en una pantalla y que se podía hacer más grande o más pequeño
con un botón que giraba. El experimento consistía en el hecho de que mientras
que un grupo de niños evaluó el tamaño de una serie de monedas —las fracciones
de dólar de 1, 5, 10, 25 y 50 centavos, que conocían bien y utilizaban habitual-
mente—, el otro evaluó unos discos de cartón del mismo tamaño.
Puede ver los resultados en el gráfico siguiente:
Figura 5.3
Media de las estimaciones de discos y monedas del mismo tamaño para niños
de diez años. El eje de coordenadas contiene las monedas y el eje de ordenadas
el porcentaje de desviación con respecto al tamaño real.
Como veis, las monedas son sistemáticamente sobreestimadas, mientras que los
discos de cartón, no. La diferencia sólo se puede explicar en términos del valor que
para los niños tenían estas monedas. Los autores consideran que el hecho de que la
moneda mayor, medio dólar, no siga ci orden creciente de sobreestimación se debe
probablemente al hecho de que los niños no tenían muy a menudo monedas de
tanto valor al alcance y que, por lo tanto, la moneda más valiosa era probablemente
considerada irreal, menos familiar.
El experimento prosiguió con la hipótesis de que la sobreestimación depende..
ría del valor que para los niños tenían las monedas. Cogieron niños de una escue-
la de un barrio rico de Boston y de otra de un barrio pobre, repitieron las sesiones
de evaluación de medidas y los resultados volvieron a mostrar que efectivamente
el valor determina la sobreestimación, hasta el punto de que las diferencias entre
las estimaciones de un grupo y otro eran estadísticamente significativas en rela-
ción con el diferencial de valor percibido que para ambos grupos tenían las mo-
nedas. Puede ver los resultados en el gráfico siguiente:
© Editorial UOC 292 Introducción a la Psicología social
Figura 5.4
O O Niños ricos de diez años
- ñ9 Niños pobres d diez arios
-1-
En este gráfico la línea discontinua representa las estimaciones de
los niños procedentes de un entorno pobre y la continua la
de los niños procedentes del barrio acomodado.
293
Capítulo y. Influencia conformidad
En un artículo posterior, Bruner nos explica que percibir no es un proceso
aislado, sino que forma parte del proceso de comprensión mismo.
[J hay un flujo constante de estudios experimentales sobre el modo en que los fac-
tores sociales
provocan tipos de selectividad respecto de lo que una persona percibe
o infiere y respecto de su forma de interpretarlo
E...] Sin actitudes apropiadas, y sin
una estructura linguística adecuada, un sujeto no capta con facilidad ciertos aconte-
cimientos en su entorno, que otra persona debidamente equipada con actitudes
y un
lengua je, percibiría como importantes."
j. Bruner (1958). Psicología Social y Percepción. En J. R. Torregrosa y E. Crespo (Ed.),
Estudios básicos de Psicología Social (p.
143). Barcelona: Hora, 1984.
La percepción no es, por lo tanto, si utilizarnos una metáfora clásica, un pro-
ceso de abajo arriba sino de arriba abajo; es decir, que es Ja organización cogni-
tiva la que determina la percepción. Esto no quiere decir, sin embargo, que el
proceso sea individual: no lo es porque la organización cognitiva no es un pro-
ducto individual en el sentido que no depende de la experiencia particular de
un individuo para constitujrse sino que depende de la posición que éste ocupa
en la red de relaciones sociales y de las herramientas lingüísticas y afectivas que
esta red ha construido.
Un ejemplo lo proporciona otro experimento de Bruner y Postman (1949) de
la misma época que el anterior4. En éste mostró una serie de cartas de póquer a
un grupo de estudiantes y controló el tiempo que tardaban en reconocerlas: las
cartas eran reconocidas en 28 milisegundos por término medio, pero, ¿qué pa-
saría silos sujetos no conocieran las cartas? Bruner y Postman introdujeron al-
gunas cartas incongruentes —es decir, cartas en las que el color y el palo no
coincidían, por ejemplo un 4 de corazones negro, o bien un 6 de trébol rojo—, y
el resultado fue que por término medio el tiempo de reconocimiento se incre-
mentó en más de cuatro veces (114 milisegundos). Esto solamente demostraría
que el conocimiento anterior afecta la percepción, pero lo más interesante es
que no todas las cartas pudieron ser descritas por los sujetos: mientras que como
máximo a los 350 milisegundos cualquier carta normal ya había sido reconoci-
da, en el tiempo de exposición máxima (1.000 milisegundos) sólo el 89,7% de
cartas incongruentes pudieron ser descritas.
4.
Puede leer los artículos originales de estos dos experimentos de Brunet en la web Classjcs in the
History of Psychology. http://www.yorkuca/dept/psych/cjasi
© Editorial l.JOC
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© Editorial UOC 296 Introducción ala psicología social
2.3.1. La formación de impresiones
En el capítulo JI de este libro ha visto que una de las actividades más impor-
tantes que hacemos durante las interacciones que mantenemos con las Otras
personas es la gestión de las impresiones que proporcionamos a los otros. Esto
quiere decir que somos perfectamente conscientes (de hecho, lo practicamos
cada día) de que las personas nos formamos impresiones de los otros.
Piensa en los esfuerzos que dedicamos a conseguir que la gente que nos rodea piense
que somos buenas personas.
La percepción de personas es un proceso de percepción como cualquier
otro y, por lo tanto, comparte los mecanismos que permiten la percepción de
cualquier objeto, incluida su dependencia de la sociedad. Esto quiere decir
que también es un proceso que depende de los valores, las actitudes, el apren-
dizaje y en general de cualquier fenómeno que vincule a la persona y su en-
torno social.
Aunque hoy por hoy nos parezca natural y obvio que nos formamos impre-
siones de las otras personas, la cuestión no es tan sencilla. Para poder hacerlo
tenemos que partir de una condición especial que no se ha cumplido ni en todas
las épocas ni en todas las sociedades: la existencia de individuos. La visión uni-
taria de la persona que llamamos individuo es una creación histórica de la so-
ciedad occidental del último par de siglos. Por ejemplo, tal como ha visto en el
capítulo II, el self occidental ha pasado sucesivamente a ser romántico, moderno
y saturado.
Daryl Bern argurnenta que nosotros mismos somos objeto de nuestra percepción. En
su teoría de la autopercepción defiende lo siguiente:
"Los individuos llegan a 'conocer' sus actitudes, emociones, y otros estados internos
en parte mediante las inferencias que hacen a partir de la observación de su propio
comportamiento y/o de las circunstancias en las que éste tiene lugar."
D. Bern (1972). Self perception theory. En L. Berkowitz (Ed.), Advances in experimental
social psychology (vol. 6, p. 2). New York: Academic Press.
© Editorial UOC 297 Capítulo V. h ifluencia, conformidad..
Es sólo a partir de esta condición que podemos entender, como dijo Solomon
Asch, que:
"Resultado final de la interacción con los demás y de la percepción de sus acciones,
motivos y emociones llegamos al conocimiento de que las personas poseen indivi-
dualidades particulares y singulares. A partir de los diversos aspectos de un individuo
nos formamos una opinión del mismo como una clase particular de persona, que po-
see propiedades relativamente perdurables."
S. Asch (1952). Psicología Social (p. 172). Buenos Aires: Eudeha, 1972.
Asch, que era gestaltista, lógicamente se propuso estudiar cómo se organi-
zaba esta percepción, dado que entraba claramente en el tipo de percepciones
que a pesar de provenir aparentemente de características puntuales y segrega-
das producían un efecto unitario: el individuo. Con esta finalidad cliseñó el ex-
perimento siguiente:
Leyó a cada uno de los dos grupos de estudiantes una de las dos listas de ad-
jectivos siguientes:
inteligente-habilidoso-trabajador-cálido-decidido-práctico-cauto
inteligente-habilidoso-trabajador-frío-decidido-práctico-cauto
Les explicó que estos adjetivos describían a una persona y que, por favor, se-
leccionaran de una lista de dieciocho rasgos, emparejados en un poio positivo
y uno negativo (por ejemplo, generoso-avaro; popular-impopular; fuerte-débil,
etc.), cuál de cada pareja era el que más pegaba con la persona que acababan de
oír. Para empezar, en los resultados se vio cómo el grupo cálido otorgaba más
rasgos positivos que el grupo frío. Además, en concreto, la persona cálida era ge-
nerosa, prudente, feliz, imaginativa, altruista, humana, popular, etc., mientras
que la fría, todo lo contrario.
El mismo experimento, con la misma lista de adjetivos pero sustituyendo la
oposición cálido-frío por educado-maleducado no produjo ninguna de estas di-
ferencias. Fijaos, pues, que un cambio en uno de los adjetivos produce una mo-
dificación de ámbito global (tal como predice la Gestalt) y que, además, hay
rasgos más centrales que otros. La calidad de cálido o frío es más básica a la hora
de hacer una atribución de características que la de educado o maleducado. No-
© Editorial UOC 298 Introducción a la Psicología Social
tad que esto tiene una cierta lógica, ya que hablamos de dos cualidades que po-
demos pensar fácilmente que una depende más de las situaciones que la otra si
bien puede no ser cierto. Con todo, el contexto es fundamental, es decir, que lo
que nos encontramos es toda una red de relaciones entre rasgos; por ejemplo,
la misma dicotomía cálido-frío no produce el mismo efecto puesta en la lista si-
guien te:
Obediente-débil-superficial-cálido/frío-sin ambiciones-vanidoso
Es decir, que una calidad no es inherentemente central sino que depende
siempre del contexto. De hecho, lo que cambia el contexto es el propio signifi-
cado de cálido o frío: cualquiera de las dos expresiones puede ser central o peri-
férica, positiva o negativa según el conjunto en el que se encuentre.
Harold Kelley, en 1950, reprodujo el experimento en condiciones "naturales". Pre-
sentó en dos grupos de estudiantes a un profesor invitado, pero cambió una frase: "la
gente que le conoce le considera una persona 'muy cálida' ¡'más bien fría". Después
de veinte minutos de interacción las descripciones que hicieron los estudiantes eran
mucho más favorables en el caso del profesor cálido que en el caso del profesor frío.
Lo más interesante es que la dinámica de los grupos no fue la misma desde el princi-
pio: aunque el profesor actuó de la misma manera con los dos grupos, el clima no fue
el mismo, los estudiantes evitaron más a menudo la interacción con el profesor frío,
e ¡intervinieron menos en clase!
H. Kelley (1950). The warm-cold variable in first impression of persons. Journal of
Personality, 18, 431-439.
Puede pensar ahora en el efecto que tienen sobre la docencia y el aprendizaje los ru-
mores que circulan sobre los profesores.
Como en otras ocasiones, a partir de la psicología de la Gestalt, la psicología
social cognitiva tomó el estudio de la formación de impresiones bajo su para-
guas. Jerome Bruner y R. Tagiuri formularon, en 1954, el concepto de "teorías
implícitas de la personalidad". La cuestión surgió porque no sólo pasaba que al-
gunos rasgos estaban relacionados entre sí, sino que esto era incluso un proceso
previo a la propia impresión. De esta manera, a partir de la percepción de alguna
característica de una persona, inferimos la presencia y la ausencia de otros ras-
gos: por ejemplo, de una persona que nos parece práctica no esperamos que sea
imaginativa, pero esperamos que alguien tenso muestre también ansiedad, al-
@ Editorial UOC 299 Capitulo y. influencia conformidad...
guien que vemos actuar tímidamente no pensamos que sea extrovertido, etc. De
aquí que haya expectativas previamente al contacto interpersonal que relacio-
nan los diferentes rasgos de la personalidad. Nos encontramos, pues, ante au-
ténticas teorías populares de la personalidad, que no sólo determinan qué
podemos percibir sino qué podemos esperar percibir e, incluso, cómo podemos
esperar ser.
La psicología social cognitivista ha dedicado grandes esfuerzos a estudiar
cuál es la estructura de estas teorías implícitas, basándose en el estudio de las co-
rrelaciones que muestran las descripciones que hacemos de las otras personas y,
en otros casos, en el estudio de los prototipos o ejemplos ideales que nos sirven
de referencia (por ejemplo, la buena persona, el estrecho, el cojonudo, el des-
graciado, etc.). Los resultados más interesantes son los que muestran que estas
correlaciones o conjuntos de rasgos agrupados en personalidades ideales no tie-
nen relación con la experiencia anterior de contactos que las personas hemos
mantenido. Tanto si es para describir a un amigo íntimo, alguien a quien cono-
cemos muy bien, como a un desconocido, siempre aparecen las mismas agrupa-
ciones. Esta constatación tranquiliza a los psicólogos de la personalidad, ya que
les parece apreciar que hay una consistencia en los rasgos que legitima el cons-
tructo personalidad, pero también nos puede permitir pensar que los tests de per-
sonalidad y los diversos factores que se han encontrado surgen precisamente de
estas teorías populares de la personalidad y, no como afirman los psicólogos del
descubrimiento científico, de unas características objetivas preexistentes.5
Sea lo que sea lo que pensamos, parece que hay una relación circular; prime-
ro se crea históricamente y culturalmente la noción de individuo, cosa que hace
que las personas perciban que hay una serie de rasgos consistentes que hacen
de cada persona una unidad lógica, los psicólogos estudian estos rasgos y "des-
cubren" la personalidad, la cual finalmente vuelve a la sociedad en forma de
tests y teorías que salen en las revistas, en las entrevistas laborales, en la televi-
sión cuando hablan "expertos" y que vuelven a decir a la gente cómo son, o lo
que es lo mismo, cómo tendrían que ser.
La formación de impresiones y las teorías implícitas de la personalidad son un me-
canismo fundamental para "recrear" individuos en la vida cotidiana. Tal como
5. Para profundizar en las teorías implícitas de la personalidad y su relación con las teorías científi-
cas de la personalidad, puede ver Epistemología del sentido común de Henri Paicheler. Lo encon-
trará en: S. Moscovici (Ed,). (1986). Psicología social (vol. 2). Barcelona: Paidós.
© Editorial UOC 300 Introducción a la psicología social
ya comentó Solomon Asch, a partir de los trabajos de Fritz Heider, aunque no
partían de nuestras premisas:
"Uno de los pasos necesarios para llegar a conocer a los demás consiste en percibir la ac-
ción como un efecto que produce una persona que funciona como causa. Cuando el acto
y la persona ingresan en una formación cognoscitiva unitaria, la persona asume la cuali-
dad de sus actos, tal como las acciones de un objeto se convierten en su propiedad hin.
cional. Un acto generoso altera nuestra opinión respecto de una persona y le adjudica la
cualidad de generosidad. 1...] Debería agregarse que reconocemos que las personas cons-
tituyen causas de manera relativamente absoluta; en general, no procedemos a rastrear
las condiciones que produjeron a un individuo molesto, sarcástico o satisfecho. Los indi-
viduos son causas fenoménicamente primeras en un grado sustancial. [...j La experiencia
nos enfrenta con muchas acciones de los demás que se suceden en relativo desorden. En
oposición a este movimiento y este cambio incesantes de nuestras observaciones, surge
un producto de considerable orden y estabilidad."
S. Asch (1952). Psicología Social (p. 212). Buenos Aires: Eudeba, 1972.
El estudio de la formación de impresiones es importante porque, tal como se
desprende de lo que se ha visto en el capítulo II, lo que la gente piensa de nosotros
no es ajeno a lo que nosotros mismos pensamos que somos. He ahí, pues, una de
las formas de influencia más sutiles. En un proceso circular, las impresiones que los
otros se hacen de nosotros, las cuales hemos visto que tienen un origen social y cul-
tural que va más allá de las interacciones directas y reales que sostenemos con los
otros, repercuten directamente en nuestra identidad. Por eso, a pesar de que bioló-
gicamente seamos el organismo más plástico que se conoce, lo que podemos ser en
una sociedad concreta no es una combinación de posibilidades infinitas, sino pro-
ducto directo de aquello que en esta sociedad se considera que se puede ser.6
2.3.2. Las teorías de la atribución y los sesgos cognitivos
Paralelamente al estudio de la formación de impresiones se fue desarrollando
un campo de estudio basado en la idea de Fritz Heider de que las personas ac-
6. La influencia de la psicología sobre la sociedad ha sido estudiada a partir del concepto de Niko-
las Rose "the psy-complex", que hace referencia al conjunto de instituciones y teorías psicológicas
presentes en nuestra sociedad y a los efectos de dominación que provocan. Son referencias impres-
cindibles: N. Rose (1985). Thepsychological complex. London: Routiedge. N. Rose (1989). Governing
the soul. London: Routledge.
© Editorial UOC 301 Capítulo V. influencia, conformidad...
tuamos como analistas "ingenuos" e intentamos dar sentido, orden y estabili-
dad al mundo que nos rodea. Una de las maneras de hacerlo, como hemos visto
un poco más arriba, es atribuir a los individuos las causas de su conducta. Esto
no tiene que extrañar mucho: mire el código penal de cualquier país occidental,
según el cual los individuos son siempre los responsables de sus actos (excepto
en el caso de los militares).
Las teorías de la atribución son teorías que intentan comprender de qué ma-
nera proporcionamos en la vida cotidiana explicaciones de las conductas de las
otras personas. Son relevantes en el sentido de que comprender a qué atribui-
mos una determinada acción (por ejemplo, la de quien llega tarde a una cita o
echa una mano a alguien) es comprender el curso futuro de la interacción. En
caso de que nos den un golpe, la explicación de si se ha hecho expresamente o
ha sido sin querer es primordial para entender cómo surge una pelea. Esto sería
anecdótico si las atribuciones fueran siempre fundadas en la realidad o si se hi-
cieran al azar, pero ni una cosa ni la otra son ciertas, ya que hay algunas tenden-
cias en las atribuciones que hacemos que muestran que son el producto de una
manera determinada de entender el mundo social y las personas.
a) Heider y el análisis ingenuo de la acción
Fritz Heider fue el primer psicólogo social que propuso el término de atribu-
ción para explicar de qué manera comprendemos la conducta de las otras perso-
nas. A partir de sus propuestas se desarrollaron el resto de planteamientos. Sus
estudios inspirados en las teorías de la Gestalt mostraron cómo tendemos a per-
cibir en términos unitarios y, por lo tanto, a vincular acciones que pueden ser
relativamente independientes: por ejemplo, si dos acontecimientos se parecen
o bien tienen lugar con proximidad el uno del otro, tendemos a asumir que uno
es consecuencia del otro. Según Heider, esto provocaría nuestra tendencia a atri-
buir las responsabilidades de las acciones a las personas que las hacen, que no a
las circunstancias en las que las hacen. De Heider también es la distinción entre
causas internas y externas: cuando atribuimos la responsabilidad de una acción
a una persona, lo hacemos en términos internos -es decir, apelamos a factores
como el esfuerzo, la intención, la capacidad, la inteligencia, las actitudes, las
motivaciones, etc.-, mientras que no lo hacemos a causas externas como podría
ser apelar a factores como la suerte, las circunstancias, la presión social, la difi-
cultad de la tarea, etc. De aquí que Heider llame a este análisis de sentido común
© Editorial UOC 303 Capítulo y. Influencia, conformidad...
© Editorial UOC 302 introducción a la psicología social
que las personas hacemos —análisis ingenuo, ya que no tiene en cuenta todas las
explicaciones posibles de la conducta de una persona.
b) Jones y Davis y la inferencia correspondiente
Siguiendo la línea marcada por 1-Jeider, Jones y Davis estudiaron cuáles eran
las condiciones necesarias para atribuir una conducta a una disposición estable
de la persona: por ejemplo, si somos testigos de una conducta agresiva podemos
inferir que ésta se debe al hecho de que la persona que la ha llevado a cabo es
agresiva. Por ello es necesario que la persona que infiere la disposición que co-
rresponde a la acción piense que la acción es intencional, que la persona Conoce las
consecuencias de la acción que hace y que es capaz de llevarla a cabo. Hacer una
inferencia de este tipo no siempre es sencillo, aunque lo hacemos lo bastante a
menudo. Las normas que regulan la situación se tienen en cuenta; por ejemplo,
es más fácil hacer una inferencia correspondiente cuando la persona rompe las
expectativas de la situación que no cuando sigue las normas sociales (Jones y
Davis, 1965). Esto tiene una implicación importante: la persona que haga una
acción en contra del orden social establecido será vista corno poseedora de unas
disposiciones que le hacen ser rebelde o desviada o anormal y, por lo tanto, será
mucho más sencillo descalificarla que no pensar en si tiene razón o no, o si su
acción está justificada.
c) kelley y el análisis de la covarianza
En la línea de establecer las condiciones mediante las cuales nos sentimos ca-
paces de atribuir la causa de una conducta a un factor interno o externo —es decir,
disposicional o situacional—, Harold Kelley propuso que cuando tenemos sufi-
ciente información, suficiente tiempo y estamos motivados para hacerlo, la atri-
bución es consecuencia de la interacción o covarianza de una serie de factores.
• Consenso: todo el mundo se comporta de la misma manera ante un objeto deter-
minado (alto consenso) o bien nadie más lo hace (bajo consenso).
• Distintividad: la persona se comporta igual con objetos parecidos (baja distintivi-
dad) o bien sólo se comporta así con este objeto concreto (alta distintividad).
• Consistencia: la persona siempre actúa de la misma manera con este objeto (alta
consistencia) o bien otras veces ha actuado diferente (baja consistencia).
El objeto puede ser otra persona o bien una situación, como por ejemplo, un
examen, un espectáculo, etc.
La combinación de estos factores hace que finalmente atribuyamos la res-
ponsabilidad de la acción a la persona, a la situación o bien a las circunstan-
cias. Por ejemplo, atribuiremos la acción suspender un examen a alguna
disposición de la persona (es tonto) si casi nadie más suspende, si suspende
otros exámenes y, además, siempre suspende esta materia. Pero haremos una
atribución al objeto (el examen era muy difícil) si todo el mundo suspende,
aprueba otros exámenes y normalmente aprueba esta materia. O bien hare-
mos una atribución a las circunstancias (el gato se le murió el día antes) si
casi nadie suspende, aprueba otros exámenes y normalmente aprueba esta
materia.
Obviamente, este modelo está idealizado y, de hecho, el propio autor reconoce
que probablemente esta combinación funcione en realidad de manera simplificada
como un solo esquema causal que agruparía estos factores (Kelley, 1973).
Un esquema es un conjunto de conocimientos organizados en el ámbito cognitivo
producto de la cultura y la sociedad en la que vive la persona.
d) Weiner y las atribuciones de éxito o de fracaso
Otro campo de estudio de las atribuciones especialmente relacionado con la
percepción de uno mismo es el de las atribuciones que se producen en un con-
texto en el que hay que hacer una tarea y ésta puede ser desarrollada correcta-
mente o incorrectamente. Según Weiner, el éxito o el fracaso en la tarea pueden
ser atribuidos a diferentes factores, o bien a la capacidad de la persona para lle-
varla a cabo, o bien al esfuerzo que ha dedicado, o bien a la dificultad de la tarea,
o bien a la suerte. Cada uno de estos factores tiene una relación particular con el
sujeto según si dependen de lo que éste haga o no (controlabilidad), según si se
encuentran en el interior o el exterior del sujeto (locus de control) y, finalmente,
según si son más o menos permanentes (estabilidad).
Por ejemplo, una atribución de un fracaso a la suerte no tiene muchas consecuencias
sobre la autoestirna del su jeto porque ésta se encuentra fuera de él, no la puede con-
trolar y no es permanente. En cambio, la atribución de este fracaso a la capacidad pro-
duce efectos más graves, ya que ésta es permanente, interna y poco controlable.
© Editorial UOC 304 Introducción a la psicología social
e) Sesgos cognitivos
El estudio de las explicaciones que damos sobre la propia conducta y la de
los otros no se ha centrado solamente en los complejos procesos de decisión que
llegan finalmente a una atribución de causalidad, sino que también hay algunas
maneras directas mediante las cuales hacemos atribuciones u otros razonamien
tos. Son tendencias para llegar a una determinada conclusión que se imponen
sobre otros procesos o los afectan. Se llaman sesgos en el sentido que orientan
el proceso en una dirección preestablecida.
Error fundamental de atribución
El primer efecto estudiado, y que ya mencionó Fritz Heider, se llama funda-
mental porque se considera casi inherente al proceso mismo de formular atribu-
ciones de causalidad. Se trata de la preferencia general para hacer atribuciones
disposicionales o internas antes que situacionales o externas. Si seguimos a Heider,
el origen radicaría en el mismo proceso perceptivo gestáltico que obliga a perci-
bir unitariamente actores y acciones. Esta explicación es problemática porque
"naturaliza" este sesgo y, en cambio, parece lógico pensar que quizás en todo
caso es un reflejo más del individualismo de la sociedad occidental. Si hay indi-
viduos y éstos son responsables de sus actos, es coherente que la tendencia a in-
ferir disposiciones sea más habitual que la de fijarse en las circunstancias.
Efecto actor-observador
Surge a raíz de la constatación de que si uno es quien ejecuta la conducta
tiende a atribuir sus acciones a factores situacionales, mientras que si uno ob-
serva esta conducta en otras personas tiende a hacer atribuciones disposiciona-
les. La explicación más habitual de este efecto se basa en el punto de vista, es
decir, en la saliencia de determinadas percepciones: nosotros no nos vemos a no-
sotros mismos actuar y, en cambio, percibimos claramente las situaciones en las
que nos encontramos, mientras que si somos observadores también percibimos
al otro como posible causa de la conducta.
Creencia en un mundo justo
Ya hemos mencionado que los factores ideológicos son importantes. La
creencia en un mundo justo es una idea extremadamente conservadora, según
la cual cada uno tiene lo que se merece. Por otro lado, garantiza al individuo oc-
© Editorial UOC 305 Capítulo V. Influencia, conformidad...
cidental la tranquilidad de saber que si se esfuerza tendrá lo que quiere y que las
desgracias de los otros son principalmente responsabilidad de ellos mismos.
Falso consenso
Si recuerda ahora la teoría de la comparación social le será fácíl entender este ses-
go. Es un sesgo autoconfirmatorio que nos hace poner más atención en las infor-
maciones procedentes de otras personas que coinciden con nuestras mismas
opiniones y conductas, por lo que en algunas situaciones en las que buscamos una
confirmación tendemos a considerar que los otros sostienen las mismas opiniones
que nosotros. Sin embargo, atención, porque en determinados contextos en los que
nos interese adquirir o mantener una autoestima positiva, podemos ignorar estas
mismas informaciones para garantizarnos una percepción de originalidad o unici-
dad. Es el sesgo que se llama falsa originalidad o bien ignorancia pluralista.
Sesgo a favor de uno mismo (self-serving bias)
Es una consecuencia de las atribuciones de éxito o de fracaso de Weiner. En
el caso de haber hecho una tarea que puede ser correcta o incorrecta, tendemos
a mantener nuestra autoestima en un buen nivel si hacemos atribuciones inter-
nas para nuestros éxitos y externas para nuestros fracasos. Una explicación no
motivacional de este sesgo —es decir, no centrada en la autoestima— es la que
afirma que en general presentamos esta tendencia porque tenemos la expecta-
tiva de hacer bien las cosas. Por lo tanto, el cumplimiento de la expectativa sería
debido a nuestro esfuerzo o valía, mientras que el no cumplimiento sería debido
a alguna interferencia en el transcurso "lógico" de los acontecimientos.
Atribución y depresión
Algunas explicaciones cognitivistas de la depresión la consideran un defecto en la
aplicación de este sesgo, de manera que la persona tendería a hacer atribuciones ex-
ternas cuando las cosas le van bien, y atribuciones internas cuando le van mal. ¡Pero
este fenómeno tanto puede ser una causa como una consecuencia de la depresión!
Desgraciadamente para la psicología social las atribuciones que hacemos se
han estudiado generalmente en términos de relaciones entre individuos relativa-
mente aislados del contexto histórico y social, un problema que no se puede se-
parar del mito de que los experimentos son la única manera de conocer
"realmente" la conducta humana. El estudio en contextos naturales con un fuerte
Atribunón a la persona
1 1 AtnuOon a la situacion
Negro- Negro Blanco Blanco-
blanco negro negro blanco
(a) (b)
Neqro Negro Blanco- Blanco-
blanco negro negro blanco
Emparejam entes de raza
causante dl mal/víctima
La construn ion del mundo social
© Editorial UOC 306 lntroducción a la psicología social
énfasis en las variables históricas y lingüísticas de las explicaciones que damos de
la conducta de los otros y de nuestra propia conducta ha mostrado que las atribu-
ciones son mecanismos sociales compartidos que se conforman sobre la base de
una determinada ideología social, una ideología que contempla a los individuos
como únicos y últimos responsables de sus actos y que hace de esta interpretación
una justificación para el mantenimiento de relaciones sociales injustas.
Un ejemplo de esto lo encontramos en un experimento de Duncan, hecho en 1976. Dijo
a cuatro grupos de estudiantes norteamericanos blancos que miraran una interacción fil-
mada de dos personas que discutían cada vez más fuerte hasta que uno de ellos empujaba
al otro. Duncan varió la raza de cada interacción, e hizo que fuera una interacción entre
blancos, entre negros, entre negro y blanco y entre blanco y negro (éstas últimas según
quién empujaba). El 70% de los sujetos escogió describir la conducta de quien empujaba
coma violenta (por oposición a juguetona, por ejemplo) cuando éste era negro. Si quien
empujaba era blanco sólo un 13% de los sujetos le consideró violento. Además, cuando
quien empujaba era negro se hacían atribuciones disposicionales, mientras que cuando
era el blanco quien empujaba al otro, se hacían atribuciones situacionales.
Figura 5.5
Diferencias en la descripción y atribución de causas en la percepción de interacciones intergrupales.
© Editorial UOC 307 Capítulo V. Influencia, conformidad...
2.4. Percepción social y relaciones intergrupales:
estereotipos y discriminación
Si las construcciones que hacemos de la realidad determinan nuestra percepción
de manera importante, no podemos obviar uno de los principales mecanismos de
contrucción: la clasificación o categorización. Para muchos sociocognitivistas se
trata del proceso fundamental que guía los procesos de percepción social; es decir,
la categorización es el proceso básico mediante el cual se crean los esquemas de co-
nocimiento.
El acto de categorizar es tan fundamental en nuestra sociedad que hemos con-
seguido que ésta sea nuestra manera casi exclusiva de percibir el mundo. La cate-
gorización es efectivamente un proceso social de gran importancia, pero esto es
así allí donde ha penetrado una cierta manera de ver el mundo como objeto de
estudio científico, allí donde el mundo está impregnado por la clasificación; no
es, por lo tanto, que sea un fenómeno universal tal como han querido postular
muchos psicólogos sociales, al cual presentan como proceso cognitivo. Aparte del
claro origen social de la necesidad de clasificación vinculado al nacimiento de la
ciencia moderna, la categorización también parte de una metáfora muy concreta.
Para empezar a postularla primero hay que creer que el organismo humano no
es en la práctica lo bastante eficiente en el procesamiento de la información; nos
encontramos, por lo tanto, ante una metáfora economicista. Se piensa que la es-
timulación (la información) es excesiva, que el mundo es demasiado rico en fuen-
tes de estímulos, de manera que el desgaste energético para sobrevivir tiene que
ser racionalizado al máximo, hasta el punto de necesitar una economía de pensa-
miento. Pocas sociedades han desarrollado un sistema discursivo de este tipo que
permite crear fácilmente subjetividad amoldada al ahorro, la cadena de produc-
ción, el aprovechamiento energético y la mejora del rendimiento. Además, cate-
gorización y desigualdad, en nuestra sociedad, están íntimamente asociadas. La
metáfora económica requiere que los estímulos sean valorados de manera que de-
termine su importancia y les otorgue una posición en la jerarquía social.
Discriminación
Quizás no es casualidad que discriminación, una de las palabras más utilizadas en los es-
tudios de categorización, tenga dos sentidos muy claros: por una parte, quiere decir 'dis-

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  • 1. © Editorial UOC 286 Introducción a la psicología Social deforma, de la misma manera que se deforman los rumores, y se adecua a los cá- nones culturales de lo que es una buena narración. De esta manera, mostró cómo los esquemas, supuestamente individuales, son en realidad productos culturales, ya que el lenguaje tiene una estructura concreta, es un producto histórico de las instituciones sociales en las que se ha creado. Por lo tanto, no se trata de pensar que las normas sean unos esquemas individuales que están dentro de la cabeza de las personas, sino de ver que en realidad son narraciones que se crean en las con- versaciones con los otros. Estas narraciones actúan como marcos de referencia en los que situamos las acciones de las personas, y en éstas elaboramos su significa- do, que consecuentemente es un producto cultural. Otra manera en la que el lenguaje restringe (o posibilita, como guste más) las acciones humanas es mediante la narración de lo que es real y de lo que no. Mu- chas veces la uniformidad viene dada, no por la existencia de una supuesta nor- ma, sino por la imposibilidad de hacer otra cosa. El lenguaje cotidiano diferencia aquello que es real de aquello que es ficticio y, por lo tanto, otorga "naturalidad" a determinados comportamientos. Por ejemplo, alegrarse o entristecerse en un entierro no sería en este caso producto de una determinada norma social que exis- tiría en los funerales y que "obligaría" a las personas a alegrarse o entristecerse, sino que sería consecuencia directa de lo que significa, es decir, de qué es realmen- te la muerte para los miembros del grupo afectado. Y es que ciertamente no es lo mismo morir en un contexto que cree en la existencia del paraíso que en uno que cree que después de la muerte no hay nada más. Michel Foucault El célebre filósofo francés muestra en su libro Vigilar y castigar cómo la disciplina impues- ta en las escuelas (y también en otras instituciones cerradas como son hospitales, prisio- nes, cuarteles o fábricas) no tiene como efecto principal la interiorización de determinadas normas de comportamiento sino la constitución real de cuerpos dóciles y útiles, de sujetos obedientes dispuestos a aceptar trabajos que anteriormente consideraban inaceptables. La disciplina, la vigilancia, los ejercicios físicos, el encierro en espacios ordenados geométri- camente, los exámenes médicos, etc. crean al individuo moderno, no como su jeto jurídico no sometido a unas normas exteriores a él, sino como conjunto de normas ambulante: el individuo no es otra cosa que un grupo de normas.2 2. Una buena introducción a Michel Foucault es la lectura de los libros Vigilar y castigar e Historia de la sexualidad: la voluntad de saber, ambos en la editorial Siglo XXI de Madrid. © Editorial UOC 287 Capítulo V. Influencia, conformidad... En resumen, las normas sociales establecen y mantienen un determinado or- den social mediante la organización y la regulación de las relaciones interperso- nales. De hecho, manifiestan determinadas relaciones de poder, en el sentido de que prescriben la normalidad (y proscriben la anormalidad) mediante meca- nismos de control evidentes o sutiles que dificultan la no adhesión a la norma: el castigo o el refuerzo por parte de la autoridad pertinente en una situación dada o bien la naturalización de determinados comportamientos, pensamientos y deseos. Conjuntamente con esta prescripción de normalidad, los roles (con- juntos de normas asociadas a determinadas posiciones sociales) condicionan la identidad de las personas. A pesar de todo esto, no tenemos que olvidar que las normas sociales implican determinados valores socialmente distribuidos con los que las personas podemos mostrar nuestro acuerdo. Finalmente, y para hacer justicia a los investigadores que se han esforzado tan- to, no podemos olvidar que, como la mayor parte de conceptos en ciencias socia- les, su valor es por encima de todo heurístico. La noción de norma social es valiosa porque nos ayuda a comprender cómo puede ser que lo social ylo psico- lógico no se pueda separar. Su vlor no radica en su validez a la hora de generar explicaciones causales de la conducta humana sino en las vías de comprensión que abre. Quizás por eso más allá de lo que son o dejan de ser, son importantes por el tipo de preguntas y de investigaciones que han permitido pensar. 2. Factores sociales en la percépción Hay algunos procesos fundamentales de la psicología que a menudo acostum- bran a verse desde un punto de vista exclusivamente individual cuando la parte que tienen de social es lo bastante importante, esencial incluso, como para detenernos en ellos un momento. El hecho de que sean procesos psicológicos básicos no quiere decir que podamos estudiarlos sin tener en cuenta su dimensión social como si les pasaran sólo a las personas que viven en islas desiertas. Por ejemplo, la memoria, recordar, es algo que hacemos colectivamente; recordamos con los otros nuestros mejores momentos y los peores, tenemos conversaciones sobre lo que nos pasó tal día y tal año, o sobre la importancia de un determinado acontecimiento para la fa-
  • 2. © Editorial IJOC 288 Introducción a la psicología social muja. En general, recordamos aquello de lo que hemos hablado o en lo que hemos pensado y no aquello que ha pasado sin llegar a ser verbalizado. Como ha visto en el capítulo anterior, el pensamiento no se produce separadamente de uno de los productos sociales más sofisticados, el lenguaje, y éste es también el caso de las emo- ciones, las cuales utilizamos en contextos sociales que les dan sentido y las regulan. No podía quedar fuera de este grupo de procesos básicos la percepción. Captar información con el fin de procesarla, como ya han visto los psicólogos cognitivis tas, es más un proceso de construcción de aquello percibido que una absorción di- recta de estímulos. Lo que veremos en este apartado es de qué manera este proceso de construcción se produce colectivamente a pesar de tener lugar en individuos particulares y en cuerpos concretos. Empezaremos estudiando las diferencias y se- rnejanzas que hay entre percibir objetos físicos y personas, nos detendremos un rato en los experimentos más clásicos que se han hecho sobre percepción y final- mente estudiaremos las implicaciones que esta visión de la percepción tiene para el estudio de las relaciones interpersonales e intergrupales. 2.1. Percepción y percepción social La percepción es el proceso mediante el cual obtenemos información de nues- tro entorno por medio de los sentidos. El concepto de percepción social hace re- ferencia sobre todo a la percepción de personas, pero también se extiende a la percepción de cualquier objecto o relación que tenga un significado social. Una primera intuición nos podría hacer creer que percibir personas y percibir objetos físicos son dos actividades diferentes: por un lado, percibir a una persona es una actividad que incluye clasificarla en algún grupo social, hacer una primera aproximación a su personalidad e incluso deducir sus intenciones con el fin de prever su conducta, mientras que por el otro, percibir objetos parece a primera vista un fenómeno mucho más pasivo. Aparentemente el entorno de la persona está lleno de cosas y sólo hay que estar cerca de ella para empezar a sentir el olor que hacen, verlas, tocarlas u oír sus ruidos. En definitiva, para obtener una serie de sensaciones de nuestros cin- co sentidos parece que sólo hay que enfrentarse a un objeto y ya está. Entender a la persona como mero receptor pasivo de sensaciones olvida que la acción bá- sica en la percepción es la dotación de significado de aquello que es percibido. © Editorial UOC 289 Capítulo V. IttfIuencja conforjjijdad Por eso, la percepción de objetos no deja de ser una actividad muy parecida a la de percibir personas, que incluye, claro, tareas de clasificación, atribución de ca- racterísticas y de significados, los cuales son sociales en el sentido que los hemos aprendido mediante las relaciones que mantenernos con los otros y de la histo- ria ele los grupos sociales a los que pertenecernos. De hecho, no hay nada natural en la percepción por muy automatizada que ésta nos parezca. Los psicólogos de la Gestalt propusieron una serie de leyes que guían la percepción, la más importante de las cuales es que el todo es más que la suma de las partes, es decir, que la glohalidad de aquello percibido posee propiedades emer- gentes que no están presentes en las partes de las que se compone, hasta el punto de que esta globalidad otorga propiedades y significados a las partes que éstas flO tenían antes. Otra de estas "leyes" es la que afirma que la figura se impone por en- cima del fondo, es decir, que organizamos la información percibida en totalidades (figuras) que se destacan del resto de información (fondo). El carácter innato o aprendido de estas leyes y de las que se dedujeron de ellas provocó un gran número de investigaciones y poco acuerdo entre éstas. Desde el punto de vista de la psico- logia social, parece ineludible llegar a la conclusión de que es el significado social otorgado al conjunto de la información lo que determina qué elementos se con- vierten en figura y cuáles en fondos. Figura 5.2 ¿Un pato o un conejo? Sólo la palabra que utilizamos para describirlo nos permite ver qué es 'realmente. Esto explica por qué vemos una mesa y no un conjunto de maderas engan- chadas; es decir, la percepción del objeto mesa está directamente vinculada al significado social de la mesa y a los usos que ésta tiene. Visto así, toda percep- ción es social y se puede entender la afirmación anterior de que la actividad de
  • 3. © Editorial UOC 290 Introducción a la Psicología social percibir es más constructora que descriptora de una realidad concreta. Aunque parezca extraño, percibir es una actividad colectiva más que individual. 2.1.1. La realidad como construcción social Ahora es un buen momento para volver a definir la psicología socia]. Si asu- mimos la premisa de que la percepción es una construcción de la realidad3 y de que además los actos perceptivos son una construcción conjunta y no un acto individual, podemos definir la psicología social como la disciplina que estudia los procesos de constitución, mantenimiento y cambio de la realidad. 2.2. Percepción y actitudes A finales de los años cuarenta, una serie de investigaciones protagonizadas por Jerome Bruner y sus colaboradores estudiaron algunos determinantes sociales de la percepción que iban más allá de las leyes de la Gestalt, como por ejemplo, los valores, las necesidades, las actitudes, la motivación, el aprendizaje o el lenguaje. Esta línea de investigación recibió el nombre, medio en broma, de new look onper- ception ('una nueva mirada a la percepción'). Los trabajos de Bruner, y de muchos otros estudiosos de la percepción, surgie- ron como reacción a una psicología experimental de inspiración psicofisiológica que durante mucho tiempo estudió la percepción aislada de] contexto en el que se producía, y asumía que sus sujetos representaban sujetos universales y que no habría interferencias culturales en la percepción, aunque muchos estudios mos- traron muy pronto la influencia en la percepción de factores como el aprendizaje y la motivación, el temperamento y el humor, las necesidades y los hábitos y las actitudes y los valores (Bruner, 1947). Para Bruner, la percepción es una negocia- ción entre lo que el organismo puede percibir por sus capacidades biológicas y lo que selecciona para ser percibido. El aprendizaje determina qué percepciones son relevantes y provoca que los objetos que habitualmente se seleccionan destaquen por encima de los otros, de manera que parecen más vívidos, más claros, más bri- llantes o mayores (Bruner, 1947). Pero incluso más allá del hábito, algunos obje- 3. El punto de vista del construccionismo social que se ha presentado en diversas ocasiones en la obra está explicado didácticamente y en detalle en el libro: y. Burr (1997). Inlroducció al construccionisme social. Barcelona: Editorial UOC / Proa. © Editorial UOC 291 Capítulo V. Influencia, confornndad... tos pueden parecer mayores según su importancia, es decir, de su valor y de su significado, dos aspectos que por cierto no se pueden separar fácilmente. Para mostrar esta última cuestión explicaremos más detalladamente el experi- mento de Bruner y Goodman (1947) que se ha presentado en el capítulo 1. Los investigadores pidieron a un grupo de niños de diez años que evaluaran el tama- ño de unas circunferencias. Para hacerlo, disponían de una luz que proyectaba un círculo luminoso en una pantalla y que se podía hacer más grande o más pequeño con un botón que giraba. El experimento consistía en el hecho de que mientras que un grupo de niños evaluó el tamaño de una serie de monedas —las fracciones de dólar de 1, 5, 10, 25 y 50 centavos, que conocían bien y utilizaban habitual- mente—, el otro evaluó unos discos de cartón del mismo tamaño. Puede ver los resultados en el gráfico siguiente: Figura 5.3 Media de las estimaciones de discos y monedas del mismo tamaño para niños de diez años. El eje de coordenadas contiene las monedas y el eje de ordenadas el porcentaje de desviación con respecto al tamaño real.
  • 4. Como veis, las monedas son sistemáticamente sobreestimadas, mientras que los discos de cartón, no. La diferencia sólo se puede explicar en términos del valor que para los niños tenían estas monedas. Los autores consideran que el hecho de que la moneda mayor, medio dólar, no siga ci orden creciente de sobreestimación se debe probablemente al hecho de que los niños no tenían muy a menudo monedas de tanto valor al alcance y que, por lo tanto, la moneda más valiosa era probablemente considerada irreal, menos familiar. El experimento prosiguió con la hipótesis de que la sobreestimación depende.. ría del valor que para los niños tenían las monedas. Cogieron niños de una escue- la de un barrio rico de Boston y de otra de un barrio pobre, repitieron las sesiones de evaluación de medidas y los resultados volvieron a mostrar que efectivamente el valor determina la sobreestimación, hasta el punto de que las diferencias entre las estimaciones de un grupo y otro eran estadísticamente significativas en rela- ción con el diferencial de valor percibido que para ambos grupos tenían las mo- nedas. Puede ver los resultados en el gráfico siguiente: © Editorial UOC 292 Introducción a la Psicología social Figura 5.4 O O Niños ricos de diez años - ñ9 Niños pobres d diez arios -1- En este gráfico la línea discontinua representa las estimaciones de los niños procedentes de un entorno pobre y la continua la de los niños procedentes del barrio acomodado. 293 Capítulo y. Influencia conformidad En un artículo posterior, Bruner nos explica que percibir no es un proceso aislado, sino que forma parte del proceso de comprensión mismo. [J hay un flujo constante de estudios experimentales sobre el modo en que los fac- tores sociales provocan tipos de selectividad respecto de lo que una persona percibe o infiere y respecto de su forma de interpretarlo E...] Sin actitudes apropiadas, y sin una estructura linguística adecuada, un sujeto no capta con facilidad ciertos aconte- cimientos en su entorno, que otra persona debidamente equipada con actitudes y un lengua je, percibiría como importantes." j. Bruner (1958). Psicología Social y Percepción. En J. R. Torregrosa y E. Crespo (Ed.), Estudios básicos de Psicología Social (p. 143). Barcelona: Hora, 1984. La percepción no es, por lo tanto, si utilizarnos una metáfora clásica, un pro- ceso de abajo arriba sino de arriba abajo; es decir, que es Ja organización cogni- tiva la que determina la percepción. Esto no quiere decir, sin embargo, que el proceso sea individual: no lo es porque la organización cognitiva no es un pro- ducto individual en el sentido que no depende de la experiencia particular de un individuo para constitujrse sino que depende de la posición que éste ocupa en la red de relaciones sociales y de las herramientas lingüísticas y afectivas que esta red ha construido. Un ejemplo lo proporciona otro experimento de Bruner y Postman (1949) de la misma época que el anterior4. En éste mostró una serie de cartas de póquer a un grupo de estudiantes y controló el tiempo que tardaban en reconocerlas: las cartas eran reconocidas en 28 milisegundos por término medio, pero, ¿qué pa- saría silos sujetos no conocieran las cartas? Bruner y Postman introdujeron al- gunas cartas incongruentes —es decir, cartas en las que el color y el palo no coincidían, por ejemplo un 4 de corazones negro, o bien un 6 de trébol rojo—, y el resultado fue que por término medio el tiempo de reconocimiento se incre- mentó en más de cuatro veces (114 milisegundos). Esto solamente demostraría que el conocimiento anterior afecta la percepción, pero lo más interesante es que no todas las cartas pudieron ser descritas por los sujetos: mientras que como máximo a los 350 milisegundos cualquier carta normal ya había sido reconoci- da, en el tiempo de exposición máxima (1.000 milisegundos) sólo el 89,7% de cartas incongruentes pudieron ser descritas. 4. Puede leer los artículos originales de estos dos experimentos de Brunet en la web Classjcs in the History of Psychology. http://www.yorkuca/dept/psych/cjasi © Editorial l.JOC
  • 5. OU!Ufl1OdU10D oisnu p iuu i p 'oTu1 01 iod 'Á uojio pp p uriwoD opi -us nb suopD!Tdx s p o1pns p s 'siiqiid siio u suosid sj p DflUOJ t p S1SflD ST P u9nq4 1 PflTS OPUflS ¡J SOUI!UJU-I soppu soun p jirtd i ns iqos suo!snpuoD i wij 1mid sou nb iu1m p suos.id suo si p u9pdDJd tj ZUTJ0 S 011193 iqos 'ipp s su0S -idui p u9p1mJoJ j iqos lsi 'PDpTTs u9piu!dsuT p 'oiuiid j' jopos uOTDdDid i p sowçp opns p soduiiD sop sou1ii4usaTd o4und ais u'j s1tuosj,d.tiui s;JoppJ Á. u9pd.'M TZ pdniiaiu U91DdD1d Á Iuos1dJaTu! u9pdDId nuiijj souipod nb 'soduw3 sop u ppos u9p -dD1d i p opns p J!p!A!p souipod 'uosid un p idnJ iop iun u9!DdJ1DSp i u ou o sEstJu uod s s IA11U0D 1S? nb SJPTflD!T -Jr?d sosoid so p 1Ç siuosid sio p uO1Dd?Dfld 1[ p oTpnTs i jdmis IS opiji q s u912'da9J3(J D odDuo3 odoid p nb p ound 1stq ops q os 'oqq j uosid ij Tuma1upJA 'S Sp0S S0019DJSd so P u9pu i oppiui q nb u9pdDJd j p so[qo so p ou SU0pD11P SJdIJ9W u opjods q 1 0S1?D 0p0 U nb oms 'UOIDtTS3AU1 opiup sq ou 'ssndsi ts s 1 u9!3 -sziuiio ns p 1 Ç SU0WpI SS p oATqo opns qsod s ownd nb :su1luJnq i sjpos spup sij nd 14un1d un sm ij iqos uuod uquis 3nh ou!s 'st?uosd SI?J J4U suopspi s p 1Ç ppTD0S 1J P 0U!Ui[D0U0J 0iSflU iqos 0 19S ON iu1?uJnq U9pdDi3d 1?J p sopns so -ojuo p enuini nb suoJsnD1d31 S 1 T udDs3 s ou nb o'ns f86I 'J0H :iuoDiiq (t'çi d) jvoo iiJ8OlOJSJ P o'ispq SoipIl3'f '(pa) odsi Á tsoi.uoj f UJ UOEDd)1J Á po0S I 10 I0D!Sd (8s6t) unI f UO!Dd3J1d i iod soptTu3U1 -Indx3 sop soj- eido o4uimiSud nb P UOJ 1! 1 4W ouIS! 1 u 1 iqos uqUJ4 ous 'spuui sosDo1d sns qos 34uu11OS oU '1O1UO 0SULUU! un opiu 1 pppOS ts u qqoid siam s nb o inds id opiuiu ruosid iufl P SS1aTU! SOJ oppjow PPP0S eun nb 2A un 'nb s ins O4S nb oj,, uDunJJuT 1?1 p 1?UJ4 1 ied auipi uujids uoisnpuoD uun u uii iunij ' uw10uTuu 04D '86t p ojnjiu p ui 996t 'unq4 :uopucr ooLpJ ¡Vt3OÇ u uipia '(8ç6T) Á11ieH TI J Á quJoDM 'JA' j 'qoDDuJA -j uj siux uioij UO!SuAUI qi (ot) I!11uu p oppJ4x oduitj s1u!J0 sus souuio soisnu uuiu sou uwusndns 3nb U9ptluuoJu! i p opdsi upupudpui p upuidios opui un uo 'uuxspu uopdid u s uo daid uj u opuioo oputjuis ii SuJ4aIiuJ suj p U9pDfli! -sup j p Sfl3 u opusduo opupnb uquq 03 TJu1 2 p nb 9sud nb Á qo uru!u 95ud ou ETD ns iod nb 9!qp353p uuosid uiia uu opunq uqus 1 4u J '04 -uu o iod nb Á sipo p nsoqar u uuj uqus jju u nb olA nb 9D!Jdx uuosid u140 ouuq ns u opu uquq ou AP04 U9!SuAm u nb opusud uquq 'O4ut 01 iod '3nb up upu nb jun upiud opo nb Á iju uj 91!uJ nb 9DIJdx uuosid uu ¡UOISIAUI so4uf OLA sOUuDluul p odni un 1Jud iod uJ 1 !I uj p u9JsuAuT j uqupunuu nb oipii p umuioid un p u9Es ul uuinp ' 6t U 'sjpp UOSJQ 9D0A01d nb 0A!4D1 0D 0D!UVd P u14SflW 011103 'uasxui 0J uiud 'osnpu ' TualsTx 01 OO4 uiud 'iqpid p seiu -uui p pup1Iuu3 uui2 uun uuolDlodold nb uidmo uu s ¡D0S upi uj um - Ppuun4lojy sopuiudid somus ou Jfl3 01 uiud oipnbu iqpid u souiuu sou nb iTDp 04JX SW upas '0qDq p s0wJqDJd ou 'JA pnd omo sjuuuou su41uD suj p OSuD p u u9lstno uun8uu u 9!P - 3flS 011 nb uso '4Un1uoDui u41u3 uunju p )1UPP uoiunbojq S SO4)ÍflS SOJ p peijim uj p sij, o oÍoi s os is s s uu1p1uu1 ui nb!,, :ouiss -0 !AJU ns 3 4umuu4jnLuTs uqusajiuum Á 'u nb 01 iiqusp p zudu nj 011 O4fls nb p o4und usuq siunbojq u 9II upick.id ui nb 9sud uq - Wuj uindind o '0U1O4u03 P U oloi 1103 0JU O 'u9llum A S 01U U9ZuJ - 03 un 'ofdw3I iod 'oipui ou1m.T1 un u uiuj uj uuqpDsp i osmoidwo p U9j3n1os uun u uuqu SO4(nS Sounju suoisuo suuniu U 'uupA nb 01 P OTU1WT3O11O3j p P4fuJ uj uu :sO3p 50140 uoi[npoid s uquiu 01d PJd o [oq14 tunj ojud I nbunu 4uuwuEp un o U9zuloD Un OUJOD S e0i u - 1u3 uun 'ojdw[ .iod '(opd pp o 10 103 PP 0 !u!UJOP p 043p) umiou upu uun 011103 s us nb S Jun4quq sm 01 'uP1udu )4un1uoDu! uiuD uun 0p11pfl3 'uPUfl1uoDu! uj u WE4X u usisi uun UO1u4SJJUum so44ns SOTI 1nos Lo1oDtsd 1 UODDflpOJ1U1 300 1!1°!P 300 W!Joopa © Ç6Z PP!TUiOJUOD 'Ptfl1JU1 •A OIflTiCl3
  • 6. © Editorial UOC 296 Introducción ala psicología social 2.3.1. La formación de impresiones En el capítulo JI de este libro ha visto que una de las actividades más impor- tantes que hacemos durante las interacciones que mantenemos con las Otras personas es la gestión de las impresiones que proporcionamos a los otros. Esto quiere decir que somos perfectamente conscientes (de hecho, lo practicamos cada día) de que las personas nos formamos impresiones de los otros. Piensa en los esfuerzos que dedicamos a conseguir que la gente que nos rodea piense que somos buenas personas. La percepción de personas es un proceso de percepción como cualquier otro y, por lo tanto, comparte los mecanismos que permiten la percepción de cualquier objeto, incluida su dependencia de la sociedad. Esto quiere decir que también es un proceso que depende de los valores, las actitudes, el apren- dizaje y en general de cualquier fenómeno que vincule a la persona y su en- torno social. Aunque hoy por hoy nos parezca natural y obvio que nos formamos impre- siones de las otras personas, la cuestión no es tan sencilla. Para poder hacerlo tenemos que partir de una condición especial que no se ha cumplido ni en todas las épocas ni en todas las sociedades: la existencia de individuos. La visión uni- taria de la persona que llamamos individuo es una creación histórica de la so- ciedad occidental del último par de siglos. Por ejemplo, tal como ha visto en el capítulo II, el self occidental ha pasado sucesivamente a ser romántico, moderno y saturado. Daryl Bern argurnenta que nosotros mismos somos objeto de nuestra percepción. En su teoría de la autopercepción defiende lo siguiente: "Los individuos llegan a 'conocer' sus actitudes, emociones, y otros estados internos en parte mediante las inferencias que hacen a partir de la observación de su propio comportamiento y/o de las circunstancias en las que éste tiene lugar." D. Bern (1972). Self perception theory. En L. Berkowitz (Ed.), Advances in experimental social psychology (vol. 6, p. 2). New York: Academic Press. © Editorial UOC 297 Capítulo V. h ifluencia, conformidad.. Es sólo a partir de esta condición que podemos entender, como dijo Solomon Asch, que: "Resultado final de la interacción con los demás y de la percepción de sus acciones, motivos y emociones llegamos al conocimiento de que las personas poseen indivi- dualidades particulares y singulares. A partir de los diversos aspectos de un individuo nos formamos una opinión del mismo como una clase particular de persona, que po- see propiedades relativamente perdurables." S. Asch (1952). Psicología Social (p. 172). Buenos Aires: Eudeha, 1972. Asch, que era gestaltista, lógicamente se propuso estudiar cómo se organi- zaba esta percepción, dado que entraba claramente en el tipo de percepciones que a pesar de provenir aparentemente de características puntuales y segrega- das producían un efecto unitario: el individuo. Con esta finalidad cliseñó el ex- perimento siguiente: Leyó a cada uno de los dos grupos de estudiantes una de las dos listas de ad- jectivos siguientes: inteligente-habilidoso-trabajador-cálido-decidido-práctico-cauto inteligente-habilidoso-trabajador-frío-decidido-práctico-cauto Les explicó que estos adjetivos describían a una persona y que, por favor, se- leccionaran de una lista de dieciocho rasgos, emparejados en un poio positivo y uno negativo (por ejemplo, generoso-avaro; popular-impopular; fuerte-débil, etc.), cuál de cada pareja era el que más pegaba con la persona que acababan de oír. Para empezar, en los resultados se vio cómo el grupo cálido otorgaba más rasgos positivos que el grupo frío. Además, en concreto, la persona cálida era ge- nerosa, prudente, feliz, imaginativa, altruista, humana, popular, etc., mientras que la fría, todo lo contrario. El mismo experimento, con la misma lista de adjetivos pero sustituyendo la oposición cálido-frío por educado-maleducado no produjo ninguna de estas di- ferencias. Fijaos, pues, que un cambio en uno de los adjetivos produce una mo- dificación de ámbito global (tal como predice la Gestalt) y que, además, hay rasgos más centrales que otros. La calidad de cálido o frío es más básica a la hora de hacer una atribución de características que la de educado o maleducado. No-
  • 7. © Editorial UOC 298 Introducción a la Psicología Social tad que esto tiene una cierta lógica, ya que hablamos de dos cualidades que po- demos pensar fácilmente que una depende más de las situaciones que la otra si bien puede no ser cierto. Con todo, el contexto es fundamental, es decir, que lo que nos encontramos es toda una red de relaciones entre rasgos; por ejemplo, la misma dicotomía cálido-frío no produce el mismo efecto puesta en la lista si- guien te: Obediente-débil-superficial-cálido/frío-sin ambiciones-vanidoso Es decir, que una calidad no es inherentemente central sino que depende siempre del contexto. De hecho, lo que cambia el contexto es el propio signifi- cado de cálido o frío: cualquiera de las dos expresiones puede ser central o peri- férica, positiva o negativa según el conjunto en el que se encuentre. Harold Kelley, en 1950, reprodujo el experimento en condiciones "naturales". Pre- sentó en dos grupos de estudiantes a un profesor invitado, pero cambió una frase: "la gente que le conoce le considera una persona 'muy cálida' ¡'más bien fría". Después de veinte minutos de interacción las descripciones que hicieron los estudiantes eran mucho más favorables en el caso del profesor cálido que en el caso del profesor frío. Lo más interesante es que la dinámica de los grupos no fue la misma desde el princi- pio: aunque el profesor actuó de la misma manera con los dos grupos, el clima no fue el mismo, los estudiantes evitaron más a menudo la interacción con el profesor frío, e ¡intervinieron menos en clase! H. Kelley (1950). The warm-cold variable in first impression of persons. Journal of Personality, 18, 431-439. Puede pensar ahora en el efecto que tienen sobre la docencia y el aprendizaje los ru- mores que circulan sobre los profesores. Como en otras ocasiones, a partir de la psicología de la Gestalt, la psicología social cognitiva tomó el estudio de la formación de impresiones bajo su para- guas. Jerome Bruner y R. Tagiuri formularon, en 1954, el concepto de "teorías implícitas de la personalidad". La cuestión surgió porque no sólo pasaba que al- gunos rasgos estaban relacionados entre sí, sino que esto era incluso un proceso previo a la propia impresión. De esta manera, a partir de la percepción de alguna característica de una persona, inferimos la presencia y la ausencia de otros ras- gos: por ejemplo, de una persona que nos parece práctica no esperamos que sea imaginativa, pero esperamos que alguien tenso muestre también ansiedad, al- @ Editorial UOC 299 Capitulo y. influencia conformidad... guien que vemos actuar tímidamente no pensamos que sea extrovertido, etc. De aquí que haya expectativas previamente al contacto interpersonal que relacio- nan los diferentes rasgos de la personalidad. Nos encontramos, pues, ante au- ténticas teorías populares de la personalidad, que no sólo determinan qué podemos percibir sino qué podemos esperar percibir e, incluso, cómo podemos esperar ser. La psicología social cognitivista ha dedicado grandes esfuerzos a estudiar cuál es la estructura de estas teorías implícitas, basándose en el estudio de las co- rrelaciones que muestran las descripciones que hacemos de las otras personas y, en otros casos, en el estudio de los prototipos o ejemplos ideales que nos sirven de referencia (por ejemplo, la buena persona, el estrecho, el cojonudo, el des- graciado, etc.). Los resultados más interesantes son los que muestran que estas correlaciones o conjuntos de rasgos agrupados en personalidades ideales no tie- nen relación con la experiencia anterior de contactos que las personas hemos mantenido. Tanto si es para describir a un amigo íntimo, alguien a quien cono- cemos muy bien, como a un desconocido, siempre aparecen las mismas agrupa- ciones. Esta constatación tranquiliza a los psicólogos de la personalidad, ya que les parece apreciar que hay una consistencia en los rasgos que legitima el cons- tructo personalidad, pero también nos puede permitir pensar que los tests de per- sonalidad y los diversos factores que se han encontrado surgen precisamente de estas teorías populares de la personalidad y, no como afirman los psicólogos del descubrimiento científico, de unas características objetivas preexistentes.5 Sea lo que sea lo que pensamos, parece que hay una relación circular; prime- ro se crea históricamente y culturalmente la noción de individuo, cosa que hace que las personas perciban que hay una serie de rasgos consistentes que hacen de cada persona una unidad lógica, los psicólogos estudian estos rasgos y "des- cubren" la personalidad, la cual finalmente vuelve a la sociedad en forma de tests y teorías que salen en las revistas, en las entrevistas laborales, en la televi- sión cuando hablan "expertos" y que vuelven a decir a la gente cómo son, o lo que es lo mismo, cómo tendrían que ser. La formación de impresiones y las teorías implícitas de la personalidad son un me- canismo fundamental para "recrear" individuos en la vida cotidiana. Tal como 5. Para profundizar en las teorías implícitas de la personalidad y su relación con las teorías científi- cas de la personalidad, puede ver Epistemología del sentido común de Henri Paicheler. Lo encon- trará en: S. Moscovici (Ed,). (1986). Psicología social (vol. 2). Barcelona: Paidós.
  • 8. © Editorial UOC 300 Introducción a la psicología social ya comentó Solomon Asch, a partir de los trabajos de Fritz Heider, aunque no partían de nuestras premisas: "Uno de los pasos necesarios para llegar a conocer a los demás consiste en percibir la ac- ción como un efecto que produce una persona que funciona como causa. Cuando el acto y la persona ingresan en una formación cognoscitiva unitaria, la persona asume la cuali- dad de sus actos, tal como las acciones de un objeto se convierten en su propiedad hin. cional. Un acto generoso altera nuestra opinión respecto de una persona y le adjudica la cualidad de generosidad. 1...] Debería agregarse que reconocemos que las personas cons- tituyen causas de manera relativamente absoluta; en general, no procedemos a rastrear las condiciones que produjeron a un individuo molesto, sarcástico o satisfecho. Los indi- viduos son causas fenoménicamente primeras en un grado sustancial. [...j La experiencia nos enfrenta con muchas acciones de los demás que se suceden en relativo desorden. En oposición a este movimiento y este cambio incesantes de nuestras observaciones, surge un producto de considerable orden y estabilidad." S. Asch (1952). Psicología Social (p. 212). Buenos Aires: Eudeba, 1972. El estudio de la formación de impresiones es importante porque, tal como se desprende de lo que se ha visto en el capítulo II, lo que la gente piensa de nosotros no es ajeno a lo que nosotros mismos pensamos que somos. He ahí, pues, una de las formas de influencia más sutiles. En un proceso circular, las impresiones que los otros se hacen de nosotros, las cuales hemos visto que tienen un origen social y cul- tural que va más allá de las interacciones directas y reales que sostenemos con los otros, repercuten directamente en nuestra identidad. Por eso, a pesar de que bioló- gicamente seamos el organismo más plástico que se conoce, lo que podemos ser en una sociedad concreta no es una combinación de posibilidades infinitas, sino pro- ducto directo de aquello que en esta sociedad se considera que se puede ser.6 2.3.2. Las teorías de la atribución y los sesgos cognitivos Paralelamente al estudio de la formación de impresiones se fue desarrollando un campo de estudio basado en la idea de Fritz Heider de que las personas ac- 6. La influencia de la psicología sobre la sociedad ha sido estudiada a partir del concepto de Niko- las Rose "the psy-complex", que hace referencia al conjunto de instituciones y teorías psicológicas presentes en nuestra sociedad y a los efectos de dominación que provocan. Son referencias impres- cindibles: N. Rose (1985). Thepsychological complex. London: Routiedge. N. Rose (1989). Governing the soul. London: Routledge. © Editorial UOC 301 Capítulo V. influencia, conformidad... tuamos como analistas "ingenuos" e intentamos dar sentido, orden y estabili- dad al mundo que nos rodea. Una de las maneras de hacerlo, como hemos visto un poco más arriba, es atribuir a los individuos las causas de su conducta. Esto no tiene que extrañar mucho: mire el código penal de cualquier país occidental, según el cual los individuos son siempre los responsables de sus actos (excepto en el caso de los militares). Las teorías de la atribución son teorías que intentan comprender de qué ma- nera proporcionamos en la vida cotidiana explicaciones de las conductas de las otras personas. Son relevantes en el sentido de que comprender a qué atribui- mos una determinada acción (por ejemplo, la de quien llega tarde a una cita o echa una mano a alguien) es comprender el curso futuro de la interacción. En caso de que nos den un golpe, la explicación de si se ha hecho expresamente o ha sido sin querer es primordial para entender cómo surge una pelea. Esto sería anecdótico si las atribuciones fueran siempre fundadas en la realidad o si se hi- cieran al azar, pero ni una cosa ni la otra son ciertas, ya que hay algunas tenden- cias en las atribuciones que hacemos que muestran que son el producto de una manera determinada de entender el mundo social y las personas. a) Heider y el análisis ingenuo de la acción Fritz Heider fue el primer psicólogo social que propuso el término de atribu- ción para explicar de qué manera comprendemos la conducta de las otras perso- nas. A partir de sus propuestas se desarrollaron el resto de planteamientos. Sus estudios inspirados en las teorías de la Gestalt mostraron cómo tendemos a per- cibir en términos unitarios y, por lo tanto, a vincular acciones que pueden ser relativamente independientes: por ejemplo, si dos acontecimientos se parecen o bien tienen lugar con proximidad el uno del otro, tendemos a asumir que uno es consecuencia del otro. Según Heider, esto provocaría nuestra tendencia a atri- buir las responsabilidades de las acciones a las personas que las hacen, que no a las circunstancias en las que las hacen. De Heider también es la distinción entre causas internas y externas: cuando atribuimos la responsabilidad de una acción a una persona, lo hacemos en términos internos -es decir, apelamos a factores como el esfuerzo, la intención, la capacidad, la inteligencia, las actitudes, las motivaciones, etc.-, mientras que no lo hacemos a causas externas como podría ser apelar a factores como la suerte, las circunstancias, la presión social, la difi- cultad de la tarea, etc. De aquí que Heider llame a este análisis de sentido común
  • 9. © Editorial UOC 303 Capítulo y. Influencia, conformidad... © Editorial UOC 302 introducción a la psicología social que las personas hacemos —análisis ingenuo, ya que no tiene en cuenta todas las explicaciones posibles de la conducta de una persona. b) Jones y Davis y la inferencia correspondiente Siguiendo la línea marcada por 1-Jeider, Jones y Davis estudiaron cuáles eran las condiciones necesarias para atribuir una conducta a una disposición estable de la persona: por ejemplo, si somos testigos de una conducta agresiva podemos inferir que ésta se debe al hecho de que la persona que la ha llevado a cabo es agresiva. Por ello es necesario que la persona que infiere la disposición que co- rresponde a la acción piense que la acción es intencional, que la persona Conoce las consecuencias de la acción que hace y que es capaz de llevarla a cabo. Hacer una inferencia de este tipo no siempre es sencillo, aunque lo hacemos lo bastante a menudo. Las normas que regulan la situación se tienen en cuenta; por ejemplo, es más fácil hacer una inferencia correspondiente cuando la persona rompe las expectativas de la situación que no cuando sigue las normas sociales (Jones y Davis, 1965). Esto tiene una implicación importante: la persona que haga una acción en contra del orden social establecido será vista corno poseedora de unas disposiciones que le hacen ser rebelde o desviada o anormal y, por lo tanto, será mucho más sencillo descalificarla que no pensar en si tiene razón o no, o si su acción está justificada. c) kelley y el análisis de la covarianza En la línea de establecer las condiciones mediante las cuales nos sentimos ca- paces de atribuir la causa de una conducta a un factor interno o externo —es decir, disposicional o situacional—, Harold Kelley propuso que cuando tenemos sufi- ciente información, suficiente tiempo y estamos motivados para hacerlo, la atri- bución es consecuencia de la interacción o covarianza de una serie de factores. • Consenso: todo el mundo se comporta de la misma manera ante un objeto deter- minado (alto consenso) o bien nadie más lo hace (bajo consenso). • Distintividad: la persona se comporta igual con objetos parecidos (baja distintivi- dad) o bien sólo se comporta así con este objeto concreto (alta distintividad). • Consistencia: la persona siempre actúa de la misma manera con este objeto (alta consistencia) o bien otras veces ha actuado diferente (baja consistencia). El objeto puede ser otra persona o bien una situación, como por ejemplo, un examen, un espectáculo, etc. La combinación de estos factores hace que finalmente atribuyamos la res- ponsabilidad de la acción a la persona, a la situación o bien a las circunstan- cias. Por ejemplo, atribuiremos la acción suspender un examen a alguna disposición de la persona (es tonto) si casi nadie más suspende, si suspende otros exámenes y, además, siempre suspende esta materia. Pero haremos una atribución al objeto (el examen era muy difícil) si todo el mundo suspende, aprueba otros exámenes y normalmente aprueba esta materia. O bien hare- mos una atribución a las circunstancias (el gato se le murió el día antes) si casi nadie suspende, aprueba otros exámenes y normalmente aprueba esta materia. Obviamente, este modelo está idealizado y, de hecho, el propio autor reconoce que probablemente esta combinación funcione en realidad de manera simplificada como un solo esquema causal que agruparía estos factores (Kelley, 1973). Un esquema es un conjunto de conocimientos organizados en el ámbito cognitivo producto de la cultura y la sociedad en la que vive la persona. d) Weiner y las atribuciones de éxito o de fracaso Otro campo de estudio de las atribuciones especialmente relacionado con la percepción de uno mismo es el de las atribuciones que se producen en un con- texto en el que hay que hacer una tarea y ésta puede ser desarrollada correcta- mente o incorrectamente. Según Weiner, el éxito o el fracaso en la tarea pueden ser atribuidos a diferentes factores, o bien a la capacidad de la persona para lle- varla a cabo, o bien al esfuerzo que ha dedicado, o bien a la dificultad de la tarea, o bien a la suerte. Cada uno de estos factores tiene una relación particular con el sujeto según si dependen de lo que éste haga o no (controlabilidad), según si se encuentran en el interior o el exterior del sujeto (locus de control) y, finalmente, según si son más o menos permanentes (estabilidad). Por ejemplo, una atribución de un fracaso a la suerte no tiene muchas consecuencias sobre la autoestirna del su jeto porque ésta se encuentra fuera de él, no la puede con- trolar y no es permanente. En cambio, la atribución de este fracaso a la capacidad pro- duce efectos más graves, ya que ésta es permanente, interna y poco controlable.
  • 10. © Editorial UOC 304 Introducción a la psicología social e) Sesgos cognitivos El estudio de las explicaciones que damos sobre la propia conducta y la de los otros no se ha centrado solamente en los complejos procesos de decisión que llegan finalmente a una atribución de causalidad, sino que también hay algunas maneras directas mediante las cuales hacemos atribuciones u otros razonamien tos. Son tendencias para llegar a una determinada conclusión que se imponen sobre otros procesos o los afectan. Se llaman sesgos en el sentido que orientan el proceso en una dirección preestablecida. Error fundamental de atribución El primer efecto estudiado, y que ya mencionó Fritz Heider, se llama funda- mental porque se considera casi inherente al proceso mismo de formular atribu- ciones de causalidad. Se trata de la preferencia general para hacer atribuciones disposicionales o internas antes que situacionales o externas. Si seguimos a Heider, el origen radicaría en el mismo proceso perceptivo gestáltico que obliga a perci- bir unitariamente actores y acciones. Esta explicación es problemática porque "naturaliza" este sesgo y, en cambio, parece lógico pensar que quizás en todo caso es un reflejo más del individualismo de la sociedad occidental. Si hay indi- viduos y éstos son responsables de sus actos, es coherente que la tendencia a in- ferir disposiciones sea más habitual que la de fijarse en las circunstancias. Efecto actor-observador Surge a raíz de la constatación de que si uno es quien ejecuta la conducta tiende a atribuir sus acciones a factores situacionales, mientras que si uno ob- serva esta conducta en otras personas tiende a hacer atribuciones disposiciona- les. La explicación más habitual de este efecto se basa en el punto de vista, es decir, en la saliencia de determinadas percepciones: nosotros no nos vemos a no- sotros mismos actuar y, en cambio, percibimos claramente las situaciones en las que nos encontramos, mientras que si somos observadores también percibimos al otro como posible causa de la conducta. Creencia en un mundo justo Ya hemos mencionado que los factores ideológicos son importantes. La creencia en un mundo justo es una idea extremadamente conservadora, según la cual cada uno tiene lo que se merece. Por otro lado, garantiza al individuo oc- © Editorial UOC 305 Capítulo V. Influencia, conformidad... cidental la tranquilidad de saber que si se esfuerza tendrá lo que quiere y que las desgracias de los otros son principalmente responsabilidad de ellos mismos. Falso consenso Si recuerda ahora la teoría de la comparación social le será fácíl entender este ses- go. Es un sesgo autoconfirmatorio que nos hace poner más atención en las infor- maciones procedentes de otras personas que coinciden con nuestras mismas opiniones y conductas, por lo que en algunas situaciones en las que buscamos una confirmación tendemos a considerar que los otros sostienen las mismas opiniones que nosotros. Sin embargo, atención, porque en determinados contextos en los que nos interese adquirir o mantener una autoestima positiva, podemos ignorar estas mismas informaciones para garantizarnos una percepción de originalidad o unici- dad. Es el sesgo que se llama falsa originalidad o bien ignorancia pluralista. Sesgo a favor de uno mismo (self-serving bias) Es una consecuencia de las atribuciones de éxito o de fracaso de Weiner. En el caso de haber hecho una tarea que puede ser correcta o incorrecta, tendemos a mantener nuestra autoestima en un buen nivel si hacemos atribuciones inter- nas para nuestros éxitos y externas para nuestros fracasos. Una explicación no motivacional de este sesgo —es decir, no centrada en la autoestima— es la que afirma que en general presentamos esta tendencia porque tenemos la expecta- tiva de hacer bien las cosas. Por lo tanto, el cumplimiento de la expectativa sería debido a nuestro esfuerzo o valía, mientras que el no cumplimiento sería debido a alguna interferencia en el transcurso "lógico" de los acontecimientos. Atribución y depresión Algunas explicaciones cognitivistas de la depresión la consideran un defecto en la aplicación de este sesgo, de manera que la persona tendería a hacer atribuciones ex- ternas cuando las cosas le van bien, y atribuciones internas cuando le van mal. ¡Pero este fenómeno tanto puede ser una causa como una consecuencia de la depresión! Desgraciadamente para la psicología social las atribuciones que hacemos se han estudiado generalmente en términos de relaciones entre individuos relativa- mente aislados del contexto histórico y social, un problema que no se puede se- parar del mito de que los experimentos son la única manera de conocer "realmente" la conducta humana. El estudio en contextos naturales con un fuerte
  • 11. Atribunón a la persona 1 1 AtnuOon a la situacion Negro- Negro Blanco Blanco- blanco negro negro blanco (a) (b) Neqro Negro Blanco- Blanco- blanco negro negro blanco Emparejam entes de raza causante dl mal/víctima La construn ion del mundo social © Editorial UOC 306 lntroducción a la psicología social énfasis en las variables históricas y lingüísticas de las explicaciones que damos de la conducta de los otros y de nuestra propia conducta ha mostrado que las atribu- ciones son mecanismos sociales compartidos que se conforman sobre la base de una determinada ideología social, una ideología que contempla a los individuos como únicos y últimos responsables de sus actos y que hace de esta interpretación una justificación para el mantenimiento de relaciones sociales injustas. Un ejemplo de esto lo encontramos en un experimento de Duncan, hecho en 1976. Dijo a cuatro grupos de estudiantes norteamericanos blancos que miraran una interacción fil- mada de dos personas que discutían cada vez más fuerte hasta que uno de ellos empujaba al otro. Duncan varió la raza de cada interacción, e hizo que fuera una interacción entre blancos, entre negros, entre negro y blanco y entre blanco y negro (éstas últimas según quién empujaba). El 70% de los sujetos escogió describir la conducta de quien empujaba coma violenta (por oposición a juguetona, por ejemplo) cuando éste era negro. Si quien empujaba era blanco sólo un 13% de los sujetos le consideró violento. Además, cuando quien empujaba era negro se hacían atribuciones disposicionales, mientras que cuando era el blanco quien empujaba al otro, se hacían atribuciones situacionales. Figura 5.5 Diferencias en la descripción y atribución de causas en la percepción de interacciones intergrupales. © Editorial UOC 307 Capítulo V. Influencia, conformidad... 2.4. Percepción social y relaciones intergrupales: estereotipos y discriminación Si las construcciones que hacemos de la realidad determinan nuestra percepción de manera importante, no podemos obviar uno de los principales mecanismos de contrucción: la clasificación o categorización. Para muchos sociocognitivistas se trata del proceso fundamental que guía los procesos de percepción social; es decir, la categorización es el proceso básico mediante el cual se crean los esquemas de co- nocimiento. El acto de categorizar es tan fundamental en nuestra sociedad que hemos con- seguido que ésta sea nuestra manera casi exclusiva de percibir el mundo. La cate- gorización es efectivamente un proceso social de gran importancia, pero esto es así allí donde ha penetrado una cierta manera de ver el mundo como objeto de estudio científico, allí donde el mundo está impregnado por la clasificación; no es, por lo tanto, que sea un fenómeno universal tal como han querido postular muchos psicólogos sociales, al cual presentan como proceso cognitivo. Aparte del claro origen social de la necesidad de clasificación vinculado al nacimiento de la ciencia moderna, la categorización también parte de una metáfora muy concreta. Para empezar a postularla primero hay que creer que el organismo humano no es en la práctica lo bastante eficiente en el procesamiento de la información; nos encontramos, por lo tanto, ante una metáfora economicista. Se piensa que la es- timulación (la información) es excesiva, que el mundo es demasiado rico en fuen- tes de estímulos, de manera que el desgaste energético para sobrevivir tiene que ser racionalizado al máximo, hasta el punto de necesitar una economía de pensa- miento. Pocas sociedades han desarrollado un sistema discursivo de este tipo que permite crear fácilmente subjetividad amoldada al ahorro, la cadena de produc- ción, el aprovechamiento energético y la mejora del rendimiento. Además, cate- gorización y desigualdad, en nuestra sociedad, están íntimamente asociadas. La metáfora económica requiere que los estímulos sean valorados de manera que de- termine su importancia y les otorgue una posición en la jerarquía social. Discriminación Quizás no es casualidad que discriminación, una de las palabras más utilizadas en los es- tudios de categorización, tenga dos sentidos muy claros: por una parte, quiere decir 'dis-