1. Nuestra mayordomía en el edén
Como resultado de la lectura de los dos primeros capítulos el autor espera
que hayamos aceptado que todo comienza con Dios y que nuestro origen se
encuentra en él. Que no somos resultado de la casualidad, ni del destino, ni de la
suerte.
Dios tenía grandes planes para la raza humana. Nuevamente se nos dice:
Dios hizo al hombre un ser superior, solo él fue formado a la imagen de Dios, y es
capaz de participar de la naturaleza divina, de cooperar con su Creador y ejecutar
sus planes
Se puede decir, entonces, que dentro del Edén, Dios le dio la vida al hombre,
lo instruyó acerca de su uso, y lo probó para ver como la emplearía. Su cuerpo, sus
habilidades, su tiempo y sus posesiones.
Dios proveyó entonces todo lo que Adán y Eva necesitaban para cuidar su
cuerpo en perfectas condiciones. Otros aspectos importantes para la conservación
de un cuerpo divinamente diseñado fue el trabajo (gen2:15). Si hubieran pasado la
prueba, hubieran recibido la vida eterna de parte de Dios. Hubieran mantenido un
cuerpo sano, fuerte, simétrico y lleno de vitalidad eterna. Hubieran desarrollado una
mente y un carácter a la semejanza divina, meta de la mayordomía.
Dios dio el tiempo como un don para la raza humana. El sábado es la señal del
efectivo poder Creador de Dios.
Dios le dio la vida la primera pareja, los instruyó acerca de su asunto, y los
probos para ver como la emplearían. Si aprenderían a utilizar la vida sabiamente y
sin egoísmo, recibirán la vida eterna; si no se conducían debidamente, Dios les
retiraría la vida y dejarían de existir.
Como hemos visto, la vida de los dones que Dios concedió a sus hijos en la
creación. la mente, el cuerpo, las posesiones, muchas o pocas, las habilidades,la
familia, nuestra persona, todo lo que tenemos y todo lo que somos le pertenecen a
Dios. Él no se conforma con poco, nos creó y redimió, le pertenecemos.