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DESDE EL EMPIRISMO DEL CAPITAL AL PRAGMATISMO DEL CONSUMO.
Dr. OSCAR A. CAMPETELLA
(Facultad de Ciencias Económicas – Universidad Nacional del Nordeste)
INTRODUCCIÓN.
Habitualmente se analizan los acontecimientos sociales y culturales siguiendo una concepción cientí-
fica de observar y describir la realidad que nos circunda, para luego tratarlos, analizarlos y encuadrar-
los en el ámbito de los pensamientos filosóficos con los cuales guardan cierta afinidad.
En esta ponencia se pretende recorrer un camino inverso. Es decir, del pensamiento moderno impe-
rante para comprender la actual realidad socio-cultural circundante. Es por ello que se trata de esbo-
zar sintéticamente la corriente de pensamiento filosófico que ha imperado en la modernidad, a través
de breves referencias de algunos de sus mayores exponentes. Estos filósofos han marcado fuerte-
mente la desvinculación del “conocimiento científico” del “saber humano”. Dicho de una manera más
simple, gran parte de la filosofía moderna se dedicó a cuestionar los modos de conocer, con el propó-
sito de separar el “conocimiento científico” que exige lo verdadero, de aquella Filosofía que buscaba
la verdad.
El pensamiento filosófico moderno, que depositó en el conocimiento científico el progreso de la
humanidad, fue gradualmente desdeñando a la Filosofía Primera.
Después de cuatro siglos de utilitario pensamiento progresista en el avance científico de la humani-
dad expresado en el inimaginable desarrollo tecnológico, el hombre contemporáneo se halla ante el
vacío de su interioridad trascendente, que le dificulta dilucidar el sentido de su existencia en este
mundo, haciendo de la acumulación y el consumo, su pragmática religión de vital existencia. Una
existencia de vida experimentalmente entregada a demostrar, a través de la apariencia sensitiva y el
simulacro logicista, imposturas externas, de lo que interiormente se ha ido dejando de ser.
EMPIRISMO POSITIVISTA DEL CAPITAL.
Para analizar los modos de dominación social, entendiéndose como dominación social a los métodos
a los que se recurre para imponer determinadas conductas sociales encaminadas a determinados fi-
nes, no se puede obviar los modos de pensar que han imperado en la sociedad que se está analizan-
do.
Durante la modernidad, en el mundo occidental, se ha renegado de la Filosofía Primera como campo
de pensamiento trascendental del hombre, para delimitarlo a la abstracción del apriorístico “idealismo
trascendente”. Consecuentemente, y al tener poca relevancia las corrientes de pensamientos metafí-
sicos, han prevalecido en el campo filosófico dos corrientes que otorgaban primacía a los problemas
acerca del verdadero modo de conocer del hombre. La mayoría de estos filósofos modernos antepo-
nían la gnoseología a toda otra cuestión inherente al hombre. Es decir, que la cuestión principal del
pensamiento filosófico moderno fue vincular certeza o falsedad, al modo de adquirir conocimiento. Es-
tas corrientes de pensamiento denominado empirismo (énfasis en la experiencia) y racionalismo (én-
fasis en la razón) estuvieron sostenidas por filósofos tales como: a) Thomas Hobbes (1588-1679);
John Locke (1632-1704; David Hume (1711-17776) entre los empiristas; y b) Rene Descartes (1596-
1650); Baruch Spinoza (1632-1677); G. Leibniz (1646-1716) entre los racionalistas.
Sin embargo, fue Inmanuel Kant (1724-1804) quien en alguna medida amalgamó ambas corrientes, a
través del denominado “idealismo racional trascendente”, y que muchos pensadores lo asocian al ra-
cionalismo por su “apriorismo a la razón” en que sustenta su obra “Crítica a la razón pura”. Sin em-
bargo, es necesario señalar que Kant inicia dicha obra afirmando en su Introducción “ I.- Distinción
entre el conocimiento puro y el empírico. No hay duda alguna que todo nuestro conocimiento comien-
za con la experiencia”. Y más adelante agrega “... pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece
con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia...”
1
Además, Kant -sin renegar totalmente de la metafísica- fue quién en su obra “La metafísica de las
costumbres”, claramente le reconocía algún lugar en el conocimiento cuando afirmaba:
“ ... si un sistema de conocimientos a priori por puros conceptos se llama metafísica,
una filosofía práctica, que no tiene por objeto la naturaleza sino la libertad del arbi-
trio, presupondrá y requerirá una metafísica de las costumbres: es decir, poseer
una tal metafísica es en sí mismo un deber, y cada hombre la tiene también en
sí mismo, aunque por lo común sólo de un modo oscuro; porque, sin principios a
priori, ¿cómo podría creer tener en sí una legislación universal?. Ahora bien, del
1
Kant I. Pág. 41/42.
mismo modo que en una metafísica de la naturaleza tiene que haber también princi-
pios para aplicar los principios supremos universales de una naturaleza en general a
los objetos de la experiencia, no pueden faltar tampoco en una metafísica de las
costumbres, y tendremos que tomar frecuentemente como objeto la naturaleza
peculiar del hombre, cognoscible sólo por la experiencia, para mostrar en ellas
las consecuencias de los principios morales universales ...”
2
Además, en esta misma obra Kant formaliza y justifica jurídicamente la posesión y la propiedad priva-
da, cuando en la primer parte de la misma obra que titula “Doctrina del Derecho”, en su Capítulo Pri-
mero: “El modo de tener algo exterior como suyo”, inicia diciendo: “Lo jurídicamente mío (meum iuris)
es aquello con lo que estoy tan ligado, que cualquier uso que otro pudiera hacer de ello sin mi con-
sentimiento, me lesionaría. La condición subjetiva de la posibilidad del uso en general es la pose-
sión”. Por otra parte, determina los distintos “modos de adquirir algo exterior” haciendo una “división
dogmática de todos los derechos adquiribles por contratos”, y los clasifica en: a) Contratos de benefi-
cencia b) Contratos onerosos, tanto de enajenación como de locación y c) Contratos de caución.
Además, a continuación le dedica un tratamiento especial a la función del dinero, al valor y al precio
en el intercambio de bienes y servicios, para lo cual recurre a la cita de “La Riqueza de las Naciones”
de Adam Smith que en ese entonces fuera de incipiente publicación.
Asimismo, dentro del “Derecho Público”, Kant formaliza jurídicamente al Estado Moderno, que ya en
el siglo XVII fuera esbozado idealmente por Thomas Hobbes, a través del conocido “Leviatán”. En
especial cuando en la Primera Sección referente al “Derecho Político” determina la división de los po-
deres de un Estado, afirmando que “ ... cada Estado contiene en sí tres poderes, es decir, la voluntad
universal unida en una triple persona (trias política); el poder soberano (la soberanía) en la persona
del legislador, el poder ejecutivo en la persona del gobernante (siguiendo la ley) y el poder judicial
(adjudicando lo suyo a cada uno según la ley) en la persona del juez ...”. Y le asigna determinadas
atribuciones, tales como “... la voluntad del legislador (legislatoris), en lo que se refiere a lo mío y lo
tuyo exterior, es irreprochable (irreprensible), la facultad ejecutiva del jefe supremo (summi rectoris)
es incontestable (irresistible), y la sentencia del juez supremo (supremi iudicis) es irrevocable (inape-
lable)”
3
.
Además, corresponde tener en cuenta que paralelamente a partir de 1776, se difunde la obra “La Ri-
quezas de las Naciones” de Adam Smith, en la que sustenta su teoría económica a partir de la divi-
sión del trabajo (especialización) y la condición egoísta del hombre, que textualmente la refleja cuan-
do expresa que “... el hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus seme-
jantes y en vano puede esperarla de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesan-
do en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ello hacer lo que se
les pide ... no es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el
alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios
sino su egoísmo ...”
4
. Oportuno es recordar que A. Smith apela a Thomas Hobbes cuando hace refe-
rencia a la opulencia del Estado y a Davis Hume cuando define el concepto de trabajo, con lo cual
evidencia su concepción empirista en el modo de sostener su pensamiento económico.
Sin embargo, es con Augusto Comte (1798-1857) cuando el empirismo adquiere su mayor grado de
expresión en el campo filosófico y científico. En su obra “Discurso sobre el Espíritu Positivo” expresa
“... para el espíritu positivo, el hombre propiamente dicho no existe, sólo puede existir la Humani-
dad ...”
5
. Comte, instala en la modernidad su “filosofía positiva”, separando tres estados del conoci-
miento: a) “Estado teológico o ficticio”; b) “Estado Metafísico o abstracto” y c) “Estado positivo o real”.
Sólo a este último le asigna el auténtico conocimiento científico, por cuanto “... circunscribe sus es-
fuerzos al dominio, a partir de entonces rápidamente progresivo, de la verdadera observación, única
base posible de los conocimientos verdaderamente accesibles”. Además, a este “conocimiento positi-
vo” le asignó determinados atributos tales como: “real” porque se conoce a través de los hechos ob-
servables, con lo cual pretendió rehuir de lo abstracto; “útil” porque es un saber “encaminado al me-
joramiento continuo de nuestra verdadera condición, individual y colectiva”; “cierto” en oposición a la
indefinida duda filosófica y “preciso” por la compatibilidad con la naturaleza de los fenómenos y con-
forme con la exigencia de nuestras verdaderas necesidades”
6
.
2
Kant I.. Pág. 21.
3
Op. Cit. Pág. 142.
4
Smith A. Pág. 17.
5
Comte A.. Pág. 132
6
Op. Cit. Pág. 90/91
7
Op. Cit. Pág. 167.
A su vez, Comte incorpora a la sociología (“física social”) como una de las seis ciencias básicas: ma-
temática, astronomía, física, química, biología y sociología. Considera a la matemática “... el punto de
partida exclusivo” y a la sociología “... el único fin esencial de toda filosofía positiva...”
7
.
La influencia que tuvo la Filosofía Positivista, tanto en el pensamiento filosófico como científico de
principio del siglo XIX, fue tan contundente que se prolonga intensamente hasta nuestros días. Por
ello, corresponde señalar algunos aspectos que se han arraigado con fuerza en el pensamiento cien-
tífico y que se mantienen en la actualidad:
a) Para que un conocimiento adquiera la condición científica debe demostrarse a través de
“”hechos observables”;
b) Se acentuó definitivamente la desvinculación de la metafísica (conocimiento abstracto) como
aquello fuera del ámbito científico;
c) El conocimiento científico deja de considerarse desinteresado, sino que tiene un fin útil, “de mejo-
rar la Humanidad”. Con esto, se enfatiza la concepción mercantilista de la ciencia que sostenía
Kant al asignarle valor económico, cuando sostiene que “... el concepto intelectual de dinero, bajo
el que está puesto el empirismo, es el concepto de una cosa que, comprendida en la circulación
de posesión (permutatio pública), determina el precio de todas las demás cosas (mercancias), en-
tre las que figuran incluso las ciencias, en cuanto que no se enseñan gratis a los demás ...”
8
d) La ciencia deja de preocuparse del hombre ontológicamente, para orientar su estudio y desarro-
llo al fenómeno natural de la Humanidad;
e) Se incorpora a la sociología como un nuevo ámbito de estudio científico a partir de “hechos ob-
servables”. Es decir, que esta concepción de la ciencia empírica aplicada a conglomerados
humanos en general y, consecuentemente las conductas individuales del hombre, facilitó el naci-
miento de una nueva disciplina como la psicología. La “psiquis” humana con el mismo enfoque
empirista, en analizar y comprobar biológicamente las conductas del hombre cuando actúa so-
cialmente.
No obstante que estos pensadores han renegado públicamente de la metafísica en sus obras filosófi-
cas, no se puede soslayar sus concepciones religiosas que así las sustentan, y que Max Weber se
ocupa de señalar en su obra “Etica protestante y el espíritu del capitalismo”. Para explicar los funda-
mentos de la ética protestante, Max Weber recurre a los mayores exponentes que se aglutinan en
torno a las distintas vertientes de esta religión, tal como cuando cita a John Wesley quién afirmaba: “...
tenemos que advertir a todos los cristianos que están en la obligación y el derecho de ganar cuanto
puedan y de ahorrar lo que puedan; es decir, que pueden y deben enriquecerse...”
9
. Tomando este
modo de pensar, luego Weber infiere que “... el empresario burgués podía y debía guiarse por su in-
terés de lucro, si poseía la conciencia de hallarse en estado de gracia y de sentirse visiblemente ben-
decido por Dios, a condición de que se moviese siempre dentro de los límites de la corrección formal,
que su conducta ética fuese intachable y no hiciese uso inconveniente de sus riquezas”
10
.
Con la identificación de estos reconocidos filósofos de la modernidad, que han influido significativa-
mente en establecer una línea de pensamiento con énfasis únicamente en la naturaleza inmanente
de la condición humana, se ha pretendido historiar la coherencia imperante en el pensamiento filosó-
fico subyacente en el ámbito científico moderno.
A modo de síntesis:
Thomas Hobbes, propicia al monstruo Leviatán (Estado Moderno) como alternativa para dominar la
naturaleza salvaje del hombre.
Adam Smith, influido por Hobbes y Hume, sostiene que desde el egoísmo de la naturaleza humana,
y con la alienación de su fuerza laboral especializada en el proceso productivo, se contribuye a gene-
rar riquezas para aquellas naciones que se incorporen a la entonces insipiente revolución industrial.
Immanuel Kant da las bases para formalizar el funcionamiento jurídico de los actuales Estados Mo-
dernos y el modo jurídico de resguardar la posesión de la propiedad privada, condición necesaria pa-
ra constituir el capital que permita producir y consumir bienes y servicios como sostenía Adam Smith.
Posteriormente, con la Filosofía Positivista de Augusto Comte, se facilita el ingreso de las actualmen-
te denominadas ciencias humanas o sociales, en el entonces vedado reconocimiento científico, per-
mitiendo el desarrollo de técnicas psicosociales aplicables al ámbito humano para operar e influir so-
bre grupos humanos.
El pensamiento empirista y positivista gestado en el campo filosófico y científico fue generando los
fundamentos para consolidar una sociedad capitalista proclive a justificar filosófica y científicamente
8
Kant I.. Pág. 113.
9
Weber Max. Pág. 218.
10
Op. Cit. 219
la acumulación de la riqueza, como modo de estructurar el tejido social necesario para el “progreso
de la humanidad”.
PSICOLOGISMO PRAGMÁTICO DEL CONSUMO.
Sin embargo, a fines del siglo XIX en pleno apogeo de la Revolución Industrial, emerge una corriente
filosófica iniciada por Charles Peirce denominada “pragmatismo” (que deriva de “pragma”: acción),
muy vinculada con el desarrollo de un pensamiento sustentado en la “psiqui-lógica” que denominó
semiosis. La semiosis como aquella disciplina aplicada a estudiar al sujeto, en el proceso mental de
interpretar y construir la realidad a través de signos.
En 1877 Charles Peirce de fuerte influencia empirista, escribe un ensayo denominado “La fijación de
creencia” acerca de la ciencia y la lógica, donde sostiene que entre la duda y la creencia el hombre es
proclive a la creencia, por cuanto “... la irritación de la duda es el solo motivo inmediato de la lucha
por alcanzar la creencia...”
11
. Pero además expresa que “... nuestras creencias guían nuestros deseos
y conforman nuestros acciones”. Es decir, afirma que “...el sentimiento de creer es un indicativo ...
que en nuestra naturaleza se ha establecido un cierto hábito que determinará nuestras acciones”.
Y luego ratifica, diciendo que “...el estado de creencia ... es un estado de tranquilidad y satisfacción
que no deseamos eludir o cambiar ...”. Con lo cual, está describiendo la concepción filosófica del
pragmatismo como doctrina psicológica con que se domina al hombre.
Posteriormente Peirce enuncia y describe los cuatro métodos para fijar creencias:
a) Método de la tenacidad: se sustenta en la simplicidad de adherirse a una creencia individual y
eludir cualquier otra creencia distinta.
b) Método de la autoridad: sostener las creencias a través de instituciones y tener el poder para
evitar que se enseñen, defiendan o expresen creencias contrarias.
c) Método “a priori”: sostener las creencias de carácter metafísicas “agradables a la razón”, donde
las proposiciones no concuerdan con la experiencia, sino con aquello que nos encontramos incli-
nados a creer. Pierce cita el ejemplo de la doctrina que el hombre actúa egoístamente porque le
reporta más placer no ha sido demostrado en hecho alguno, y sin embargo “ha tenido una amplia
aceptación hasta ser la única teoría razonable”
12
.
d) Método de la investigación científica: sostiene a la creencia a través de la experiencia y la per-
cepción.
Con los métodos de creencias que enuncia Peirce se ratifica y queda en evidencia que la teoría mo-
derna de la económica actual sustentada en el egoismo, no surgió ni se sostiene a través de ningún
método científico.
Peirce se inclina por el método de la investigación científica para fijar creencias, por cuanto considera
que está sustentado en la lógica; un abanico de lógicas, con discrecionalidad para ser utilizadas en
función a cada microdisciplina en particular.
Sin embargo, es rescatable en el pensamiento psiqui-lógico de Peirce -que luego dio lugar al “Prag-
matismo” de William James-, por la conjunción de tres conceptos importante: semiosis (signos),
pragma (acciones) y creencia. Una creencia que se instala también en los autoconsiderados “objeti-
vos” ámbitos científicos de las ciencias humanas, tal como el ejemplo del propio Peirce acerca de la
creencia no probada sobre el egoísmo del hombre en que se sustenta el andamiaje científico de las
teorías económicas modernas que aún subsisten en nuestros días.
Por lo tanto, aquellos tres componentes (semiosis, creencia y pragma), han constituido la base para
el desarrollo de varias corrientes psicológicas, que a través de la operación del proceso mental se-
miótico han construido creencias sociales provenientes de instituciones científicas que tienen como
finalidad instalar socialmente “modelos o paradigmas” en pro de la acumulación y el consumo en dis-
tintos ámbitos socio-culturales.
En tal sentido, oportuno es recordar al semiólogo italiano Umberto Eco cuando en su libro “Signo”
sostiene que “... se ha llamado al hombre animal simbólico, y en este sentido, no solamente el len-
guaje verbal sino toda la cultura, los ritos, las instituciones, las relaciones sociales, las costumbres,
etc., no son otra cosa que formas simbólicas .... en las que el hombre encierra su experiencia
para hacerla intercambiable ...”
13
.
Es por ello, que la economía moderna ha apelado a la psicología de los “signos convencionales”
(aquellos creados y acordados en su uso por los hombres), tales como el número y la moneda (luego
transmutada en dinero), para operar en las conductas de acumulación y de consumo.
Así como la sociedad capitalista del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XX necesitó recurrir a la
acumulación de riquezas para sostener a la denominada “producción en escala”; en la actualidad exi-
ge intensificar conductas orientadas al consumo. Corresponde recordar que el funcionamiento en que
se sustenta la economía moderna, se asienta básicamente en dos componentes: oferta (producción)
11
Peirce Ch.. Pág. 3.
12
Op. Cit. Pág. 5
13
Eco Umberto. Pag. 107.
y demanda (consumo), para determinar el “valor de intercambio”. Este “valor de intercambio social” ha
dado lugar a lo que Enrique Del Percio en su ensayo “Dinero, representación y poder en el nuevo es-
cenario mundial” describe claramente como el conflicto social contemporáneo expresado a través del
individualismo, reflejado en el lema de la época “sálvese quien pueda y como sea” y del consu-
mismo sostenido por ingresos laborales provenientes de empleos con alto grado de precariedad. Es-
to lo lleva a Del Percio a sostener que “... ya no se trata de una lucha de clases ni de confrontaciones
ideológicas, sino que el conflicto se da en primer lugar entre incluidos (que pugnan por seguir siendo
explotados por el sistema) y los excluidos que reclaman siquiera ser tenidos en cuenta como escla-
vos”
14
.
Consideración final:
Esta última aseveración nos invita a reflexionar desde una perspectiva moral, por cuanto si en su
momento la ética utilitarista predisponía a la alienación en la especializacióndel trabajo y la tecnología
exigida por el eficientismo productivo; actualmente se presenta una ética economicista que predispo-
ne a la enajenación de conciencia ante las exigencias psicológicas al consumo. Este impulso consu-
mista genera una adicción social al signo moneda-dinero, que ha invadido los distintos ámbitos del
“quehacer” del hombre contemporáneo. Todo esto sustentado en un contemporáneo pensamiento
cientificista que no puede eludir su cuota de responsabilidad ética, tanto en la alienación de la acumu-
lación como en la enajenación del consumo, con que se ha ido sojuzgando al hombre moderno.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Comte Augusto (1962). Discurso sobre el espíritu positivo. Buenos Aires: Aguilar Editor.
Kant Immanuel (2004). Crítica de la razón pura. España:: RBA Coleccionables.
Kant Immanuel (1994). La metafísica de las costumbres. España: Editorial Tecnos.
Weber Max (1998). Ética protestante y el espíritu del capitalismo. España: Alba Libros S.L..
Eco Humberto (1994). Signo. Colombia: Editorial Labor.
Peirce Charles (2004). La fijación de la creencia: Trad. y notas de José Vericat. Disponible en: www. unav.es/gep.
12p. 16-11-04.
Del Percio Enrique (mayo 2003). Building the empire state? Dinero, representación y poder en el nuevo escena-
rio mundial. Adaptación de la comunicación presentada en el Seminario Permanente del Grupo CANOA.
14
Del Percio E. Pag. 35.

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Desde el empirismo del capital al pragmatismo del consumo

  • 1. DESDE EL EMPIRISMO DEL CAPITAL AL PRAGMATISMO DEL CONSUMO. Dr. OSCAR A. CAMPETELLA (Facultad de Ciencias Económicas – Universidad Nacional del Nordeste) INTRODUCCIÓN. Habitualmente se analizan los acontecimientos sociales y culturales siguiendo una concepción cientí- fica de observar y describir la realidad que nos circunda, para luego tratarlos, analizarlos y encuadrar- los en el ámbito de los pensamientos filosóficos con los cuales guardan cierta afinidad. En esta ponencia se pretende recorrer un camino inverso. Es decir, del pensamiento moderno impe- rante para comprender la actual realidad socio-cultural circundante. Es por ello que se trata de esbo- zar sintéticamente la corriente de pensamiento filosófico que ha imperado en la modernidad, a través de breves referencias de algunos de sus mayores exponentes. Estos filósofos han marcado fuerte- mente la desvinculación del “conocimiento científico” del “saber humano”. Dicho de una manera más simple, gran parte de la filosofía moderna se dedicó a cuestionar los modos de conocer, con el propó- sito de separar el “conocimiento científico” que exige lo verdadero, de aquella Filosofía que buscaba la verdad. El pensamiento filosófico moderno, que depositó en el conocimiento científico el progreso de la humanidad, fue gradualmente desdeñando a la Filosofía Primera. Después de cuatro siglos de utilitario pensamiento progresista en el avance científico de la humani- dad expresado en el inimaginable desarrollo tecnológico, el hombre contemporáneo se halla ante el vacío de su interioridad trascendente, que le dificulta dilucidar el sentido de su existencia en este mundo, haciendo de la acumulación y el consumo, su pragmática religión de vital existencia. Una existencia de vida experimentalmente entregada a demostrar, a través de la apariencia sensitiva y el simulacro logicista, imposturas externas, de lo que interiormente se ha ido dejando de ser. EMPIRISMO POSITIVISTA DEL CAPITAL. Para analizar los modos de dominación social, entendiéndose como dominación social a los métodos a los que se recurre para imponer determinadas conductas sociales encaminadas a determinados fi- nes, no se puede obviar los modos de pensar que han imperado en la sociedad que se está analizan- do. Durante la modernidad, en el mundo occidental, se ha renegado de la Filosofía Primera como campo de pensamiento trascendental del hombre, para delimitarlo a la abstracción del apriorístico “idealismo trascendente”. Consecuentemente, y al tener poca relevancia las corrientes de pensamientos metafí- sicos, han prevalecido en el campo filosófico dos corrientes que otorgaban primacía a los problemas acerca del verdadero modo de conocer del hombre. La mayoría de estos filósofos modernos antepo- nían la gnoseología a toda otra cuestión inherente al hombre. Es decir, que la cuestión principal del pensamiento filosófico moderno fue vincular certeza o falsedad, al modo de adquirir conocimiento. Es- tas corrientes de pensamiento denominado empirismo (énfasis en la experiencia) y racionalismo (én- fasis en la razón) estuvieron sostenidas por filósofos tales como: a) Thomas Hobbes (1588-1679); John Locke (1632-1704; David Hume (1711-17776) entre los empiristas; y b) Rene Descartes (1596- 1650); Baruch Spinoza (1632-1677); G. Leibniz (1646-1716) entre los racionalistas. Sin embargo, fue Inmanuel Kant (1724-1804) quien en alguna medida amalgamó ambas corrientes, a través del denominado “idealismo racional trascendente”, y que muchos pensadores lo asocian al ra- cionalismo por su “apriorismo a la razón” en que sustenta su obra “Crítica a la razón pura”. Sin em- bargo, es necesario señalar que Kant inicia dicha obra afirmando en su Introducción “ I.- Distinción entre el conocimiento puro y el empírico. No hay duda alguna que todo nuestro conocimiento comien- za con la experiencia”. Y más adelante agrega “... pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia...” 1 Además, Kant -sin renegar totalmente de la metafísica- fue quién en su obra “La metafísica de las costumbres”, claramente le reconocía algún lugar en el conocimiento cuando afirmaba: “ ... si un sistema de conocimientos a priori por puros conceptos se llama metafísica, una filosofía práctica, que no tiene por objeto la naturaleza sino la libertad del arbi- trio, presupondrá y requerirá una metafísica de las costumbres: es decir, poseer una tal metafísica es en sí mismo un deber, y cada hombre la tiene también en sí mismo, aunque por lo común sólo de un modo oscuro; porque, sin principios a priori, ¿cómo podría creer tener en sí una legislación universal?. Ahora bien, del 1 Kant I. Pág. 41/42.
  • 2. mismo modo que en una metafísica de la naturaleza tiene que haber también princi- pios para aplicar los principios supremos universales de una naturaleza en general a los objetos de la experiencia, no pueden faltar tampoco en una metafísica de las costumbres, y tendremos que tomar frecuentemente como objeto la naturaleza peculiar del hombre, cognoscible sólo por la experiencia, para mostrar en ellas las consecuencias de los principios morales universales ...” 2 Además, en esta misma obra Kant formaliza y justifica jurídicamente la posesión y la propiedad priva- da, cuando en la primer parte de la misma obra que titula “Doctrina del Derecho”, en su Capítulo Pri- mero: “El modo de tener algo exterior como suyo”, inicia diciendo: “Lo jurídicamente mío (meum iuris) es aquello con lo que estoy tan ligado, que cualquier uso que otro pudiera hacer de ello sin mi con- sentimiento, me lesionaría. La condición subjetiva de la posibilidad del uso en general es la pose- sión”. Por otra parte, determina los distintos “modos de adquirir algo exterior” haciendo una “división dogmática de todos los derechos adquiribles por contratos”, y los clasifica en: a) Contratos de benefi- cencia b) Contratos onerosos, tanto de enajenación como de locación y c) Contratos de caución. Además, a continuación le dedica un tratamiento especial a la función del dinero, al valor y al precio en el intercambio de bienes y servicios, para lo cual recurre a la cita de “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith que en ese entonces fuera de incipiente publicación. Asimismo, dentro del “Derecho Público”, Kant formaliza jurídicamente al Estado Moderno, que ya en el siglo XVII fuera esbozado idealmente por Thomas Hobbes, a través del conocido “Leviatán”. En especial cuando en la Primera Sección referente al “Derecho Político” determina la división de los po- deres de un Estado, afirmando que “ ... cada Estado contiene en sí tres poderes, es decir, la voluntad universal unida en una triple persona (trias política); el poder soberano (la soberanía) en la persona del legislador, el poder ejecutivo en la persona del gobernante (siguiendo la ley) y el poder judicial (adjudicando lo suyo a cada uno según la ley) en la persona del juez ...”. Y le asigna determinadas atribuciones, tales como “... la voluntad del legislador (legislatoris), en lo que se refiere a lo mío y lo tuyo exterior, es irreprochable (irreprensible), la facultad ejecutiva del jefe supremo (summi rectoris) es incontestable (irresistible), y la sentencia del juez supremo (supremi iudicis) es irrevocable (inape- lable)” 3 . Además, corresponde tener en cuenta que paralelamente a partir de 1776, se difunde la obra “La Ri- quezas de las Naciones” de Adam Smith, en la que sustenta su teoría económica a partir de la divi- sión del trabajo (especialización) y la condición egoísta del hombre, que textualmente la refleja cuan- do expresa que “... el hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus seme- jantes y en vano puede esperarla de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesan- do en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ello hacer lo que se les pide ... no es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo ...” 4 . Oportuno es recordar que A. Smith apela a Thomas Hobbes cuando hace refe- rencia a la opulencia del Estado y a Davis Hume cuando define el concepto de trabajo, con lo cual evidencia su concepción empirista en el modo de sostener su pensamiento económico. Sin embargo, es con Augusto Comte (1798-1857) cuando el empirismo adquiere su mayor grado de expresión en el campo filosófico y científico. En su obra “Discurso sobre el Espíritu Positivo” expresa “... para el espíritu positivo, el hombre propiamente dicho no existe, sólo puede existir la Humani- dad ...” 5 . Comte, instala en la modernidad su “filosofía positiva”, separando tres estados del conoci- miento: a) “Estado teológico o ficticio”; b) “Estado Metafísico o abstracto” y c) “Estado positivo o real”. Sólo a este último le asigna el auténtico conocimiento científico, por cuanto “... circunscribe sus es- fuerzos al dominio, a partir de entonces rápidamente progresivo, de la verdadera observación, única base posible de los conocimientos verdaderamente accesibles”. Además, a este “conocimiento positi- vo” le asignó determinados atributos tales como: “real” porque se conoce a través de los hechos ob- servables, con lo cual pretendió rehuir de lo abstracto; “útil” porque es un saber “encaminado al me- joramiento continuo de nuestra verdadera condición, individual y colectiva”; “cierto” en oposición a la indefinida duda filosófica y “preciso” por la compatibilidad con la naturaleza de los fenómenos y con- forme con la exigencia de nuestras verdaderas necesidades” 6 . 2 Kant I.. Pág. 21. 3 Op. Cit. Pág. 142. 4 Smith A. Pág. 17. 5 Comte A.. Pág. 132 6 Op. Cit. Pág. 90/91 7 Op. Cit. Pág. 167.
  • 3. A su vez, Comte incorpora a la sociología (“física social”) como una de las seis ciencias básicas: ma- temática, astronomía, física, química, biología y sociología. Considera a la matemática “... el punto de partida exclusivo” y a la sociología “... el único fin esencial de toda filosofía positiva...” 7 . La influencia que tuvo la Filosofía Positivista, tanto en el pensamiento filosófico como científico de principio del siglo XIX, fue tan contundente que se prolonga intensamente hasta nuestros días. Por ello, corresponde señalar algunos aspectos que se han arraigado con fuerza en el pensamiento cien- tífico y que se mantienen en la actualidad: a) Para que un conocimiento adquiera la condición científica debe demostrarse a través de “”hechos observables”; b) Se acentuó definitivamente la desvinculación de la metafísica (conocimiento abstracto) como aquello fuera del ámbito científico; c) El conocimiento científico deja de considerarse desinteresado, sino que tiene un fin útil, “de mejo- rar la Humanidad”. Con esto, se enfatiza la concepción mercantilista de la ciencia que sostenía Kant al asignarle valor económico, cuando sostiene que “... el concepto intelectual de dinero, bajo el que está puesto el empirismo, es el concepto de una cosa que, comprendida en la circulación de posesión (permutatio pública), determina el precio de todas las demás cosas (mercancias), en- tre las que figuran incluso las ciencias, en cuanto que no se enseñan gratis a los demás ...” 8 d) La ciencia deja de preocuparse del hombre ontológicamente, para orientar su estudio y desarro- llo al fenómeno natural de la Humanidad; e) Se incorpora a la sociología como un nuevo ámbito de estudio científico a partir de “hechos ob- servables”. Es decir, que esta concepción de la ciencia empírica aplicada a conglomerados humanos en general y, consecuentemente las conductas individuales del hombre, facilitó el naci- miento de una nueva disciplina como la psicología. La “psiquis” humana con el mismo enfoque empirista, en analizar y comprobar biológicamente las conductas del hombre cuando actúa so- cialmente. No obstante que estos pensadores han renegado públicamente de la metafísica en sus obras filosófi- cas, no se puede soslayar sus concepciones religiosas que así las sustentan, y que Max Weber se ocupa de señalar en su obra “Etica protestante y el espíritu del capitalismo”. Para explicar los funda- mentos de la ética protestante, Max Weber recurre a los mayores exponentes que se aglutinan en torno a las distintas vertientes de esta religión, tal como cuando cita a John Wesley quién afirmaba: “... tenemos que advertir a todos los cristianos que están en la obligación y el derecho de ganar cuanto puedan y de ahorrar lo que puedan; es decir, que pueden y deben enriquecerse...” 9 . Tomando este modo de pensar, luego Weber infiere que “... el empresario burgués podía y debía guiarse por su in- terés de lucro, si poseía la conciencia de hallarse en estado de gracia y de sentirse visiblemente ben- decido por Dios, a condición de que se moviese siempre dentro de los límites de la corrección formal, que su conducta ética fuese intachable y no hiciese uso inconveniente de sus riquezas” 10 . Con la identificación de estos reconocidos filósofos de la modernidad, que han influido significativa- mente en establecer una línea de pensamiento con énfasis únicamente en la naturaleza inmanente de la condición humana, se ha pretendido historiar la coherencia imperante en el pensamiento filosó- fico subyacente en el ámbito científico moderno. A modo de síntesis: Thomas Hobbes, propicia al monstruo Leviatán (Estado Moderno) como alternativa para dominar la naturaleza salvaje del hombre. Adam Smith, influido por Hobbes y Hume, sostiene que desde el egoísmo de la naturaleza humana, y con la alienación de su fuerza laboral especializada en el proceso productivo, se contribuye a gene- rar riquezas para aquellas naciones que se incorporen a la entonces insipiente revolución industrial. Immanuel Kant da las bases para formalizar el funcionamiento jurídico de los actuales Estados Mo- dernos y el modo jurídico de resguardar la posesión de la propiedad privada, condición necesaria pa- ra constituir el capital que permita producir y consumir bienes y servicios como sostenía Adam Smith. Posteriormente, con la Filosofía Positivista de Augusto Comte, se facilita el ingreso de las actualmen- te denominadas ciencias humanas o sociales, en el entonces vedado reconocimiento científico, per- mitiendo el desarrollo de técnicas psicosociales aplicables al ámbito humano para operar e influir so- bre grupos humanos. El pensamiento empirista y positivista gestado en el campo filosófico y científico fue generando los fundamentos para consolidar una sociedad capitalista proclive a justificar filosófica y científicamente 8 Kant I.. Pág. 113. 9 Weber Max. Pág. 218. 10 Op. Cit. 219
  • 4. la acumulación de la riqueza, como modo de estructurar el tejido social necesario para el “progreso de la humanidad”. PSICOLOGISMO PRAGMÁTICO DEL CONSUMO. Sin embargo, a fines del siglo XIX en pleno apogeo de la Revolución Industrial, emerge una corriente filosófica iniciada por Charles Peirce denominada “pragmatismo” (que deriva de “pragma”: acción), muy vinculada con el desarrollo de un pensamiento sustentado en la “psiqui-lógica” que denominó semiosis. La semiosis como aquella disciplina aplicada a estudiar al sujeto, en el proceso mental de interpretar y construir la realidad a través de signos. En 1877 Charles Peirce de fuerte influencia empirista, escribe un ensayo denominado “La fijación de creencia” acerca de la ciencia y la lógica, donde sostiene que entre la duda y la creencia el hombre es proclive a la creencia, por cuanto “... la irritación de la duda es el solo motivo inmediato de la lucha por alcanzar la creencia...” 11 . Pero además expresa que “... nuestras creencias guían nuestros deseos y conforman nuestros acciones”. Es decir, afirma que “...el sentimiento de creer es un indicativo ... que en nuestra naturaleza se ha establecido un cierto hábito que determinará nuestras acciones”. Y luego ratifica, diciendo que “...el estado de creencia ... es un estado de tranquilidad y satisfacción que no deseamos eludir o cambiar ...”. Con lo cual, está describiendo la concepción filosófica del pragmatismo como doctrina psicológica con que se domina al hombre. Posteriormente Peirce enuncia y describe los cuatro métodos para fijar creencias: a) Método de la tenacidad: se sustenta en la simplicidad de adherirse a una creencia individual y eludir cualquier otra creencia distinta. b) Método de la autoridad: sostener las creencias a través de instituciones y tener el poder para evitar que se enseñen, defiendan o expresen creencias contrarias. c) Método “a priori”: sostener las creencias de carácter metafísicas “agradables a la razón”, donde las proposiciones no concuerdan con la experiencia, sino con aquello que nos encontramos incli- nados a creer. Pierce cita el ejemplo de la doctrina que el hombre actúa egoístamente porque le reporta más placer no ha sido demostrado en hecho alguno, y sin embargo “ha tenido una amplia aceptación hasta ser la única teoría razonable” 12 . d) Método de la investigación científica: sostiene a la creencia a través de la experiencia y la per- cepción. Con los métodos de creencias que enuncia Peirce se ratifica y queda en evidencia que la teoría mo- derna de la económica actual sustentada en el egoismo, no surgió ni se sostiene a través de ningún método científico. Peirce se inclina por el método de la investigación científica para fijar creencias, por cuanto considera que está sustentado en la lógica; un abanico de lógicas, con discrecionalidad para ser utilizadas en función a cada microdisciplina en particular. Sin embargo, es rescatable en el pensamiento psiqui-lógico de Peirce -que luego dio lugar al “Prag- matismo” de William James-, por la conjunción de tres conceptos importante: semiosis (signos), pragma (acciones) y creencia. Una creencia que se instala también en los autoconsiderados “objeti- vos” ámbitos científicos de las ciencias humanas, tal como el ejemplo del propio Peirce acerca de la creencia no probada sobre el egoísmo del hombre en que se sustenta el andamiaje científico de las teorías económicas modernas que aún subsisten en nuestros días. Por lo tanto, aquellos tres componentes (semiosis, creencia y pragma), han constituido la base para el desarrollo de varias corrientes psicológicas, que a través de la operación del proceso mental se- miótico han construido creencias sociales provenientes de instituciones científicas que tienen como finalidad instalar socialmente “modelos o paradigmas” en pro de la acumulación y el consumo en dis- tintos ámbitos socio-culturales. En tal sentido, oportuno es recordar al semiólogo italiano Umberto Eco cuando en su libro “Signo” sostiene que “... se ha llamado al hombre animal simbólico, y en este sentido, no solamente el len- guaje verbal sino toda la cultura, los ritos, las instituciones, las relaciones sociales, las costumbres, etc., no son otra cosa que formas simbólicas .... en las que el hombre encierra su experiencia para hacerla intercambiable ...” 13 . Es por ello, que la economía moderna ha apelado a la psicología de los “signos convencionales” (aquellos creados y acordados en su uso por los hombres), tales como el número y la moneda (luego transmutada en dinero), para operar en las conductas de acumulación y de consumo. Así como la sociedad capitalista del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XX necesitó recurrir a la acumulación de riquezas para sostener a la denominada “producción en escala”; en la actualidad exi- ge intensificar conductas orientadas al consumo. Corresponde recordar que el funcionamiento en que se sustenta la economía moderna, se asienta básicamente en dos componentes: oferta (producción) 11 Peirce Ch.. Pág. 3. 12 Op. Cit. Pág. 5 13 Eco Umberto. Pag. 107.
  • 5. y demanda (consumo), para determinar el “valor de intercambio”. Este “valor de intercambio social” ha dado lugar a lo que Enrique Del Percio en su ensayo “Dinero, representación y poder en el nuevo es- cenario mundial” describe claramente como el conflicto social contemporáneo expresado a través del individualismo, reflejado en el lema de la época “sálvese quien pueda y como sea” y del consu- mismo sostenido por ingresos laborales provenientes de empleos con alto grado de precariedad. Es- to lo lleva a Del Percio a sostener que “... ya no se trata de una lucha de clases ni de confrontaciones ideológicas, sino que el conflicto se da en primer lugar entre incluidos (que pugnan por seguir siendo explotados por el sistema) y los excluidos que reclaman siquiera ser tenidos en cuenta como escla- vos” 14 . Consideración final: Esta última aseveración nos invita a reflexionar desde una perspectiva moral, por cuanto si en su momento la ética utilitarista predisponía a la alienación en la especializacióndel trabajo y la tecnología exigida por el eficientismo productivo; actualmente se presenta una ética economicista que predispo- ne a la enajenación de conciencia ante las exigencias psicológicas al consumo. Este impulso consu- mista genera una adicción social al signo moneda-dinero, que ha invadido los distintos ámbitos del “quehacer” del hombre contemporáneo. Todo esto sustentado en un contemporáneo pensamiento cientificista que no puede eludir su cuota de responsabilidad ética, tanto en la alienación de la acumu- lación como en la enajenación del consumo, con que se ha ido sojuzgando al hombre moderno. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. Comte Augusto (1962). Discurso sobre el espíritu positivo. Buenos Aires: Aguilar Editor. Kant Immanuel (2004). Crítica de la razón pura. España:: RBA Coleccionables. Kant Immanuel (1994). La metafísica de las costumbres. España: Editorial Tecnos. Weber Max (1998). Ética protestante y el espíritu del capitalismo. España: Alba Libros S.L.. Eco Humberto (1994). Signo. Colombia: Editorial Labor. Peirce Charles (2004). La fijación de la creencia: Trad. y notas de José Vericat. Disponible en: www. unav.es/gep. 12p. 16-11-04. Del Percio Enrique (mayo 2003). Building the empire state? Dinero, representación y poder en el nuevo escena- rio mundial. Adaptación de la comunicación presentada en el Seminario Permanente del Grupo CANOA. 14 Del Percio E. Pag. 35.