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Urge reconstruir la moral de nuestro pueblo. 20 de julio de 2001
1. Urge Reconstruir la Moral de Nuestro Pueblo
INTRODUCCIÓN
Nos encontramos reunidos, los Obispos del Paraguay, en la 164º
Asamblea Plenaria Ordinaria de la Conferencia Episcopal Paraguaya.
El Evangelio de Jesús nos urge a continuar buscando los mejores
caminos para acompañar el crecimiento integral de nuestro pueblo.
En esta búsqueda encontramos hoy, tal vez como nunca, las graves
dificultades que nos impiden seguir adelante con la celeridad que los
acontecimientos actuales nos imponen.
Constatamos, ante todo, un profundo desaliento y constantes
frustraciones que pesan sobre toda la nación. Por eso, siendo fieles a
la tradición de nuestra acción de Pastores, nuestro aporte como
Obispos será buscar en todo momento, e instar a que se busque, el
bienestar temporal, moral y espiritural de nuestros conciudadanos,
especialmente en estos momentos duros de aguda crisis.
Hacemos un urgente llamado a las autoridades, dirigentes políticos y
sindicales, a los empresarios y a todos los ciudadanos a comprometerse
a reconstruir la moral de nuestro pueblo.
UN PASADO QUE NOS COMPROMETE
Grandes esperanzas se habían suscitado en marzo de 1999, como
apuntábamos en nuestro "Llamado" del 7 de mayo de ese año;
esperanzas surgidas de la desición y del sacrificio, y que inclusive ha
costado vidas humanas. Muy a pesar nuestro, en nuestra "Carta
Colectiva" del 26 de marzo del 2000, nos veíamos forzados a decir:
"Hoy, después de un año de varios frustrados intentos de recuperación
en el campo socio-político, económico, cultural y moral, esas
esperanzas han desembocado en la pérdida de confianza en las
instituciones del gobierno, en la administración de la justicia, en la
legislatura, en los partidos políticos, y hasta en las directivas de
muchas organizaciones sociales y sindicales".
Y todavía, en nuestra "Exhortación" del 9 de marzo del 2001, teníamos
que afirmar: "Estamos llegando a límites extremos en la crisis que
sacude al país entero", afirmación que reiterábamos en nuestro
"Mensaje" del 26 de junio de este año: "Es inevitable la mención de
la crisis profunda que afecta al Paraguay todo. Una crisis que abarca
lo social y lo económico, lo político y lo jurídico. Y, muy
especialmente, lo ético".
CAMINOS DE RECONSTRUCCIÓN MORAL
1. Nos parece evidente que este estado de verdadera emergencia
nacional solo puede ser superado, en principio, con soluciones
urgentes de orden político.
2. En este sentido, los partidos políticos tienen la gran responsabilidad
para ofrecer las soluciones pertinentes a ese campo.
Sobre todo, necesitan ser reparados lo antes posible, el quiebre del
lidezgo y la persistente inestabilidad, unidas a la incapacidad de los
partidos políticos de transformarse internamente en forma radical y
profunda y a su incapacidad de servir dignamente al país.
El abuso de la política y del poder crean un caos político, con su
increíble cuota de corrupción, que el país ya no puede soportar. Ese
es el agravante mayor de los problemas económicos y sociales que
esperan una urgente solución. Por eso exigimos que estos cambios se
realicen sin tardar, teniendo en cuenta el respeto y la defensa de la
institucionalidad y del estado de derecho, cumpliendo fielmente los
mandatos constitucionales.
Una necesidad imperiosa es la formación integral de líderes políticos
honestos, idóneos en el desempeño de sus funciones y eficaces en la
gestión del bien común, para que de veras sean los primeros
responsables para generar la mentalidad de una auténtica política
capaz de transformar la sociedad.
2. Repetimos cuanto decíamos en nuestra Carta "Por un Paraguay
honesto, solidario y fraterno", de marzo del 2000: Es "necesario crear
un nuevo orden social, un modelo diferente de sociedad", que
humanice, moralice y dignifique nuestra vida nacional. Para que esto
se realice es importante tener una visión compartida del país que se
quiere. Esa visión debe desterrar en su propio concepto la corrupción
que mina y destruye la personalidad del ser paraguayo y erradicar la
impunidad que no es otra cosa sino el caldo de cultivo de la corrupción.
El nuevo orden debe tener como marco la Constitución Nacional que
por imperfecta que pueda parecer a algunos, de hecho, debe ser
respetada, acatada y perfeccionada, y de ninguna manera anulada en
la vida cotidiana por intereses partidarios y maniobras de grupos. La
verdadera garantía para un estado democrático ha de ser justamente
la vigencia inalterable de la Carta Magna.
Sin embargo, no debemos soslayar la oportuna revisión de nuestra
Carta Magna y de la Ley Electoral, juntamente con las demás leyes
que necesitan ajustarse a las necesidades de ese nuevo orden social.
Pero, sobre todo, el cimiento fundamental para construir ese nuevo
orden social está en una educación integral de todo hombre y mujer
paraguayos. Un pueblo educado en los valores humanos y
democráticos, impregnados de una visión realista de su futuro, y
entrenado para vivenciarlos en su vida cotidiana, podrá crear este nuevo orden
social.
3. 3. E inmediatamente, con una auténtica capacidad gestora de las
instituciones, se debe afrontar, como primera prioridad, el problema
del trabajo, y de la revitalización juridical y económica de la familia.
No existe otra manera de que el pueblo comience de nuevo a respirar
con verdaderas promesas de futuro, y vuelva a creer que éste - el país
de nuestros padres- sea un país donde se pueda vivir humanamente y
donde se pueda promover el progreso social por medio del trabajo
digno y la remuneración justa.
De esta manera la gran mayoría de los paraguayos dejerán de sentirse
humillados en lo más profundos de su ser por la vida desastrosa que
les obligan a vivir los responsables de la gestión pública o de la privada
al servicio de la comunidad, y por la imagen vergonzosa que este
país de héroes, de gente pobre pero digna y sacrificada, proyecta en
este momento en la comunidad internacional.
Creemos que defender y promover la familia, vale decir, en su única
expresión de unión indisoluble de amor y solidaridad del hombre y la
mujer con los hijos, contribuirá para ésta sea el núcleo humano
regulador de un futuro promisorio y de una construcción moral de toda la sociedad.
También los jóvenes que van conquistando espacios importantes de
participación requieren todo el amparo y la protección de las leyes
que la garanticen su sano crecimiento.
4. Al mismo tiempo, es claro -como no escapa a nadie- que es también
llagada la hora de que las inmensas fortunas mal habidas, las
resultantes del pernicioso contrabando, el clientelismo perverso,
el dinero obtenido por especulación, los terribles gastos inútiles
y/o sobrefacturados y obtenidos sin escrúpulos, de la
administración pública deben ser recuperados y dedicados al bien común y al
desarrollo del país.
Que esas actividades formen parte del plan de gobierno para ejecutar
obras de desarrollo y que dejen de ser el gran negocio de un
capitalismo sin corazón, sin moral y sin control alguno del Estado y de la
comunidad nacional.
Nos interpela con fuerza la exhortación del Apóstol San Pablo a los
cristianos de Efeso: "El que robaba deje de robar y póngase a
trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que
tenga que dar algo a los necesitados" (Ef. 4,28).
Es también urgente la Reforma de la ley de Defensa Nacional que
debe incluir con prioridad la reestructuración de unas Fuerzas
4. Armadas más profesionalizadas, acordes con las necesidades
históricas de nuestro país y que reduzca sustancialmente la carga
económica que pesa sobre la población.
5. La Iglesia no se cansará de recordar, a tiempo y a destiempo, parezca
o no realista a los pensadores y analistas de la situación nacional, que
los cambios necesarios dependen en última instancia de la
transformación de la persona y de todas sus relaciones sociales, y
que no se realizan sin la conversión de la mente y del corazón.
Esta responsabilidad nos toca a todos, gobernantes, dirigentes
políticos y sociales y al pueblo todo. No podemos eludir ni siquiera
postergar esta enorme responsabilidad de la cual la historia nos demandará.
La Palabra de Dios, en la Carta de San Pablo a los cristianos de Efesos
nos dice: "Ustedes deben renovarse en su mente y en su espíritu,
y revestirse de la nueva naturaleza, creada según la voluntad de
Dios y que se muestra en una vida recta y pura, basada en la verdad" (Ef. 4, 23-
24).
Esta conversión ha de traducirse en una solidaridad activa, como
aquella de los primeros cristianos, que haga viable el cambio de
nuestras estructuras económicas y sociales, que debe acompañar
necesariamente y al mismo tiempo el cambio de nuestra mentalidad
ciudadana. Es importante pensar y elaborar planes hacia una economía
solidaria de tal manera que se establezca, lo que llamamos una solidaridad
globalizada.
Para lo cual hace falta una gran dosis de auténtico patriotismo, de ese
patriotismo del que nuestra historia nos presenta testigos heroicos.
La Iglesia se siente comprometida a colaborar para la realización
efectiva de estos cambios. Particularmente nos comprometemos en
ofrecer los elementos contenidos en el Evangelio del Señor Jesús
para que cada persona tenga la posibilidad de cambiar desde su mente
y su corazón. Ello contribuirá para que la coherencia de la vida
cotidiana se manifieste en todas las instancias de nuestra sociedad.
Al mismo tiempo, la sociedad civil debe poner todo su empeño para
apresurar la formación y la vigencia de una nueva actitud cívica y
moral en nuestra sociedad buscando metodologías aún más eficaces
de acción y se llegue a formar una conciencia capaz de transformar
las dimensiones humanas y espirituales de la vida.
6. Nos parece oportuno repetir aqui el clamor de nuestro "Llamado"
el 7 de mayo de 1999, que conserva toda su actualidad: "Al terminar
nuestro llamado pastoral, nos hacemos eco de la enseñanza evangélica:
´Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo´ (cf. Mt. 12, 25).
5. Pedimos buscar todos juntos la comunión y la unidad que facilitarán
la convivencia fraterna y lograr así puntos de acuerdo entre la sociedad
civil y el Estado y sobre todo atender las necesidades más urgentes,
especialmente de los sectores más empobrecidos".
Esta actitud de disponibilidad y de generosidad que implica sacrificios
ya no admite postergaciones en este momento tan grave de la vida del país.
CONCLUSIÓN
Cuando las fuerzas humanas decaen y el desaliento comienza a destruir
las bases morales de un pueblo, no se debe perder la fe y la esperanza
en el Padre Providente siguiendo las palabras de Jesús: "Yo estaré
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 20).
Recordamos el mensaje del Santo Padre a los Obispos durante la
última Visita ad Limina: "Veo con satisfacción cómo los Obispos del
Paraguay han acompañado y siguen acompañando a su pueblo en la
busqueda, no siempre fácil, de una convivencia armónica y pacífica,
basada en los valores de la justicia, la solidaridad y la libertad".
Evocando la historia de nuestra patria, creemos que los paraguayos
de hoy somos capaces de ser protagonistas de estos cambios tan necesarios y
urgentes.
Como Pastores de nuestro pueblo creyente, ponemos nuestra
confianza en Aquel que lo puede todo, y que suele actuar a través de
aquellos hombre y mujeres, que llenos de esperanza empeñan sus
esfuerzos por reconstruir, día tras día, las bases de la convivencia moral y de la
paz.
Convencidos de la protección de nuestro compatriota San Roque
González de Santa Cruz, rogamos a Jesús, el buen Pastor, cuide su
rebaño y que María Santísima, Nuestra Señora de los Milagros de
Caacupé, bendiga los caminos que debemos recorrer para comenzar
y llevar a término la impostergable reconstrucción moral de nuestro pueblo.
A todos aseguramos nuestro sincero afecto acompañado de nuestras
oraciones y bendición pastoral.
Asunción, 20 de Julio de 2001
Por mandato de la 164a. Asamblea Plenaria
Pastor Cuquejo
Obispo Castrense - Secretario General de la CEP