Por un Paraguay honesto, solidario y fraterno. 26 de marzo de 2000
1. Por un Paraguay Honesto,
Solidario y Fraterno
Carta Pastoral
Nuestro país vive un período de hondas preocupaciones, inquietudes
y tensiones que afectan a nuestra sociedad en el orden político,
económico, social y humano; factores que aconsejan y exigen una
palabra nuestra, como pastores de la Iglesia, a los fieles y a las personas de
buena voluntad.
1. Los acontecimientos de marzo 1999
El pueblo en general, entendiendo por ello a los intelectuales, obreros,
campesinos, a la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas y
religiosas y en particular a los jóvenes de nuestro país, salió a defender
y a rescatar la dignidad personal y ciudadana seriamente amenazada.
Ese pueblo heroico puso de resalto una vez más los anhelos nobles y
los ideales de participación en la vida democratica de nuestra patria.
Los acontecimientos de marzo de 1999 suscitaron un profundo dolor
y repudio por la violenta agresión fratricida que ha costado la vida
del entonces Vicepresidente de la República y por las vidas jóvenes
brutalmente segadas. La sangre derramada, sin embargo, ha
despertado en la conciencia ciudadana su sentido de dignidad tan largamente
conculcada.
En aquella ocasión, el país sufrió una real y seria amanaza a las
instituciones democráticas y a la misma institucionalidad, donde la
libertad, el derecho, la justicia y la Constitución Nacional fueron
permanentemente quebrantados.
Las esperanzas suscitadas a partir de esos hechos llevó al pueblo a
confiar nuevamente en su propia capacidad de colaborar en la gestión de un
nuevo gobierno.
Hoy, sin embargo, después de un año de varios frustrados intentos de
recuperación en el campo socio-político, económico y cultural, esas
esperanzas han desembocado en la pérdida de confianza en las
instituciones del gobierno, en la administración de la justicia, en la
legislatura, en los partidos políticos, y hasta en las directivas de
muchas organizaciones sociales y sindicales.
Las periódicas marchas y las variadas formas de protesta de los
campesinos y los grupos sociales urbanos nos hablan de un malestar
que reclama urgentes soluciones.
2. El propósito de la Iglesia
2. Nuestra reflexión comienza con la cita de la carta de San Pablo a los
Tesalonicenses: Preocuren que nadie devuelva mal por mal. Por el
contrario, esfuércense por hacer siempre el bien entre ustedes y con
todo el mundo(1 Te 5,15).
A partir de esta exhortación, los Obispos, sacerdotes, religiosos,
religiosas y fieles católicos, nos colocamos en el espíritu del Gran
Jubileo de la Encarnación de Hijo de Dios para experimentar la
conversión y la reconciliación que nos lleve a vivir plenamente esta
recomendación que nos hace San Pablo.
Por eso, expresamos nuestro arrepentimiento y pedimos perdón por
una historia que muchas veces reclamó nuestra coherencia de vida y
nuestro testimonio evangélico, los cuales en muchas ocasiones fueron
omitidos y tantas otras veces mal practicados, que no han contribuido
para que fuéramos mejores hijos de Dios y servidores de nuestros hermanos.
Pedimos humildemente perdón para testimoniar, de esa manera,
nuestra fe en la misericordia de Dios sobre todos nosotros. Que ella
sea el punto de partida para la transformación de nuestra vida personal y social.
Hoy, como en varias ocasiones, llamamos a la conciencia de los
cristianos, los políticos y la ciudadanía en general a respetar y a
defender la institucionalidad y el estado de derecho de nuestro pueblo.
Queremos mantener nuestra confianza en el proceso de
institucionalización del país iniciando con la apertura democrática en 1989.
Por eso, consideramos necesario crear un nuevo orden social, un
modelo de sociedad, lo cual supone que todos percibamos claramente
las raíces del mal, no simplemente en leyes de tipo económico, sino
en las mismas actitudes humanas, como el afán de ganancia y ansia
de poder. Esto requiere de todos nosotros una incansable labor para promover la
honestidad.
La honestidad es una virtud moral y cívica. En cualquier país cuyos
hombres públicos son deshonestos, se tiene que pagar un tributo
oneroso a la deshonestidad insaciable de sus líderes. El ciudadano
honesto, en cambio, es aquel que no miente, que respeta la palabra
dada, y que es incapaz de cualquier apropiación indebida en sus
negocios y en el ejercicio de sus resposabilidades públicas y privadas.
El pueblo hoy exige honestidad y transparencia en todos los quehaceres
cotidianos.
3. Llamado a la Solidaridad
El cambio profundo que proponemos empieza por una urgente
transformación de la persona y de todas sus relaciones sociales, para
3. lo cual es necesaria la conversión de la mente y del corazón. Desde
esa experiencia toda persona humana debe replantear todos sus
vínculos, hasta reconocer y asumir que es necesaria una sana
interdependencia entre todos los ciudadanos que habitan este suelo.
Por eso hacemos un llamado a la solidaridad:
a- Con los más pobres. Especialmente pensamos en nuestros
campesinos y en aquellos que viven en la periferia de las ciudades y
los pueblos, prestando la ayuda necesaria para remediar y aliviar sus
necesidades básicas. El Papa Juan Pablo II decía: "Un principio
peculiar de la doctrina cristiana es que los bienes de este mundo
están originalmente destinados a todos"(Sollicitudo Rei Socialis, 42).
b- Con la familia y la vida humana. La familia es la célula básica
de la sociedad, es la Iglesia domética y santuario de vida. Toda vida
humana es sagrada. Por ello, es un imperativo defender y promover
la vida y los valores que contribuyen a la unidad de la familia, ante
las graves agresiones agudizadas en los últimos decenios con sus
latentes peligros, como los divorcios, las separaciones, la infidelidad
conyugal, que atentan contra esta unidad. Del mismo modo, es
incomprensible y contradictorio repudiar radicalmente la pena de
muerte y aceptar insensiblemente el aborto cuando se habla del valor de la vida.
c- Con la promoción de la dignidad de la persona humana. No
podemos seguir ciegos y sordos ante la proliferación de niños de la
calle, de mujeres y hombres que se prostituyen cada vez más, de
madres desesperadas, forzadas a utilizar a sus hijos como mendigos
para subsistir. Nuestro pueblo necesita, más bien, trabajo, salud,
alimentación adecuada y suficiente, y educación para todos.
Incluimos además a los presos sin el debido proceso judicial, los que
son víctimas de torturas, los desempleados y subempleados que no
tienen lo básico necesario para llevar una vida digna.
d- Con la opinión pública. Reconocemos el papel importante de los
medios de comunicación en la construcción de la vida democrática
del país. Es de reconocer la valentía que protagonistas de algunos
medios han demostrado para defender la verdad y denunciar los males
que les han costado la reputación, el trabajo e inclusive la vida.
Es responsabilidad de los medios de comunicación y de los
empresarios de la comunicación abstenerse de tomar partidos
politizando la información con intensiones de volcar la balanza de la
opinión pública hacia sus propios intereses ideológicos o políticos,
desembocando en una "guerra de los medios" que no hacen sino
confundir a la opinión pública. Es deber de los medios informar y
formar al pueblo ávido de un servicio veraz y objetivo de los
4. acontecimientos que la prensa escrita, oral y televisiva, puedan brindar.
e- Con los trabajadores. El trabajo humano dignifica a la persona y
contribuye al desarrollo de la sociedad. "Un desarrollo solamente
económico no es capaz de liberar al hombre, al contrario, lo puede
esclavizar todavía más. El desarrollo y la liberación se concretan en
el ejercicio de la solidaridad" (Sollicitudo Rei Socialis 46).
Las autoridades y los empresarios deben esforzarse en lograr que los
obreros aptos para el trabajo tengan la oportunidad de conseguir un
empleo adecuado a sus aptitudes; que se pague a cada uno el salario
que corresponda, según las leyes de la justicia y de la equidad. Que
los trabajadores puedan sentirse resposables de la tarea realizada en
las empresas; que se construyan organismos intermedios que hagan
más fecunda y ágil la convivencia social; que finalmente todos por
los procedimientos y grados oportunos puedan participar en los bienes
de la cultura (Cf. Pacem In Terris 64).
Por otro lado, las exigencias sindicales no pueden transformarse en
una especie de "egoismo" de grupo o de clase, y conducir a actitudes
"huelguistas", causando grandes pérdidas económicas y productivas
al país, por más que puedan y deban tender también a corregir - con
miras al bien común de toda la sociedad- incluso todo lo que es
defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción o
en el modo de administrarlos o de disponer de ellos. La vida social y
económico-social son ciertamente como un sistema de "vasos
comunicantes", y a este sistema debe también adaptarse toda actividad
social que tenga como finalidad salvaguardar los derechos de los
grupos particulares (Cfr. Laborem Exersens, 20).
f- Con los que sueñan y con los que ya trabajan por la grandeza
del país. Existen hombres y mujeres que aspiran por un país mejor y
que ya trabajan para que esas aspiraciones sean una realidad. De
manera particular están los miles de jóvenes quienes, movidos por
sus sanos ideales y libres aún de la corrupción imperante, luchan por
hacer sus sueños realidad. Estas personas, antes de ser criticadas y
sus emprendimientos tratados de ilusorios, deben contar con el apoyo
y el estímulo de toda la sociedad.
4. El cambio que se nos exige
a) Una vez más repetimos que la salvación del país y la mejor suerte
de todos cuantos vivimos en tierra paraguaya depende de todos.
"Todos somos responsables de todos, es decir, cada uno esta ligado
por un imperativo moral universal a reconocer a los demás como
beneficiarios de iguales derechos y dignos de un trato igual" (Juan
Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático, 01/09/90).
5. b) La cultura de lo bajo y vil de la mentira, de la violencia y la
corrupción, de la compra de conciencias y de la impunidad, debe dar
paso a la búsqueda del auténtico país que anida en el corazón de
todos los habitantes de buena voluntad. Así será posible construir en
el corazón de América un país grande y próspero, sobre los pilares
fundamentales de la verdad, la justicia, la libertad y el amor ciudadano.
c) Queremos un país honesto y solidario sustentado en una cultura
que ayude a nuestros líderes a crecer en responsabilidad por el bien
común y en la generosidad en su servicio al pueblo. Toda autoridad
tiene, por tanto, la grave responsabilidad de servir al pueblo para
resolver sus necesidades básicas. En este sentido debemos declarar
con sinceridad que los partidos políticos, hasta ahora han demostrado
su incapacidad de hacer crecer el país con dignidad; si queremos que
cambien nuestras condiciones de vida, es vital que los partidos se
transformen internamente en forma radical y profunda.
d) Esperamos una revisión profunda de planes, acciones y recursos
del Estado para reactivar la economía, para facilitar la oportunidad
de vida, trabajo, el crecimiento y la dignificación de los agricultores,
obreros, indígenas, ganaderos, industriales y la gran franja de
desempleados del país. Esto exige la puesta en marcha del plan global
nacional con honestidad y transparencia.
e) No se puede postergar la manifestación de signos claros que
expresen abiertamente la decisión gubernamental de establecer nuevas
pautas de desarrollo, un nuevo modo de administrar la cosa pública y
una lucha tenaz y perseverante contra la corrupción y la impunidad.
Como pueblo tenemos que comprender la situación que vive nuestro país,
nuestra economía y las instituciones al servicio del bien público. Esta
comprensión debe llevarnos a todos a colaborar asiduamente en el proceso
de desarrollo del país y seguir creciendo en conciencia ciudadana como
pueblo para ejercer la tarea de controlar, estimular y corregir los posibles
abusos cometidos en las gestiones de los funcionarios y autoridades en el
desempeño de la misión que se les confía.
5. Un compromiso ineludible
Reconocemos que el Evangelio de Jesús aún no ha entrado
profundamente en el corazón de nuestro pueblo. Por eso queremos
recordar e insistir en la enseñaza de Jesús, Maestro, en que debemos
comenzar por la conversión personal. Jesús comenzó su vida pública
al proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está
cerca"(Mt. 4, 17). Tal es la fuerza de esta proclamación, que puede
generar un cambio de vida, de visión y de actitud de grupos y de
personas responsables de la vida y acción de las instituciones al
servicio del pueblo. Esta invitación se acentúa con el mensaje del
6. año jubilar y el período cuaresmal que estamos viviendo. El
compromiso peremne de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios, y
esta es su contribución sustancial para renovar todas las cosas.
Una vez más, invitamos a todos los habitantes del país, sin excluir a
nadie, para que participen del emprendimiento Paraguay Jaipotava.
El nos ofrece una gran oportunidad para crear nuevos vínculos
personales y sociales a fin de conseguir el cambio de mentalidad de
una sociedad prebendaria a una sociedad participativa y con la
capacidad de elaborar la visión positiva de futuro para nuestro país.
Decimos una vez más con las palabras de Cristo: Necesitamos
hombre nuevos, nueva levadura, cristianos que sean luz del
mundo con su vida, su testimonio personal, sus criterios y su
doctrina. Esta necesidad se refiere muy particularmente a los laicos
que pertenecen a los diversos movimientos de la Iglesia. Hoy, el
evangelio exige de ellos un compromiso claro y decidido de ser
auténticamente hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres
del mundo en el corazón de la Iglesia. Ya no es posible vivir la santidad
solamente al interior de la comunidad eclesial, ella debe traspasar
todas las estructuras del mundo actual. Sin este paso fundamental y
primero no vamos a llegar a la nueva sociedad, al nuevo Paraguay que todos
queremos.
En este año jubilar dedicado a la Santísima Trinidad, nos ponemos
bajo su protección para que logremos una verdadera comunión entre
todos los ciudadanos. Así, nuestra sociedad será el reflejo del amor
solidario del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Que la Virgen de Caacupé y San Roque González nos acompañen en
la construcción de un Paraguay más honesto, solidario y fraterno.
Con sincero afecto, les bendecimos a todos.
Asunción, 26 de marzo del Año Santo de 2000
Por los Obispos del Paraguay
+ Pastor Cuquejo
Obispo Castrense - Secretario General de la CEP