David Lyon postula un concepto abierto de la misma que nos refiere a una serie de transformaciones decisivas que se vienen dando desde finales del siglo XX: el vertiginoso cambio tecnológico, nuevas preocupaciones políticas, el auge de los movimientos sociales y la globalización.
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POSTMODERNIDAD_de_DAVID_LYON.pdf
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!MPORTADu
POSTM"OERN10AO
P~EC.J.O pa!1dh! S~~Jü
La POSTMODERNIDAD corno idea. experiencia
cultural y condición social hJ dado lugar a un extenso y,
en ol.:asiones, agrio debate en las ciencias humanas.
DAViD LYON postula un concepto abierto
de [Jostmodernidad que nos refiere a una serie de
tral1sformacione~ decisivas que se están produciendo a
finales de siglo xx: el rápido cambio tecnológico.
Iwevas preocupaciones polítIcas, el auge de los
movimientos sociales y la globJ.lización. Pero la
cuestión va más allá: la quiebra de la modernidad
(,conlleva la del C'oncepto ilustrado de razón y progreso')
¿Está surgiendo un nuevo tipo de sociedad centrada en
IG~, consumidores y el consumo más que en torno a
la moducción y los trabajadores? El autor aborda
crLicamente estos interrogantes, al tiempo que ayuda
al ¡.cctor a situarse ante una de las más complejas
controversias contemporáneas. En esta misma colección:
«Libertad» (LB 1587), de Zygmunt Bauman:
«Democracia» (LB 1597), de Anthony Arblaster:
,<El Estado» (LB 1603), de John A. Hall y G. John
Ikenberry; «Liberalismo» (LB 1659), de John Gray;
"Socialismo» (LB 1673l, de Bernard Crick, y
«Conservadurismo» (LB 1728), de Robert Nisbet.
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El libro de bolsillo I '1 11111 -~~
Al· 1[" l't . 1 9 "788420 607894
lanza l.:,üLO.rm
3. y ha puesto además en su corazón la
idea de la perduración, sin que pueda el
hombre descubrir la obra de Dios desde
el principio hasta el fin.
Eclesiastés 3,11
Prólogo
Ayer por la tarde mis hijos y yo encontramos una foto
mía de cuando empezaba a andar, en la que llevaba los za-
patos de mi padre. Al escribir, me siento un poco como
me debí sentir entonces, luchando con algo que era dema-
siado grande para mí. Este libro intenta lo imposible: ex-
poner brevemente qué es la postmodernidad. Imposible
porque la postmodernidad tiene muchos significados y la
brevedad no podrá dar cuenta de todos. Habrán de que-
dar fuera muchas cosas. Voy a comentar varios factores.
La postmodernidad es un concepto de varios niveles
que llama nuestra atención sobre diversos cambios socia-
les y culturales que se están produciendo al final del siglo
xx en muchas sociedades «avanzadas»; por ejemplo, el rá-
pido cambio tecnológico, con las posibilidades que ofre-
cen las telecomunicaciones y los ordenadores; los nuevos
intereses políticos y el auge de los movimientos sociales,
especialmente los relacionados con los problemas raciales,
9
4. 10 David Lyon
étnicos, ecológicos y de género. Pero la cuestión es toda-
vía más amplia: ¿está desintegrándose la propia moderni-
dad como entidad sociocultural, incluido el majestuoso
edificio de las concepciones del mundo de la ilustración?
¿Está apareciendo un nuevo tipo de sociedad, quizá es-
tructurada en torno a los consumidores y el consumo en
vez de en torno a los trabajadores y la producción?
Dos consideraciones justifican la inclusión y la exclu-
sión de diversos aspectos del debate sobre la postmoder-
nidad. Una es el deseo de hacer una introducción legible
a lo que se ha convertido en un campo de estudio muy
complejo. Espero que, si bien no he examinado todos los
aspectos o autores en detalle, el lector podrá completar el
cuadro con ayuda de las referencias que se facilitan en las
notas. La otra es mi propia formación como investigador
y autor: me interesan las teorías del cambio social, espe-
cialmente en relación con la secularización y las dimensio-
nes sociales de las tecnologías de la información y las co-
municaciones.
Tengo una profunda deuda con amigos, colegas, estu-
diantes y mi familia por ayudarme y animarme a escribir
este libro. Los comentarios de Marya Bootsma, Annette
Burfoot, Ken Jacobson, Richard Middleton, Ray Morrow,
Philip Sampson, Barry Smart, Bin-ky Tan, Ivan Varga y
Gianni Vattimo me obligaron a replantearme algunas
cuestiones. Yo soy responsable del producto final. La
Queen's University apoyó parte del trabajo con una beca
del Advisory Research Cornmittee. Como mejor me ayu-
daron Sue, Tim, Abi, Josh y Min fue con su grata diver-
sión. ¿Postmodernidad, papá? Vuelve a la realidad.
1. Introducción: realidades sociales
y replicantes
Este libro trata sobre la postmodernidad. En él se sos-
tiene que el concepto de postmodernidad forma parte del I
pensamiento ~ociall?orque llama nuestra atención so?re
algunos cam~ SOCiales y culturl!1es tremendamente lffi- -
portantes_que se~tán produciendo a finares del siglo xx.
Pero la mayoría de quienes están familiarizados con el de-
bate sobre la postmodernidad son más conscientes de su
dimensión culturar, ta1YComo se manifiesta en~e, la ~
arquitectura y ~. Así pues, empezaré con este aspec- ,
tótOmando la película postmoderna por excelencia: Blade
Runner.
Blade Runner transcurre en Los Ángeles, año 2019. Unl
grupo de replicantes --cuasipersonas producto de la ¡
bioingeniería, que normalmente habitan en el espacio ex-·
terior- han regresado para enfrentarse a sus creadores, la
Tyrell Corporation. Su exigencia es simple: comprensible-
mente se oponen a que su vida sólo dure cuatro años ytra-
r-
11
5. .
12 David Lyon
tan de conseguir status humano. Deckard, el blaJe runner,
~ tiene la poco envidiable tarea de localizarlos y eliminarlos
11~0 «retirarlos». -
¡l Lo~ replicantes no S?r: robots,' sino simulacros. Sus vi-
; das, SI no plenas, son rapldas y Violentas. Constantemente
aparecen en distintos lugares sin que aparentemente ha-
yan viajado. Y son sometidos a pruebas por los humanos
para determinar si son replicantes o no. Uno de ellos, Ra-
chel, le muestra una foto de su madre que por fin le da la
sensación de que tiene un pasado «verdadero», una histo-
ria, como los humanos. Evidentemente, a Deckard esto le
basta para iniciar una relación amorosa con ella, aunque la
<<versión del directOr» de 1992 no tennina con su huida
juntos a los bosques y las montañas de la versión anterior.
/,1 El escenario de Blade Runner es de decadencia urbana,
iedificios abandonados que fueron majestuosos en el pasa-
ido, calles abarrotadas y cosmopolitas, intenninables mer-
~ cados callejeros, basura sin recoger y una llovizna gris
constante. ¿Quizá se ha producido ya el holocausto nu-
clear? Sin duda, el progreso está en ruinas. No hay nada
reconocible como Los Angeles. Podría ser cualquier lugar.
Columnas griegas y romanas, dragones chinos y pirámides
egipcias se mezclan con gigantescos anuncios en luces de
neón de CocaCola yPan Am. Aunque sobrevuelan las ca-
lles vehículos de transporte iluminados y hay breves esce-
nas de habitaciones resplandecientes en la Tyrell, la ima-
gen dominante es de decadencia, desintegración y caótica
mezcla de estilos.
¿Qué hace postmoderno a Blade Runner? Mencionaré
sólo un pequeño número de temas relacionados con los
que~e tratan más adelante en este libro. Para em~zar, se
I cuestiona la «realidad» misma. Los replicantes éiüiiren ser
personas reales, pero aparentemente la p~ba de realidad
2. es una imagen fotográfica, una identidad construida. Esta
es una forma de ver la postmodernidad: un .d@ate sobre
1 la realidad. El mundo de sólidos datos científicos y una
¡
13
Postmodernidad
historia con finalidad que nos legó la llustración europea,
¿es meramente un anhelo? ¿O, peor aún, producto de
una manipulación urdida por los poderosos? En cual-
quier caso, ¿qué nos queda? ¿Un arenal de ambigüedad,
una mélange de imágenes artificiales y fluctuantes en las
pantallas de televisión, o una saludable liberación de las
definiciones impuestas de realidad? El capítulo 1 de este
libro constituye una misión de reconocimiento que sitúa
el fenómeno de la postmodernidad, al menos de forma
preliminar.
Pero en cu@to intentamos describir la ~oderni- ~
d~J:!ezamos con la mOdernidad. En los e cios y ca-
lles de Blade Runner descubrun'QSPor doquier vestigios
de modernidad residuos de ro reso. En el capítulo 2
trato e resumir algunos e los motivos clave de la moder-
nidad, especialmente tal y como los percibían los pensa-
dores sociales de los siglos XIX y xx. Al revisar a los anti-
guos teóricos se pone de manifiesto cuánto previeron de !
lo que ahora denominamos «postmoderno». Karl Marx, ~
por ejemplo, mostró que la revolución constante de la
producción significaba que <Jo que es sólido se desvane<::e I
en el aire». Nad~L~ ..<;ap2 a los efectos COrrosivos del capi '
talism~o--,-_.Este proceso continúa en la postmodernidad,
dOñde, en las palabras de un replicante, todos los momen-
tos de la experiencia «se perderán en el tiempo como lá-
grimas en la lluvia».
En el capítulo 3 surge otro tema que también tiene pro-
fundas resonancias en BlaJe Runner. El orden industrialr
moderno parece dar lugar a nuevos principios organiza ':
dores estructurados en torno al conocimiento, no al traba ;:'1'
jo y al capital, como sostenía 'Marx~ados en máqui W
nas que incrementan el poder de la mente, y no de los
músculos. En la película, el conocimiento ha ~,odllQQo
un negocio cuyo lema, en Qalabras de Tyrell, es «más hu-
mano que humano»; la ingeniería.genética intr9aiiCéios
simúIacros humanos. Los replicantes existen en un muo-
6. 14
15
David Lyon Postmodernídad
do que ha vencido la limitaciones del tiempo y el espacio
gracias a las tecnologías de la información y la comunica-
ción de la «ciudad global». Pero la antigua clase trabaja-
dora no ha desaparecido completamente. En Los Ángeles
I I viven habitantes del Tercer Mundo que forman el explo-
~ I tado proletariado postindustrial. Es esta mezcla cultural,
I
, intensificada por los nuevos medios de comunicación, lo
que da a la postmodernidad sus referentes sociales.
Esto nos lleva a la sociedad del consumidor, donde
/ Irtodo ~J!11 es~ctácI1Ja, y1Uúpico_qye cuenta ~
:> ~ la inf~en pú.hlica.,.Algunas replicantes van vestidas como ~
maniquíes. Una de ellas, Zhora, al morir se estrella contra
los escaparates de una galería comercial aparentemente
interminable. Junto con las marcas más conocidas de be-
bidas y líneas aéreas se anuncia la posibilidad de estable-
cerse en el «espacio extenOD>. El consumismo y el consu-
mo son motivos postmodernos centrales yen el capítulo 4
se sugiere que proporcionan claves reveladoras sobre las
hlUevas condiciones sociales. Somos lo que consumimos.
fl)isneylandia resulta ser más real de lo que pensábamos.
Según Giuliana Bruno!, Blade Runner «plantea cuestio-
,nes de identidad, identificación e historia en la OStiño-
derni . n cap! o 5 a historia pasa a pnmer ténni-
_ no. ¿Qué he¡InosJ;l~ ha~( ,Con el ffiW1do (poit)QlQdemo?
¿Acaso nos queda sólo un.p_l!!l.ti~h~.1?-~!!!)pdemo, frag-
mentosyfótosenUñ.-rollage? Las iden~da~es fotográficas
que'ños coñstrwmos ¿nos vinculañ"con una historia más
amplia? ¿Podemos discernir algún aspecto esencial de la
tecno~giª..o del ¿ameran o aclª-~~mocracia~brevi
va intl!cto de la modernidad? ¿Es nuestra «pérdida de his-
1
'- '-~,-~.- --------~~-< ---~~ -, - -.
-~-~
1 Giuliana Bruno, «Ramble Cíty: Postmodemism and B/adeRunner»,
October, 41, verano, 1987. Mis comentarios sobre esta película también
están influidos por Bruno ypor David Harvey, The Condition o/Postmo-
demity (Nueva York, Blackwell, 1990), pp. 30814, Ypor Gianni Vatti-
mo, The Transparent Society (Cambridge, PolityPress, 1992), pp. 83 Yss.
[Ed. cast.: La sociedadtransparente, Barcelona, Paidós, 1990.]
taria» una condición permanente o una amnesia tempo-
ral? BladeRunner presenta una desoladora y sombría~It
to~a; la omisión de la <<vuelta a la nat a» de la verI"
sión del director simp emente nos deja con un desasosie-
go apocalíptico aún mayor. ¿SonJªde~!~e
la c~!!Jerm~ºsy!!od~ma? Mi respuesta a esta
última pregunta es que no, pero no por razones populares
entre muchos postmodemistas.
I
I
1
7. 2. Postmodernidad: la historia de una idea
La ventisca del mundo/ha cruzado e!
umbraVy... ha trastocado/e! orden de!
alma.
LEüNARD CmlEN, «The Future»
¿Es la postmodernidad una idea, un~peciencja cul n
tural, una condición social o quizá tod~§o uª-Y~? Sin '/
dUda, la postmoaemIaadexist:ecomo idea o como una
fonna de crítica entre los intelectuales y en los medios.de
corrnmicación. Desdelid&adadeJOs ochenta viene sus-
citando un gran debate, en ocasiones airado o angustioso,
en muchas disciplinas, de la geografía a la teología y de la ,~
filosofía a las ciencias políticas. La controversia sobre el
postmodernismo en el arte, la arquitectura y la crítica lite-
raria y cinematográfica comenzó un poco antes. Edificios
como la ampliación realizada por Venturi de la National
Gallery en Londres, novelas como Los versos satánicos y,
por supuesto, películas como Blade Runner han estado en
el centro de dicho debate en algún momento. En los me-
dios de comunicación más populares también es inevita-
ble la referencia a lo postmodemo, desde su ridiculización
en los periódicos a una reciente serie de la BBC para la te-
17
8. 18
19
postmodemidad
David Lyon
levisión británica titulada The Real Thing (1992). Así
pues, la postmodernidad no ha quedado confinada a cier-
tos reductos selectos, sino que para muchas personas de-
nota toda una serie de experiencias diarias.
No obstante, podría suceder que la idea de postmoder-
nidad no fuera más que una moda, una invención de men-
tes académicas calenturientas o de esperanzas radicales
frustradas. Pero sJJ..!nvestigación merece la pena pues nos
refiere a una serie de tema!¡ extremadamentejm~rtantes.
Nos hace más perceptivos y nos ayuda a ver en ciertas
cuestiones problemas que hemos de explicar. Pero, para
empezar, buscaremos sus antecedentes sociales e intelec-
tuales. ¿Cuál es la historia de esta idea?
Con la «providencia», y su posterior transposición en
«progreso» y ñí:iS tarde en «nihilismo», comienza una se-
rie de ideas extremadamente significativas en Occidente.
La «providencia» es el cuidado que Dios dispensa a su
creación, vigilando el proceso de la historia, de forma que
ésta siempre avance hacia un objetivo concreto. Uno de
sus paladines fue el filósofo cristiano San Agustín, cuyas
reflexiones en La ciudadde Dios habrían de tener una pro-
funda influencia en la confIguración de la civilización oc-
cidental. El providencialismo niega el movimiento cíclico
en la historia,'despertando la esperanza en el futuro, más
que resignación o pesimismol
.
No obstante, el énfasis en el movimiento hacia adelante
de la historia se podía vincular fácilmente a la convicción
de que las cosas en general tendían a mejorar, especial-
mente bajo el impacto del pensamiento ilustrado. Al de-
sembarazarse la razón del medievalismo y la tradición,
muchos creyeron que sería posible avanzar más lejos y
más rápidamente. Irónicamente, los propi<;>s comentaris-
tas cristianos con frecuencia fomentaron esta idea. Pero,
1 David Bebbington, Patterns in History (Leicester, Inter-Varsity
Press, 1979), pp. 43 Yss.
al acentuar el papel de la razón, y restar importancia a la
intervención divina, se estaban poniendo las semillas de
una variante secular de la providencia, la idea de p~
.Jd. La certeza de la evidencia que nos proporcionaBan os
sentidos sustituyó a la certeza de las leyes divinas y prepa-
ró el camino a las modernas concepciones del mundo
científicas. Al mismo tiempo, Europa estaba alcanzando
el predominio económico y político. En palabras de An-
mony Giddens:
El desarrollo del poder europeo constituyó el fundamento
material, por así decirlo, para el supuesto de que la nueva con-
cepción del mundo se apoyaba sobre una base firme que al mis-
mo tiempo aportaba seguridad y ofrecía la emancipación del
dogma de la tradición3
.
Pero, ¿hasta qué punto era firme esa base?
Aunque la ilustración y, por tanto, el~~cto moder-
no, debían eliminar la incertidumbre Yla aro iva.leñCia, la
razÓn¿¡~~a siempre ten ría sus u as. Estaba obli-
gaCfa'aeTIOs1 quería evitar volver a caer en el «dogma». La
relatividad del conocimiento quedó incorporada en el
péñsamiento moderno. Pero como en la parodia secular
del pensamiento divino se seguían buscando «leyes» uní-
2 Karl Lowith expresa esta opinión en Meaning in History (Chicago,
University of Chicago Press, 1949). [Ed. cast.: El sentido de la Historia,
Madrid, Aguilar, 1973.] Hans Blumenberg rechaza esta tesis en The Le-
gitimacy o/the Modern Age (Cambridge, MA, MITPress, 1983) Ysostie-
ne que el progreso «volvió a ocupar» el espacio que dejó la providencia.
Así pues, el egoísmo moderno puede presentarse como un motivo <<legí-
timo» de la modernidad. La erudición de Blumenberg es impresionante,
pero su crítica de la postura de Lowith oculta el hecho de que el progre-
so es un artículo de fe. Véase, por ejemplo, Bob Goudzwaard, Capitalism
and Progress (Grand Rapids, MI, Eerdmans, 1979).
3 Anthony Giddens, Tbe Consequences o/Modernity (Cambridge, Po-
lity Press, 1990), p. 48. [Ed. cast.: Consecuencias de la modernidad, Ma-
drid, Alianza Editorial, 1993.]
9. 21
20
David Lyon Postrnodernidad
versales, la relatividad siempre se consideró un estorbo.
La posición más extendida en la actualidad que nues-
tras observaciones dependen de supuestos y que esos;u-
puestosestanrelacloñáaos-concoñcepcfónes del mundo y
, I con posiciones de poder- hacéqü'eIa retatiVldad, por no
11 decir el relativismo, parezca más natural. Para los nietz-
' scheanos, aquí se demuestra la futilidad de los modernos
sueños de universalism04
, En la modernidad ya se halla el
embrión del nihilismo,
En el momento álgido de la confianza victoriana, el co-
lonialismo europeo y el asentamiento en la frontera nor-
teamericana, predominaba de manera absoluta la creencia
en el progreso. Parecía confirmada por los acontecimien-
tos (desde luego, un tanto selectivos), A pesar de lo que si-
guió -la Gran Guerra y la Depresión-, las esperanzas
no se truncaron enteramente: la Exposición Mundial de
Chícago de 1933 celebró «un siglo de progreso». La fe en
el progreso vaciló tras la Segunda Guerra Mundial, pero
fue restablecida artificialmente por el vasto desarrollo
científico y tecnológico y por un consumo sin preceden-
tes. No obstante, el daño estaba hecho. El colonialismo se
derrumbó y se fue concediendo la independencia política
a un estado tras otro. La otra cara del industrialismo se re-
veló amenazadoramente en la degradación del medio am-
biente, el agotamiento de recursos irreemplazables y el de-
terioro de la capa de ozono.
El resultado fue el cuestionamiento general de las doc-
trinas heredadas. En el mundo occidental un tremendo
movimiento cultural difuminó o eliminó las antiguas de-
~arcaciones. La década de los sesenta presentó retos cul-
6
"ururales y políticos de inmensa importancia: la tradición y
. 'el gusto ya no eran exclusivos de reductos minoritarios.
4 Véase Zygmum Baurnan, Modernity and Ambivalence (úunbridge,
Polity Press, 1988),
Surgieron nuevos movimientos sociales. La guerra de
Vietnam y, después, el Watergate, alimentaron el cinismo.
Paralelamente a esos acontecimientos, en Europa oriental
empezaban a germinar movimientos democráticos que
florecerían con la desintegración del comunismo. El pe-
riodo transcurrido entre la Revolución Francesa y la caída
del socialismo burocrático de estado 0789-1989) se con-
virtió así en los dos siglos simbólicos de la modernidad,
expresados políticamente en la búsqueda de un mundo
racionalizado.
Empañados los grandiosos sueños de occidentalización,
y con el auge de voces opositoras como el islam sunnita5, ~
también se vio cuestionada laidea de un conocimiento o ~
cultura universal. Erp~~greso-mearante el desarrollo te<:-
nolog1<:? y eTC~<:~~mo ecoñómico pareCía, en el mejor ~
de lOs casos, una bendición a medias. La razón había pro- '
ducido tantas pesadillas como dulces sueños y el irracio-
nalismo de las drogas o las nuevas religiones parecía más
prometedor. Todo indicaba que se había producido una
pér9L<kde Jegitimación~ y de motivación por par-
te del ciudadano-trabajador. Los intelectuales discutieron I
si había que cons~erar la crisis una catástrofe o un~ opor-
tunidad, y buscaron nuevos términos para describlrla
nüéVaSituación. <<Postmodernidad» es el mejor de los que
se les ocurrieron.
La postmodernidad, por tanto, se refiere sobre todo al )
agotamiento de la modernidad. Como paso preliminar
paraTacilitar el análisis conviene distinguir entre Q9StmO-
~.que.acen.tlÍ.ª~e1Jls~eta.~ral, y postmodeCQÍ:
dad, donde el énfasis se pon~!!. ~al6.YQígo «preli-
~. -- ;;;¡;;¡;,~' - - - - . . -
5 Véase Ernest Gellner. Postmodernism, Reason and Religion (lon-
dres y Nueva York, Routledge, 1992), p, 17, Con Jomeíní, el islam pasó
de la vertiente shiíta a la «alta» sunnita,
6 Giddens, por ejemplo, tiene en cuenta esta distinción en Consequen-
ces, pp, 45-6,
10. 22 23
David Lyon
f
'minar» por ciertas razones que esencialmente consisten
en la imposibilidad de separar lo cultural de lo social, por
deseable que pudiera ser esta distinción.
Así pues, el postmodernismo se refiere a fenómenos
culturales e intelectuales. Uno de ellos es el abandono
del «fundacionalismo» la idea de ~ue la ciencia se
apoya s~re la fjrme..base ~he..cll.OiObserHab!es, en la
fil~ofía de la ciencia. Aparte de esto, el postmodernis-
mo~uestiona todE§.los principios esenciales de la ilus-
tración. Otro fenómeno es la-fQ!?sig,uiente qui~e
las j~arquías del conocimiento, el ;lsto y la opinión,
y el interés por lo local más que por o ~rsar:-si se
impone una visión «débil» de la ciencia, la autoridad
pierde su lugar privilegiado. La naturaleza, los indíge-
nas, etc., pueden constituir modelos igualmente válidos.
-l Un tercer fenómeno es la sustitución del libro impreso
por la pantalla de televisión, el paso de la palabra a la,
~agen, del discurso a la figura o, corno prefieren los
acuñadores de términos, del logocentrismo al iconocen-
trismo.
Por otra parte, la postmodernidad, aunque sigue refi-
riéndose primordialmente al agotamiento de la moder-
nidad, está relacionada con una serie de supuestos cam-
biOS sociales. O bien se está formando un nuevo tipo de
sociedad, cuyos contornos ya se pueden percibir vaga-
( mente, o se está inaugurando una nueva fase del capita-
lismo. En ambos casos, se ponen en tela de juicio los
modelos anteriores de análisis social y práctica política.
Yen ambos casos son cruciales dos cuestiones: la signi-
11 ficación de las nuevas tecnologías de la información y la
I1 comunicación, que a su vez facilitan otros procesos
~ corno la globalización, y el consumismo, que quizá esté
eclipsando la convencional posición central de la pro-
ducción.
Postmodemidad
Los progenitores
A fm de comprender las principales corrientes del pen-
samiento postmoderno conviene retroceder e interrogar a
aquellos pensadores que se adelantaron a la postrnoderni-
dad. Sin duda la figura más significativa es Friedrich
Nietzsche (1844-1900), un postrnoderno avant la lettre.
En 1888 anunció que «el nihilismo está a la puerta». En
efecto, esta «premonición, misteriosa donde las haya», fue
recibida en Europa con recelo y cierta ansiedad. ¿Por
qué? Para Nietzsche, la verdad «sólo era la solidificación
de las viejas metáforas». Esto debía entenderse en el con-
texto de la Europa de la ilustración. Las metáforas debían
fundirse otra vez para que se revelaran corno creencias
humanas y opiniones de un determinado grupo social.
Nietzsche dedicó su vida a mostrar la vaciedad de las es-
peranzas de la ilustración. Pero su obra no ha sido com-
prendida con todas sus implicaciones hasta un siglo des-
pués7.
Uno de los ternas más básicos del debate postrnoderno ,
gira en torno a la realidad, o irrealidad, o multiplicidad de ,
realidades. El nihilismo es el concepto nietzscheano que
se ajusta mejorl.-estltsensaeión fluida e incierta de la rea-
lidad8. Cuando la permanente actitud de duda de la razón¡
1,
moder1la se ~~_ilal!!'9'pia raWJ, el (esültado es el ni- ¡
h!lisillo. La g~i9n@<iad, bien sea en el arte, en la filosofía
o en la ciencia, se ve a~ por el nihilismo. Los supues-
7 Muchos comprenden la relevancia de Nietzsche a través de Gianni
Vattimo, The End ofModernity (Cambridge, Polity Press), publicado en
esta traducción inglesa en 1988, cien años después de la primera edición
de La voluntadde poder de Nietzsche. [Ed. cast.: Elfin de la modernidad,
Barcelona, Gedisa, 1987.]
8 Jean-Fran~ois Lyotard, The Postmodero Condition: A Report on
Knowledge (Minneapolis, University of Minnesota Press, y Manchester,
Manchester University Press, 1984), p. 77. [Ed. cast.: La condición post-
moderna, Madrid, Cátedra, 1989.]
11. 25
24 David Lyon
tos sistemas de razonamiento, afinna Nietzsche, son en
realidad sistemas de persuasión. Así pues, las pretensiones
de haber descubierto la verdad en realidad ocultan lo que
J Nietzsche denominó <<voluntad d~er». Quienes abri-
I gan tales pretensiones se colocan por encima de aquellos a
( quienes exigen conformidad y, por tanto, los dominan.
Nietzsche adquirió notoriedad por proclamar la «muer-
te de Díos». Aunque algunos consideran esto meramente
una metáfora de la pérdida de fundamentos filosóficos,
también puede representar un verdadero antiteísmo. En
cualquier caso, significa que ya no podemos estar seguros
1de nada. La moralidad es una mentira; la verdad, una fic-
1/ ción. Todo lo que queda es la opción dionisiaca de acep-
¡i tar el nihilismo, de vivir sin engaños ni fingimiento, pero
v con entusiasmo y alegría. De aquí se sigue que la diferen-
cia entre verdad y error ha desaparecido, es meramente
ilusoria. Fuera del lenguaje y sus conceptos no hay nada
que pueda constituir -como Dios- una garantía de la
diferencia. La diferencia también se revela como parte de
la voluntad de poder, un aspecto que conecta el pensa-
miento de Nietzsche con el de Heidegger, que pronto tra-
taremos.
Si los traumas cósmicos, tales como la muerte de Dios,
pueden considerarse un tanto abstractos y etéreos, hay
que señalar que una generación antes que Nietzsche, Katl
Marx veía el mismo proceso bajo una luz mucho más te-
rrena. Lo que Nietzsche consideraba una situación com-
prometida para la ciencia, la racionalidad y la metafísica,
Marx lo atribuía al «banal funcionamiento diario del or-
den económico burgués»9. En otras palabras, bajo el capi-
~smo, las personas permiten que el mercado organice su
tVida, incluyendo su vida íntima. Al otorgar a cada cosa
9 Marshall Bennan, All That 1s Salid Melts into Air (Londres y Nueva
Yorlc, Penguin, 1988), p. 111. [Ed. cast.: Todo lo sólido se desvanece en
elaire, Madrid, Siglo XXI, 1980.]
Postmodernidad
sólo su valor de mercado --mercantilización-, acabamos i
buscando en el mercado las respuestas sobre lo que es va-~
lioso, honorable e, incluso, real. El nihilismo también pue- .
de entenderse de esta manera práctica, cotidiana. En el
contexto postmoderno, la cita preferida del Manifi'esto co-
munista10 son las palabras que Marx y Engels toman de
Prospero en La Tempestad: «Todo lo que es sólido se des-
vanece en aire».
Otro personaje de la prehistoria de la postmodernidad
es Martin Heidegger (1889-1976). Famoso por su libro
Ser y tiempo, publicado en 1927, a Heidegger le interesa-
ba sobre todo la naturaleza del pensamiento en los seres
humanos existentes. A partir de su lectura de Brentano,
Dostoievski y Kierkegaard, concluyó que los problemas
históricos concretos y relevantes mostraban el camino de
la filosofía para avanzar. Estas figuras abordaron los mis-
mos problemas existenciales que Nietzsche, aunque llega-
ron a conclusiones diferentes. Dostoievski se planteó an-
gustiosamente la cuestión de si «como Dios no existe,
todo está permitido», mientras que Kierkegaard buscó la
auténtica existencia humana en relación con Dios, que
para él era la búsqueda constante de fe y compromiso. Lo
mismo que Heidegger, intentaron afrontar el reto del
mundo moderno, expresado en el dominio de las ciencias
naturales y el auge de la tecnología, que parecía absorber
todo interés de los individuos realesll
.
Heidegger comparte el interés de Nietzsche por la <<:fi-
losofía de la diferencia», pero también va más allá que
Nietzsche al declarar que el Ser, no la verdad, es el verda-
dero objeto de la filosofía. El «Ser» es anterior a los distin-
tos «seres» que encontramos en la Tierra, incluyendo a los
10 William Shakespeare, The Tempest, acto 4, escena 1, 1.150.
11 Véase C. Stephen Evans, Passionate Reason: Making Sense o/Kier-
kegaard's Philosopmcal Fragments (Bloomington, Indiana University
Press, 1992).
12. 26 27
David Lyon
humanos. Por lo tanto, no son las voluntades humanas,
sino el propio Ser lo que crea la diferencia. El error de los
mósofos, y también de Nietzsche, es centrarse en la ver-
dad al explorar la relación entre los seres, cuando lo que
debería interesarles es su existencia previa.
En la actualidad el humanismo se halla en crisis preci-
samente porque ha sustituido a Dios por la humanidad en
(
el centro del universo, afirma Heidegger. Los humanos se
consideran medida de todas las cosas, en vez de reconocer
la diferencia del Ser. En este sentido, el humanismo no es
diferente de la tecnología. Por el contrario, ésta expresa el
enfoque dominante y controlador que se desprende de
poner a los seres humanos en el centro de las cosas. «La
esencia de la tecnología no es algo tecnológico», insiste
Heidegger. Sólo reconociendo esto se podrá escapar de
las garras de la moderna compulsión tecnológica.
Para Heidegger, la forma de avanzar es reconciliarnos
con nuestra condición; ni la metafísica ni el humanismo ni
la tecnología pueden constituir bases válidas para la vida.
Heidegger empleó la palabra Verwindung para designar
esta «reconciliación» (en oposición a «superación»). En el
debate sobre la postmodernidad este enfoque es seguido
particularmente por GjanE1Y-ªttJwo, que se opone a las
efusiones apocalípticas efe aquellos que consideran el fin
de la modernidad como un declive decadente y un colap-
so cultural. Heidegger ve un «crepúsculo» en el pensa-
miento occidental, pero, más que un fmal, lo considera
una oportunidad para iniciar la reconstrucción.
No es cierto que estos gigantes del llamado pensamien-
to existencial no se plantearan la búsqueda de una base
postcristiana para interpretar la historia. Como dice Vatti-
mo:
Sólo la modernidad, al desarrollar y elaborar en términos es-
trictamente profanos y seculares la herencia judea-cristiana
---esto es, la concepción de la historia como historia de salva-
Postmodernidad
ción, articulada en tomo a la creación, el pecado, la redención y
la espera del Juicio Final- da peso ontológico a la historia y un
sentido concluyente a nuestro lugar en ella12.
La cuestión suscitada por Heidegger, y también por
Kierkegaard, es si la crítica de los antiguos fundamentos
nos confina en una alternativa puramente secular13
.
La misma cuestión está latente en una tercera aproxi-
mación, la de Georg Sirnmel (1858-1918), a la «tragedia
de la cultura». Actualmente reconocido no sólo como uno
de los padres fundadores de la sociología, sino también
como el «único pensador postmoderno» de los mismosl
4,
Simmel está a caballo entre los mundos del análisis socio-
lógico y el cultural. La tragedia, o crisis de la cultura, radi-
caba para él en el creciente vacío entre la cultura objetiva, ~
por ejemplo, la tecnología, y el individuo cada vez más J
alienado, frustrado en la búsqueda de una verdadera indi-
vidualidad. Simmel comenzó su análisis no con una visión
comprehensiva de la sociedad, sino con los fragmentos de
la realidad social.
Su sociología de la cultura pone de relieve la aparente
pérdida de significado en el mundo moderno del indus-
trialismo, una pérdida que él asociaba, entre otras cosas, a
la «decadencia del cristianismo». Simmel consideraba los
movimientos contemporáneos, tales como el socialismo
en la política, o el impresionismo en el arte, como la res-
puesta a la necesidad de un «objeto último» en la vida,
«por encima de todo lo relativo, por encima del carácter
fragmentario de la existencia humana»15. Pero en su diag-
12 Vattimo, The End olModernity, p. 4.
u Véanse los comentarios deJon R. Snyder en la introducción del tra-
ductor a Vattimo, The End olModernity, p.lvi.
14 Zygmunt Bauman, Intimations 01 Postmodernity (Londres y Bos-
ton, Routledge, 1992), p. 31.
15 Citado en David Frisby, Fragments olModernity (Cambridge, MA,
MITPress, 1986), p. 43.
13. 29
28 DavidLyon
nóstico de la modernidad, intentó pintar un cuadro del
«momento efímero» de la vida, con toda su aparente inco-
nexión.
Para Simmel, las experiencias sociales de la moderni-
dad se sentían especialmente en las metrópolis urbanas en
pleno crecimiento y en la alienación de una econofiÚa mo-
netaria madura16
. Y como mejor se comprendían era en
términos de la vida Última de los individuos, aportando así
una suerte de equivalente psicológico social al análisis de
Marx de la sociedad capitalista. Simmel anunció algunos
puntos centrales del debate postmoderno17• Al contrario
que Marx, consideraba la esfera de la circulación, el inter-
cambio y el consumo relativamente autónoma, regida por
sus propias leyes. Era el significado simbólico del dinero y
los artículos de consumo lo que fascinaba a Simmel: el
creciente apego a este «mundo de cosas» devaluaba cada
vez más el mundo humano.
Simmel también analizó la autonomía de la esfera cultu-
ral. 0:>'iñola cultura objetiva -la forma- se oponía cada
vez más a la vida, desarrolló una visión trágica en la que,
por ejemplo, el matrimonio es meramente opresivo y ruti-
nario, y la religión pierde todo vÚlculo con las verdaderas
creencias y degenera en misticismo. En tercer lugar, puso
de relieve la estética. Simmel veía en el arte un medio de
vencer las contradicciones de la modernidad y creía que
en tiempos de confusión e incertidumbre, se produciría la
vuelta generalizada a la estética. Ambos motivos -el
abandono de la forma y la búsqueda de significado o in-
cluso moralidad en el arte-- vuelven a aparecer en el de-
bate sobre la postmodemidad.
16 La obra más conocida de Simmel es The Phiíosophy o/ Money
(Londres y Boston, Routledge, 1978). [Ed. cast.: La filosofía del dinero,
Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1976.]
17 David Frisby, Simmel and Science (Londres y Nueva York, Rout-
ledge, 1992), p. 169.
Postmodemidad
Las nuevas luminanas
Una vez colocadas las piezas «pre-postmodernas» del
puzzle, podemos empezar a ver con más claridad el cua-
dro postmoderno. No obstante, como la propia historia
de las ideas, la metáfora del puzzle también sería cuestio-
nable para algunos teóricos postmodernos. La idea de que
podemos ir construyendo progresivamente una visión
completa o -Dios nos guarde-- total de la postmoderni- (
dad sería un anatema. Utilizando otra metáfora, todo lo í'
que pretendo es que podemos identificar las corrientes
que desembocan en el río postmoderno, no que podamos
analizar exhaustivamente, y mucho menos represar, el
propio río.
Aunque identificaré estas corrientes tomando a algunos
autores concretos, en este apartado nos detendremos algo
más en el tema del conocimiento y el discurso que apun-
tábamos antes. Las múltiples realidades nietzscheanas se
articulan en «discursos» y re.aparecen en un lugar destaca- i
do, por ejemplo, en D~a. Fuera del lenguaje no hay t.
significado: el discurso está separado del mundo. Sin Dios
que los garantice, los significantes fluctúan libremente y
sólo es posible entenderlos en su relación recíproca, tal y
como se presentan en los diferentes discursos. Como blo-
ques de hielo flotando en un río durante el deshielo pri- .'
maveral, el mundo del significado se fractura y fragmenta, f
lo que hace difícil incluso hablar de significado tal y como
se entendía tradicionalmente.
Por tanto, el conocimiento concebido tradicionalmente~
se evapora, para reconstituirse como superficies construi- "I
r-
das o ---especialmente en Foucault- poder sobre los de
más. Se cuestiona la propia posibilidad de adquirir cono-
cimientos o explicar el mundo. Mientras que en el pasado
era posible observar cómo la estructura del conocimiento ,1
reflejaba la estructura de la sociedad que lo producía 1
-recordemos los estudios de Weber sobre la racionali- .
14. 31
30 David Lyon
dad burocrática en la Alemania modernizadora el post-
moderno niega tal estructura tanto en el conocimiento
como en la sociedad. Adiós al «conocimiento» tal y como
se interpretaba en el pasado; bienvenidos los discursos
dúctiles y circulantes.
El ténnino «postmoderno» se hiw popular sobre todo
fj¡ después de la publicación de La condición postmoderna de
~ Jean-Franc;ois Lyotard18, pero, una vez establecido, tam-
. bién se asoció a otros autores, principalmente franceses,
con esta tendencia. Durante los años ochenta, y a pesar de
(7,)que algunos de ellos se distanci~on. del ténnino o lo re-
.
j , chazaron, lo postmoderno quedo VInculado a sus nom-
bres. Los más destacados son Jean B~drillard,~ues
Derrida, Michel Foucault y, por supuesto, el propJp Igo-
tard" En arasaefa concisión, me referiré principalmente a
ellOS, aunque desde luego no es mi intención ignorar a
otros como Gianni Vattimo o Luce lrigaray. La concisión
también me obliga a centrarme en una o dos ideas rele-
vantes de cada autor, de forma que cuando me refiera a
ellos más adelante el lector pueda seguir los distintos hilos
fácilmente.
' «Simplificando al máximo ---dice Lyotard-, defino lo
/ !f>Ostmoderno como lai!!~~e4y1iJiad ant(': las metanarracio-
i ¡~s (grands récits)>>19. Bajo la inocente apariencia de un in-
. forme sobre el estado del conocimiento en las sociedades
avanzadas para el Conseil des Universités de Québec, elli-
bro de Lyotard aborda directamente la cuestión de la
suerte del pensamiento ilustrado en una época de alta tec-
nología a nivel global. La principal «metanarración» en
(¡ cuestión pertenece a la línea ilustrada que ve la legitima-
11 ción de la ciencia en su capacidad emancipadora. El cono-
18 La edición francesa original del libro de Lyotard, La Condition
post-moderne: rapport sur le savoir, apareció en 1979, pero la traducción
inglesa no se publicó hasta 1984.
19 Lyotard, The Postmodern Condition, p. xxiv.
Postrnodernidad
cimiento moderno se justifica en relación con grandes na- !.~(!
rraciones tal~s como la crea~ión de rique~a o la revolución !I
de los trabajadores. Nos liberaremos SI comprendemos .,
mejor nuestro mundo. Lyotard desmonta esta pretensión
afirmando que ya no podemos recurrir a tales discursos.
¿Por qué no?
La ciencia, que en el pasado se consideraba la piedra de
toqúe dé'honocimiento legítimo, ha perdido su supuesta
unidad. A medida que produce más y más disciplinas y
subdisciplinas, se hace más difícil sostener que todas for-
man parte de la misma empresa. Cada forma de discurso
está obligada a generar por sí misma la autoridad que pue-
da. Los científicos deben ser mucho más modestos que
hasta ahora, de forma que, en vez de establecer definitiva-
mente cómo son las cosas, sólo pueden ofrecer opiniones.
En palabras de Zygmunt Bauman, los intelectuales ya no
legislan, sólo interpretan20. Todo lo que queda es «redes
flexibles de juegos de lenguaje»21. Por lo tanto, se descom-
pone el sentido tradicional de «conocimiento». Lyotard
no explora en profundidad los aspectos sociológicos de su
argumento, pero trata los factores económicos y políticos.
Aunque las semillas de la deslegitimación se sembraron
en el siglo XIX, cuando, por ejemplo, Nietzsche aplicó a la·
propia ciencia su requisito de verdad, la cosecha maduró
con la llegada de las tecnologías informáticas muy avanza-
do el siglo xx. Éstas han contrib]!iQp a poner el acento$n 1
e~ento», ll!,eficacia y la pr~tividad de los sis-
temas y a r~!imr1º delas cuestiones rela<':~~.fQn el.TIl-
lor intt:illª~o o los fines del conocimiento. Los listados de
ordenador se consíderan'1ñdlcadores de datos «fiables» y
20 Zygrnunt Bauman, Legislators and Interpreters (Cambridge, Polity
Press,1987).
21 Lyotard, The Postmodern Condition, p. 17. La idea de «juegos de
lenguaje» es de Ludwig Wittgenstein, quien, junto con Ferdinand de
Saussure, ha ejercido una tremenda influencia en el debate postrnoderno
sobre el «discurso»,
15. 33
32 David Lyon
se han convertido en la guía de formas de investigación.
De hecho, Lyotard observa que rara vez se busca una lógi-
ca o un propósito del conocimiento más allá de lo inme-
diato. «¿Para qué queremos metanarraciones si la gestión
nos basta?», podrían preguntar aquellos que aún no se
han dado cuenta de la disolución de las propias «metana-
rraciones».
Esto está relacionado con otro proceso de la postgue-
rra: el resurgir del caRitalismo ~J, <<Una renovación
que ha eliminado la alternativa comunista y valorizado el
disfrute individu,al de bienes y servicios»22. En una frase
4rotard señala así cómo la quiebra del comunismo como
ideología (y, después de 1989, como sistema político) alla-
na aún más el terreno a la «atomización de lo social», esta
vez en grupos de consumidores de moda y gusto, un tema
al que en seguida volveremos. No obstante, primero hay
que señalar que la quiebra del comunismo interesa consi-
derablemente a Lyotard, para quien el futuro del marxis-
mo es un aspecto vital de la cuestión postmoderna. Des-
pués de todo, el marxismo representa una de las metana-
rraciones más comprehensivas que ha habido. Para
Lyotard, mientras que el análisis marxista conserva parte
de su relevancia -la propia información generada por los
ordenadores es ahora un artículo de consumo-, el mar-
xismo nunca podrá volver a aspirar a l§ universalidad.
Si para Lyotard la atomización de lo social significa que
cada uno está confinado en sus correspondientes juegos
de lenguaje, Derrida prefiere hablar de «textos». No obs-
tante, como Lyotard, plantea cuestiones cruciales respecto
a lo que denomina la tradición filosófica occidental. La
vida cultural implica la producción de textos, afirma De-
rrida, que se cortan con otros textos que influyen en ellos
de maneras que nunca podremos desentrañar. La «de-
construcción», una estrategia un tanto deudora de su lec-
22 Ibíd., p. 38.
Postmodernidad
tura de Heidegger, consiste en plantear persistentes cues-
tiones sobre nuestros textos y los ajenos, para terminar ne-
gando que algún texto pueda ser fijo o estable. La postu-
ra logocéntrica de la modernidad queda así radicalmente
anulada al poner de relieve la indeterminación del lengua-
je. Aunque algunos autores, tales como Richard Rorty,
creen que Derrida sostiene que la era moderna de la ilus-
tración ha acabado, otros insisten en que aún sigue traba-
jando dentro de esos parámetros23
•
Independientemente de que Derrida aceptase o no que
la suya es una visión postmoderna, no cabe duda de que
su concepto de deconstrucción ha entrado en el canon de
la crítica postmoderna. Lo mismo que la descripción de
Lyotard muestra cómo los científicos han perdido status,
la de Derrida indica hasta qué punto se ha desvanecido la
propia autoridad. Para los «autores» de textos --cual-
quier herramienta cultural- es literalmente imposible
imponer el significado que deseen a sus textos si éstos no
son productos suyos exclusivamente. La participación po-
pular en la producción cultural se convierte así en algo
más que una opción, pues los textos serían reelaborados y
recombinados por sus consumidores. El collage se con-
vierte en el estilo postmoderno. A los espectadores se les
pregunta sobre el desenlace de las telenovelas. En los su-
burbios vemos unas alIado de otras casas de estilo colo-
nial o rústico, e hileras de chalets adosados. Scott Joplin,
Georg Telemann y Joni Mitchell se encuentran en la ra-
dio. Pero el peligro es, igualmente, la manipulación del
24
mercado de masas •
La «verdad» nietzscheana como mera «solidificación
23 Véase, por ejemplo, Chcistopher Norcis, «Deconstruetion, Post-
modernism and Philosophy», en David Wood (ed.), Derrida: A Critical
Reader (Oxford, UK, y Cambridge, MA, Blackwell, 1992), pp. 167-92.
24 David HaIVey, The Canditian a/Pastmodernity (Cambridge, MA, y
Oxford, Blackwell, 1990), p. 51.
16. 34 David Lyon
de las viejas metáforas» sólo está a un paso del mundo de
textualidad contingente propuesto por Derrida. Los lí-
mites entre el conocimiento y el mundo o el texto y la in-
terpretación ya no existen; la mente está renovando y re-
definiendo constantemente los textos que trata de conte-
ner. Esto implica que la ciencia ya no puede presumir de
coherencia lógica o de forma de descubrir la verdad.
Esto incluye a las ciencias sociales, por supuesto, desde
hace mucho divididas por las disputas sobre los enfoques
positivista y hermenéutico o interpretativo. La conclu-
sión de Bauman es que la sociología simplemente ha de
aceptar su condición de ámbito especializado y no inten-
tar «corregir» las opiniones de los legos en la materia,
sino intentar descubrir las oportunidades que ofrece tal
estudi025 .
Derrida especialmente ha sido el punto de partida del
trabajo de las feministas, en particular de Luce Irigaray,
para quien la cuestión de la mujer y el lenguaje es esencial.
La obra de Irigaray ha suscitado controversias sobre la
cuestión de si existe un único lenguaje de las mujeres o no.
Derrida defiende la di/férance contra la tiranía de la igual-
dad y trata de deconstruir la dicotomía masculino-femeni-
no. Pero Irigaray aparentemente vuelve a dicha dicotomía
reivindicando la subjetividad femeninalcomo potenciali-
dad26
. El debate feminista -representado en Francia por
Julia Kristeva y Hélene Cixous entre otras- es significati-
vo, y volveré al mismo en los capítulos 5 y 6.
En una de lo que en muchos aspectos son vías parale-
las, la obra de Michel Foucault toca temas similares a los
de Derrida. Pero mientras que este último se centra en los
ámbitos literario y filosófico, Foucault se refiere más a las
ciencias humanas. Antes señalaba que la <~storia de las
25 Baurnan, Intimations, p. 133.
26 Luce lrigaray, Speculum 01the Other Woman (Ithaca, NY, Comell
University Press, 1985).
Postmodernidad 35
ideas» misma sería inaceptable para la mayoría de los teó-
ricos postmodernos. Sugerir una progresión lineal de con-
ceptos y explorar las conexiones que puedan existir entre
ellos en términos de sus antecedentes es una empresa ca-
balmente modernista. Apoyándose en Nietzsche, Fou- ,~
cault sostiene que es más bien la geneal.o.gía lo que habría I~
que investigar. Aún se trataría del cQD.QS.:jmiento, pero vin- ~~
culado -o fundido-- con el ~Jr y también con la rea-
lidad física del cuerpo. En la genealogía se traza una línea
de parentesco, pero no su asumen relaciones causales ni se
buscan orígenes. Mientras que para Nietzsche el cuerpo
podría explicar el comportamiento, Foucault considera 1
que los cuerpos son los que están sometidos a influencias. /1
Los cuerpos son pasivos27.
En el planteamiento de Foucault, pueden distinguirse
dos grandes espistemes, como él las denomina, en el pen-
samiento occidental. El pensamiento clásico, que data del
siglo XVII, no tiene un lugar especial para los seres huma-
nos. Pero la episteme moderna, por el contrario, carac- l
terística del siglo XIX en adelante, en realidad tiene al I
«hombre» como objeto y como sujeto. Cuando el lengua-
je se separa de la representación, nacen las posibilidades
distintivas de las ciencias humanas28
• Pero si es posible da-
tar su nacimiento, también cabe fijar su muerte. Foucault
expone lo que considera las profundas limitaciones de la
sociología y la psicología y muestra cómo los seres huma-
nos también pueden ser «deshechos» por disciplinas
como el psicoanálisis. Su obra se apoya en la idea de que
no sólo estaba derrumbándose la episteme moderna, sino
que también su objeto -el «hombre>>--- estaba muerto.
27 Véase Scott Lash, Sociology 01 Postmodernism (Londres y Nueva
York, Routledge, 1990), pp. 55 Yss.
28 Míchel Foucault, The Order 01 Things: An Archeology 01 the Hu-
man Sciencies (Nueva York, Vintage Books, 1973).
17. 37
36 David Lyon
Los últimos escritos de Foucault subrayan esta sombría
conclusión, pero desde diferentes ángulos. Si las ciencias
hwnanas y sus equivalentes aplicados como d trabajo
r, s~- podrían ~onsiderarse ~<~cursos de ~~>, si-
,tuandonos, tabulandonos, clasificandonos, procesando-
nos en esquemas ajenos, esto se hace tanto más evidente
ren los regímenes de represión sexual y vida penitenciaria
que Foucault analizó. Su estudio de la arquitectura pa-
nóptica penitenciaria, por ejemplo, sugiere poderosamen-
te que tod2~_,,:~~~~~~anipulados por el poder, como pri-
sioneros, al tiempo que cooperamos en nuestro propio en-
carcelamiento en la sociedad. Los seres humanos, en el
sentido de criaturas conscientes, activas e incluso rebel-
des, están verdaderamente muertos en su descripción29.
Para el Foucault de Surveiller et Punir la libertad parece
una ficción de la filosofía modernista.
Si Foucault ofrece pocas claves sobre lo que podría ha-
ber después, su compatriota Jean Baudrillard da menos
aún. De hecho, nos recomienda «olvidar a Foucault»30.
Las perspectivas que presenta cambian una vez más de
objeto, centrándose ahora en los medios de comunicación
modernos. Mientras que en épocas anteriores predomina-
ban los intercambios simbólicos cara a cara o, en la época
moderna, el papel impreso, el mundo contemporáneo
está dominado por imágenes de los mtCÜos electrónicos
de masas. La comunicación directa a través de distancias
inmensas inimaginables para los habitantes de las socieda-
des tradicionales toma la forma de montaje -piezas que
han de reunirse para surtir efecto-- que la distingue radi-
29 Esto se trata en David Lyon, «Bentham's Panopúcon: From Moral
Arcruteeture to Eleetronic Surveillance», The Queenls Quarterly, 98:3,
1991; yen Lyon, «An Electronic Panopúcon: A Socíological Criúque of
Surveillance Theory», The Sociological Review, 41:4, 1993.
30 Jean Baudrillard, Forget Foucault (Nueva York, Semiotext(e),
1987). [Ed. cast.: Olvidar a Foucault, Valencia, Pre-textos, 1986.]
Postrnodernidad
calmente del papel impreso. En el proceso se modifica ra-
dicalmente nuestra comprensión de la realidad31.
Como la de otros pensadores postmodernos, la obra de
Baudrillard en parte es fruto del debate con el fantasma
de Karl Marx. Figura destacada en la tormenta de la re-
vuelta estudiantil de 1968, en aquella época estaba intere-
sado en el anarquismo, el estructuralismo marxista y la
teoría de los medios. Pero en La sodété de consommation, ,¡-
su obra claramente se separa del marxismo ortodoxo conp
su énfasis en el consumo como el rasgo predominante del
dominio de clase. En el capitalismo monopolista, las per-
sonas se movilizan como consumidores; «sus necesidades
se vuelven tan esenciales como su fuerza de trabajo»32. El
intercambio de bienes no carece de importancia, afirma,
pero es el intercambio simbólico del orden de los consu-
midores lo que constituye la verdadera base de la crítica
radical del capitalismd3.
¿Cómo puede estructurarse dicha crítica? Desde luego,
no sobre la base de los <<fundamentos» marxistas ni de la
idea racionalista de que los conceptos pueden compren-
der de algún modo su objeto. En términos de Lyotard, és-
tas son caducas metanarraciones. Más bien, afirma Bau-
drillard, nos hallamos en una situación de «hiperreali-
dad». Difuminadas las distinciones entre los objetos y sus
representaciones, sólo nos quedan «simulacros». Éstos no
se refieren más que a sí mismos. Los mensajes de los me-
dios de comunicación, tales como los anuncios de televi-
31 La mejor introducción a Baudrillard con sus propios textos es
Mark Poster, Jean Baudrillard: Selected Writings '(Cambridge, Polity
Press, y Stanford, CA, Stanford University Press, 1988).
32 Jean Baudrillard, The Mirror 01Production (St Louis, MO, Telos,
1975), p. 144. Publicado originalmente en francés en 1973. [Ed. cast.: El
espejo de la producción, Barcelona, Gedisa, 1980.]
33 Véase Jean Baudrillard, For a Critique 01the Political Economy 01
the Sign (St Louis, MO, Telos, 1981). Publicado originalmente en fran-
cés en 1973.
18. 39
38 David Lyon
sión, son buenos ejemplos. Esta autoreferencialidad va
más allá del mundo desencantado y sin tradición de Max
Weber. Los signos pierden contacto con los objetos signi-
ficado:;; la última parte del siglo XX está asistiendo a una
destrucción de significado sin precedentes. La búsqueda
de una división entre lo moral y lo inmoral, lo real y lo
irreal, es fútil.
¿Se puede considerar esto una crítica? Parecería que el
propio término «crítica» ha perdido su relevancia, puesto
que no hay una posición desde la cual evaluar, valorar, juz-
gar. No obstante, más de un teórico social considera las
ideas de Baudrillard -aunque poniendo sordina a su
tono apocalíptico- potencialmente fructíferas precisa-
mente para dicha crítica social34. Otros, desde luego, pien-
san que exagera hasta tal punto sus argumentos --que
todo puede entenderse en términos de los simulacros de
televisión, o que la melancolía es la norma en nuestras va-
cías sociedades digitalizadas- que la crítica es imposible
sin modificar su postura más radicaImente35• Y los hay,
como Arthur Kroker, que consideran su «pánico» como
la «disposición psicológica fundamental de la cultura
postmoderna», marcada por oscilaciones, características
del fin de mzflénium, entre una euforia y una desespera-
ción igualmente profundas36.
Acaso lo cierto sea que la búsqu~a de lo real de Bau-
drillard no ha acabado. El mundo de puros simulacros, de
34 Véase, por ejemplo, Mark Poster, The Mode o/In/ormation (Cam-
bridge, Polity Press, 1990), capítulo 2.
35 Véase, por ejemplo, Martín Jay, Force/ields (Londres y Nueva
York, Routledge, 1993), pp. 90-98; Bauman, Intimations, p. 155; YBtyan
Turner y Chris Rojek (eds.), Forget Baudrillard (Londres y Nueva York,
Routledge, 1993).
36 La cita es de Arthur Kroker, Marielouise Kroléer y David Cook
(eds.), Panic Encyclopedia (Montreal, New World Perspectives, 1989),
pp. 13 Y16. A Kroker probablemente se le conoce más por The Postmo-
dem Scene: Excremental Culture and Hyper-Aesthetics (Montreal, New
World Perspectives, 1988).
Postmodemidad
artificialidad apocalíptica, se pone más claramente de ma-
nifiesto en su estudio de América. Su trasfondo hiperreal
-una autopista en el desierto- resume la civilización
americana. Algunas cosas, afirma, no pueden exportarse,
por lo que la nostalgia de muchos intelectuales america-
nos por las ideas yla cultura europeas es absurda. Pero los
europeos también tienen su nostalgia, en este caso de re-
voluciones fracasadas. Quizá, sugiere Bryan Turner, todo
esto delata un «paradigma religioso oculto» que hace que
Baudrillard no sea simplemente postmoderno, sino anti-
moderno. Quizá «pueda leerse su propia obra como una
búsqueda de lo real, que se esfuma ante sus ojos como un
~pejismo en el desierto»37.
Lo social y lo cultural
Si bien algunos aspectos de este brevísimo recorrido
por la historia de la postmodernidad quizá no sean del
todo conocidos para los estudiosos de las ciencias sociales,
lo que he tratado de mostrar es que lo social y lo cultural
se hallan estrechamente entrelazados. Los debates sobre
la futura dirección de las tendencias sociales -y globa-
les- no pueden permitirse ignorar las dimensiones cultu-
rales. Tampoco puede entenderse verdaderamente el arte,
la arquitectura o el cine contemporáneos sin una cierta
comprensión de los cambios sociales que se están produ-
ciendo a finales del siglo xx.
La transformación de la providencia en progreso, dan-
do lugar después al nihilismo, no se produjo en un vacío
intelectual. La historia del desarrollo capitalista, del auge
37 Bryan Turner (ed.), Theories o/Modemity and Postmodemity (Lon-
dres y Beverly Hills, CA, Sage, 1990) p. 10; Y Barry Smart, «Euro-
pe!America: Baudrillard's fatal comparisOn», en Tumer y Rojek, Forget
Baudrillard.
19. 41
40 David Lyon
de la ciencia y la tecnología, junto con las ulteriores crisis
tanto del capitalismo como del industrialismo, nos ayuda
a entender cómo se difundieron esas ideas, se oscurecie-
ron o cobraron importancia. A su vez, las propias ideas
también han ejercido una potente influencia inspirando
actos esperanzados o infundiendo una sensación de resig-
nación o complacencia. Y ésta es precisamente la razón
por la que algunos comentaristas son tan críticos con las
ideas postmodernas; el choque se produce a un nivel pro-
fundo.
Marshall Berman, por ejemplo, se pregunta por qué ha-
bríamos de desear asfixiarnos con Foucault en su prisión.
Sugiere que Foucault ofrece una excusa para el escapismo
a los refugiados radicales maduros procedentes de los mo-
vimientos obreros y estudiantiles de los años sesenta.
¿Qué sentido tiene oponerse a la injusticia cuando «inclu-
so nuestros sueños de libertad sólo añaden más eslabones
a nuestras cadenas»? Pero, «una vez que comprendemos
la futilidad de todo ello, al menos podemos descansaT>Y8.
La irritación de Berman con Foucault refleja la opinión de
que si no se da prioridad a la lucha de clases, hay que re-
signarse a la injusticia. Para Foucault, como para muchos
críticos postmodernos, el problema de la modernidad
abarca el capitalismo, pero es más profundo que éste. Y
hasta tal punto, añadiría yo, que las soluciones quizá no
haya que buscarlas en último términ~ donde Marx las
buscó, dentro de la propia modernidad.
Ahora podemos ver cómo los principales motivos del
pensamiento postmoderno también vinculan lo social ylo
cultural. La idea de que hay que repensar, revisar o recha-
zar la modernidad no está desconectada de las condicio-
nes sociales reales creadas a raíz de la proliferación de las
tecnologías informáticas o de las conquistas conseguidas
38 Berman, All That Is Solid Melts into Air, p. 35.
Postrnodernidad
por el capitalismo consumista. La cultura global que ha fa-
cilitado la difusión de las tecnologías electrónicas, por
ejemplo, contribuye en buena medida a relativizar las
ideas occidentales predominantes en el pasado, mientras
que esas mismas tecnologías también nos permiten mez-
clar los estilos musicales o pasar de un canal a otro con el
control remoto del televisor. Bajo esta luz parecen mucho
menos sorprendentes o misteriosos el abandono del fun-
dacionalismo en la ciencia y la erosión de las jerarquías de
conocimiento y opinión.
En cualquier caso, la cuestión principal sigue ahí. 10
postmoderno puede referirse al agotamiento de la moder-
nidad, pero ¿nos induce esto a componer necrologías o a
intentar una revaluación de la modernidad? Ellogocen-
trismo ¿está muerto o latente? ¿Caeríamos en la trampa
de la lógica lineal moderna si imaginamos que el camino
de la providencia al progreso y, de ahí, al nihilismo, es de
un solo sentido? Como quiera que respondamos a estas
preguntas, será imposible afrontarlas cabalmente si nos
centramos en unos supuestos cambios sociales o en desa-
rrollos culturales aisladamente. Las ciencias sociales, aun-
que empezaron intentando hallar los factores implícitos
en el cambio social, según el modelo de las ciencias natu-
rales, cada vez más buscan sus claves en el análisis cultu-
ral. Esto no significa abandonar la empresa de la investiga-
ción sistemática, sino más bien completar dicha investi-
gación integrándola con el análisis cultural. El postmo-
dernismo y la postmodernidad deben examinarse cada
uno en términos del otro.
20. 3. El malestar en la modernidad
Pavimentaron el paraíso! y construye-
ron un aparcamiento
JONI MITCHELL, <<Big Yellow Taxi»
Las ideas que se presentan como novedades suelen te-
ner pasado. La modernidad, aunque hasta cierto punto es
una recién llegada a la escena conceptual, en realidad lle-
va entre nosotros largo tiempo aunque con otros nom-
bres. Pero la llegada de la postmodernidad nos obliga a
preguntamos. ¿qué era o es, después_de t~dc:>'J~"~g9_t;rn.!-111
dad? Como ~Lde postmodernidad, el concepto de mocter- .'[
nidad tiene una larga historia. En el siglo v se utilizaba el
término latino modernus para distinguir el presente cris-
tiano oficial del pasado romano pagano!. Pero con la ilus-
tración francesa el ténnino quedó establecido de unama-
nera más semejante a como lo empleamos hoy. Los philo-
sophes declararon que la disputa entre los anciens y los
1 Barry Smart, «Modernity, Postrnodemity and the Present», en
Bryan Tumer (ed.), Theories o/Modernity andPostmodernity (Londres y
Newbury Park, CA, Sage, 1990), p. 17.
43
21. 44 David Lyon
modernes se estaba resolviendo en favor de los últimos. La
civilización moderna, postrnedleval, basada primordial-
mente en la Razón, era superior.
! Así pues, ¿qué es la modernidad? El término se refiere
,1 al orden social que surgió tras la TIustración. Aunque sus
~ raíces pueden buscarse mucho antes, el mundo moderno
se caracteriza por un dinamismo sin precedentes, el recha-
zo o la marginación de la tradición y sus consecuencias
globales. La marcada orientación hacia el futuro dela mo-
dernidad está estrechamente relacionada con la fe en el
, grogresoyeií-erpüderoelarazonnuiiianapara promover
lª libertad. Pero de la misma fuente surge el malestar: el
optimism9J!:!lstr-ªºQJ'11lA!1A~irlherente fomentad<ll0r el
pens.!!mkntop.º~trndic::ionaL Aunque la moderni d se
manífiesta_~º_k>w~ cO!!1~Ja ct~ncia y la tecnología o1a'
poüticademocrática, también afecta profundamente a la
~ rutma-aIana.-Lai~.·_.ues la autorida~ -¿quién
..._._t.i9}l.e~.s_~k~e
~ .QkU.- y s<iliLela.identidad -¿q~y?- se plantean
de maneras nuevas y acuciantes.
En el desarrollo de la sociología durante el siglo XIX ya
estaba presente la idea de modernidad, aunque no el con-
cepto. Éste no cobró relevancia hasta hace poco tiemPo.
Aunque frecuentemente se utiliza el término «m~a
ción» como epítome de 10sP!9c::~_~..s0~@es y políticos
asOCiados con el crecimientO económico inducido por la
tecnología, el concepto -lo mismo que las consecuencias
acumulativas de esos procesos- no se empleó de forma
generalizada antes de los años setenta. En la obra de Peter
B~er, por ejemplo, la modernidad significa toda la cCi'ñS-
It ación de características propias de las sociedades <<.010-
dernas» y se cuestiona hasta qué punto podrían exportar-
se a los países que aún no se habían modernizado. Con an-
terioridad predominaba la idea de cÍtte la modernización
era un proceso deseable e inevitable que simplemente exi-
gía que se dieran los factores necesarios. De esta forma,
los países «subdesarrollados» podrían «desarrollarse» si-
Postmodernidad 45
guiendo de manera aproximada una fórmula que parecía
sospechosamente occidental.
En la famosa (a mediados del siglo xx) metáfora de W
W Rostow, un país determinado habría acumulado sufi- I
ciente impulso para el «d~e» mo~dor sólo f
cuando satisficiera ciertas condiciones y cumpliera una se-
rie de criterios2• Por ejemplo, el trabajo tendría que reali-
zarse con ayuda de medios mecánicos y la energía se ob-
tendría de fuentes inanimadas. Existiría un mercado de
trabajo y la producción se organizaría en centros donde
seria posible supervisar a los obreros. Más aún, tendría
que haber hecho su aparición el imprescindible «empre-
sario». En la descripción de Daniel Lerner en Tbe Passing
o/ Traditional Society, el empresario --el tendero de Bal-
gat- aparecía como un hér0e3. Al actuar como interme-
diario entre los comerciantes extranjeros de las sociedades
comercialmente más avanzadas y los campesinos rurales
de Turquía y poseer la primera radio en su almacén, esta-
ba actuando como un precursor de la modernidad.
No obstante, la obra de Berger consideraba la moderni::-l
dad no sólo desde un punto de vista económico, político J
y tecnológico, sino también profundamente cultur~. Sus
estudios, como los de Marx, Weber, Durkheim y Sirnmel
antes que él, reconocían que las cuestiones relacionadas
con la religión y la cultura son cruciales para comprender)
la modernidad y lo que la precedió. Por tanto, el proble-
ma, ya clásico en la sociología, es averiguar cómo el adve-
nimiento de la modernidad debilitó y destruyó la tradi-
ción. A su vez, ésta es el conjunto de reglas dadas por la
comunidad de la aldea, la vida religiosa o los ancianos o
reyes que ejercían la autoridad. La modernidad sustituye
2 Walt W. Rostow, The Stages 01 Economic Growth (Cambridge,
Cambridge University Press, 1960).
J Daniel Lemer, The Passing 01Traditional Sodety (Glencoe, !L, The
Free Press, 1958).
22. 47
:'
", 46 David Lyon
,~ dichas normas, que se habían dado por supuestas, por
'.,',~ otras nuevas relacionadas con la rutina de la vida en la fá-
~f brica o las re~aciones ~e la organizac~ón b~ocrá~ca. Y
" con ello se suscttan cuesUones de autondad e tdenudad.
En este capítulo veremos cómo la modernidad intentó
" responder a estas preguntas..La modernidad se refiere
" 'ante todo a los tremendos cambios que se pr09ujerQna---
~ ~últiplesnivcles desde mediados del siglo!~ ad~~:-'"
...~ t~~ cambios'Señalados porlastransformaciones queslesa- -
~. rlaigaron a loscampesifles yelos..convírtieron en trabai.ílqo~'
! re~ industriaks-y.urhanos..móviles. La mQ.dernidad cues~
<.l' ¡ tiona todas las foonas convencionales de hacer las cosas,
! ! ¡estableciendo sus propias autoridades bas';das en la cien-
I ¡ I~ el desarrollo económico, la democracia o las leyes. Y
¡ Ialtera el «yo». Si en la sociedad tradicional, la persgnali-
í d~d se recilie, en !!-modernidad se construy~ La moder-
I ¡ cidad se propº,s9,~0lJ.qill~!ªLcl mUJ1do, en nombre de la
I I razó.!!; la certeza"y,eJ9Icl~1}social se asentarían sobre una
~ In~e~a base. Si d~~te casi do~ siglos pareció que podría
1 vmdicarse esta Vlston, ¿por que ahora hay tantos que ven
~ la modernidad a su propio enterrador?
El logro de la modernidad
El logro de la modernidad es asombroso. En el espacio
¡ de pocas décadas comenzó en Europa una transforma-
Ir: ción que cambiaría el mundo de formas irreversibles y sin
~Wprecedentes. Buena parte de lo que ahora nos parecen as-
pectos «normales» de la vida diaria habrían sido impensa-
bles para mi bisabuela, y mucho menos para la suya.
Mientras que mi abuela viajó en coche -un Morris Cow-
ley, para ser precisos- y usó el teléfono, su madre cono-
ció los trenes de vapor y el telégrafo. Pero para la madre
de ésta la única forma de transporte eranolos caballos, aun-
que asistió a los comienzos del correo postal. Para todas
Postmodemidad
ellas los viajes espaciales eran ciencia ficción del estilo de
Julio Verne o H. G. Welles, y la comunicación vía satélite
era simplemente impensable.
Por si el lector pensara que estoy cayendo en una suer-
te de determinismo tecnológico, diré en seguida que I
cada~una de estas innovacicmes conllevó profundos cam-¡
bio.1...§QciaI~. La rutina diaria se altera, por ejemplo, I
cuando ya no es necesaria la presencia física para comu- 1
nicarse. Nuestr~s relaciones sociales se extienden en el 1
tiel.!!QQ..Y el ~, conectadas por señales de televisión I
y cables de fibra óptica. Cada vez hacemos más cosas a l
distancia. Los caminos que recorremos entre el amane-
cer y el crepúsculo son completamente diferentes si son
los horarios, el reloj y ordenadores los que enmarcan
nuestras actividades, y no las estaciones y la salida y la
puesta del sol. Incluso «amanecer» y «crepúsculo» son
términos que cada vez tienen menos sentido cuando las
actividades pueden continuar sin interrupción aunque se
extinga la luz natural. La luz eléctrica simplemente toma
su lugar.
Pero no sólo son profundamente sociales las conse-
cuencias de tales desarrollos técnicos; también lo son sus
causas. Su motor más evidente es el capitalismo, con su
búsqueda constante de nuevas materias primas, nuevas
fuentes de fuerza de trabajo y, más recientemente, nuevas
tecnologías que complementen o sustituyan a dicha fuer-
za de trabajo y nuevas aplicaciones que atraigan a nuevos
consumidores. Desde el principio, las innovaciones se su-
cedieron. Por ejemplo, el acelerar en un pu,nto el proceso
de cardado de la lana produjo obstrucciones o escasez en
otros, problemas para los que se buscó la correspondien-
te innovación técnica. Como escribjó Karl Marx (1818-
1883) en el Manifi'esto comunista:
La burguesía no puede existir sino a con,dición de revoluciSJ-
nar,incesantemente los instrumentos de produccic,Sn y, por con-
23. 49
48 David Lyon
siguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las rela-
tciones sociales... Una revolución continua en la producción, una
incensante conmoción de todas las condiciones sociales, una in-
quietud y un movimiento constantes distinguen la época bur-
guesa de todas las anteriores.
En este párrafo Marx capta el ámbito societal de los
cambios que se estaban produciendo, cambios para los
que otros han utilizado términos tales como «industriali-
, z~>. En realidad, aunque el término <<ffiQdérniqad»
i pue a parecer más bien impreciso, tiene la V1rtud de in-
I dicar la enorme magnitud de los cambios sociales que
!f tuvieron lugar con el des~i?dustrial-cap'italista:1ec-
no~~04.
o viendo al ejemplo del coche, vemos cómo ciertos as-
pectos de la producción industrial, tales como la especia-
lización, la unUormidad o la estandarización, se han con-
vertido en rasgos cotidianos de la vida moderna. Damos
por sentado que unas piezas pueden sustituir a las gasta-
das o rotas. Lo que era válido para la fábrica, se hizo
aplicable sucesivamente a los grandes almacenes y sus
productos, las granjas y las oficinas. F. W.IJyl?:r dio su
nombre al sistema de producción organiza o mmuciosa-
me.!1t~ en el q~ toda~J~.tllre.l!s2~~e-ªl}sen ~us elemen-
tos, se cronometrany. verifican a fin de maximizar la pro-
ductÍvidad y el beneflCIQ:Losmétodos d'e montájeense-
ri~de Henry Ford se basaronhasta tal pun.to en esiaClase
de técñíéasde'gestión que su nombre también se utilizó
comoaWídIE.~-~ª. método: <<fordism_9»' Cada Modelo T
que s 'a e Dearborn, Michi~aba inscritas las se-
ñas de la modernidad. Tales símbolos, a su vez, sirvieron
para reforzar el sistema.
4 Krishan Kumar hace esta obselVación en Prophecy and Progress:
The Sociology 01Industrial and Postindustrial Society (Hannondsworth,
Penguin, 1978), p. 55.
Postmodemidad
Diferenciación
Quizá sea Marx el an~st~!,ocial aor excelencia de los
prÍ1!lpos tielPPOS de la modernida entendida como
sociedad capitalista, pero otros sociólogos también hi-
cieron aportaciones distintivas que nos ayudan a com-
prender lo que estaba ocurriendo. La emergente sociedad
industrial se caracterizaba por una diyisión del trabajo
cada vez mayor, en la que las funciones se especialiZaron
progresiv~. Emile Durkheim (18581917) expuso
cómo este proc~~ diferenciación dio lugar a un nuevo )I
princllܺ.gej1l,t~.!t~iº!Hº-~!al que denominó «oEKánico», rJ
en oposición a la solidaridad <<ffi~cán$a». Esta última,
más antigua, se apoyaba en la coerción y en el pesoAe la
tr~, mientras que el anterior se desarrolló a partir de
la creciente interdependencia que la división del trabajo
fomentó. Una visión optimista, no compartida por Marx,
como veremos.
La s9ciº19gja4~)2E:rkheim puso los cimientos de un
importante tema que ocuparía a los científicos sociales en'I.:f
jos asalariados). L~a extensa queda reducida a la fa ~'ÚIA
el siglo xx: cómo se extiende la diferenciación a todas las
esferas sociales. ~ trabajo se separ:anüS()l()(feI hogar, sino
tambj~p..Qel.ocio, la r~tn, etc. De la misma forma, la
~
vidápública se distingue e la privada de formas nuevas y,
con ello, las vidas de hombres y mujeres también se rede-
finen en términos de tareas especializadas. En las clases
medias, por ejemplo, el_e, «que gana el sustento», se
distingue del «ama de casa» (aunque los dos tengan traba l'
mi!!a nuclear y se convierte principalmente en una uni<fa:d !! I
de consumo más que de producción. Las tareas que en el ~
pasado corrían a cargo de la familia o de la iglesia pasan a
depender de la escuela, la cultura juvenil y los medios d~
comunicación, por un lado, ode loshOspitales y organis-
mos ~star, ppr otro. . ~
Durame el siglo xxesta cuestión sería retomada por
I
24. I
50 David Lyon t Postmodernidad 51
_L:,
o
Talcott Parsons y su escuela de sociología. A partir de una
_bD analogía orgánica, Parsons sugirió que los nu~s subsis-
~,
I
temas estaban en constante evolución, diferenciándose y
r ad;I;tándose, de forma que, a medida que avanzaba la
1
. modernidad, estaban en mejores condiciones para enfren-
, tarse a sus propios problemas. La diferenciación plantea-
ría especialmente problemas de integración: CÓlIlo coo!;.di-
nar una sociedad compleja. La respuesta, para Parsons,
radICaba en la creación de una meritocracia. Retirar las an-
tiguas barreras a la participación social que se imponían al
adscribir automáticamente a las personas a roles concre-
tos y, de esta forma, permitirla~Jlegar hasta donde pudie-
ran dentro de UD mercado libn::.ge t~cnicas y habilidades.
Como observa Roland Robertson, la aceptación de la mo-
dernidad por parte de Parsons y su búsqueda de bases
teóricas para su futura existencia hacen de Parsons un so-
ciólogo moderno por excelencia'.
Racionalización
!
Si la sociología de Marx nos presenta un mundo de
! mercancías, gobernado por la incesante búsqueda del be-
neficio, y la de Durkheim un mundo de precisas subdivi-
siones de tareas y responsabilidades, la visión de Max We-
beUL8M:l.21B) de la moq<::rnid.f!9 también era un tan~
dif.rn:nte. Para él, lo es~ºci~~rªlªrªºººalización. Con
ello se refería a la gradual adopción de una actitud calcu-
~ ladora hacia más y más aspectos de la vida moderna. Tras
provocar la desaparición de lo que consideraba los «espí-
ritus y demonios» de la cultura tradicional, se impuso el
enfoque racional subyacente a la ciencia y que encontraba
- - ,
5 Roland Robertson, Talcott Parsons: Theorist 01Modernity (Londres
y Newbury Park, CA, Sage, 1991),
•
•
;
1
I
I
t
f
t
¡
1
t
1
su expresión más dinámica en la economía capitalista, p'e-
netrando sistemáticamente cada sector de la sociedad. La
~
autoridad derivaba cada vez más de esta racionalidad cal-
culadora y cada vez menos de la tradición.
Observar, calcular, estos son los distintivos de la moder-
nidªd_¡;m.ª-~eber-, Elffiétodo delaboratorio del cientm t
co, la contabilidad del capitalista con sus pérdidas y ga
nancias, las normas y escalafones del sistema burocrático,
todos ellos atestiguan la importancia de la racionalización.
Este cálculo atento era una fuente de control y un instru-
mento de dominio. Con la herramienta de la racionalidad
era posible «domaD> la naturaleza, someter a los trabaja ~
dores, hacer que cuadraran los libros de cuentas y mante-
ner la complejidad dentro de ciertos límites. L-ªº_rg~~
ció.n..prQdu_c-tiva~~fLds:!!t~Qor ~~sele!lsia, según Weber,
era la burocracia. Pero la misma tendencia se extendió al
arte y~ lam.{¡~i~a; la precisión mecánica se convirtió en un
motivo de la pintura yla notación musical se estructuró de
acuerdo con nuevas ideas de la armonía. Tanto si se trata-
ba de mejorar las cosechas y acrecentar la precisión mili-
tar como de automatizar el hogar o coordinar los vuelos
de las líneas aéreas, la racionalización se convirtió en un
motivo central de la modernidad durante el siglo xx.
Urbanismo
Otra esfera de organización racional era la ciudad. Lar
emigración masiva de las granjas y pueblos rurales a losl
centros de producción industrial en rápido desarrollo
también provocaron grandes transformaciones sociales.
Aunque la definición precisa de «urbano» ha sido una
cuestión debatida se decía que los Estados Unidos se
hicieron urbanos cuando la mayoría de su población vivía
en asentamientos de más de 250 personas, está claro
que la experiencia moderna es abrumadoramente urbana,
25. 53
52 David Lyon
en contraste con el pasado, predominantemente rural.
I
Como hemos visto, Georg ~ pensaba que la «me-
trópoli» tenía un efecto distintivo sobre la «vida mental»,
además de ser el centro de la economía monetaria. En sus
propias palabras: «La complejidad y la extensión de la
existencia metropolitana imponen puntualidad, calculabi-
lidad, exactitud»6.
Sirnmel yotros consideraban la ciudad el crisol en el que
se fonnaría y refonnaría la modernidad. En este microcos-
mos podía observarse la diferenciación, la mercantilización
y la racionalización a gran escala. Los habitantes de las ciu-
dades cada vez se distinguían más, pensaba, por su actitud
reservada y hastiada. Mostraban una aparente urbanidad,
creyéndose portadores de la civilización, pero distancián-
dose de las relaciones que pudieran ser claramente íntimas.
La identidad ya no se hallaba en la comunidad local. Ha-
bía surgido una sociedad de extraños que florecía en la ciu-
dad. En la obra de un compatriota de Simmel, Ferdinand
Tonníes, se manifiesta un énfasis similar. Para Tonníes, la
vida moderna se caracterizaba por unas relaciones más for-
males y contractuales que las de la Gemeinscha/t o comu-
nidad. Aunque este fenómeno también se daba en las áreas
rurales, era más marcado en las urbanas.
La Escuela de Chicago de sociólogos urbanos retomó
esta cuestión, dejando su sello en buena parte del análisis
social del siglo xx. Para ellos, la modernidad se configuró
en las florecientes ciudades del Nuevo Mundo, sobre todo
en Chicago. El urbanismo, sostenían, era nada menos que
un «modo de vida» nuevo y distintivo. La ciudad se con-
vertía en el medio de procesar las oleadas de inmigrantes,
situándolos en zonas y clasificándolos para emplearlos en
las fábricas y oficinas del progresivo industtialismo. Al
mismo tiempo, la ciudad conservaba su ambivalencia, un
rasgo al que volveremos en la próxima sección.
6 Citado en Kumar, Prophecy and Progress, p. 71.
p;-
f Postmodernidad
; Entretanto, en el Viejo Mundo, Le Corbusier se reconci-
,
¡
liaba con la modernidad en las calles de París. Aunque en
· sus primeras ideas de urbanismo se percibía la nostalgia por
los días que precedieron a la existencia del automóvil, no
tardó en celebrar la modernidad. De manera semejante a
• Durkheim, este arquitecto urbano vio el potencial de rege-
neración de la propia fonna urbana. Una nueva clase de per-
sonas requería un nuevo tipo de calle, que sería una «máqui-
t na para producir tráfico»7. La ciudad podría reconceptua-
lizarse desde la ventajosa posición del conductor de automó-
,
• vil: Ni los peatones ni los cafés obstruirían el flujo del tráfi-
• co. La ciudad se construiría para los coches. La eliminación
I de la calle también eliminaría el delito y la rebelión.
t
I
í
Disciplina
Uno de los objetivos de la modernidad: excluir y elimi ~
nar racionalmente a los delincuentes y desviados, es con-
! secuencia lógica del impulso controlador y clasificador
que se percibía en todos los ámbitos. La ciudad era uno
de esos ámbitos, pero surgieron muchos otros. La moder-
t nidad también puede relacionarse con el al~e del ejército
1 como un aspecto especializado del nuevo stado nacio-
nal. El unifonne, la instrucción, las divisiones en estrictas
¡
t
j~rquías de rango tenían por objeto que el ejército ope-
rase con eficacia y garantizar la conformidad de todos. La )
disciplina de estilo militar habría de tener un impacto tre-
J
t
mendo en las pautas organizativas de la industria, la admi-
nistración y el comercio, por no mencionar los hosprt;i1es
y eséue1as, de la~derna8.
,
t -
l
7 LeCorbusier, The City ofTomorrow [1929] (Cambridge, MA, MIT
Pr';SlI971), p. 4.
8r.~e Christopher Dandeker, Su.!?eillance, Power and Modernity
(Cambridge, Polity Press, 1990).
26. 55
Ji 54 David Lyon
Ii
[
~ De hecho, desde el comienzo del periodo moderno no
:1 dejaron de surgir tácticas y estrategias disciplinarias dis-
:1 ~ tintivas. Como han mostrado los historiadores sociales,
Ili desde Max Weber a Michel Foucault y Norbert Ellas, los
:It antiguos mJtC:~s pa!a mantener el ordep.J.ales ~
ti castigo públic brotar de los infrª,~tQr~, fueron sustitw-
1
I dos por otros que hacían hincapié en la a1Jtodjsciplina y el
1
ji autoc0n¿el. .Elias.mostró cómo el «proceso civilizadOr»
!:' supuso refinamIento de las maneras en la mesa y la re
li: presión o el disimulo de estornudos y flatulencias9
• Por
'1' 'i. otra parte, Foucault insiste que en el plan de Pris~~n pa-
li ~~,~1t1Ptica encontramos el epítome de disciplina mo erna.
1
ji ~ 1 ediante un régimen de observación no verificable, en el
1I 0' que los reclusos nunca est~ .se~ros de cuándo se les ob-
'1 ~ serva, los presos se autodiscIplinan para mantener el or-
'I~ den y comportarse de acuerdo con los deseos de la admi
N::: . nistración de la cárcel. Al final, observa Foucault, «se en-
cargan ellos mismos de su propia vigilancia»lO.
" ~larización
-t.~~
<..i' ~ El panóptico fue concebido por Jer,emy~ a fi-
nales del siglQ~. Su nombre nos condUce a un último
motivo de la modernidad: la suerte cambiante de la reli-
gión. El plan de Bentham representaba una alternativa
~Ijl
III 9 Norbert Elias, The Civzlizing Process (Oxford, Blackwell, 1978).
I~I [Ed. cast.: El proceso de la civilización, Madrid, FCE, 1988.]
¡¡II 10 Michel Foucault, Discipline and Punish: The Birth 01 the Prisan
(Nueva York, Vintage Books, 1979). [Ed. cast.: Vigilar y castigar, Ma-
iil1
~ drid, Siglo XXI, 1990.] Esta obra es objeto de análisis crítico por una se-
li rie de autores como Michael Ignatieff, A Just Measure ólPain (Nueva
'1
York, Pantheon, 1978), y, en relación con las tecnologías electrónicas,
~ David Lyon, The Electronic Eye.· The Rise 01Surveillance Society (Cam-
II!I bridge, Polity Press, y Minneapolis, University of Minnesota Press,
1994). [Ed. cast.: El ojo electrónico, Madrid, Alianza Editorial, 1995.]
~..ll
1!
~
.'
I Postmodemidad
consciente a las fonnas de tratar a los infractores dictadas
por la religión. De hecho, era una parodia secular de un
Dios omnisciente. A medida que avanzaba el siglo XIX,
aparecieron muchas alternativas a las antiguas fonnas reli-
giosas, lo mismo propiciadas deliberadamente que como
consecuencia indirecta de los procesos modernizadores.
El industrialismo urbano parecía eliminar la influencia de
las iglesias en Europa desplazando a las personas de sus
antiguos contextos comunales y ofreciendo nuevos princi-
pios de organización social en sustitución de los consagra-
dos por la religión. Finalmente, el propio paisaje urbano
reflejaría este proceso cuando las agujas y las torres de las
iglesias fuesen sobrepasadas con creces por los rascacielos
de oficinas.
La Revolución Francesa destronó a Dios de manera V
irreversibT~-prod~~d~-el ~dve~ento del Estado se ~
cular..pero como muchos observaron durante el sigl;; si-
guiente, de Alexis de Tocqueville en adelantell, esta fonna
moderna conservaba muchas reminiscencias de la reli-
gión. Sin duda, el horizonte de la esperanza había bajado
a la vida temporal, pero, por lo demás, ciertos elementos
de la doctrina sagrada, el proselitismo e incluso el martirio
seguían allí. Marx, Weber, Durkheim y Simmel también
observaron de diferentes fonnas el cambio de dioses que
se manifestó en los primeros tiempos de la modernidad.
Durkheim, por ejemplo, creía que, pese a las aparente-
mente poco prometedoras perspectivas del cristianismo,
las fonnas esenciales de la vida religiosa persistirían de
maneras propias de la era moderna. Por su parte, Sirnmel
muso percibió la aparición de nuevas fonnas místicas de
religiosidad, pero pensaba que algo vital estaba desapare-
áendo. Tal secularización como logro negativo de la mo-
clemidad reaparecerá más adelante.
11 Citado en Krishan Kumar (ed.), Revolution: The Theory and Practi-
o/(J European Idea (Londres, Weidenfeld and Nicolson), p. 115.
,
,~;.
27. David Lyon Postmodemidad
56 57
Así pues, la modernidad es un fenómeno de gran diver que no deja de reaparecer13
• Sin embargo, el caleidosco ~
sidad y riqueza, difícil, si no imposible, de resumir. El in-
'tento de Anthony Giddens de ver la modernidad en tér-
¡
" minos de sus principales esferas institucionales nos ayuda
"
"
l.
r, . a comprender esto. Giddens sugiere que la modernidad
:!
no debería considerarse producto de un solo factor pre-
[1
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dominante, tal como el capitalismo, sino como un cQ!!jun-
l"'i to de instituciones. Estas incluyen el capitalismo, el indus-
!' ~
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~-{ t~o, la_vigITancia ---especialmente efl.~l}~s!aéIOña
1I ~ ci~- . y el ej~r<;it2.' Ahora bien, estas cuatro ins-
"1 I
1:.' ( )
t,
I tituciones son evidentes en lo que hemos tratado hasta
' " ahora y es igualmente evidente que ninguna de ellas pue-
11
!~ 1 de reducirse a las demás.
Para trazar un cuadro más completo de la modernidad,
ji
l
hemos de arrojar luz sobre otros dos aspectos. En parte
los podemos extraer de otras obras de Giddens. Por un
Iado, la mención de las materias primas y la fuerza de tra-
bajo para la producción capitalista nos recuerda que el
1 proyecto de la modernidad afectó desde el principio a
',1:
~ otros países aparte de los europeos. Las relaciones étnicas
I
ii!
Ii
emergentes, basadas en el colonialismo y la descoloniza-
ción, son un rasgo importante de las interacciones globa-
les contemporáneas. Por otra parte, la reyolución indus-
trial trajo consigo grandes cambios en las relaciones ~ntre
!
los sexos, asignando la esfera doméstica a la mujer y la pú-
brrcaarhombre, y reforzando así las antiguas pautas de
Itl
dominio y subordinación. El patriarcado tomó nuevas
Ili
formas, quizá más rígidas, en la modernidad12
.
Otra cuestión extremadamente significativa que está
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casi ausente en el análisis de Giddens es la de la religión,
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l 12 Giddens aborda la cuestión del género tanto en ModF?rnity andSelf
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ldentity (Cambridge, Polity Press, 1991) [oo. cast.: Modernidad e identi-
11;
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i: dad del yo, Barcelona, Península, 1995] como en The Transformation of
lntimacy (Cambridge, Polity Press/Stanford University Press, 1992).
, [Ed. cast.: La transformación de la intimidad, Madrid, Cátedra, 1995.]
,11
~.l_
pio de matices culturales también está en constante flujo
en la modernidad y se halla irreversiblemente unido a las
transformaciones sociales identificadas en su enfoque ins-
titucional. Las formas en que la creencia en el progreso
eclipsaron la confianza en la providencia se manifestaron
en la arquitectura, el arte y las racionalizadas instituciones
sociales. Cuando examinamos la ambivalencia de la mo-
dernidad, la dimensión cultural vuelve una y otra vez al
primer plano, entrelazándose con la social, la política y la
económica. Así, aunque el esquema de industrialismo, ca-,
pitalismo, vigilancia y ejército es muy útil como resumen
de la modernidad, es necesario engarzarla con las dimen-
siones de la etnicidad yel género y de la cultura y la reli-
gión.
Ambivalencia de la modernidad
El logro de la modernidad fue .inaugurar nada menos ~~
que un nuevo orden social, introducir un cambio sin pre- j:~ t
cedentes y con frecuencia irreversible a escala masiva. De r
hecho, la modernidad se convirtió en la primera forma de
organización social que adquirió un predominio global.
Durante muchas décadas, tanto quienes vivían en socieda-
des transformadas por la modernidad como quienes aspi-
raban a la misma creían que ofrecía unas ventajas abruma-
doras sobre los demás modos de vida. ¿Quién podía re-
chazar el sueldo fijo, la lata de Coca-Cola y el teléfono?
No es extraño que los trenes, el telégrafo y el teléfono se
considerasen simbolos de progreso. Los desgarros causa-
dos en las culturas tradicionales se consideraban poco
13 Giddens no pasa por alto la religión. La trata en su Modernity and
1 5elfIdentity (Cambridge, Polity Press, 1991). Pero no queda integrada
I en su esquema conceptual global para comprender la modernidad.
l.
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28. 59
58 David Lyon
más que una abrasión temporal provocada por la transi-
ción a las nuevas condiciones. La lucha de clases, por
ejemplo, no era para Durkheim un rasgo endémico del ca-
pitalismo, como 10 era para Marx, sino que señalaba una
fase que precedía a nuevas formas de cooperación.
Pero la modernidad sólo era una bendición en parte.
Ya en los primeros análisis sociales se escuchan notas de
advertencia y preocupación. En el mundo de la produc-
ción, Marx veía a los capitalistas explotadores y los traba-
jadores alienados. Durkheim percibió una inquietud e in-
certidumbre profundas sobre el futuro entre los afectados
por la nueva división del trabajo. Weber temía que la ra-
cionalización acabara por aplastar al espíritu humano, en-
cerrándolo tras los barrotes de la jaula de hierro burocrá-
tica. Simmel intuía que la sociedad de extraños produciría
un nuevo aislamiento y fragmentación social14. Y así suce-
sivamente. A finales del siglo xx, cuando la realidad alcan-
zó estas premoniciones científico-sociales,k1i1OdemIdad
yj aparecía en unáSituación caótka. De hecho, para muchos
obserVadores, las cosas estaban peor de 10 que temían sus
antepasados. La modernidad quizá estaba creando las
condiciones para su propia muerte.
Alienación y explotación
Marx, aunque favorable a la modernidad, eraetlemi~
de su comadrona: el capitalismo. La constante actualiza-
ción de la tecnología, la obstinada búsqueda del dominio
del mercado, la extensión a nivel global de los tentáculos
del capital eran aspectos de un sistema diseñado para se-
14 Aunque no es una obra tan importante como otras suyas, El males-
tar en la cultura de Freud, con su pesimismo sobre el socialismo revolu-
cionario, también podría considerarse como un jtÚcio negativo de la mo-
dernidad. De ahí que aluda a esta obra en el título del capítulo.
Postmodemidad
parar a quienes se beneficiaban de él de quienes no tenían
nada que perder ~alvo sus cadenas. Para Marx, el capita-
lismo había logrado introducir una cuña entre el capitalis-
ta y el trabajador, entre los propios trabajadores -pues
tenían que competir por los escasos puestos de trabajo
existentes- y, a un nivel más profundo, entre los trabaja-
dores y su propia identidad. De esta forma, los trabajado-
res estaban alienados de su propia humanidad, entendida
como una actividad libre con un fin, y explotados por el
apetito insaciable de beneficio. Antes de pagarles su redu-
cido salario se les arrebataban los verdaderos frutos de su
trabajo.
Marx analizó el capitalismo como un sistema total e in- j
tegrado y sus partidarios han intentado emularle a medid/~
que el capitalismo ha ido madurando. Aunque se han he-
cho muchos intentos de desacreditar al marxismo, los más
recientes asociando su post'Ura-anilitl~~~con la ideología
de coll!mLe.~tatal imperañte'·bai.Q~cl copiiiñiSiñO, muchos
de sus principios conserv@ ru relevanci~ en la actuaIícIad.
Si bien es cierto que se han desarrollado nuevas fases del
capitalismo, tales como el fordismo desde la Primera has-
ta la Segunda Guerra Mtiñaiar,ñay abundantes indicios
de que el,impulso im.Qarabk.ª la acumulación de capital 1
descrito por la teoría marxista no ha disminuido en abso- 1
luto. La C11~stión postJDodema es si las transformaciones
producidas tanto en el modo de producción como en los
regímenes de regulación relacionados15 representan un
mundo postmarxista o s~plemente más _~eJ<2}~isl!!..q con
un n61n'i5're·dif~i~iife.-· --- -. ... ----
AUnque Marx no lo sabía, parte de su proyecto original IA~)
dio lugar a todo un género de crítica de la modernidad. Al 'V J'
observar que la economía monetaria se había convertido
15 David Hatvey trata los modos de producción y regímenes de regu-
lación en The Postmodern Condition (Oxford, UK, y Cambridge MA:
Basil Blackwell, 1990), capítulo 5.
29. 60 David Lyon
en la <<verdadera comunidad», Marx mostró que elmun-
~ do estaba siendo dominado por un ~srema de relaciones
~ objetivas e impersonales que sustituían a las relaciones
v personales conocidas de las sociedades tradicionales.
Nuestro <<fetichismo de la mercancía» nos oculta la verda-
dera naturaleza del intercambio y la explotación capitalis-
tas. En la fragante taza de café es imposible discernir la
miseria de la explotada familia brasileña de recolectores.
Hacer las cosas a distancia conlleva ciertas dificultades.
Aparte de los marxistas, otros estudiosos han tratado los
temas de la superficialidad, la transitoriedad, la fractura
de relaciones y la realidad disfrazada de la modernidad.
Pero sólo los marxistas ven esta violencia, opresión y des-
trucción como resultado directo del propio capitalismo.
Anomía y pérdida de dirección
La'obra de Durkheim sugiere poderosamente la sensa-
ción de desarraigo de la tradición, de que las delimitacio-
nes han desaparecido, por así decirlo, de la noche a la ma-
ñana. Durkheim vio que con la modernidad se estaba pro-
duciendo una clara ruptura. Los lazos tradicionales de la
familia, el linaje y la comunidad, rotos por la nueva movi-
lidad y la inexistencia de una regulación convencional,
sólo fueron sustituidos por la incertidumbre, la pérdida
de dirección y la sensación de soledad de cada individuo.
Sin cierta base normativa, sin una fuente de autoridad
para la sociedad, Durkheim pensaba que el orden moral
se derrumbaría. Independientemente de la posible contri-
bución de la solidaridad orgánica de la división del traba-
jo, en aquellos momentos, sostenía Durkheim, la anomía
era patológica, posiblemente hasta el punto del suicidio.
El curso que han tomado después las cosas, en el que la
diferenciación ha continuado dividiendo la vida social en
esferas cada vez más autónomas, habría preocupado a
Postmodemidad 61
Durkheim todavía más. Las normas de cada esfera -tra-
bajo, ocio, familia, ciudadanía, etc.-, a diferencia de las
normas y convenciones de la tradición, relativamente uni-
ficadas, se han desarrollado dentro de cada esfera. De esta
manera, la diferenciación moderna introduce sistemas de-
cisivameIlte autorreferenciale~ que, desde la perspectiva
del iñdi~du.o, Eári--Oé-sernegociados continuamente. Le-
jos del mundo único que abarcaba toda la vida cotidiana
en las sociedades tradicionales, la modernidad trae consi-
go una «pluralización de mundos vitales». La condición
de anomía se reproduce una y otra vez, en la reveladora
expresión.de Berger: la modernización va acompañada de tq,
«mentes sm hogar»16. '
La respuesta de Durkheim a todo esto, dentro de su
tendencia sociológica, era poner de relieve el carácter
científico de lo que estaba haciendo. Después de todo
¿quién podía volver a los principios religiosos como la
providencia en una época de progreso? Como su predece-
sor, Auguste Compte, consideraba la «ciencia» superior al
conocimiento «lego» y sostenía que los juicios «profesio-
nales» eran preferibles a la intuición y a las interpretacio-
nes de la realidad basadas en la experiencia cotidiana. De
esta manera, la ciencia podría aportar una guía segura en
una época de anomía. Los ~t_ele5=.~llales t~1.an un f()l cla- ""-
roA~lkk!esL!~~ladQ!:es en el mundo moderno. El co- ~ .,
rolario erala promesa de una organg~g§~~de I(
la s~ied~. Esta idea siguió siendo popular e influyente
durante muchas décadas, para ser cuestionada abierta-
mente -y con buenas razones- bien avanzado el siglo
XX por la sociología interpretativa y por el feminismo17.
16 Peter Berger, The Homeless Mind (Harmondsworth, Penguin,
1974).
17 La sociología como razón legisladora e interpretativa es tratada por;
Zygmunt Bauman en Legislators and Interpreters (Cambridge, Polity i
Press, 1987) yen Intimations o/Postmodernity (Londres y Boston, Rout- I
ledge, 1992), capítulo 5. ......-J
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