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Textos para el Año Mariano
Visitación a santa Isabel
Isabel, a la que llamaban estéril, va a ser
madre. María lo ha sabido por Gabriel, el
enviado de Dios. Y, poco después, se levantó y
marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de
Judá (Lc 1, 39). No le mueve la curiosidad, ni
se pone en camino para comprobar por sí
misma lo que el ángel le ha comunicado.
María, humilde, llena de caridad -de una cari-
dad que le urge a preocuparse más de su
anciana prima que de sí misma- va a casa de
Isabel porque ha entrevisto, en el mensaje del
cielo, una secreta relación entre el hijo de
Isabel y el Hijo que Ella lleva en sus entrañas.
El camino desde Nazaret a Ain Karin -la
pequeña ciudad situada en los montes de Judea, que la tradición identifica con el lugar de residencia de Zacarías
e Isabel- es largo. Cubre una distancia de casi ciento cuarenta kilómetros. Probablemente José organizó el viaje.
Se ocuparía de encontrar una caravana en la que la Virgen pudiera viajar segura, y quizá él mismo la acompañara
al menos hasta Jerusalén; algunos comentaristas piensan que incluso hasta Ain Karin, distante poco más de siete
kilómetros de la capital, aunque se volviera enseguida a Nazaret, donde tenía su trabajo.
María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel (Lc 1, 40). Algunas tradiciones locales afirman que el encuen-
tro entre las dos primas tuvo lugar, no en la ciudad misma, sino en una casa de campo donde Isabel -como dice el
texto sagrado- se ocultó durante cinco meses (cfr. Lc 1, 24), para alejarse de las miradas indiscretas de parientes
y vecinos, y para alzar su alma en agradecimiento a Dios, que la había concedido tamaño beneficio.
Se saluda a la persona que llega cansada de un viaje, pero en este caso es María quien saluda a Isabel. La abra-
za, la felicita, le promete estar a su lado. Con Ella entra en aquella casa la gracia del Señor, porque Dios la ha
hecho su mediadora. Su llegada causó una revolución espiritual. Cuando oyó Isabel el saludo de María -cuenta San
Lucas-, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo (Lc 1, 41).
Tres fueron los beneficios que María llevó consigo (cfr. Lc 1, 42-45). En primer lugar, llenó de gloria aquella
casa: ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Si la visita de un personaje de la
tierra honra sobremanera a quien lo hospeda, ¿qué habría que decir del honor recibido al acoger al Hijo unigénito
del Padre, hecho hombre en el seno de Nuestra Señora? Inmediatamente, el Bautista aún no nacido se estremeció
y exultó de gozo: quedó santificado por la presencia de Jesucristo. E Isabel, iluminada por el Espíritu de Dios, pro-
rrumpió en una aclamación profética: en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y
bienaventurada Tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.
La Virgen iba a servir y encuentra que la alaban, que la bendicen, que la proclaman Madre del Mesías, Madre
de Dios. María sabe que es efectivamente así, pero lo atribuye todo al Señor: porque ha puesto sus ojos en la
humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha
hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo (Lc 1, 48-49).
En el Magnificat, cántico tejido por la Virgen -bajo inspiración del Espíritu Santo- con expresiones tomadas del
Antiguo Testamento, se retrata el alma de María. Es un canto a la misericordia de Dios, grande y omnipotente, y
simultáneamente una manifestación de la humildad de Nuestra Señora. Sin que yo hiciese nada -viene a decir-, el
Señor ha querido que se cumpliera en mí lo que había anunciado a nuestros padres, en favor de Abraham y de su
linaje, para siempre. Mi alma engrandece al Señor, no porque mi alma sea grande, sino porque el Señor la ha hecho
grande.
María humilde: esclava de Dios y sierva de los hombres. Permanece tres meses en la casa de Isabel, hasta que
nace Juan. Y, con su presencia, llenará de gracias también a Zacarías, para que cante al Señor un himno de ala-
banza y de arrepentimiento, con toda la fuerza del habla recobrada: bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque
ha visitado y redimido a su pueblo (Lc 1, 68).
J.A. Loarte
www.opusdei.org
6
Textos para el Año Mariano
6
La voz del Magisterio
«En el relato de la Visitación, San Lucas mues-
tra cómo la gracia de la Encarnación, después de
haber inundado a María, lleva sal-
vación y alegría a la casa de
Isabel. El Salvador de los hombres,
oculto en el seno de su Madre,
derrama el Espíritu Santo, mani-
festándose ya desde el comienzo
de su venida al mundo.
»El evangelista, describiendo la salida de María
hacia Judea, usa el verbo anistemi, que significa
levantarse, ponerse en movimiento. Considerando
que este verbo se usa en los evangelios para indi-
car la resurrección de Jesús (cfr. Mc 8, 31; 9, 9. 31;
Lc 24, 7. 46) o acciones materiales que comportan
un impulso espiritual (cfr. Lc 5, 27-28; 15, 18. 20),
podemos suponer que Lucas, con esta expresión,
quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a
María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar
al mundo el Salvador.
»El texto evangélico refiere, además, que María
realiza el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También
la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en
el contexto lucano, es mucho más que una simple
indicación topográfica, pues permite pensar en el
mensajero de la buena nueva descrito en el libro
de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los
pies del mensajero que anuncia la paz, que trae
buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a
Sión: ya reina tu Dios!" (Is 52, 7).
»Así como manifiesta San Pablo, que reconoce
el cumplimiento de este texto profético en la pre-
dicación del Evangelio (cfr. Rm 10, 15), así también
San Lucas parece invitar a ver en María a la prime-
ra evangelista, que difunde la buena nueva,
comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.
»La dirección del viaje de la Virgen santísima es
particularmente significativa: será de Galilea a
Judea, como el camino misionero de Jesús (cfr. Lc
9, 51). En efecto con su visita a Isabel, María reali-
za el preludio de la misión de Jesús y, colaborando
ya desde el comienzo de su maternidad en la obra
redentora del Hijo, se transforma en el modelo de
quienes en la Iglesia se ponen en camino para lle-
var la luz y la alegría de Cristo a los hombres de
todos los lugares y de todos los tiempos».
* * *
«El Magníficat es un canto que revela con acier-
to la espiritualidad de los anawim bíblicos, es
decir, de los fieles que se reconocían "pobres" no
sólo por su alejamiento de cualquier tipo de idola-
tría de la riqueza y del poder, sino
también por la profunda humildad
de su corazón, rechazando la ten-
tación del orgullo, abierto a la
irrupción de la gracia divina salva-
dora (...).
»El primer movimiento del cántico mariano (cfr.
Lc 1, 46-50) es una especie de voz solista que se
eleva hacia el cielo para llegar hasta el Señor.
Escuchamos precisamente la voz de la Virgen que
habla así de su Salvador, que ha hecho obras gran-
des en su alma y en su cuerpo. En efecto, conviene
notar que el cántico está compuesto en primera
persona: "Mi alma... Mi espíritu... Mi Salvador... Me
felicitarán... Ha hecho obras grandes por mí...". Así
pues, el alma de la oración es la celebración de la
gracia divina, que ha
irrumpido en el corazón
y en la existencia de
María, convirtiéndola
en la Madre del Señor.
»La estructura ínti-
ma de su canto orante
es, por consiguiente, la
alabanza, la acción de
gracias, la alegría, fruto de la gratitud. Pero este
testimonio personal no es solitario e intimista,
puramente individualista, porque la Virgen Madre
es consciente de que tiene una misión que desem-
peñar en favor de la humanidad y de que su histo-
ria personal se inserta en la historia de la salva-
ción. Así puede decir: "Su misericordia llega a sus
fieles de generación en generación" (v. 50). Con
esta alabanza al Señor, la Virgen se hace portavoz
de todas las criaturas redimidas, que, en su "fiat" y
así en la figura de Jesús nacido de la Virgen,
encuentran la misericordia de Dios.
»En este punto se desarrolla el segundo movi-
miento poético y espiritual del Magníficat (cfr. vv.
51-55). Tiene una índole más coral, como si a la
voz de María se uniera la de la comunidad de los
fieles que celebran las sorprendentes elecciones de
Dios. En el original griego, el evangelio de San
Lucas tiene siete verbos en aoristo, que indican
otras tantas acciones que el Señor realiza de modo
permanente en la historia: "Hace proezas...; dis-
persa a los soberbios...; derriba del trono a los
poderosos...; enaltece a los humildes...; a los ham-
brientos los colma de bienes...; a los ricos los des-
pide vacíos...; auxilia a Israel".
www.opusdei.org
“La
Virgen
Madretiene una
misiónque
desempeñar ..
”
Juan Pablo II
(siglo XX).
Discurso en la
audiencia del
2-X-1996.
Benedicto XVI
(siglo XX).
Discurso en la
audiencia del
15-II-2006.
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»En estas siete acciones divinas es evidente el
"estilo" en el que el Señor de la historia inspira su
comportamiento: se pone de parte de los últimos.
Su proyecto a menudo está oculto bajo el terreno
opaco de las vicisitudes humanas, en las que triun-
fan "los soberbios, los poderosos y los ricos". Con
todo, está previsto que su fuerza secreta se revele
al final, para mostrar quiénes son los verdaderos
predilectos de Dios: "Los que le temen", fieles a su
palabra, "los humildes, los que tienen hambre,
Israel su siervo", es decir, la comunidad del pueblo
de Dios que, como María, está formada por los que
son "pobres", puros y sencillos de corazón. Se trata
del "pequeño rebaño", invitado a no temer, porque
al Padre le ha complacido darle su reino (cfr. Lc
12, 32). Así, este cántico nos invita a unirnos a
este pequeño rebaño, a ser realmente miembros
del pueblo de Dios con pureza y sencillez de cora-
zón, con amor a Dios.
»Acojamos ahora la invitación que nos dirige
San Ambrosio en su comentario al texto del
Magníficat. Dice este gran doctor de la Iglesia:
"Cada uno debe tener el alma de María para pro-
clamar la grandeza del Señor, cada uno debe tener
el espíritu de María para alegrarse en Dios.
Aunque, según la carne, sólo hay una madre de
Cristo, según la fe todas las almas engendran a
Cristo, pues cada una acoge en sí al Verbo de
Dios... El alma de María proclama la grandeza del
Señor, y su espíritu se alegra en Dios, porque, con-
sagrada con el alma y el espíritu al Padre y al Hijo,
adora con devoto afecto a un solo Dios, del que
todo proviene, y a un solo Señor, en virtud del cual
existen todas las cosas" (Exposición del evangelio
según San Lucas, 2, 26-27).
»En este estupendo comentario de San Ambrosio
sobre el Magníficat siempre me impresionan de
modo especial las sorprendentes palabras: "Aunque,
según la carne, sólo hay una madre de Cristo,
según la fe todas las almas engendran a Cristo,
pues cada una acoge en sí al Verbo de Dios". Así el
santo doctor, interpretando las palabras de la
Virgen misma, nos invita a hacer que el Señor
encuentre una morada en nuestra alma y en nues-
tra vida. No sólo debemos llevarlo en nuestro cora-
zón; también debemos llevarlo al mundo, de forma
que también nosotros podamos engendrar a Cristo
para nuestros tiempos. Pidamos al Señor que nos
ayude a alabarlo con el espíritu y el alma de María,
y a llevar de nuevo a Cristo a nuestro mundo».
«Hay que considerar que el superior fue al inferior
para ayudarle: María a Isabel, Cristo a Juan. Y, al
punto de llegar María, se ponen de
manifiesto los beneficios de la pre-
sencia divina. Fíjate de qué modo
tan distinto en cada uno de ellos.
Isabel oye primero la voz, pero Juan
lo primero que siente es la gracia.
Aquella percibió según el orden nat-
ural, éste se alegró con el misterio
sobrenatural. Aquella notó la llegada de María; éste, la
del Señor. Y cuando el hijo estuvo lleno del Espíritu
Santo, entonces se colmó también la madre (...).
»¿De dónde a mí tanto bien que venga la Madre de
mi Señor a visitarme? (Lc 1, 43). No habla como una
ignorante, sino que reconoce el efecto de la gracia
divina, no del mérito humano. Es decir: ¿por qué me
llega esta felicidad, que venga la Madre de mi Señor a
verme? Reconozco que no tengo nada que esto exija.
¿Por qué justicia, por qué acciones, por qué méritos? Yo
presiento el milagro, reconozco el misterio: la Madre
del Señor está encinta del Verbo, llena de Dios (...).
»Quedóse María con ella unos tres meses, y se vol-
vió a su casa (Lc 1, 56). Se comprende bien que Santa
María, por un lado, prestara sus servicios y, por otro,
lo hiciera durante un número simbólico de meses.
Pues no se quedó tanto tiempo sólo por ser pariente,
sino también para provecho del profeta. Pues, si sólo
su entrada produjo un efecto tan grande que, con el
saludo de María, el niño saltó de gozo en el seno
materno y su madre [Isabel] se llenó del Espíritu
Santo, ¿en cuánto valoraremos los efectos de la pre-
sencia de María durante tanto tiempo?»
* * *
«El saludo de María fue eficaz en cuanto llenó a
Isabel del Espíritu Santo. Con su lengua, mediante la
profecía, hizo brotar para su prima, como de una
fuente, un río de dones divinos. En efecto, allí donde
llega la llena de gracia, todo queda
colmado de alegría.
»Isabel quedó llena del Espíritu
Santo, y exclamando en voz alta,
dijo: "Bendita tú entre las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre. ¿De
dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi
Señor a visitarme?" (Lc 1, 42-43). ¡Bendita entre las
mujeres! Tú, en efecto, te has convertido para ellas
La voz de los Padres
San Ambrosio
de Milán (siglo IV)
Exposición del
Evangelio según San
Lucas 2, 22-
23.25.29.
6
Pseudo Gregorio
Taumaturgo
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Homilía II sobre la
Anunciación
Textos para el Año Mariano
6
en principio de regeneración. Tú nos has dado el per-
miso de entrar en el Paraíso y has puesto en fuga al
antiguo dolor. A partir de ti,
el género humano deja de
ser insultado. Los herederos
de Eva ya no tienen miedo de
la antigua maldición, porque
Cristo, Redentor de los hom-
bres, Salvador de la naturale-
za, espiritual Adán, procede de tu vientre para curar
las heridas del hombre terreno».
* * *
«¿De qué manera puede el alma engrandecer al
Señor? En efecto, si Dios no puede crecer ni disminuir,
puesto que es el que es, ¿por qué motivo dice ahora
María: mi alma engrandece al Señor? (Lc 1, 46).
»De la misma manera que los pintores de retratos,
una vez que han elegido como modelo,
por ejemplo, el rostro del rey, ponen
toda su habilidad de artistas en repro-
ducir ese único modelo, así cada uno
de nosotros, transformando su alma a
imagen de Cristo, compone un retrato
de Él que será más o menos perfecto;
unas veces, descuidado y sucio; otras veces, claro y
luminoso, bien parecido al original.
»Así pues, cuando haya hecho grande la imagen de
la imagen, que es mi alma; cuando la haya engrande-
cido con las obras, con el pensamiento y con las pala-
bras, entonces la imagen de Dios se hace más y más
clara, y el mismo Señor, de quien el alma es imagen,
es engrandecido en nuestra misma alma. Y como el
Señor crece en nuestra imagen, así, si somos pecado-
res, Él disminuye y decrece».
www.opusdei.org
La voz de los santos
«Ocurre a veces que el pecador busca en una
cosa lo que no podrá encontrar, y en cambio lo
halla el justo: se guarda para el justo la hacienda
del pecador (Prv 13, 22). Así, Eva echó mano del
fruto, y no halló en él todo lo que deseaba; la
Santísima Virgen, por el contrario,
encontró en su fruto todo lo que
había deseado Eva.
»Ésta en su fruto buscó tres cosas:
»Primero, lo que engañosamente
le había prometido el diablo, ser como dioses,
conocedores del bien y del mal. Y mintió; porque
es mentiroso y padre de la mentira. Eva, por haber
comido el fruto, no vino a ser semejante a Dios,
sino desemejante; con el pecado se apartó de Dios
su Salvador, y fue expulsada del Paraíso. María, en
cambio, sí lo halló en el fruto de su vientre, y con
Ella todos los cristianos, pues por Cristo nos unimos
y hacemos semejantes a Dios.
»Segundo, Eva en su fruto buscó placer, pues le
había parecido bueno para comerlo; pero no lo
obtuvo, sino que inmediatamente se dio cuenta de
que estaba desnuda y sintió dolor. En el fruto de la
Virgen, por el contrario, hallamos dulzura y sabor.
»Tercero, el fruto de Eva era hermoso a la
vista; pero más hermoso es el de María, al cual los
ángeles desean contemplar. Por consiguiente, Eva
no pudo hallar en su fruto lo que tampoco encuen-
tra ningún pecador en su pecado. Busquemos,
pues, lo que ansiamos, en el fruto de la Virgen».
Texto inicial y selección de textos: J.A. Loarte. www.opusdei.org, 2010
Con pasos acelerados
iba la Virgen preciosa
por los valles y collados,
más hermosa en cien mil grados
que la luna, sol ni rosa.
La luz eterna más clara
la esforzaba por de dentro.
¡Oh bendito el que hallara,
si en tal hora caminara,
tal encuentro!
Oh quién fuera pastorcico,
que te viera y preguntara:
"¿Dónde vas, tesoro rico,
dímelo, yo te suplico,
con tan gloriosa cara?"
"¿Y por quién había de ser,
respondieras, tal afán,
sino por engrandecer
la preñez con el nacer
de San Juan?"
"Y si aire acelerado
es el paso con que aguijo,
hácelo el amor sobrado,
de mayor tenor y grado,
que a San Juan tiene mi Hijo".
Fray Ambrosio Montesino (siglo XV).
Cancionero.
Santo Tomás
de Aquino
(siglo XIII).
Exposición del
Avemaría.
“Nos has dado
el permiso de
entrar en el
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Orígenes
(siglo III)
Comentario al
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San Lucas 8, 2.
La voz de los poetas
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Visitacion

  • 1. Textos para el Año Mariano Visitación a santa Isabel Isabel, a la que llamaban estéril, va a ser madre. María lo ha sabido por Gabriel, el enviado de Dios. Y, poco después, se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá (Lc 1, 39). No le mueve la curiosidad, ni se pone en camino para comprobar por sí misma lo que el ángel le ha comunicado. María, humilde, llena de caridad -de una cari- dad que le urge a preocuparse más de su anciana prima que de sí misma- va a casa de Isabel porque ha entrevisto, en el mensaje del cielo, una secreta relación entre el hijo de Isabel y el Hijo que Ella lleva en sus entrañas. El camino desde Nazaret a Ain Karin -la pequeña ciudad situada en los montes de Judea, que la tradición identifica con el lugar de residencia de Zacarías e Isabel- es largo. Cubre una distancia de casi ciento cuarenta kilómetros. Probablemente José organizó el viaje. Se ocuparía de encontrar una caravana en la que la Virgen pudiera viajar segura, y quizá él mismo la acompañara al menos hasta Jerusalén; algunos comentaristas piensan que incluso hasta Ain Karin, distante poco más de siete kilómetros de la capital, aunque se volviera enseguida a Nazaret, donde tenía su trabajo. María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel (Lc 1, 40). Algunas tradiciones locales afirman que el encuen- tro entre las dos primas tuvo lugar, no en la ciudad misma, sino en una casa de campo donde Isabel -como dice el texto sagrado- se ocultó durante cinco meses (cfr. Lc 1, 24), para alejarse de las miradas indiscretas de parientes y vecinos, y para alzar su alma en agradecimiento a Dios, que la había concedido tamaño beneficio. Se saluda a la persona que llega cansada de un viaje, pero en este caso es María quien saluda a Isabel. La abra- za, la felicita, le promete estar a su lado. Con Ella entra en aquella casa la gracia del Señor, porque Dios la ha hecho su mediadora. Su llegada causó una revolución espiritual. Cuando oyó Isabel el saludo de María -cuenta San Lucas-, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo (Lc 1, 41). Tres fueron los beneficios que María llevó consigo (cfr. Lc 1, 42-45). En primer lugar, llenó de gloria aquella casa: ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Si la visita de un personaje de la tierra honra sobremanera a quien lo hospeda, ¿qué habría que decir del honor recibido al acoger al Hijo unigénito del Padre, hecho hombre en el seno de Nuestra Señora? Inmediatamente, el Bautista aún no nacido se estremeció y exultó de gozo: quedó santificado por la presencia de Jesucristo. E Isabel, iluminada por el Espíritu de Dios, pro- rrumpió en una aclamación profética: en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada Tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. La Virgen iba a servir y encuentra que la alaban, que la bendicen, que la proclaman Madre del Mesías, Madre de Dios. María sabe que es efectivamente así, pero lo atribuye todo al Señor: porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo (Lc 1, 48-49). En el Magnificat, cántico tejido por la Virgen -bajo inspiración del Espíritu Santo- con expresiones tomadas del Antiguo Testamento, se retrata el alma de María. Es un canto a la misericordia de Dios, grande y omnipotente, y simultáneamente una manifestación de la humildad de Nuestra Señora. Sin que yo hiciese nada -viene a decir-, el Señor ha querido que se cumpliera en mí lo que había anunciado a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje, para siempre. Mi alma engrandece al Señor, no porque mi alma sea grande, sino porque el Señor la ha hecho grande. María humilde: esclava de Dios y sierva de los hombres. Permanece tres meses en la casa de Isabel, hasta que nace Juan. Y, con su presencia, llenará de gracias también a Zacarías, para que cante al Señor un himno de ala- banza y de arrepentimiento, con toda la fuerza del habla recobrada: bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (Lc 1, 68). J.A. Loarte www.opusdei.org 6
  • 2. Textos para el Año Mariano 6 La voz del Magisterio «En el relato de la Visitación, San Lucas mues- tra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva sal- vación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres, oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, mani- festándose ya desde el comienzo de su venida al mundo. »El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, usa el verbo anistemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se usa en los evangelios para indi- car la resurrección de Jesús (cfr. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7. 46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cfr. Lc 5, 27-28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador. »El texto evangélico refiere, además, que María realiza el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto lucano, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ya reina tu Dios!" (Is 52, 7). »Así como manifiesta San Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la pre- dicación del Evangelio (cfr. Rm 10, 15), así también San Lucas parece invitar a ver en María a la prime- ra evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino. »La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cfr. Lc 9, 51). En efecto con su visita a Isabel, María reali- za el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para lle- var la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos». * * * «El Magníficat es un canto que revela con acier- to la espiritualidad de los anawim bíblicos, es decir, de los fieles que se reconocían "pobres" no sólo por su alejamiento de cualquier tipo de idola- tría de la riqueza y del poder, sino también por la profunda humildad de su corazón, rechazando la ten- tación del orgullo, abierto a la irrupción de la gracia divina salva- dora (...). »El primer movimiento del cántico mariano (cfr. Lc 1, 46-50) es una especie de voz solista que se eleva hacia el cielo para llegar hasta el Señor. Escuchamos precisamente la voz de la Virgen que habla así de su Salvador, que ha hecho obras gran- des en su alma y en su cuerpo. En efecto, conviene notar que el cántico está compuesto en primera persona: "Mi alma... Mi espíritu... Mi Salvador... Me felicitarán... Ha hecho obras grandes por mí...". Así pues, el alma de la oración es la celebración de la gracia divina, que ha irrumpido en el corazón y en la existencia de María, convirtiéndola en la Madre del Señor. »La estructura ínti- ma de su canto orante es, por consiguiente, la alabanza, la acción de gracias, la alegría, fruto de la gratitud. Pero este testimonio personal no es solitario e intimista, puramente individualista, porque la Virgen Madre es consciente de que tiene una misión que desem- peñar en favor de la humanidad y de que su histo- ria personal se inserta en la historia de la salva- ción. Así puede decir: "Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación" (v. 50). Con esta alabanza al Señor, la Virgen se hace portavoz de todas las criaturas redimidas, que, en su "fiat" y así en la figura de Jesús nacido de la Virgen, encuentran la misericordia de Dios. »En este punto se desarrolla el segundo movi- miento poético y espiritual del Magníficat (cfr. vv. 51-55). Tiene una índole más coral, como si a la voz de María se uniera la de la comunidad de los fieles que celebran las sorprendentes elecciones de Dios. En el original griego, el evangelio de San Lucas tiene siete verbos en aoristo, que indican otras tantas acciones que el Señor realiza de modo permanente en la historia: "Hace proezas...; dis- persa a los soberbios...; derriba del trono a los poderosos...; enaltece a los humildes...; a los ham- brientos los colma de bienes...; a los ricos los des- pide vacíos...; auxilia a Israel". www.opusdei.org “La Virgen Madretiene una misiónque desempeñar .. ” Juan Pablo II (siglo XX). Discurso en la audiencia del 2-X-1996. Benedicto XVI (siglo XX). Discurso en la audiencia del 15-II-2006.
  • 3. Textos para el Año Marianowww.opusdei.org »En estas siete acciones divinas es evidente el "estilo" en el que el Señor de la historia inspira su comportamiento: se pone de parte de los últimos. Su proyecto a menudo está oculto bajo el terreno opaco de las vicisitudes humanas, en las que triun- fan "los soberbios, los poderosos y los ricos". Con todo, está previsto que su fuerza secreta se revele al final, para mostrar quiénes son los verdaderos predilectos de Dios: "Los que le temen", fieles a su palabra, "los humildes, los que tienen hambre, Israel su siervo", es decir, la comunidad del pueblo de Dios que, como María, está formada por los que son "pobres", puros y sencillos de corazón. Se trata del "pequeño rebaño", invitado a no temer, porque al Padre le ha complacido darle su reino (cfr. Lc 12, 32). Así, este cántico nos invita a unirnos a este pequeño rebaño, a ser realmente miembros del pueblo de Dios con pureza y sencillez de cora- zón, con amor a Dios. »Acojamos ahora la invitación que nos dirige San Ambrosio en su comentario al texto del Magníficat. Dice este gran doctor de la Iglesia: "Cada uno debe tener el alma de María para pro- clamar la grandeza del Señor, cada uno debe tener el espíritu de María para alegrarse en Dios. Aunque, según la carne, sólo hay una madre de Cristo, según la fe todas las almas engendran a Cristo, pues cada una acoge en sí al Verbo de Dios... El alma de María proclama la grandeza del Señor, y su espíritu se alegra en Dios, porque, con- sagrada con el alma y el espíritu al Padre y al Hijo, adora con devoto afecto a un solo Dios, del que todo proviene, y a un solo Señor, en virtud del cual existen todas las cosas" (Exposición del evangelio según San Lucas, 2, 26-27). »En este estupendo comentario de San Ambrosio sobre el Magníficat siempre me impresionan de modo especial las sorprendentes palabras: "Aunque, según la carne, sólo hay una madre de Cristo, según la fe todas las almas engendran a Cristo, pues cada una acoge en sí al Verbo de Dios". Así el santo doctor, interpretando las palabras de la Virgen misma, nos invita a hacer que el Señor encuentre una morada en nuestra alma y en nues- tra vida. No sólo debemos llevarlo en nuestro cora- zón; también debemos llevarlo al mundo, de forma que también nosotros podamos engendrar a Cristo para nuestros tiempos. Pidamos al Señor que nos ayude a alabarlo con el espíritu y el alma de María, y a llevar de nuevo a Cristo a nuestro mundo». «Hay que considerar que el superior fue al inferior para ayudarle: María a Isabel, Cristo a Juan. Y, al punto de llegar María, se ponen de manifiesto los beneficios de la pre- sencia divina. Fíjate de qué modo tan distinto en cada uno de ellos. Isabel oye primero la voz, pero Juan lo primero que siente es la gracia. Aquella percibió según el orden nat- ural, éste se alegró con el misterio sobrenatural. Aquella notó la llegada de María; éste, la del Señor. Y cuando el hijo estuvo lleno del Espíritu Santo, entonces se colmó también la madre (...). »¿De dónde a mí tanto bien que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Lc 1, 43). No habla como una ignorante, sino que reconoce el efecto de la gracia divina, no del mérito humano. Es decir: ¿por qué me llega esta felicidad, que venga la Madre de mi Señor a verme? Reconozco que no tengo nada que esto exija. ¿Por qué justicia, por qué acciones, por qué méritos? Yo presiento el milagro, reconozco el misterio: la Madre del Señor está encinta del Verbo, llena de Dios (...). »Quedóse María con ella unos tres meses, y se vol- vió a su casa (Lc 1, 56). Se comprende bien que Santa María, por un lado, prestara sus servicios y, por otro, lo hiciera durante un número simbólico de meses. Pues no se quedó tanto tiempo sólo por ser pariente, sino también para provecho del profeta. Pues, si sólo su entrada produjo un efecto tan grande que, con el saludo de María, el niño saltó de gozo en el seno materno y su madre [Isabel] se llenó del Espíritu Santo, ¿en cuánto valoraremos los efectos de la pre- sencia de María durante tanto tiempo?» * * * «El saludo de María fue eficaz en cuanto llenó a Isabel del Espíritu Santo. Con su lengua, mediante la profecía, hizo brotar para su prima, como de una fuente, un río de dones divinos. En efecto, allí donde llega la llena de gracia, todo queda colmado de alegría. »Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y exclamando en voz alta, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme?" (Lc 1, 42-43). ¡Bendita entre las mujeres! Tú, en efecto, te has convertido para ellas La voz de los Padres San Ambrosio de Milán (siglo IV) Exposición del Evangelio según San Lucas 2, 22- 23.25.29. 6 Pseudo Gregorio Taumaturgo (siglo V) Homilía II sobre la Anunciación
  • 4. Textos para el Año Mariano 6 en principio de regeneración. Tú nos has dado el per- miso de entrar en el Paraíso y has puesto en fuga al antiguo dolor. A partir de ti, el género humano deja de ser insultado. Los herederos de Eva ya no tienen miedo de la antigua maldición, porque Cristo, Redentor de los hom- bres, Salvador de la naturale- za, espiritual Adán, procede de tu vientre para curar las heridas del hombre terreno». * * * «¿De qué manera puede el alma engrandecer al Señor? En efecto, si Dios no puede crecer ni disminuir, puesto que es el que es, ¿por qué motivo dice ahora María: mi alma engrandece al Señor? (Lc 1, 46). »De la misma manera que los pintores de retratos, una vez que han elegido como modelo, por ejemplo, el rostro del rey, ponen toda su habilidad de artistas en repro- ducir ese único modelo, así cada uno de nosotros, transformando su alma a imagen de Cristo, compone un retrato de Él que será más o menos perfecto; unas veces, descuidado y sucio; otras veces, claro y luminoso, bien parecido al original. »Así pues, cuando haya hecho grande la imagen de la imagen, que es mi alma; cuando la haya engrande- cido con las obras, con el pensamiento y con las pala- bras, entonces la imagen de Dios se hace más y más clara, y el mismo Señor, de quien el alma es imagen, es engrandecido en nuestra misma alma. Y como el Señor crece en nuestra imagen, así, si somos pecado- res, Él disminuye y decrece». www.opusdei.org La voz de los santos «Ocurre a veces que el pecador busca en una cosa lo que no podrá encontrar, y en cambio lo halla el justo: se guarda para el justo la hacienda del pecador (Prv 13, 22). Así, Eva echó mano del fruto, y no halló en él todo lo que deseaba; la Santísima Virgen, por el contrario, encontró en su fruto todo lo que había deseado Eva. »Ésta en su fruto buscó tres cosas: »Primero, lo que engañosamente le había prometido el diablo, ser como dioses, conocedores del bien y del mal. Y mintió; porque es mentiroso y padre de la mentira. Eva, por haber comido el fruto, no vino a ser semejante a Dios, sino desemejante; con el pecado se apartó de Dios su Salvador, y fue expulsada del Paraíso. María, en cambio, sí lo halló en el fruto de su vientre, y con Ella todos los cristianos, pues por Cristo nos unimos y hacemos semejantes a Dios. »Segundo, Eva en su fruto buscó placer, pues le había parecido bueno para comerlo; pero no lo obtuvo, sino que inmediatamente se dio cuenta de que estaba desnuda y sintió dolor. En el fruto de la Virgen, por el contrario, hallamos dulzura y sabor. »Tercero, el fruto de Eva era hermoso a la vista; pero más hermoso es el de María, al cual los ángeles desean contemplar. Por consiguiente, Eva no pudo hallar en su fruto lo que tampoco encuen- tra ningún pecador en su pecado. Busquemos, pues, lo que ansiamos, en el fruto de la Virgen». Texto inicial y selección de textos: J.A. Loarte. www.opusdei.org, 2010 Con pasos acelerados iba la Virgen preciosa por los valles y collados, más hermosa en cien mil grados que la luna, sol ni rosa. La luz eterna más clara la esforzaba por de dentro. ¡Oh bendito el que hallara, si en tal hora caminara, tal encuentro! Oh quién fuera pastorcico, que te viera y preguntara: "¿Dónde vas, tesoro rico, dímelo, yo te suplico, con tan gloriosa cara?" "¿Y por quién había de ser, respondieras, tal afán, sino por engrandecer la preñez con el nacer de San Juan?" "Y si aire acelerado es el paso con que aguijo, hácelo el amor sobrado, de mayor tenor y grado, que a San Juan tiene mi Hijo". Fray Ambrosio Montesino (siglo XV). Cancionero. Santo Tomás de Aquino (siglo XIII). Exposición del Avemaría. “Nos has dado el permiso de entrar en el Paraíso. Orígenes (siglo III) Comentario al Evangelio según San Lucas 8, 2. La voz de los poetas ”