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Ser profesor universitario
1. Ser profesor universitario: más allá de
la vocación (1 de 4)
Román Jáquez Liranzo - 28 de diciembre de 2016 - 12:08 am - 2
Verba volant, scripta manent
Román Jáquez Liranzo
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En República Dominicana hay varias razones por las
cuales una persona valora impartirdocencia
universitaria en la carrera que cursó. Los motivos se
circunscriben, normalmente, en a) transmitir los
novedosos conocimientosde sus estudios de
postgrado, así como la invaluable experiencia del
ejercicio;b) obtener cierto status profesional y
social; c) mejorar el currìculum vitae; d) mantener el
estudio constante y la actualizaciónen su disciplina
profesional; e) preservar la inalterada “herencia
2. familiarde educadores”; f) emularaquel “buen
profesor” que le marcó, positivamente, mientras era
estudiante; g) obtener entradas económicasextras a
las ordinarias de la profesión (algunos impulsados
por ser la única labor compatible con su función
oficial, como es el caso de jueces y
fiscales); h) materializarese “sueño infantil” de dar
clases; i) sentir que se tiene “vocaciónde enseñar,
de servir”, entre otros.
De seguro, cualquierdocente universitario, como en
nuestro caso, marque una o varias indicaciones
literales de las anteriores como causales para
ingresar a la enseñanza superior. Una vez en el aula
el docente se enfrasca, por vocación o por el móvil
que fuere, en el proceso enseñanza-aprendizaje,y
comienza a “dar clases”, a veces rodeado de
inseguridades que lo tornar un valladar y otras de
extrema ilusión impulsadas por una entrega que, en
ocasiones, termina en desilusión por la baja
formacióno rendimiento de sus alumnos.
Lo que ha ocurrido, como sabiamentereseña Esteve
(2009), es que “nadie nos enseña a ser profesores y
tenemos que aprenderlo nosotros mismospor
ensayo y error” (p 23). Errores que siempre han
pagado los estudiantes (nosotros cuando lo fuimos y
los nuestros ahora). Es una cadena que debe ser
cortada.
3. En este escenario:¿es suficiente con tener vocación
para enseñar? Desde luego que “sólo se es un
verdadero profesional cuando se tiene
vocación” (Gichure, 1995, p 210). Ahora bien, para
enseñar no basta con querer enseñar y tener dominio
absoluto de lo que se enseña, hay que saber
enseñar, hay que tener didáctica. Es la gran
dificultad. El sistema, en principio, no se ha
preocupado porque el que enseñe en una
universidad sepa enseñar, sino que sepa de lo que
enseña. García Garrido (1999) afirma que no todo el
mundo sirve para esta profesión, en contra de lo que
tan a menudo se cree; hace falta tener el perfil
personal adecuado.
Suele ocurrir, erróneamente, que se vea la docencia
superior como un arte, como un estilo propio
producto de una vocación con la cual se nace, que
no se está frente a una profesión por sí sola. Que lo
que importa es la práctica sin las rigurosidades
científicas.
“Seguimosentendiendo que la enseñanza tiene
mucho de arte, sigue prevaleciendo la idea de que “a
enseñar se aprende enseñando” y huelga, por tanto,
cualquier tipo de formaciónpara ello. Para muchos
profesores universitarios la enseñanza es un arte y
no cabe, no tiene sentido, intentar buscar
regularidades ni normas basadas en evidencias pues
las acciones docentes son variadas e imprevisibles.
De ahí se deriva la idea tan extendida de que no
4. existe “doctrina” o teoría” posible sobre la
enseñanza, sino que los buenos docentes nacen de
la práctica. ¿Para qué formarse, entonces? Basta
con tener experiencia”. (Zabalza, 2009, p 73).
Sostengo que la experiencia es un gran soporte,
pero, por sí sola, no da esas garantías. La docencia
ha evolucionado mucho desde Comenius (Padre de
la Pedagogía) hasta nuestros días,
fundamentalmente, con el aporte de otras cienciasen
los métodos, en lo técnico, estratégico, psicológico,
social, político, cultural, tecnológico y científico.
Zabalza (2009) concluye, en respaldo a nuestra tesis,
que así, poco a poco y no sin dificultades, muchos
profesores fueron experimentando metodologíasy
formas de organización de los procesos docentes
que consiguieron debilitarel statu quo y las rutinas
tradicionales,entre ellas, particularmente destaco, el
famoso dictado, los exámenes de desarrollo en
“papel ministro”(totalmentesubjetivos e injustos)o
aquéllos con distractores y acertijos (ganchos)que
ofuscan al más aventajado.
Definitivamente, la enseñanza tiene mucho de arte,
pero su estudio y mejora tienen que hacerse a la par
de los criterios científicos de regularidad y previsión.
De ahí que el concepto de “ciencia”o “científico”
aplicado a la enseñanza debería ser tomado como un
“continuum”de condiciones cuya presencia o
5. ausencia marcaría el estatuto epistemológico de las
ideas y actuaciones en juego. (P 74).
La docencia universitaria es inherente a ese deseo
de enseñar, por eso debe ser una profesión con
vocación. Aunque el tener vocación por la enseñanza
no te hace profesor, es una parte de un todo, es el
impulso que te lleva a la titularidad.La vocación
necesita la profesionalizaciónpara su efectiva
materialización.Podrás tener la vocación de ser
dentista, pero para serlo deberás estudiar
odontología. De la misma forma, podrás tener la
vocación de enseñar, pero para hacerlo deberás
capacitarte, con requerimientostécnicos y científicos,
para ello.
Lo peor que puede ocurrir, y ocurre, es querer ser o
ser docente universitario sin formaciónpedagógica,
sin didáctica y sin vocación. Ese es un gran desafío
para nuestro sistemade educación superior.
Este es el primer artículo de una serie de cuatro en
los que reflexiono sobre la labor del docente en las
instituciones de educaciónsuperior en nuestro país.
Los trabajos han sido titulados bajo el encabezado
general de “Ser profesor universitario” seguido del
subtítulo correspondiente, a saber:1) más allá de la
vocación; 2) falta de identidad profesional; 3) una
profesión de humanidad; y 4) su compromiso.