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Para leer La insurrección que viene
    José Iglesias Fernández                                                                                 Miembro de Taifa

                                                 La resposta definitiva no es enlloc, ni tampoc en ningú. Però, fa mes falta que mai.

Desde mi preocupación

0. Primeras reflexiones

1. Una insurrección necesaria más que nunca

2. Aunque no venga a cuento

Girando en círculos que nos ahogan, despersonalizan, hipotecan

3. Se impone una puesta a punto

4. ¿Sin salida, sin solución?

5. La individualización del individuo

6. Aptos, o ineptos, por subordinación

7. Ya todo es precario, represivo o ajeno

8. De la ciudad a la urbe

9. Desconfiar de la economía, del trabajo, de propuestas reformistas como el decrecimiento, etc.

10. Para mantener la explotación, el capitalismo se tiñe de verde

11. Libertad, democracia, civilización, viejos mitos para el capitalismo mantenerse vivo

Pensar la insurrección

12. Quitad el freno, ponerse en marcha

13. Encontrarse entre afines, rechazar las imitaciones

14. Organizar, sistematizar, coordinar

La insurrección: propuesta y contenido

15. La comuna como modelo de insurrección

16. La insurrección (versión original)

a) Aprovechar cualquier crisis
b) Sabotear toda instancia de representación. Generalizar la palabra. Abolir las asambleas generales
c) Bloquear la economía, pero ajustar nuestra capacidad de bloqueo a nuestro nivel de autoorganización
d) Liberar el territorio de la ocupación policial. Evitar en la medida de lo posible el enfrentamiento directo
e) Estar armados. Hacer todo lo posible para que su uso resulte superfluo. Frente al ejército, la victoria es política
f) Destituir localmente a las autoridades
g) ¡Todo el poder a las comunas!
Desde mi preocupación


0. Primeras reflexiones

   Le parecía a Karl Marx que había llegado el momento de destruir el capitalismo. Para ello, advertía que
“los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos”; y aconsejaba que “de lo que se
trata es de transformarlo”.1 Es decir, para Marx no hay duda que “el capitalismo es la fuente de la
alineación última y más profunda, [sistema que convierte al] trabajador en un capital, en una mercancía”. 2
Siendo así esta despersonalización del ser humano, el capitalismo debe ser inapelablemente conducido a
su demolición, sustituido por otra sociedad sin clases y sin jerarquías, antisexista y antimilitarista, entre
iguales.
   Sin embargo, no sólo la transformación no se ha dado, al menos en la dirección que el autor deseaba,
sino que es muy habitual, por no decir rutinario, encontrarnos con partidos, sindicatos, cooperativas,
ONGs, movimientos sociales y colectivos de diversos pelajes dedicados, unos a cooptar con el poder y
encontrar reconocimiento dentro del sistema, y otros, con muy poco espíritu crítico o timoratos,
dedicados a interpretar las dinámicas que permiten la sobrevivencia del capitalismo. Todos ellos sin
apenas incidir en la preocupación por una alternativa, en parte, porque la tarea que supone profundizar en
el conocimiento de los ciclos de apropiación y crisis les deja sin capacidad y tiempo para pensar en
procesos de transformación, y en parte, porque planear el cambio de sistema no entra en las
preocupaciones más inmediatas de estas agrupaciones.
   Caracterizados y aplastados por el seguidismo de un inmenso número de autores y los grupos
mencionados ante el poder cuasi omnipotente que expresa el capitalismo financiero, aparecen unas
reflexiones en los tiempos que corren, que podrían ser catalogadas como otro manifiesto contra el capital.
Aparecen como para recordarnos que la transformación sigue pendiente e ineludible. La puesta a punto 3
de las ideas contenidas en este libro, nos llega en un momento en el que apenas quedamos gentes para las
que jamás dejó de tener sentido y actualidad la onceava tesis de Marx ligeramente modificada: además
de interpretar el mundo, queremos cambiarlo. Porque como asegura Ernst Bloch, “un soñador siempre
quiere más: [porque] es marxista hacer historia conscientemente y no soportarla ya más pasivamente…;
[porque] el impulso hacia lo que falta no cesa jamás…; [porque] la voluntad busca vivir no sólo por
encima de sus propias circunstancias, sino totalmente por encima de las circunstancias malamente
existentes…; [porque], en otro caso, su dialéctica sería la del caminar sin moverse del sitio”.4
1. Una insurrección más necesaria que nunca

   En medio, el poder no duerme buscando beneficios. Siguiendo las ‘directrices’ de Obama, del
presidente de China, Hu Jintao, y de las megainstituciones al servicio del Capital, BM, FMI, OECD, y la
Comisión Europea, todas han obligado al gobierno socialista de Zapatero a poner freno al gasto público y
adelantar la reducción prevista del déficit. Por eso, el Gobierno ha recortado un 35% todas las partidas de
gasto. La puesta en marcha de un programa de ajuste sólido y creíble supone la reducción del déficit del
11,2% al 6% en dos años, lo que supone un 5,2%, que en términos monetarios supone más de 50.000
millones de euros. Traducido a medidas concretas, el programa anuncia un recorte a partir de junio de un
5 por ciento del salario medio de los funcionarios públicos y la congelación a partir de 2011. También se
suspenderá en 2011 la revalorización de las pensiones, excepto las no contributivas y las mínimas.
Además, se elimina la retroactividad en las ayudas por dependencia, la prestación de 2.500 euros por
cheque bebe, la jubilación parcial estará más limitada y se recorta el objetivo del 0,7% de ayuda al
desarrollo.
   Estos son, por ahora, los recortes anunciados, pero ni en esto ni en los que se prevén aparece una sola
medida fiscal que afecte los ingresos abusivos de los directores y personal cercano, causantes de esta
crisis, como tampoco los beneficios de las empresas, especialmente las financieras y las inmobiliarias. El

1
  Karl Marx. “Tesis sobre Feuerbach”. En La ideología alemana. p.668. Grijalbo. Barcelona 1972.
2
  Ernst Bloch. El principio esperanza [1]. p.298. Editorial Trotta. Madrid 2004.
3
  Traducido al castellano como La insurrección que viene. Melusina 2009.
4
  Ernst Bloch. El principio esperanza [2]. pp. 9 y 338. Editorial Trotta. Madrid 2006.

                                                                                                           2
único impuesto que se sube es el IVA, porque afecta de manera más fuerte los bolsillos de los
trabajadores y los colectivos más necesitados de la población. Excepto los partidos de izquierda, toda la
oposición le ha reclamado medidas adicionales como recorte de ministerios, copago y disciplina
presupuestaria.
   Además aprovechando la coyuntura, también se alían el FMI y el Banco de España para pedir fuertes
reformas en el mercado laboral, de forma que afecte especialmente a los contratos (despido libre),
reducir el gasto dedicado al subsidio de paro, y que la negociación colectiva descienda a nivel de empresa
y no de industria o sector como hasta ahora. Los mercados han reaccionado con una subida de la Bolsa
que sólo duró unos días, mientras que los sindicatos han rechazado el ajuste y dicen preparar tímidas
movilizaciones. Algunos no esperamos nada de estos órdagos sindicalistas. Tampoco descansa la ministra
de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez García-Herrera, que ya están rumiando como aplicar el
copago, de formar que el derecho a la salud se convierte en una mercancía, por muy barato que pongan
las consultas y las medicinas.
   Como siempre, en el capitalismo pagan los más débiles, pero incapaces de movilizarse amansados de
tanto masaje y mensaje institucional, tanto por parte de los poderes fácticos como por las organizaciones
paragubernamentales. De esa parte de la ciudadanía poco se puede esperar, como no sea una reacción
violenta y necesaria, porque no vemos que tengan, como tampoco los partidos/sindicatos de izquierda, un
programa de continuidad. Una situación que incluso los mencionados desconocidos autores se preguntan,
“¿cómo se convierte una situación de disturbios generalizados en una situación insurrecional?”. La
importancia del libro que queremos comentar es que reclama y demuestra más que nunca como una
insurrección contra el sistema jamás fue tan apremiante, tan indiscutible, tan decisiva. Ha llegado el
momento de interpretar y transformar el capitalismo.
2. Aunque no venga a cuento

   La democracia es una forma de gobierno de los poderosos, la dictadura otra. En el Capitalismo,
dependiendo de la tensión social que el modelo de acumulación genera en cada momento, podemos ser
gobernados bajo una dictadura (castrense o civil) o una democracia. El sistema ha subsumido cualquier
forma de gobierno, con cualquiera de ellas puede gobernar sin grandes turbaciones filosóficas, y menos
éticas. Ahora bien, lo habitual en las sociedades ‘abiertas’ capitalistas, la forma que adoptan es un modelo
mixto, en el cual una serie de instituciones funcionan aparentemente con un tono democrático, y otras con
un proceder fuertemente dictatorial:
En los parlamentos, el legislativo y el ejecutivo pueden manifestar y permitir un nivel de debate y crítica
difícil de encontrar en el sistema judicial, las fuerzas del orden y seguridad del Estado, el sistema militar,
el sistema carcelario, etc., tendentes estos últimos al abuso, la represión y, cuando necesario, la tortura.
En el caso del territorio español, hasta la presidencia del Estado, ostentada por el monarca, está casi
blindada ante la crítica, aparte de fuertemente protegida por la constitución, por los otros poderes estatales
y por los medios de comunicación.
En las cloacas del Estado es fácil encontrar los fondos reservados para financiar actividades ilícitas, las
escuadras de paramilitares y parapolicías con licencia para matar, los acuerdos con soplones y gentes que
controlan el mundo de la droga, de las armas, de la prostitución, del blanqueo de dinero, de la trata de
blancas y el negocio con inmigrantes, etc., con el fin de asegurarse el mantenimiento y la reproducción
política y económica del sistema capitalista.
   Sin embargo, y precisamente a pesar de todos estos poderes y controles, como señalaba al comienzo,
los procesos y las alternativas que destruyan al capitalismo nadie las tiene, están por diseñar. Pero
también es una realidad que este es uno de esos momentos históricos en los que las insurrecciones, con
procesos y alternativas, son más necesarias que nunca. Acabamos con una estrofa ligeramente
modificada de los Dire Straits:5
                                          Y aunque nos destruyen tanto,
                                            con el miedo y el hambre,
                                         no debemos abandonar la lucha,
                                               hermanos de clase.


5
    Brothers in arms.

                                                                                                            3
Girando en círculos que nos ahogan, despersonalizan, hipotecan


   En La insurrección que viene,6 los argumentos sobre la necesidad imperiosa de organizar una rebelión
contra el capitalismo están divididos en dos grandes bloques: uno, en el que los desconocidos autores
intentan demostrar que el sistema, “desde cualquier ángulo que se mire, no tiene salida”, pero que hay que
desconfiar de muchos grupos y sus propuestas, que actúan para diluir el potencial de rebelión que se
puede congregar entre los movimientos con ideas y prácticas antisistema; y otro, en el que proponen un
proceso de transformación “que está por construir”, en el cual “nada parece menos probable que una
insurrección, pero nada resulta más necesario”.7 Nos encontramos, a su juicio, ante una situación de
“conflicto y de crisis difícilmente gestionables por los gobiernos”, y que los sujetos sociales
anticapitalistas debiéramos considerar como óptima para diseñar un proceso de rebelión. Un proyecto que
elaboran bajo los enunciados de en marcha, encontrarse, organizarse e insurrección, con el objeto de
desencadenar ese proceso que conduzca a la transformación definitiva del sistema capitalista.
3. Se impone una puesta a punto

  En lo que consideran la puesta a punto 8 de una insurrección, los autores informan primero de los
varios peligros reales que ocurren diariamente y no se deben obviar:
Avisan de que están lo burócratas socialistas, los estudiantes pijos y otros grupos afines, los que se
infiltran en las asambleas para neutralizarlas y diluirlas; y las fuerzas del ‘orden’ (policías, cuerpos
especiales, el ejército, sindicalistas, grupos racistas y xenófobos) que los gobernantes ya no dudan en
emplear de forma violenta y aunque violen todos los derechos que figuran en ‘las cartas’.
Además, está la misma crisis, una manera de gobernar en la manera que las propias medidas tienen
como objetivo afectar al bienestar de la población general. Buscan la complicidad de la gente con frases
como <<hay que apretarse el cinturón>>, <<arrimar el hombro>>, <<empezar de cero>>, <<entre todos
arreglaremos esto>>, etc. “La crisis es una manera de gobernar”, pues son las situaciones de crisis,
precisamente, “las ocasiones que se ofrecen a la dominación para que se reestructure” y aumente su poder
por medio de la persuasión o la imposición de la violencia.
Y evitar vernos organizados y movilizados “dentro del Estado, solidarios con una improbable chapuza de
la sociedad”.
“La tradición querría que todo comenzara por un <<movimiento social>>. Sobre todo en un momento en
que la izquierda, que no acaba nunca de descomponerse, busca de forma hipócrita recobrar una
credibilidad en la calle”. Afortunadamente, este monopolio lo ha perdido.
   Sin embargo, piensan que “un movimiento revolucionario no se propaga por contaminación sino por
resonancia…”. Por tanto, hay que “organizarse materialmente para subsistir, para atacar… En todas
partes pueden nacer complicidades con las que el mundo dé un giro más firme… Ya que “desertar de la
política clásica significa asumir la guerra, que se sitúa también en el terreno de la lengua. O más bien en
la manera que se ligan las palabras, los gestos y la vida”. El posible proceso debe partir de una “nueva
idea del comunismo como matriz de un asalto minucioso, audaz, contra la dominación. Sabemos que se
trata de un término que hay que tratar con precaución, porque nuestros peores enemigos lo han utilizado y
continúan haciéndolo”. Así, hay que volver a considerar el “comunismo como presupuesto y como
experimentación… Evidencia de lo común y construcción de una fuerza”.
   Por tanto, concluyen que “se acabó el momento de prever los hundimientos o de demostrar la feliz
posibilidad. Ya no se trata [sólo] de elaborar un diseño de devolver la posibilidad de la sublevación a
aquello que nunca habría debido dejar de ser: un impulso vital tanto de la juventud como de la sabiduría
popular. A condición de saber moverse, la ausencia de diseño no es un obstáculo sino una posibilidad. Es
para los insurrectos el único espacio que puede garantizarles lo esencial: conservar la iniciativa… [De
aquí que] resurgen ciertas preguntas: ¿cómo se convierte una situación de disturbios generalizados en una
situación insurrecional? ¿Qué hacer cuándo se ha conquistado la calle toda vez que la policía se encuentra
permanentemente derrotada? ¿Se merecen los parlamentos ser siempre tomados al asalto? ¿Qué significa
en la práctica devolver el poder local? ¿Cómo decidirse, cómo subsistir, cómo no perderse?”. Una puesta
6
  Comisión invisible. La insurrección que viene. Melusina 2009.
7
  A partir de aquí, sólo se añadirán las citas a las frases entrecomilladas que no se correspondan con el libro que
comentamos.
8
  Título original: Mise au point.

                                                                                                                 4
a punto supone, entre otros aspectos, cómo damos respuestas a estas preguntas fundamentales e
indispensables para cualquier proceso de transformación.
4. ¿Sin salida, sin solución?

   “Desde cualquier ángulo desde el que se mire, el presente no tiene salida. No es la menor de sus
virtudes. La esfera de la representación política se cierra. Empieza a adivinarse que es contra el voto
mismo que se sigue votando. No habrá solución social a la presente situación. Ninguno de los
“problemas” que se formulan en el lenguaje social admite solución. El “problema de los jubilados”, el de
la “precariedad”, los “jóvenes” y su “violencia” no pueden sino quedar en suspenso, mientras se
gestionan soluciones policiales que siempre son más sobrecogedoras que lo que esconden. Los que han
encontrado menor humillación y mayores beneficios en las vías criminales que en el mantenimiento de
las apariencias no rendirán sus armas, y la prisión no les inculcará el amor a la sociedad. El sentimiento
social para este propósito se ha evaporado. [Desde el poder], y como solución, la presión para que no
pase nada, y con ella el control policial del territorio, no van a parar de acentuarse. El callejón sin salida
del presente, perceptible en todas partes, se niega en todos lados. Nunca tantos psicólogos, sociólogos y
literatos se habrán empleado en ello, cada uno según su jerga especial, donde resulta notoria la ausencia
de una conclusión”.
5. La individualización del individuo

   “Soy lo que soy. La degradación del ser social consiste en individualizarse, mirarse al ombligo en
gimnasios, convertirse en un consumidor voraz y en un emprendedor esperanzado, o desentenderse de los
problemas sociales que padecen muchos colectivos. Esto potencia que la mayoría de las ONGs vivan a
cuenta de los grupos necesitados. Ocurre que, hasta las asociaciones que les explotan, “reivindiquen el
subsidio universal para ellos […] Occidente lanza por todas partes esa pesada antinomia entre Yo y el
mundo, el individuo y el grupo, entre ataduras y libertad. La libertad no es el gesto de deshacerse de las
ataduras, sino la capacidad práctica de operar a través de ellas, de moverse en ellas, de establecerlas o
truncarlas. La familia sólo existe como familia, es decir, como infierno, para aquel que ha renunciado a
alterar sus mecanismos debilitadores, o no sabe como hacerlo. La libertad de desarraigarse ha sido
siempre el fantasma de la libertad”. La enfermedad, la fatiga y la depresión pueden ser considerados
síntomas individuales de aquello de lo que hay que curarse. Entonces trabajan para el mantenimiento del
orden existente, para mi dócil adaptación a las normas débiles, para la modernización de mis apoyos.
Pero, tomadas como hechos, mis debilidades pueden conducir también al desmantelamiento de la
hipótesis del Yo. Devienen entones actos de resistencia en la guerra en curso. Devienen rebelión y centro
de energía contra todo lo que conspira para normalizarnos, para amputarnos”. Por tanto. “no estamos
deprimidos, estamos en huelga. Para quien rechaza controlarse, la depresión no es un estado sino un
tránsito, un adiós, un paso de lado hacia una desafiliación política. A partir de ahí, no hay otra
conciliación más que la médica y la policial. Porque la hipótesis del Yo la que se agrieta por todas
partes”.
6. Aptos, o ineptos, por subordinación

   Para empezar, tomemos “la cuestión más trillada [la de que] no existe el <<problema de la
inmigración>>” ¿Quién crece donde ha nacido? ¿Quién vive donde ha crecido? ¿Quién trabaja donde
vive? ¿Quién vive donde vivieron sus ancestros? ¿Y de quién son los niños de esta época? ¿De sus padres
o de la televisión? La verdad es que hemos sido arrancados en masa o toda pertenencia, ya no somos de
ninguna parte y de ello resulta una inédita disposición al turismo, un innegable sufrimiento… Hemos sido
expropiados de nuestra lengua por la enseñanza, de nuestras canciones por las varietés, de nuestras carnes
por la pornografía de masa, de nuestra ciudad por la policía, de nuestros amigos por el sistema salarial…
[A su vez está] el trabajo feroz y secular de individualización por un poder de Estado que evalúa,
compara, disciplina y separa a sus sujetos desde la más temprana edad, que desune por instinto las
solidaridades que se le escapan a fin de que no quede más que la ciudadanía, la pura pertenencia,
fantasmagórica, a la República… La escuela de la República ha formado desde hace un siglo y medio un
tipo se subjetividades estatalizadas, reconocibles entre las demás. Gente que acepta la selección y la
competición a condición de que las oportunidades sean iguales. Que esperan de la vida que cada uno sea
recompensado como en una oposición, según sus méritos. Que piden siempre permiso antes de tomar.
Que respetan calladamente la cultura, los reglamentos y a los primeros de la clase. Incluso su apego a los
grandes intelectuales críticos y su rechazo del capitalismo están impregnados de este amor a la escuela…

                                                                                                            5
Resulta impertinente existir en un país en el que a un niño al que se sorprende cantando a su aire se le
reprende inevitablemente con un ¡para, que va a llover!, y en el que la castración escolar produce
generaciones de empleados disciplinados… [Debiera ir siendo] hora de que el ¡vamos a joder a la
policía! sustituyera al ¡sí, señor agente! En este sentido, la hostilidad abierta de ciertas bandas sólo
expresa, de una manera algo menos soterrada que otras, el mal ambiente, la mala disposición de fondo y
el deseo de destrucción salvadora en la que el país se consume... Sería una pérdida de tiempo detallar todo
lo que hay de agonizante en las relaciones sociales existentes. Se dice que la familia vuelve, que la pareja
vuelve. Pero la familia que vuelve no es la que se había ido. Su regreso no es más que un nivel más
profundo de la separación reinante, a la que sirve para disimular, convirtiéndose en ella misma mediante
el engaño. Todo el mundo puede dar fe de la dosis de tristeza que se concentra año tras año en las fiestas
familiares, las sonrisas trabajosas, la desazón de ver a todo el mundo simular en vano, el sentimiento de
que ahí, sobre la mesa, hay un cadáver y todo el mundo hace como si nada. De ligue en divorcio, de
concubinato en recomposición, cada cual experimenta la inanidad del triste núcleo familiar, pero la
mayoría parece juzgar que sería aún más triste renunciar a él. La familia ya no es tanto el agobio de la
influencia materna o el patriarcado de las tortas como ese abandono infantil a una dependencia
algodonosa, donde todo es conocido; como ese momento de indiferencia frente a un mundo que nadie
puede negar que se desmorona, un mundo en el que <<emanciparse>> es un eufemismo que significa
<<haber encontrado un jefe>>. Hay que preservarse de esta corrosión”.

   En realidad, la descomposición de todas las formas sociales es una oportunidad. Es para nosotros la
condición ideal para una experimentación masiva, salvaje, de nuevos ajustes, de nuevas fidelidades. La
famosa <<dimisión parental>>” nos ha impuesto una confrontación con el mundo que ha forzado en
nosotros una lucidez precoz y augura algunas buenas revueltas. En la muerte de la pareja vemos nacer
inquietantes formas de afectividad colectiva, ahora que el sexo se usa hasta la saciedad, que la virilidad y
la feminidad son como viejos trajes apolillados, que tres décadas de continuas innovaciones pornográficas
han agotado todos los atractivos de la trasgresión y la liberación. Con lo que hay de incondicional en los
vínculos de parentesco, tenemos la intención de construir el armazón de una solidaridad política tan
impenetrable a la injerencia del Estado como un campamento de gitanos. Incluso las interminables
subvenciones que numerosos padres están abocados a conceder a su progenie proletarizada pueden
convertirse en una forma de mecenazgo en beneficio de la subversión social. <<Emanciparse>> podría
también querer decir: aprender a pelearse en la calle, a ocupar casas vacías, a no trabajar, a amarse
locamente y a robar en los supermercados”.
7. Ya todo es precario, represivo o ajeno

   Se preguntan, ¿“por qué el tener trabajo ha de ser un honor y trabajar una marca de debilidad”? La
respuesta puede representar “el perfecto cuadro clínico de la histeria: se ama odiando, se odia amando…
Y todos sabemos el estupor y desasosiego que aquejan al histérico cuando pierde a su víctima, a su amo.
La mayoría de las veces no se recupera”… Sobre esta neurosis de fondo, los gobiernos sucesivos
gobiernos aún pueden declarar la guerra al paro, y pretender librar la <<batalla del empleo>> mientras los
ex ejecutivos se pasean con sus móviles entre las tiendas de Médicos del Mundo. Cuando las expulsiones
masivas de las listas del (INEM) dificultan el descenso de la cifra de parados crónicos por debajo de los
dos millones a pesar de todos los trucos estadísticos, sólo queda el RMI o la represión de la policía como
garantía frente a la explosión social que puede estallar en cualquier momento.
   ¿Que se nos permite hacer? Pertenecemos a una generación que vive muy bien sin esta ficción. Que
nunca ha contado con la jubilación ni en el derecho laboral, y mucho menos en el derecho al trabajo. Que
ni siquiera es precaria, como se complacen en teorizarla las facciones más avanzadas de la militancia
izquierdista, porque ser precario sigue significando definirse en relación con la esfera del trabajo, en este
caso, con su descomposición. Admitimos la necesidad de conseguir dinero -no importa por qué medios-
porque actualmente es imposible pasar sin él, pero no la necesidad de trabajar. Además, ya no trabajamos,
curramos. La empresa no es un lugar en el que existimos, es un lugar que atravesamos. No somos cínicos,
sólo reticentes a que se nos engañe. Los discursos sobre la motivación, la calidad y la implicación
personal nos resbalan, para desespero de los gestores de recursos humanos. Dicen que estamos
decepcionados con la empresa, que ésta no ha reconocido la dedicación de nuestros padres, que los han
despedidos sin miramientos. Mienten. Para estar frustrado, primero hay que haber esperado algo. Y
nosotros nunca hemos esperado nada de ella: la vemos tal como es y nunca ha dejado de ser: una estafa.
Sentimos que nuestros padres cayeran en la trampa; al menos, aquellos se lo creyeron… La confusión de
sentimientos que rodea la cuestión del trabajo puede explicarse así: la noción de trabajo ha abarcado

                                                                                                           6
siempre dos dimensiones contradictorias. Una dimensión de explotación y una dimensión de
participación. Explotación de la fuerza de trabajo individual y colectiva por la apropiación privada o
social de la plusvalía; participación en una obra común a través de los vínculos que se tejen entre aquellos
que cooperan en el seno del universo de la producción. Estas dos dimensiones se confunden
perniciosamente en la noción de trabajo, lo cual explica la indiferencia de los trabajadores, a fin de
cuentas, hacia la retórica marxista, que niega la dimensión de participación, así como hacia la retórica
empresarial que niega la dimensión de explotación. De ahí, también, la ambivalencia de la relación con el
trabajo, al tiempo deshonrado, puesto que nos vuelve extraños ante lo que hacemos, y adorado, en la
medida en que una parte de nosotros mismos está en juego. El desastre aquí es previo: reside en todo
aquello que ha sido necesario destruir, en todos aquellos a los ha habido que desarraigar para que el
trabajo termine por aparecer como la única manera de existir. El horror del trabajo no está tanto en el
propio trabajo como en la destrucción metódica, desde hace siglos, de todo aquello que no es trabajo:
familiaridades de barrio, de oficio, de pueblo, de lucha, de parentesco; apego a lugares, a seres,
estaciones, maneras de hacer y de hablar.
   La actual paradoja actual reside en lo siguiente: el trabajo ha triunfado sin rastro de otros modos de
existir, al mismo tiempo que los trabajadores se han vuelto superfluos. Los incrementos de productividad,
la deslocalización, la mecanización, la automatización, y la digitalización de la producción han
progresado tanto que han reducido a casi nada la cantidad de trabajo vivo necesario para la confección de
cualquier mercancía. Vivimos la paradoja de una sociedad de trabajadores sin trabajo en la que la
distracción, el consumo y el ocio sólo acentúan la falta de aquello de lo que debieran distraernos. En las
empresas, el trabajo se divide de forma cada vez más visible en empleos altamente cualificados de
investigación, concepción, control, coordinación y comunicación ligados a la aplicación de todos los
saberes necesarios en el nuevo proceso de producción cibernetizado, y en empleos no cualificados de
mantenimiento y vigilancia de este proceso. [Por otro lado], el conjunto de las tareas que no han podido
ser automatizadas forman una nebulosa de puestos que, al no poder ser ocupados por máquinas, son
ocupados por cualquier humano: manipuladores, almacenistas, trabajadores en cadena, temporeros,
etcétera. Esta mano de obra flexible, indiferenciada, que pasa de una tarea a otra y nunca permanece
mucho tiempo en la misma empresa, ya no puede constituirse en una fuerza, puesto que nunca se
encuentra en el centro del proceso de producción sino que está pulverizada en una multitud de
intersticios, ocupada tapando los huecos que no han sido mecanizados. El trabajador temporal es la figura
de ese obrero que ya no lo es, que ya no tiene un oficio sino unas capacidades que va vendiendo en cada
trabajo puntual que realiza, y en cuya disponibilidad es también un trabajo.
   Al margen de este núcleo de trabajadores efectivos, necesarios para el buen funcionamiento de la
máquina, se extiende ahora una mayoría convertida en excedentaria, útil para el flujo de la producción,
pero poco más, y que pesar sobre la máquina el riesgo de que, en su desocupación, la sabotee. La
amenaza de una desmovilización general es el fantasma que recorre el sistema de producción actual. Esta
población flotante debe ocuparse, o ser contenida. Ahora bien, no se ha encontrado a día de hoy mejor
método disciplinario que el asalariado. Habrá entonces que continuar el desmantelamiento de los <<logros
sociales>>, a fin de hacer volver al seno salarial a los más reacios, aquellos que sólo se rinden ante la
alternativa entre morir de hambre y pudrirse en la cárcel. La explosión del sector esclavista de los
<<servicios personales>> debe continuar: empleadas domésticas, hostelería, masajes, asistencia a
domicilio, prostitución, cuidados médicos, clases particulares, ocio terapéutico, ayuda psicológica,
etcétera.
   El orden del trabajo fue el orden de un mundo. La evidencia de su ruina le deja a uno paralizado con
sólo pensar en todo lo que implica. Trabajar, hoy en día, está menos ligado a la necesidad económica de
producir mercancías que a la necesidad política de producir productores y consumidores, de salvar por
todos los medios el orden del trabajo. Producirse a sí mismo se está convirtiendo en la ocupación
dominante de una sociedad en la que la producción se ha quedado sin objeto: como un carpintero al que
se hubiera desposeído de su taller y se pusiera a cepillarse a sí mismo. Ésta es la razón del espectáculo de
esos jóvenes que se entrenan para sonreír durante su entrevista de trabajo, que se hacen blanquear los
dientes para ascender, que van a los bares nocturnos para estimular el espíritu de equipo, que aprenden
inglés para estimular su carrera, que se divorcian o se casan para actualizarse, que hacen cursos de teatro
para convertirse en líderes mediante el <<desarrollo personal>> para mejor <<gobernar los conflictos>>”.



                                                                                                          7
La conclusión a la que llegan los del Comité invisible se desprende del mismo análisis: “el aparato de
producción actual es, por un lado, una gigantesca máquina de movilizar psíquica y físicamente, de
bombear la energía de los humanos convertidos en mano de obra excedentaria, y por otro en una máquina
de seleccionar que concede la supervivencia de las subjetividades conformes y deja caer a todos los
<<individuos de riesgo>>, a todos aquellos que encarnan otro empleo de la vida, y por lo tanto, se le
resisten. Por un lado, se hace vivir a los fantasmas; por otro, se deja morir a los vivos. Tal es la función
propiamente política del aparato de producción presente.
  Organizarse más allá y contra el trabajo, desertar colectivamente del régimen de la movilización,
manifestar la existencia de una vitalidad y de una disciplina en la propia desmovilización es un crimen
que una civilización desesperada no está dispuesta a perdonarnos; es, efectivamente, la única manera de
sobrevivir a ella.
8. De la ciudad a la urbe

   “Que no nos vuelvan a hablar más de <<la ciudad>> y el <<campo>>, y menos aún de su antigua
oposición. Lo que se extiende en torno a nosotros no se le parece ni de cerca ni de lejos: es un tapiz
urbano único, sin forma ni orden, una zona desolada, indefinida e ilimitada, un continuum mundial de
hipercentros museificados y parques naturales, de grandes urbanizaciones e inmensas explotaciones
agrícolas, de zonas industriales y urbanizaciones, de casas rurales y bares modernos: la metrópolis, que
quiere ser la síntesis de todo el territorio… La metrópolis es la muerte simultánea de la ciudad y el
campo, en la encrucijada donde convergen todas las clases medias, en el contexto de la clase situada en el
medio, que, desde el éxodo rural en <<periurbanización>>, se extiende de forma indefinida. La
vitrificación del territorio mundial casa bien con el cinismo de la arquitectura contemporánea”.
   “En muchas megalópolis, los barrios de chabolas son los únicos lugares vivos, vivibles, y no sorprende
que sean también los lugares más mortales… Las revueltas de 2005 9 no nacen de la extrema desposesión,
como tanto se ha glosado, sino, al contrario, de la plena posesión de un territorio. Uno puede quemar
coches porque está harto, pero para propagar la revuelta durante un mes y mantener a la policía en jaque
de forma prolongada hay que saber organizarse, contar con complicidades, conocer el terreno a la
perfección y compartir un lenguaje y un enemigo común. Las distancias y el tiempo no impidieron la
propagación del fuego, allí donde menos lo esperaban. Al contrario que los teléfonos, el rumor no se
puede pinchar: la metrópolis es totalmente compatible con la guerra… Lo urbano es más que el teatro del
enfrentamiento, es el medio para el mismo. Esto nos obliga a recordar los consejos de Blanqui, en este
caso a favor de la insurrección, que recomendaba a los futuros insurgentes de París sitiar las casas de las
calles cortadas con barricadas para proteger sus posiciones, horadar las paredes que estuvieran
comunicadas, derribar las escaleras de los bajos y perforar los techos para defenderse de eventuales
asaltantes, arrancar las puertas para atrancar las ventanas y convertir cada piso un puesto de tiro”.
   “La metrópolis no es sólo este amasijo urbanizado, esta colisión final de la ciudad con el campo, es
también un flujo de seres y de cosas. Una corriente que atraviesa toda una red de fibras ópticas, de líneas
del TVG, de satélites, de cámaras de videovigilancia para que este mundo nunca deje de encaminarse a la
ruina… Precisamente porque consiste es esta arquitectura de flujos, la metrópolis es una de las
formaciones humanas más vulnerables que jamás ha existido. Flexible, sutil, pero vulnerable. Un cierre
total de las fronteras a causa de una epidemia, una carencia cualquiera en un suministro vital, un bloqueo
organizado de los ejes de comunicación, y todo el decorado se desmorona, sin poder seguir ocultando las
escenas de masacres que la acechan a todas horas. La multiplicación de teléfonos móviles y puntos de
acceso a internet proporcionó a la guerrilla unos medios inéditos para organizarse y para hacerse tan
difícilmente atacable… Este mundo no iría tan deprisa si no estuviese constantemente perseguido por la
proximidad de su caída. Por tanto, la metrópolis produce también los medios para su propia destrucción”.
   De la ciudad a la urbe, y si no luchamos y transformamos el sistema, de la urbe a la tumba. No
olvidemos que los jinetes del Apocalipsis capitalista, hambre, guerra, epidemias y muerte, se tragan unos
120 millones de personas anualmente. Son los elementos que tiene y mantiene el sistema en activo para
que no se dispare el número de habitantes en el planeta. Ejército de reserva sí, pero controlado.



9
    En las barriadas de París y otras grandes ciudades francesas.

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9. Desconfiar de la economía, del trabajo, de propuestas reformistas como el decrecimiento, etc.

  “A la fuerza, hemos comprendido que: no es la economía la que está en crisis, la economía es la crisis;
no es el trabajo lo que falta, el trabajo es lo que sobra; no es la crisis sino el crecimiento lo que nos
deprime”.
   “El Estado ha concebido siempre la economía como política, no menos que la burguesía, que se
beneficia de ella, y los proletarios, que la afrontan. No hay mucho más que este extraño estrato
intermedio de la población, este curioso agregado sin fuerza de aquellos que no toman partido, la
pequeña burguesía, que siempre ha fingido creer en la economía como en una realidad, porque así su
neutralidad quedaba preservada. Pequeños comerciantes, pequeños patronos, pequeños funcionarios,
cuadros, profesores, periodistas, intermediarios de todas las clases forman en Francia esta no‐clase, esta
gelatina social compuesta por la masa de aquellos que querrían simplemente pasar su pequeña vida
privada al margen de la historia y sus tumultos. Este pantanal es por naturaleza el campeón de la falsa
conciencia, dispuesto a todo para mantener, en su somnolencia, los ojos cerrados ante la guerra que arrasa
a su alrededor. Así que […] cada vez que se despeja el frente se inventan una nueva extravagancia.
Durante los últimos diez anos, fue ATTAC y su inverosímil tasa Tobin – cuya instauración hubiera
requerido nada menos que la creación de un gobierno mundial ‐, su apología de la <<economía real>>
contra los mercados financieros y su conmovedora nostalgia del Estado. La comedia duró lo que duró, y
acabo en una simple mascarada. Una extravagancia sigue a la otra, y aparece el decrecimiento. Si ATTAC,
con sus cursos de educación popular, ha intentado salvar la economía como ciencia, el decrecimiento, por
su parte, pretende salvarla como moral. Solo hay una alternativa al Apocalipsis en marcha: decrecer.
Consumir y producir menos. Devenir alegremente frugales. Comer productos bio, andar en bici, dejar de
fumar y vigilar con severidad los productos que se compran. Contentarse con lo estrictamente necesario.
Simplicidad voluntaria. “Redescubrir la verdadera riqueza en el florecimiento de unas relaciones
sociales distendidas en un mundo sano”. “No abusar de nuestro capital natural”. Avanzar hacia una
“economía sana”. “Evitar la regulación por el caos”. “No generar crisis sociales que pongan en duda
la democracia y el humanismo”. En resumen: volverse ahorrador. Regresar a la economía de papá, la
edad de oro de la pequeña burguesía: los años cincuenta. “Cuando el individuo se convierte en un buen
ahorrador, su propiedad cumple por completo su papel, que es el de permitirle disfrutar de su propia vida
al resguardo de la existencia pública o en el recinto privado de su vida”.
   Un grafista vestido con un jersey artesanal, con unos amigos, bebe un cóctel de frutas en la terraza de
un café étnico. Son elocuentes, cordiales, bromean moderadamente, ni demasiados ruidosos, ni
demasiados silenciosos, se miran sonriendo, un poco pánfilos: que civilizados son. Más tarde, unos irán a
cuidar un trozo de jardín mientras otros se marcharán a hacer cerámica, zen o a ver una película de
animación. Comparten el sentimiento de formar parte de una nueva humanidad, la más sabia, la más
refinada, la última. Y tienen razón. Apple y el decrecimiento convergen, curiosamente, en la civilización
del futuro. La idea de retorno a la economía de antaño de los unos es la niebla o confusión oportuna
detrás de la que se aproxima la idea de un gran salto en tecnología avanzada de los otros. Y es que en la
Historia los retornos no existen. La exhortación a volver al pasado tan sólo expresa una de las formas de
conciencia de su tiempo, y rara vez se trata de la menos moderna. El decrecimiento no es, por casualidad,
la bandera de los publicistas disidentes de la revista Casseurs de pub.10 Los inventores del crecimiento
cero –el Club de Roma en 1972‐ eran de hecho un grupo de industriales y de funcionarios que
encontraron respaldo en un informe de los cibernéticos del MIT.
   Esta convergencia no es fortuita. Se inscribe en las marchas forzadas para encontrar un relevo a la
economía. El capitalismo ha desintegrado en su propio beneficio todo lo que pervivía en los vínculos
sociales y se lanza ahora a su reconstrucción sobre unas nuevas bases. La sociabilidad metropolitana
actual es la incubadora de este proceso. Del mismo modo, ha destruido los mundos naturales y se lanza en
este momento a la absurda idea de reconstruirlos como entornos ambientales controlados, dotados de
sensores adecuados. A esta nueva humanidad le corresponde una nueva economía, que querría dejar de
ser una esfera separada de la existencia para ser su tejido, que querría ser la materia de las relaciones
humanas; una nueva definición del trabajo como trabajo sobre uno mismo, y del Capital como capital
humano; una nueva idea de la producción como producción de bienes relacionales, y el consumo como
consumo de situaciones; y sobre todo, una nueva idea del valor que abarcaría todas las cualidades de los

10
     Macarras de bar.

                                                                                                        9
seres. Esta <<bioeconomía>> en gestación concibe el planeta como un sistema cerrado que hay que
gestionar, y pretende sentar las bases de una ciencia que integraría todos los parámetros de la vida. Una
ciencia así podría hacernos lamentar un día a los buenos tiempos de los índices engañosos, con los que se
pretendía medir la felicidad de la gente según el crecimiento del PIB, pero en los que, al menos, nadie
creía.
   “Revalorizar los aspectos no económicos de la vida” es una consigna del decrecimiento, al igual que el
programa de reforma del Capital. Pueblos ecológicos, cámaras de videovigilancia, espiritualidad,
biotecnologías y buena convivencia pertenecen al mismo <<paradigma civilizacional>> en formación, el
de la economía total engendrada desde la base. Su matriz intelectual no es otra que la cibernética, la
ciencia de los sistemas; de su control, se entiende. Para imponer definitivamente la economía, con su
ética del trabajo y su avaricia, fue necesario, a lo largo del siglo XVII, internar y eliminar a toda la fauna
de ociosos, mendigos, brujas y brujos, locos, vividores y a otros pobres sin patria ni hogar; toda una
humanidad que desmentía con su sola existencia el orden del interés y la continencia. La nueva economía
no se impondrá sin una selección semejante de los sujetos y de las zonas aptas para la mutación. El tan
anunciado caos será la oportunidad para esa selección; o nuestra victoria sobre este detestable proyecto”.
10. Para mantener la explotación, el capitalismo se tiñe de verde

   La ecología es el descubrimiento del año. No hay <<catástrofe medioambiental>>. Existe esta catástrofe
que es el medio ambiente. El medio ambiente, es lo que le queda al hombre cuando lo ha perdido todo.
Los que habitan en un barrio, una calle, un valle, una guerra, un taller no tienen “medio ambiente”, se
desenvuelven en un mundo poblado por presencias, por peligros, por amigos, por enemigos, por puntos
de vida y puntos de muerte, por toda clase de seres. Este mundo tiene su consistencia, que varía en la
intensidad y en la calidad de los vínculos que nos unen a los otros seres, a todos estos lugares. No
existimos sino nosotros, hijos de la desposesión final, exiliados de última hora – que llegan al mundo en
cubos de hormigón, toman los frutos de los supermercados y acechan los ecos del mundo en la tele – para
tener un medio ambiente. No hay nadie, sino nosotros, para asistir a nuestro aniquilamiento como si se
tratase de un simple cambio de tiempo. Para indignarse ante los últimos avances del desastre y levantar
pacientemente la enciclopedia.
   Lo que está comprendido en un medio ambiente, es una exposición sobre el mundo basada en la
gestión, es decir, en la extrañeza. Un informe sobre el mundo por el que no estamos hechos del mismo
modo que el murmullo de los árboles, los olores de las frituras de un edificio, el chorreo del agua, el ruido
de los patios de la escuela o el sudor de las tardes de verano, un relato del mundo por el que existo yo y
mi medio ambiente, que me envuelve sin llegar a constituirme. Nos hemos convertido en vecinos de una
reunión de copropiedad planetaria. Ningún medio material ha merecido jamás el nombre de “medio
ambiente”, salvo, puede ser, que hasta ahora en la metrópolis. La voz computerizada de la publicidad
verbal, […] peatones convertidos en frustrados maniquíes, rotación silenciosa de una cámara de
videovigilancia, lúcido tañido de los bornes del metro, de las cajas del supermercado, de las carteras de la
oficina, ambiente electrónico de cybercafé, derroche de pantallas de plasma, de vías rápidas y de látex. El
decorado nunca se adelantó tanto a las almas que lo atraviesan. El medio nunca fue más automático. El
contexto nunca fue indiferente ni exigió a cambio, para sobrevivir, una tan igualitaria indiferencia. El
medio ambiente, no es finalmente más que esto: el relato del mundo propio de la metrópolis que se
proyecta sobre todo lo que se le escapa.
   La situación es la siguiente: se ha empleado a nuestros padres en destruir el mundo, ahora se quisiera
hacernos trabajar en su reconstrucción y que ésta sea, para colmo, rentable. La mórbida excitación que
anima actualmente a periodistas y publicistas ante cada noticia que demuestre el calentamiento climático
desvela la sonrisa de acero del nuevo capitalismo verde, el que se pronosticaba desde los años 70, que
aguardaba a la vuelta del camino y que no llegaba. Pues bien, ¡aquí está! La ecología, ¡es esto! Las
soluciones alternativas, ¡también son esto! La salud del planeta, ¡siempre es esto! Sin ninguna duda: el
fondo del aire es verde; el medio ambiente será el eje de la economía política del siglo XXI. A cada
episodio de catastrofismo corresponde desde ahora una ráfaga de “soluciones industriales”.
  El inventor de la bomba H, Edward Teller, recomienda la pulverización de millones de toneladas de
polvo metálico en la estratosfera para detener el calentamiento climático. La NASA, frustrada por tener
que haber guardado su gran idea del escudo antimisiles en el museo de fantasmagorías de la guerra fría,
promete colocar, más allá de la órbita, un espejo gigante para protegernos de los, desde ahora, funestos

                                                                                                           10
rayos del sol. Otra visión del porvenir: una humanidad motorizada rodando con bioetanol desde Sao
Paulo a Estocolmo; el sueño de un cerealista de Beauce, que después de todo no implica más que la
reconversión de todas las tierras cultivables del planeta en campos de soja y de remolacha azucarera.
Automóviles ecológicos, energías renovables, consulting medioambiental coexistiendo sin problemas con
la última publicidad de Chanel a lo largo de las heladas páginas de las revistas de opinión.
   Es porque el medio ambiente posee este incomparable mérito de ser, decimos, el primer problema
global que se presenta a la humanidad. Un problema global, es decir, un problema al que sólo pueden dar
solución los que están globalmente organizados. Y a estos se les conoce. Son los grupos que, tras casi un
siglo, están a la vanguardia del desastre y cuentan con seguir ahí, al mínimo precio de un cambio de logo.
Que EDF 11 tenga el impudor de volver a presentarnos su programa nuclear como nueva solución a la
crisis energética mundial dice bastante acerca de cuánto se parecen las nuevas soluciones a los viejos
problemas. Desde las secretarías de Estado hasta los reservados de los cafés alternativos, las
preocupaciones se dicen desde ahora con las mismas palabras, que son, por lo demás, las mismas de
siempre. Se trata de movilizarse. No para la reconstrucción, como en la postguerra, no por los etíopes,
como en los años 80, no por el empleo, como en los años 90. No, esta vez, es por el medio ambiente. Él
os da las gracias. Al Gore, la ecología a lo Hulot y el decrecimiento se colocan a los lados de las eternas
grandes conciencias de la República para representar su papel reanimador de la pequeña comunidad de
izquierdas y del consabido idealismo de la juventud.
   Enarbolando la austeridad voluntaria, trabajan benéficamente para volvernos conformes al “estado de
urgencia ecológica que se aproxima”. La masa redonda y pegajosa de su culpabilidad se abate sobre
nuestras fatigadas espaldas y quisiera empujarnos a cuidar nuestro jardín, a seleccionar nuestras basuras, a
fabricar bio-abono con los restos del macabro festín en el que y por el cual hemos sido infantilizados.
Gestionar el abandono de la energía nuclear, los excedentes de CO2 en la atmósfera, el deshielo de los
polos, los huracanes, las epidemias, la superpoblación mundial, la erosión de los suelos, la desaparición
masiva de las especies vivas…ésta será nuestra tarea. “Es a cada cual a quien corresponde cambiar sus
comportamientos”, dicen, si queremos salvar nuestro hermoso modelo civilizatorio. Es necesario
consumir poco para poder consumir todavía. Producir bio para poder producir aún. Es necesario
aguantarse para poder aguantar todavía. He aquí como la lógica de un mundo espera sobrevivir dándose
aires de ruptura histórica. He aquí como se nos querría convencer para participar en los grandes desafíos
industriales del siglo que comienza. Como estúpidos que somos, estaríamos dispuestos a echarnos en los
brazos de los mismos que han presidido el saqueo, para que nos saquen de esto.
   La ecología no sólo es la lógica de la economía total, es también la nueva moral del Capital. El estado
de crisis interna del sistema y el rigor de la selección en curso son tales que se necesita un nuevo criterio
en cuyo nombre tomar decisiones parecidas. La idea de la virtud nunca fue, en cada época, más que un
invento del vicio. No sería posible, sin la ecología, la existencia actual de dos redes de alimentación: una
“sana y biológica” para los ricos y sus hijos, otra notablemente tóxica para la plebe y sus retoños,
destinados a la obesidad. La hiperburguesía planetaria no sabría hacer pasar por respetable su tren de
vida si sus últimos caprichos no fuesen escrupulosamente “respetuosos con el medio ambiente”. Sin la
ecología, nada tendría la suficiente autoridad para silenciar las objeciones a los exorbitantes progresos del
control. Trazabilidad, transparencia, certificación, ecotasas, excelencia medioambiental, vigilancia del
agua permiten augurar el estado de excepción ecológica que se anuncia. Todo le está permitido a un poder
que se legitima en la Naturaleza, la salud y el bienestar.
   “Una vez que la nueva cultura económica y ética se incorpore a las costumbres, las medidas coercitivas
decaerán sin duda por sí mismas.” Es necesario todo el ridículo aplomo de un aventurero de plató
televisivo para mantener una perspectiva tan gélida y llamarnos, al mismo tiempo, a tener la suficiente
conciencia del “abandono del planeta” para movilizarnos y dejarnos suficientemente anestesiados para
asistir a todo ello con educación y contención. El nuevo ascetismo bio es el control de sí que es requerido
por todos para negociar la operación de salvamento a la que el sistema se ha conducido por sí sólo. En el
nombre de la ecología necesitaremos apretarnos el cinturón en adelante, como ayer se hacía en el
nombre de la economía. La carretera seguramente se podría transformar en circuitos ciclistas, puede que
incluso nosotros pudiéramos, según nuestras capacidades, ser gratificados un día con una renta
garantizada, pero sólo al precio de una existencia terapéutica. Los que pretenden que el autocontrol
generalizado nos ahorrará tener que soportar una dictadura medioambiental mienten: uno preparará el
11
     Compañía francesa de electricidad

                                                                                                          11
terreno de la otra y nosotros tendremos los dos. Mientras existan el Hombre y el Medio Ambiente habrá
policía entre ellos.
   Los discursos ecológicos siempre dan la vuelta a las cosas. Donde hablan de “catástrofes” para
designar los patinazos del actual régimen de gestión de los seres y las cosas nosotros no vemos sino la
catástrofe de su funcionamiento tan perfecto. La mayor hambruna conocida hasta entonces en la zona
tropical (1876-1879) coincide con una sequía mundial, pero sobre todo con el apogeo de la colonización.
La destrucción de los mundos autóctonos y de sus prácticas alimenticias hizo desaparecer los medios para
hacer frente a la pobreza. Más que la falta de agua, son los efectos de la economía colonial en plena
expansión los que han cubierto de millones de cadáveres descarnados toda la superficie tropical. Lo que
se presenta por doquier como una catástrofe ecológica nunca ha dejado de ser, en primer lugar, la
manifestación de un desastroso papel en el mundo. No habitar en nada nos hace vulnerables al menor
bache del sistema, al menor imprevisto climático. Mientras se aproximaba el último tsunami los turistas
seguían jugueteando con las olas, mientras los cazadores-recolectores de las islas se apresuraban a huir de
las costas siguiendo a los pájaros. La presente paradoja de la ecología es que, bajo el pretexto de salvar
la Tierra, no salva más que el fundamento de lo que ha dejado asolado este planeta.
   La regularidad del funcionamiento mundial oculta entretanto nuestro estado de desposesión
propiamente catastrófico. Lo que se llama “catástrofe” no es más que la suspensión formal de este estado,
uno de esos raros momentos en los que recuperamos alguna presencia en el mundo. ¡Que se alcance antes
de lo previsto el final de las reservas de petróleo, que se interrumpan los flujos internacionales que
mantienen el tempo de la metrópolis, que se camine hacia grandes desórdenes sociales, que suceda el
“salvajismo de las poblaciones”, la “amenaza planetaria”, el “fin de la civilización”! No importa que la
pérdida de control sea preferible a cualquier escenario de gestión de la crisis. Los mejores consejos,
entonces, no consisten en buscar los consejos de los especialistas en desarrollo sostenible. Es en las
disfunciones, en los cortocircuitos del sistema donde aparecen los elementos de respuesta lógica a lo que
podría dejar de ser un problema. Entre los firmantes del protocolo de Kyoto, los únicos países que
actualmente cumplen sus compromisos son Ucrania y Rumania. Adivinad por qué. La experimentación
más avanzada hecha a escala mundial en agricultura “biológica” se hace desde 1989 en la isla de Cuba.
Adivinad por qué. Es la extensión de las carreteras africanas, y no otra cosa, lo que ha elevado la
mecánica automovilística a la categoría de arte popular. Adivinad cómo.
   Lo que hace deseable la crisis es que en ella el medio ambiente deja de ser el medio ambiente. Somos
conducidos a reanudar un contacto, aunque sea fatal, con lo que está ahí, a reencontrar los ritmos de la
realidad. Lo que nos rodea no sólo es paisaje, panorama, teatro sino eso que nos es dado para vivir, con lo
que nos debemos integrar y en lo que podemos aprender. No nos dejemos robar por quienes han causado
los posibles argumentos de la “catástrofe”. Allí donde los gestores se preguntan platónicamente cómo
cambiar radicalmente “sin romper la baraja”, nosotros no vemos otra opción realista que la de “romper la
baraja” lo antes posible, y tomar partido, entonces, en cada derrumbe del sistema para ganar en fuerza.12
11. Libertad, democracia, civilización, viejos mitos para el capitalismo mantenerse vivo

   “La mayor carnicería mundial, la que, que permitió, de 1914 a 1918, deshacerse de una buena parte del
proletariado de campo y la ciudad, se llevó a cabo en nombre de la libertad, la democracia y la
civilización… La libertad ya no es esa palabra que se escribe en las paredes ahora que va seguida, como
su sombra, por la de <<seguridad>>. Y la democracia es, como se sabe, disuelta en las más puras leyes de
excepción: por ejemplo, en el restablecimiento oficial de la tortura en los Estados Unidos o en la ley
Perben II en Francia… La civilización ya no es esa evidencia que se traslada a los indígenas sin más;
tampoco es una abstracción que domina la vida, sino lo que rige, invade y coloniza la existencia más
cotidiana, más personal… En un siglo, la libertad, la democracia y la civilización han sido devueltas al
estado de hipótesis”.
   “El individuo hecho trizas se salva como forma gracias a las tecnologías <<espirituales>> de la
superación personal. El patriarcado, cargando a las mujeres con todos los penosos atributos del mal:
voluntad, autocontrol, insensibilidad. La sociedad desintegrada, propagando una epidemia de sociabilidad
y diversión. Así, todas las grandes ficciones caducadas de Occidente se mantienen mediante artificios que
las desmienten punto por punto. No existe el <<choque de civilizaciones>>. Lo que existe es una

12
     Extraído de Sexto círculo: El medio ambiente es un desafío industrial.

                                                                                                        12
civilización en estado de muerte clínica, sobre la que se despliega todo un equipo de supervivencia
artificial, y que esparce por la atmósfera planetaria una pestilencia característica.”
   “En este estadio, una contestación estrictamente social, que rechace ver aquello a lo que nos
enfrentamos no es la crisis de la sociedad, sino la extinción de una civilización, se vuelve por tanto
cómplice de su perpetuación. Es una estrategia corriente hoy en día criticar la sociedad con la vana
esperanza de salvar la civilización. Con lo que llevamos un muerto a las espaldas, pero no es fácil
deshacerse de él. No hay nada que esperar del fin de la civilización, de su muerte clínica. En sí misma,
sólo puede interesar a los historiadores. Es un hecho, y hay que hacer de ello una decisión. Los hechos
son eludibles, la decisión es política. Decidir la muerte de la civilización, afrontarla cómo venga: sólo la
decisión nos quitará el muerto de encima”.




                                          Pensar la insurrección


                                                                                                         13
12. Quitad el freno, ponerse en marcha

   Es grave que, despues de tantos años de desmovilización de la ciudadanía, con la aquiescencia o el
amansamiento por parte de la gran mayoría de grupos de izquierda, que “ya no sabemos por dónde
comienza una insurrección”. Recuperar la iniciativa y el horizonte hacia dónde dirigir los procesos de
cambio requiere, según los del Comité invisible, “no indignarse, y menos actuar dentro del marco legal;
evitar comprometerse con organizaciones que pretenden cuestionar el orden actual mediante esloganes
como <<hacer otra política>>, <<otra economía es posible>>, pero que conservan la forma y las maneras
de los Estados en miniatura; no reaccionar ante las noticias diarias, sino comprender cada información
como una operación en un campo hostil de estrategias a descifrar; y no esperar, sino situarse en el
movimiento de derrumbe de una civilización: en esto es donde hay que tomar partido. Por tanto, Partimos
de un punto de extremo aislamiento, de extrema impotencia. Todo proceso insurreccional está por
construir. Nada parece menos probable que una insurrección, pero nada es más necesario”.
13. Encontrarse entre afines, rechazar las imitaciones

   Son muchas las maneras de encontrarse: en las ideas que aceptas o recelas; con los colectivos que te
pones en marcha y te organizas, pero también con los que rechazas; en los territorios en los que se ubican
las luchas, las reivindicaciones: la fábrica, el barrio, el municipio, o la solidaridad con las gentes de otros
pueblos; etc. Pues “toda afinidad es una afinidad en una verdad común. Todo encuentro es encuentro en
una afirmación común, aunque sea en la de la destrucción”. Pero hay “organizaciones (políticas,
sindicales, humanitarias, asociativas, etc.) que no dejan de ser arquitecturas agotadas, vacías... en las que
encontramos a veces seres estimables; pero la promesa que contiene el encuentro no podrá realizarse más
que fuera de la organización y, necesariamente, contra ella... Bastante más temibles son los círculos, con
su textura flexible, sus cotilleos y sus jerarquías informales. Cada uno de ellos está encargado de
neutralizar una verdad. Los círculos literarios están ahí para acallar la evidencia de los escritos. Los
círculos libertarios, la acción directa. Los círculos académicos, para reprimir lo que sus investigaciones
implican hoy para la mayoría. Los círculos deportivos para contener en sus gimnasios los diferentes
modos de vida que deberían engendrar las diferentes formas de deporte. Hay que regir particularmente los
círculos culturales y los militantes. Son los dos asilos a los que van a parar tradicionalmente todos los
deseos de revolución.... Nosotros tenemos la totalidad del espacio social para encontrarnos. Tenemos las
conductas cotidianas de insumisión para saber quiénes somos y desenmascarar a los esquiroles. Tenemos
la hostilidad a esta civilización para trazar unas solidaridades y unos frentes a escala mundial.
14. Organizar, sistematizar, coordinar

   En el capitalismo, ganarse la vida supone producir para consumir; vender la mano de obra para
comprar mercancías y reproducirla; cambiar tiempo de trabajo (explotación) por tiempo de ocio
(realización de la plusvalía). La comuna es la forma de organización social que proponen los del Comité
invisible. Pero la vida en la comuna “exige liberar el mayor tiempo posible para todos.... El tiempo
liberado no equivale a estar de vacaciones. El tiempo ocioso, el tiempo muerto, el tiempo del vacío y del
miedo al vacío, es el tiempo del trabajo. Ya no hay, a partir de este momento, un tiempo que llenar, sino
una liberación de energía que ningún <<tiempo>> limita; hay unas líneas que se perfilan, que destacan,
que podemos seguir con calma, hasta el final, hasta verlas cruzarse con otras”... Algunas líneas sobre las
que conviene reflexionar:
“La comuna no puede contar eternamente con el <<Estado del bienestar>> providencia”, por otro lado no
puede pensar contar con vivir mucho tiempo del robo en las tiendas, de la recuperación de las basuras en
los supermercados o depósitos de las zonas industriales, de la malversación de subvenciones, de las
estafas a las aseguradoras y de otros fraudes, resumiendo: del pillaje. Debe preocuparse pues de
incrementar permanentemente el nivel y la extensión de su autoorganización, buscar actividades que
soslayen la sociedad de mercado”. Esto supone enfrentarse a varios interrogantes: ¿Cómo restaurar las
culturas campesinas en las zonas rurales hasta que puedan soportar de nuevo las densidades de población
que tenían hace sesenta años?, ¿cómo transformar los espacios con hormigón en huertos urbanos?,13 etc.
A nosotros, que tanto hemos utilizado las distracciones de la democracia mercantil, ¿qué nos ha quedado
de ellos? ¿Qué es lo que un día nos empujó a hacer footing el domingo por la mañana? ¿Qué es lo que
mantiene a todos esos fanáticos del kárate, a todos esos locos por el bricolaje, la pesca o la micología?
13
     La huerta está debajo del asfalto.

                                                                                                            14
¿Qué, sino la necesidad de rellenar una completa ociosidad, de reconstituir su fuerza de trabajo o el
<<capital en salud>>? La mayoría de estas actividades podrían despojarse fácilmente de su carácter
absurdo y convertirse en actividades para el bien común”. Es decir, “se trata de saber pegarse, saltar
cerraduras, curar fracturas además de anginas, construir un emisor de radio pirata, montar comedores en
la calle, aspirar a lo justo, pero también reunir los saberes dispersos y constituir una agronomía de guerra,
comprender la biología del plancton, la composición de los suelos, estudiar las asociaciones de plantas y
recobrar, en fin, las intuiciones perdidas, todos los usos, todas las relaciones posibles con nuestro medio
inmediato y los límites, más allá de los cuales lo agotamos; (hay que hacerlo) desde hoy mismo y de cara
a los días en que los necesitemos para obtener algo más que una parte simbólica de nuestra alimentación y
de nuestros cuidados.
Otras líneas están disponer de territorios, no poseerlos para densificar las comunas, mantener un ligamen
con las comunas mediante los viajes y la comunicación, derribar poco a poco los obstáculos mediante el
sabotaje como principio: un mínimo riesgo en la acción, un mínimo de tiempo, y un máximo de daños.
Tampoco es necesario extenderse sobre los tres tipos de sabotaje obrero: ralentizar el trabajo, desde el
<<despacio>> a la huelga de celo; romper las máquinas o entorpecer su funcionamiento; divulgar los
secretos de la empresa. Llevados a las dimensiones de la fábrica social, los principios del sabotaje se
generalizan desde la producción a la circulación. La infraestructura técnica de la metrópolis es
vulnerable: sus flujos no sólo consisten en el transporte de personas y mercancías, información y energía
circula a través de redes de cables, fibras y cauces que es posible atacar. Sabotear con alguna
consecuencia la máquina social implica hoy reconquistar y reinventar los medios para interrumpir sus
redes. ¿Cómo inutilizar una línea del TGV, una red eléctrica? ¿Cómo encontrar los puntos débiles de las
redes informáticas, como interferir las emisiones de radio y convertir en nieve la pequeña pantalla?
No hay que hacerse visible, sino usar en nuestro favor el anonimato al que hemos sido relegados y, por
la conspiración, la acción nocturna o clandestina, hacer de él una inatacable posición de ataque. Las
revueltas mencionadas de noviembre del 2005 en los suburbios de París ofrece el modelo. Sin líder, sin
reivindicación, sin organización, pero con palabras, gestos, complicidades. No ser socialmente nada no es
una condición humillante, la fuente de una trágica falta de reconocimiento – ser reconocido: ¿por quién?-
sino, al contrario, la condición de una libertad de acción máxima… Hay que regir la visibilidad. Pero una
fuerza que se incorpora en la sombra no puede esquivarla para siempre. Se trata de aplazar nuestra
aparición como fuerza hasta el momento oportuno. Pues cuanto más tarde nos encuentre la visibilidad,
más fuertes nos encontrará. Y una vez hemos entrado en la visibilidad, nuestro tiempo está contado. O
bien estamos en condiciones de pulverizar su reino a corto plazo, o bien es él quien sin demora nos
aplasta.
Vivimos bajo ocupación, bajo ocupación policial… Hay suficientes motivos para no dejarse aplastar,
para emprender la autodefensa… A medida que crece y se irradia, una comuna ve poco a poco como las
operaciones del poder toman por objetivo aquello que la constituye. La autodefensa debe ser para las
comunas una evidencia colectiva, tanto práctica como teórica. Impedir un arresto, reunir rápidamente a un
buen número de personas contra los intentos de expulsión o poner a resguardo a uno de los nuestros, no
serán reflejos en los tiempos que vienen. No podemos reconstruir continuamente nuestras bases. Dejemos
de denunciar la represión, preparémonos para ella… La policía no es invencible en la calle, simplemente
tiene medios para organizarse, entrenarse y probar continuamente nuevas armas. En comparación con las
suyas, nuestras armas siempre serán rudimentarias, artesanales y, a menudo, improvisadas sobre el
terreno. No pretenden en ningún caso rivalizar en potencia de fuego, sino que buscan mantener la
distancia, distraer la atención, ejercer una presión psicológica o forzar un paso por sorpresa y ganar
terreno”… De todas maneras, la Comuna de París había arreglado en parte el problema del control:
quemando el Ayuntamiento, los incendiarios destruían las fichas de registro civil. Falta encontrar la forma
para destruir para siempre los datos informáticos”.




                                  La insurrección: propuesta y contenido



                                                                                                          15
15. La comuna como modelo de insurrección

   La comuna es lo que ocurre cuando unos seres se encuentran, se entienden y deciden caminar juntos.
La comuna es quizás lo que se decide en el momento en que sería usual separarse. Es la alegría del
encuentro que sobrevive a la extinción del rigor. Es lo que hace que se diga <<nosotros>> y que sea todo
un acontecimiento. Lo extraño no es que unos seres que concuerdan formen una comuna, sino que
permanezcan separados. ¿Por qué las comunas no habrían de multiplicarse hasta el infinito? En cada
fábrica, en cada calle, en cada pueblo, en cada escuela. ¡Por fin el reino de los comités de base! Pero unas
comunas que aceptasen ser lo que son allí donde lo son. Y si es posible, una multiplicidad de comunas
que sustituyeran a las instituciones de la sociedad: la familia, la escuela, el sindicato, el club deportivo,
etc. Unas comunas que no temieran, más allá de sus actividades propiamente políticas, organizarse para la
supervivencia material y moral de cada uno de sus miembros y de todos los colgados que les rodean.
Unas comunas que no se definieran – como suelen hacer los colectivos- por un dentro y un fuera, sino por
la densidad de los vínculos en su seno. No por las personas que las componen, sino por el espíritu que las
anima… Toda comuna quiere ser, en sí misma, su propia base. Quiere disolver la cuestión de las
necesidades. Quiere romper, al mismo tiempo que con cualquier dependencia económica, con toda
sujeción política, y degenera en círculo desde que pierde el contacto con las verdades que la fundan. Hay
todo tipo de comunas, que no esperan a ser suficientes en número, ni a tener los medios, y menos aún al
<<buen momento>> que no llega nunca para organizarse.

16. La insurrección (versión original)


    Nota: Por la importancia que tiene este capítulo en el contenido del libro, especialmente en lo que se refiere
 al tema del proceso de transformación, he decidido incluirlo íntegramente, sin ninguna modificación o
 comentario personal que pudiese condicionar el juicio del lector.


  La comuna es la unidad elemental de la realidad partisana. Una escalada insurreccional no puede ser
más que una multiplicación de comunas, su conexión y su articulación. Según el curso de los
acontecimientos, las comunas se fundan sobre entidades de mayor envergadura o incluso se dividen.
Entre una banda de hermanos y hermanas unidos “a vida o muerte” y la reunión de una multiplicidad de
grupos, de comités, de bandas para organizar el aprovisionamiento y la autodefensa de un barrio, incluso
de una región sublevada, no hay más que una diferencia de escala, son indistintamente comunas.
   Cualquier comuna no puede tender sino a la autosubsistencia y experimentar en su seno el dinero como
algo insignificante y, por decirlo del todo, descolocado. El poder del dinero es el de fabricar un vínculo
entre los que carecen de vínculos, el de vincular a los extranjeros en tanto que extranjeros y, de ese modo,
poniendo cualquier cosa en equivalencia, poner todo en circulación. La capacidad del dinero de vincularlo
todo se compensa por la superficialidad de este vínculo en el que la mentira es la regla. La desconfianza
es el fondo de la relación crediticia. El reino del dinero debe ser siempre, por este hecho, el reino del
control. La abolición práctica del dinero no se puede conseguir más que por la extensión de las comunas.
La extensión de las comunas debe obedecer en cada caso a la preocupación por no exceder cierto tamaño,
más allá del cual pierde el contacto consigo misma y suscita casi sin excepción una casta dominante. La
comuna preferirá entonces dividirse y de este modo extenderse, al tiempo que previene una salida
desgraciada.
   La sublevación de la juventud argelina, que alcanzó a toda la Kabilia en la primavera de 2001, se
convirtió en una toma casi completa del territorio, atacando a los policías, los tribunales y todas las
representaciones estatales, generalizando el motín hasta la retirada unilateral de las fuerzas del orden,
hasta impedir físicamente la celebración de las elecciones. La fuerza del movimiento estará en la
complementariedad difusa entre los múltiples componentes – aunque no fuesen más que parcialmente
representados por las interminables y desesperantemente masculinas asambleas de los comités de pueblo
y otros comités populares. Las “comunas” de la siempre hirviente insurrección argelina tienen unas veces
el rostro de estos jóvenes “quemados” con gorra lanzando botellas de gas a las CNS desde el tejado de un
inmueble de Tizi Ouzon, otras veces la sonrisa socarrona de un maquis embutido en su chilaba, a veces
también la energía de las mujeres de un pueblo de montaña haciendo funcionar, contra viento y marea, las
culturas y la crianza tradicionales, sin las que los bloqueos económicos de la región nunca hubiesen
podido ser tan repetidos ni tan sistemáticos.

                                                                                                                16
a) Aprovechar cualquier crisis

   “Es necesario además añadir que no se podría tratar al conjunto de la población francesa. Será preciso
entonces elegir.” Así resume un experto en virología a Le Monde, el 7 de septiembre de 2005, lo que
sucedería en caso de una pandemia de gripe aviar. “Amenazas terroristas”, “catástrofes naturales”,
“alertas virales”, “movimientos sociales” y “violencias urbanas” son para los gestores sociales otros
tantos momentos de inestabilidad en los que asientan su poder mediante la selección de lo que les
complace y la destrucción de lo que les incomoda. Esta es así también, lógicamente, para cualquier otra
fuerza la oportunidad de sumarse o de hundirse, tomando el partido contrario. La interrupción de los
flujos de mercancías, la suspensión de la normalidad – basta ver el retroceso de la vida social en un
edificio bruscamente privado de electricidad para imaginar en lo que podría convertirse la vida en una
ciudad privada de todo – y del control policial liberan potencialidades de autoorganización impensables
en otras circunstancias. A esto no escapa nadie. El movimiento revolucionario obrero lo comprendió
perfectamente, haciendo de las crisis de la economía burguesa los puntos culminantes del incremento de
su fuerza. Hoy, los partidos islámicos son más fuertes que nunca allí donde han sabido suplir
inteligentemente la debilidad del Estado, por ejemplo: durante la ejecución de los socorros tras el
terremoto de Boumerdes en Argelia, o en la asistencia cotidiana a la población del Líbano Sur destruido
por el ejército israelí.
   Como mencionamos antes, la devastación de Nueva Orleans por el huracán Katrina dio la ocasión a
todo un sector del movimiento anarquista norteamericano de adquirir una desconocida consistencia
reuniendo a todos los que, sobre el terreno, resistieron a la evacuación forzosa. Los comedores de
campaña suponen haber pensado previamente en el aprovisionamiento; la ayuda médica de urgencia
exige que se hayan adquirido el conocimiento y el material necesarios, igual que la instalación de
emisoras de radio. Lo que tiene de alegría, de superación del enredo individual, de realidad tangible
insumisa al orden cotidiano y del trabajo garantiza la fecundidad política de experiencias similares.
   En un país como Francia, en el que las nubes radiactivas se detienen en la frontera y donde no se teme
construir un centro de investigación contra el cáncer sobre el antiguo emplazamiento, tipo Sevesso, de la
fábrica AZF, son menos reales las crisis “naturales” que necesitan contabilizarse que las crisis sociales.
Es a los movimientos sociales a quienes habitualmente corresponde interrumpir el curso normal del
desastre. En efecto, estos últimos años, las diversas huelgas fueron principalmente ocasiones para el
poder y las direcciones de las empresas para probar su capacidad de mantener un “servicio mínimo” cada
vez más amplio, hasta restituir la interrupción del trabajo a una pura dimensión simbólica – apenas más
molesta que una nevada o un suicidio en la calle. Pero transformando las prácticas militantes establecidas
por la ocupación sistemática de los establecimientos y el bloqueo permanente, las luchas estudiantiles de
2005 contra el CPE han recordado la capacidad de causar daño y de ofensiva difusa de los grandes
movimientos. Las bandas que han sido originadas a su estela, han dejado entrever bajo qué condiciones
los movimientos pueden convertirse en lugar de nacimiento de nuevas comunas.
b) Sabotear toda instancia de representación. Generalizar la palabra. Abolir las asambleas generales

   Cualquier movimiento social se enfrenta como primer obstáculo, antes que con la policía propiamente
dicha, con las fuerzas sindicales y con toda esta microburocracia con vocación de dirigir las luchas. Las
comunas, los grupos de base, las bandas desconfían espontáneamente de ellas. Esto es así porque los
paraburócratas han inventado hace veinte años las coordinaciones que, con su ausencia de etiqueta, tienen
los aspectos más inocentes, pero que no dejan de habitar en el terreno ideal de sus maniobras. Que un
colectivo despistado intente la autonomía y ellos volverán a vaciarle de cualquier contenido eliminando
resueltamente las cuestiones correctas. Son salvajes, se irritan; no por la pasión del debate sino por su
vocación de conjurarle. Y cuando su defensa encarnizada de la apatía puede al fin con el colectivo,
explican el fracaso por la falta de conciencia política. Hay que decir que en Francia, particularmente
gustosa de la actividad furiosa de las diferentes capillas trotskistas, no es el arte de la manipulación
política lo que le falta a la juventud militante. Tras el incendio de 2005, no será ella quien haya sacado
esta lección: cualquier coordinación es superflua allí donde existe coordinación, las organizaciones están
siempre de más allí donde la gente se organiza.
   Otro reflejo consiste en, al menor movimiento, hacer una asamblea general y votar. Es un error. El
simple objetivo del voto, de la resolución a conseguir, basta para convertir la asamblea en una pesadilla,
para construir el teatro en el que se enfrentan todas las pretensiones de futuro. Sufrimos esto como el mal

                                                                                                        17
ejemplo de los parlamentos burgueses. La asamblea no se constituye por la decisión sino por la palabra,
por la palabra libre practicada sin objetivo.
   La necesidad de reunirse es tan constante, entre los humanos, como extraña la necesidad de decidir.
Reunirse responde a la alegría de experimentar una potencia común. Decidir no es vital más que en las
situaciones de emergencia, en las que el ejercicio de la democracia está realmente comprometido. El resto
del tiempo, el “carácter democrático del proceso de toma de decisión” no es el problema más que para los
fanáticos del procedimiento. No hay que criticar las asambleas ni abandonarlas, sino que hay que liberar
la palabra, los gestos y los juegos entre los seres. Basta con observar que nadie llega con un solo punto de
vista, una moción, sino con deseos, apegos, capacidades, fuerzas, tristezas y una cierta disponibilidad. Si
así se consigue destruir el fantasma de la Asamblea General en beneficio de una asamblea de presencias
tal, si se consigue desbaratar la siempre renaciente tentación de hegemonía , si se deja de establecer la
decisión como finalidad, existen algunas oportunidades de que se produzca una de esas tomas de postura
masivas, uno de esos fenómenos de cristalización colectiva en los que una decisión se apodera de los
seres, en su totalidad o solamente en parte.
   Ocurre lo mismo cuando se trata de decidir acciones. Partir del principio de que “la acción debe
ordenar el desarrollo de la asamblea”, convierte en imposible tanto la pasión del debate como la acción
eficaz. Una asamblea numerosa de gentes ajenas entre sí se condena a necesitar especialistas en la acción,
es decir a delegar la acción para controlarla. De un lado, la acción de los comisionados está atascada por
definición, por otro nada les impide engañar a todo el mundo.
   No hay que plantear una forma de acción ideal. Lo esencial es que la acción tenga una forma, que la
suscite y no la padezca. Esto supone compartir una misma posición política, geográfica – como las
secciones de la Comuna de París durante la Revolución francesa - y compartir también el mismo saber
circulante. En cuanto a decidir las acciones, el principio podría ser éste: que cada uno reconozca el
terreno, que se recorten las informaciones, y la decisión llegará por sí sola, nos alcanzará más que
nosotros a ella. La circulación del saber anula la jerarquía, iguala por arriba. Comunicación horizontal,
proliferante, es también el mejor modo de coordinación de las diferentes comunas, para acabar con la
hegemonía.
c) Bloquear la economía, pero ajustar nuestra capacidad de bloqueo a nuestro nivel de autoorganización

   A fines de junio de 2006, en todo el estado de Oaxaca, las ocupaciones de ayuntamientos se
multiplican, los insurgentes ocupan los edificios públicos. En algunas municipios, expulsan a los alcaldes
y requisan los vehículos oficiales. Un mes más tarde, se bloquea el acceso a ciertos hoteles y complejos
turísticos. El ministro de Turismo habla de catástrofe “comparable al huracán Wilma”. Algunos años
antes, el bloqueo se convirtió en una de las principales formas de acción del movimiento argentino de
contestación, los diferentes grupos locales se prestan socorro mutuo bloqueando tal o cual eje,
amenazando permanentemente, con su acción conjunta, con paralizar todo el país si no se satisfacían sus
reivindicaciones. Tal amenaza fue durante mucho tiempo una potente palanca en manos de los
ferroviarios, electricistas empleados del gas, camioneros. El movimiento contra el CPE no ha dudado en
bloquear estaciones, periféricos, fábricas, autopistas, supermercados e incluso aeropuertos. En Rennes, no
se necesitaron más de trescientas personas para inmovilizar la carretera durante horas y provocar cuarenta
kilómetros de atascos.
   Bloquearlo todo, es en adelante la primera reflexión de todo el que se alce contra el orden presente. En
una economía deslocalizada, en la que las empresas funcionan por flujo tenso, donde el valor deriva de su
conexión en red, donde las autopistas son los eslabones de la cadena de producción desmaterializada que
va de subcontrato en subcontrato y de allí a la cadena de montaje, bloquear la producción es también
bloquear la circulación.
  Pero no se puede tratar de bloquear más de lo que permite la capacidad de abastecimiento y de
comunicación de los insurgentes, la organización eficaz de las diferentes comunas. ¿Cómo alimentarse
una vez que todo está paralizado? Saquear los comercios, como se hizo en Argentina, tiene sus límites;
por inmensos que sean los templos del consumo, no son despensas infinitas. Adquirir durante la vida la
aptitud para procurarse la subsistencia elemental implica entonces apropiarse de sus medios de
producción. Y en este punto, parece inútil esperar mucho tiempo. Dejar, como en la actualidad, al dos por


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ciento de la población el encargo de producir los alimentos de los demás es una estupidez tanto histórica
como estratégica.
d) Liberar el territorio de la ocupación policial. Evitar en la medida de lo posible el enfrentamiento directo

   “Este asunto pone de relieve que no nos enfrentamos a jóvenes que reclaman avances sociales sino a
individuos que declaran la guerra a la República”, apuntaba un poli lúcido a propósito de las recientes
emboscadas. La ofensiva tendente a liberar el territorio de su ocupación policial es voluntaria, y puede
contar con las inagotables reservas de resentimiento que estas fuerzas han acumulado en su contra. Los
propios “movimientos sociales” son ganados poco a poco por la rebelión, no menos que los juerguistas de
Rennes que se enfrentaron a las CRS en el año 2005 todas las noches de los jueves o los de Barcelona que
recientemente, durante un botellón, devastaron una arteria comercial de la ciudad. El movimiento contra
el CPE ha visto el regreso habitual del cóctel molotov. Pero en esto, ciertos barrios se quedan obsoletos.
Especialmente respecto a esta técnica que se perpetúa desde hace tiempo: la emboscada. Como el 13 de
octubre en Épinay: patrullas de la BAC, tras 23 horas de servicio, recibían una llamada denunciando el
robo en una rulote; a su llegada, uno de los equipos ”se encontró bloqueado por dos vehículos atravesados
en la calle y más de una treintena de individuos, portando barras de hierro y armas de mano que lanzaron
piedras al vehículo y utilizaron gas lacrimógeno contra los policías. A menor escala, se piensa en las
comisarías de barrio atacadas durante las horas de cierre: cristales rotos, coches incendiados.
   Una de las experiencias adquiridas por los últimos movimientos es que una verdadera manifestación,
en adelante, es “ilegal”, sin notificación a la prefectura. Pudiendo elegir el terreno, se tendrá cuidado,
como el Black Bloc, en Génova en 2001, de evitar las zonas calientes, de huir del enfrentamiento directo
y, determinando el trayecto, hacer correr a los polis en lugar de correr tras la policía, especialmente
sindical, especialmente pacifista. Se ha visto entonces que un millar de personas determinadas hace
recular furgones enteros de carabinieri para incendiarles finalmente. Lo importante no es estar mejor
armado sino tener la iniciativa. El valor no es nada, la confianza en el valor propio es todo. Tener la
iniciativa ayuda.
  Todo incita, sin embargo, a considerar las confrontaciones directas como puntos de fijación de las
fuerzas contrarias que posibiliten manejar los tiempos y atacar en otros lugares – incluso muy cerca. Que
no se trate de impedir que una confrontación tenga lugar ni se confunda con una simple diversión.
Hostigar a la policía, es hacer que estando por todas partes no sea eficaz en ninguna.
   Cada acto de hostigamiento despierta esta verdad dicha en 1842: “La vida del agente de policía es
penosa; su posición en la sociedad es tan humillante y despreciada como la del propio crimen (…) La
vergüenza y la infamia le rodean por todas partes, la sociedad le expulsa de su seno, le aísla como a un
paria, le escupe su desprecio con la paga, sin remordimientos, sin excusas, sin piedad (…) el carnet de
policía que lleva en su cartera es una patente de ignominia.” El 21 de noviembre de 2006, los bomberos
que se manifestaban en París contraatacaron a las CRS a martillazos e hirieron a quince. Esto para
recordar que “tener la vocación de ayudar” nunca podrá ser una excusa válida para entrar en la policía.
e) Estar armados. Hacer todo lo posible para que su uso resulte superfluo. Frente al ejército, la victoria es
política

   No hay una insurrección pacífica. Las armas son necesarias: se trata de hacer lo posible para hacer que
su uso sea innecesario. Una insurrección es antes una toma de las armas, una “permanencia armada”, más
que el paso a la lucha armada. Es imprescindible distinguir entre el armamento y el uso de las armas. Las
armas son una constante revolucionaria aunque su utilización sea poco frecuente, o escasamente decisiva,
en los momentos de grandes cambios: 10 de agosto de 1792, 18 de marzo de 1871, octubre de 1917.
Cuando el poder está por los suelos, basta con pisotearlo.
   Desde la distancia que nos separa, las armas han adquirido este carácter doble de fascinación y
repulsión, que sólo su manejo permite superar. Un auténtico pacifismo no puede consistir en el rechazo de
las armas, sino solamente de su uso. Ser pacifista sin poder disparar no es más que la teorización de una
impotencia. Este pacifismo a priori corresponde a una suerte de desarme preventivo, es una pura
operación policial. En realidad, la cuestión pacifista sólo se toma en serio cuando tiene el poder de
disparar. Y en este caso, el pacifismo será por el contrario, señal de potencia, pues sólo desde una extrema
posición de fuerza se está liberado de la necesidad de abrir fuego.


                                                                                                                 19
Desde un punto de vista estratégico, la acción indirecta, asimétrica, parece la más provechosa, la mejor
adaptada a la época: no se ataca frontalmente a un ejército de ocupación. Por lo tanto, la perspectiva de
una guerrilla a la iraquí, que se atascaría sin posibilidad de ofensiva es mejor temerla que desearla. La
militarización de la guerra civil es el fracaso de la insurrección. Por mucho que triunfasen los rojos en
1921, la Revolución rusa ya estaba perdida.
   Es preciso considerar dos tipos de reacción estatal. Una de franca hostilidad, otra más solapada,
democrática. La primera, llamando a la destrucción sin rodeos; la segunda, una hostilidad sutil, pero
implacable: sólo espera a alistarnos. Se puede ser derrotado por la dictadura tanto como por el hecho de
estar reducido a no poder oponerse más que a la dictadura. La derrota no consiste tanto en perder una
guerra como en perder la oportunidad de conducir la guerra. Los dos son sobradamente posibles, como lo
demuestra la España de 1936: los revolucionarios fueron doblemente derrotados, por el fascismo y por la
República.
   Cuando las cosas se ponen serias, el ejército ocupa el terreno. Su entrada en acción resulta menos
evidente. Para ello se necesita un Estado decidido a hacer una matanza, lo que no es posible actualmente
sino como amenaza, un poco como el empleo del arma nuclear desde hace medio siglo. Sin embargo,
herida desde hace tiempo, la bestia estatal es peligrosa. Con todo para enfrentarse al ejército, se necesita
una gran multitud, disolviendo las jerarquías y fraternizando. Se necesita el 18 de marzo de 1871. El
ejército en las calles es una situación de insurrección. El ejército en acción, es el resultado precipitándose.
Cada uno se ve llevado a tomar una postura, de escoger entre la anarquía y el miedo a la anarquía. Una
insurrección triunfa como fuerza política. Políticamente, no es imposible poder con un ejército.
f) Destituir localmente a las autoridades

   Lo que importa, para una insurrección, es que se haga irreversible. La irreversibilidad se alcanza
cuando se ha vencido, al mismo tiempo que a las autoridades la necesidad de autoridad, al mismo tiempo
que a la propiedad el placer de tener, al mismo tiempo que a toda hegemonía el deseo de hegemonía. Esto
sucede porque el proceso insurreccional contiene en sí la forma de su victoria o la de su derrota. En
materia de irreversibilidad, la destrucción nunca ha sido suficiente. Todo reside en el modo. Existen
maneras de destruir que inevitablemente provocan el retorno de lo que se ha destruido. Quien se encone
con el cadáver de un orden asegura despertar la vocación de vengarle. Por eso, donde la economía está
bloqueada, donde la policía está neutralizada es importante hacer el menor énfasis posible en el
derrocamiento de las autoridades. Serán depuestas con un atrevimiento y una ironía escrupulosas.
   En esta época, el final de las centralidades revolucionarias responde a la descentralización del poder.
Todavía existen los Palacios de Invierno, pero están más dedicados a ser asaltados por los turistas que por
los insurgentes. En nuestros días, se pueden tomar París, o Roma, o Buenos Aires sin conseguir la
solución. La toma de Rungis 14 tendría seguramente mayores consecuencias que la del Elíseo. El poder ya
no se concentra en un lugar del mundo, es el propio mundo, sus flujos y sus avenidas, sus hombres y sus
normas, sus códigos y sus tecnologías. El poder es la propia organización de la metrópolis. Es la
impecable totalidad del mundo de la mercancía en cada uno de sus puntos. Por eso, quien le derrota
localmente produce una onda de choque planetaria a través de las redes. Los asaltantes de Cliché-sous-
Bois han alegrado más de un hogar americano mientras los insurgentes de Oaxaca han encontrado
cómplices en pleno corazón de París. Para Francia, la pérdida de centralidad del poder significa el final de
la centralidad revolucionaria parisina. Cada nuevo movimiento tras las huelgas de 1995 lo confirma. Esto
es porque triunfan las orientaciones más osadas, las más consistentes. Para terminar, París todavía se
distingue por ser un simple objetivo de una razzia, un puro terreno del estrago y del pillaje. Breves y
brutales incursiones llegadas de fuera atacan el lugar de la máxima densidad nacional de flujos
metropolitanos. Los henchidos de rabia son quienes surcan el desierto de esta ficticia abundancia y se
desvanecen. Llegará un día en el que esta espantosa concreción del poder que es el capital será
completamente destruida, pero esto sucederá al final de un proceso más avanzado por todas partes que
allí.
g) ¡Todo el poder a las comunas!

  En el metro, ya no se encuentran huellas de las molestas pantallas que dificultan habitualmente los
movimientos de los pasajeros. Los desconocidos se hablan, ya no se abordan. Una banda en conciliábulo
14
     Municipio cercano a París conocido por albergar el mayor mercado de productos frescos del mundo.

                                                                                                            20
en la esquina de una calle. Aglomeraciones mayores por los bulevares que discuten gravemente. Los
ataques se responden de una a otra ciudad, de un día para otro. Un nuevo cuartel ha sido saqueado y
quemado después. Los habitantes de una casa desahuciada han desistido de tratar con el ayuntamiento: la
habitan. En un acceso de lucidez, un directivo acaba de liquidar, en plena reunión, a un puñado de
colegas. Ficheros que contienen la dirección personal de todos los policías y gendarmes así como el de los
empleados de la administración penitenciaria acaban de filtrarse, provocando una ola de mudanzas
precipitadas sin precedentes. A la vieja cantina del pueblo, se trae el excedente de lo producido y nos
procuramos lo que nos falta. También nos reunimos aquí para discutir sobre la situación general y sobre
el material necesario para el taller mecánico. La radio informa a los insurgentes de la retirada de las
fuerzas gubernamentales. Un proyectil acaba de destripar la muralla de la prisión de Clairvaux. Es
imposible decir si pasó un mes o varios años desde que comenzaron los “acontecimientos”. El Primer
Ministro parece muy solo en sus llamadas a la calma.



  Barcelona, junio del 2010




                                                                                                       21

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Para leer la insurreción que viene

  • 1. Para leer La insurrección que viene José Iglesias Fernández Miembro de Taifa La resposta definitiva no es enlloc, ni tampoc en ningú. Però, fa mes falta que mai. Desde mi preocupación 0. Primeras reflexiones 1. Una insurrección necesaria más que nunca 2. Aunque no venga a cuento Girando en círculos que nos ahogan, despersonalizan, hipotecan 3. Se impone una puesta a punto 4. ¿Sin salida, sin solución? 5. La individualización del individuo 6. Aptos, o ineptos, por subordinación 7. Ya todo es precario, represivo o ajeno 8. De la ciudad a la urbe 9. Desconfiar de la economía, del trabajo, de propuestas reformistas como el decrecimiento, etc. 10. Para mantener la explotación, el capitalismo se tiñe de verde 11. Libertad, democracia, civilización, viejos mitos para el capitalismo mantenerse vivo Pensar la insurrección 12. Quitad el freno, ponerse en marcha 13. Encontrarse entre afines, rechazar las imitaciones 14. Organizar, sistematizar, coordinar La insurrección: propuesta y contenido 15. La comuna como modelo de insurrección 16. La insurrección (versión original) a) Aprovechar cualquier crisis b) Sabotear toda instancia de representación. Generalizar la palabra. Abolir las asambleas generales c) Bloquear la economía, pero ajustar nuestra capacidad de bloqueo a nuestro nivel de autoorganización d) Liberar el territorio de la ocupación policial. Evitar en la medida de lo posible el enfrentamiento directo e) Estar armados. Hacer todo lo posible para que su uso resulte superfluo. Frente al ejército, la victoria es política f) Destituir localmente a las autoridades g) ¡Todo el poder a las comunas!
  • 2. Desde mi preocupación 0. Primeras reflexiones Le parecía a Karl Marx que había llegado el momento de destruir el capitalismo. Para ello, advertía que “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos”; y aconsejaba que “de lo que se trata es de transformarlo”.1 Es decir, para Marx no hay duda que “el capitalismo es la fuente de la alineación última y más profunda, [sistema que convierte al] trabajador en un capital, en una mercancía”. 2 Siendo así esta despersonalización del ser humano, el capitalismo debe ser inapelablemente conducido a su demolición, sustituido por otra sociedad sin clases y sin jerarquías, antisexista y antimilitarista, entre iguales. Sin embargo, no sólo la transformación no se ha dado, al menos en la dirección que el autor deseaba, sino que es muy habitual, por no decir rutinario, encontrarnos con partidos, sindicatos, cooperativas, ONGs, movimientos sociales y colectivos de diversos pelajes dedicados, unos a cooptar con el poder y encontrar reconocimiento dentro del sistema, y otros, con muy poco espíritu crítico o timoratos, dedicados a interpretar las dinámicas que permiten la sobrevivencia del capitalismo. Todos ellos sin apenas incidir en la preocupación por una alternativa, en parte, porque la tarea que supone profundizar en el conocimiento de los ciclos de apropiación y crisis les deja sin capacidad y tiempo para pensar en procesos de transformación, y en parte, porque planear el cambio de sistema no entra en las preocupaciones más inmediatas de estas agrupaciones. Caracterizados y aplastados por el seguidismo de un inmenso número de autores y los grupos mencionados ante el poder cuasi omnipotente que expresa el capitalismo financiero, aparecen unas reflexiones en los tiempos que corren, que podrían ser catalogadas como otro manifiesto contra el capital. Aparecen como para recordarnos que la transformación sigue pendiente e ineludible. La puesta a punto 3 de las ideas contenidas en este libro, nos llega en un momento en el que apenas quedamos gentes para las que jamás dejó de tener sentido y actualidad la onceava tesis de Marx ligeramente modificada: además de interpretar el mundo, queremos cambiarlo. Porque como asegura Ernst Bloch, “un soñador siempre quiere más: [porque] es marxista hacer historia conscientemente y no soportarla ya más pasivamente…; [porque] el impulso hacia lo que falta no cesa jamás…; [porque] la voluntad busca vivir no sólo por encima de sus propias circunstancias, sino totalmente por encima de las circunstancias malamente existentes…; [porque], en otro caso, su dialéctica sería la del caminar sin moverse del sitio”.4 1. Una insurrección más necesaria que nunca En medio, el poder no duerme buscando beneficios. Siguiendo las ‘directrices’ de Obama, del presidente de China, Hu Jintao, y de las megainstituciones al servicio del Capital, BM, FMI, OECD, y la Comisión Europea, todas han obligado al gobierno socialista de Zapatero a poner freno al gasto público y adelantar la reducción prevista del déficit. Por eso, el Gobierno ha recortado un 35% todas las partidas de gasto. La puesta en marcha de un programa de ajuste sólido y creíble supone la reducción del déficit del 11,2% al 6% en dos años, lo que supone un 5,2%, que en términos monetarios supone más de 50.000 millones de euros. Traducido a medidas concretas, el programa anuncia un recorte a partir de junio de un 5 por ciento del salario medio de los funcionarios públicos y la congelación a partir de 2011. También se suspenderá en 2011 la revalorización de las pensiones, excepto las no contributivas y las mínimas. Además, se elimina la retroactividad en las ayudas por dependencia, la prestación de 2.500 euros por cheque bebe, la jubilación parcial estará más limitada y se recorta el objetivo del 0,7% de ayuda al desarrollo. Estos son, por ahora, los recortes anunciados, pero ni en esto ni en los que se prevén aparece una sola medida fiscal que afecte los ingresos abusivos de los directores y personal cercano, causantes de esta crisis, como tampoco los beneficios de las empresas, especialmente las financieras y las inmobiliarias. El 1 Karl Marx. “Tesis sobre Feuerbach”. En La ideología alemana. p.668. Grijalbo. Barcelona 1972. 2 Ernst Bloch. El principio esperanza [1]. p.298. Editorial Trotta. Madrid 2004. 3 Traducido al castellano como La insurrección que viene. Melusina 2009. 4 Ernst Bloch. El principio esperanza [2]. pp. 9 y 338. Editorial Trotta. Madrid 2006. 2
  • 3. único impuesto que se sube es el IVA, porque afecta de manera más fuerte los bolsillos de los trabajadores y los colectivos más necesitados de la población. Excepto los partidos de izquierda, toda la oposición le ha reclamado medidas adicionales como recorte de ministerios, copago y disciplina presupuestaria. Además aprovechando la coyuntura, también se alían el FMI y el Banco de España para pedir fuertes reformas en el mercado laboral, de forma que afecte especialmente a los contratos (despido libre), reducir el gasto dedicado al subsidio de paro, y que la negociación colectiva descienda a nivel de empresa y no de industria o sector como hasta ahora. Los mercados han reaccionado con una subida de la Bolsa que sólo duró unos días, mientras que los sindicatos han rechazado el ajuste y dicen preparar tímidas movilizaciones. Algunos no esperamos nada de estos órdagos sindicalistas. Tampoco descansa la ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez García-Herrera, que ya están rumiando como aplicar el copago, de formar que el derecho a la salud se convierte en una mercancía, por muy barato que pongan las consultas y las medicinas. Como siempre, en el capitalismo pagan los más débiles, pero incapaces de movilizarse amansados de tanto masaje y mensaje institucional, tanto por parte de los poderes fácticos como por las organizaciones paragubernamentales. De esa parte de la ciudadanía poco se puede esperar, como no sea una reacción violenta y necesaria, porque no vemos que tengan, como tampoco los partidos/sindicatos de izquierda, un programa de continuidad. Una situación que incluso los mencionados desconocidos autores se preguntan, “¿cómo se convierte una situación de disturbios generalizados en una situación insurrecional?”. La importancia del libro que queremos comentar es que reclama y demuestra más que nunca como una insurrección contra el sistema jamás fue tan apremiante, tan indiscutible, tan decisiva. Ha llegado el momento de interpretar y transformar el capitalismo. 2. Aunque no venga a cuento La democracia es una forma de gobierno de los poderosos, la dictadura otra. En el Capitalismo, dependiendo de la tensión social que el modelo de acumulación genera en cada momento, podemos ser gobernados bajo una dictadura (castrense o civil) o una democracia. El sistema ha subsumido cualquier forma de gobierno, con cualquiera de ellas puede gobernar sin grandes turbaciones filosóficas, y menos éticas. Ahora bien, lo habitual en las sociedades ‘abiertas’ capitalistas, la forma que adoptan es un modelo mixto, en el cual una serie de instituciones funcionan aparentemente con un tono democrático, y otras con un proceder fuertemente dictatorial: En los parlamentos, el legislativo y el ejecutivo pueden manifestar y permitir un nivel de debate y crítica difícil de encontrar en el sistema judicial, las fuerzas del orden y seguridad del Estado, el sistema militar, el sistema carcelario, etc., tendentes estos últimos al abuso, la represión y, cuando necesario, la tortura. En el caso del territorio español, hasta la presidencia del Estado, ostentada por el monarca, está casi blindada ante la crítica, aparte de fuertemente protegida por la constitución, por los otros poderes estatales y por los medios de comunicación. En las cloacas del Estado es fácil encontrar los fondos reservados para financiar actividades ilícitas, las escuadras de paramilitares y parapolicías con licencia para matar, los acuerdos con soplones y gentes que controlan el mundo de la droga, de las armas, de la prostitución, del blanqueo de dinero, de la trata de blancas y el negocio con inmigrantes, etc., con el fin de asegurarse el mantenimiento y la reproducción política y económica del sistema capitalista. Sin embargo, y precisamente a pesar de todos estos poderes y controles, como señalaba al comienzo, los procesos y las alternativas que destruyan al capitalismo nadie las tiene, están por diseñar. Pero también es una realidad que este es uno de esos momentos históricos en los que las insurrecciones, con procesos y alternativas, son más necesarias que nunca. Acabamos con una estrofa ligeramente modificada de los Dire Straits:5 Y aunque nos destruyen tanto, con el miedo y el hambre, no debemos abandonar la lucha, hermanos de clase. 5 Brothers in arms. 3
  • 4. Girando en círculos que nos ahogan, despersonalizan, hipotecan En La insurrección que viene,6 los argumentos sobre la necesidad imperiosa de organizar una rebelión contra el capitalismo están divididos en dos grandes bloques: uno, en el que los desconocidos autores intentan demostrar que el sistema, “desde cualquier ángulo que se mire, no tiene salida”, pero que hay que desconfiar de muchos grupos y sus propuestas, que actúan para diluir el potencial de rebelión que se puede congregar entre los movimientos con ideas y prácticas antisistema; y otro, en el que proponen un proceso de transformación “que está por construir”, en el cual “nada parece menos probable que una insurrección, pero nada resulta más necesario”.7 Nos encontramos, a su juicio, ante una situación de “conflicto y de crisis difícilmente gestionables por los gobiernos”, y que los sujetos sociales anticapitalistas debiéramos considerar como óptima para diseñar un proceso de rebelión. Un proyecto que elaboran bajo los enunciados de en marcha, encontrarse, organizarse e insurrección, con el objeto de desencadenar ese proceso que conduzca a la transformación definitiva del sistema capitalista. 3. Se impone una puesta a punto En lo que consideran la puesta a punto 8 de una insurrección, los autores informan primero de los varios peligros reales que ocurren diariamente y no se deben obviar: Avisan de que están lo burócratas socialistas, los estudiantes pijos y otros grupos afines, los que se infiltran en las asambleas para neutralizarlas y diluirlas; y las fuerzas del ‘orden’ (policías, cuerpos especiales, el ejército, sindicalistas, grupos racistas y xenófobos) que los gobernantes ya no dudan en emplear de forma violenta y aunque violen todos los derechos que figuran en ‘las cartas’. Además, está la misma crisis, una manera de gobernar en la manera que las propias medidas tienen como objetivo afectar al bienestar de la población general. Buscan la complicidad de la gente con frases como <<hay que apretarse el cinturón>>, <<arrimar el hombro>>, <<empezar de cero>>, <<entre todos arreglaremos esto>>, etc. “La crisis es una manera de gobernar”, pues son las situaciones de crisis, precisamente, “las ocasiones que se ofrecen a la dominación para que se reestructure” y aumente su poder por medio de la persuasión o la imposición de la violencia. Y evitar vernos organizados y movilizados “dentro del Estado, solidarios con una improbable chapuza de la sociedad”. “La tradición querría que todo comenzara por un <<movimiento social>>. Sobre todo en un momento en que la izquierda, que no acaba nunca de descomponerse, busca de forma hipócrita recobrar una credibilidad en la calle”. Afortunadamente, este monopolio lo ha perdido. Sin embargo, piensan que “un movimiento revolucionario no se propaga por contaminación sino por resonancia…”. Por tanto, hay que “organizarse materialmente para subsistir, para atacar… En todas partes pueden nacer complicidades con las que el mundo dé un giro más firme… Ya que “desertar de la política clásica significa asumir la guerra, que se sitúa también en el terreno de la lengua. O más bien en la manera que se ligan las palabras, los gestos y la vida”. El posible proceso debe partir de una “nueva idea del comunismo como matriz de un asalto minucioso, audaz, contra la dominación. Sabemos que se trata de un término que hay que tratar con precaución, porque nuestros peores enemigos lo han utilizado y continúan haciéndolo”. Así, hay que volver a considerar el “comunismo como presupuesto y como experimentación… Evidencia de lo común y construcción de una fuerza”. Por tanto, concluyen que “se acabó el momento de prever los hundimientos o de demostrar la feliz posibilidad. Ya no se trata [sólo] de elaborar un diseño de devolver la posibilidad de la sublevación a aquello que nunca habría debido dejar de ser: un impulso vital tanto de la juventud como de la sabiduría popular. A condición de saber moverse, la ausencia de diseño no es un obstáculo sino una posibilidad. Es para los insurrectos el único espacio que puede garantizarles lo esencial: conservar la iniciativa… [De aquí que] resurgen ciertas preguntas: ¿cómo se convierte una situación de disturbios generalizados en una situación insurrecional? ¿Qué hacer cuándo se ha conquistado la calle toda vez que la policía se encuentra permanentemente derrotada? ¿Se merecen los parlamentos ser siempre tomados al asalto? ¿Qué significa en la práctica devolver el poder local? ¿Cómo decidirse, cómo subsistir, cómo no perderse?”. Una puesta 6 Comisión invisible. La insurrección que viene. Melusina 2009. 7 A partir de aquí, sólo se añadirán las citas a las frases entrecomilladas que no se correspondan con el libro que comentamos. 8 Título original: Mise au point. 4
  • 5. a punto supone, entre otros aspectos, cómo damos respuestas a estas preguntas fundamentales e indispensables para cualquier proceso de transformación. 4. ¿Sin salida, sin solución? “Desde cualquier ángulo desde el que se mire, el presente no tiene salida. No es la menor de sus virtudes. La esfera de la representación política se cierra. Empieza a adivinarse que es contra el voto mismo que se sigue votando. No habrá solución social a la presente situación. Ninguno de los “problemas” que se formulan en el lenguaje social admite solución. El “problema de los jubilados”, el de la “precariedad”, los “jóvenes” y su “violencia” no pueden sino quedar en suspenso, mientras se gestionan soluciones policiales que siempre son más sobrecogedoras que lo que esconden. Los que han encontrado menor humillación y mayores beneficios en las vías criminales que en el mantenimiento de las apariencias no rendirán sus armas, y la prisión no les inculcará el amor a la sociedad. El sentimiento social para este propósito se ha evaporado. [Desde el poder], y como solución, la presión para que no pase nada, y con ella el control policial del territorio, no van a parar de acentuarse. El callejón sin salida del presente, perceptible en todas partes, se niega en todos lados. Nunca tantos psicólogos, sociólogos y literatos se habrán empleado en ello, cada uno según su jerga especial, donde resulta notoria la ausencia de una conclusión”. 5. La individualización del individuo “Soy lo que soy. La degradación del ser social consiste en individualizarse, mirarse al ombligo en gimnasios, convertirse en un consumidor voraz y en un emprendedor esperanzado, o desentenderse de los problemas sociales que padecen muchos colectivos. Esto potencia que la mayoría de las ONGs vivan a cuenta de los grupos necesitados. Ocurre que, hasta las asociaciones que les explotan, “reivindiquen el subsidio universal para ellos […] Occidente lanza por todas partes esa pesada antinomia entre Yo y el mundo, el individuo y el grupo, entre ataduras y libertad. La libertad no es el gesto de deshacerse de las ataduras, sino la capacidad práctica de operar a través de ellas, de moverse en ellas, de establecerlas o truncarlas. La familia sólo existe como familia, es decir, como infierno, para aquel que ha renunciado a alterar sus mecanismos debilitadores, o no sabe como hacerlo. La libertad de desarraigarse ha sido siempre el fantasma de la libertad”. La enfermedad, la fatiga y la depresión pueden ser considerados síntomas individuales de aquello de lo que hay que curarse. Entonces trabajan para el mantenimiento del orden existente, para mi dócil adaptación a las normas débiles, para la modernización de mis apoyos. Pero, tomadas como hechos, mis debilidades pueden conducir también al desmantelamiento de la hipótesis del Yo. Devienen entones actos de resistencia en la guerra en curso. Devienen rebelión y centro de energía contra todo lo que conspira para normalizarnos, para amputarnos”. Por tanto. “no estamos deprimidos, estamos en huelga. Para quien rechaza controlarse, la depresión no es un estado sino un tránsito, un adiós, un paso de lado hacia una desafiliación política. A partir de ahí, no hay otra conciliación más que la médica y la policial. Porque la hipótesis del Yo la que se agrieta por todas partes”. 6. Aptos, o ineptos, por subordinación Para empezar, tomemos “la cuestión más trillada [la de que] no existe el <<problema de la inmigración>>” ¿Quién crece donde ha nacido? ¿Quién vive donde ha crecido? ¿Quién trabaja donde vive? ¿Quién vive donde vivieron sus ancestros? ¿Y de quién son los niños de esta época? ¿De sus padres o de la televisión? La verdad es que hemos sido arrancados en masa o toda pertenencia, ya no somos de ninguna parte y de ello resulta una inédita disposición al turismo, un innegable sufrimiento… Hemos sido expropiados de nuestra lengua por la enseñanza, de nuestras canciones por las varietés, de nuestras carnes por la pornografía de masa, de nuestra ciudad por la policía, de nuestros amigos por el sistema salarial… [A su vez está] el trabajo feroz y secular de individualización por un poder de Estado que evalúa, compara, disciplina y separa a sus sujetos desde la más temprana edad, que desune por instinto las solidaridades que se le escapan a fin de que no quede más que la ciudadanía, la pura pertenencia, fantasmagórica, a la República… La escuela de la República ha formado desde hace un siglo y medio un tipo se subjetividades estatalizadas, reconocibles entre las demás. Gente que acepta la selección y la competición a condición de que las oportunidades sean iguales. Que esperan de la vida que cada uno sea recompensado como en una oposición, según sus méritos. Que piden siempre permiso antes de tomar. Que respetan calladamente la cultura, los reglamentos y a los primeros de la clase. Incluso su apego a los grandes intelectuales críticos y su rechazo del capitalismo están impregnados de este amor a la escuela… 5
  • 6. Resulta impertinente existir en un país en el que a un niño al que se sorprende cantando a su aire se le reprende inevitablemente con un ¡para, que va a llover!, y en el que la castración escolar produce generaciones de empleados disciplinados… [Debiera ir siendo] hora de que el ¡vamos a joder a la policía! sustituyera al ¡sí, señor agente! En este sentido, la hostilidad abierta de ciertas bandas sólo expresa, de una manera algo menos soterrada que otras, el mal ambiente, la mala disposición de fondo y el deseo de destrucción salvadora en la que el país se consume... Sería una pérdida de tiempo detallar todo lo que hay de agonizante en las relaciones sociales existentes. Se dice que la familia vuelve, que la pareja vuelve. Pero la familia que vuelve no es la que se había ido. Su regreso no es más que un nivel más profundo de la separación reinante, a la que sirve para disimular, convirtiéndose en ella misma mediante el engaño. Todo el mundo puede dar fe de la dosis de tristeza que se concentra año tras año en las fiestas familiares, las sonrisas trabajosas, la desazón de ver a todo el mundo simular en vano, el sentimiento de que ahí, sobre la mesa, hay un cadáver y todo el mundo hace como si nada. De ligue en divorcio, de concubinato en recomposición, cada cual experimenta la inanidad del triste núcleo familiar, pero la mayoría parece juzgar que sería aún más triste renunciar a él. La familia ya no es tanto el agobio de la influencia materna o el patriarcado de las tortas como ese abandono infantil a una dependencia algodonosa, donde todo es conocido; como ese momento de indiferencia frente a un mundo que nadie puede negar que se desmorona, un mundo en el que <<emanciparse>> es un eufemismo que significa <<haber encontrado un jefe>>. Hay que preservarse de esta corrosión”. En realidad, la descomposición de todas las formas sociales es una oportunidad. Es para nosotros la condición ideal para una experimentación masiva, salvaje, de nuevos ajustes, de nuevas fidelidades. La famosa <<dimisión parental>>” nos ha impuesto una confrontación con el mundo que ha forzado en nosotros una lucidez precoz y augura algunas buenas revueltas. En la muerte de la pareja vemos nacer inquietantes formas de afectividad colectiva, ahora que el sexo se usa hasta la saciedad, que la virilidad y la feminidad son como viejos trajes apolillados, que tres décadas de continuas innovaciones pornográficas han agotado todos los atractivos de la trasgresión y la liberación. Con lo que hay de incondicional en los vínculos de parentesco, tenemos la intención de construir el armazón de una solidaridad política tan impenetrable a la injerencia del Estado como un campamento de gitanos. Incluso las interminables subvenciones que numerosos padres están abocados a conceder a su progenie proletarizada pueden convertirse en una forma de mecenazgo en beneficio de la subversión social. <<Emanciparse>> podría también querer decir: aprender a pelearse en la calle, a ocupar casas vacías, a no trabajar, a amarse locamente y a robar en los supermercados”. 7. Ya todo es precario, represivo o ajeno Se preguntan, ¿“por qué el tener trabajo ha de ser un honor y trabajar una marca de debilidad”? La respuesta puede representar “el perfecto cuadro clínico de la histeria: se ama odiando, se odia amando… Y todos sabemos el estupor y desasosiego que aquejan al histérico cuando pierde a su víctima, a su amo. La mayoría de las veces no se recupera”… Sobre esta neurosis de fondo, los gobiernos sucesivos gobiernos aún pueden declarar la guerra al paro, y pretender librar la <<batalla del empleo>> mientras los ex ejecutivos se pasean con sus móviles entre las tiendas de Médicos del Mundo. Cuando las expulsiones masivas de las listas del (INEM) dificultan el descenso de la cifra de parados crónicos por debajo de los dos millones a pesar de todos los trucos estadísticos, sólo queda el RMI o la represión de la policía como garantía frente a la explosión social que puede estallar en cualquier momento. ¿Que se nos permite hacer? Pertenecemos a una generación que vive muy bien sin esta ficción. Que nunca ha contado con la jubilación ni en el derecho laboral, y mucho menos en el derecho al trabajo. Que ni siquiera es precaria, como se complacen en teorizarla las facciones más avanzadas de la militancia izquierdista, porque ser precario sigue significando definirse en relación con la esfera del trabajo, en este caso, con su descomposición. Admitimos la necesidad de conseguir dinero -no importa por qué medios- porque actualmente es imposible pasar sin él, pero no la necesidad de trabajar. Además, ya no trabajamos, curramos. La empresa no es un lugar en el que existimos, es un lugar que atravesamos. No somos cínicos, sólo reticentes a que se nos engañe. Los discursos sobre la motivación, la calidad y la implicación personal nos resbalan, para desespero de los gestores de recursos humanos. Dicen que estamos decepcionados con la empresa, que ésta no ha reconocido la dedicación de nuestros padres, que los han despedidos sin miramientos. Mienten. Para estar frustrado, primero hay que haber esperado algo. Y nosotros nunca hemos esperado nada de ella: la vemos tal como es y nunca ha dejado de ser: una estafa. Sentimos que nuestros padres cayeran en la trampa; al menos, aquellos se lo creyeron… La confusión de sentimientos que rodea la cuestión del trabajo puede explicarse así: la noción de trabajo ha abarcado 6
  • 7. siempre dos dimensiones contradictorias. Una dimensión de explotación y una dimensión de participación. Explotación de la fuerza de trabajo individual y colectiva por la apropiación privada o social de la plusvalía; participación en una obra común a través de los vínculos que se tejen entre aquellos que cooperan en el seno del universo de la producción. Estas dos dimensiones se confunden perniciosamente en la noción de trabajo, lo cual explica la indiferencia de los trabajadores, a fin de cuentas, hacia la retórica marxista, que niega la dimensión de participación, así como hacia la retórica empresarial que niega la dimensión de explotación. De ahí, también, la ambivalencia de la relación con el trabajo, al tiempo deshonrado, puesto que nos vuelve extraños ante lo que hacemos, y adorado, en la medida en que una parte de nosotros mismos está en juego. El desastre aquí es previo: reside en todo aquello que ha sido necesario destruir, en todos aquellos a los ha habido que desarraigar para que el trabajo termine por aparecer como la única manera de existir. El horror del trabajo no está tanto en el propio trabajo como en la destrucción metódica, desde hace siglos, de todo aquello que no es trabajo: familiaridades de barrio, de oficio, de pueblo, de lucha, de parentesco; apego a lugares, a seres, estaciones, maneras de hacer y de hablar. La actual paradoja actual reside en lo siguiente: el trabajo ha triunfado sin rastro de otros modos de existir, al mismo tiempo que los trabajadores se han vuelto superfluos. Los incrementos de productividad, la deslocalización, la mecanización, la automatización, y la digitalización de la producción han progresado tanto que han reducido a casi nada la cantidad de trabajo vivo necesario para la confección de cualquier mercancía. Vivimos la paradoja de una sociedad de trabajadores sin trabajo en la que la distracción, el consumo y el ocio sólo acentúan la falta de aquello de lo que debieran distraernos. En las empresas, el trabajo se divide de forma cada vez más visible en empleos altamente cualificados de investigación, concepción, control, coordinación y comunicación ligados a la aplicación de todos los saberes necesarios en el nuevo proceso de producción cibernetizado, y en empleos no cualificados de mantenimiento y vigilancia de este proceso. [Por otro lado], el conjunto de las tareas que no han podido ser automatizadas forman una nebulosa de puestos que, al no poder ser ocupados por máquinas, son ocupados por cualquier humano: manipuladores, almacenistas, trabajadores en cadena, temporeros, etcétera. Esta mano de obra flexible, indiferenciada, que pasa de una tarea a otra y nunca permanece mucho tiempo en la misma empresa, ya no puede constituirse en una fuerza, puesto que nunca se encuentra en el centro del proceso de producción sino que está pulverizada en una multitud de intersticios, ocupada tapando los huecos que no han sido mecanizados. El trabajador temporal es la figura de ese obrero que ya no lo es, que ya no tiene un oficio sino unas capacidades que va vendiendo en cada trabajo puntual que realiza, y en cuya disponibilidad es también un trabajo. Al margen de este núcleo de trabajadores efectivos, necesarios para el buen funcionamiento de la máquina, se extiende ahora una mayoría convertida en excedentaria, útil para el flujo de la producción, pero poco más, y que pesar sobre la máquina el riesgo de que, en su desocupación, la sabotee. La amenaza de una desmovilización general es el fantasma que recorre el sistema de producción actual. Esta población flotante debe ocuparse, o ser contenida. Ahora bien, no se ha encontrado a día de hoy mejor método disciplinario que el asalariado. Habrá entonces que continuar el desmantelamiento de los <<logros sociales>>, a fin de hacer volver al seno salarial a los más reacios, aquellos que sólo se rinden ante la alternativa entre morir de hambre y pudrirse en la cárcel. La explosión del sector esclavista de los <<servicios personales>> debe continuar: empleadas domésticas, hostelería, masajes, asistencia a domicilio, prostitución, cuidados médicos, clases particulares, ocio terapéutico, ayuda psicológica, etcétera. El orden del trabajo fue el orden de un mundo. La evidencia de su ruina le deja a uno paralizado con sólo pensar en todo lo que implica. Trabajar, hoy en día, está menos ligado a la necesidad económica de producir mercancías que a la necesidad política de producir productores y consumidores, de salvar por todos los medios el orden del trabajo. Producirse a sí mismo se está convirtiendo en la ocupación dominante de una sociedad en la que la producción se ha quedado sin objeto: como un carpintero al que se hubiera desposeído de su taller y se pusiera a cepillarse a sí mismo. Ésta es la razón del espectáculo de esos jóvenes que se entrenan para sonreír durante su entrevista de trabajo, que se hacen blanquear los dientes para ascender, que van a los bares nocturnos para estimular el espíritu de equipo, que aprenden inglés para estimular su carrera, que se divorcian o se casan para actualizarse, que hacen cursos de teatro para convertirse en líderes mediante el <<desarrollo personal>> para mejor <<gobernar los conflictos>>”. 7
  • 8. La conclusión a la que llegan los del Comité invisible se desprende del mismo análisis: “el aparato de producción actual es, por un lado, una gigantesca máquina de movilizar psíquica y físicamente, de bombear la energía de los humanos convertidos en mano de obra excedentaria, y por otro en una máquina de seleccionar que concede la supervivencia de las subjetividades conformes y deja caer a todos los <<individuos de riesgo>>, a todos aquellos que encarnan otro empleo de la vida, y por lo tanto, se le resisten. Por un lado, se hace vivir a los fantasmas; por otro, se deja morir a los vivos. Tal es la función propiamente política del aparato de producción presente. Organizarse más allá y contra el trabajo, desertar colectivamente del régimen de la movilización, manifestar la existencia de una vitalidad y de una disciplina en la propia desmovilización es un crimen que una civilización desesperada no está dispuesta a perdonarnos; es, efectivamente, la única manera de sobrevivir a ella. 8. De la ciudad a la urbe “Que no nos vuelvan a hablar más de <<la ciudad>> y el <<campo>>, y menos aún de su antigua oposición. Lo que se extiende en torno a nosotros no se le parece ni de cerca ni de lejos: es un tapiz urbano único, sin forma ni orden, una zona desolada, indefinida e ilimitada, un continuum mundial de hipercentros museificados y parques naturales, de grandes urbanizaciones e inmensas explotaciones agrícolas, de zonas industriales y urbanizaciones, de casas rurales y bares modernos: la metrópolis, que quiere ser la síntesis de todo el territorio… La metrópolis es la muerte simultánea de la ciudad y el campo, en la encrucijada donde convergen todas las clases medias, en el contexto de la clase situada en el medio, que, desde el éxodo rural en <<periurbanización>>, se extiende de forma indefinida. La vitrificación del territorio mundial casa bien con el cinismo de la arquitectura contemporánea”. “En muchas megalópolis, los barrios de chabolas son los únicos lugares vivos, vivibles, y no sorprende que sean también los lugares más mortales… Las revueltas de 2005 9 no nacen de la extrema desposesión, como tanto se ha glosado, sino, al contrario, de la plena posesión de un territorio. Uno puede quemar coches porque está harto, pero para propagar la revuelta durante un mes y mantener a la policía en jaque de forma prolongada hay que saber organizarse, contar con complicidades, conocer el terreno a la perfección y compartir un lenguaje y un enemigo común. Las distancias y el tiempo no impidieron la propagación del fuego, allí donde menos lo esperaban. Al contrario que los teléfonos, el rumor no se puede pinchar: la metrópolis es totalmente compatible con la guerra… Lo urbano es más que el teatro del enfrentamiento, es el medio para el mismo. Esto nos obliga a recordar los consejos de Blanqui, en este caso a favor de la insurrección, que recomendaba a los futuros insurgentes de París sitiar las casas de las calles cortadas con barricadas para proteger sus posiciones, horadar las paredes que estuvieran comunicadas, derribar las escaleras de los bajos y perforar los techos para defenderse de eventuales asaltantes, arrancar las puertas para atrancar las ventanas y convertir cada piso un puesto de tiro”. “La metrópolis no es sólo este amasijo urbanizado, esta colisión final de la ciudad con el campo, es también un flujo de seres y de cosas. Una corriente que atraviesa toda una red de fibras ópticas, de líneas del TVG, de satélites, de cámaras de videovigilancia para que este mundo nunca deje de encaminarse a la ruina… Precisamente porque consiste es esta arquitectura de flujos, la metrópolis es una de las formaciones humanas más vulnerables que jamás ha existido. Flexible, sutil, pero vulnerable. Un cierre total de las fronteras a causa de una epidemia, una carencia cualquiera en un suministro vital, un bloqueo organizado de los ejes de comunicación, y todo el decorado se desmorona, sin poder seguir ocultando las escenas de masacres que la acechan a todas horas. La multiplicación de teléfonos móviles y puntos de acceso a internet proporcionó a la guerrilla unos medios inéditos para organizarse y para hacerse tan difícilmente atacable… Este mundo no iría tan deprisa si no estuviese constantemente perseguido por la proximidad de su caída. Por tanto, la metrópolis produce también los medios para su propia destrucción”. De la ciudad a la urbe, y si no luchamos y transformamos el sistema, de la urbe a la tumba. No olvidemos que los jinetes del Apocalipsis capitalista, hambre, guerra, epidemias y muerte, se tragan unos 120 millones de personas anualmente. Son los elementos que tiene y mantiene el sistema en activo para que no se dispare el número de habitantes en el planeta. Ejército de reserva sí, pero controlado. 9 En las barriadas de París y otras grandes ciudades francesas. 8
  • 9. 9. Desconfiar de la economía, del trabajo, de propuestas reformistas como el decrecimiento, etc. “A la fuerza, hemos comprendido que: no es la economía la que está en crisis, la economía es la crisis; no es el trabajo lo que falta, el trabajo es lo que sobra; no es la crisis sino el crecimiento lo que nos deprime”. “El Estado ha concebido siempre la economía como política, no menos que la burguesía, que se beneficia de ella, y los proletarios, que la afrontan. No hay mucho más que este extraño estrato intermedio de la población, este curioso agregado sin fuerza de aquellos que no toman partido, la pequeña burguesía, que siempre ha fingido creer en la economía como en una realidad, porque así su neutralidad quedaba preservada. Pequeños comerciantes, pequeños patronos, pequeños funcionarios, cuadros, profesores, periodistas, intermediarios de todas las clases forman en Francia esta no‐clase, esta gelatina social compuesta por la masa de aquellos que querrían simplemente pasar su pequeña vida privada al margen de la historia y sus tumultos. Este pantanal es por naturaleza el campeón de la falsa conciencia, dispuesto a todo para mantener, en su somnolencia, los ojos cerrados ante la guerra que arrasa a su alrededor. Así que […] cada vez que se despeja el frente se inventan una nueva extravagancia. Durante los últimos diez anos, fue ATTAC y su inverosímil tasa Tobin – cuya instauración hubiera requerido nada menos que la creación de un gobierno mundial ‐, su apología de la <<economía real>> contra los mercados financieros y su conmovedora nostalgia del Estado. La comedia duró lo que duró, y acabo en una simple mascarada. Una extravagancia sigue a la otra, y aparece el decrecimiento. Si ATTAC, con sus cursos de educación popular, ha intentado salvar la economía como ciencia, el decrecimiento, por su parte, pretende salvarla como moral. Solo hay una alternativa al Apocalipsis en marcha: decrecer. Consumir y producir menos. Devenir alegremente frugales. Comer productos bio, andar en bici, dejar de fumar y vigilar con severidad los productos que se compran. Contentarse con lo estrictamente necesario. Simplicidad voluntaria. “Redescubrir la verdadera riqueza en el florecimiento de unas relaciones sociales distendidas en un mundo sano”. “No abusar de nuestro capital natural”. Avanzar hacia una “economía sana”. “Evitar la regulación por el caos”. “No generar crisis sociales que pongan en duda la democracia y el humanismo”. En resumen: volverse ahorrador. Regresar a la economía de papá, la edad de oro de la pequeña burguesía: los años cincuenta. “Cuando el individuo se convierte en un buen ahorrador, su propiedad cumple por completo su papel, que es el de permitirle disfrutar de su propia vida al resguardo de la existencia pública o en el recinto privado de su vida”. Un grafista vestido con un jersey artesanal, con unos amigos, bebe un cóctel de frutas en la terraza de un café étnico. Son elocuentes, cordiales, bromean moderadamente, ni demasiados ruidosos, ni demasiados silenciosos, se miran sonriendo, un poco pánfilos: que civilizados son. Más tarde, unos irán a cuidar un trozo de jardín mientras otros se marcharán a hacer cerámica, zen o a ver una película de animación. Comparten el sentimiento de formar parte de una nueva humanidad, la más sabia, la más refinada, la última. Y tienen razón. Apple y el decrecimiento convergen, curiosamente, en la civilización del futuro. La idea de retorno a la economía de antaño de los unos es la niebla o confusión oportuna detrás de la que se aproxima la idea de un gran salto en tecnología avanzada de los otros. Y es que en la Historia los retornos no existen. La exhortación a volver al pasado tan sólo expresa una de las formas de conciencia de su tiempo, y rara vez se trata de la menos moderna. El decrecimiento no es, por casualidad, la bandera de los publicistas disidentes de la revista Casseurs de pub.10 Los inventores del crecimiento cero –el Club de Roma en 1972‐ eran de hecho un grupo de industriales y de funcionarios que encontraron respaldo en un informe de los cibernéticos del MIT. Esta convergencia no es fortuita. Se inscribe en las marchas forzadas para encontrar un relevo a la economía. El capitalismo ha desintegrado en su propio beneficio todo lo que pervivía en los vínculos sociales y se lanza ahora a su reconstrucción sobre unas nuevas bases. La sociabilidad metropolitana actual es la incubadora de este proceso. Del mismo modo, ha destruido los mundos naturales y se lanza en este momento a la absurda idea de reconstruirlos como entornos ambientales controlados, dotados de sensores adecuados. A esta nueva humanidad le corresponde una nueva economía, que querría dejar de ser una esfera separada de la existencia para ser su tejido, que querría ser la materia de las relaciones humanas; una nueva definición del trabajo como trabajo sobre uno mismo, y del Capital como capital humano; una nueva idea de la producción como producción de bienes relacionales, y el consumo como consumo de situaciones; y sobre todo, una nueva idea del valor que abarcaría todas las cualidades de los 10 Macarras de bar. 9
  • 10. seres. Esta <<bioeconomía>> en gestación concibe el planeta como un sistema cerrado que hay que gestionar, y pretende sentar las bases de una ciencia que integraría todos los parámetros de la vida. Una ciencia así podría hacernos lamentar un día a los buenos tiempos de los índices engañosos, con los que se pretendía medir la felicidad de la gente según el crecimiento del PIB, pero en los que, al menos, nadie creía. “Revalorizar los aspectos no económicos de la vida” es una consigna del decrecimiento, al igual que el programa de reforma del Capital. Pueblos ecológicos, cámaras de videovigilancia, espiritualidad, biotecnologías y buena convivencia pertenecen al mismo <<paradigma civilizacional>> en formación, el de la economía total engendrada desde la base. Su matriz intelectual no es otra que la cibernética, la ciencia de los sistemas; de su control, se entiende. Para imponer definitivamente la economía, con su ética del trabajo y su avaricia, fue necesario, a lo largo del siglo XVII, internar y eliminar a toda la fauna de ociosos, mendigos, brujas y brujos, locos, vividores y a otros pobres sin patria ni hogar; toda una humanidad que desmentía con su sola existencia el orden del interés y la continencia. La nueva economía no se impondrá sin una selección semejante de los sujetos y de las zonas aptas para la mutación. El tan anunciado caos será la oportunidad para esa selección; o nuestra victoria sobre este detestable proyecto”. 10. Para mantener la explotación, el capitalismo se tiñe de verde La ecología es el descubrimiento del año. No hay <<catástrofe medioambiental>>. Existe esta catástrofe que es el medio ambiente. El medio ambiente, es lo que le queda al hombre cuando lo ha perdido todo. Los que habitan en un barrio, una calle, un valle, una guerra, un taller no tienen “medio ambiente”, se desenvuelven en un mundo poblado por presencias, por peligros, por amigos, por enemigos, por puntos de vida y puntos de muerte, por toda clase de seres. Este mundo tiene su consistencia, que varía en la intensidad y en la calidad de los vínculos que nos unen a los otros seres, a todos estos lugares. No existimos sino nosotros, hijos de la desposesión final, exiliados de última hora – que llegan al mundo en cubos de hormigón, toman los frutos de los supermercados y acechan los ecos del mundo en la tele – para tener un medio ambiente. No hay nadie, sino nosotros, para asistir a nuestro aniquilamiento como si se tratase de un simple cambio de tiempo. Para indignarse ante los últimos avances del desastre y levantar pacientemente la enciclopedia. Lo que está comprendido en un medio ambiente, es una exposición sobre el mundo basada en la gestión, es decir, en la extrañeza. Un informe sobre el mundo por el que no estamos hechos del mismo modo que el murmullo de los árboles, los olores de las frituras de un edificio, el chorreo del agua, el ruido de los patios de la escuela o el sudor de las tardes de verano, un relato del mundo por el que existo yo y mi medio ambiente, que me envuelve sin llegar a constituirme. Nos hemos convertido en vecinos de una reunión de copropiedad planetaria. Ningún medio material ha merecido jamás el nombre de “medio ambiente”, salvo, puede ser, que hasta ahora en la metrópolis. La voz computerizada de la publicidad verbal, […] peatones convertidos en frustrados maniquíes, rotación silenciosa de una cámara de videovigilancia, lúcido tañido de los bornes del metro, de las cajas del supermercado, de las carteras de la oficina, ambiente electrónico de cybercafé, derroche de pantallas de plasma, de vías rápidas y de látex. El decorado nunca se adelantó tanto a las almas que lo atraviesan. El medio nunca fue más automático. El contexto nunca fue indiferente ni exigió a cambio, para sobrevivir, una tan igualitaria indiferencia. El medio ambiente, no es finalmente más que esto: el relato del mundo propio de la metrópolis que se proyecta sobre todo lo que se le escapa. La situación es la siguiente: se ha empleado a nuestros padres en destruir el mundo, ahora se quisiera hacernos trabajar en su reconstrucción y que ésta sea, para colmo, rentable. La mórbida excitación que anima actualmente a periodistas y publicistas ante cada noticia que demuestre el calentamiento climático desvela la sonrisa de acero del nuevo capitalismo verde, el que se pronosticaba desde los años 70, que aguardaba a la vuelta del camino y que no llegaba. Pues bien, ¡aquí está! La ecología, ¡es esto! Las soluciones alternativas, ¡también son esto! La salud del planeta, ¡siempre es esto! Sin ninguna duda: el fondo del aire es verde; el medio ambiente será el eje de la economía política del siglo XXI. A cada episodio de catastrofismo corresponde desde ahora una ráfaga de “soluciones industriales”. El inventor de la bomba H, Edward Teller, recomienda la pulverización de millones de toneladas de polvo metálico en la estratosfera para detener el calentamiento climático. La NASA, frustrada por tener que haber guardado su gran idea del escudo antimisiles en el museo de fantasmagorías de la guerra fría, promete colocar, más allá de la órbita, un espejo gigante para protegernos de los, desde ahora, funestos 10
  • 11. rayos del sol. Otra visión del porvenir: una humanidad motorizada rodando con bioetanol desde Sao Paulo a Estocolmo; el sueño de un cerealista de Beauce, que después de todo no implica más que la reconversión de todas las tierras cultivables del planeta en campos de soja y de remolacha azucarera. Automóviles ecológicos, energías renovables, consulting medioambiental coexistiendo sin problemas con la última publicidad de Chanel a lo largo de las heladas páginas de las revistas de opinión. Es porque el medio ambiente posee este incomparable mérito de ser, decimos, el primer problema global que se presenta a la humanidad. Un problema global, es decir, un problema al que sólo pueden dar solución los que están globalmente organizados. Y a estos se les conoce. Son los grupos que, tras casi un siglo, están a la vanguardia del desastre y cuentan con seguir ahí, al mínimo precio de un cambio de logo. Que EDF 11 tenga el impudor de volver a presentarnos su programa nuclear como nueva solución a la crisis energética mundial dice bastante acerca de cuánto se parecen las nuevas soluciones a los viejos problemas. Desde las secretarías de Estado hasta los reservados de los cafés alternativos, las preocupaciones se dicen desde ahora con las mismas palabras, que son, por lo demás, las mismas de siempre. Se trata de movilizarse. No para la reconstrucción, como en la postguerra, no por los etíopes, como en los años 80, no por el empleo, como en los años 90. No, esta vez, es por el medio ambiente. Él os da las gracias. Al Gore, la ecología a lo Hulot y el decrecimiento se colocan a los lados de las eternas grandes conciencias de la República para representar su papel reanimador de la pequeña comunidad de izquierdas y del consabido idealismo de la juventud. Enarbolando la austeridad voluntaria, trabajan benéficamente para volvernos conformes al “estado de urgencia ecológica que se aproxima”. La masa redonda y pegajosa de su culpabilidad se abate sobre nuestras fatigadas espaldas y quisiera empujarnos a cuidar nuestro jardín, a seleccionar nuestras basuras, a fabricar bio-abono con los restos del macabro festín en el que y por el cual hemos sido infantilizados. Gestionar el abandono de la energía nuclear, los excedentes de CO2 en la atmósfera, el deshielo de los polos, los huracanes, las epidemias, la superpoblación mundial, la erosión de los suelos, la desaparición masiva de las especies vivas…ésta será nuestra tarea. “Es a cada cual a quien corresponde cambiar sus comportamientos”, dicen, si queremos salvar nuestro hermoso modelo civilizatorio. Es necesario consumir poco para poder consumir todavía. Producir bio para poder producir aún. Es necesario aguantarse para poder aguantar todavía. He aquí como la lógica de un mundo espera sobrevivir dándose aires de ruptura histórica. He aquí como se nos querría convencer para participar en los grandes desafíos industriales del siglo que comienza. Como estúpidos que somos, estaríamos dispuestos a echarnos en los brazos de los mismos que han presidido el saqueo, para que nos saquen de esto. La ecología no sólo es la lógica de la economía total, es también la nueva moral del Capital. El estado de crisis interna del sistema y el rigor de la selección en curso son tales que se necesita un nuevo criterio en cuyo nombre tomar decisiones parecidas. La idea de la virtud nunca fue, en cada época, más que un invento del vicio. No sería posible, sin la ecología, la existencia actual de dos redes de alimentación: una “sana y biológica” para los ricos y sus hijos, otra notablemente tóxica para la plebe y sus retoños, destinados a la obesidad. La hiperburguesía planetaria no sabría hacer pasar por respetable su tren de vida si sus últimos caprichos no fuesen escrupulosamente “respetuosos con el medio ambiente”. Sin la ecología, nada tendría la suficiente autoridad para silenciar las objeciones a los exorbitantes progresos del control. Trazabilidad, transparencia, certificación, ecotasas, excelencia medioambiental, vigilancia del agua permiten augurar el estado de excepción ecológica que se anuncia. Todo le está permitido a un poder que se legitima en la Naturaleza, la salud y el bienestar. “Una vez que la nueva cultura económica y ética se incorpore a las costumbres, las medidas coercitivas decaerán sin duda por sí mismas.” Es necesario todo el ridículo aplomo de un aventurero de plató televisivo para mantener una perspectiva tan gélida y llamarnos, al mismo tiempo, a tener la suficiente conciencia del “abandono del planeta” para movilizarnos y dejarnos suficientemente anestesiados para asistir a todo ello con educación y contención. El nuevo ascetismo bio es el control de sí que es requerido por todos para negociar la operación de salvamento a la que el sistema se ha conducido por sí sólo. En el nombre de la ecología necesitaremos apretarnos el cinturón en adelante, como ayer se hacía en el nombre de la economía. La carretera seguramente se podría transformar en circuitos ciclistas, puede que incluso nosotros pudiéramos, según nuestras capacidades, ser gratificados un día con una renta garantizada, pero sólo al precio de una existencia terapéutica. Los que pretenden que el autocontrol generalizado nos ahorrará tener que soportar una dictadura medioambiental mienten: uno preparará el 11 Compañía francesa de electricidad 11
  • 12. terreno de la otra y nosotros tendremos los dos. Mientras existan el Hombre y el Medio Ambiente habrá policía entre ellos. Los discursos ecológicos siempre dan la vuelta a las cosas. Donde hablan de “catástrofes” para designar los patinazos del actual régimen de gestión de los seres y las cosas nosotros no vemos sino la catástrofe de su funcionamiento tan perfecto. La mayor hambruna conocida hasta entonces en la zona tropical (1876-1879) coincide con una sequía mundial, pero sobre todo con el apogeo de la colonización. La destrucción de los mundos autóctonos y de sus prácticas alimenticias hizo desaparecer los medios para hacer frente a la pobreza. Más que la falta de agua, son los efectos de la economía colonial en plena expansión los que han cubierto de millones de cadáveres descarnados toda la superficie tropical. Lo que se presenta por doquier como una catástrofe ecológica nunca ha dejado de ser, en primer lugar, la manifestación de un desastroso papel en el mundo. No habitar en nada nos hace vulnerables al menor bache del sistema, al menor imprevisto climático. Mientras se aproximaba el último tsunami los turistas seguían jugueteando con las olas, mientras los cazadores-recolectores de las islas se apresuraban a huir de las costas siguiendo a los pájaros. La presente paradoja de la ecología es que, bajo el pretexto de salvar la Tierra, no salva más que el fundamento de lo que ha dejado asolado este planeta. La regularidad del funcionamiento mundial oculta entretanto nuestro estado de desposesión propiamente catastrófico. Lo que se llama “catástrofe” no es más que la suspensión formal de este estado, uno de esos raros momentos en los que recuperamos alguna presencia en el mundo. ¡Que se alcance antes de lo previsto el final de las reservas de petróleo, que se interrumpan los flujos internacionales que mantienen el tempo de la metrópolis, que se camine hacia grandes desórdenes sociales, que suceda el “salvajismo de las poblaciones”, la “amenaza planetaria”, el “fin de la civilización”! No importa que la pérdida de control sea preferible a cualquier escenario de gestión de la crisis. Los mejores consejos, entonces, no consisten en buscar los consejos de los especialistas en desarrollo sostenible. Es en las disfunciones, en los cortocircuitos del sistema donde aparecen los elementos de respuesta lógica a lo que podría dejar de ser un problema. Entre los firmantes del protocolo de Kyoto, los únicos países que actualmente cumplen sus compromisos son Ucrania y Rumania. Adivinad por qué. La experimentación más avanzada hecha a escala mundial en agricultura “biológica” se hace desde 1989 en la isla de Cuba. Adivinad por qué. Es la extensión de las carreteras africanas, y no otra cosa, lo que ha elevado la mecánica automovilística a la categoría de arte popular. Adivinad cómo. Lo que hace deseable la crisis es que en ella el medio ambiente deja de ser el medio ambiente. Somos conducidos a reanudar un contacto, aunque sea fatal, con lo que está ahí, a reencontrar los ritmos de la realidad. Lo que nos rodea no sólo es paisaje, panorama, teatro sino eso que nos es dado para vivir, con lo que nos debemos integrar y en lo que podemos aprender. No nos dejemos robar por quienes han causado los posibles argumentos de la “catástrofe”. Allí donde los gestores se preguntan platónicamente cómo cambiar radicalmente “sin romper la baraja”, nosotros no vemos otra opción realista que la de “romper la baraja” lo antes posible, y tomar partido, entonces, en cada derrumbe del sistema para ganar en fuerza.12 11. Libertad, democracia, civilización, viejos mitos para el capitalismo mantenerse vivo “La mayor carnicería mundial, la que, que permitió, de 1914 a 1918, deshacerse de una buena parte del proletariado de campo y la ciudad, se llevó a cabo en nombre de la libertad, la democracia y la civilización… La libertad ya no es esa palabra que se escribe en las paredes ahora que va seguida, como su sombra, por la de <<seguridad>>. Y la democracia es, como se sabe, disuelta en las más puras leyes de excepción: por ejemplo, en el restablecimiento oficial de la tortura en los Estados Unidos o en la ley Perben II en Francia… La civilización ya no es esa evidencia que se traslada a los indígenas sin más; tampoco es una abstracción que domina la vida, sino lo que rige, invade y coloniza la existencia más cotidiana, más personal… En un siglo, la libertad, la democracia y la civilización han sido devueltas al estado de hipótesis”. “El individuo hecho trizas se salva como forma gracias a las tecnologías <<espirituales>> de la superación personal. El patriarcado, cargando a las mujeres con todos los penosos atributos del mal: voluntad, autocontrol, insensibilidad. La sociedad desintegrada, propagando una epidemia de sociabilidad y diversión. Así, todas las grandes ficciones caducadas de Occidente se mantienen mediante artificios que las desmienten punto por punto. No existe el <<choque de civilizaciones>>. Lo que existe es una 12 Extraído de Sexto círculo: El medio ambiente es un desafío industrial. 12
  • 13. civilización en estado de muerte clínica, sobre la que se despliega todo un equipo de supervivencia artificial, y que esparce por la atmósfera planetaria una pestilencia característica.” “En este estadio, una contestación estrictamente social, que rechace ver aquello a lo que nos enfrentamos no es la crisis de la sociedad, sino la extinción de una civilización, se vuelve por tanto cómplice de su perpetuación. Es una estrategia corriente hoy en día criticar la sociedad con la vana esperanza de salvar la civilización. Con lo que llevamos un muerto a las espaldas, pero no es fácil deshacerse de él. No hay nada que esperar del fin de la civilización, de su muerte clínica. En sí misma, sólo puede interesar a los historiadores. Es un hecho, y hay que hacer de ello una decisión. Los hechos son eludibles, la decisión es política. Decidir la muerte de la civilización, afrontarla cómo venga: sólo la decisión nos quitará el muerto de encima”. Pensar la insurrección 13
  • 14. 12. Quitad el freno, ponerse en marcha Es grave que, despues de tantos años de desmovilización de la ciudadanía, con la aquiescencia o el amansamiento por parte de la gran mayoría de grupos de izquierda, que “ya no sabemos por dónde comienza una insurrección”. Recuperar la iniciativa y el horizonte hacia dónde dirigir los procesos de cambio requiere, según los del Comité invisible, “no indignarse, y menos actuar dentro del marco legal; evitar comprometerse con organizaciones que pretenden cuestionar el orden actual mediante esloganes como <<hacer otra política>>, <<otra economía es posible>>, pero que conservan la forma y las maneras de los Estados en miniatura; no reaccionar ante las noticias diarias, sino comprender cada información como una operación en un campo hostil de estrategias a descifrar; y no esperar, sino situarse en el movimiento de derrumbe de una civilización: en esto es donde hay que tomar partido. Por tanto, Partimos de un punto de extremo aislamiento, de extrema impotencia. Todo proceso insurreccional está por construir. Nada parece menos probable que una insurrección, pero nada es más necesario”. 13. Encontrarse entre afines, rechazar las imitaciones Son muchas las maneras de encontrarse: en las ideas que aceptas o recelas; con los colectivos que te pones en marcha y te organizas, pero también con los que rechazas; en los territorios en los que se ubican las luchas, las reivindicaciones: la fábrica, el barrio, el municipio, o la solidaridad con las gentes de otros pueblos; etc. Pues “toda afinidad es una afinidad en una verdad común. Todo encuentro es encuentro en una afirmación común, aunque sea en la de la destrucción”. Pero hay “organizaciones (políticas, sindicales, humanitarias, asociativas, etc.) que no dejan de ser arquitecturas agotadas, vacías... en las que encontramos a veces seres estimables; pero la promesa que contiene el encuentro no podrá realizarse más que fuera de la organización y, necesariamente, contra ella... Bastante más temibles son los círculos, con su textura flexible, sus cotilleos y sus jerarquías informales. Cada uno de ellos está encargado de neutralizar una verdad. Los círculos literarios están ahí para acallar la evidencia de los escritos. Los círculos libertarios, la acción directa. Los círculos académicos, para reprimir lo que sus investigaciones implican hoy para la mayoría. Los círculos deportivos para contener en sus gimnasios los diferentes modos de vida que deberían engendrar las diferentes formas de deporte. Hay que regir particularmente los círculos culturales y los militantes. Son los dos asilos a los que van a parar tradicionalmente todos los deseos de revolución.... Nosotros tenemos la totalidad del espacio social para encontrarnos. Tenemos las conductas cotidianas de insumisión para saber quiénes somos y desenmascarar a los esquiroles. Tenemos la hostilidad a esta civilización para trazar unas solidaridades y unos frentes a escala mundial. 14. Organizar, sistematizar, coordinar En el capitalismo, ganarse la vida supone producir para consumir; vender la mano de obra para comprar mercancías y reproducirla; cambiar tiempo de trabajo (explotación) por tiempo de ocio (realización de la plusvalía). La comuna es la forma de organización social que proponen los del Comité invisible. Pero la vida en la comuna “exige liberar el mayor tiempo posible para todos.... El tiempo liberado no equivale a estar de vacaciones. El tiempo ocioso, el tiempo muerto, el tiempo del vacío y del miedo al vacío, es el tiempo del trabajo. Ya no hay, a partir de este momento, un tiempo que llenar, sino una liberación de energía que ningún <<tiempo>> limita; hay unas líneas que se perfilan, que destacan, que podemos seguir con calma, hasta el final, hasta verlas cruzarse con otras”... Algunas líneas sobre las que conviene reflexionar: “La comuna no puede contar eternamente con el <<Estado del bienestar>> providencia”, por otro lado no puede pensar contar con vivir mucho tiempo del robo en las tiendas, de la recuperación de las basuras en los supermercados o depósitos de las zonas industriales, de la malversación de subvenciones, de las estafas a las aseguradoras y de otros fraudes, resumiendo: del pillaje. Debe preocuparse pues de incrementar permanentemente el nivel y la extensión de su autoorganización, buscar actividades que soslayen la sociedad de mercado”. Esto supone enfrentarse a varios interrogantes: ¿Cómo restaurar las culturas campesinas en las zonas rurales hasta que puedan soportar de nuevo las densidades de población que tenían hace sesenta años?, ¿cómo transformar los espacios con hormigón en huertos urbanos?,13 etc. A nosotros, que tanto hemos utilizado las distracciones de la democracia mercantil, ¿qué nos ha quedado de ellos? ¿Qué es lo que un día nos empujó a hacer footing el domingo por la mañana? ¿Qué es lo que mantiene a todos esos fanáticos del kárate, a todos esos locos por el bricolaje, la pesca o la micología? 13 La huerta está debajo del asfalto. 14
  • 15. ¿Qué, sino la necesidad de rellenar una completa ociosidad, de reconstituir su fuerza de trabajo o el <<capital en salud>>? La mayoría de estas actividades podrían despojarse fácilmente de su carácter absurdo y convertirse en actividades para el bien común”. Es decir, “se trata de saber pegarse, saltar cerraduras, curar fracturas además de anginas, construir un emisor de radio pirata, montar comedores en la calle, aspirar a lo justo, pero también reunir los saberes dispersos y constituir una agronomía de guerra, comprender la biología del plancton, la composición de los suelos, estudiar las asociaciones de plantas y recobrar, en fin, las intuiciones perdidas, todos los usos, todas las relaciones posibles con nuestro medio inmediato y los límites, más allá de los cuales lo agotamos; (hay que hacerlo) desde hoy mismo y de cara a los días en que los necesitemos para obtener algo más que una parte simbólica de nuestra alimentación y de nuestros cuidados. Otras líneas están disponer de territorios, no poseerlos para densificar las comunas, mantener un ligamen con las comunas mediante los viajes y la comunicación, derribar poco a poco los obstáculos mediante el sabotaje como principio: un mínimo riesgo en la acción, un mínimo de tiempo, y un máximo de daños. Tampoco es necesario extenderse sobre los tres tipos de sabotaje obrero: ralentizar el trabajo, desde el <<despacio>> a la huelga de celo; romper las máquinas o entorpecer su funcionamiento; divulgar los secretos de la empresa. Llevados a las dimensiones de la fábrica social, los principios del sabotaje se generalizan desde la producción a la circulación. La infraestructura técnica de la metrópolis es vulnerable: sus flujos no sólo consisten en el transporte de personas y mercancías, información y energía circula a través de redes de cables, fibras y cauces que es posible atacar. Sabotear con alguna consecuencia la máquina social implica hoy reconquistar y reinventar los medios para interrumpir sus redes. ¿Cómo inutilizar una línea del TGV, una red eléctrica? ¿Cómo encontrar los puntos débiles de las redes informáticas, como interferir las emisiones de radio y convertir en nieve la pequeña pantalla? No hay que hacerse visible, sino usar en nuestro favor el anonimato al que hemos sido relegados y, por la conspiración, la acción nocturna o clandestina, hacer de él una inatacable posición de ataque. Las revueltas mencionadas de noviembre del 2005 en los suburbios de París ofrece el modelo. Sin líder, sin reivindicación, sin organización, pero con palabras, gestos, complicidades. No ser socialmente nada no es una condición humillante, la fuente de una trágica falta de reconocimiento – ser reconocido: ¿por quién?- sino, al contrario, la condición de una libertad de acción máxima… Hay que regir la visibilidad. Pero una fuerza que se incorpora en la sombra no puede esquivarla para siempre. Se trata de aplazar nuestra aparición como fuerza hasta el momento oportuno. Pues cuanto más tarde nos encuentre la visibilidad, más fuertes nos encontrará. Y una vez hemos entrado en la visibilidad, nuestro tiempo está contado. O bien estamos en condiciones de pulverizar su reino a corto plazo, o bien es él quien sin demora nos aplasta. Vivimos bajo ocupación, bajo ocupación policial… Hay suficientes motivos para no dejarse aplastar, para emprender la autodefensa… A medida que crece y se irradia, una comuna ve poco a poco como las operaciones del poder toman por objetivo aquello que la constituye. La autodefensa debe ser para las comunas una evidencia colectiva, tanto práctica como teórica. Impedir un arresto, reunir rápidamente a un buen número de personas contra los intentos de expulsión o poner a resguardo a uno de los nuestros, no serán reflejos en los tiempos que vienen. No podemos reconstruir continuamente nuestras bases. Dejemos de denunciar la represión, preparémonos para ella… La policía no es invencible en la calle, simplemente tiene medios para organizarse, entrenarse y probar continuamente nuevas armas. En comparación con las suyas, nuestras armas siempre serán rudimentarias, artesanales y, a menudo, improvisadas sobre el terreno. No pretenden en ningún caso rivalizar en potencia de fuego, sino que buscan mantener la distancia, distraer la atención, ejercer una presión psicológica o forzar un paso por sorpresa y ganar terreno”… De todas maneras, la Comuna de París había arreglado en parte el problema del control: quemando el Ayuntamiento, los incendiarios destruían las fichas de registro civil. Falta encontrar la forma para destruir para siempre los datos informáticos”. La insurrección: propuesta y contenido 15
  • 16. 15. La comuna como modelo de insurrección La comuna es lo que ocurre cuando unos seres se encuentran, se entienden y deciden caminar juntos. La comuna es quizás lo que se decide en el momento en que sería usual separarse. Es la alegría del encuentro que sobrevive a la extinción del rigor. Es lo que hace que se diga <<nosotros>> y que sea todo un acontecimiento. Lo extraño no es que unos seres que concuerdan formen una comuna, sino que permanezcan separados. ¿Por qué las comunas no habrían de multiplicarse hasta el infinito? En cada fábrica, en cada calle, en cada pueblo, en cada escuela. ¡Por fin el reino de los comités de base! Pero unas comunas que aceptasen ser lo que son allí donde lo son. Y si es posible, una multiplicidad de comunas que sustituyeran a las instituciones de la sociedad: la familia, la escuela, el sindicato, el club deportivo, etc. Unas comunas que no temieran, más allá de sus actividades propiamente políticas, organizarse para la supervivencia material y moral de cada uno de sus miembros y de todos los colgados que les rodean. Unas comunas que no se definieran – como suelen hacer los colectivos- por un dentro y un fuera, sino por la densidad de los vínculos en su seno. No por las personas que las componen, sino por el espíritu que las anima… Toda comuna quiere ser, en sí misma, su propia base. Quiere disolver la cuestión de las necesidades. Quiere romper, al mismo tiempo que con cualquier dependencia económica, con toda sujeción política, y degenera en círculo desde que pierde el contacto con las verdades que la fundan. Hay todo tipo de comunas, que no esperan a ser suficientes en número, ni a tener los medios, y menos aún al <<buen momento>> que no llega nunca para organizarse. 16. La insurrección (versión original) Nota: Por la importancia que tiene este capítulo en el contenido del libro, especialmente en lo que se refiere al tema del proceso de transformación, he decidido incluirlo íntegramente, sin ninguna modificación o comentario personal que pudiese condicionar el juicio del lector. La comuna es la unidad elemental de la realidad partisana. Una escalada insurreccional no puede ser más que una multiplicación de comunas, su conexión y su articulación. Según el curso de los acontecimientos, las comunas se fundan sobre entidades de mayor envergadura o incluso se dividen. Entre una banda de hermanos y hermanas unidos “a vida o muerte” y la reunión de una multiplicidad de grupos, de comités, de bandas para organizar el aprovisionamiento y la autodefensa de un barrio, incluso de una región sublevada, no hay más que una diferencia de escala, son indistintamente comunas. Cualquier comuna no puede tender sino a la autosubsistencia y experimentar en su seno el dinero como algo insignificante y, por decirlo del todo, descolocado. El poder del dinero es el de fabricar un vínculo entre los que carecen de vínculos, el de vincular a los extranjeros en tanto que extranjeros y, de ese modo, poniendo cualquier cosa en equivalencia, poner todo en circulación. La capacidad del dinero de vincularlo todo se compensa por la superficialidad de este vínculo en el que la mentira es la regla. La desconfianza es el fondo de la relación crediticia. El reino del dinero debe ser siempre, por este hecho, el reino del control. La abolición práctica del dinero no se puede conseguir más que por la extensión de las comunas. La extensión de las comunas debe obedecer en cada caso a la preocupación por no exceder cierto tamaño, más allá del cual pierde el contacto consigo misma y suscita casi sin excepción una casta dominante. La comuna preferirá entonces dividirse y de este modo extenderse, al tiempo que previene una salida desgraciada. La sublevación de la juventud argelina, que alcanzó a toda la Kabilia en la primavera de 2001, se convirtió en una toma casi completa del territorio, atacando a los policías, los tribunales y todas las representaciones estatales, generalizando el motín hasta la retirada unilateral de las fuerzas del orden, hasta impedir físicamente la celebración de las elecciones. La fuerza del movimiento estará en la complementariedad difusa entre los múltiples componentes – aunque no fuesen más que parcialmente representados por las interminables y desesperantemente masculinas asambleas de los comités de pueblo y otros comités populares. Las “comunas” de la siempre hirviente insurrección argelina tienen unas veces el rostro de estos jóvenes “quemados” con gorra lanzando botellas de gas a las CNS desde el tejado de un inmueble de Tizi Ouzon, otras veces la sonrisa socarrona de un maquis embutido en su chilaba, a veces también la energía de las mujeres de un pueblo de montaña haciendo funcionar, contra viento y marea, las culturas y la crianza tradicionales, sin las que los bloqueos económicos de la región nunca hubiesen podido ser tan repetidos ni tan sistemáticos. 16
  • 17. a) Aprovechar cualquier crisis “Es necesario además añadir que no se podría tratar al conjunto de la población francesa. Será preciso entonces elegir.” Así resume un experto en virología a Le Monde, el 7 de septiembre de 2005, lo que sucedería en caso de una pandemia de gripe aviar. “Amenazas terroristas”, “catástrofes naturales”, “alertas virales”, “movimientos sociales” y “violencias urbanas” son para los gestores sociales otros tantos momentos de inestabilidad en los que asientan su poder mediante la selección de lo que les complace y la destrucción de lo que les incomoda. Esta es así también, lógicamente, para cualquier otra fuerza la oportunidad de sumarse o de hundirse, tomando el partido contrario. La interrupción de los flujos de mercancías, la suspensión de la normalidad – basta ver el retroceso de la vida social en un edificio bruscamente privado de electricidad para imaginar en lo que podría convertirse la vida en una ciudad privada de todo – y del control policial liberan potencialidades de autoorganización impensables en otras circunstancias. A esto no escapa nadie. El movimiento revolucionario obrero lo comprendió perfectamente, haciendo de las crisis de la economía burguesa los puntos culminantes del incremento de su fuerza. Hoy, los partidos islámicos son más fuertes que nunca allí donde han sabido suplir inteligentemente la debilidad del Estado, por ejemplo: durante la ejecución de los socorros tras el terremoto de Boumerdes en Argelia, o en la asistencia cotidiana a la población del Líbano Sur destruido por el ejército israelí. Como mencionamos antes, la devastación de Nueva Orleans por el huracán Katrina dio la ocasión a todo un sector del movimiento anarquista norteamericano de adquirir una desconocida consistencia reuniendo a todos los que, sobre el terreno, resistieron a la evacuación forzosa. Los comedores de campaña suponen haber pensado previamente en el aprovisionamiento; la ayuda médica de urgencia exige que se hayan adquirido el conocimiento y el material necesarios, igual que la instalación de emisoras de radio. Lo que tiene de alegría, de superación del enredo individual, de realidad tangible insumisa al orden cotidiano y del trabajo garantiza la fecundidad política de experiencias similares. En un país como Francia, en el que las nubes radiactivas se detienen en la frontera y donde no se teme construir un centro de investigación contra el cáncer sobre el antiguo emplazamiento, tipo Sevesso, de la fábrica AZF, son menos reales las crisis “naturales” que necesitan contabilizarse que las crisis sociales. Es a los movimientos sociales a quienes habitualmente corresponde interrumpir el curso normal del desastre. En efecto, estos últimos años, las diversas huelgas fueron principalmente ocasiones para el poder y las direcciones de las empresas para probar su capacidad de mantener un “servicio mínimo” cada vez más amplio, hasta restituir la interrupción del trabajo a una pura dimensión simbólica – apenas más molesta que una nevada o un suicidio en la calle. Pero transformando las prácticas militantes establecidas por la ocupación sistemática de los establecimientos y el bloqueo permanente, las luchas estudiantiles de 2005 contra el CPE han recordado la capacidad de causar daño y de ofensiva difusa de los grandes movimientos. Las bandas que han sido originadas a su estela, han dejado entrever bajo qué condiciones los movimientos pueden convertirse en lugar de nacimiento de nuevas comunas. b) Sabotear toda instancia de representación. Generalizar la palabra. Abolir las asambleas generales Cualquier movimiento social se enfrenta como primer obstáculo, antes que con la policía propiamente dicha, con las fuerzas sindicales y con toda esta microburocracia con vocación de dirigir las luchas. Las comunas, los grupos de base, las bandas desconfían espontáneamente de ellas. Esto es así porque los paraburócratas han inventado hace veinte años las coordinaciones que, con su ausencia de etiqueta, tienen los aspectos más inocentes, pero que no dejan de habitar en el terreno ideal de sus maniobras. Que un colectivo despistado intente la autonomía y ellos volverán a vaciarle de cualquier contenido eliminando resueltamente las cuestiones correctas. Son salvajes, se irritan; no por la pasión del debate sino por su vocación de conjurarle. Y cuando su defensa encarnizada de la apatía puede al fin con el colectivo, explican el fracaso por la falta de conciencia política. Hay que decir que en Francia, particularmente gustosa de la actividad furiosa de las diferentes capillas trotskistas, no es el arte de la manipulación política lo que le falta a la juventud militante. Tras el incendio de 2005, no será ella quien haya sacado esta lección: cualquier coordinación es superflua allí donde existe coordinación, las organizaciones están siempre de más allí donde la gente se organiza. Otro reflejo consiste en, al menor movimiento, hacer una asamblea general y votar. Es un error. El simple objetivo del voto, de la resolución a conseguir, basta para convertir la asamblea en una pesadilla, para construir el teatro en el que se enfrentan todas las pretensiones de futuro. Sufrimos esto como el mal 17
  • 18. ejemplo de los parlamentos burgueses. La asamblea no se constituye por la decisión sino por la palabra, por la palabra libre practicada sin objetivo. La necesidad de reunirse es tan constante, entre los humanos, como extraña la necesidad de decidir. Reunirse responde a la alegría de experimentar una potencia común. Decidir no es vital más que en las situaciones de emergencia, en las que el ejercicio de la democracia está realmente comprometido. El resto del tiempo, el “carácter democrático del proceso de toma de decisión” no es el problema más que para los fanáticos del procedimiento. No hay que criticar las asambleas ni abandonarlas, sino que hay que liberar la palabra, los gestos y los juegos entre los seres. Basta con observar que nadie llega con un solo punto de vista, una moción, sino con deseos, apegos, capacidades, fuerzas, tristezas y una cierta disponibilidad. Si así se consigue destruir el fantasma de la Asamblea General en beneficio de una asamblea de presencias tal, si se consigue desbaratar la siempre renaciente tentación de hegemonía , si se deja de establecer la decisión como finalidad, existen algunas oportunidades de que se produzca una de esas tomas de postura masivas, uno de esos fenómenos de cristalización colectiva en los que una decisión se apodera de los seres, en su totalidad o solamente en parte. Ocurre lo mismo cuando se trata de decidir acciones. Partir del principio de que “la acción debe ordenar el desarrollo de la asamblea”, convierte en imposible tanto la pasión del debate como la acción eficaz. Una asamblea numerosa de gentes ajenas entre sí se condena a necesitar especialistas en la acción, es decir a delegar la acción para controlarla. De un lado, la acción de los comisionados está atascada por definición, por otro nada les impide engañar a todo el mundo. No hay que plantear una forma de acción ideal. Lo esencial es que la acción tenga una forma, que la suscite y no la padezca. Esto supone compartir una misma posición política, geográfica – como las secciones de la Comuna de París durante la Revolución francesa - y compartir también el mismo saber circulante. En cuanto a decidir las acciones, el principio podría ser éste: que cada uno reconozca el terreno, que se recorten las informaciones, y la decisión llegará por sí sola, nos alcanzará más que nosotros a ella. La circulación del saber anula la jerarquía, iguala por arriba. Comunicación horizontal, proliferante, es también el mejor modo de coordinación de las diferentes comunas, para acabar con la hegemonía. c) Bloquear la economía, pero ajustar nuestra capacidad de bloqueo a nuestro nivel de autoorganización A fines de junio de 2006, en todo el estado de Oaxaca, las ocupaciones de ayuntamientos se multiplican, los insurgentes ocupan los edificios públicos. En algunas municipios, expulsan a los alcaldes y requisan los vehículos oficiales. Un mes más tarde, se bloquea el acceso a ciertos hoteles y complejos turísticos. El ministro de Turismo habla de catástrofe “comparable al huracán Wilma”. Algunos años antes, el bloqueo se convirtió en una de las principales formas de acción del movimiento argentino de contestación, los diferentes grupos locales se prestan socorro mutuo bloqueando tal o cual eje, amenazando permanentemente, con su acción conjunta, con paralizar todo el país si no se satisfacían sus reivindicaciones. Tal amenaza fue durante mucho tiempo una potente palanca en manos de los ferroviarios, electricistas empleados del gas, camioneros. El movimiento contra el CPE no ha dudado en bloquear estaciones, periféricos, fábricas, autopistas, supermercados e incluso aeropuertos. En Rennes, no se necesitaron más de trescientas personas para inmovilizar la carretera durante horas y provocar cuarenta kilómetros de atascos. Bloquearlo todo, es en adelante la primera reflexión de todo el que se alce contra el orden presente. En una economía deslocalizada, en la que las empresas funcionan por flujo tenso, donde el valor deriva de su conexión en red, donde las autopistas son los eslabones de la cadena de producción desmaterializada que va de subcontrato en subcontrato y de allí a la cadena de montaje, bloquear la producción es también bloquear la circulación. Pero no se puede tratar de bloquear más de lo que permite la capacidad de abastecimiento y de comunicación de los insurgentes, la organización eficaz de las diferentes comunas. ¿Cómo alimentarse una vez que todo está paralizado? Saquear los comercios, como se hizo en Argentina, tiene sus límites; por inmensos que sean los templos del consumo, no son despensas infinitas. Adquirir durante la vida la aptitud para procurarse la subsistencia elemental implica entonces apropiarse de sus medios de producción. Y en este punto, parece inútil esperar mucho tiempo. Dejar, como en la actualidad, al dos por 18
  • 19. ciento de la población el encargo de producir los alimentos de los demás es una estupidez tanto histórica como estratégica. d) Liberar el territorio de la ocupación policial. Evitar en la medida de lo posible el enfrentamiento directo “Este asunto pone de relieve que no nos enfrentamos a jóvenes que reclaman avances sociales sino a individuos que declaran la guerra a la República”, apuntaba un poli lúcido a propósito de las recientes emboscadas. La ofensiva tendente a liberar el territorio de su ocupación policial es voluntaria, y puede contar con las inagotables reservas de resentimiento que estas fuerzas han acumulado en su contra. Los propios “movimientos sociales” son ganados poco a poco por la rebelión, no menos que los juerguistas de Rennes que se enfrentaron a las CRS en el año 2005 todas las noches de los jueves o los de Barcelona que recientemente, durante un botellón, devastaron una arteria comercial de la ciudad. El movimiento contra el CPE ha visto el regreso habitual del cóctel molotov. Pero en esto, ciertos barrios se quedan obsoletos. Especialmente respecto a esta técnica que se perpetúa desde hace tiempo: la emboscada. Como el 13 de octubre en Épinay: patrullas de la BAC, tras 23 horas de servicio, recibían una llamada denunciando el robo en una rulote; a su llegada, uno de los equipos ”se encontró bloqueado por dos vehículos atravesados en la calle y más de una treintena de individuos, portando barras de hierro y armas de mano que lanzaron piedras al vehículo y utilizaron gas lacrimógeno contra los policías. A menor escala, se piensa en las comisarías de barrio atacadas durante las horas de cierre: cristales rotos, coches incendiados. Una de las experiencias adquiridas por los últimos movimientos es que una verdadera manifestación, en adelante, es “ilegal”, sin notificación a la prefectura. Pudiendo elegir el terreno, se tendrá cuidado, como el Black Bloc, en Génova en 2001, de evitar las zonas calientes, de huir del enfrentamiento directo y, determinando el trayecto, hacer correr a los polis en lugar de correr tras la policía, especialmente sindical, especialmente pacifista. Se ha visto entonces que un millar de personas determinadas hace recular furgones enteros de carabinieri para incendiarles finalmente. Lo importante no es estar mejor armado sino tener la iniciativa. El valor no es nada, la confianza en el valor propio es todo. Tener la iniciativa ayuda. Todo incita, sin embargo, a considerar las confrontaciones directas como puntos de fijación de las fuerzas contrarias que posibiliten manejar los tiempos y atacar en otros lugares – incluso muy cerca. Que no se trate de impedir que una confrontación tenga lugar ni se confunda con una simple diversión. Hostigar a la policía, es hacer que estando por todas partes no sea eficaz en ninguna. Cada acto de hostigamiento despierta esta verdad dicha en 1842: “La vida del agente de policía es penosa; su posición en la sociedad es tan humillante y despreciada como la del propio crimen (…) La vergüenza y la infamia le rodean por todas partes, la sociedad le expulsa de su seno, le aísla como a un paria, le escupe su desprecio con la paga, sin remordimientos, sin excusas, sin piedad (…) el carnet de policía que lleva en su cartera es una patente de ignominia.” El 21 de noviembre de 2006, los bomberos que se manifestaban en París contraatacaron a las CRS a martillazos e hirieron a quince. Esto para recordar que “tener la vocación de ayudar” nunca podrá ser una excusa válida para entrar en la policía. e) Estar armados. Hacer todo lo posible para que su uso resulte superfluo. Frente al ejército, la victoria es política No hay una insurrección pacífica. Las armas son necesarias: se trata de hacer lo posible para hacer que su uso sea innecesario. Una insurrección es antes una toma de las armas, una “permanencia armada”, más que el paso a la lucha armada. Es imprescindible distinguir entre el armamento y el uso de las armas. Las armas son una constante revolucionaria aunque su utilización sea poco frecuente, o escasamente decisiva, en los momentos de grandes cambios: 10 de agosto de 1792, 18 de marzo de 1871, octubre de 1917. Cuando el poder está por los suelos, basta con pisotearlo. Desde la distancia que nos separa, las armas han adquirido este carácter doble de fascinación y repulsión, que sólo su manejo permite superar. Un auténtico pacifismo no puede consistir en el rechazo de las armas, sino solamente de su uso. Ser pacifista sin poder disparar no es más que la teorización de una impotencia. Este pacifismo a priori corresponde a una suerte de desarme preventivo, es una pura operación policial. En realidad, la cuestión pacifista sólo se toma en serio cuando tiene el poder de disparar. Y en este caso, el pacifismo será por el contrario, señal de potencia, pues sólo desde una extrema posición de fuerza se está liberado de la necesidad de abrir fuego. 19
  • 20. Desde un punto de vista estratégico, la acción indirecta, asimétrica, parece la más provechosa, la mejor adaptada a la época: no se ataca frontalmente a un ejército de ocupación. Por lo tanto, la perspectiva de una guerrilla a la iraquí, que se atascaría sin posibilidad de ofensiva es mejor temerla que desearla. La militarización de la guerra civil es el fracaso de la insurrección. Por mucho que triunfasen los rojos en 1921, la Revolución rusa ya estaba perdida. Es preciso considerar dos tipos de reacción estatal. Una de franca hostilidad, otra más solapada, democrática. La primera, llamando a la destrucción sin rodeos; la segunda, una hostilidad sutil, pero implacable: sólo espera a alistarnos. Se puede ser derrotado por la dictadura tanto como por el hecho de estar reducido a no poder oponerse más que a la dictadura. La derrota no consiste tanto en perder una guerra como en perder la oportunidad de conducir la guerra. Los dos son sobradamente posibles, como lo demuestra la España de 1936: los revolucionarios fueron doblemente derrotados, por el fascismo y por la República. Cuando las cosas se ponen serias, el ejército ocupa el terreno. Su entrada en acción resulta menos evidente. Para ello se necesita un Estado decidido a hacer una matanza, lo que no es posible actualmente sino como amenaza, un poco como el empleo del arma nuclear desde hace medio siglo. Sin embargo, herida desde hace tiempo, la bestia estatal es peligrosa. Con todo para enfrentarse al ejército, se necesita una gran multitud, disolviendo las jerarquías y fraternizando. Se necesita el 18 de marzo de 1871. El ejército en las calles es una situación de insurrección. El ejército en acción, es el resultado precipitándose. Cada uno se ve llevado a tomar una postura, de escoger entre la anarquía y el miedo a la anarquía. Una insurrección triunfa como fuerza política. Políticamente, no es imposible poder con un ejército. f) Destituir localmente a las autoridades Lo que importa, para una insurrección, es que se haga irreversible. La irreversibilidad se alcanza cuando se ha vencido, al mismo tiempo que a las autoridades la necesidad de autoridad, al mismo tiempo que a la propiedad el placer de tener, al mismo tiempo que a toda hegemonía el deseo de hegemonía. Esto sucede porque el proceso insurreccional contiene en sí la forma de su victoria o la de su derrota. En materia de irreversibilidad, la destrucción nunca ha sido suficiente. Todo reside en el modo. Existen maneras de destruir que inevitablemente provocan el retorno de lo que se ha destruido. Quien se encone con el cadáver de un orden asegura despertar la vocación de vengarle. Por eso, donde la economía está bloqueada, donde la policía está neutralizada es importante hacer el menor énfasis posible en el derrocamiento de las autoridades. Serán depuestas con un atrevimiento y una ironía escrupulosas. En esta época, el final de las centralidades revolucionarias responde a la descentralización del poder. Todavía existen los Palacios de Invierno, pero están más dedicados a ser asaltados por los turistas que por los insurgentes. En nuestros días, se pueden tomar París, o Roma, o Buenos Aires sin conseguir la solución. La toma de Rungis 14 tendría seguramente mayores consecuencias que la del Elíseo. El poder ya no se concentra en un lugar del mundo, es el propio mundo, sus flujos y sus avenidas, sus hombres y sus normas, sus códigos y sus tecnologías. El poder es la propia organización de la metrópolis. Es la impecable totalidad del mundo de la mercancía en cada uno de sus puntos. Por eso, quien le derrota localmente produce una onda de choque planetaria a través de las redes. Los asaltantes de Cliché-sous- Bois han alegrado más de un hogar americano mientras los insurgentes de Oaxaca han encontrado cómplices en pleno corazón de París. Para Francia, la pérdida de centralidad del poder significa el final de la centralidad revolucionaria parisina. Cada nuevo movimiento tras las huelgas de 1995 lo confirma. Esto es porque triunfan las orientaciones más osadas, las más consistentes. Para terminar, París todavía se distingue por ser un simple objetivo de una razzia, un puro terreno del estrago y del pillaje. Breves y brutales incursiones llegadas de fuera atacan el lugar de la máxima densidad nacional de flujos metropolitanos. Los henchidos de rabia son quienes surcan el desierto de esta ficticia abundancia y se desvanecen. Llegará un día en el que esta espantosa concreción del poder que es el capital será completamente destruida, pero esto sucederá al final de un proceso más avanzado por todas partes que allí. g) ¡Todo el poder a las comunas! En el metro, ya no se encuentran huellas de las molestas pantallas que dificultan habitualmente los movimientos de los pasajeros. Los desconocidos se hablan, ya no se abordan. Una banda en conciliábulo 14 Municipio cercano a París conocido por albergar el mayor mercado de productos frescos del mundo. 20
  • 21. en la esquina de una calle. Aglomeraciones mayores por los bulevares que discuten gravemente. Los ataques se responden de una a otra ciudad, de un día para otro. Un nuevo cuartel ha sido saqueado y quemado después. Los habitantes de una casa desahuciada han desistido de tratar con el ayuntamiento: la habitan. En un acceso de lucidez, un directivo acaba de liquidar, en plena reunión, a un puñado de colegas. Ficheros que contienen la dirección personal de todos los policías y gendarmes así como el de los empleados de la administración penitenciaria acaban de filtrarse, provocando una ola de mudanzas precipitadas sin precedentes. A la vieja cantina del pueblo, se trae el excedente de lo producido y nos procuramos lo que nos falta. También nos reunimos aquí para discutir sobre la situación general y sobre el material necesario para el taller mecánico. La radio informa a los insurgentes de la retirada de las fuerzas gubernamentales. Un proyectil acaba de destripar la muralla de la prisión de Clairvaux. Es imposible decir si pasó un mes o varios años desde que comenzaron los “acontecimientos”. El Primer Ministro parece muy solo en sus llamadas a la calma. Barcelona, junio del 2010 21