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JOSÉ MARÍA LA PORTE (ED.)
INTRODUCCIÓN A LA
COMUNICACIÓN
INSTITUCIONAL
DE LA IGLESIA
2
Colección: Pelícano
Director de la colección: Juan Manuel Burgos
© José María La Porte, 2012
© Ediciones Palabra, S.A., 2012
Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España)
www.palabra.es
epalsa@palabra.es
Edición en ePub: José Manuel Carrión
ISBN: 978-84-9840-770-9
Todos los derechos reservados.
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,
sin el permiso previo y por escrito del editor.
3
INTRODUCCIÓN
Redactar una introducción para un genio de la pintura como Miguel Ángel, Velázquez
o Giotto es siempre difícil porque se trata de explicar en pocas palabras un torrente de
creatividad, sintetizar en breves líneas el espíritu de un genio, el talento especial que lo ha
hecho inmortal en la historia del arte. Si esta dificultad se encuentra en una actividad
humana que tiene algo de divino, del reflejo creador de Dios, ¿qué se podría decir de una
institución fundada por el mismo Cristo, el Hijo de Dios? Hay una riqueza infinita en la
predicación de Jesús –​que la Iglesia ha recibido y transmitido a las generaciones
sucesivas​–, en la gracia que se insinúa como motor de la vida de los primeros cristianos y
de los santos que han encarnado el mensaje de Cristo a lo largo de la historia… La
finalidad de este volumen es ofrecer una introducción a la Comunicación Institucional de
la Iglesia, una síntesis dirigida principalmente a los seminaristas y a todos aquellos que se
acercan por primera vez a este terreno, a todos los que tratan de explorar cuáles son los
factores determinantes de la relación entre la Iglesia y la comunicación.
Jesús vivió poco más de treinta años en un espacio geográfico relativamente reducido,
pero su mensaje se ha extendido progresivamente: el Verbo de Dios, la Palabra hecha
carne, ha echado raíces en el corazón de millones de personas a lo largo de los siglos, la
semilla se ha esparcido geográficamente, y hoy en día la globalización se está
convirtiendo en una oportunidad formidable para que llegue hasta el último rincón de la
tierra. La Iglesia posee una experiencia multisecular en la transmisión de una fe que ha
impulsado la cultura, impregnándola de una visión trascendente, que ha potenciado las
posibilidades del arte, de la literatura, de la música, hasta límites insospechados. Por ello
parece importante tratar de reflexionar sobre cómo conseguir que la fe siga creando y
generando cultura en el siglo XXI, un siglo marcado por el papel de los medios de
comunicación. En esta línea, el presente volumen explora las nuevas vías que se abren
para comunicar mejor la Iglesia y las verdades de las que es depositaria, en la cultura
mediática.
Los diez capítulos que componen el volumen se estructuran en tres grupos temáticos:
1) marco magisterial y teológico de la relación entre comunicación y fe; 2) papel
comunicativo de la Iglesia en una sociedad caracterizada por la actividad de los medios y
de los profesionales de la información; 3) aspectos particulares que pueden ayudan a
desarrollar una eficaz comunicación de la Iglesia católica.
Los dos primeros capítulos ofrecen una introducción esencial a los documentos del
magisterio de la Iglesia relacionados con la comunicación y explican algunos conceptos
esenciales que ayudan a entender la relación entre comunicación y teología.
El segundo grupo temático se organiza en torno a los diversos espacios de diálogo
social en los que se encuentra la Iglesia. No se trata solamente de hablar del contexto en
el que la Iglesia realiza su actividad, sino también de la Iglesia como agente social, con la
4
capacidad de tomar parte en los procesos comunicativos y transformarlos, de igual modo
que hacen otras instituciones y personas cuando intervienen en la esfera pública. Bajo
esta perspectiva se presenta la dinámica de la opinión pública y el papel que juega en ella
la fe y la Iglesia; también se ofrece un breve análisis del lenguaje periodístico en los
procesos de elaboración de las noticias y se explican algunas particularidades de la radio,
de la televisión y del mundo de Internet.
En la tercera parte se afrontan los argumentos que tienen una mayor relación con la
actividad de comunicación institucional de la Iglesia. Un primer capítulo trata de delimitar
conceptos, ofrecer una definición de comunicación institucional y explicar los elementos
esenciales para la realización de un plan de comunicación; un segundo texto profundiza
en la naturaleza de la relación entre la Iglesia y un público concreto: los periodistas. Otro
capítulo afronta la dimensión económica, que requiere una particular atención para
asegurar la transparencia en la transmisión de determinadas informaciones. El texto que
cierra el volumen busca las claves que ayuden a desarrollar una adecuada sensibilidad de
la institución en situaciones de crisis y presenta algunas claves para la elaboración de un
programa de crisis.
«Delante de las cámaras me viene a la cabeza aquella clase en la que…»; «¡cuánto
me ha servido la lectura y análisis de tantos periódicos!»; «cómo me acuerdo de aquel
debate sobre…». Estas expresiones u otras similares de los alumnos han servido de
aliento para los autores porque son un reflejo de lo que se ha tratado de transmitir en las
aulas de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma). Algunos han terminado ya la
licenciatura y trabajan en oficinas de comunicación de diócesis de todo el mundo, desde
la India a Estados Unidos, pasando por Eslovaquia, Nigeria, Italia, España, Colombia,
Brasil o México. Otros están a punto de terminar los estudios, han emprendido trabajos
de investigación o enseñan comunicación en los seminarios. Muchas de las ideas
expuestas en este libro han sido enriquecidas precisamente por ellos, por los alumnos, a
través de sus preguntas durante las clases o en los seminarios profesionales y congresos
organizados por la Facultad. Sería imposible mencionar aquí todos los estudiantes que
han pasado por nuestras aulas, pero en cierto sentido espero que cada uno se reconocerá
en muchas de las páginas de este volumen. Reconocerá también entre líneas el espíritu
de aquellas clases romanas en la Facultad de Comunicación Institucional, las
conversaciones con algún profesor en los pasillos o en torno a la máquina de café, las
horas pasadas en la biblioteca, los trabajos en grupo… Ojalá que las ideas aquí
desarrolladas les ayuden en su trabajo al servicio de la Iglesia de Dios.
Cuando este volumen se encontraba en fase de realización, nos llegó la noticia de la
enfermedad y posterior fallecimiento de uno de los autores, que ha sido su principal
impulsor: Alfonso Nieto. Para todos nosotros ha sido un ejemplo de profesor, de
maestro, de amigo, de conversador, de persona con juventud de espíritu y miles de
proyectos a pesar de la edad, de hombre de fe. A él le dedicamos estas páginas con el
deseo de que desde el Cielo acompañe nuestra labor de enseñanza y de comunicación de
5
la Iglesia.
Por último desearía mostrar mi agradecimiento a todos los que han colaborado en la
realización de este volumen, y en especial a Rocío Franch, Karina Alarcón, Rocío
Lancho y Julio Gómez Otero por su ayuda en el trabajo de traducción. También quiero
señalar mi especial reconocimiento a Juan Manuel Burgos por su paciencia y permanente
aliento en los trabajos de coordinación y traducción de este volumen.
José María La Porte
6
PARTE I
CONCEPTOS PRELIMINARES
7
1. EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA CATÓLICA
SOBRE LA COMUNICACIÓN
DANIEL ARASA
Este capítulo pretende analizar, en primer lugar, la relación histórica entre Iglesia y
comunicación (par. 1). Esta introducción prepara el contexto para los parágrafos
sucesivos, que incluyen una síntesis de los principales documentos contemporáneos del
Magisterio de la Iglesia relativos a las comunicaciones sociales (par. 2), además de un
apartado sobre las específicas referencias del Magisterio a Internet (par. 3). Finalmente se
explica cómo ha sido la evolución del Magisterio en la comprensión de los medios (par.
4).
1. INTRODUCCIÓN. LAIGLESIACATÓLICAYLACOMUNICACIÓN
La Iglesia es, a la vez, una institución «humana y divina, visible y dotada de
elementos invisibles»[1]. Para entender plenamente el Magisterio de la Iglesia sobre la
comunicación, es razonable presuponer un cierto conocimiento de base sobre los trazos
esenciales de la naturaleza de la Iglesia (qué es), de su doctrina (aquello en lo que cree) y
de sus estructuras (cómo está organizada).
En el año 2008, el número de católicos en el mundo era de 1.165.714.000 (sobre una
población mundial de 6.686.800.000). Esto significa que los católicos eran un 17,40% de
la población y, por tanto, el grupo religioso más numeroso del mundo. El porcentaje más
alto se encontraba en América, con un 63,1 de católicos por cada cien habitantes, seguida
de Europa (39,97%), Oceanía (26,21%), África (17,77%) y Asia (3,05%)[2]. Por tanto,
es razonable que la Iglesia católica, como otros grandes grupos religiosos, ponga un
particular énfasis en las dimensiones internas y externas de la propia comunicación.
Desde su fundación, la Iglesia ha transmitido la verdad sobre Cristo. Sus puntos de
partida para la difusión de la fe han sido siempre la familia, la liturgia, la catequesis, la
educación, el arte y, en particular, la entrega y el testimonio de cada cristiano en su
ámbito social y laboral. Al mismo tiempo, como institución inmersa en la sociedad, la
Iglesia ha procurado adaptar la propia comunicación al ambiente en el cual vive y se
desarrolla, adecuando el lenguaje de su mensaje a las diversas mentalidades y medios a
su disposición. De hecho, la historia de la Iglesia ha estado siempre unida a los diferentes
períodos de la historia de la comunicación: oral, escrita, impresa, electrónica y digital[3].
La Iglesia ha buscado siempre integrar a los medios en sus actividades comunicativas, ya
sea como sujeto activo de la comunicación (por ejemplo, a través de los medios de
información católica) o como objeto mismo de comunicación (por ejemplo, con la
cobertura mediática sobre la Iglesia). Por ello, el mundo de los medios es un terreno
8
abierto que la Iglesia, a pesar de los obstáculos, trata de comprender y guiar.
2. LOS PRINCIPALES DOCUMENTOS CONTEMPORÁNEOS DEL MAGISTERIO DE LAIGLESIASOBRE
LAS COMUNICACIONES SOCIALES
La historia de la Iglesia demuestra que el pensamiento doctrinal y teológico sobre las
comunicaciones ha comenzado muy pronto. San Agustín, entre otros, es considerado una
autoridad en lo que se refiere a la reflexión sobre la comunicación de la doctrina cristiana
y la aplicación de los principios de la retórica clásica para difundir la fe[4]. Nuestro
interés, sin embargo, se centra más en la presentación de los principios generales de la
comunicación establecidos por las recientes declaraciones del Magisterio.
El interés y la atención que la Iglesia católica ha otorgado a las comunicaciones han
evolucionado particularmente con el desarrollo de los medios y la aparición de una nueva
cultura mediática, iniciada a mediados del siglo XIX. La progresiva importancia que los
mass media adquirieron durante el siglo XX llevó al Magisterio a reflexionar sobre cómo
responder a los nuevos desafíos del mundo de la comunicación. A mayor influencia de
los medios sobre la cultura, mayor es el interés y la atención del Magisterio sobre esta
materia. De hecho, la cantidad de documentos sobre la comunicación aumenta en los
últimos decenios del siglo XX, respecto a la primera mitad del siglo. Desde Pío XI, todos
los Papas, y especialmente Juan Pablo II, han dirigido muchos de sus mensajes a los
medios de comunicación y a los profesionales que trabajan en ellos. Otros documentos
eclesiales relativos a los medios de comunicación han sido redactados por los diferentes
dicasterios vaticanos, especialmente por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones
Sociales.
Los documentos del Magisterio sobre las comunicaciones sociales y los argumentos
que se encuentran en ellos necesitan ser entendidos en su propio contexto. Temas que
parecían ser fundamentales en los años 40 y 50, hoy pueden parecer irrelevantes;
mientras que aspectos que podían ser ignorados en los documentos magisteriales sobre
los medios de los primeros decenios del siglo XX, pueden estar ahora de plena
actualidad[5].
Puesto que el mensaje de la Iglesia se refiere a todos los aspectos de la vida humana
y de la sociedad, es habitual encontrar alusiones a la comunicación en los documentos
relativos a otros aspectos de la vida eclesial, como la liturgia, el ecumenismo o la
catequesis. Obviamente, en multitud de documentos de las iglesias locales se hace
también referencia a los medios, pero su interés está fuera de nuestro estudio. En este
capítulo se propone un enfoque tipológico, que permite aglutinar las principales materias
de interés del Magisterio relativas a los medios de comunicación. No es nuestra intención
hacer un resumen de todo aquello que estos documentos explican sobre la comunicación;
por el contrario, se pretende destacar algunos de los puntos fundamentales para
9
comprender mejor la comunicación de la Iglesia católica.
Los documentos eclesiásticos que se refieren a los mass media se pueden dividir en
cuatro grupos principales: 1) documentos relativos a los mass media en general; b)
documentos relativos a la ética en los mass media; c) documentos sobre otros aspectos
específicos de los mass media; y d) referencias a los mass media en los documentos
relativos a otras materias.
2.1. Documentos relativos a los mass media en general
Este primer grupo corresponde a todos aquellos documentos considerados
fundamentales en el campo de los medios de comunicación, ya que proponen amplias
declaraciones sobre el punto de vista de la Iglesia relativo a los mass media. Los
documentos que responden mejor a esta descripción son las Encíclicas Vigilanti cura
(1936) y Miranda prorsus (1957), el Decreto conciliar Inter Mirifica (1963) y las
Instrucciones pastorales Communio et Progressio (1971) y Aetatis novae (1992).
Aunque su contenido sea de menor relevancia, también la Carta Apostólica El rápido
desarrollo (2005) puede ser incorporada a este grupo. Los principios establecidos en
estos documentos son el fundamento de todos los demás documentos magisteriales sobre
los mass media.
Vigilanti cura (1936)
Aunque se dirige en realidad al arte en general, Vigilanti cura se centra casi
exclusivamente sobre el mundo del cine. Observando el gradual crecimiento de la
corrupción moral de las películas y partiendo de la experiencia de la «Legión para la
Decencia» en los Estados Unidos, Pío XI lanzó una advertencia a los obispos de todo el
mundo para que reaccionaran ante las consecuencias negativas que la comunicación de
masas podía generar[6]. El documento terminaba proponiendo algunas medidas
específicas, como la clasificación moral de las películas o la creación de oficinas
nacionales para la crítica cinematográfica y su cooperación internacional.
Una de las principales características de este documento era su fuerte tono de
denuncia. Sin embargo, la Encíclica ofrecía también, con la debida cautela, una doble
visión positiva del cine: la primera, en clave general, definía las artes, las ciencias, la
técnica humana y la industria como «verdaderos dones de Dios»[7]; la segunda
reconocía que «las películas buenas son capaces de ejercer una profunda influencia
moral sobre aquellos que las ven. Además de lograr la recreación, son capaces de
despertar los nobles ideales de la vida, de comunicar conceptos valiosos, de impartir un
mejor conocimiento de la historia y las bellezas de la patria y de otros países, de
presentar la verdad y la virtud en formas atractivas, de crear o al menos favorecer el
entendimiento entre naciones, clases sociales y razas, de defender la causa de la justicia,
10
de dar nueva vida a las reclamaciones de la virtud y de contribuir positivamente a la
génesis de un orden social justo en el mundo»[8].
Miranda prorsus (1957)
La Encíclica Miranda prorsus es la demostración del gran interés que Pío XII tenía
por los mass media[9]. Este documento presenta una visión más positiva respecto a los
textos anteriores, considerando nuevamente a los medios de comunicación social como
«dones de Dios», ejemplos de participación de los hombres a su obra creadora e
instrumentos útiles para la difusión del Evangelio[10]. Esta Encíclica resumía los
principios ya propuestos en Vigilanti cura y los aplicaba a los influyentes medios
electrónicos de su tiempo: el cine, la radio y la televisión. En el documento se valoraba el
gran potencial de los medios y se les recordaba sus responsabilidades. Su principal
objeto, escribe el Papa, debe ser «servir a la verdad y al bien»[11].
Por otro lado, el Papa recordaba a las autoridades públicas su deber de tutelar la
moral pública e interpelaba a los fieles que, conociendo el «inestimable don de la
Redención», desplegaran «todo esfuerzo para que la Iglesia pueda valerse de los inventos
técnicos y usarlos para la santificación de las almas»[12]. De esta manera, Pío XII seguía
la tradición de la Iglesia de sostener y aprovechar todo aquello que de bueno hay en cada
cultura, con el fin de difundir el mensaje de salvación a la humanidad.
Inter Mirifica (1963)
El Decreto Conciliar Inter Mirifica es punto de referencia para todos los documentos
sucesivos sobre los medios y las comunicaciones sociales, así como para la reflexión de
la Iglesia sobre los medios de comunicación. Fue la primera vez que el concepto de
«medios de comunicación social»[13], en alusión a los mass media, aparecía en los
documentos eclesiales, superando las expresiones genéricas precedentes que solían
referirse a un medio en concreto o a los medios en general: «poderosísimos medios de
divulgación»[14], «no hay un medio más potente (...) para influenciar a las
multitudes»[15], «inventos técnicos»[16], «técnicas admirables de difusión»[17]. El
Decreto sobre los medios de comunicación social estaba dividido en dos capítulos: uno
dedicado al uso correcto de los medios de comunicación social y otro centrado sobre los
mass media como medios de apostolado.
El desarrollo y los debates teológicos del Concilio Vaticano II sobre la misión de la
Iglesia en el mundo y sobre la teología de los laicos fueron factores clave que
influenciaron la visión del Magisterio sobre los mass media. El Decreto Inter Mirifica
evidenciaba que la misión de la Iglesia es, en primer lugar, predicar el Evangelio para la
salvación de los hombres, añadiendo que este objetivo necesita también de la «ayuda de
los medios de comunicación social»[18]. En referencia al papel de los laicos, el Decreto
11
afirmaba que «toca principalmente a los laicos vivificar con espíritu humano y cristiano
estos medios para que respondan plenamente a las grandes expectativas de la sociedad
humana y al plan divino»[19].
Uno de los criterios generales en la esfera de las comunicaciones sociales comentado
en Inter Mirifica recordaba «la primacía absoluta del orden moral objetivo»[20]: el uso
de los mass media por parte del público y de los profesionales de la comunicación
requiere conocer y vivir en conformidad a los principios morales propios de la dignidad
humana. Este criterio está en la base de todos los demás principios morales sobre la
comunicación y puede encontrarse en casi todos los documentos sucesivos de la Iglesia
relativos a los medios.
Por otro lado, el Decreto solicitaba la constitución, en las estructuras de la Iglesia, de
oficinas nacionales para la prensa, el cine, la radio y la televisión, con el propósito de
«procurar que la conciencia de los fieles sobre la utilización de estos medios se forme
rectamente así como fomentar y organizar todo lo que los católicos realizan en este
campo»[21]. Inter Mirifica instituyó también la celebración anual de la Jornada Mundial
de las Comunicaciones Sociales que, desde su inicio en 1967, ha sido acompañada de un
mensaje del Santo Padre en ocasión de esta particular celebración.
Sin embargo, aunque Inter Mirifica desarrolló claramente el derecho de la Iglesia a
poseer medios de comunicación, no hacía alusión a la libre iniciativa y responsabilidad de
los cristianos para promover los valores del Evangelio a través de los medios que no
pertenecen directamente a la Iglesia[22].
Communio et Progressio (1971)
El Decreto Inter Mirifica dejaba los aspectos referentes a la pastoral a un documento
posterior, preparado por la Pontificia Comisión para las Comunicaciones Sociales. En
mayo de 1971, la Comisión publicó la Instrucción Pastoral Communio et Progressio
como fruto del Concilio, desarrollando el concepto de autonomía de las realidades
temporales ya definidos en otros documentos conciliares, como la Gaudium et Spes.
La Instrucción identificaba los objetivos de las comunicaciones sociales en «la
comunión y el progreso en la convivencia humana»[23], añadiendo que estos fines están
en conformidad con el proyecto de Dios para la salvación del hombre[24]. Al mismo
tiempo, Communio et Progressio denunciaba enérgicamente el «descenso de la
moralidad»[25] en los medios y llamaba a los diversos grupos sociales (comunicadores,
público, autoridades civiles y religiosas, educadores) a invertir esa tendencia. Communio
et Progressio destacaba, además, el carácter educativo de los medios de comunicación
social, así como su valor cultural y de entretenimiento[26].
La Instrucción Communio et Progressio es considerada como «uno de los
documentos más positivos de la Iglesia relativos a las comunicaciones sociales», pues
pone en evidencia la «contribución de los medios de comunicación social para el
12
progreso humano»[27]. El documento ofrecía un acercamiento más concreto, respecto a
los anteriores, sobre la relación entre la Iglesia católica y los mass media. Por otro lado, a
diferencia de los documentos anteriores, se insertaba en un contexto teológico-
antropológico más amplio, presentando la comunicación humana como participación en
la comunión intra-trinitaria de Dios y finalizada a la comunión de los hombres.
Sin embargo, este documento pone todavía en evidencia la falta de un análisis
académico y científico de la ciencia de la comunicación por parte de la Iglesia. De hecho,
Communio et Progressio presentaba indistintamente elementos del área comunicativa
como objetivos, actividades o propuestas prácticas, sin proponer una jerarquía interna
entre ellas.
Aetatis novae (1992)
La Instrucción pastoral Aetatis novae supuso una nueva reflexión sobre las
«consecuencias pastorales» de la creciente influencia de los medios de
comunicación[28]. De hecho, Aetatis novae reconocía que «la revolución de las
comunicaciones afecta incluso a la percepción que se puede tener de la Iglesia y
contribuye a formar sus propias estructuras y funcionamiento»[29]. Debido a la
importancia de los medios de comunicación de masas, la Iglesia –​añadía el documento​–
busca por su parte influenciar positivamente las políticas comunicativas[30]. Aetatis
novae dio también un papel importante a los mass media con el fin de favorecer y
facilitar la opinión pública dentro de la Iglesia[31].
Aetatis novae recogió muchos aspectos presentes en los documentos anteriores, pero
una de sus contribuciones más originales fue la inclusión de un anexo con los «elementos
de un plan pastoral de comunicaciones»[32]. El plan se extendía a una vasta gama de
actividades y áreas, desde las más genéricas a las más específicas. En concreto, proponía
los siguientes elementos:
«a) Una presentación de conjunto, elaborada a partir de una amplia consulta y que
describa, para todos los ministerios de la Iglesia, las estrategias de las comunicaciones
sociales que respondan a las cuestiones y a las circunstancias actuales.
b) Un inventario o evaluación de la problemática existente en el territorio: las
diferentes clases de público, los productores y directores de los medios de comunicación
estatales y comerciales, los recursos financieros y técnicos, las redes de distribución, los
recursos ecuménicos y educativos, el personal de los organismos y medios de
comunicación católicos, incluidos los de comunidades religiosas.
c) Una proposición de estructuración de los medios de comunicación eclesiales
destinados a apoyar la evangelización, la catequesis y la educación, el servicio social y la
colaboración ecuménica; deberá incluir, en la medida de lo posible, las relaciones
públicas, la prensa, la radio, la televisión, el cine, los cassettes, las redes informáticas, los
servicios de reproducción gráfica y otras formas de telecomunicaciones.
13
d) Una educación para los medios de comunicación que insista particularmente en la
relación entre estos y los valores.
e) Una apertura pastoral de diálogo con los profesionales de los medios de
comunicación, que insista en el desarrollo de la fe y en el crecimiento espiritual.
f) Una indicación de las posibilidades de obtener y asegurar los medios de
financiación de esta pastoral»[33].
El plan pastoral para las comunicaciones sociales dio un paso adelante en la definición
de los principios de la doctrina eclesial sobre la comunicación. Este plan tenía una clara
jerarquía interna, ya que procuraba ofrecer un procedimiento sistemático para ponerlo en
práctica con una fase inicial de investigación, seguida de otra de programación. De todas
formas, el plan no clarificaba todavía los principios relevantes que deberían estar
presentes en todo el proceso de planificación, así como las actividades y los instrumentos
que podrían ser modificados en base al tiempo y a las circunstancias.
El rápido desarrollo (2005)
La Carta Apostólica El rápido desarrollo, publicada por Juan Pablo II, es el resumen
del espíritu positivo y audaz de su Pontificado en relación a los mass media. Sin olvidar
los peligros y desafíos, el Papa afirmaba que «también el mundo de los medios de
comunicación tiene necesidad de la redención de Cristo»[34]. Para Juan Pablo II, la
importancia que los medios tienen como creadores de nuevos horizontes culturales y de
valores, lleva a un cambio de mentalidad y a una renovación pastoral en «toda la
comunidad eclesial», considerando que la catequesis y la formación de las nuevas
generaciones «no puede prescindir del hecho de dirigirse a sujetos influenciados por el
lenguaje y la cultura contemporáneos»[35].
La carta del Papa enumeraba tres escenarios de acción de la Iglesia en el campo de
los medios: formación, participación y diálogo. En primer lugar, la formación es necesaria
«para hacer que los medios de comunicación sean conocidos y usados de manera
consciente y apropiada» y para evitar «el riesgo de que los medios de comunicación, en
lugar de estar al servicio de las personas, lleguen a instrumentalizarlas y condicionarlas
gravemente». En segundo lugar, el acceso a los medios tendría que «garantizar una
mayor participación en su gestión». Por último, el diálogo debería ser alimentado de tal
manera que los medios puedan ser «vehículos de conocimiento recíproco, de solidaridad
y de paz» entre los pueblos[36].
2.2. Documentos relativos a la ética en los mass media
En multitud de documentos eclesiales, pueden encontrarse principios éticos y
propuestas específicas, especialmente en aquellos que conciernen a la doctrina social de
la Iglesia. Los documentos que tratan fundamentalmente de la ética en los medios son
14
tres: Ética en la publicidad (1997), Ética en las comunicaciones sociales (2000) y
Ética en Internet (2002). La importancia de estos tres documentos deriva de la autoridad
moral de la Iglesia. De hecho, «su contribución especial a las cuestiones humanas,
incluyendo el mundo de las comunicaciones sociales, es “precisamente el concepto de la
dignidad de la persona, que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo
encarnado” (Centesimus annus, n. 47)»[37].
Estos documentos, escritos bajo la dirección del Pontificio Consejo para las
Comunicaciones Sociales, comparten varios puntos de reflexión, ya que los innumerables
mass media «no exigen una nueva ética», sino «la aplicación de principios ya
establecidos a las nuevas circunstancias»[38]. Uno de los principios comunes presente en
estos documentos es la insistencia en que «los medios de comunicación social no hacen
nada por sí mismos», pues son «herramientas que la gente elige usar de uno u otro
modo»[39]. En otras palabras, los mass media son instrumentos, no fines, al servicio de
los hombres y del bien común. En este sentido, Ética en las comunicaciones sociales,
que es el documento con el mayor campo de aplicación, sintetiza los objetivos de los
medios en «servir a la persona humana, construir una comunidad fundada en la
solidaridad, en la justicia y en el amor, y decir la verdad sobre la vida humana y su
plenitud final en Dios». Estos fines «han sido, son y seguirán ocupando el centro de la
ética en los medios de comunicación»[40].
Ética en la publicidad empieza presentando las ventajas de la publicidad, pero
también denuncia los daños causados por esta. Tras recordar los principales valores
éticos y morales a tener en cuenta en este sector, es decir, el respeto a la verdad y la
dignidad del ser humano, así como la promoción de la responsabilidad social, el
documento ofrece, además, algunas propuestas concretas, como «la creación de
estructuras y sistemas externos que soporten y animen prácticas responsables en
publicidad y desalienten las irresponsables», la actuación y aceptación voluntaria de
«códigos de deontología», la implicación de la autoridad pública para evitar los abusos y
el resarcimiento por los daños provocados, en ocasiones, por la publicidad[41].
Ética en Internet subraya también que, «así como sucede en otros medios de
comunicación social, la persona y la comunidad de personas son el centro de la
valoración ética de Internet»[42]. El texto pone especial énfasis en la virtud de la
solidaridad, teniendo en cuenta la globalidad de Internet: «el valor de la solidaridad es la
medida del servicio que Internet presta al bien común»[43]. De maneras diversas, el
documento invita a varios grupos sociales (periodistas, autoridades públicas y religiosas,
padres y jóvenes) a contribuir a la mejora ética de este nuevo medio. Aparte de las
características que Internet puede compartir con otros medios, el documento añade: «la
difusión de Internet plantea otras muchas cuestiones éticas concernientes a asuntos como
la privacidad, la seguridad y confidencialidad de los datos, el derecho y la ley de
propiedad intelectual, la pornografía, los sitios cargados de odio, la propagación de
rumores y difamaciones disfrazados de noticias, y muchos más»[44].
15
Una de las principales preocupaciones del Magisterio de la Iglesia ha sido, sobre todo,
el poder a través del cual «las nuevas tecnologías de la información e Internet,
precisamente como instrumentos poderosos del proceso de globalización, transmiten y
ayudan a inculcar un conjunto de valores culturales –​modos de pensar sobre las
relaciones sociales, la familia, la religión y la condición humana​–, cuya novedad y
fascinación pueden cuestionar y destruir las culturas tradicionales»[45].
2.3. Documentos referentes a otros aspectos específicos de los mass media
El grupo más numeroso de documentos contemporáneos de la Iglesia sobre los
medios de comunicación contemplan otros aspectos complementarios a la ética. La
mayor parte han sido publicados por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones
Sociales, si bien en esta categoría pueden ser incluidos los Mensajes del Santo Padre en
ocasión de la Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales, las Orientaciones
sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de
comunicación social (1986) de la Congregación para la Educación Católica y la
Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de
comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe (1992), publicado por la
Congregación del mismo nombre.
Mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (1967-2012)
La importancia de los mensajes anuales del Pontífice con ocasión de la Jornada
Mundial de las Comunicaciones consiste en el hecho de que estos conforman una
panorámica completa sobre los intereses y planteamientos de la jerarquía eclesiástica en
relación a los medios de comunicación. Pablo VI publicó un total de 12 mensajes (1967-
1978), Juan Pablo II, un total de 27 (1979-2005) y, desde mayo de 2006, Benedicto XVI
ha difundido ya siete (2006-2012)[46]. Estos mensajes aluden a una gran variedad de
materias.
Los temas más recurrentes, desarrollados por Pablo VI, eran la supremacía del orden
moral, la responsabilidad de los cristianos en la esfera mediática, la contribución de los
medios en la comunión y progreso de la humanidad y la misión de los medios de
comunicación en la proclamación del mensaje cristiano. Pablo VI defendió también el
derecho de la Iglesia a tener una imagen pública apropiada y a poseer sus propios medios
de comunicación, con el fin de promover su mensaje.
Entre los mensajes de Juan Pablo II, destacan aquellos sobre la defensa de la
infancia, de la familia y los ancianos, la promoción de la justicia y la paz entre los
pueblos, la cooperación de los medios para la unidad y el progreso de la humanidad, así
como la promoción del papel de la mujer en la sociedad. Por otro lado, Juan Pablo II
puso mayor atención que sus predecesores en el desarrollo tecnológico de las
16
comunicaciones. Hablando de la difusión de la promoción cristiana de la juventud, el
Pontífice describía esta «época tecnotrónica» como una «revolución que no solo
comporta un cambio en los sistemas y las técnicas de comunicación, sino que afecta a
todo el universo cultural, social y espiritual de la persona humana»[47]. Su mensaje de
1990 destaca por su significativo título: El mensaje cristiano en la cultura del
ordenador[48]. En el mensaje para la XXVII Jornada Mundial de las Comunicaciones, el
Pontífice afrontaba el tema de los instrumentos técnicos como el vídeo y el
audiocassette[49] y, en el año 2001, por primera vez nombraba Internet, materia que
trataría al año siguiente[50].
Los tres primeros mensajes de Benedicto XVI para las Jornadas Mundiales de las
Comunicaciones se centraron en la reflexión sobre los medios como red para facilitar la
comunión y cooperación (2006), en su responsabilidad en la educación de la infancia
(2007) y en la búsqueda de la verdad (2008)[51]. Los cuatro últimos (2009-2012), en
cambio, se han focalizado en Internet y por ese motivo serán tratados en el parágrafo
dedicado a los documentos de la Iglesia sobre Internet.
Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los
instrumentos de la comunicación social (1986)
Las Orientaciones, dirigidas a las conferencias episcopales, los obispos y superiores y
profesores de los seminarios, fueron escritas después de que los responsables de la
Congregación para la Educación Católica verificaran el retraso en el desarrollo de los
programas sobre las comunicaciones sociales en la formación de los seminaristas[52].
Estas Orientaciones establecían tres niveles de prepación mediática: el primero, un nivel
básico, para el correcto uso personal de los medios; en segundo lugar, un nivel pastoral
para preparar a los candidatos a formar a otros en el uso adecuado de los medios; y, en
tercer lugar, un nivel especializado para aquellos que ya habían trabajado en los medios o
que lo harían en un futuro. En referencia al nivel básico, el texto decía que «atender al
aspecto técnico específico de cada uno de los instrumentos» es «necesario para la
indispensable correcta “lectura” y comprensión objetiva de sus comunicaciones»[53]. Sin
embargo, especificaba que el fin principal de este nivel de formación básica no era el
desarrollo de una preparación técnica, sino dar a los estudiantes «una segura formación
doctrinal y ascética»[54].
Las Orientaciones incluían un curso descriptivo sobre las comunicaciones sociales,
como perfeccionamiento en la formación de los aspirantes al sacerdocio. El curso
reflejaba la naturaleza interdisciplinar de las comunicaciones sociales, ya que reagrupaba
las materias en cuatro grandes grupos: a) comunicación humana; b) medios e
instrumentos de comunicación e Iglesia; c) pastoral de los medios en general; y c)
pastoral de los medios considerados singularmente[55].
17
Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de
comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe (1992)
Este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe recoge de manera
orgánica la legislación de la Iglesia para la supervisión, por parte de los obispos, de los
medios en general y, en particular, sobre la publicación de libros. «Recordando las
normas canónicas, aclarando las disposiciones, desarrollando y determinando los
procedimientos a través de los cuales han de ser aplicadas, la Instrucción se propone,
pues, alentar y ayudar a los Pastores en el cumplimiento de su deber»[56]. Aparte de las
responsabilidades generales de los obispos, como la instrucción de sus propios fieles o la
aprobación de un cierto tipo de publicaciones, el documento recoge también la
responsabilidad de los cristianos, de las organizaciones católicas y de los superiores
religiosos en el campo editorial.
Otros documentos
Otros textos sobre aspectos específicos de los medios han sido publicados por el
Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Destacan Pornografía y violencia
en los medios de comunicación: una respuesta pastoral (7 de mayo de 1989), Criterios
para una cooperación ecuménica e interreligiosa (4 de octubre de 1989) y 100 años de
cine (1995-1996)[57].
Pornografía y violencia en los medios de comunicación: una respuesta pastoral
comienza con una presentación de las principales causas y efectos del fenómeno de la
pornografía y la violencia en la sociedad. Ofrece, además, algunas posibles soluciones
que incluye la participación de los mismos profesionales de la comunicación, los padres y
educadores, los jóvenes, el público en general, las autoridades públicas, la Iglesia y otros
grupos religiosos.
El documento sobre el ecumenismo y la cooperación interreligiosa sugiere algunas
líneas directivas para la colaboración entre católicos y otros grupos religiosos, ya fueran
cristianos o no. La reflexión está fundamentada en los principios establecidos en el
Concilio Vaticano II[58].
El documento 100 años de cine (1995-1996) es de carácter más práctico. Incluye
materias educativas desarrolladas por diferentes expertos en el campo del cine con el
objetivo de animar a los católicos a ser espectadores críticos de las películas[59].
2.4. Referencias a los mass media en documentos dedicados a otras materias
La misión de la Iglesia consiste en comunicar el Evangelio, un mensaje de salvación
que concierne a todos los aspectos de la vida individual y social. Por ello, es común
encontrar elementos de comunicación en los documentos que se ocupan de otros
aspectos de la vida eclesial, como la liturgia, el ecumenismo y la catequesis.
18
Documentos del Concilio Vaticano II
Además del Decreto Inter Mirifica, se pueden encontrar referencias significativas en
importantes documentos del Concilio. Por ejemplo, la constitución pastoral Gaudium et
Spes, dedicada a la Iglesia en el mundo actual, recuerda las «oportunidades» para la
educación de los jóvenes «derivadas especialmente del crecimiento de la difusión de los
libros y de los nuevos instrumentos de comunicación, cultural y social, que pueden
favorecer a la cultura universal»[60]. Por otra parte, la Gaudium et Spes ha demostrado
ser un paso adelante en la comprensión del concepto de autonomía de las cosas
temporales y, por ello, ha abierto nuevas perspectivas en la relación entre la Iglesia y el
mundo de la comunicación[61].
Las referencias a los medios de comunicación en los Decretos Ad gentes[62] y
Apostolicam actuositatem[63], dedicados, respectivamente, a la actividad misionera de la
Iglesia y al apostolado de los laicos, han sido también de gran importancia. Por otra
parte, el papel de los obispos y el uso que pueden hacer de los mass media en su labor
pastoral se explican en el Decreto Christus Dominus[64].
Directorio Catequístico General (1971)
Algunos documentos post-conciliares, como el Directorio Catequístico General de la
Congregación para el Clero, incluyen importantes referencias a los mass media. Este
documento afirma que «es deber de la catequesis educar a los cristianos a discernir la
naturaleza y el valor de aquello que se propone en los medios. Es evidente que esto
presupone un conocimiento técnico previo del lenguaje de los mismos»[65].
Los códigos canónicos[66]
Tanto el Código de Derecho Canónico (CIC), de 1983, como el Código de Derecho
Canónico para las Iglesias Orientales (CCEO), de 1990, incluyen una sección sobre los
medios de comunicación social y los libros en particular[67]. Ambos defienden el
derecho de la Iglesia a utilizar los medios para la difusión del Evangelio, recuerdan a los
fieles cristianos (laicos, sacerdotes y religiosos) su responsabilidad respecto a los mass
media[68] y establecen el deber y el derecho de las autoridades eclesiásticas a velar por
los aspectos concernientes a la fe y la moral en los medios de comunicación[69]. Sin
embargo, solo el CIC destaca la necesidad de usar los mass media para la educación de
los fieles[70].
Otros documentos de los Pontífices
Otras referencias a los mass media se pueden encontrar en los diversos documentos
y declaraciones públicas de los Pontífices, especialmente en la segunda mitad del siglo XX
19
y en los primeros años del actual. En su primera Encíclica, Pablo VI defendía el diálogo
de la Iglesia con el mundo, teniendo la verdad como fundamento. La difusión de la
verdad a través de los medios de comunicación, sostenía el Pontífice, comportará
consecuencias positivas para el mundo entero y la Iglesia misma[71]. Pocos años
después, el Pontífice, hablando a propósito de la evangelización en el mundo moderno,
en su Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, se dirigía especialmente a los mass
media:
«En nuestro siglo influenciado por los medios de comunicación social, el primer
anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento de la fe no pueden prescindir de esos
medios, como hemos dicho antes.
»Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de extender casi sin
límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a
millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos
poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. Con ellos la
Iglesia “pregona sobre los terrados” el mensaje del que es depositaria. En ellos encuentra
una versión moderna y eficaz del “púlpito”. Gracias a ellos puede hablar a las
masas»[72].
Sin embargo, ha sido Juan Pablo II quien ha dedicado mayor atención a los mass
media, también en los documentos que no se refieren directamente a la
comunicación[73]. Entre sus escritos es importante destacar: las exhortaciones
apostólicas Cathechesis tradendae (1979)[74], Familiaris consortio (1981)[75] y
Christefideles laici (1988)[76], la Carta Encíclica Redemptoris missio (1990)[77] y las
exhortaciones apostólicas post-sinodales Ecclesia in Africa (1995), Vita consacrata
(1996) y Ecclesia in Europa (2003)[78]. Asimismo, el sucesor de Juan Pablo II,
Benedicto XVI, desde su elección el 19 de abril de 2005, ha hecho referencia a los
medios de comunicación en importantes intervenciones públicas[79]. De todas formas,
aparte de los Mensajes de las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales,
Benedicto XVI no ha escrito por el momento documentos específicos sobre los medios.
3. EL MAGISTERIO DE LAIGLESIAE INTERNET
Considerando la importancia actual de Internet y de las nuevas tecnologías, nos
referimos ahora con especial atención al documento La Iglesia e Internet y a los diversos
mensajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI que, con motivo de la Jornada Mundial de
las Comunicaciones, estos dos Pontífices han dedicado a la red y a sus implicaciones
pastorales.
3.1. La Iglesia e Internet
Este documento del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales empieza
20
con el reconocimiento de la importancia de los medios en la formación de la cultura
moderna. Aunque el mensaje contenido en ellos es en ocasiones contrario a la fe, los
medios de comunicación pueden ser a su vez utilizados para proclamar el Evangelio.
Citando la Encíclica Redemptoris missio de Juan Pablo II, el documento explica que la
Iglesia debe «integrar el mensaje mismo en esta nueva cultura creada por la
comunicación moderna»[80].
Publicado en febrero de 2002, La Iglesia e Internet se centra en «las implicaciones
que tiene Internet para la religión y especialmente para la Iglesia católica»[81]. Desde un
punto de vista religioso, Internet ofrece dos ventajas principales: en primer lugar, da un
acceso inmediato a la información religiosa mediante el acceso a bibliotecas, museos,
lugares de culto y documentos del Magisterio. En segundo lugar, ayuda a superar las
distancias y el aislamiento entre personas de «buena voluntad»[82]. Por último, el
documento propone usar Internet como instrumento para la comunicación interna, para
promover el diálogo entre los responsables de la Iglesia y sus miembros, y como
instrumento en algunos aspectos de gobierno y de la administración eclesiástica. Sin
embargo, el documento no especifica usos particulares.
La Iglesia e Internet destaca también la importancia de la educación mediática de los
católicos, ya sea como usuarios o como profesionales de los medios de comunicación. En
referencia a los jóvenes, se afirma, tal instrucción no debe ser meramente técnica, sino
sobre todo una ayuda para desenvolverse en el mundo del ciberespacio, con el fin de
«hacer juicios maduros, según sólidos criterios morales, sobre lo que encuentran en él» y
poder así «usar la nueva tecnología para su desarrollo integral y en beneficio de los
demás»[83]. En este sentido, el documento no ignora los problemas que Internet puede
presentar para la Iglesia, en particular la presencia de páginas web difamadoras y la
confusión creada por sitios web que se definen como católicos, cuando en realidad no lo
son. Las medidas propuestas para luchar contra las webs difamadoras consisten en la
auto-censura o, en casos extremos, en la intervención de las autoridades públicas. En el
caso de una posible confusión de la identidad católica, el documento propone una
distinción más clara entre la doctrina católica oficial y las opiniones personales, así como
la certificación voluntaria, por parte de los representantes de la Iglesia, de los sitios web
católicos con contenidos relativos a materias doctrinales y catequéticas[84].
Por otro lado, el documento recuerda que el ciberespacio no puede sustituir la
realidad de los sacramentos y la liturgia, el anuncio personal del Evangelio y la personal
interacción dentro de una comunidad de fieles. En este sentido, sostiene que el mundo
virtual es un complemento, pero no una sustitución de los elementos esenciales de la fe
cristiana[85]. Es significativo destacar cómo la Iglesia alienta a los católicos al uso de
Internet de forma creativa, afirmando que «no es aceptable quedarse atrás tímidamente
por miedo a la tecnología o por cualquier otra razón, considerando las numerosas
posibilidades positivas que ofrece Internet»[86]. La Iglesia se dirige también a los no
católicos, animándoles a contribuir a la promoción del uso de Internet en defensa de la
21
persona.
Este documento, como los precedentes sobre los mass media, ofrece algunas líneas
de actuación a los fieles católicos, pero no ofrece soluciones a los problemas específicos.
Desde su publicación, muchas de las intervenciones del Magisterio sobre los mass media
hacen referencia de una u otra manera a Internet, aunque solo han resumido y expresado
de forma diversa los principios precedentes, sin añadir contribuciones novedosas.
3.2. Internet: un nuevo forum para la proclamación del Evangelio (Juan Pablo II)
El Mensaje del Santo Padre para la XXXVI Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales (2002) ha contribuido a fundamentar más profundamente la
visión general de la Iglesia sobre las comunicaciones sociales y sobre Internet en
particular. El Papa Juan Pablo II, para quien la Iglesia debería afrontar este nuevo medio
con «realismo y confianza», afirma que «Internet puede ofrecer magníficas
oportunidades para la evangelización si se usa con competencia y con una clara
conciencia de sus fuerzas y sus debilidades». «Al proporcionar información y suscitar
interés, hace posible un encuentro inicial con el mensaje cristiano, especialmente entre los
jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo del ciberespacio como una ventana
abierta al mundo. Por esta razón, es importante que las comunidades cristianas piensen
en medios muy prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a
través de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la
comunidad cristiana»[87].
Por otra parte, sigue el Papa, Internet puede ser una «excelente ayuda» para
«facilitar el tipo de seguimiento que requiere la evangelización», si bien «no puede suplir
nunca la profunda experiencia de Dios que solo puede brindar la vida litúrgica y
sacramental de la Iglesia». En este sentido, el Papa considera Internet como «un
suplemento y un apoyo únicos para preparar el encuentro con Cristo en la comunidad y
sostener a los nuevos creyentes en el camino de fe que comienza entonces»[88]. Por
otra parte, como en el documento La Iglesia e Internet, el Papa recuerda que «las
relaciones establecidas mediante la electrónica jamás pueden tomar el lugar de los
contactos humanos directos, necesarios para una auténtica evangelización»[89].
El Papa advierte, además, de los peligros que se derivan de este nuevo medio, como
el hecho de que Internet ofrece una gran cantidad de información «pero no enseña
valores», con el riesgo de una posible falta de reflexión en su utilización, de promover un
modo de pensar relativista o de fomentar la «evasión de la responsabilidad y del
compromiso personales»[90]. A pesar de estas advertencias, el Mensaje mostraba una
visión optimista de las posibilidades que ofrece Internet para la evangelización y la
promoción del bien común[91].
3.3. El Magisterio de Benedicto XVI sobre Internet
22
Como se ha señalado, Benedicto XVI no ha escrito documentos específicamente
dedicados a los medios, pero sus últimos cuatro Mensajes para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones se han centrado en Internet y en sus diversas implicaciones humanas y
pastorales[92], aunque el último tiene un carácter más amplio.
En su mensaje de 2009, Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una
cultura de respeto, de diálogo, de amistad, el Papa explica que el fuerte éxito de los
nuevos medios se debe a que responden a la necesidad radical de comunicación y
amistad de la naturaleza humana. En este ámbito de nuevas relaciones facilitadas por la
revolución tecnológica, el Papa invita a mirar a la red con una perspectiva más cualitativa
(en cuanto a la calidad de la relación) que cuantitativa (en cuanto a la complejidad técnica
de los instrumentos utilizados o del número de personas que se relacionan), con el
preciso objetivo de promover una cultura de respeto, diálogo y amistad. Reconociendo a
los jóvenes como «nativos digitales», es decir, como personas habituadas desde su
infancia al uso de las nuevas tecnologías, se dirige en particular a los jóvenes católicos,
invitándoles a dar «testimonio de su fe» y evangelizar así el «continente digital».
En el contexto del Año Sacerdotal, celebrado entre junio de 2009 y junio de 2010, el
Papa promulgó su mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones, El
sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la
Palabra. Según Benedicto XVI, el mundo digital es un vasto campo en que también el
sacerdote debe ejercer su ministerio, sobre todo con aquellas personas que no se acercan
a la Iglesia o ni siquiera han oído hablar de Cristo. A la vez, el Papa invita a los
sacerdotes a superar una visión ingenua de Internet, pues no se trata solo de ocupar ese
espacio, sino de estar presente con una conciencia formada y fiel al mensaje del
Evangelio. Para ello, afirma, en la base de cualquier presencia sacerdotal en la red, se
requiere una sólida formación teológica y pastoral, así como una profunda espiritualidad.
Además, el Papa alerta ante el peligro de olvidar las relaciones personales, limitándose al
encuentro virtual. Una idea central del mensaje es la de ejercitar una «diaconía de la
cultura» en el continente digital. Comparando Internet al «patio de los gentiles» del
templo de Jerusalén, el Papa considera Internet como aquel espacio en el que encontrar a
las personas que están en búsqueda de la verdad y, así, preparar el camino para que
descubran a Cristo.
Los mensajes de las dos jornadas sucesivas, Verdad, anuncio y autenticidad de vida
en la era digital (2011) y Silencio y Palabra, camino de evangelización (2012),
afrontan los problemas y oportunidades causados por la red de relaciones que han
generado los nuevos medios, exponiendo la necesidad de ser coherentemente cristianos y
presentar la fe de un modo reflexivo en ese contexto. Además de analizar las
oportunidades y los riesgos de las redes sociales se propone una actitud de silencio y de
reflexión interior frente a una creciente y desmedida red de relaciones superficiales que
podrían empobrecer a las personas.
23
* * *
En conclusión, los principios constitutivos del Magisterio de la Iglesia relativos al
mundo de la comunicación se pueden resumir en cinco[93]:
a) El progreso en las comunicaciones es una manifestación de la participación de los
hombres en el poder creativo de Dios, y permite con mayor facilidad la unión fraterna y
la comunión entre las personas.
b) El mundo de las comunicaciones tiene sus normas y métodos propios y, por tanto,
goza de una legítima autonomía.
c) La comunicación intra-trinitaria es la raíz y el modelo para la comunicación
humana, que a su vez está destinada a la comunión.
d) La Iglesia tiene el derecho de tener en propiedad medios de comunicación, que son
necesarios para la evangelización contemporánea. La evangelización, realizada a través
de los medios católicos, requiere fidelidad al Evangelio y formación profesional en las
técnicas y en el lenguaje de las comunicaciones modernas.
e) La Iglesia, como experta en humanidad, expresa también su preocupación por el
uso degenerado de los mass media, como la pornografia, el hedonismo, el relativismo, la
falsedad y el sensacionalismo.
4. LAVISIÓN DE LAIGLESIASOBRE LARELACIÓN CON LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: DE UNA
VISIÓN INSTRUMENTAL AUNAAPROXIMACIÓN CULTURAL
Como conclusión de este primer capítulo se puede afirmar que la comunicación de la
Iglesia católica ha evolucionado contemporáneamente a la comprensión de su relación
con los medios de comunicación. Este entendimiento parte de una inicial visión
instrumental de los medios hasta llegar a una aproximación más cultural y profunda.
El principal interés de los documentos de la Iglesia en los decenios anteriores al
Concilio Vaticano II era la adaptación del contenido de los mass media a los principios
morales, como el respeto a la verdad y la dignidad de los hombres y mujeres. Además de
criticar los excesos mediáticos, los documentos elogiaban a los medios por las
posibilidades que ofrecían para difundir el mensaje del Evangelio. El Concilio Vaticano II
ha ofrecido una nueva comprensión del papel de los medios y las relaciones entre estos y
la Iglesia. De una prudente y crítica visión preconciliar de los medios se ha pasado,
progresivamente, a una actitud positiva y confiada hacia ellos. Con los años, sin
embargo, los diferentes documentos post-conciliares han mostrado un moderado
optimismo, sin dejar de hacer una fuerte crítica sobre el uso abusivo de los medios.
Sin embargo, el desarrollo teológico del Concilio Vaticano II no ha dejado
completamente de lado la visión de los medios como meros instrumentos al servicio del
Evangelio. Por ejemplo, el Decreto Inter Mirifica afirma: «Todos los hijos de la Iglesia,
24
de común acuerdo, tienen que procurar que los medios de comunicación social, sin
ninguna demora y con el máximo empeño, se utilicen eficazmente en las múltiples obras
de apostolado, según lo exijan las circunstancias de tiempo y lugar, anticipándose así a las
iniciativas perjudiciales, sobre todo en aquellas regiones cuyo progreso moral y religioso
exige una atención más diligente»[94].
En numerosos documentos post-conciliares sobre las comunicaciones sociales,
permanece esa visión instrumental de los medios, que considera a los mass media
esencialmente como una tecnología a emplear en la difusión del Evangelio. Cabe decir
que esa visión era comprensible en el período inmediatamente post-conciliar en el que,
ante la secularización que acompañaba a los profundos cambios causados por los medios,
la Iglesia se sintió obligada a criticar sus efectos negativos y a promover su utilización
para el progreso del bien común[95].
En los documentos de la Iglesia sobre los mass media promulgados a partir de la
segunda mitad del siglo XX hasta hoy, se ha evolucionado hacia una comprensión más
profunda de la realidad del mundo de la comunicación. La instrucción pastoral Aetatis
novae se puede considerar el documento sobre la comunicación que ha materializado esa
nueva comprensión del papel y la naturaleza de los mass media por parte de la Iglesia y,
en consecuencia, ha llevado a una nueva aproximación de ella hacia a los medios. Entre
otros aspectos, Aetatis novae establece que «la utilización de los nuevos medios de
comunicación ha dado origen a lo que se ha podido llamar “nuevos lenguajes” y ha
suscitado posibilidades ulteriores para la misión de la Iglesia así como nuevos problemas
pastorales»[96].
El mensaje que sobresale de Aetatis novae es que los mass media y las
comunicaciones sociales forman la vida de las personas y la comunidad, de tal modo que
es parte de la misión de la Iglesia adaptar su lenguaje, sus actividades y su cultura al
nuevo ambiente creado por los medios. Los mass media ya no son considerados como
instrumentos independientes, que se usan solo cuando es necesario, sino como agentes
que es preciso implicar en la tarea evangelizadora. Los diversos medios de comunicación
son «espacios» adecuados para la difusión de la Palabra y, al mismo tiempo, la nueva
cultura creada por los medios es un enriquecimiento para la Iglesia. Por ello, la
comunicación debe ser integrada en los programas pastorales y en las actividades de la
Iglesia, ya que esta no puede permanecer indiferente ante la transformación cultural
causada por el mundo de la comunicación. «Las comunicaciones sociales tienen que
desempeñar un papel en todos los aspectos de la misión de la Iglesia. Por ello, no hay
que contentarse con tener un plan pastoral de comunicaciones, sino que es preciso que
las comunicaciones formen parte integrante de todo plan pastoral, ya que ellas tienen una
contribución que dar a todo apostolado, ministerio o programa»[97].
De todas formas, la visión instrumental de los medios ha sido poco a poco superada
más por el acercamiento práctico de los representantes de la Iglesia que de los
documentos o las teorías sobre la relación entre la Iglesia y mass media. En los últimos
25
tiempos, han tenido lugar importantes eventos comunicativos para la vida de la Iglesia,
como las diversas Jornadas Mundiales de la Juventud, la Ostensión de la Sábana Santa
de Turín (1998), el Gran Jubileo del año 2000 o la muerte de Juan Pablo II y la posterior
elección de Benedicto XVI (2005). En estos y otros momentos, Juan Pablo II ha jugado
un papel clave, no tanto como teórico de las comunicaciones, sino como líder espiritual y
pastoral. Precisamente, gracias a su liderazgo espiritual y, al mismo tiempo, a su
conocimiento profundo de los medios de comunicación, el Santo Padre ha revalorizado el
mensaje sobre los medios de comunicación, superando la visión instrumental que se tenía
de ellos[98]. Con su actividad pastoral, Juan Pablo II ha «reinventado» la relación con
los medios y ha dado vida a una nueva visión de la relación entre la Iglesia y los medios.
Aunque esta nueva visión no estuviera estructuralmente organizada, los numerosos viajes
del Papa, los discursos, las canonizaciones, las celebraciones litúrgicas en público y otras
actividades contribuyeron en gran medida a su desarrollo.
Una de las claves para entender la relación Iglesia-medios se encuentra en la Carta
Encíclica de Juan Pablo II Redemptoris missio, sobre la permanente validez del mandato
misionero:
«El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de las comunicaciones, que
unifica la humanidad, creando –​podría decirse​– “Un pueblo global”. Los medios de
comunicación social han alcanzado gran importancia, llegando a ser en muchas ocasiones
el principal medio informativo y formativo, de guía e inspiración para comportamientos
individuales, familiares, sociales. Sobre todo, las nuevas generaciones crecen, en cierta
manera, condicionados por los medios. Es posible que este areópago haya estado
descuidado: se privilegian generalmente otros instrumentos para el anuncio del Evangelio
y para la formación, mientras los mass media se dejan a la iniciativa de particulares o
pequeños grupos y entra en la programación pastoral en segundo lugar. El empeño en los
medios, además, no es solo el desafío de multiplicar el anuncio: se trata de un hecho más
profundo, pues la evangelización de la misma cultura moderna depende en gran parte de
su influencia. No es suficiente, por tanto, utilizarlos para difundir el mensaje cristiano y el
magisterio de la Iglesia, sino que urge integrar el mensaje mismo en esta “nueva cultura”
creada por la comunicación moderna. Es un problema complejo, ya que esta cultura
nace, antes incluso que sus contenidos, del hecho mismo que existen nuevos modos de
comunicarse con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevas actitudes psicológicas»[99].
El Magisterio de Juan Pablo II ha demostrado que los mass media no solo eran
necesarios para la evangelización del mundo, sino que, al mismo tiempo, la
reevangelización del mundo contemporáneo necesitaba prestar mayor atención al mundo
de la comunicación. De hecho, los medios son el primer ámbito en el cual debe
anunciarse el Evangelio[100]. Se puede decir que, actualmente, la Iglesia «cree» en los
medios, en su capacidad de transmitir información y en todas las consecuencias de su
legítima autonomía: la libertad de expresión, el derecho del público a ser informado, el
amor a la verdad, la defensa y la dignidad del diálogo, etc. La Iglesia ha incorporado esta
26
visión en su actividad institucional y busca actuar en consecuencia, considerando a los
medios de comunicación social como servidores de la verdad, constructores de la
sociedad y colaboradores necesarios para la evangelización. En resumen, la Iglesia
reconoce la grandeza de los mass media, confía en ellos y, recíprocamente, exige un
acercamiento profesional por parte de ellos. Juan Pablo II ha expresado esta idea en su
Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 1999:
«En la trayectoria de la búsqueda humana, la Iglesia desea la amistad con estos
medios, consciente de que toda forma de cooperación será para bien de todos.
Cooperación significa también un mayor entendimiento entre todos. A veces las
relaciones entre la Iglesia y los medios pueden deteriorarse por malentendidos mutuos
que engendran temor y desconfianza. Es cierto que la cultura de la Iglesia y la cultura de
los medios es diferente; de hecho en ciertos puntos existe un fuerte contraste. Pero no
existe razón para que las diferencias hagan imposible la amistad y el diálogo. En muchas
amistades profundas son precisamente las diferencias las que alientan la creatividad y
establecen lazos»[101].
La contribución de Juan Pablo II ha supuesto una comprensión progresiva de la
necesidad de entender las leyes de la comunicación global y de la influencia de los
medios sobre la cultura contemporánea. La Iglesia debe usar este conocimiento no solo
para el mundo de la evangelización, sino también contribuyendo a transformar los medios
de comunicación en instrumentos al servicio de la cultura humana, teniendo al centro la
dignidad de la persona[102]. La «revolución» de la Redemptoris missio consiste en
comprender que la relación entre la Iglesia y los medios es un camino en dos direcciones:
de la Iglesia hacia los medios y de la cultura creada por los medios de comunicación
hacia la Iglesia.
Como eminente teólogo y pastor, Benedicto XVI ha comprendido también el valor de
los medios en la cultura actual y en la misma tarea pastoral de la Iglesia[103]. Sin
embargo, todavía es pronto para hacer un análisis de su Pontificado en este ámbito.
27
28
NOTAS
1 CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 2, AAS 56 (1964)
98.
2 Cfr. Annuario Statistico della Chiesa 2008, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del
Vaticano 2010, pp. 15 y ss. Presentado el 27 de abril de 2010.
3 Este capítulo solo pretende ofrecer un análisis del Magisterio de la Iglesia sobre la
comunicación. Para tener una panorámica general sobre la relación histórica entre la
Iglesia y la comunicación, cfr. MARIANO FAZIO, «Iglesia y comunicación: un perfil
histórico», en DIEGO CONTRERAS (ED.), Chiesa e comunicazione: metodi, valori,
professionalità, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1998, pp. 45-64; y
también DARIUSZ GRONOWSKI, L’impatto dei media sulla Chiesa secondo Marshall
McLuhan, Edizioni Università della Santa Croce, Roma 2003 (especialmente el cap. 2:
«Analisi diacronica dell’impatto dei media sulla Chiesa», pp. 75-142).
4 Sus cuatro libros sobre la Doctrina Cristiana (los tres primeros libros escritos en el
397 y el cuarto añadido en el 426) son un compendio de teología exegética para guiar al
lector en la comprensión e interpretación de las Sagradas Escrituras, según la analogía de
la fe. Cfr. AURELIUS AUGUSTINUS, De Doctrina Christiana, lat., ed.: J. P. MIGNE,
Patrologia Latina, Parisiis (1844-1855, 1862-1865), vol. 034: cols. 0015–0122.
5 Un elenco de los documentos del Magisterio que se refieren a la comunicación se
puede encontrar en los anexos de este manual. Es importante destacar que no todos los
documentos tienen la misma autoridad. Una útil descripción de los diferentes tipos de
documentos papales y de la Curia se puede leer en FRANCIS G. MORRISEY, Papal and
Curial Pronouncements: Their Canonical Significance in Light of the Code of Canon
Law (2ª ed., revisada y actualizada por Michel Thériault), Saint Paul University, Otawa
1995.
6 La Legión para la Decencia (Legion of Decency) fue creada en los Estados Unidos
en los años 30 como movimiento católico promovido por los obispos americanos para
combatir las películas inmorales. La Legión creó un sistema de valoración para los
espectadores católicos y el público en general. Esta iniciativa, que contaba con el apoyo
de los movimientos protestantes y judíos, dejó de existir en los años 70.
7 PÍO XI, Carta Encíclica Vigilanti cura (VC), 29.06.1936, AAS 28 (1936), p. 251.
8 Ibídem, p. 256. Para una presentación específica sobre los documentos de la Iglesia
sobre el cine, cfr. DARIO EDOARDO VIGANÓ, Cinema e Chiesa. I documenti del
Magistero, Effatà Editrice, Cantalupa (To) 2002.
9 Pío XII escribió más de 60 discursos y documentos sobre diversos aspectos de los
mass media durante su Pontificado (1939-1958). Dos de los documentos más
significativos fueron sus discursos a los representantes del mundo del cine en 1955,
29
donde el Papa delineaba las características de la «película ideal».
10 Cfr. PÍO XII, Encíclica Miranda prorsus (MP), 08.09.1957, AAS 49 (1957), p.
765.
11 Ibídem, p. 777.
12 Ibídem, p. 773. 4.12.1963, n. 3, AAS 56 (1964), p. 146.
13 CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre los Medios de Comunicación Social Inter
Mirifica (IM), 4.12.1963, n. 3, AAS 56 (1964), p. 146.
14 PÍO XI, Encíclica Divini Illius Magistri, n. 76, 31.12.1929, AAS 32 (1930), p. 82.
15 VC, p. 255.
16 MP, p. 765.
17 JUAN XXIII, Carta Apostólica Motu Proprio Boni Pastoris, 22.02.1959, AAS 51
(1959), p. 184.
18 IM, n. 3, p. 146.
19 Ibídem.
20 Ibídem, n. 6, p. 147.
21 Ibídem, n. 21, p. 152.
22 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en TOMMASO STENICO (ED.), Il Concilio
Vaticano II: carisma e profezia, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, p.
78.
23 PONTIFICIA COMISIÓN PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Instrucción Pastoral
Communio et Progressio (CP), 23.05.1971, n. 1, AAS 63 (1971), pp. 593-594.
24 Cfr. Ibídem, n. 2, pp. 593-594.
25 Ibídem, n. 22, p. 603.
26 Cfr. Ibídem, nn. 48-53, pp. 611-613.
27 FRANZ-JOSEF EILERS Y ROBERTO GIANNATELLI (EDS.), Chiesa e comunicazione sociale.
I documenti fondamentali, Editrice Elle Di Ci, Leumann, Torino 1996, p. 74.
28 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Instrucción Pastoral
Aetatis novae (AN) sobre las Comunicaciones Sociales en el 20º aniversario de
Communio et Progressio, 22.02.1992, n. 1, AAS 84 (1992), p. 447.
29 Ibídem, n. 4, p. 450. Las palabras de la Aetatis novae no significan que la
comunicación reinventa la Iglesia o que la Iglesia necesita redefinirse a sí misma; por el
contrario, reconocen que cada medio de comunicación influye en el mensaje de la Iglesia.
Por ello, esta necesita reflexionar sobre qué tipo de mensaje debe transmitir y de qué
30
manera debe hacerlo.
30 Por ejemplo, en AN, n. 8, p. 454: «Es necesario que la Iglesia se preocupe
activamente de los medios profanos y, en particular, de la elaboración de la política que
les afecta. Los cristianos tienen el deber de hacer oír su voz en los medios. Su deber no
se limita a transmitir noticias de la Iglesia».
31 Cfr. AN, n. 10, pp. 454-455.
32 Ibídem, nn. 24-33, pp. 463-468 («Directrices para la elaboración de planes
pastorales de medios de comunicación social en una diócesis, Conferencia Episcopal o
Sínodo patriarcal»).
33 Cfr. también CP, nn. 162-180, pp. 648-653, que presenta algunas propuestas
genéricas acerca del plan de la comunicación de la Iglesia.
34 JUAN PABLO II, Carta Apostólica El rápido desarrollo a los responsables de las
comunicaciones, De celeri progressione mediorum communicationis socialis,
24.01.2005, n. 4, AAS 57 (2005), p. 266.
35 Ibídem, n. 8, p. 269.
36 Ibídem, n. 11, pp. 271-272.
37 PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en las
comunicaciones sociales, 4.06.2000, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano
2000, n. 5.
38 Ibídem, n. 28.
39 Ibídem, n. 4.
40 Ibídem, n. 33. Cfr. también n. 21.
41 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en la
publicidad, 22.02.1997, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, nn. 18-23.
42 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en Internet,
22.02.2002, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2002, n. 3.
43 Ibídem, n. 15. Cfr. también nn. 3-5, 11, 13-14 y 17.
44 Ibídem, n. 6.
45 Ibídem, n. 11.
46 Juan Pablo I, sucesor de Pablo VI, no escribió ningún Mensaje para la Jornada
Mundial de las Comunicaciones, ya que su Pontificado no duró más de 33 días: desde el
26 de agosto al 28 de septiembre de 1978.
47 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XIX Jornada Mundial de las
31
Comunicaciones Sociales (JMCS). Las Comunicaciones Sociales para la Promoción
Cristiana de la Juventud», 26.04.1985, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. VIII,
1 (1985), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1985, p. 1117. En este
Mensaje, la palabra «ordenador» fue usada por primera vez en los mensajes del Papa
para la JMCS.
48 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XXIV JMCS. El mensaje
cristiano en la cultura del ordenador», 24.01.1990, en Insegnamenti di Giovanni Paolo
II, Vol. XIII, 1 (1990), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1990, p. 160.
49 Cfr. JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XXVII JMCS. Videocassette
y Audiocassette en la Formación de la Cultura de la Conciencia», 24.01.1993, en
Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XVI, 1 (1993), Libreria Editrice Vaticana,
Ciudad del Vaticano 1993, pp. 169-172.
50 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XXXVI JMCS. Internet, un
nuevo foro para proclamar el Evangelio», 12.05.2002, en Insegnamenti di Giovanni
Paolo II, Vol. XXV, 1 (2002), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2002, pp.
91-95. El contenido de este mensaje se desarrollará más adelante en este capítulo.
51 BENEDICTO XVI, «Mensaje del Santo Padre para la XL JMCS. Los medios: una red
para la comunicación, la comunión y la cooperación», 24.01.2006, en AAS 98 (2006),
pp. 139-141; «Mensaje del Santo Padre para la XLI JMCS. La infancia y los medios: un
desafío para la Educación», 24.01.2007, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. III, 1
(2007), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2007, pp. 99-102; y «Mensaje del
Santo Padre para la XLII JMCS. Los medios de comunicación social: entre protagonismo
y servicio. Buscar la verdad para compartirla», 4.05.2008, en Insegnamenti di Benedetto
XVI, Vol. IV, 1 (2008), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2008, pp. 132-
136.
52 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones sobre la formación
de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social,
19.03.1986, en Seminarium, Año XXVI, Octubre-diciembre 1986, pp. 717-718
(«Presentación»).
53 Ibídem, n. 16, p. 730.
54 Ibídem, n. 14, p. 728.
55 Cfr. Ibídem, Apéndice II, pp. 766-772.
56 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre algunos aspectos
relativos al uso de los instrumentos de comunicación social en la promoción de la
doctrina de la fe, 30.03.1992. Cfr. «Introducción» en Comunicación, Vol. XXIV, n. 1
(1992).
57 Otro documento publicado por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones
32
Sociales sobre los aspectos específicos de los medios es La Iglesia e Internet (2002).
Este documento, publicado junto con Ética en Internet, se explica más adelante.
58 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio,
21.10.1964, AAS 57 (1965), pp. 90-112, y Declaración sobre las relaciones entre la
Iglesia y las religiones no cristianas Nostra aetate, 29.10.1965, AAS 58 (1966), pp. 740-
744.
59 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, 100 años de cine, en
www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/pccs/documents. Documento
elaborado en el bienio 1995-1996.
60 CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo
contemporáneo Gaudium et Spes, 7.12.1965, n. 61, AAS 58 (1966), p. 1082.
61 Cfr. Ibídem, n. 36, pp. 1053-1054.
62 Cfr., por ejemplo, CONCILIO VATICANO II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, nn. 19, 26,
31 y 36, AAS 58 (1966), pp. 969-984.
63 Cfr., por ejemplo, CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el apostolado de los laicos
Apostolicam actuositatem, 18.11.1965, n. 10, AAS 58 (1966), pp. 846-847.
64 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre la misión pastoral de los obispos en la
Iglesia Christus Dominus, 28.10.1965, n. 13, AAS 58 (1966), p. 679.
65 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio Catequístico General, 11.04.1971, n.
123, AAS 64 (1972), p. 168.
66 Codex Iuris Canonici (CIC), 25.01.1983, AAS 75, Pars II (1983), pp. 1-317;
Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium (CCEO), 18.10.1990, AAS 82 (1990), pp.
1030-1363.
67 Cfr. CIC, Libro III («La función de enseñar de la Iglesia»), Titulo IV (Los
instrumentos de comunicación social y especialmente los libros), cc. 822-832, y CCEO,
Título XV (El Magisterio Eclesiástico), Capítulo IV (Los instrumentos de la
comunicación social y especialmente los libros), cc. 651-666. Otras referencias a los
mass media pueden encontrarse en otros cánones: cfr. CIC, c. 828; y CCEO, c. 666.
68 Cfr., CIC, cc. 747, 761 y 822; CCEO, c. 651.
69 Cfr. CIC, c. 823; CCEO, cc. 652-653. En este sentido, el CIC recuerda que la
difusión de la predicación y la educación católica a través de los medios está sujeta a la
autoridad episcopal (cc. 772 y 804).
70 Cfr. CIC, cc. 779 y 1063.
71 Cfr. PABLO VI, Carta Encíclica Ecclesiam suam, 06.08.1964, particularmente nn.
58-118, AAS 56 (1964), pp. 609-659.
33
72 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi sobre la evangelización en
el mundo contemporáneo, 8.12.1975, n. 45, AAS 68 (1975), p. 35.
73 Aparte de su interés personal por el mundo de las comunicaciones sociales, la
longevidad de su Pontificado es uno de los motivos de esta gran atención (el tercero más
largo de la historia después de san Pedro y Pío IX): Juan Pablo II fue elegido el 16 de
octubre de 1978 y murió el 2 de abril de 2005.
74 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica sobre la catequesis en nuestros días
Catechesi tradendae, 16.10.1979, n. 46, AAS 71 (1979), p. 1314.
75 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica acerca el papel de la familia cristiana en
los tiempos modernos Familiaris consortio, 22.11.1981, n. 76, AAS 74 (1982), pp.
173-175.
76 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica sobre la vocación y misión de los fieles
laicos en la Iglesia y en el mundo Christifideles laici, 30.12.1988, n. 44, AAS 81
(1989), pp. 478-481.
77 Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del envío
misionero de la Iglesia Redemptoris missio (RM), 7.12.1990, n. 37, AAS 83 (1991), pp.
285-286.
78 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Africa,
14.09.1995, nn. 52, 71 y 122-126, AAS 88 (1995), pp. 5-82; Exhortación Apostólica
post-sinodal Vita consacrata, 25.03.1996, n. 99, AAS 88 (1996), pp. 475-476;
Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa, 28.06.2003, n. 63, AAS 95
(2003), pp. 687-688. Estas tres exhortaciones fueron escritas después de los sínodos de
Obispos dedicados, respectivamente, a África, a la vida religiosa y a Europa.
79 Particularmente significativa fue la audiencia que el Papa Benedicto XVI concedió a
los profesionales de los medios el 23 de abril de 2005 para agradecerles su trabajo en el
período comprendido entre la muerte de Juan Pablo II y su elección: BENEDICTO XVI,
«Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los representantes de las Comunicaciones
Sociales», 23.04.2005, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. I (2005), Libreria
Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2005, pp. 17-19.
80 PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, La Iglesia e Internet,
22.02.2002, n. 4. Integrar el mensaje cristiano en la nueva cultura no significa
comprometer la legítima autonomía de los mass media. Al contrario, enriquece su visión
del mundo con valores trascendentes que forman parte de la existencia humana.
81 Ibídem, n. 2.
82 Ibídem, n. 5.
83 Ibídem, n. 7.
34
84 Cfr. Ibídem, n. 8.
85 Cfr. Ibídem, n. 5.
86 Ibídem, n. 10.
87 JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre para la XXXVI JMCS (2002), n. 3, p. 92.
88 Ibídem, pp. 92-93.
89 Ibídem, n. 5, p. 94.
90 Ibídem, n. 4, p. 93.
91 Cfr. JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre para la XXXVI JMCS (2002), n. 5,
p. 94.
92 Los tres mensajes son: Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una
cultura de respeto, de diálogo, de amistad, 24.05.2009, en Insegnamenti di Benedetto
XVI, Vol. V, 1 (2009), pp. 123-127; El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los
nuevos medios al servicio de la Palabra, 24.01.2010, en AAS 102 (2010), pp. 114-117;
Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital, 24.01.2011; y Silencio y
Palabra, camino de evangelización, 24.01.2012.
93 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en op. cit., pp. 84-85.
94 IM, n. 13, AAS 56 (1964), p. 149.
95 En este sentido, Gronoswki comparte la opinión de McLuhan de que, a excepción
de escasas referencias en la Aetatis novae (nn. 1 y 4), los documentos oficiales de la
Iglesia relativos a los mass media parten de una apreciación moral centrada casi
exclusivamente en sus contenidos. Cfr. DARIUSZ GRONOWSKI, op. cit., p. 203.
96 AN, n. 2, AAS 84 (1992), p. 448.
97 Ibídem, n. 17, AAS 84 (1992) , p. 459.
98 Por ejemplo, Juan Pablo II no escondió jamás su desgaste y sus limitaciones físicas
a los mass media. Estos problemas de salud, que fueron progresivamente más evidentes
en los últimos años, dieron una fuerza mayor a su mensaje. Sobre este argumento en
particular cfr. el capítulo de González Gaitano en este mismo libro.
99 RM, n. 37, AAS 83 (1991), pp. 285-286. La misma idea se repite en AN, n. 11,
AAS 84 (1992), pp. 455-456. Es importante este texto y por ello ha sido explicado y
citado, desde diferentes perspectivas, en otro capítulo del libro.
100 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en op. cit., p. 80.
101 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para el XXXIII JMCS. Mass media:
presencia amiga al lado de quien está a la búsqueda del Padre», 24.01.1999, en
Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XXII, 1, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del
35
Vaticano 1999, n. 3, pp. 282-283.
102 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en op. cit., p. 82. Cfr. también MARIANO
FAZIO, Historia de las ideas contemporáneas, Apollinare Studi, Roma 2001.
103 Es significativa la mención de la necesidad de «prestar más atención» a Internet
en la carta que el Papa escribió con motivo de las polémicas en torno a la remisión de la
excomunión de un grupo de obispos lefebvrianos. Cfr. BENEDICTO XVI, «Carta de su
Santidad Benedicto XVI a los obispos de la Iglesia católica sobre la remisión de la
excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre»,
10.03.2009, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. V, 1 (2009), Libreria Editrice
Vaticana, Ciudad del Vaticano 2009, pp. 356-362.
36
2. LA COMUNICACIÓN A LOS OJOS DE UN TEÓLOGO
DARIUSZ GRONOWSKI Y JOSÉ MARÍA LA PORTE
INTRODUCCIÓN
El Verbo divino, el hijo de Dios hecho hombre, marca el momento en el que Dios se
revela plenamente y entra en la historia humana[1]. Jesús, Hijo del Padre, viene al
mundo para obrar la redención y hacer que se cumpla la Revelación de Dios. Desde el
momento en el que la Palabra divina, el Verbo de Dios se hace carne y entra en la
historia humana, la reflexión sobre la fe se desarrolla en torno a tres elementos
fundamentales:
1) la palabra de Dios, puesta por escrito en los Evangelios inspirados;
2) la tradición apostólica y el modo en que los primeros cristianos han escuchado y
vivido la fe;
3) la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia como depositaria e intérprete de la
Revelación[2].
En los siglos XIX y XX, el desarrollo extraordinario de los medios de comunicación ha
influido profundamente en el contexto social y cultural donde la Iglesia realiza su misión.
Por un lado, los medios han creado nuevos hábitos y costumbres en el uso del tiempo y
en el desarrollo de nuevas modalidades y procedimientos de trabajo, ya que a través de
ellos es posible llegar a millones de personas al mismo tiempo; por otro lado, se han
convertido en instrumentos esenciales de conocimiento, que median entre la realidad y
las personas. Cristianizar la sociedad de hoy significa cristianizar los medios de
comunicación, porque se han convertido en un elemento esencial que forma la cultura y
al mismo tiempo difunde modelos y comportamientos relativistas y cerrados a la
trascendencia.
La dimensión relacional del hombre y de la sociedad ha estado siempre presente en la
historia: la comunicación no es una novedad ni para la humanidad ni para la Iglesia, pues
desde los inicios ha comunicado su mensaje utilizando los medios que tenía a su
disposición. En el último siglo han cambiado radicalmente dos aspectos: por un lado, los
medios de comunicación, que se han desarrollado hasta límites insospechados en muy
poco tiempo; por otro, nuestra toma de conciencia sobre la importancia de la
comunicación y de su papel en los cambios culturales a los que asistimos.
En los últimos años, se ha tratado de profundizar en la relación entre la Iglesia y los
medios y se han desarrollado enfoques muy diversos que a veces se superponen entre sí,
porque no tienen límites muy definidos. En el curso de la historia, con los estudios
progresivos que examinaban y analizaban la Revelación, se han desarrollado también las
diversas disciplinas teológicas. En un principio estaban muy relacionadas con el
37
nacimiento y desarrollo de las universidades, en la época medieval; más tarde, con el
nacimiento e impulso de los seminario surgieron diversas iniciativas para estudiar y
difundir la teología después del Concilio de Trento. En los siglos posteriores, los ámbitos
teológicos de estudio prosiguieron su curso y continuaron desarrollándose al paso de los
adelantos científicos, especialmente en los siglos XIX y XX. En este contexto, diversos
autores han propuesto métodos para desarrollar una Teología y una Pastoral de la
comunicación, o han estudiado la dimensión comunicativa dentro de otras disciplinas
teológicas[3]. Este capítulo tiene como fin ofrecer una sintética y breve introducción
conceptual, describir el mapa de los elementos que entran en juego cuando se habla de fe
y comunicación, y tratar de exponer la posible relación existente entre ellos.
Un primer punto importante que puede servir como punto de partida es la dimensión
relacional del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, que implica la necesidad de
comunicar: el hombre comunica necesariamente porque es un ser social por naturaleza.
No puede no comunicar. Esto vale también para un teólogo. Un teólogo de nuestros días
debe dirigir su mirada al mundo de la comunicación[4]. Ya a mediados del siglo XX,
cuando el desarrollo de los medios comenzaba a ser una realidad, Schmaus, en su célebre
obra Teología Dogmática, se preguntaba si era posible aceptar la diferencia que algunos
autores hacían entre dogmática y predicación, y concluía que, en realidad, no era posible
porque la Revelación era comunicación de Dios al hombre[5].
Hay que añadir que el hombre ha conseguido multiplicar su dimensión comunicativa a
través de la creación y el desarrollo de los medios de comunicación en general, gracias al
don de la inteligencia que Dios le ha dado. Los medios de comunicación, al mismo
tiempo, han enriquecido la capacidad del hombre de relacionarse con sus iguales.
Pertenecen al ámbito de las realidades terrenas y, por lo tanto, tienen una autonomía
propia, querida por Dios y desarrollada a través de la libertad de acción que tiene cada
ser humano.
1. ¿POR QUÉ HABLAR DE COMUNICACIÓN?
En el mundo actual se ha difundido la convicción de la importancia de la
comunicación para la Iglesia y de la necesidad de dar un espacio al estudio de las ciencias
de la comunicación. Pero ¿por qué hacerlo? Entre las diversas posibles motivaciones, se
pueden enunciar al menos las siguientes:
1) Una de las aportaciones más importantes que las ciencias de la comunicación
ofrecen a la Iglesia es la de un apoyo en la comprensión de la cultura contemporánea y
de la nueva situación de la Iglesia dentro de esta cultura. Ciertamente, no es posible
explicar cada realidad a la luz de la teoría de la comunicación, pero, sin duda, la cultura
actual no se puede comprender sin el análisis del impacto de los medios en ella. Vivimos
en la era de la comunicación.
38
El impacto cultural de los medios no es solamente el de su contenido. Como afirma
Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris missio: «Los medios de comunicación social
han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo
y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales,
familiares y sociales. Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo
condicionado por estos medios. (…). Es un problema complejo, ya que esta cultura nace,
aun antes que de los contenidos, del hecho mismo de que existen nuevos modos de
comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos
psicológicos»[6]. De hecho, el desarrollo permanente de las modalidades comunicativas
influye en la transformación de la cultura. Además, la velocidad del cambio aumenta. No
es posible ignorar los acontecimientos mediáticos de los siglos XX y XXI, y querer volver
con los mismos esquemas mentales a momentos de esplendor cultural del pasado, donde
la fe cristiana impregnaba toda la sociedad occidental: el desafío es construir una nueva
cultura cristiana de una forma diferente. Debemos leer los signos de los tiempos con
atención e incorporar el estudio de los medios y de su impacto cultural como elementos
para el desarrollo de un pensamiento cultural cristiano.
2) En segundo lugar, el estudio de la comunicación ayuda a desarrollar la misión de
evangelizar, permite multiplicar la difusión del mensaje de fe. El problema va más allá
del «cómo usar» los medios de comunicación para la divulgación del Evangelio, porque
la actitud de fondo es la que permite articular la comunicación y establecer principios que
van más allá de las épocas históricas y los medios disponibles. Sin ninguna duda, los
santos a lo largo de la historia han sabido comunicar para evangelizar y ahora
corresponde a los cristianos del siglo XXI pensar en las formas más adecuadas para
evangelizar en nuestro contexto mediático.
3) La Iglesia tiene una presencia social que se manifiesta también a través de la
comunicación: la Iglesia como institución, sus representantes, su mensaje, sus fieles,
están presentes en las noticias, en los contenidos que los medios proponen, y son a veces
el objeto mismo de las noticias. Este mecanismo relaciona algunos aspectos de la fe con
los destinatarios de la información y desarrolla en ellos, de forma indirecta pero real y
eficaz, actitudes y comportamientos concretos hacia lo trascendente, hacia la Iglesia
católica, hacia la figura del Papa o de Jesús y hacia la fe. Para entender la profundidad de
este hecho necesitamos de las ciencias de la comunicación. La distinción que hemos
realizado entre los puntos 2 y 3, en realidad, quiere subrayar el hecho de que la conexión
entre la comunicación y la evangelización no se realiza solamente cuando se evangeliza
desde los medios institucionales, de modo directo, sino también con la presencia indirecta
en otros medios.
4) En un mundo donde hay tantas instituciones con gran proyección social y
religiones que tienen un espacio en el ámbito público, se convierte en un reto estudiar la
comunicación de la Iglesia en cuanto institución, sea hacia el exterior o hacia el
interior. Gracias a los nuevos medios, se han agrandado los espacios de diálogo en la
39
esfera pública, y es posible desarrollar modalidades originales para comunicar
institucionalmente la Iglesia, ad intra y ad extra, con mayor eficacia, teniendo en cuenta
sus particularidades.
5) La educación es otra área en la cual actualmente se muestra indispensable la
ayuda de las ciencias de la comunicación. Los medios juegan un papel crucial en la
socialización de las nuevas generaciones. Bajo algunos aspectos, los medios se han
convertido en «maestros», en los principales puntos de referencia para la toma de
conciencia y la apertura de los adolescentes a la sociedad. La familia y la escuela, aun
siendo imprescindibles, han visto crecer el espacio de influencia educativa de los medios
hasta poner en discusión la autoridad moral de los padres y profesores o los valores que
estos desean transmitir[7].
Ahora bien, está claro que es muy difícil proteger a los jóvenes del impacto de los
medios, de las informaciones e imágenes que habríamos preferido esconder a sus ojos.
En esta situación, la única solución razonable que queda es la de darles, a través de una
educación bien pensada, una clave interpretativa que les ayude a no perderse en el
relativismo moderno y a saber elegir el bien. Parece importante encontrar soluciones para
que los padres y los profesores recuperen un rol decisivo, no en contraposición a los
medios, sino teniendo en cuenta los cambios culturales que se han producido. Es
necesario crear nuevas estrategias para la educación y estudiar el rol de los diferentes
medios en la socialización, de su impacto sobre los jóvenes y sobre el ambiente en el que
viven.
Además del área educativa en general, está también la de la educación especializada.
Ciertamente, el estudio específico de la comunicación es necesario para las personas que
deberán ocuparse de ella profesionalmente, de acuerdo a los encargos específicos,
eclesiales o no, que se llevan a cabo en diversos radios de acción. Hay cristianos, laicos,
religiosos y sacerdotes, que trabajan como dirigentes de los medios de comunicación,
portavoces, periodistas, etc. Cada uno de ellos necesita una educación adecuada a las
propias circunstancias profesionales.
Una cierta educación mediática también es necesaria para los sacerdotes. Recibiendo
de la Iglesia una responsabilidad pastoral, en particular como guías de las parroquias, los
sacerdotes deben saber moverse en la cultura moderna, marcada por la presencia de los
medios y del flujo veloz de información. No necesitan ser profesionales de la
comunicación, pero sí atentos observadores que entienden lo que sucede alrededor y
saben guiar a su rebaño hacia pastos ricos de formación, es decir, personas que ayudan
a los fieles a vivir la fe en el mundo de la comunicación. Será también útil para los
sacerdotes la enseñanza de algunas técnicas y métodos de trabajo, por ejemplo, para
imprimir bien el boletín parroquial o disponer de una atractiva página web[8].
6) Los cristianos que trabajan en los medios deben profundizar en la unión entre la
propia fe y la profesión, porque, solamente si se entiende la enorme libertad y la
40
apertura que impulsa nuestra fe, se conseguirá armonizar perfectamente la autonomía
profesional con la vida cristiana. Esto les llevará a realizar mejor el propio trabajo,
evitando confundir las opiniones legítimas, que se dejan a la libre discusión de los
hombres, con las verdades de la fe.
7) Por último, hablar de comunicación en la era de la globalización implica
redescubrir la responsabilidad de cada cristiano como parte de la Iglesia y como
testimonio de Cristo. Cada cristiano debe vivir la fe en las diferentes esferas de su
existencia, también en la «mediática». Corresponde a cada uno desarrollar una capacidad
para iluminar, con la propia fe, las relaciones mediáticas de su esfera social, pequeña o
grande: por ejemplo, puede ayudar a configurar los contenidos de los programas de
televisión comunicando a los dirigentes responsables sus preferencias y opiniones o influir
en el debate público a través de una página web.
2. ¿TEOLOGÍAYCOMUNICACIÓN O TEOLOGÍADE LACOMUNICACIÓN?
Después de haber sintetizado algunas ideas sobre el contexto moderno y sobre el
interés que la comunicación tiene para la Iglesia, parece oportuno tratar de delimitar los
posibles campos de estudio, las disciplinas que se ocupan del argumento y la
metodología. La relación entre teología y comunicación es compleja. Distintos autores se
han plateado estudiar si existe –​y, en tal caso, con qué características​– una teología de la
comunicación. De hecho, el encuentro entre las ciencias que estudian la comunicación y
la teología podría realizarse a través de lo que muchos han llamado «Teología de la
comunicación», aunque no todos están de acuerdo sobre el objeto de estudio y la
metodología de esta ciencia[9]. Algunos autores prefieren hablar de «Teología y
comunicación» o de aspectos comunicativos relevantes dentro de disciplinas teológicas
ya existentes.
Dentro de una posible Teología de la comunicación se han desarrollado diversos
conceptos que serán expuestos en esta parte del libro, pero como punto de partida es
importante subrayar que no pensamos que se deba tratar solamente como una «teología
de algo». La comunicación no es un elemento cualquiera, un objeto de estudio fácil de
delimitar, sino uno de los elementos que constituyen al ser humano y su especificidad
ontológica. El hombre madura y desarrolla la propia personalidad comunicando,
dialogando, relacionándose con los otros y con el mundo. Se puede incluso decir que:
vivir es comunicar. Vivir la plenitud de la vida es posible gracias a la comunicación con
Dios y con los hermanos en la fe. El cristianismo, por lo tanto, es también comunicación.
Anunciar, testimoniar, predicar, celebrar, compartir es comunicación. ¿Qué se puede
entender por Teología de la comunicación?
El objeto de la teología en general es el estudio de la Revelación divina. Con el
progreso de la teología se han creado materias nuevas que se ocupan específicamente de
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Introducción a la Comunicación Institucional de la Iglesia - José María La Porte

  • 1.
  • 2. JOSÉ MARÍA LA PORTE (ED.) INTRODUCCIÓN A LA COMUNICACIÓN INSTITUCIONAL DE LA IGLESIA 2
  • 3. Colección: Pelícano Director de la colección: Juan Manuel Burgos © José María La Porte, 2012 © Ediciones Palabra, S.A., 2012 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España) www.palabra.es epalsa@palabra.es Edición en ePub: José Manuel Carrión ISBN: 978-84-9840-770-9 Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. 3
  • 4. INTRODUCCIÓN Redactar una introducción para un genio de la pintura como Miguel Ángel, Velázquez o Giotto es siempre difícil porque se trata de explicar en pocas palabras un torrente de creatividad, sintetizar en breves líneas el espíritu de un genio, el talento especial que lo ha hecho inmortal en la historia del arte. Si esta dificultad se encuentra en una actividad humana que tiene algo de divino, del reflejo creador de Dios, ¿qué se podría decir de una institución fundada por el mismo Cristo, el Hijo de Dios? Hay una riqueza infinita en la predicación de Jesús –​que la Iglesia ha recibido y transmitido a las generaciones sucesivas​–, en la gracia que se insinúa como motor de la vida de los primeros cristianos y de los santos que han encarnado el mensaje de Cristo a lo largo de la historia… La finalidad de este volumen es ofrecer una introducción a la Comunicación Institucional de la Iglesia, una síntesis dirigida principalmente a los seminaristas y a todos aquellos que se acercan por primera vez a este terreno, a todos los que tratan de explorar cuáles son los factores determinantes de la relación entre la Iglesia y la comunicación. Jesús vivió poco más de treinta años en un espacio geográfico relativamente reducido, pero su mensaje se ha extendido progresivamente: el Verbo de Dios, la Palabra hecha carne, ha echado raíces en el corazón de millones de personas a lo largo de los siglos, la semilla se ha esparcido geográficamente, y hoy en día la globalización se está convirtiendo en una oportunidad formidable para que llegue hasta el último rincón de la tierra. La Iglesia posee una experiencia multisecular en la transmisión de una fe que ha impulsado la cultura, impregnándola de una visión trascendente, que ha potenciado las posibilidades del arte, de la literatura, de la música, hasta límites insospechados. Por ello parece importante tratar de reflexionar sobre cómo conseguir que la fe siga creando y generando cultura en el siglo XXI, un siglo marcado por el papel de los medios de comunicación. En esta línea, el presente volumen explora las nuevas vías que se abren para comunicar mejor la Iglesia y las verdades de las que es depositaria, en la cultura mediática. Los diez capítulos que componen el volumen se estructuran en tres grupos temáticos: 1) marco magisterial y teológico de la relación entre comunicación y fe; 2) papel comunicativo de la Iglesia en una sociedad caracterizada por la actividad de los medios y de los profesionales de la información; 3) aspectos particulares que pueden ayudan a desarrollar una eficaz comunicación de la Iglesia católica. Los dos primeros capítulos ofrecen una introducción esencial a los documentos del magisterio de la Iglesia relacionados con la comunicación y explican algunos conceptos esenciales que ayudan a entender la relación entre comunicación y teología. El segundo grupo temático se organiza en torno a los diversos espacios de diálogo social en los que se encuentra la Iglesia. No se trata solamente de hablar del contexto en el que la Iglesia realiza su actividad, sino también de la Iglesia como agente social, con la 4
  • 5. capacidad de tomar parte en los procesos comunicativos y transformarlos, de igual modo que hacen otras instituciones y personas cuando intervienen en la esfera pública. Bajo esta perspectiva se presenta la dinámica de la opinión pública y el papel que juega en ella la fe y la Iglesia; también se ofrece un breve análisis del lenguaje periodístico en los procesos de elaboración de las noticias y se explican algunas particularidades de la radio, de la televisión y del mundo de Internet. En la tercera parte se afrontan los argumentos que tienen una mayor relación con la actividad de comunicación institucional de la Iglesia. Un primer capítulo trata de delimitar conceptos, ofrecer una definición de comunicación institucional y explicar los elementos esenciales para la realización de un plan de comunicación; un segundo texto profundiza en la naturaleza de la relación entre la Iglesia y un público concreto: los periodistas. Otro capítulo afronta la dimensión económica, que requiere una particular atención para asegurar la transparencia en la transmisión de determinadas informaciones. El texto que cierra el volumen busca las claves que ayuden a desarrollar una adecuada sensibilidad de la institución en situaciones de crisis y presenta algunas claves para la elaboración de un programa de crisis. «Delante de las cámaras me viene a la cabeza aquella clase en la que…»; «¡cuánto me ha servido la lectura y análisis de tantos periódicos!»; «cómo me acuerdo de aquel debate sobre…». Estas expresiones u otras similares de los alumnos han servido de aliento para los autores porque son un reflejo de lo que se ha tratado de transmitir en las aulas de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma). Algunos han terminado ya la licenciatura y trabajan en oficinas de comunicación de diócesis de todo el mundo, desde la India a Estados Unidos, pasando por Eslovaquia, Nigeria, Italia, España, Colombia, Brasil o México. Otros están a punto de terminar los estudios, han emprendido trabajos de investigación o enseñan comunicación en los seminarios. Muchas de las ideas expuestas en este libro han sido enriquecidas precisamente por ellos, por los alumnos, a través de sus preguntas durante las clases o en los seminarios profesionales y congresos organizados por la Facultad. Sería imposible mencionar aquí todos los estudiantes que han pasado por nuestras aulas, pero en cierto sentido espero que cada uno se reconocerá en muchas de las páginas de este volumen. Reconocerá también entre líneas el espíritu de aquellas clases romanas en la Facultad de Comunicación Institucional, las conversaciones con algún profesor en los pasillos o en torno a la máquina de café, las horas pasadas en la biblioteca, los trabajos en grupo… Ojalá que las ideas aquí desarrolladas les ayuden en su trabajo al servicio de la Iglesia de Dios. Cuando este volumen se encontraba en fase de realización, nos llegó la noticia de la enfermedad y posterior fallecimiento de uno de los autores, que ha sido su principal impulsor: Alfonso Nieto. Para todos nosotros ha sido un ejemplo de profesor, de maestro, de amigo, de conversador, de persona con juventud de espíritu y miles de proyectos a pesar de la edad, de hombre de fe. A él le dedicamos estas páginas con el deseo de que desde el Cielo acompañe nuestra labor de enseñanza y de comunicación de 5
  • 6. la Iglesia. Por último desearía mostrar mi agradecimiento a todos los que han colaborado en la realización de este volumen, y en especial a Rocío Franch, Karina Alarcón, Rocío Lancho y Julio Gómez Otero por su ayuda en el trabajo de traducción. También quiero señalar mi especial reconocimiento a Juan Manuel Burgos por su paciencia y permanente aliento en los trabajos de coordinación y traducción de este volumen. José María La Porte 6
  • 8. 1. EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA COMUNICACIÓN DANIEL ARASA Este capítulo pretende analizar, en primer lugar, la relación histórica entre Iglesia y comunicación (par. 1). Esta introducción prepara el contexto para los parágrafos sucesivos, que incluyen una síntesis de los principales documentos contemporáneos del Magisterio de la Iglesia relativos a las comunicaciones sociales (par. 2), además de un apartado sobre las específicas referencias del Magisterio a Internet (par. 3). Finalmente se explica cómo ha sido la evolución del Magisterio en la comprensión de los medios (par. 4). 1. INTRODUCCIÓN. LAIGLESIACATÓLICAYLACOMUNICACIÓN La Iglesia es, a la vez, una institución «humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles»[1]. Para entender plenamente el Magisterio de la Iglesia sobre la comunicación, es razonable presuponer un cierto conocimiento de base sobre los trazos esenciales de la naturaleza de la Iglesia (qué es), de su doctrina (aquello en lo que cree) y de sus estructuras (cómo está organizada). En el año 2008, el número de católicos en el mundo era de 1.165.714.000 (sobre una población mundial de 6.686.800.000). Esto significa que los católicos eran un 17,40% de la población y, por tanto, el grupo religioso más numeroso del mundo. El porcentaje más alto se encontraba en América, con un 63,1 de católicos por cada cien habitantes, seguida de Europa (39,97%), Oceanía (26,21%), África (17,77%) y Asia (3,05%)[2]. Por tanto, es razonable que la Iglesia católica, como otros grandes grupos religiosos, ponga un particular énfasis en las dimensiones internas y externas de la propia comunicación. Desde su fundación, la Iglesia ha transmitido la verdad sobre Cristo. Sus puntos de partida para la difusión de la fe han sido siempre la familia, la liturgia, la catequesis, la educación, el arte y, en particular, la entrega y el testimonio de cada cristiano en su ámbito social y laboral. Al mismo tiempo, como institución inmersa en la sociedad, la Iglesia ha procurado adaptar la propia comunicación al ambiente en el cual vive y se desarrolla, adecuando el lenguaje de su mensaje a las diversas mentalidades y medios a su disposición. De hecho, la historia de la Iglesia ha estado siempre unida a los diferentes períodos de la historia de la comunicación: oral, escrita, impresa, electrónica y digital[3]. La Iglesia ha buscado siempre integrar a los medios en sus actividades comunicativas, ya sea como sujeto activo de la comunicación (por ejemplo, a través de los medios de información católica) o como objeto mismo de comunicación (por ejemplo, con la cobertura mediática sobre la Iglesia). Por ello, el mundo de los medios es un terreno 8
  • 9. abierto que la Iglesia, a pesar de los obstáculos, trata de comprender y guiar. 2. LOS PRINCIPALES DOCUMENTOS CONTEMPORÁNEOS DEL MAGISTERIO DE LAIGLESIASOBRE LAS COMUNICACIONES SOCIALES La historia de la Iglesia demuestra que el pensamiento doctrinal y teológico sobre las comunicaciones ha comenzado muy pronto. San Agustín, entre otros, es considerado una autoridad en lo que se refiere a la reflexión sobre la comunicación de la doctrina cristiana y la aplicación de los principios de la retórica clásica para difundir la fe[4]. Nuestro interés, sin embargo, se centra más en la presentación de los principios generales de la comunicación establecidos por las recientes declaraciones del Magisterio. El interés y la atención que la Iglesia católica ha otorgado a las comunicaciones han evolucionado particularmente con el desarrollo de los medios y la aparición de una nueva cultura mediática, iniciada a mediados del siglo XIX. La progresiva importancia que los mass media adquirieron durante el siglo XX llevó al Magisterio a reflexionar sobre cómo responder a los nuevos desafíos del mundo de la comunicación. A mayor influencia de los medios sobre la cultura, mayor es el interés y la atención del Magisterio sobre esta materia. De hecho, la cantidad de documentos sobre la comunicación aumenta en los últimos decenios del siglo XX, respecto a la primera mitad del siglo. Desde Pío XI, todos los Papas, y especialmente Juan Pablo II, han dirigido muchos de sus mensajes a los medios de comunicación y a los profesionales que trabajan en ellos. Otros documentos eclesiales relativos a los medios de comunicación han sido redactados por los diferentes dicasterios vaticanos, especialmente por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. Los documentos del Magisterio sobre las comunicaciones sociales y los argumentos que se encuentran en ellos necesitan ser entendidos en su propio contexto. Temas que parecían ser fundamentales en los años 40 y 50, hoy pueden parecer irrelevantes; mientras que aspectos que podían ser ignorados en los documentos magisteriales sobre los medios de los primeros decenios del siglo XX, pueden estar ahora de plena actualidad[5]. Puesto que el mensaje de la Iglesia se refiere a todos los aspectos de la vida humana y de la sociedad, es habitual encontrar alusiones a la comunicación en los documentos relativos a otros aspectos de la vida eclesial, como la liturgia, el ecumenismo o la catequesis. Obviamente, en multitud de documentos de las iglesias locales se hace también referencia a los medios, pero su interés está fuera de nuestro estudio. En este capítulo se propone un enfoque tipológico, que permite aglutinar las principales materias de interés del Magisterio relativas a los medios de comunicación. No es nuestra intención hacer un resumen de todo aquello que estos documentos explican sobre la comunicación; por el contrario, se pretende destacar algunos de los puntos fundamentales para 9
  • 10. comprender mejor la comunicación de la Iglesia católica. Los documentos eclesiásticos que se refieren a los mass media se pueden dividir en cuatro grupos principales: 1) documentos relativos a los mass media en general; b) documentos relativos a la ética en los mass media; c) documentos sobre otros aspectos específicos de los mass media; y d) referencias a los mass media en los documentos relativos a otras materias. 2.1. Documentos relativos a los mass media en general Este primer grupo corresponde a todos aquellos documentos considerados fundamentales en el campo de los medios de comunicación, ya que proponen amplias declaraciones sobre el punto de vista de la Iglesia relativo a los mass media. Los documentos que responden mejor a esta descripción son las Encíclicas Vigilanti cura (1936) y Miranda prorsus (1957), el Decreto conciliar Inter Mirifica (1963) y las Instrucciones pastorales Communio et Progressio (1971) y Aetatis novae (1992). Aunque su contenido sea de menor relevancia, también la Carta Apostólica El rápido desarrollo (2005) puede ser incorporada a este grupo. Los principios establecidos en estos documentos son el fundamento de todos los demás documentos magisteriales sobre los mass media. Vigilanti cura (1936) Aunque se dirige en realidad al arte en general, Vigilanti cura se centra casi exclusivamente sobre el mundo del cine. Observando el gradual crecimiento de la corrupción moral de las películas y partiendo de la experiencia de la «Legión para la Decencia» en los Estados Unidos, Pío XI lanzó una advertencia a los obispos de todo el mundo para que reaccionaran ante las consecuencias negativas que la comunicación de masas podía generar[6]. El documento terminaba proponiendo algunas medidas específicas, como la clasificación moral de las películas o la creación de oficinas nacionales para la crítica cinematográfica y su cooperación internacional. Una de las principales características de este documento era su fuerte tono de denuncia. Sin embargo, la Encíclica ofrecía también, con la debida cautela, una doble visión positiva del cine: la primera, en clave general, definía las artes, las ciencias, la técnica humana y la industria como «verdaderos dones de Dios»[7]; la segunda reconocía que «las películas buenas son capaces de ejercer una profunda influencia moral sobre aquellos que las ven. Además de lograr la recreación, son capaces de despertar los nobles ideales de la vida, de comunicar conceptos valiosos, de impartir un mejor conocimiento de la historia y las bellezas de la patria y de otros países, de presentar la verdad y la virtud en formas atractivas, de crear o al menos favorecer el entendimiento entre naciones, clases sociales y razas, de defender la causa de la justicia, 10
  • 11. de dar nueva vida a las reclamaciones de la virtud y de contribuir positivamente a la génesis de un orden social justo en el mundo»[8]. Miranda prorsus (1957) La Encíclica Miranda prorsus es la demostración del gran interés que Pío XII tenía por los mass media[9]. Este documento presenta una visión más positiva respecto a los textos anteriores, considerando nuevamente a los medios de comunicación social como «dones de Dios», ejemplos de participación de los hombres a su obra creadora e instrumentos útiles para la difusión del Evangelio[10]. Esta Encíclica resumía los principios ya propuestos en Vigilanti cura y los aplicaba a los influyentes medios electrónicos de su tiempo: el cine, la radio y la televisión. En el documento se valoraba el gran potencial de los medios y se les recordaba sus responsabilidades. Su principal objeto, escribe el Papa, debe ser «servir a la verdad y al bien»[11]. Por otro lado, el Papa recordaba a las autoridades públicas su deber de tutelar la moral pública e interpelaba a los fieles que, conociendo el «inestimable don de la Redención», desplegaran «todo esfuerzo para que la Iglesia pueda valerse de los inventos técnicos y usarlos para la santificación de las almas»[12]. De esta manera, Pío XII seguía la tradición de la Iglesia de sostener y aprovechar todo aquello que de bueno hay en cada cultura, con el fin de difundir el mensaje de salvación a la humanidad. Inter Mirifica (1963) El Decreto Conciliar Inter Mirifica es punto de referencia para todos los documentos sucesivos sobre los medios y las comunicaciones sociales, así como para la reflexión de la Iglesia sobre los medios de comunicación. Fue la primera vez que el concepto de «medios de comunicación social»[13], en alusión a los mass media, aparecía en los documentos eclesiales, superando las expresiones genéricas precedentes que solían referirse a un medio en concreto o a los medios en general: «poderosísimos medios de divulgación»[14], «no hay un medio más potente (...) para influenciar a las multitudes»[15], «inventos técnicos»[16], «técnicas admirables de difusión»[17]. El Decreto sobre los medios de comunicación social estaba dividido en dos capítulos: uno dedicado al uso correcto de los medios de comunicación social y otro centrado sobre los mass media como medios de apostolado. El desarrollo y los debates teológicos del Concilio Vaticano II sobre la misión de la Iglesia en el mundo y sobre la teología de los laicos fueron factores clave que influenciaron la visión del Magisterio sobre los mass media. El Decreto Inter Mirifica evidenciaba que la misión de la Iglesia es, en primer lugar, predicar el Evangelio para la salvación de los hombres, añadiendo que este objetivo necesita también de la «ayuda de los medios de comunicación social»[18]. En referencia al papel de los laicos, el Decreto 11
  • 12. afirmaba que «toca principalmente a los laicos vivificar con espíritu humano y cristiano estos medios para que respondan plenamente a las grandes expectativas de la sociedad humana y al plan divino»[19]. Uno de los criterios generales en la esfera de las comunicaciones sociales comentado en Inter Mirifica recordaba «la primacía absoluta del orden moral objetivo»[20]: el uso de los mass media por parte del público y de los profesionales de la comunicación requiere conocer y vivir en conformidad a los principios morales propios de la dignidad humana. Este criterio está en la base de todos los demás principios morales sobre la comunicación y puede encontrarse en casi todos los documentos sucesivos de la Iglesia relativos a los medios. Por otro lado, el Decreto solicitaba la constitución, en las estructuras de la Iglesia, de oficinas nacionales para la prensa, el cine, la radio y la televisión, con el propósito de «procurar que la conciencia de los fieles sobre la utilización de estos medios se forme rectamente así como fomentar y organizar todo lo que los católicos realizan en este campo»[21]. Inter Mirifica instituyó también la celebración anual de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que, desde su inicio en 1967, ha sido acompañada de un mensaje del Santo Padre en ocasión de esta particular celebración. Sin embargo, aunque Inter Mirifica desarrolló claramente el derecho de la Iglesia a poseer medios de comunicación, no hacía alusión a la libre iniciativa y responsabilidad de los cristianos para promover los valores del Evangelio a través de los medios que no pertenecen directamente a la Iglesia[22]. Communio et Progressio (1971) El Decreto Inter Mirifica dejaba los aspectos referentes a la pastoral a un documento posterior, preparado por la Pontificia Comisión para las Comunicaciones Sociales. En mayo de 1971, la Comisión publicó la Instrucción Pastoral Communio et Progressio como fruto del Concilio, desarrollando el concepto de autonomía de las realidades temporales ya definidos en otros documentos conciliares, como la Gaudium et Spes. La Instrucción identificaba los objetivos de las comunicaciones sociales en «la comunión y el progreso en la convivencia humana»[23], añadiendo que estos fines están en conformidad con el proyecto de Dios para la salvación del hombre[24]. Al mismo tiempo, Communio et Progressio denunciaba enérgicamente el «descenso de la moralidad»[25] en los medios y llamaba a los diversos grupos sociales (comunicadores, público, autoridades civiles y religiosas, educadores) a invertir esa tendencia. Communio et Progressio destacaba, además, el carácter educativo de los medios de comunicación social, así como su valor cultural y de entretenimiento[26]. La Instrucción Communio et Progressio es considerada como «uno de los documentos más positivos de la Iglesia relativos a las comunicaciones sociales», pues pone en evidencia la «contribución de los medios de comunicación social para el 12
  • 13. progreso humano»[27]. El documento ofrecía un acercamiento más concreto, respecto a los anteriores, sobre la relación entre la Iglesia católica y los mass media. Por otro lado, a diferencia de los documentos anteriores, se insertaba en un contexto teológico- antropológico más amplio, presentando la comunicación humana como participación en la comunión intra-trinitaria de Dios y finalizada a la comunión de los hombres. Sin embargo, este documento pone todavía en evidencia la falta de un análisis académico y científico de la ciencia de la comunicación por parte de la Iglesia. De hecho, Communio et Progressio presentaba indistintamente elementos del área comunicativa como objetivos, actividades o propuestas prácticas, sin proponer una jerarquía interna entre ellas. Aetatis novae (1992) La Instrucción pastoral Aetatis novae supuso una nueva reflexión sobre las «consecuencias pastorales» de la creciente influencia de los medios de comunicación[28]. De hecho, Aetatis novae reconocía que «la revolución de las comunicaciones afecta incluso a la percepción que se puede tener de la Iglesia y contribuye a formar sus propias estructuras y funcionamiento»[29]. Debido a la importancia de los medios de comunicación de masas, la Iglesia –​añadía el documento​– busca por su parte influenciar positivamente las políticas comunicativas[30]. Aetatis novae dio también un papel importante a los mass media con el fin de favorecer y facilitar la opinión pública dentro de la Iglesia[31]. Aetatis novae recogió muchos aspectos presentes en los documentos anteriores, pero una de sus contribuciones más originales fue la inclusión de un anexo con los «elementos de un plan pastoral de comunicaciones»[32]. El plan se extendía a una vasta gama de actividades y áreas, desde las más genéricas a las más específicas. En concreto, proponía los siguientes elementos: «a) Una presentación de conjunto, elaborada a partir de una amplia consulta y que describa, para todos los ministerios de la Iglesia, las estrategias de las comunicaciones sociales que respondan a las cuestiones y a las circunstancias actuales. b) Un inventario o evaluación de la problemática existente en el territorio: las diferentes clases de público, los productores y directores de los medios de comunicación estatales y comerciales, los recursos financieros y técnicos, las redes de distribución, los recursos ecuménicos y educativos, el personal de los organismos y medios de comunicación católicos, incluidos los de comunidades religiosas. c) Una proposición de estructuración de los medios de comunicación eclesiales destinados a apoyar la evangelización, la catequesis y la educación, el servicio social y la colaboración ecuménica; deberá incluir, en la medida de lo posible, las relaciones públicas, la prensa, la radio, la televisión, el cine, los cassettes, las redes informáticas, los servicios de reproducción gráfica y otras formas de telecomunicaciones. 13
  • 14. d) Una educación para los medios de comunicación que insista particularmente en la relación entre estos y los valores. e) Una apertura pastoral de diálogo con los profesionales de los medios de comunicación, que insista en el desarrollo de la fe y en el crecimiento espiritual. f) Una indicación de las posibilidades de obtener y asegurar los medios de financiación de esta pastoral»[33]. El plan pastoral para las comunicaciones sociales dio un paso adelante en la definición de los principios de la doctrina eclesial sobre la comunicación. Este plan tenía una clara jerarquía interna, ya que procuraba ofrecer un procedimiento sistemático para ponerlo en práctica con una fase inicial de investigación, seguida de otra de programación. De todas formas, el plan no clarificaba todavía los principios relevantes que deberían estar presentes en todo el proceso de planificación, así como las actividades y los instrumentos que podrían ser modificados en base al tiempo y a las circunstancias. El rápido desarrollo (2005) La Carta Apostólica El rápido desarrollo, publicada por Juan Pablo II, es el resumen del espíritu positivo y audaz de su Pontificado en relación a los mass media. Sin olvidar los peligros y desafíos, el Papa afirmaba que «también el mundo de los medios de comunicación tiene necesidad de la redención de Cristo»[34]. Para Juan Pablo II, la importancia que los medios tienen como creadores de nuevos horizontes culturales y de valores, lleva a un cambio de mentalidad y a una renovación pastoral en «toda la comunidad eclesial», considerando que la catequesis y la formación de las nuevas generaciones «no puede prescindir del hecho de dirigirse a sujetos influenciados por el lenguaje y la cultura contemporáneos»[35]. La carta del Papa enumeraba tres escenarios de acción de la Iglesia en el campo de los medios: formación, participación y diálogo. En primer lugar, la formación es necesaria «para hacer que los medios de comunicación sean conocidos y usados de manera consciente y apropiada» y para evitar «el riesgo de que los medios de comunicación, en lugar de estar al servicio de las personas, lleguen a instrumentalizarlas y condicionarlas gravemente». En segundo lugar, el acceso a los medios tendría que «garantizar una mayor participación en su gestión». Por último, el diálogo debería ser alimentado de tal manera que los medios puedan ser «vehículos de conocimiento recíproco, de solidaridad y de paz» entre los pueblos[36]. 2.2. Documentos relativos a la ética en los mass media En multitud de documentos eclesiales, pueden encontrarse principios éticos y propuestas específicas, especialmente en aquellos que conciernen a la doctrina social de la Iglesia. Los documentos que tratan fundamentalmente de la ética en los medios son 14
  • 15. tres: Ética en la publicidad (1997), Ética en las comunicaciones sociales (2000) y Ética en Internet (2002). La importancia de estos tres documentos deriva de la autoridad moral de la Iglesia. De hecho, «su contribución especial a las cuestiones humanas, incluyendo el mundo de las comunicaciones sociales, es “precisamente el concepto de la dignidad de la persona, que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado” (Centesimus annus, n. 47)»[37]. Estos documentos, escritos bajo la dirección del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, comparten varios puntos de reflexión, ya que los innumerables mass media «no exigen una nueva ética», sino «la aplicación de principios ya establecidos a las nuevas circunstancias»[38]. Uno de los principios comunes presente en estos documentos es la insistencia en que «los medios de comunicación social no hacen nada por sí mismos», pues son «herramientas que la gente elige usar de uno u otro modo»[39]. En otras palabras, los mass media son instrumentos, no fines, al servicio de los hombres y del bien común. En este sentido, Ética en las comunicaciones sociales, que es el documento con el mayor campo de aplicación, sintetiza los objetivos de los medios en «servir a la persona humana, construir una comunidad fundada en la solidaridad, en la justicia y en el amor, y decir la verdad sobre la vida humana y su plenitud final en Dios». Estos fines «han sido, son y seguirán ocupando el centro de la ética en los medios de comunicación»[40]. Ética en la publicidad empieza presentando las ventajas de la publicidad, pero también denuncia los daños causados por esta. Tras recordar los principales valores éticos y morales a tener en cuenta en este sector, es decir, el respeto a la verdad y la dignidad del ser humano, así como la promoción de la responsabilidad social, el documento ofrece, además, algunas propuestas concretas, como «la creación de estructuras y sistemas externos que soporten y animen prácticas responsables en publicidad y desalienten las irresponsables», la actuación y aceptación voluntaria de «códigos de deontología», la implicación de la autoridad pública para evitar los abusos y el resarcimiento por los daños provocados, en ocasiones, por la publicidad[41]. Ética en Internet subraya también que, «así como sucede en otros medios de comunicación social, la persona y la comunidad de personas son el centro de la valoración ética de Internet»[42]. El texto pone especial énfasis en la virtud de la solidaridad, teniendo en cuenta la globalidad de Internet: «el valor de la solidaridad es la medida del servicio que Internet presta al bien común»[43]. De maneras diversas, el documento invita a varios grupos sociales (periodistas, autoridades públicas y religiosas, padres y jóvenes) a contribuir a la mejora ética de este nuevo medio. Aparte de las características que Internet puede compartir con otros medios, el documento añade: «la difusión de Internet plantea otras muchas cuestiones éticas concernientes a asuntos como la privacidad, la seguridad y confidencialidad de los datos, el derecho y la ley de propiedad intelectual, la pornografía, los sitios cargados de odio, la propagación de rumores y difamaciones disfrazados de noticias, y muchos más»[44]. 15
  • 16. Una de las principales preocupaciones del Magisterio de la Iglesia ha sido, sobre todo, el poder a través del cual «las nuevas tecnologías de la información e Internet, precisamente como instrumentos poderosos del proceso de globalización, transmiten y ayudan a inculcar un conjunto de valores culturales –​modos de pensar sobre las relaciones sociales, la familia, la religión y la condición humana​–, cuya novedad y fascinación pueden cuestionar y destruir las culturas tradicionales»[45]. 2.3. Documentos referentes a otros aspectos específicos de los mass media El grupo más numeroso de documentos contemporáneos de la Iglesia sobre los medios de comunicación contemplan otros aspectos complementarios a la ética. La mayor parte han sido publicados por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, si bien en esta categoría pueden ser incluidos los Mensajes del Santo Padre en ocasión de la Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales, las Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de comunicación social (1986) de la Congregación para la Educación Católica y la Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe (1992), publicado por la Congregación del mismo nombre. Mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (1967-2012) La importancia de los mensajes anuales del Pontífice con ocasión de la Jornada Mundial de las Comunicaciones consiste en el hecho de que estos conforman una panorámica completa sobre los intereses y planteamientos de la jerarquía eclesiástica en relación a los medios de comunicación. Pablo VI publicó un total de 12 mensajes (1967- 1978), Juan Pablo II, un total de 27 (1979-2005) y, desde mayo de 2006, Benedicto XVI ha difundido ya siete (2006-2012)[46]. Estos mensajes aluden a una gran variedad de materias. Los temas más recurrentes, desarrollados por Pablo VI, eran la supremacía del orden moral, la responsabilidad de los cristianos en la esfera mediática, la contribución de los medios en la comunión y progreso de la humanidad y la misión de los medios de comunicación en la proclamación del mensaje cristiano. Pablo VI defendió también el derecho de la Iglesia a tener una imagen pública apropiada y a poseer sus propios medios de comunicación, con el fin de promover su mensaje. Entre los mensajes de Juan Pablo II, destacan aquellos sobre la defensa de la infancia, de la familia y los ancianos, la promoción de la justicia y la paz entre los pueblos, la cooperación de los medios para la unidad y el progreso de la humanidad, así como la promoción del papel de la mujer en la sociedad. Por otro lado, Juan Pablo II puso mayor atención que sus predecesores en el desarrollo tecnológico de las 16
  • 17. comunicaciones. Hablando de la difusión de la promoción cristiana de la juventud, el Pontífice describía esta «época tecnotrónica» como una «revolución que no solo comporta un cambio en los sistemas y las técnicas de comunicación, sino que afecta a todo el universo cultural, social y espiritual de la persona humana»[47]. Su mensaje de 1990 destaca por su significativo título: El mensaje cristiano en la cultura del ordenador[48]. En el mensaje para la XXVII Jornada Mundial de las Comunicaciones, el Pontífice afrontaba el tema de los instrumentos técnicos como el vídeo y el audiocassette[49] y, en el año 2001, por primera vez nombraba Internet, materia que trataría al año siguiente[50]. Los tres primeros mensajes de Benedicto XVI para las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones se centraron en la reflexión sobre los medios como red para facilitar la comunión y cooperación (2006), en su responsabilidad en la educación de la infancia (2007) y en la búsqueda de la verdad (2008)[51]. Los cuatro últimos (2009-2012), en cambio, se han focalizado en Internet y por ese motivo serán tratados en el parágrafo dedicado a los documentos de la Iglesia sobre Internet. Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social (1986) Las Orientaciones, dirigidas a las conferencias episcopales, los obispos y superiores y profesores de los seminarios, fueron escritas después de que los responsables de la Congregación para la Educación Católica verificaran el retraso en el desarrollo de los programas sobre las comunicaciones sociales en la formación de los seminaristas[52]. Estas Orientaciones establecían tres niveles de prepación mediática: el primero, un nivel básico, para el correcto uso personal de los medios; en segundo lugar, un nivel pastoral para preparar a los candidatos a formar a otros en el uso adecuado de los medios; y, en tercer lugar, un nivel especializado para aquellos que ya habían trabajado en los medios o que lo harían en un futuro. En referencia al nivel básico, el texto decía que «atender al aspecto técnico específico de cada uno de los instrumentos» es «necesario para la indispensable correcta “lectura” y comprensión objetiva de sus comunicaciones»[53]. Sin embargo, especificaba que el fin principal de este nivel de formación básica no era el desarrollo de una preparación técnica, sino dar a los estudiantes «una segura formación doctrinal y ascética»[54]. Las Orientaciones incluían un curso descriptivo sobre las comunicaciones sociales, como perfeccionamiento en la formación de los aspirantes al sacerdocio. El curso reflejaba la naturaleza interdisciplinar de las comunicaciones sociales, ya que reagrupaba las materias en cuatro grandes grupos: a) comunicación humana; b) medios e instrumentos de comunicación e Iglesia; c) pastoral de los medios en general; y c) pastoral de los medios considerados singularmente[55]. 17
  • 18. Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe (1992) Este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe recoge de manera orgánica la legislación de la Iglesia para la supervisión, por parte de los obispos, de los medios en general y, en particular, sobre la publicación de libros. «Recordando las normas canónicas, aclarando las disposiciones, desarrollando y determinando los procedimientos a través de los cuales han de ser aplicadas, la Instrucción se propone, pues, alentar y ayudar a los Pastores en el cumplimiento de su deber»[56]. Aparte de las responsabilidades generales de los obispos, como la instrucción de sus propios fieles o la aprobación de un cierto tipo de publicaciones, el documento recoge también la responsabilidad de los cristianos, de las organizaciones católicas y de los superiores religiosos en el campo editorial. Otros documentos Otros textos sobre aspectos específicos de los medios han sido publicados por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Destacan Pornografía y violencia en los medios de comunicación: una respuesta pastoral (7 de mayo de 1989), Criterios para una cooperación ecuménica e interreligiosa (4 de octubre de 1989) y 100 años de cine (1995-1996)[57]. Pornografía y violencia en los medios de comunicación: una respuesta pastoral comienza con una presentación de las principales causas y efectos del fenómeno de la pornografía y la violencia en la sociedad. Ofrece, además, algunas posibles soluciones que incluye la participación de los mismos profesionales de la comunicación, los padres y educadores, los jóvenes, el público en general, las autoridades públicas, la Iglesia y otros grupos religiosos. El documento sobre el ecumenismo y la cooperación interreligiosa sugiere algunas líneas directivas para la colaboración entre católicos y otros grupos religiosos, ya fueran cristianos o no. La reflexión está fundamentada en los principios establecidos en el Concilio Vaticano II[58]. El documento 100 años de cine (1995-1996) es de carácter más práctico. Incluye materias educativas desarrolladas por diferentes expertos en el campo del cine con el objetivo de animar a los católicos a ser espectadores críticos de las películas[59]. 2.4. Referencias a los mass media en documentos dedicados a otras materias La misión de la Iglesia consiste en comunicar el Evangelio, un mensaje de salvación que concierne a todos los aspectos de la vida individual y social. Por ello, es común encontrar elementos de comunicación en los documentos que se ocupan de otros aspectos de la vida eclesial, como la liturgia, el ecumenismo y la catequesis. 18
  • 19. Documentos del Concilio Vaticano II Además del Decreto Inter Mirifica, se pueden encontrar referencias significativas en importantes documentos del Concilio. Por ejemplo, la constitución pastoral Gaudium et Spes, dedicada a la Iglesia en el mundo actual, recuerda las «oportunidades» para la educación de los jóvenes «derivadas especialmente del crecimiento de la difusión de los libros y de los nuevos instrumentos de comunicación, cultural y social, que pueden favorecer a la cultura universal»[60]. Por otra parte, la Gaudium et Spes ha demostrado ser un paso adelante en la comprensión del concepto de autonomía de las cosas temporales y, por ello, ha abierto nuevas perspectivas en la relación entre la Iglesia y el mundo de la comunicación[61]. Las referencias a los medios de comunicación en los Decretos Ad gentes[62] y Apostolicam actuositatem[63], dedicados, respectivamente, a la actividad misionera de la Iglesia y al apostolado de los laicos, han sido también de gran importancia. Por otra parte, el papel de los obispos y el uso que pueden hacer de los mass media en su labor pastoral se explican en el Decreto Christus Dominus[64]. Directorio Catequístico General (1971) Algunos documentos post-conciliares, como el Directorio Catequístico General de la Congregación para el Clero, incluyen importantes referencias a los mass media. Este documento afirma que «es deber de la catequesis educar a los cristianos a discernir la naturaleza y el valor de aquello que se propone en los medios. Es evidente que esto presupone un conocimiento técnico previo del lenguaje de los mismos»[65]. Los códigos canónicos[66] Tanto el Código de Derecho Canónico (CIC), de 1983, como el Código de Derecho Canónico para las Iglesias Orientales (CCEO), de 1990, incluyen una sección sobre los medios de comunicación social y los libros en particular[67]. Ambos defienden el derecho de la Iglesia a utilizar los medios para la difusión del Evangelio, recuerdan a los fieles cristianos (laicos, sacerdotes y religiosos) su responsabilidad respecto a los mass media[68] y establecen el deber y el derecho de las autoridades eclesiásticas a velar por los aspectos concernientes a la fe y la moral en los medios de comunicación[69]. Sin embargo, solo el CIC destaca la necesidad de usar los mass media para la educación de los fieles[70]. Otros documentos de los Pontífices Otras referencias a los mass media se pueden encontrar en los diversos documentos y declaraciones públicas de los Pontífices, especialmente en la segunda mitad del siglo XX 19
  • 20. y en los primeros años del actual. En su primera Encíclica, Pablo VI defendía el diálogo de la Iglesia con el mundo, teniendo la verdad como fundamento. La difusión de la verdad a través de los medios de comunicación, sostenía el Pontífice, comportará consecuencias positivas para el mundo entero y la Iglesia misma[71]. Pocos años después, el Pontífice, hablando a propósito de la evangelización en el mundo moderno, en su Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, se dirigía especialmente a los mass media: «En nuestro siglo influenciado por los medios de comunicación social, el primer anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento de la fe no pueden prescindir de esos medios, como hemos dicho antes. »Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de extender casi sin límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. Con ellos la Iglesia “pregona sobre los terrados” el mensaje del que es depositaria. En ellos encuentra una versión moderna y eficaz del “púlpito”. Gracias a ellos puede hablar a las masas»[72]. Sin embargo, ha sido Juan Pablo II quien ha dedicado mayor atención a los mass media, también en los documentos que no se refieren directamente a la comunicación[73]. Entre sus escritos es importante destacar: las exhortaciones apostólicas Cathechesis tradendae (1979)[74], Familiaris consortio (1981)[75] y Christefideles laici (1988)[76], la Carta Encíclica Redemptoris missio (1990)[77] y las exhortaciones apostólicas post-sinodales Ecclesia in Africa (1995), Vita consacrata (1996) y Ecclesia in Europa (2003)[78]. Asimismo, el sucesor de Juan Pablo II, Benedicto XVI, desde su elección el 19 de abril de 2005, ha hecho referencia a los medios de comunicación en importantes intervenciones públicas[79]. De todas formas, aparte de los Mensajes de las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales, Benedicto XVI no ha escrito por el momento documentos específicos sobre los medios. 3. EL MAGISTERIO DE LAIGLESIAE INTERNET Considerando la importancia actual de Internet y de las nuevas tecnologías, nos referimos ahora con especial atención al documento La Iglesia e Internet y a los diversos mensajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI que, con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones, estos dos Pontífices han dedicado a la red y a sus implicaciones pastorales. 3.1. La Iglesia e Internet Este documento del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales empieza 20
  • 21. con el reconocimiento de la importancia de los medios en la formación de la cultura moderna. Aunque el mensaje contenido en ellos es en ocasiones contrario a la fe, los medios de comunicación pueden ser a su vez utilizados para proclamar el Evangelio. Citando la Encíclica Redemptoris missio de Juan Pablo II, el documento explica que la Iglesia debe «integrar el mensaje mismo en esta nueva cultura creada por la comunicación moderna»[80]. Publicado en febrero de 2002, La Iglesia e Internet se centra en «las implicaciones que tiene Internet para la religión y especialmente para la Iglesia católica»[81]. Desde un punto de vista religioso, Internet ofrece dos ventajas principales: en primer lugar, da un acceso inmediato a la información religiosa mediante el acceso a bibliotecas, museos, lugares de culto y documentos del Magisterio. En segundo lugar, ayuda a superar las distancias y el aislamiento entre personas de «buena voluntad»[82]. Por último, el documento propone usar Internet como instrumento para la comunicación interna, para promover el diálogo entre los responsables de la Iglesia y sus miembros, y como instrumento en algunos aspectos de gobierno y de la administración eclesiástica. Sin embargo, el documento no especifica usos particulares. La Iglesia e Internet destaca también la importancia de la educación mediática de los católicos, ya sea como usuarios o como profesionales de los medios de comunicación. En referencia a los jóvenes, se afirma, tal instrucción no debe ser meramente técnica, sino sobre todo una ayuda para desenvolverse en el mundo del ciberespacio, con el fin de «hacer juicios maduros, según sólidos criterios morales, sobre lo que encuentran en él» y poder así «usar la nueva tecnología para su desarrollo integral y en beneficio de los demás»[83]. En este sentido, el documento no ignora los problemas que Internet puede presentar para la Iglesia, en particular la presencia de páginas web difamadoras y la confusión creada por sitios web que se definen como católicos, cuando en realidad no lo son. Las medidas propuestas para luchar contra las webs difamadoras consisten en la auto-censura o, en casos extremos, en la intervención de las autoridades públicas. En el caso de una posible confusión de la identidad católica, el documento propone una distinción más clara entre la doctrina católica oficial y las opiniones personales, así como la certificación voluntaria, por parte de los representantes de la Iglesia, de los sitios web católicos con contenidos relativos a materias doctrinales y catequéticas[84]. Por otro lado, el documento recuerda que el ciberespacio no puede sustituir la realidad de los sacramentos y la liturgia, el anuncio personal del Evangelio y la personal interacción dentro de una comunidad de fieles. En este sentido, sostiene que el mundo virtual es un complemento, pero no una sustitución de los elementos esenciales de la fe cristiana[85]. Es significativo destacar cómo la Iglesia alienta a los católicos al uso de Internet de forma creativa, afirmando que «no es aceptable quedarse atrás tímidamente por miedo a la tecnología o por cualquier otra razón, considerando las numerosas posibilidades positivas que ofrece Internet»[86]. La Iglesia se dirige también a los no católicos, animándoles a contribuir a la promoción del uso de Internet en defensa de la 21
  • 22. persona. Este documento, como los precedentes sobre los mass media, ofrece algunas líneas de actuación a los fieles católicos, pero no ofrece soluciones a los problemas específicos. Desde su publicación, muchas de las intervenciones del Magisterio sobre los mass media hacen referencia de una u otra manera a Internet, aunque solo han resumido y expresado de forma diversa los principios precedentes, sin añadir contribuciones novedosas. 3.2. Internet: un nuevo forum para la proclamación del Evangelio (Juan Pablo II) El Mensaje del Santo Padre para la XXXVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (2002) ha contribuido a fundamentar más profundamente la visión general de la Iglesia sobre las comunicaciones sociales y sobre Internet en particular. El Papa Juan Pablo II, para quien la Iglesia debería afrontar este nuevo medio con «realismo y confianza», afirma que «Internet puede ofrecer magníficas oportunidades para la evangelización si se usa con competencia y con una clara conciencia de sus fuerzas y sus debilidades». «Al proporcionar información y suscitar interés, hace posible un encuentro inicial con el mensaje cristiano, especialmente entre los jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo del ciberespacio como una ventana abierta al mundo. Por esta razón, es importante que las comunidades cristianas piensen en medios muy prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a través de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la comunidad cristiana»[87]. Por otra parte, sigue el Papa, Internet puede ser una «excelente ayuda» para «facilitar el tipo de seguimiento que requiere la evangelización», si bien «no puede suplir nunca la profunda experiencia de Dios que solo puede brindar la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia». En este sentido, el Papa considera Internet como «un suplemento y un apoyo únicos para preparar el encuentro con Cristo en la comunidad y sostener a los nuevos creyentes en el camino de fe que comienza entonces»[88]. Por otra parte, como en el documento La Iglesia e Internet, el Papa recuerda que «las relaciones establecidas mediante la electrónica jamás pueden tomar el lugar de los contactos humanos directos, necesarios para una auténtica evangelización»[89]. El Papa advierte, además, de los peligros que se derivan de este nuevo medio, como el hecho de que Internet ofrece una gran cantidad de información «pero no enseña valores», con el riesgo de una posible falta de reflexión en su utilización, de promover un modo de pensar relativista o de fomentar la «evasión de la responsabilidad y del compromiso personales»[90]. A pesar de estas advertencias, el Mensaje mostraba una visión optimista de las posibilidades que ofrece Internet para la evangelización y la promoción del bien común[91]. 3.3. El Magisterio de Benedicto XVI sobre Internet 22
  • 23. Como se ha señalado, Benedicto XVI no ha escrito documentos específicamente dedicados a los medios, pero sus últimos cuatro Mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones se han centrado en Internet y en sus diversas implicaciones humanas y pastorales[92], aunque el último tiene un carácter más amplio. En su mensaje de 2009, Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad, el Papa explica que el fuerte éxito de los nuevos medios se debe a que responden a la necesidad radical de comunicación y amistad de la naturaleza humana. En este ámbito de nuevas relaciones facilitadas por la revolución tecnológica, el Papa invita a mirar a la red con una perspectiva más cualitativa (en cuanto a la calidad de la relación) que cuantitativa (en cuanto a la complejidad técnica de los instrumentos utilizados o del número de personas que se relacionan), con el preciso objetivo de promover una cultura de respeto, diálogo y amistad. Reconociendo a los jóvenes como «nativos digitales», es decir, como personas habituadas desde su infancia al uso de las nuevas tecnologías, se dirige en particular a los jóvenes católicos, invitándoles a dar «testimonio de su fe» y evangelizar así el «continente digital». En el contexto del Año Sacerdotal, celebrado entre junio de 2009 y junio de 2010, el Papa promulgó su mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones, El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra. Según Benedicto XVI, el mundo digital es un vasto campo en que también el sacerdote debe ejercer su ministerio, sobre todo con aquellas personas que no se acercan a la Iglesia o ni siquiera han oído hablar de Cristo. A la vez, el Papa invita a los sacerdotes a superar una visión ingenua de Internet, pues no se trata solo de ocupar ese espacio, sino de estar presente con una conciencia formada y fiel al mensaje del Evangelio. Para ello, afirma, en la base de cualquier presencia sacerdotal en la red, se requiere una sólida formación teológica y pastoral, así como una profunda espiritualidad. Además, el Papa alerta ante el peligro de olvidar las relaciones personales, limitándose al encuentro virtual. Una idea central del mensaje es la de ejercitar una «diaconía de la cultura» en el continente digital. Comparando Internet al «patio de los gentiles» del templo de Jerusalén, el Papa considera Internet como aquel espacio en el que encontrar a las personas que están en búsqueda de la verdad y, así, preparar el camino para que descubran a Cristo. Los mensajes de las dos jornadas sucesivas, Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital (2011) y Silencio y Palabra, camino de evangelización (2012), afrontan los problemas y oportunidades causados por la red de relaciones que han generado los nuevos medios, exponiendo la necesidad de ser coherentemente cristianos y presentar la fe de un modo reflexivo en ese contexto. Además de analizar las oportunidades y los riesgos de las redes sociales se propone una actitud de silencio y de reflexión interior frente a una creciente y desmedida red de relaciones superficiales que podrían empobrecer a las personas. 23
  • 24. * * * En conclusión, los principios constitutivos del Magisterio de la Iglesia relativos al mundo de la comunicación se pueden resumir en cinco[93]: a) El progreso en las comunicaciones es una manifestación de la participación de los hombres en el poder creativo de Dios, y permite con mayor facilidad la unión fraterna y la comunión entre las personas. b) El mundo de las comunicaciones tiene sus normas y métodos propios y, por tanto, goza de una legítima autonomía. c) La comunicación intra-trinitaria es la raíz y el modelo para la comunicación humana, que a su vez está destinada a la comunión. d) La Iglesia tiene el derecho de tener en propiedad medios de comunicación, que son necesarios para la evangelización contemporánea. La evangelización, realizada a través de los medios católicos, requiere fidelidad al Evangelio y formación profesional en las técnicas y en el lenguaje de las comunicaciones modernas. e) La Iglesia, como experta en humanidad, expresa también su preocupación por el uso degenerado de los mass media, como la pornografia, el hedonismo, el relativismo, la falsedad y el sensacionalismo. 4. LAVISIÓN DE LAIGLESIASOBRE LARELACIÓN CON LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: DE UNA VISIÓN INSTRUMENTAL AUNAAPROXIMACIÓN CULTURAL Como conclusión de este primer capítulo se puede afirmar que la comunicación de la Iglesia católica ha evolucionado contemporáneamente a la comprensión de su relación con los medios de comunicación. Este entendimiento parte de una inicial visión instrumental de los medios hasta llegar a una aproximación más cultural y profunda. El principal interés de los documentos de la Iglesia en los decenios anteriores al Concilio Vaticano II era la adaptación del contenido de los mass media a los principios morales, como el respeto a la verdad y la dignidad de los hombres y mujeres. Además de criticar los excesos mediáticos, los documentos elogiaban a los medios por las posibilidades que ofrecían para difundir el mensaje del Evangelio. El Concilio Vaticano II ha ofrecido una nueva comprensión del papel de los medios y las relaciones entre estos y la Iglesia. De una prudente y crítica visión preconciliar de los medios se ha pasado, progresivamente, a una actitud positiva y confiada hacia ellos. Con los años, sin embargo, los diferentes documentos post-conciliares han mostrado un moderado optimismo, sin dejar de hacer una fuerte crítica sobre el uso abusivo de los medios. Sin embargo, el desarrollo teológico del Concilio Vaticano II no ha dejado completamente de lado la visión de los medios como meros instrumentos al servicio del Evangelio. Por ejemplo, el Decreto Inter Mirifica afirma: «Todos los hijos de la Iglesia, 24
  • 25. de común acuerdo, tienen que procurar que los medios de comunicación social, sin ninguna demora y con el máximo empeño, se utilicen eficazmente en las múltiples obras de apostolado, según lo exijan las circunstancias de tiempo y lugar, anticipándose así a las iniciativas perjudiciales, sobre todo en aquellas regiones cuyo progreso moral y religioso exige una atención más diligente»[94]. En numerosos documentos post-conciliares sobre las comunicaciones sociales, permanece esa visión instrumental de los medios, que considera a los mass media esencialmente como una tecnología a emplear en la difusión del Evangelio. Cabe decir que esa visión era comprensible en el período inmediatamente post-conciliar en el que, ante la secularización que acompañaba a los profundos cambios causados por los medios, la Iglesia se sintió obligada a criticar sus efectos negativos y a promover su utilización para el progreso del bien común[95]. En los documentos de la Iglesia sobre los mass media promulgados a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, se ha evolucionado hacia una comprensión más profunda de la realidad del mundo de la comunicación. La instrucción pastoral Aetatis novae se puede considerar el documento sobre la comunicación que ha materializado esa nueva comprensión del papel y la naturaleza de los mass media por parte de la Iglesia y, en consecuencia, ha llevado a una nueva aproximación de ella hacia a los medios. Entre otros aspectos, Aetatis novae establece que «la utilización de los nuevos medios de comunicación ha dado origen a lo que se ha podido llamar “nuevos lenguajes” y ha suscitado posibilidades ulteriores para la misión de la Iglesia así como nuevos problemas pastorales»[96]. El mensaje que sobresale de Aetatis novae es que los mass media y las comunicaciones sociales forman la vida de las personas y la comunidad, de tal modo que es parte de la misión de la Iglesia adaptar su lenguaje, sus actividades y su cultura al nuevo ambiente creado por los medios. Los mass media ya no son considerados como instrumentos independientes, que se usan solo cuando es necesario, sino como agentes que es preciso implicar en la tarea evangelizadora. Los diversos medios de comunicación son «espacios» adecuados para la difusión de la Palabra y, al mismo tiempo, la nueva cultura creada por los medios es un enriquecimiento para la Iglesia. Por ello, la comunicación debe ser integrada en los programas pastorales y en las actividades de la Iglesia, ya que esta no puede permanecer indiferente ante la transformación cultural causada por el mundo de la comunicación. «Las comunicaciones sociales tienen que desempeñar un papel en todos los aspectos de la misión de la Iglesia. Por ello, no hay que contentarse con tener un plan pastoral de comunicaciones, sino que es preciso que las comunicaciones formen parte integrante de todo plan pastoral, ya que ellas tienen una contribución que dar a todo apostolado, ministerio o programa»[97]. De todas formas, la visión instrumental de los medios ha sido poco a poco superada más por el acercamiento práctico de los representantes de la Iglesia que de los documentos o las teorías sobre la relación entre la Iglesia y mass media. En los últimos 25
  • 26. tiempos, han tenido lugar importantes eventos comunicativos para la vida de la Iglesia, como las diversas Jornadas Mundiales de la Juventud, la Ostensión de la Sábana Santa de Turín (1998), el Gran Jubileo del año 2000 o la muerte de Juan Pablo II y la posterior elección de Benedicto XVI (2005). En estos y otros momentos, Juan Pablo II ha jugado un papel clave, no tanto como teórico de las comunicaciones, sino como líder espiritual y pastoral. Precisamente, gracias a su liderazgo espiritual y, al mismo tiempo, a su conocimiento profundo de los medios de comunicación, el Santo Padre ha revalorizado el mensaje sobre los medios de comunicación, superando la visión instrumental que se tenía de ellos[98]. Con su actividad pastoral, Juan Pablo II ha «reinventado» la relación con los medios y ha dado vida a una nueva visión de la relación entre la Iglesia y los medios. Aunque esta nueva visión no estuviera estructuralmente organizada, los numerosos viajes del Papa, los discursos, las canonizaciones, las celebraciones litúrgicas en público y otras actividades contribuyeron en gran medida a su desarrollo. Una de las claves para entender la relación Iglesia-medios se encuentra en la Carta Encíclica de Juan Pablo II Redemptoris missio, sobre la permanente validez del mandato misionero: «El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de las comunicaciones, que unifica la humanidad, creando –​podría decirse​– “Un pueblo global”. Los medios de comunicación social han alcanzado gran importancia, llegando a ser en muchas ocasiones el principal medio informativo y formativo, de guía e inspiración para comportamientos individuales, familiares, sociales. Sobre todo, las nuevas generaciones crecen, en cierta manera, condicionados por los medios. Es posible que este areópago haya estado descuidado: se privilegian generalmente otros instrumentos para el anuncio del Evangelio y para la formación, mientras los mass media se dejan a la iniciativa de particulares o pequeños grupos y entra en la programación pastoral en segundo lugar. El empeño en los medios, además, no es solo el desafío de multiplicar el anuncio: se trata de un hecho más profundo, pues la evangelización de la misma cultura moderna depende en gran parte de su influencia. No es suficiente, por tanto, utilizarlos para difundir el mensaje cristiano y el magisterio de la Iglesia, sino que urge integrar el mensaje mismo en esta “nueva cultura” creada por la comunicación moderna. Es un problema complejo, ya que esta cultura nace, antes incluso que sus contenidos, del hecho mismo que existen nuevos modos de comunicarse con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevas actitudes psicológicas»[99]. El Magisterio de Juan Pablo II ha demostrado que los mass media no solo eran necesarios para la evangelización del mundo, sino que, al mismo tiempo, la reevangelización del mundo contemporáneo necesitaba prestar mayor atención al mundo de la comunicación. De hecho, los medios son el primer ámbito en el cual debe anunciarse el Evangelio[100]. Se puede decir que, actualmente, la Iglesia «cree» en los medios, en su capacidad de transmitir información y en todas las consecuencias de su legítima autonomía: la libertad de expresión, el derecho del público a ser informado, el amor a la verdad, la defensa y la dignidad del diálogo, etc. La Iglesia ha incorporado esta 26
  • 27. visión en su actividad institucional y busca actuar en consecuencia, considerando a los medios de comunicación social como servidores de la verdad, constructores de la sociedad y colaboradores necesarios para la evangelización. En resumen, la Iglesia reconoce la grandeza de los mass media, confía en ellos y, recíprocamente, exige un acercamiento profesional por parte de ellos. Juan Pablo II ha expresado esta idea en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 1999: «En la trayectoria de la búsqueda humana, la Iglesia desea la amistad con estos medios, consciente de que toda forma de cooperación será para bien de todos. Cooperación significa también un mayor entendimiento entre todos. A veces las relaciones entre la Iglesia y los medios pueden deteriorarse por malentendidos mutuos que engendran temor y desconfianza. Es cierto que la cultura de la Iglesia y la cultura de los medios es diferente; de hecho en ciertos puntos existe un fuerte contraste. Pero no existe razón para que las diferencias hagan imposible la amistad y el diálogo. En muchas amistades profundas son precisamente las diferencias las que alientan la creatividad y establecen lazos»[101]. La contribución de Juan Pablo II ha supuesto una comprensión progresiva de la necesidad de entender las leyes de la comunicación global y de la influencia de los medios sobre la cultura contemporánea. La Iglesia debe usar este conocimiento no solo para el mundo de la evangelización, sino también contribuyendo a transformar los medios de comunicación en instrumentos al servicio de la cultura humana, teniendo al centro la dignidad de la persona[102]. La «revolución» de la Redemptoris missio consiste en comprender que la relación entre la Iglesia y los medios es un camino en dos direcciones: de la Iglesia hacia los medios y de la cultura creada por los medios de comunicación hacia la Iglesia. Como eminente teólogo y pastor, Benedicto XVI ha comprendido también el valor de los medios en la cultura actual y en la misma tarea pastoral de la Iglesia[103]. Sin embargo, todavía es pronto para hacer un análisis de su Pontificado en este ámbito. 27
  • 28. 28
  • 29. NOTAS 1 CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 2, AAS 56 (1964) 98. 2 Cfr. Annuario Statistico della Chiesa 2008, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2010, pp. 15 y ss. Presentado el 27 de abril de 2010. 3 Este capítulo solo pretende ofrecer un análisis del Magisterio de la Iglesia sobre la comunicación. Para tener una panorámica general sobre la relación histórica entre la Iglesia y la comunicación, cfr. MARIANO FAZIO, «Iglesia y comunicación: un perfil histórico», en DIEGO CONTRERAS (ED.), Chiesa e comunicazione: metodi, valori, professionalità, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1998, pp. 45-64; y también DARIUSZ GRONOWSKI, L’impatto dei media sulla Chiesa secondo Marshall McLuhan, Edizioni Università della Santa Croce, Roma 2003 (especialmente el cap. 2: «Analisi diacronica dell’impatto dei media sulla Chiesa», pp. 75-142). 4 Sus cuatro libros sobre la Doctrina Cristiana (los tres primeros libros escritos en el 397 y el cuarto añadido en el 426) son un compendio de teología exegética para guiar al lector en la comprensión e interpretación de las Sagradas Escrituras, según la analogía de la fe. Cfr. AURELIUS AUGUSTINUS, De Doctrina Christiana, lat., ed.: J. P. MIGNE, Patrologia Latina, Parisiis (1844-1855, 1862-1865), vol. 034: cols. 0015–0122. 5 Un elenco de los documentos del Magisterio que se refieren a la comunicación se puede encontrar en los anexos de este manual. Es importante destacar que no todos los documentos tienen la misma autoridad. Una útil descripción de los diferentes tipos de documentos papales y de la Curia se puede leer en FRANCIS G. MORRISEY, Papal and Curial Pronouncements: Their Canonical Significance in Light of the Code of Canon Law (2ª ed., revisada y actualizada por Michel Thériault), Saint Paul University, Otawa 1995. 6 La Legión para la Decencia (Legion of Decency) fue creada en los Estados Unidos en los años 30 como movimiento católico promovido por los obispos americanos para combatir las películas inmorales. La Legión creó un sistema de valoración para los espectadores católicos y el público en general. Esta iniciativa, que contaba con el apoyo de los movimientos protestantes y judíos, dejó de existir en los años 70. 7 PÍO XI, Carta Encíclica Vigilanti cura (VC), 29.06.1936, AAS 28 (1936), p. 251. 8 Ibídem, p. 256. Para una presentación específica sobre los documentos de la Iglesia sobre el cine, cfr. DARIO EDOARDO VIGANÓ, Cinema e Chiesa. I documenti del Magistero, Effatà Editrice, Cantalupa (To) 2002. 9 Pío XII escribió más de 60 discursos y documentos sobre diversos aspectos de los mass media durante su Pontificado (1939-1958). Dos de los documentos más significativos fueron sus discursos a los representantes del mundo del cine en 1955, 29
  • 30. donde el Papa delineaba las características de la «película ideal». 10 Cfr. PÍO XII, Encíclica Miranda prorsus (MP), 08.09.1957, AAS 49 (1957), p. 765. 11 Ibídem, p. 777. 12 Ibídem, p. 773. 4.12.1963, n. 3, AAS 56 (1964), p. 146. 13 CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre los Medios de Comunicación Social Inter Mirifica (IM), 4.12.1963, n. 3, AAS 56 (1964), p. 146. 14 PÍO XI, Encíclica Divini Illius Magistri, n. 76, 31.12.1929, AAS 32 (1930), p. 82. 15 VC, p. 255. 16 MP, p. 765. 17 JUAN XXIII, Carta Apostólica Motu Proprio Boni Pastoris, 22.02.1959, AAS 51 (1959), p. 184. 18 IM, n. 3, p. 146. 19 Ibídem. 20 Ibídem, n. 6, p. 147. 21 Ibídem, n. 21, p. 152. 22 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en TOMMASO STENICO (ED.), Il Concilio Vaticano II: carisma e profezia, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, p. 78. 23 PONTIFICIA COMISIÓN PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Instrucción Pastoral Communio et Progressio (CP), 23.05.1971, n. 1, AAS 63 (1971), pp. 593-594. 24 Cfr. Ibídem, n. 2, pp. 593-594. 25 Ibídem, n. 22, p. 603. 26 Cfr. Ibídem, nn. 48-53, pp. 611-613. 27 FRANZ-JOSEF EILERS Y ROBERTO GIANNATELLI (EDS.), Chiesa e comunicazione sociale. I documenti fondamentali, Editrice Elle Di Ci, Leumann, Torino 1996, p. 74. 28 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Instrucción Pastoral Aetatis novae (AN) sobre las Comunicaciones Sociales en el 20º aniversario de Communio et Progressio, 22.02.1992, n. 1, AAS 84 (1992), p. 447. 29 Ibídem, n. 4, p. 450. Las palabras de la Aetatis novae no significan que la comunicación reinventa la Iglesia o que la Iglesia necesita redefinirse a sí misma; por el contrario, reconocen que cada medio de comunicación influye en el mensaje de la Iglesia. Por ello, esta necesita reflexionar sobre qué tipo de mensaje debe transmitir y de qué 30
  • 31. manera debe hacerlo. 30 Por ejemplo, en AN, n. 8, p. 454: «Es necesario que la Iglesia se preocupe activamente de los medios profanos y, en particular, de la elaboración de la política que les afecta. Los cristianos tienen el deber de hacer oír su voz en los medios. Su deber no se limita a transmitir noticias de la Iglesia». 31 Cfr. AN, n. 10, pp. 454-455. 32 Ibídem, nn. 24-33, pp. 463-468 («Directrices para la elaboración de planes pastorales de medios de comunicación social en una diócesis, Conferencia Episcopal o Sínodo patriarcal»). 33 Cfr. también CP, nn. 162-180, pp. 648-653, que presenta algunas propuestas genéricas acerca del plan de la comunicación de la Iglesia. 34 JUAN PABLO II, Carta Apostólica El rápido desarrollo a los responsables de las comunicaciones, De celeri progressione mediorum communicationis socialis, 24.01.2005, n. 4, AAS 57 (2005), p. 266. 35 Ibídem, n. 8, p. 269. 36 Ibídem, n. 11, pp. 271-272. 37 PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en las comunicaciones sociales, 4.06.2000, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2000, n. 5. 38 Ibídem, n. 28. 39 Ibídem, n. 4. 40 Ibídem, n. 33. Cfr. también n. 21. 41 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en la publicidad, 22.02.1997, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, nn. 18-23. 42 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en Internet, 22.02.2002, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2002, n. 3. 43 Ibídem, n. 15. Cfr. también nn. 3-5, 11, 13-14 y 17. 44 Ibídem, n. 6. 45 Ibídem, n. 11. 46 Juan Pablo I, sucesor de Pablo VI, no escribió ningún Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, ya que su Pontificado no duró más de 33 días: desde el 26 de agosto al 28 de septiembre de 1978. 47 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XIX Jornada Mundial de las 31
  • 32. Comunicaciones Sociales (JMCS). Las Comunicaciones Sociales para la Promoción Cristiana de la Juventud», 26.04.1985, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. VIII, 1 (1985), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1985, p. 1117. En este Mensaje, la palabra «ordenador» fue usada por primera vez en los mensajes del Papa para la JMCS. 48 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XXIV JMCS. El mensaje cristiano en la cultura del ordenador», 24.01.1990, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XIII, 1 (1990), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1990, p. 160. 49 Cfr. JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XXVII JMCS. Videocassette y Audiocassette en la Formación de la Cultura de la Conciencia», 24.01.1993, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XVI, 1 (1993), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1993, pp. 169-172. 50 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para la XXXVI JMCS. Internet, un nuevo foro para proclamar el Evangelio», 12.05.2002, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XXV, 1 (2002), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2002, pp. 91-95. El contenido de este mensaje se desarrollará más adelante en este capítulo. 51 BENEDICTO XVI, «Mensaje del Santo Padre para la XL JMCS. Los medios: una red para la comunicación, la comunión y la cooperación», 24.01.2006, en AAS 98 (2006), pp. 139-141; «Mensaje del Santo Padre para la XLI JMCS. La infancia y los medios: un desafío para la Educación», 24.01.2007, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. III, 1 (2007), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2007, pp. 99-102; y «Mensaje del Santo Padre para la XLII JMCS. Los medios de comunicación social: entre protagonismo y servicio. Buscar la verdad para compartirla», 4.05.2008, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. IV, 1 (2008), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2008, pp. 132- 136. 52 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social, 19.03.1986, en Seminarium, Año XXVI, Octubre-diciembre 1986, pp. 717-718 («Presentación»). 53 Ibídem, n. 16, p. 730. 54 Ibídem, n. 14, p. 728. 55 Cfr. Ibídem, Apéndice II, pp. 766-772. 56 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe, 30.03.1992. Cfr. «Introducción» en Comunicación, Vol. XXIV, n. 1 (1992). 57 Otro documento publicado por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones 32
  • 33. Sociales sobre los aspectos específicos de los medios es La Iglesia e Internet (2002). Este documento, publicado junto con Ética en Internet, se explica más adelante. 58 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio, 21.10.1964, AAS 57 (1965), pp. 90-112, y Declaración sobre las relaciones entre la Iglesia y las religiones no cristianas Nostra aetate, 29.10.1965, AAS 58 (1966), pp. 740- 744. 59 Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, 100 años de cine, en www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/pccs/documents. Documento elaborado en el bienio 1995-1996. 60 CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo Gaudium et Spes, 7.12.1965, n. 61, AAS 58 (1966), p. 1082. 61 Cfr. Ibídem, n. 36, pp. 1053-1054. 62 Cfr., por ejemplo, CONCILIO VATICANO II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, nn. 19, 26, 31 y 36, AAS 58 (1966), pp. 969-984. 63 Cfr., por ejemplo, CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem, 18.11.1965, n. 10, AAS 58 (1966), pp. 846-847. 64 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre la misión pastoral de los obispos en la Iglesia Christus Dominus, 28.10.1965, n. 13, AAS 58 (1966), p. 679. 65 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio Catequístico General, 11.04.1971, n. 123, AAS 64 (1972), p. 168. 66 Codex Iuris Canonici (CIC), 25.01.1983, AAS 75, Pars II (1983), pp. 1-317; Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium (CCEO), 18.10.1990, AAS 82 (1990), pp. 1030-1363. 67 Cfr. CIC, Libro III («La función de enseñar de la Iglesia»), Titulo IV (Los instrumentos de comunicación social y especialmente los libros), cc. 822-832, y CCEO, Título XV (El Magisterio Eclesiástico), Capítulo IV (Los instrumentos de la comunicación social y especialmente los libros), cc. 651-666. Otras referencias a los mass media pueden encontrarse en otros cánones: cfr. CIC, c. 828; y CCEO, c. 666. 68 Cfr., CIC, cc. 747, 761 y 822; CCEO, c. 651. 69 Cfr. CIC, c. 823; CCEO, cc. 652-653. En este sentido, el CIC recuerda que la difusión de la predicación y la educación católica a través de los medios está sujeta a la autoridad episcopal (cc. 772 y 804). 70 Cfr. CIC, cc. 779 y 1063. 71 Cfr. PABLO VI, Carta Encíclica Ecclesiam suam, 06.08.1964, particularmente nn. 58-118, AAS 56 (1964), pp. 609-659. 33
  • 34. 72 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, 8.12.1975, n. 45, AAS 68 (1975), p. 35. 73 Aparte de su interés personal por el mundo de las comunicaciones sociales, la longevidad de su Pontificado es uno de los motivos de esta gran atención (el tercero más largo de la historia después de san Pedro y Pío IX): Juan Pablo II fue elegido el 16 de octubre de 1978 y murió el 2 de abril de 2005. 74 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica sobre la catequesis en nuestros días Catechesi tradendae, 16.10.1979, n. 46, AAS 71 (1979), p. 1314. 75 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica acerca el papel de la familia cristiana en los tiempos modernos Familiaris consortio, 22.11.1981, n. 76, AAS 74 (1982), pp. 173-175. 76 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica sobre la vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo Christifideles laici, 30.12.1988, n. 44, AAS 81 (1989), pp. 478-481. 77 Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del envío misionero de la Iglesia Redemptoris missio (RM), 7.12.1990, n. 37, AAS 83 (1991), pp. 285-286. 78 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Africa, 14.09.1995, nn. 52, 71 y 122-126, AAS 88 (1995), pp. 5-82; Exhortación Apostólica post-sinodal Vita consacrata, 25.03.1996, n. 99, AAS 88 (1996), pp. 475-476; Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa, 28.06.2003, n. 63, AAS 95 (2003), pp. 687-688. Estas tres exhortaciones fueron escritas después de los sínodos de Obispos dedicados, respectivamente, a África, a la vida religiosa y a Europa. 79 Particularmente significativa fue la audiencia que el Papa Benedicto XVI concedió a los profesionales de los medios el 23 de abril de 2005 para agradecerles su trabajo en el período comprendido entre la muerte de Juan Pablo II y su elección: BENEDICTO XVI, «Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los representantes de las Comunicaciones Sociales», 23.04.2005, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. I (2005), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2005, pp. 17-19. 80 PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, La Iglesia e Internet, 22.02.2002, n. 4. Integrar el mensaje cristiano en la nueva cultura no significa comprometer la legítima autonomía de los mass media. Al contrario, enriquece su visión del mundo con valores trascendentes que forman parte de la existencia humana. 81 Ibídem, n. 2. 82 Ibídem, n. 5. 83 Ibídem, n. 7. 34
  • 35. 84 Cfr. Ibídem, n. 8. 85 Cfr. Ibídem, n. 5. 86 Ibídem, n. 10. 87 JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre para la XXXVI JMCS (2002), n. 3, p. 92. 88 Ibídem, pp. 92-93. 89 Ibídem, n. 5, p. 94. 90 Ibídem, n. 4, p. 93. 91 Cfr. JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre para la XXXVI JMCS (2002), n. 5, p. 94. 92 Los tres mensajes son: Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad, 24.05.2009, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. V, 1 (2009), pp. 123-127; El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra, 24.01.2010, en AAS 102 (2010), pp. 114-117; Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital, 24.01.2011; y Silencio y Palabra, camino de evangelización, 24.01.2012. 93 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en op. cit., pp. 84-85. 94 IM, n. 13, AAS 56 (1964), p. 149. 95 En este sentido, Gronoswki comparte la opinión de McLuhan de que, a excepción de escasas referencias en la Aetatis novae (nn. 1 y 4), los documentos oficiales de la Iglesia relativos a los mass media parten de una apreciación moral centrada casi exclusivamente en sus contenidos. Cfr. DARIUSZ GRONOWSKI, op. cit., p. 203. 96 AN, n. 2, AAS 84 (1992), p. 448. 97 Ibídem, n. 17, AAS 84 (1992) , p. 459. 98 Por ejemplo, Juan Pablo II no escondió jamás su desgaste y sus limitaciones físicas a los mass media. Estos problemas de salud, que fueron progresivamente más evidentes en los últimos años, dieron una fuerza mayor a su mensaje. Sobre este argumento en particular cfr. el capítulo de González Gaitano en este mismo libro. 99 RM, n. 37, AAS 83 (1991), pp. 285-286. La misma idea se repite en AN, n. 11, AAS 84 (1992), pp. 455-456. Es importante este texto y por ello ha sido explicado y citado, desde diferentes perspectivas, en otro capítulo del libro. 100 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en op. cit., p. 80. 101 JUAN PABLO II, «Mensaje del Santo Padre para el XXXIII JMCS. Mass media: presencia amiga al lado de quien está a la búsqueda del Padre», 24.01.1999, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XXII, 1, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del 35
  • 36. Vaticano 1999, n. 3, pp. 282-283. 102 Cfr. MARIANO FAZIO, «Inter Mirifica», en op. cit., p. 82. Cfr. también MARIANO FAZIO, Historia de las ideas contemporáneas, Apollinare Studi, Roma 2001. 103 Es significativa la mención de la necesidad de «prestar más atención» a Internet en la carta que el Papa escribió con motivo de las polémicas en torno a la remisión de la excomunión de un grupo de obispos lefebvrianos. Cfr. BENEDICTO XVI, «Carta de su Santidad Benedicto XVI a los obispos de la Iglesia católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre», 10.03.2009, en Insegnamenti di Benedetto XVI, Vol. V, 1 (2009), Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2009, pp. 356-362. 36
  • 37. 2. LA COMUNICACIÓN A LOS OJOS DE UN TEÓLOGO DARIUSZ GRONOWSKI Y JOSÉ MARÍA LA PORTE INTRODUCCIÓN El Verbo divino, el hijo de Dios hecho hombre, marca el momento en el que Dios se revela plenamente y entra en la historia humana[1]. Jesús, Hijo del Padre, viene al mundo para obrar la redención y hacer que se cumpla la Revelación de Dios. Desde el momento en el que la Palabra divina, el Verbo de Dios se hace carne y entra en la historia humana, la reflexión sobre la fe se desarrolla en torno a tres elementos fundamentales: 1) la palabra de Dios, puesta por escrito en los Evangelios inspirados; 2) la tradición apostólica y el modo en que los primeros cristianos han escuchado y vivido la fe; 3) la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia como depositaria e intérprete de la Revelación[2]. En los siglos XIX y XX, el desarrollo extraordinario de los medios de comunicación ha influido profundamente en el contexto social y cultural donde la Iglesia realiza su misión. Por un lado, los medios han creado nuevos hábitos y costumbres en el uso del tiempo y en el desarrollo de nuevas modalidades y procedimientos de trabajo, ya que a través de ellos es posible llegar a millones de personas al mismo tiempo; por otro lado, se han convertido en instrumentos esenciales de conocimiento, que median entre la realidad y las personas. Cristianizar la sociedad de hoy significa cristianizar los medios de comunicación, porque se han convertido en un elemento esencial que forma la cultura y al mismo tiempo difunde modelos y comportamientos relativistas y cerrados a la trascendencia. La dimensión relacional del hombre y de la sociedad ha estado siempre presente en la historia: la comunicación no es una novedad ni para la humanidad ni para la Iglesia, pues desde los inicios ha comunicado su mensaje utilizando los medios que tenía a su disposición. En el último siglo han cambiado radicalmente dos aspectos: por un lado, los medios de comunicación, que se han desarrollado hasta límites insospechados en muy poco tiempo; por otro, nuestra toma de conciencia sobre la importancia de la comunicación y de su papel en los cambios culturales a los que asistimos. En los últimos años, se ha tratado de profundizar en la relación entre la Iglesia y los medios y se han desarrollado enfoques muy diversos que a veces se superponen entre sí, porque no tienen límites muy definidos. En el curso de la historia, con los estudios progresivos que examinaban y analizaban la Revelación, se han desarrollado también las diversas disciplinas teológicas. En un principio estaban muy relacionadas con el 37
  • 38. nacimiento y desarrollo de las universidades, en la época medieval; más tarde, con el nacimiento e impulso de los seminario surgieron diversas iniciativas para estudiar y difundir la teología después del Concilio de Trento. En los siglos posteriores, los ámbitos teológicos de estudio prosiguieron su curso y continuaron desarrollándose al paso de los adelantos científicos, especialmente en los siglos XIX y XX. En este contexto, diversos autores han propuesto métodos para desarrollar una Teología y una Pastoral de la comunicación, o han estudiado la dimensión comunicativa dentro de otras disciplinas teológicas[3]. Este capítulo tiene como fin ofrecer una sintética y breve introducción conceptual, describir el mapa de los elementos que entran en juego cuando se habla de fe y comunicación, y tratar de exponer la posible relación existente entre ellos. Un primer punto importante que puede servir como punto de partida es la dimensión relacional del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, que implica la necesidad de comunicar: el hombre comunica necesariamente porque es un ser social por naturaleza. No puede no comunicar. Esto vale también para un teólogo. Un teólogo de nuestros días debe dirigir su mirada al mundo de la comunicación[4]. Ya a mediados del siglo XX, cuando el desarrollo de los medios comenzaba a ser una realidad, Schmaus, en su célebre obra Teología Dogmática, se preguntaba si era posible aceptar la diferencia que algunos autores hacían entre dogmática y predicación, y concluía que, en realidad, no era posible porque la Revelación era comunicación de Dios al hombre[5]. Hay que añadir que el hombre ha conseguido multiplicar su dimensión comunicativa a través de la creación y el desarrollo de los medios de comunicación en general, gracias al don de la inteligencia que Dios le ha dado. Los medios de comunicación, al mismo tiempo, han enriquecido la capacidad del hombre de relacionarse con sus iguales. Pertenecen al ámbito de las realidades terrenas y, por lo tanto, tienen una autonomía propia, querida por Dios y desarrollada a través de la libertad de acción que tiene cada ser humano. 1. ¿POR QUÉ HABLAR DE COMUNICACIÓN? En el mundo actual se ha difundido la convicción de la importancia de la comunicación para la Iglesia y de la necesidad de dar un espacio al estudio de las ciencias de la comunicación. Pero ¿por qué hacerlo? Entre las diversas posibles motivaciones, se pueden enunciar al menos las siguientes: 1) Una de las aportaciones más importantes que las ciencias de la comunicación ofrecen a la Iglesia es la de un apoyo en la comprensión de la cultura contemporánea y de la nueva situación de la Iglesia dentro de esta cultura. Ciertamente, no es posible explicar cada realidad a la luz de la teoría de la comunicación, pero, sin duda, la cultura actual no se puede comprender sin el análisis del impacto de los medios en ella. Vivimos en la era de la comunicación. 38
  • 39. El impacto cultural de los medios no es solamente el de su contenido. Como afirma Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris missio: «Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por estos medios. (…). Es un problema complejo, ya que esta cultura nace, aun antes que de los contenidos, del hecho mismo de que existen nuevos modos de comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos psicológicos»[6]. De hecho, el desarrollo permanente de las modalidades comunicativas influye en la transformación de la cultura. Además, la velocidad del cambio aumenta. No es posible ignorar los acontecimientos mediáticos de los siglos XX y XXI, y querer volver con los mismos esquemas mentales a momentos de esplendor cultural del pasado, donde la fe cristiana impregnaba toda la sociedad occidental: el desafío es construir una nueva cultura cristiana de una forma diferente. Debemos leer los signos de los tiempos con atención e incorporar el estudio de los medios y de su impacto cultural como elementos para el desarrollo de un pensamiento cultural cristiano. 2) En segundo lugar, el estudio de la comunicación ayuda a desarrollar la misión de evangelizar, permite multiplicar la difusión del mensaje de fe. El problema va más allá del «cómo usar» los medios de comunicación para la divulgación del Evangelio, porque la actitud de fondo es la que permite articular la comunicación y establecer principios que van más allá de las épocas históricas y los medios disponibles. Sin ninguna duda, los santos a lo largo de la historia han sabido comunicar para evangelizar y ahora corresponde a los cristianos del siglo XXI pensar en las formas más adecuadas para evangelizar en nuestro contexto mediático. 3) La Iglesia tiene una presencia social que se manifiesta también a través de la comunicación: la Iglesia como institución, sus representantes, su mensaje, sus fieles, están presentes en las noticias, en los contenidos que los medios proponen, y son a veces el objeto mismo de las noticias. Este mecanismo relaciona algunos aspectos de la fe con los destinatarios de la información y desarrolla en ellos, de forma indirecta pero real y eficaz, actitudes y comportamientos concretos hacia lo trascendente, hacia la Iglesia católica, hacia la figura del Papa o de Jesús y hacia la fe. Para entender la profundidad de este hecho necesitamos de las ciencias de la comunicación. La distinción que hemos realizado entre los puntos 2 y 3, en realidad, quiere subrayar el hecho de que la conexión entre la comunicación y la evangelización no se realiza solamente cuando se evangeliza desde los medios institucionales, de modo directo, sino también con la presencia indirecta en otros medios. 4) En un mundo donde hay tantas instituciones con gran proyección social y religiones que tienen un espacio en el ámbito público, se convierte en un reto estudiar la comunicación de la Iglesia en cuanto institución, sea hacia el exterior o hacia el interior. Gracias a los nuevos medios, se han agrandado los espacios de diálogo en la 39
  • 40. esfera pública, y es posible desarrollar modalidades originales para comunicar institucionalmente la Iglesia, ad intra y ad extra, con mayor eficacia, teniendo en cuenta sus particularidades. 5) La educación es otra área en la cual actualmente se muestra indispensable la ayuda de las ciencias de la comunicación. Los medios juegan un papel crucial en la socialización de las nuevas generaciones. Bajo algunos aspectos, los medios se han convertido en «maestros», en los principales puntos de referencia para la toma de conciencia y la apertura de los adolescentes a la sociedad. La familia y la escuela, aun siendo imprescindibles, han visto crecer el espacio de influencia educativa de los medios hasta poner en discusión la autoridad moral de los padres y profesores o los valores que estos desean transmitir[7]. Ahora bien, está claro que es muy difícil proteger a los jóvenes del impacto de los medios, de las informaciones e imágenes que habríamos preferido esconder a sus ojos. En esta situación, la única solución razonable que queda es la de darles, a través de una educación bien pensada, una clave interpretativa que les ayude a no perderse en el relativismo moderno y a saber elegir el bien. Parece importante encontrar soluciones para que los padres y los profesores recuperen un rol decisivo, no en contraposición a los medios, sino teniendo en cuenta los cambios culturales que se han producido. Es necesario crear nuevas estrategias para la educación y estudiar el rol de los diferentes medios en la socialización, de su impacto sobre los jóvenes y sobre el ambiente en el que viven. Además del área educativa en general, está también la de la educación especializada. Ciertamente, el estudio específico de la comunicación es necesario para las personas que deberán ocuparse de ella profesionalmente, de acuerdo a los encargos específicos, eclesiales o no, que se llevan a cabo en diversos radios de acción. Hay cristianos, laicos, religiosos y sacerdotes, que trabajan como dirigentes de los medios de comunicación, portavoces, periodistas, etc. Cada uno de ellos necesita una educación adecuada a las propias circunstancias profesionales. Una cierta educación mediática también es necesaria para los sacerdotes. Recibiendo de la Iglesia una responsabilidad pastoral, en particular como guías de las parroquias, los sacerdotes deben saber moverse en la cultura moderna, marcada por la presencia de los medios y del flujo veloz de información. No necesitan ser profesionales de la comunicación, pero sí atentos observadores que entienden lo que sucede alrededor y saben guiar a su rebaño hacia pastos ricos de formación, es decir, personas que ayudan a los fieles a vivir la fe en el mundo de la comunicación. Será también útil para los sacerdotes la enseñanza de algunas técnicas y métodos de trabajo, por ejemplo, para imprimir bien el boletín parroquial o disponer de una atractiva página web[8]. 6) Los cristianos que trabajan en los medios deben profundizar en la unión entre la propia fe y la profesión, porque, solamente si se entiende la enorme libertad y la 40
  • 41. apertura que impulsa nuestra fe, se conseguirá armonizar perfectamente la autonomía profesional con la vida cristiana. Esto les llevará a realizar mejor el propio trabajo, evitando confundir las opiniones legítimas, que se dejan a la libre discusión de los hombres, con las verdades de la fe. 7) Por último, hablar de comunicación en la era de la globalización implica redescubrir la responsabilidad de cada cristiano como parte de la Iglesia y como testimonio de Cristo. Cada cristiano debe vivir la fe en las diferentes esferas de su existencia, también en la «mediática». Corresponde a cada uno desarrollar una capacidad para iluminar, con la propia fe, las relaciones mediáticas de su esfera social, pequeña o grande: por ejemplo, puede ayudar a configurar los contenidos de los programas de televisión comunicando a los dirigentes responsables sus preferencias y opiniones o influir en el debate público a través de una página web. 2. ¿TEOLOGÍAYCOMUNICACIÓN O TEOLOGÍADE LACOMUNICACIÓN? Después de haber sintetizado algunas ideas sobre el contexto moderno y sobre el interés que la comunicación tiene para la Iglesia, parece oportuno tratar de delimitar los posibles campos de estudio, las disciplinas que se ocupan del argumento y la metodología. La relación entre teología y comunicación es compleja. Distintos autores se han plateado estudiar si existe –​y, en tal caso, con qué características​– una teología de la comunicación. De hecho, el encuentro entre las ciencias que estudian la comunicación y la teología podría realizarse a través de lo que muchos han llamado «Teología de la comunicación», aunque no todos están de acuerdo sobre el objeto de estudio y la metodología de esta ciencia[9]. Algunos autores prefieren hablar de «Teología y comunicación» o de aspectos comunicativos relevantes dentro de disciplinas teológicas ya existentes. Dentro de una posible Teología de la comunicación se han desarrollado diversos conceptos que serán expuestos en esta parte del libro, pero como punto de partida es importante subrayar que no pensamos que se deba tratar solamente como una «teología de algo». La comunicación no es un elemento cualquiera, un objeto de estudio fácil de delimitar, sino uno de los elementos que constituyen al ser humano y su especificidad ontológica. El hombre madura y desarrolla la propia personalidad comunicando, dialogando, relacionándose con los otros y con el mundo. Se puede incluso decir que: vivir es comunicar. Vivir la plenitud de la vida es posible gracias a la comunicación con Dios y con los hermanos en la fe. El cristianismo, por lo tanto, es también comunicación. Anunciar, testimoniar, predicar, celebrar, compartir es comunicación. ¿Qué se puede entender por Teología de la comunicación? El objeto de la teología en general es el estudio de la Revelación divina. Con el progreso de la teología se han creado materias nuevas que se ocupan específicamente de 41