2. Había una mujer que
padecía flujo de sangre
desde hacía muchos años.
Oyó hablar de Jesús y,
acercándose por detrás, le
tocó el manto, pensando
que con solo tocarle el
vestido sanaría…
Llegaron a casa del jefe
de la sinagoga y encontró
el alboroto de los que
lloraban a gritos. Jesús
entró y dijo: ¿Qué
estrépito y qué llantos
son esos? La niña no está
muerta, sino dormida…
Marcos 5, 21-43.
3. Jesús inicia su tarea misionera recorriendo las aldeas de su
Galilea natal. Muchas gentes se le acercan, incluso
personajes influyentes, atraídos por su predicación y su
fama sanadora. En esta ocasión Jairo, jefe de la sinagoga, le
suplica que cure a su hija enferma de muerte.
4. En el camino a casa de Jairo se encuentra con una mujer
aquejada de flujo de sangre desde hace mucho tiempo.
Asustada, no osa acercarse, pero está convencida que
con tan solo tocar su manto podrá curarse.
5. Y así sucede. La luz divina del corazón de Jesús sella el flujo
de sangre. Compadecido, descubre a la mujer que se le
acerca tímidamente y la mira con ternura. Ella confiesa lo
que ha hecho y las palabras de Jesús la llenan de coraje y
de paz: Tu fe te ha curado.
6. Tocar a Dios salva. Jesús puede afrontar cualquier
enfermedad y sufrimiento, física o emocional. Hasta el
deterioro más grande puede sanar si nos abrimos a su
potencia amorosa. La fe en Jesús puede llenar nuestra
vida de confianza y de salud, de plenitud y de sentido.
7. Cuando llegan a casa de Jairo, todo son lloros y lamentos.
Jesús afirma que la niña no está muerta, y pide silencio. Entra
con sus discípulos más cercanos, los que le acompañaron al
monte Tabor, y tranquiliza al padre: No temas.
8. No temáis, nos dice Jesús hoy. Dar vida es la misión de
la Iglesia. No se limita a anunciar el Reino de los Cielos,
sino que pone todos los medios al servicio de la persona
para que este sea una realidad en el mundo. Jesús
genera vida donde no la hay: la fe puede despertar los
talentos dormidos que hay en nosotros.
9. Tal vez nuestro interior, como la hija de Jairo, duerme.
Nuestra alma está débil y enferma porque no recibimos
suficiente alimento espiritual, o porque no dejamos que
Dios entre de lleno en nuestro corazón. Jesús solo nos pide:
tened fe en mí.
10. Jesús echa a los
alborotadores: para
invocar a Dios son
necesarios el silencio,
la serenidad y la fe.
Entonces toma de la
mano a la niña y le
ordena: ¡Levántate!
La niña se alza y Jesús
la devuelve a sus
padres,
recomendándoles
que le den alimento.
11. Cuando Jesús dice a Jairo
que den comida a la niña
está evocando la eucaristía.
Una vez nos sentimos vivos
de nuevo, necesitamos
tomar el pan eucarístico
para conservar la vida
eterna que solo Dios puede
otorgar. Una vida que va
más allá de la muerte
porque nuestro Dios es un
Dios de vivos y no de
muertos…
12. Dios nos quiere sanos. Nos quiere vivos. Nos despierta,
nos cura y nos alimenta porque desea que
permanezcamos siempre vivos y gozosos, creciendo en
su regazo de Padre.