BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
3 Domingo Ordinario - A
1. PESCADORES DE HOMBRES
3R DOMINGO ORDINARIO – CICLO A
Convertíos porque se acerca el reino de Dios, predicaba Juan Bautista. Jesús
retomó su predicación diciendo casi lo mismo: Convertíos, porque el reino
de Dios está cerca. Pero Jesús ya no habla de un futuro. Esa cercanía es
presencia inmediata, es proximidad, es vida entre los hombres. Podríamos
decirlo, en palabras actuales: Cambiad de vida porque… ¡Dios está aquí! Dios
está entre nosotros. Sabiéndolo, ¡nuestra vida no puede seguir siendo igual!
Isaías habla de una tierra en tinieblas, olvidada y castigada por los
conquistadores de la historia. También nosotros a veces somos tierra
devastada: nos sentimos herederos de un pasado penoso, golpeados por
las circunstancias y a veces desamparados y muy solos. Pero Dios no se
olvida de esa tierra marginada; tampoco se olvida de nosotros. La gran luz
que surge para iluminarla es Jesús: él mismo, que viene a cambiarlo todo. Y
viene justamente a quienes más abandonados se sienten. Solo basta con
que nos abramos a recibir esa luz.
¿Querremos abrir las puertas del alma y recibir a este invitado que viene, con
su fuego, a dar calor a nuestra existencia? ¿Nos atreveremos a dejarnos
amar por Dios? Todos queremos luz, pero a veces nos da vértigo aceptar
tanto amor. ¿Por qué? Por orgullo, por miedo, porque no queremos
comprometernos a responder... Dios nos rescata. Está siempre ahí
tendiéndonos la mano. El mundo es una riada desbordada, que nos arrastra
y amenaza con ahogarnos. Él es el primer pescador de hombres que, en su
barca, navega por las aguas turbulentas para salvarnos. ¿Nos dejaremos
rescatar? Quizás este sea el primer gran cambio al que nos invita a Jesús.
No tengamos miedo, abrámonos a su palabra. Porque, una vez Dios entra
en nuestra vida, ¡todo lo renueva!
Y ¿qué ocurre con las personas que hemos sido rescatadas? Jesús dirá
nuestro nombre y nos invitará: Venid conmigo y os haré rescatadores. Venid
los que ya habéis sido salvados, y me ayudaréis a salvar a otros. Si fuéramos
náufragos rescatados del mar embravecido, una vez repuestos y
fortalecidos, ¿no sería una respuesta natural y generosa ayudar a salvar a
otros? Los discípulos responden de inmediato. Dejan las redes —su trabajo,
su ambiente, su lugar familiar, todo—y lo siguen. Sin dudas, sin demora, sin
vacilar. Ante una llamada de Jesús, no cabe otra respuesta. A partir de
entonces, la vida se convierte en una aventura llena de sorpresas, con
ninguna certeza humana, pero con toda la seguridad divina. Estamos
cooperando con Dios, él lleva las riendas, y con él no hay tinieblas ni derrota.