La presencia de Jesús ante sus discípulos angustiados, nos ofrece un mensaje de experiencia religiosa, algo verdaderamente real, cuando se cree y se confía en Dios.
2. La primera escena con la
que comienza hoy el
evangelio es la siguiente:
“Después que la gente se
hubo saciado, Jesús
apremió a sus discípulos
a que subieran a la barca
y se le adelantaran a la
otra orilla, mientras él
despedía a la gente”.
3. Es el final de aquel milagro maravilloso por el que
multiplicó aquellos pocos panes y peces para dar en
abundancia alimento a una gran multitud.
4. Lo narran los cuatro evangelistas; pero el evangelista san
Juan nos da la razón de este gesto severo de Jesús hacia
los apóstoles. Jesús se ponía severo cuando era
suscitada una tentación. Así con el demonio en el
desierto; mucho más con san Pedro,
cuando
quería
impedir
que
Jesús,
como
Mesías,
fuese a la
muerte.
5. Ellos simplemente buscaban su comodidad: Si Jesús les
daba tan fácilmente la comida, mejor lo haría siendo el
rey. Por eso de una manera sencilla nos dice el
evangelista que «les despidió». Pero otra cosa eran los
apóstoles: Ya deberían saber que Jesús no buscaba
honores mundanos sino sólo la gloria de Dios y la
San Juan
nos aclara
que la
gente
“quería
hacerle
rey”. Pero
Jesús no
va contra
la «gente».
6. Ahora seguro que los apóstoles estaban envalentonados:
Si le hacían rey a Jesús, ellos serían los ministros de ese
reino. Varias veces así lo mostraron. Y ahora comenzaron
a ser tentadores para Jesús. Quizá comenzaron a exaltar a
la gente. Y Jesús tuvo que realizar un gesto severo contra
la tentación.
Por eso
tuvo que
apremiarles
para que se
fueran con
la barca a la
otra orilla.
Más tarde
se verían.
7. Continúa el evangelio
diciendo: «Y, después de
despedir a la gente, subió al
monte a solas para orar.
Llegada la noche, estaba allí
solo». Jesús había hecho
una gran obra de
misericordia con aquella
multitud que le había
seguido todo aquel día,
había vencido, hasta con
severidad, aquella tentación
de buscar la gloria mundana
y su espíritu le impulsaba el
estar a solas con su Padre
celestial para ofrecerle todo
y buscar aliento y paz.
8. Es una gran enseñanza
para nosotros. Hasta
para las cosas
espirituales creemos
que nos bastamos
solos y acudimos poco
a Dios Padre para que
nos siga ayudando
para cumplir nuestra
misión, que es hacer la
voluntad de Dios. Pero
necesitamos ratos de
oración para conocerla
bien.
9. En nuestra vida tenemos muchas dificultades, a veces
materiales y otras muchas espirituales. Debemos
aprender a acudir, como Jesús, a la oración.
Buscar
momentos
de reposo
con Dios
Padre para
encontrar
la paz
necesaria.
Y poder
decirle a
Jesús:
19. Y continúa el evangelio:
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra,
sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el
agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se
asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un
fantasma. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no
tengáis miedo!" Pedro le contestó: "Señor, si eres tú,
mándame ir hacia ti andando sobre el agua." Él le dijo:
"Ven." Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el
agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del
viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor,
sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y
le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" En cuanto
subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se
postraron ante él, diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios."
20. En esa noche se van a dar unos hechos milagrosos de
Jesús, pero que quieren ser una gran lección para los
apóstoles. Muchas veces Jesús daba lecciones por
medio de parábolas. Hoy se la va a dar a los apóstoles
por una especie de parábola viviente: Ellos tienen una
gran tormenta en su alma, porque podrían haber
declarado rey a Jesús y Él no lo ha querido. Ahora van a
sentir otra tormenta: en el mar.
21. San Pedro se cree que
con sola la presencia
de Jesús externa ya
pueden hacer lo que les
parezca, hasta caminar
por encima del mar. Es
necesaria otra
presencia íntima;
«Tener sus mismos
sentimientos» que diría
san Pablo. San Pedro
todavía está demasiado
atado a las
preocupaciones
materiales y ve que
flaquea y comienza a
hundirse.
22. Pero gritó: “Señor,
sálvame”. Este es el
gran ejemplo para
nuestra vida. Habrá
momentos en que todo
parece que se hunde y
aun las cosas que
creemos haber hecho
para la gloria de Dios.
En esos momentos
tengamos al menos la
suficiente fe como para
clamar a Dios:
“Sálvame”. Y en verdad
que sentiremos la mano
amorosa de Jesús que
como a Pedro nos
levanta.
24. Habrá momentos en nuestra vida que parece como que
todo se viene abajo. Esto pasa sobre todo cuando se
pone toda la ilusión en algo material, aunque esté
unido con lo religioso. Entonces tenemos que gritar
como san Pedro o la mujer cananea: “Señor, sálvame”.
Seguro que encontraremos la paz.
25. A través de los
comentaristas más antiguos
este pasaje es símbolo de lo
que pasa en la Iglesia. Quizá
san Mateo lo escribía
pensando ya en lo que
pasaba en su comunidad
cristiana. A través de la
historia ha tenido y tiene la
Iglesia muchas dificultades
que provienen desde el
interior y del exterior de ella.
Ha habido muchos escritores
que han creído que esa barca
eclesial estaba ya a pique.
Pero desconocían la fuerza
de la presencia de Jesús en
ella.
26. No es sólo una
presencia simbólica y
externa, como puede
ser representada en la
jerarquía, que puede
fallar o la pueden hacer
desaparecer por cierto
tiempo, sino es una
presencia real, positiva,
que a veces se deja
sentir en medio de una
gran tormenta o que a
veces se presenta en
ella y en cada uno de
nosotros de una
manera suave como la
brisa.
27. Hay veces que no vemos
los enemigos espirituales
que tenemos o que tiene la
Iglesia porque no estamos
metidos en la onda de Dios.
Algo así como san Pedro
que desde la barca no veía
tan claros los peligros como
estando sobre el mar.
Cuando queremos ser
buenos de verdad, vamos
encontrando los enemigos
que quizá están dentro de
nosotros, los enemigos del
alma que nos quieren
arrebatar la gracia.
28. Cuando se estudia la
historia, a veces se la
ve demasiado
zarandeada por las
olas, externas e
internas. Si fuese por
nosotros, ya hace
rato se hubiera
hundido; pero va
guiada por el mejor
capitán, que es
Jesucristo.
37. A veces algunos de nosotros nos queremos arrogar el
papel de ser capitán de este barco, sin darnos cuenta
que Jesús es el verdadero capitán. Está siempre con
nosotros. Y está especialmente en la Sagrada
Eucaristía. Debemos dejarle que nos conduzca.
38. El Señor, que es Dios de paz y de bondad siempre nos
escucha porque “está más íntimo que nuestra propia
intimidad”. No es un dios de ira sino el Dios de bondad.
Hoy en la primera
lectura Dios
quiere dar una
gran lección al
profeta Elías,
cuando va
huyendo porque
está amenazado
de muerte.
39. El profeta Elías era como el
guerrero de Dios. Él creía
que la religión consistía en
matar a todo el que fuese
contra Dios. Hasta que un
día Dios le enseñó que Dios,
más que grandeza y poder,
es sobre todo paz y bondad.
Elías aprendió que Dios es,
sobre todo, quien tiene
compasión de nosotros.
Dice así la 1ª lectura:
1Reyes 19,9a.11-13a
40. En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el
monte de Dios, se metió en una cueva donde
pasó la noche. El Señor le dijo: "Sal y ponte de
pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a
pasar!" Vino un huracán tan violento que
descuajaba los montes y hacía trizas las peñas
delante del Señor; pero el Señor no estaba en el
viento. Después del viento, vino un terremoto;
pero el Señor no estaba en el terremoto.
Después del terremoto, vino un fuego; pero el
Señor no estaba en el fuego. Después del fuego,
se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó
el rostro con el manto, salió afuera y se puso en
pie a la entrada de la cueva.
41. La verdadera imagen de Dios no es el viento impetuoso,
ni el terremoto ni el fuego abrasador; sino es más bien el
susurro de la paz y del amor. Cuando Elías estaba en el
triunfo humano, los ojos podían estar cegados y la
mente aprisionada por lo hecho.
Ahora
perseguido
siente la
cercanía de
Dios, que es
intimidad y
silencio, es paz
y amor.
42. Jesús está presente de muchas maneras;
pero está sobre todo en la Eucaristía. No
está con gran poder y majestad, sino con
sencillez, como el paso de “un susurro”.
43. Dios nos enseña
cuando tenemos una
experiencia de
despegue de lo
humano, aunque sea
de forma algo
violenta. - Como le
pasó al apóstol san
Pablo. Tuvo que
aprender quién era
Jesús, cayendo a
tierra ciego, para
recobrar luego la
vista exterior e
interior.
44. Cuando Jesús calmó la
tempestad, los apóstoles
se postraron ante Él
diciendo:
“Verdaderamente eres Hijo
de Dios”.
Que también nosotros reconozcamos en ese
Jesús que calma el mar, que camina sobre las
aguas, quien está permanente en el Sagrario
esperándonos, a quien es: