La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
Homilía 6 Domingo Pascua - B
1. 6º domingo de Pascua Ciclo B
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Amar al modo de Dios
Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor… Esto os lo digo
para que vuestro gozo sea cumplido. Este es mi precepto: que os améis unos a otros como yo os
he amado. Nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos.
Jn 15, 9-17
Este texto de San Juan relata uno de los momentos álgidos de la vida de Jesús, antes de su
muerte. Son palabras cargadas de emoción, que expresan amistad y dulzura, pero que también
entrañan una fuerte exigencia. Como maestro, es un momento clave para él. Sabe que tiene
que partir y quiere dejar a sus discípulos un mensaje que impregnará su proyección apostólica.
Sus palabras salen de lo más hondo de su corazón. Es un legado que marcará una pauta a sus
discípulos cuando llegue la hora de testimoniar la buena nueva de Dios a los hombres.
Aprender a amar como Dios
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Jesús ha amado a los suyos con el corazón
de Dios. Por tanto, su amor es sin límites, pleno, auténtico, gozoso, generoso. En definitiva,
amor de Espíritu Santo y amor de Padre. Les está diciendo que, como fundadores de la Iglesia,
ellos también están llamados a amar de esta manera, a modo de Dios.
Pero sólo podemos amar como Dios nos ama si permanecemos en él. Y aquí es cuando se está
refiriendo a la alegoría de la vid y los sarmientos. Si no vivimos una unidad plena con Dios,
difícilmente amaremos como Él nos ama. Pero si estamos unidos a él y permanecemos en él,
este amor fluirá solo.
El mandamiento de la amistad
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Y ya no sois
siervos, sino amigos, nos dice Jesús. Este es el mensaje fundamental del Nuevo Testamento.
Por un lado, descubrimos una llamada a ser amigos de Dios. Dios no quiere sirvientes ni
esclavos, sino amigos que, como él, son capaces de dar la vida por otros. En el corazón de Dios
no hay otro deseo que la amistad libre y gozosa con su criatura. Este es el gran salto de la
revelación cristiana: antes que el hombre busque su mirada, Dios quiere entrar en su corazón.
Y no lo hace desde su superioridad, o imponiéndose, sino como un enamorado, poniéndose a
la altura de la persona amada. De ahí que Jesús subraye ya no sois siervos, sino amigos.
La amistad con Dios tiene sus consecuencias prácticas en la vida cotidiana. Dios es Padre
nuestro, es decir, Padre de todos los seres humanos. Esa paternidad define una fraternidad
existencial. Si somos amigos de Dios, también seremos amigos de sus otros hijos, que son
hermanos nuestros.
Un amor humano y divino a la vez
La amistad es una bella palabra que, por ser tan utilizada, a veces pierde su sentido o se
banaliza acerca de su significado. ¿De qué amistad nos habla Jesús? En sus palabras no hay
duda alguna: No hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Cuando exhorta a sus
discípulos a amarse como él los ama, les está indicando el camino a seguir. La amistad del
evangelio es una amistad que lo da todo, hasta la vida, por amor a los amigos.
2. 6º domingo de Pascua Ciclo B
2
Jesús ultrapasa el clásico mandamiento, pilar de la antigua ley judía y regla de oro de muchas
religiones: ama al otro como a ti mismo. Jesús cambia un matiz: ama al otro como yo he
amado. Las personas podemos tener mayor o menor autoestima; a veces nos amamos muy
poco a nosotras mismas o, al contrario, pecamos de egocentrismo y nos amamos de forma
obsesiva e inadecuada. El amor del que habla Jesús tiene otra cualidad. Es amor de Dios, ese
amor que hace llover sobre justos e impíos; un amor que, como bellamente describe san
Pablo, no pasa nunca. Es un amor sin medida, incondicional, fiel y eterno.
Joaquín Iglesias
jiglesias@arsis.org