Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
La verdadera sabiduría
1. La verdadera sabiduría
Pastor Tony Hancock
Se cuenta la historia de un nuevo trabajador que había sido contratado
porque declaró conocerlo todo acerca del manejo de las computadoras. Su jefe lo
llevó a la oficina donde debía trabajar, le explicó cuáles eran sus
responsabilidades, y le mostró la nueva computadora que se había comprado
para su uso. Después de explicarle todas sus responsabilidades, el jefe dejó solo al
trabajador para que empezara con sus tareas. Pasó un rato, y el jefe se sorprendió
al ver que se presentaba ante su escritorio. "¿Qué pasó? ¿Ya terminaste tu
trabajo?" le preguntó. Respondió el trabajador, "Disculpe, Señor jefe. ¿Me puede
mostrar cómo prender la computadora?"
¡Resultó ser que el trabajador no sabía todo lo que tenía que saber sobre
las computadoras! Y me imagino que él no es el único que se ha sentido así.
Quienes han tenido la oportunidad de aprender algo acerca de esas máquinas
recordarán la primera vez que se sentaron ante la pantalla de una computadora
sin idea de qué hacer para que ese aparato haga todas las cosas maravillosas de
las que son capaz.
Si reflexionamos un poco acerca de la vida, nos damos cuenta de que se
parece a una computadora. ¿En qué sentido se podría decir que la vida es como
una computadora? En el simple sentido de que, si queremos que funcione a
nuestro favor, tenemos que saber cómo manejarlo.
Esta habilidad para manejar la vida, para hacer que rinda, se llama
sabiduría. Hay dos clases de sabiduría; una de ellas lleva a una vida de gozo y
satisfacción, y la otra lleva a una vida destruida. Leamos acerca de ellos.
Lectura: Santiago 3:13-18
3:13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena
conducta sus obras en sabia mansedumbre.
3:14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os
jactéis, ni mintáis contra la verdad;
2. 3:15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal,
animal, diabólica.
3:16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda
obra perversa.
3:17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después
pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin
incertidumbre ni hipocresía.
3:18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Hay dos formas de vivir la vida, dos maneras de ver las cosas y responder
ante los retos de esta vida. En otras palabras, hay dos clases de sabiduría:
I. La sabiduría humana y la sabiduría divina
La sabiduría humana, como vemos en los versículos 15 y 16, se basa en la
envidia y en la ambición egoísta. Se caracteriza por engendrar rivalidades. Esta
perspectiva es la que muestran quienes sienten envidia por las bendiciones que
reciben otros, quienes piensan siempre en la impresión que hacen sobre otros,
quienes se impacientan cuando se tienen que someter al liderazgo de otra
persona.
Esta manera de pensar no sólo se presenta en la gente del mundo; también
se presenta dentro de la Iglesia. Ser cristiano no es una vacuna contra dejarse
llevar por la manera de pensar del mundo. Puede ser que algunos de ustedes se
hayan dejado influenciar por la sabiduría mundana.
Pero hay un problema: nos dice el pasaje cuál es el origen de esta sabiduría.
Se nos dice que no es sólo humana, sino que es diabólica. Esta manera de pensar
refleja la actitud que tomó Satanás cuando decidió rebelarse contra Dios.
La sabiduría celestial, en cambio, se describe en los versículos 17 y 18. Esta
sabiduría es pura, es pacífica, es dócil. No insiste siempre en seguir su propio
camino. No resiste la dirección que recibe de los que están en autoridad sobre
ella. No busca tomar el lugar que pertenece a otros.
Esta clase de sabiduría tiene su origen en Dios, quien envió a su propio Hijo
para ser nuestra paz. Lejos de insistir en los derechos que eran suyos, Jesús se
3. humilló y vivió como hombre. Lejos de buscar una posición más elevada, Jesús se
sometió voluntariamente a la voluntad de su Padre. Lejos de destruir a los que lo
crucificaron, oró por su perdón.
Hay dos perspectivas, dos actitudes que podemos tomar ante la cuestión
de cómo vivir la vida: una de ellas es satánica y la otra es divina. La Biblia registra
la historia de un grupo de hombres que escogieron el primer camino. Veamos lo
que les sucedió.
II. La sabiduría humana: la rebelión de Coré
Quiero que recordemos juntos algunos de los eventos que sucedieron
cuando terminó el cautiverio de los israelitas en Egipto. Salieron de Egipto por los
milagros que Dios hizo por mano de Moisés.
Después de cruzar el Mar Rojo, que Dios abrió milagrosamente cuando
Moisés extendió su vara sobre las aguas, el pueblo llegó al Monte Sinaí. En ese
lugar, vieron la presencia de Dios en los truenos, y Moisés recibió la ley para el
pueblo.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que empezaran las quejas. Se
quejaron porque no había agua, y Dios milagrosamente proveyó agua dándole
instrucciones a Moisés. Se quejaron porque no había carne, y Dios proveyó
codornices para satisfacer su hambre - cuando Moisés oró. Vez tras vez, cuando
surgían problemas entre el pueblo, Dios daba su respuesta a través de Moisés.
Pero ¿piensan que la gente se quedó convencida de que Moisés era el líder
que Dios había escogido para guiarles? ¿Se dieron cuenta de que debían obedecer
lo que Dios les había mandado a través de Moisés? ¡No!
Y en Números 16, vemos que se arma otro escándalo. El líder de esta
revuelta era un tipo que se llamaba Coré. Coré no era un Don Nadie. El era
miembro de los levitas, que tenían el gran privilegio de servir dentro del
tabernáculo, y luego el templo, de Dios. Entre otras cosas, dirigían la música
dentro del templo, y varios de los Salmos que tenemos en la Biblia son de los hijos
de Coré.
Pero había un problema. Había una situación que no les caía bien a Coré y a
sus secuaces. Ellos no se conformaban con trabajar dentro del templo; querían
4. ser sacerdotes. Ellos querían estar a la par con Moisés y su hermano Aarón. Ahora
fíjense en el versículo 3, en lo que le dicen a Moisés cuando se acercan a quejarse:
“Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros!
Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está
Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”
(Números 16:3)
Recuerden las múltiples maneras en que Dios había mostrado que Moisés
era el líder que él había escogido para su pueblo. Pero ahora, escudándose con
una idea teológica, Coré y los demás cuestionan su derecho de dirigir.
En efecto, lo que dijeron es esto: "¡Dios es el Dios de todos! ¿Cómo es que
creen ustedes tener un monopolio sobre el acceso a Dios? ¡Todos, no sólo
ustedes, hemos sido escogidos para ser el pueblo de Dios!" Ahora, ¿estaban
equivocados? Lo que dijeron era cierto; pero la conclusión que sacaron estaba
equivocada. Ellos estaban usando esta idea como un pretexto para sus propios
designios.
Leamos los versículos 28 al 33 para ver qué les sucede:
Números 16:28-33
16:28 Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que
hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad.
16:29 Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si ellos al ser
visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió.
16:30 Más si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los
tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis
que estos hombres irritaron a Jehová.
16:31 Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se
abrió la tierra que estaba debajo de ellos.
16:32 Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los
hombres de Coré, y a todos sus bienes.
5. 16:33 Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los
cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.
¿Soportó Dios sus actitudes y su rebelión? ¿Lo tomó como algo natural o
normal? ¡Lejos de eso! Dentro de los que habían visto la desaparición de Coré y
los suyos tragados por la misma tierra no cabría duda de que Dios toma muy en
serio la rebelión y la sublevación contra su dirección.
Es que Coré y los suyos estaban pensando según la sabiduría humana.
Según esta clase de lógica, lo más importante es el avance personal. No importa
cómo se logra. La religión sólo sirve de herramienta o escudo para los deseos
egoístas de la persona.
Ahora me pregunto: ¿habrá personas dentro de las iglesias cristianas que
están pensando con esa lógica? ¡Seguramente no los hay en esta iglesia! Esta
clase de persona busca la oportunidad de lucir su conocimiento bíblico, para que
todos se den cuenta de lo listo que es.
También cuestiona constantemente al liderazgo, porque le es difícil
someterse a otra persona. Puede, como Coré, valerse de diferentes ideas
religiosas para encubrir sus propias intenciones. Esto es lo más peligroso. Porque
cuando las cosas de Dios se convierten para nosotros en una manera de avanzar
para nuestra propia agenda, entonces dejan de tener poder para salvarnos y
transformarnos. Dios no lo ignora cuándo usamos las verdades preciosas de su
palabra para fines egoístas.
Si has estado viviendo con la sabiduría humana, hay una opción. Vemos un
ejemplo de esto en la vida de otro líder.
III. La sabiduría divina: la valentía de Daniel
Daniel vivió muchos años después de Moisés y Coré. Fueron los años más
bajos del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Dios los había castigado,
permitiendo que fueran conquistados y llevados cautivos a otros lugares. Daniel
se encontraba en el lejano país de Babilonia, preso de un rey que no tenía ningún
interés en su Dios ni en su cultura.
Ya que era de buena familia, Daniel fue escogido con otros jóvenes para un
programa especial de entrenamiento. Serían preparados para asumir cargos de
6. importancia como funcionarios del gobierno en Babilonia. Recibían clases
especiales, y hasta se les servía la misma comida que comía el rey, lo mejor que
había en el país.
Suena agradable, ¿verdad? Había sólo un problema; la carne que se les
servía había sido sacrificada a ídolos. Para un judío, comerla era contaminarse. Era
perder la pureza que era suya como miembro del pueblo que había sido dedicado
al único Dios verdadero.
¿Qué haría Daniel? Todos los demás estudiantes, y el oficial encargado de
ellos, le estaban presionando a que siguiera la corriente. Le convenía hacerlo.
Quizás se podría justificar, diciendo que después de llegar a ser un líder en
Babilonia, podría mejorar la situación de los demás judíos.
Pero Daniel no lo vio de esta manera. La Biblia dice que Daniel se propuso
no contaminarse con la comida y el vino del rey. (Daniel 1:8) Así que Daniel y tres
de sus compañeros hicieron un trato especial con el jefe de oficiales. Le pidieron
que les diera de comer sólo verduras, y que después de diez días comparara su
desarrollo físico con el de los demás estudiantes.
Al cabo de los diez días, ¡ellos se veían mejor que nadie! No piensen que las
verduras los hicieron así; fue la mano de Dios que bendijo su fidelidad. Daniel
escogió la sabiduría de Dios, la sabiduría que busca la voluntad de Dios sin
importar las consecuencias, la sabiduría que somete sus propios deseos a la
voluntad de Dios en vez de buscar lo suyo, tapándolo con palabras bonitas.
Daniel y sus amigos podían testificar de la verdad de nuestro pasaje: el
fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz (Santiago 3:18).
Ellos recibieron la recompensa de su justicia.
De igual modo, cuando estamos dispuestos a someternos a la sabiduría
divina, podemos estar seguros que nos espera una gran recompensa.
En el día de hoy tienes ante ti dos clases de sabiduría. Puedes elegir cómo
vas a vivir tu vida. ¿Seguirás el camino más fácil? ¿Buscarás lo que más te llama la
atención, quizás escondiéndolo con palabras bonitas y religiosas?
¿O buscarás el camino de Dios? ¿Seguirás el camino de la humildad? ¿Serás
un Coré o un Daniel? ¡Tú decides!