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HACIA UNA COMPRENSIÓN MEJOR DE LOS PROCESOS SOCIALES
               FINALIZADOS A LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL
           CON LA PARTICIPACIÓN PROTAGÓNICA DE LOS POBRES.
             LA PERTINENCIA DE LA VALORACIÓN DE EFECTOS

                                  Extracto de “PROCESOS SOCIALES E INDICADORES”

0.- INTRODUCCIÓN
Queremos presentar a continuación unas reflexiones que queremos compartir para motivar a las
copartes de Misereor a introducirse o a consolidar en los procesos que promueven una postura
política finalizada a la transformación de las situaciones de los pobres que participan en los
proyectos, siendo ellos mismos, más que destinatarios receptores de una ayuda, partícipes y
protagonistas de sus propios procesos de desarrollo.
Esta motivación implica encontrar argumentos que den razón a la postura ética que subyace en
los orígenes y fines de cada coparte y, también, muy probablemente en cada una de las personas
que ofrecen sus capacidades profesionales al servicio de una institución coparte.
Se pretende, a la vez, ayudar a destrabar posibles resistencias a involucrarse en una dinámica de
planificar, ejecutar, monitorear y evaluar proyectos, dentro de un horizonte más largo de
procesos, con orientación a objetivos pensados como efectos. Para ello es importante descubrir
que es pertinente, y no sólo un requisito de una determinada agencia de cooperación y, además
que es posible, y no extremadamente difícil, pensar, ejecutar, monitorear y evaluar proyectos,
dentro de una perspectiva de procesos, con orientación a efectos.

1.- ¿ES POSIBLE Y PERTINENTE PLANIFICAR Y VALORAR PROCESOS A LARGO
PLAZO Y EN PROYECTOS DE CORTO PLAZO FINALIZADOS Y ORIENTADOS A
EFECTOS?
    La valoración de avances hacia efectos dentro de procesos sociales y enmarcados en
proyectos encuentra hoy en día más aceptación teórica que hace unos años atrás. Pero con la
aceptación teórica no han desaparecido las dificultades prácticas relacionadas con la medición
cuando se trata de aplicarlos a procesos sociales.
    Escuchamos, con cierta frecuencia, que el uso y la aplicación de indicadores resulta
relativamente manejable, y hasta fácil, cuando se trata de efectos tangibles (aumento de
producción, por ejemplo), pero no cuando se trata de efectos intangibles (crecimiento de
conciencia crítica, por ejemplo). Quienes así afirman tienen razón con tal de que tengan en
cuenta que en todo proceso social - también en los procesos sociales donde abundan y donde se
enfatizan los efectos tangibles , como, por ejemplo, en los procesos productivos - se generan
cambios a nivel de efectos, no sólo tangibles, sino también intangibles.
    Los efectos intangibles son muchos y frecuentes a lo largo de todo proceso social ya que se
generan cambios continuos en el interior de cada persona, al interior de cada grupo y en el
contexto donde el proceso incide, que son cualitativos, invisibles y, por tanto, inmedibles de
manera directa. Aquí tenemos, pues, la primera y radical diferencia entre indicadores que miden
los efectos tangibles y los indicadores que valoran los efectos intangibles:
        entre efectos (objetivos) tangibles e indicadores de efectos tangibles hay una relación
         directa, casi mecánica (aumento de producción, aumento de kilos por hectárea);
 entre los efectos (objetivos) intangibles e indicadores de efectos intangibles hay una
         relación indirecta sustentada en una hipótesis o supuesto que se deriva de la
         experiencia (si se produce el efecto intangible de aumento del sentido de pertenencia
         organizacional, se supone que este efecto se expresa por una mayor frecuencia de las
         personas a las reuniones de la organización)
1.1.- Valorar los cambios o efectos (objetivos) intangibles es posible
    Nosotros consideramos que los efectos (objetivos) intangibles, aún cuando son cualitativos,
pueden ser percibidos y valorados. Apoyamos esta afirmación en la experiencia cotidiana que
todos hacemos a y en algunas reflexiones de la antropología filosófica y en
   La persona no tiene sólo manos para tocar, ni sólo ojos para ver… Tiene otros sentidos, como
    el oído, el olfato, el gusto, con los cuales puede percibir sonidos, olores y sabores que ni se
    ven ni se tocan. Pero se sienten. Se disfrutan o se padecen. Quien observa a una persona que
    escucha un sonido, que huele un olor, o saborea una comida, no ve ni toca el sonido, el olor o
    el sabor… Pero puede imaginarse o deducir, sin riesgo a equivocarse, si el sonido, el olor y el
    sabor son agradables o desagradables para el que escucha, huele o come y bebe. ¿En qué basa
    o fundamenta el observador su deducción? En las expresiones del rostro, en el tiempo que la
    persona observada dedica a escuchar, oler o saborear una comida o bebida, en gestos, en
    comentarios, en la frecuencia en que esa persona vuelve a repetir la experiencia de saborear,
    oler o escuchar o en la huida y aborrecimiento de esas experiencias.
    La antropología filosófica actual ha recuperado el sentido de persona como unidad de cuerpo-
     espíritu, tanto que llega a definirla como espíritu corporeizado o cuerpo espiritualizado. El
     cuerpo es expresión del espíritu, es expresión de lo profundo, es cualidad hecha símbolo.
     Pero los símbolos, vistos desde fuera de quien los realiza, pueden ser engañosos para el
     observador externo. Por eso es importante, cuando se trata de valorar cambios cualitativos,
     que nos introduzcamos dentro de una postura de valoración-investigación convivial, donde
     los mismos protagonistas de los cambios llenen los símbolos de contenido. En otras palabras,
     la valoración de los cambios intangibles sólo es posible dentro de una dinámica de
     participación en la que el monitoreo y evaluación de los procesos sociales y de sus cambios
     intangibles sean realizados no desde fuera y por gente de fuera, sino desde dentro del mismo
     proceso con las personas involucradas en el mismo.
Nuestra experiencia y la reflexión antropológica nos apuntan tres conclusiones:
1.- Valorar los cambios de los procesos sociales es posible, aun cuando estos cambios no sean
    tangibles, visibles, cuantificables y medibles, sino intangibles y cualitativos.
2.- Estos cambios, aunque sean muy profundos, íntimos, inefables, siempre se expresan en la vida
    a través de símbolos.
3.- Estos símbolos adquieren una auténtica interpretación sólo cuando quienes participan en el
    proceso social y quienes los promueven se han metido dentro de una dinámica de cercanía
    convivial.
1.2.- Valorar los cambios que se producen en los procesos sociales es pertinente
    Y ahora cabe una pregunta: ¿qué pretendemos cuando promovemos procesos sociales?
    Las respuestas a esta pregunta pueden ser muchas: concienciar, formar, transferir
capacidad, cambiar la suerte de los empobrecidos, generar o fortalecer ganas o ánimos en las
comunidades para el empoderamiento y control de su propia vida desde sí mismos y no como
imposición externa o como consecuencia de intereses de grupos poderosos o de gobiernos
paternalistas…
    Para lograr estos objetivos, las organizaciones hacen muchas actividades: cursos, talleres,
jornadas, publicaciones, reuniones… Las actividades, cada una por separado o varias de ellas
juntas, arrojan unos primeros resultados: número de gente que asistió a los talleres, horas de
formación facilitadas a tantas personas, etc...
    Pero, ¿cómo saber que la gente que recibió los cursos y talleres, que asistió a las reuniones,
encuentros y jornadas, que leyó las publicaciones divulgadas, se concienzó, adquirió los
conocimientos abordados y aumentó el nivel de capacidad de incidencia?
    Hasta hace poco tiempo ni organizaciones promotoras ni agencias de cooperación o de
financiamiento se habían planteado la posibilidad de poder valorar estos cambios. Por eso se
hacían, por parte de las primeras, y se aprobaban, por parte de las segundas, proyectos
llamados de desarrollo social en los que las estrategias apuntaban casi exclusivamente a la
suma de actividades: baterías de cursos y talleres, jornadas de reflexión, publicaciones por
prensa o volantes, mensajes radiados, fondos de microempresas, promoción de experiencias de
agricultura sostenible, etc… Los resultados eran cuantificables y medibles: tantos cursos,
tantas personas, tantas empresas con tantos beneficiarios, tantas familias con productos
agroecológicos… Era, y sigue siendo, fácil medir los resultados…
    Pero, todas esas actividades, cuyos resultados eran fácilmente contabilizables, ¿para qué
servían?, ¿qué efectos producían en los sujetos que recibían el servicio, en sus agrupaciones,
en sus comunidades, en su municipio, en su región, en su país?, ¿qué impacto producían en sus
vecinos para emularlos a seguir el mismo proceso?
    Estas preguntas se las han hecho algunas agencias de cooperación y financiamiento: ¿a qué
conduce nuestra cooperación?, ¿qué efectos e impactos está provocando?
    Y también se la están haciendo muchas organizaciones promotoras que, con sinceridad con
ellas mismas y con una vocación bien definida de transformar la realidad, se preguntan: ¿vale
la pena dedicar nuestra vida a lo que hacemos?, ¿para qué sirve?, ¿a qué conduce?, ¿qué
efectos e impactos estamos produciendo?
    Preguntas de ambas partes que han ido abriendo espacio para un cambio de énfasis:
valorar los avances del proceso y los cambios finales producidos no sólo a nivel de resultados,
sino sobre todo de efectos e impactos.
1.3.- ¿Cómo hacerlo?
     Ya sabemos que es posible valorar los efectos e impactos, pues la persona, las agrupaciones
y comunidades de alguna forma expresan simbólicamente el cambio. También sabemos que
dicha valoración es pertinente a los fines de encontrar sentido a aquello por lo cual dedicamos
nuestra existencia. Pero, surgen unas preguntas:
   ¿Cómo hacer para valorar los avances de procesos sociales (personales, grupales,
    comunitarios) cuando se trata de concienciación, empoderamiento, democratización,
    participación, cogestión, emancipación?
   ¿Cómo valorar esos cambios, los que no se ven ni se tocan?
   ¿Es posible intentar valorar esos cambios a través de sus expresiones y, en consecuencia,
    señalar indicadores que nos permitan dar cuenta de que si esos cambios profundos personales
    o grupales o comunitarios se van dando a lo largo del camino?
2. ¿CÓMO ENTENDER LOS PROCESOS SOCIALES?
    Todos o muchos hablamos de procesos sociales y, además, consideramos que todos
entendemos lo mismo cuando decimos procesos sociales. Sin embargo, bajo esta expresión de
“procesos sociales” no se da una comprensión unívoca, ni en lo que se refiere al sustantivo
(procesos) ni al adjetivo (sociales). Por esta razón, a los fines de poder entendernos, proponemos
una definición, sin que ello implique que todos la acepten como única y válida para todos y
siempre.
    Dado que la expresión procesos sociales pertenece, fundamentalmente, al campo de las
ciencias sociales, nos parece oportuno hacer una breve introducción a estas ciencias sociales y, de
un modo prioritario, a la sociología pues, como apuntaremos a continuación, entre todos los
procesos sociales posibles, nosotros focalizamos, de manera especial, los procesos sociales
sociológicos.
    El vocablo procesos ha sido utilizado, desde hace mucho tiempo, en las ciencias sociales. En
efecto, se habla de procesos psicológicos (por ejemplo, la percepción), procesos demográficos
(por ejemplo, la migración), procesos económicos (por ejemplo, la producción), procesos
educativos (por ejemplo, la educación básica o la educación popular), etc.
    Por ser todos ellos procesos que son estudiados por alguna de las hoy llamadas ciencias
sociales, de todos estos procesos podemos decir que son sociales: los psicológicos, los
económicos, los demográficos, los productivos, los educativos, etc... Y no debemos extrañarnos
pues la realidad social es muy compleja y, en consecuencia, puede ser abordada desde diferentes
perspectivas.
    Cada uno de estos enfoques ha dado origen a una disciplina social y, todas juntas, conforman
las ciencias sociales. Todas tienen algo en común: el estudio de lo social. Pero cada una tiene un
objeto propio de la compleja realidad social. Por eso podemos hablar de un conjunto de ciencias
sociales, tales como, y a modo de ejemplo, la demografía, la economía, la antropología, la
psicología, la historia, la etnografía, la educación… Y también la sociología, que sería la teoría
del abordaje de lo social. Todas son disciplinas afines. Ninguna es autónoma ni autosuficiente.
Unas y otras se enriquecen e interinfluencian recíprocamente.
2.1.- Distintas Perspectivas Sociológicas
    La sociología de las últimas décadas del siglo XX fue, predominantemente, de corte
estructural funcionalista. Postura que sigue siendo fiel a los principios científicos y a las
intenciones integradoras y controladoras del positivismo1.
    Esta sociología parte del supuesto de que la sociedad no es una realidad caótica, sino una
estructura compuesta de muchas unidades relativamente estables (actores sociales diversos) que
se integran en el sistema, cada una desempeñando roles funcionales propios, pero que entre sí se
complementan y recíprocamente se influencian…
    Esta estructura social es entendida, pues, como un sistema de relaciones sociales reguladas y
1
   Recordemos que la sociología nació como producto de las crisis que atravesaba Europa al final del siglo XVIII, como un
esfuerzo de la burguesía para oponerse a los cambios sociales o para someterlos o integrarlos a sus intereses. Razón por la
cual esta sociología primeriza es considerada por muchos como la ciencia del cambio social controlado o dirigido bajo la
supervisión de la clase burguesa, como la ciencia de los remedios, como la ciencia para el control de los inadaptados y la
integración al orden de los revoltosos, finalizada a prevenir con tiempo y con sedantes cualquier movimiento revolucionario y
evitar todo sobresalto o, en último caso, someterlo a un orden establecido.
pautadas que anteceden y, también, prevalecen a cada individuo. En esta estructura social los
esquemas de acción (formas de hacer) ya están hechos y pautados de manera uniforme y las
relaciones entre las diversas unidades están estandarizadas de acuerdo a un ordenamiento que
establece jerarquías, distancias sociales, dependencias. Pareciera, en consecuencia, que las
pautas y reglas sociales son naturales, dadas por la naturaleza; nunca construcciones históricas de
determinados grupos humanos
    De acuerdo a esta sociología funcionalista es natural que existan pobres. Y los pobres, según
esta sociología funcionalista, tienen un puesto y su función: seguir siendo pobres. A razón es
sencilla: esta sociología parte de presupuesto que toda sociedad está estratificada o diferenciada
en posiciones jerárquicas de poder, de riqueza y prestigio que los individuos o grupos ocupan en
una escala social. Esta diferenciación de capas sociales en estructuras jerárquicas superpuestas es
indiscutible y, en consecuencia, debe ser así asumido, nos guste o no, aunque ello justifique una
distribución inequitativa de derechos, privilegios, deberes, valores, responsabilidades con la
consecuente privación de riqueza para muchos y de acumulación de riquezas para pocos.
    E consecuencia, los sociólogos estructuralistas, ante la obviedad de que no existe sociedad
alguna sin capas sociales estratificadas, dedicaron sus esfuerzos al mantenimiento del sistema
social y a que cada clase o capa social acepte su puesto social. Por eso teorizan sobre la
necesidad de que los individuos ejecuten los roles sociales específicos que les corresponden, de
acuerdo al lugar (status) que ocupan en la estratificación social.
    Esta sociología funcional estructuralista entiende los procesos sociales como las formas de
interacción estandarizadas, las formas repetitivas de conducta, las cadenas de interacción o
vínculos que posibilita que cada quien ocupe su estatus sin generar sobresaltos. Los pobres, que
sigan siendo pobres, si bien haya que darles asistencia para que no se haga tan insoportable su
pobreza que se movilicen contra el sistema estratificado.
    Marx, en el siglo XIX, entendió que las capas sociales no son naturales, sino clases sociales,
históricamente producidas por una inicua distribución de los beneficios del trabajo entre
capitalismo y proletariado. Por eso su llamado a la reversión de esta situación. Sin embargo, en
la práctica, el socialismo “científico” de Marx sólo se ha concretado en socialismos reales que no
produjeron el desarrollo protagónico y participativo de los pobres n tampoco su emancipación de
la pobreza, sino el sometimiento de los pobres a estados totalitarios.
2. 2.- Crítica a la sociología estructural-funcionalista y marxista-socialista
    Ni la sociología funcionalista ni la sociología marxista nos dejan satisfechos pues sus
presupuestos conceptuales y metodológicos no son adecuados para interpretar la realidad de
injusta inequidad en que viven las mayorías latinoamericanas.
    No es extraño pues que la sociología funcionalista haya sido criticada duramente por un
movimiento de investigadores sociales críticos que en Europa y, sobre todo en América Latina, la
han considerado incapaz de dar respuestas a los innumerables y conflictivos problemas sociales
que viven minorías europeas y mayorías latinoamericanas. Es una ciencia al servicio de un
desorden social legitimado como orden.
    Tampoco resulta adecuada, como se pensó durante un tiempo en América Latina, la teoría
marxista, como fue demostrado, y sigue siendo demostrado, en todos los socialismos reales del
siglo XX y en el socialismo del siglo XXI. Para estos socialismos, el protagonismo y la
participación de los pobres es sólo discursiva, pero negada en la práctica por gobiernos
autoritarios en marcha hacia estados totalitarios
A nuestro parecer, desde ninguna de estas posturas es posible comprender los procesos
(movimientos) sociales (de grupos) que buscan cada día mayor protagonismo y participación
para incidir eficazmente en la construcción de una sociedad donde todos tengan oportunidad de
ser y vivir como seres humanos, donde las brechas entre ricos y pobres sean cada vez más
estrechas, donde la voz de los excluidos sea escuchada.
2.3.- Hacia una nueva sociología
      Pero estas dos posibilidades teóricas de la sociología no son las únicas posibles alternativas.
Es posible pensar en otra sociología que entienda los procesos sociales como las acciones
protagónicas y participativas de los grupos sociales que han sido históricamente privados o
mermados en su capacidad de desarrollar todas sus potencialidades a causa de un ordenamiento
social, jurídico y político (Estado) constituido sobre criterios y patrones que generan
automáticamente, de manera inequitativa y estructural, la desigual e injusta distribución de la
riqueza y oportunidades o la negación de su libertad.
    Esta sociología alternativa, en la que nos ubicamos, entiende que los grupos y movimientos
organizados o en camino de organización están conformados por personas que viven en una
situación de carencia casi extrema (sin medios de producción, sin vivienda, sin trabajo, sin
servicios básicos, sin suficiente atención sanitaria y educativa) o de minoría o de exclusión ...
    Pero, además, entiende que la mayoría de estas personas que padecen las consecuencias de la
desigual distribución de riquezas, de exclusión, de minoría, de violación de derechos, como
consecuencia del histórico despojo de que han sido objeto, del efecto de las ideologías
dominantes, de la marginación social de toda oportunidad, de las políticas benefactoras y
limosneras de los gobiernos de turno, han asumido como propia, en palabras de Freire, la
conciencia del opresor que legitima y justifica la desigualdad.
    También han incorporado actitudes psicosociales que caracterizan la cultura de la pobreza2
(resignación, pasividad, etc) y, sobre todo, han aprendido a sobrevivir en la propia desesperanza
porque consideran que en ellos no existe ni posibilidad ni capacidad para revertir su mala suerte.
La esperanza la ponen en otros externos: obtener algún beneficio (beca, trabajo, casa, etc...) de
algún plan del gobierno, de una influencia de un político amigo...
    Estas mayorías, además, si miran a su alrededor, no encuentran fácilmente ejemplos exitosos
de procesos sociales que, por sus logros, sean deseables. Más bien se dan cuenta que algunas
personas, por impulsar procesos o hacer parte de los mismos, sufren problemas adicionales a
causa de represión abierta, o marginación o difamación... Más aún, no ven ni que sea fácil ni
pronta la solución de los problemas. En caso de tener razón los autores de la teoría de la
imitación (T. Rosenthal, A. Bandura)3, se puede afirmar que las personas no encuentran en su
contexto social razones suficientes y válidas para organizarse en procesos largos que retardan


2
 Se llama "cultura de la pobreza" a un concepto antropológico creado por el antropólogo Oscar Lewis. Tanto Oscar Lewis como
George Foster han mantenido que hasta cierto punto, la cultura de la pobreza constituye una respuesta racional a unas condiciones
objetivas de impotencia y pobreza. Pero también afirman que una vez surge, la cultura de la pobreza suele perpetuarse pasando de
padres a hijos, con lo cual las nuevas generaciones no están psicológicamente preparadas para aprovechar todas las oportunidades
de progreso que puedan aparecer en el transcurso de sus vidas. El concepto de cultura de la pobreza expuesto por Lewis, ha sido
objeto fuertes críticas por parte de otros antropólogos.


3
 López A., Rodríguez W., Villegas M., Cándida I., ¿Psicología del Aprendizaje?, Publicaciones ACIES. Cumaná,
1996.
tanto la recompensa y que además la pone tan difícil.
    En estas situaciones, los procesos sociales de organización no nacen de manera natural, como
nace la rosa de un rosal, pues los grupos, a pesar de ser una realidad social, no son organismos
biológicos que aparecen de manera natural en un determinado momento del desarrollo, como
afirma la corriente sociológica de corte biologicista, representada por Konrad Lorenz.
    Tampoco las organizaciones sociales de las mayorías empobrecidas surgen de la dinámica
dialéctica de la historia de los pueblos, casi de manera inevitable ante la vivencia de la
contradicción entre explotadores y explotados, opresores y oprimidos, ricos y pobres, como
afirma la corriente sociológica de inspiración marxista.
    Sólo surgen si son activados.
    Pero activados no de cualquier forma, pues quienes se involucran en los procesos sociales no
son objetos que pueden ser sometidos, como la arcilla, a un proceso diseñado por otros. Son
personas, disminuidas en sus potencialidades por la marginación a que han sido sometidas, pero
con valores profundos de solidaridad que abren perspectivas y esperanzas, con capacidades
todavía no desarrolladas, con libertad para decidir su futuro, con un gran lastre de desilusión pero
con un gran amor por la vida.
    Diseñar desde fuera un proceso para ellos y someterlos al mismo, es una manera novedosa
que la psicología social conductista ha inventado para mantener la sumisión y fortalecer la
injusta distribución.
    Por todo esto decimos que los procesos sociales a los cuales nos referimos se hacen desde
dentro, con el protagonismo y participación de los actores. Desde fuera sólo pueden ser
provocados y acompañados para facilitarlos, es decir, hacerlos menos difíciles.
2.4.- Los procesos sociales desde este nuevo enfoque integran múltiples subprocesos
    Si entendemos, entonces, por proceso social el movimiento o cambio transformador (hacia
cada persona, hacia el grupo y hacia fuera) de una agrupación a lo largo del tiempo de su historia,
podemos distinguir dentro de un proceso social, muchos subprocesos sociales que atraviesan de
manera simultánea, pero no paralela sino interrelacionada, todas las fases o etapas del proceso.
    Estos subprocesos sociales tienden a revertir las posturas vitales o actitudes (conocimientos,
valores, opciones) que muchos teóricos psicosociales definieron, falsamente, como causas
explicativas de la pobreza. Decimos, falsamente, pues no son causas de la pobreza, sino
consecuencias del sometimiento histórico de las mayorías a una situación de alienante pobreza.
    Podemos consecuentemente hablar de algunos subprocesos sociales. Entre otros posibles,
apuntamos:
        La motivación que posibilita pasar desde los valores de solidaridad y filiación propios de
         las mayorías populares hacia la confianza en las propias capacidades, confiabilidad en el
         grupo, apertura hacia alianzas con otros grupos de actores4.
        La concienciación que posibilita el pasaje de una conciencia ingenua a una conciencia
         crítica, de una conciencia de opresor asumida a una conciencia de clase oprimida; de una
         conciencia acomodaticia de adaptación y resignación domesticadas a una conciencia
         emancipada en clave de liberación (López ,1986).

4
 Con toda conciencia evitamos la expresión de motivación al logro de McCeland, por parecernos excesivamente individualsita,
así como evitamos la expresión autoestima (estima de sí) por la connotación de individualismo que carga en sí misma.
    La organización continua y progresiva que posibilita el fortalecimiento organizacional de
           cada experiencia asociativa posibilitando su sostenibilidad en el tiempo de manera
           autogestora.
          La adquisición de capacidad (de conceptos, métodos y procedimientos, destrezas y
           herramientas) para que las organizaciones puedan lograr los objetivos de manera eficaz y
           eficiente.
       La acción transformadora de la realidad y mejoramiento de la calidad de vida de los
        pobres pasando de actitudes beneficiarias a posturas de exigibilidad, negociación, presión,
        incidencia.
    Estos subprocesos no son etapas o fases continuas del proceso. Son líneas de crecimiento que
atraviesan todas las posibles fases o etapas: iniciación, consolidación, autogestión, etc...
    Muchos de estos subprocesos producen efectos intangibles. No son observables ni medibles
en el sentido de la ciencia positivista. Para algunos sociólogos de esta corriente como por ejemplo
Durkheim, serían despreciables pues no pueden ser sometidos a observación y experimentación
por no ser exteriores a la mente. Sin ellos, sin embargo, no hay procesos sociales verdaderos.
Más aún, ellos, con frecuencia, son los más importantes en nuestra acción promotora
    Nosotros consideramos que si bien es verdad que los efectos de algunos de estos subprocesos
son intangibles, no por eso dejan de expresarse en indicadores que señalan el grado en que el
efecto se va produciendo.

2. 5. Implicaciones Educativas y Estratégicas
    Dado que estos subprocesos generalmente son provocados desde una iniciativa externa (ONG
facilitadora, por ejemplo), a cada uno de estos subprocesos corresponden también múltiples estrategias de
provocación y acompañamiento.
   Desde la óptica de una educación dialógica y liberadora, la definición de estrategias de provocación y
acompañamiento de procesos (y sub-procesos) sociales por parte de ONG´s facilitadoras deberían tener en
cuenta:
     El subproceso base es la acción. La acción reflexionada es praxis, en el sentido que Paulo Freire dio al
      término5. La praxis es posibilidad de concienciación, motivación; es emergencia de demanda de
      formación y capacidad; es oportunidad de descubrimiento de mayor exigencia de fortalecimiento
      organizacional y de apertura a alianzas. El grupo que no actúa se muere. Y el grupo que no reflexiona
      sobre la acción no crece ni se sostiene.
        Cursos y talleres planteados como un pénsum, ilustran pero no forman.
       Formación sin organización es ineficiencia; organización sin formación es ineficacia. No es
           necesario que la gente esté motivada, concienciada, organizada para actuar. Se motiva, conciencia
           y organiza, actuando.
       Desde el principio se actúa y desde la acción se desarrolla el proceso en espiral.

     La educación dialógica rompe con la relación vertical entre educador y educando. Los dos son
      cognoscentes capaces de producir conocimiento sobre la realidad en la medida en que ésta se
      transforma.
        El educador que sólo enseña o instruye invade, extiende, domina. El educador que dialoga
           establece comunión y relación facilitadora de construcción de conocimiento liberador.

5
    Freire, P. Extensión o Comunicación: La concientización en el medio rural. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1975.
 Los expertos, técnicos, juristas, etc., son necesarios si, con humildad y respeto, comparten su
      experticia para iluminar el diálogo productor de conocimiento (López, 1998)


3.- ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE                               PARTICIPACIÓN CIUDADANA
PROTAGONICA
    Son múltiples, como hemos visto, las perspectivas posibles de abordaje de los procesos sociales. Pero
desde la perspectiva sociológica esbozada sólo tienen sentido aquellos procesos sociales en los que los
sujetos participan de manera protagónica.
    La antropología filosófica postula que participar es un modo de ser persona, pues la persona es
relación (apertura), no individuo (cerrado). También la filosofía del conocimiento (gnoseología) ha
centrado en los últimos años su reflexión sobre la participación como condición de producción de
conocimiento. En el desarrollo de la conciencia de la humanidad sobre los Derechos Humanos hoy se
proclama que la participación es un derecho humano.
    En la realidad social y política de las democracias formales de América Latina también se ha
introducido el tema de participación ciudadana. Pero ha emergido como una concesión de los gobiernos
–a veces bien aconsejados por los centros de poder - para salvar la gobernabilidad de las frustrantes
democracias latinoamericanas. Sin embargo, por esta rendija abierta, los pueblos se han apropiado de la
participación, como herramienta fundamental e indispensable para la exigibilidad de derechos, la
disminución de los niveles de corrupción y la búsqueda de una distribución democrática y equitativa, no
solo justa, de la riqueza (López, 1999).
    Esta última perspectiva es la óptica del presente trabajo: la participación como herramienta para la
acción transformadora de la realidad y mejoramiento de la calidad de vida de los pobres pasando de
actitudes beneficiarias a posturas de exigibilidad, negociación, presión, incidencia.
3.1.- Hacia una comprensión de la participación protagónica
    Pero, ¿qué entendemos por participación?
a).- La participación ciudadana no es una concesión:
    Para calmar las inquietudes sociales producidas por la frustración democrática, algunos
    gobernantes y dirigentes han recurrido a la participación ciudadana como remedio para
    salvar las democracias. Quienes entienden la participación ciudadana como una concesión
    para salvar la democracia, han reducido la participación ciudadana a consulta o, en el
    mejor de los casos, a colaboración (López A, 1999).
b).- La participación ciudadana es condición indispensable de democracia y condición fundante de la
ciudadanía:
    La gobernabilidad necesita ser democrática y democracia           significa, ante todo,
    participación. Participación en la vida política, en la toma de decisiones y en la
    distribución de los beneficios económicos (Prera Flores, en López A., 1999).
    Propiciar la participación es construir ciudadanía, hacer a las personas portadoras de
    derechos y obligaciones (...) La participación ciudadana es un hecho político que
    redistribuye poder (Nieto Montesinos, en López A., 1999).
c).- La participación ciudadana es el involucramiento, comprometido y responsable, de las
organizaciones y personas en los procesos de toma de decisiones, de planificación, de seguimiento y
supervisión de políticas y medidas públicas, a partir de su propia realidad, contando con sus propias
capacidades y estableciendo alianzas con otros actores que cooperan de manera subsidiaria o
complementaria.
     En consecuencia, la participación no puede limitarse a la mera presencia pasiva de las personas en
un proceso, ni puede ser reducida a una consulta, ni puede confundirse con la colaboración que las
          personas dan para que una iniciativa del gobierno resulte exitosa.
       Por el contrario, la participación real implica que las personas - de manera singular y organizada -
        tomen parte activa y protagónica, de manera igualitaria, para poder incidir significativamente a lo
        largo de todas las etapas de un proceso (toma de decisiones, ejecución y control).
Sin embargo, la participación protagónica de los pobres no es un hecho real, a pesar de que se
proclama y reconoce como indispensable.
       La participación está de moda y, por otro lado, no participamos. La no-participación
       efectiva sigue estando todavía más que presente en nuestra cultura social, cívica y política.
       Sin embargo, la moda se ha impuesto en las propuestas y modalidades para gobernar, en
       los espacios educativos y en el debate político. Hoy se asume la participación como un tema
       central, casi como un lugar común, pero vuelve a ser factor de una gran incoherencia.6
   De aquí la importancia relevante del tema de participación ciudadana protagónica cuando se trata de
promoción de procesos sociales de las mayorías pobres.
3.2.- Los procesos sociales participativos: ¿pueden ser planificados y valorados?
    ¿Es posible diseñar el futuro, de antemano, de los grupos y organizaciones humanas, si estamos
postulando el respeto al protagonismo y participación de los involucrados en el proceso? ¿O es sólo una
exigencia de las instituciones financiadoras, imbuidas de la ”ciencia” conocida como ”administración de
empresas”, que pretenden garantizar la eficiencia y eficacia de los recursos financieros que aportan con
criterios de empresarios?
    Estas preguntas son pertinentes. Recordemos que el término proceso ha sido incorporado, con el
surgimiento de la teoría sistémica, al campo de la administración de empresas. Hoy se habla, en
consecuencia, de gestión por procesos.
    En esta teoría se entienden los procesos como una secuencia de actividades orientadas a generar
un valor añadido sobre una ENTRADA (input) para conseguir un resultado, una SALIDA (output),
que satisfaga los requerimientos del cliente. En otras palabras: Los procesos son secuencias de pasos,
tareas o actividades que transforman los inputs en outputs.
    En toda gestión por proceso se planifica, ejecuta, monitorea, evalúa para poder replanificar. Las
agencias de cooperación han incorporado el ciclo de PME (planificación, monitoreo, evaluación).
También lo hemos asumido muchas organizaciones con estos con otros nombres.
    Esta secuencia cíclica de PME sin duda ha dado resultados satisfactorios en las empresas y en los
procesos productivos.
    Pero, quienes se involucran en los procesos sociales no son objetos que pueden ser sometidos, como
la arcilla, a un proceso diseñado por otros. ¿Cómo hablar, entonces, de planificación monitoreo y
evaluación de procesos sociales?
    A nuestro parecer, sólo es posible si los involucrados intervienen en todo el ciclo de: Planificación
(que incluye un diagnóstico previo), Ejecución, Valoración (que implica un seguimiento o monitoreo
continuo y una evaluación de los cambios producidos) y Replanificación




6
    RED DE PARTICIPACION CIUDADANA Y CONTROL SOCIAL, Serie: Aportes, No. 1, La Paz - Bolivia, 2003

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  • 1. HACIA UNA COMPRENSIÓN MEJOR DE LOS PROCESOS SOCIALES FINALIZADOS A LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL CON LA PARTICIPACIÓN PROTAGÓNICA DE LOS POBRES. LA PERTINENCIA DE LA VALORACIÓN DE EFECTOS Extracto de “PROCESOS SOCIALES E INDICADORES” 0.- INTRODUCCIÓN Queremos presentar a continuación unas reflexiones que queremos compartir para motivar a las copartes de Misereor a introducirse o a consolidar en los procesos que promueven una postura política finalizada a la transformación de las situaciones de los pobres que participan en los proyectos, siendo ellos mismos, más que destinatarios receptores de una ayuda, partícipes y protagonistas de sus propios procesos de desarrollo. Esta motivación implica encontrar argumentos que den razón a la postura ética que subyace en los orígenes y fines de cada coparte y, también, muy probablemente en cada una de las personas que ofrecen sus capacidades profesionales al servicio de una institución coparte. Se pretende, a la vez, ayudar a destrabar posibles resistencias a involucrarse en una dinámica de planificar, ejecutar, monitorear y evaluar proyectos, dentro de un horizonte más largo de procesos, con orientación a objetivos pensados como efectos. Para ello es importante descubrir que es pertinente, y no sólo un requisito de una determinada agencia de cooperación y, además que es posible, y no extremadamente difícil, pensar, ejecutar, monitorear y evaluar proyectos, dentro de una perspectiva de procesos, con orientación a efectos. 1.- ¿ES POSIBLE Y PERTINENTE PLANIFICAR Y VALORAR PROCESOS A LARGO PLAZO Y EN PROYECTOS DE CORTO PLAZO FINALIZADOS Y ORIENTADOS A EFECTOS? La valoración de avances hacia efectos dentro de procesos sociales y enmarcados en proyectos encuentra hoy en día más aceptación teórica que hace unos años atrás. Pero con la aceptación teórica no han desaparecido las dificultades prácticas relacionadas con la medición cuando se trata de aplicarlos a procesos sociales. Escuchamos, con cierta frecuencia, que el uso y la aplicación de indicadores resulta relativamente manejable, y hasta fácil, cuando se trata de efectos tangibles (aumento de producción, por ejemplo), pero no cuando se trata de efectos intangibles (crecimiento de conciencia crítica, por ejemplo). Quienes así afirman tienen razón con tal de que tengan en cuenta que en todo proceso social - también en los procesos sociales donde abundan y donde se enfatizan los efectos tangibles , como, por ejemplo, en los procesos productivos - se generan cambios a nivel de efectos, no sólo tangibles, sino también intangibles. Los efectos intangibles son muchos y frecuentes a lo largo de todo proceso social ya que se generan cambios continuos en el interior de cada persona, al interior de cada grupo y en el contexto donde el proceso incide, que son cualitativos, invisibles y, por tanto, inmedibles de manera directa. Aquí tenemos, pues, la primera y radical diferencia entre indicadores que miden los efectos tangibles y los indicadores que valoran los efectos intangibles:  entre efectos (objetivos) tangibles e indicadores de efectos tangibles hay una relación directa, casi mecánica (aumento de producción, aumento de kilos por hectárea);
  • 2.  entre los efectos (objetivos) intangibles e indicadores de efectos intangibles hay una relación indirecta sustentada en una hipótesis o supuesto que se deriva de la experiencia (si se produce el efecto intangible de aumento del sentido de pertenencia organizacional, se supone que este efecto se expresa por una mayor frecuencia de las personas a las reuniones de la organización) 1.1.- Valorar los cambios o efectos (objetivos) intangibles es posible Nosotros consideramos que los efectos (objetivos) intangibles, aún cuando son cualitativos, pueden ser percibidos y valorados. Apoyamos esta afirmación en la experiencia cotidiana que todos hacemos a y en algunas reflexiones de la antropología filosófica y en  La persona no tiene sólo manos para tocar, ni sólo ojos para ver… Tiene otros sentidos, como el oído, el olfato, el gusto, con los cuales puede percibir sonidos, olores y sabores que ni se ven ni se tocan. Pero se sienten. Se disfrutan o se padecen. Quien observa a una persona que escucha un sonido, que huele un olor, o saborea una comida, no ve ni toca el sonido, el olor o el sabor… Pero puede imaginarse o deducir, sin riesgo a equivocarse, si el sonido, el olor y el sabor son agradables o desagradables para el que escucha, huele o come y bebe. ¿En qué basa o fundamenta el observador su deducción? En las expresiones del rostro, en el tiempo que la persona observada dedica a escuchar, oler o saborear una comida o bebida, en gestos, en comentarios, en la frecuencia en que esa persona vuelve a repetir la experiencia de saborear, oler o escuchar o en la huida y aborrecimiento de esas experiencias.  La antropología filosófica actual ha recuperado el sentido de persona como unidad de cuerpo- espíritu, tanto que llega a definirla como espíritu corporeizado o cuerpo espiritualizado. El cuerpo es expresión del espíritu, es expresión de lo profundo, es cualidad hecha símbolo. Pero los símbolos, vistos desde fuera de quien los realiza, pueden ser engañosos para el observador externo. Por eso es importante, cuando se trata de valorar cambios cualitativos, que nos introduzcamos dentro de una postura de valoración-investigación convivial, donde los mismos protagonistas de los cambios llenen los símbolos de contenido. En otras palabras, la valoración de los cambios intangibles sólo es posible dentro de una dinámica de participación en la que el monitoreo y evaluación de los procesos sociales y de sus cambios intangibles sean realizados no desde fuera y por gente de fuera, sino desde dentro del mismo proceso con las personas involucradas en el mismo. Nuestra experiencia y la reflexión antropológica nos apuntan tres conclusiones: 1.- Valorar los cambios de los procesos sociales es posible, aun cuando estos cambios no sean tangibles, visibles, cuantificables y medibles, sino intangibles y cualitativos. 2.- Estos cambios, aunque sean muy profundos, íntimos, inefables, siempre se expresan en la vida a través de símbolos. 3.- Estos símbolos adquieren una auténtica interpretación sólo cuando quienes participan en el proceso social y quienes los promueven se han metido dentro de una dinámica de cercanía convivial. 1.2.- Valorar los cambios que se producen en los procesos sociales es pertinente Y ahora cabe una pregunta: ¿qué pretendemos cuando promovemos procesos sociales? Las respuestas a esta pregunta pueden ser muchas: concienciar, formar, transferir capacidad, cambiar la suerte de los empobrecidos, generar o fortalecer ganas o ánimos en las comunidades para el empoderamiento y control de su propia vida desde sí mismos y no como
  • 3. imposición externa o como consecuencia de intereses de grupos poderosos o de gobiernos paternalistas… Para lograr estos objetivos, las organizaciones hacen muchas actividades: cursos, talleres, jornadas, publicaciones, reuniones… Las actividades, cada una por separado o varias de ellas juntas, arrojan unos primeros resultados: número de gente que asistió a los talleres, horas de formación facilitadas a tantas personas, etc... Pero, ¿cómo saber que la gente que recibió los cursos y talleres, que asistió a las reuniones, encuentros y jornadas, que leyó las publicaciones divulgadas, se concienzó, adquirió los conocimientos abordados y aumentó el nivel de capacidad de incidencia? Hasta hace poco tiempo ni organizaciones promotoras ni agencias de cooperación o de financiamiento se habían planteado la posibilidad de poder valorar estos cambios. Por eso se hacían, por parte de las primeras, y se aprobaban, por parte de las segundas, proyectos llamados de desarrollo social en los que las estrategias apuntaban casi exclusivamente a la suma de actividades: baterías de cursos y talleres, jornadas de reflexión, publicaciones por prensa o volantes, mensajes radiados, fondos de microempresas, promoción de experiencias de agricultura sostenible, etc… Los resultados eran cuantificables y medibles: tantos cursos, tantas personas, tantas empresas con tantos beneficiarios, tantas familias con productos agroecológicos… Era, y sigue siendo, fácil medir los resultados… Pero, todas esas actividades, cuyos resultados eran fácilmente contabilizables, ¿para qué servían?, ¿qué efectos producían en los sujetos que recibían el servicio, en sus agrupaciones, en sus comunidades, en su municipio, en su región, en su país?, ¿qué impacto producían en sus vecinos para emularlos a seguir el mismo proceso? Estas preguntas se las han hecho algunas agencias de cooperación y financiamiento: ¿a qué conduce nuestra cooperación?, ¿qué efectos e impactos está provocando? Y también se la están haciendo muchas organizaciones promotoras que, con sinceridad con ellas mismas y con una vocación bien definida de transformar la realidad, se preguntan: ¿vale la pena dedicar nuestra vida a lo que hacemos?, ¿para qué sirve?, ¿a qué conduce?, ¿qué efectos e impactos estamos produciendo? Preguntas de ambas partes que han ido abriendo espacio para un cambio de énfasis: valorar los avances del proceso y los cambios finales producidos no sólo a nivel de resultados, sino sobre todo de efectos e impactos. 1.3.- ¿Cómo hacerlo? Ya sabemos que es posible valorar los efectos e impactos, pues la persona, las agrupaciones y comunidades de alguna forma expresan simbólicamente el cambio. También sabemos que dicha valoración es pertinente a los fines de encontrar sentido a aquello por lo cual dedicamos nuestra existencia. Pero, surgen unas preguntas:  ¿Cómo hacer para valorar los avances de procesos sociales (personales, grupales, comunitarios) cuando se trata de concienciación, empoderamiento, democratización, participación, cogestión, emancipación?  ¿Cómo valorar esos cambios, los que no se ven ni se tocan?  ¿Es posible intentar valorar esos cambios a través de sus expresiones y, en consecuencia, señalar indicadores que nos permitan dar cuenta de que si esos cambios profundos personales o grupales o comunitarios se van dando a lo largo del camino?
  • 4. 2. ¿CÓMO ENTENDER LOS PROCESOS SOCIALES? Todos o muchos hablamos de procesos sociales y, además, consideramos que todos entendemos lo mismo cuando decimos procesos sociales. Sin embargo, bajo esta expresión de “procesos sociales” no se da una comprensión unívoca, ni en lo que se refiere al sustantivo (procesos) ni al adjetivo (sociales). Por esta razón, a los fines de poder entendernos, proponemos una definición, sin que ello implique que todos la acepten como única y válida para todos y siempre. Dado que la expresión procesos sociales pertenece, fundamentalmente, al campo de las ciencias sociales, nos parece oportuno hacer una breve introducción a estas ciencias sociales y, de un modo prioritario, a la sociología pues, como apuntaremos a continuación, entre todos los procesos sociales posibles, nosotros focalizamos, de manera especial, los procesos sociales sociológicos. El vocablo procesos ha sido utilizado, desde hace mucho tiempo, en las ciencias sociales. En efecto, se habla de procesos psicológicos (por ejemplo, la percepción), procesos demográficos (por ejemplo, la migración), procesos económicos (por ejemplo, la producción), procesos educativos (por ejemplo, la educación básica o la educación popular), etc. Por ser todos ellos procesos que son estudiados por alguna de las hoy llamadas ciencias sociales, de todos estos procesos podemos decir que son sociales: los psicológicos, los económicos, los demográficos, los productivos, los educativos, etc... Y no debemos extrañarnos pues la realidad social es muy compleja y, en consecuencia, puede ser abordada desde diferentes perspectivas. Cada uno de estos enfoques ha dado origen a una disciplina social y, todas juntas, conforman las ciencias sociales. Todas tienen algo en común: el estudio de lo social. Pero cada una tiene un objeto propio de la compleja realidad social. Por eso podemos hablar de un conjunto de ciencias sociales, tales como, y a modo de ejemplo, la demografía, la economía, la antropología, la psicología, la historia, la etnografía, la educación… Y también la sociología, que sería la teoría del abordaje de lo social. Todas son disciplinas afines. Ninguna es autónoma ni autosuficiente. Unas y otras se enriquecen e interinfluencian recíprocamente. 2.1.- Distintas Perspectivas Sociológicas La sociología de las últimas décadas del siglo XX fue, predominantemente, de corte estructural funcionalista. Postura que sigue siendo fiel a los principios científicos y a las intenciones integradoras y controladoras del positivismo1. Esta sociología parte del supuesto de que la sociedad no es una realidad caótica, sino una estructura compuesta de muchas unidades relativamente estables (actores sociales diversos) que se integran en el sistema, cada una desempeñando roles funcionales propios, pero que entre sí se complementan y recíprocamente se influencian… Esta estructura social es entendida, pues, como un sistema de relaciones sociales reguladas y 1 Recordemos que la sociología nació como producto de las crisis que atravesaba Europa al final del siglo XVIII, como un esfuerzo de la burguesía para oponerse a los cambios sociales o para someterlos o integrarlos a sus intereses. Razón por la cual esta sociología primeriza es considerada por muchos como la ciencia del cambio social controlado o dirigido bajo la supervisión de la clase burguesa, como la ciencia de los remedios, como la ciencia para el control de los inadaptados y la integración al orden de los revoltosos, finalizada a prevenir con tiempo y con sedantes cualquier movimiento revolucionario y evitar todo sobresalto o, en último caso, someterlo a un orden establecido.
  • 5. pautadas que anteceden y, también, prevalecen a cada individuo. En esta estructura social los esquemas de acción (formas de hacer) ya están hechos y pautados de manera uniforme y las relaciones entre las diversas unidades están estandarizadas de acuerdo a un ordenamiento que establece jerarquías, distancias sociales, dependencias. Pareciera, en consecuencia, que las pautas y reglas sociales son naturales, dadas por la naturaleza; nunca construcciones históricas de determinados grupos humanos De acuerdo a esta sociología funcionalista es natural que existan pobres. Y los pobres, según esta sociología funcionalista, tienen un puesto y su función: seguir siendo pobres. A razón es sencilla: esta sociología parte de presupuesto que toda sociedad está estratificada o diferenciada en posiciones jerárquicas de poder, de riqueza y prestigio que los individuos o grupos ocupan en una escala social. Esta diferenciación de capas sociales en estructuras jerárquicas superpuestas es indiscutible y, en consecuencia, debe ser así asumido, nos guste o no, aunque ello justifique una distribución inequitativa de derechos, privilegios, deberes, valores, responsabilidades con la consecuente privación de riqueza para muchos y de acumulación de riquezas para pocos. E consecuencia, los sociólogos estructuralistas, ante la obviedad de que no existe sociedad alguna sin capas sociales estratificadas, dedicaron sus esfuerzos al mantenimiento del sistema social y a que cada clase o capa social acepte su puesto social. Por eso teorizan sobre la necesidad de que los individuos ejecuten los roles sociales específicos que les corresponden, de acuerdo al lugar (status) que ocupan en la estratificación social. Esta sociología funcional estructuralista entiende los procesos sociales como las formas de interacción estandarizadas, las formas repetitivas de conducta, las cadenas de interacción o vínculos que posibilita que cada quien ocupe su estatus sin generar sobresaltos. Los pobres, que sigan siendo pobres, si bien haya que darles asistencia para que no se haga tan insoportable su pobreza que se movilicen contra el sistema estratificado. Marx, en el siglo XIX, entendió que las capas sociales no son naturales, sino clases sociales, históricamente producidas por una inicua distribución de los beneficios del trabajo entre capitalismo y proletariado. Por eso su llamado a la reversión de esta situación. Sin embargo, en la práctica, el socialismo “científico” de Marx sólo se ha concretado en socialismos reales que no produjeron el desarrollo protagónico y participativo de los pobres n tampoco su emancipación de la pobreza, sino el sometimiento de los pobres a estados totalitarios. 2. 2.- Crítica a la sociología estructural-funcionalista y marxista-socialista Ni la sociología funcionalista ni la sociología marxista nos dejan satisfechos pues sus presupuestos conceptuales y metodológicos no son adecuados para interpretar la realidad de injusta inequidad en que viven las mayorías latinoamericanas. No es extraño pues que la sociología funcionalista haya sido criticada duramente por un movimiento de investigadores sociales críticos que en Europa y, sobre todo en América Latina, la han considerado incapaz de dar respuestas a los innumerables y conflictivos problemas sociales que viven minorías europeas y mayorías latinoamericanas. Es una ciencia al servicio de un desorden social legitimado como orden. Tampoco resulta adecuada, como se pensó durante un tiempo en América Latina, la teoría marxista, como fue demostrado, y sigue siendo demostrado, en todos los socialismos reales del siglo XX y en el socialismo del siglo XXI. Para estos socialismos, el protagonismo y la participación de los pobres es sólo discursiva, pero negada en la práctica por gobiernos autoritarios en marcha hacia estados totalitarios
  • 6. A nuestro parecer, desde ninguna de estas posturas es posible comprender los procesos (movimientos) sociales (de grupos) que buscan cada día mayor protagonismo y participación para incidir eficazmente en la construcción de una sociedad donde todos tengan oportunidad de ser y vivir como seres humanos, donde las brechas entre ricos y pobres sean cada vez más estrechas, donde la voz de los excluidos sea escuchada. 2.3.- Hacia una nueva sociología Pero estas dos posibilidades teóricas de la sociología no son las únicas posibles alternativas. Es posible pensar en otra sociología que entienda los procesos sociales como las acciones protagónicas y participativas de los grupos sociales que han sido históricamente privados o mermados en su capacidad de desarrollar todas sus potencialidades a causa de un ordenamiento social, jurídico y político (Estado) constituido sobre criterios y patrones que generan automáticamente, de manera inequitativa y estructural, la desigual e injusta distribución de la riqueza y oportunidades o la negación de su libertad. Esta sociología alternativa, en la que nos ubicamos, entiende que los grupos y movimientos organizados o en camino de organización están conformados por personas que viven en una situación de carencia casi extrema (sin medios de producción, sin vivienda, sin trabajo, sin servicios básicos, sin suficiente atención sanitaria y educativa) o de minoría o de exclusión ... Pero, además, entiende que la mayoría de estas personas que padecen las consecuencias de la desigual distribución de riquezas, de exclusión, de minoría, de violación de derechos, como consecuencia del histórico despojo de que han sido objeto, del efecto de las ideologías dominantes, de la marginación social de toda oportunidad, de las políticas benefactoras y limosneras de los gobiernos de turno, han asumido como propia, en palabras de Freire, la conciencia del opresor que legitima y justifica la desigualdad. También han incorporado actitudes psicosociales que caracterizan la cultura de la pobreza2 (resignación, pasividad, etc) y, sobre todo, han aprendido a sobrevivir en la propia desesperanza porque consideran que en ellos no existe ni posibilidad ni capacidad para revertir su mala suerte. La esperanza la ponen en otros externos: obtener algún beneficio (beca, trabajo, casa, etc...) de algún plan del gobierno, de una influencia de un político amigo... Estas mayorías, además, si miran a su alrededor, no encuentran fácilmente ejemplos exitosos de procesos sociales que, por sus logros, sean deseables. Más bien se dan cuenta que algunas personas, por impulsar procesos o hacer parte de los mismos, sufren problemas adicionales a causa de represión abierta, o marginación o difamación... Más aún, no ven ni que sea fácil ni pronta la solución de los problemas. En caso de tener razón los autores de la teoría de la imitación (T. Rosenthal, A. Bandura)3, se puede afirmar que las personas no encuentran en su contexto social razones suficientes y válidas para organizarse en procesos largos que retardan 2 Se llama "cultura de la pobreza" a un concepto antropológico creado por el antropólogo Oscar Lewis. Tanto Oscar Lewis como George Foster han mantenido que hasta cierto punto, la cultura de la pobreza constituye una respuesta racional a unas condiciones objetivas de impotencia y pobreza. Pero también afirman que una vez surge, la cultura de la pobreza suele perpetuarse pasando de padres a hijos, con lo cual las nuevas generaciones no están psicológicamente preparadas para aprovechar todas las oportunidades de progreso que puedan aparecer en el transcurso de sus vidas. El concepto de cultura de la pobreza expuesto por Lewis, ha sido objeto fuertes críticas por parte de otros antropólogos. 3 López A., Rodríguez W., Villegas M., Cándida I., ¿Psicología del Aprendizaje?, Publicaciones ACIES. Cumaná, 1996.
  • 7. tanto la recompensa y que además la pone tan difícil. En estas situaciones, los procesos sociales de organización no nacen de manera natural, como nace la rosa de un rosal, pues los grupos, a pesar de ser una realidad social, no son organismos biológicos que aparecen de manera natural en un determinado momento del desarrollo, como afirma la corriente sociológica de corte biologicista, representada por Konrad Lorenz. Tampoco las organizaciones sociales de las mayorías empobrecidas surgen de la dinámica dialéctica de la historia de los pueblos, casi de manera inevitable ante la vivencia de la contradicción entre explotadores y explotados, opresores y oprimidos, ricos y pobres, como afirma la corriente sociológica de inspiración marxista. Sólo surgen si son activados. Pero activados no de cualquier forma, pues quienes se involucran en los procesos sociales no son objetos que pueden ser sometidos, como la arcilla, a un proceso diseñado por otros. Son personas, disminuidas en sus potencialidades por la marginación a que han sido sometidas, pero con valores profundos de solidaridad que abren perspectivas y esperanzas, con capacidades todavía no desarrolladas, con libertad para decidir su futuro, con un gran lastre de desilusión pero con un gran amor por la vida. Diseñar desde fuera un proceso para ellos y someterlos al mismo, es una manera novedosa que la psicología social conductista ha inventado para mantener la sumisión y fortalecer la injusta distribución. Por todo esto decimos que los procesos sociales a los cuales nos referimos se hacen desde dentro, con el protagonismo y participación de los actores. Desde fuera sólo pueden ser provocados y acompañados para facilitarlos, es decir, hacerlos menos difíciles. 2.4.- Los procesos sociales desde este nuevo enfoque integran múltiples subprocesos Si entendemos, entonces, por proceso social el movimiento o cambio transformador (hacia cada persona, hacia el grupo y hacia fuera) de una agrupación a lo largo del tiempo de su historia, podemos distinguir dentro de un proceso social, muchos subprocesos sociales que atraviesan de manera simultánea, pero no paralela sino interrelacionada, todas las fases o etapas del proceso. Estos subprocesos sociales tienden a revertir las posturas vitales o actitudes (conocimientos, valores, opciones) que muchos teóricos psicosociales definieron, falsamente, como causas explicativas de la pobreza. Decimos, falsamente, pues no son causas de la pobreza, sino consecuencias del sometimiento histórico de las mayorías a una situación de alienante pobreza. Podemos consecuentemente hablar de algunos subprocesos sociales. Entre otros posibles, apuntamos:  La motivación que posibilita pasar desde los valores de solidaridad y filiación propios de las mayorías populares hacia la confianza en las propias capacidades, confiabilidad en el grupo, apertura hacia alianzas con otros grupos de actores4.  La concienciación que posibilita el pasaje de una conciencia ingenua a una conciencia crítica, de una conciencia de opresor asumida a una conciencia de clase oprimida; de una conciencia acomodaticia de adaptación y resignación domesticadas a una conciencia emancipada en clave de liberación (López ,1986). 4 Con toda conciencia evitamos la expresión de motivación al logro de McCeland, por parecernos excesivamente individualsita, así como evitamos la expresión autoestima (estima de sí) por la connotación de individualismo que carga en sí misma.
  • 8. La organización continua y progresiva que posibilita el fortalecimiento organizacional de cada experiencia asociativa posibilitando su sostenibilidad en el tiempo de manera autogestora.  La adquisición de capacidad (de conceptos, métodos y procedimientos, destrezas y herramientas) para que las organizaciones puedan lograr los objetivos de manera eficaz y eficiente.  La acción transformadora de la realidad y mejoramiento de la calidad de vida de los pobres pasando de actitudes beneficiarias a posturas de exigibilidad, negociación, presión, incidencia. Estos subprocesos no son etapas o fases continuas del proceso. Son líneas de crecimiento que atraviesan todas las posibles fases o etapas: iniciación, consolidación, autogestión, etc... Muchos de estos subprocesos producen efectos intangibles. No son observables ni medibles en el sentido de la ciencia positivista. Para algunos sociólogos de esta corriente como por ejemplo Durkheim, serían despreciables pues no pueden ser sometidos a observación y experimentación por no ser exteriores a la mente. Sin ellos, sin embargo, no hay procesos sociales verdaderos. Más aún, ellos, con frecuencia, son los más importantes en nuestra acción promotora Nosotros consideramos que si bien es verdad que los efectos de algunos de estos subprocesos son intangibles, no por eso dejan de expresarse en indicadores que señalan el grado en que el efecto se va produciendo. 2. 5. Implicaciones Educativas y Estratégicas Dado que estos subprocesos generalmente son provocados desde una iniciativa externa (ONG facilitadora, por ejemplo), a cada uno de estos subprocesos corresponden también múltiples estrategias de provocación y acompañamiento. Desde la óptica de una educación dialógica y liberadora, la definición de estrategias de provocación y acompañamiento de procesos (y sub-procesos) sociales por parte de ONG´s facilitadoras deberían tener en cuenta:  El subproceso base es la acción. La acción reflexionada es praxis, en el sentido que Paulo Freire dio al término5. La praxis es posibilidad de concienciación, motivación; es emergencia de demanda de formación y capacidad; es oportunidad de descubrimiento de mayor exigencia de fortalecimiento organizacional y de apertura a alianzas. El grupo que no actúa se muere. Y el grupo que no reflexiona sobre la acción no crece ni se sostiene.  Cursos y talleres planteados como un pénsum, ilustran pero no forman.  Formación sin organización es ineficiencia; organización sin formación es ineficacia. No es necesario que la gente esté motivada, concienciada, organizada para actuar. Se motiva, conciencia y organiza, actuando.  Desde el principio se actúa y desde la acción se desarrolla el proceso en espiral.  La educación dialógica rompe con la relación vertical entre educador y educando. Los dos son cognoscentes capaces de producir conocimiento sobre la realidad en la medida en que ésta se transforma.  El educador que sólo enseña o instruye invade, extiende, domina. El educador que dialoga establece comunión y relación facilitadora de construcción de conocimiento liberador. 5 Freire, P. Extensión o Comunicación: La concientización en el medio rural. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1975.
  • 9.  Los expertos, técnicos, juristas, etc., son necesarios si, con humildad y respeto, comparten su experticia para iluminar el diálogo productor de conocimiento (López, 1998) 3.- ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE PARTICIPACIÓN CIUDADANA PROTAGONICA Son múltiples, como hemos visto, las perspectivas posibles de abordaje de los procesos sociales. Pero desde la perspectiva sociológica esbozada sólo tienen sentido aquellos procesos sociales en los que los sujetos participan de manera protagónica. La antropología filosófica postula que participar es un modo de ser persona, pues la persona es relación (apertura), no individuo (cerrado). También la filosofía del conocimiento (gnoseología) ha centrado en los últimos años su reflexión sobre la participación como condición de producción de conocimiento. En el desarrollo de la conciencia de la humanidad sobre los Derechos Humanos hoy se proclama que la participación es un derecho humano. En la realidad social y política de las democracias formales de América Latina también se ha introducido el tema de participación ciudadana. Pero ha emergido como una concesión de los gobiernos –a veces bien aconsejados por los centros de poder - para salvar la gobernabilidad de las frustrantes democracias latinoamericanas. Sin embargo, por esta rendija abierta, los pueblos se han apropiado de la participación, como herramienta fundamental e indispensable para la exigibilidad de derechos, la disminución de los niveles de corrupción y la búsqueda de una distribución democrática y equitativa, no solo justa, de la riqueza (López, 1999). Esta última perspectiva es la óptica del presente trabajo: la participación como herramienta para la acción transformadora de la realidad y mejoramiento de la calidad de vida de los pobres pasando de actitudes beneficiarias a posturas de exigibilidad, negociación, presión, incidencia. 3.1.- Hacia una comprensión de la participación protagónica Pero, ¿qué entendemos por participación? a).- La participación ciudadana no es una concesión: Para calmar las inquietudes sociales producidas por la frustración democrática, algunos gobernantes y dirigentes han recurrido a la participación ciudadana como remedio para salvar las democracias. Quienes entienden la participación ciudadana como una concesión para salvar la democracia, han reducido la participación ciudadana a consulta o, en el mejor de los casos, a colaboración (López A, 1999). b).- La participación ciudadana es condición indispensable de democracia y condición fundante de la ciudadanía: La gobernabilidad necesita ser democrática y democracia significa, ante todo, participación. Participación en la vida política, en la toma de decisiones y en la distribución de los beneficios económicos (Prera Flores, en López A., 1999). Propiciar la participación es construir ciudadanía, hacer a las personas portadoras de derechos y obligaciones (...) La participación ciudadana es un hecho político que redistribuye poder (Nieto Montesinos, en López A., 1999). c).- La participación ciudadana es el involucramiento, comprometido y responsable, de las organizaciones y personas en los procesos de toma de decisiones, de planificación, de seguimiento y supervisión de políticas y medidas públicas, a partir de su propia realidad, contando con sus propias capacidades y estableciendo alianzas con otros actores que cooperan de manera subsidiaria o complementaria.  En consecuencia, la participación no puede limitarse a la mera presencia pasiva de las personas en
  • 10. un proceso, ni puede ser reducida a una consulta, ni puede confundirse con la colaboración que las personas dan para que una iniciativa del gobierno resulte exitosa.  Por el contrario, la participación real implica que las personas - de manera singular y organizada - tomen parte activa y protagónica, de manera igualitaria, para poder incidir significativamente a lo largo de todas las etapas de un proceso (toma de decisiones, ejecución y control). Sin embargo, la participación protagónica de los pobres no es un hecho real, a pesar de que se proclama y reconoce como indispensable. La participación está de moda y, por otro lado, no participamos. La no-participación efectiva sigue estando todavía más que presente en nuestra cultura social, cívica y política. Sin embargo, la moda se ha impuesto en las propuestas y modalidades para gobernar, en los espacios educativos y en el debate político. Hoy se asume la participación como un tema central, casi como un lugar común, pero vuelve a ser factor de una gran incoherencia.6 De aquí la importancia relevante del tema de participación ciudadana protagónica cuando se trata de promoción de procesos sociales de las mayorías pobres. 3.2.- Los procesos sociales participativos: ¿pueden ser planificados y valorados? ¿Es posible diseñar el futuro, de antemano, de los grupos y organizaciones humanas, si estamos postulando el respeto al protagonismo y participación de los involucrados en el proceso? ¿O es sólo una exigencia de las instituciones financiadoras, imbuidas de la ”ciencia” conocida como ”administración de empresas”, que pretenden garantizar la eficiencia y eficacia de los recursos financieros que aportan con criterios de empresarios? Estas preguntas son pertinentes. Recordemos que el término proceso ha sido incorporado, con el surgimiento de la teoría sistémica, al campo de la administración de empresas. Hoy se habla, en consecuencia, de gestión por procesos. En esta teoría se entienden los procesos como una secuencia de actividades orientadas a generar un valor añadido sobre una ENTRADA (input) para conseguir un resultado, una SALIDA (output), que satisfaga los requerimientos del cliente. En otras palabras: Los procesos son secuencias de pasos, tareas o actividades que transforman los inputs en outputs. En toda gestión por proceso se planifica, ejecuta, monitorea, evalúa para poder replanificar. Las agencias de cooperación han incorporado el ciclo de PME (planificación, monitoreo, evaluación). También lo hemos asumido muchas organizaciones con estos con otros nombres. Esta secuencia cíclica de PME sin duda ha dado resultados satisfactorios en las empresas y en los procesos productivos. Pero, quienes se involucran en los procesos sociales no son objetos que pueden ser sometidos, como la arcilla, a un proceso diseñado por otros. ¿Cómo hablar, entonces, de planificación monitoreo y evaluación de procesos sociales? A nuestro parecer, sólo es posible si los involucrados intervienen en todo el ciclo de: Planificación (que incluye un diagnóstico previo), Ejecución, Valoración (que implica un seguimiento o monitoreo continuo y una evaluación de los cambios producidos) y Replanificación 6 RED DE PARTICIPACION CIUDADANA Y CONTROL SOCIAL, Serie: Aportes, No. 1, La Paz - Bolivia, 2003