Última entrega de la serie Inventario de la Memoria, sobre el estado de los archivos en Colombia. La primera fue sobre libros y documentos, la segunda sobre cine y tv, la tercera aborda los archivos de música y radio del país. Investigación exclusiva para la revista cultural Arcadia, dirigida por Marianne Ponsford
1. http://www.revistaarcadia.com/periodismo-cultural-revista-arcadia/articulo/memoria-para-
escuchar/25668
Memoria para escuchar
Jaime Quevedo, director del Centro de documentación musical de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Inventario de la memoria 3
Música, discursos políticos, voces literarias, tradición
oral, programas radiales, transmisiones deportivas... En
la tercera y última entrega sobre la situación de los
archivos en el país, la pregunta es por el estado de los
archivos sonoros. ¿Qué tan bien librados salen quienes
deberían conservar esa memoria?
Por: Yeniter Poleo
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La suerte del inventario
Voces desconocidas
Durante años Serrat no se escuchó en el Huila. En el sello de sus discos se escribía en letras
grandes la frase “esto no” y en casos de suprema prevención se hacían profundas incisiones
con puntilla en la superficie negra del vinilo. Fueron las obras maestras de la censura radial
2. contra todo lo que sonara, literalmente, a izquierda. Lo descubrió el profesor de la
Universidad Surcolombiana, Olmedo Polanco, en su reconstrucción de la historia de la
radio en ese departamento durante el periodo del Frente Nacional (1958-1974). Polanco me
cuenta que sus fuentes han sido “los viejos hacedores: periodistas, locutores, técnicos de
sonido” que rememoran, pero de archivos sonoros poco. “Ha sido una labor muy
dispendiosa” pues la radio, que tantos significados ha dejado en los recuerdos personales,
“no tiene memoria de sí misma y en las regiones, peor”.
Más al norte, en el Chocó, Giovanni Córdoba se refiere a la misma época: “Afros e
indígenas entraron a participar en el Frente Nacional y esa violencia los tocó de manera
brutal, afros matando afros, pero eso no está escrito y para narrar una historia incluyente
hay que recoger testimonios orales porque no existen otros registros”. El director del Centro
Nacional de Estudios Afrocolombianos añade una historia que escuchó: “Aquí en Quibdó
había una calle por donde no podían caminar personas negras, pero eso tampoco se veía
como violencia”. Se lo contó su padre. La multiculturalidad de la nación colombiana,
proclamada por la Constitución hace veinte años, comparte una certeza sobre lo que vale el
patrimonio sonoro y guarda resistencia ante la fugacidad de las ondas hertzianas, voces,
acentos, melodías y lenguas en que se expresa.
Niñas bonitas
En el cuarto piso de la Biblioteca Nacional de Colombia ha funcionado de todo. Estuvo el
Archivo Nacional hasta que la Ley 80 de 1989 ordenó su dilución en el nuevo Archivo
General de la Nación (AGN), y su techo sostuvo hasta 1993, contra todo pronóstico, las
pesadas antenas de Inravisión. En la actualidad, ocupa un ala el Centro de Documentación
Musical de la BNC, el más importante del país. Su coordinador, Jaime Quevedo, se mueve
entre anaqueles repletos de material en distinto formato (cintas de carrete abierto, vinilos,
acetatos, casetes, mini disc) y va relatando cómo han digitalizado audios, y partituras o
compilado programas de mano. Cuando llega a la sala de los equipos de reproducción, me
sugiere que la dictadura de la tecnología ha fomentado una especie de actividad artesanal:
“Si se daña un rodillo, una aguja, hay que mandarlos a hacer porque ya la industria no
produce repuestos. Por eso cuidamos estas máquinas como niñas bonitas, porque no hay
más”. Ha sido un centro receptor de todos los géneros y soportes. “Muchísimas prácticas de
la música funcionaron porque había fotocopias, pero otras se basaron en la oralidad,
¿cuántas veces has visto a un acordeonero vallenato tocando con partitura?”.
Quevedo menciona que existen dieciocho centros de documentación musical en el país y
destaca la pasión de los coleccionistas como fuente. Uno de esos amantes fervorosos fue el
todero Antonio Cuéllar (plomero, electricista) que reunió más de quince mil discos de
música popular producida aquí y en América Latina. En 2003 la Universidad Distrital
adquirió esa colección que administra su propio centro junto al legado de lo que fue la
Academia Superior de Artes de Bogotá.
El paisaje suena
En Medellín también reconocen el valor de los archivos particulares pero recuerdan
centenares en deterioro. Fue hace trece años cuando la Universidad Eafit inició su
3. investigación sobre musicología histórica: “Desde el principio nos dimos cuenta de que los
archivos musicales estaban en estado precario, era un horror”, describe Fernando Gil,
coordinador de la maestría en Música. Hallaron personas muy mayores que habían
atesorado discos, recortes de prensa y documentos, convencidas de su gesta pero sin recelo
del moho. Por fortuna, el equipo ha recuperado miles (el más antiguo, data de 1860),
inclusive libretos de radio escritos por el barranquillero Hans Federico Neuman,
disponibles ya en Internet en la Biblioteca Digital Musical. En esa ciudad hay más fondos
como la Fonoteca Departamental Hernán Restrepo Duque con trescientos mil fonogramas y
el Centro de Valores Musicales Regionales de la UDEA. Tras la pista del patrimonio
sonoro también encontramos otras maneras de preservar, por ejemplo, la ministerial.
“Vamos más allá del inventario y rescate hacia el reconocimiento y dinamización de las
músicas tradicionales y populares”, enuncia Jorge Franco al explicar los Territorios
Sonoros de Mincultura, que tienen un fuerte componente de capacitación. “Desde el Estado
nos parece importante el espacio de práctica para lograr la apropiación; por eso
fortalecemos las escuelas municipales de música con gestión, dotación e investigación”. En
2011 esperan cubrir 774 escuelas en un mapa de siete territorios: la marimba, la chirimía, el
joropo, la gaita, la canta y el torbellino, la rajaleña y el vallenato. Otra vía es la comercial,
como la de Discos Fuentes, fundada en 1934. En 1987 comenzaron a digitalizar su catálogo
y ahora ofrecen descargas por Internet. Ahí se puede oír desde “El twist del guayabo” de
Los Golden Boys hasta “Lenguaje de mi piel” de Kraken.
Las joyas de la corona
Hubo muchos rodeos antes de que la HJN estrenara en 1929 las transmisiones de radio en
Colombia, pero superadas las dilaciones surgieron varias emisoras, algunas discontinuas,
pero en conjunto bienvenidas en la cotidianidad de aquellas gentes apacibles. El esplendor
inicial alcanzó hasta finales de los años 30, lapso en que se probaron formatos de programa,
se incorporó la publicidad y sucedieron tragedias como la muerte de Gardel (citada como
génesis del radioperiodismo en el país). De esa década no se conserva nada. No había
noción, como en el resto de América Latina, y las emisiones eran en directo. La grabación
número uno es del miércoles 1 de febrero de 1940 a las 8 pm: ante el micrófono el
presidente Eduardo Santos inau-guraba la Radiodifusora Nacional (hoy Radio Nacional de
Colombia). Desde entonces, la emisora pública empezó a guardar ciertos materiales,
además de la música. Al cabo de 71 años, Dora Brausin, coordinadora de la Fonoteca de la
RNC, me dice que podemos escuchar ese audio y tantos más (126 mil documentos) ahí
mismo y en la Web. Es el archivo de palabra más antiguo y más grande del país, aunque
reconoce que no se tiene todo: “De los radioteatros creemos que se llegó a conservar un
30% y sin embargo es una cantidad enorme, valiosa. Tenemos discursos, programas,
conferencias, todo sobre el Bachillerato por Radio; desde 1970 grabamos completos los
festivales de música (vallenata, porro, gaita)”, y no para de contar. “Somos radio pública”,
me dice abajo en el archivo mientras exhibe la larga colección de discos compactos que han
editado, muestra del homogéneo proyecto cultural estatal que fue la RNC: programas de
Manuel Zapata Olivella, Guillermo Abadía, conferencias (1951-1958), Radio Sutatenza, 60
años de un sueño. Esa compilación sobre Radio Sutatenza se hizo con sus archivos pero
sobre todo con los de la Biblioteca Luis Ángel Arango, que adquirió la colección en 2008.
“Monseñor Salcedo tenía visión. Documentaba cada actividad. Tenemos libretos,
grabaciones, discos de la Reforma Agraria, fotografía de las mingas, cartillas de
4. alfabetización, la correspondencia”, enumera Diana Restrepo, directora técnica. También
las promociones de ese ícono de la educación campesina por radio (1954-1989), en voces
clásicas como La Sonora Maravilla o Los Tolimenses, que advertían entre chiste y chanza
sobre: “Los primeros usilios cuando a uno lo muerde una culaura”.
Otros dos archivos con mucho por decir son la Fonoteca de la Emisora Cultural de la
UDEA, el fondo universitario más grande en Colombia. La estación, que funciona desde
1933, comenzó en 2002 una gran renovación tecnológica, incluida la digitalización de
contenidos. En el norte de Bogotá está el otro reservorio, también en proceso de
transferencia de sus sonidos que datan de los años 50, entre estos los programas de doña
Gloria Valencia de Castaño. Toda la memoria de la HJCK está ahí, viva. “Tengo una base
de datos de cuarenta mil registros”, aproxima Luis Aza, fonotecario. Un inmenso archivo.
Tiempazo
La ley contra el hampa era un dramatizado sobre crímenes reales narrado de tal manera
que espeluznaba y daba miedo; hacían reír los personajes de Los chaparrines o La escuela
de doña Rita; daba qué pensar el humor político de El pereque; había héroes como
Kalimán; despertaban fantasías los amores truncos de El derecho de nacer; emocionaban
los relatos de gestas deportivas; y claro, la música era la música. Esa radio que congregaba,
que nutría las conversaciones, que contenía los alientos, dejó de existir. Tantos programas
que alentaron espíritus, tantas horas de transmisión, voces, por eso el universo de la radio
comercial es inabarcable, como sus archivos, lo que es preocupante: “Nos quedaría solo la
voz de las instituciones, como la Radio Nacional, pero no nos queda la historia del día a día
que pasaba por las emisoras comerciales. Nos quedaría una mirada hegemónica como
patrimonio radial, no ese coro heterogéneo del entretenimiento como bien simbólico con
que la gente construye sentido”, me alerta el investigador y docente de la Javeriana, Nelson
Castellanos.
Radio Santa Fe fue de las primeras estaciones comerciales (1938) y continúa estoica en el
1070 del dial AM. “No tenemos registros sonoros de aquella primera época, aunque la
música sí. Fuimos los primeros en Bogotá en transmitir la Sonora Matancera; los discos
llegaban a Barranquilla. La música colombiana se tocaba en vivo en nuestros estudios”. El
locutor y productor César Augusto Duque me entrega, sin embargo, un tesoro, un CD con
fragmentos de clásicos: La hora de los novios, El mundo de locos, disponibles en la Web de
la estación. Duque “nació” en la radio, es hijo de la actriz que hizo el papel de “Nananina”;
de su paso por otras cadenas, recuerda: “En unas habitaciones grandísimas estaba el archivo
de Caracol, pero después fueron necesitando espacio para oficinas”. El estado actual de ese
archivo es una incógnita. Hablé con César Moreno Hernández, en Caracol Radio, quien me
pidió un correo con preguntas. Al parecer lo reenvió internamente para solicitar apoyo con
las respuestas, pero aún no lo ha encontrado. No obstante, hace dos años, se dio una
conferencia en el Seminario Internacional sobre Archivos Sonoros, organizado por la Radio
Nacional, a cerca de esa colección. Se mencionó que había énfasis en guardar lo reciente
aunque a veces aparecían cosas viejas: “¿De dónde salen esos archivos? No tengo ni idea,
pero allá están”, expuso Manolo Bellón, quien estaba a cargo de ese proyecto. Agregó que
la gestión se hacía “para ponerlos a disposición de la empresa”. En RCN, el director
nacional de Sonoro, Jaime Rodríguez, me describió lo que tienen: un banco FM desde
5. 2006; noticias desde 2005 y deportes desde 1970. “Hay mucho aún en análogo”. La
reorganización empezó hace siete años. Insisto en lo histórico y dice lo que recuerda: “Hay
audios de Hebert Castro, de la radionovela Montecristo, algo de Los Tolimenses, clásicos
RCN, el 5-0 de Colombia a Argentina”. En Todelar no hubo un incendio, me asegura el jefe
técnico, Hernando Montañez, ante la leyenda de que allí había perecido su archivo de
radionovelas. “Fue un trasteo; había hijuemil cajas con papeles que se iban a quemar, pero
algunas tenían cintas. Cuando me di cuenta, ya era tarde”. Dice que ha abogado por una
política de empresa para digitalizar “porque piden mucho de lo viejo; tenemos fragmentos
de Kalimán, Solución a su problema”, y da un dato: “El que tiene un buen archivo es
Campuzano”. Entonces ubico a Jorge Eliécer Campuzano y me lo confirma: “Tengo el
Colombia-Rusia del Mundial de Chile, el récord de Cochise Rodríguez, Pambelé campeón;
porque yo lo que tengo es deportes, eso es lo mío”.
Voces desconocidas
Inventario de la memoria 3
Por: Yeniter Poleo
Nada más llegar al altiplano, los conquistadores se sorprendieron por la diversidad de
lenguas que oyeron. En el AGN, Clara Casilimas cuenta que en 2006 se empezó a saber
quiénes tenían material sobre oralidad (testimonios, cantos, prácticas) y en 2008 se creó un
comité técnico de Archivos Orales; pero la iniciativa no ha evolucionado como querían:
“Hace falta consolidar un grupo de planta, no solo contratistas, para avanzar en esos
procesos”. Mientras tanto, el AGN tiene convenios con cabildos indígenas y busca
sensibilizarlos para que juntos sean corresponsables de su memoria oral. Aunque hay
sonidos que preservó la antropología, hay mucho material disperso en manos particulares,
algunas europeas. “En el Putumayo, el padre Castellví estaba ya preocupado en los años 40
porque las lenguas iban desapareciendo, así empezó sus diarios y grabaciones. Todavía
estamos buscando esas grabaciones; parece que una parte está en España”. Con Mincultura
el Archivo también trabaja en San Basilio de Palenque, que además es Patrimonio Oral e
Inmaterial de la Humanidad. El ministerio ha apoyado desde su área de Comunicaciones a
veinticuatro emisoras indígenas que transmiten y graban voces jóvenes y de sus mayores,
en español y en sus propias lenguas, hablando sobre sus luchas, tradiciones, identidad y
amenazas. Dos discos compactos recopilan parte de ello: La mochila de la palabra y
Huellas y memorias.
La suerte del inventario
Inventario de la memoria 3
La verdad no está en los documentos, me escribió la profesora de la UIS Ivonne Suárez, “es
un paradigma que se busca en cada acercamiento temático y teórico-metodológico”. Sin
embargo, la verdad no se puede buscar, mucho menos encontrar, sin documentos y desde
que se promulgó la Ley 594 de 2000 en Colombia casi todo lo es. La bibliotecóloga
Myriam Mejía lo subrayó: a la tradición de lo escrito se sumó por fin el reconocimiento de
6. lo audiovisual, fotográfico, fílmico, sonoro e informático como fuentes documentales. La
serie Inventario ?de la Memoria ha reseñado hallazgos y pérdidas sorprendentes, el arrojo
de centinelas empeñados en cuidar y la desidia de quienes cayeron o caerán en su propia
trampa del olvido. Correos electrónicos sin responder, números de teléfono deshabilitados;
muchas historias no se han podido contar (sobre todo de universidades y museos) y otras
han surgido en el camino, pero en la búsqueda del patrimonio colombiano en papel,
imágenes y sonidos emergieron coincidencias: cómo preservar las creaciones colgadas en
Internet, cómo ganarle la partida al permanente cambio tecnológico, y cuál sería el ideal de
circulación para que la sociedad valore y se apropie de lo guardado. A fin de cuentas, lo
dijo la historiadora Luz Adriana Maya, “el lapso para recordar es breve”.
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