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(Argentina). ISSN1852-1576.
Agentes y especialistas en la atención de la salud en un barrio del Gran Rosario:
su definición a través del análisis de rol.
María Georgina Granero1
Resumen:
En esta presentación consideraremos diferentes agentes que intervienen en la atención
de la salud de la población de un barrio periférico del Gran Rosario, enmarcada en procesos
migratorios limítrofes e internos. Tales agentes, pertenecientes tanto al campo de la
biomedicina como al universo mágico-religioso, serán examinados mediante el análisis de rol
a fin de esclarecer los atributos y relaciones que presentan en este marco etnográfico.
Finalmente, señalaremos posibles líneas de estudio sobre la eficacia de tales prácticas en
contextos cultuales.
Abstract:
In this presentation, we will consider different agents who take part in the population’s
health attention on the outskirts of Rosario, which is related with border and internal
migration processes. Those agents, physicians in the biomedicine field and magic-religious
healers as well, will be examine through the role analysis to clarify the attributes and relations
they present on this ethnographic context. Finally, we will state possible research topics about
the efficacy of those practices within worship contexts.
Palabras Clave: migración - pluralismo médico - análisis de rol - Antropología.
Keywords: migration – medical pluralism – role analysis - Anthropology
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Introducción
Consideraremos en esta presentación las relaciones entre diferentes especialistas o
agentes de cura que intervienen, simultáneamente, en la atención de la salud de la población
de un barrio periférico del Gran Rosario, principalmente desarrollado a través de procesos
migratorios limítrofes e internos.
Dicha atención sanitaria será abordada en interrelación con los agentes sanitarios
institucionalizados del campo de la biomedicina. En tal sentido, además de considerar la
figura de “médico” en este último caso, se hará referencia a especialistas (a veces
identificados como “curanderos”) que actúan en el campo del universo relacional y afectivo
de los consultantes, en un lenguaje mágico-religioso. Así como también, será preciso incluir
otros agentes que atienden enfermedades “tradicionales” (empacho, la ojeadura, etc.), pero no
son considerados médicos ni curanderos.
En función de lo cual, la pregunta a formular es qué es “lo médico” y quiénes son (o
no) reconocidos en este rol. Para ello nos serviremos de los planteos de Friedriek Nadel
(1966) sobre análisis de rol a fin de esclarecer los atributos y relaciones que estos presentan
en el marco etnográfico considerado y evaluar las hipótesis de trabajo que de ello se
desprendan. Así, analizaremos cómo opera el atributo básico del rol (la cura de una dolencia)
en estos casos, y su relación con la identidad de rol. Por último, llevaremos tales resultados a
un marco más general desde el cual se sugieren posibles futuras colaboraciones en torno al
análisis de la eficacia de las prácticas curativas y su relación con la circulación de creyentes
por diferentes contextos cultuales.
Marco de investigación
Nuestro referente de estudio se localiza en un barrio periférico del Gran Rosario
(Cabín 9), perteneciente a la localidad de Pérez, cuya población se ha desarrollado a través del
arribo de contingentes migratorios mayormente provenientes de Paraguay y del noreste
argentino desde principios del siglo pasado. Tal proceso ha cobrado un mayor impulso a partir
de la segunda mitad de siglo pasado, especialmente en el caso de la población de origen
paraguayo.
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En relación a esta última, el acceso a la salud pública es un elemento valorado y
utilizado estratégicamente tanto por los propios migrantes como por sus familiares, quienes
suelen trasladarse de forma temporaria o permanente para su atención sanitaria. En gran parte
ello se corresponde con la denotada restricción en el acceso a la atención y el déficit sanitario
en sus respectivos contextos de origen (mayormente rurales), tanto por las distancias
geográficas y problemas de comunicación, como por los costes económicos de dicho acceso
(Peralta y Perrotta, 2005)2.
En tal marco, la primera aproximación a este contexto fue realizada por un equipo
interdisciplinario en el año 2005, al cual sumamos nuestro aporte hacia fines de 2010. En esa
primera instancia se abordó la situación sanitaria de la población en un espacio urbano
pauperizado y periférico. Entonces se señaló que las estrategias sanitarias en relación al
proceso de salud/enfermedad/atención implicaban, en el marco de una medicina
“hegemónica” (Menéndez, 1985), de carácter biologicista, la utilización de saberes
medicinales tradicionales vinculados principalmente a la herboristería (Demicheli et al, 2008).
A su vez, se relevó que tales productos vegetales eran muchas veces cultivados en huertas
hogareñas, así como traídos de Paraguay.
A partir de allí se definieron dos formas de resolución de los problemas de salud
complementarias: por un lado, el acceso al sistema de salud público, y por otro, el recurso a
curanderos y a prácticas de auto-atención doméstica, en base a la herboristería (Demicheli et
al, 2008). Llegados a ese punto, dimos un primer paso al especificar la atención sanitaria
gestionada a través de diferentes canales que denominamos agentes de cura.
Para tal fin, hemos definido dos tipos de agentes de cura presentes en el contexto
referido (Granero, 2012; Granero, 2011), que reseñaremos brevemente. Por un lado, aquellos
que resuelven enfermedades denominadas “tradicionales” (entre otras prácticas como el “agua
de socorro” o acto de bautismo), no presentan una especialización en su práctica (no cobran
por sus servicios ni están abocados plenamente a tales tareas), y han recibido sus
conocimientos de otras personas, a través de rituales y en contextos específicos. Por otro lado,
se encuentran los autodenominados “médicos” o “curanderos”, quienes presentan una
especialización de dedicación completa por la cual cobran tarifas y organizan generalmente su
práctica a través de turnos.
En el primer caso, se trata de mujeres (paraguayas y litoraleñas) y algunos hombres
(en este caso solo identificamos de origen litoraleño) que curan enfermedades “tradicionales”.
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Tales serían: empacho, manifestado como indigestión; pata de cabra, en los bebés que
padecen un trastorno de la columna y es considerada mortal; y ojeo, expresado por el dolor
de cabeza que provoca una mirada “fuerte”, entre otras menos frecuentes.
En el segundo caso, los denominados “curanderos” o “médicos” además de disponer
por lo general de similares facultades que los agentes previamente citados, se distinguen por
atender otro tipo de curaciones vinculadas a hechicería o daños3 y también por su
especialización, ya que, a diferencia de los anteriores, cobran en dinero por sus servicios y
tienen una dedicación exclusiva a su trabajo. A su vez, si bien algunos de estos agentes
residen en el mismo barrio, también se realizan consultas en diferentes puntos del Gran
Rosario. No registrándose, para este caso y hasta el momento, “curanderos” de origen
paraguayo.
Dentro de estas consultas se despliega, por tanto, un heterogéneo campo de demandas
que implican además de diagnósticos de salud, temas afectivos, laborales, económicos, así
como pronósticos, recomendaciones y un asesoramiento general sobre los asuntos de sus
consultantes. Por lo que se aborda, a partir de los síntomas e inquietudes, todo el universo
vincular, afectivo y mágico-religioso de los consultantes.
La curación se inicia en la sesión de consulta y se continúa en forma de tratamiento a
seguir por el consultante, a través de la utilización de remedios indicados por el curandero y
preparados domésticamente. En ellos hemos registrado la utilización de hierbas o “remedios
tradicionales” (romero, orégano, ruda, alcohol, etc.), remedios farmacológicos (por ejemplo,
aspirinas) y otros elementos (velas, imágenes religiosas, sahumerios, entre otros).
El diagnóstico es personal o puede solicitarse respecto de otra persona a través de una
pertenencia o foto de la misma, interviniendo en todos los casos el uso del nombre propio. A
partir de tales elementos, el tratamiento también puede ser aplicado a dicha persona sin que
esta sea advertida o participe voluntariamente del mismo. En sentido contrario, tal es el caso
de los daños o venceduras, las cuales se realizan con ánimo de generar un perjuicio a una
persona y cuyos efectos son muchas veces “detectados” en las consultas referidas.
En ambos contextos terapéuticos se utiliza la intercesión de santos y figuras de poder,
quienes aportarán fuerza y efectividad al ritual. De la cual depende a su vez la posibilidad de
contrarrestar la fuerza movilizada por la acción negativa que originó la acción mágica, en el
caso del daño, en la medida en que esta fue gestada a través de los mismos o similares canales
e intermediarios.
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Por lo que, quien tiene la capacidad de revertir un daño debe poder manejar el mismo
lenguaje de quien lo genera y, en tal sentido, se asume que no es dicha capacidad sino la
voluntad o elección del especialista lo que define su práctica. Por tal situación, en algunos
estudios se ha definido la figura del curandero como ambigua, en tanto posee la posibilidad de
curar como de dañar (Idoyaga Molina, 2002; Viotti, 2003).
Pero en nuestro trabajo de campo advertimos que la expresión “curandero” era
mayormente evitada y que conllevaba en general un acento negativo para los entrevistados,
siendo substituida por la de “médico”. De modo anecdótico, dicha “indistinción” ha sido
muchas veces una dificultad (supuestos propios mediante) para identificar a qué tipo de
agentes y prácticas terapéuticas se referían los entrevistados en sus comentarios sobre la
atención recibida por “médicos”. De allí surge la necesidad de profundizar esta cuestión y
esclarecer dos aspectos fundamentales: ¿quién es “médico” y qué es “lo médico” en este
contexto? Para ello propusimos analizar en términos de rol a los agentes considerados como
una de las vías posibles de análisis.
Agentes de cura desde un análisis de rol
Emilse (mujer paraguaya, 40 años): “Tomo tilo para la presión alta y tomo siempre té de
peperina que le dicen para el malestar estomacal [...] yo tomo siempre, pero yo veo que me cae
bien, no me cae mal […] Nunca le pregunté al médico porque también, por ahí ellos no
quieren que tome esa cosa. Porque yo quiero tomar mate, entonces, algo de yuyito siempre le
pongo. Viste que la cáscara de naranja también le corta la acidez, entonces yo le busco, ya sé,
como yo me crié así, sé lo que me va a hacer mal y lo que me va a hacer bien, entonces yo
tomo […] Te van a decir que no los médicos. Yo nunca voy así a un medico de yuyos, para
eso yo sé, yo me crié así, sé más o menos que tengo que tomar […].
[En Paraguay] Mi mamá nos curaba con harina a nosotros [se refiere al sarampión], harina
común, en la espalda. Acá no, yo apenas veo que mis hijos tienen eso los llevo corriendo al
médico. Eso sí, yo nunca le voy a dar una pastilla o un paracetamol sin preguntar al médico,
tengo que hacer como ellos dicen”.
Considerando este fragmento de registro, encontramos la distinción entre “médico”
perteneciente a un contexto institucional biomédico y otra figura que aquí solo indicaremos:
“médico de yuyos”4
. Dicha diferenciación, basada en una distinción de contextos
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(institucional-biomédico vs. no institucional-terapéutico, respectivamente) indica también una
vinculación común. Ambos desempeñan o son identificados en un rol que atañe al cuidado de
la salud: son médicos, con saberes diferentes, en contextos diferenciados.
A su vez, en este caso en particular, la distinción también atañe a la accesibilidad que
el conocimiento presenta para la entrevistada. Dado que, entre dichos saberes, hacia uno esta
se siente especialmente habilitada por su “crianza” y prescinde del especialista. Mientras que
hacia el biomédico sí recurre y precisa de su consulta y aprobación. No obstante, aquí también
establece límites: si los médicos no aprueban el uso de hierbas medicinales la entrevistada
opta por no informarles, dado que es algo que escapa a su dominio.
Por otro lado, encontramos que también se denomina “médico” a agentes de cura
identificados como “curanderos”, pero generalmente evitando tal denominación. Los que
aparecen como especialistas terapéuticos en la atención de la salud y el bienestar de sus
consultantes, dentro del campo más amplio del universo relacional y afectivo de estos y en un
lenguaje mágico-religioso.
En cambio, los agentes de cura que atienden enfermedades “tradicionales” no son
considerados médicos por nuestros entrevistados sino personas que curan una determinada
afección: empacho, ojeadura, etc., o que “saben curar muchas cosas”. Pero dicha facultad no
las define enteramente en el rol de médico: no están especializadas ni su competencia resulta
del todo inaccesible al conocimiento del consultante. Su particularidad reside en haber
recibido, de diferentes formas, la trasmisión del don para curar, que puede resultar más o
menos efectivo en distintas circunstancias.
Podríamos decir que si consideramos como atributo general del ROL la capacidad de
curar una dolencia, este está implícito en el nombre del rol “médico”. En palabras de Nadel:
“el nombre es aquí parte del comportamiento del rol, y no solo un ´mero nombre´” (1966:67).
Pero en el último caso, dicho atributo, asimismo presente, no se confunde con la identidad del
rol “médico”. Por lo que se hace preciso indagar sobre la composición de tales roles y
evidenciar sus contrapuntos.
En primer lugar señalaos que el nombre aparece como “propiedad rectora” del rol de
médico, es decir, en tanto implica un atributo básico de la asignación del rol, pero cuyas
“características ulteriores”, que este precipita, son precisadas por la especialización del
conocimiento y la dedicación completa en el ejercicio médico. Instaurando con ello una
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marcada distancia con la sola idoneidad en alguno de estos campos, dada por saberes
trasmitidos a nivel social.
A su vez, si en los agentes especializados hay generalmente un pago en dinero, como
contraprestación del servicio. Entre los agentes “tradicionales”, dicho pago no se presenta o
asume la forma más estricta de “colaboración” cuando, por ejemplo, la relación con el
consultante no es tan próxima para ser “devuelta” en forma de favor.
En relación a esto, el pago en dinero respondería en principio a la propia
especialización que implica un conocimiento y recursos específicos, al que el consultante
accede por la mediación del agente y hacia lo cual este ha invertido tiempo y recursos en su
adquisición. Tal jerarquización, que produce una situación asimétrica específica, es
compensada mediante el pago en dinero. En caso contrario, una contraprestación de favores
probablemente no presentaría equivalencia de valor, salvo en ocasiones donde la posición del
consultante, por fuera de la situación de consulta lo habilite a una contraprestación tal (e.g. en
otro campo de especialización o de gestión).
Sumado a ello, esta forma de redonación implica una determinada proximidad en el
vínculo que posibilite espacios comunes de encuentro, capacidad de afectación y
conocimiento entre los donantes, como sucede en las relaciones de vecindad, parentesco o
afinidad. Resulta asimismo notorio cómo en el caso de los agentes no especializados una
excesiva atención o la demanda directa sobre el pago, puede ser objetada o sancionada como
“interesada” por los consultantes.
En tal sentido, la circulación del don debe mostrarse desinteresada, aunque haya
siempre una motivación subyacente, como sostiene Mauss (1979). Caso contrario, hay una
valoración negativa de dicho interés como un componente no genuino del rol en cuestión.
Mientras que respecto de los agentes especializados, la observación del pago es esperada y
considerada necesaria. Esta puede conllevar inclusive, ante una tarifa valorada como
“conveniente”, a destacar positivamente el “desinterés” y la generosidad de dicho agente.
Así el rol “médico” se asume a partir de una especialización (E) previa que implica la
disposición de un saber especializado (adquirido) y una dedicación ocupacional (realización
del rol). Dicho saber a su vez se distingue entre el biomédico y el curanderil5, presentando
contextos claramente diferenciados a nivel institucional y, de no menor importancia, entre lo
público y lo privado. Con ello referimos a que si la consulta en un hospital puede ser incluso
aprovechada para tramitar turnos o estudios de familiares y amigos (especialmente varones,
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en el caso de mujeres), la consulta al agente de cura se realiza en un marco de secretos y
confianza, que se comparte dentro de circuitos interactivos reducidos6.
En el segundo caso considerado, la condición de reclutamiento es la disposición del
don asociado a la cura de determinadas enfermedades tradicionales (D), que asimismo difiere
en su alcance (según la referencia sobre el don recibido) y en su eficacia (según la referencia
de los consultantes). La recepción del don, como su práctica, está dada en un marco de
intercambio relativamente amplio, definido por relaciones de vecindad, parentesco y afinidad.
En la realización del primer rol hay dedicación exclusiva (DE) y pago en moneda (P),
generalmente pautado. En la del segundo, no hay tal dedicación y se inserta en un circuito de
intercambio de tipo generalizado, donde el pago en moneda solo se presenta cuando asume las
veces de retribución (voluntaria), si el “favor” no encuentra otras vías de expresión (F).
Ambos serían en tal caso “roles de realización”.
Siguiendo la notación propuesta por Nadel (1966:76), resumimos lo hasta aquí
planteado como:
: “supone”
p: propiedad rectora
(a, b, c,…) : características ulteriores
t: momento en el que se asume el comportamiento de rol y +/- modificación de t.
r: “reclutamiento”
Agentes especializados (curanderos y biomédicos):
Si (E)t- p1 (DE, P)t+ ; entonces E = r
Donde, en la relación agente/consultante:
(E) biomédico r = contexto institucional-público circuito relacional
ampliado
(E) curanderil r = contexto no institucional- privado circuito relacional
restringido
Agentes no especializados (cura de enfermedades “tradicionales”):
Si (D)t-
p2 (DnE, F)t+
; entonces D = r
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Donde,
D = contexto no institucional- privado circuito relacional ampliado
De este modo, solo cabría incluir en el rol de médico aquellos agentes especializados
en la atención de la salud, aunque pertenecientes a dominios diferenciados en el saber y en el
contexto en el que actúan. Dicha diferenciación es, no obstante, central para los consultantes
en función de las concatenaciones que presenta a nivel vincular, afectivo y terapéutico. La
consulta al agente de cura pertenece al ámbito íntimo y es resguardada de la atención general
con mayor fuerza que la realizada en hospitales o centros de salud. Si bien existe entre
conocidos y allegados instancias de recomendación, importantes para recurrir a un
especialista en particular, este círculo es limitado y, aún así, la consulta efectiva pocas veces
se comenta cuando sucede. Mucho menos se comenta su contenido o los motivos que llevaron
a ella.
Esto tiene sentido si consideramos que el amplio universo de afecciones y malestares
consultados en este contexto terapéutico adquiere una dimensión vincular y afectiva profunda.
No hay dolencia que no remita a una situación personal, familiar y emocional muy
comprometida. Y es, arriesgamos a decir, desde tal marco que dicha situación cobra sentido y
admite respuestas que van más allá del abordaje fisiológico (Granero, 2012).
En relación a ello creemos que si la restricción del circuito de intercambio se da en
función de la ambigüedad (aunque sea potencial) del rol curanderil, esta situación queda
esclarecida a partir del propio nombre del rol “médico”, que opera entonces definiendo una
práctica específica: la curación. Ella se contrapone en tal sentido a la generación de acciones
mágicas perjudiciales, productoras de enfermedades e infortunios y sancionada moralmente.
A su vez, todo lo contrario sucede con la consulta hacia agentes no especializados por
alguna enfermedad tradicional. Estos episodios son ampliamente conocidos y diagnosticados
entre vecinos, conocidos o allegados. No siendo generalmente motivo mayor de
especulaciones o rumores sino, por el contrario, de abierta colaboración en la búsqueda de
quien esté disponible a brindar su servicio, voluntariamente (como se espera que realice quien
posee cierto don de curación).
Tal desarrollo contradice o, al menos, revisa la tradicional división entre medicina y
etnomedicina, que nos haría agrupar los agentes de cura (especializados y no especializados)
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por un lado, y a biomédicos, por otro. No obstante, en el contexto etnográfico analizado,
entendemos que dicha división no resulta pertinente en la medida que operan otras
clasificaciones cuya eficacia responde al sistema de creencias de esta población.
A modo anecdótico podemos comentar que el propio Nadel contrastó los roles de
médico y curandero en función del atributo básico del primero: el diploma (1966:75). Como
indicamos, desde un punto de vista social e institucional hegemónico, esto es así, pero lo
interesante en lo que aquí analizamos es cómo juegan dichas nominaciones (a sabiendas de lo
referido previamente) e indican rasgos de la concepción de salud y medicina que operan en
este contexto específico.
Consideraciones finales
Dado que el eje del marco de investigación en el que se inserta este trabajo radica en el
análisis de las formas intercambios y representaciones dadas en una población migrante
paraguaya en el contexto espacial de referencia, procuramos orientar el desarrollo expuesto a
los objetivos de dicho marco. En relación a ello, lo expuesto nos lleva a indagar, entre otras
hipótesis o líneas posibles, el desarrollo de los roles (en su realización) analizados en torno a
su eficacia, según la apreciación de los consultantes.
De lo cual podemos mencionar que intervienen: las experiencias propias y ajenas, que
configuran la instancia de recomendación en torno a dichas consultas; la apelación a la “fe” y
a la continuidad de la asistencia de los consultantes a los contextos terapéuticos, como de la
repetición de las técnicas de cura, por parte de los especialistas; finalmente, al relato ad hoc
que formulan los consultantes, especialmente ante la no resolución de la dolencia o infortunio,
o su extensión en el tiempo.
En relación al último punto, podríamos hacer extensiva la noción de “doble
causalidad” señalada por Evans-Pritchard (1976), en la medida en que las situaciones de
infortunio pueden ser explicadas mediante una causalidad dual en la que intervienen y
coexisten dos órdenes de explicativos, empírico y mágico.
Aún más pertinente sería el comentario que Lévi-Strauss realiza en torno a diferentes
órdenes explicativos que no son compatibles a nivel lógico pero en cambio coexisten
“oscuramente en la conciencia de muchos” (1995:199):
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“Sea cual fuere su origen docto, la conciencia individual no evoca estas
interpretaciones divergentes al término de un análisis objetivo, sino más bien como
datos complementarios, reclamados por actitudes muy imprecisas y no elaboradas que,
para cada uno de nosotros, poseen el carácter de experiencias. Estas experiencias, sin
embargo, siguen siendo intelectualmente informes y afectivamente intolerables, a
menos que se incorpore a ellas tal o cual esquema flotante en la cultura del grupo,
cuya asimilación es lo único que permite objetivar estados subjetivos, formular
impresiones informulables e integrar en un sistema experiencias inarticuladas”.
Así, no obstante que dentro del orden mágico-religioso existen variantes de eficacia
entre los agentes de cura, podemos argüir que en general un agente de cura raramente se
desmiente en su “don” o eficacia (o bien, en su “rol”). En tal caso, puede relativizarse en
relación a otro (que aparece en una ocasión dada como especialmente eficaz), y se recurre a
otros canales, generalmente de forma supletoria o complementaria. Nuevamente recurriendo a
Lévi-Strauss (1995), ello se fundamenta en que el riesgo no es el de desmentir a un agente en
particular, sino al propio sistema de creencias que sustenta a ambos.
Ahora bien, la eficacia relativa (a circunstancias contingentes, competencias, ejercicio
del don) de todas estas vías habilita, especialmente en casos complejos que se perpetúan en el
tiempo, una circulación por diferentes agentes, e incluso también prácticas rituales en cultos
organizados, más explícitamente evangélicos y pentecostales, pero también en católicos (a
través de la oración, ofrendas, peregrinaciones, etc.)7.
Por lo que, consideramos que dicha circulación podrá ser analizada a partir de una
comparación de los mecanismos que se despliegan en tales ámbitos y que hemos empezado a
pensar en términos de intercambio (Granero, 2012). En relación a ello, J. M. Renold
(Fernández y Granero, 2013) precisa dicha empresa, argumentando que:
“Con las debidas precauciones, con el conocimiento adecuado de los distintos
contextos de situación, con la determinación precisa –en la medida posible- de los
elementos intervinientes y comparables (actores, funciones, estructuras, por ejemplo),
con la identificación del nivel correspondiente donde se manifiesta el procedimiento o
el mecanismo “sanador”, son factibles y lícitas esas “comparaciones estructurales”,
que pondrían en evidencia relaciones homólogas respecto de su finalidad, referida a su
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eficacia simbólica. Por supuesto que son necesarios trabajos analíticos estructurales en
diferentes procedimientos de “cura” como los nombrados para contrastar esta
factibilidad. Y trabajar con un registro empírico etnográfico detallado. Algunos de
nuestros trabajos como los señalados en una pregunta anterior pueden ser evaluados
como una modesta contribución en esa dirección.
En esta perspectiva, tal vez puedan explicitarse, además, los mecanismos por los
cuales se hace posible la circulación de creyentes por diferentes contextos rituales y
oficiantes. Pero sólo tendremos, eventualmente, evidencia de esto en trabajos
analíticos específicos basados en corpus de documentación etnográfica obtenidos en
sólidos trabajos de campo” (271).
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NOTAS
1
Becaria CONICET, FHyA, UNR.
2
Si bien se ha aprobado la ley de reforma sanitaria en Paraguay en 1996, su efectiva implementación y la
repercusión en las experiencias de atención y preventivas de los ciudadanos resulta aún borrosa y poco
analizada; desde nuestra aproximación, comprobamos esta apreciación (Organización Panamericana de la Salud,
2008).
3
Acción mágica que tiene por objeto generar un perjuicio hacia quien va dirigida.
4
En sentido estricto, corresponde a un agente de cura especializado en herboristería, que a su vez suele participar
en otras formas terapéuticas como las relatadas previamente. No obstante, su referencia aparece siempre ligada al
contexto de origen de los migrantes y no ha sido identificado en el de destino. Aquí lo consideramos en función
del contraste entre ámbitos terapéuticos diferenciados.
5
Aplicamos este término a expensas de la propia denominación que los entrevistados suelen darle, para
simplificar la exposición.
6
En otro lugar (Granero, 2013), hemos definido dichos círculos principalmente en torno a la identificación
genérica, como una de las principales variables a considerar.
7
Tal combinación de prácticas es también considerada por Idoyaga Molina (2001 y 2002), Arteaga (2006), entre
otros, aunque desde una perspectiva diferente a la aquí desarrollada.

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Agentes y especialistas en la atención de la salud en un barrio del gran rosario

  • 1. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. Agentes y especialistas en la atención de la salud en un barrio del Gran Rosario: su definición a través del análisis de rol. María Georgina Granero1 Resumen: En esta presentación consideraremos diferentes agentes que intervienen en la atención de la salud de la población de un barrio periférico del Gran Rosario, enmarcada en procesos migratorios limítrofes e internos. Tales agentes, pertenecientes tanto al campo de la biomedicina como al universo mágico-religioso, serán examinados mediante el análisis de rol a fin de esclarecer los atributos y relaciones que presentan en este marco etnográfico. Finalmente, señalaremos posibles líneas de estudio sobre la eficacia de tales prácticas en contextos cultuales. Abstract: In this presentation, we will consider different agents who take part in the population’s health attention on the outskirts of Rosario, which is related with border and internal migration processes. Those agents, physicians in the biomedicine field and magic-religious healers as well, will be examine through the role analysis to clarify the attributes and relations they present on this ethnographic context. Finally, we will state possible research topics about the efficacy of those practices within worship contexts. Palabras Clave: migración - pluralismo médico - análisis de rol - Antropología. Keywords: migration – medical pluralism – role analysis - Anthropology
  • 2. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. Introducción Consideraremos en esta presentación las relaciones entre diferentes especialistas o agentes de cura que intervienen, simultáneamente, en la atención de la salud de la población de un barrio periférico del Gran Rosario, principalmente desarrollado a través de procesos migratorios limítrofes e internos. Dicha atención sanitaria será abordada en interrelación con los agentes sanitarios institucionalizados del campo de la biomedicina. En tal sentido, además de considerar la figura de “médico” en este último caso, se hará referencia a especialistas (a veces identificados como “curanderos”) que actúan en el campo del universo relacional y afectivo de los consultantes, en un lenguaje mágico-religioso. Así como también, será preciso incluir otros agentes que atienden enfermedades “tradicionales” (empacho, la ojeadura, etc.), pero no son considerados médicos ni curanderos. En función de lo cual, la pregunta a formular es qué es “lo médico” y quiénes son (o no) reconocidos en este rol. Para ello nos serviremos de los planteos de Friedriek Nadel (1966) sobre análisis de rol a fin de esclarecer los atributos y relaciones que estos presentan en el marco etnográfico considerado y evaluar las hipótesis de trabajo que de ello se desprendan. Así, analizaremos cómo opera el atributo básico del rol (la cura de una dolencia) en estos casos, y su relación con la identidad de rol. Por último, llevaremos tales resultados a un marco más general desde el cual se sugieren posibles futuras colaboraciones en torno al análisis de la eficacia de las prácticas curativas y su relación con la circulación de creyentes por diferentes contextos cultuales. Marco de investigación Nuestro referente de estudio se localiza en un barrio periférico del Gran Rosario (Cabín 9), perteneciente a la localidad de Pérez, cuya población se ha desarrollado a través del arribo de contingentes migratorios mayormente provenientes de Paraguay y del noreste argentino desde principios del siglo pasado. Tal proceso ha cobrado un mayor impulso a partir de la segunda mitad de siglo pasado, especialmente en el caso de la población de origen paraguayo.
  • 3. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. En relación a esta última, el acceso a la salud pública es un elemento valorado y utilizado estratégicamente tanto por los propios migrantes como por sus familiares, quienes suelen trasladarse de forma temporaria o permanente para su atención sanitaria. En gran parte ello se corresponde con la denotada restricción en el acceso a la atención y el déficit sanitario en sus respectivos contextos de origen (mayormente rurales), tanto por las distancias geográficas y problemas de comunicación, como por los costes económicos de dicho acceso (Peralta y Perrotta, 2005)2. En tal marco, la primera aproximación a este contexto fue realizada por un equipo interdisciplinario en el año 2005, al cual sumamos nuestro aporte hacia fines de 2010. En esa primera instancia se abordó la situación sanitaria de la población en un espacio urbano pauperizado y periférico. Entonces se señaló que las estrategias sanitarias en relación al proceso de salud/enfermedad/atención implicaban, en el marco de una medicina “hegemónica” (Menéndez, 1985), de carácter biologicista, la utilización de saberes medicinales tradicionales vinculados principalmente a la herboristería (Demicheli et al, 2008). A su vez, se relevó que tales productos vegetales eran muchas veces cultivados en huertas hogareñas, así como traídos de Paraguay. A partir de allí se definieron dos formas de resolución de los problemas de salud complementarias: por un lado, el acceso al sistema de salud público, y por otro, el recurso a curanderos y a prácticas de auto-atención doméstica, en base a la herboristería (Demicheli et al, 2008). Llegados a ese punto, dimos un primer paso al especificar la atención sanitaria gestionada a través de diferentes canales que denominamos agentes de cura. Para tal fin, hemos definido dos tipos de agentes de cura presentes en el contexto referido (Granero, 2012; Granero, 2011), que reseñaremos brevemente. Por un lado, aquellos que resuelven enfermedades denominadas “tradicionales” (entre otras prácticas como el “agua de socorro” o acto de bautismo), no presentan una especialización en su práctica (no cobran por sus servicios ni están abocados plenamente a tales tareas), y han recibido sus conocimientos de otras personas, a través de rituales y en contextos específicos. Por otro lado, se encuentran los autodenominados “médicos” o “curanderos”, quienes presentan una especialización de dedicación completa por la cual cobran tarifas y organizan generalmente su práctica a través de turnos. En el primer caso, se trata de mujeres (paraguayas y litoraleñas) y algunos hombres (en este caso solo identificamos de origen litoraleño) que curan enfermedades “tradicionales”.
  • 4. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. Tales serían: empacho, manifestado como indigestión; pata de cabra, en los bebés que padecen un trastorno de la columna y es considerada mortal; y ojeo, expresado por el dolor de cabeza que provoca una mirada “fuerte”, entre otras menos frecuentes. En el segundo caso, los denominados “curanderos” o “médicos” además de disponer por lo general de similares facultades que los agentes previamente citados, se distinguen por atender otro tipo de curaciones vinculadas a hechicería o daños3 y también por su especialización, ya que, a diferencia de los anteriores, cobran en dinero por sus servicios y tienen una dedicación exclusiva a su trabajo. A su vez, si bien algunos de estos agentes residen en el mismo barrio, también se realizan consultas en diferentes puntos del Gran Rosario. No registrándose, para este caso y hasta el momento, “curanderos” de origen paraguayo. Dentro de estas consultas se despliega, por tanto, un heterogéneo campo de demandas que implican además de diagnósticos de salud, temas afectivos, laborales, económicos, así como pronósticos, recomendaciones y un asesoramiento general sobre los asuntos de sus consultantes. Por lo que se aborda, a partir de los síntomas e inquietudes, todo el universo vincular, afectivo y mágico-religioso de los consultantes. La curación se inicia en la sesión de consulta y se continúa en forma de tratamiento a seguir por el consultante, a través de la utilización de remedios indicados por el curandero y preparados domésticamente. En ellos hemos registrado la utilización de hierbas o “remedios tradicionales” (romero, orégano, ruda, alcohol, etc.), remedios farmacológicos (por ejemplo, aspirinas) y otros elementos (velas, imágenes religiosas, sahumerios, entre otros). El diagnóstico es personal o puede solicitarse respecto de otra persona a través de una pertenencia o foto de la misma, interviniendo en todos los casos el uso del nombre propio. A partir de tales elementos, el tratamiento también puede ser aplicado a dicha persona sin que esta sea advertida o participe voluntariamente del mismo. En sentido contrario, tal es el caso de los daños o venceduras, las cuales se realizan con ánimo de generar un perjuicio a una persona y cuyos efectos son muchas veces “detectados” en las consultas referidas. En ambos contextos terapéuticos se utiliza la intercesión de santos y figuras de poder, quienes aportarán fuerza y efectividad al ritual. De la cual depende a su vez la posibilidad de contrarrestar la fuerza movilizada por la acción negativa que originó la acción mágica, en el caso del daño, en la medida en que esta fue gestada a través de los mismos o similares canales e intermediarios.
  • 5. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. Por lo que, quien tiene la capacidad de revertir un daño debe poder manejar el mismo lenguaje de quien lo genera y, en tal sentido, se asume que no es dicha capacidad sino la voluntad o elección del especialista lo que define su práctica. Por tal situación, en algunos estudios se ha definido la figura del curandero como ambigua, en tanto posee la posibilidad de curar como de dañar (Idoyaga Molina, 2002; Viotti, 2003). Pero en nuestro trabajo de campo advertimos que la expresión “curandero” era mayormente evitada y que conllevaba en general un acento negativo para los entrevistados, siendo substituida por la de “médico”. De modo anecdótico, dicha “indistinción” ha sido muchas veces una dificultad (supuestos propios mediante) para identificar a qué tipo de agentes y prácticas terapéuticas se referían los entrevistados en sus comentarios sobre la atención recibida por “médicos”. De allí surge la necesidad de profundizar esta cuestión y esclarecer dos aspectos fundamentales: ¿quién es “médico” y qué es “lo médico” en este contexto? Para ello propusimos analizar en términos de rol a los agentes considerados como una de las vías posibles de análisis. Agentes de cura desde un análisis de rol Emilse (mujer paraguaya, 40 años): “Tomo tilo para la presión alta y tomo siempre té de peperina que le dicen para el malestar estomacal [...] yo tomo siempre, pero yo veo que me cae bien, no me cae mal […] Nunca le pregunté al médico porque también, por ahí ellos no quieren que tome esa cosa. Porque yo quiero tomar mate, entonces, algo de yuyito siempre le pongo. Viste que la cáscara de naranja también le corta la acidez, entonces yo le busco, ya sé, como yo me crié así, sé lo que me va a hacer mal y lo que me va a hacer bien, entonces yo tomo […] Te van a decir que no los médicos. Yo nunca voy así a un medico de yuyos, para eso yo sé, yo me crié así, sé más o menos que tengo que tomar […]. [En Paraguay] Mi mamá nos curaba con harina a nosotros [se refiere al sarampión], harina común, en la espalda. Acá no, yo apenas veo que mis hijos tienen eso los llevo corriendo al médico. Eso sí, yo nunca le voy a dar una pastilla o un paracetamol sin preguntar al médico, tengo que hacer como ellos dicen”. Considerando este fragmento de registro, encontramos la distinción entre “médico” perteneciente a un contexto institucional biomédico y otra figura que aquí solo indicaremos: “médico de yuyos”4 . Dicha diferenciación, basada en una distinción de contextos
  • 6. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. (institucional-biomédico vs. no institucional-terapéutico, respectivamente) indica también una vinculación común. Ambos desempeñan o son identificados en un rol que atañe al cuidado de la salud: son médicos, con saberes diferentes, en contextos diferenciados. A su vez, en este caso en particular, la distinción también atañe a la accesibilidad que el conocimiento presenta para la entrevistada. Dado que, entre dichos saberes, hacia uno esta se siente especialmente habilitada por su “crianza” y prescinde del especialista. Mientras que hacia el biomédico sí recurre y precisa de su consulta y aprobación. No obstante, aquí también establece límites: si los médicos no aprueban el uso de hierbas medicinales la entrevistada opta por no informarles, dado que es algo que escapa a su dominio. Por otro lado, encontramos que también se denomina “médico” a agentes de cura identificados como “curanderos”, pero generalmente evitando tal denominación. Los que aparecen como especialistas terapéuticos en la atención de la salud y el bienestar de sus consultantes, dentro del campo más amplio del universo relacional y afectivo de estos y en un lenguaje mágico-religioso. En cambio, los agentes de cura que atienden enfermedades “tradicionales” no son considerados médicos por nuestros entrevistados sino personas que curan una determinada afección: empacho, ojeadura, etc., o que “saben curar muchas cosas”. Pero dicha facultad no las define enteramente en el rol de médico: no están especializadas ni su competencia resulta del todo inaccesible al conocimiento del consultante. Su particularidad reside en haber recibido, de diferentes formas, la trasmisión del don para curar, que puede resultar más o menos efectivo en distintas circunstancias. Podríamos decir que si consideramos como atributo general del ROL la capacidad de curar una dolencia, este está implícito en el nombre del rol “médico”. En palabras de Nadel: “el nombre es aquí parte del comportamiento del rol, y no solo un ´mero nombre´” (1966:67). Pero en el último caso, dicho atributo, asimismo presente, no se confunde con la identidad del rol “médico”. Por lo que se hace preciso indagar sobre la composición de tales roles y evidenciar sus contrapuntos. En primer lugar señalaos que el nombre aparece como “propiedad rectora” del rol de médico, es decir, en tanto implica un atributo básico de la asignación del rol, pero cuyas “características ulteriores”, que este precipita, son precisadas por la especialización del conocimiento y la dedicación completa en el ejercicio médico. Instaurando con ello una
  • 7. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. marcada distancia con la sola idoneidad en alguno de estos campos, dada por saberes trasmitidos a nivel social. A su vez, si en los agentes especializados hay generalmente un pago en dinero, como contraprestación del servicio. Entre los agentes “tradicionales”, dicho pago no se presenta o asume la forma más estricta de “colaboración” cuando, por ejemplo, la relación con el consultante no es tan próxima para ser “devuelta” en forma de favor. En relación a esto, el pago en dinero respondería en principio a la propia especialización que implica un conocimiento y recursos específicos, al que el consultante accede por la mediación del agente y hacia lo cual este ha invertido tiempo y recursos en su adquisición. Tal jerarquización, que produce una situación asimétrica específica, es compensada mediante el pago en dinero. En caso contrario, una contraprestación de favores probablemente no presentaría equivalencia de valor, salvo en ocasiones donde la posición del consultante, por fuera de la situación de consulta lo habilite a una contraprestación tal (e.g. en otro campo de especialización o de gestión). Sumado a ello, esta forma de redonación implica una determinada proximidad en el vínculo que posibilite espacios comunes de encuentro, capacidad de afectación y conocimiento entre los donantes, como sucede en las relaciones de vecindad, parentesco o afinidad. Resulta asimismo notorio cómo en el caso de los agentes no especializados una excesiva atención o la demanda directa sobre el pago, puede ser objetada o sancionada como “interesada” por los consultantes. En tal sentido, la circulación del don debe mostrarse desinteresada, aunque haya siempre una motivación subyacente, como sostiene Mauss (1979). Caso contrario, hay una valoración negativa de dicho interés como un componente no genuino del rol en cuestión. Mientras que respecto de los agentes especializados, la observación del pago es esperada y considerada necesaria. Esta puede conllevar inclusive, ante una tarifa valorada como “conveniente”, a destacar positivamente el “desinterés” y la generosidad de dicho agente. Así el rol “médico” se asume a partir de una especialización (E) previa que implica la disposición de un saber especializado (adquirido) y una dedicación ocupacional (realización del rol). Dicho saber a su vez se distingue entre el biomédico y el curanderil5, presentando contextos claramente diferenciados a nivel institucional y, de no menor importancia, entre lo público y lo privado. Con ello referimos a que si la consulta en un hospital puede ser incluso aprovechada para tramitar turnos o estudios de familiares y amigos (especialmente varones,
  • 8. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. en el caso de mujeres), la consulta al agente de cura se realiza en un marco de secretos y confianza, que se comparte dentro de circuitos interactivos reducidos6. En el segundo caso considerado, la condición de reclutamiento es la disposición del don asociado a la cura de determinadas enfermedades tradicionales (D), que asimismo difiere en su alcance (según la referencia sobre el don recibido) y en su eficacia (según la referencia de los consultantes). La recepción del don, como su práctica, está dada en un marco de intercambio relativamente amplio, definido por relaciones de vecindad, parentesco y afinidad. En la realización del primer rol hay dedicación exclusiva (DE) y pago en moneda (P), generalmente pautado. En la del segundo, no hay tal dedicación y se inserta en un circuito de intercambio de tipo generalizado, donde el pago en moneda solo se presenta cuando asume las veces de retribución (voluntaria), si el “favor” no encuentra otras vías de expresión (F). Ambos serían en tal caso “roles de realización”. Siguiendo la notación propuesta por Nadel (1966:76), resumimos lo hasta aquí planteado como: : “supone” p: propiedad rectora (a, b, c,…) : características ulteriores t: momento en el que se asume el comportamiento de rol y +/- modificación de t. r: “reclutamiento” Agentes especializados (curanderos y biomédicos): Si (E)t- p1 (DE, P)t+ ; entonces E = r Donde, en la relación agente/consultante: (E) biomédico r = contexto institucional-público circuito relacional ampliado (E) curanderil r = contexto no institucional- privado circuito relacional restringido Agentes no especializados (cura de enfermedades “tradicionales”): Si (D)t- p2 (DnE, F)t+ ; entonces D = r
  • 9. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. Donde, D = contexto no institucional- privado circuito relacional ampliado De este modo, solo cabría incluir en el rol de médico aquellos agentes especializados en la atención de la salud, aunque pertenecientes a dominios diferenciados en el saber y en el contexto en el que actúan. Dicha diferenciación es, no obstante, central para los consultantes en función de las concatenaciones que presenta a nivel vincular, afectivo y terapéutico. La consulta al agente de cura pertenece al ámbito íntimo y es resguardada de la atención general con mayor fuerza que la realizada en hospitales o centros de salud. Si bien existe entre conocidos y allegados instancias de recomendación, importantes para recurrir a un especialista en particular, este círculo es limitado y, aún así, la consulta efectiva pocas veces se comenta cuando sucede. Mucho menos se comenta su contenido o los motivos que llevaron a ella. Esto tiene sentido si consideramos que el amplio universo de afecciones y malestares consultados en este contexto terapéutico adquiere una dimensión vincular y afectiva profunda. No hay dolencia que no remita a una situación personal, familiar y emocional muy comprometida. Y es, arriesgamos a decir, desde tal marco que dicha situación cobra sentido y admite respuestas que van más allá del abordaje fisiológico (Granero, 2012). En relación a ello creemos que si la restricción del circuito de intercambio se da en función de la ambigüedad (aunque sea potencial) del rol curanderil, esta situación queda esclarecida a partir del propio nombre del rol “médico”, que opera entonces definiendo una práctica específica: la curación. Ella se contrapone en tal sentido a la generación de acciones mágicas perjudiciales, productoras de enfermedades e infortunios y sancionada moralmente. A su vez, todo lo contrario sucede con la consulta hacia agentes no especializados por alguna enfermedad tradicional. Estos episodios son ampliamente conocidos y diagnosticados entre vecinos, conocidos o allegados. No siendo generalmente motivo mayor de especulaciones o rumores sino, por el contrario, de abierta colaboración en la búsqueda de quien esté disponible a brindar su servicio, voluntariamente (como se espera que realice quien posee cierto don de curación). Tal desarrollo contradice o, al menos, revisa la tradicional división entre medicina y etnomedicina, que nos haría agrupar los agentes de cura (especializados y no especializados)
  • 10. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. por un lado, y a biomédicos, por otro. No obstante, en el contexto etnográfico analizado, entendemos que dicha división no resulta pertinente en la medida que operan otras clasificaciones cuya eficacia responde al sistema de creencias de esta población. A modo anecdótico podemos comentar que el propio Nadel contrastó los roles de médico y curandero en función del atributo básico del primero: el diploma (1966:75). Como indicamos, desde un punto de vista social e institucional hegemónico, esto es así, pero lo interesante en lo que aquí analizamos es cómo juegan dichas nominaciones (a sabiendas de lo referido previamente) e indican rasgos de la concepción de salud y medicina que operan en este contexto específico. Consideraciones finales Dado que el eje del marco de investigación en el que se inserta este trabajo radica en el análisis de las formas intercambios y representaciones dadas en una población migrante paraguaya en el contexto espacial de referencia, procuramos orientar el desarrollo expuesto a los objetivos de dicho marco. En relación a ello, lo expuesto nos lleva a indagar, entre otras hipótesis o líneas posibles, el desarrollo de los roles (en su realización) analizados en torno a su eficacia, según la apreciación de los consultantes. De lo cual podemos mencionar que intervienen: las experiencias propias y ajenas, que configuran la instancia de recomendación en torno a dichas consultas; la apelación a la “fe” y a la continuidad de la asistencia de los consultantes a los contextos terapéuticos, como de la repetición de las técnicas de cura, por parte de los especialistas; finalmente, al relato ad hoc que formulan los consultantes, especialmente ante la no resolución de la dolencia o infortunio, o su extensión en el tiempo. En relación al último punto, podríamos hacer extensiva la noción de “doble causalidad” señalada por Evans-Pritchard (1976), en la medida en que las situaciones de infortunio pueden ser explicadas mediante una causalidad dual en la que intervienen y coexisten dos órdenes de explicativos, empírico y mágico. Aún más pertinente sería el comentario que Lévi-Strauss realiza en torno a diferentes órdenes explicativos que no son compatibles a nivel lógico pero en cambio coexisten “oscuramente en la conciencia de muchos” (1995:199):
  • 11. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. “Sea cual fuere su origen docto, la conciencia individual no evoca estas interpretaciones divergentes al término de un análisis objetivo, sino más bien como datos complementarios, reclamados por actitudes muy imprecisas y no elaboradas que, para cada uno de nosotros, poseen el carácter de experiencias. Estas experiencias, sin embargo, siguen siendo intelectualmente informes y afectivamente intolerables, a menos que se incorpore a ellas tal o cual esquema flotante en la cultura del grupo, cuya asimilación es lo único que permite objetivar estados subjetivos, formular impresiones informulables e integrar en un sistema experiencias inarticuladas”. Así, no obstante que dentro del orden mágico-religioso existen variantes de eficacia entre los agentes de cura, podemos argüir que en general un agente de cura raramente se desmiente en su “don” o eficacia (o bien, en su “rol”). En tal caso, puede relativizarse en relación a otro (que aparece en una ocasión dada como especialmente eficaz), y se recurre a otros canales, generalmente de forma supletoria o complementaria. Nuevamente recurriendo a Lévi-Strauss (1995), ello se fundamenta en que el riesgo no es el de desmentir a un agente en particular, sino al propio sistema de creencias que sustenta a ambos. Ahora bien, la eficacia relativa (a circunstancias contingentes, competencias, ejercicio del don) de todas estas vías habilita, especialmente en casos complejos que se perpetúan en el tiempo, una circulación por diferentes agentes, e incluso también prácticas rituales en cultos organizados, más explícitamente evangélicos y pentecostales, pero también en católicos (a través de la oración, ofrendas, peregrinaciones, etc.)7. Por lo que, consideramos que dicha circulación podrá ser analizada a partir de una comparación de los mecanismos que se despliegan en tales ámbitos y que hemos empezado a pensar en términos de intercambio (Granero, 2012). En relación a ello, J. M. Renold (Fernández y Granero, 2013) precisa dicha empresa, argumentando que: “Con las debidas precauciones, con el conocimiento adecuado de los distintos contextos de situación, con la determinación precisa –en la medida posible- de los elementos intervinientes y comparables (actores, funciones, estructuras, por ejemplo), con la identificación del nivel correspondiente donde se manifiesta el procedimiento o el mecanismo “sanador”, son factibles y lícitas esas “comparaciones estructurales”, que pondrían en evidencia relaciones homólogas respecto de su finalidad, referida a su
  • 12. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. eficacia simbólica. Por supuesto que son necesarios trabajos analíticos estructurales en diferentes procedimientos de “cura” como los nombrados para contrastar esta factibilidad. Y trabajar con un registro empírico etnográfico detallado. Algunos de nuestros trabajos como los señalados en una pregunta anterior pueden ser evaluados como una modesta contribución en esa dirección. En esta perspectiva, tal vez puedan explicitarse, además, los mecanismos por los cuales se hace posible la circulación de creyentes por diferentes contextos rituales y oficiantes. Pero sólo tendremos, eventualmente, evidencia de esto en trabajos analíticos específicos basados en corpus de documentación etnográfica obtenidos en sólidos trabajos de campo” (271). Bibliografía ARTEAGA, F. (2006) “Procesos de daño y contradaño en la Pampa (Argentina)” Rev. SCRIPTA ETHNOLOGICA, Vol. XXVIII: 79-94, Buenos Aires. DEMICHELI, C., MOREIRA R., DE LA PUENTE, V., SÁNCHEZ, N. y VALDATA, M. (2008) “La memoria como reconstrucción de los dilemas socio-políticos en mujeres migrantes paraguayas en la ciudad de Rosario.” En VIII Jornadas Rosarinas de Antropología Socio- Cultural, FHyA, UNR EVANS-PRITCHARD, E. E. (1976). Brujería Magia y Oráculo entre los Azande. Ed. Anagrama. Barcelona. FERNÁNDEZ, S. y GRANERO, M. G. (2013). “Entrevista con Juan Mauricio Renold, acerca de su libro Antropología del pentecostalismo televisivo, y otros temas relacionados al análisis estructural”. Revista de Epistemología y Ciencias Humanas N 5 (2013), p.265-279. GRANERO, M. G. (2013). Línea de investigación “Intercambios y redes: una propuesta de análisis sobre la población migrante paraguaya en Cabín 9 (Gran Rosario)” en Revista Paraguay en las Ciencias Sociales N 2 (2013), pp.109-119. - (2012). “Propuesta de análisis en torno al estudio de la religiosidad paraguaya en un contexto de migración a través de la noción de intercambio” en Renold, J. M. (comp.) Miradas antropológicas de la vida religiosa III. Ed. Ciccus. Buenos Aires.
  • 13. M.G. Granero - Revista de la Escuela de Antropología, 19:159-170, F.H.yA., UNR (Argentina). ISSN1852-1576. - (2011). “Religiosidad paraguaya en un barrio del Gran Rosario: aproximación a las prácticas y creencias paraguayas en el contexto migratorio de destino.” XI Jornadas Rosarinas de Antropología Sociocultural. FHyA, UNR. Rosario. IDOYAGA-MOLINA, A. (2002). Culturas, enfermedades y medicinas. Reflexiones sobre la atención de la salud en contextos interculturales de Argentina. CAEA-CONICET. Buenos Aires. - (2001). “Lo sagrado en las terapias de las medicinas tradicionales del NOA y Cuyo”. Rev. Scripta Ethnologica, Vol. XXIII: 9-75. LÉVI-STRAUSS, C. (1995). Antropología Estructural I. Ed. Paidós. Barcelona. MAUSS, M. (1979). Sociología y Antropología. Ed. Tecnos. Madrid. MENÉNDEZ, E. (1985). “Aproximación crítica al desarrollo de la antropología médica en América Latina” Nueva Antropología, Vol. VII, N°28, México. NADEL, S. (1966). Teoría de la Estructura Social. Guadarrama. Madrid. PERALTA, V. y PERROTA, M. (2005). “Paraguay: contexto económico, político y social: situación del país” en Derecho a la salud. Situación en Países de América Latina. ALAMES- PIDHDD. VIOTII, N. (2003). “Deshaciendo daños. Representaciones y prácticas de la brujería en el Noroeste de Argentina”. En Scripta Ethnologica, Vol. XV, N° 025, pp. 117-110. Buenos Aires. NOTAS 1 Becaria CONICET, FHyA, UNR. 2 Si bien se ha aprobado la ley de reforma sanitaria en Paraguay en 1996, su efectiva implementación y la repercusión en las experiencias de atención y preventivas de los ciudadanos resulta aún borrosa y poco analizada; desde nuestra aproximación, comprobamos esta apreciación (Organización Panamericana de la Salud, 2008). 3 Acción mágica que tiene por objeto generar un perjuicio hacia quien va dirigida. 4 En sentido estricto, corresponde a un agente de cura especializado en herboristería, que a su vez suele participar en otras formas terapéuticas como las relatadas previamente. No obstante, su referencia aparece siempre ligada al contexto de origen de los migrantes y no ha sido identificado en el de destino. Aquí lo consideramos en función del contraste entre ámbitos terapéuticos diferenciados. 5 Aplicamos este término a expensas de la propia denominación que los entrevistados suelen darle, para simplificar la exposición. 6 En otro lugar (Granero, 2013), hemos definido dichos círculos principalmente en torno a la identificación genérica, como una de las principales variables a considerar. 7 Tal combinación de prácticas es también considerada por Idoyaga Molina (2001 y 2002), Arteaga (2006), entre otros, aunque desde una perspectiva diferente a la aquí desarrollada.