2. Arte mesopotámico es una división cronológica y espacial de la historia del
arte que se localiza en Mesopotamia durante la Edad Antigua. Hace
referencia a las expresiones artísticas de las culturas que florecieron en las
cuencas de los ríos Tigris y Éufrates desde el Neolítico (hacia el VI milenio
a. C.) hasta la caída de Babilonia ante los persas (año 539 a. C.).
Entre ambas fechas se desarrollaron las civilizaciones
sumeria, acadia, babilónica (o caldea), casita, hurrita (Mittani) y asiria (arte
asirio).
Tras milenios pendulando entre el predominio de la Baja Mesopotamia y la
Alta Mesopotamia, la región, al formarse el imperio persa, se incorporó a
una dimensión espacial de orden muy superior, que el imperio de
Alejandro Magno y el helenismo conectaron con la época romana (arte
persa, arte helenístico). Incluso en la época anterior a los persas, el arte
mesopotámico tuvo muchas vías de contacto, a través de la guerra, la
diplomacia y el comercio a larga distancia, con el de las demás
civilizaciones del Antiguo Oriente Próximo (arte de la civilización hitita y
otras del Asia Menor; arte fenicio, del antiguo Israel y de otras
civilizaciones del Levante mediterráneo; y el arte egipcio), e incluso con el
arte de la India y del Asia central.
3.
4. La conservación del patrimonio artístico de la Mesopotamia antigua es
una cuestión polémica. Explotado por los primeros arqueólogos
("orientalistas", "asiriólogos") desde el siglo XIX, las piezas más valiosas
nutrieron las colecciones de los museos europeos (British Museum -
Londres-, Museo del Louvre -París-, Museo de Pérgamo -Berlín-). Más
recientemente, los nuevos hallazgos se han dirigido a los museos iraquíes
(Museo Nacional de Irak -Bagdad-). In situ se han realizado
reconstrucciones de algunos edificios monumentales. La reciente guerra
de Irak ha producido saqueos y deterioros.
5. Desde el Neolítico, la cerámica (que aparece en Anatolia hacia el 6000 a.
C.) es el principal elemento diferenciador de la cultura material, puesto
que los cambios tipológicos, a veces muy sutiles, permiten identificar el
origen y la datación de las piezas y de su contexto arqueológico.
Su función como recipiente para la conservación y el transporte de todo
tipo de alimentos y bebidas (incluso de otros materiales) es crucial en un
momento en el que se estaba desarrollando (pasando de aldeana a
urbana)[8] la primera economía productiva con excedentes, división del
trabajo y comercio a larga distancia. De no menor importancia es su valor
como vehículo de expresión artística; tanto en el modelado como en la
decoración, en estrecha relación formal con piezas escultóricas o de
orfebrería, y con la pintura en otros soportes.
Incluso los primeros documentos que registraron la historia (Uruk, hacia
3300-3200 a. C.), al hacerlo mediante tablillas de arcilla grabadas con
escritura cuneiforme, estuvieron íntimamente ligados a la cerámica
mesopotámica.