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Traducida por Mari NC
Corregida por Angeles Rangel
Una vez que has sido tocado por la oscuridad, esta nunca te deja...
Abandonada por sus padres cuando era una niña, Hannah de diecisiete
años pasó su infancia vadeando a través de innumerables familias de
acogida hasta que fue adoptada por los Whitman hace tres años.
Por desgracia, la alta sociedad de Atlanta no estaba lista para Hannah... o
los extraños sucesos que le acosan. Escalofriantes visiones de asesinato,
alucinaciones inexplicables, y un chico misterioso y oscuro que ronda en
sus pesadillas, terminan poniendo en marcha un viaje de auto-
descubrimiento que pondrá a prueba todo lo que ella ha creído, por no
hablar de su salud mental.
Enviada a vivir en La Casa de Lorelei en Bald Head Island, Carolina del
Norte para “chicos como ella”, Hannah se da cuenta rápidamente que las
cosas no son lo que parecen. Sus compañeros adolescentes “perturbados”
son en realidad descendientes de míticos dioses y diosas del mar. Y ella
también.
Pero cuando Finn, el fantasma de sus sueños, aparece en carne y hueso,
sus pesadillas se vuelven realidad y sus oscuras visiones comienzan a
hacerse verdaderas. Inexplicablemente atraída por él, ella no puede negar
el peligroso dominio que él tiene en su corazón. Los mortales secretos que
alberga acabarán probando su valor y ampliando los límites de su amor.
Ella debe decidir si está lista para aceptar la antigua leyenda a la que está
profetizada a ser parte. El destino de todos los descendientes dependerá
por siempre de ello.
Traducido por Leeconemi
Corregido por SilV
—No sé si podré hacerlo, mi amor. —Mirándola, él trató de lograr la misma
fuerza que veía en el brillo de sus sabios y hermosos ojos. Ella era tan
fuerte, tan poderosa. Solo alguien que hubiera pasado toda su vida con
ella vería la profundidad de su dolor en las suaves líneas que enmarcaban
sus ojos.
—Es para mejor… es el único camino —susurró ella, mientras apoyaba
una gran canasta en el porche. Luego más fuerte con una resolución que
venía de muy adentro—: Esto debe pasar.
Ella dio un pequeño paso atrás de la puerta principal de la estación de
policía de la ciudad con lo que parecía ser un gran esfuerzo. Sus ojos se
cerraron, su cabeza se inclinó hacia adelante cuando una lágrima escapó y
rodó por su mejilla.
Él miró el aire nocturno arremolinándose alrededor y luego a través del
cabello de ella, levantándolo de sus hombros como si quisiera acariciarlo
para alejar su tristeza. Con la plateada luna en el cielo despejado, el resto
de la ciudad estaba profundamente dormida. Las 2:00 se aproximaban
rápidamente y hasta parecía que las estrellas brillaban con urgencia. El
tiempo se estaba acabando.
Mirando hacia abajo a su preciosa entrega, él tomó una débil respiración,
inhalando el rico aroma de la hierba dulce con la que estaba tejida la
canasta. Confiaba en vano que esto bastaría para alejar el mal.
Arrodillándose con cuidado, desdobló las capas rebosantes de seda y
mantas de terciopelo. Los penetrantes ojos azules que miraron hacia
arriba para verlo lo dejaron sin aliento. Arremolinándose con todos los
colores de una laguna del Caribe, lo miraban fijamente. Como si supieran
lo que iba a pasar.
Sus palabras estaban atoradas en su garganta y sus lágrimas querían
salir. Él tragó saliva e intentó decir de nuevo las palabras que necesitaba
decir:
—Mi preciosa bebé. Eres mi luna, mis estrellas, y mi cielo. Eres el
verdadero aire que me da vida. Un día la comprensión vendrá. Pero por
ahora, debemos decir adiós.
Ella se estiró hacia él y le dio la más grande y desdentada sonrisa que
hubiera visto. Su corazón se destrozó lentamente, rompiéndose en un
montón de pequeños pedazos que no volverían a unirse jamás. Recordando
el brazalete de algas trenzadas que él tenía en la mano, lo ató
cuidadosamente alrededor de su diminuta muñeca asegurándose que
estuviera seguro.
—No es un adiós para siempre, mi dulce niña, solo por ahora. Nosotros te
amamos con todo nuestro corazón… —Las lágrimas comenzaron a salir y
sintió una mano apoyada suavemente contra su hombro. Ella asintió con
la cabeza y él se levantó, caminó por los escalones, incapaz de detener la
ola de tristeza total y absoluta.
Él miraba mientras ella susurraba algo dentro de la canasta y luego besó
la mejilla de su pequeña niña con tanta ternura que le rompió el corazón
de nuevo. Ella dobló nuevamente las capas suaves de tela para protegerla
del viento frío que soplaba desde el océano y luego se levantó lentamente.
Se volvió, encontró su mirada, y caminó escalones abajo para estar a su
lado. Su roca. Su todo. Harían esto juntos. Tomados de la mano, dieron
una última mirada a su milagro y caminaron hacia las sombras, sin dejar
rastro de haber estado alguna vez allí.
Traducido por PrisAlvS
Corregido por SilV
e di cuenta del frío helado primero: un lento y agujereante dolor llegó
hasta mi alma. El entendimiento de que estaba nadando a una
peligrosa profundidad vino después, seguido de un pánico absoluto y
sofocante. La presión alrededor de mi cuerpo era totalmente implacable y
mis pulmones gritaban por oxígeno. Suspendida en la oscuridad, no podía
ver nada más que una pequeña cinta plateada apareciendo en mi línea de
visión. Moviéndose de lado a lado, girando y volteando, me atraía. Me
congelé mientras esta se envolvía alrededor de mi cuello, dejando un rastro
de congelados piquetes en mi piel desnuda. Continuó bajando por mi cuerpo,
aprisionándome de miedo. De repente, se apretó con tal fuerza que la poca
cantidad de aire que tenía en mis pulmones fue forzado a salir. Mientras
escuchaba el desagradable crujir de los huesos y sentía un paralizante
dolor recorriendo mi cuerpo, sabía que ninguna cantidad de lucha ayudaría.
Incapaz de hacer algo más que ver las últimas burbujas de mi oxígeno salir
a la superficie, intenté llegar al entendimiento de lo que iba a suceder. Iba a
morir. Completamente sola y asustada, iba a ahogarme en esta oscuridad.
Increíblemente, tan rápido como esta se había cerrado alrededor de mí, fui
liberada. Mirando alrededor frenéticamente, me preparé para otro ataque,
solo para encontrar un par de penetrantes ojos azules mirándome. Los
mismos ojos azules que yo había visto en tantos otros sueños mirándome en
respuesta con algo similar a furia.
—¿Por qué estás aquí? —Apenas escuché sus siguientes palabras mientras
mis pulmones empezaron a arder y mi visión se tornó borrosa—. Tu alma
nunca sobrevivirá.
Él se giró abruptamente y mi visión se aclaró lo suficiente para ver los
horrores acechando detrás de él. Cientos de cintas plateadas rápidamente
cambiando y transformándose en formas humanas. Se giraron en mi
dirección al unísono y descendieron sobre mí.
Me desperté de un salto, mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho.
Agua caliente me rodeaba, pero era de la bañera con esencia de lavanda,
no la fría y oscura de la que venía. Aún estaba en la tina. No era una
sorpresa que hubiera soñado con que me estaba ahogando. Moviendo la
cabeza, intenté borrar la vívida memoria de esto. Desafortunadamente esos
ojos —sus ojos— nunca se desvanecían. Ellos han acechado mis sueños
por años.
Rodé mis ojos hacia mi propia imaginación rebelde y me hundí en la tina,
por lo que sólo mi cabeza y hombros quedaban afuera de la espesa capa de
burbujas. Mi pulso eventualmente se calmó y empecé a pensar con
claridad. Cerré los ojos e intenté relajarme…
—¡Hannah Elizabeth Whitman! —Demasiado para el pulso cardiaco lento.
Me impulsé de regreso a una posición sentada, cubriéndome con las
manos.
—¡Me asustaste por completo, Dee! —Doris Whitman entró al baño lleno
de vapor. El olor a talco de bebé y fresa la siguieron. Movió su cabeza
hacia mí.
—Has estado aquí por tanto tiempo que juro que puedo escuchar tus
dedos arrugándose. ¡Ahora límpiate y vístete, vamos a llegar tarde!
—Me estoy apurando, me apuro —murmuré mientras ella bajaba las
escaleras, dando órdenes al resto de la familia.
Decidí que prefería esconderme bajo una manta de jabonosas burbujas y
desaparecer en un universo alterno. Sumergiendo mi cuerpo
completamente bajo el agua, una sonrisa cruzó mi rostro cuando el sonido
del mundo exterior desapareció repentinamente. Todo lo que podía
escuchar era el tenue golpear del agua contra los lados de la tina, mi
propio latido y una leve melodía en mis oídos. Me recordó a las campanas
de viento al aire libre… espera. ¿Campanas de viento? Escuché con más
fuerza y las capté de nuevo; esta vez con más fuerza y algo más… como
alguien cantando…
Con una velocidad como de un ninja, salté fuera de la bañera con patas
como garras en un solo movimiento y contemplé en shock el agua. Intenté
convencerme a mí misma que solo imaginaba cosas. No había campanas
de viento escondiéndose en la bañera. Solo añadiría eso a la larga lista de
cosas raras que me habían estado pasando los últimos años. Esa lista se
estaba haciendo muy larga para mi gusto.
—¡Espero que todo ese escándalo ahí arriba sea tú metiéndote en tu ropa!
—Ella debía tener un súper oído o algo así.
—¡Casi estoy lista! —Me envolví en una suave toalla azul y me tambaleé
hasta mi habitación, revisando rápidamente mi armario para encontrar
algo que usar. Los Hartford habían estado planeando esta fiesta por meses
y de acuerdo con Dee “cualquier que fuera alguien” asistiría.
Viviendo en el Bajo Sur, Georgia para ser exacta, me había acostumbrado
a la Sociedad de Atlanta y todas las trampas —quiero decir
oportunidades— que venían con esto. Pero, no siempre había vivido aquí.
Los Whitman me adoptaron cuando tenía trece años. Tenían grandes
esperanzas de que me convirtiera en la joven perfecta del sur como su
propia hija. Poco sabían que yo era mercancía dañada desde el inicio.
Ninguna cantidad de clases de aseo o etiqueta cambiarían eso. Saltando de
familia en familia en el sistema de acogida de huérfanos de Georgia, había
experimentado y presenciado cosas que harían llorar a un adulto. Aprendí
de la manera difícil que en cuanto vez el mal, esto te marca de por vida. Tu
corazón se endurece y nunca, jamás eres la misma persona.
No me malinterpreten, intenté vivir como esperaba mi madre adoptiva,
pero había sido un esfuerzo fútil. Amaría ser como las chicas que conocía
quienes siempre han conocido la seguridad de una familia amorosa.
Quienes pasaban sus noches soñando con bailes de debutantes, fiestas y
la boda perfecta. Desafortunadamente mis sueños —o más
adecuadamente, mis pesadillas— eran muy, muy diferentes.
Después de decidirme por un corto vestido azul sin tirantes, me puse un
par de sandalias de tiras blancas, un collar de perlas y aretes a juego.
Arreglé mi cabello y maquillaje, mirándome en el espejo para asegurarme
que mi apariencia pasaría la inspección de Dee. Mi largo cabello rubio era
naturalmente liso, pero una rizadora le dio un rebote instantáneo. Pude
haber usado un par de viajes extra a la cama de bronceado, pero el azul
del vestido realzaba el azul de mis ojos. Los cuales me recordaban otro par
de ojos azules de mirada penetrante sobre mí… podía perderme en esos
ojos… negué con la cabeza para liberarme de mi más reciente pesadilla.
Tomé mi bolso Coach que mamá insistió en comprarme la última Navidad,
un brazalete de perlas y agregué una rápida capa de brillo labial rosa para
completar el conjunto. Casi me veía como que pertenecía aquí. Casi.
Bajando las escaleras de dos en dos, llegué al vestíbulo justo al momento
para chocar contra mi hermana, Laura Beth, doblando la esquina.
Después de dispararme una mirada que podría quemar las plantas,
marchó junto a mí hacia la formal sala de estar.
—Realmente no deberías correr con tacones, eso raya el piso. —Yo quería
rayar su rostro, pero me conformé con un dramático rodar de ojos en lugar
de eso.
Su vestido amarillo canario a la medida contrarrestaba con sus perfectos
rizos café oscuro, los cuales había recogido en una coleta baja asegurada
con un lazo azul. Al tener la misma edad, habrías pensado que seríamos
más unidas, pero ella decidió tiempo atrás que me veía simplemente como
competencia. Creo que las primeras palabras que me dijo fueron: “Espero
que no creas que dormirás en mi habitación.” Nada dice más “bienvenida a
casa” como una amenaza y una mirada gélida. Dee apartó la mirada de
sus uñas recién pintadas mientras entrabamos a la sala.
—¿Listas? —Rápidamente nos examinó intensamente, decidió que lo
aprobaba y luego nos guió hacia la puerta principal. La esencia de cigarros
y libros viejos siguió a Charles Whitman mientras pasamos por él a su
estudio mientras salíamos. Nos metimos al auto y nos dirigimos hacia la
Casa Hartford.
Vi los autos antes de ver la casa. Fila tras fila de Mercedes, Jaguares,
Range Rovers y BMWs nos dieron la bienvenida, mientras girábamos hacia
el camino de entrada de los Hartford. Después de varios giros, la casa
finalmente apareció a la vista. Aunque la palabra casa no le hacía justicia.
Los Hartford vivían en una vieja plantación que había sido de su familia
por generaciones. El largo y amplio camino iba por el terreno arreglado,
alineado con árboles floreados y eventualmente un círculo frente a la casa.
Robles de cien años encogían la casa desde ambos lados, rematado por un
hermoso jardín con tulipanes, lirios y exuberante vegetación. Largas
columnas blancas se alineaban frente a la casa, permitiendo que
asimilaras su verdadero enorme tamaño. Cada centímetro de la casa
anunciaba historia y reverencia. Parecía una escena tomada directamente
de Lo que el viento se llevó. Absolutamente sorprendente. Después de que
Dee le dio las llaves al valet, caminamos hacia los escalones de piedra. Dos
imponentes porteros abrieron las ornamentadas puertas francesas para
nosotros y fuimos arrastrados dentro.
Revisé rápidamente lo que me rodeaba, desde el suelo de arce a los
magníficos candelabros de cristal colgando sobre nuestras cabezas. Un
abochornado hombre tocaba un gran piano, mientras sofisticadas damas
con vestidos brillantes desfilaban por el área para sentarse en pequeños
grupos. Los hombres siempre podían ser encontrados en grupos afuera en
el porche o en la biblioteca fumando; discutiendo sobre las últimas
políticas o las nuevas corporaciones. Noté que Charles ya había
desaparecido y que Dee se abría camino hacia varias mujeres mayores con
grandes sombreros.
—¡Laura Beth! ¡Estoy encantada de que estés aquí! —Una sorprendente
morena con un vestido polca con lunares rosas y blancos saltó hacia
nosotras. Meredith Hartford era increíblemente hermosa, y famosa por
comprar un guardarropa completamente nuevo cada fin de semana. El
único problema era… que ella lo sabía. Miró en mi dirección, notándome
por primera vez.
—Oh, hola Hannah, ¿Cómo estás? —Plasmó su mejor sonrisa de “ya que
he hecho contacto visual tengo que hablarte”, luego tomó el brazo de Laura
Beth.
—No puedo esperar para decirte lo que pasó anoche con Spencer… —
Mientras ellas se alejaban susurrando y chillando, vi un rostro familiar en
la multitud, por lo que me abrí camino hacia el otro lado de la sala donde
Sarah Lawson estaba con su madre cerca de una ventana abierta. Ella
atrapó un mechón de cabello castaño que cubrió su rostro por el viento.
Sus ojos verdes se iluminaron cuando me vio.
—¡Hannah! ¿Cómo estás? —Cuando Laura Beth hizo su misión de vida el
explicarle a todos en la escuela cómo su familia me había salvado de una
vida de pobreza y cómo estaría yendo donde un terapeuta de por vida, fui
relegada inmediatamente y atacada por siempre por miradas de pena. Con
“caridad” tatuado en mi frente desde el inicio, sólo unos pocos me trataban
como a un ser humano. Sarah era una de esos pocos.
—¡Hola Sara! Hola, Sra. Braddock. —La madre de Sara me examinó con
sus ojos, me dio una pequeña sonrisa y eligió a alguien más interesante
con quien hablar al otro lado de la sala.
—Siento eso —susurró Sarah mientras su madre se alejaba.
—Está bien. —La obvia aversión de su madre hacia mí dolía, pero me
encogí de hombros y sonreí.
—Entonces, ¿Cómo va tu verano? —preguntó Sarah—. ¿Has ido de
vacaciones? Nosotros acabamos de llegar de Londres hace unas semanas…
no creerías las compras allá…
Escuché con diligencia mientras me contaba todo sobre su viaje a
Inglaterra y Escocia, asegurándome de agregar unos asentimientos en los
momentos adecuados. Mi atención había sido arrastrada hacia mi madre
adoptiva, quien se dirigía directamente hacia nuestro lugar.
—¿Podemos hablar? —me preguntó con una ceja levantada.
—Ya regreso —le aseguré a Sarah y seguí a Dee al balcón trasero. Mirando
un prado enorme por debajo, estaba maravillada de nuevo por la belleza de
la plantación antes que Dee procediera a arruinarlo con crudeza y obvia
condenación.
—¡¿Cuántas veces tengo que decirte que cubras ese tatuaje?! —Ella
literalmente escupió la última palabra con desagrado.
—¿Qué? Estás bromeando, ¿no?
—Muñecas. Ahora. Y cuida tus modales —siseó. Suspiré y levanté mis
muñecas, mientras ella soltaba mi brazalete y lo cambiaba de mi muñeca
izquierda a mi izquierda—. No podemos dejar que todas estas personas
vean la cosa en tu muñeca, ¿O sí? —Dios lo evite.
—Dee, nadie le presta atención a mis muñecas.
—Ese no es el punto jovencita. —Odiaba cuando me llamaba así.
—No me importa lo que las personas piensen.
—¡Hannah, representas a esta familia y no dejaré que desfiles por ahí
como una indigente con tatuajes por todo el cuerpo! —Al menos no estaba
sobreactuando.
—Sólo es un tatuaje; ni siquiera es tan grande. Honestamente, Dee…
Interrumpiéndome con una dura mirada, continuó rápidamente:
—Con respecto a este fin de semana, buscaré la forma de quitártelo
permanentemente.
Miré hacia abajo al intrincado diseño en el interior de mi muñeca
izquierda. Mi “tatuaje”, como lo había llamado toda mi vida, consistía en
un pequeño triángulo al revés, con una espiral extendiéndose desde cada
esquina. Las líneas de las espirales parecían estar hechas de una sola vid
de enredadera. Este había estado ahí por tanto tiempo como podía
recordar. Si se miraba con cuidado, se podía decir que no era un tatuaje,
sino más como una parte de mi cuerpo, parecido a un lunar o a una marca
de nacimiento. Yo lo amaba. Por costumbre, tracé las vides con mi dedo.
Este parecía temblar bajo mi toque. El mundo cambió inesperadamente y
perdí el equilibrio de golpe. Estirándome hacia la baranda del balcón, la
tomé justo a tiempo para ver una expresión de vergüenza y horror cruzar
el rostro de Dee. Luego todo quedó en blanco.
Traducido por PrisAlvS
Corregido por Connie.J
nastasia… Anastasia…” El nombre era dicho como una oración,
susurrado directamente a mi mente. El intenso anhelo cubierto de
pesada tristeza en la voz de la mujer apretaba mi corazón.
“Anastasia…” Mis pensamientos se apresuraron para comprender lo que
pasaba. Mi respiración se enganchó en mi garganta al ver la magnífica
arena blanca con la cristalina agua azul oleando gentilmente en el borde. El
sol brillaba alto, pero no podía sentir su calor. El viento soplaba, pero no me
tocaba. Las olas reventaban justo en la orilla, pero no podía escucharlas.
—Anastasia… —Esta vez el nombre fue dicho en voz alta. Preocupada y un
poco más que confundida, me giré intentando encontrar a quién pertenecía
la voz aterciopelada. Todo detrás de mí era una densa jungla, salvajes
plantas exóticas se estiraban hacia arriba hacia una gigantesca palmera
que elegantemente se mecía con la brisa oceánica. ¿De dónde venía la voz?
Girando de regreso para enfrentar el agua, ella se materializó frente a mí.
Sus pies escondidos por la creciente marea, estaba congelada, como en
trance. Largo cabello rubio caía en cascada alrededor de sus delicados
hombros. El vestido blanco que abrazaba su estilizada figura tenía hebras
plateadas entrelazadas, creando un efecto brillante. Su inmensa belleza era
sorprendente. Alzó los brazos hacia el cielo y proclamó:
—Esto deberá suceder. —Cerró los ojos y mi ya confuso mundo estalló.
Después de lo que sentí como días, abrí los ojos, desorientada y frustrada
por lo que había ocurrido. Me senté con cuidado, intentando centrarme. Esta
vez era yo la que estaba en el agua. Me levanté, justo a tiempo para
salvarme de una ola reventando contra mí. Brillante color rojo cubrió mi
vista periférica y mis ojos lo siguieron por la playa. Una pareja peleaba
frente a mí, a varios metros más allá en la arena blanca. Lo rojo era el
cabello de la mujer. Olas de profunda borgoña caía hasta su cintura
haciéndola parecer más pequeña de lo que realmente era.
Una lucha inició y ella fue lanzada al suelo por su mucho más grande
atacante. Llegué a ver algo plateado en la mano de él. Empecé a correr en su
dirección, insegura de lo que haría cuando llegara ahí. Antes de poder poner
un pie en la arena, golpeé algo. O alguien. Mientras recobraba el equilibrio,
mis ojos se pasearon por su bien definido pecho, amplios hombros y labios
que merecían ser besados. Su cabello oscuro peinado sobre su frente, algo
desacomodado por la brisa oceánica. La tentación sobrecogedora me golpeó,
pero la manera amenazante en que su cuadrada mandíbula se flexionó
mientras me miraba me trajo a la realidad a la fuerza. La ira brilló en sus
ojos azul oscuro y yo recordé las nubes tormentosas reunidas. Remolinos
oscuros azules y grises.
—Gírate y vete —demandó, mientras mi atención regresaba a la escena que
se desarrollaba en la playa.
—¡Pero tengo que ayudarla! ¡Él la está hiriendo! —-Intenté alegar con él.
Intenté apartarlo a un lado, pero él tomó mis hombros y fácilmente me
mantuvo captiva.
—¿Qué crees que puedes hacer por ella? ¿Conseguir que te maten? —replicó
con una leve sonrisa.
—¡Al menos tengo que intentar! ¡Mira lo que él…! —Indiqué hacia la playa y
noté que la pelea había terminado abruptamente. El hombre se había
desvanecido. Yaciendo a su lado, el cuerpo de la mujer empezaba a ser
cubierto por la marea. Una mancha de pelo rojo se formó alrededor de ella,
lentamente absorbiéndose en la humedad de la arena.
Finalmente logré sobrepasarlo y corrí hasta su lado. Busqué el pulso, pero
no encontré nada. Con agitación, mis ojos se dirigieron hacia arriba para ver
por qué él no me ayudaba, pero también se había ido. Cuando miré hacia
abajo de nuevo, la mujer también había desaparecido. Toda mi energía fue
drenada y colapsé en la arena derrotada.
—Debí haber ayudado… debí haber ayudado… —repetí inútilmente, como si
eso pudiera cambiar lo que había presenciado.
—¡Hannah! ¡Hannah, mírame! ¡Contéstame Hannah! —Voces frenéticas me
gritaban incesantemente. Estaba ahí sentada por el amor de Dios; no
había necesidad de gritar. Como fuera, mi propia voz no cooperaba. En
lugar de eso, apreté los ojos e intenté detener el estridente zumbido en mis
oídos.
—¡Despierta Hannah! ¡Abre los ojos! —Sentí que me movían, por lo que
eché un vistazo a través de mis pesados párpados. Una multitud de
personas se había formado alrededor de mí. Cada rostro reflejaba una
mezcla de pánico y preocupación, excepto Dee, quien fruncía el ceño con
indignación.
—Estoy bien, estoy bien —murmuré, justo cuando el recuerdo de mi sueño
me golpeó—. ¡¿A dónde fue?! —Intenté sentarme, pero alguien evitó que
me moviera.
—¿A dónde fue quién? ¿A quién le hablabas? —Reconocí la voz de Dee
entre mi estupor.
—La mujer… fue asesinada… —tartamudeé con cada palabra,
descubriendo cuán descabellado sonaba incluso para mí.
—Estás diciendo disparates, Hannah. Necesitas ir a casa. —Sentí cómo me
sacaban de la casa, por los escalones delanteros y al asiento trasero de
nuestro auto. Alguien entró detrás de mí, escuché las puertas cerrarse y el
leve sonido de alguien hablando afuera. Ahí fue cuando la persona a mi
lado chilló.
—No lo puedo creer. ¡Arruinaste toda mi noche! —resonó la voz de Laura
Beth en mis oídos. Siempre podía contar con ella para que todas las
situaciones fueran sobre ella—. ¿Por qué tengo que tener la hermana que
está loca? —lloriqueó—. ¡Vas a pagar taaaanto por esto!
Ella se hundió en su asiento y yo deseé desesperadamente que hubiese
terminado con su berrinche temperamental. Escuché otras dos puertas
cerrándose cuando Dee y Charles entraron al auto. Más conversaciones
silenciosas los siguieron y luego estuvimos finalmente camino a casa.
La próxima vez que estuve despierta, me encontré de regreso en mi
espacioso dormitorio acostada bajo las sábanas de mi cama de dosel. En
algún punto, mi vestido había sido reemplazado con unos pantalones y
una camiseta. Intenté apoyarme sobre los hombros, sin éxito. Mi cabeza
estaba a dos segundos de explotar, por lo que me recosté y froté mis
sienes.
—Mañana en la mañana tienes una cita con tu nueva terapeuta. —
Después de saltar fuera de mi piel, giré la cabeza al lado con gran dolor.
Dee estaba sentada en una silla del desayunador a mi lado. Golpeó con su
dedo en mi mesita de noche, la furia aún evidente en su tono agrio—. Está
altamente recomendada y estoy segura que ella te arreglará. —Besó mi
frente con evidente obligación y luego cerró la puerta detrás de ella cuando
salió de la habitación.
Lo hacía sonar como que era un brazo roto que simplemente necesitaba
ser entablillado. No necesitaba ser “arreglada” más de lo que necesitaba un
terapeuta. Si tenía que explicarle lo que yo había pasado con mis múltiples
casas de adopción una vez más a alguien quien sonreía simpáticamente y
le daba golpecitos a mi rodilla, iba a sacarme los ojos. Ya sabía lo que
había pasado… estuve ahí. ¿Cómo iba a superarlo si tenía que revivirlo
constantemente? Lo que realmente necesitaba era huir de todo y todos los
que me vieran como loca y problemática: empezar de cero. Donde mi
pasado no me definiera y la lástima no se filtrara por cada esquina.
Desafortunadamente a los diecisiete, no tenía ese lujo. Lo que necesitaba
raramente se consideraba. Suspiré y eventualmente me dormí con un
rítmico sonido de mi palpitante cabeza.
La mañana siguiente, la cálida luz del sol golpeó mis párpados, pero por el
dolor que desató, también pudo haber sido el destello de una bomba
atómica. Bien, tal vez eso era una leve exageración, pero mi sensible
cabeza no estaría en desacuerdo con la comparación. Bizcando en agonía,
rodé y tiré del cobertor sobre mi cabeza. No tenía apuro por levantarme. Lo
único que me tentaba era el distintivo olor de los panqueques con chispas
de chocolate que subía por las escaleras. Dee definitivamente hizo eso a
propósito. Ella sabía que no podía resistirlos. Mi estómago gruñó
ruidosamente, recordándome que no iba a obtener ningún panqueque
escondida bajo el cobertor, por lo que gruñí y me obligué a levantarme.
—¡Bueno, mírate levantada y todo tan temprano! —La sonrisa de Dee era
un poco demasiado amplia y parecía muy alegre para ser las siete de la
mañana. Cómo alguien podía estar completamente vestida con cabello
impecable y maquillada y llena de energía tan temprano, estaba fuera de
comprensión. Fui consciente de mi propio cabello, momentáneamente
viéndose como un nido de ratas, y tiré de él en un moño alto. No tuve que
intentar con mucha fuerza en la parte del desastre.
—Buenos días. —Le di mi mejor esfuerzo de sonrisa y caí frente al
desayunador.
Ella dejó un plato lleno de panqueques goteando con pegajosa y dulce miel
frente a mí, junto a dos tabletas de Excedrin1 extra fuertes.
—¿Espero que puedas llegar a tiempo con tu terapeuta? He dejado
indicaciones para ti. Tu cita no es hasta las 8:30, pero tienes que llegar un
poco antes por el papeleo.
—Mmhmm —dije con la boca llena. No había tiempo para charla cuando
había panqueques con chispas de chocolate esperando para ser comidos.
—Tengo que hacer unos mandados, luego me encontraré con Suzanne
para almorzar e iré a un juego de bridge2 con las chicas en el club luego de
eso. Hazme un favor y dile a tu hermana que es mejor que su dormitorio
esté impecable para cuando regrese a casa. Eso también es para ti.
—Mmhmm —repliqué de nuevo mientras seguía masticando. Como si
Laura Beth escuchara algo que yo tuviera que decir.
En cuanto Dee se fue y mi estómago estuvo lleno de panqueques, subí las
escaleras para alistarme a la velocidad de un caracol. Mi dolor de cabeza
había disminuido un poco, pero seguía torturándome. No iba a rendirse
tan fácilmente. Para cuando me puse mis pantalones ajustados favoritos,
zapatos y una camiseta; tenía como quince minutos para llegar a la oficina
de la terapeuta. Me apresuré a bajar las escaleras, tomé las indicaciones
del mostrador y me metí en el BMW convertible blanco que compartía con
Laura Beth. Era muy pretencioso para mí, pero Laura Beth insistió en que
su reputación sólo sobreviviría si conducía un BMW o un Lexus.
1 Excedrin: Medicamento contra el dolor.
2 Bridge: Juego de cartas para cuatro participantes.
Dos giros equivocados y un casi guardabarros abollado después, llegué al
estacionamiento de un edificio de oficinas de ladrillos. Tomé el elevador al
tercer piso y encontré la oficina 310-A a tiempo.
—¿Hannah? —Después de una breve espera en el recibidor con olor
viciado, una pequeña mujer de mediana edad asomó la cabeza por la
esquina y me indicó que la siguiera. Me levanté renuentemente y cumplí.
—Soy la Dra. Hansen. ¿Cómo estás hoy? —Su corto cabello negro rebotaba
mientras hablaba.
—Bastante bien supongo… —Para estar en la oficina de una terapeuta.
Sus finos labios se curvaron simpáticamente y me dirigió a una pequeña
oficina con amplias ventanas cubriendo una pared entera. La habitación
estaba pintada de celeste, probablemente en un intento de crear un
ambiente calmado para sus pacientes. Fotografías en blanco y negro de
faros decoraban las paredes, y un imponente escritorio de roble estaba en
una esquina.
Mientras se sentaba detrás del escritorio, me indicó que también me
sentara. Contemplando mis opciones, noté un lujoso sofá de pana contra
una pared, dos reclinables de cuero café y una silla de madera
enfrentando el escritorio. Elegí la silla de madera. No había sentido en
ponerme cómoda.
—Escuché que tuviste una experiencia anoche… —me impulsó
delicadamente y tomó un trago de una jarra de café que decía “La Mejor
Terapeuta del Mundo”. ¿En serio?
—Fue… um… interesante. —Uní mis manos sobre mis piernas y miré por
las ventanas intentando ocultar mi aburrimiento.
—¿Quieres decirme qué pasó? —me impulsó aún más.
—Solo me desmayé. Honestamente eso es todo lo que pasó.
—Escuché que hubo un poco más que sólo eso. —Quizás ella debía
decirme qué pasó ya que parecía saber tanto. Sentí una familiar
frustración burbujeando en mi pecho.
Aparté los ojos de los árboles afuera y miré en su dirección, ya estaba
planeando mi ruta de escape. Mis ojos pasaron de ella y cayeron sobre un
tanque de peces de gran tamaño en la esquina. Peces naranja brillante,
amarillo y rojo nadaban perezosamente. Estoy bastante segura que uno en
particular me estaba contemplando, pero luego se alejó nadando con un
giro de su cola. Pez loco. También me volvería loca si estuviera encerrada
en un tanque de cristal todo el día.
Notando que ella seguía esperando pacientemente para que continuara,
imaginé que entre más rápido acabara con esto, más rápido me iría.
—Solo discutía con Dee sobre mi tatuaje cuando me mareé y caí. Me
desmayé y tuve un sueño extraño. Luego me desperté. Fin. —Terminé de
dar los hechos y la enfrenté para que se atreviera a hacerme preguntas.
Ella solo me sonrió como si hubiéramos compartido una broma secreta.
—¿Qué tipo de tatuaje tienes?
—No estoy segura de lo que es, pero lo he tenido desde siempre. —Levanté
la muñeca para que lo viera. Una expresión confusa cruzó sus rasgos por
un instante, y luego se calmó y recompuso de nuevo.
—Fuiste adoptada, ¿correcto? —Su tono había cambiado de una
conversación casual a la de un detective escéptico en un milisegundo. Dio
golpecitos a su barbilla con una pluma plateada.
—Sí. —Intenté seguir el cambio radical de tema. Ella se movió en su
asiento y se rascó la cabeza. Después de un minuto o algo así, empecé a
incomodarme un poco por su intrusiva mirada—. Si quiere puedo decirle
quién fue mi última terapeuta. Estoy segura que pueden enviarle mis
archivos… —Ofrecí con leve irritación.
—No, no, eso no será necesario —replicó rápidamente—. Dime más sobre
este sueño que tuviste al desmayarte.
Le expliqué el sueño con detalles y esperé a que me prescribiera Prozac3.
En lugar de eso, se recostó y me miró de nuevo.
—Hannah, voy a referirte a una de mis colegas. —Ella sonrió y se sentó
derecha en su silla, orgullosa de sí misma—. Creo que a ella le gustaría
hablar contigo. —Maravilloso. Simplemente maravilloso—. Si me disculpas,
haré una breve llamada.
3 Fluoxetina: Conocida como Prozac (primer nombre comercial), es un medicamente
antidepresivo.
Se levantó y salió de su oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Mientras
estuvo fuera, miré los exóticos peces nadar en su prisión rectangular.
Sentí la urgencia de alimentarlos o quizá de liberarlos de regreso al océano
de donde estaba segura que los habían robado. Viendo el tarro de comida
para peces bajo el tanque, tentativamente me acerqué y miré a través del
grueso cristal.
—¿Alguien tiene hambre? —les pregunté en una ridícula voz de bebé que
usualmente reservaba para los cachorros.
Inmediatamente se detuvieron y miraron hacia la superficie.
—Supongo que eso significa que sí. —Levanté la tapa y eché hojuelas
multicolores al agua.
—¿Qué haces? —Dejé caer la tapa con un fuerte golpe y me apresuré de
regreso a mi silla. La Dra. Hansen me miraba curiosamente.
—Lo lamento, creí que podrían tener hambre, así que… —solté a la
carrera, me sentía como una tonta.
—Por lo que parece, diría que tenías razón. —Su sonrisa estaba llena de
entendimiento. Miré de regreso al tanque para ver que las hojuelas ya
habían sido ingeridas. Los peces parecían seguir mis movimientos,
esperando más—. Probablemente comerían todo el día si los dejara. —Ella
miró a los peces con ternura, y luego se sentó—. Bueno, acabo de hablar
con la Dra. Campbell y estoy feliz de decir que, ¡tiene un espacio esta
tarde!
No estaba segura si esperaba que celebrara con ella, por lo que sólo
respondí:
—Bien.
—Tendré que decirle a Dee inmediatamente porque tomará cuatro horas
llegar hasta allá y no creo que ella quiera que conduzcas tan lejos sola.
—¿Cuatro horas? —¿Por qué no podía tener una colega en Atlanta?
—La oficina de la Dra. Campbell está en Savannah. ¿Alguna vez ha ido? Es
una hermosa ciudad.
Ella probablemente seguía hablando, pero yo ya había dejado de escuchar.
¿Me estaba enviando hasta Savannah? ¿Hoy? ¿Para hablar con otra
doctora? Esto no podía ser peor.
Traducido por Maytte
Corregido por Leeconemi
avannah?! ¡¿Hoy?! —Alejé el celular de mi oído unos cuantos
centímetros para evitar que la voz de Dee rompiera mi tímpano.
—Eso es lo que dijo. —Leí en la desordenada escritura de la Dra.
Hansen de nuevo—. Mi cita está programada a las 4:00 pm.
Ella suspiró y respiró profundamente. Podría decir que su presión arterial
había aumentado en los cinco minutos de nuestra conversación.
—Está bien, cancelaré mis planes y estaré en casa tan pronto como pueda.
—Gracias Dee, hasta luego. —No quería ir a Savannah más que ella, pero
no parecía que tuviéramos opción. Al parecer, mis asuntos eran serios. El
sueño era raro, sí, pero no esperaba que me abofetearan con una pulsera
del pabellón psiquiátrico todavía. O tal vez era ahí donde me estaban
enviando. Tal vez “Dra. Campbell” era un código para camisa de fuerza y
paredes acolchadas. Puede que no sea tan malo. En vez de lástima y
miradas simpáticas, podrían sólo darme algo fuerte que me deje
inconsciente por unas cuantas horas. Podría vivir con eso.
Cinco horas después, finalmente llegamos a Savannah. Sólo había estado
ahí dos veces antes. Una fue cuando tenía catorce años para un viaje
familiar por el día de San Patricio, y en la vez anterior era demasiado joven
como para recordar. Por lo que me han dicho, fui dejada en el pórtico de la
estación policial en Skidaway Island, la cual estaba localizada a varios
kilómetros al sureste de Savannah. Desafortunadamente no sabían dónde
nací o quién me había dejado; solo que fui encontrada cuando tenía ocho
meses de edad aproximadamente. Intento no pensar sobre qué podría
llevar a alguien a abandonar su propia carne y hueso. Gracias a Dios, el
comisario me encontró cuando llegaba al trabajo esa mañana. Fui devuelta
al estado, puesta en cuidados adoptivos y el resto es historia. Siempre que
pensaba en ello, tenía demasiadas emociones; no tenía más opción que
alejar esos pensamientos de mi mente. Incluso si hubiera querido
encontrar a mis verdaderos padres, habría sido imposible. No había
registros de mi nacimiento, así que no había forma de localizarlos. Incluso
mi cumpleaños, el 17 de Abril, era una estimación basada en la edad que
aparentaba cuando me encontraron.
—¡Parece que lo hicimos! —Dee avanzó zigzagueando por el ya pesado
tráfico hacia el centro de Savannah. En los alrededores de la ciudad, podía
haber sido cualquier otro lugar en América con estaciones de gas,
McDonalds, y un Starbucks en cada esquina. Pero una vez que entramos a
la ciudad en serio, la historia y belleza eran difíciles de ignorar.
Mientras pasábamos bajo las copas de los maltratados robles vivos, miré
asombrada las construcciones del siglo XIX y las adoquinadas calles del
histórico distrito. Encontrar un lugar para estacionar cerca de River Walk
no era una tarea fácil, sin embargo. Encontramos un pequeño espacio en
medio de un camión enorme y un todavía más grande todoterreno y
finalmente encontramos la puerta de la oficina de la Dra. Campbell en
River Street.
—Toma asiento y yo me encargaré de todo —me aseguró Dee. El área de
recepción tenía un simplista tema de playa con pelícanos de madera y
brillantes conchas de mar adornando las blancas tablas de mimbre,
mientras que macetas de barro con palmeras que se erguían se veían en
las esquinas del cuarto. Me senté en una de las sillas de mimbre y tomé
una revista para leer.
No había hojeado más que la primera página, cuando una balanceante
puerta se abrió, y una joven mujer con piel dorada y cabello oscuro salió
para recibirnos. Parecía deslizarse al cruzar el cuarto en su vestido fluido
color crema. Alcancé a ver esmalte morado en las uñas de sus pies, varios
anillos para los dedos de los pies, y me di cuenta de que estaba descalza.
Sus brazos y manos estaban cubiertos con brazaletes plateados y anillos
con turquesas. Nada en ella se parecía a mi visión de camisas de fuerza y
cuartos acolchados lo cual fue instantáneamente tranquilizador.
—¡Tú debes ser Hannah! —Rodeó a Dee y estrechó mi mano con
entusiasmo—. He estado esperando tu visita desde que recibí la llamada
de Diane. —Todavía sosteniendo mi mano, me guió de regreso a la puerta
balanceante y dentro de una gran oficina. Dee caminó detrás de nosotras,
viéndola con escepticismo. Su oficina me recordaba más a un pequeño
departamento, con un gran cuarto seccionado en pequeñas áreas.
A nuestra izquierda había un área de estar con un dominante librero del
techo al suelo repleto de libros viejos. El aroma de avellana y cedro
hicieron sentir mi alma cálida e imaginé la profundidad del conocimiento
almacenado en ese librero. Hacia la ventana en la parte trasera había una
pequeña área llena de juguetes para pacientes jóvenes. Lo único que
faltaba era un gran escritorio de oficina que de todas formas se habría
visto fuera de lugar. Encontré un asiento redondo de peluche para dejarme
caer y empezar a preguntarme cómo había pasado mi vida entera sin
haberme sentado en algo tan cómodo. Dee tomó asiento al otro lado en un
elegante sillón, la Dra. Campbell se sentó cortésmente en la silla al lado de
Dee y nos sonrió.
—¿Les gustaría un poco de agua o tal vez una taza de café? —preguntó
educadamente. Su genuina personalidad contradecía mi estereotipo
personal de los psicólogos.
Dee se animó instantáneamente.
—Me encantaría una taza de café.
—¿Qué tal un cappuccino?
—¡Eso sería estupendo! —Con esa oferta de paz, el comportamiento de Dee
mejoró un ciento ochenta por ciento.
—¿Y para ti Hannah?
—Nada para mí, gracias —contesté, ansiosa por iniciar la sesión y, más
importante, por terminarla.
La Dra. Campbell se fue flotando a una pequeña cocina en el lado derecho
del cuarto y comenzó a presionar botones de lo que parecía ser una
máquina bastante impresionante de cappuccino. Podría decir que
comenzaba a agradarle a Dee, también, o al menos a su gusto en café.
Después de pasarle con cuidado una taza humeante, la Dra. Campbell
volvió a sentarse.
—Sra. Whithman, estoy segura de que es usted consciente de cuán
importante es la confidencia paciente/doctor, así que me temo que tendré
que pedirle que espere afuera por un momento, mientras Hannah y yo
hablamos.
Dee parecía sorprendida al principio, tomó su bolso, agradeció el café, y
caminó de regreso a la sala de espera. Una vez que salió de vista, la Dra.
Campbell dirigió toda su atención a mí.
—Entonces, Hannah —empezó lentamente—. Dime cuántos años tienes.
—Diecisiete.
—¿Cuándo empezaste a tener pesadillas y desmayos? —preguntó,
escribiendo frenéticamente en su cuaderno de notas.
—¿Cómo sabe de mis pesadillas? —No podía evitar sentir paranoia.
—Sólo una suposición. —Me sonrió de forma alentadora, pero sentí que
ahí había algo que no me estaba diciendo.
—Solía tener pesadillas de cosas normales —personas persiguiéndome o
cayendo—. Pero desde hace como tres años empezaron a cambiar y se
volvieron más... mm... ¿Reales? y difíciles de olvidar. —Me encogí de
hombros, esperando convencerla de que no era gran cosa.
—¿Y los desmayos? —añadió prontamente.
—Nunca los había tenido antes de anoche. Fue la primera vez. Pero no se
sintió como un sueño. Pareció ser algo más. Realmente no sé cómo
explicarlo.
—Tu respuesta está bien. —Cubrió mi mano y la apretó
tranquilizadoramente. Bajando la mirada, vio el diseño en mi muñeca.
—¿Cómo te...? —Se inclinó acercándose para verlo mejor—. Quiero decir,
¿Por cuánto tiempo has tenido esto?
—Desde que tengo memoria, simplemente siempre ha estado ahí —dije.
—¿No recuerdas cuándo lo obtuviste? Parece ser algo que recordarías. —
Empecé a sentir que estaba intentando atraparme en una mentira, así que
decidí que no iba a obtener más respuestas, sin importar lo que
preguntara.
Apretando mí mano de nuevo, volvió a sentarse en su silla en profundo
pensamiento.
—Voy a salir un momento para hablar con Doris, ¿está bien?
—Está bien... —dije con ligera vacilación. La visita no tenía mucho sentido
para mí hasta ahora.
Se levantó cortésmente de su silla y desapareció para encontrar a Dee. Un
par de minutos después, volvieron y se sentaron viéndome con expresión
seria. Tuve un mal presentimiento, no me iba a gustar lo que seguía.
—Después de cuidadosa consideración, Doris y yo creemos que sería de tu
interés estar inscrita en un internado especial para personas jóvenes que
se parecen mucho a ti.
Mi boca se abrió. ¿En serió acababa de decir lo que creo que dijo? ¿Un
internado? Y aquí estaba yo pensando que no podía empeorar. Me
equivoqué. ¿Y qué cuidadosa consideración? ¡Sólo me había hecho cuatro
preguntas!
Miré con los ojos bien abiertos a Dee, preguntándome cómo le habían
lavado el cerebro en tan poco tiempo. Abrí la boca para hablar, pero nada
parecía salir como quería.
—Pero yo... ¿cómo puede...? Yo no... ¿Por las pesadillas... el
desvanecimiento ocasional...?
Dee solo me sonrió con amor.
—¡Lo vas a amar Hannah! Se llama La Casa de Lorelei y está en una isla
en Carolina del Norte. ¡El momento es perfecto porque el nuevo año escolar
empieza el siguiente lunes! Es una escuela de año completo así que ¡no te
perderás una sola cosa! —Juntó las manos en un aplauso alegremente
como si fuera algo bueno—. Podrás venir a casa en los días festivos y en
vacaciones. ¡Y la mejor parte es que la Dra. Campbell ha hecho todos los
preparativos para que vayas inmediatamente! ¿No es maravilloso?
No, no lo era. Y me era difícil creer que hizo todos esos “preparativos” en
los tres minutos que había salido para hablar con Dee.
Me levanté y eché una mirada acusadora a la doctora, lista para debatir.
—¿Qué quiere decir con personas como yo? ¡No puede simplemente
levantarme y moverme a otro estado porque cree que es una buena idea!
¡Ni siquiera me conoce! —Podía sentir cómo se calentaba mi rostro mientas
desparramaba mi enojo.
Acercándoseme lentamente, la doctora puso gentilmente su mano en mi
hombro y habló suavemente:
—Pero ¿realmente perteneces ahí? —preguntó crípticamente—. Créeme,
Hannah. Te prometo que no lo lamentarás. Por favor créeme. —Estreché
mis ojos en ella, buscando instintivamente algún motivo mayor, pero sólo
encontré sincera preocupación y un destello de emoción en sus ojos. Por
algún motivo quería creerle. Bien, mierda.
Me dejé caer en mi asiento e intenté ordenar la confusión en mi mente.
¿Cómo podría afectarme, en realidad? Una nueva escuela, nuevas
personas que no sabían nada acerca de mi pasado. Un nuevo comienzo.
¿No era eso lo que había estado esperando? ¿Un nuevo inicio? Sentí qué la
lucha salió de mí y se marcó una nueva emoción a la cual aferrarse. Se
sintió como... esperanza.
Traducido por Connie.J
Corregido por belisrose
iernes. El día que mi vida cambiaría para siempre.
Estaba embarcándome en un nuevo viaje, una dirección
completamente diferente y no tenía ni idea de qué esperar. Era de
lo más inquietante, como también muy emocionante. Me hundí en
el asiento 12C del avión y me despedí rápidamente de Atlanta, así como de
la vida que dejaba atrás. Me había hecho bastante buena para las
despedidas. Tal vez un poco demasiado buena Yo había vivido con cinco
familias de acogida diferentes antes de ser adoptada a la edad de trece
años, y me había asegurado a mí misma nunca quedar atada a ninguna
persona o lugar. Nunca sabía cuándo estaría empacando y mudándome al
siguiente lugar. Era más fácil así. Mi situación actual era un buen ejemplo
de ello.
Desafortunadamente, para el momento en que llegué a la casa de los
Whitman hace tres años, ese mecanismo de autodefensa se había atascado
y sin importar lo mucho que ellos intentaron, las paredes se habían
construido demasiado altas y demasiado gruesas como para atravesarlas.
Tenía tantas barreras alrededor de mi corazón, que se necesitaría todo un
ejército para derribarlas. Hasta que llegara ese ejército, estaba
perfectamente contenta con mis paredes. Me había acostumbrado a la
seguridad, aunque disfuncional, que me habían proporcionado a través de
los años.
Miré el horizonte de Atlanta reducirse por debajo de mí, a medida que
ganamos altitud. Me recordé a mí misma, una vez más, que una persona
tenía más probabilidades de morir en un accidente de auto que en un
accidente de avión. Cerré los ojos e hice mi mejor intento para sentirme
cómoda. El sonido de fuertes pisadas me hizo abrir los ojos, confundida. El
humo se arremolinaba en los rayos oblicuos del sol que entraba por las
ventanas y el olor de los cigarrillos viejos mezclados con licor rancio llenó
mis sentidos. Ya no estaba en el avión.
De repente, estaba levantada sobre mis pies. Mirándome con los ojos
inyectados en sangre, él me levantó con una mano y agitó una bandeja
vacía de cubos de hielo en otra.
—¿Por qué no hay cubos de hielo? —dijo, arrastrando las palabras. El
hedor de su aliento en mi rostro me provocó ganas de vomitar—. ¡El agua
no va a saltar al congelador y malditamente congelarse a sí misma!
Me tiró de nuevo al asiento y tiró la bandeja vacía de cubos de hielo en mi
regazo.
—Ve a hacerme una bebida —exigió con los dientes amarillos.
Levanté la vista hacia él, con la esperanza de que no sonara tan asustada
como me sentía.
—No —dije en voz baja.
—¿¡No!? ¿Es eso lo que acabas de decir? —Su enorme mano me agarró del
brazo desaliñado y me arrastró a la cocina. Antes de que pudiera
recuperar mi equilibrio, me empujó contra los gabinetes. Una de las
contundentes perillas de los cajones metálicos se me clavó en mi espalda.
—Hazme. Una. Bebida. —Él se inclinó sobre mí con los ojos inyectados en
sangre.
Me agaché para ocultar mi rostro, con la esperanza de que acabara por
darse por vencido y me dejara sola. En cambio, lanzó una botella de
cerveza vacía en mi cabeza. Su puntería era sorprendentemente buena
para estar tan borracho. Se estrelló contra el costado de mi rostro y
fragmentos de vidrio marrón estaban pegados a mi piel. El dolor fue agudo
e inmediato.
Me puse de pie y corrí por el pasillo corto, mientras él tropezaba tras de mí
riendo. Llegué a mi habitación primero, encerándome en el armario
pequeño frente a mi cama. Mi respiración era rápida mientras el miedo se
constreñía en mi garganta. Puse la mano sobre mi boca. No sabía si iba a
gritar o llorar, pero no podía permitirme el lujo de perder mi escondite.
El timbre del teléfono en la sala de estar detuvo el caminar de sus botas
negras en el umbral de mi pequeña habitación. Él murmuró algo inaudible
y se tambaleó para dar marcha atrás por el pasillo. Tan pronto como se
fue, permití que los sollozos que se formaban en mi garganta se
derramaran. Al instante lágrimas calientes se mezclaron con la sangre
fresca corriendo por mi mejilla, mientras mi cabeza palpitada por la
hinchazón recién formada en mi rostro.
La puerta del armario crujió cuando me asomé con cautela, asegurándome
de que se había ido realmente.
Esperando ver mi habitación, estaba sorprendida al ver que la escena
delante de mí había cambiado por completo. Mientras me ponía de pie, se
hizo evidente para mí que ahora yo no era la versión más joven de mí,
tampoco. Toqué ligeramente con un dedo tembloroso mi ceja, y me di
cuenta de que no había sangre. La herida en la mejilla también había
desaparecido.
Mientras iba de puntillas a la habitación exterior, la alfombra dio paso a
un piso de madera bajo mis pies descalzos. La luz de noche suave proyectó
largas sombras a través de la habitación, pero yo todavía estaba
sorprendida por su tamaño y opulencia. Pude distinguir la figura oscura
de una mujer sentada en la sala en una mecedora, llorando en voz baja
mientras miraba por la ventana. Ella no se movió ante mi entrada, sólo
siguió llorando una palabra una y otra vez con tanto dolor que se me
rompió el corazón. Anastasia... Anastasia...
Mis ojos se abrieron de golpe y al instante giré alrededor, tratando de
averiguar dónde había sido transportada en este momento. Por suerte,
todavía estaba sentada en el asiento 12C entre los demás pasajeros. Podía
sentir el frenético latido de mi corazón mientras trataba de calmar mi
respiración. Sólo era un sueño. Sólo un sueño. Si sólo hubiera sido un
sueño hace muchos años. Me toqué la ceja y froté la pequeña cicatriz que
llevaba conmigo desde que tenía nueve años.
—¿Hannah Whitman?
—¿Sí?
—Hola, soy Kira. Seré tu escolta personal por el próximo par de horas. —
Llevó su delgado brazo hacia abajo y se inclinó de forma espectacular.
Usando pantalones cortos blancos, una blusa de color rosa claro que
dejaba al descubierto un hombro muy bronceado y sandalias Rainbow, no
podía haber tenido más de veintiún años. Sus ojos verdes brillaban y una
amplia sonrisa iluminaba su rostro mientras se enderezaba. Ella colocó un
mechón de pelo rubio decolorado por el sol detrás de la oreja y me quitó
las maletas de las manos—. Entonces, ¿cómo estuvo tu vuelo?
Probablemente no es el mejor momento para sacar a relucir mis pesadillas.
—Fue bastante tranquilo, supongo.
—Eso es definitivamente algo bueno cuando todo lo que tienes entre tú y el
suelo son varios kilómetros de aire. —Se rió. Una risa nerviosa escapó de
mis labios cuando empezamos a andar a través del aeropuerto.
Mirándola de reojo, no podía dejar de pensar en lo normal que parecía.
¿Qué fue exactamente lo que la Dra. Campbell quiso decir cuando dijo “los
jóvenes como yo”? ¿Es que todo el mundo aquí va a estar perdiendo el
conocimiento al azar durante el día y gritando por pesadillas en la noche?
Eso no parece muy probable.
—Estaba pensando que podríamos conseguir algo de comer y hablar un
poco antes de llegar a la isla. ¿Qué tal una pizza? —preguntó con una
sonrisa. Ella parecía muy a gusto en su propio cuerpo y reconoció a cada
persona que nos cruzamos con un guiño o una sonrisa. Tenía un brillo de
felicidad que llegaba a los demás, haciéndolos sonreír con ella.
—Eso suena maravilloso —admití—. No he comido nada desde el
desayuno. —Era casi la hora de cenar y mi estómago estaba gruñendo en
voz alta. Me sorprendería si ella no pudiera oírlo.
Mis cejas se alzaron cuando salimos y Kira hizo un gesto hacia un Jeep
Wrangler blanco con neumáticos de gran tamaño que esperaba en la
acera. Yo no sabía lo que me esperaba. ¿Tal vez un taxi?, ¿O una
furgoneta?
—Su auto la espera, madame. —Ella tiró mi equipaje de mano en el
asiento trasero y me di cuenta que no habíamos recogido el resto de mi
equipaje. Miré hacia la puerta y me volví para decirle algo a Kira.
—Ya se están encargando del resto de tus maletas, estarán esperando por
ti cuando llegues a la escuela. —Yo había tratado de no llevar cada pieza
de ropa que tenía, pero era difícil. Después de llenar cuatro maletas con
ropa y zapatos, no había previsto llevarlas a todas partes de Wilmington,
así que el hecho de que no tendría que hacerlo era maravilloso.
Literalmente escalé al asiento del copiloto mientras Kira se ponía las gafas
de plata de sol tipo aviador y me sonreía. El jeep comenzó a andar y saltó a
las calles de Wilmington. Varios minutos después, nos detuvimos en el
estacionamiento de una pequeña tienda de pizza. Encontramos una mesa
afuera con aspecto Vintage y Kira ordenó té de durazno con sabor dulce.
Decidí darle una oportunidad también.
A pesar de que no podía asegurar lo cerca que estaba de la playa, podía
oler el rastro de agua salada en el aire. Era tan húmedo como Georgia,
pero mucho más soportable gracias a una ligera brisa que soplaba. Tomé
una respiración profunda y me sentí a mí misma relajarme por primera vez
en lo que parecía años. Podría acostumbrarme al ritmo pausado de la
playa. Todo los que andaban por la acera estaban bañados por el sol y
sonreían despreocupados por el mundo. Un chisporroteo de emoción me
recorrió al pensar en el nuevo capítulo de mi vida que estaba a punto de
comenzar.
—Entonces, ¿qué haces en la escuela? —le pregunté. Parecía demasiado
joven para ser una maestra o administradora.
—Me consideran algo así como una estudiante graduada y obtuve créditos
para la tutoría de los estudiantes novatos. Definitivamente tuve suerte con
mi primer trabajo —dijo, guiñándome un ojo.
—¿Cuánto tiempo serás mi mentora?
—Durante el tiempo que me necesites —respondió simplemente—. Así que,
¿cuánto sabes de la Casa de Lorelei?
—Honestamente, no mucho. Todo lo que sé es que es todo el año, en una
isla, y los chicos son... ¿como yo? —Tenía la esperanza de que pudiera
arrojar algo de luz sobre la última parte. Una parte de mí suspiró aliviada
sabiendo que Kira sería mi mentora. Sintiéndome un poco vulnerable por
alguna razón distraídamente miré hacia mis manos... y di un grito
ahogado. Mi “tatuaje” estaba... ¿brillando? Torcí la muñeca hacia atrás y
adelante, entrecerrando los ojos para asegurarme de que no estaba viendo
cosas. Sí, era definitivamente algo raro para hacer. En ese momento, la
camarera regresó con las bebidas. Instintivamente, puse mi otra mano
sobre ella para ocultarla momentáneamente. La camarera me dio una
mirada extraña, pero siguió caminando a la siguiente mesa.
—¿Puedo ver? —Los ojos de Kira bailaron con entusiasmo.
—Uh... por lo general no... hace... eso. —Extendí mi brazo para que ella
viera mi “tatuaje” tri-espiral.
—¡Oh, es hermoso! El mío sólo lo hace que cuando estoy en el océano —
dijo, con indiferencia.
—¿El tuyo? —No hay manera de que ella tuviera el mismo tatuaje. Sólo
debió estar tratando de hacerme sentir mejor acerca de las alucinaciones.
—Sí, pero mi marca está en la parte de atrás de mi cuello —Se giró en la
silla y se levantó el cabello para mostrarme—. ¿Ves?
Me puse de pie con las piernas temblorosas y caminé alrededor de la mesa.
Efectivamente, allí mismo, en la parte de atrás de su cuello estaban dos
pájaros en pleno vuelo. Me incliné para ver mejor. Se parecía a la mía: no
era un tatuaje, sino más bien como una parte de su cuerpo.
—¿Qué clase de pájaros son? —No pude ocultar mi asombro.
—Gaviotas. Por desgracia, tienen la mala reputación de robar tus Cheetos
cuando estás en la playa o por pasar el rato en el estacionamiento de los
supermercados, pero son mucho más. Las gaviotas representan la libertad
y la vitalidad. Ellas pasan la vida volando con energía por encima de las
olas —explicó con orgullo.
—Es increíble. —Le di una última mirada, y luego recordé cómo las había
llamado—. ¿Has dicho que es una... marca?
—Así es, todos tenemos una —respondió ella alegremente, como si eso
despejara todo—. A pesar de que nunca he visto un diseño como el tuyo.
—Parecía como si quisiera decir algo más, pero en ese momento una gran
e humeante pizza estaba frente a nosotras, rebosante de empalagoso
queso.
—Entonces, ¿practicas surf? —preguntó entre bocado y bocado. Me di
cuenta de que ella comía su pizza al revés, empezando primero por la
corteza. Hice una nota mental para intentar eso la próxima vez.
—Tomé clases de natación en Atlanta y nadamos en la piscina del club
todo el tiempo, pero nunca he estado en el océano —le expliqué en medio
de mordiscos.
Ella casi se ahogó. Una vez que tosió, me miró con los ojos abiertos.
—¿En serio?, No, ¿en absoluto?, ¿Ni siquiera los pies? —Eventualmente
levantó la barbilla.
—No, ni un solo dedo del pie.
Ella sonrió con malicia.
—Eso sin duda va a cambiar.
Traducido por PrisAlvS
Corregido por AriannysG
espués de devorar toda una pizza de treinta centímetros, saltamos al
Jeep y continuamos el camino hacia la Casa de Lorelei. La Isla Bald
Head estaba al Sur de Wilmington, pero no había puentes o
carreteras que llevaran a la isla. Cuando leí eso en el panfleto que la Dra.
Campbell nos había dado, una imagen de Alcatraz apareció en mi cabeza y
se había quedado ahí desde entonces. Algo parecía muy malo sobre un
lugar del que no podrías huir.
Unos cincuenta kilómetros después, llegamos al pequeño pueblo de
Southport. Pequeñas boutiques y cafeterías se alineaban en la calle
principal; turistas entraban y salían de las tiendas. Intenté dominar mi
cabello que me golpeaba el rostro mientras Kira giraba a la derecha hacia
el Deep Point Marina.
El ferri que nos llevaría a la isla salía cada hora durante todo el día e
incluso la noche. Por lo que decía el panfleto, era como tres kilómetros
desde Southport hasta la Isla Bald Head, lo que significaba un viaje de
veinte minutos en ferri. Estacionamos el Jeep, compramos los boletos y
nos pusimos en línea. Esperando con nosotras había familias cargadas
con juguetes de playa y equipaje, parejas que se tomaban las manos o se
quedaban cerca, y varias chicas jóvenes que llevaban camisetas a juego
con Bar y Restaurante de Ostras de Ebb & Flo escrito en la espalda. ¿Un
bar sólo para ostras? Si mi memoria me funcionaba, las ostras eran
delgadas y pequeñas alienígenas saladas que venían con su concha
original. Recordaba probar una cuando fuimos a Savannah para el día de
San Patricio. Sólo se quedó como dos segundos en mi boca antes de
escupirla en mi servilleta. Desde entonces, optaba por ajustarme al
pescado y a los camarones.
Un cuerno resonó y el ferri lentamente se movió junto al muelle. Los
trabajadores se pusieron en acción en un salto removiendo equipaje y
troncos, enviándolos por la rampa hacia una faja en movimiento. El ferri
era más grande de lo que esperaba y lleno de visitantes dejando la isla
para pasar la noche. Todos eran golpeados por el viento y estaban
mareados. No pude evitar sonreírles mientras dejaban el bote. Un pequeño
niño caminó con su padre y nos saludó tímidamente. Llevaba una tortuga
marina apretada con fuerza en los brazos, pero lo que noté primero fue la
cubeta roja de playa que llevaba de sombrero. Tenía la forma de un castillo
de arena y estaba un poco inclinada. Lo saludé y silenciosamente lamenté
mi falta de recuerdos felices de la infancia.
—¡Hora de irnos! —Kira agarró mi mano con entusiasmo. Atravesamos la
delgada rampa hacia la cubierta y encontramos asiento en la parte de
atrás del bote. Nunca había estado en un bote, era aprehensiva, pero
seguía entusiasmada por la nueva experiencia. El ferri gentilmente se
mecía de un lado a otro mientras el resto de los pasajeros abordaban. Miré
una grulla larguirucha volar por encima y alcanzar uno de los postes
cercanos. Se quedó perfectamente inmóvil sobre una pata buscando por
algún pez que atrapar fuera del agua.
Varios minutos después, el motor del ferri rugió a la vida y un escalofrío
nervioso recorrió mi columna. Nos movimos hacia adelante, giramos
gradualmente a la izquierda, y pasamos ambos postes, saliendo del
muelle. Mientras el ferri pasaba junto a la grulla, la miré asombrada,
mientras extendía sus enormes alas y salió hacia el cielo.
—¡Mira! —gritó Kira por sobre el motor y el viento—. Eso es Southport a la
derecha.
Una zona de madera se extendía hacia el agua, mientras que las mismas
tiendas y boutiques que había visto antes quedaban a la vista. Un par de
minutos después lentamente giramos a la izquierda y ella señaló de nuevo:
—Y eso es el Fuerte Caswell al final de la Isla Oak —me informó.
Las paredes del fuerte estaban llenas de enredaderas y musgo, pero seguía
siendo una vista majestuosa. Mientras rodeábamos el punto, la grandeza
total del sol que caía sobre el Océano Atlántico apareció a la vista.
Cuidadosamente me puse en pie sobre la cubierta y me abrí camino hacia
un lado del ferri para tener una mejor vista. Llamativos tonos de naranja,
rojo y amarillo iluminaban el cielo y se reflejaban en el agua. Era
magnífico.
—Sabes, si ves hacia el lado, a veces puedes ver delfines nadando junto al
ferri. —Kira había llegado hasta mi lado.
—¿En serio? —Me incliné hacia el lado, precariamente, sosteniéndome con
fuerza a la baranda… justo a tiempo para que el ferri sobrepasara a un
bote que pasaba. Una pared de agua salada se levantó, golpeándome
directamente en el rostro. Me eché hacia atrás y caí contra Kira.
—¡¿No son hermosos los delfines?! —Se dobló de la risa, mientras yo
intentaba secar mi rostro. Crucé los brazos sobre el pecho y le di un golpe
con el pie. Finalmente, ella se controló y me miró. Otro ataque de risa la
sobrecogió, se sujetó a la baranda para mantener el equilibrio.
—¡Eso no fue gracioso! —Me reí y empujé un poco su hombro—. ¡Hiciste
eso a propósito!
Mi cabello y rostro estaban completamente empapados. Ella se movió
hacia mí para consolarme, por lo que aproveché la oportunidad para
mover mi cabello y rociarla con agua. Ella se encogió y se alejó hacia la
parte de atrás del bote. Caímos en nuestros asientos riendo y secando el
agua de nuestros cuerpos. Usualmente no era tan crédula, por lo que
decidí mantener a Kira vigilada. Se sintió bien tener un poco de diversión
sin que me recordaran que debía “actuar como una dama”. Mi cabello
mojado y ropas le darían un ataque a Dee.
Eventualmente otro fragmento de tierra apareció a la vista. Miré a Kira y
ella prontamente anunció:
—¡Ahí está! ¡Old Baldy!
—¿Old Baldy? —Levanté una ceja.
—¡El faro! Se llama Old Baldy. —Vi un faro de piedra dañada por el clima
levantarse sobre las casas vacacionales y los árboles.
El ferri maniobró hacia un pequeño muelle pringado de botes pesqueros,
pequeñas embarcaciones y un gran yate. Nos detuvimos junto a la rampa
y sentí el ferri vibrar hasta detenerse.
El cuerno sonó de nuevo y descendimos por la rampa de salida, siguiendo
a los demás pasajeros. Más arriba, el Bar y Restaurante de Ostras de Ebb
& Flo le dio la bienvenida a los recién llegados, al igual que varios edificios
con tiendas de recuerdos y carros de golf para alquilar.
—¿Así que no hay autos en la isla? —le pregunté a Kira, aunque ya sabía
la respuesta.
—No, sólo carros de golf, ¡incluso las calles tienen el tamaño para los
carros de golf! Pero no rentaremos uno; tenemos que ir por este camino. —
Ella me guió por la acera y a través de una cerca cerrada con cadenas—.
La escuela tiene los suyos propios. Algunos los mantenemos aquí y los
demás en los terrenos de la escuela. —Una gran fila de carros de golf se
estiraba frente a nosotras. Aunque no eran carros normales… estos eran
negros, pulcros y descansaban sobre gruesas llantas para playa. El
emblema de la Casa de Lorelei estaba a cada lado. Estaba hecho de un
simple círculo que contenía una goteante letra “L”. Subimos al primer
carro de la fila y Kira presionó el pedal para acelerar, lanzándome hacia
atrás en el asiento. Busqué por el cinturón de seguridad. La ausencia de
puertas combinado con la cuestionable habilidad para manejar de Kira, no
ayudó mucho a mi rápidamente creciente ansiedad.
Nos metimos en la calle dirigiéndonos hacia el este. Familias paseando en
bicicletas y personas de vacaciones en otro carro de golf nos saludaron
mientras pasábamos. La Isla Bald Head quedaba entre el Río Cape Fear y
el Océano Atlántico. El lado oeste de la isla tenía el muelle, tiendas y el
faro, mientras que el este era el más poblado, reventaba con casas
vacacionales y hermosas playas. La sección norte de la isla estaba hecha
de pantanal y estaba inhabitada. La Casa de Lorelei estaba localizada en el
lado este, enfrentando el Océano Atlántico. Toda la isla estaba llena de
exuberantes árboles y vivas plantas, donde lo que más prevalecía era el
roble. Muchos años de vientos constantes habían doblado y enredado sus
ramas, forjando obras de arte que se estiraban sobre la calle, creando un
verde túnel encantado.
La piel en mi muñeca empezó a cosquillear y miré hacia abajo para ver si
algo estaba caminando sobre mí. En lugar de eso, noté que mi marca no
solo seguía brillando, también había empezado a cambiar de color. Las
una vez líneas negras, ahora eran azul brillante. Afortunadamente, mi
desconcierto fue rápidamente interrumpido por una enorme puerta de
hierro ornamentado frente a la que nos detuvimos. A menos que estuvieras
directamente frente a ella, fácilmente podrías perderte la entrada a la
escuela. Hiedra y musgo se mezclaba alrededor y sobre la puerta
haciéndola parecer parte del paisaje como los robles vivos. Debajo de este
crecimiento excesivo, el emblema de la Casa de Lorelei adornada ambos
lados de las barras de hierro. Mi estómago empezó a retorcerse por
anticipación. Muy lentamente, la puerta se abrió hacia dentro y
condujimos hacia los terrenos de la escuela.
Una vez que habíamos dejado la puerta atrás, Kira apretó el acelerador de
nuevo y me agarré por mi preciada vida por un kilómetro, más o menos.
Paredes de piedra gris se alineaban con el camino, dañadas por el viento y
el tiempo. El campus de la Casa de Lorelei se desplegó ante nosotras,
mientras rodeábamos una vuelta aguda. Edificios hechos de la misma
piedra gris dañada por el clima a cada lado de nosotras, parecían bastante
góticos en la tenue luz del sol poniente. Llegamos a un abrupto alto frente
a un edificio de dos pisos, y Kira me indicó que la siguiera dentro.
—Antes de que te lleve al Edificio Maren, donde vivirás, necesitamos
encargarnos de unos pequeños detalles —explicó. Una vez dentro, nos
dirigimos a una oficina macada con un “Kira Baylor”—. Bien. Veamos,
veamos… —Ella se paseó por papeles sobre su escritorio—. Aquí está tu
tarjeta para las comidas; funciona en toda la isla, no sólo en el campus. Y
aquí está la llave para tu habitación que compartirás con tus nuevas
compañeras. —Me entregó una tarjeta de débito negra y un pequeño sobre
de manila con una llave dentro. Encontró unas formas en blanco y empezó
a llenarlas—. El nombre “Hannah Elizabeth Whitman” se te dio por el
Estado de Georgia, ¿cierto?
—Sólo la parte de “Hannah Elizabeth”. “Whitman” es de mi familia
adoptiva —aclaré. Mientras ella continuaba llenando la información, yo
tuve una idea. Si iba a tener un nuevo inicio, bien podría hacerlo oficial—.
Entonces, si una persona quisiera cambiarse el nombre ahora que empieza
en una nueva escuela y tiene una rara oportunidad de ser alguien nuevo…
si así fuera… ¿sería una opción? —pregunté dudosa.
Ella me miró y sonrió a sabiendas.
—¿Y a cuál nombre querría cambiarse dicha persona? —Sólo un nombre
me vino a la cabeza.
—Anastasia.
Ella me dirigió una extraña mirada y rápidamente dirigió su mirada de
regreso al papel.
—Muy bien, Anastasia. —Enfatizó mi nuevo nombre y escribió algo en la
forma—. Nombre oficialmente cambiado. ¡Ahora a presentarte a tus nuevos
compañeros!
De regreso al carro de golf, pasamos varios edificios de piedra gris y
giramos hacia un camino de guijarros alineado con tiendas a cada lado.
Las grandes llantas de playa del carro nos hacían rebotar como una vuelta
en un carnaval demente. Para cuando las tiendas se acabaron y el camino
había cambiado a suave pavimento, ambas reíamos histéricamente.
—Normalmente no conducimos por esa sección —explicó Kira
tímidamente, mientras secaba un par de lágrimas de felicidad de su
mejilla—. Pero a veces es divertido hacerlo.
Varios edificios a mi derecha me llamaron la atención.
—¡Ya llegamos! —Miré asombrada el edificio de siete pisos, parecía un
complejo de playa medieval.
El constante rugir del océano nos dio la bienvenida mientras caminábamos
por el camino de piedra hacia el Edificio Maren. El fuerte olor a algas llenó
mi nariz y la calidez del aire nocturno hizo cosquillear mi piel, mientras me
envolvía. El ambiente gótico del exterior se detuvo abruptamente en las
puertas principales. El gran vestíbulo estaba lleno de grandes y
desbordantes sofás y sillas de cuero. Televisores de pantalla plana
colgaban en varias paredes y una enorme pecera estaba a mi izquierda,
peces de apariencia exótica se paseaban por el tanque. Directo, más
puertas guiaban a la oscuridad. Los ojos de Kira siguieron los míos.
—Maren es uno de los dos edificios frente a la playa. El otro es el Rostrum,
al lado, el cual es uno de los que son para los chicos. —Esto era muy
bueno para creerlo. ¿Mi nuevo hogar tenía vista al océano? ¡Podía contar
con una mano las veces que había estado en una playa y ahora viviría en
una!
Subimos a un pulcro elevador hasta el tercer piso y salimos ante una
puerta normal marcada como la 327. Kira llamó tres veces y escuché un
par de pies correr hacia nosotras.
Traducido por Pily
Corregido por Connie.J
a puerta se abrió y una niña pequeña con capas gruesas de pelo rojo,
rubio y marrón se puso delante de nosotras.
—¡Hey Kira! —Sin esperar a una respuesta, volvió su atención a mí—.
¡Y tú debes ser nuestra nueva compañera de cuarto! ¡Willow! ¡Carmen!
¡Ella está aquí! —Me envolvió en un abrazo de oso y luego hizo un gesto
para que entráramos. Dos chicas más entraron en la habitación.
—¡Miren chicas, ella está aquí! —Ella estaba prácticamente saltando arriba
y abajo de la emoción.
—Vas a tener que disculpar a Phoebe. Ella se olvidó de tomar su
medicación hoy —bromeó la chica de pelo oscuro, mientras se derrumbó
dramáticamente en el sofá y tomó un gran trago de Gatorade.
Phoebe la miró y rodó los ojos.
—Ella es Carmen, está enojada a causa de que hoy le gané al tenis en la
Wii —luego susurró lo suficientemente alto como para que cada una
siguiera oyendo—: Tengo una mano perversa. —Echando un vistazo a la
chica en el sofá, le sacó la lengua.
—Soy Willow. —La tercera chica me dio una sonrisa genuina.
—Soy Anastasia, es un placer conocerte. —Le devolví la sonrisa. Al
segundo de decir mi nombre, las otras dos chicas dejaron de discutir y me
miraron de la misma manera que Kira me había visto antes. Se sentía muy
incómodo y continué—: Pero ustedes pueden llamarme Stasia.
Willow se recuperó primero.
—Bienvenida a Lorelei, Stasia, estamos muy contentas de que estés aquí.
Kira me apretó el hombro y se volvió hacia la puerta.
—Chicas ayuden a Stasia a instalarse y pasaré mañana para ver cómo van
las cosas, ¿de acuerdo? —Me dio un guiño. Cuando se fue, me di vuelta y
miré a mis nuevas compañeras. No podían haber sido más diferentes.
Phoebe no era más alta que un metro sesenta y siete centímetros, y su
pelo tricolor iba a juego con el resto de su estilo chica rockera. Llevaba
unos jeans ajustados grises, zapatillas Converse de color rojo y una
camiseta de AC/DC vintage. Sus cazadores ojos verdes eran un poco
pequeños y se arrugaban cuando se echaba a reír. Su sonrisa era
contagiosa y podría iluminar toda una habitación. Willow estaba a la
altura de su nombre mientras flotaba a la cocina en un vestido blanco con
encaje sin tirantes, los pies descalzos, y rebelde y ondulado cabello rubio
trenzado por la espalda. Mechones de pelo se estaban degrafilados
alrededor de su cara redonda, enmarcando sus labios carnosos y grandes
ojos azules. Su actitud era muy relajada y te hacía sentir a gusto de
inmediato. La ascendencia brasileña de Carmen era evidente en sus rasgos
oscuros y piernas largas. Sus profundos ojos marrones brillaban con
confianza y su boca parecía estar atrapada en una sonrisa permanente. Su
actitud desprendía un aura distinta. Su cabello castaño oscuro estaba
colocado en la parte superior de su cabeza en un moño suelto y todavía
estaba recostada en el sofá en pantalones de yoga y camiseta.
La fina mano de Phoebe se deslizó en la mía.
—¡Vamos, te mostraré tu habitación! ¡Tienes que compartir un baño
conmigo!
Me llevó más lejos en mi nuevo hogar. La sala común era como un
apartamento, con una pequeña cocina a la derecha que se abría al resto de
la sala a través de una barra con cuatro taburetes de madera. Una
pequeña mesa se asentaba en el espacio entre la cocina y la sala de estar,
pero me di cuenta que nunca la usaban por la cantidad de libros y papeles
amontonados en la parte superior de la misma. La sala de estar tenía un
sofá de color crema de aspecto confortable decorado con almohadas
esponjosas de color turquesa, un sillón de dos plazas color crema y
turquesa a rayas y dos sillones reclinables, los cuales rodeaban una mesa
de café de madera. Una televisión de pantalla plana como las de abajo
colgaba en la pared y puertas francesas de vidrio que conducían a un
balcón enfrentaba al océano. Había cuatro dormitorios, dos a cada lado de
la sala común. Phoebe abrió una de las puertas y me quedé boquiabierta.
—Decoramos un poco —dijo Phoebe tímidamente.
Se lanzó sobre la cama en una ráfaga de risas, se sentó al estilo indio y
esperó mi reacción. La cama matrimonial estaba cubierta por un edredón
blanco y al menos diez almohadas de diferentes tamaños y formas. Un
aparador de madera largo con un espejo estaba frente a la cama y un
armario se alzaba en la esquina. Una alfombra grande y azul de peluche
decoraba al suelo. Detrás de la cama, colgaban tres grandes marcos de
cuadros con las palabras vivir, amar y reír, escritas en letras curvas. Todo
estaba decorado en azul claro, plata y blanco. Había un pequeño armario y
una puerta que conducía al cuarto de baño que estaría compartiendo.
—Entonces, ¿qué te parece? —Me di cuenta de que el suspenso la estaba
matando literalmente.
—¡Me encanta!
Ella saltó de la cama y me dio otro abrazo rápido. Por encima de su
hombro, vi mi equipaje en la esquina, esperando a ser desempaquetado.
No podía creer lo increíble que era mi nuevo hogar. Me esperaba un
dormitorio estrecho con tal vez una pequeña nevera. Esto me sacudió.
—¡Yo escogí el edredón! —gritó Carmen desde la otra habitación. Me di
cuenta de que su actitud en realidad era sólo una cubierta para la muy
cariñosa y dulce persona que realmente estaba en el interior. Eso me hizo
preguntarme qué pasó en su vida para hacer que ella construyera muros
alrededor de su corazón, también.
—Ustedes son demasiado, la verdad, esto es increíble —me dirigí a todas
con gratitud.
Phoebe sonrió con orgullo. La miré, un poco perpleja por cómo parecía de
lo más normal.
—Aquí todo el mundo aquí parece tan normal. Así que... ¿qué te trajo
aquí? —Tenía la esperanza de que la pregunta no fuera demasiado
personal, pero ella me dio una mirada igual de perpleja y frunció el ceño.
—Lo mismo que reúne a todos aquí, tonta —respondió ella. Antes de que
pudiera continuar olfateó el aire y sus ojos verdes se iluminaron con
picardía. Yo hice lo mismo, esperando haber usado mi desodorante esta
mañana, pero el rico y dulce olor a pastel llenaba mi nariz en su lugar.
—Hey Carmen, ¿qué hora es? —gritó Phoebe hacia la otra habitación.
Podía oír deliciosa anticipación en su tono.
—¡Huele a.... pastelillo y media! —gritó Carmen en respuesta. Willow soltó
una risita en la cocina.
—¿Pastelillo y media? —le pregunté a Phoebe, pero ella se lamió los labios
y me arrastró hasta la barra.
—Willow es nuestra panadera y cocinera todo en uno —anunció con
orgullo y sacó un taburete para las dos.
—Es lo mismo, Phoebe. —Carmen sacó un taburete, también. Se recogió el
pelo hacia atrás, como si se preparara para un concurso de comida.
Phoebe desenrolló una servilleta y se la metió en el cuello de su camisa,
creando un babero improvisado. Yo estaba medio esperando que agarraran
el tenedor y empezaran a golpearlo en la barra cantando “queremos
pastelillos”. Me di cuenta de que iba a disfrutar de la vida con estas chicas.
En realidad, eran entretenidas.
—No, no lo son, un panadero hornea cosas, un cocinero cocina cosas. Duh.
—Phoebe y Carmen empezaron a discutir y me asomé hacia Willow, quien
se encontraba en el proceso de tomar los pastelillos de la bandeja y
glaseándolos. Ella negó con la cabeza a los otras dos con el ceño fruncido
en desaprobación y me entregó el primer pastelillo.
—Sigan adelante y añadan un árbitro a esa lista —dijo con cautela, y a
continuación, tomó la palabra para interrumpir a Phoebe y a Carmen—.
Voy a dar estos pastelillos a nuestras mejores amigas al lado si ustedes
dos no se detienen —amenazó, y por la forma en que lo dijo puedo decir
que por “mejores amigas”, quería decir todo lo contrario. Carmen y Phoebe
tiraron a Willow un simulacro de miradas de horror, y luego sonrieron y le
robaron un par de panecillos cada una.
Phoebe mordió uno.
—De ninguna manera voy a dejar que cualquiera de estos pastelillos se
pierdan en donde esas perras odiosas —resopló con la boca llena.
—Estas son muy buenas —felicité a Willow, mientras tomaba otro bocado
del pastelillo rojo aterciopelado con glaseado de queso crema—. Así que,
¿no voy a estar recibiendo una cesta de bienvenida de nuestras vecinas?
—No, a menos que tenga veneno en ella. —Phoebe hizo una mueca que
normalmente se reservaría para las arañas o serpientes—. Juro que son
pura maldad.
—Definitivamente diabólicas —concordó Carmen—, pero fue bastante
gracioso cuando Olivia fue pellizcada por ese cangrejo ayer. Es malo
cuando ni siquiera le gustas a la vida silvestre. —Se rió y levantó una
oscura ceja a Phoebe.
Phoebe levantó las manos cubiertas de glaseado en defensa.
—Te juro que no tuve nada que ver con eso. ¡En serio!
Willow sonrió, mostrando sus hoyuelos.
—Uh huh, historias probablemente, Phoebe.
Antes de que pudiera averiguar cómo en el mundo Phoebe sería capaz de
hacer que un cangrejo atacara a alguien, un bostezo luchó para salir de
mí, y sentí que el cansancio del día me golpeaba como un martillo.
—Oh Stasia, apuesto a que estás agotada —dijo Phoebe con simpatía—.
Además, necesitas dormir. Vamos a salir a la playa mañana. Sólo dos días
más hasta que comiencen las clases, así que tenemos que aprovechar cada
minuto de libertad.
Dije buenas noches a mis nuevas compañeras de habitación y me dirigí a
mi habitación increíblemente impresionante. Cerré la puerta y sonreí con
un renovado sentido de esperanza llenando mi corazón. La casa de Lorelei
ya se sentía como estar en casa.
A la mañana siguiente, me desperté con el olor de tocino chisporroteando y
cantando. No sé si lo llamaría “canto”, sin embargo, era más como uñas en
una pizarra. Me puse una sudadera y me asomé por la puerta de mi
dormitorio. Phoebe estaba sentada en el sofá escuchando un iPod con las
manos en lo que sólo puede ser descrito como una caja de arena portátil.
Me di cuenta de que era un tipo de cerámica en forma de un cuadrado,
completamente lleno de arena. Tal vez a todo el mundo le faltaba un par de
tornillos, después de todo.
Salí a la sala de estar y me di cuenta de que Willow trabajaba su magia en
la cocina. La visión de los huevos revueltos, bacon y queso sémola
cocinándose en la estufa me hacía la boca agua. Iba a dejarme mimar si
seguía así. Justo cuando me senté en la barra, una muy irritada Carmen
salió de su habitación y frunció el ceño hacia Phoebe.
—Alguien encontró ese animal moribundo y lo puso fuera de su miseria
antes de saltar fuera del balcón. —Tomó uno de los auriculares de la oreja
de Phoebe—. Hey, dale un descanso a Taylor Swift. —En lugar de una
respuesta ingeniosa, Phoebe colocó los auriculares de nuevo en su oído, le
lanzó un beso, y comenzó a cantar más fuerte.
Decidiendo que no valía la pena, Carmen se sentó a mi lado. Un par de
minutos y una canción más tarde, Phoebe se coló por detrás de nosotros,
plantó un beso en cada una de nuestras mejillas, y luego saltó sobre el
taburete a mi otro lado. Todavía tenía una fina capa de recubrimiento de
arena en sus pequeñas manos.
—¡Hombre, me muero de hambre! La conformación de arena realmente
abre el apetito. —Suspiró dramáticamente y apoyó los codos en la barra.
Sí, sin duda un par de tornillos.
Después de llenar el estómago con un desayuno de cinco estrellas a-lo-
Willow, yo lucía un bikini blanco con un top de algodón de un color rosa
claro y estábamos en camino a la playa. Estaba un poco nerviosa,
sabiendo que toda la escuela probablemente estaría por ahí, también.
Pero, al menos tenía tres nuevas amigas para disminuir la ansiedad... tres
amigas muy bronceadas y muy en forma, para ser exactos. Viendo la
figura perfectamente esculpida de Phoebe en un bikini Roxy plata, decidí
que definitivamente tenía que hacer algunas compras. Echando un vistazo
a Carmen, que se parecía a una modelo de Hawaiian Tropic en su bikini
rojo, decidí que algunas sentadillas no estarían mal tampoco.
Afuera el sol brillaba y el viento recogía los olores de la playa, que se
arremolinaban alrededor de nosotros. El aroma de la loción bronceadora y
salada asaltaba mis sentidos, haciéndeme sonreír. Había personas
jugando voleibol de playa, grupos de chicas asoleándose y grupos de
chicos mirando a los grupos de chicas asoleándose. La marea estaba en el
fondo y las olas estaban punteadas con surfistas. Encontramos un lugar
despejado en la arena y pusimos una manta suave de algodón en la que
nos sentamos las cuatro.
—No hay nada mejor que esto —respiraba Willow y se untaba un poco de
FPS 30 sobre su piel pálida. Estaba a punto de concordar cuando un
grupo de chicos llevando tablas de surf pasó corriendo cerca de nosotras,
levantando arena con sus pies en el camino hacia el océano.
—¡Hey! ¡Miren por dónde van! —gritó Carmen y se limpió la arena de sus
ojos oscuros.
Ellos simplemente continuaron corriendo y no podía dejar de admirar la
vista. Bronceados y sin camisa, con el traje de baño colgando bajo en sus
caderas, entraron al agua, e inmediatamente se abalanzaron sobre sus
tablas de surf y comenzaron a remar. Todos tenían el pelo muy oscuro.
Ninguno de ellos tenía el pelo castaño o rubio. Me pregunté si estaban
relacionados de alguna manera.
—Seguro me gustaría ver a dónde van —dijo Phoebe a Carmen y me guiñó
un ojo verde—. Carmen, en cambio, sólo tiene ojos para Logan. —Empezó
a hacer ruidos de besos, y Carmen le lanzó una concha solitaria.
—¿Ese es tu novio? —le pregunté a Carmen.
—Ella quiere —bromeó Phoebe.
—De cualquier forma, Logan no puede dejar de babear sobre Cassie lo
suficiente como para darse cuenta de nadie. —Carmen suspiró y se
sentó—. Estoy tan harta de ella.
—Te estás imaginando cosas. Está interesado en ti definitivamente, no en
Cassie —comentó Willow, mientras se ponía unas gafas de sol blancas
Wayfarer y un sombrero de paja.
—Sí, eso sería difícil de decir, porque Cassie se lanza a todo lo que camina
—concordó Phoebe. Ella volvió su atención hacia mí—. No te preocupes,
estoy segura de que llegaras a conocer a Cassie pronto. Tenemos el placer
de vivir al lado de ella, Olivia y las otras dos reinas malvadas.
Me reí ante su tono seco.
—No puedo esperar.
Traducido por Connie.J (SOS)
Corregido por belisrose
na hora más tarde, nos volteamos sobre nuestros estómagos en la
arena y comimos los emparedados que Willow había traído. Carmen
se sumergió en una revista People y Phoebe miraba distraídamente la
arena en frente de ella. Mientras yo miraba con curiosidad, ella niveló su
mano justo por encima de la arena, y luego la movió hacia adelante y atrás
lentamente. La arena comenzó a arremolinarse debajo de su mano. Sus
dedos se movieron y la arena se arremolinó más y más rápido.
Hipnotizada, salté cuando ella estampó su mano en el suelo, rebotó y me
sonrió.
—Necesito refrescarme, ¿quieres meterte al agua? —Un poco confundida
por lo que había acabado de ver, todo lo que pude hacer fue asentir con la
cabeza y ponerme de pie. No fue sino hasta que habíamos dado varios
pasos hacia el océano que tuve la sensación de malestar retorciéndose en
mi estómago. Yo no debería tener miedo. Quiero decir, era sólo agua. No
era tan clara como una piscina, pero no podía haber nada demasiado
peligroso, ¿verdad? Una vez que llegamos a la orilla del mar, el oleaje fue a
toda velocidad por la arena y se arremolinó a mis pies. Sentí como si
estuviera provocándome, desafiándome a aventurarme más lejos en sus
garras seductoras.
—¿Qué estás esperando? ¡Vamos! —me llamó Phoebe, mientras corría más
adelante y se zambullía en una ola alta. Deseando que toda la escuela no
estuviera detrás de mí viendo en la playa, obligué a mis pies a ir hacia
adelante. Saltaba y dejaba escapar un pequeño grito cada vez que una ola
me golpeaba. Con el tiempo, el agua me llegó a la cintura y estuve
acostumbrada a la temperatura fría. Es ahora o nunca. Phoebe se
balanceó sin esfuerzo cerca de unos cincuenta metros lejos de mí. Tomé
una respiración profunda y me zambullí.
Mantuve los ojos fuertemente cerrados, luchando contra el movimiento del
agua. Pateé más duro y buceé un poco más profundo. Mi piel comenzó a
hormiguear por todas partes, y una oleada de adrenalina fluyó fuera de mi
pecho. Al flotar de vuelta a la superficie, me quedé helada cuando algo
viscoso se frotó contra mi pierna. Otra cosa viscosa se envolvió alrededor
de mi tobillo. Algo más empezó a golpearme suavemente en la espalda,
brazos y estómago.
Abrí los ojos, alarmada. Todo un banco de pequeños peces plateados había
rodeado completamente mi cuerpo, bloqueando mi visión. Cuando miré
mis piernas todo lo que pude distinguir eran borrones verdes meciéndose
contra ellas. Mis ojos comenzaron a arder con un agudo dolor como nunca
antes había experimentado y desesperadamente necesitaba oxígeno.
Sacudí mis piernas para sacármelas de los dedos viscosos, sin ningún
resultado. Todo el pateamiento en el mundo no me podía liberar.
Mientras el pánico que entumeció mi mente se hizo cargo en serio, los
peces salieron disparados de repente y un par de ojos nadando hacia mí
tomaron su lugar, Ojos azul profundo. Todo se volvió borroso y supuse que
estaba alucinando. Cerré los ojos.
Fuertes y cálidos brazos que olían increíblemente me llevaron con
facilidad. Abrí los ojos vacilantemente mientras era recostada suavemente
en la arena. El sol cegador instantáneamente envió más dolor pulsante a
través de mis ojos ya irritados. Proyectando una sombra sobre mi rostro y
reinstaurando mi visión, él se inclinó sobre mí.
El tiempo se detuvo y mi corazón también. Estaba tan cerca, podía ver
remolinos grises en sus ojos tormentosos. Esos ojos azules tentadores, a
sólo unos centímetros de distancia, estaban mirando hacia mí pareciendo
una maravilla. Las gotas de agua corrían por su hermoso rostro y con el
sol brillando detrás de él parecía un ángel oscuro. Su mandíbula cincelada
estaba haciendo esa cosa de flexionarse que había visto en mis sueños y
su mojado cabello oscuro se aferraba a su frente. Era misterioso, peligroso
y hermoso al mismo tiempo. Me obligué a decir algo, pero no podía
respirar, y mucho menos hablar. De repente, sus facciones se
endurecieron y yo estuve cegada por la luz del sol una vez más. Un
escalofrío me recorrió como si una parte de mi alma se hubiera ido con él.
Me las arreglé para sentarme mientras una multitud de personas se
movían alrededor de mí.
—¡Stasia! ¿Estás bien? ¡Oh Dios mío! —Phoebe me abrazó—. ¿Qué pasó?
—¿Estás herida? —Willow me miró de arriba a abajo en busca de rasguños
o moretones.
—Ustedes retrocedan y dejen que la chica respire.
Miré a Carmen y en silencio le di las gracias. Phoebe y Willow
retrocedieron un milímetro, pero continuaron mirándome con
preocupación.
—Estoy bien, lo prometo —les aseguré—. Yo solo... quedé atrapada en
algo.
Ellas me miraron fijamente. Carmen levantó una ceja escéptica y
entendiendo la indirecta en silencio, se abrió paso entre las otras dos. Ella
me ayudó a ponerme de pie, mientras mantenía un brazo de apoyo
alrededor de mi cintura.
—Muy bien gente, el show ha terminado —anunció a la multitud que se
había congregado a nuestro alrededor.
Ella me medio llevó, medio arrastró de vuelta a Maren, mientras Willow y
Phoebe reunían nuestras cosas de la playa. Yo estaba ocupada mirando
por encima de mi hombro para encontrar donde mi rescatador había
desaparecido.
—¿Estás segura de que estás bien?
—Sí, lo prometo. Creo que mis piernas quedaron atascadas en algunas
algas o algo así, fue raro. —Ella me dio otra mirada escéptica y se quedó
sin aliento.
—¡Stasia, tus ojos!
—¿Qué pasa con ellos?
—Wow —susurró.
—¿Wow, qué?, ¿Qué pasa con ellos? —Ella estaba empezando a
asustarme.
—Han… cambiado los colores.
—¿Qué? —No es exactamente lo que yo esperaba oír.
—Eran azul regular antes, pero ahora son como un verde azulado brillante
o turquesa. —Ella miró más de cerca—. Parece que tienes esos lentes de
contacto de color o algo así.
Genial. Esa era una excelente noticia.
Subiendo, caminé directamente hacia el espejo del baño. Me quedé de pie
ahí mirando con incredulidad hasta que Phoebe se materializó detrás de
mí.
—¡Wow... mira lo bonitos que son! —exclamó, con una gran sonrisa.
—Sí, si por bonita te refieres a monstruosamente extraño. —Mis ojos
tenían, de hecho, un cambio de color. Eran un tono aguamarina llamativo
contrastando contra mi cabello rubio pálido. Esto iba a tomar algún
tiempo para acostumbrarme.
—Apuesto a que tiene algo que ver con tus habilidades —supuso. ¿Mis
habilidades?
—¿De qué estás hablando? —Me volví hacia ella.
—Ya sabes, tus habilidades Tyde.
Ella me miró con confusión, la cual se convirtió rápidamente en sorpresa.
—Oh, Dios mío, no lo sabes, ¿verdad?, ¿Kira no te dijo nada?
Ahora era yo la confundida.
—¿Sobre qué?, ¿Qué es una habilidad Tyde?
—Um, es posible que desees sentarte.
Nos reunimos en la sala de estar, mientras que Willow nos preparaba un
poco de limonada y me pregunté si las cosas podrían ser más extrañas.
Por desgracia para mí, las cosas siempre podían conseguir ser más
extrañas.
Mis compañeras de habitación parecían tener problemas para comenzar la
conversación. Después de algunos intentos fallidos, a Carmen se le ocurrió
una solución.
—Phoebe, ¿por qué no le muestras tu caja de arena? —Ella se encogió de
hombros.
Phoebe desapareció en su habitación y volvió con la caja con la que la
había visto jugando esta mañana.
—Está bien. Mira de cerca —me instruyó.
Me incliné hacia delante, sin estar segura de lo que estaba a punto de ver.
Ella colocó su dedo índice en la arena, poco a poco haciendo círculos.
Mientras se asomaba hacia mí para asegurarse de que estaba prestando
atención, levantó suavemente su dedo. La arena siguió su dedo. Se hacía
más y más alta, todavía arremolinándose. Yo no podía creer lo que estaba
viendo. Había creado un mini tornado de arena... con el dedo.
Examiné su rostro, viendo concentración total mientras miraba hacia
abajo a la arena. Ella levantó la vista de nuevo, mostrando una sonrisa
maliciosa en mi dirección, y luego rápidamente estampó su mano hacia
abajo. La arena dejó de girar y cuidadosamente volvió a caer en la caja.
Todo el mundo me miraba.
Mientras miraban la incomprensión en mi cabeza, yo podía sentir como
todo mi sistema de creencias cambiaba y se transformaba, ya que se
amplió y dio cabida a cosas como los mini tornados de arena creados por
un solo dedo.
—Esa es la cosa más genial que he visto nunca —dije lentamente—. Puede
ser que tenga que ver eso otra vez.
El rostro de Phoebe se iluminó con una sonrisa brillante y Carmen pasó
un brazo alrededor de mi hombro.
—No has visto ni la mitad de todo ello. —Sus ojos marrones bailaban con
entusiasmo
—Entonces, ¿qué es este lugar? Pensé que estaba siendo enviada aquí por
las alucinaciones y las pesadillas.
—Tal vez esa es la razón que le dieron a tus padres, pero cosas como las
alucinaciones no serían realmente consideradas inusuales aquí en Lorelei
—insistió Willow.
Una sensación de alivio se apoderó de mí, pero fue rápidamente seguida
por la incredulidad.
—Así que... ¿todo el mundo aquí tiene... —No podía creer lo que estaba a
punto de salir de mi boca—, “poderes”?
Carmen se rió de mi elección de palabras.
—Cada persona en Lorelei es un descendiente de un dios o una diosa del
mar, incluida tú. Somos parte humana y, —Ella hizo una pausa para un
efecto dramático—, parte ninfa del mar.
—Está bien, espera. —Puse una mano para detenerla—. ¿Ninfa del mar? Si
me dices que me va a crecer una cola y comenzaré a cepillarme el cabello
con un tenedor, estoy caminando fuera de aquí ahora mismo.
Escenas de la película La Sirenita me vinieron a la cabeza.
Phoebe se derrumbó en un ataque de risa y Willow negó con la cabeza,
riendo.
—No querida. No hay tenedores y no hay colas. Pero todos tenemos sangre
de ninfa de mar corriendo por nuestras venas, lo que significa que tenemos
una conexión muy especial con el mar y la vida marina. También tenemos
habilidades que supongo se podrían llamar poderes, pero son diferentes en
función del dios del mar o diosa del que seas descendiente. Nosotras... —
Ella movió su brazo en un círculo, abarcando a las cuatro—, somos Tydes,
lo que significa que descendemos de una de las cincuenta Nereidas. —Sus
ojos miraban a los míos, probablemente con la esperanza que no estuviera
a punto de irme gritando de la habitación.
—¿Nereidas? —Arrugué la nariz, no estaba segura de si quería saber la
respuesta.
—Las Nereidas son las cincuenta diosas del mar, también conocidas como
las cincuenta hijas del mar. —Willow asintió hacia Phoebe—. Por ejemplo,
Phoebe es descendiente de la diosa del mar Psámate. Ella es la diosa de la
arena, por eso las capacidades de Phoebe para controlar la arena.
—También tengo una conexión con las criaturas de la arena, lo cual está
muy bien —me dijo Phoebe con orgullo. Me acordé de la conversación de
esta mañana sobre el cangrejo.
—Pero nuestras capacidades no llegan a su plena capacidad hasta que
cumplimos los dieciocho años. Así que mientras estamos aquí,
aprendemos cómo controlarlos y utilizarlos.
—Entonces, ¿qué hay de ustedes? —Miré a Willow y Carmen—. ¿De
quiénes son descendientes?, ¿Cuáles son sus habilidades?
—Soy descendiente de Laneira, así que tengo la capacidad de curar —
divulgó Willow.
—¿Sanar? —le pregunté, sorprendida—. Quieres decir, ¿puedes curar a la
gente?
—Sí. —Ella sonrió.
—Wow. —Esto se estaba volviendo más increíble por momentos.
Carmen se inclinó hacia adelante.
—Yo soy descendiente de Oritía que en latín significa olas furiosas. —Ella
sonrió con malicia—. Por lo que puedo controlar las olas.
—Uh. Es más como si las olas te controlaran a ti. —Phoebe se echó a
reír—. Ella no ha conseguido aún controlar una.
—¡Sí, lo hago! Sólo tengo que practicar más... —Miró a Phoebe y continuó
con un poco menos de confianza—. En este momento sólo puedo hacerlo
cuando me enojo, pero sigue siendo muy bueno.
—Tratamos de permanecer fuera del agua cuando está practicando. Nunca
se sabe cuándo va a formar un remolino y tragarte entera —bromeó
Willow, y Carmen le lanzó una almohada.
Sentí que me ponía un poco celosa de sus increíbles habilidades cuando
me di cuenta de que me incluyó en su comentario de “Somos Tydes”.
—¿Ustedes no saben de quién soy descendiente? —Valía la pena
intentarlo, pero se limitaron a sacudir la cabeza. Miré mis manos—. No sé
cuáles son mis habilidades o si hasta tengo alguna. —Froté el pulgar sobre
mi marca. Si Kira tenía uno, significaba que...
—Entonces, ¿tienen uno de estos como Kira?, ¿Eso quiere decir que es una
Tyde también? —Levanté mi muñeca y más preguntas de lo que podía
pedir en una conversación comenzaron a aparecer en mi cabeza.
Carmen me cogió del brazo y todos observaron mi marca con curiosidad.
—Sí, ella es una Tyde también. ¡Wow! ¡Nunca había visto una así! —chilló
Phoebe.
—Aprendimos sobre las distintas marcas en la clase, pero yo no recuerdo
haber visto ésta en el libro. —Willow se sumió en una profunda reflexión.
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  • 1.
  • 2.
  • 3. Traducida por Mari NC Corregida por Angeles Rangel Una vez que has sido tocado por la oscuridad, esta nunca te deja... Abandonada por sus padres cuando era una niña, Hannah de diecisiete años pasó su infancia vadeando a través de innumerables familias de acogida hasta que fue adoptada por los Whitman hace tres años. Por desgracia, la alta sociedad de Atlanta no estaba lista para Hannah... o los extraños sucesos que le acosan. Escalofriantes visiones de asesinato, alucinaciones inexplicables, y un chico misterioso y oscuro que ronda en sus pesadillas, terminan poniendo en marcha un viaje de auto- descubrimiento que pondrá a prueba todo lo que ella ha creído, por no hablar de su salud mental. Enviada a vivir en La Casa de Lorelei en Bald Head Island, Carolina del Norte para “chicos como ella”, Hannah se da cuenta rápidamente que las cosas no son lo que parecen. Sus compañeros adolescentes “perturbados” son en realidad descendientes de míticos dioses y diosas del mar. Y ella también. Pero cuando Finn, el fantasma de sus sueños, aparece en carne y hueso, sus pesadillas se vuelven realidad y sus oscuras visiones comienzan a hacerse verdaderas. Inexplicablemente atraída por él, ella no puede negar el peligroso dominio que él tiene en su corazón. Los mortales secretos que alberga acabarán probando su valor y ampliando los límites de su amor. Ella debe decidir si está lista para aceptar la antigua leyenda a la que está profetizada a ser parte. El destino de todos los descendientes dependerá por siempre de ello.
  • 4. Traducido por Leeconemi Corregido por SilV —No sé si podré hacerlo, mi amor. —Mirándola, él trató de lograr la misma fuerza que veía en el brillo de sus sabios y hermosos ojos. Ella era tan fuerte, tan poderosa. Solo alguien que hubiera pasado toda su vida con ella vería la profundidad de su dolor en las suaves líneas que enmarcaban sus ojos. —Es para mejor… es el único camino —susurró ella, mientras apoyaba una gran canasta en el porche. Luego más fuerte con una resolución que venía de muy adentro—: Esto debe pasar. Ella dio un pequeño paso atrás de la puerta principal de la estación de policía de la ciudad con lo que parecía ser un gran esfuerzo. Sus ojos se cerraron, su cabeza se inclinó hacia adelante cuando una lágrima escapó y rodó por su mejilla. Él miró el aire nocturno arremolinándose alrededor y luego a través del cabello de ella, levantándolo de sus hombros como si quisiera acariciarlo para alejar su tristeza. Con la plateada luna en el cielo despejado, el resto de la ciudad estaba profundamente dormida. Las 2:00 se aproximaban rápidamente y hasta parecía que las estrellas brillaban con urgencia. El tiempo se estaba acabando. Mirando hacia abajo a su preciosa entrega, él tomó una débil respiración, inhalando el rico aroma de la hierba dulce con la que estaba tejida la canasta. Confiaba en vano que esto bastaría para alejar el mal. Arrodillándose con cuidado, desdobló las capas rebosantes de seda y mantas de terciopelo. Los penetrantes ojos azules que miraron hacia
  • 5. arriba para verlo lo dejaron sin aliento. Arremolinándose con todos los colores de una laguna del Caribe, lo miraban fijamente. Como si supieran lo que iba a pasar. Sus palabras estaban atoradas en su garganta y sus lágrimas querían salir. Él tragó saliva e intentó decir de nuevo las palabras que necesitaba decir: —Mi preciosa bebé. Eres mi luna, mis estrellas, y mi cielo. Eres el verdadero aire que me da vida. Un día la comprensión vendrá. Pero por ahora, debemos decir adiós. Ella se estiró hacia él y le dio la más grande y desdentada sonrisa que hubiera visto. Su corazón se destrozó lentamente, rompiéndose en un montón de pequeños pedazos que no volverían a unirse jamás. Recordando el brazalete de algas trenzadas que él tenía en la mano, lo ató cuidadosamente alrededor de su diminuta muñeca asegurándose que estuviera seguro. —No es un adiós para siempre, mi dulce niña, solo por ahora. Nosotros te amamos con todo nuestro corazón… —Las lágrimas comenzaron a salir y sintió una mano apoyada suavemente contra su hombro. Ella asintió con la cabeza y él se levantó, caminó por los escalones, incapaz de detener la ola de tristeza total y absoluta. Él miraba mientras ella susurraba algo dentro de la canasta y luego besó la mejilla de su pequeña niña con tanta ternura que le rompió el corazón de nuevo. Ella dobló nuevamente las capas suaves de tela para protegerla del viento frío que soplaba desde el océano y luego se levantó lentamente. Se volvió, encontró su mirada, y caminó escalones abajo para estar a su lado. Su roca. Su todo. Harían esto juntos. Tomados de la mano, dieron una última mirada a su milagro y caminaron hacia las sombras, sin dejar rastro de haber estado alguna vez allí.
  • 6. Traducido por PrisAlvS Corregido por SilV e di cuenta del frío helado primero: un lento y agujereante dolor llegó hasta mi alma. El entendimiento de que estaba nadando a una peligrosa profundidad vino después, seguido de un pánico absoluto y sofocante. La presión alrededor de mi cuerpo era totalmente implacable y mis pulmones gritaban por oxígeno. Suspendida en la oscuridad, no podía ver nada más que una pequeña cinta plateada apareciendo en mi línea de visión. Moviéndose de lado a lado, girando y volteando, me atraía. Me congelé mientras esta se envolvía alrededor de mi cuello, dejando un rastro de congelados piquetes en mi piel desnuda. Continuó bajando por mi cuerpo, aprisionándome de miedo. De repente, se apretó con tal fuerza que la poca cantidad de aire que tenía en mis pulmones fue forzado a salir. Mientras escuchaba el desagradable crujir de los huesos y sentía un paralizante dolor recorriendo mi cuerpo, sabía que ninguna cantidad de lucha ayudaría. Incapaz de hacer algo más que ver las últimas burbujas de mi oxígeno salir a la superficie, intenté llegar al entendimiento de lo que iba a suceder. Iba a morir. Completamente sola y asustada, iba a ahogarme en esta oscuridad. Increíblemente, tan rápido como esta se había cerrado alrededor de mí, fui liberada. Mirando alrededor frenéticamente, me preparé para otro ataque, solo para encontrar un par de penetrantes ojos azules mirándome. Los mismos ojos azules que yo había visto en tantos otros sueños mirándome en respuesta con algo similar a furia. —¿Por qué estás aquí? —Apenas escuché sus siguientes palabras mientras mis pulmones empezaron a arder y mi visión se tornó borrosa—. Tu alma nunca sobrevivirá. Él se giró abruptamente y mi visión se aclaró lo suficiente para ver los horrores acechando detrás de él. Cientos de cintas plateadas rápidamente
  • 7. cambiando y transformándose en formas humanas. Se giraron en mi dirección al unísono y descendieron sobre mí. Me desperté de un salto, mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho. Agua caliente me rodeaba, pero era de la bañera con esencia de lavanda, no la fría y oscura de la que venía. Aún estaba en la tina. No era una sorpresa que hubiera soñado con que me estaba ahogando. Moviendo la cabeza, intenté borrar la vívida memoria de esto. Desafortunadamente esos ojos —sus ojos— nunca se desvanecían. Ellos han acechado mis sueños por años. Rodé mis ojos hacia mi propia imaginación rebelde y me hundí en la tina, por lo que sólo mi cabeza y hombros quedaban afuera de la espesa capa de burbujas. Mi pulso eventualmente se calmó y empecé a pensar con claridad. Cerré los ojos e intenté relajarme… —¡Hannah Elizabeth Whitman! —Demasiado para el pulso cardiaco lento. Me impulsé de regreso a una posición sentada, cubriéndome con las manos. —¡Me asustaste por completo, Dee! —Doris Whitman entró al baño lleno de vapor. El olor a talco de bebé y fresa la siguieron. Movió su cabeza hacia mí. —Has estado aquí por tanto tiempo que juro que puedo escuchar tus dedos arrugándose. ¡Ahora límpiate y vístete, vamos a llegar tarde! —Me estoy apurando, me apuro —murmuré mientras ella bajaba las escaleras, dando órdenes al resto de la familia. Decidí que prefería esconderme bajo una manta de jabonosas burbujas y desaparecer en un universo alterno. Sumergiendo mi cuerpo completamente bajo el agua, una sonrisa cruzó mi rostro cuando el sonido del mundo exterior desapareció repentinamente. Todo lo que podía escuchar era el tenue golpear del agua contra los lados de la tina, mi propio latido y una leve melodía en mis oídos. Me recordó a las campanas de viento al aire libre… espera. ¿Campanas de viento? Escuché con más fuerza y las capté de nuevo; esta vez con más fuerza y algo más… como alguien cantando…
  • 8. Con una velocidad como de un ninja, salté fuera de la bañera con patas como garras en un solo movimiento y contemplé en shock el agua. Intenté convencerme a mí misma que solo imaginaba cosas. No había campanas de viento escondiéndose en la bañera. Solo añadiría eso a la larga lista de cosas raras que me habían estado pasando los últimos años. Esa lista se estaba haciendo muy larga para mi gusto. —¡Espero que todo ese escándalo ahí arriba sea tú metiéndote en tu ropa! —Ella debía tener un súper oído o algo así. —¡Casi estoy lista! —Me envolví en una suave toalla azul y me tambaleé hasta mi habitación, revisando rápidamente mi armario para encontrar algo que usar. Los Hartford habían estado planeando esta fiesta por meses y de acuerdo con Dee “cualquier que fuera alguien” asistiría. Viviendo en el Bajo Sur, Georgia para ser exacta, me había acostumbrado a la Sociedad de Atlanta y todas las trampas —quiero decir oportunidades— que venían con esto. Pero, no siempre había vivido aquí. Los Whitman me adoptaron cuando tenía trece años. Tenían grandes esperanzas de que me convirtiera en la joven perfecta del sur como su propia hija. Poco sabían que yo era mercancía dañada desde el inicio. Ninguna cantidad de clases de aseo o etiqueta cambiarían eso. Saltando de familia en familia en el sistema de acogida de huérfanos de Georgia, había experimentado y presenciado cosas que harían llorar a un adulto. Aprendí de la manera difícil que en cuanto vez el mal, esto te marca de por vida. Tu corazón se endurece y nunca, jamás eres la misma persona. No me malinterpreten, intenté vivir como esperaba mi madre adoptiva, pero había sido un esfuerzo fútil. Amaría ser como las chicas que conocía quienes siempre han conocido la seguridad de una familia amorosa. Quienes pasaban sus noches soñando con bailes de debutantes, fiestas y la boda perfecta. Desafortunadamente mis sueños —o más adecuadamente, mis pesadillas— eran muy, muy diferentes. Después de decidirme por un corto vestido azul sin tirantes, me puse un par de sandalias de tiras blancas, un collar de perlas y aretes a juego. Arreglé mi cabello y maquillaje, mirándome en el espejo para asegurarme que mi apariencia pasaría la inspección de Dee. Mi largo cabello rubio era naturalmente liso, pero una rizadora le dio un rebote instantáneo. Pude haber usado un par de viajes extra a la cama de bronceado, pero el azul del vestido realzaba el azul de mis ojos. Los cuales me recordaban otro par de ojos azules de mirada penetrante sobre mí… podía perderme en esos
  • 9. ojos… negué con la cabeza para liberarme de mi más reciente pesadilla. Tomé mi bolso Coach que mamá insistió en comprarme la última Navidad, un brazalete de perlas y agregué una rápida capa de brillo labial rosa para completar el conjunto. Casi me veía como que pertenecía aquí. Casi. Bajando las escaleras de dos en dos, llegué al vestíbulo justo al momento para chocar contra mi hermana, Laura Beth, doblando la esquina. Después de dispararme una mirada que podría quemar las plantas, marchó junto a mí hacia la formal sala de estar. —Realmente no deberías correr con tacones, eso raya el piso. —Yo quería rayar su rostro, pero me conformé con un dramático rodar de ojos en lugar de eso. Su vestido amarillo canario a la medida contrarrestaba con sus perfectos rizos café oscuro, los cuales había recogido en una coleta baja asegurada con un lazo azul. Al tener la misma edad, habrías pensado que seríamos más unidas, pero ella decidió tiempo atrás que me veía simplemente como competencia. Creo que las primeras palabras que me dijo fueron: “Espero que no creas que dormirás en mi habitación.” Nada dice más “bienvenida a casa” como una amenaza y una mirada gélida. Dee apartó la mirada de sus uñas recién pintadas mientras entrabamos a la sala. —¿Listas? —Rápidamente nos examinó intensamente, decidió que lo aprobaba y luego nos guió hacia la puerta principal. La esencia de cigarros y libros viejos siguió a Charles Whitman mientras pasamos por él a su estudio mientras salíamos. Nos metimos al auto y nos dirigimos hacia la Casa Hartford. Vi los autos antes de ver la casa. Fila tras fila de Mercedes, Jaguares, Range Rovers y BMWs nos dieron la bienvenida, mientras girábamos hacia el camino de entrada de los Hartford. Después de varios giros, la casa finalmente apareció a la vista. Aunque la palabra casa no le hacía justicia. Los Hartford vivían en una vieja plantación que había sido de su familia por generaciones. El largo y amplio camino iba por el terreno arreglado, alineado con árboles floreados y eventualmente un círculo frente a la casa. Robles de cien años encogían la casa desde ambos lados, rematado por un hermoso jardín con tulipanes, lirios y exuberante vegetación. Largas columnas blancas se alineaban frente a la casa, permitiendo que asimilaras su verdadero enorme tamaño. Cada centímetro de la casa anunciaba historia y reverencia. Parecía una escena tomada directamente de Lo que el viento se llevó. Absolutamente sorprendente. Después de que
  • 10. Dee le dio las llaves al valet, caminamos hacia los escalones de piedra. Dos imponentes porteros abrieron las ornamentadas puertas francesas para nosotros y fuimos arrastrados dentro. Revisé rápidamente lo que me rodeaba, desde el suelo de arce a los magníficos candelabros de cristal colgando sobre nuestras cabezas. Un abochornado hombre tocaba un gran piano, mientras sofisticadas damas con vestidos brillantes desfilaban por el área para sentarse en pequeños grupos. Los hombres siempre podían ser encontrados en grupos afuera en el porche o en la biblioteca fumando; discutiendo sobre las últimas políticas o las nuevas corporaciones. Noté que Charles ya había desaparecido y que Dee se abría camino hacia varias mujeres mayores con grandes sombreros. —¡Laura Beth! ¡Estoy encantada de que estés aquí! —Una sorprendente morena con un vestido polca con lunares rosas y blancos saltó hacia nosotras. Meredith Hartford era increíblemente hermosa, y famosa por comprar un guardarropa completamente nuevo cada fin de semana. El único problema era… que ella lo sabía. Miró en mi dirección, notándome por primera vez. —Oh, hola Hannah, ¿Cómo estás? —Plasmó su mejor sonrisa de “ya que he hecho contacto visual tengo que hablarte”, luego tomó el brazo de Laura Beth. —No puedo esperar para decirte lo que pasó anoche con Spencer… — Mientras ellas se alejaban susurrando y chillando, vi un rostro familiar en la multitud, por lo que me abrí camino hacia el otro lado de la sala donde Sarah Lawson estaba con su madre cerca de una ventana abierta. Ella atrapó un mechón de cabello castaño que cubrió su rostro por el viento. Sus ojos verdes se iluminaron cuando me vio. —¡Hannah! ¿Cómo estás? —Cuando Laura Beth hizo su misión de vida el explicarle a todos en la escuela cómo su familia me había salvado de una vida de pobreza y cómo estaría yendo donde un terapeuta de por vida, fui relegada inmediatamente y atacada por siempre por miradas de pena. Con “caridad” tatuado en mi frente desde el inicio, sólo unos pocos me trataban como a un ser humano. Sarah era una de esos pocos. —¡Hola Sara! Hola, Sra. Braddock. —La madre de Sara me examinó con sus ojos, me dio una pequeña sonrisa y eligió a alguien más interesante con quien hablar al otro lado de la sala.
  • 11. —Siento eso —susurró Sarah mientras su madre se alejaba. —Está bien. —La obvia aversión de su madre hacia mí dolía, pero me encogí de hombros y sonreí. —Entonces, ¿Cómo va tu verano? —preguntó Sarah—. ¿Has ido de vacaciones? Nosotros acabamos de llegar de Londres hace unas semanas… no creerías las compras allá… Escuché con diligencia mientras me contaba todo sobre su viaje a Inglaterra y Escocia, asegurándome de agregar unos asentimientos en los momentos adecuados. Mi atención había sido arrastrada hacia mi madre adoptiva, quien se dirigía directamente hacia nuestro lugar. —¿Podemos hablar? —me preguntó con una ceja levantada. —Ya regreso —le aseguré a Sarah y seguí a Dee al balcón trasero. Mirando un prado enorme por debajo, estaba maravillada de nuevo por la belleza de la plantación antes que Dee procediera a arruinarlo con crudeza y obvia condenación. —¡¿Cuántas veces tengo que decirte que cubras ese tatuaje?! —Ella literalmente escupió la última palabra con desagrado. —¿Qué? Estás bromeando, ¿no? —Muñecas. Ahora. Y cuida tus modales —siseó. Suspiré y levanté mis muñecas, mientras ella soltaba mi brazalete y lo cambiaba de mi muñeca izquierda a mi izquierda—. No podemos dejar que todas estas personas vean la cosa en tu muñeca, ¿O sí? —Dios lo evite. —Dee, nadie le presta atención a mis muñecas. —Ese no es el punto jovencita. —Odiaba cuando me llamaba así. —No me importa lo que las personas piensen. —¡Hannah, representas a esta familia y no dejaré que desfiles por ahí como una indigente con tatuajes por todo el cuerpo! —Al menos no estaba sobreactuando. —Sólo es un tatuaje; ni siquiera es tan grande. Honestamente, Dee… Interrumpiéndome con una dura mirada, continuó rápidamente:
  • 12. —Con respecto a este fin de semana, buscaré la forma de quitártelo permanentemente. Miré hacia abajo al intrincado diseño en el interior de mi muñeca izquierda. Mi “tatuaje”, como lo había llamado toda mi vida, consistía en un pequeño triángulo al revés, con una espiral extendiéndose desde cada esquina. Las líneas de las espirales parecían estar hechas de una sola vid de enredadera. Este había estado ahí por tanto tiempo como podía recordar. Si se miraba con cuidado, se podía decir que no era un tatuaje, sino más como una parte de mi cuerpo, parecido a un lunar o a una marca de nacimiento. Yo lo amaba. Por costumbre, tracé las vides con mi dedo. Este parecía temblar bajo mi toque. El mundo cambió inesperadamente y perdí el equilibrio de golpe. Estirándome hacia la baranda del balcón, la tomé justo a tiempo para ver una expresión de vergüenza y horror cruzar el rostro de Dee. Luego todo quedó en blanco.
  • 13. Traducido por PrisAlvS Corregido por Connie.J nastasia… Anastasia…” El nombre era dicho como una oración, susurrado directamente a mi mente. El intenso anhelo cubierto de pesada tristeza en la voz de la mujer apretaba mi corazón. “Anastasia…” Mis pensamientos se apresuraron para comprender lo que pasaba. Mi respiración se enganchó en mi garganta al ver la magnífica arena blanca con la cristalina agua azul oleando gentilmente en el borde. El sol brillaba alto, pero no podía sentir su calor. El viento soplaba, pero no me tocaba. Las olas reventaban justo en la orilla, pero no podía escucharlas. —Anastasia… —Esta vez el nombre fue dicho en voz alta. Preocupada y un poco más que confundida, me giré intentando encontrar a quién pertenecía la voz aterciopelada. Todo detrás de mí era una densa jungla, salvajes plantas exóticas se estiraban hacia arriba hacia una gigantesca palmera que elegantemente se mecía con la brisa oceánica. ¿De dónde venía la voz? Girando de regreso para enfrentar el agua, ella se materializó frente a mí. Sus pies escondidos por la creciente marea, estaba congelada, como en trance. Largo cabello rubio caía en cascada alrededor de sus delicados hombros. El vestido blanco que abrazaba su estilizada figura tenía hebras plateadas entrelazadas, creando un efecto brillante. Su inmensa belleza era sorprendente. Alzó los brazos hacia el cielo y proclamó: —Esto deberá suceder. —Cerró los ojos y mi ya confuso mundo estalló. Después de lo que sentí como días, abrí los ojos, desorientada y frustrada por lo que había ocurrido. Me senté con cuidado, intentando centrarme. Esta vez era yo la que estaba en el agua. Me levanté, justo a tiempo para salvarme de una ola reventando contra mí. Brillante color rojo cubrió mi vista periférica y mis ojos lo siguieron por la playa. Una pareja peleaba frente a mí, a varios metros más allá en la arena blanca. Lo rojo era el
  • 14. cabello de la mujer. Olas de profunda borgoña caía hasta su cintura haciéndola parecer más pequeña de lo que realmente era. Una lucha inició y ella fue lanzada al suelo por su mucho más grande atacante. Llegué a ver algo plateado en la mano de él. Empecé a correr en su dirección, insegura de lo que haría cuando llegara ahí. Antes de poder poner un pie en la arena, golpeé algo. O alguien. Mientras recobraba el equilibrio, mis ojos se pasearon por su bien definido pecho, amplios hombros y labios que merecían ser besados. Su cabello oscuro peinado sobre su frente, algo desacomodado por la brisa oceánica. La tentación sobrecogedora me golpeó, pero la manera amenazante en que su cuadrada mandíbula se flexionó mientras me miraba me trajo a la realidad a la fuerza. La ira brilló en sus ojos azul oscuro y yo recordé las nubes tormentosas reunidas. Remolinos oscuros azules y grises. —Gírate y vete —demandó, mientras mi atención regresaba a la escena que se desarrollaba en la playa. —¡Pero tengo que ayudarla! ¡Él la está hiriendo! —-Intenté alegar con él. Intenté apartarlo a un lado, pero él tomó mis hombros y fácilmente me mantuvo captiva. —¿Qué crees que puedes hacer por ella? ¿Conseguir que te maten? —replicó con una leve sonrisa. —¡Al menos tengo que intentar! ¡Mira lo que él…! —Indiqué hacia la playa y noté que la pelea había terminado abruptamente. El hombre se había desvanecido. Yaciendo a su lado, el cuerpo de la mujer empezaba a ser cubierto por la marea. Una mancha de pelo rojo se formó alrededor de ella, lentamente absorbiéndose en la humedad de la arena. Finalmente logré sobrepasarlo y corrí hasta su lado. Busqué el pulso, pero no encontré nada. Con agitación, mis ojos se dirigieron hacia arriba para ver por qué él no me ayudaba, pero también se había ido. Cuando miré hacia abajo de nuevo, la mujer también había desaparecido. Toda mi energía fue drenada y colapsé en la arena derrotada. —Debí haber ayudado… debí haber ayudado… —repetí inútilmente, como si eso pudiera cambiar lo que había presenciado.
  • 15. —¡Hannah! ¡Hannah, mírame! ¡Contéstame Hannah! —Voces frenéticas me gritaban incesantemente. Estaba ahí sentada por el amor de Dios; no había necesidad de gritar. Como fuera, mi propia voz no cooperaba. En lugar de eso, apreté los ojos e intenté detener el estridente zumbido en mis oídos. —¡Despierta Hannah! ¡Abre los ojos! —Sentí que me movían, por lo que eché un vistazo a través de mis pesados párpados. Una multitud de personas se había formado alrededor de mí. Cada rostro reflejaba una mezcla de pánico y preocupación, excepto Dee, quien fruncía el ceño con indignación. —Estoy bien, estoy bien —murmuré, justo cuando el recuerdo de mi sueño me golpeó—. ¡¿A dónde fue?! —Intenté sentarme, pero alguien evitó que me moviera. —¿A dónde fue quién? ¿A quién le hablabas? —Reconocí la voz de Dee entre mi estupor. —La mujer… fue asesinada… —tartamudeé con cada palabra, descubriendo cuán descabellado sonaba incluso para mí. —Estás diciendo disparates, Hannah. Necesitas ir a casa. —Sentí cómo me sacaban de la casa, por los escalones delanteros y al asiento trasero de nuestro auto. Alguien entró detrás de mí, escuché las puertas cerrarse y el leve sonido de alguien hablando afuera. Ahí fue cuando la persona a mi lado chilló. —No lo puedo creer. ¡Arruinaste toda mi noche! —resonó la voz de Laura Beth en mis oídos. Siempre podía contar con ella para que todas las situaciones fueran sobre ella—. ¿Por qué tengo que tener la hermana que está loca? —lloriqueó—. ¡Vas a pagar taaaanto por esto! Ella se hundió en su asiento y yo deseé desesperadamente que hubiese terminado con su berrinche temperamental. Escuché otras dos puertas cerrándose cuando Dee y Charles entraron al auto. Más conversaciones silenciosas los siguieron y luego estuvimos finalmente camino a casa. La próxima vez que estuve despierta, me encontré de regreso en mi espacioso dormitorio acostada bajo las sábanas de mi cama de dosel. En algún punto, mi vestido había sido reemplazado con unos pantalones y una camiseta. Intenté apoyarme sobre los hombros, sin éxito. Mi cabeza
  • 16. estaba a dos segundos de explotar, por lo que me recosté y froté mis sienes. —Mañana en la mañana tienes una cita con tu nueva terapeuta. — Después de saltar fuera de mi piel, giré la cabeza al lado con gran dolor. Dee estaba sentada en una silla del desayunador a mi lado. Golpeó con su dedo en mi mesita de noche, la furia aún evidente en su tono agrio—. Está altamente recomendada y estoy segura que ella te arreglará. —Besó mi frente con evidente obligación y luego cerró la puerta detrás de ella cuando salió de la habitación. Lo hacía sonar como que era un brazo roto que simplemente necesitaba ser entablillado. No necesitaba ser “arreglada” más de lo que necesitaba un terapeuta. Si tenía que explicarle lo que yo había pasado con mis múltiples casas de adopción una vez más a alguien quien sonreía simpáticamente y le daba golpecitos a mi rodilla, iba a sacarme los ojos. Ya sabía lo que había pasado… estuve ahí. ¿Cómo iba a superarlo si tenía que revivirlo constantemente? Lo que realmente necesitaba era huir de todo y todos los que me vieran como loca y problemática: empezar de cero. Donde mi pasado no me definiera y la lástima no se filtrara por cada esquina. Desafortunadamente a los diecisiete, no tenía ese lujo. Lo que necesitaba raramente se consideraba. Suspiré y eventualmente me dormí con un rítmico sonido de mi palpitante cabeza. La mañana siguiente, la cálida luz del sol golpeó mis párpados, pero por el dolor que desató, también pudo haber sido el destello de una bomba atómica. Bien, tal vez eso era una leve exageración, pero mi sensible cabeza no estaría en desacuerdo con la comparación. Bizcando en agonía, rodé y tiré del cobertor sobre mi cabeza. No tenía apuro por levantarme. Lo único que me tentaba era el distintivo olor de los panqueques con chispas de chocolate que subía por las escaleras. Dee definitivamente hizo eso a propósito. Ella sabía que no podía resistirlos. Mi estómago gruñó ruidosamente, recordándome que no iba a obtener ningún panqueque escondida bajo el cobertor, por lo que gruñí y me obligué a levantarme.
  • 17. —¡Bueno, mírate levantada y todo tan temprano! —La sonrisa de Dee era un poco demasiado amplia y parecía muy alegre para ser las siete de la mañana. Cómo alguien podía estar completamente vestida con cabello impecable y maquillada y llena de energía tan temprano, estaba fuera de comprensión. Fui consciente de mi propio cabello, momentáneamente viéndose como un nido de ratas, y tiré de él en un moño alto. No tuve que intentar con mucha fuerza en la parte del desastre. —Buenos días. —Le di mi mejor esfuerzo de sonrisa y caí frente al desayunador. Ella dejó un plato lleno de panqueques goteando con pegajosa y dulce miel frente a mí, junto a dos tabletas de Excedrin1 extra fuertes. —¿Espero que puedas llegar a tiempo con tu terapeuta? He dejado indicaciones para ti. Tu cita no es hasta las 8:30, pero tienes que llegar un poco antes por el papeleo. —Mmhmm —dije con la boca llena. No había tiempo para charla cuando había panqueques con chispas de chocolate esperando para ser comidos. —Tengo que hacer unos mandados, luego me encontraré con Suzanne para almorzar e iré a un juego de bridge2 con las chicas en el club luego de eso. Hazme un favor y dile a tu hermana que es mejor que su dormitorio esté impecable para cuando regrese a casa. Eso también es para ti. —Mmhmm —repliqué de nuevo mientras seguía masticando. Como si Laura Beth escuchara algo que yo tuviera que decir. En cuanto Dee se fue y mi estómago estuvo lleno de panqueques, subí las escaleras para alistarme a la velocidad de un caracol. Mi dolor de cabeza había disminuido un poco, pero seguía torturándome. No iba a rendirse tan fácilmente. Para cuando me puse mis pantalones ajustados favoritos, zapatos y una camiseta; tenía como quince minutos para llegar a la oficina de la terapeuta. Me apresuré a bajar las escaleras, tomé las indicaciones del mostrador y me metí en el BMW convertible blanco que compartía con Laura Beth. Era muy pretencioso para mí, pero Laura Beth insistió en que su reputación sólo sobreviviría si conducía un BMW o un Lexus. 1 Excedrin: Medicamento contra el dolor. 2 Bridge: Juego de cartas para cuatro participantes.
  • 18. Dos giros equivocados y un casi guardabarros abollado después, llegué al estacionamiento de un edificio de oficinas de ladrillos. Tomé el elevador al tercer piso y encontré la oficina 310-A a tiempo. —¿Hannah? —Después de una breve espera en el recibidor con olor viciado, una pequeña mujer de mediana edad asomó la cabeza por la esquina y me indicó que la siguiera. Me levanté renuentemente y cumplí. —Soy la Dra. Hansen. ¿Cómo estás hoy? —Su corto cabello negro rebotaba mientras hablaba. —Bastante bien supongo… —Para estar en la oficina de una terapeuta. Sus finos labios se curvaron simpáticamente y me dirigió a una pequeña oficina con amplias ventanas cubriendo una pared entera. La habitación estaba pintada de celeste, probablemente en un intento de crear un ambiente calmado para sus pacientes. Fotografías en blanco y negro de faros decoraban las paredes, y un imponente escritorio de roble estaba en una esquina. Mientras se sentaba detrás del escritorio, me indicó que también me sentara. Contemplando mis opciones, noté un lujoso sofá de pana contra una pared, dos reclinables de cuero café y una silla de madera enfrentando el escritorio. Elegí la silla de madera. No había sentido en ponerme cómoda. —Escuché que tuviste una experiencia anoche… —me impulsó delicadamente y tomó un trago de una jarra de café que decía “La Mejor Terapeuta del Mundo”. ¿En serio? —Fue… um… interesante. —Uní mis manos sobre mis piernas y miré por las ventanas intentando ocultar mi aburrimiento. —¿Quieres decirme qué pasó? —me impulsó aún más. —Solo me desmayé. Honestamente eso es todo lo que pasó. —Escuché que hubo un poco más que sólo eso. —Quizás ella debía decirme qué pasó ya que parecía saber tanto. Sentí una familiar frustración burbujeando en mi pecho. Aparté los ojos de los árboles afuera y miré en su dirección, ya estaba planeando mi ruta de escape. Mis ojos pasaron de ella y cayeron sobre un tanque de peces de gran tamaño en la esquina. Peces naranja brillante,
  • 19. amarillo y rojo nadaban perezosamente. Estoy bastante segura que uno en particular me estaba contemplando, pero luego se alejó nadando con un giro de su cola. Pez loco. También me volvería loca si estuviera encerrada en un tanque de cristal todo el día. Notando que ella seguía esperando pacientemente para que continuara, imaginé que entre más rápido acabara con esto, más rápido me iría. —Solo discutía con Dee sobre mi tatuaje cuando me mareé y caí. Me desmayé y tuve un sueño extraño. Luego me desperté. Fin. —Terminé de dar los hechos y la enfrenté para que se atreviera a hacerme preguntas. Ella solo me sonrió como si hubiéramos compartido una broma secreta. —¿Qué tipo de tatuaje tienes? —No estoy segura de lo que es, pero lo he tenido desde siempre. —Levanté la muñeca para que lo viera. Una expresión confusa cruzó sus rasgos por un instante, y luego se calmó y recompuso de nuevo. —Fuiste adoptada, ¿correcto? —Su tono había cambiado de una conversación casual a la de un detective escéptico en un milisegundo. Dio golpecitos a su barbilla con una pluma plateada. —Sí. —Intenté seguir el cambio radical de tema. Ella se movió en su asiento y se rascó la cabeza. Después de un minuto o algo así, empecé a incomodarme un poco por su intrusiva mirada—. Si quiere puedo decirle quién fue mi última terapeuta. Estoy segura que pueden enviarle mis archivos… —Ofrecí con leve irritación. —No, no, eso no será necesario —replicó rápidamente—. Dime más sobre este sueño que tuviste al desmayarte. Le expliqué el sueño con detalles y esperé a que me prescribiera Prozac3. En lugar de eso, se recostó y me miró de nuevo. —Hannah, voy a referirte a una de mis colegas. —Ella sonrió y se sentó derecha en su silla, orgullosa de sí misma—. Creo que a ella le gustaría hablar contigo. —Maravilloso. Simplemente maravilloso—. Si me disculpas, haré una breve llamada. 3 Fluoxetina: Conocida como Prozac (primer nombre comercial), es un medicamente antidepresivo.
  • 20. Se levantó y salió de su oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Mientras estuvo fuera, miré los exóticos peces nadar en su prisión rectangular. Sentí la urgencia de alimentarlos o quizá de liberarlos de regreso al océano de donde estaba segura que los habían robado. Viendo el tarro de comida para peces bajo el tanque, tentativamente me acerqué y miré a través del grueso cristal. —¿Alguien tiene hambre? —les pregunté en una ridícula voz de bebé que usualmente reservaba para los cachorros. Inmediatamente se detuvieron y miraron hacia la superficie. —Supongo que eso significa que sí. —Levanté la tapa y eché hojuelas multicolores al agua. —¿Qué haces? —Dejé caer la tapa con un fuerte golpe y me apresuré de regreso a mi silla. La Dra. Hansen me miraba curiosamente. —Lo lamento, creí que podrían tener hambre, así que… —solté a la carrera, me sentía como una tonta. —Por lo que parece, diría que tenías razón. —Su sonrisa estaba llena de entendimiento. Miré de regreso al tanque para ver que las hojuelas ya habían sido ingeridas. Los peces parecían seguir mis movimientos, esperando más—. Probablemente comerían todo el día si los dejara. —Ella miró a los peces con ternura, y luego se sentó—. Bueno, acabo de hablar con la Dra. Campbell y estoy feliz de decir que, ¡tiene un espacio esta tarde! No estaba segura si esperaba que celebrara con ella, por lo que sólo respondí: —Bien. —Tendré que decirle a Dee inmediatamente porque tomará cuatro horas llegar hasta allá y no creo que ella quiera que conduzcas tan lejos sola. —¿Cuatro horas? —¿Por qué no podía tener una colega en Atlanta? —La oficina de la Dra. Campbell está en Savannah. ¿Alguna vez ha ido? Es una hermosa ciudad.
  • 21. Ella probablemente seguía hablando, pero yo ya había dejado de escuchar. ¿Me estaba enviando hasta Savannah? ¿Hoy? ¿Para hablar con otra doctora? Esto no podía ser peor.
  • 22. Traducido por Maytte Corregido por Leeconemi avannah?! ¡¿Hoy?! —Alejé el celular de mi oído unos cuantos centímetros para evitar que la voz de Dee rompiera mi tímpano. —Eso es lo que dijo. —Leí en la desordenada escritura de la Dra. Hansen de nuevo—. Mi cita está programada a las 4:00 pm. Ella suspiró y respiró profundamente. Podría decir que su presión arterial había aumentado en los cinco minutos de nuestra conversación. —Está bien, cancelaré mis planes y estaré en casa tan pronto como pueda. —Gracias Dee, hasta luego. —No quería ir a Savannah más que ella, pero no parecía que tuviéramos opción. Al parecer, mis asuntos eran serios. El sueño era raro, sí, pero no esperaba que me abofetearan con una pulsera del pabellón psiquiátrico todavía. O tal vez era ahí donde me estaban enviando. Tal vez “Dra. Campbell” era un código para camisa de fuerza y paredes acolchadas. Puede que no sea tan malo. En vez de lástima y miradas simpáticas, podrían sólo darme algo fuerte que me deje inconsciente por unas cuantas horas. Podría vivir con eso. Cinco horas después, finalmente llegamos a Savannah. Sólo había estado ahí dos veces antes. Una fue cuando tenía catorce años para un viaje familiar por el día de San Patricio, y en la vez anterior era demasiado joven como para recordar. Por lo que me han dicho, fui dejada en el pórtico de la estación policial en Skidaway Island, la cual estaba localizada a varios kilómetros al sureste de Savannah. Desafortunadamente no sabían dónde nací o quién me había dejado; solo que fui encontrada cuando tenía ocho meses de edad aproximadamente. Intento no pensar sobre qué podría llevar a alguien a abandonar su propia carne y hueso. Gracias a Dios, el comisario me encontró cuando llegaba al trabajo esa mañana. Fui devuelta al estado, puesta en cuidados adoptivos y el resto es historia. Siempre que pensaba en ello, tenía demasiadas emociones; no tenía más opción que
  • 23. alejar esos pensamientos de mi mente. Incluso si hubiera querido encontrar a mis verdaderos padres, habría sido imposible. No había registros de mi nacimiento, así que no había forma de localizarlos. Incluso mi cumpleaños, el 17 de Abril, era una estimación basada en la edad que aparentaba cuando me encontraron. —¡Parece que lo hicimos! —Dee avanzó zigzagueando por el ya pesado tráfico hacia el centro de Savannah. En los alrededores de la ciudad, podía haber sido cualquier otro lugar en América con estaciones de gas, McDonalds, y un Starbucks en cada esquina. Pero una vez que entramos a la ciudad en serio, la historia y belleza eran difíciles de ignorar. Mientras pasábamos bajo las copas de los maltratados robles vivos, miré asombrada las construcciones del siglo XIX y las adoquinadas calles del histórico distrito. Encontrar un lugar para estacionar cerca de River Walk no era una tarea fácil, sin embargo. Encontramos un pequeño espacio en medio de un camión enorme y un todavía más grande todoterreno y finalmente encontramos la puerta de la oficina de la Dra. Campbell en River Street. —Toma asiento y yo me encargaré de todo —me aseguró Dee. El área de recepción tenía un simplista tema de playa con pelícanos de madera y brillantes conchas de mar adornando las blancas tablas de mimbre, mientras que macetas de barro con palmeras que se erguían se veían en las esquinas del cuarto. Me senté en una de las sillas de mimbre y tomé una revista para leer. No había hojeado más que la primera página, cuando una balanceante puerta se abrió, y una joven mujer con piel dorada y cabello oscuro salió para recibirnos. Parecía deslizarse al cruzar el cuarto en su vestido fluido color crema. Alcancé a ver esmalte morado en las uñas de sus pies, varios anillos para los dedos de los pies, y me di cuenta de que estaba descalza. Sus brazos y manos estaban cubiertos con brazaletes plateados y anillos con turquesas. Nada en ella se parecía a mi visión de camisas de fuerza y cuartos acolchados lo cual fue instantáneamente tranquilizador. —¡Tú debes ser Hannah! —Rodeó a Dee y estrechó mi mano con entusiasmo—. He estado esperando tu visita desde que recibí la llamada de Diane. —Todavía sosteniendo mi mano, me guió de regreso a la puerta balanceante y dentro de una gran oficina. Dee caminó detrás de nosotras, viéndola con escepticismo. Su oficina me recordaba más a un pequeño departamento, con un gran cuarto seccionado en pequeñas áreas.
  • 24. A nuestra izquierda había un área de estar con un dominante librero del techo al suelo repleto de libros viejos. El aroma de avellana y cedro hicieron sentir mi alma cálida e imaginé la profundidad del conocimiento almacenado en ese librero. Hacia la ventana en la parte trasera había una pequeña área llena de juguetes para pacientes jóvenes. Lo único que faltaba era un gran escritorio de oficina que de todas formas se habría visto fuera de lugar. Encontré un asiento redondo de peluche para dejarme caer y empezar a preguntarme cómo había pasado mi vida entera sin haberme sentado en algo tan cómodo. Dee tomó asiento al otro lado en un elegante sillón, la Dra. Campbell se sentó cortésmente en la silla al lado de Dee y nos sonrió. —¿Les gustaría un poco de agua o tal vez una taza de café? —preguntó educadamente. Su genuina personalidad contradecía mi estereotipo personal de los psicólogos. Dee se animó instantáneamente. —Me encantaría una taza de café. —¿Qué tal un cappuccino? —¡Eso sería estupendo! —Con esa oferta de paz, el comportamiento de Dee mejoró un ciento ochenta por ciento. —¿Y para ti Hannah? —Nada para mí, gracias —contesté, ansiosa por iniciar la sesión y, más importante, por terminarla. La Dra. Campbell se fue flotando a una pequeña cocina en el lado derecho del cuarto y comenzó a presionar botones de lo que parecía ser una máquina bastante impresionante de cappuccino. Podría decir que comenzaba a agradarle a Dee, también, o al menos a su gusto en café. Después de pasarle con cuidado una taza humeante, la Dra. Campbell volvió a sentarse. —Sra. Whithman, estoy segura de que es usted consciente de cuán importante es la confidencia paciente/doctor, así que me temo que tendré que pedirle que espere afuera por un momento, mientras Hannah y yo hablamos.
  • 25. Dee parecía sorprendida al principio, tomó su bolso, agradeció el café, y caminó de regreso a la sala de espera. Una vez que salió de vista, la Dra. Campbell dirigió toda su atención a mí. —Entonces, Hannah —empezó lentamente—. Dime cuántos años tienes. —Diecisiete. —¿Cuándo empezaste a tener pesadillas y desmayos? —preguntó, escribiendo frenéticamente en su cuaderno de notas. —¿Cómo sabe de mis pesadillas? —No podía evitar sentir paranoia. —Sólo una suposición. —Me sonrió de forma alentadora, pero sentí que ahí había algo que no me estaba diciendo. —Solía tener pesadillas de cosas normales —personas persiguiéndome o cayendo—. Pero desde hace como tres años empezaron a cambiar y se volvieron más... mm... ¿Reales? y difíciles de olvidar. —Me encogí de hombros, esperando convencerla de que no era gran cosa. —¿Y los desmayos? —añadió prontamente. —Nunca los había tenido antes de anoche. Fue la primera vez. Pero no se sintió como un sueño. Pareció ser algo más. Realmente no sé cómo explicarlo. —Tu respuesta está bien. —Cubrió mi mano y la apretó tranquilizadoramente. Bajando la mirada, vio el diseño en mi muñeca. —¿Cómo te...? —Se inclinó acercándose para verlo mejor—. Quiero decir, ¿Por cuánto tiempo has tenido esto? —Desde que tengo memoria, simplemente siempre ha estado ahí —dije. —¿No recuerdas cuándo lo obtuviste? Parece ser algo que recordarías. — Empecé a sentir que estaba intentando atraparme en una mentira, así que decidí que no iba a obtener más respuestas, sin importar lo que preguntara. Apretando mí mano de nuevo, volvió a sentarse en su silla en profundo pensamiento. —Voy a salir un momento para hablar con Doris, ¿está bien?
  • 26. —Está bien... —dije con ligera vacilación. La visita no tenía mucho sentido para mí hasta ahora. Se levantó cortésmente de su silla y desapareció para encontrar a Dee. Un par de minutos después, volvieron y se sentaron viéndome con expresión seria. Tuve un mal presentimiento, no me iba a gustar lo que seguía. —Después de cuidadosa consideración, Doris y yo creemos que sería de tu interés estar inscrita en un internado especial para personas jóvenes que se parecen mucho a ti. Mi boca se abrió. ¿En serió acababa de decir lo que creo que dijo? ¿Un internado? Y aquí estaba yo pensando que no podía empeorar. Me equivoqué. ¿Y qué cuidadosa consideración? ¡Sólo me había hecho cuatro preguntas! Miré con los ojos bien abiertos a Dee, preguntándome cómo le habían lavado el cerebro en tan poco tiempo. Abrí la boca para hablar, pero nada parecía salir como quería. —Pero yo... ¿cómo puede...? Yo no... ¿Por las pesadillas... el desvanecimiento ocasional...? Dee solo me sonrió con amor. —¡Lo vas a amar Hannah! Se llama La Casa de Lorelei y está en una isla en Carolina del Norte. ¡El momento es perfecto porque el nuevo año escolar empieza el siguiente lunes! Es una escuela de año completo así que ¡no te perderás una sola cosa! —Juntó las manos en un aplauso alegremente como si fuera algo bueno—. Podrás venir a casa en los días festivos y en vacaciones. ¡Y la mejor parte es que la Dra. Campbell ha hecho todos los preparativos para que vayas inmediatamente! ¿No es maravilloso? No, no lo era. Y me era difícil creer que hizo todos esos “preparativos” en los tres minutos que había salido para hablar con Dee. Me levanté y eché una mirada acusadora a la doctora, lista para debatir. —¿Qué quiere decir con personas como yo? ¡No puede simplemente levantarme y moverme a otro estado porque cree que es una buena idea! ¡Ni siquiera me conoce! —Podía sentir cómo se calentaba mi rostro mientas desparramaba mi enojo.
  • 27. Acercándoseme lentamente, la doctora puso gentilmente su mano en mi hombro y habló suavemente: —Pero ¿realmente perteneces ahí? —preguntó crípticamente—. Créeme, Hannah. Te prometo que no lo lamentarás. Por favor créeme. —Estreché mis ojos en ella, buscando instintivamente algún motivo mayor, pero sólo encontré sincera preocupación y un destello de emoción en sus ojos. Por algún motivo quería creerle. Bien, mierda. Me dejé caer en mi asiento e intenté ordenar la confusión en mi mente. ¿Cómo podría afectarme, en realidad? Una nueva escuela, nuevas personas que no sabían nada acerca de mi pasado. Un nuevo comienzo. ¿No era eso lo que había estado esperando? ¿Un nuevo inicio? Sentí qué la lucha salió de mí y se marcó una nueva emoción a la cual aferrarse. Se sintió como... esperanza.
  • 28. Traducido por Connie.J Corregido por belisrose iernes. El día que mi vida cambiaría para siempre. Estaba embarcándome en un nuevo viaje, una dirección completamente diferente y no tenía ni idea de qué esperar. Era de lo más inquietante, como también muy emocionante. Me hundí en el asiento 12C del avión y me despedí rápidamente de Atlanta, así como de la vida que dejaba atrás. Me había hecho bastante buena para las despedidas. Tal vez un poco demasiado buena Yo había vivido con cinco familias de acogida diferentes antes de ser adoptada a la edad de trece años, y me había asegurado a mí misma nunca quedar atada a ninguna persona o lugar. Nunca sabía cuándo estaría empacando y mudándome al siguiente lugar. Era más fácil así. Mi situación actual era un buen ejemplo de ello. Desafortunadamente, para el momento en que llegué a la casa de los Whitman hace tres años, ese mecanismo de autodefensa se había atascado y sin importar lo mucho que ellos intentaron, las paredes se habían construido demasiado altas y demasiado gruesas como para atravesarlas. Tenía tantas barreras alrededor de mi corazón, que se necesitaría todo un ejército para derribarlas. Hasta que llegara ese ejército, estaba perfectamente contenta con mis paredes. Me había acostumbrado a la seguridad, aunque disfuncional, que me habían proporcionado a través de los años. Miré el horizonte de Atlanta reducirse por debajo de mí, a medida que ganamos altitud. Me recordé a mí misma, una vez más, que una persona tenía más probabilidades de morir en un accidente de auto que en un accidente de avión. Cerré los ojos e hice mi mejor intento para sentirme cómoda. El sonido de fuertes pisadas me hizo abrir los ojos, confundida. El humo se arremolinaba en los rayos oblicuos del sol que entraba por las
  • 29. ventanas y el olor de los cigarrillos viejos mezclados con licor rancio llenó mis sentidos. Ya no estaba en el avión. De repente, estaba levantada sobre mis pies. Mirándome con los ojos inyectados en sangre, él me levantó con una mano y agitó una bandeja vacía de cubos de hielo en otra. —¿Por qué no hay cubos de hielo? —dijo, arrastrando las palabras. El hedor de su aliento en mi rostro me provocó ganas de vomitar—. ¡El agua no va a saltar al congelador y malditamente congelarse a sí misma! Me tiró de nuevo al asiento y tiró la bandeja vacía de cubos de hielo en mi regazo. —Ve a hacerme una bebida —exigió con los dientes amarillos. Levanté la vista hacia él, con la esperanza de que no sonara tan asustada como me sentía. —No —dije en voz baja. —¿¡No!? ¿Es eso lo que acabas de decir? —Su enorme mano me agarró del brazo desaliñado y me arrastró a la cocina. Antes de que pudiera recuperar mi equilibrio, me empujó contra los gabinetes. Una de las contundentes perillas de los cajones metálicos se me clavó en mi espalda. —Hazme. Una. Bebida. —Él se inclinó sobre mí con los ojos inyectados en sangre. Me agaché para ocultar mi rostro, con la esperanza de que acabara por darse por vencido y me dejara sola. En cambio, lanzó una botella de cerveza vacía en mi cabeza. Su puntería era sorprendentemente buena para estar tan borracho. Se estrelló contra el costado de mi rostro y fragmentos de vidrio marrón estaban pegados a mi piel. El dolor fue agudo e inmediato. Me puse de pie y corrí por el pasillo corto, mientras él tropezaba tras de mí riendo. Llegué a mi habitación primero, encerándome en el armario pequeño frente a mi cama. Mi respiración era rápida mientras el miedo se constreñía en mi garganta. Puse la mano sobre mi boca. No sabía si iba a gritar o llorar, pero no podía permitirme el lujo de perder mi escondite. El timbre del teléfono en la sala de estar detuvo el caminar de sus botas negras en el umbral de mi pequeña habitación. Él murmuró algo inaudible
  • 30. y se tambaleó para dar marcha atrás por el pasillo. Tan pronto como se fue, permití que los sollozos que se formaban en mi garganta se derramaran. Al instante lágrimas calientes se mezclaron con la sangre fresca corriendo por mi mejilla, mientras mi cabeza palpitada por la hinchazón recién formada en mi rostro. La puerta del armario crujió cuando me asomé con cautela, asegurándome de que se había ido realmente. Esperando ver mi habitación, estaba sorprendida al ver que la escena delante de mí había cambiado por completo. Mientras me ponía de pie, se hizo evidente para mí que ahora yo no era la versión más joven de mí, tampoco. Toqué ligeramente con un dedo tembloroso mi ceja, y me di cuenta de que no había sangre. La herida en la mejilla también había desaparecido. Mientras iba de puntillas a la habitación exterior, la alfombra dio paso a un piso de madera bajo mis pies descalzos. La luz de noche suave proyectó largas sombras a través de la habitación, pero yo todavía estaba sorprendida por su tamaño y opulencia. Pude distinguir la figura oscura de una mujer sentada en la sala en una mecedora, llorando en voz baja mientras miraba por la ventana. Ella no se movió ante mi entrada, sólo siguió llorando una palabra una y otra vez con tanto dolor que se me rompió el corazón. Anastasia... Anastasia... Mis ojos se abrieron de golpe y al instante giré alrededor, tratando de averiguar dónde había sido transportada en este momento. Por suerte, todavía estaba sentada en el asiento 12C entre los demás pasajeros. Podía sentir el frenético latido de mi corazón mientras trataba de calmar mi respiración. Sólo era un sueño. Sólo un sueño. Si sólo hubiera sido un sueño hace muchos años. Me toqué la ceja y froté la pequeña cicatriz que llevaba conmigo desde que tenía nueve años. —¿Hannah Whitman? —¿Sí?
  • 31. —Hola, soy Kira. Seré tu escolta personal por el próximo par de horas. — Llevó su delgado brazo hacia abajo y se inclinó de forma espectacular. Usando pantalones cortos blancos, una blusa de color rosa claro que dejaba al descubierto un hombro muy bronceado y sandalias Rainbow, no podía haber tenido más de veintiún años. Sus ojos verdes brillaban y una amplia sonrisa iluminaba su rostro mientras se enderezaba. Ella colocó un mechón de pelo rubio decolorado por el sol detrás de la oreja y me quitó las maletas de las manos—. Entonces, ¿cómo estuvo tu vuelo? Probablemente no es el mejor momento para sacar a relucir mis pesadillas. —Fue bastante tranquilo, supongo. —Eso es definitivamente algo bueno cuando todo lo que tienes entre tú y el suelo son varios kilómetros de aire. —Se rió. Una risa nerviosa escapó de mis labios cuando empezamos a andar a través del aeropuerto. Mirándola de reojo, no podía dejar de pensar en lo normal que parecía. ¿Qué fue exactamente lo que la Dra. Campbell quiso decir cuando dijo “los jóvenes como yo”? ¿Es que todo el mundo aquí va a estar perdiendo el conocimiento al azar durante el día y gritando por pesadillas en la noche? Eso no parece muy probable. —Estaba pensando que podríamos conseguir algo de comer y hablar un poco antes de llegar a la isla. ¿Qué tal una pizza? —preguntó con una sonrisa. Ella parecía muy a gusto en su propio cuerpo y reconoció a cada persona que nos cruzamos con un guiño o una sonrisa. Tenía un brillo de felicidad que llegaba a los demás, haciéndolos sonreír con ella. —Eso suena maravilloso —admití—. No he comido nada desde el desayuno. —Era casi la hora de cenar y mi estómago estaba gruñendo en voz alta. Me sorprendería si ella no pudiera oírlo. Mis cejas se alzaron cuando salimos y Kira hizo un gesto hacia un Jeep Wrangler blanco con neumáticos de gran tamaño que esperaba en la acera. Yo no sabía lo que me esperaba. ¿Tal vez un taxi?, ¿O una furgoneta? —Su auto la espera, madame. —Ella tiró mi equipaje de mano en el asiento trasero y me di cuenta que no habíamos recogido el resto de mi equipaje. Miré hacia la puerta y me volví para decirle algo a Kira.
  • 32. —Ya se están encargando del resto de tus maletas, estarán esperando por ti cuando llegues a la escuela. —Yo había tratado de no llevar cada pieza de ropa que tenía, pero era difícil. Después de llenar cuatro maletas con ropa y zapatos, no había previsto llevarlas a todas partes de Wilmington, así que el hecho de que no tendría que hacerlo era maravilloso. Literalmente escalé al asiento del copiloto mientras Kira se ponía las gafas de plata de sol tipo aviador y me sonreía. El jeep comenzó a andar y saltó a las calles de Wilmington. Varios minutos después, nos detuvimos en el estacionamiento de una pequeña tienda de pizza. Encontramos una mesa afuera con aspecto Vintage y Kira ordenó té de durazno con sabor dulce. Decidí darle una oportunidad también. A pesar de que no podía asegurar lo cerca que estaba de la playa, podía oler el rastro de agua salada en el aire. Era tan húmedo como Georgia, pero mucho más soportable gracias a una ligera brisa que soplaba. Tomé una respiración profunda y me sentí a mí misma relajarme por primera vez en lo que parecía años. Podría acostumbrarme al ritmo pausado de la playa. Todo los que andaban por la acera estaban bañados por el sol y sonreían despreocupados por el mundo. Un chisporroteo de emoción me recorrió al pensar en el nuevo capítulo de mi vida que estaba a punto de comenzar. —Entonces, ¿qué haces en la escuela? —le pregunté. Parecía demasiado joven para ser una maestra o administradora. —Me consideran algo así como una estudiante graduada y obtuve créditos para la tutoría de los estudiantes novatos. Definitivamente tuve suerte con mi primer trabajo —dijo, guiñándome un ojo. —¿Cuánto tiempo serás mi mentora? —Durante el tiempo que me necesites —respondió simplemente—. Así que, ¿cuánto sabes de la Casa de Lorelei? —Honestamente, no mucho. Todo lo que sé es que es todo el año, en una isla, y los chicos son... ¿como yo? —Tenía la esperanza de que pudiera arrojar algo de luz sobre la última parte. Una parte de mí suspiró aliviada sabiendo que Kira sería mi mentora. Sintiéndome un poco vulnerable por alguna razón distraídamente miré hacia mis manos... y di un grito ahogado. Mi “tatuaje” estaba... ¿brillando? Torcí la muñeca hacia atrás y adelante, entrecerrando los ojos para asegurarme de que no estaba viendo
  • 33. cosas. Sí, era definitivamente algo raro para hacer. En ese momento, la camarera regresó con las bebidas. Instintivamente, puse mi otra mano sobre ella para ocultarla momentáneamente. La camarera me dio una mirada extraña, pero siguió caminando a la siguiente mesa. —¿Puedo ver? —Los ojos de Kira bailaron con entusiasmo. —Uh... por lo general no... hace... eso. —Extendí mi brazo para que ella viera mi “tatuaje” tri-espiral. —¡Oh, es hermoso! El mío sólo lo hace que cuando estoy en el océano — dijo, con indiferencia. —¿El tuyo? —No hay manera de que ella tuviera el mismo tatuaje. Sólo debió estar tratando de hacerme sentir mejor acerca de las alucinaciones. —Sí, pero mi marca está en la parte de atrás de mi cuello —Se giró en la silla y se levantó el cabello para mostrarme—. ¿Ves? Me puse de pie con las piernas temblorosas y caminé alrededor de la mesa. Efectivamente, allí mismo, en la parte de atrás de su cuello estaban dos pájaros en pleno vuelo. Me incliné para ver mejor. Se parecía a la mía: no era un tatuaje, sino más bien como una parte de su cuerpo. —¿Qué clase de pájaros son? —No pude ocultar mi asombro. —Gaviotas. Por desgracia, tienen la mala reputación de robar tus Cheetos cuando estás en la playa o por pasar el rato en el estacionamiento de los supermercados, pero son mucho más. Las gaviotas representan la libertad y la vitalidad. Ellas pasan la vida volando con energía por encima de las olas —explicó con orgullo. —Es increíble. —Le di una última mirada, y luego recordé cómo las había llamado—. ¿Has dicho que es una... marca? —Así es, todos tenemos una —respondió ella alegremente, como si eso despejara todo—. A pesar de que nunca he visto un diseño como el tuyo. —Parecía como si quisiera decir algo más, pero en ese momento una gran e humeante pizza estaba frente a nosotras, rebosante de empalagoso queso. —Entonces, ¿practicas surf? —preguntó entre bocado y bocado. Me di cuenta de que ella comía su pizza al revés, empezando primero por la corteza. Hice una nota mental para intentar eso la próxima vez.
  • 34. —Tomé clases de natación en Atlanta y nadamos en la piscina del club todo el tiempo, pero nunca he estado en el océano —le expliqué en medio de mordiscos. Ella casi se ahogó. Una vez que tosió, me miró con los ojos abiertos. —¿En serio?, No, ¿en absoluto?, ¿Ni siquiera los pies? —Eventualmente levantó la barbilla. —No, ni un solo dedo del pie. Ella sonrió con malicia. —Eso sin duda va a cambiar.
  • 35. Traducido por PrisAlvS Corregido por AriannysG espués de devorar toda una pizza de treinta centímetros, saltamos al Jeep y continuamos el camino hacia la Casa de Lorelei. La Isla Bald Head estaba al Sur de Wilmington, pero no había puentes o carreteras que llevaran a la isla. Cuando leí eso en el panfleto que la Dra. Campbell nos había dado, una imagen de Alcatraz apareció en mi cabeza y se había quedado ahí desde entonces. Algo parecía muy malo sobre un lugar del que no podrías huir. Unos cincuenta kilómetros después, llegamos al pequeño pueblo de Southport. Pequeñas boutiques y cafeterías se alineaban en la calle principal; turistas entraban y salían de las tiendas. Intenté dominar mi cabello que me golpeaba el rostro mientras Kira giraba a la derecha hacia el Deep Point Marina. El ferri que nos llevaría a la isla salía cada hora durante todo el día e incluso la noche. Por lo que decía el panfleto, era como tres kilómetros desde Southport hasta la Isla Bald Head, lo que significaba un viaje de veinte minutos en ferri. Estacionamos el Jeep, compramos los boletos y nos pusimos en línea. Esperando con nosotras había familias cargadas con juguetes de playa y equipaje, parejas que se tomaban las manos o se quedaban cerca, y varias chicas jóvenes que llevaban camisetas a juego con Bar y Restaurante de Ostras de Ebb & Flo escrito en la espalda. ¿Un bar sólo para ostras? Si mi memoria me funcionaba, las ostras eran delgadas y pequeñas alienígenas saladas que venían con su concha original. Recordaba probar una cuando fuimos a Savannah para el día de San Patricio. Sólo se quedó como dos segundos en mi boca antes de escupirla en mi servilleta. Desde entonces, optaba por ajustarme al pescado y a los camarones.
  • 36. Un cuerno resonó y el ferri lentamente se movió junto al muelle. Los trabajadores se pusieron en acción en un salto removiendo equipaje y troncos, enviándolos por la rampa hacia una faja en movimiento. El ferri era más grande de lo que esperaba y lleno de visitantes dejando la isla para pasar la noche. Todos eran golpeados por el viento y estaban mareados. No pude evitar sonreírles mientras dejaban el bote. Un pequeño niño caminó con su padre y nos saludó tímidamente. Llevaba una tortuga marina apretada con fuerza en los brazos, pero lo que noté primero fue la cubeta roja de playa que llevaba de sombrero. Tenía la forma de un castillo de arena y estaba un poco inclinada. Lo saludé y silenciosamente lamenté mi falta de recuerdos felices de la infancia. —¡Hora de irnos! —Kira agarró mi mano con entusiasmo. Atravesamos la delgada rampa hacia la cubierta y encontramos asiento en la parte de atrás del bote. Nunca había estado en un bote, era aprehensiva, pero seguía entusiasmada por la nueva experiencia. El ferri gentilmente se mecía de un lado a otro mientras el resto de los pasajeros abordaban. Miré una grulla larguirucha volar por encima y alcanzar uno de los postes cercanos. Se quedó perfectamente inmóvil sobre una pata buscando por algún pez que atrapar fuera del agua. Varios minutos después, el motor del ferri rugió a la vida y un escalofrío nervioso recorrió mi columna. Nos movimos hacia adelante, giramos gradualmente a la izquierda, y pasamos ambos postes, saliendo del muelle. Mientras el ferri pasaba junto a la grulla, la miré asombrada, mientras extendía sus enormes alas y salió hacia el cielo. —¡Mira! —gritó Kira por sobre el motor y el viento—. Eso es Southport a la derecha. Una zona de madera se extendía hacia el agua, mientras que las mismas tiendas y boutiques que había visto antes quedaban a la vista. Un par de minutos después lentamente giramos a la izquierda y ella señaló de nuevo: —Y eso es el Fuerte Caswell al final de la Isla Oak —me informó. Las paredes del fuerte estaban llenas de enredaderas y musgo, pero seguía siendo una vista majestuosa. Mientras rodeábamos el punto, la grandeza total del sol que caía sobre el Océano Atlántico apareció a la vista. Cuidadosamente me puse en pie sobre la cubierta y me abrí camino hacia un lado del ferri para tener una mejor vista. Llamativos tonos de naranja,
  • 37. rojo y amarillo iluminaban el cielo y se reflejaban en el agua. Era magnífico. —Sabes, si ves hacia el lado, a veces puedes ver delfines nadando junto al ferri. —Kira había llegado hasta mi lado. —¿En serio? —Me incliné hacia el lado, precariamente, sosteniéndome con fuerza a la baranda… justo a tiempo para que el ferri sobrepasara a un bote que pasaba. Una pared de agua salada se levantó, golpeándome directamente en el rostro. Me eché hacia atrás y caí contra Kira. —¡¿No son hermosos los delfines?! —Se dobló de la risa, mientras yo intentaba secar mi rostro. Crucé los brazos sobre el pecho y le di un golpe con el pie. Finalmente, ella se controló y me miró. Otro ataque de risa la sobrecogió, se sujetó a la baranda para mantener el equilibrio. —¡Eso no fue gracioso! —Me reí y empujé un poco su hombro—. ¡Hiciste eso a propósito! Mi cabello y rostro estaban completamente empapados. Ella se movió hacia mí para consolarme, por lo que aproveché la oportunidad para mover mi cabello y rociarla con agua. Ella se encogió y se alejó hacia la parte de atrás del bote. Caímos en nuestros asientos riendo y secando el agua de nuestros cuerpos. Usualmente no era tan crédula, por lo que decidí mantener a Kira vigilada. Se sintió bien tener un poco de diversión sin que me recordaran que debía “actuar como una dama”. Mi cabello mojado y ropas le darían un ataque a Dee. Eventualmente otro fragmento de tierra apareció a la vista. Miré a Kira y ella prontamente anunció: —¡Ahí está! ¡Old Baldy! —¿Old Baldy? —Levanté una ceja. —¡El faro! Se llama Old Baldy. —Vi un faro de piedra dañada por el clima levantarse sobre las casas vacacionales y los árboles. El ferri maniobró hacia un pequeño muelle pringado de botes pesqueros, pequeñas embarcaciones y un gran yate. Nos detuvimos junto a la rampa y sentí el ferri vibrar hasta detenerse. El cuerno sonó de nuevo y descendimos por la rampa de salida, siguiendo a los demás pasajeros. Más arriba, el Bar y Restaurante de Ostras de Ebb
  • 38. & Flo le dio la bienvenida a los recién llegados, al igual que varios edificios con tiendas de recuerdos y carros de golf para alquilar. —¿Así que no hay autos en la isla? —le pregunté a Kira, aunque ya sabía la respuesta. —No, sólo carros de golf, ¡incluso las calles tienen el tamaño para los carros de golf! Pero no rentaremos uno; tenemos que ir por este camino. — Ella me guió por la acera y a través de una cerca cerrada con cadenas—. La escuela tiene los suyos propios. Algunos los mantenemos aquí y los demás en los terrenos de la escuela. —Una gran fila de carros de golf se estiraba frente a nosotras. Aunque no eran carros normales… estos eran negros, pulcros y descansaban sobre gruesas llantas para playa. El emblema de la Casa de Lorelei estaba a cada lado. Estaba hecho de un simple círculo que contenía una goteante letra “L”. Subimos al primer carro de la fila y Kira presionó el pedal para acelerar, lanzándome hacia atrás en el asiento. Busqué por el cinturón de seguridad. La ausencia de puertas combinado con la cuestionable habilidad para manejar de Kira, no ayudó mucho a mi rápidamente creciente ansiedad. Nos metimos en la calle dirigiéndonos hacia el este. Familias paseando en bicicletas y personas de vacaciones en otro carro de golf nos saludaron mientras pasábamos. La Isla Bald Head quedaba entre el Río Cape Fear y el Océano Atlántico. El lado oeste de la isla tenía el muelle, tiendas y el faro, mientras que el este era el más poblado, reventaba con casas vacacionales y hermosas playas. La sección norte de la isla estaba hecha de pantanal y estaba inhabitada. La Casa de Lorelei estaba localizada en el lado este, enfrentando el Océano Atlántico. Toda la isla estaba llena de exuberantes árboles y vivas plantas, donde lo que más prevalecía era el roble. Muchos años de vientos constantes habían doblado y enredado sus ramas, forjando obras de arte que se estiraban sobre la calle, creando un verde túnel encantado. La piel en mi muñeca empezó a cosquillear y miré hacia abajo para ver si algo estaba caminando sobre mí. En lugar de eso, noté que mi marca no solo seguía brillando, también había empezado a cambiar de color. Las una vez líneas negras, ahora eran azul brillante. Afortunadamente, mi desconcierto fue rápidamente interrumpido por una enorme puerta de hierro ornamentado frente a la que nos detuvimos. A menos que estuvieras directamente frente a ella, fácilmente podrías perderte la entrada a la escuela. Hiedra y musgo se mezclaba alrededor y sobre la puerta
  • 39. haciéndola parecer parte del paisaje como los robles vivos. Debajo de este crecimiento excesivo, el emblema de la Casa de Lorelei adornada ambos lados de las barras de hierro. Mi estómago empezó a retorcerse por anticipación. Muy lentamente, la puerta se abrió hacia dentro y condujimos hacia los terrenos de la escuela. Una vez que habíamos dejado la puerta atrás, Kira apretó el acelerador de nuevo y me agarré por mi preciada vida por un kilómetro, más o menos. Paredes de piedra gris se alineaban con el camino, dañadas por el viento y el tiempo. El campus de la Casa de Lorelei se desplegó ante nosotras, mientras rodeábamos una vuelta aguda. Edificios hechos de la misma piedra gris dañada por el clima a cada lado de nosotras, parecían bastante góticos en la tenue luz del sol poniente. Llegamos a un abrupto alto frente a un edificio de dos pisos, y Kira me indicó que la siguiera dentro. —Antes de que te lleve al Edificio Maren, donde vivirás, necesitamos encargarnos de unos pequeños detalles —explicó. Una vez dentro, nos dirigimos a una oficina macada con un “Kira Baylor”—. Bien. Veamos, veamos… —Ella se paseó por papeles sobre su escritorio—. Aquí está tu tarjeta para las comidas; funciona en toda la isla, no sólo en el campus. Y aquí está la llave para tu habitación que compartirás con tus nuevas compañeras. —Me entregó una tarjeta de débito negra y un pequeño sobre de manila con una llave dentro. Encontró unas formas en blanco y empezó a llenarlas—. El nombre “Hannah Elizabeth Whitman” se te dio por el Estado de Georgia, ¿cierto? —Sólo la parte de “Hannah Elizabeth”. “Whitman” es de mi familia adoptiva —aclaré. Mientras ella continuaba llenando la información, yo tuve una idea. Si iba a tener un nuevo inicio, bien podría hacerlo oficial—. Entonces, si una persona quisiera cambiarse el nombre ahora que empieza en una nueva escuela y tiene una rara oportunidad de ser alguien nuevo… si así fuera… ¿sería una opción? —pregunté dudosa. Ella me miró y sonrió a sabiendas. —¿Y a cuál nombre querría cambiarse dicha persona? —Sólo un nombre me vino a la cabeza. —Anastasia. Ella me dirigió una extraña mirada y rápidamente dirigió su mirada de regreso al papel.
  • 40. —Muy bien, Anastasia. —Enfatizó mi nuevo nombre y escribió algo en la forma—. Nombre oficialmente cambiado. ¡Ahora a presentarte a tus nuevos compañeros! De regreso al carro de golf, pasamos varios edificios de piedra gris y giramos hacia un camino de guijarros alineado con tiendas a cada lado. Las grandes llantas de playa del carro nos hacían rebotar como una vuelta en un carnaval demente. Para cuando las tiendas se acabaron y el camino había cambiado a suave pavimento, ambas reíamos histéricamente. —Normalmente no conducimos por esa sección —explicó Kira tímidamente, mientras secaba un par de lágrimas de felicidad de su mejilla—. Pero a veces es divertido hacerlo. Varios edificios a mi derecha me llamaron la atención. —¡Ya llegamos! —Miré asombrada el edificio de siete pisos, parecía un complejo de playa medieval. El constante rugir del océano nos dio la bienvenida mientras caminábamos por el camino de piedra hacia el Edificio Maren. El fuerte olor a algas llenó mi nariz y la calidez del aire nocturno hizo cosquillear mi piel, mientras me envolvía. El ambiente gótico del exterior se detuvo abruptamente en las puertas principales. El gran vestíbulo estaba lleno de grandes y desbordantes sofás y sillas de cuero. Televisores de pantalla plana colgaban en varias paredes y una enorme pecera estaba a mi izquierda, peces de apariencia exótica se paseaban por el tanque. Directo, más puertas guiaban a la oscuridad. Los ojos de Kira siguieron los míos. —Maren es uno de los dos edificios frente a la playa. El otro es el Rostrum, al lado, el cual es uno de los que son para los chicos. —Esto era muy bueno para creerlo. ¿Mi nuevo hogar tenía vista al océano? ¡Podía contar con una mano las veces que había estado en una playa y ahora viviría en una! Subimos a un pulcro elevador hasta el tercer piso y salimos ante una puerta normal marcada como la 327. Kira llamó tres veces y escuché un par de pies correr hacia nosotras.
  • 41. Traducido por Pily Corregido por Connie.J a puerta se abrió y una niña pequeña con capas gruesas de pelo rojo, rubio y marrón se puso delante de nosotras. —¡Hey Kira! —Sin esperar a una respuesta, volvió su atención a mí—. ¡Y tú debes ser nuestra nueva compañera de cuarto! ¡Willow! ¡Carmen! ¡Ella está aquí! —Me envolvió en un abrazo de oso y luego hizo un gesto para que entráramos. Dos chicas más entraron en la habitación. —¡Miren chicas, ella está aquí! —Ella estaba prácticamente saltando arriba y abajo de la emoción. —Vas a tener que disculpar a Phoebe. Ella se olvidó de tomar su medicación hoy —bromeó la chica de pelo oscuro, mientras se derrumbó dramáticamente en el sofá y tomó un gran trago de Gatorade. Phoebe la miró y rodó los ojos. —Ella es Carmen, está enojada a causa de que hoy le gané al tenis en la Wii —luego susurró lo suficientemente alto como para que cada una siguiera oyendo—: Tengo una mano perversa. —Echando un vistazo a la chica en el sofá, le sacó la lengua. —Soy Willow. —La tercera chica me dio una sonrisa genuina. —Soy Anastasia, es un placer conocerte. —Le devolví la sonrisa. Al segundo de decir mi nombre, las otras dos chicas dejaron de discutir y me miraron de la misma manera que Kira me había visto antes. Se sentía muy incómodo y continué—: Pero ustedes pueden llamarme Stasia. Willow se recuperó primero. —Bienvenida a Lorelei, Stasia, estamos muy contentas de que estés aquí.
  • 42. Kira me apretó el hombro y se volvió hacia la puerta. —Chicas ayuden a Stasia a instalarse y pasaré mañana para ver cómo van las cosas, ¿de acuerdo? —Me dio un guiño. Cuando se fue, me di vuelta y miré a mis nuevas compañeras. No podían haber sido más diferentes. Phoebe no era más alta que un metro sesenta y siete centímetros, y su pelo tricolor iba a juego con el resto de su estilo chica rockera. Llevaba unos jeans ajustados grises, zapatillas Converse de color rojo y una camiseta de AC/DC vintage. Sus cazadores ojos verdes eran un poco pequeños y se arrugaban cuando se echaba a reír. Su sonrisa era contagiosa y podría iluminar toda una habitación. Willow estaba a la altura de su nombre mientras flotaba a la cocina en un vestido blanco con encaje sin tirantes, los pies descalzos, y rebelde y ondulado cabello rubio trenzado por la espalda. Mechones de pelo se estaban degrafilados alrededor de su cara redonda, enmarcando sus labios carnosos y grandes ojos azules. Su actitud era muy relajada y te hacía sentir a gusto de inmediato. La ascendencia brasileña de Carmen era evidente en sus rasgos oscuros y piernas largas. Sus profundos ojos marrones brillaban con confianza y su boca parecía estar atrapada en una sonrisa permanente. Su actitud desprendía un aura distinta. Su cabello castaño oscuro estaba colocado en la parte superior de su cabeza en un moño suelto y todavía estaba recostada en el sofá en pantalones de yoga y camiseta. La fina mano de Phoebe se deslizó en la mía. —¡Vamos, te mostraré tu habitación! ¡Tienes que compartir un baño conmigo! Me llevó más lejos en mi nuevo hogar. La sala común era como un apartamento, con una pequeña cocina a la derecha que se abría al resto de la sala a través de una barra con cuatro taburetes de madera. Una pequeña mesa se asentaba en el espacio entre la cocina y la sala de estar, pero me di cuenta que nunca la usaban por la cantidad de libros y papeles amontonados en la parte superior de la misma. La sala de estar tenía un sofá de color crema de aspecto confortable decorado con almohadas esponjosas de color turquesa, un sillón de dos plazas color crema y turquesa a rayas y dos sillones reclinables, los cuales rodeaban una mesa de café de madera. Una televisión de pantalla plana como las de abajo colgaba en la pared y puertas francesas de vidrio que conducían a un balcón enfrentaba al océano. Había cuatro dormitorios, dos a cada lado de la sala común. Phoebe abrió una de las puertas y me quedé boquiabierta.
  • 43. —Decoramos un poco —dijo Phoebe tímidamente. Se lanzó sobre la cama en una ráfaga de risas, se sentó al estilo indio y esperó mi reacción. La cama matrimonial estaba cubierta por un edredón blanco y al menos diez almohadas de diferentes tamaños y formas. Un aparador de madera largo con un espejo estaba frente a la cama y un armario se alzaba en la esquina. Una alfombra grande y azul de peluche decoraba al suelo. Detrás de la cama, colgaban tres grandes marcos de cuadros con las palabras vivir, amar y reír, escritas en letras curvas. Todo estaba decorado en azul claro, plata y blanco. Había un pequeño armario y una puerta que conducía al cuarto de baño que estaría compartiendo. —Entonces, ¿qué te parece? —Me di cuenta de que el suspenso la estaba matando literalmente. —¡Me encanta! Ella saltó de la cama y me dio otro abrazo rápido. Por encima de su hombro, vi mi equipaje en la esquina, esperando a ser desempaquetado. No podía creer lo increíble que era mi nuevo hogar. Me esperaba un dormitorio estrecho con tal vez una pequeña nevera. Esto me sacudió. —¡Yo escogí el edredón! —gritó Carmen desde la otra habitación. Me di cuenta de que su actitud en realidad era sólo una cubierta para la muy cariñosa y dulce persona que realmente estaba en el interior. Eso me hizo preguntarme qué pasó en su vida para hacer que ella construyera muros alrededor de su corazón, también. —Ustedes son demasiado, la verdad, esto es increíble —me dirigí a todas con gratitud. Phoebe sonrió con orgullo. La miré, un poco perpleja por cómo parecía de lo más normal. —Aquí todo el mundo aquí parece tan normal. Así que... ¿qué te trajo aquí? —Tenía la esperanza de que la pregunta no fuera demasiado personal, pero ella me dio una mirada igual de perpleja y frunció el ceño. —Lo mismo que reúne a todos aquí, tonta —respondió ella. Antes de que pudiera continuar olfateó el aire y sus ojos verdes se iluminaron con picardía. Yo hice lo mismo, esperando haber usado mi desodorante esta mañana, pero el rico y dulce olor a pastel llenaba mi nariz en su lugar.
  • 44. —Hey Carmen, ¿qué hora es? —gritó Phoebe hacia la otra habitación. Podía oír deliciosa anticipación en su tono. —¡Huele a.... pastelillo y media! —gritó Carmen en respuesta. Willow soltó una risita en la cocina. —¿Pastelillo y media? —le pregunté a Phoebe, pero ella se lamió los labios y me arrastró hasta la barra. —Willow es nuestra panadera y cocinera todo en uno —anunció con orgullo y sacó un taburete para las dos. —Es lo mismo, Phoebe. —Carmen sacó un taburete, también. Se recogió el pelo hacia atrás, como si se preparara para un concurso de comida. Phoebe desenrolló una servilleta y se la metió en el cuello de su camisa, creando un babero improvisado. Yo estaba medio esperando que agarraran el tenedor y empezaran a golpearlo en la barra cantando “queremos pastelillos”. Me di cuenta de que iba a disfrutar de la vida con estas chicas. En realidad, eran entretenidas. —No, no lo son, un panadero hornea cosas, un cocinero cocina cosas. Duh. —Phoebe y Carmen empezaron a discutir y me asomé hacia Willow, quien se encontraba en el proceso de tomar los pastelillos de la bandeja y glaseándolos. Ella negó con la cabeza a los otras dos con el ceño fruncido en desaprobación y me entregó el primer pastelillo. —Sigan adelante y añadan un árbitro a esa lista —dijo con cautela, y a continuación, tomó la palabra para interrumpir a Phoebe y a Carmen—. Voy a dar estos pastelillos a nuestras mejores amigas al lado si ustedes dos no se detienen —amenazó, y por la forma en que lo dijo puedo decir que por “mejores amigas”, quería decir todo lo contrario. Carmen y Phoebe tiraron a Willow un simulacro de miradas de horror, y luego sonrieron y le robaron un par de panecillos cada una. Phoebe mordió uno. —De ninguna manera voy a dejar que cualquiera de estos pastelillos se pierdan en donde esas perras odiosas —resopló con la boca llena. —Estas son muy buenas —felicité a Willow, mientras tomaba otro bocado del pastelillo rojo aterciopelado con glaseado de queso crema—. Así que, ¿no voy a estar recibiendo una cesta de bienvenida de nuestras vecinas?
  • 45. —No, a menos que tenga veneno en ella. —Phoebe hizo una mueca que normalmente se reservaría para las arañas o serpientes—. Juro que son pura maldad. —Definitivamente diabólicas —concordó Carmen—, pero fue bastante gracioso cuando Olivia fue pellizcada por ese cangrejo ayer. Es malo cuando ni siquiera le gustas a la vida silvestre. —Se rió y levantó una oscura ceja a Phoebe. Phoebe levantó las manos cubiertas de glaseado en defensa. —Te juro que no tuve nada que ver con eso. ¡En serio! Willow sonrió, mostrando sus hoyuelos. —Uh huh, historias probablemente, Phoebe. Antes de que pudiera averiguar cómo en el mundo Phoebe sería capaz de hacer que un cangrejo atacara a alguien, un bostezo luchó para salir de mí, y sentí que el cansancio del día me golpeaba como un martillo. —Oh Stasia, apuesto a que estás agotada —dijo Phoebe con simpatía—. Además, necesitas dormir. Vamos a salir a la playa mañana. Sólo dos días más hasta que comiencen las clases, así que tenemos que aprovechar cada minuto de libertad. Dije buenas noches a mis nuevas compañeras de habitación y me dirigí a mi habitación increíblemente impresionante. Cerré la puerta y sonreí con un renovado sentido de esperanza llenando mi corazón. La casa de Lorelei ya se sentía como estar en casa. A la mañana siguiente, me desperté con el olor de tocino chisporroteando y cantando. No sé si lo llamaría “canto”, sin embargo, era más como uñas en una pizarra. Me puse una sudadera y me asomé por la puerta de mi dormitorio. Phoebe estaba sentada en el sofá escuchando un iPod con las manos en lo que sólo puede ser descrito como una caja de arena portátil. Me di cuenta de que era un tipo de cerámica en forma de un cuadrado,
  • 46. completamente lleno de arena. Tal vez a todo el mundo le faltaba un par de tornillos, después de todo. Salí a la sala de estar y me di cuenta de que Willow trabajaba su magia en la cocina. La visión de los huevos revueltos, bacon y queso sémola cocinándose en la estufa me hacía la boca agua. Iba a dejarme mimar si seguía así. Justo cuando me senté en la barra, una muy irritada Carmen salió de su habitación y frunció el ceño hacia Phoebe. —Alguien encontró ese animal moribundo y lo puso fuera de su miseria antes de saltar fuera del balcón. —Tomó uno de los auriculares de la oreja de Phoebe—. Hey, dale un descanso a Taylor Swift. —En lugar de una respuesta ingeniosa, Phoebe colocó los auriculares de nuevo en su oído, le lanzó un beso, y comenzó a cantar más fuerte. Decidiendo que no valía la pena, Carmen se sentó a mi lado. Un par de minutos y una canción más tarde, Phoebe se coló por detrás de nosotros, plantó un beso en cada una de nuestras mejillas, y luego saltó sobre el taburete a mi otro lado. Todavía tenía una fina capa de recubrimiento de arena en sus pequeñas manos. —¡Hombre, me muero de hambre! La conformación de arena realmente abre el apetito. —Suspiró dramáticamente y apoyó los codos en la barra. Sí, sin duda un par de tornillos. Después de llenar el estómago con un desayuno de cinco estrellas a-lo- Willow, yo lucía un bikini blanco con un top de algodón de un color rosa claro y estábamos en camino a la playa. Estaba un poco nerviosa, sabiendo que toda la escuela probablemente estaría por ahí, también. Pero, al menos tenía tres nuevas amigas para disminuir la ansiedad... tres amigas muy bronceadas y muy en forma, para ser exactos. Viendo la figura perfectamente esculpida de Phoebe en un bikini Roxy plata, decidí que definitivamente tenía que hacer algunas compras. Echando un vistazo a Carmen, que se parecía a una modelo de Hawaiian Tropic en su bikini rojo, decidí que algunas sentadillas no estarían mal tampoco. Afuera el sol brillaba y el viento recogía los olores de la playa, que se arremolinaban alrededor de nosotros. El aroma de la loción bronceadora y salada asaltaba mis sentidos, haciéndeme sonreír. Había personas jugando voleibol de playa, grupos de chicas asoleándose y grupos de chicos mirando a los grupos de chicas asoleándose. La marea estaba en el
  • 47. fondo y las olas estaban punteadas con surfistas. Encontramos un lugar despejado en la arena y pusimos una manta suave de algodón en la que nos sentamos las cuatro. —No hay nada mejor que esto —respiraba Willow y se untaba un poco de FPS 30 sobre su piel pálida. Estaba a punto de concordar cuando un grupo de chicos llevando tablas de surf pasó corriendo cerca de nosotras, levantando arena con sus pies en el camino hacia el océano. —¡Hey! ¡Miren por dónde van! —gritó Carmen y se limpió la arena de sus ojos oscuros. Ellos simplemente continuaron corriendo y no podía dejar de admirar la vista. Bronceados y sin camisa, con el traje de baño colgando bajo en sus caderas, entraron al agua, e inmediatamente se abalanzaron sobre sus tablas de surf y comenzaron a remar. Todos tenían el pelo muy oscuro. Ninguno de ellos tenía el pelo castaño o rubio. Me pregunté si estaban relacionados de alguna manera. —Seguro me gustaría ver a dónde van —dijo Phoebe a Carmen y me guiñó un ojo verde—. Carmen, en cambio, sólo tiene ojos para Logan. —Empezó a hacer ruidos de besos, y Carmen le lanzó una concha solitaria. —¿Ese es tu novio? —le pregunté a Carmen. —Ella quiere —bromeó Phoebe. —De cualquier forma, Logan no puede dejar de babear sobre Cassie lo suficiente como para darse cuenta de nadie. —Carmen suspiró y se sentó—. Estoy tan harta de ella. —Te estás imaginando cosas. Está interesado en ti definitivamente, no en Cassie —comentó Willow, mientras se ponía unas gafas de sol blancas Wayfarer y un sombrero de paja. —Sí, eso sería difícil de decir, porque Cassie se lanza a todo lo que camina —concordó Phoebe. Ella volvió su atención hacia mí—. No te preocupes, estoy segura de que llegaras a conocer a Cassie pronto. Tenemos el placer de vivir al lado de ella, Olivia y las otras dos reinas malvadas. Me reí ante su tono seco. —No puedo esperar.
  • 48.
  • 49. Traducido por Connie.J (SOS) Corregido por belisrose na hora más tarde, nos volteamos sobre nuestros estómagos en la arena y comimos los emparedados que Willow había traído. Carmen se sumergió en una revista People y Phoebe miraba distraídamente la arena en frente de ella. Mientras yo miraba con curiosidad, ella niveló su mano justo por encima de la arena, y luego la movió hacia adelante y atrás lentamente. La arena comenzó a arremolinarse debajo de su mano. Sus dedos se movieron y la arena se arremolinó más y más rápido. Hipnotizada, salté cuando ella estampó su mano en el suelo, rebotó y me sonrió. —Necesito refrescarme, ¿quieres meterte al agua? —Un poco confundida por lo que había acabado de ver, todo lo que pude hacer fue asentir con la cabeza y ponerme de pie. No fue sino hasta que habíamos dado varios pasos hacia el océano que tuve la sensación de malestar retorciéndose en mi estómago. Yo no debería tener miedo. Quiero decir, era sólo agua. No era tan clara como una piscina, pero no podía haber nada demasiado peligroso, ¿verdad? Una vez que llegamos a la orilla del mar, el oleaje fue a toda velocidad por la arena y se arremolinó a mis pies. Sentí como si estuviera provocándome, desafiándome a aventurarme más lejos en sus garras seductoras. —¿Qué estás esperando? ¡Vamos! —me llamó Phoebe, mientras corría más adelante y se zambullía en una ola alta. Deseando que toda la escuela no estuviera detrás de mí viendo en la playa, obligué a mis pies a ir hacia adelante. Saltaba y dejaba escapar un pequeño grito cada vez que una ola me golpeaba. Con el tiempo, el agua me llegó a la cintura y estuve acostumbrada a la temperatura fría. Es ahora o nunca. Phoebe se balanceó sin esfuerzo cerca de unos cincuenta metros lejos de mí. Tomé una respiración profunda y me zambullí.
  • 50. Mantuve los ojos fuertemente cerrados, luchando contra el movimiento del agua. Pateé más duro y buceé un poco más profundo. Mi piel comenzó a hormiguear por todas partes, y una oleada de adrenalina fluyó fuera de mi pecho. Al flotar de vuelta a la superficie, me quedé helada cuando algo viscoso se frotó contra mi pierna. Otra cosa viscosa se envolvió alrededor de mi tobillo. Algo más empezó a golpearme suavemente en la espalda, brazos y estómago. Abrí los ojos, alarmada. Todo un banco de pequeños peces plateados había rodeado completamente mi cuerpo, bloqueando mi visión. Cuando miré mis piernas todo lo que pude distinguir eran borrones verdes meciéndose contra ellas. Mis ojos comenzaron a arder con un agudo dolor como nunca antes había experimentado y desesperadamente necesitaba oxígeno. Sacudí mis piernas para sacármelas de los dedos viscosos, sin ningún resultado. Todo el pateamiento en el mundo no me podía liberar. Mientras el pánico que entumeció mi mente se hizo cargo en serio, los peces salieron disparados de repente y un par de ojos nadando hacia mí tomaron su lugar, Ojos azul profundo. Todo se volvió borroso y supuse que estaba alucinando. Cerré los ojos. Fuertes y cálidos brazos que olían increíblemente me llevaron con facilidad. Abrí los ojos vacilantemente mientras era recostada suavemente en la arena. El sol cegador instantáneamente envió más dolor pulsante a través de mis ojos ya irritados. Proyectando una sombra sobre mi rostro y reinstaurando mi visión, él se inclinó sobre mí. El tiempo se detuvo y mi corazón también. Estaba tan cerca, podía ver remolinos grises en sus ojos tormentosos. Esos ojos azules tentadores, a sólo unos centímetros de distancia, estaban mirando hacia mí pareciendo una maravilla. Las gotas de agua corrían por su hermoso rostro y con el sol brillando detrás de él parecía un ángel oscuro. Su mandíbula cincelada estaba haciendo esa cosa de flexionarse que había visto en mis sueños y su mojado cabello oscuro se aferraba a su frente. Era misterioso, peligroso y hermoso al mismo tiempo. Me obligué a decir algo, pero no podía respirar, y mucho menos hablar. De repente, sus facciones se endurecieron y yo estuve cegada por la luz del sol una vez más. Un escalofrío me recorrió como si una parte de mi alma se hubiera ido con él. Me las arreglé para sentarme mientras una multitud de personas se movían alrededor de mí. —¡Stasia! ¿Estás bien? ¡Oh Dios mío! —Phoebe me abrazó—. ¿Qué pasó?
  • 51. —¿Estás herida? —Willow me miró de arriba a abajo en busca de rasguños o moretones. —Ustedes retrocedan y dejen que la chica respire. Miré a Carmen y en silencio le di las gracias. Phoebe y Willow retrocedieron un milímetro, pero continuaron mirándome con preocupación. —Estoy bien, lo prometo —les aseguré—. Yo solo... quedé atrapada en algo. Ellas me miraron fijamente. Carmen levantó una ceja escéptica y entendiendo la indirecta en silencio, se abrió paso entre las otras dos. Ella me ayudó a ponerme de pie, mientras mantenía un brazo de apoyo alrededor de mi cintura. —Muy bien gente, el show ha terminado —anunció a la multitud que se había congregado a nuestro alrededor. Ella me medio llevó, medio arrastró de vuelta a Maren, mientras Willow y Phoebe reunían nuestras cosas de la playa. Yo estaba ocupada mirando por encima de mi hombro para encontrar donde mi rescatador había desaparecido. —¿Estás segura de que estás bien? —Sí, lo prometo. Creo que mis piernas quedaron atascadas en algunas algas o algo así, fue raro. —Ella me dio otra mirada escéptica y se quedó sin aliento. —¡Stasia, tus ojos! —¿Qué pasa con ellos? —Wow —susurró. —¿Wow, qué?, ¿Qué pasa con ellos? —Ella estaba empezando a asustarme. —Han… cambiado los colores. —¿Qué? —No es exactamente lo que yo esperaba oír.
  • 52. —Eran azul regular antes, pero ahora son como un verde azulado brillante o turquesa. —Ella miró más de cerca—. Parece que tienes esos lentes de contacto de color o algo así. Genial. Esa era una excelente noticia. Subiendo, caminé directamente hacia el espejo del baño. Me quedé de pie ahí mirando con incredulidad hasta que Phoebe se materializó detrás de mí. —¡Wow... mira lo bonitos que son! —exclamó, con una gran sonrisa. —Sí, si por bonita te refieres a monstruosamente extraño. —Mis ojos tenían, de hecho, un cambio de color. Eran un tono aguamarina llamativo contrastando contra mi cabello rubio pálido. Esto iba a tomar algún tiempo para acostumbrarme. —Apuesto a que tiene algo que ver con tus habilidades —supuso. ¿Mis habilidades? —¿De qué estás hablando? —Me volví hacia ella. —Ya sabes, tus habilidades Tyde. Ella me miró con confusión, la cual se convirtió rápidamente en sorpresa. —Oh, Dios mío, no lo sabes, ¿verdad?, ¿Kira no te dijo nada? Ahora era yo la confundida. —¿Sobre qué?, ¿Qué es una habilidad Tyde? —Um, es posible que desees sentarte. Nos reunimos en la sala de estar, mientras que Willow nos preparaba un poco de limonada y me pregunté si las cosas podrían ser más extrañas. Por desgracia para mí, las cosas siempre podían conseguir ser más extrañas. Mis compañeras de habitación parecían tener problemas para comenzar la conversación. Después de algunos intentos fallidos, a Carmen se le ocurrió una solución. —Phoebe, ¿por qué no le muestras tu caja de arena? —Ella se encogió de hombros.
  • 53. Phoebe desapareció en su habitación y volvió con la caja con la que la había visto jugando esta mañana. —Está bien. Mira de cerca —me instruyó. Me incliné hacia delante, sin estar segura de lo que estaba a punto de ver. Ella colocó su dedo índice en la arena, poco a poco haciendo círculos. Mientras se asomaba hacia mí para asegurarse de que estaba prestando atención, levantó suavemente su dedo. La arena siguió su dedo. Se hacía más y más alta, todavía arremolinándose. Yo no podía creer lo que estaba viendo. Había creado un mini tornado de arena... con el dedo. Examiné su rostro, viendo concentración total mientras miraba hacia abajo a la arena. Ella levantó la vista de nuevo, mostrando una sonrisa maliciosa en mi dirección, y luego rápidamente estampó su mano hacia abajo. La arena dejó de girar y cuidadosamente volvió a caer en la caja. Todo el mundo me miraba. Mientras miraban la incomprensión en mi cabeza, yo podía sentir como todo mi sistema de creencias cambiaba y se transformaba, ya que se amplió y dio cabida a cosas como los mini tornados de arena creados por un solo dedo. —Esa es la cosa más genial que he visto nunca —dije lentamente—. Puede ser que tenga que ver eso otra vez. El rostro de Phoebe se iluminó con una sonrisa brillante y Carmen pasó un brazo alrededor de mi hombro. —No has visto ni la mitad de todo ello. —Sus ojos marrones bailaban con entusiasmo —Entonces, ¿qué es este lugar? Pensé que estaba siendo enviada aquí por las alucinaciones y las pesadillas. —Tal vez esa es la razón que le dieron a tus padres, pero cosas como las alucinaciones no serían realmente consideradas inusuales aquí en Lorelei —insistió Willow. Una sensación de alivio se apoderó de mí, pero fue rápidamente seguida por la incredulidad. —Así que... ¿todo el mundo aquí tiene... —No podía creer lo que estaba a punto de salir de mi boca—, “poderes”?
  • 54. Carmen se rió de mi elección de palabras. —Cada persona en Lorelei es un descendiente de un dios o una diosa del mar, incluida tú. Somos parte humana y, —Ella hizo una pausa para un efecto dramático—, parte ninfa del mar. —Está bien, espera. —Puse una mano para detenerla—. ¿Ninfa del mar? Si me dices que me va a crecer una cola y comenzaré a cepillarme el cabello con un tenedor, estoy caminando fuera de aquí ahora mismo. Escenas de la película La Sirenita me vinieron a la cabeza. Phoebe se derrumbó en un ataque de risa y Willow negó con la cabeza, riendo. —No querida. No hay tenedores y no hay colas. Pero todos tenemos sangre de ninfa de mar corriendo por nuestras venas, lo que significa que tenemos una conexión muy especial con el mar y la vida marina. También tenemos habilidades que supongo se podrían llamar poderes, pero son diferentes en función del dios del mar o diosa del que seas descendiente. Nosotras... — Ella movió su brazo en un círculo, abarcando a las cuatro—, somos Tydes, lo que significa que descendemos de una de las cincuenta Nereidas. —Sus ojos miraban a los míos, probablemente con la esperanza que no estuviera a punto de irme gritando de la habitación. —¿Nereidas? —Arrugué la nariz, no estaba segura de si quería saber la respuesta. —Las Nereidas son las cincuenta diosas del mar, también conocidas como las cincuenta hijas del mar. —Willow asintió hacia Phoebe—. Por ejemplo, Phoebe es descendiente de la diosa del mar Psámate. Ella es la diosa de la arena, por eso las capacidades de Phoebe para controlar la arena. —También tengo una conexión con las criaturas de la arena, lo cual está muy bien —me dijo Phoebe con orgullo. Me acordé de la conversación de esta mañana sobre el cangrejo. —Pero nuestras capacidades no llegan a su plena capacidad hasta que cumplimos los dieciocho años. Así que mientras estamos aquí, aprendemos cómo controlarlos y utilizarlos. —Entonces, ¿qué hay de ustedes? —Miré a Willow y Carmen—. ¿De quiénes son descendientes?, ¿Cuáles son sus habilidades?
  • 55. —Soy descendiente de Laneira, así que tengo la capacidad de curar — divulgó Willow. —¿Sanar? —le pregunté, sorprendida—. Quieres decir, ¿puedes curar a la gente? —Sí. —Ella sonrió. —Wow. —Esto se estaba volviendo más increíble por momentos. Carmen se inclinó hacia adelante. —Yo soy descendiente de Oritía que en latín significa olas furiosas. —Ella sonrió con malicia—. Por lo que puedo controlar las olas. —Uh. Es más como si las olas te controlaran a ti. —Phoebe se echó a reír—. Ella no ha conseguido aún controlar una. —¡Sí, lo hago! Sólo tengo que practicar más... —Miró a Phoebe y continuó con un poco menos de confianza—. En este momento sólo puedo hacerlo cuando me enojo, pero sigue siendo muy bueno. —Tratamos de permanecer fuera del agua cuando está practicando. Nunca se sabe cuándo va a formar un remolino y tragarte entera —bromeó Willow, y Carmen le lanzó una almohada. Sentí que me ponía un poco celosa de sus increíbles habilidades cuando me di cuenta de que me incluyó en su comentario de “Somos Tydes”. —¿Ustedes no saben de quién soy descendiente? —Valía la pena intentarlo, pero se limitaron a sacudir la cabeza. Miré mis manos—. No sé cuáles son mis habilidades o si hasta tengo alguna. —Froté el pulgar sobre mi marca. Si Kira tenía uno, significaba que... —Entonces, ¿tienen uno de estos como Kira?, ¿Eso quiere decir que es una Tyde también? —Levanté mi muñeca y más preguntas de lo que podía pedir en una conversación comenzaron a aparecer en mi cabeza. Carmen me cogió del brazo y todos observaron mi marca con curiosidad. —Sí, ella es una Tyde también. ¡Wow! ¡Nunca había visto una así! —chilló Phoebe. —Aprendimos sobre las distintas marcas en la clase, pero yo no recuerdo haber visto ésta en el libro. —Willow se sumió en una profunda reflexión.