Este documento describe los siete dones del Espíritu Santo: inteligencia, ciencia, sabiduría, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios. Cada don ilumina la mente y guía las acciones de los creyentes para comprender mejor a Dios y vivir de acuerdo con Su voluntad. Los dones ayudan a los fieles a profundizar en los misterios divinos, discernir entre lo bueno y lo malo, y servir a Dios y al prójimo con amor, coraje y reverencia.
Los dones del Espíritu Santo al servicio de la mente humana
1. El don de inteligencia
al servicio de la mente humana
Este don nos hace entrar en las
profundidades de Dios, nos da
el sentido divino.
2. Por medio de él, el hombre llega a
penetrar el sentido de la Palabra de Dios
contenida en la Revelación divina y no
sólo nos da luz para comprender la
Sagrada Escritura, sino que imparte a
todos los hijos de Dios, según las
necesidades de salud espiritual,
el sentido de todas las lenguas que nos
hablan de él:
3. enseñanzas del magisterio eclesiástico,
frases oídas al azar en nuestra
existencia cotidiana, por la calle, por la
radio, por la televisión...
4. El don de inteligencia nos descubre
el sentido profundo de los misterios
de Dios a través de las figuras y
símbolos de la liturgia y entabla
un diálogo perpetuo entre Dios y el
alma y va descubriendo la
verdad hasta el momento de ver a
Dios cara a cara".
5. El don de ciencia como
manifestación de la creación.
El don de ciencia nos
comunica la mirada de Dios
sobre todas sus obras como
fuente única de todas las
bellezas del universo.
6. La creciente inmensidad del
cosmos que nos descubre la ciencia
moderna y sus espacios infinitos
nos revela la sabiduría, la bondad
y el poder sin límites de Dios
nuestro Padre.
7. El don de ciencia es la fuerza por la
que nos sentimos atraídos hacia el
bien y por la que sentimos
repugnancia hacia el mal; nos dirige
hacia lo bueno y nos aparta de lo
malo; nos enseña cómo servirse de
las creaturas y cómo apartarse de
ellas;
8. emite un juicio infalible sobre los
verdaderos y falsos valores y no
se deja deslumbrar por el brillo
efímero de las cosas de este
mundo.
9. El don de sabiduría, la cima más
alta del pensamiento cristiano.
Todos los pueblos y culturas poseen
su tipo de sabiduría, según las
características propias de cada
pueblo y cada civilización.
10. El don de sabiduría organiza todo el
saber revelado, analiza la Palabra de
Dios y estudia cada uno de los
misterios cristianos, los cuales junta
en una síntesis orgánica en la que
todas las verdades hallan su sitio y se
conexionan armoniosamente.
11. Es la sabiduría que "Dios revela a los
pequeñuelos" (/Mt/11/25), una
sabiduría amorosa, de orden supra
científico. Mediante ella el hombre se
connaturaliza con Dios en todos los
planos del ser, del conocimiento, del
amor, de la acción y del gozo. Bajo su
luz la mirada del cristiano permanece
fija en Dios, abarcando en su campo
visual las verdades eternas y las
contingencias de la historia.
12. El don de consejo, guía
hacia Dios. El don de
consejo tiene precisamente
por fin dirigir nuestros
actos conforme al plan
eterno con que Dios
gobierna el mundo.
13. Nos permite entrar a formar parte de
los designios de la Providencia, todavía
entre las oscuridades de la fe, pero con
todo el impulso de nuestro amor y con
toda libertad. Siendo fieles a las
inspiraciones del Espíritu de consejo,
nos identificamos en cada uno de
nuestros actos con la voluntad de Dios,
regla suprema de toda perfección. "Yo
te haré saber y te enseñaré el camino
que debes seguir; seré tu consejero, y
estarán mis ojos sobre ti" (Sal.32,2).
14. El don de piedad,
regulador de la actitud
del hombre con Dios y
con el prójimo.
15. El don de piedad nos impele a
imprimir a todas nuestras
relaciones con Dios y con el
prójimo ese sentido filial y
fraterno que debe regular las
relaciones de los hijos de una
misma familia y nos comunica el
Espíritu de la familia de Dios.
16. El don de piedad nos muestra una
oración de alabanza y
petición; sentimientos admirativos y
de adoración en presencia de la
infinita grandeza de Dios;
confidencias íntimas, en las que se
exponen con sencillez a su Padre
celestial sus alegrías, sus
dificultades, sus angustias, sus
tristezas, sus miserias, sus
esperanzas... todo un mundo en el
que se desenvuelve el ser humano.
17. El don de fortaleza, fuerza
y fundamento de la vida
cristiana. En una religión
fundada por un Crucificado
y que comenzó
a implantarse a través de
tres siglos de persecuciones
y martirios, el don de
fortaleza juega un papel
18. En todo cristiano debe darse un
alma de apóstol y de mártir. En la
conducta diaria de muchos
católicos brilla por su ausencia la
audacia y la
magnanimidad necesarias para las
grandes empresas. El don de
fortaleza presenta dos tipos
diferentes de comportamiento: el
19. El heroísmo de lo pequeño
despliega su fuerza en la fidelidad
absoluta a las más humildes tareas
cotidianas, a los más minúsculos
deberes, lejos de todo raquitismo
espiritual, con la regia libertad del
amor. El heroísmo de lo pequeño
lleva al heroísmo de lo grande, que
resplandece en las grandes
empresas de los que ponen su
vida al servicio de Dios.
20. El don de temor, una actitud
religiosa fundamental. El don de temor
comunica al ser humano la convicción de que
Dios es infinitamente grande y el sentido de lo
sagrado y señala además la dependencia de
toda creatura respecto al Creador. El don de
temor no es un temor mundano fuente de
incontables capitulaciones por respeto
humano, ambición y sensualidad, ni tampoco
un temor servil sobre el que se basa su forma
de actuar, pero sí tiene cierta semejanza con
el temor filial: un temor a enturbiar las
relaciones entre padre e hijo. El don de temor
nos orienta hacia Dios, bien supremo, para
considerarle como Causa vengadora del
pecado que ofende a la majestad de Dios. Se
trata, pues, de un sentimiento muy fuerte que
nos inspira un odio al pecado y nos impulsa a
alejarnos de él. En el ejercicio de los dones
del Espíritu Santo, el hombre piensa, se
mueve y actúa a la manera de Dios.
21. Ciencia, según San
Agustín, es el
conocimiento de lo
pasajero, y sabiduría
es la Contemplación de
lo eterno.