1. CONFERENCIA DE FEDERICO GARCÍA LORCA
Lorca ha estado presente en nuestras vidas y obligaciones a lo largo de toda la navidad.
Hemos pasado la Nochebuena y la Nochevieja leyendo en familia sus diversos
romances, y hemos amanecido en Año Nuevo o Reyes con el único deseo de seguir
memorizando los ingentes símbolos y personajes que utilizaba. O quizás comenzamos
a saber de su existencia dos días antes del examen.
De cualquier forma, el ejercicio que todos hemos hecho antes o después ha sido
aprender la vida y obra del poeta, y también leer y analizar el Romancero Gitano.
Con la tranquilidad de haber pasado ya la prueba escrita, unos cuantos voluntarios nos
dirigimos la tarde del lunes 14 de Enero a la Biblioteca de Aragón, situada en la calle
Doctor Cerrada, para escuchar una conferencia sobre lo que habíamos estudiado para
el examen. Íbamos con la idea de ampliar nuestros conocimientos, de escuchar en
boca de expertos en la materia datos e información que desconocíamos.
Es honesto decir que no se cumplieron nuestras expectativas, en cambio, eso no
significa que, en mi caso, no disfrutara de la actividad. En lo que consistía realmente
era en la lectura de una conferencia escrita por el propio García Lorca hacia el año
1930, acompañada de la recitación a cargo de un grupo de actores de los distintos
poemas del Romancero.
Si bien habíamos de sobra escuchado ya todos esos poemas, y los habíamos leído una
y otra vez hasta incluso memorizarlos, la experiencia de oírlos bien recitados, en un
ambiente creado por el silencio y la música, fue muy satisfactoria. A través de la
entonación, la entrega y la pasión admirable de los diversos rapsodas, pudimos sentir y
vivir la Andalucía mágica, mítica y simbólica que el poeta creó años atrás.
Ese mundo de los gitanos, con su pasión y su deseo de libertad, nos invadió durante los
50 minutos que duró la conferencia.
Y una vez acabada, volvimos al mundo real y actual y cada uno se fue a su casa,
retumbando sobre su mente las palabras de un sabio espectador que, a gritos de
“¡Bravo, bravo!, o ¡Gozoso, gozoso!” supo describir mejor que nadie lo que todos
habíamos sentido.
Andrés Buesa Artal