La batalla de Tarapacá fue uno de los enfrentamientos más importantes de la Guerra del Pacífico. Fue una batalla sangrienta para los soldados chilenos, con muchas bajas, especialmente en el Regimiento 2o de Línea. A pesar del alto costo, la victoria en Tarapacá le dio a Chile el control de las ricas regiones salitreras. Los documentos resaltan el heroísmo de los soldados chilenos, particularmente del comandante Eleuterio Ramírez y otros oficiales del Regimiento 2o de Línea que dieron
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Los Héroes de Tarapacá. Por Eduardo Arriagada Aljaro
1. LOS HÉROES DE TARAPACÁ
27 DE NOVIEMBRE DE 1879
POR EDUARDO ARRIAGADA ALJARO
La batalla de Tarapacá constituyó uno de los encuentros más importantes, pero también uno de
los más complejos, de la Guerra del Pacífico. Su desarrollo táctico suele ser difícil de describir,
debido a las diversas incidencias que en él tuvieron lugar: hubo enfrentamientos tanto en el fondo
de la quebrada del mismo nombre, como en lo alto de los cerros que la rodean; por otra parte,
tuvo dos fases, separadas por un intermedio de tranquilidad, durante el cual los exhaustos
sobrevivientes chilenos de la primera de aquellas pudieron entregarse a un pequeño descanso, sin
advertir lo que a continuación les ocurriría.
Este hecho de armas es uno de los más gloriosos de la historia militar chilena, pues constituyó una
hecatombe para nuestros soldados que tomaron parte en ella: las bajas fueron cuantiosas, pero
ellos murieron en forma heroica. Y el legado que dejaron fue extremadamente importante para
nuestro país, el cual quedó en posesión de la rica región de Tarapacá, la cual poseía los más
importantes depósitos de salitre, junto con la región de Antofagasta. De esta forma, toda la zona
salitrera quedaba dentro de la soberanía del Estado de Chile, al cual dio, posteriormente, muchos
años de prosperidad económica y material, constituyendo el salitre la gran renta de Chile. Y todo
esto fue gracias a los bravos militares chilenos que sacrificaron su vida por el engrandecimiento de
su patria.
Como ya se indicó, los muertos y los heridos fueron numerosos y también fueron varios los
cuerpos militares chilenos que participaron en este encuentro. Destaca uno en particular, el cual
sufrió la mayor proporción de bajas: el Regimiento 2º de Línea. Tanto sus jefes, como sus oficiales,
sus suboficiales y sus soldados, protagonizaron un heroico sacrificio que terminó diezmando a la
mayor parte de esta unidad.
Tan pronto como terminó esta acción bélica, comenzaron a emitirse los primeros documentos que
hicieron referencias a aquella; se trató principalmente de telegramas y partes de guerra, que
dieron cuenta de las primeras noticias que llegaron al resto del Ejército de Operaciones del Norte y
del país entero:
“La división que atacó a la fuerza enemiga de Tarapacá se componía de 2,300 hombres de las tres
armas bajo las órdenes del coronel Arteaga. Según los datos que se tenían, suponíamos que habría
de 2 a 3.000 peruanos; pero en realidad había como 6.000. El combate duró 8 horas, habiéndose
retirado nuestras tropas, por habérseles agotado las municiones y estar muy fatigadas, a las 6
P.M. La retirada se hizo con todo orden y en presencia de las fuerzas enemigas que no intentaron
perseguirnos. Dos horas más tarde principiaron su retirada las tropas peruanas, abandonando la
ciudad, los muertos, heridos, ambulancias, i dejándonos dueños de todo, de lo cual se tomó
posesión al día siguiente. Individuos de tropa muertos en la jornada, 468; heridos, 186;
2. prisioneros, 56, según noticias no del todo seguras. Total de bajas, 710. Estas cifras pueden sufrir
alguna alteración, porque todavía quedan soldados dispersos”. 1
El mismo General en Jefe del Ejército de Operaciones del Norte, Erasmo Escala, informó al
Ministro de Guerra acerca del sacrificio del 2º de Línea y de varios oficiales:
“Los cuerpos que tomaron parte en esta reñida acción han tenido que lamentar sensibles pérdidas
en el personal de sus oficiales y tropa, principalmente el regimiento 2º de línea, que por la posición
que ocupaba sostuvo lo más recio del ataque, y ha visto desaparecer sus dos jefes y muchos otros
oficiales. El primer comandante de este regimiento, teniente coronel don Eleuterio Ramírez,
sucumbió en el campo de batalla, que en tantas ocasiones había salvado con gloria para su carrera
militar, y conquistándose el alto puesto que ocupaba, rodeado del aprecio y estimación de sus
superiores, compañeros y subalternos, que hoy tributan merecido homenaje a sus preclaras
virtudes”. 2
También el General en Jefe mencionó a otros ilustres fallecidos, como también a todos los que
cayeron en esta gloriosa jornada:
“El segundo jefe del cuerpo [el 2º de Línea], teniente coronel don Bartolomé Vivar, fue gravemente
herido y falleció tres días después en el campamento, legando a sus compañeros de armas un
honroso ejemplo que ellos sabrán recordar haciéndose dignos de él. Cayó también en el campo el
segundo comandante del batallón Chacabuco, sargento mayor don Polidoro Valdivieso, que con su
contracción había logrado granjearse la confianza de sus jefes y del cuerpo a que pertenecía, y que
ha sostenido con honra el puesto a que lo habían hecho acreedor su reconocido valor y
competencia. Y en la muerte de los nobles jóvenes que con espontánea abnegación han ofrecido su
vida en aras de la patria, tiene ella justos motivos de enorgullecerse al contemplar su desprendido
y puro patriotismo por sostener la honra de la nación, y por cuyo honor han rendido su vida”. 3
Por su parte, el jefe de la División de Operaciones sobre Tarapacá, coronel Luis Arteaga, elevó su
propio parte el General en Jefe del Ejército de Operaciones del Norte, en el cual dio cuenta de lo
cruenta que fue esta acción de guerra, pero también del valor demostrado por los soldados
chilenos. Ya para entonces esta efeméride comenzó a ser recordada como una de las más gloriosas
de la historia militar de nuestro país:
“No conozco aun las bajas que hemos experimentado; pero por muy considerables que ellas sean,
creo que siempre esta acción será considerada como un lustre para nuestro ejército. Ningún
soldado abandonó su arma ni dejó de disparar mientras tuvo a su alcance al enemigo, que ha
sufrido pérdidas muy considerables. Entre las pérdidas mas dolorosas debo contar la del
comandante del 2º de línea, don Eleuterio Ramírez, cuyo paradero aun se ignora; la del segundo
comandante, don Bartolomé Vivar, muerto durante la primera parte de la jornada; la del sargento
mayor del batallón Chacabuco, don Polidoro Valdivieso, y la de muchos valientes y distinguidos
oficiales que han rendido su vida en la flor de la edad sosteniendo la gloriosa enseña de nuestra
1
Telegrama; Iquique, 5 de diciembre de 1879; por Rafael Sotomayor; contenido en Pascual Ahumada
Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y Librería Americana, 1885, página 185.
2
Parte; Campamento de Santa Catalina, 5 de diciembre de 1879; de Erasmo Escala para el Ministro de
Guerra; contenido en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y
Librería Americana, 1885, página 187.
3
Parte; Campamento de Santa Catalina, 5 de diciembre de 1879; de Erasmo Escala para el Ministro de
Guerra; contenido en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y
Librería Americana, 1885, página 187.
3. patria. Cuando tenga a la mano los partes de los comandantes de cuerpos, comunicaré a V.S. los
nombres de todos estos nobles hijos de Chile, así como también los de aquellos que más se han
distinguido en esta desigual contienda.” 4
El mismo coronel Arteaga, en otro parte expedido días después del anterior, indicó cifras más
exactas de bajas dentro del contingente chileno que peleó en esta batalla:
“Según cálculos, el enemigo perdió en esa jornada 800 hombres muertos, 178 heridos que se
encontraron en la ambulancia y casas del pueblo, sin tomar en cuenta los que se haya llevado
consigo, calculado en 300. De jefes y oficiales muertos o heridos del enemigo, se hace subir el
número a 66. […] Por nuestra parte, hemos sufrido también pérdidas de consideración, pero
inferiores a las del enemigo, y son las siguientes: 3 jefes y 18 oficiales muertos, y 21 oficiales
heridos. Individuos de tropa hemos tenido, muertos, 525; heridos, 191, y 16 desaparecidos. Estas
cifras no son rigorosamente exactas, porque casi día por día se presentan algunos individuos de
tropa a quienes se creía muertos o prisioneros del enemigo.” 5
A continuación, el mismo coronel Arteaga dio cuenta de las bajas de cada cuerpo integrante de la
división chilena. Se destacan aquellas relativas al 2º de Línea, que fueron las siguientes:
“Jefes y oficiales muertos._ Tenientes coroneles: comandante del regimiento, don Eleuterio
Ramírez y segundo jefe, don Bartolomé Vivar. Capitanes ayudantes; don Diego Garfias Fierro, don
Ignacio Silva y don José Antonio Garretón. Teniente, don Jorge Cotton Williams. Subtenientes: don
Telésforo Guajardo, don Belisario López, don Clodomiro Bascuñán, don Telésforo Barahona, don
José Tobías Morales y don Francisco 2º Moreno. Oficiales heridos._ Capitanes: don Bernardo
Necochea, don Emilio Larraín y don Abel Garretón. Subtenientes: don Víctor Errázuriz, don Pedro
Párraga, don Manuel Larraín, don Ricardo Bascuñán, don Enrique Tagle Castro, don Emilio Herrera,
don Manuel Luis Olmedo y don Domingo Jofré. Tropa._ Muertos, 334, y heridos, 69.” 6
En cuanto al parte que el comandante subrogante del Regimiento 2º de Línea elevó al jefe de la
división chilena, Luis Arteaga, se aprecian en este documento los sentimientos de los
sobrevivientes de Tarapacá respecto de sus compañeros que perdieron la vida en dicha acción de
guerra:
“En este desigual ataque perecieron jefes y varios oficiales de los nuestros, viéndose los
sobrevivientes en la terrible situación de buscar la retirada por en medio de las filas enemigas,
forzando estas y abriéndose paso a espada y bayoneta. Con pena participo a V.S. que el regimiento
2º he tenido el profundo sentimiento de perder en el combate de que he hecho mención a su
querido y distinguido primer jefe, comandante don Eleuterio Ramírez, y al no menos apreciable
teniente coronel don Bartolomé Vivar, cuyos jefes, siempre al frente de su tropa y animándola con
la voz y con el ejemplo, pelearon con un valor y heroísmo dignos de los mayores elogios. Asímismo
todos los sobrevivientes de este regimiento lamentamos en alto grado la muerte de los dignos y
4
Parte; Campamento de Santa Catalina, 29 de noviembre de 1879; de Luis Arteaga para el General en Jefe;
contenido en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y Librería
Americana, 1885, página 188.
5
Parte; Campamento de Santa Catalina, 4 de diciembre de 1879; de Luis Arteaga para el General en Jefe;
contenido en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y Librería
Americana, 1885, páginas 188 y 189.
6
Parte; Campamento de Santa Catalina, 4 de diciembre de 1879; de Luis Arteaga para el General en Jefe;
contenido en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y Librería
Americana, 1885, página 189.
4. valientes oficiales cuyos nombres encontrará V.S. en la nómina que tengo el honor de adjuntarle
por separado.” 7
Mas adelante, el mismo remitente agregó:
“En cuanto a los que tuvieron la suerte de salvar de este terrible y sangriento combate, me es muy
grato expresar a V.S. que todos ellos, oficiales y tropa, se han comportado tan dignamente como
cabe a todo buen chileno amante de su querida patria, pues el valor, arrojo y entereza desplegados
en la pelea, no pueden sino merecer el mas grande y justo encomio de mi parte, como creo lo
merecerán de V.S., que siempre ha sabido distinguir el valor y el heroísmo.” 8
El Diario Oficial publicó en su editorial la biografía y la hoja de servicios de Eleuterio Ramírez, en
las cuales describió su vida militar y sus virtudes castrenses. Acerca de su desempeño en la batalla
de Tarapacá señaló:
“Todos los informes trasmitidos del teatro de la guerra están conformes en presentar a Ramírez al
frente de sus dignos subalternos, rivalizando con ellos en serenidad, en ímpetu y en resistencia.
Herido una primera vez, desoyó esta advertencia de la muerte y con ella los afectuosos ruegos de
sus oficiales, que le suplicaban que se retirase del campo, siquiera en busca de una primera cura.
La naturaleza de Ramírez era demasiado caballeresca y heroica para ceder el puesto del peligro a
la primera sangre. Apenas fue posible que aceptara una venda a la ligera en el herido brazo y
atando a este las riendas con que gobernaba su caballo y empuñando con el otro la espada,
lanzóse a lo más recio del peligro y a lo mas nutrido del fuego a probar que, como de Josías de
Rantzau, también podía decirse de él que solo cuidaba de conservar enteros el corazón y el honor.
Esta visión sublime del soldado que se desangre combatiendo, fue la última que alentó y regocijó
solemnemente a los oficiales y soldados de su glorioso regimiento. Luego en la confusa brega de
aquel combate, en que las olas del valor chileno no conocían lo que traían o lo que llevaban en su
terrible flujo y reflujo, nadie supo a ciencia cierta como rindió su vida el valeroso Ramírez, si bien
hay quienes presumen y aun aseguran que el enemigo se deshonró una vez mas irrespetando en
aquel la bravura del veterano y la jerarquía del jefe, como se dice que profanó en Urriola las
gracias de la juventud realzadas por el heroísmo.” 9
Como ya se afirmó, el sacrificio de estos nobles y heroicos hombres de armas chilenos significó
para nuestro país la posesión de la rica región de Tarapacá. Tan pronto como esta última dejó de
ser teatro de guerra, se fue reanudando la actividad salitrera, con lo cual nuestro país pudo
financiar el esfuerzo de guerra que tuvo que desplegar para poder ganar este conflicto. Y todo esto
gracias al papel desempeñado por todos estos hombres.
¡Qué hubiera sido del desenlace de la Guerra del Pacífico para nuestro país si no hubiera sido por
el rol que cumplieron todos estos jefes, oficiales, suboficiales y soldados que combatieron con
valentía, ofrendando su vida en favor del triunfo y del engrandecimiento de Chile!
7
Parte; de Liborio Echanes para el coronel Luis Arteaga; Santa Catalina, 1º de diciembre de 1879; contenido
en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y Librería Americana,
1885, página 190.
8
Parte; de Liborio Echanes para el coronel Luis Arteaga; Santa Catalina, 1º de diciembre de 1879; contenido
en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, Imprenta y Librería Americana,
1885, página 190.
9
Editorial del “El Diario Oficial”; contenido en Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Tomo II,
Valparaíso, Imprenta y Librería Americana, 1885, páginas 217 y 218.