Este documento presenta los resultados de investigaciones arqueológicas recientes en los municipios de Urrao y Frontino, Antioquia. Resume cinco periodos históricos de ocupación humana en la región desde hace 8,350 años, e incluye hallazgos como asentamientos, túmulos funerarios y cambios en la densidad demográfica. También aborda la invasión española en el siglo XVI, el poblamiento embera y afrodescendiente posterior, e insta a proteger el patrimonio arqueológ
5. presentación
NOTA INTRODUCTORIA
INVITACIONES A LA LECTURA
POR LOS CAMINOS DE TONÉY NUTIBARA
SAQUEO,GUAQUERÍA,ARQUEOLOGÍAY SITIOS SAGRADOS
MEMORIAS DE LA TIERRA
Periodo 1 (entre 8350 y 3000 años de antigüedad)
Periodo 2 (entre 3000 y 2000 años de antigüedad)
Los perúes o túmulos funerarios
Periodo 3 (entre 2000 y 1200 años de antigüedad)
Periodo 4 (entre 1200 y 400 años de antigüedad)
Periodo 5 (entre 400 y 100 años de antigüedad)
El poblamiento embera de las vertientes cordilleranas
La presencia de las comunidades afrodescendientes en
las cuencas de los ríos Arquía y Murrí
CLAVES PARA CONOCER,VALORAR Y PROTEGER EL PA-
TRIMONIO ARQUEOLÓGICOY PALEONTOLÓGICO
FUENTES DE CONSULTA
tabla de contenido
( 5 )
( 6 )
( 7 )
( 10 )
( 18 )
( 30 )
( 33 )
( 41 )
( 42 )
( 51 )
( 57 )
( 66 )
( 68 )
( 75 )
( 80 )
( 86 )
6.
7. (( 7 ))
presentación
En Antioquia la más educada gene-
ramos oportunidades para la apropiación
social del patrimonio cultural. Es por eso
que la adjudicación de los recursos para
el patrimonio cultural, que provienen del
impuesto nacional al consumo sobre la
telefonía móvil, se basa en criterios estric-
tamente técnicos que permiten que los
municipios del Departamento prioricen
sus necesidades en el reconocimiento,
salvaguardia y apropiación social del pa-
trimonio cultural. Es así como el Institu-
to de Cultura y Patrimonio de Antioquia
viene financiando propuestas que involu-
cran las diferentes acciones relacionadas
con la gestión integral del patrimonio en
las subregiones del Departamento.
La presente publicación contiene
los resultados de investigación de dos
proyectos que buscan dar el primer paso
para la gestión del patrimonio: su inves-
tigación y documentación. Para los mu-
nicipios de Urrao y Frontino es clave el
conocimiento de su historia a partir de
investigaciones científicas que permiten
conocer de primera mano cuales son los
sitios que se debe salvaguardar por sus
contenidos arqueológicos y que eviden-
cien sus características culturales y tem-
porales, contribuyendo a la construcción
de un marco interpretativo para las anti-
guas ocupaciones humanas del Occiden-
te del Departamento.
Pero más allá del valor científico de
los proyectos de investigación, se quie-
re resaltar la fuerza que tienen para el
afianzamiento de la identidad cultural y
la apropiación social del patrimonio. En
el proceso participaron agentes culturales
y vigías del patrimonio, se dieron espa-
cios de formación y socialización con las
comunidades locales y finalmente se en-
trega este documento en el cual la termi-
nología científica y académica se hace a
un lado para dar paso a un texto ameno y
compresible, que sin perder rigor permite
que nos acerquemos a la interpretación
del pasado prehispánico e incluso más re-
ciente de esta región de Antioquia.
JUAN CARLOS SANCHEZ RESTREPO
Director
Instituto de Cultura y Patrimonio
de Antioquia.
8. (( 8 ))
Esta publicación es el resultado de los
proyectos de inventario del patrimonio
arqueológico inmueble, de los muni-
cipios de Urrao y Frontino, realizados
durante el año 2013 en el marco de la
Convocatoria de Iniciativas en Patrimo-
nio Cultural. Esta convocatoria fue pro-
movida por el Ministerio de Cultura y la
Gobernación de Antioquia, mediante el
Instituto de Cultura y Patrimonio. Ob-
tuvo además el apoyo de las alcaldías
municipales de Urrao y Frontino, y del
Instituto de Estudios Regionales de la
Universidad de Antioquia–INER.
Estos proyectos se suman a investigacio-
nes realizadas en años anteriores, con
apoyo de la Fundación de Investigacio-
nes Arqueológicas Nacionales, la Gober-
nación de Antioquia y el municipio de
Frontino; han apoyado también Empre-
sas Públicas de Medellín, el Comité para
NOTA INTRODUCTORIA
el Desarrollo de la Investigación-CODI y
el INER de la Universidad de Antioquia.
Los resultados de estos proyectos son
incorporados en esta publicación, pues
se constituyen en antecedentes fun-
damentales de investigación, sobre un
tema poco estudiado en la región. Este
programa de investigaciones en el Oc-
cidente de Antioquia, se encuentra ads-
crito al Grupo Estudios del Territorio del
INER y se han beneficiado de la Estrategia
de sostenibilidad 2012-2104 del CODI de
la Universidad de Antioquia.
La presente publicación se encuentra
acompañada de un mapa general en for-
mato poster titulado Territorios Arqueo-
lógicos de Urrao y Frontino, donde se
ofrece una distribución geográfica de las
áreas hasta ahora investigadas, así como
de los sitios arqueológicos identificados.
9. (( 9 ))
Son múltiples los reportes que desde
el siglo XVI informan que en nuestra
región existió una cultura antigua im-
portante, lo cual se evidencia en un po-
tencial arqueológico abundante para el
desarrollo de investigaciones; ésta es la
razón de que cada vez sean más los ha-
llazgos de vestigios que permiten a los
investigadores una interpretación cientí-
fica de los procesos históricos precolom-
binos y más recientes que son comunes
en nuestra región comprendida entre
Urrao y Frontino.
La presente publicación además de
contener los resultados de investigacio-
nes arqueológicas recientes en Urrao y
Frontino, reúne como antecedentes las
anteriores investigaciones realizadas en
la región. Desde la década de 1990, se
han venido documentando evidencias
arqueológicas en la cuenca del Rio He-
rradura (entre Cañasgordas, Abriaquí y
Frontino), en el Valle de Nore, en Mu-
singa, en Rio Verde y más recientemente
en Caráuta; una abundante cantidad de
sitios arqueológicos correspondientes a
INVITACIONES A LA LECTURA
asentamientos humanos que se remon-
tan a unos ocho mil años de antigüe-
dad. En Urrao las investigaciones apenas
han comenzado, pero es evidente que la
historia precolombina y colonial de este
municipio posee aspectos comunes a la
de Frontino, lo cual relaciona las figuras
de los caciques Toné y Nutibara.
En el texto se establece una serie de cinco
periodos históricos, y según los hallazgos
relacionados a cada uno de ellos, se in-
terpretan transformaciones en las for-
mas de los asentamientos, la densidad
demográfica y las tecnologías de pro-
ducción de artefactos. Para los periodos
más recientes se incluyen la invasión es-
pañola en siglo XVI, el periodo colonial y
el poblamiento de comunidades chocoés
hacia estas regiones de Urrao y Frontino,
conformando asentamientos por parte
de los ancestros de los embera.
Esta publicación también presenta las
normas estatales de protección de los
sitios y piezas precolombinas, entre las
que se establece la prohibición de la
10. (( 10 ))
guaquería y la comercialización de pie-
zas arqueológicas, así como la necesidad
de realizar estudios de arqueología de
forma previa a la realización de proyec-
tos de explotación de minerales u obras
de infraestructura, para determinar si allí
existen vestigios arqueológicos, y en tal
caso, aplicar medidas para su protec-
ción, estudio y valoración.
También se exhorta a las autoridades de
Urrao y Frontino para que “incorporen
adecuadamente medidas de gestión del
patrimonio arqueológico en sus esque-
mas de ordenamiento territorial y que
apoyen procesos tendientes a la declara-
toria de áreas arqueológicas protegidas”
Es oportuno anotar que Las evidencias
arqueológicas recuperadas de las exca-
vaciones en estos territorios reposan en
la Universidad de Antioquia, donde esta
disponibles para el conocimiento de los
interesados. Pero es necesario adelantar
gestiones para que estas sean conserva-
das en museos creados en los respectivos
municipios de origen.
Esta publicación está escrita en un len-
guaje entretenido y comprensible para
quienes no entenderíamos el discurso
técnico de la arqueología; va dirigida
a docentes que verán en la cartilla una
herramienta fácil de recrear este conoci-
miento con sus alumnos, a los funciona-
rios de las entidades municipales, a los
gestores culturales, a las organizaciones
y corporaciones culturales, a los consejos
municipales de cultura de ambos mu-
nicipios, a sus centros culturales, a los
grupos de vigías del patrimonio, a los
cabildos indígenas, los consejos comuni-
tarios, y a la comunidad en general
Es necesario este llamado a la valoración
de una riqueza que es patrimonio cultu-
ral nuestro, como son, por ejemplo, los
perues o túmulos funerarios, evidencias
aún vigentes y abundantes en los paisa-
jes de Frontino y Urrao, y que correspon-
den a lugares ceremoniales y monumen-
tos precolombinos.
Al arqueólogo Carlo Emilio Piazzini Sua-
rez y a su equipo de investigación con-
formado por antropólogos, estudiantes
de antropología y colaboradores locales:
campesinos, jóvenes vigías del patrimo-
nio local y gentes de la comunidad en
general; a todos ellos inmensa admira-
ción y gratitud por su entereza en es-
tos asuntos que tanto apasionan y que
dimensionan nuestro patrimonio históri-
co, cultural y arqueológico; lo visibiliza,
lo fundamenta como una herramienta
sólida para gestionar políticas locales re-
gionales y nacionales de conservación y
prevención.
Horacio Quirós Toro
Gestor cultural, Municipio de Frontino
11. (( 11 ))
Colón por error descubrió América; me-
dio siglo después por otro error lleno de
sed de oro, se descubrió la “gran nación
Catía”, llamada así por los cronistas es-
pañoles por ser tan numerosos sus ha-
bitantes, sus lenguas tan variadas y sus
territorios tan extensos. Los catíos que
poblaron el occidente antioqueño, tuvie-
ron como uno de sus principales asenta-
mientos la población de Urrao, que en su
época se extendió hasta los límites con el
Atrato y fue el lugar destinado para que
Toné defendiera sus tierras y posesiones,
es decir es el escenario local de una cul-
tura, el punto de partida de nuestra his-
toria, patrimonio e identidad.
Al proceso de invasión le sigue uno de
colonización con la imposición de una
cultural totalmente diferente, que trans-
formó la cultura autóctona, de la cual
solo quedan huellas que se van perdien-
do en el tiempo; pero como “si aquellos
que fueron”, no quisiesen ser olvidados,
van surgiendo de diferentes lugares de
nuestro municipio testimonios mate-
riales, indicios arqueológicos como los
hallados desde la época de los 90 hasta
nuestros días en Venados, Calles, Valle
de Perdida, Murri, Guapantal, Chuscal,
El Paso, El Indio, El Pesetas, La Florida, El
Escubillal, San José Arriba, La Rapulosa,
Pavón y otros lugares que esperan mu-
dos, ignorados por el desconocimiento
de su valor cultural y su importancia para
la historia, pero que hoy gracias al interés
de algunos profesionales en el área po-
dremos conocer como parte de un lega-
do que ha estado perdido en el tiempo.
Huellas, un pasado en presente.
Wilmar Vélez Aguirre
Gestor cultural, Municipio de Urrao
13. (( 13 ))
T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
¿Quién en Urrao
y Frontino no ha
escuchado hablar de
Toné y Nutibara?
L
egendarios caciques que hace más
de cuatrocientos años hicieron par-
te del choque entre el mundo eu-
ropeo y americano, defendiendo sus te-
rritorios en lo que hoy es el occidente de
Antioquia en sus vertientes al río Atrato.
Nutibara y Toné evocan memorias pro-
fundas de la presencia indígena, que se
alimentan y actualizan en narraciones
orales y escritas de diferente origen:
unas provenientes de lo transmitido por
los descendientes indígenas de genera-
ción en generación; otras derivadas de lo
anotado por los escribanos españoles, ya
fuera de lo presenciado por ellos mismos
o de lo narrado por sus compañeros.
Contadas desde diferentes visiones del
enfrentamiento entre propios y extraños,
y recreadas desde distintas valoraciones
acerca de lo que ha significado, siglos
después, el legado español o indígena
en estas tierras, dichas memorias no son
caprichosas. Confluyen, sin perder sus
particulares tonos, en ciertos aconteci-
mientos y vestigios materiales que les
son comunes.
Decía hace pocos años Don Vicen-
te Bailarín en la comunidad emberá-ca-
tío del Llano en Frontino, que el caci-
que Nutibara “fue quien llegó primero
aquí… En ese tiempo el indígena no era
como nosotros así. No conocía el pa-
dre. Nutibara conversaba como estamos
aquí nosotros, conversaba con el diablo.
Cuando llegaron los españoles, como co-
gían a los indígenas, el diablo ayudó para
que hicieran unas sepulturas grandes,
para hacer ese perú”. Perúes o pirúes,
así es como llaman en esta región a los
túmulos, esos monumentos funerarios
y ceremoniales precolombinos construi-
dos con montículos de tierra. Todavía
los túmulos hacen parte de los paisajes
locales, evocando historias de caciques
14. P O R L O S C A M I N O S D E T O N É Y N U T I B A R A
(( 14 ))
que se enterraron con sus atuendos do-
rados, ante el acoso de los europeos por
saquear sus riquezas.
Lo expresado por Don Vicente Bai-
larín encuentra semejanza con lo dicho,
en otro tiempo, por un escribano espa-
ñol. Hace más de cuatrocientos cincuen-
ta años Pedro Cieza de León, quien hizo
parte de una de las primeras expediciones
españolas que llegaron a las montañas
del noroccidente de Antioquia, escribía
en sus memorias que Nutibara era el ca-
cique reinante en la provincia de Guaca.
Hijo de Anunaibe y hermano de Quinun-
chú, a este cacique debían obediencia y
llevaban en hombros los principales seño-
res de esas tierras. Escribía también Cie-
za de Léón, que en lengua nativa Guaca
era el diablo, quien bajo la figura de un
tigre alertó a los comarcanos sobre la lle-
gada de los europeos. Ocurrió entonces
que por consejo suyo, tomaron las armas
para la guerra y escondieron sus tesoros
en templos donde lo adoraban.
Este escribano español pudo ver los
perúes o túmulos funerarios, pues dice
que en aquella región al morir los seño-
res principales, les hacían sepulturas tan
grandes como pequeños cerros, bajo los
cuales eran enterrados en bóvedas enlo-
sadas junto con algunas de sus mujeres
y sirvientes, para que bajasen más acom-
pañados a los infiernos.
Como se sabe, en nombre de la fe
cristiana y las misiones de evangelización,
las creencias indígenas fueron calificadas
por los europeos de idolatrías, mientras
que sus divinidades fueron satanizadas.
Por eso, es que en los relatos escritos por
los españoles Guaca fue descrito como un
demonio y las formas de enterramiento
indígena como un preparativo para viajar
al infierno. Y es por eso que en la tradi-
ción oral de los emberas, Nutibara puede
aparecer como un aliado del diablo.
A pesar de todo, la figura de Nuti-
bara ha sido exaltada en las memorias
locales. Para los embera representa el
vínculo de su pueblo con épocas que
antecedieron la presencia de los misio-
neros españoles. Y para los historiadores
locales es una figura de arraigo a su terri-
torio. Ramón Antonio Elejalde Escobar,
historiador de Frontino, compuso hacia
1943 un poema dedicado a Nutibara, en
una de cuyas estrofas dice:
“Cual Cheops orgulloso en roca dura
fabricó su sepulcro Nutibara,
para que altiva y libre su figura
jamás el español la profanara…”
Como una proclama, hasta hace
poco esta poesía aparecía escrita en la
pared de un local del corregimiento de
Nutibara, asentamiento formado al vai-
vén del camino que de Frontino conduce
hacia Murrí. Dicen aquí que en un alto
de las montañas que rodean el pueblo,
alguien encontró en un perú las alhajas
del cacique, otros dicen que sus riquezas
jamás se hallaron. Para conmemorar la
memoria del cacique, además de llevar
su nombre, en el parque de Nutibara se
erige una estatua del personaje, en ague-
rrida posición, obra de Mariano Restrepo
(ver figura 1). Y tradicionalmente, cada
dos años, la presencia de Nutibara es re-
novada, cuando se realizan fiestas popu-
lares que llevan su nombre.
En Urrao, Toné es lo que Nutibara
para las gentes de Frontino: símbolo de
arraigo, defensa de lo propio, autonomía
e identidad, todo ello en medio de las
aceleradas transformaciones del mundo
contemporáneo. De Toné es muy co-
nocida la semblanza que hace más de
cuatro siglos imaginó el cronista español
15. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 15 ))
Juan de Castellanos, a partir de narracio-
nes que recibiera de compañeros suyos
que recorrieron la región:
“Gallardo, mozo, suelto, bien dispuesto
De fuerzas monstruosas y atrevido,
En quien nunca jamás hubo descuido
Para se defender de los contrarios”
Esta estrofa, que describe a quien
presentó tenaz resistencia a los españo-
les en su fortaleza del valle de Penderis-
co, se recita y escribe por doquier en los
libros de historia y en los monumentos
conmemorativos de Urrao, donde ade-
más suele encontrarse esta otra, en la
cual Castellanos puso en boca de Toné
la siguiente advertencia:
“Llegaos un poco más acá, cristianos,
Por el tributo que se os adereza:
Dejaremos las armas de las manos
Para ponéroslas en la cabeza;
Y aún de vosotros a los más lozanos
Tengo de desmembrar pieza por pieza
Porque si padecéis muerte prolija,
La paz que me pedís quedará fija”
Figura 1. Estatua del cacique Nutibara en el parque
del corregimiento de Nutibara en Frontino.
16. P O R L O S C A M I N O S D E T O N É Y N U T I B A R A
(( 16 ))
Jaime Celis Arroyave, historiador
urraeño, ha visto en esta actitud y en la
resistencia que opuso Toné a los espa-
ñoles la “primera proclama y declaración
de libertad e independencia entre noso-
tros”. Y es que Toné ha sido valorado
por escritores y artistas de Urrao como
figura tutelar del territorio. El poeta Elio-
dino Durango Rueda, decía ya a inicios
del siglo XX al referirse al Penderisco:
“Este es el río de Toné, el valiente,
el río que refresca las riberas
del valle, con la fuerza omnipotente
de un dios enloquecido de quimeras”.
Actualmente, una estatua situada en
el parque principal de Urrao, elaborada
por el maestro Humberto Elías Vélez, ofre-
ce una figura estilizada de Toné tutelando
en su regazo el nacimiento del río Pende-
risco (ver figura 2). Desde hace tiempo,
cada año los urraeños celebran sus fiestas
populares en honor al Cacique Toné.
La importancia de Nutibara y Toné
en las tradiciones culturales, así como su
presencia en hitos del paisaje y en espa-
cios públicos de Frontino y Urrao, es la
cara visible de procesos históricos que
por lo general han sido invisibilizados.
La exaltación de los orígenes hispanos
del pueblo antioqueño, las gestas de los
héroes criollos asociados con la indepen-
dencia y el tesón de aquellos campesinos
que conformaron la colonización paisa,
han cubierto capa tras capa, el subsue-
lo histórico al cual remiten las figuras de
estos caciques. Subsuelo que no es sólo
el de las historias precolombinas, sino
que incluye los procesos de resistencia
y configuración étnica que en el perio-
do colonial y republicano posibilitaron la
presencia actual de las comunidades em-
bera-catío en el occidente de Antioquia y
en la cuenca del Pacífico.
También comparten esta posición
subterránea las memorias sobre los pro-
cesos de cimarronaje y manumisión de
los grupos de origen africano esclaviza-
dos durante la Colonia, que explican el
origen y presencia actual de las comu-
nidades afrodescendientes en las cuen-
cas de los ríos Arquía, Murrí y Atrato.
Pero aún más soterrados se encuentran
aquellos procesos por los cuales grupos
indígenas, negros, europeos o criollos
interactuaron entre sí para producir in-
finitas formas híbridas de la cultura, las
cuales suelen simplificarse bajo la figura
del mestizo, cuando no son ocultadas
por viejas y nuevas maneras de purificar
el origen hispánico, africano o america-
no de las sociedades que hoy coexisten
en estos territorios.
El carácter subterráneo de estos
procesos se hace visible en ciertos relatos
locales. Dicen que hace siglos existía un
camino que desde las minas de oro del
Cerro y pasando por debajo del Páramo,
comunicaba a Frontino con Urrao. Cuenta
la tradición oral embera-catío, que ese tú-
nel fue hecho por sus ancestros, y se oye
decir a algunos campesinos que éste co-
menzaba en la Cueva del cacique Nutiba-
ra, en la vereda El Limo de Frontino, y salía
por la Cueva del cacique Toné en la vere-
da Pabón de Urrao. Al penetrar en esas y
otras cavernas, se encuentra sin embargo
que concluyen o se interrumpen pronta-
mente por derrumbes o sólidas peñas. En
su interior se ven recovecos que proba-
blemente corresponden a viejos desvíos o
también a huellas de aquellos que lleva-
dos por la promesa de un tesoro, excava-
ron obstinadamente en la peña viva.
Imagine el lector que la búsqueda
de vestigios y la interpretación de los
procesos históricos que han conducido
a lo que son hoy los territorios y gen-
tes de Frontino y Urrao, se parece a la
exploración de estas cuevas. Cargados
17. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 17 ))
de leyendas, misterios y promesas, es-
tos socavones terminan sin embargo
allí donde las acciones recientes de los
humanos han alterado o sepultado sus
galerías, o donde el olvido absoluto del
pasado se impone como una peña viva.
Imagine también, pese a todo lo ante-
rior, que es posible hallar una comunica-
ción subterránea entre esas historias casi
completamente sepultadas de Frontino y
Urrao, cuyos indicios emergen en forma
de caciques legendarios, tesoros fabu-
losos, sepulturas y perúes que indican
historias mudas y geografías invisibles de
antiguos territorios y lugares sagrados.
Pero en esa tarea hay que enfrentar
otra barrera: los límites y limitaciones que
ha impuesto la geografía política más re-
ciente. La definición de los límites muni-
cipales han tendido a separar, más que
a unir, los municipios de Urrao y Fronti-
no. Y la primacía política y económica de
Medellín, ha provocado que la prioridad
haya sido comunicar estos municipios
con la región central de Antioquia, antes
que entre ellos mismos. De forma para-
lela, las historias e identidades municipa-
les a menudo se han encerrado en sus
propios territorios municipales, descono-
ciendo procesos que vinculan fuertemen-
te a Urrao y Frontino. Lo mismo ocurre
en relación con los municipios de Murin-
dó y Vigía del Fuerte, y más ampliamente
con el Chocó (ver Mapa general).
Antes de la construcción de las fron-
teras coloniales, debido a disputas entre
diferentes autoridades y encomenderos
por el control de la mano de obra indíge-
Figura 2. Estatua del cacique Toné en el
parque principal de Urrao.
18. P O R L O S C A M I N O S D E T O N É Y N U T I B A R A
(( 18 ))
na, las tierras y el oro, ya se habían gene-
rado dinámicas milenarias de intercam-
bio e interacción entre grupos sociales
asentados en lo que hoy es el occidente
de Antioquia y el Chocó. Incluso cuando
se crearon las parroquias y los municipios
como células básicas del ordenamiento
territorial eclesiástico y republicano, los
límites entre Urrao y Frontino poco signi-
ficaron para las comunidades indígenas,
afrodescendientes y de colonos campe-
sinos que indistintamente establecieron
sus asentamientos en las vertientes cor-
dilleranas hacia el Atrato.
Para ellos, como para las personas
que buscan ir de Urrao a Frontino, resul-
tan cuando menos absurdas las vías que
hoy conducen en automotor de un lugar
a otro, pues hay que hacer un largo ro-
deo por el cañón del río Cauca. Debido a
este moderno sistema vial, se encuentran
más cerca Urrao y Frontino de Medellín,
que de ellos entre sí. Ni qué decir de las
rutas aéreas hacia el Chocó, que surcan
los cielos entre Medellín y los pueblos
del Atrato sin hacer escala en Urrao o en
Frontino.
Pero también es cierto que en
bestia o a pié, durante dos o tres días,
por caminos más o menos abiertos, se
puede ir de una población a otra por La
Encarnación o por el Valle de Pérdidas.
Y desde ambos municipios se va hacia
el Atrato por caminos secos o mojados
que se descuelgan por las cuencas de los
ríos Murrí y Arquía. Rutas que pueden
ser testigos de centenarias redes cami-
neras, mucho más importantes en el pa-
sado que en el presente.
Esto lo advirtieron hace muchos
años quienes los recorrieron con la mira-
da atenta a las huellas que indicaban su
existencia desde épocas muy antiguas. En
1927, al empresario y minero inglés Juan
Enrique White le llamaban la atención los
grandes caminos hechos antiguamente
por los indígenas mediante cortes y terra-
plenes. Lo propio observaba en 1925 el
historiador urraeño Ángel Madrid, quien
describió: “La senda visible aún, de un
camino magnífico que tiene su base en
la desembocadura del río Murrí, atraviesa
los valles de Mandé, Nendó Penderisco y
otros, pasa por el lado oriental de esta
cabecera, se interna luego en las llanu-
ras del Pabón con un maravilloso trazado
que bien pueden envidiar cualesquiera de
nuestros mejores técnicos en ese ramo,
para salir al Cauca, sin que sepamos el
preciso lugar donde concluye”.
Trazos de los caminos referidos por
Madrid y White se pueden ver hoy en las
cuencas de los ríos Penderisco y su tribu-
tario el Pabón, insinuándose al atardecer
mediante banqueos lineales que trans-
curren a media ladera por los potreros.
Pero hay otros indicios que hablan de la
existencia de rutas de comunicación que
atravesaban el occidente de Antioquia,
desde Urabá y el Sinú hasta Urrao y se
proyectaban desde el Cauca al Atrato.
Las formas y motivos decorativos de las
piezas de orfebrería y cerámica fabrica-
das en épocas precolombinas, poseen
semejanzas que no son casuales, sino
que atestiguan sistemas de significación
compartidos por poblaciones asentadas
en amplios territorios. Igualmente, la se-
mejanza de los cementerios compuestos
por túmulos funerarios o pirúes y las ade-
cuaciones mediante banqueos o tambos
para construir viviendas en terrenos de
ladera, son testimonio de concepciones
y saberes compartidos.
A partir de indicios y huellas que
perseveran bajo la tierra y en su super-
ficie, en los paisajes, en las narraciones
orales y en los libros, se invita a quienes
leen este texto a imaginar y recrear esas
historias subterráneas que ponen en
contacto a Nutibara y Toné; esas histo-
rias que permiten comprender aspectos
19. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 19 ))
olvidados o casi no recordados y poco
estudiados de procesos y dinámicas so-
ciales milenarias o centenarias que con-
tribuyeron a dar forma a lo que son los
actuales territorios de Urrao y Frontino.
En las siguientes páginas se ofrece
una aproximación a esas historias, elabo-
rada en buena medida a partir de la ob-
servación de evidencias arqueológicas, es
decir, rastros de antiguas viviendas, sitios
funerarios y ceremoniales, caminos an-
tiguos, así como restos de artefactos de
cerámica, piedra, vidrio y metal hallados
en esos lugares. Todos ellos son huellas,
testigos mudos de actividades humanas
que tuvieron lugar en el pasado, los cua-
les no obstante se vuelven elocuentes
cuando se sabe interrogarlos, cuando
desde el presente son vinculados con
preguntas sobre la vida de los hombres
y mujeres que los construyeron y usaron.
Se trata pues de vestigios general-
mente muy antiguos, otros más recien-
tes, que no son meras reliquias, antigüe-
dades o vejeces, sino indicios del pasado
que coexisten con nosotros en el presen-
te, cuyo valor estriba justamente en la
posibilidad que proporcionan de aproxi-
marse a historias que de otra manera es
imposible o muy difícil conocer. Historias
que alimentan las memorias y hacen par-
te, conjuntamente con los lugares, los
paisajes y los territorios, de la forma en
que son las sociedades del presente, y
de cómo conciben su devenir y su futuro.
Bienvenidos.
20. (( 20 ))
T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
SAQUEO, GUAQUERÍA, ARQUEOLOGÍA
Y SITIOS SAGRADOS
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(( 21 ))
Es frecuente, cuando se
va por trochas y caminos,
que al preguntar a las
gentes si conocen de
vestigios de ocupaciones
humanas, se entablen
conversaciones sobre
guacas y tesoros.
S
e habla de luces, fuegos y alum-
bramientos que en Semana Santa
indican el lugar de las sepulturas
indígenas, tesoros e incluso fortunas
más recientes que fueron enterradas ce-
losamente por sus dueños. Se narran las
dificultades, venturas y desventuras que
suceden durante la búsqueda de esas ri-
quezas, e incluso, sucesos misteriosos de
presencias y voces fantasmales, o extra-
ñas transformaciones del oro en piedra.
Todas estas son concepciones forja-
das durante siglos a partir del sentido y
valor de aquellas cosas que aun cuando
están presentes, como los lugares de en-
terramiento, remiten a un pasado inme-
morial. De diversas maneras, todas las
sociedades han incluido los vestigios ma-
teriales del pasado dentro de particulares
formas de interpretación del mundo. En
América, estas concepciones se encuen-
tran relacionadas con el tratamiento que
los europeos, hace cinco siglos, dieron a
aquellos lugares y cosas que hacían par-
te de los rituales, ceremonias y memo-
rias indígenas. Sobre la base de creencias
medievales y cristianas, imaginaron que
en el mundo americano abundaban do-
radas riquezas que les estaban reserva-
das, pero también que estaba habitado
por gentes con extrañas costumbres que
calificaron como idolatras y paganas.
Así, el fulgor del oro y la promesa de fa-
bulosas riquezas estuvieron acompaña-
dos de un aura de misterio alimentada
por creencias acerca del mundo de los
muertos y de lo demoniaco.
En el noroccidente de lo que hoy es
Colombia, estas formas centenarias de
aproximación a los vestigios del pasado
indígena tienen especial significación,
por ser uno de los primeros “laborato-
rios” de América donde se fabricaron
leyendas acerca de fabulosos tesoros.
Antes de que se hablara de la leyenda
del Dorado, en el Darién y Urabá se ha-
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bía comenzado a hablar del Dabaibe,
riqueza legendaria que actuaría como
aliciente para muchas de las campañas
de invasión y saqueo efectuadas por los
europeos en la región.
A pocos años de iniciado el desem-
barco español en América, los europeos
que se encontraban en Santa María de
la Antigua del Darién recibieron noticias
acerca de la riqueza aurífera de las mon-
tañas situadas al oriente y aguas arriba
del río Atrato. Dichas noticias impulsa-
ron la realización de algunas incursiones
y la elaboración de no pocas narracio-
nes acerca de la existencia de un extraor-
dinario tesoro al que se daba el nombre
de Dabaibe o Dobaibe. Según escribía
por entonces el cronista Pietro Mártir de
Anglería, Dobaibe era un cacique po-
deroso y respetado con mucha riqueza
de oro, cuyo pueblo estaba a cuarenta
o cincuenta leguas del Darién. Era tam-
bién el nombre del país que éste domi-
naba, de las montañas y la región rica
en depósitos de oro que se encontraban
en sus inmediaciones y de un río, que en
ocasiones asimila al Atrato, y en otras, a
uno de sus afluentes.
Decía el cronista italiano que ese
nombre se derivaba de Dabaiba o Do-
baiba, una mujer que de acuerdo con
las tradiciones indígenas poseía gran
inteligencia y extraordinaria prudencia,
y quien luego de su muerte se convirtió
en una divinidad adorada por las gentes
de la región. Madre del dios creador, Do-
baiba enviaba tormentas y relámpagos y
destruía las cosechas cuando se enojaba.
Para aplacarla, le ofrecían sacrificios en
cierta época del año, cuando en un san-
tuario y templo hecho en su honor, se
celebraban grandes reuniones oficiadas
por sacerdotes que observaban estrictas
reglas de castidad y pulcritud.
A estas ceremonias los caciques de
diferentes naciones enviaban esclavos
para ser sacrificados. Tanto para la con-
vocatoria como para la realización de la
ceremonia se tocaba música con trompe-
tas y campanas de oro, de las cuales dice
Pietro Mártir que los españoles quitaron
una muestra muy representativa a un ca-
cique que hallaron a orillas del río Dabai-
be: cerca de 14.000 pesos de oro (equi-
valentes a unos 64 kilogramos), entre los
cuales se contaban 1.300 campanas.
Las esperanzas puestas en este pri-
mitivo Dorado provenían de rumores
acerca de los hallazgos efectuados por
Vasco Núñez de Balboa entre 1513 y
1515, en expediciones por el río Atrato
y sus afluentes. Decía éste que habiendo
llegado al pueblo mismo del cacique Da-
baibe, encontró 7.000 castellanos de oro
(unos 32 kilogramos) en las casas aban-
donadas. Pero al mismo tiempo, varios
funcionarios de Santa María de la Anti-
gua del Darién escribían al Rey, diciendo
que era en el Sinú donde podrían estar
las riquezas del Dabaibe.
En un mapa de América, elaborado
hacia 1519, ya aparece la leyenda de Da-
baiba, localizada en el extenso y desco-
nocido territorio al oriente del golfo de
Urabá. La acompaña una inscripción que
en latín dice: “Dabaiba es la reina y se-
ñora que domina los pueblos que tienen
mucho oro”. Pero, como suele ocurrir
con las leyendas, la ubicación precisa del
tesoro del Dabaibe nunca pudo ser con-
firmada. Cabe decir aquí que el nombre
actual del municipio antioqueño de Da-
beiba se debe más a la celebración de la
leyenda, que a la ubicación precisa del
pueblo, santuario o tesoro del Dabaibe
(ver figura 3).
Una vez agotadas las riquezas del
Darién, a partir de la década de 1530 los
españoles asentados en Cartagena co-
menzaron a realizar expediciones hacia el
oriente de Urabá, y muy especialmente al
Cenú, llevando a cabo jornadas de inten-
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so saqueo de templos y sepulturas que
dieron como resultado una de las ma-
yores riquezas de oro conseguidas en el
Nuevo Mundo. Estas campañas fueron el
primer paso de las incursiones europeas
a las vertientes montañosas de lo que
hoy es el occidente de Antioquia, y una
escuela donde aprendieron a identificar y
saquear los perúes o túmulos funerarios.
Entre 1537 y 1538 el capitán Fran-
cisco Cesar y el licenciado Juan de Vadi-
llo efectuaron dos expediciones llegando
a las tierras de Nutibara en Guaca y las
provincias de Nore y Buriticá. Ambos
participaron en los saqueos efectuados
en el Sinú y se habían animado a llegar
hasta la región, por noticias que señala-
ban las tierras altas de la cordillera, en el
noroccidente de Antioquia, como el lu-
gar del que provenía buena parte del oro
obtenido en Urabá y el Sinú..
Según dijo Vadillo, en una primera
entrada Cesar y sus soldados obtuvieron
un botín de aproximadamente 20 mil pe-
sos de oro (unos 92 kilogramos) prove-
nientes del ajuar de una sola sepultura,
localizada al interior de un templo en tie-
rras de Nutibara. Por su parte, el teniente
Alonso López de Ayala fue enviado por
Vadillo a buscar dos ricos bohíos que se
decía estaban aguas arriba del río Atrato,
uno dedicado al diablo y otro a la diosa
Dabaiba. Éste último custodiado por un
tigre, al que le daban mujeres jóvenes de
comer.
Aunque no pudo llegar al mítico lu-
gar encontró varios caciques, uno de los
cuales fue forzado a entregar dos mil pe-
sos de oro (unos 9 kilogramos) en piezas
semejantes a las del Sinú. Por último, el
mismo Vadillo, animado por estos resul-
tados, efectuó una expedición que atra-
Figura 3. Fragmento de mapa anónimo de América, elaborado hacia 1519, donde
aparece el toponímico Dabaiba. Fuente: Uhden Richard. 1938. An Unpublished Portolan
Chart of the New World, A. D. 1519. The Geographical Journal 91, No. 1.
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vesó las provincias de Nutibara, Nore y
Buriticá hasta llegar al río Cauca, lo cual
le permitió confirmar que allí no sólo
existían riquezas representadas en piezas
de orfebrería, si no que había minas de
oro de aluvión y veta, que eran aprove-
chadas por varios caciques de la región.
Las cifras del oro obtenido por los
españoles en aquellos años seguramente
no son precisas, dado que lo que bus-
caban con su publicación era llamar la
atención del Rey sobre el éxito de sus ha-
zañas en el Nuevo Mundo. Sin embargo,
la fiebre de oro llevó a que, en muy po-
cos años, las incursiones españolas por
el noroccidente de Antioquia arrasaran
con poblaciones enteras, robando y des-
truyendo cuanto podían. En 1542 Juan
Bautista Sardella, escribano del mariscal
Jorge Robledo, observaba que en Nore y
Guaca estaba todo destruido por cuenta
de las armadas de Cartagena que por allí
habían pasado.
Así mismo, los indígenas de la pro-
vincia de Hebéxico le contaron que ha-
bían tenido noticia que otros españoles
habían pasado por Nore, Buriticá y Gua-
ca, dando muerte a los indios y sus se-
ñores, lo cual atribuía a las incursiones
de Vadillo y Juan Graciano, que como
no tenían intención de asentarse en esas
tierras, robaron y destruyeron todo por
donde pasaron (ver figura 4).
Ningún hallazgo era suficiente para
satisfacer las esperanzas puestas en el
Dabaibe, pues su búsqueda perduró por
lo menos durante dos siglos más. En un
mapa del Chocó, dibujado en 1610 y en-
viado al Rey por el gobernador de Popa-
yán Sarmiento de Sotomayor, se destaca
Fig 4. Grabado de Theodor de Bray. Fuente: Bartolomé de las Casas. 1598. Brevísima relación de la
destrucción de las Indias. Francofurti : Sumptibus Theodori de Bry, & Ioannis Saurii typis.
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en las cabeceras del río del Darién (Atra-
to) la figura de una gran casa, rodeada
de una empalizada, a la cual correspon-
de el nombre del Dabaibe (ver figura 5).
Unos años después, en 1622, el cronista
Vásquez de Espinoza escribía que en uno
de los ríos afluentes del Atrato, se tenía
noticia de la existencia del mayor santua-
rio indígena de la región, el rico templo
del dios Dabaibe, que era un león de oro
al cual desde hacía mucho ofrecían tribu-
to los indígenas. Añadía que dicho san-
tuario no había podido encontrarse por
la extensión de esas tierras, la vegetación
cerrada de los bosques y las grandes
montañas, que las hacían impenetrables.
Todavía en 1712, José López de
Carvajal, por entonces gobernador y
capitán general de la provincia de An-
tioquia, refería haber mandado a varios
indios chocóes que se encontraban en el
sitio de Murrí, a explorar por la cuenca
del Río Verde hacia el norte, hasta llegar
a las cabeceras del río Sinú. Allí se presu-
mía que estaba el santuario del Dabaibe,
llamado Oromira por estos lugares. Y es
que desde el siglo XVI, los dueños de las
encomiendas del occidente de Antioquia
habían obligado a los indígenas mismos a
desenterrar las antiguas sepulturas, con el
objetivo de obtener piezas de oro que en-
traban a hacer parte del pago de tributos.
Tiempo después, durante el siglo
XIX en Frontino y la cuenca del río Murrí
se registró un aumento considerable de
la minería de oro, cuando empresarios
antioqueños y extranjeros, sobre todo
ingleses, efectuaron inversiones impor-
tantes en la exploración y explotación
de minas de oro de veta y aluvión. Para
Figura 5. Mapa del Chocó, dibujado en 1610 y enviado al Rey por el gobernador Sarmiento de Sotomayor.
Fuente: Romoli, Kathleen. 1975. El alto Chocó en el siglo XVI. Revista Colombiana de Antropología, 29: 38.
26. S A Q U E O , G U A Q U E R Í A , A R Q U E O L O G Í A Y S I T I O S S A G R A D O S
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esa época, también estaban llegando a
Urrao y Frontino familias de colonos pro-
venientes de varias regiones de Antio-
quia, estableciendo fincas y trabajando
la minería. Al mismo tiempo, se pusie-
ron en marcha varios proyectos oficiales
de apertura de caminos para comunicar
el interior de Antioquia con el Atrato y
Urabá. En medio de estas actividades,
la búsqueda de objetos orfebres preco-
lombinos vivió un nuevo auge, esta vez
por parte personajes conocidos como
guaqueros, expertos en la identificación
y excavación de tumbas indígenas.
Como en otras partes de América,
en esta región la guaquería se conformó
para dar respuesta a una demanda espe-
cífica: la colección de objetos de origen
indígena por parte de anticuarios locales
o extranjeros, así como de las primeras
generaciones de etnólogos y arqueólo-
gos europeos y norteamericanos. Estos
personajes consideraban que esos obje-
tos eran reliquias, obras de arte indígena
o testimonios del pasado precolombino
que era necesario conservar o por lo me-
nos dejar registrados para su estudio. De
esta forma, aun cuando gran parte de los
objetos de oro hallados continuaron ha-
ciendo parte de los materiales que iban a
las fundiciones, otra parte compuesta por
aquellas piezas más espectaculares, al
igual que utensilios de cerámica y piedra,
que antes no interesaban a nadie, empe-
zaron a a comerciarse con destino a co-
lecciones públicas o privadas, localizadas
en Colombia, Estados Unidos y Europa.
Por cuenta de este nuevo auge, se
produjeron las primeras descripciones de
sitios y piezas de valor arqueológico ha-
llados en el occidente de Antioquia. Por
ejemplo, en 1860 el químico y viajero in-
glés William Bollaert decía haber hecho
el examen de cuatro piezas de metal pro-
venientes de túmulos funerarios del “Va-
lle de Antioquia” (se refería probable-
mente al sitio conocido como Antioquia
La Vieja en Frontino), presentes en una
colección conformada por el diplomático
norteamericano Harrison Smith en Pana-
má y halladas por el Coronel neograna-
dino Tomás Herrera.
Luego, entre 1875 y 1876, un viaje-
ro más especializado como Adolf Bastian,
director del Museo Etnográfico de Berlín,
recorrió varias partes de Colombia, entre
ellas Antioquia, para recolectar personal-
mente piezas arqueológicas que alimen-
tarían las colecciones del importante mu-
seo alemán. En Medellín, Bastian conoció
al ingeniero inglés Robert White empresa-
rio de minas y caminos, quien le contó so-
bre la existencia de túmulos funerarios en
Frontino, Murrí y las cordilleras del Chocó.
White, escribió en 1884 en la revista del
Instituto de Antropología de Gran Breta-
ña e Irlanda, descripciones precisas de los
túmulos funerarios y sus contenidos, y en-
vió piezas arqueológicas del occidente an-
tioqueño al Museo Etnográfico de Berlín
y al Museo Británico de Londres, donde
aún se encuentran.
Por cuenta de estas noticias, hace
más de ciento veinte años la región ha-
bía obtenido reconocimiento en la litera-
tura arqueológica internacional, como se
puede observar en la obra La Raza Ame-
ricana del médico y antropólogo nor-
teamericano Daniel Brinton, escrita en
1891. Allí se apuntaba que en Antioquia
había numerosos túmulos funerarios, es-
pecialmente en los distritos de Frontino
y Dabeiba, que rendían una rica cosecha
a los anticuarios. Decía Brinton que en
estas tumbas se habían hallado figuras,
vasos y ornamentos de oro, utensilios de
piedra de extraordinaria perfección, es-
pejos de pirita pulida y pequeñas imáge-
nes de piedra y terracota.
Por la misma época, piezas ar-
27. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
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queológicas provenientes de guaquerías
efectuadas en Urrao hacían parte de la
colección del viajero francés Joseph de
Brettes, quien recorrió Colombia entre
1890 y 1896 (ver figura 6). Pero no eran
sólo extranjeros quienes se interesaban
por los hallazgos. Desde 1882 el anticua-
rio bogotano Liborio Zerda había inclui-
do en su estudio sobre El Dorado la “cor-
dillera del Frontino” como una de las
áreas en donde más se habían extraído
objetos precolombinos de oro en Antio-
quia y anotaba sobre la existencia de tú-
mulos funerarios allí y en el Sinú. Como
producto de ello, algunos hallazgos ha-
bían llegado a manos de coleccionistas
de Medellín, como Vicente Restrepo y
Leocadio María Arango quienes poseían
piezas de orfebrería y cerámica prove-
nientes de Frontino y Urrao (ver figura 7).
Durante la primera mitad del siglo
XX, algunos propietarios de tierras y mi-
nas aficionados a la arqueología, como
Juan Enrique White y su hijo Gustavo
White, llamaban nuevamente la atención
sobre hallazgos de piezas de orfebrería y
cerámica en el occidente de Antioquia,
halladas en túmulos y tumbas con cá-
maras recubiertas de lajas en Frontino y
Dabeiba, además del registro de petrogli-
fos en Cañasgordas. Al mismo tiempo, se
producían otro tipo de “hallazgos”: his-
toriadores locales como Ángel Madrid y
Ramón Elejalde, entregados a la lectura
de las crónicas españolas de la Conquis-
ta, encontraron allí valiosa información
sobre las costumbres y las formas de
organización social y política de las so-
ciedades que en el siglo XVI poblaban la
región. Entonces consignaron en las mo-
nografías municipales que los catíos ha-
bían habitado en el municipio de Urrao
y que las provincias de Guaca y Nore se
localizaban en el territorio de Frontino.
Al mismo tiempo, al otro lado del
Atlántico, el etnólogo alemán Herman
Trimborn, sin haber viajado a la región,
estudiaba las crónicas españolas y adver-
tía sobre la relevancia de los grupos so-
ciales que habían habitado el occidente
de Antioquia, los cuales destacaban en
el contexto colombiano por su forma
de organización política, sus creencias y
prácticas religiosas, la práctica de la mi-
nería y su participación en rutas de in-
tercambio que comunicaban el centro y
occidente del país. A raíz de ello publicó
entre 1943 y 1944 tres estudios dedica-
dos a los reinos de Guaca y Nore, las mi-
nas de Buriticá y la diosa Dobaiba.
Hasta hace setenta años, todas las
evidencias provenientes del occidente de
Antioquia eran el resultado de trabajos
de guaquería o de hallazgos fortuitos
efectuados en labores de minería. Esto
a pesar de que durante más de medio
siglo anticuarios, arqueólogos y etnólo-
gos como Robert White, Daniel Brinton
y Herman Trimborn habían llamado la
atención sobre el gran potencial que esta
zona ofrecía para el desarrollo de inves-
tigaciones arqueológicas. Los primeros
estudios arqueológicos se vinieron a rea-
lizar sólo durante las décadas de 1950 y
1960, cuando el antropólogo Graciliano
Arcila, al frente del Museo de la Uni-
Figura 6. Narigueras procedentes de Urrao, en la colección de Joseph de Brettes. Fuente: Arsandaux Henri y Paul
Rivet. 1922. L’orfèvrerie du Chiriqui et de Colombie. Journal de la Société des Américanistes 14-15: Lámina IV.
28. S A Q U E O , G U A Q U E R Í A , A R Q U E O L O G Í A Y S I T I O S S A G R A D O S
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versidad de Antioquia, efectuó visitas a
Necoclí, Mutatá, Dabeiba y el Carmen
de Atrato, donde hizo algunas excava-
ciones, adquiriendo para el Museo varias
piezas de cerámica y piedra.
Por entonces, siguiendo el modelo
francés, ya se había establecido en Co-
lombia la arqueología como una rama
profesional de la antropología, dedicada
a estudiar científicamente el pasado hu-
mano con base en los vestigios materia-
les. Así mismo, desde el Estado, y en con-
sonancia con acuerdos internacionales,
se habían dictado leyes que buscaban
proteger los sitios y piezas precolombi-
nas, entendiendo que servían al estudio
del pasado de la humanidad y eran testi-
monios y monumentos de la historia pa-
tria. Por cuenta de estas leyes, la compra
y venta de piezas arqueológicas fue pro-
hibida, al igual que su exportación ilegal.
En este sentido, la guaquería comenzaba
a ser vista como una práctica nociva e
ilegal, porque destruía evidencias que
más que un valor económico poseían un
valor científico, histórico y cultural, a la
vez que alimentaba el negocio de arte
precolombino, con lo cual muchas pie-
zas salían del país. Sin embargo, durante
varias décadas las prácticas de guaquería
y arqueología coexistieron muchas veces
sin mayores problemas.
Solo en la década de 1980, median-
te algunas tesis de grado en antropología
comenzaron a efectuarse investigaciones
en los municipios de Santafé de Antio-
quia, Buriticá, Anzá, Peque y Abriaquí,
bajo la dirección de la antropóloga Neyla
Figura 7. Vasija y colgante procedentes de Frontino en la colección de Leocadio María Arango. Fuentes:
Arango, Leocadio. 1905. Catálogo del museo del señor Leocadio María Arango de Medellín, capital
del Departamento de Antioquia en la República de Colombia. Medellín. Archivo fotográfico Museo
Universitario Universidad de Antioquia.
29. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 29 ))
Castillo de la Universidad de Antioquia.
Estas investigaciones permitieron esta-
blecer que en esos territorios se habían
asentado grupos sociales desde hacía por
lo menos dos mil años, y se proponía que
para el momento de la conquista estaban
organizados en unidades políticas perte-
necientes a una misma tradición cultural.
En Frontino, las investigaciones
arqueológicas solo comenzaron a reali-
zarse en 2002 y en Urrao cerca de una
década después. Ello pese a que, como
se ha visto, desde hacía mucho era co-
nocido el alto potencial arqueológico de
estas regiones. Frontineños como Ra-
món Elejalde Arbeláez, autor de la más
reciente monografía municipal, y Gui-
llermo Gaviria Echeverri se habían encar-
gado de recordarlo por escrito. Y local-
mente los fallecidos Alfonso Hernández
concejal de Frontino y anticuario, y Julio
Arbeláez, guaquero aficionado, lo difun-
dían en sus conversaciones. En Urrao,
Jaime Celis Arroyave lo ha indicado en
sus obras recientes sobre historia y pa-
trimonio cultural y José William Rueda lo
relata en sus charlas.
Las investigaciones arqueológicas
efectuadas hasta ahora en Urrao y Fron-
tino, han permitido documentar una
gran cantidad de sitios arqueológicos
correspondientes a asentamientos que
se remontan a unos ocho mil años de
antigüedad. En estos estudios se obser-
va que una gran cantidad de sitios pre-
sentan huellas de haber sido cateados
o excavados en búsqueda de tesoros.
Entonces, lo que se tiene en esta región
no solo es un repertorio inmenso de evi-
dencias arqueológicas que pueden ser
valoradas como patrimonio o herencia
cultural, sino también, de manera para-
dójica, una gran cantidad de cicatrices
que son testimonio de los afanes de
aquellos que, en diferentes épocas, han
querido hallar una riqueza inusitada. Las
troneras y aún excavaciones recientes
que deforman los túmulos funerarios y
los antiguos aterrazamientos de vivienda
indígena, atestiguan el saqueo efectua-
do desde hace cuatro o cinco siglos por
los españoles en busca del Dabaibe, los
cateos y explotaciones efectuadas luego
por los mineros y guaqueros, así como el
chapuceo improvisado de aquellos que
ocasionalmente y en cualquier época
han querido hacerse a una riqueza fácil.
La guaquería es hoy una práctica de-
clarada ilegal por las leyes colombianas,
al igual que la compra o venta de piezas
arqueológicas y su exportación. En estas
leyes se considera que todos los bienes
arqueológicos, independientemente de
su monumentalidad y material, hacen
parte del patrimonio cultural de la Na-
ción; que su valor no es económico sino
histórico, cultural y científico, y que es
mediante investigaciones arqueológicas
y acciones de conservación, que se debe
dar tratamiento a dichos bienes. Esta ló-
gica descansa también en consideracio-
nes acerca de los bienes arqueológicos
como recursos culturales no renovables,
que son muy delicados y vulnerables.
Por lo tanto se prohíben las acti-
vidades de excavación, extracción, ma-
nipulación y venta de piezas que con-
forman la práctica de la guaquería y se
exige a los proyectos de explotación de
minerales u obras de infraestructura,
que realicen estudios de arqueología
preventiva. Es decir, que identifiquen si
en el lugar hay vestigios arqueológicos,
con la finalidad de recuperarlos total o
30. S A Q U E O , G U A Q U E R Í A , A R Q U E O L O G Í A Y S I T I O S S A G R A D O S
(( 30 ))
parcialmente antes de que puedan ser
destruidos, y los analicen e interpreten
para conocer y divulgar su valor científi-
co, cultural e histórico.
Pero la guaquería y la comercializa-
ción de piezas arqueológicas, en tanto
constituyen prácticas enraizadas en las
tradiciones locales y son fuentes de be-
neficio económico, no han desaparecido.
En ciertos casos estas prácticas resultan
fortalecidas por dinámicas del mundo
contemporáneo, como son el mercado
internacional de arte y algunas formas
de turismo que resultan irrespetuosas
frente al patrimonio cultural. Igualmen-
te, son muchas todavía las obras de in-
fraestructura y explotaciones mineras
que no cumplen con la realización de
estudios de arqueología preventiva. En
este sentido, no es posible esperar que la
sola aplicación de la ley logre controlar-
las, sino que es necesario que, tal y como
ha venido sucediendo para alcanzar los
propósitos de conservación ambiental, el
tratamiento de los bienes arqueológicos
parta de la plena convicción de que es
necesario transitar hacia otras maneras
de apreciar los bienes culturales.
En esta apuesta, la arqueología
puede contribuir como una práctica
complementaria de otras formas no
mercantiles y no destructivas de valo-
ración de las huellas del pasado. Pero
eso no se logra de manera automática.
Aun cuando el propósito fundamental
de la arqueología ha sido el de aportar
a la comprensión del devenir histórico
de las sociedades, durante su confor-
mación como disciplina académica mu-
chas veces ha acompañado proyectos
imperiales, coloniales y nacionales que
en ocasiones implicaron el despojo de
bienes culturales, la destrucción de sitios
arqueológicos y la exclusión de públicos
no especializados o de otras maneras de
valoración del pasado.
Pero la arqueología en su misión de
producir conocimiento válido sobre pro-
cesos históricos y sociales, reconociendo
que trata con bienes públicos como son
los artefactos arqueológicos, puede y
debe involucrarse con los actores y pro-
cesos locales y reconocerse como una
entre otras formas válidas de aproximar-
se al pasado. Así mismo, debe avanzar
en el desarrollo y aplicación de técnicas
de detección y obtención de muestras
arqueológicas que sean de bajo impacto,
además de conservar la mayor cantidad
de evidencias arqueológicas en sus luga-
res originales o cerca de ellos. Esto no
se logra de la noche a la mañana; es un
objetivo a alcanzar mediante un proceso
continuado de transformación de las for-
mas de hacer investigación y de estable-
cimiento de convergencias con los pro-
cesos educativos, culturales y de gestión
territorial a escala local y regional.
Es de considerar que en las inves-
tigaciones de las que se deriva la infor-
mación presentada en esta publicación,
hemos venido avanzando en esa direc-
ción. En consonancia, se espera que las
autoridades de Urrao y Frontino incor-
poren adecuadamente medidas de ges-
tión del patrimonio arqueológico en sus
esquemas de gestión territorial y que
apoyen procesos tendientes a la declara-
toria de áreas arqueológicas protegidas,
figura legal que se asemeja a la de sitios
sagrados que las comunidades Embera
vienen impulsando en el occidente de
Antioquia y el Chocó.
Como exponemos en lo que sigue
de este libro, el patrimonio arqueológi-
co de Urrao y Frontino es producto de
centenares, cuando no milenios de his-
toria, durante los cuales la más diversas
actividades humanas han tenido lugar
en estos territorios. Pero la forma en
31. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 31 ))
que esos testimonios han llegado hasta
nosotros, está atravesada por otras his-
torias, aquellas que hemos narrado bre-
vemente aquí y que son las de quienes
destruyeron, saquearon, guaquearon
o comercializaron los tesoros indígenas
precolombinos u otros más recientes;
pero también, la de quienes pese a todo
conservaron algunos fragmentos de ese
pasado o se interesaron por describirlos
y efectuar interpretaciones acerca de su
significado, en términos históricos y cul-
turales. Comprender esas otras historias
hace parte del esfuerzo por transformar
prácticas que tradicionalmente han de-
teriorado ese patrimonio, para comenzar
a valorarlo como parte del repertorio cul-
tural que todo grupo humano requiere
para saber de dónde viene, dónde está
parado y hacia donde va.
33. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 33 ))
Los estudios
arqueológicos realizados
en los últimos doce años
en Frontino y Urrao han
permitido identificar
hasta ahora 1100 sitios
de valor arqueológico,
correspondientes a
lugares de vivienda,
cementerios, algunos
tramos de caminos
antiguos y entables
mineros.
A
unque esta cifra es importan-
te, es de esperar que exista en
realidad una cantidad mucho
mayor de sitios que albergan vestigios
de actividades desarrolladas por grupos
humanos, que poblaron la región desde
hace por lo menos ocho milenios. Exten-
sas zonas localizadas en las vertientes
que bajan hacia los ríos Sucio, Murrí y
Arquía, así como las estribaciones del
macizo montañoso que conforma el pá-
ramo de Frontino o del Sol, son arqueo-
lógicamente desconocidas y deberán
ser estudiadas en los próximos años (ver
Mapa general).
Una parte importante de la infor-
mación arqueológica que aquí se pre-
senta, ha sido producida mediante la ob-
servación detenida de los paisajes, con
el objetivo de identificar huellas de acti-
vidades humanas del pasado, así como
fragmentos de artefactos cerámicos o
de piedra presentes en la superficie del
suelo. Para acceder a evidencias que se
encuentran bajo el suelo, se realizaron
cuatro pruebas de pala por cada hec-
tárea de terreno apto para el estableci-
miento humano, en las que generalmen-
te afloraron evidencias que confirman la
presencia humana en esos lugares. Con
base en ello se elaboraron mapas de
distribución de sitios arqueológicos (ver
figura 8 y mapas 1 a 5).
Para averiguar la antigüedad de las
ocupaciones, en algunos lugares se rea-
lizaron excavaciones arqueológicas que
oscilan entre 1 y 14 metros cuadrados
de magnitud, orientadas exclusivamente
a la obtención de evidencias asociadas a
restos de carbón vegetal o restos óseos
(ver figura 9). Estas muestras son anali-
zadas por la técnica de datación de ra-
diocarbono, lo cual permite establecer su
antigüedad aproximada en años antes
del presente. Como dichas excavaciones
34. M E M O R I A S D E L A T I E R R A
(( 34 ))
no se pueden realizar en todos los
sitios arqueológicos detectados, el
cálculo de la antigüedad de las evi-
dencias obtenidas en los demás sitios
se realiza por asociación; es decir,
estableciendo marcadores cronológi-
cos para ciertas clases de materiales
y formas. Para ello, las muestras ar-
queológicas recuperadas, consisten-
tes en su gran mayoría por fragmen-
tos de vasijas cerámicas y utensilios
elaborados en piedra, fueron proce-
sadas y analizadas en el laboratorio
(ver figura 10).
En todos los casos, la realización
de los sondeos y excavaciones ha
contado con el permiso de los pro-
pietarios de los predios y han sido
rellenados y cubiertos con la capa
vegetal para evitar la ocurrencia de
procesos erosivos. Así mismo, cuan-
do las investigaciones se realizaron
en territorios indígenas, se informó,
consultó y contó con la aprobación
de las comunidades y sus organiza-
ciones políticas (ver figura 11).
Finalmente, hay que decir que
una muestra representativa de las
evidencias recuperadas, conforma
una colección de referencia que es
conservada y está disponible para su
consulta en el Museo Universitario de
la Universidad de Antioquia. Pero es
necesario adelantar gestiones ten-
dientes a conservar la totalidad de
esta muestra o parte de ella en los
municipios de Urrao y Frontino, para
lo cual es necesario que las autorida-
des municipales generan y manten-
gan condiciones de largo plazo que
garanticen su seguridad, conserva-
ción y acceso al público, conforman-
do salas o museos arqueológicos.
A continuación, se ofrece una
interpretación de las evidencias ar-
queológicas recuperadas en los dos
Mapa 1: Representación del paisaje arqueológico de los
valles de Río Verde y Musinga, Municipio de Frontino.
Mapa 2. Representación del paisaje arqueológico de los
valles de La Herradura y Nore, Municipio de Frontino.
Mapa 3. Representación del paisaje arqueológico de
Carauta, Municipio de Frontino.
Nobogá
NANCUI
PONTÓN
SAN MIGUEL
CARAUTA
LAS BOCAS
EL SALADO
EL GUAYABO
CHORODÓ
ORO BAJO
Frontino
Frontino
Nore
El Cerro
El Cerro
Musinga
Musinga
CURADIENTE
NUTIBARA
Convenciones
Túmulo funerario
Asentamiento antiguo
Muestreos arqueológicos
35. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 35 ))
municipios, organizada en torno a
cinco periodos que se relacionan con
la ocurrencia de cambios o transfor-
maciones en las formas de asenta-
miento, la densidad de la población y
las tecnologías de producción de los
artefactos. Los cambios identificados
entre estos periodos encuentran en
varios casos relación con procesos
históricos regionales, de tal forma
que se entiende que la trayectoria
de las sociedades precolombinas y
de periodos más recientes de Urrao
y Frontino, no ha ocurrido de ma-
nera aislada, sino que hace parte de
dinámicas socioculturales en las que
participaron otras sociedades del no-
roccidente colombiano. Investigacio-
nes futuras seguramente permitirán
refinar o ajustar esta periodización, e
inclusive identificar nuevos periodos
(ver figura 12).
Para los periodos más recientes,
la información arqueológica ha sido
complementada con la interpretación
de fuentes escritas y estudios históri-
cos relativos a la conquista española y
los periodos Colonial y Republicano.
Periodo 1
(entre 8350 y 3000 años de antigüedad)
Para la época en que vivieron Nuti-
bara y Toné, ya habían transcurrido
miles de años desde que las primeras
sociedades se establecieron en el oc-
cidente de Antioquia. Se sabe que el
actual territorio colombiano ha estado
habitado desde hace unos 20.000 años,
mientras que para el occidente del mis-
mo, las evidencias más antiguas se re-
montan a unos 10.000 años. Pero es
probable que investigaciones futuras lo-
gren identificar vestigios de ocupaciones
aún más antiguas, dada la localización
de esta región en la zona de confluen-
cia entre Centro América y Suramérica,
uno de los corredores más probables de
la ruta de poblamiento temprano desde
Norte América.
Mapa 4. Representación del paisaje arqueológico del Cerro
El Pesetas, El Paso y La Encarnación, Municipio de Urrao.
Mapa 5. Representación del paisaje arqueológico del Valle
del Río Pabón, Municipio de Urrao.
LAS ANIMES
CHAQUE
SAN JOSÉ
SAN JOSÉ
EL SALVADOR
EL ESCUBILLAL
EL HATO
Camino arqueológico Tramo 1
Camino arqueológico Tramo 2
SAN JOAQUÍN
SAN CARLOS
SANTA ANA
ARENALES
EL CHUPADERO
HOYO RICO EL PORVENIR
LA ENCARNACIÓN
PÁRAMO DEL SOL
EL CHUSCAL
GUAPANTALLA HONDA
EL PASOCERRO
EL PESETA
MUNICIPIO DE
URRAO
36. Figura 8. Procedimiento de realización de prueba de pala y registro de evidencias cerámicas en Urrao.
40. M E M O R I A S D E L A T I E R R A
(( 40 ))
Poblamiento de América
Poblamiento del occidente colombiano
Invasión española
Fundación de Urrao y Frontino
Tiempos presentes
Periodo 1
Entre 8350 y 3000 años de antigüedad
Periodo 2
Entre 3000 y 2000 años de antigüedad
Periodo 3
Entre 2000 y 1200 años de antigüedad
Periodo 4
Entre 1200 y 400 años de antigüedad
Periodo 5
Entre 400 y 100 años de antigüedad
Figura 12. Periodos arqueológicos de Frontino y Urrao.
Las evidencias humanas más anti-
guas hasta ahora detectadas en el occi-
dente de Antioquia, han sido identificadas
en la cuenca del río Musinga en Frontino.
En una excavación arqueológica, se obtu-
vieron una serie de objetos de piedra en-
tre 1 y 2 metros de profundidad, que por
su forma y materias primas indican que
fueron llevados a ese lugar y algunos de
ellos, transformados por la acción huma-
na para la elaboración de herramientas.
Se trata de cantos rodados y fragmentos
tallados de rocas conocidas como chert,
arenisca y diorita que pudieron ser em-
pleados, bien como materia prima para
elaborar utensilios, o como herramientas
para procesar alimentos. Por el método
de radiocarbono estos artefactos fueron
datados en 8350 años de antigüedad,
aproximadamente (ver figura 13).
Artefactos similares se han identi-
ficado en otros sitios del occidente de
Colombia en sitios del Cauca Medio y
Porce, con fechas entre 10000 y 4000
años de antigüedad.
Hasta hace algunos años, se pensa-
ba que esas evidencias correspondían a
grupos nómades dedicados fundamen-
talmente a la cacería y la recolección.
Sin embargo, estudios más recientes han
demostrado que también practicaban la
horticultura, entendida como el apro-
vechamiento de especies vegetales que
gradualmente serían domesticadas y en
algunos casos cultivadas, mediante prác-
ticas de selección de ciertas especies o
de intervención de los bosques que favo-
recieron la evolución y mejoramiento de
las características alimenticias de ciertas
plantas. Evidencias fosilizadas de polen
41. Figura 13. Sitio Tablaito en Musinga, Frontino y artefactos de piedra del Periodo 1.
42. M E M O R I A S D E L A T I E R R A
(( 42 ))
y otras partes de plantas como mafafa,
yuca, maíz, batata, calabaza, guanába-
na, anón, aguacate y varios tipos de pal-
mas, han sido halladas en excavaciones
arqueológicas en el occidente colombia-
no con fechas entre 8000 o 6000 años
de antigüedad.
Estos datos hacen pensar que en lu-
gar de ser itinerantes, estas sociedades
habían establecido relaciones duraderas
y estables con ciertos tipos de entornos
ecológicos, de tal forma que podían
conocer en detalle sus especies y ciclos
anuales y, en consecuencia, intervenir
sus ecosistemas para domesticarlas y
aprovecharlas para usos alimenticios y de
otra índole (elaboración de construccio-
nes y utensilios mediante técnicas como
la cestería). Es posible entonces que
desde muy temprano estas sociedades
comenzaran a desarrollar particulares
formas de apropiación de los espacios
geográficos, que les permitían establecer
territorios que vinculaban ciertas comu-
nidades con el control y acceso a deter-
minados recursos, al mismo tiempo que
desarrollaban sentidos de pertenencia a
ciertas geografías y paisajes.
Estos antiguos territorios podrían
estar relacionados con diferencias lingüís-
ticas y dialectales. Estudios recientes so-
bre lingüística y genética de poblaciones
indígenas que actualmente tienen sus
territorios en el occidente de Colombia
y oriente de Panamá, indican que la dife-
renciación entre grupos que hablan len-
gua chocó, como los Embera y los Wau-
nana, y los que hablan lengua chibcha,
como los Cuna, comenzó a producirse
desde épocas muy tempranas, hace apro-
ximadamente unos 7000 u 8000 años.
Las evidencias arqueológicas iden-
tificadas en Musinga son escasas, pero
sugieren la posibilidad de ocupaciones
tempranas en un área que, desde una
perspectiva geográfica más amplia, re-
sulta sumamente interesante respecto
de las relaciones entre poblaciones del
noroccidente de Suramérica y sur de
Centro América. Las cuencas de los ríos
Sucio, Murrí y Arquía son corredores
que permiten la comunicación entre las
tierras bajas del Atrato y las vertientes
andinas, una posición estratégica para el
establecimiento de rutas de poblamiento
y redes de relaciones entre sociedades
asentadas en Panamá y el occidente co-
lombiano desde épocas muy antiguas.
No tenemos por ahora conocimien-
to acerca de los procesos que tuvieron
lugar entre los años 8000 y 3000 antes
del presente, aunque para el 3000 se
asocia el inicio de un poblamiento más
numeroso de las tierras de Urrao y Fron-
tino. Para otras partes del occidente co-
lombiano se sabe que durante ese perio-
do se produjeron dinámicas sumamente
interesantes, como el desarrollo de la
agricultura, el incremento de las ocupa-
ciones sedentarias y la invención o adop-
ción de la alfarería, temas que deben es-
tar entre los objetivos de investigaciones
que en los próximos años se efectúen en
el occidente de Antioquia y en el Chocó.
43. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 43 ))
Periodo 2
(entre 3000 y 2000 años de antigüedad)
Resulta conveniente explicar aquí
brevemente cómo desde los estudios
arqueológicos es posible aproximarse a
la demografía de las sociedades del pa-
sado, para la identificación de aumento
o descenso de la población y a los cam-
bios en la distribución geográfica de los
asentamientos y su tamaño. Se parte de
la suposición de que el volumen y distri-
bución de las basuras y restos materiales
producidos por un grupo humano se re-
lacionan con la cantidad y la ubicación
de la gente que los usa, desecha o aban-
dona. Entonces, al obtener una muestra
representativa de basuras, desechos y
restos producidos en una época, y com-
pararlos con los de otra, es posible obser-
var cambios o continuidades en la can-
tidad de población y la manera en que
se asentaba en el espacio. Para lograrlo,
es necesario estudiar en detalle áreas re-
lativamente extensas, de tal forma que
aumente la posibilidad de identificar los
restos materiales que permanecen como
testimonio de las actividades cotidianas
de las sociedades del pasado.
Es cierto que una parte importante
de los materiales empleados por estas
sociedades como madera, fibras, pieles
o hueso, casi siempre han desaparecido
por descomposición. Pero los utensilios
y desechos de piedra y cerámica logran
mantenerse relativamente intactos a lo
largo del tiempo. Son precisamente este
tipo de evidencias, sumadas a las huellas
de antiguos sitios de vivienda y enterra-
miento, los que permiten identificar dón-
de tuvieron lugar los asentamientos, así
como su extensión.
Para el caso de Urrao y Frontino,
por lo menos a partir de hace unos 3000
años y hasta el periodo colonial, el tipo
de evidencias que con mayor frecuencia
se encuentra corresponde a fragmentos
de cerámica. Ello porque desde entonces
mediante la alfarería se cubría una parte
importante de las necesidades cotidia-
nas, mediante la fabricación y uso de va-
sijas y otros utensilios como volantes de
uso para el hilado de las fibras textiles y
rodillos para decorar telas.
Lo que hasta ahora se ha identifi-
cado para Urrao y Frontino, es que en el
periodo comprendido entre 3000 y 2000
años de antigüedad, el número de asen-
tamientos humanos se incrementó no-
tablemente, por parte de comunidades
que producían cerámica, practicaban la
agricultura, en ocasiones adecuaban si-
tios de vivienda mediante la realización
de banqueos en las laderas y enterraban
a sus muertos en túmulos funerarios. Así
lo indican excavaciones efectuadas en si-
tios de vivienda en los cuales se identificó
una cerámica muy antigua, caracterizada
por la elaboración a partir de arcillas a
las que se les agregaba abundante mi-
neral de feldespato. En la cuenca del río
Musinga, esta cerámica ha sido identifi-
cada en excavaciones en varios sitios de
vivienda, donde se obtuvieron fechas de
2580, 2470, 2300 y 2010 años de anti-
güedad, aproximadamente. En la Hondi-
ta y río Verde, también en Frontino, dos
túmulos funerarios fueron excavados
hallando restos de este tipo de cerámica
asociados a fechas de 2540 y 2100 años
de antigüedad, respectivamente.
Por su parte, en Urrao, en una exca-
vación realizada sobre un banqueo en la
ladera del cerro El Pesetas, en el que se
ubicaba un sitio de vivienda, se obtuvo
cerámica similar, con una fecha de 2460
años de antigüedad.
44. M E M O R I A S D E L A T I E R R A
(( 44 ))
Por sus formas y materia prima, la
cerámica característica de este periodo
en Frontino, parece tener relación con
cerámica temprana del área Sinú, mien-
tras que se observan semejanzas entre
la cerámica de Urrao y la registrada para
ocupaciones tempranas del centro, sur
de Antioquia y cuenca alta del río San
Juan en Risaralda. Es posible entonces
que el área constituyera desde enton-
ces un espacio de vinculación entre las
dinámicas históricas del norte y sur del
occidente colombiano. Sin embargo, la
poca decoración que caracteriza a esta
cerámica y lo fragmentado de las mues-
tras no permite avanzar mucho en esta
interpretación (ver figura 14).
El rastreo de este tipo de cerámica
temprana en otros sitios en los que sólo
se realizaron pequeños sondeos, ha per-
mitido establecer que ya para esa época
estaban ocupados prácticamente todas
las zonas hasta ahora investigadas, como
son las cuencas del río La Herradura entre
Cañasgordas, Abriaquí y Frontino, Nore,
Musinga, Río Verde y Carauta, también
en Frontino, y las cuencas del Penderisco
y sus tributarios los ríos Pabón y Urrao en
este municipio (ver figura 15).
Muestras de polen fósil obtenidas
en excavaciones efectuadas en Musinga,
indican que durante este periodo ocu-
rren perturbaciones de la vegetación de
bosque en la zona, posiblemente a cau-
sa de prácticas de desmonte y apertura
de claros para el establecimiento de cul-
tivos. Incluso cuando la mayoría de las
viviendas se ubicaban de forma dispersa
por las laderas, probablemente relacio-
nadas con áreas de cultivo, en ciertos
lugares parecen haberse establecido al-
deas o pequeños centros poblados.
Por ejemplo en el cerro El Pesetas,
al frente de donde hoy está localizada
la cabecera municipal de Urrao, todavía
son visibles banqueos artificiales sobre
las laderas, muy cerca unos de otros,
donde se establecieron viviendas desde
este periodo. Por otra parte, en el lla-
no de Río Verde, cerca de Nutibara en
Frontino, se registró una concentración
de sitios de vivienda sobre buenos suelos
para la agricultura, que parece corres-
ponder a la fase inicial de un centro po-
blado que en épocas posteriores aumen-
taría su extensión.
Los perúes o túmulos funerarios
Se sabe que por lo menos en algu-
nas partes de Frontino los túmulos fune-
rarios ya estaban siendo construidos y
utilizados desde hace por lo menos 2500
años. De tal modo que esta particular
forma de enterramiento se encuentra
asociada a los inicios del proceso de es-
tablecimiento de grupos sedentarios, sir-
viendo posiblemente, desde entonces, a
la afirmación de sentidos de pertenencia
a territorios y lugares específicos. Los tú-
mulos funerarios en los que hasta ahora
se han obtenido fechas de radiocarbono,
poseen antigüedades de 2540, 2100 y
1210 años, pero es muy probable que
aún estuvieran en uso hasta hace unos
500 años, como se desprende de las
anotaciones efectuadas por el escribano
español Pedro Cieza de León sobre las
costumbres funerarias de Guaca y Nore:
“Cuando se mueren los principales
señores de estos valles llóranlos muchos
días arreo, y tresquílanse sus mujeres, y
mátanse las más queridas, y hacen una
sepultura tan grande como un pequeño
cerro, la puerta de ella hacía el nacimien-
46. Figura 15. Áreas de asentamiento del Periodo 2. Valle de los río Verde en Frontino y Cerro El Pesetas en Urrao.
47. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 47 ))
to del sol. Dentro de aquella tan gran
sepultura hacen una bóveda mayor de lo
que era menester, muy enlosada, y allí
meten al difunto lleno de mantas y con
el oro y armas que tenía sin lo cual, des-
pués que con su vino, hecho de maíz o
de otras raíces, han embeodado las más
hermosas de sus mujeres y algunos mu-
chachos sirvientes, los metían vivos en
aquella bóveda, y allí los dejaban para
que el señor abajase más acompañado
a los infiernos”.
El mapa de distribución de túmu-
los funerarios hasta ahora registrados
abarca un área aproximada de 2000 ki-
lómetros cuadrados en territorio de los
actuales municipios de Urrao, Frontino,
Abriaquí y Cañasgordas. Es muy posi-
ble que este mapa sea aún más amplio,
extendiéndose hacia el oriente hasta
conectar con túmulos funerarios regis-
trados en la parte alta de Buriticá, e in-
clusive, que se extienda hacia el norte,
por las estribaciones del páramo de Pa-
ramillo en dirección al alto Sinú, donde
comienza la distribución de túmulos aso-
ciada a las sabanas de Córdoba y Sucre.
Por lo demás, aún se desconoce si este
tipo de enterramiento también se desa-
rrolló en las vertientes bajas de la cordi-
llera hacia el Atrato.
Lo que hasta ahora se sabe es que
los túmulos funerarios están localizados
de norte a sur en la franja de tierras tem-
pladas, que atraviesa una serie de valles
y cañones formados por ríos y quebradas
que tributan sus aguas a los ríos Sucio y
Murrí. Más de 800 túmulos se han iden-
tificado en la cuenca media del río La He-
rradura, el río Frontino, los valle de Nore
y el alto del río Nobogá, las cuenca de los
ríos Musinga, Verde y Carauta. En Urrao
han sido identificados entre la cabecera
municipal y la vereda San José, así como
en las cuencas de los ríos La Encarnación
y Pabón (ver Mapa general).
De acuerdo con descripciones efec-
tuadas en varias épocas y a partir de los
datos obtenidos en las investigaciones
arqueológicas, los túmulos están com-
puestos por uno o varios enterramien-
tos efectuados en urnas funerarias en
las que fueron depositados restos óseos
calcinados. Estas urnas fueron a su vez
dispuestas en pozos circulares cavados
en la tierra y tapadas con lajas de piedra
(ver figura 16). Según algunos testimo-
nios, el ajuar funerario contenía en oca-
siones piezas de orfebrería. Encima de
estos pozos funerarios se amontonaron
y apisonaron varias capas de tierra, con-
formando montículos, que constituyen
el perú o túmulo propiamente dicho. En
un caso hasta ahora único, un túmulo
funerario localizado en el filo de Piedras
Blanquitas, en Frontino, fue construido
mediante el amontonamiento de gran-
des cantos rodados o piedras de río.
La mayoría de los túmulos posee
una altura entre 1 y 3 metros y un diá-
metro entre 10 y 20 metros. Pero los hay
también muy pequeños que apenas lle-
gan a 20 centímetros de altura y 3 me-
tros y medio de diámetro, o muy grandes
que llegan a medir 8 metros de alto y 49
metros de diámetro. Los túmulos de ma-
yores dimensiones hasta ahora registra-
dos se encuentran en Pabón y el Escubi-
llal en Urrao (ver figura 17), y en Piedras
Blancas, Piedra Blanquitas, el Alto de las
Abejas, Montañitas, El Limo y Carauta en
Frontino (ver figura 18). En ocasiones,
el gran tamaño de algunos túmulos ha
hecho que entre la población local se les
reconozca con nombres propios, como
sucede en Piedras Blanquitas, donde se
habla de los perués Siete Puchas, Piedras,
Suárez, Gramalote y Perú Grande. Es se-
guro que originalmente las dimensiones
de todos los túmulos eran mayores a las
actuales, pues la erosión, el pisoteo del
48. Figura 16. Proceso de excavación y dibujo de perfil de un túmulo funerario en Río Verde, Frontino.
49. Figura 17. Túmulos funerarios en El Escubillal, Santa Catalina y Hoyo Rico, Municipio de Urrao.
50. Figura 18. Túmulos funerarios en Piedras Blanquitas, Piedras Blancas y Carauta, Municipio de Frontino.
51. Figura 19. Paisaje de cementerios con túmulos funerarios
en Piedras Blanquitas, Piedras Blancas y Carauta,
Municipio de Frontino.
Figura 20. Paisaje de cementerios con túmulos funerarios
en El Escubillal y Santa Catalina, Municipio de Urrao.
52. M E M O R I A S D E L A T I E R R A
(( 52 ))
ganado y la guaquería los han ido dete-
riorando en el transcurso de los años.
La mayoría de las veces se encuen-
tran en concentraciones de dos o más,
llegando a conformar cementerios ver-
daderamente numerosos, como los de
Pontón (entre 24 y 31 túmulos), Carauta
(entre 14 y 24 túmulos), Alto de Nobogá
(23 túmulos) y la Hondita (22 túmulos),
todos ellos en Frontino (ver figura 19).
En Urrao, los mayores cementerios has-
ta ahora registrados poseen 6 túmulos,
como sucede en El Hato, Hoyo Rico y El
Escubillal (ver figura 20).
Se dice a menudo que el tamaño
de los túmulos se relaciona con la impor-
tancia política de los personajes que allí
eran enterrados. Por ahora es difícil de
establecer si ello es cierto, pero para el
Sinú, donde también se han identificado
numerosos túmulos, contaba el cronista
español Fray Pedro Simón, que la mayor
o menor altura de los mismos dependía
del tiempo que duraran los dolientes y
allegados del difunto cubriendo la tum-
ba con tierra. Este ritual se hacía en una
ceremonia tomando chicha, y entre más
importante o rico el difunto, más chicha
se tomaba y más alto era el túmulo.
En cualquier caso, lo cierto es que
entre mayor sea el tamaño de un túmu-
lo mayor ha debido ser la capacidad de
los dolientes para convocar personas que
dedicaran tiempo y trabajo en la acumu-
lación y apisonamiento de grandes can-
tidades de tierra, que en uno de los de
mayor tamaño podía llegar a tener más
de 6000 metros cúbicos.
En muchas sociedades del pasado y
el presente, la monumentalidad de cual-
quier tipo de enterramiento suele estar
asociada a la importancia del difunto,
pero sobre todo a la de sus parientes y
allegados, aspecto que se puede enten-
der a partir de los rituales y ceremonias
funerarias. En este sentido, algunos de
los lugares donde se realizaban enterra-
mientos en túmulos eran también espa-
cios ceremoniales que seguramente eran
visitados después de los rituales de ente-
rramiento, a manera de santuarios.
En Piedras Blancas y Piedras Blan-
quitas se han identificado cementerios
que además de contener túmulos de
gran tamaño, fueron construidos sobre
aterrazamientos o planos previamente
adecuados, además de estar rodeados
de terraplenes y zanjas que los comu-
nican entre sí, conformando anillos o
figuras en forma de media luna a su al-
rededor. Igualmente, los monumentales
túmulos del Escubillal en Urrao, por su
ubicación central y gran visibilidad en un
sitio de confluencia de varios valles, ade-
más de ser concebidos como cemente-
rios, han debido servir a otras actividades
de carácter ceremonial.
Cuando estaban recién hechos, los
túmulos han debido observarse en el pai-
saje desde grandes distancias porque se
localizan generalmente sobre las partes
altas de las cuchillas y las laderas, y ade-
más porque el amontonamiento de tie-
rra que los conforma es con frecuencia
de colores rojizos o anaranjados, lo que
los haría destacar entre el fondo verde
de la vegetación circundante. A menudo
se puede establecer una conexión visual
entre los principales cementerios de tú-
mulos entre sí, y las mayores concentra-
ciones de sitios de vivienda de la época
precolombina. De esta manera, se puede
decir que los túmulos funerarios también
fueron hechos para ser vistos.
En resumen, los túmulos eran luga-
res de enterramiento pero también espa-
cios ceremoniales, a la vez que hitos del
paisaje precolombino, por lo cual des-
empeñaban funciones muy importantes
en términos culturales, políticos y terri-
toriales entre los grupos sociales que,
desde hace 3000 años y hasta la invasión
53. T E R R I T O R I O S Y M E M O R I A S A R Q U E O L Ó G I C A S D E U R R A O Y F R O N T I N O
(( 53 ))
española, se asentaron en el occidente
de Antioquia. Por una parte, vinculaban
el espacio de los vivos y de los muertos,
cargando el paisaje de símbolos de an-
cestral ocupación que generaban senti-
dos de arraigo y pertenencia a historias
y geografías compartidas. Así mismo, al
ser espacios ceremoniales donde se con-
gregaba periódicamente por lo menos
parte de la población, contribuían a la
cohesión social de las comunidades. De
otro lado, hacían visible el prestigio o po-
der de personajes y sectores sociales que
ejercían liderazgo en la organización po-
lítica y religiosa. Finalmente, con su visi-
bilidad en el paisaje y amplia distribución
geográfica, parecen haber servido como
marcadores de dominio territorial de di-
ferentes unidades sociales y políticas.
La distribución geográfica de los
túmulos funerarios del occidente de An-
tioquia también indica que los grupos
sociales de ese periodo compartían sis-
temas de pensamiento, particularmente
en lo referido a las creencias mágico-reli-
giosas. Aun cuando todavía es necesario
efectuar estudios que definan mejor la
antigüedad y extensión de este comple-
jo funerario, es posible que se encuen-
tren relaciones con otras sociedades del
noroccidente colombiano que también
desarrollaron este tipo de enterramiento,
particularmente en el Sinú y en el pacífi-
co chocoano. Cabe anotar, sin embargo,
que la antigüedad de los túmulos regis-
trados en esas regiones es menor a la es-
tablecida para el occidente de Antioquia.
Aunque todo parece indicar que los
túmulos funerarios, símbolos de arraigo,
pertenencia, prestigio y territorialidad
se mantuvieron vigentes por lo menos
durante unos 2500 años, esto no quiere
decir que al mismo tiempo no se hayan
producido cambios y transformaciones,
como a continuación se expondrá.
Periodo 3
(entre 2000 y 1200 años de antigüedad)
Un tercer periodo histórico regional
puede ser establecido para el lapso com-
prendido entre los 2000 y 1200 años de
antigüedad, cuando se notan diferencias
en la distribución y cantidad de la pobla-
ción, nuevas técnicas de producción de
alfarería y son más evidentes los vínculos
entre las sociedades locales y otras del
occidente de Colombia. Así mismo, hay
indicios a favor de que en ese periodo
se introdujeron, o al menos se consolida-
ron, las prácticas de minería de oro y or-
febrería y se desarrollaron otras formas
de enterramiento, sin túmulo.
Son varios los sitios excavados en
los cuales se han obtenido fechas de
radiocarbono correspondientes a este
periodo, asociadas a unos tipos particu-
lares de cerámica que se diferencian de
los del periodo anterior. Las materias pri-
mas contienen mayores cantidades de
cuarzo, dando como resultado utensilios
más resistentes y con mejor terminado
de las superficies. Además, la forma y
decoración de las vasijas es más varia-
da, reconociéndose semejanzas con la
alfarería producida durante ese mismo
periodo en regiones aledañas: hacia el
norte con la cerámica del Sinú, hacia el
occidente con cerámica del Chocó y ha-
cia el oriente y sur con cerámica produ-
cida en el centro de Antioquia y el Cauca
medio (ver figura 21).
En Frontino las fechas obtenidas
hasta ahora para este tipo de eviden-
cias provienen de excavaciones efectua-
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das en sitios de vivienda localizados en
Musinguita, con antigüedades de 1900,
1840, 1780 y 1520 años; en Carauti-
ca, con una antigüedad de 1660 años
y en La María, cuenca del río La Herra-
dura, con una fecha de 1530 años. Por
su parte, en el Filo de Piedras Blancas
un túmulo fue fechado en 1210 años.
En Urrao han sido obtenidas fechas en
excavaciones realizadas en sitios de vi-
vienda en El Paso, con antigüedades de
1790 y 1490 años y en Hoyo Rico con
una antigüedad de 1530 años.
A partir de la distribución de la ce-
rámica típica de este periodo en los sitios
identificados, se pueden realizar algunas
aproximaciones a transformaciones en
la manera de ocupación del espacio y la
densidad de la población. En Frontino,
en las áreas estudiadas en Nore, el Cerro,
Río Verde y Musinga, donde ya se había
dado una ocupación intensa de los dife-
rentes paisajes desde el periodo anterior,
se nota una cierta reducción demográfi-
ca de la población local. Pequeñas aldeas
o centros poblados ya existentes en el
llano de río Verde y Grano de Oro con-
tinuaron siendo poblados, e incluso se
conformaron otros nuevos como en Mu-
singuita, en éste último caso, compuesto
por numerosos aterrazamiento o ban-
queos (ver figura 22). Pero el número de
sitios de vivienda que estaban dispersos
por otras partes del territorio se redujo
notablemente. La población parece ha-
berse concentrado más en ciertas áreas.
Por su parte, en Carauta, donde las
ocupaciones del periodo anterior eran
pocas, se registra en cambio un cierto
aumento de la población, pero aún a ni-
veles comparativamente muy bajos res-
pecto a lo que sería el tamaño de la po-
blación en épocas posteriores. En cuanto
a La Herradura destaca la conformación
de una aldea relativamente grande a ori-
llas del río en el sitio La Vuelta.
Para Urrao es por ahora difícil iden-
tificar cambios en la demografía, dado
que allí las investigaciones apenas han
comenzado y es necesario contar con
áreas más extensas de muestreo arqueo-
lógico. Sin embargo, se observa que
asentamientos que ya se habían esta-
blecido en el periodo anterior, como el
núcleo de aterrazamientos del cerro El
Pesetas, se mantuvieron ocupados. En
otras zonas habitadas que corresponden
a este periodo como El Hato y El Paso,
los asentamientos también se efectuaron
sobre aterrazamientos (ver figura 23).
Por su parte, en Hoyo Rico, se registran
áreas de vivienda localizadas en la parte
inferior de cementerios con túmulos fu-
nerarios, en las cuchillas que descienden
hacia el río Pabón.
La existencia de cultivos durante
este periodo está atestiguada por el ha-
llazgo de semillas carbonizadas de maíz,
asociadas a una fecha de 1520 años de
antigüedad en una excavación realizada
en Musinguita. En este mismo sentido,
varios sitios de Frontino fueron lugar de
hallazgos como piedras y manos de mo-
ler que indican el procesamiento de sus-
tancias vegetales. Por otra parte, el des-
cubrimiento en Musingita de utensilios
elaborados en cerámica empleados para
el hilado de fibras textiles, denominados
volantes de huso, indica la existencia de
prácticas de tejido.
En diferentes áreas de Frontino
y Urrao se observa que en muchos de
los sitios donde se concentran las evi-
dencias de este periodo, hay huellas de
guaquería que indican la probabilidad
de formas de enterramiento diferentes
a los túmulos funerarios. Además de no
tener el característico promontorio de
los túmulos, estas huellas se ubican en
los mismos sitios de vivienda, cuando el
patrón observable en el caso de los tú-
56. Figura 22. Aterrazamientos con asentamientos del Periodo 3 y excavaciones
arqueológicas en Musinguita, Frontino.
58. M E M O R I A S D E L A T I E R R A
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mulos es que se encuentran en espacios
diferentes a la vivienda.
Si bien no ha sido posible por ahora
hallar uno de estos enterramientos intac-
to, se sabe que para este mismo periodo
en otras zonas de Antioquia se realizaban
enterramientos sin túmulo, conformados
por pozos poco profundos, en ocasiones
recubiertos con lajas, donde se deposita-
ba el cadáver o sus restos óseos calcinados
en urnas funerarias. Por lo general, estos
enterramientos se realizaban en las áreas
de vivienda. Tumbas recubiertas con lajas
(llamadas de cancel) o localizadas bajo
abrigos rocosos, ambas con urnas funera-
rias, han sido identificadas en municipios
relativamente cercanos al área en que se
enfoca esta publicación, como Briceño al
norte y Jardín y Concordia al oriente, to-
dos ellos sobre la cuenca del río Cauca.
Es posible entonces que durante
este periodo las sociedades asentadas
en Urrao y Frontino hayan adoptado for-
mas de enterramiento que se venían em-
pleando en el centro y occidente cercano
de Antioquia. Dado que ello implica el in-
cremento de las relaciones de los grupos
humanos locales con los de otras áreas,
es importante tener en cuenta algo ya
anotado: la semejanza entre las formas y
decoraciones de la cerámica que se pro-
ducía en Frontino y Urrao durante este
periodo, y aquella que simultáneamente
se producía en la cuenca del río Cauca y
el centro de Antioquia.
A lo anterior, se suma el hecho de
haberse registrado en colecciones con-
formadas por anticuarios a finales del
siglo XIX, piezas de orfebrería halladas
en Frontino y Urrao, como colgantes, na-
rigueras y remates de bastón cuya forma
recuerda piezas semejantes a las del es-
tilo Quimbaya clásico del Cauca medio.
Sin embargo, al menos para Frontino, no
se puede olvidar que durante este mis-
mo periodo la cerámica y la orfebrería
reportada mantienen semejanzas con las
del Sinú, región en la cual estaba vigente
la práctica de enterramiento en túmulos
funerarios, y con la cual, probablemente
existan vínculos ancestrales.
En todo caso, estos indicios sugie-
ren que entre los 2000 y 1200 años de
antigüedad las sociedades de Urrao y
Frontino hicieron parte de procesos en
medio de los cuales se intensificaron las
relaciones entre los diferentes grupos
sociales que se habían asentado en el
occidente colombiano e incluso Panamá.
¿Cómo llegaron hasta allí, pero también
a Urabá, el Sinú y el Chocó, piezas de
orfebrería, o por lo menos técnicas de
fabricación y motivos decorativos de es-
tilo Quimbaya clásico, por entonces muy
populares en el centro de Antioquia y el
Cauca medio? No sabemos los términos
precisos de estas rutas de circulación de
objetos y saberes, pero lo cierto es que
han debido involucrar las sociedades de
Urrao y Frontino, poniéndolas en contac-
to con lo que ocurría en esas regiones.
Lo que ha podido averiguarse me-
diante estudios arqueológicos, es que
en esas regiones se venían establecien-
do formas de organización que incluían
jerarquías políticas y/o religiosas, en las
cuales destacaban por su liderazgo cier-
tos personajes, caciques o sacerdotes
que conformaban élites locales. Como
parte de la parafernalia asociada al reco-
nocimiento de su prestigio social y políti-
co, estas élites exhibían objetos elabora-
dos mediante materiales y conocimientos
tecnológicos escasos: piezas de orfebre-
ría a menudo fastuosas, como cascos,
pectorales, brazaletes, collares, bastones,
orejeras y narigueras, elementos que hi-
cieron parte de los ajuares funerarios,
conjuntamente con vasijas, adornos ta-
llados en piedra o concha y tejidos.
Lo que se cree es que las socieda-
des de Urrao y Frontino se vincularon a