El documento narra la historia de Sofía, una mujer orgullosa que encerró a su esposo en su casa para evitar que la cambiara por otras mujeres. Aunque al principio las otras mujeres parecían más atractivas por estar "bañadas en oro", con el tiempo el oro se oxidó y se reveló que en realidad estaban dañadas. Mientras tanto, la relación de Sofía con su esposo se fortaleció y él apreció su autenticidad por encima del simple atractivo físico.
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PARABOLA DEL TRUEQUE
Juan José Arreola
Cambio de personalidad: SOFIA
Integrantes:
Hernández Delgado Leslye
Siltevi Leónides Verónica
Martínez Ríos Leonardo Daniel
Dorantes Mellado Santiago
Ninnde Ibáñez Yamile
Mendoza Chaparro Rosa Eli
Cuando una mujer es orgullosa y gallarda. Hasta su hombre le es fiel; pues a
pesar de las verdaderas ansias de su esposo ella no podía ser un objeto más, ella
no era una de las demás esposas del montón las cuales solo obedecían las ordenes
establecida. Podría ser loco, psicópata… O simplemente desconfianza a su querido
esposo; ella no quería ser remplazada por otra chica. Pues sí, ella morena, de
cabello castaño ondulado. Ella era más que esas rubias altas y doradas, era
autentica, ella se valía por sí misma y n0o necesitaba ser adulada y bañada en oro
para ser amada
Sofía aterrada y enojada, encerró a su esposo en la casa pequeña que compartían
en esa isla ahora llena de mujeres altas y doradas, el último grito de – ¡Cambio
esposas viejas por nuevas!- el vendedor se alejó y jamás regreso.
-Me cambiarias… tu hubieras sido capaz de cambiarme?-
-Pude haber escapado por una ventana, pero sigo aquí, aquí contigo Sofía-
-Me alegra que pienses así de mí, porque yo no me escapo tan fácil de ti – rio con
un poco de gracia-
Grupo 147
TLRIID I
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Pasaron los días, Sofía era feliz, salía a la calle sin importarle que las demás chicas
la vieran mal. Pues ella sabía que valía más que un simple baño de oro. Su esposo
estaba más que feliz, la consentía y amaba aun como si fuera la primera vez.
Pero un día las rubias comenzaron a oxidarse. La pequeña isla en que vivíamos
recobró su calidad de oasis, rodeada por el desierto. Un desierto hostil, lleno de
salvajes alaridos de descontento. Deslumbrados a primera vista, los hombres no
pusieron realmente atención en las mujeres. Ni les echaron una buena mirada, ni
se les ocurrió ensayar su metal. Lejos de ser nuevas, eran de segunda, de tercera,
de saber Dios cuántas manos… El mercader les hizo sencillamente algunas
reparaciones indispensables, y les dio un baño de oro tan bajo y tan delgado, que
no resistió la prueba de las primeras lluvias.
Sofía no podía estar más feliz, pues ella ahora era la única esposa sin estar dañada;
ella sabía que valía más que capas de oro y su esposo también. Los admiradores
no se hicieron esperar y ella no dejaba nada que desear
Pero en el fondo él sabía que... jamás las capaz de oro, jamás esas rubias
cabelleras tendrían el mismo reflejo que Sofía tenía en su interior