Este documento narra la historia de un esposo que se deja llevar por la tentación de cambiar a su esposa Sofía por otra mujer más atractiva que ve pasar en un carro. Sin embargo, cuando lleva a Sofía ante el mercader para el intercambio, se da cuenta de que ella es la mujer más hermosa para él, por lo que decide regresar a casa con ella. Más tarde, las nuevas esposas que los hombres del pueblo cambiaron por las suyas comienzan a oxidarse, mientras que el amor entre el esposo
La parábola del truque y el valor del amor verdadero
1. PARÁBOLA DEL TRUQUE
Variación Creativa
Cambio de decisión del esposo.
Grupo 123
Equipo 12
Estrada Castillo Andrea
Flores Medina Mariana
Hernández Nava Metzli
Poncell Vázquez Fernanda Noemí
Yo me quedé temblando detrás de la ventana, al paso de un carro suntuoso.
Recostada entre almohadones y cortinas, una mujer que parecía un leopardo me
miró deslumbrante, como desde un bloque de topacio. Presa de aquel contagioso
frenesí, no me di cuenta y me estrellé contra los vidrios. Avergonzado, me aparté
de la ventana y volví el rostro para mirar a Sofía.
Ella estaba tranquila, bordando sobre un nuevo mantel las iniciales de costumbre.
Ajena al tumulto, ensartó la aguja con sus dedos seguros. Sólo yo que la conozco
podía advertir su tenue, imperceptible palidez. Al final de la calle, el mercader lanzó
por último la turbadora proclama: «¡Cambio esposas viejas por nuevas!”. Al
escuchar esto no pude contenerme un segundo más, mi cabeza no dejaba de
pensar en la despampanante rubia, tomé a mi Sofía de la mano y salí corriendo
uniéndome al escándalo.
-¿Por qué me cambiarás por ella? Preguntó Sofía. Vamos cobarde, hazlo ahora
antes de que te arrepientas –pensé-.
No pude contestarle, sin voltear a verla, la lancé ante el mercader esperando su
respuesta. Había muchas mujeres todas hermosas y perfectas, me habría
conformado con cualquiera de ellas, pero entre todas las cabezas deslumbrantes
ante los últimos rayos del atardecer, resurgió entre tanta perfección, la mujer más
perfecta de todas. Mi Sofía, terca y obstinada, sentada, observándome ante el festín
2. de fabulosas mujeres, no pude resistirme ante su linda tez morena, intenté ignorarla,
mientras esperaba impaciente por que alguna de ellas me eligiese, pero mis ojos
regresaban a su dura mirada clavada en mí, penetrante, los ojos más oscuros del
mundo, eran los más brillantes, los más hermosos, habían ojos azules y verdes por
montón, pero ninguno de esos pares podía compararse ante el par de Sofía, tomé
a mi esposa delicadamente por la mano, le pedí que me acompañase a casa,
dulcemente, ella asintió.
Yo pasé por tonto a los ojos del vecindario, y perdí los pocos amigos que tenía.
Todos pensaron que quise darles una lección, poniendo el ejemplo absurdo del
amor. Me señalaban con el dedo, riéndose, lanzándome pullas desde sus opulentas
trincheras.
No me importó, mientras ellos paseaban presumiendo a sus lindas esposas, Sofía
y yo permanecíamos en casa, gozando placenteramente nuestro profundo amor.
Pero un día las rubias comenzaron a oxidarse. La pequeña isla en que vivíamos
recobró su calidad de oasis, rodeada por el desierto. Un desierto hostil, lleno de
salvajes alaridos de descontento. Deslumbrados a primera vista, los hombres no
pusieron realmente atención en las mujeres. Ni les echaron una buena mirada, ni
se les ocurrió ensayar su metal. Lejos de ser nuevas, eran de segunda, de tercera,
de sabe Dios cuántas manos… El mercader les hizo sencillamente algunas
reparaciones indispensables, y les dio un baño de oro tan bajo y tan delgado, que
no resistió la prueba de las primeras lluvias.
No quería que Sofía siguiera en ese ambiente, donde alguna vez emanaba la
felicidad por doquier, hoy solo había desesperación en las calles, harto de la
desdicha le dije a mi mujer que tomará sus cosas, pues había gastado lo poco de
mi fortuna, en un par de boletos para salir lejos de ahí.