Este documento discute la tensión entre ideas conservadoras y progresistas a través del caso del Juicio del Mono de 1925. Aunque este caso parecía inaudito en ese entonces, un segundo vistazo muestra que grupos actuales también defienden ciegamente sus derechos negando los de otros. La convivencia requiere respetar los derechos de todos aunque se discrepe, pero cuando se niegan los derechos de los adversarios se pasa a su lado.
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Convivencia no signif ica amarse los unos a los otros; basta con respetarse
Un recorrido por el T árcoles
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ANY PÉREZ anyperez cr@gmail.com 12:00 A.M. 29 /0 8 /20 10
En 1925, hubo una ley en el Estado de Tennessee que prohibía enseñar otra cosa que no fuera la Divina El T árcoles se le planta a la muerte
Creación como el origen de los seres humanos. Un profesor de secundaria la retó al enseñar a sus Aliadas a la hora del parto
alumnos la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin. Fue encontrado culpable y
obligado a pagar $500 de multa. ¿Camas antisísmicas? Ya existen
Ese caso, llamado el Juicio del Mono, simbolizó la tensión entre ideas conservadoras y progresistas;
entre ciencia y religión, y entre libertad de expresión y apego a la ley, por más anacrónica que fuera
–fue revocada, finalmente, en 1967–.
En 1955, inspiró una magnífica obra de teatro llamada Heredarás el viento y, cinco años después, una
formidable película del mismo nombre, seguida por otras versiones de teatro y televisión.
Desde este complejo espacio que llamamos Occidente, a primera vista este caso parece tan inaudito
como negar que hoy existe una amplia gama de derechos internacionales que hemos fijado como guía
para la convivencia.
Como en un retrovisor, un segundo vistazo al fanatismo que provocó el caso nos hace dudar de la
distancia entre 1925 y hoy. Una mirada más atenta al acontecer de ayer y de no hace mucho, nos muestra
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2. que el Juicio del Mono no es más inaudito que algunos grupos actuales cegados en defender sus
derechos, negando el de contrarios.
Respetar el derecho ajeno no implica discutir o convencer, sino aceptar los derechos de todos. En
igualdad legal, cuando un autoproclamado tolerante le niega su derecho a un intolerante se pasa del
lado de su oponente. Quizá será asunto de dar tiempo hasta que gane alguno de los bandos y se
cambien las leyes, pero mientras eso ocurre, la ley es el único marco.
Es natural simpatizar con los defensores de los animales o con los vegetarianos, pero cuando estos
insultan a quienes compran zapatos de cuero o a los carnívoros, les están negando su derecho. Son
meritorios quienes ayudan a la liberación de las mujeres islámicas, pero cuando recriminan a las que
quieren portar velo, están negando su derecho. Es fácil comprender a quienes odian las armas pero
cuando discriminan a quienes gustan de ellas, les niegan su derecho.
Convivencia no significa amarse los unos a los otros; basta con respetarse, pero cualquier intento falla
cuando un supuesto sapiens se yergue bípedo erecto para elevar su garrote y aullar contra su
adversario, porque quien siembra vientos cosecha tempestades. A veces, no queda más que coincidir
con el periodista de Heredarás el viento cuando dice: “Darwin estaba equivocado. El Hombre sigue
siendo un mono”.
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