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FORMAS DE GOBIERNO. <br />El gobierno, término que proviene de la voz griega “kybernesis” (acción de gobierno), tiene que ver con la administración, dirección y organización del poder político. Quien gobierna cumple la función de dirigir la función de dirigir los asuntos públicos de acuerdo a una serie de reglas y prácticas.<br />Una de las funciones de todo gobierno es regular y controlar a la vida política. Esta regulación y control se realiza por medio de mecanismos legales, burocráticos, el ejercicio de la fuerza, la educación alienadora y la propaganda.<br />Linares Quintana, afirma que la forma de gobierno es la manera de hacer efectiva la representación reflexiva y especial en que el gobierno consiste. No es posible hablar de una forma de gobierno, ya que ella es circunstancial y se encuentra condicionada por las características de cada Estado; en especial: la naturaleza particular y el desarrollo y la posición del mismo.<br />Por otro lado, no debe confundirse la organización del Estado con la organización o estructura que se dé al gobierno. Lo real es que la forma del Estado influye la forma de gobierno, como sucede marcadamente en los casos de federación, y también a la inversa, como ocurre en las autocracias.<br />El gobierno, desde el punto de vista semántico, es la organización mediante la cual es formulada la voluntad del Estado. Y la forma de gobierno es solo la manera como se organizan la designación de los gobernantes y sus funciones.<br />Dado que el poder no existe sin un sujeto concreto, mirado como titular, el ordenamiento jurídico se cuida de expresar quien aparece como fuente del poder y de qué manera se distribuye el ejercicio de la autoridad, así como cual es el procedimiento para determinar las personas encargadas de ejercerla. En ello consisten las formas de gobierno.<br />“El titular de la soberanía del Estado mismo pero los textos constitucionales atribuyen la soberanía a la nación. De este modo, la voluntad popular, expresada mediante el sufragio, es la única forma licita de dar origen a los gobiernos.”<br />Se han clasificado de diferente manera las formas de gobierno, según los diversos criterios de los tratadistas siendo la primera y más antigua de estas formas la Teocracia y Autocracia (reyes y emperadores), la cual se daba en Egipto, China, India, países del cercano Oriente y culturas Occidentales hasta la revolución francesa. Las formas de gobierno antiguamente, se aplicaban el criterio cuantitativo que era de acuerdo al número de personas que los ejercían aplicado por Aristóteles en su Tratado Político.<br />Según Platón, el gobierno tenía las siguientes formas:<br />Aristocrática: Gobierno de los  mejores, los sabios.<br />Timocracia: Gobierno de los más valiosos.<br />Oligarquía: gobierno de un puñado de ricos.<br />Democracia: Gobierno del pueblo.<br />Tiranía: Gobierno individual, arbitrario.<br />Aristóteles veía las formas de gobierno de una manera más profunda, si se le podría llamar así, las clasificaba en dos grupos: formas puras, formas impuras (porque no buscaban el bienestar de la comunidad).<br />Formas puras:<br />Monarquía: Poder en manos de un individuo.<br />Aristocracia: manda más de uno pero no todos.<br />República: Deciden todos o la mayoría de los ciudadanos.<br />Cuando aparece el ejercicio del poder se desvirtúa, aparecen las correlativas formas impuras o degeneradas: tiranía, oligarquía y demagogia. Cuando ciertas categorías de la población se benefician de un régimen de desigualdad en lo jurídico o en lo económico  y social, sea por razón de dinero (plutocracia), del nacimiento (protección clasista) o de la detención virtual del poder (oligarquía).<br />Formas impuras:<br />Monarquía.<br />Tiranía: cuando el monarca actúa dictatorialmente.<br />Aristocracia.<br />Oligarquía: Gobierno de los ricos.<br />República.<br />Demagogia / Democracia.<br />Otra clasificación de gobierno es aquella que se divide en MONARQUIA y REPUBLICA, señalando dos tipos básicos de gobierno, de los que el uno constituye la negación del otro.<br />. Esta clasificación se funda:<br />En la forma como están ordenadas las magistraturas del Estado.<br />En la manera en que se ejerce el poder político.<br />En el carácter o la naturaleza del jefe del Estado.<br />Pero monarquía y república, a semejanza de lo que ocurre con las formas de Estado (democracia y autocracia), son tipos de gobierno que difícilmente se dan en su condición más pura: Por consiguiente, resulta más apropiado hablar de gobiernos de tendencia monárquica o de tendencia republicana, para dar a entender que solo se trata de aproximaciones a los modelos abstractos, puramente conceptuales.<br />Además, fuera de estas 2 formas fundamentales de gobierno existen otras muchas que se derivan de ellas combinando sus cualidades. Son por eso formas mixtas.<br />De modo que monarquía y república, si bien son los tipos básicos, no agotan, ni mucho más, las múltiples formas de gobierno que existen o pueden existir en la práctica.<br />Afirma Posada que “los estados contemporáneos pueden dividirse, en cuanto a la forma de gobierno, en Monarquías (el Jefe del Estado lo es una persona legal y constitucionalmente irresponsable determinada de por vida, y por lo común según el principio hereditario), y Repúblicas (todas las funciones del Estado se ejercen en virtud del principio de la vocación y de la aptitud personales, todos los funcionarios son responsables)”.<br />Tomando también en consideración el carácter o la naturaleza del jefe de Estado, Bernaschina González manifiesta que “monarquía es aquella forma de gobierno en la cual el jefe del Estado es de carácter vitalicio y hereditario”, y que “república es aquella forma de Estado cuyo jefe es de duración transitoria y de elección popular”.<br />A su vez, Borja anota que “si el jefe del Estado es considerado como personificación del Orden Jurídico, personificación del Estado, de tal modo que en su persona reúne los atributos de aquel, el Estado es monárquico; si el Jefe del Estado, aunque representante de la unidad de Estado, no es mirado como personificación de él ni reúne en si sus atributos (los del Estado, los del Orden Jurídico), el Estado es republicano”.<br />El profesor argentino Antokoletz explica, desde otro punto de vista, que “Monarquía (de monos: solo, y Arkhein: ordenar) es el gobierno concentrado en una persona, el monarca, o el gobierno en que todo se hace en nombre del monarca”. Y con referencia a la República dice que ella se caracteriza por:<br />No reconocer dinastía ni familias con derecho a gobernar hereditariamente al Estado.<br />Todo ciudadano que reúne las condiciones legales puede aspirar a ocupar las más altas funciones públicas.<br />No hay funcionarios irresponsables de sus actos.<br />Todos ellos tienen atribuciones limitadas.<br />En resumen, la república es una forma de gobierno en que se ejerce el poder político de manera limitada, responsable y alternativa. Sus gobernantes son elegidos por un amplio sector popular, mediante elecciones libres, para periodos alternados y de duración limitada. Existe en ella una clara y definida división de poderes, como medio de preservar la libertad política y civil de los gobernados, y está regida por un estatuto jurídico fundamental que circunscribe las atribuciones gubernativas y que garantiza un cúmulo de derechos inviolables a favor de las personas.<br />En cambio, la monarquía es la forma de gobierno contraria: se caracteriza por el ejercicio ilimitado e irresponsable del poder y por la naturaleza hereditaria de los gobernantes. Todas las facultades de mando están concentradas en manos del monarca, y aunque necesidades de orden técnico le obligan a establecer cierto grado de descentralización administrativa, el conserva la totalidad de las facultades de control sobre los órganos subalternos y asume la decisión última e inapelable de las cuestiones del Estado. El monarca obtiene su investidura por vía de herencia y la detenta vitaliciamente. Es la sucesión hereditaria, regida por sus propias normas, el titulo para el ejercicio del poder. <br />Estas 2 formas de gobierno se inspiran en 2 concepciones antagónicas sobre la legitimación del poder. La una, en la legitimidad monárquica, vigente en los países occidentales hasta la Revolución Francesa; la otra, en la legitimidad republicana, que sustituyo a la anterior como titulo para el ejercicio del poder a partir de 1789. Según la legitimidad monárquica, el poder pertenece por vía hereditaria a la persona de la familia real –dinastía- que las leyes de sucesión de la corona designan. Según la legitimidad republicana (llamada también democracia occidental), debe desempeñar las funciones de gobierno el ciudadano que cuenta con el consenso mayoritario del pueblo, expresado en forma electoral.<br />Por lo general son tres las variantes gubernamentales que existen en los sistemas políticos. Hay tres grandes sistemas políticos: democrático, totalitario y autoritario, que pueden tener matices y variantes.<br />FORMAS DE LGOBIERNO EN LA ACTUALIDAD.<br />El sistema Democrático y sus formas de gobierno<br />Desde el punto de vista etimológico democracia significa “poder del pueblo”, del griego “demos” pueblo y “cratos” poder.<br />Ello quiere decir que el poder radica en el pueblo. Es pues un principio normativo. Por consiguiente si el poder es del pueblo, este debe ejercerlo. Las formas de ejercer el poder en una democracia son variadas y complejas, pero existen dos generales que son la característica básica de toda democracia. La representativa y la directa. La democracia representativa es aquella en donde el pueblo ejerce el poder, pero lo delega a los representantes que elige. La democracia directa es aquella en que el pueblo ejerce el poder sin representación alguna. En las democracias modernas predomina la representativa, sin embargo, en la medida que esta se perfecciona surgen los mecanismos institucionales de la democracia directa.<br />En realidad en las democracias más avanzadas encontramos una mixtura entre la representativa y la directa.<br />Desde el punto de vista del análisis empírico, es decir, de acuerdo a la realidad, la democracia no es pura y simplemente poder popular, como precisa Sartori, tampoco es gobierno de la mayoría, sino de la mayoría limitada. Esta apreciación de Sartori es más descriptiva y explicativa que valorativa.<br />En una democracia representativa, el poder radicará en el partido político que obtuvo la mayoría de votos, pero esta mayoría está limitado por la ley, y por la presencia de la oposición minoritaria. Desde esta perspectiva empírica, se puede definir a la democracia política, como el gobierno de la mayoría limitada. Pero en todo sistema democrático encontramos otro dato empírico que radica en el consenso, en la aceptación de ciertas prácticas políticas por los integrantes de un sistema político. Una democracia de consenso, implica necesariamente el discurso, el derecho de los integrantes del sistema político a oponerse a la autoridad, a plantear un conjunto de ideas que son opuestas a las que poseen los gobernantes, a plantear propuestas políticas diversas. La democracia de consenso, reconoce la existencia del conflicto entre los grupos políticos. Pero de un conflicto que se regula por la llamada “regla del juego” y por la racionalidad normativa. Sartori establece una relación entre el gobierno por consentimiento y el gobierno de opinión. Para él “aquellos gobiernos que han sido elegidos que reflejan las opiniones del electorado y que son además, considerados responsables (a través de las repetición de las elecciones libres ante sus electores) pueden denominarse- sin forzar excesivamente el significado- gobiernos a los que se ha otorgado consentimiento.”<br />Las democracias reales pueden ser de dos tipos: de mayoría o de consenso. En torno a ellas hay una serie de modalidades y características específicas.<br />Los dos modelos tienen sus propias características pero ambos contienen las principales de todo sistema democrático.<br />Se asume que el poder radica en el pueblo, quien bajo el principio y la práctica del “consentimiento libremente otorgado” elige a las autoridades para que lo representen en el gobierno. El principio de electividad es consustancial a toda democracia.<br />Debe haber pluralismo, político, que implica la presencia de dos opciones, (sistema bipartidista) o más opciones, (sistema multipartidista). Estas opciones son ideo-políticas y se expresan en instituciones creadas libremente por la voluntad de sus miembros como por ejemplo: Partidos Políticos.<br />Alternancia en el poder y presencia de la oposición. En el primer caso, se entiende que el pueblo debe cambiar de autoridades dentro de plazos fijados por la constitución y las leyes electorales y en el segundo que en todo sistema democrático. Un régimen político que se autocalifique democrático, pero que carezca de una oposición independiente y libre, es una farsa.<br />Aceptación del principio de sometimiento, tanto de las autoridades elegidas como de los ciudadanos a los mandatos constitucionales y a las leyes propias del sistema democrático.<br />Existencia de mecanismos de participación popular directa con el fin de que los ciudadanos puedan ser consultados respecto a ciertas decisiones políticas, económicos, culturales y jurídicas, concurrir a la formación de las leyes por su propia iniciativa y controlar lo más directamente posible a las autoridades.<br />Presencia real y efectiva, además del reconocimiento jurídico constitucional de las libertades individuales y políticas, de todos los derechos humanos. Un sistema político será más democrático mientras más se representen los derechos humanos.<br />División de poderes. Esta es una característica fundamental de todo sistema democrático.<br />Control interorgánico e intraorgánico. Vale decir que deben existir controles jurídico administrativos entre los poderes del Estado para lograr un equilibrio en la toma de decisiones y evitar el abuso al poder. Pero a demás, es necesaria la presencia de controles al interior da cada uno de estos poderes; a estos dos controles habrá que agregar un tercero, el llamado control externo de los poderes del Estado por parte de los ciudadanos, que en esencia son el “Poder Electoral”<br />Tolerancia de quienes ejercen el poder con respeto a las críticas de la oposición.<br />El sistema Totalitario y sus formas de gobierno<br />El Totalitarismo es un fenómeno típico de nuestro siglo. Este sistema reúne un conjunto de características, señaladas por constitucionalistas y politólogos.<br />Hay un partido único o hegemónico que tiene el monopolio del poder.<br />El partido monopólico, está estructurado verticalmente. Cuenta con una ideología que se convierte en la verdad oficial del Estado y se impone a la sociedad por la fuerza y a través de mecanismos propagandísticos y pedagógicos.<br />Con la finalidad de difundir la verdad oficial, el Estado totalitario se reserva el monopolio de los medios de comunicación de masas y de la publicidad (prensa escrita, radio, televisión y cine).<br />La mayoría de las actividades económicas están sometidas al Estado, este controla los medios de producción.<br />El Estado está sometido al partido y se sustenta en un poder policiaco que invade la esfera de la vida privada.<br />Monopolio de la fuerza. Esta es una característica general de todo Estado. Pues en los estados democráticos también hay monopolio de la fuerza.<br />Con anterioridad no existieron sistemas totalitarios solo había autoritarios que  fueron, desde luego, autocráticos.<br />¿En dónde está la diferencia entre el totalitarismo y el autoritarismo, siendo ambos autocráticos? En dos acontecimientos notables. En la existencia de un partido único o hegemónico que controla el aparato estatal, y a través de este, a los individuos; y en la presencia oficial de una ideología dominante, considerada por la elite dominante como una concepción del mundo universal.<br />El sistema Autoritario y sus formas de gobierno<br />Dice Florence Elliot en su diccionario de política, Autoritario. “Palabra que define un sistema dictatorial de gobierno, en oposición al sistema democrático basado en la soberanía popular. Los partidarios del autoritarismo critican la pretendida lentitud e ineficacia del sistema democrático y muestran las ventajas de una fuerte autoridad del Estado”.<br />Juan Andrés Cardozo, en su libro “Estado Autoritario”, señala las características del gobierno autoritario.<br />“El gobierno autoritario, es, respecto al Estado Moderno, un anacronismo. Una forma superada del poder político en relación al proceso evolutivo del concepto Estado y su moderna articulación.<br />La ecuación entre Estado y Gobierno autoritario es la derivación de la ideología y la política de los actores sociales dominantes.<br />Las absorción del Estado por parte del gobierno, en el régimen autoritario, no se traduce únicamente en la apropiación y utilización de sus aparatos burocráticos y de seguridad para sus fines continuistas en el poder, sino también en una política de neutralidad y de subordinación de los otros poderes. Legislativo y Judicial.<br />El autoritarismo de todo sistema político se expresa en el carácter del gobierno, concretamente en la forma como administra el poder del Estado. El autoritarismo moderno, desde las primeras manifestaciones del fascismo, no se ha animado a suplantar formalmente el orden jurídico.<br />El autoritarismo es el ejercicio del poder sin restricciones.<br />El orden político autoritario se sostiene básicamente con el empleo arbitrario de la fuerza. Pero también contribuyen al inmobiliario del sistema no solo a la sujeción y la impotencia de la sociedad política frente a la estructura represiva, sino e igualmente la despolitización de las clases populares”<br />En cuanto a las formas de gobierno autoritario, su expresión autocrática, siguiendo a Löewenstein son:<br />La Monarquía Absoluta<br />El Cesarismo Plebiscitario de Napoleón<br />El Neopresidencialismo<br />Tanto la monarquía Absoluta, como el Cesarismo Plebiscitario de Napoleón, son formas históricas del autoritarismo, en el mundo moderno no tienen vigencia.<br />El Neopresidencialismo, al entender de Löewenstein, es la versión moderna del bonapartismo. Este Neopresidencialismo no tiene nada que ver con el Presidencialismo norteamericano, latinoamericano y francés. Se trate de “un régimen político en el cual a través de determinadas instituciones constitucionales, el jefe de gobierno- el presidente- es superior en poder político, a todos los órganos estatales.”<br />Una versión, también moderna del autoritarismo, son los Cesarismos Empíricos, según opinión de Burdeau. Esta toma de gobierno carece de ideología y se sustenta en la voluntad del líder o “caudillo”. Los gobiernos militares latinoamericanos obedecen a esta característica. En muchos caos el “caudillo” recurre a plebiscitos para mantenerse en el poder, usando la demagogia como mecanismo fundamental del discurso político.<br />El Gobierno Militar<br />De todas las formas de gobierno autoritarias vigentes, la que mayor presencia y continuidad ha tenido es el gobierno de los militares, llamado por algunos “régimen militar”, para expresar el carácter institucionalizado de los militares en el poder.<br />La ideología que los inspira, por lo general es conservadora, pero como se ha indicado, hay juntas de gobierno militares reformistas e incluso revolucionarios marxistas.<br />OPINIÓN PÚBLICA. <br />La Opinión Pública siempre existió en la historia, pero la teorización sistemática sobre esta práctica se inicia y consolida a mediados del siglo XVIII.<br />Desde la antigüedad, las autoridades siempre tuvieron interés acerca de lo que el pueblo opinaba de ellas, por mas autoritarios, autócratas y teócratas que estos fueran, su deseo era tener una buena imagen ante el pueblo.<br />Los primeros en formular preconceptos de opinión pública fueron los griegos.<br />Platón distinguió entre Doxa y Episteme.<br />Doxa  opinión, en griego, distinto a areté (verdad).<br />  Es el conocimiento inseguro, con tendencia al error y que se apoya en las apariencias.<br />Episteme  Es el conocimiento científico que busca la verdad a través de una sistematización y el estudio de la realidad.<br />El término opinión pública ha tenido y tiene una variedad muy grande de definiciones, a tal punto que hace más de treinta años el profesor Harwood Child había encontrado, después de una copiosa recopilación, que se manejaban cincuenta definiciones en la literatura especializada. Por ello, Phillips Davison, profesor de la Universidad de Columbia en su artículo “Opinión Pública” para la International Encyclopedia of the Social Sciences, señalaba en forma pesimista que “no hay una definición generalmente aceptada de opinión pública”. Pese a ello el término se ha utilizado con mayor frecuencia. El mismo reconoce que los esfuerzos por definir el término han llevado a expresiones de frustración tales como que la opinión pública “no es el nombre de ninguna cosa, sino la clasificación de un conjunto de cosas”. Algunos fueron más allá, como Jean Padioleou quien irónicamente señalaba que a la “opinión pública le ocurre como a los elefantes: puede ser difícil definirlos, pero es muy fácil reconocer uno” o cuando sostiene que a “la opinión pública le sucede lo que al diablo, debe existir puesto que pronunciamos su nombre”.<br />Se denomina opinión pública al cúmulo de pensamientos y sentimientos que en un momento dado tienen los gobernados respecto a las cuestiones del Estado en general, y a la conducta de sus gobernantes, en particular. Como anota Giner, “el estado difuso del espíritu social en cada época, con su sentido, ideas, inclinaciones, tendencias, repugnancias, tocante a los problemas de su tiempo, constituye la opinión pública, que no es, en suma, ni siquiera una resultante mecánica de fuerzas rígidas aisladas, sino el producto orgánico de las acciones y reacciones mutuas entre las diversas unidades sociales que se penetran y modifican recíprocamente en sus estados de conciencia”.<br />Para Adolfo Posada “la opinión pública es un fenómeno sociológico: es la forma bajo la cual se genera y concreta para imperar el espíritu social: su origen, proceso y manifestaciones son los mismo que los del espíritu social, capaz de obrar con eficacia.<br />Implica la opinión pública, la demostración de la índole psíquica y ética de los movimientos políticos y de la actividad del Estado. Su base está en el sentimiento de sociabilidad y de simpatía que provoca la relación con los semejantes y las coincidencias de deseos, aspiraciones y opiniones, con la compenetración de espíritu con espíritu, para la elaboración de un común sentir y de un común querer, merced a la acción de la imitación y de la invención, que representan los dos momentos capitales en el proceso de la opinión pública”.<br />En concepto de García, “la opinión pública consiste, más o menos, en una relativa uniformidad de pareceres acerca de asuntos o problemas dentro de un medio social determinado”. Esta uniformidad de pareceres añadimos nosotros es el resultado de un acondicionamiento orgánico entre opiniones que pugnan por imponerse y que en esta pugna se modifican mutuamente hasta formar una corriente de pensamiento homogénea. Por eso, como acertadamente indica Hauriou, “no hay que imaginarse que la opinión pública sea una opinión determinada, masomenos común a todo el público y que se refiera a un objeto determinado. La opinión pública es un inmenso receptáculo de opiniones diversas que circulan en el público, es un océano de discusión donde se cruzan y se entrecruzan las corrientes más dispares.<br />La opinión pública es un lugar, un medio, una esfera psicológica en que se desarrolla, bajo la mirada atenta del país, la lucha de las ideas políticas”.<br />Esto significa que la opinión pública es el sentir medio de un grupo o, como dice Gordillo, es la opinión colectiva que la mayoría comparte, opinión que se forma mediante un proceso de integración de los pareceres individuales, del que resulta una manera de pensar relativamente uniforme y homogénea, que es imputable al grupo, porque refleja su sentir general sobre determinada cuestión pública. Este sentir general, formado por la integración de los sentimientos y pensamientos individuales bajo la presión de varios factores y sociabilidad tales como la comunicación colectiva, la sugestión, la imitación, el contagio, la educación y otros es los que se llama opinión pública, que es, por tanto, un producto psicosocial forjado por la acción reciproca de los individuos que se modifican mutuamente en sus estados de conciencia.<br />Pero como ha hecho notar Lowell, “la opinión pública ha de ser pública y opinión”, es decir, ha de estar sustentada por un amplio sector popular y ha de consistir en una elaboración mental debidamente razonada acerca de algún asunto público. En otros términos, para que exista verdadera opinión pública son necesarias 2 cosas: que grupos masomenos extensos compartan criterios relativamente uniformes sobre determinados asuntos del Estado y que tales criterios constituyan en si verdaderas opiniones o creencias acerca de algo. La opinión de pequeños grupos o sectores sociales no es opinión pública, sino opinión particular de esos grupos, como tampoco es opinión publica el conjunto de ideas vagas y difusas sobre alguna materia política, por más que sean sustentadas por amplios sectores populares, pues como dice Maura, “no es posible tomar por opinión cualquier alucinación de las multitudes” ni tampoco “cualquier cosa que suena en la calle”.<br />La opinión pública debe ser, pues, una generalizada corriente de pensamiento tocante a algún punto o aspecto de la vida estatal, que contenga un enjuiciamiento de las cosas públicas. Lo que no significa, sin embargo, que la opinión pública ha de ser un análisis profundo de la realidad política de un país, profundidad que, por lo demás, es incompatible con la propia naturaleza y modo de ser de la masa social, que es el sujeto de la opinión pública. Precisamente la extensión que, según hemos visto, debe tener esta opinión, conspira contra su profundidad, pues es cosa bien sabida que los conceptos ganan en extensión pierden en hondura. A más de esto, es una verdad generalmente reconocida la de que siempre las opiniones de las multitudes tienden a la simplicidad, desatendiendo los matices de las cosas. Suelen ser, como enseña Le Bon, opiniones “simples” y “exageradas”, porque la mirada de las multitudes se muestra generalmente “inaccesible a los matices, solo ve las cosas en conjunto y desconoce las transiciones”.<br />Pero lo dicho no nos excusa de exigir un mínimo de raciocinio en la opinión social, sin el cual no hay opinión pública posible. Por eso hemos afirmado, siguiendo a Lowell, que la opinión pública debe ser “publica” y “opinión”, es decir, debe ser una forma de pensar generalizada sobre asuntos relativos a la vida del Estado, resultante de un proceso reflexivo y consciente de los individuos, por poco profundas que sean esa reflexión y esa conciencia.<br />La opinión pública puede ser mirada desde 2 puntos de vista: el psicológico y el sociológico. Es decir, como fenómeno resultante de una reacción psíquica del grupo, aunque no regido por las mismas leyes que gobiernan el comportamiento de una masa organizada, y como fenómeno de expresión de la voluntad política de una colectividad, que tiende a influir el ejercicio del poder público.<br />La opinión pública ha llegado a ser una fuerza política de la que no se puede prescindir en la organización democrática moderna, cuyos gobiernos se han definido precisamente como regímenes de opinión pública, debido al gran desarrollo e influencia que han alcanzado en ellos el pensamiento y la voluntad social.<br />Cossío, en su extraordinario trabajo sobre opinión pública:<br />Que la opinión pública no es la opinión del público.<br />Que la opinión pública es opinión popular, puede darse en  cualquier situación colectiva y traduce un proceso simplemente cuantitativo de adicción a las opiniones personales.<br />La opinión pública juega en cualquier situación colectiva.<br />La opinión pública es una opinión “autorizada” o “calificada”, porque en alguna forma traduce principios.<br />Afirma Cossío: “Decididamente la opinión pública no es una cuestión de cantidad de individuos, cual si se tratara de un sufragio. La opinión del público es simplemente la popularidad de una opinión; pero la opinión pública no es popularidad, sino algo que pretende influir en la opinión del público y que normalmente influye en ella”.<br />De manera que la opinión pública consiste en un proceso gravitante en e l público, en una dinámica que impacta en los ciudadanos y que los hace participar de un proceso que genera interés colectivo, racionalizado, factible de ser discutido, debatido y hasta conversado con cierta sistematicidad.<br />Muchas de estas diferencias están sustentadas en el hecho que algunas definiciones colocan el acento en relación con los marcos de referencias conceptuales en que se sustentan. Por ejemplo:<br />•Desde una perspectiva racional y voluntarista, Ferdinand Tönnies (1902) entiende: “Opinión pública como conglomerado de puntos de vista, deseos y propósitos diversos y contradictorios, y opinión pública como potencia unitaria, expresión de la voluntad común”.<br />•Desde una perspectiva mental-estereotipada, Walter Lippmann (1922) sostiene que: “Las imágenes que se hallan dentro de las cabezas (...) de los seres humanos, las imágenes de sí mismos, de los demás, de sus necesidades, propósitos y relaciones son sus opiniones públicas”.<br />•Desde una perspectiva liberal-democrática, Hans Speier (1950) entiende: “por opinión pública (...) las opiniones sobre cuestiones de interés para la nación expresada libre y públicamente por gentes ajenas al gobierno, que pretenden tener el derecho de que sus opiniones influyan o determinen las acciones, el personal o la estructura de su gobierno”.<br />•Desde una perspectiva crítica-normativa, Jürgen Habermas (1962) señala que: “Opinión pública significa cosas distintas según se contemple como una instancia crítica con relación a la notoriedad normativa pública, ‘representativa’ o manipulativamente divulgada, de personas e instituciones, de bienes de consumo y de programa”.<br />•Desde una perspectiva sistémico-informativa, Otto Baumhauer (1976) sostiene que: “La opinión pública es el producto del proceso transformativo de información introducida en el sistema abierto de clima de opinión pública”.<br />•Desde una perspectiva psicosocial, Elisabeth Noelle-Neumann (1974) construye una definición operativa en la que sitúa la opinión pública como “las opiniones sobre temas controvertidos que pueden expresarse en público sin aislarse”.<br />•Desde una perspectiva de la ciencia política, Giovanni Sartori (1987) sostiene que la opinión pública es ante todo y sobre todo un concepto político. Para el investigador italiano la opinión pública es “un público, o multiplicidad de públicos, cuyos difusos estados mentales (de opinión) se interrelacionan con corrientes de información referentes al estado de la res pública”.<br />Para otros, parte de la confusión conceptual dominante tiene que ver con el hecho que hay una variedad de especialidades que han intentado estudiarlo. Para el derecho y ciencia política la opinión pública es una abstracción que permite verificar el sistema político democrático; en cambio para algunos enfoques de la sociología se trata de un instrumento del control social; y, para otros especialistas, la opinión pública no es más que una categoría formal bajo la que se clasifica los resultados de los sondeos de opinión pública.<br />Estas y otras disciplinas académicas, sin reconocerse y más bien ignorándose entre ellas, han moldeado sus propias concepciones y métodos de acercamiento. Por ejemplo, la opinión pública no es –como muchos políticos y juristas pretenden de buena fe una institución democrática de la sociedad. Ello porque la opinión pública no sólo tiene una entidad política, no siempre es plural, no sólo se encuentra en sociedades democráticas, por sólo señalar algunas características que se le quiere atribuir.<br />Estamos hablando pues de un objeto de estudio que desde ya debe ser abordado de manera interdisciplinaria. Así lo proponía el profesor alemán Jürgen Habermas décadas atrás en su famoso trabajo Historia y Crítica de la Opinión Pública.<br />Teorías de la opinión pública<br />Si las variadas concepciones conviven y debaten académicamente, todas ellas se han nutrido de diversas posturas teóricas construidas históricamente. Y es que la expresión opinión pública que se usa actualmente, se remonta a mediados del siglo XVIII. No obstante antes de aquel momento se manejaban términos parecidos como opinión común, opinión popular, voluntad general, voz populi, etc. que hacen referencias indirectas sobre la opinión pública.<br />De esta manera, Protágoras hace referencia a “creencias (opinión) de las mayorías”, Herodoto de la “opinión popular”, Demóstenes de la “voz pública de la patria”, Cicerón habla del “apoyo del pueblo” y Tito Libio de la “opinión unánime”. Pero, como es sabido, son los filósofos griegos quienes hacen los mayores aportes y precisiones. Platón, hace por ejemplo una separación entre doxa (opinión) y epistema (ciencia), es decir el saber del vulgo, frente al auténtico conocimiento de la ciencia reservado a una minoría. En cambio, para Aristóteles la doxa es solo un conocimiento probable, de esta manera, el hombre para opinar no requiere acudir a la ciencia, pues posee el criterio del sentido común, de sus experiencias directas y de las comprobaciones empíricas.<br />Pero la Edad Media cambiará los términos de las referencias antes planteados por el de la fe y que no serán abandonados sino con el Renacimiento. Será Nicolás Maquiavelo, en El Príncipe, quien desarrollará las ideas básicas de la comunicación política entre gobernantes y gobernados. Más tarde, Hobbes señalará que la conciencia se convierte en opinión, nivelando los actos del crear, del juzgar y del imaginar, en tanto Locke, habla de la Ley de la opinión, de gran importancia como la Ley divina y la Ley estatal. Ella no es otra cosa que la idea que de uno tienen los demás. De los fisiócratas, Mercier de la Riviere, en 1767, expondrá su doctrina de la opinión señalando que quien manda no es el rey, sino el pueblo a través de la opinión pública.<br />Pero quien utilizará por primera vez el término opinión pública será J.J. Rousseau, quien desde 1750 se preocupará sistemáticamente del poder que reviste. En medio de esta preocupación, la revolución francesa será el movimiento histórico que permitirá que se traslade el monopolio de la opinión pública por parte del pequeño círculo de los ilustrados, a manos del pueblo. Pero será el liberalismo el que articule de manera más precisa una teoría de la opinión pública. Desde el comienzo de la escuela clásica con Adam Smith, David Ricardo y otros defenderán el régimen de opinión frente al despotismo. Cada uno de sus representantes aportará elementos favorables para el desarrollo de las libertades individuales, entre ellas las de opinión. Frente a este planteamiento se eleva la concepción marxista. Para Marx y Engels, no existe una opinión pública general que nace en la sociedad civil, sino una opinión que pertenece a la clase dominante. Por ello, para el marxismo la ‘falsa conciencia’ se condensaría en la opinión pública oficial.<br />En el siglo XX, quienes se interesarán por la opinión pública serán los que comparten las tesis de la sociología del conocimiento (Max Scheler, Karl Mannheim, Robert K.  Merton, P. Berger y T. Luckmann, entre otros), para quienes el individuo aislado en pocas oportunidades crea, de manera individual, opiniones. Pero, otras relaciones sociales, distintas a las de clase (religión, grupo étnico, nacionalidad, grupo político, etc.), pueden ser determinantes en la construcción de las opiniones de los individuos.<br /> Principales conceptualizaciones contemporáneas <br />de la opinión pública<br />Si bien hay un número importante de académicos contemporáneos que han reflexionado sobre el tema de la opinión pública es el proveniente del mundo alemán el que en los últimos tiempos ha aportado el liderazgo intelectual en esta materia. Las grandes tendencias podrían clasificarse gruesamente en la perspectiva político valorativo de Jürgen Habermas, el antropológico social de Elisabeth Noelle-Neumann y la sociopolítica funcionalista de Niklas Luhmann. No siendo éstas las únicas, son las que han marcado los estudios y las reflexiones más interesantes sobre el tema.<br />A.La perspectiva política valorativa: el diálogo democrático<br />Jürgen Habermas, es heredero de la tradición normativa de la opinión pública en la que han transitado desde Platón, Maquiavelo, Hume, Locke, Rousseau, Tocqueville, Bentham, entre otros. Todos ellos, de una u otra manera se han preocupado de la relación entre gobernantes y gobernados, los derechos ciudadanos, el diálogo político, etc. Es decir, de las condiciones precisas para hablar de un sistema político democrático. Esta es una línea de reflexión que proviene de la tradición del derecho, la filosofía y la ciencia política. Por ello, trata de vincular la existencia de un Estado democrático con la legitimación popular de la opinión pública. Distingue entre una opinión pública real o crítica, que permitirá hablar de un Estado democrático auténtico y una seudo opinión pública o manipulada que no es más que la triste realidad cotidiana que muestran, en opinión de Habermas, la mayoría de las democracias formales, en donde hay una carencia de mediaciones críticas en la comunicación política. Frente al reduccionismo positivista que se expresa en la asociación de la opinión pública con los sondeos, Habermas reivindica la opinión pública como el resultado de un diálogo racional y plural.<br />B.La perspectiva antropológica: el mecanismo psicosocial.<br />En la orilla opuesta a la de Habermas se encuentra Elisabeth Noelle-Neumann. Para la profesora alemana la opinión pública debe ser explicada como un hecho social, desprovisto de categorías normativas que la analizan a partir de lo que debería ser y no de lo que realmente es. El esfuerzo debería centrarse en describir y analizar a la opinión pública tal y como se presenta, sin pretender asociarla a ningún tipo de valoración, por más justa que ésta parezca o pretenda ser. Ella considera a la opinión pública como un conjunto de comportamientos que constituyen la expresión de las mentalidades y actitudes de las colectividades sobre temas de cualquier índole. Así las opiniones están ligadas a tradiciones, valores, prejuicios o modas antes que posturas racionales ligadas a los aspectos político-institucionales. En su teoría del Espiral del Silencio señala que las personas están atentas a las opiniones de su entorno para construir la suya. De alguna manera, ésta se encuentra dependiente de aquella, basada en el profundo temor al aislamiento, es decir, sometidos a la presión social. Dicho mecanismo sicosocial está presente en el ambiente social del que no puede escapar el individuo. Los que se encuentran en minoría, en relación a sus opiniones, las silenciarán antes de recibir el rechazo y la sanción social. La investigadora analizó empíricamente este comportamiento a partir de sondeos de opinión por muchos años en su Institut für Demoskopie, en la ciudad alemana de Allensbach.<br />C.La perspectiva sociopolítica funcionalista: el haz de luz<br />Una tercera perspectiva es la que encabeza Niklas Luhmann. Para este también profesor alemán, la opinión pública es la estructura temática de la comunicación pública, en la medida que es esta estructura común de sentido la que permite una acción intersubjetiva en un sistema social. Esta posición, que está a mitad de camino entre las dos anteriores, considera que si bien la opinión pública es un aspecto particular de la interacción social, tiene presente las funciones políticas del fenómeno y traduce el consenso de un reconocimiento de unos temas de interés general. Es, en otras palabras, la tematización común que permite el diálogo político-social.<br />Para Luhmann las sociedades contemporáneas son cada vez más complejas, como consecuencia de la mayor especialización y diversificación funcional. Este proceso creciente podría hacer estallar el propio sistema, en la medida que los individuos perciben cada vez menos dicha complejidad –menos aún la globalización, tendiendo por lo tanto a regirse por criterios muy particulares y minifundistas. Ante esta situación el sistema demanda un mecanismo reductor que canalice las fuerzas centrífugas sicosociales, produciéndose de esta manera las observadas simplificaciones globalizantes. Es este papel funcional el que le consigna Luhmann a la opinión pública. A ésta el autor alemán la identifica como un espejo, en la medida en que no es más que el reflejo de los pocos observadores. Es decir, “el medio y las formas de la opinión pública no son nada más que la mirada auto-referencial que los protagonistas de la opinión pública se dirigen a sí mismos y a sus actuaciones. Dicho ‘espejo social’ también podríamos compararlo con un ‘cañón de luz’ o un ‘haz de luz’ que focaliza y concentra la atención en un escenario”. La mirada se concentra en un solo punto, así no sea éste relevante, permitiendo que todos compartan un tema en común.<br />Para Luhmann la opinión pública cumple también una función política, pero distinta a la otorgada por Jürgen Hebermas. Se convierte en la base de la democracia, pero no por una valoración ética, sino por razones pragmáticas, en la medida que permite una interconexión entre las personas que por lo menos tienen ciertos temas básicos que compartir, que en caso contrario, la estructura social carecería de sentido. En la percepción luhmanniana los medios y el Parlamento cumplen el papel de ser simplificadores de la complejidad.<br />Público y opinión pública<br />El término público tiene también a varios sentidos. Ya se señaló, líneas arriba, que la ambigüedad del término opinión pública, según algunos autores, deviene de estos varios sentidos del público. Existe una acepción legal que se centra en la idea de “apertura”, en el sentido de ámbito abierto a todos (plaza pública, lugar público, juicio público, etc.), en contraste al de la esfera privada. Un segundo sentido, desarrollado por el derecho y el poder público, es el otorgado por la relación con el Estado. Es decir, en el sentido de los asuntos relacionados con el bienestar general. Por último un tercer sentido, sociológico, coloca el énfasis en que el individuo no desarrolla su vida hacia adentro, en su intimidad, sino hacia afuera dirigida no sólo a otras personas sino también a la sociedad como un todo.<br />Los públicos están compuestos –dicen Gerth y Mills– por gente que no está en relación cara a cara, pero que, sin embargo, manifiestan intereses similares, o está expuesta a estímulos semejantes, aunque más o menos distantes”. Público es, entonces, aquella pluralidad de personas que constituyen el soporte de la opinión pública. A diferencia de otras pluralidades, como masa, muchedumbre o multitud, este término incorpora implícitamente, valoraciones positivas. Por lo tanto, sólo el público es portador de opinión pública. Es por ello que, “cuando el público deja de ser crítico –sentencia R.E.Park–, se disuelve o se transforma en multitud”. Una característica, por lo tanto, del público es el desacuerdo, la diferencia en los intereses similares. La investigación de la opinión pública permite desprender que existe un continuo que va de masa a público, en las siguientes formulaciones colectivas:<br />a)El público en general. Es el que corresponde a aquellos que consideran al público como a la totalidad de la población. Allport, en el primer número de la prestigiosa revista Public Opinion Quarterly (1937), se define decididamente en esta concepción y que ayudó a las prácticas de las encuestas. Existía detrás de esta concepción, la idea democrática de la inclusión de todos los miembros de la sociedad. El problema es que de este universo sólo un porcentaje –que varía en el tiempo y de una sociedad a otra está interesado e informado de las cuestiones públicas.<br />b)El público que vota. Es una de las más comunes operacionalizaciones del público, siendo el resultado de las elecciones –para quienes la defienden la mayor visibilidad de la opinión pública en un sistema de democracia representativa. Pero, este colectivo indiferenciado representa, en EEUU por ejemplo, sólo a la mitad de la población apta para votar. Pero, muchas evidencias señalan que muchos electores, particularmente en sistemas de voto obligatorio, realizan el acto de votar sin información e interés en la campaña que los convoca.<br />c)El público atento. Es aquel sector de la ciudadanía que está informado e interesado en los asuntos públicos y que conforma la audiencia de las élites públicas. D.J.Devine, señala cinco medidas para reconocer al público atento: el interesado en política en general, el interesado en campañas electorales, el que habla de política, el que se expone a las noticias políticas de los medios y el que lee sobre política en revistas. En muchos casos, sin embargo, es un público pasivo, aunque más activo que los anteriores.<br />d)El público activo. Es un grupo más pequeño, que sale del público atento. Su compromiso con los asuntos públicos es intenso, incluyendo aspectos formales de participación política, como informales pero de manera muy activa (debates y discusiones públicas). Normalmente a este grupo se le denomina élite, e incluye gente tan variada como líderes políticos, funcionarios gubernamentales, creadores de opinión, entre otros. Todos ellos participan y compiten en una suerte de mercado de opinión en donde buscarán conseguir seguidores y conversos.<br />Si bien este último grupo tiene una influencia mayor que el resto (algunos dirán desproporcionada), merecen la atención de los medios y son los actores de la comunicación política, no se debe dejar de lado a los espectadores de la misma, en la medida en que en la interacción de ambos grupos se encuentra la formación y el impacto de la opinión pública.<br />Distinción entre opinión pública y opinión publicada<br />Un sistema político democrático exige un constante conocimiento de lo que piensa la ciudadanía, la opinión pública. Pero, la opinión es “pública”, en dos sentidos. En primer lugar por ser la “opinión compartida”, la opinión de la mayoría y en segundo lugar, por ser una “opinión publicada”, gracias a que se publica.<br />A estas alturas vale la pena hacer una distinción de estas dos asociaciones que se prestan comúnmente a confusión. La opinión pública es un juicio más o menos generalizado entre la población respecto a los asuntos que son de conocimiento colectivo. Se estima que la opinión pública expresa un grado de legitimidad acerca del gobierno, sus actos, así como de las demás instituciones. Su fuerza radica en las acciones de permanencia y cambios en las actitudes del gobierno y –algunos argumentan incluso en el grado de control sobre ellos. “La opinión pública del público” u opiniones del público, es un proceso cuantitativo de adición de opiniones. Es una opinión pública que se suma; la “opinión pública del público” es la de una gran mayoría, susceptible de ser medida por encuestas.<br />La opinión pública, por el contrario, es una noción cualitativa, es una opinión pública autorizada, es una opinión pública que se publica. Incluso para algunos autores la opinión pública es la de una minoría que tiene medios específicos y directos para hacerse oír por el público, a través de los voceros de opinión pública. La opinión pública es una dimensión del poder político. En esta medida los medios (de comunicación) pueden desempeñar un papel reforzador de la legitimidad o cuestionador de la misma.<br />Para aclarar este punto es quizá necesario distinguir, entre opinión pública y opinión privada. Mientras que la primera incide en los temas de interés público, la segunda hace referencia a las opiniones de los particulares. De esta manera, así un particular tenga una relevancia política o social (ej. un columnista de prensa) y publique sus opiniones, éstas no pasan a ser la opinión pública. Lo que sí puede representar es una corriente de opinión, aunque no toda opinión publicada es representativa de una corriente de opinión. <br />A la inversa, no todas las corrientes de opinión de una sociedad se tienen que ver necesariamente reflejadas en opiniones publicadas en los medios de comunicación. Por lo tanto, el agregado de las coincidencias de las opiniones privadas no es equivalente a la preocupación colectiva. Pero, en general los temas sobre los que se crean corrientes de opinión relativamente firmes, presentan una doble condición de repercusión personal y colectiva (medidas de protección y seguridad, control de la natalidad, p.ej.), en la que un individuo opina como ciudadano, como padre de familia, miembro de una organización política o religiosa. De tal manera que en algunas oportunidades una persona tiene opiniones duales, cuando lo hace en consonancia con un grupo y cuando lo hace a partir de defender sus intereses particulares.<br />Los factores componentes de la opinión pública<br />De las varias clasificaciones es interesante la propuesta por el profesor Bernard C. Hennessy en su libro “Opinión pública”, para quien los factores o componentes de la opinión pública se pueden agrupar de la siguiente manera:<br />La presencia de un tema. La opinión pública se forma alrededor de un tema o conjuntos de temas públicos que se encuentran en el tapete y que ocasionan posturas contrapuestas.<br />La naturaleza del público. Hay muchos públicos volcados hacia diferentes focos de interés. Cada tema genera su propio público, aunque en muchos casos algunos individuos se sitúen en diversos públicos.<br />Un complejo de creencias del público. Se trata de la distribución de las opiniones sobre un tema. Hay que tener en cuenta que algunas creencias y sólo algunas son mutuamente excluyentes entre sí. Ellas están en función de las actitudes y experiencias anteriores, como de la complejidad del tema. Algunos temas homogenizan públicos y otros no. Este conjunto se denomina “complejo de creencias”. En política suele presentarse una situación dicotómica: posición de mayoría y de minoría.<br />La expresión de la opinión pública. Resulta desde los medios de comunicación de toda su variedad hasta los gestos, mímica y todos los códigos simbólicos.<br />El número de personas involucradas: en cada caso el número es diferente y quizá incierto; lo importante es que el número sea capaz de producir algún efecto.<br />Estos componentes son básicos para entender los complejos pasos que conforman la estructuración y cambios en la opinión pública.<br />La opinión pública en el orden político<br />Más allá del debate sobre el concepto de opinión pública, se encuentra el hecho que su desarrollo está ligado íntimamente a un sistema político preciso, y este no puede ser otro que uno basado en un régimen de derecho. No existe opinión pública en Estados autocráticos, ello debido a que el debate público es inexistente. Sólo existe la voz oficial, que es rutinariamente favorable al gobierno. Se manifiesta la opinión pública de la opresión, no de la expresión. En estos casos se pueden desarrollar opiniones privadas que suelen extenderse en condiciones de represión, hasta un momento en que puedan expresarse e irrumpir libremente, en forma de cambio de régimen por medio de un proceso transaccional o revolucionario, como ocurrió en Chile de Pinochet, en 1989, y en Europa del este, el mismo año.<br />El sistema democrático requiere de la opinión pública en la medida que es un elemento importante en la supervivencia del sistema. Por esto algunos autores consideraban como una de sus funciones la vigilancia y control de la vida política. Por lo tanto, la democracia y la opinión pública se necesitan y complementan mutuamente. Por un lado la democracia, garantiza los derechos y libertades de los ciudadanos, especialmente la libertad de opinión y expresión. Y, por otro, la opinión pública desarrolla una conciencia colectiva que participa, vigila y expresa sus puntos de vista sobre los temas de interés general. Como bien recuerda Monzón “los controles, manipulaciones y obstáculos que se pongan a la opinión pública repercutirán necesariamente en el desarrollo democrático de la sociedad”.<br />Si el sistema democrático gira alrededor de una fluida relación entre gobernantes y gobernados, con reglas de juego previamente estipuladas, son las elecciones el momento en que encontramos al “pueblo gobernante”. Pero, las elecciones no son sino la cristalización de un proceso que la envuelve, que es la formación de la opinión pública. Es decir, las elecciones se convierten en el medio para llegar a un fin particular, el “gobierno de opinión”, que no es otra cosa que un gobierno “sensible y responsable para con la opinión pública”.<br />La opinión pública como proceso racional <br />El modelo normativo de Habermas se establece como uno de los principales ámbitos de crítica a la sociedad. Para él, la opinión pública no es sólo un problema científico, es un problema práctico moral. En este sentido, el principal interés de este autor es analizar las condiciones comunicativas bajo las cuales se forma la opinión pública en las sociedades actuales. Enmarcado en el modelo normativo, el estudio de este fenómeno se sitúa en la teoría crítica de la sociedad. De acuerdo a Habermas la comprensión de la opinión pública sólo puede ser posible a la luz de esta teoría. <br />En un primer momento, encontramos en la teoría habermasiana una crítica feroz al abordaje empírico con el cual se ha encarado el fenómeno de la opinión pública durante este siglo. Para él, las mediciones cuantitativas conducen a una posición acrítica que tiende a echar de lado el sentido general más amplio del fenómeno y sus dimensiones ético-políticas. quot;
Frente a esta opción, Habermas no asume simplemente el concepto ideal y mítico de opinión pública elaborado por el liberalismo. Pretende redescubrir un nuevo paradigma de LO PÚBLICO y la OPINIÓN PÚBLICA que sirva como prueba –o como denuncia en caso de ausencia-, de que la sociedad es verdaderamente democráticaquot;
 (MUÑOZ, 1992: 199). <br />Esta es una cuestión central para Habermas: la opinión pública, formada en un proceso racional de consenso al interior de la sociedad, otorga legitimidad al régimen democrático. Dicho en otras palabras, la opinión pública se erige como garante de la democracia. En relación a esta cuestión abundaremos más adelante, de momento sólo señalamos esta formulación, ya que nos parece central para comprender el planteamiento normativo en este modelo. <br />A continuación definiremos algunos conceptos centrales en la teoría de la acción comunicativa de Habermas que nos permitirán comprender el término de opinión pública en este marco conceptual. Estos son acción comunicativa, mundo de la vida y sistema. <br />Con respecto al primer concepto, acción comunicativa, debemos decir que la definición de este término resulta compleja, debido a que quot;
en la sociología no hay unanimidad acerca de qué se entiende por acción (social)quot;
 (MARDONES, 1985: 103). El interés del presente ensayo no es debatir en torno a la definición exhaustiva de acción en su sentido sociológico ni filosófico más general. Nos limitaremos a plantear el lugar y la importancia que el término reporta en el marco de la teoría habermasiana. Para esto iniciaremos señalando que el mismo Weber realizó un esfuerzo considerable por definir este concepto. Recuperando algunos puntos de la visión fenomenológica weberiana, Habermas construye una tipología de la acción. De ahí deviene la comprensión de la acción a través de dos formas, como acción estratégica y como acción comunicativa. A saber, la acción estratégica es aquella que se orienta a la consecución de fines y la acción comunicativa está orientada a la comprensión. Decimos, así, que la teoría de la acción comunicativa postula una relación de complementariedad entre el concepto de acción comunicativa y el mundo de vida. La evolución de la sociedad conduce a una progresiva diferenciación entre ámbitos de acción integrados normativamente por la vía de un consenso que se da comunicativamente y sistemas de acción funcionalmente especificados que confían la integración a una regulación de decisiones particulares (BADIA, 1998). <br />De aquí se desprende esta visión dual de la sociedad planteada en el modelo normativo habermasiano. Con base en los supuestos planteados por Durkheim en La división del trabajo, Habermas presenta esta diferenciación entre integración social e integración sistémica, lo cual da pie a establecer una distinción entre racionalización del mundo de la vida y aumento de la complejidad de los sistemas sociales. <br />Es esta visión dual de la sociedad la que establece entonces dos niveles de acción susceptibles de ser analizados: mundo de la vida y sistema. El sistema es el campo propio de la acción estratégica y, por tanto, de las acciones orientadas al éxito. Cabe decir, por otro lado, que la acción comunicativa es propia del mundo de la vida. Es éste el espacio de las acciones orientadas al entendimiento. El espacio en el que los individuos reconocen intersubjetivamente, a través del lenguaje, las pretensiones de validez del otro. El lugar en el que los individuos confrontan no sólo saberes sino quereres. El ámbito en el que opera la opinión pública. <br />La opinión pública como control social <br />El modelo psicosocial elaborado por Noelle-Neumann ha sido desarrollado ampliamente por la autora en su hipótesis de la Espiral del Silencio. Para ella, la opinión pública es definida como esa especie de censura que se observa a través del control social que de manera natural todos los individuos de una sociedad tienden a reconocer intuitivamente. Podemos encontrar una gran coincidencia entre los planteamientos de Noelle-Neumann acerca del control social con los de Emile Durkheim acerca del consenso y la cohesión. <br />La idea de una conciencia colectiva que toma forma de consenso normativo está desarrollada por el autor en Las reglas del método sociológico. Para él, el individuo se encuentra sujeto por una conciencia pública que ata y restringe las posturas de los individuos en la sociedad. Se diferencia, sin embargo, de los planteamientos de Durkheim en tanto que, mientras para este autor quot;
la conciencia colectiva (funciona) como elemento diferenciador de las sociedades tradicionales o tribales, (en las) sociedades modernas, al evolucionar desde una solidaridad mecánica a una orgánica, se habrían liberado de aquel mecanismo de control. Noelle-Neumann va a sostener, por el contrario, que la sujeción irracional del individuo a esa coerción indeterminada se mantiene exactamente igual en la sociedad contemporáneaquot;
 (MUÑOZ, 1992: 205). <br />De esta manera, la hipótesis de la Espiral del Silencio se basa en la idea del miedo al aislamiento social. La principal preocupación de Noelle-Neumann es identificar cómo se forma la opinión pública en el marco de una sociedad que castiga a los individuos que no piensan como la mayoría. El supuesto de fondo es que las personas suelen reaccionar ante el conjunto del que forman parte, lo cual indica que quot;
es probable que teniendo que decidir dónde ubicarse respecto a un problema de importancia pública, muchas personas no se basen en su propia opinión sino en sus propias lealtades sociales para decidir (…) no eligen dónde posicionarse, sino con quién estarquot;
 (WOLF, 1992: 66). La hipótesis de la Espiral del Silencio señala que los individuos realizan una constante supervisión del entorno, de tal suerte que son plenamente conscientes acerca de cuáles opiniones son quot;
políticamente correctasquot;
 o van quot;
ganando terrenoquot;
. Esta supervisión del entorno que, de acuerdo a lo que afirma la autora, se da de manera intuitiva y natural, permite al individuo adherirse a la opinión de las quot;
mayoríasquot;
. Así, se inicia un proceso en espiral, en el cual, los individuos tienden a responder con solicitud, ya sea con el consentimiento o con el silencio. De esta manera quot;
quienes se sienten portadores de opiniones discrepantes de las mayorías tenderán, por la presión social del miedo, a sentirse aislados o en choque con lo mayoritario bien visto, a silenciar sus verdaderas opiniones, favoreciendo así la impresión de los que opinan en mayoría, de que su preponderancia social es incluso más extensa de la existente en realidad. A la inversa, los minoritarios se sentirán más aislados de lo que verdaderamente están y esto irá creando un proceso en espiral: las personas de convicciones menos firmes o más indecisas irán adoptando con más facilidad las tesis de moda y la consideración social de las opiniones minoritarias será cada vez más escasaquot;
 (MUÑOZ, 1992: 206). <br />La autora reconoce que sus planteamientos acerca del fenómeno opinión pública han estado trabajados, o a los menos señalados, por distintos pensadores en otros momentos. Admite que lo que ella hace es brindarle cuerpo y desarrollo a esta larga tradición de pensamiento a través de sus planteamientos teóricos y su abordaje metodológico. En este sentido, hay cuatro autores con los que la autora discute y compara los significados que del término opinión pública se vierten, y con ellos estructura su mirada. Ellos son Locke, Hume, Madison y Rosseau. <br />De Locke retoma su formulación de la Ley de la Opinión Pública. Locke establece una distinción entre tres clases distintas de leyes: la ley divina, la ley civil y la ley moral. La primera alude al orden de las cosas establecido por una entidad divina, la segunda está relacionada con el poder legislativo del Estado y la tercera es la también conocida como ley de la opinión o de la reputación. A esta concepción hace referencia Noelle-Neumann cuando establece la relación que se da entre las ideas acerca de la fama, el honor o la reputación con el concepto mismo de opinión pública. Esta ley de la opinión pública ha sido quot;
objeto de más numerosas elucidaciones y discusiones que todas las restantes formas de ley, poseedora de una asombrosa autoridad, pero que todavía no ha sido plenamente reconocida en su origen y en su importanciaquot;
 (CANEL, 1993: 284). <br />Este planteamiento de Locke respecto a lo que se entiende por opinión pública se relaciona directamente con las ideas de Noelle-Neumann. Ella encuentra algunos elementos en el pensamiento de Locke que, a su juicio, describen de forma cercana el mismo fenómeno de su preocupación. De esta manera la autora explica la cercanía con esta tradición de pensamiento, la Ilustración Escocesa, de la que Locke forma parte: quot;
aunque la expresión opinión pública no aparece en la obra de Locke, está presente indirectamente de dos maneras: primero en su idea de acuerdo, que sólo puede interpretarse como una cuestión de unidad social, y por lo tanto, pública; segundo en su insistencia en el lugar, con su connotación de espacio público por excelenciaquot;
 (NOELLE-NEUMANN, 1995: 100). <br />Por otro lado, las ideas de Madison concuerdan en gran medida con los postulados de Locke. Para este pensador quot;
la razón humana es, como el propio hombre, tímida y precavida cuando se la deja sola. Y adquiere fortaleza y confianza en proporción al número de personas con las que está asociadaquot;
 (NOELLE-NEUMANN, 1995: 106). La idea de que el poder de la opinión opera sobre el individuo y que la influencia sobre su conducta depende mayoritariamente del número de personas con las que comparte su opinión se relaciona con los supuestos centrales del La Espiral del Silencio. <br />Hume, por su parte, describe en su Treatise of Human Nature que la opinión del grupo de referencia condiciona al individuo. Hume parte de un análisis psicológico sobre la formación de la opinión individual para después dirigirse al más amplio sentido político que reporta este fenómeno. Noelle-Neumann se adhiere a la reflexión psicológica de Hume en este sentido: quot;
nada es más natural que acogernos a las opiniones de otros; tanto por la simpatía, que hace que todos los sentimientos de otros se nos presenten como íntimos a nosotros, como por el razonamiento que nos hace tomar en consideración las razones por las que afirman lo que afirmanquot;
 (CANEL, 1993: 299). Como se puede observar, para Hume estos dos principios básicos de autoridad y simpatía comportan una influencia que se ve reflejada en casi todas nuestras opiniones y tienen una influencia peculiar también en la forma en que nos percibimos y nos juzgamos a nosotros mismos. <br />Finalmente, en el pensamiento de Rousseau, Noelle-Neumann (1995) encuentra una mirada contradictoria y ambivalente en cuanto a la forma de comprender el fenómeno de la opinión pública. Esta aparente contradicción se manifiesta en el doble papel que este fenómeno comporta. Por una parte, la opinión pública es para Rousseau ese fiel guardián de la moral pública, y, por otra, cierne un férreo control sobre el individuo. Así, Rosseau parece plantear un aspecto esencial en la comprensión del fenómeno de la opinión pública, que de acuerdo a Noelle-Neumann se representa en esta negociación que se da entre el consenso social y las convicciones individuales. Dicho de otra manera, la opinión pública refleja la tensión existente entre lo macro y lo micro, entre el nivel individual y lo social, entre el plano psicológico, en donde se encuentran las motivaciones, las pulsiones y los intrincados mecanismos del pensamiento y el plano social, que es el terreno de las normas, las reglas y las costumbres; el eterno debate individuo vs. sociedad, lo público vs. lo privado. En este sentido Noelle-Neumann describe la opinión pública en un sentido rousseaneano como la enemiga del individuo y la protectora de la sociedad. <br />Sintetizando esta parte, podemos observar claramente cómo esta autora se basa en las concepciones que de la opinión pública elaboran estos cuatro pensadores. De Locke y Madison rescata esta relación entre ley de opinión y la amenaza que se cierne sobre el individuo si disiente de su grupo de referencia. Por otra parte, de Hume rescata la idea de opinión como elemento de distinción. Y finalmente, de Rosseau, como se acaba de indicar, recupera esta visión más compleja que parece definir y contrastar ella misma con su hipótesis, la opinión pública como elemento de cohesión social que, sin embargo aplasta –o silencia- al individuo. <br />Esta concepción del fenómeno que nos ocupa es plasmada por Noelle-Neumann (1995) en la metáfora biologicista con la que habla de la opinión pública como esa piel social que envuelve y protege a la sociedad. Entendida así, en un marco psicosocial, la opinión pública es comprendida de manera central en este modelo como quot;
el conjunto de las presiones sociales básicas entendidas y sentidas por todos los individuos de una comunidad, independientemente del grado de sujeción a ellas experimentado por cada particularquot;
 (MUÑOZ, 1992: 206). <br />BIBLIOGRAFÍA.<br />http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n18/18omportillo.html<br />Razón y palabra es la primera revista electrónica en América latina especializada en comunicación.<br />Francisco Miró Quesada Rada. Manual de Ciencia Política. Editorial libros y Publicaciones. Segunda Edición, 2003. Avenida Venezuela 889/307. Lima – Perú. 195 páginas. Código de biblioteca: 320.01 M67.<br />Francisco Miró Quesada Rada. Introducción a la Ciencia Política. Segunda Edición, 2006. 825 páginas.<br />Raúl Ferrero Rebagliati. Ciencias Política. Novena edición, 2003. Editora Jurídica Grijley E.I.R.L. Paginas:613<br />ISBN: 9972-04-010-0.<br />
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Formas de gobierno antiguas y modernas

  • 1. FORMAS DE GOBIERNO. <br />El gobierno, término que proviene de la voz griega “kybernesis” (acción de gobierno), tiene que ver con la administración, dirección y organización del poder político. Quien gobierna cumple la función de dirigir la función de dirigir los asuntos públicos de acuerdo a una serie de reglas y prácticas.<br />Una de las funciones de todo gobierno es regular y controlar a la vida política. Esta regulación y control se realiza por medio de mecanismos legales, burocráticos, el ejercicio de la fuerza, la educación alienadora y la propaganda.<br />Linares Quintana, afirma que la forma de gobierno es la manera de hacer efectiva la representación reflexiva y especial en que el gobierno consiste. No es posible hablar de una forma de gobierno, ya que ella es circunstancial y se encuentra condicionada por las características de cada Estado; en especial: la naturaleza particular y el desarrollo y la posición del mismo.<br />Por otro lado, no debe confundirse la organización del Estado con la organización o estructura que se dé al gobierno. Lo real es que la forma del Estado influye la forma de gobierno, como sucede marcadamente en los casos de federación, y también a la inversa, como ocurre en las autocracias.<br />El gobierno, desde el punto de vista semántico, es la organización mediante la cual es formulada la voluntad del Estado. Y la forma de gobierno es solo la manera como se organizan la designación de los gobernantes y sus funciones.<br />Dado que el poder no existe sin un sujeto concreto, mirado como titular, el ordenamiento jurídico se cuida de expresar quien aparece como fuente del poder y de qué manera se distribuye el ejercicio de la autoridad, así como cual es el procedimiento para determinar las personas encargadas de ejercerla. En ello consisten las formas de gobierno.<br />“El titular de la soberanía del Estado mismo pero los textos constitucionales atribuyen la soberanía a la nación. De este modo, la voluntad popular, expresada mediante el sufragio, es la única forma licita de dar origen a los gobiernos.”<br />Se han clasificado de diferente manera las formas de gobierno, según los diversos criterios de los tratadistas siendo la primera y más antigua de estas formas la Teocracia y Autocracia (reyes y emperadores), la cual se daba en Egipto, China, India, países del cercano Oriente y culturas Occidentales hasta la revolución francesa. Las formas de gobierno antiguamente, se aplicaban el criterio cuantitativo que era de acuerdo al número de personas que los ejercían aplicado por Aristóteles en su Tratado Político.<br />Según Platón, el gobierno tenía las siguientes formas:<br />Aristocrática: Gobierno de los mejores, los sabios.<br />Timocracia: Gobierno de los más valiosos.<br />Oligarquía: gobierno de un puñado de ricos.<br />Democracia: Gobierno del pueblo.<br />Tiranía: Gobierno individual, arbitrario.<br />Aristóteles veía las formas de gobierno de una manera más profunda, si se le podría llamar así, las clasificaba en dos grupos: formas puras, formas impuras (porque no buscaban el bienestar de la comunidad).<br />Formas puras:<br />Monarquía: Poder en manos de un individuo.<br />Aristocracia: manda más de uno pero no todos.<br />República: Deciden todos o la mayoría de los ciudadanos.<br />Cuando aparece el ejercicio del poder se desvirtúa, aparecen las correlativas formas impuras o degeneradas: tiranía, oligarquía y demagogia. Cuando ciertas categorías de la población se benefician de un régimen de desigualdad en lo jurídico o en lo económico y social, sea por razón de dinero (plutocracia), del nacimiento (protección clasista) o de la detención virtual del poder (oligarquía).<br />Formas impuras:<br />Monarquía.<br />Tiranía: cuando el monarca actúa dictatorialmente.<br />Aristocracia.<br />Oligarquía: Gobierno de los ricos.<br />República.<br />Demagogia / Democracia.<br />Otra clasificación de gobierno es aquella que se divide en MONARQUIA y REPUBLICA, señalando dos tipos básicos de gobierno, de los que el uno constituye la negación del otro.<br />. Esta clasificación se funda:<br />En la forma como están ordenadas las magistraturas del Estado.<br />En la manera en que se ejerce el poder político.<br />En el carácter o la naturaleza del jefe del Estado.<br />Pero monarquía y república, a semejanza de lo que ocurre con las formas de Estado (democracia y autocracia), son tipos de gobierno que difícilmente se dan en su condición más pura: Por consiguiente, resulta más apropiado hablar de gobiernos de tendencia monárquica o de tendencia republicana, para dar a entender que solo se trata de aproximaciones a los modelos abstractos, puramente conceptuales.<br />Además, fuera de estas 2 formas fundamentales de gobierno existen otras muchas que se derivan de ellas combinando sus cualidades. Son por eso formas mixtas.<br />De modo que monarquía y república, si bien son los tipos básicos, no agotan, ni mucho más, las múltiples formas de gobierno que existen o pueden existir en la práctica.<br />Afirma Posada que “los estados contemporáneos pueden dividirse, en cuanto a la forma de gobierno, en Monarquías (el Jefe del Estado lo es una persona legal y constitucionalmente irresponsable determinada de por vida, y por lo común según el principio hereditario), y Repúblicas (todas las funciones del Estado se ejercen en virtud del principio de la vocación y de la aptitud personales, todos los funcionarios son responsables)”.<br />Tomando también en consideración el carácter o la naturaleza del jefe de Estado, Bernaschina González manifiesta que “monarquía es aquella forma de gobierno en la cual el jefe del Estado es de carácter vitalicio y hereditario”, y que “república es aquella forma de Estado cuyo jefe es de duración transitoria y de elección popular”.<br />A su vez, Borja anota que “si el jefe del Estado es considerado como personificación del Orden Jurídico, personificación del Estado, de tal modo que en su persona reúne los atributos de aquel, el Estado es monárquico; si el Jefe del Estado, aunque representante de la unidad de Estado, no es mirado como personificación de él ni reúne en si sus atributos (los del Estado, los del Orden Jurídico), el Estado es republicano”.<br />El profesor argentino Antokoletz explica, desde otro punto de vista, que “Monarquía (de monos: solo, y Arkhein: ordenar) es el gobierno concentrado en una persona, el monarca, o el gobierno en que todo se hace en nombre del monarca”. Y con referencia a la República dice que ella se caracteriza por:<br />No reconocer dinastía ni familias con derecho a gobernar hereditariamente al Estado.<br />Todo ciudadano que reúne las condiciones legales puede aspirar a ocupar las más altas funciones públicas.<br />No hay funcionarios irresponsables de sus actos.<br />Todos ellos tienen atribuciones limitadas.<br />En resumen, la república es una forma de gobierno en que se ejerce el poder político de manera limitada, responsable y alternativa. Sus gobernantes son elegidos por un amplio sector popular, mediante elecciones libres, para periodos alternados y de duración limitada. Existe en ella una clara y definida división de poderes, como medio de preservar la libertad política y civil de los gobernados, y está regida por un estatuto jurídico fundamental que circunscribe las atribuciones gubernativas y que garantiza un cúmulo de derechos inviolables a favor de las personas.<br />En cambio, la monarquía es la forma de gobierno contraria: se caracteriza por el ejercicio ilimitado e irresponsable del poder y por la naturaleza hereditaria de los gobernantes. Todas las facultades de mando están concentradas en manos del monarca, y aunque necesidades de orden técnico le obligan a establecer cierto grado de descentralización administrativa, el conserva la totalidad de las facultades de control sobre los órganos subalternos y asume la decisión última e inapelable de las cuestiones del Estado. El monarca obtiene su investidura por vía de herencia y la detenta vitaliciamente. Es la sucesión hereditaria, regida por sus propias normas, el titulo para el ejercicio del poder. <br />Estas 2 formas de gobierno se inspiran en 2 concepciones antagónicas sobre la legitimación del poder. La una, en la legitimidad monárquica, vigente en los países occidentales hasta la Revolución Francesa; la otra, en la legitimidad republicana, que sustituyo a la anterior como titulo para el ejercicio del poder a partir de 1789. Según la legitimidad monárquica, el poder pertenece por vía hereditaria a la persona de la familia real –dinastía- que las leyes de sucesión de la corona designan. Según la legitimidad republicana (llamada también democracia occidental), debe desempeñar las funciones de gobierno el ciudadano que cuenta con el consenso mayoritario del pueblo, expresado en forma electoral.<br />Por lo general son tres las variantes gubernamentales que existen en los sistemas políticos. Hay tres grandes sistemas políticos: democrático, totalitario y autoritario, que pueden tener matices y variantes.<br />FORMAS DE LGOBIERNO EN LA ACTUALIDAD.<br />El sistema Democrático y sus formas de gobierno<br />Desde el punto de vista etimológico democracia significa “poder del pueblo”, del griego “demos” pueblo y “cratos” poder.<br />Ello quiere decir que el poder radica en el pueblo. Es pues un principio normativo. Por consiguiente si el poder es del pueblo, este debe ejercerlo. Las formas de ejercer el poder en una democracia son variadas y complejas, pero existen dos generales que son la característica básica de toda democracia. La representativa y la directa. La democracia representativa es aquella en donde el pueblo ejerce el poder, pero lo delega a los representantes que elige. La democracia directa es aquella en que el pueblo ejerce el poder sin representación alguna. En las democracias modernas predomina la representativa, sin embargo, en la medida que esta se perfecciona surgen los mecanismos institucionales de la democracia directa.<br />En realidad en las democracias más avanzadas encontramos una mixtura entre la representativa y la directa.<br />Desde el punto de vista del análisis empírico, es decir, de acuerdo a la realidad, la democracia no es pura y simplemente poder popular, como precisa Sartori, tampoco es gobierno de la mayoría, sino de la mayoría limitada. Esta apreciación de Sartori es más descriptiva y explicativa que valorativa.<br />En una democracia representativa, el poder radicará en el partido político que obtuvo la mayoría de votos, pero esta mayoría está limitado por la ley, y por la presencia de la oposición minoritaria. Desde esta perspectiva empírica, se puede definir a la democracia política, como el gobierno de la mayoría limitada. Pero en todo sistema democrático encontramos otro dato empírico que radica en el consenso, en la aceptación de ciertas prácticas políticas por los integrantes de un sistema político. Una democracia de consenso, implica necesariamente el discurso, el derecho de los integrantes del sistema político a oponerse a la autoridad, a plantear un conjunto de ideas que son opuestas a las que poseen los gobernantes, a plantear propuestas políticas diversas. La democracia de consenso, reconoce la existencia del conflicto entre los grupos políticos. Pero de un conflicto que se regula por la llamada “regla del juego” y por la racionalidad normativa. Sartori establece una relación entre el gobierno por consentimiento y el gobierno de opinión. Para él “aquellos gobiernos que han sido elegidos que reflejan las opiniones del electorado y que son además, considerados responsables (a través de las repetición de las elecciones libres ante sus electores) pueden denominarse- sin forzar excesivamente el significado- gobiernos a los que se ha otorgado consentimiento.”<br />Las democracias reales pueden ser de dos tipos: de mayoría o de consenso. En torno a ellas hay una serie de modalidades y características específicas.<br />Los dos modelos tienen sus propias características pero ambos contienen las principales de todo sistema democrático.<br />Se asume que el poder radica en el pueblo, quien bajo el principio y la práctica del “consentimiento libremente otorgado” elige a las autoridades para que lo representen en el gobierno. El principio de electividad es consustancial a toda democracia.<br />Debe haber pluralismo, político, que implica la presencia de dos opciones, (sistema bipartidista) o más opciones, (sistema multipartidista). Estas opciones son ideo-políticas y se expresan en instituciones creadas libremente por la voluntad de sus miembros como por ejemplo: Partidos Políticos.<br />Alternancia en el poder y presencia de la oposición. En el primer caso, se entiende que el pueblo debe cambiar de autoridades dentro de plazos fijados por la constitución y las leyes electorales y en el segundo que en todo sistema democrático. Un régimen político que se autocalifique democrático, pero que carezca de una oposición independiente y libre, es una farsa.<br />Aceptación del principio de sometimiento, tanto de las autoridades elegidas como de los ciudadanos a los mandatos constitucionales y a las leyes propias del sistema democrático.<br />Existencia de mecanismos de participación popular directa con el fin de que los ciudadanos puedan ser consultados respecto a ciertas decisiones políticas, económicos, culturales y jurídicas, concurrir a la formación de las leyes por su propia iniciativa y controlar lo más directamente posible a las autoridades.<br />Presencia real y efectiva, además del reconocimiento jurídico constitucional de las libertades individuales y políticas, de todos los derechos humanos. Un sistema político será más democrático mientras más se representen los derechos humanos.<br />División de poderes. Esta es una característica fundamental de todo sistema democrático.<br />Control interorgánico e intraorgánico. Vale decir que deben existir controles jurídico administrativos entre los poderes del Estado para lograr un equilibrio en la toma de decisiones y evitar el abuso al poder. Pero a demás, es necesaria la presencia de controles al interior da cada uno de estos poderes; a estos dos controles habrá que agregar un tercero, el llamado control externo de los poderes del Estado por parte de los ciudadanos, que en esencia son el “Poder Electoral”<br />Tolerancia de quienes ejercen el poder con respeto a las críticas de la oposición.<br />El sistema Totalitario y sus formas de gobierno<br />El Totalitarismo es un fenómeno típico de nuestro siglo. Este sistema reúne un conjunto de características, señaladas por constitucionalistas y politólogos.<br />Hay un partido único o hegemónico que tiene el monopolio del poder.<br />El partido monopólico, está estructurado verticalmente. Cuenta con una ideología que se convierte en la verdad oficial del Estado y se impone a la sociedad por la fuerza y a través de mecanismos propagandísticos y pedagógicos.<br />Con la finalidad de difundir la verdad oficial, el Estado totalitario se reserva el monopolio de los medios de comunicación de masas y de la publicidad (prensa escrita, radio, televisión y cine).<br />La mayoría de las actividades económicas están sometidas al Estado, este controla los medios de producción.<br />El Estado está sometido al partido y se sustenta en un poder policiaco que invade la esfera de la vida privada.<br />Monopolio de la fuerza. Esta es una característica general de todo Estado. Pues en los estados democráticos también hay monopolio de la fuerza.<br />Con anterioridad no existieron sistemas totalitarios solo había autoritarios que fueron, desde luego, autocráticos.<br />¿En dónde está la diferencia entre el totalitarismo y el autoritarismo, siendo ambos autocráticos? En dos acontecimientos notables. En la existencia de un partido único o hegemónico que controla el aparato estatal, y a través de este, a los individuos; y en la presencia oficial de una ideología dominante, considerada por la elite dominante como una concepción del mundo universal.<br />El sistema Autoritario y sus formas de gobierno<br />Dice Florence Elliot en su diccionario de política, Autoritario. “Palabra que define un sistema dictatorial de gobierno, en oposición al sistema democrático basado en la soberanía popular. Los partidarios del autoritarismo critican la pretendida lentitud e ineficacia del sistema democrático y muestran las ventajas de una fuerte autoridad del Estado”.<br />Juan Andrés Cardozo, en su libro “Estado Autoritario”, señala las características del gobierno autoritario.<br />“El gobierno autoritario, es, respecto al Estado Moderno, un anacronismo. Una forma superada del poder político en relación al proceso evolutivo del concepto Estado y su moderna articulación.<br />La ecuación entre Estado y Gobierno autoritario es la derivación de la ideología y la política de los actores sociales dominantes.<br />Las absorción del Estado por parte del gobierno, en el régimen autoritario, no se traduce únicamente en la apropiación y utilización de sus aparatos burocráticos y de seguridad para sus fines continuistas en el poder, sino también en una política de neutralidad y de subordinación de los otros poderes. Legislativo y Judicial.<br />El autoritarismo de todo sistema político se expresa en el carácter del gobierno, concretamente en la forma como administra el poder del Estado. El autoritarismo moderno, desde las primeras manifestaciones del fascismo, no se ha animado a suplantar formalmente el orden jurídico.<br />El autoritarismo es el ejercicio del poder sin restricciones.<br />El orden político autoritario se sostiene básicamente con el empleo arbitrario de la fuerza. Pero también contribuyen al inmobiliario del sistema no solo a la sujeción y la impotencia de la sociedad política frente a la estructura represiva, sino e igualmente la despolitización de las clases populares”<br />En cuanto a las formas de gobierno autoritario, su expresión autocrática, siguiendo a Löewenstein son:<br />La Monarquía Absoluta<br />El Cesarismo Plebiscitario de Napoleón<br />El Neopresidencialismo<br />Tanto la monarquía Absoluta, como el Cesarismo Plebiscitario de Napoleón, son formas históricas del autoritarismo, en el mundo moderno no tienen vigencia.<br />El Neopresidencialismo, al entender de Löewenstein, es la versión moderna del bonapartismo. Este Neopresidencialismo no tiene nada que ver con el Presidencialismo norteamericano, latinoamericano y francés. Se trate de “un régimen político en el cual a través de determinadas instituciones constitucionales, el jefe de gobierno- el presidente- es superior en poder político, a todos los órganos estatales.”<br />Una versión, también moderna del autoritarismo, son los Cesarismos Empíricos, según opinión de Burdeau. Esta toma de gobierno carece de ideología y se sustenta en la voluntad del líder o “caudillo”. Los gobiernos militares latinoamericanos obedecen a esta característica. En muchos caos el “caudillo” recurre a plebiscitos para mantenerse en el poder, usando la demagogia como mecanismo fundamental del discurso político.<br />El Gobierno Militar<br />De todas las formas de gobierno autoritarias vigentes, la que mayor presencia y continuidad ha tenido es el gobierno de los militares, llamado por algunos “régimen militar”, para expresar el carácter institucionalizado de los militares en el poder.<br />La ideología que los inspira, por lo general es conservadora, pero como se ha indicado, hay juntas de gobierno militares reformistas e incluso revolucionarios marxistas.<br />OPINIÓN PÚBLICA. <br />La Opinión Pública siempre existió en la historia, pero la teorización sistemática sobre esta práctica se inicia y consolida a mediados del siglo XVIII.<br />Desde la antigüedad, las autoridades siempre tuvieron interés acerca de lo que el pueblo opinaba de ellas, por mas autoritarios, autócratas y teócratas que estos fueran, su deseo era tener una buena imagen ante el pueblo.<br />Los primeros en formular preconceptos de opinión pública fueron los griegos.<br />Platón distinguió entre Doxa y Episteme.<br />Doxa opinión, en griego, distinto a areté (verdad).<br /> Es el conocimiento inseguro, con tendencia al error y que se apoya en las apariencias.<br />Episteme Es el conocimiento científico que busca la verdad a través de una sistematización y el estudio de la realidad.<br />El término opinión pública ha tenido y tiene una variedad muy grande de definiciones, a tal punto que hace más de treinta años el profesor Harwood Child había encontrado, después de una copiosa recopilación, que se manejaban cincuenta definiciones en la literatura especializada. Por ello, Phillips Davison, profesor de la Universidad de Columbia en su artículo “Opinión Pública” para la International Encyclopedia of the Social Sciences, señalaba en forma pesimista que “no hay una definición generalmente aceptada de opinión pública”. Pese a ello el término se ha utilizado con mayor frecuencia. El mismo reconoce que los esfuerzos por definir el término han llevado a expresiones de frustración tales como que la opinión pública “no es el nombre de ninguna cosa, sino la clasificación de un conjunto de cosas”. Algunos fueron más allá, como Jean Padioleou quien irónicamente señalaba que a la “opinión pública le ocurre como a los elefantes: puede ser difícil definirlos, pero es muy fácil reconocer uno” o cuando sostiene que a “la opinión pública le sucede lo que al diablo, debe existir puesto que pronunciamos su nombre”.<br />Se denomina opinión pública al cúmulo de pensamientos y sentimientos que en un momento dado tienen los gobernados respecto a las cuestiones del Estado en general, y a la conducta de sus gobernantes, en particular. Como anota Giner, “el estado difuso del espíritu social en cada época, con su sentido, ideas, inclinaciones, tendencias, repugnancias, tocante a los problemas de su tiempo, constituye la opinión pública, que no es, en suma, ni siquiera una resultante mecánica de fuerzas rígidas aisladas, sino el producto orgánico de las acciones y reacciones mutuas entre las diversas unidades sociales que se penetran y modifican recíprocamente en sus estados de conciencia”.<br />Para Adolfo Posada “la opinión pública es un fenómeno sociológico: es la forma bajo la cual se genera y concreta para imperar el espíritu social: su origen, proceso y manifestaciones son los mismo que los del espíritu social, capaz de obrar con eficacia.<br />Implica la opinión pública, la demostración de la índole psíquica y ética de los movimientos políticos y de la actividad del Estado. Su base está en el sentimiento de sociabilidad y de simpatía que provoca la relación con los semejantes y las coincidencias de deseos, aspiraciones y opiniones, con la compenetración de espíritu con espíritu, para la elaboración de un común sentir y de un común querer, merced a la acción de la imitación y de la invención, que representan los dos momentos capitales en el proceso de la opinión pública”.<br />En concepto de García, “la opinión pública consiste, más o menos, en una relativa uniformidad de pareceres acerca de asuntos o problemas dentro de un medio social determinado”. Esta uniformidad de pareceres añadimos nosotros es el resultado de un acondicionamiento orgánico entre opiniones que pugnan por imponerse y que en esta pugna se modifican mutuamente hasta formar una corriente de pensamiento homogénea. Por eso, como acertadamente indica Hauriou, “no hay que imaginarse que la opinión pública sea una opinión determinada, masomenos común a todo el público y que se refiera a un objeto determinado. La opinión pública es un inmenso receptáculo de opiniones diversas que circulan en el público, es un océano de discusión donde se cruzan y se entrecruzan las corrientes más dispares.<br />La opinión pública es un lugar, un medio, una esfera psicológica en que se desarrolla, bajo la mirada atenta del país, la lucha de las ideas políticas”.<br />Esto significa que la opinión pública es el sentir medio de un grupo o, como dice Gordillo, es la opinión colectiva que la mayoría comparte, opinión que se forma mediante un proceso de integración de los pareceres individuales, del que resulta una manera de pensar relativamente uniforme y homogénea, que es imputable al grupo, porque refleja su sentir general sobre determinada cuestión pública. Este sentir general, formado por la integración de los sentimientos y pensamientos individuales bajo la presión de varios factores y sociabilidad tales como la comunicación colectiva, la sugestión, la imitación, el contagio, la educación y otros es los que se llama opinión pública, que es, por tanto, un producto psicosocial forjado por la acción reciproca de los individuos que se modifican mutuamente en sus estados de conciencia.<br />Pero como ha hecho notar Lowell, “la opinión pública ha de ser pública y opinión”, es decir, ha de estar sustentada por un amplio sector popular y ha de consistir en una elaboración mental debidamente razonada acerca de algún asunto público. En otros términos, para que exista verdadera opinión pública son necesarias 2 cosas: que grupos masomenos extensos compartan criterios relativamente uniformes sobre determinados asuntos del Estado y que tales criterios constituyan en si verdaderas opiniones o creencias acerca de algo. La opinión de pequeños grupos o sectores sociales no es opinión pública, sino opinión particular de esos grupos, como tampoco es opinión publica el conjunto de ideas vagas y difusas sobre alguna materia política, por más que sean sustentadas por amplios sectores populares, pues como dice Maura, “no es posible tomar por opinión cualquier alucinación de las multitudes” ni tampoco “cualquier cosa que suena en la calle”.<br />La opinión pública debe ser, pues, una generalizada corriente de pensamiento tocante a algún punto o aspecto de la vida estatal, que contenga un enjuiciamiento de las cosas públicas. Lo que no significa, sin embargo, que la opinión pública ha de ser un análisis profundo de la realidad política de un país, profundidad que, por lo demás, es incompatible con la propia naturaleza y modo de ser de la masa social, que es el sujeto de la opinión pública. Precisamente la extensión que, según hemos visto, debe tener esta opinión, conspira contra su profundidad, pues es cosa bien sabida que los conceptos ganan en extensión pierden en hondura. A más de esto, es una verdad generalmente reconocida la de que siempre las opiniones de las multitudes tienden a la simplicidad, desatendiendo los matices de las cosas. Suelen ser, como enseña Le Bon, opiniones “simples” y “exageradas”, porque la mirada de las multitudes se muestra generalmente “inaccesible a los matices, solo ve las cosas en conjunto y desconoce las transiciones”.<br />Pero lo dicho no nos excusa de exigir un mínimo de raciocinio en la opinión social, sin el cual no hay opinión pública posible. Por eso hemos afirmado, siguiendo a Lowell, que la opinión pública debe ser “publica” y “opinión”, es decir, debe ser una forma de pensar generalizada sobre asuntos relativos a la vida del Estado, resultante de un proceso reflexivo y consciente de los individuos, por poco profundas que sean esa reflexión y esa conciencia.<br />La opinión pública puede ser mirada desde 2 puntos de vista: el psicológico y el sociológico. Es decir, como fenómeno resultante de una reacción psíquica del grupo, aunque no regido por las mismas leyes que gobiernan el comportamiento de una masa organizada, y como fenómeno de expresión de la voluntad política de una colectividad, que tiende a influir el ejercicio del poder público.<br />La opinión pública ha llegado a ser una fuerza política de la que no se puede prescindir en la organización democrática moderna, cuyos gobiernos se han definido precisamente como regímenes de opinión pública, debido al gran desarrollo e influencia que han alcanzado en ellos el pensamiento y la voluntad social.<br />Cossío, en su extraordinario trabajo sobre opinión pública:<br />Que la opinión pública no es la opinión del público.<br />Que la opinión pública es opinión popular, puede darse en cualquier situación colectiva y traduce un proceso simplemente cuantitativo de adicción a las opiniones personales.<br />La opinión pública juega en cualquier situación colectiva.<br />La opinión pública es una opinión “autorizada” o “calificada”, porque en alguna forma traduce principios.<br />Afirma Cossío: “Decididamente la opinión pública no es una cuestión de cantidad de individuos, cual si se tratara de un sufragio. La opinión del público es simplemente la popularidad de una opinión; pero la opinión pública no es popularidad, sino algo que pretende influir en la opinión del público y que normalmente influye en ella”.<br />De manera que la opinión pública consiste en un proceso gravitante en e l público, en una dinámica que impacta en los ciudadanos y que los hace participar de un proceso que genera interés colectivo, racionalizado, factible de ser discutido, debatido y hasta conversado con cierta sistematicidad.<br />Muchas de estas diferencias están sustentadas en el hecho que algunas definiciones colocan el acento en relación con los marcos de referencias conceptuales en que se sustentan. Por ejemplo:<br />•Desde una perspectiva racional y voluntarista, Ferdinand Tönnies (1902) entiende: “Opinión pública como conglomerado de puntos de vista, deseos y propósitos diversos y contradictorios, y opinión pública como potencia unitaria, expresión de la voluntad común”.<br />•Desde una perspectiva mental-estereotipada, Walter Lippmann (1922) sostiene que: “Las imágenes que se hallan dentro de las cabezas (...) de los seres humanos, las imágenes de sí mismos, de los demás, de sus necesidades, propósitos y relaciones son sus opiniones públicas”.<br />•Desde una perspectiva liberal-democrática, Hans Speier (1950) entiende: “por opinión pública (...) las opiniones sobre cuestiones de interés para la nación expresada libre y públicamente por gentes ajenas al gobierno, que pretenden tener el derecho de que sus opiniones influyan o determinen las acciones, el personal o la estructura de su gobierno”.<br />•Desde una perspectiva crítica-normativa, Jürgen Habermas (1962) señala que: “Opinión pública significa cosas distintas según se contemple como una instancia crítica con relación a la notoriedad normativa pública, ‘representativa’ o manipulativamente divulgada, de personas e instituciones, de bienes de consumo y de programa”.<br />•Desde una perspectiva sistémico-informativa, Otto Baumhauer (1976) sostiene que: “La opinión pública es el producto del proceso transformativo de información introducida en el sistema abierto de clima de opinión pública”.<br />•Desde una perspectiva psicosocial, Elisabeth Noelle-Neumann (1974) construye una definición operativa en la que sitúa la opinión pública como “las opiniones sobre temas controvertidos que pueden expresarse en público sin aislarse”.<br />•Desde una perspectiva de la ciencia política, Giovanni Sartori (1987) sostiene que la opinión pública es ante todo y sobre todo un concepto político. Para el investigador italiano la opinión pública es “un público, o multiplicidad de públicos, cuyos difusos estados mentales (de opinión) se interrelacionan con corrientes de información referentes al estado de la res pública”.<br />Para otros, parte de la confusión conceptual dominante tiene que ver con el hecho que hay una variedad de especialidades que han intentado estudiarlo. Para el derecho y ciencia política la opinión pública es una abstracción que permite verificar el sistema político democrático; en cambio para algunos enfoques de la sociología se trata de un instrumento del control social; y, para otros especialistas, la opinión pública no es más que una categoría formal bajo la que se clasifica los resultados de los sondeos de opinión pública.<br />Estas y otras disciplinas académicas, sin reconocerse y más bien ignorándose entre ellas, han moldeado sus propias concepciones y métodos de acercamiento. Por ejemplo, la opinión pública no es –como muchos políticos y juristas pretenden de buena fe una institución democrática de la sociedad. Ello porque la opinión pública no sólo tiene una entidad política, no siempre es plural, no sólo se encuentra en sociedades democráticas, por sólo señalar algunas características que se le quiere atribuir.<br />Estamos hablando pues de un objeto de estudio que desde ya debe ser abordado de manera interdisciplinaria. Así lo proponía el profesor alemán Jürgen Habermas décadas atrás en su famoso trabajo Historia y Crítica de la Opinión Pública.<br />Teorías de la opinión pública<br />Si las variadas concepciones conviven y debaten académicamente, todas ellas se han nutrido de diversas posturas teóricas construidas históricamente. Y es que la expresión opinión pública que se usa actualmente, se remonta a mediados del siglo XVIII. No obstante antes de aquel momento se manejaban términos parecidos como opinión común, opinión popular, voluntad general, voz populi, etc. que hacen referencias indirectas sobre la opinión pública.<br />De esta manera, Protágoras hace referencia a “creencias (opinión) de las mayorías”, Herodoto de la “opinión popular”, Demóstenes de la “voz pública de la patria”, Cicerón habla del “apoyo del pueblo” y Tito Libio de la “opinión unánime”. Pero, como es sabido, son los filósofos griegos quienes hacen los mayores aportes y precisiones. Platón, hace por ejemplo una separación entre doxa (opinión) y epistema (ciencia), es decir el saber del vulgo, frente al auténtico conocimiento de la ciencia reservado a una minoría. En cambio, para Aristóteles la doxa es solo un conocimiento probable, de esta manera, el hombre para opinar no requiere acudir a la ciencia, pues posee el criterio del sentido común, de sus experiencias directas y de las comprobaciones empíricas.<br />Pero la Edad Media cambiará los términos de las referencias antes planteados por el de la fe y que no serán abandonados sino con el Renacimiento. Será Nicolás Maquiavelo, en El Príncipe, quien desarrollará las ideas básicas de la comunicación política entre gobernantes y gobernados. Más tarde, Hobbes señalará que la conciencia se convierte en opinión, nivelando los actos del crear, del juzgar y del imaginar, en tanto Locke, habla de la Ley de la opinión, de gran importancia como la Ley divina y la Ley estatal. Ella no es otra cosa que la idea que de uno tienen los demás. De los fisiócratas, Mercier de la Riviere, en 1767, expondrá su doctrina de la opinión señalando que quien manda no es el rey, sino el pueblo a través de la opinión pública.<br />Pero quien utilizará por primera vez el término opinión pública será J.J. Rousseau, quien desde 1750 se preocupará sistemáticamente del poder que reviste. En medio de esta preocupación, la revolución francesa será el movimiento histórico que permitirá que se traslade el monopolio de la opinión pública por parte del pequeño círculo de los ilustrados, a manos del pueblo. Pero será el liberalismo el que articule de manera más precisa una teoría de la opinión pública. Desde el comienzo de la escuela clásica con Adam Smith, David Ricardo y otros defenderán el régimen de opinión frente al despotismo. Cada uno de sus representantes aportará elementos favorables para el desarrollo de las libertades individuales, entre ellas las de opinión. Frente a este planteamiento se eleva la concepción marxista. Para Marx y Engels, no existe una opinión pública general que nace en la sociedad civil, sino una opinión que pertenece a la clase dominante. Por ello, para el marxismo la ‘falsa conciencia’ se condensaría en la opinión pública oficial.<br />En el siglo XX, quienes se interesarán por la opinión pública serán los que comparten las tesis de la sociología del conocimiento (Max Scheler, Karl Mannheim, Robert K. Merton, P. Berger y T. Luckmann, entre otros), para quienes el individuo aislado en pocas oportunidades crea, de manera individual, opiniones. Pero, otras relaciones sociales, distintas a las de clase (religión, grupo étnico, nacionalidad, grupo político, etc.), pueden ser determinantes en la construcción de las opiniones de los individuos.<br /> Principales conceptualizaciones contemporáneas <br />de la opinión pública<br />Si bien hay un número importante de académicos contemporáneos que han reflexionado sobre el tema de la opinión pública es el proveniente del mundo alemán el que en los últimos tiempos ha aportado el liderazgo intelectual en esta materia. Las grandes tendencias podrían clasificarse gruesamente en la perspectiva político valorativo de Jürgen Habermas, el antropológico social de Elisabeth Noelle-Neumann y la sociopolítica funcionalista de Niklas Luhmann. No siendo éstas las únicas, son las que han marcado los estudios y las reflexiones más interesantes sobre el tema.<br />A.La perspectiva política valorativa: el diálogo democrático<br />Jürgen Habermas, es heredero de la tradición normativa de la opinión pública en la que han transitado desde Platón, Maquiavelo, Hume, Locke, Rousseau, Tocqueville, Bentham, entre otros. Todos ellos, de una u otra manera se han preocupado de la relación entre gobernantes y gobernados, los derechos ciudadanos, el diálogo político, etc. Es decir, de las condiciones precisas para hablar de un sistema político democrático. Esta es una línea de reflexión que proviene de la tradición del derecho, la filosofía y la ciencia política. Por ello, trata de vincular la existencia de un Estado democrático con la legitimación popular de la opinión pública. Distingue entre una opinión pública real o crítica, que permitirá hablar de un Estado democrático auténtico y una seudo opinión pública o manipulada que no es más que la triste realidad cotidiana que muestran, en opinión de Habermas, la mayoría de las democracias formales, en donde hay una carencia de mediaciones críticas en la comunicación política. Frente al reduccionismo positivista que se expresa en la asociación de la opinión pública con los sondeos, Habermas reivindica la opinión pública como el resultado de un diálogo racional y plural.<br />B.La perspectiva antropológica: el mecanismo psicosocial.<br />En la orilla opuesta a la de Habermas se encuentra Elisabeth Noelle-Neumann. Para la profesora alemana la opinión pública debe ser explicada como un hecho social, desprovisto de categorías normativas que la analizan a partir de lo que debería ser y no de lo que realmente es. El esfuerzo debería centrarse en describir y analizar a la opinión pública tal y como se presenta, sin pretender asociarla a ningún tipo de valoración, por más justa que ésta parezca o pretenda ser. Ella considera a la opinión pública como un conjunto de comportamientos que constituyen la expresión de las mentalidades y actitudes de las colectividades sobre temas de cualquier índole. Así las opiniones están ligadas a tradiciones, valores, prejuicios o modas antes que posturas racionales ligadas a los aspectos político-institucionales. En su teoría del Espiral del Silencio señala que las personas están atentas a las opiniones de su entorno para construir la suya. De alguna manera, ésta se encuentra dependiente de aquella, basada en el profundo temor al aislamiento, es decir, sometidos a la presión social. Dicho mecanismo sicosocial está presente en el ambiente social del que no puede escapar el individuo. Los que se encuentran en minoría, en relación a sus opiniones, las silenciarán antes de recibir el rechazo y la sanción social. La investigadora analizó empíricamente este comportamiento a partir de sondeos de opinión por muchos años en su Institut für Demoskopie, en la ciudad alemana de Allensbach.<br />C.La perspectiva sociopolítica funcionalista: el haz de luz<br />Una tercera perspectiva es la que encabeza Niklas Luhmann. Para este también profesor alemán, la opinión pública es la estructura temática de la comunicación pública, en la medida que es esta estructura común de sentido la que permite una acción intersubjetiva en un sistema social. Esta posición, que está a mitad de camino entre las dos anteriores, considera que si bien la opinión pública es un aspecto particular de la interacción social, tiene presente las funciones políticas del fenómeno y traduce el consenso de un reconocimiento de unos temas de interés general. Es, en otras palabras, la tematización común que permite el diálogo político-social.<br />Para Luhmann las sociedades contemporáneas son cada vez más complejas, como consecuencia de la mayor especialización y diversificación funcional. Este proceso creciente podría hacer estallar el propio sistema, en la medida que los individuos perciben cada vez menos dicha complejidad –menos aún la globalización, tendiendo por lo tanto a regirse por criterios muy particulares y minifundistas. Ante esta situación el sistema demanda un mecanismo reductor que canalice las fuerzas centrífugas sicosociales, produciéndose de esta manera las observadas simplificaciones globalizantes. Es este papel funcional el que le consigna Luhmann a la opinión pública. A ésta el autor alemán la identifica como un espejo, en la medida en que no es más que el reflejo de los pocos observadores. Es decir, “el medio y las formas de la opinión pública no son nada más que la mirada auto-referencial que los protagonistas de la opinión pública se dirigen a sí mismos y a sus actuaciones. Dicho ‘espejo social’ también podríamos compararlo con un ‘cañón de luz’ o un ‘haz de luz’ que focaliza y concentra la atención en un escenario”. La mirada se concentra en un solo punto, así no sea éste relevante, permitiendo que todos compartan un tema en común.<br />Para Luhmann la opinión pública cumple también una función política, pero distinta a la otorgada por Jürgen Hebermas. Se convierte en la base de la democracia, pero no por una valoración ética, sino por razones pragmáticas, en la medida que permite una interconexión entre las personas que por lo menos tienen ciertos temas básicos que compartir, que en caso contrario, la estructura social carecería de sentido. En la percepción luhmanniana los medios y el Parlamento cumplen el papel de ser simplificadores de la complejidad.<br />Público y opinión pública<br />El término público tiene también a varios sentidos. Ya se señaló, líneas arriba, que la ambigüedad del término opinión pública, según algunos autores, deviene de estos varios sentidos del público. Existe una acepción legal que se centra en la idea de “apertura”, en el sentido de ámbito abierto a todos (plaza pública, lugar público, juicio público, etc.), en contraste al de la esfera privada. Un segundo sentido, desarrollado por el derecho y el poder público, es el otorgado por la relación con el Estado. Es decir, en el sentido de los asuntos relacionados con el bienestar general. Por último un tercer sentido, sociológico, coloca el énfasis en que el individuo no desarrolla su vida hacia adentro, en su intimidad, sino hacia afuera dirigida no sólo a otras personas sino también a la sociedad como un todo.<br />Los públicos están compuestos –dicen Gerth y Mills– por gente que no está en relación cara a cara, pero que, sin embargo, manifiestan intereses similares, o está expuesta a estímulos semejantes, aunque más o menos distantes”. Público es, entonces, aquella pluralidad de personas que constituyen el soporte de la opinión pública. A diferencia de otras pluralidades, como masa, muchedumbre o multitud, este término incorpora implícitamente, valoraciones positivas. Por lo tanto, sólo el público es portador de opinión pública. Es por ello que, “cuando el público deja de ser crítico –sentencia R.E.Park–, se disuelve o se transforma en multitud”. Una característica, por lo tanto, del público es el desacuerdo, la diferencia en los intereses similares. La investigación de la opinión pública permite desprender que existe un continuo que va de masa a público, en las siguientes formulaciones colectivas:<br />a)El público en general. Es el que corresponde a aquellos que consideran al público como a la totalidad de la población. Allport, en el primer número de la prestigiosa revista Public Opinion Quarterly (1937), se define decididamente en esta concepción y que ayudó a las prácticas de las encuestas. Existía detrás de esta concepción, la idea democrática de la inclusión de todos los miembros de la sociedad. El problema es que de este universo sólo un porcentaje –que varía en el tiempo y de una sociedad a otra está interesado e informado de las cuestiones públicas.<br />b)El público que vota. Es una de las más comunes operacionalizaciones del público, siendo el resultado de las elecciones –para quienes la defienden la mayor visibilidad de la opinión pública en un sistema de democracia representativa. Pero, este colectivo indiferenciado representa, en EEUU por ejemplo, sólo a la mitad de la población apta para votar. Pero, muchas evidencias señalan que muchos electores, particularmente en sistemas de voto obligatorio, realizan el acto de votar sin información e interés en la campaña que los convoca.<br />c)El público atento. Es aquel sector de la ciudadanía que está informado e interesado en los asuntos públicos y que conforma la audiencia de las élites públicas. D.J.Devine, señala cinco medidas para reconocer al público atento: el interesado en política en general, el interesado en campañas electorales, el que habla de política, el que se expone a las noticias políticas de los medios y el que lee sobre política en revistas. En muchos casos, sin embargo, es un público pasivo, aunque más activo que los anteriores.<br />d)El público activo. Es un grupo más pequeño, que sale del público atento. Su compromiso con los asuntos públicos es intenso, incluyendo aspectos formales de participación política, como informales pero de manera muy activa (debates y discusiones públicas). Normalmente a este grupo se le denomina élite, e incluye gente tan variada como líderes políticos, funcionarios gubernamentales, creadores de opinión, entre otros. Todos ellos participan y compiten en una suerte de mercado de opinión en donde buscarán conseguir seguidores y conversos.<br />Si bien este último grupo tiene una influencia mayor que el resto (algunos dirán desproporcionada), merecen la atención de los medios y son los actores de la comunicación política, no se debe dejar de lado a los espectadores de la misma, en la medida en que en la interacción de ambos grupos se encuentra la formación y el impacto de la opinión pública.<br />Distinción entre opinión pública y opinión publicada<br />Un sistema político democrático exige un constante conocimiento de lo que piensa la ciudadanía, la opinión pública. Pero, la opinión es “pública”, en dos sentidos. En primer lugar por ser la “opinión compartida”, la opinión de la mayoría y en segundo lugar, por ser una “opinión publicada”, gracias a que se publica.<br />A estas alturas vale la pena hacer una distinción de estas dos asociaciones que se prestan comúnmente a confusión. La opinión pública es un juicio más o menos generalizado entre la población respecto a los asuntos que son de conocimiento colectivo. Se estima que la opinión pública expresa un grado de legitimidad acerca del gobierno, sus actos, así como de las demás instituciones. Su fuerza radica en las acciones de permanencia y cambios en las actitudes del gobierno y –algunos argumentan incluso en el grado de control sobre ellos. “La opinión pública del público” u opiniones del público, es un proceso cuantitativo de adición de opiniones. Es una opinión pública que se suma; la “opinión pública del público” es la de una gran mayoría, susceptible de ser medida por encuestas.<br />La opinión pública, por el contrario, es una noción cualitativa, es una opinión pública autorizada, es una opinión pública que se publica. Incluso para algunos autores la opinión pública es la de una minoría que tiene medios específicos y directos para hacerse oír por el público, a través de los voceros de opinión pública. La opinión pública es una dimensión del poder político. En esta medida los medios (de comunicación) pueden desempeñar un papel reforzador de la legitimidad o cuestionador de la misma.<br />Para aclarar este punto es quizá necesario distinguir, entre opinión pública y opinión privada. Mientras que la primera incide en los temas de interés público, la segunda hace referencia a las opiniones de los particulares. De esta manera, así un particular tenga una relevancia política o social (ej. un columnista de prensa) y publique sus opiniones, éstas no pasan a ser la opinión pública. Lo que sí puede representar es una corriente de opinión, aunque no toda opinión publicada es representativa de una corriente de opinión. <br />A la inversa, no todas las corrientes de opinión de una sociedad se tienen que ver necesariamente reflejadas en opiniones publicadas en los medios de comunicación. Por lo tanto, el agregado de las coincidencias de las opiniones privadas no es equivalente a la preocupación colectiva. Pero, en general los temas sobre los que se crean corrientes de opinión relativamente firmes, presentan una doble condición de repercusión personal y colectiva (medidas de protección y seguridad, control de la natalidad, p.ej.), en la que un individuo opina como ciudadano, como padre de familia, miembro de una organización política o religiosa. De tal manera que en algunas oportunidades una persona tiene opiniones duales, cuando lo hace en consonancia con un grupo y cuando lo hace a partir de defender sus intereses particulares.<br />Los factores componentes de la opinión pública<br />De las varias clasificaciones es interesante la propuesta por el profesor Bernard C. Hennessy en su libro “Opinión pública”, para quien los factores o componentes de la opinión pública se pueden agrupar de la siguiente manera:<br />La presencia de un tema. La opinión pública se forma alrededor de un tema o conjuntos de temas públicos que se encuentran en el tapete y que ocasionan posturas contrapuestas.<br />La naturaleza del público. Hay muchos públicos volcados hacia diferentes focos de interés. Cada tema genera su propio público, aunque en muchos casos algunos individuos se sitúen en diversos públicos.<br />Un complejo de creencias del público. Se trata de la distribución de las opiniones sobre un tema. Hay que tener en cuenta que algunas creencias y sólo algunas son mutuamente excluyentes entre sí. Ellas están en función de las actitudes y experiencias anteriores, como de la complejidad del tema. Algunos temas homogenizan públicos y otros no. Este conjunto se denomina “complejo de creencias”. En política suele presentarse una situación dicotómica: posición de mayoría y de minoría.<br />La expresión de la opinión pública. Resulta desde los medios de comunicación de toda su variedad hasta los gestos, mímica y todos los códigos simbólicos.<br />El número de personas involucradas: en cada caso el número es diferente y quizá incierto; lo importante es que el número sea capaz de producir algún efecto.<br />Estos componentes son básicos para entender los complejos pasos que conforman la estructuración y cambios en la opinión pública.<br />La opinión pública en el orden político<br />Más allá del debate sobre el concepto de opinión pública, se encuentra el hecho que su desarrollo está ligado íntimamente a un sistema político preciso, y este no puede ser otro que uno basado en un régimen de derecho. No existe opinión pública en Estados autocráticos, ello debido a que el debate público es inexistente. Sólo existe la voz oficial, que es rutinariamente favorable al gobierno. Se manifiesta la opinión pública de la opresión, no de la expresión. En estos casos se pueden desarrollar opiniones privadas que suelen extenderse en condiciones de represión, hasta un momento en que puedan expresarse e irrumpir libremente, en forma de cambio de régimen por medio de un proceso transaccional o revolucionario, como ocurrió en Chile de Pinochet, en 1989, y en Europa del este, el mismo año.<br />El sistema democrático requiere de la opinión pública en la medida que es un elemento importante en la supervivencia del sistema. Por esto algunos autores consideraban como una de sus funciones la vigilancia y control de la vida política. Por lo tanto, la democracia y la opinión pública se necesitan y complementan mutuamente. Por un lado la democracia, garantiza los derechos y libertades de los ciudadanos, especialmente la libertad de opinión y expresión. Y, por otro, la opinión pública desarrolla una conciencia colectiva que participa, vigila y expresa sus puntos de vista sobre los temas de interés general. Como bien recuerda Monzón “los controles, manipulaciones y obstáculos que se pongan a la opinión pública repercutirán necesariamente en el desarrollo democrático de la sociedad”.<br />Si el sistema democrático gira alrededor de una fluida relación entre gobernantes y gobernados, con reglas de juego previamente estipuladas, son las elecciones el momento en que encontramos al “pueblo gobernante”. Pero, las elecciones no son sino la cristalización de un proceso que la envuelve, que es la formación de la opinión pública. Es decir, las elecciones se convierten en el medio para llegar a un fin particular, el “gobierno de opinión”, que no es otra cosa que un gobierno “sensible y responsable para con la opinión pública”.<br />La opinión pública como proceso racional <br />El modelo normativo de Habermas se establece como uno de los principales ámbitos de crítica a la sociedad. Para él, la opinión pública no es sólo un problema científico, es un problema práctico moral. En este sentido, el principal interés de este autor es analizar las condiciones comunicativas bajo las cuales se forma la opinión pública en las sociedades actuales. Enmarcado en el modelo normativo, el estudio de este fenómeno se sitúa en la teoría crítica de la sociedad. De acuerdo a Habermas la comprensión de la opinión pública sólo puede ser posible a la luz de esta teoría. <br />En un primer momento, encontramos en la teoría habermasiana una crítica feroz al abordaje empírico con el cual se ha encarado el fenómeno de la opinión pública durante este siglo. Para él, las mediciones cuantitativas conducen a una posición acrítica que tiende a echar de lado el sentido general más amplio del fenómeno y sus dimensiones ético-políticas. quot; Frente a esta opción, Habermas no asume simplemente el concepto ideal y mítico de opinión pública elaborado por el liberalismo. Pretende redescubrir un nuevo paradigma de LO PÚBLICO y la OPINIÓN PÚBLICA que sirva como prueba –o como denuncia en caso de ausencia-, de que la sociedad es verdaderamente democráticaquot; (MUÑOZ, 1992: 199). <br />Esta es una cuestión central para Habermas: la opinión pública, formada en un proceso racional de consenso al interior de la sociedad, otorga legitimidad al régimen democrático. Dicho en otras palabras, la opinión pública se erige como garante de la democracia. En relación a esta cuestión abundaremos más adelante, de momento sólo señalamos esta formulación, ya que nos parece central para comprender el planteamiento normativo en este modelo. <br />A continuación definiremos algunos conceptos centrales en la teoría de la acción comunicativa de Habermas que nos permitirán comprender el término de opinión pública en este marco conceptual. Estos son acción comunicativa, mundo de la vida y sistema. <br />Con respecto al primer concepto, acción comunicativa, debemos decir que la definición de este término resulta compleja, debido a que quot; en la sociología no hay unanimidad acerca de qué se entiende por acción (social)quot; (MARDONES, 1985: 103). El interés del presente ensayo no es debatir en torno a la definición exhaustiva de acción en su sentido sociológico ni filosófico más general. Nos limitaremos a plantear el lugar y la importancia que el término reporta en el marco de la teoría habermasiana. Para esto iniciaremos señalando que el mismo Weber realizó un esfuerzo considerable por definir este concepto. Recuperando algunos puntos de la visión fenomenológica weberiana, Habermas construye una tipología de la acción. De ahí deviene la comprensión de la acción a través de dos formas, como acción estratégica y como acción comunicativa. A saber, la acción estratégica es aquella que se orienta a la consecución de fines y la acción comunicativa está orientada a la comprensión. Decimos, así, que la teoría de la acción comunicativa postula una relación de complementariedad entre el concepto de acción comunicativa y el mundo de vida. La evolución de la sociedad conduce a una progresiva diferenciación entre ámbitos de acción integrados normativamente por la vía de un consenso que se da comunicativamente y sistemas de acción funcionalmente especificados que confían la integración a una regulación de decisiones particulares (BADIA, 1998). <br />De aquí se desprende esta visión dual de la sociedad planteada en el modelo normativo habermasiano. Con base en los supuestos planteados por Durkheim en La división del trabajo, Habermas presenta esta diferenciación entre integración social e integración sistémica, lo cual da pie a establecer una distinción entre racionalización del mundo de la vida y aumento de la complejidad de los sistemas sociales. <br />Es esta visión dual de la sociedad la que establece entonces dos niveles de acción susceptibles de ser analizados: mundo de la vida y sistema. El sistema es el campo propio de la acción estratégica y, por tanto, de las acciones orientadas al éxito. Cabe decir, por otro lado, que la acción comunicativa es propia del mundo de la vida. Es éste el espacio de las acciones orientadas al entendimiento. El espacio en el que los individuos reconocen intersubjetivamente, a través del lenguaje, las pretensiones de validez del otro. El lugar en el que los individuos confrontan no sólo saberes sino quereres. El ámbito en el que opera la opinión pública. <br />La opinión pública como control social <br />El modelo psicosocial elaborado por Noelle-Neumann ha sido desarrollado ampliamente por la autora en su hipótesis de la Espiral del Silencio. Para ella, la opinión pública es definida como esa especie de censura que se observa a través del control social que de manera natural todos los individuos de una sociedad tienden a reconocer intuitivamente. Podemos encontrar una gran coincidencia entre los planteamientos de Noelle-Neumann acerca del control social con los de Emile Durkheim acerca del consenso y la cohesión. <br />La idea de una conciencia colectiva que toma forma de consenso normativo está desarrollada por el autor en Las reglas del método sociológico. Para él, el individuo se encuentra sujeto por una conciencia pública que ata y restringe las posturas de los individuos en la sociedad. Se diferencia, sin embargo, de los planteamientos de Durkheim en tanto que, mientras para este autor quot; la conciencia colectiva (funciona) como elemento diferenciador de las sociedades tradicionales o tribales, (en las) sociedades modernas, al evolucionar desde una solidaridad mecánica a una orgánica, se habrían liberado de aquel mecanismo de control. Noelle-Neumann va a sostener, por el contrario, que la sujeción irracional del individuo a esa coerción indeterminada se mantiene exactamente igual en la sociedad contemporáneaquot; (MUÑOZ, 1992: 205). <br />De esta manera, la hipótesis de la Espiral del Silencio se basa en la idea del miedo al aislamiento social. La principal preocupación de Noelle-Neumann es identificar cómo se forma la opinión pública en el marco de una sociedad que castiga a los individuos que no piensan como la mayoría. El supuesto de fondo es que las personas suelen reaccionar ante el conjunto del que forman parte, lo cual indica que quot; es probable que teniendo que decidir dónde ubicarse respecto a un problema de importancia pública, muchas personas no se basen en su propia opinión sino en sus propias lealtades sociales para decidir (…) no eligen dónde posicionarse, sino con quién estarquot; (WOLF, 1992: 66). La hipótesis de la Espiral del Silencio señala que los individuos realizan una constante supervisión del entorno, de tal suerte que son plenamente conscientes acerca de cuáles opiniones son quot; políticamente correctasquot; o van quot; ganando terrenoquot; . Esta supervisión del entorno que, de acuerdo a lo que afirma la autora, se da de manera intuitiva y natural, permite al individuo adherirse a la opinión de las quot; mayoríasquot; . Así, se inicia un proceso en espiral, en el cual, los individuos tienden a responder con solicitud, ya sea con el consentimiento o con el silencio. De esta manera quot; quienes se sienten portadores de opiniones discrepantes de las mayorías tenderán, por la presión social del miedo, a sentirse aislados o en choque con lo mayoritario bien visto, a silenciar sus verdaderas opiniones, favoreciendo así la impresión de los que opinan en mayoría, de que su preponderancia social es incluso más extensa de la existente en realidad. A la inversa, los minoritarios se sentirán más aislados de lo que verdaderamente están y esto irá creando un proceso en espiral: las personas de convicciones menos firmes o más indecisas irán adoptando con más facilidad las tesis de moda y la consideración social de las opiniones minoritarias será cada vez más escasaquot; (MUÑOZ, 1992: 206). <br />La autora reconoce que sus planteamientos acerca del fenómeno opinión pública han estado trabajados, o a los menos señalados, por distintos pensadores en otros momentos. Admite que lo que ella hace es brindarle cuerpo y desarrollo a esta larga tradición de pensamiento a través de sus planteamientos teóricos y su abordaje metodológico. En este sentido, hay cuatro autores con los que la autora discute y compara los significados que del término opinión pública se vierten, y con ellos estructura su mirada. Ellos son Locke, Hume, Madison y Rosseau. <br />De Locke retoma su formulación de la Ley de la Opinión Pública. Locke establece una distinción entre tres clases distintas de leyes: la ley divina, la ley civil y la ley moral. La primera alude al orden de las cosas establecido por una entidad divina, la segunda está relacionada con el poder legislativo del Estado y la tercera es la también conocida como ley de la opinión o de la reputación. A esta concepción hace referencia Noelle-Neumann cuando establece la relación que se da entre las ideas acerca de la fama, el honor o la reputación con el concepto mismo de opinión pública. Esta ley de la opinión pública ha sido quot; objeto de más numerosas elucidaciones y discusiones que todas las restantes formas de ley, poseedora de una asombrosa autoridad, pero que todavía no ha sido plenamente reconocida en su origen y en su importanciaquot; (CANEL, 1993: 284). <br />Este planteamiento de Locke respecto a lo que se entiende por opinión pública se relaciona directamente con las ideas de Noelle-Neumann. Ella encuentra algunos elementos en el pensamiento de Locke que, a su juicio, describen de forma cercana el mismo fenómeno de su preocupación. De esta manera la autora explica la cercanía con esta tradición de pensamiento, la Ilustración Escocesa, de la que Locke forma parte: quot; aunque la expresión opinión pública no aparece en la obra de Locke, está presente indirectamente de dos maneras: primero en su idea de acuerdo, que sólo puede interpretarse como una cuestión de unidad social, y por lo tanto, pública; segundo en su insistencia en el lugar, con su connotación de espacio público por excelenciaquot; (NOELLE-NEUMANN, 1995: 100). <br />Por otro lado, las ideas de Madison concuerdan en gran medida con los postulados de Locke. Para este pensador quot; la razón humana es, como el propio hombre, tímida y precavida cuando se la deja sola. Y adquiere fortaleza y confianza en proporción al número de personas con las que está asociadaquot; (NOELLE-NEUMANN, 1995: 106). La idea de que el poder de la opinión opera sobre el individuo y que la influencia sobre su conducta depende mayoritariamente del número de personas con las que comparte su opinión se relaciona con los supuestos centrales del La Espiral del Silencio. <br />Hume, por su parte, describe en su Treatise of Human Nature que la opinión del grupo de referencia condiciona al individuo. Hume parte de un análisis psicológico sobre la formación de la opinión individual para después dirigirse al más amplio sentido político que reporta este fenómeno. Noelle-Neumann se adhiere a la reflexión psicológica de Hume en este sentido: quot; nada es más natural que acogernos a las opiniones de otros; tanto por la simpatía, que hace que todos los sentimientos de otros se nos presenten como íntimos a nosotros, como por el razonamiento que nos hace tomar en consideración las razones por las que afirman lo que afirmanquot; (CANEL, 1993: 299). Como se puede observar, para Hume estos dos principios básicos de autoridad y simpatía comportan una influencia que se ve reflejada en casi todas nuestras opiniones y tienen una influencia peculiar también en la forma en que nos percibimos y nos juzgamos a nosotros mismos. <br />Finalmente, en el pensamiento de Rousseau, Noelle-Neumann (1995) encuentra una mirada contradictoria y ambivalente en cuanto a la forma de comprender el fenómeno de la opinión pública. Esta aparente contradicción se manifiesta en el doble papel que este fenómeno comporta. Por una parte, la opinión pública es para Rousseau ese fiel guardián de la moral pública, y, por otra, cierne un férreo control sobre el individuo. Así, Rosseau parece plantear un aspecto esencial en la comprensión del fenómeno de la opinión pública, que de acuerdo a Noelle-Neumann se representa en esta negociación que se da entre el consenso social y las convicciones individuales. Dicho de otra manera, la opinión pública refleja la tensión existente entre lo macro y lo micro, entre el nivel individual y lo social, entre el plano psicológico, en donde se encuentran las motivaciones, las pulsiones y los intrincados mecanismos del pensamiento y el plano social, que es el terreno de las normas, las reglas y las costumbres; el eterno debate individuo vs. sociedad, lo público vs. lo privado. En este sentido Noelle-Neumann describe la opinión pública en un sentido rousseaneano como la enemiga del individuo y la protectora de la sociedad. <br />Sintetizando esta parte, podemos observar claramente cómo esta autora se basa en las concepciones que de la opinión pública elaboran estos cuatro pensadores. De Locke y Madison rescata esta relación entre ley de opinión y la amenaza que se cierne sobre el individuo si disiente de su grupo de referencia. Por otra parte, de Hume rescata la idea de opinión como elemento de distinción. Y finalmente, de Rosseau, como se acaba de indicar, recupera esta visión más compleja que parece definir y contrastar ella misma con su hipótesis, la opinión pública como elemento de cohesión social que, sin embargo aplasta –o silencia- al individuo. <br />Esta concepción del fenómeno que nos ocupa es plasmada por Noelle-Neumann (1995) en la metáfora biologicista con la que habla de la opinión pública como esa piel social que envuelve y protege a la sociedad. Entendida así, en un marco psicosocial, la opinión pública es comprendida de manera central en este modelo como quot; el conjunto de las presiones sociales básicas entendidas y sentidas por todos los individuos de una comunidad, independientemente del grado de sujeción a ellas experimentado por cada particularquot; (MUÑOZ, 1992: 206). <br />BIBLIOGRAFÍA.<br />http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n18/18omportillo.html<br />Razón y palabra es la primera revista electrónica en América latina especializada en comunicación.<br />Francisco Miró Quesada Rada. Manual de Ciencia Política. Editorial libros y Publicaciones. Segunda Edición, 2003. Avenida Venezuela 889/307. Lima – Perú. 195 páginas. Código de biblioteca: 320.01 M67.<br />Francisco Miró Quesada Rada. Introducción a la Ciencia Política. Segunda Edición, 2006. 825 páginas.<br />Raúl Ferrero Rebagliati. Ciencias Política. Novena edición, 2003. Editora Jurídica Grijley E.I.R.L. Paginas:613<br />ISBN: 9972-04-010-0.<br />