El protagonista se siente perseguido por su propia sombra que parece tener vida propia y lo observa todo. Agotado física y emocionalmente tras una pelea, se derrumba en la acera y contempla su larga sombra que parece mirarlo fijamente. Se da cuenta de que su sombra siempre ha estado ahí y lo ha presenciado todo, conociéndolo mejor que él mismo. A partir de ahora, aunque ya no se sentirá solo, deberá lidiar con su sombra interna que lo perseguirá constantemente.
1. La Sombra.
No podía respirar, la sentía demasiado cerca de mí, podía notar cómo me perseguía.
Reuní el valor suficiente para girarme... ahí estaba, imitando mis movimientos, resultaba
inquietante. Empecé a correr.
Había tenido un mal día, pero ya no recordaba lo que era tener un buen día. El
cuerpo me pesaba y la cara todavía me dolía de la pelea que había tenido hacia solo
unos minutos. Sentía el corazón latir con fuerza; era como si de un momento a otro
fuera a salir disparado o que simplemente pararía su palpitar, dejándome morir
en aquella solitaria calle sumergido en una noche fría y húmeda. Cerré los ojos, y en ése
momento, me dejé caer en la acera de la esquina. Todo era oscuro, pero la luz que
provenía de una de las vitrinas de un pequeño comercio permitía que una sombra larga y
oscura se prolongara en el suelo de la carretera, amenazante. Me quedé contemplándola
y sentía como si ella también pudiese mirarme a mí. Tenía la sensación de que si
pudiese ver unos ojos en aquella silueta, estarían mirándome fijamente, controlándolo
todo.
Entonces rayos y truenos empezaron a interrumpir la tranquilidad de la noche y las
cuatro gotas se convirtieron en tormenta. No me molestaba. La lluvia siempre me había
hecho sentir seguro, me ayudaba a pensar. Tan solo la idea de que aquella sombra
siempre hubiera estado ahí cambiaba mucho las cosas. Me di cuenta de que nunca había
estado solo. Ella siempre estaba, lo había presenciado todo, visto, escuchado, sentido.
Ella sabía como era yo. Ella me conocía. En aquel instante, una carga eléctrica recorrió
mi columna vertical subiendo hasta el cuello. Eso no era bueno del todo; siempre había
vivido con la tranquilidad de pensar que nunca nadie había sido consciente del monstruo
que está en mi interior, del que soy, y también entendí que eso en parte sería el principio
de una lucha, una lucha contra mi propia consciencia, que me perseguía día y noche a
cada paso. Pero ya no me importaba. Ya no volvería a sentirme solo.
Y ahora todo está dentro de mí, donde nadie ha estado antes y dejo que me lleve.
Entonces mi miedo vuelve a aparecer. Quiero que pare, ¿cómo creéis que me siento?,
¿cuándo creéis que va a parar? No quiero que tenga el control, quiero que se vaya.
Quiero que no exista.
Bara Ramos.