Diversos movimientos de la sociedad civil global comienzan a dar forma a ideas y prácticas en torno a la vida digna o a la búsqueda de la felicidad. Entre estos destacan los que unen esfuerzos para extender el Buen vivir o Sumak Kawsay como corriente de origen andino que apoya un modo de vida ecológico y sostenible, o la Vida dulce de los amerindios. Se trata, ante todo, de la búsqueda de la felicidad del ser humano.
1. El Buen vivir del Sur
Carla Pascual Roig
Área de Estudios
Fundación Intervida
18/02/2011
A inicios de 2011 la ONG Survival informó sobre una nueva comunidad de indígenas
aislados en la Amazonia peruana que viven hostigados por los madereros ilegales del
país. A esta noticia siguió el ataque con disparos sufrido por una comunidad indonesia
por parte de una brigada de la policía nacional, según fuentes del país, interesada en
la palma aceitera que abunda en su poblado. Los intereses económicos marcan las
agendas internacionales. Pero, ¿y las de la sociedad civil?
En efecto, diversos movimientos de la sociedad civil global comienzan a dar forma a
ideas y prácticas en torno a la vida digna o a la búsqueda de la felicidad. Entre estos
destacan los que unen esfuerzos para extender el Buen vivir o Sumak Kawsay como
corriente de origen andino que apoya un modo de vida ecológico y sostenible, o la
Vida dulce de los amerindios. Se trata, ante todo, de la búsqueda de la felicidad del ser
humano.
Así, en agosto de 2010 tuvo lugar la IV Celebración del Foro Social Américas, en la
Asunción, capital de Paraguay. En ella, se reunieron representantes indígenas de
todas partes de América Latina para discutir procesos organizativos que fomenten el
Buen vivir. Para ellos, este paradigma no puede permanecer en el nivel gubernamental
sino que precisa el apoyo del pueblo, de la voz ciudadana.
De hecho, hoy día el Buen vivir forma parte de dos constituciones estatales; la
boliviana lo recoge como principio ético-moral y la ecuatoriana como un derecho.
Ambos países apelan al respeto hacia la Madre Naturaleza, a la que otorgan estatus
jurídico, y a la aceptación de que seres humanos y medio natural forman un todo
inseparable.
Sin embargo, tal como señala el sociólogo José María Tortosa, el Buen vivir no es el
primer movimiento que apela a la vida respetuosa con el medio. En los años 60 y 70,
en el momento álgido del surgimiento de preocupaciones medioambientales, varios
autores apuntaron la necesidad de pensar en un crecimiento ecológico, como por
ejemplo Ernest F.Schumacher o Manfred Max-Neef, éste último conocido por la matriz
de las 9 necesidades humanas.
Centro y periferia del Buen vivir
“Lo original del movimiento es que provenga del vocabulario de pueblos marginados
por la Conquista y la Colonia, y después, por la Independencia y la República (…) en
definitiva, el Sur del Sur” dice Tortosa. De hecho, Buen vivir no es más que la
traducción al castellano de dos expresiones en lenguas indígenas: Sumak Kawsay,
expresión del quechua (Ecuador) que significa “vida buena”, y Suma Qamaña,
expresión del aimara (Bolivia) que significa “buen convivir”.
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2. Sin embargo, el Buen vivir no se limita al continente americano sino que se extiende a
escala mundial. Así pues, desde la India, el investigador Debal Deb ha creado un
banco de semillas ecológicas en sintonía con el Buen vivir, según explicó en la II
Conferencia sobre Decrecimiento económico que tuvo lugar en Barcelona en marzo
del 2010. Deb recordó que las sociedades indígenas tienen varios mecanismos de
control del uso de recursos naturales, como por ejemplo tótems, clasificaciones de
especies sagradas, rituales, creencias, etc. Tienen lo que Deb llama cultura de
protección de la naturaleza, cultura que según él debemos recuperar y adoptar a nivel
global.
A la presentación de Debal Deb en la conferencia, siguió la de Víctor Toledo,
historiador mexicano especializado en derechos indígenas y políticas públicas. Este
argumentó que el Buen vivir es un paradigma complementario al del decrecimiento,
movimiento impulsado por las voces críticas del Norte y que aboga por un crecimiento
económico moderado y respetuoso con el medio. Esta tesis ha sido apoyada por
autores como el analista económico ecuatoriano Pablo Dávalos y por uno de los
referentes españoles en la defensa de la soberanía alimentaria, Gustavo Duch.
Ambos concuerdan con Toledo y apuntan que tanto el Buen vivir como el
decrecimiento suponen una crítica al modelo capitalista, al que acusan de haber
enfrentado al hombre con la naturaleza.
En este sentido, en su artículo La comprensión indígena de la Buena Vida, el
especialista en pueblos indígenas e industrias extractivas Javier Medina, antepone la
Buena Vida occidental a la Vida dulce amerindia. Según él, Occidente es heredero de
una cultura aristotélica y bíblica, donde por un lado se define la buena vida como la
vida contemplativa dedicada a las artes y, por el otro, se advierte del esfuerzo que
tenemos que hacer para vivir, ejemplificado con la advertencia bíblica que dice: “Te
ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
Con ello, Occidente ha llegado a institucionalizar el Principio de Esperanza de Ernst
Bloch (1938-1947) como base sobre la cual fundamentar el desarrollo y el progreso.
Se trata de lograr que las máquinas sustituyan al trabajo humano para poder disfrutar
de la vida contemplativa de que hablaba el filósofo griego. De esta manera, el trabajo
ha quedado excluido del concepto de Buena vida y, a su vez, el progreso se ha
definido con la urbanización de la tierra.
En cambio, la Vida dulce amerindia bebe del paradigma andino, cuyo fundamento
reposa en el llamado chacra. Chacra significa naturaleza, pero entendida como una
simbiosis entre los recursos naturales y el ser humano. “Porque nuestra vida depende
del chacra, el chacra es nuestra vida”. Así, el trabajo de la tierra no es un peso del que
el hombre andino desee descargarse sino que deviene su principal lugar de culto, el
espacio donde el hombre cultiva la vida.
La conclusión de Medina es, por tanto, que mientras que el paradigma de origen
andino cumple los criterios de sostenibilidad que precisamos a día de hoy en todo el
planeta, el modelo de Occidente carece de ellos. “La crisis del mundo occidental
reside, precisamente, en el hecho de que dejó de cuestionarse a sí mismo” dice
Cornelius Castoriadis. A menos que cambiemos la visión bíblico-aristotélica del
desarrollo, no lograremos resolver nuestras crisis.
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