A una niña llamada Laia (caperucita roja), su abuelita le pide que lleve unos pastelitos a su abuelita, pero que tenga cuidado con el lobo. La niña se encuentra con el animal y este no se parece en nada a lo que la gente opina de él, se hacen amigos y contrario al cuento clásico el malo de este cuento es el cazador que tiene una idea errónea de lo que es ser héroe. El cazador recibe su merecido y el concepto de héroe se refuerza en el hecho de ser: aquel que cuida a los animales y los protege.
5. Editado por eMe Comunicación y Cuentos
Diciembre 2017
Caperucita Feroz y El Lobito Bueno
Adaptación del clásico de Charles Perrault
Adaptación, ilustración y maquetación: Kris Varela
Revisión: Mireia Corachán
8. Érase una vez, una niña llamada Laia, aunque todo el mundo solía
llamarla Caperucita Roja, ya que siempre se abrigaba con una capa de
color rojo que le había tejido su mamá Anna, para salir a pasear.
Y como a casi todas las niñas, a Laia le encantaba cantar, jugar con la
plastilina, saltar en los charcos, y hacerse un montón de preguntas, de
esas a las que los mayores casi nunca saben responder.
Per a Laia amb estima.
Una historia amb llobets bons i xiquetes valentes,
perquè no deixes de somniar e imagines móns del revés.
9. Una tarde de primavera, mamá Anna le dijo a Laia:
- La abuelita Marilú te está esperando para merendar en la casita del
bosque. Llévale esta cesta con los dulces que preparó ayer con tanto
cariño papá Óscar.
- Sí, mamá. - contestó Caperucita.
- Pero por favor, ve por el camino y no a través del bosque, he oído que
hay un lobo merodeando por ahí y podría ser muy peligroso.
- ¿Peligroso? - preguntó Laia - ¿Es que son malvados, los lobos?
- ¡Por supuesto que son malvados, los lobos ! - exclamóAnna.
- ¿Y por qué son malvados, mamá?
- Son malvados porque pueden devorarte de un sólo bocado.
10. Y Laia se marchó por el camino,
pensando en que ella también podía
devorar su pizza de un sólo bocado
y que eso no era maldad, si no hambre.
11.
12. Al llegar al cruce de caminos, Caperucita se topó con un cazador.
- Buenos días - saludó Laia.
- Buenos días - repuso el cazador.
- ¿ Qué es ese chisme que llevas en la mano? - preguntó la niña
intrigada.
- Es mi escopeta - contestó orgulloso el cazador - ¡Voy a derribar al
lobo de un sólo disparo!
- Y ¿ por qué quieres hacer algo tan horrible? - preguntó con asombro
la niña.
- Porque quiero ser un héroe - contestó el hombre.
- ¡Vaya! - exclamó Caperucita - ¡Y yo que pensaba que los héroes
ayudaban a los demás y se esforzaban en cuidar en vez de destruir!
Y Laia prosiguió su camino pateando las piedras malhumorada.
13. De pronto, un ruido de pisadas sobre las hojas secas, atrajo su mirada
hacia el bosque. La curiosidad era tan fuerte que Caperucita, a sabiendas de
que desobedecía a su mamá, no pudo evitar adentrarse en la espesura
y salirse del camino seguro.
- ¡Hoooooolaaaa! - gritó Caperucita. Pero no obtuvo respuesta.
- ¡Hoooooolaaaa! - insistió - Soy Caperucita, no te tengo miedo, no me tengas
miedo.
- Hola - dijo una tímida voz tras la maleza.
Caperucita se volvió hacia ella.
- ¿Eres tú el temible lobo del que todos hablan? - le preguntó.
- Supongo que sí.... - dijo dudoso.
- ¡Vaya! ¡No pareces tan temible! Ven, acércate. - le propuso Laia.
- Será mejor que te marches - advirtió el Lobo - dicen que podría devorarte
de un sólo bocado. Y es cierto. ¡Tengo tanta hambre!
- Bueno, eso podemos solucionarlo: llevo en la cesta un montón de
pasteles. Ven, acércate y te daré uno.
- No puedo. También dicen que los humanos podríais derribarme de un sólo
disparo.
- ¡Vaya! ¡Parece que la gente dice muchas cosas! También es cierto, sí, pero yo
no llevo escopeta, sólo ricos pasteles. Aunque si no me crees, te diré lo que
14. vamos a hacer: dejaré un pastelito aquí en el suelo y yo me quedaré muy
quieta y callada.
Caperucita colocó un pastelito en el suelo, se tendió sobre la hierba
y sonrió amablemente.
- No te muevas - dijo el Lobo- voy a acercarme
muy despacio.
La niña se quedó inmóvil y el animal salió
temeroso de entre la maleza.
15. Pasito a pasito, el Lobo llegó hasta el dulce y, como era de esperar,
lo devoró de un sólo bocado.
- Confío en ti - le dijo a la niña.
- Entonces, seamos amigos - propuso Laia.
- ¿Amigos? Nunca he tenido un amigo... ¿Qué significa ser amigos?
- Significa que yo confío en ti y tu confías en mí, que yo te cuido a ti y tú
me cuidas a mí, que yo te quiero a ti y tu me quieres a mí. - explicó Laia.
El Lobo la miraba con sus grandes ojos.
- Ven hasta mi regazo y te lo mostraré -añadió Laia.
El animal se acercó a la niña y ésta lo estrechó entre sus brazos.
- Ahora lo entiendo - sonrió el Lobo - Me gusta que seamos amigos.
- Yo soy Laia, pero si lo prefieres, también puedes llamarme Caperucita.
16.
17. Como el Lobo seguía hambriento, Laia le invitó a merendar a casa
de la abuelita Marilu.
- Hagamos una carrera - propuso él. Y salió disparado bosque a través.
Al llegar, llamó a la puerta y una voz le invitó a entrar:
- Pasa cariño, estoy en el comedor.
Tal fue el susto que se llevó la abuela al ver asomar aquellas orejas
peludas, que de un salto se metió en el armario, y allí permaneció en
absoluto silencio.
El animal, al no encontrar a nadie, y puesto que estaba muy cansado
de tanto correr, decidió esperar a Caperucita acurrucándose en la
mullida cama.
Poco después llegó la niña, encontrando la puerta abierta.
- ¡Abuelita! ¡Ya estoy aquí! - gritó al entrar.
En el dormitorio vió al Lobo arropado en la cama y bromeó:
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Son para verte mejor, Caperucita. - respondió el Lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes!
- Son para oírte mejor, Caperucita.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!
18. - ¡Son para comerte mejor! - gritó el cazador,
irrumpiendo en la estancia y apuntando al
Lobo con su escopeta.
19. Caperucita se apresuró a proteger al Lobo interponiéndose entre
éste y el cazador.
- ¡Aparta, niña! ¡Ya es mío! - gritó el hombre sin dejar de apuntar hacia
ella. - Esa horrible cabeza peluda lucirá pronto en mi salón.
De pronto, se oyó un golpe seco y el cazador se desplomó sobre la
alfombra.
- ¡Abuelita! - gritó Laia - ¡Buen golpe!
- ¡Nadie entra en mi casa empuñando un arma! ¿Habrase visto? ¿Cómo
se atreve a amenazar a mi nieta? - refunfuñó la abuelita, blandiendo
una sartén en la mano. - ¡Le va a caer una buena! Ahora mismo llamo a
la policía. No creo que volvamos a verlo por aquí en mucho tiempo.
Laia abrazó a su abuela.
- Bien, y ahora todo el mundo a lavarse las manos y las patas que es
hora de merendar.
20.
21. Yalrededor de la mesa, todos comieron a dos carrillos los deliciosos
dulces de papá Óscar.
Aquel dia, los vecinos y vecinas del pueblo aprendieron una gran lección.
Desde entonces, cuidarían a los animales del bosque con amor y respeto,
así como lo hacen los auténticos héroes ...