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LA ESCRITURA REVOLUCIONARIA DE LA QUINTA COLUMNA:
                         JAVIER BIARDEAU R.

                          1.- INTRODUCCIÓN MARXIANA:

Nadie sabrá con certeza a donde apuntan los estratos de significación que llevaron a
Juan Barreto a denominar sus escritos como “La Quinta Columna”. No hay presencia
plena, más bien juego de diferencias, como diría Derrida. Pero no se trata de
diferencias sin implicaciones, sino de fuerzas, de afectaciones, de pasiones que abren
planos de consistencia y de lucha.

Allí es patente un combate frontal contra la derecha y contra el Capital, en las
condiciones específicas de posibilidad de la lucha revolucionaria venezolana; desde
una movilidad rizomática, por cierto, que solo puede venir de la mano de una
recepción abierta de Gilles Deluze (y por que no mencionarlo, de Felix Guattari),
articulados sin complejos, arrepentimientos o denegaciones con el camarada Karl
Marx.

En estas escrituras revolucionarias, aparece entonces una aurora del pensamiento
crítico y revolucionario, una máquina de lucha emplazada desde la nomadología
marxiana, fecundada en la relación entre la política y el pensamiento estratégico; y
además, por la más estratégica de las razones: la estética, el arte, la seducción y la
poesía. Así leo a Juan Barreto, y que él me corrija.

La vieja izquierda lo considera ilegible e incluso “erráticamente” posmoderno, la
derecha le aborrece, estigmatiza y teme; pero allí va una línea de fuga socavando
ideologemas,    de-construyendo       evidencias,     problematizando    naturalidades,
implosionando convenciones e instituciones dominantes; entre ellas, la centralidad
maquínica de la biopolítica que se inscribe en los dispositivos mass-mediáticos.

Para Barreto, alguien que sea socialmente calificado como “buen periodista” es el
emblema de la impostura de lo común, una suerte de “buen pastor” del siglo XXI. Con
Foucault, Barreto sabe y advierte lo que implica el “poder pastoral” y su metamorfosis
en “comunicología”. Todo esto implica sumisión ideológica, encorvar no solo el cuerpo
visible, sino los engramas de significación que se hunden en la piel, aquellos que
operan en lo más profundo de las pasiones y de sus flujos, en los registros de las
mentalidades, haciéndonos siervos complacientes de la lógica de dominación del
Capital.

Ya otra escritura transgresiva enmascarada de epistemología, la de Rigoberto Lanz,
nos había advertido a varios y varias (destacando siempre Barreto), desde muy atrás
(estamos en plenos años 80), acerca de los laberintos que atrapan indistintamente a
una derecha comprometida con el minotauro del Capital, como a la más imbécil y
desprevenida izquierda manualesca. Estimados y estimadas, quienes no estén atentos
a los modos de reproducción del capital a través de las gramáticas de significación y
sentido, se verán impedidos de hacer revolución alguna.

Aclaremos algunos malentendidos. Barreto es parte de la corriente de las verdades
nómadas, del comunismo democrático, duélale a quién le duela. Una constelación
abierta, rizomática, transversal de pasiones-deseos revolucionarios que hacen vida y
fuerza en la propia en el campo nacional-popular de la revolución bolivariana. Nadie
sabrá con certeza cuando comenzó esta aventura existencial, pero allí hay cuerpos,
afectos, memorias y compromisos. Enunciaciones que son inscripciones fieles al
horizonte comunista y al imaginario democrático radical. Y más aún, enunciaciones
que son parte de la experiencia de lo común en la vida cotidiana, en los
acontecimientos que liquidan impostoras codificaciones y sus leyendas. Es
conveniente conservar en la clandestinidad ciertas historias. La subversión del cuerpo
y la palabra no revela sus estrategias.

Enunciaciones que no dependen de ningún tribunal, ni de acreditaciones, ni de la
calificación dada por el lugar de cualquier Amo. Su escritura-praxis deviene superior a
cualquier figura del Otro, que pretende marcar con hierro incandescente su poder
sobre nuestras frentes. No, Juan va en otro sentido: que cada quién levante su frente
en alto, con su escritura, con su praxis, con su singularidad en la revolución. Desde el
locus del comunismo como auténtica democracia, democracia absoluta. Nada de
dogmatismos de izquierda, nada de concesiones a los metarelatos de la derecha.
Tampoco mitologías personalistas. Se trata de navegar in situ, superando la sobre-
codificación del primus inter pares, para pasar al devenir de la subjetividad
revolucionaria: la multitud popular constituyente.

Mientras la burocracia y la nueva clase, que son siempre contra-revolucionarias, tratan
de mimetizarse, de colarse entre los espacios desguarnecidos de la revolución
bolivariana, reproduciendo viejos guiones del arribismo, cultos heroicos y el
oportunismo, Barreto profundiza un perfil revolucionario, a la vez que escribe tres
textos para el debate, asumiendo la responsabilidad intelectual en el proceso popular
constituyente: “Crítica de la razón mediática”, “Poder popular. Poder constituyente” y
“multiplicidades de Marx”.

Es obvio que ni la derecha ni la burocracia pueden polemizar con Juan Barreto. Optan
por la cobardía intelectual, y por hacerle zancadillas. Pero dejemos a estos holgazanes
del pensamiento que vivan sus propios paseos por la Divina Comedia de Dante. Sin
duda, los detractores de la revolución o los cultores del marxismo burocrático-
dogmático no tienen nada que decir sobre enunciaciones como la siguiente:

“La tradición del pensamiento marxista, como cualquier otra, no es algo homogéneo o
estable. Esto es así no solo en el sentido obvio de que ha sufrido reformulaciones
cruciales a lo largo de su siglo y medio de vida, sino también, y de manera
fundamental, porque su historicidad no responde nunca exclusivamente a sus
impulsos y problemáticas inherentes. Ésta se ve atravesada de cabo a rabo por las
recomposiciones mas vastas en los regímenes de saber que se produjeron en el
transcurso del pensamiento occidental. El pensamiento marxista viene, de este modo
a reinstalarse sucesivamente en diversos nichos epistemológicos, se reconfigura en
función de los más diversos epistemes que definen, en cada momento dado, las
condiciones de inteligibilidad de los fenómenos. En definitiva, éstos proveen la red
teórica de base a partir de la cual se relee también retrospectivamente el pensamiento
de Marx y se reformula su legado.”(Multiplicidad de Marx: 66)

Ciertamente, hay que tomar en serio la reformulación del legado de Kart Marx, más
que empobrecerlo en formulismos y fetichismos; así como navegar a contracorriente
de los diversos tránsfugas, que han elevado a complemento solemne de justificación,
cierto relacionarse con el marxismo, bajo la cadena significante de los “pecados de
juventud” o los “sarampiones revolucionarios”. Extrañas resonancias con las
confesiones, inquisiciones y con el poder pastoral… ¡entre censores se fantasean!

Pero Juan nos indica la existencia de diversos nichos epistemológicos, ambientes de
sentido donde se enraízan interpretaciones, agencias de enunciación y pasiones
políticas. No se trata de evocar una relatividad o pluralidad marxista, sino de
comprender las afectaciones de cada una las posiciones asumidas en el campo del
poder y de la política. No es lo mismo Marx, Engels, Kaustky, Rosa Luxemburgo,
Antonio Gramsci, Lenin o Stalin. No hay algo homogéneo o estable, pues hay
articulaciones y desarticulaciones hegemónicas.

Aquí Juan Barreto se hace receptivo al diálogo con una lectura política y aguerrida del
“El Capital” y de los “Grundrisse” de Marx. Nada de cientificismos, nada de
estructuralismos. Se trata de captar las luchas, el antagonismo y la subjetividad
revolucionaria en el corazón de la bestia misma, en el metabolismo social del Capital.
Nada de dialécticas que vuelan hacia las cumbres de la reconciliación. No, se trata de
la afirmación absoluta de la negatividad contra Capital. Si el capital me niega,
entonces afirmo mi existencia absoluta como trabajo vivo y cooperativo, como anuncio
del comunismo. Hay que romper la máquina de sujeción a los eslabones del circuito
producción, distribución, circulación y consumo. Romper el régimen de signos, de
poder y de valor/trabajo que se anudan en una biopolítica. Buscar el eslabón más débil
para cada momento, para cada coyuntura.

Se trata de una lucha entre el trabajo vivo y la mortificación de la existencia vital,
contra la “muerte en vida”, producto de la subsunción formal del trabajo al Capital, a
sus dispositivos de mando-sujeción, a su régimen de signos. La quinta columna nos
indica que el Capital es, como plantea Marx, “la fuerza bruta organizada que se ejerce
sobre la suma de todas las aptitudes físicas e intelectuales que residen en la
corporalidad”, transformando “…potencia y sustancias en mercancía que en doble
movimiento también crea las condiciones de su propia realización”, de manera que el
cuerpo vivo es sustancia de todo valor. Dice Juan Barreto: “Al capital le interesa
saturar de control al cuerpo y para ello coloca en el centro del asunto al bios y a su
subjetividad, para que ella entre en máquina de esta lógica y así, pueda ser comprada,
vendida y siempre controlada desde dentro de sí misma; haciendo de la subjetividad
su propia custodia.”…Haciendo de la subjetividad su propia custodia…aquí yo diría
que es la fantasía del poder ideológico totalitario del capitalismo… que cada instancia
de anudamiento del “yo ideal” y el “ideal del yo” de las subjetividades, transpiren al
ritmo del metabolismo del Capital, para recubrir los deseos en Ley capitalista, en
explotación asalariada y conversión mercantil de todo lo existente.

“El capitalista arranca carne humana a quien ni siquiera ha contraído deuda con él, en
una relación vampírica con la fuerza de trabajo”, decía ya Marx. Por esto, Marx daba
mucha importancia a la posibilidad revolucionaria en la historia. Barreto nos advierte
que en 1843, en carta a su amigo Ruge, revelaba: “El comunismo no es una fase
superior. Para mí, no es otra cosa que la realización particular y solidaria, incluso
unilateral, del principio socialista, es una práctica que implica incluso, la superación
emocional de la mezquindad del otro; y en el extremo, los utopistas que dejan para
mañana a La Comuna, es decir, lo que se puede hacer hoy, de manera que el
comunismo no es ni programa ni estrategia, es práctica, es táctica, es tarea inmediata
que organiza y garantiza desde hoy las formas de vivir del mañana, el movimiento
actual de lo real, una suerte de programa mínimo, modelo material de la teoría, que se
puede llevar a cabo si dejamos de lado el cálculo personal siempre mezquino”. Dejar
de lado el cálculo personal siempre mezquino. He allí la grandeza de Marx, y la
pequeñez de sus detractores.

Y seguimos comprendiendo el planteo de Juan Barreto: “Marx prestaba mucha
atención a los indicios anunciadores de lo nuevo, como calificó a La Comuna de París,
lo que va siendo a pesar de las circunstancias, allí donde nadie apostaría, donde
muchos se niegan a verlo y mucho menos a aceptarlo podemos proyectarnos desde
estas plataformas teórico-prácticas. De modo que el socialismo es también un estado
individual. Una subjetividad política que da forma al deseo. Vivir como socialista es ir
construyendo el socialismo. La valoración del espacio, del tiempo, de la calidad de las
relaciones que se entablan, de la coherencia entre el discurso y lo que se hace;
teniendo al goce como principio de todo y, como dijera Marx en su Grundrisse, “y por
consiguiente, el patrón de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino de ocio”,
porque no importa lo duro de una jornada, como en cualquier deporte, ella nunca será
vista como trabajo. Aparecerá entonces el hombre nuevo, visto por Marx, no como un
fanático fundamentalista, sino como el Homo Ludems, “en una sociedad de hombres
creadores que juegan y se divierten en el despliegue individual y colectivo de sus
potencias “reino que va más allá de la conciencia y la superación de la necesidad… El
reino de la libertad sólo comienza en efecto, allí donde desaparece el trabajo impuesto
por el desamparo, la libertad es la superación de la necesidad más allá de la esfera de
la producción propiamente dicha”. Por eso el socialismo es el comunismo hoy, “la
unión de las soledades en un proyecto libertario”.

Juan Barreto coloca en la escena figuras del comunismo que obviamente han sido
sepultadas y desmanteladas por los dispositivos massmediáticos y por los aparatos
hegemónicos del capitalismo. Para la llamada “opinión pública”, “comunismo” es
“estalinismo”, “liquidación de lo espacios de libertad”, “totalitarismo”, “Gulag”. Aquí es
preciso hacer un breve rodeo.¿Que es la opinión pública?. Juan Barreto interpreta a
Jaques Attali, para quién la opinión pública, es en el sentido más amplio, un sistema
axiomático que sustenta la idea de una voluntad política colectiva surgida de la
tradición burguesa de sociedad civil. Suerte de meta relato que hace la regla de la
mayoría colectiva, que se establece como una tabla de sus prioridades y aptitudes, a
partir del arco de aceptación de un grupo de ideas que se disputan el consenso. Esto
significa la reducción metafísica de la complejidad social al plano unidimensional del
número. La abolición de la calidad y consistencia argumentativa de una idea a la
fuerza pero a la vez, a la precariedad de la magnitud estadística. Los medios pasan a
ocupar por sustitución, el espacio público como lugar privilegiado para la formación de
la opinión. Este solapamiento genera un estado de simulacro por apropiación, logra la
ficción de los medios como síntesis de las opiniones colectivas. Esta torsión, este giro,
es un movimiento de inversión de sentido desde donde actúan los medios. Lo hacen
imponiendo ciertos temas de la agenda informativa y haciéndolos pasar como
relevantes (…) Luego, ocurre la cartelización de los contenidos informativos y con
ello, la uniformización de la verdad social alrededor de una versión de la vida en
sociedad que es presentada como verdadera. El espacio público queda reducido a
espacio mediático; a unos bloques temáticos de “actualidad”, es decir, aquello de lo
que merece la pena hablar y a un conjunto de opinadores de oficio que calificarán la
pertinencia y legitimidad de la idea que se debe tener en torno a ciertos temas. Ésto no
es más que la puesta en escena de la dominación ideológica por parte de una
hegemonía. Veamos entonces, como se articula la hegemonía y la política en la
Quinta Columna.

                        2.- SOBRE POLÍTICA Y HEGEMONÍA:

“En política siempre se trata del poder y precisamente por ello, para hacer política
revolucionaria, siempre se trata de articular formas de lucha que sean a sí mismo,
contestación y la formación de una nueva hegemonía, un contra poder. Desmontar las
estrategias contenidas en los engramas profundos de las lógicas de sentido del poder
del capital, va mucho más allá de la tarea necesaria de ganar una elección u ocupar
algún espacio de poder. Sería irónico pretender el poder por el poder mismo, es decir,
obtenerlo para reificarlo y reproducirlo. El deber revolucionario es minarlo y debilitarlo
hasta destruirlo para que surja la libertad. Afortunadamente tenemos a Foucault, como
faro entre la niebla y los arrecifes del biopoder, anunciando caminos que impactan al
cuerpo y a su subjetividad.”

No busquemos un “autor” ni una “obra”, sigamos las “líneas de fuga”, los relámpagos
fulgurantes de la escritura revolucionaria. ¿De que género discursivo se trata?
Literatura, Filosofía, Ciencias Sociales, Comunicología, doxología, semiótica, teoría
crítica, poesía…Nada y todo de eso a la vez. Incluso más que eso. Se trata de
mantener una refinada fidelidad con la escritura revolucionaria, con palabras-pasión
que se articulan a la Revolución Socialista, como cuerpo, vida cotidiana, contestación
al régimen mediático desde sus propios intersticios, e impugnación de su articulación
legitimante con el metabolismo social del Capital.

El “Gordo Barreto” es testimonio existencial de una cierta lectura y uso del comunismo,
que lo comprende inmanentemente articulado a la democracia. De allí, la centralidad
de la hegemonía. No de aquella variante estalinista que traicionó el conatus de la
comunidad de hombres y mujeres libres a través de una hegemonía autoritaria, sino
de la creación de la figura de una multitud popular constituyente, de la hegemonía
democrática, de la incitación permanente a la experiencia de lo común en sus
excesos. Mientras Negri y Laclau polemizan sobre el alcance de los términos que
ponen sobre la mesa del debate socialista, Juan Barreto los usa conjuntamente para
dar una fuerza singular a las máquinas de lucha, a los agenciamientos colectivos de
enunciación.

Se trata de una nueva hegemonía para las multitudes nacional-populares en
Latinoamérica: reivindicar para los excluidos y postergados no solo el “derecho a tener
derechos”, sino el “derecho a ejercer derechos”. Juan Barreto nos enseña que el
“punto crucial” (o línea de cruce e intercepción) que hace posible la construcción y el
establecimiento de un discurso está dado por la capacidad o no de detener la atención
del flujo del deseo precisamente sobre ese punto. Es decir, fijar un curso y unos nodos
en el deseo que, con Lacan, llamaremos fantasías. Lugares que actúan como
dispositivos- máquinas que definen las posiciones de los sujetos, sus prácticas, sus
hábitos y sus opiniones. Toda fantasía, diríamos parafraseando a Voloshinov, tiene su
acento de clase, ya que se transfiguran en mentalizaciones discursivas y no
discursivas, que se anteponen a los juicios y los organizan, expresándose como
prejuicios que tensan interiormente, de manera visible o invisible, todo discurso. En
palabras llanas, ante cualquier proposición o enunciado, evalúe su fantasía, su
aseguramiento de creencias comunes.

Compartir un proyecto hegemónico es a la vez compartir un campo imaginario y
simbólico estructurado por fantasías. También Bloch hablaba el principio-esperanza.
Una nueva hegemonía tiene que enfrentar a la tradición y al peso de las costumbres
instaladas en la vida cotidiana y sus mentalizaciones. Pues, Barreto asume toda la
tradición gramsciana, en gran medida vía Ernesto Laclau, quién teoriza el momento
hegemónico como aquel en el que la gran mayoría de los ciudadanos asume cierto
punto de vista sobre las cosas de una manera natural y sin mayor discusión. Es una
suerte de consenso alrededor de principios de articulación o puntos nodales,
articulación de los sujetos al discurso que los constituye. Una mayor o menor afiliación
discursiva se traduce en pasiones prácticas, observando con claridad sus linderos
ideológicos, es decir el plano argumentativo que justifica la coherencia entre prácticas
y el modo en que son decididas unas y no otras, lo que hace y legitíma a un sistema
de diferencias e identidades.

Pero además de hablar de hegemonía, es fundamental entender como se abren o
cierran las oportunidades en el momento de una crisis orgánica; es decir, los saltos,
discontinuidades y transiciones que pueden ser posibles producto de los cambios en
las relaciones de fuerzas económicas, políticas y militares; para adentrarse en un
campo de prácticas y discursos capaces de producir articulaciones que pueden o no,
permitir la inteligibilidad o lectura de la sociedad desde “un punto de vista” y no “desde
otro”. Nietzsche diría que estamos condenados a las interpretaciones, a un
perspectivismo generalizado, pero que se aleja a considerarlas como visiones
indiferentes o como vectores equipolentes. Más bien en el espacio social se constituye
un campo de batalla. Cuando una sociedad entra en una crisis orgánica, el Estado
mismo como forma mixtificada que pretende investirse de la función de síntesis social,
y el mismo régimen político, entran en crisis. Todas las formas de representación
social y política del bloque social dominante pierden autoridad y capacidad de
dirección política e influencia ético-cultural. Pero a diferencia de Laclau, que abandona
la centralidad de la lucha de clases, Juan Barreto plantea su identificación con la idea
de composición social y de clases de las luchas que utiliza Toni Negri. Podríamos
decir que Barreto crea una nueva figura, no una síntesis, reconociendo que se abre un
umbral para nuevas enunciaciones:

“Un nuevo léxico extraído del diccionario de las luchas recientes, luego del muro de
Berlín, ha ido cobrando espacio, haciendo obsoleto el andamiaje conceptual de las
formulaciones teóricas de La Modernidad. Es el restallido aquí y allá de nuevas formas
de hacer política. Categorías como biopolítica, biopoder, multitud, potencia,
disciplinario, control, república, mediática, hegemonía, subjetividad, deseo, cuerpo sin
órganos, plano de consistencia, estrato y muchos otros que llenarían páginas enteras,
no resultan nada extraños a las nuevas fuerzas sociales posteriores a Seattle. El
horizonte político de las pasiones de las fuerzas sociales del porvenir, poco tienen que
ver con los cristales de observación del discurso liberal burgués o con el marxismo
dogmático y adocenado.”(El sujeto Chávez)

Y en consistencia con la tesis de la fábrica social de Toni Negri, Barreto nos plantea:

“Asistimos a la transición de la sociedad del despotismo de fábrica del régimen del
capital, que se expresaba como orden disciplinar, a favor de la era de las nuevas
tecnologías mediáticas. Esto implica dúctiles formas de control del tiempo, el espacio y
el cuerpo, de manera que desde el margen y la resistencia se abren paso nuevas
subjetividades políticas. Esto es, otras formas de lucha y por supuesto, una lectura
otra, que contiene el dispositivo perverso de una manera también distinta de señalar
las cosas para nombrarlas. Estos procesos se entroncan con las ancestrales y
tradicionales luchas campesinas e indígenas de America Latina, engendrando la
mezcla y el carácter de la naturaleza de la actual forma de expresión de la lucha de
clases (sustancia del antagonismo histórico fundante en la lógica de sentido del
capital); para dar como fruto un nuevo espesor de las contradicciones que hoy
enfrenta el mundo.”(El sujeto Chávez)

Juan Barreto asume en la cartografía de la política y de lo político la significación de
Maquiavelo y del pensamiento estratégico Ruso, Chino y Vietnamita. Una exploración
de la contingencia, del azar y la fortuna ronda sus lecturas. La construcción de una
nueva hegemonía no es necesariamente un ejercicio puramente conciente de la
voluntad, es también fruto de azares y, con Maquiavelo, dice Barreto, de virtud,
fortuna y astucia. Y tal vez, en búsqueda de “mediaciones” estratégicas de la
hegemonía apela a una muy particular interpretación del papel del nombre y del rostro
en las dinámicas hegemónicas:

“Lo que está cambiando necesita de un rostro inteligible. Así, Malcom X, Che, Gandhi,
Fidel, Mandela y por otro lado figuras como Hitler o Bush, son la textura y la rostricidad
sintética de muchos rostros, cuerpo sin órganos, plano de consistencia de distintos y
contradictorios estratos en pugna desde encontradas líneas de fuerza y de fuga de
historias y tiempos políticos múltiples, hechos carne huesos y nombre. Son la
combinatoria que indica cuando estamos en presencia de acontecimientos
revolucionarios y cuando no. Algunos rostros los podemos calificar como singularidad
de la multiplicidad de un pueblo, o su contrario. Muchas veces, durante un cambio
social los procesos se precipitan, salta la legalidad y por un momento se pulverizan
instituciones que quedan sustituidas por un rostro y un nombre que es la expresión de
la fuerza de La Multitud. Nombre que cubre el arco de tiempo de una esperanza, un
sueño, unas demandas sociales; en fin, la materialización transfigurada del deseo en
deseo político, pues es un tiempo-cuerpo que puede ser nombrado desde su condición
cualitativa.”(Tiempos, nombres y rostros)

Para Juan Barreto, el lugar de condensación jurídico-político de las contradicciones de
un tiempo y la expresión de una hegemonía implica marcas y registros que pueden ir
variando o que se establecen en un signo, en un icono o en cualquier otro plano
referencial. Así surgen los sujetos conceptuales, nombres propios que impactan y
cambian de manera sustantiva las relaciones de fuerza y de poder entre las clases.
Pero no se explica con facilidad este primer pasaje con la necesidad de un rostro
inteligible, si no es haciendo un tránsito por una teoría del liderazgo político. Aquí
surgen todas las discusiones sobre el papel de Chávez:

“Nuestro tiempo constituyente se caracteriza por la emergencia de un sujeto, que
podemos marcar haciendo un corte arbitrario, desde el estallido de febrero del 89
hasta los días que corren, pasando por todas las turbulencias que nos ha tocado vivir;
lleno de momentos instituyentes para la emergencia de ese nuevo sujeto hegemónico,
como ocurrió con el 4-F. Momento de irrupción de un nuevo significante político que
puso rostro humano a todo el arco del proceso, materializando desde allí el imaginario
que dio nombre al sujeto conceptual que recoge el momento político. Los tiempos que
corren, nos guste o no, tienen un nombre común y por eso mismo, todo el mundo, para
bien o para mal, tiene que referirse a él, en tanto que significante lleno, dicho en
términos de Laclau. No asumirlo es alejarse de manera metafísica de la sensibilidad
cualitativa de la subjetividad política dominante. Ese nombre, ya lo he dicho, es
Chávez. Esa nomenclatura contiene la clave secreta que orienta los rumbos de este
tiempo. Su suerte, su devenir, juega la suerte de todo aquello que llamamos
proceso.”(Tiempos, nombres y rostros)

                   3.- LA REVOLUCIÓN VENEZOLANA Y CHÁVEZ

Dice Juan Barreto que el mito de la comunidad reconciliada e idéntica a sí misma del
ideal metafísico del liberalismo burgués, fue quebrado el 27 de febrero de 1989. La
condición de posibilidad del “chavismo” llegó como un chaparrón “dividiendo al país”
entre aquellos que veían turbas y otros que vimos la emergencia de una espacio
paradójicamente ausente: el paso de la masa a la multitud constituyente. El 27-F es en
términos políticos, un largo día que sigue actuando como dispositivo articulador de lo
real en los tiempos que corren. Del sujeto Chávez, nombre ahora colectivo de una
multiplicidad política que reinventa formas de decir y de actuar, alejadas de los
protocolos discursivos de las formaciones cortesanas de los salones señoriales, donde
se practican los rituales legitimadores de la burguesía. Se trata de la emergencia de
una nueva formación discursiva, nuevos principios de articulación, nuevos puntos
nodales y un nuevo rostro. Sin embargo, aquí emerge una de las tensiones que Laclau
identifica como el “momento del líder” y el “momento del protagonismo popular”:

“La revolución se juega su suerte dependiendo de las frases, nomenclaturas y
nombres que se hagan cotidianos. El curso de la historia por venir está en un adentro
que es Chávez, un devenir político. El perro que sigue su rastro, el chavismo, es el
nuevo lugar de la política, allí está situada la multitud y allí se mueven distintas formas
del deseo (esperanzas, frustraciones, alegrías, tristezas, lealtades, traiciones);
depende de lo que Chávez es y vaya siendo, del cuerpo y la carne que haga estrato
en la piel común, lo que diga en adelante en algún significante vacío, como por
ejemplo: democracia, partido, socialismo.”
No desplegaré aquí mis inquietudes críticas con relación al lugar de la multitud frente
al rostro y frente al rastro, ese nuevo lugar de la política que lleva a una
caracterización del chavismo. Para Juan Barreto queda claro que ese nombre, el
nombre de la nueva hegemonía es Chávez. Esa nomenclatura contiene la clave
secreta que orienta los rumbos de este tiempo. Su suerte, su devenir, juega la suerte
de todo aquello que llamamos proceso. En síntesis, sin Chávez no hay proceso.
Expreso mi desacuerdo con Juan Barreto, sin Chávez habrá nuevas situaciones,
nuevas experiencias, habrá multitud constituyente. Chávez no es el alfa y omega de la
revolución; todo lo contrario, el lugar de Chávez se juega en la fidelidad o no a la
potencia constituyente, a la revolución nacional-popular, democrática y socialista. Allí
cobra densidad, alcance y proyección la revolución bolivariana. De manera paradójica
nos citamos desde el propio texto de Juan Barreto:

“Es hora de articular una pluralidad de demandas de radicalización democrática que
han quedado sumergidas en la revolución, que apuntan, no a la construcción de una
transición eterna hacia ningún socialismo, sino hacia la viabilidad concreta del
socialismo desde abajo” (Al día SI-guiente)

Apostamos al socialismo desde abajo, no a una revolución desde arriba. Y lo hacemos
reconociendo que Barreto acierta cuando dice que el punto de encuentro y articulación
de la potencia de estas fuerzas se llama Chávez. Pero el momento del líder no puede
desequilibrar el momento de la participación y el protagonismo popular. Es crucial,
para las distintas corrientes político organizativas que surgen desde el movimiento
popular, encontrarse y perfilar un modelo de referencia que sea común a todas
nuestras luchas, de modo que podamos también perfilar una visión común claramente
de izquierda (y de qué clase de izquierda estamos hablando), y así seguir
encontrándonos y haciendo. Para que todo esto sea de este modo el movimiento
popular necesita de la continuidad del liderazgo de Chávez y su permanencia al frente
del gobierno. Incluso, sin ambigüedades, plantearía un programa político que recoja
las demandas del bloque social de los oprimidos, explotados y excluidos, sobre todo
sus demandas de protagonizar los cambios, de ejercer el poder constituyente de
manera directa. Pues, estamos de acuerdo con Juan Barreto cuando indica:

“Pulverizar los obstáculos y las trampa-jaulas del Estado burgués y con ello su
hegemonía, es deslastrarse de las formas de participación que sólo privilegian las
mascaradas de la democracia representativa y las prácticas de aparato, la
conservación de estratos de dirigentes sin dirigidos ni inserción social real en las
luchas y los imaginarios de la gente, asumidos como fin en sí mismo, como
funcionariado tutelar y en fin, todo lo que enfrenta cualquier expresión de la
democracia directa.”(Al día siguiente)

La Democracia debe ser un ejercicio continuo y permanente del Poder Constituyente
del pueblo, y este no puede ser regulado por una cortapisa legal que niegue su
potencia. Pero tampoco el “momento del líder” puede ser cortapisa del poder
constituyente, Juan Barreto nos comenta su contacto con Jerry Adams y los consejos
para la formación de un liderazgo de base, que no sean simples “lideres simpáticos”.
Una revolución democrática y socialista mucho se fortalecería construyendo estas
estructuras de liderazgo intermedio, más que cultivando la infalibilidad del
Comandante-Presidente. Desde la perspectiva contra-hegemónica, de la lucha contra
la separación natural entre gobernantes y gobernantes, somos fieles a lo recogido en
su texto “Mayo”:

“¿Qué hemos dicho en nuestros discursos y en nuestros escritos? Hemos explicado al
pueblo sus condiciones y relaciones sociales; le hemos hecho ver los fenómenos
sociales, las circunstancias y las leyes bajo las cuales se desenvuelven. Hemos
probado hasta la saciedad que el sistema del salario es la causa de todas las
iniquidades monstruosas que claman al cielo. Nosotros hemos dicho además que el
sistema del salario como forma específica del movimiento social, habría de dejar paso
a formas más elevadas de civilización; que dicho sistema preparaba el camino y
favorecía la fundación de un sistema cooperativo humano y universal; que tal es El
Socialismo. Que no se trataba de tal o cual teoría, tal o cual diseño de mejoramiento
futuro, que no era materia de elección, sino producto de condiciones y necesidades
históricas, y, que para nosotros, la tendencia del progreso social no era otra que la del
Anarquismo. Esto es, la de una sociedad libre, sin clases ni burócratas. Una sociedad
de productores libres y soberanos, una sociedad en la que la libertad y la igualdad
económica de todos produciría un equilibrio estable como base y condición para el
entendimiento y la fraternidad en un nuevo orden natural.”(Mayo: Discurso de Augusto
Spies, uno de los líderes de la insurrección obrera del 1 de Mayo de 1886, en
Chicago).

Todavía hoy retumban aquellos enunciados: “¡La causa del pueblo, la causa de la
libertad de los trabajadores no se detiene con horcas!”. Se trata de la vida, la dignidad
y la esperanza contra la muerte. Y esto solo es posible si desde el corazón no se
encienda el fuego del amor y la ternura por el otro semejante:

“Los modos de expresión que asume la lucha de clases en el territorio particular de las
luchas locales, necesita que saldemos nuestras distancias y diferencias a favor de un
nosotros común que rompa con el tacticismo y el tareismo, para que sea la
identificación, el amor y la camaradería, el ingrediente complementario de la referencia
ideológica que nos guía. En todo esto, como filigrana, arma y compone el liderazgo de
Chávez.”(Nosotros y la enmienda)

Si hay un índice de escritura revolucionaria en la Quinta columna de Juan Barreto es
su constante, insistente y recurrente interpelación de la “experiencia de lo común”.
Pues las verdades nómadas del comunismo democrático tienen mucho que aprender
de Ai Quóc (También conocido por Hó Chí Minh), quién en1921 escribió en la revista
francesa, El Comunismo:

 “Estoy firmemente convencido de que la fuerza de la transformación revolucionaria
está en el pueblo. Cientos de millones de hombres maltratados y oprimidos de toda
Asia se levantarán. Lo harán con paciencia, aprendiendo del cerco y las derrotas. La
victoria se construye con paciencia, así como se arma un rompe cabezas.
Organizando primero la retaguardia y luego la vanguardia, siempre sin perder la
iniciativa. Los pueblos saben resistir al hambre y a las humillaciones, sabrán también
resistir a las infinitas adversidades de la guerra, siguiendo el ejemplo heroico de los
más firmes y leales, fiel a los principios y flexibles en la táctica. De manera que no hay
apegos ni posiciones que defender que no sean aquellos movimientos que nos
conduzcan a la construcción de la resistencia desde la retaguardia. Les digo a mis
camaradas que se alejen del inmediatismo y la desesperación. Hay que aprender
madurando. Cuando estamos cerca de los 50, podemos desechar las ilusiones y
encarar el destino previendo el futuro. Estimo que la preparación nos llevará unos 30
años”. (Resistir desde la Retaguardia)

Porque en la escritura revolucionaria puesta en acto, hay singularidades
revolucionarias, podríamos decir, multiplicidades de “Juan Barreto”.

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Escritura revolucionaria de la 5ta columna

  • 1. LA ESCRITURA REVOLUCIONARIA DE LA QUINTA COLUMNA: JAVIER BIARDEAU R. 1.- INTRODUCCIÓN MARXIANA: Nadie sabrá con certeza a donde apuntan los estratos de significación que llevaron a Juan Barreto a denominar sus escritos como “La Quinta Columna”. No hay presencia plena, más bien juego de diferencias, como diría Derrida. Pero no se trata de diferencias sin implicaciones, sino de fuerzas, de afectaciones, de pasiones que abren planos de consistencia y de lucha. Allí es patente un combate frontal contra la derecha y contra el Capital, en las condiciones específicas de posibilidad de la lucha revolucionaria venezolana; desde una movilidad rizomática, por cierto, que solo puede venir de la mano de una recepción abierta de Gilles Deluze (y por que no mencionarlo, de Felix Guattari), articulados sin complejos, arrepentimientos o denegaciones con el camarada Karl Marx. En estas escrituras revolucionarias, aparece entonces una aurora del pensamiento crítico y revolucionario, una máquina de lucha emplazada desde la nomadología marxiana, fecundada en la relación entre la política y el pensamiento estratégico; y además, por la más estratégica de las razones: la estética, el arte, la seducción y la poesía. Así leo a Juan Barreto, y que él me corrija. La vieja izquierda lo considera ilegible e incluso “erráticamente” posmoderno, la derecha le aborrece, estigmatiza y teme; pero allí va una línea de fuga socavando ideologemas, de-construyendo evidencias, problematizando naturalidades, implosionando convenciones e instituciones dominantes; entre ellas, la centralidad maquínica de la biopolítica que se inscribe en los dispositivos mass-mediáticos. Para Barreto, alguien que sea socialmente calificado como “buen periodista” es el emblema de la impostura de lo común, una suerte de “buen pastor” del siglo XXI. Con Foucault, Barreto sabe y advierte lo que implica el “poder pastoral” y su metamorfosis en “comunicología”. Todo esto implica sumisión ideológica, encorvar no solo el cuerpo visible, sino los engramas de significación que se hunden en la piel, aquellos que operan en lo más profundo de las pasiones y de sus flujos, en los registros de las mentalidades, haciéndonos siervos complacientes de la lógica de dominación del Capital. Ya otra escritura transgresiva enmascarada de epistemología, la de Rigoberto Lanz, nos había advertido a varios y varias (destacando siempre Barreto), desde muy atrás (estamos en plenos años 80), acerca de los laberintos que atrapan indistintamente a una derecha comprometida con el minotauro del Capital, como a la más imbécil y desprevenida izquierda manualesca. Estimados y estimadas, quienes no estén atentos a los modos de reproducción del capital a través de las gramáticas de significación y sentido, se verán impedidos de hacer revolución alguna. Aclaremos algunos malentendidos. Barreto es parte de la corriente de las verdades nómadas, del comunismo democrático, duélale a quién le duela. Una constelación abierta, rizomática, transversal de pasiones-deseos revolucionarios que hacen vida y fuerza en la propia en el campo nacional-popular de la revolución bolivariana. Nadie sabrá con certeza cuando comenzó esta aventura existencial, pero allí hay cuerpos, afectos, memorias y compromisos. Enunciaciones que son inscripciones fieles al horizonte comunista y al imaginario democrático radical. Y más aún, enunciaciones que son parte de la experiencia de lo común en la vida cotidiana, en los
  • 2. acontecimientos que liquidan impostoras codificaciones y sus leyendas. Es conveniente conservar en la clandestinidad ciertas historias. La subversión del cuerpo y la palabra no revela sus estrategias. Enunciaciones que no dependen de ningún tribunal, ni de acreditaciones, ni de la calificación dada por el lugar de cualquier Amo. Su escritura-praxis deviene superior a cualquier figura del Otro, que pretende marcar con hierro incandescente su poder sobre nuestras frentes. No, Juan va en otro sentido: que cada quién levante su frente en alto, con su escritura, con su praxis, con su singularidad en la revolución. Desde el locus del comunismo como auténtica democracia, democracia absoluta. Nada de dogmatismos de izquierda, nada de concesiones a los metarelatos de la derecha. Tampoco mitologías personalistas. Se trata de navegar in situ, superando la sobre- codificación del primus inter pares, para pasar al devenir de la subjetividad revolucionaria: la multitud popular constituyente. Mientras la burocracia y la nueva clase, que son siempre contra-revolucionarias, tratan de mimetizarse, de colarse entre los espacios desguarnecidos de la revolución bolivariana, reproduciendo viejos guiones del arribismo, cultos heroicos y el oportunismo, Barreto profundiza un perfil revolucionario, a la vez que escribe tres textos para el debate, asumiendo la responsabilidad intelectual en el proceso popular constituyente: “Crítica de la razón mediática”, “Poder popular. Poder constituyente” y “multiplicidades de Marx”. Es obvio que ni la derecha ni la burocracia pueden polemizar con Juan Barreto. Optan por la cobardía intelectual, y por hacerle zancadillas. Pero dejemos a estos holgazanes del pensamiento que vivan sus propios paseos por la Divina Comedia de Dante. Sin duda, los detractores de la revolución o los cultores del marxismo burocrático- dogmático no tienen nada que decir sobre enunciaciones como la siguiente: “La tradición del pensamiento marxista, como cualquier otra, no es algo homogéneo o estable. Esto es así no solo en el sentido obvio de que ha sufrido reformulaciones cruciales a lo largo de su siglo y medio de vida, sino también, y de manera fundamental, porque su historicidad no responde nunca exclusivamente a sus impulsos y problemáticas inherentes. Ésta se ve atravesada de cabo a rabo por las recomposiciones mas vastas en los regímenes de saber que se produjeron en el transcurso del pensamiento occidental. El pensamiento marxista viene, de este modo a reinstalarse sucesivamente en diversos nichos epistemológicos, se reconfigura en función de los más diversos epistemes que definen, en cada momento dado, las condiciones de inteligibilidad de los fenómenos. En definitiva, éstos proveen la red teórica de base a partir de la cual se relee también retrospectivamente el pensamiento de Marx y se reformula su legado.”(Multiplicidad de Marx: 66) Ciertamente, hay que tomar en serio la reformulación del legado de Kart Marx, más que empobrecerlo en formulismos y fetichismos; así como navegar a contracorriente de los diversos tránsfugas, que han elevado a complemento solemne de justificación, cierto relacionarse con el marxismo, bajo la cadena significante de los “pecados de juventud” o los “sarampiones revolucionarios”. Extrañas resonancias con las confesiones, inquisiciones y con el poder pastoral… ¡entre censores se fantasean! Pero Juan nos indica la existencia de diversos nichos epistemológicos, ambientes de sentido donde se enraízan interpretaciones, agencias de enunciación y pasiones políticas. No se trata de evocar una relatividad o pluralidad marxista, sino de comprender las afectaciones de cada una las posiciones asumidas en el campo del poder y de la política. No es lo mismo Marx, Engels, Kaustky, Rosa Luxemburgo,
  • 3. Antonio Gramsci, Lenin o Stalin. No hay algo homogéneo o estable, pues hay articulaciones y desarticulaciones hegemónicas. Aquí Juan Barreto se hace receptivo al diálogo con una lectura política y aguerrida del “El Capital” y de los “Grundrisse” de Marx. Nada de cientificismos, nada de estructuralismos. Se trata de captar las luchas, el antagonismo y la subjetividad revolucionaria en el corazón de la bestia misma, en el metabolismo social del Capital. Nada de dialécticas que vuelan hacia las cumbres de la reconciliación. No, se trata de la afirmación absoluta de la negatividad contra Capital. Si el capital me niega, entonces afirmo mi existencia absoluta como trabajo vivo y cooperativo, como anuncio del comunismo. Hay que romper la máquina de sujeción a los eslabones del circuito producción, distribución, circulación y consumo. Romper el régimen de signos, de poder y de valor/trabajo que se anudan en una biopolítica. Buscar el eslabón más débil para cada momento, para cada coyuntura. Se trata de una lucha entre el trabajo vivo y la mortificación de la existencia vital, contra la “muerte en vida”, producto de la subsunción formal del trabajo al Capital, a sus dispositivos de mando-sujeción, a su régimen de signos. La quinta columna nos indica que el Capital es, como plantea Marx, “la fuerza bruta organizada que se ejerce sobre la suma de todas las aptitudes físicas e intelectuales que residen en la corporalidad”, transformando “…potencia y sustancias en mercancía que en doble movimiento también crea las condiciones de su propia realización”, de manera que el cuerpo vivo es sustancia de todo valor. Dice Juan Barreto: “Al capital le interesa saturar de control al cuerpo y para ello coloca en el centro del asunto al bios y a su subjetividad, para que ella entre en máquina de esta lógica y así, pueda ser comprada, vendida y siempre controlada desde dentro de sí misma; haciendo de la subjetividad su propia custodia.”…Haciendo de la subjetividad su propia custodia…aquí yo diría que es la fantasía del poder ideológico totalitario del capitalismo… que cada instancia de anudamiento del “yo ideal” y el “ideal del yo” de las subjetividades, transpiren al ritmo del metabolismo del Capital, para recubrir los deseos en Ley capitalista, en explotación asalariada y conversión mercantil de todo lo existente. “El capitalista arranca carne humana a quien ni siquiera ha contraído deuda con él, en una relación vampírica con la fuerza de trabajo”, decía ya Marx. Por esto, Marx daba mucha importancia a la posibilidad revolucionaria en la historia. Barreto nos advierte que en 1843, en carta a su amigo Ruge, revelaba: “El comunismo no es una fase superior. Para mí, no es otra cosa que la realización particular y solidaria, incluso unilateral, del principio socialista, es una práctica que implica incluso, la superación emocional de la mezquindad del otro; y en el extremo, los utopistas que dejan para mañana a La Comuna, es decir, lo que se puede hacer hoy, de manera que el comunismo no es ni programa ni estrategia, es práctica, es táctica, es tarea inmediata que organiza y garantiza desde hoy las formas de vivir del mañana, el movimiento actual de lo real, una suerte de programa mínimo, modelo material de la teoría, que se puede llevar a cabo si dejamos de lado el cálculo personal siempre mezquino”. Dejar de lado el cálculo personal siempre mezquino. He allí la grandeza de Marx, y la pequeñez de sus detractores. Y seguimos comprendiendo el planteo de Juan Barreto: “Marx prestaba mucha atención a los indicios anunciadores de lo nuevo, como calificó a La Comuna de París, lo que va siendo a pesar de las circunstancias, allí donde nadie apostaría, donde muchos se niegan a verlo y mucho menos a aceptarlo podemos proyectarnos desde estas plataformas teórico-prácticas. De modo que el socialismo es también un estado individual. Una subjetividad política que da forma al deseo. Vivir como socialista es ir construyendo el socialismo. La valoración del espacio, del tiempo, de la calidad de las relaciones que se entablan, de la coherencia entre el discurso y lo que se hace;
  • 4. teniendo al goce como principio de todo y, como dijera Marx en su Grundrisse, “y por consiguiente, el patrón de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino de ocio”, porque no importa lo duro de una jornada, como en cualquier deporte, ella nunca será vista como trabajo. Aparecerá entonces el hombre nuevo, visto por Marx, no como un fanático fundamentalista, sino como el Homo Ludems, “en una sociedad de hombres creadores que juegan y se divierten en el despliegue individual y colectivo de sus potencias “reino que va más allá de la conciencia y la superación de la necesidad… El reino de la libertad sólo comienza en efecto, allí donde desaparece el trabajo impuesto por el desamparo, la libertad es la superación de la necesidad más allá de la esfera de la producción propiamente dicha”. Por eso el socialismo es el comunismo hoy, “la unión de las soledades en un proyecto libertario”. Juan Barreto coloca en la escena figuras del comunismo que obviamente han sido sepultadas y desmanteladas por los dispositivos massmediáticos y por los aparatos hegemónicos del capitalismo. Para la llamada “opinión pública”, “comunismo” es “estalinismo”, “liquidación de lo espacios de libertad”, “totalitarismo”, “Gulag”. Aquí es preciso hacer un breve rodeo.¿Que es la opinión pública?. Juan Barreto interpreta a Jaques Attali, para quién la opinión pública, es en el sentido más amplio, un sistema axiomático que sustenta la idea de una voluntad política colectiva surgida de la tradición burguesa de sociedad civil. Suerte de meta relato que hace la regla de la mayoría colectiva, que se establece como una tabla de sus prioridades y aptitudes, a partir del arco de aceptación de un grupo de ideas que se disputan el consenso. Esto significa la reducción metafísica de la complejidad social al plano unidimensional del número. La abolición de la calidad y consistencia argumentativa de una idea a la fuerza pero a la vez, a la precariedad de la magnitud estadística. Los medios pasan a ocupar por sustitución, el espacio público como lugar privilegiado para la formación de la opinión. Este solapamiento genera un estado de simulacro por apropiación, logra la ficción de los medios como síntesis de las opiniones colectivas. Esta torsión, este giro, es un movimiento de inversión de sentido desde donde actúan los medios. Lo hacen imponiendo ciertos temas de la agenda informativa y haciéndolos pasar como relevantes (…) Luego, ocurre la cartelización de los contenidos informativos y con ello, la uniformización de la verdad social alrededor de una versión de la vida en sociedad que es presentada como verdadera. El espacio público queda reducido a espacio mediático; a unos bloques temáticos de “actualidad”, es decir, aquello de lo que merece la pena hablar y a un conjunto de opinadores de oficio que calificarán la pertinencia y legitimidad de la idea que se debe tener en torno a ciertos temas. Ésto no es más que la puesta en escena de la dominación ideológica por parte de una hegemonía. Veamos entonces, como se articula la hegemonía y la política en la Quinta Columna. 2.- SOBRE POLÍTICA Y HEGEMONÍA: “En política siempre se trata del poder y precisamente por ello, para hacer política revolucionaria, siempre se trata de articular formas de lucha que sean a sí mismo, contestación y la formación de una nueva hegemonía, un contra poder. Desmontar las estrategias contenidas en los engramas profundos de las lógicas de sentido del poder del capital, va mucho más allá de la tarea necesaria de ganar una elección u ocupar algún espacio de poder. Sería irónico pretender el poder por el poder mismo, es decir, obtenerlo para reificarlo y reproducirlo. El deber revolucionario es minarlo y debilitarlo hasta destruirlo para que surja la libertad. Afortunadamente tenemos a Foucault, como faro entre la niebla y los arrecifes del biopoder, anunciando caminos que impactan al cuerpo y a su subjetividad.” No busquemos un “autor” ni una “obra”, sigamos las “líneas de fuga”, los relámpagos fulgurantes de la escritura revolucionaria. ¿De que género discursivo se trata?
  • 5. Literatura, Filosofía, Ciencias Sociales, Comunicología, doxología, semiótica, teoría crítica, poesía…Nada y todo de eso a la vez. Incluso más que eso. Se trata de mantener una refinada fidelidad con la escritura revolucionaria, con palabras-pasión que se articulan a la Revolución Socialista, como cuerpo, vida cotidiana, contestación al régimen mediático desde sus propios intersticios, e impugnación de su articulación legitimante con el metabolismo social del Capital. El “Gordo Barreto” es testimonio existencial de una cierta lectura y uso del comunismo, que lo comprende inmanentemente articulado a la democracia. De allí, la centralidad de la hegemonía. No de aquella variante estalinista que traicionó el conatus de la comunidad de hombres y mujeres libres a través de una hegemonía autoritaria, sino de la creación de la figura de una multitud popular constituyente, de la hegemonía democrática, de la incitación permanente a la experiencia de lo común en sus excesos. Mientras Negri y Laclau polemizan sobre el alcance de los términos que ponen sobre la mesa del debate socialista, Juan Barreto los usa conjuntamente para dar una fuerza singular a las máquinas de lucha, a los agenciamientos colectivos de enunciación. Se trata de una nueva hegemonía para las multitudes nacional-populares en Latinoamérica: reivindicar para los excluidos y postergados no solo el “derecho a tener derechos”, sino el “derecho a ejercer derechos”. Juan Barreto nos enseña que el “punto crucial” (o línea de cruce e intercepción) que hace posible la construcción y el establecimiento de un discurso está dado por la capacidad o no de detener la atención del flujo del deseo precisamente sobre ese punto. Es decir, fijar un curso y unos nodos en el deseo que, con Lacan, llamaremos fantasías. Lugares que actúan como dispositivos- máquinas que definen las posiciones de los sujetos, sus prácticas, sus hábitos y sus opiniones. Toda fantasía, diríamos parafraseando a Voloshinov, tiene su acento de clase, ya que se transfiguran en mentalizaciones discursivas y no discursivas, que se anteponen a los juicios y los organizan, expresándose como prejuicios que tensan interiormente, de manera visible o invisible, todo discurso. En palabras llanas, ante cualquier proposición o enunciado, evalúe su fantasía, su aseguramiento de creencias comunes. Compartir un proyecto hegemónico es a la vez compartir un campo imaginario y simbólico estructurado por fantasías. También Bloch hablaba el principio-esperanza. Una nueva hegemonía tiene que enfrentar a la tradición y al peso de las costumbres instaladas en la vida cotidiana y sus mentalizaciones. Pues, Barreto asume toda la tradición gramsciana, en gran medida vía Ernesto Laclau, quién teoriza el momento hegemónico como aquel en el que la gran mayoría de los ciudadanos asume cierto punto de vista sobre las cosas de una manera natural y sin mayor discusión. Es una suerte de consenso alrededor de principios de articulación o puntos nodales, articulación de los sujetos al discurso que los constituye. Una mayor o menor afiliación discursiva se traduce en pasiones prácticas, observando con claridad sus linderos ideológicos, es decir el plano argumentativo que justifica la coherencia entre prácticas y el modo en que son decididas unas y no otras, lo que hace y legitíma a un sistema de diferencias e identidades. Pero además de hablar de hegemonía, es fundamental entender como se abren o cierran las oportunidades en el momento de una crisis orgánica; es decir, los saltos, discontinuidades y transiciones que pueden ser posibles producto de los cambios en las relaciones de fuerzas económicas, políticas y militares; para adentrarse en un campo de prácticas y discursos capaces de producir articulaciones que pueden o no, permitir la inteligibilidad o lectura de la sociedad desde “un punto de vista” y no “desde otro”. Nietzsche diría que estamos condenados a las interpretaciones, a un perspectivismo generalizado, pero que se aleja a considerarlas como visiones
  • 6. indiferentes o como vectores equipolentes. Más bien en el espacio social se constituye un campo de batalla. Cuando una sociedad entra en una crisis orgánica, el Estado mismo como forma mixtificada que pretende investirse de la función de síntesis social, y el mismo régimen político, entran en crisis. Todas las formas de representación social y política del bloque social dominante pierden autoridad y capacidad de dirección política e influencia ético-cultural. Pero a diferencia de Laclau, que abandona la centralidad de la lucha de clases, Juan Barreto plantea su identificación con la idea de composición social y de clases de las luchas que utiliza Toni Negri. Podríamos decir que Barreto crea una nueva figura, no una síntesis, reconociendo que se abre un umbral para nuevas enunciaciones: “Un nuevo léxico extraído del diccionario de las luchas recientes, luego del muro de Berlín, ha ido cobrando espacio, haciendo obsoleto el andamiaje conceptual de las formulaciones teóricas de La Modernidad. Es el restallido aquí y allá de nuevas formas de hacer política. Categorías como biopolítica, biopoder, multitud, potencia, disciplinario, control, república, mediática, hegemonía, subjetividad, deseo, cuerpo sin órganos, plano de consistencia, estrato y muchos otros que llenarían páginas enteras, no resultan nada extraños a las nuevas fuerzas sociales posteriores a Seattle. El horizonte político de las pasiones de las fuerzas sociales del porvenir, poco tienen que ver con los cristales de observación del discurso liberal burgués o con el marxismo dogmático y adocenado.”(El sujeto Chávez) Y en consistencia con la tesis de la fábrica social de Toni Negri, Barreto nos plantea: “Asistimos a la transición de la sociedad del despotismo de fábrica del régimen del capital, que se expresaba como orden disciplinar, a favor de la era de las nuevas tecnologías mediáticas. Esto implica dúctiles formas de control del tiempo, el espacio y el cuerpo, de manera que desde el margen y la resistencia se abren paso nuevas subjetividades políticas. Esto es, otras formas de lucha y por supuesto, una lectura otra, que contiene el dispositivo perverso de una manera también distinta de señalar las cosas para nombrarlas. Estos procesos se entroncan con las ancestrales y tradicionales luchas campesinas e indígenas de America Latina, engendrando la mezcla y el carácter de la naturaleza de la actual forma de expresión de la lucha de clases (sustancia del antagonismo histórico fundante en la lógica de sentido del capital); para dar como fruto un nuevo espesor de las contradicciones que hoy enfrenta el mundo.”(El sujeto Chávez) Juan Barreto asume en la cartografía de la política y de lo político la significación de Maquiavelo y del pensamiento estratégico Ruso, Chino y Vietnamita. Una exploración de la contingencia, del azar y la fortuna ronda sus lecturas. La construcción de una nueva hegemonía no es necesariamente un ejercicio puramente conciente de la voluntad, es también fruto de azares y, con Maquiavelo, dice Barreto, de virtud, fortuna y astucia. Y tal vez, en búsqueda de “mediaciones” estratégicas de la hegemonía apela a una muy particular interpretación del papel del nombre y del rostro en las dinámicas hegemónicas: “Lo que está cambiando necesita de un rostro inteligible. Así, Malcom X, Che, Gandhi, Fidel, Mandela y por otro lado figuras como Hitler o Bush, son la textura y la rostricidad sintética de muchos rostros, cuerpo sin órganos, plano de consistencia de distintos y contradictorios estratos en pugna desde encontradas líneas de fuerza y de fuga de historias y tiempos políticos múltiples, hechos carne huesos y nombre. Son la combinatoria que indica cuando estamos en presencia de acontecimientos revolucionarios y cuando no. Algunos rostros los podemos calificar como singularidad de la multiplicidad de un pueblo, o su contrario. Muchas veces, durante un cambio social los procesos se precipitan, salta la legalidad y por un momento se pulverizan
  • 7. instituciones que quedan sustituidas por un rostro y un nombre que es la expresión de la fuerza de La Multitud. Nombre que cubre el arco de tiempo de una esperanza, un sueño, unas demandas sociales; en fin, la materialización transfigurada del deseo en deseo político, pues es un tiempo-cuerpo que puede ser nombrado desde su condición cualitativa.”(Tiempos, nombres y rostros) Para Juan Barreto, el lugar de condensación jurídico-político de las contradicciones de un tiempo y la expresión de una hegemonía implica marcas y registros que pueden ir variando o que se establecen en un signo, en un icono o en cualquier otro plano referencial. Así surgen los sujetos conceptuales, nombres propios que impactan y cambian de manera sustantiva las relaciones de fuerza y de poder entre las clases. Pero no se explica con facilidad este primer pasaje con la necesidad de un rostro inteligible, si no es haciendo un tránsito por una teoría del liderazgo político. Aquí surgen todas las discusiones sobre el papel de Chávez: “Nuestro tiempo constituyente se caracteriza por la emergencia de un sujeto, que podemos marcar haciendo un corte arbitrario, desde el estallido de febrero del 89 hasta los días que corren, pasando por todas las turbulencias que nos ha tocado vivir; lleno de momentos instituyentes para la emergencia de ese nuevo sujeto hegemónico, como ocurrió con el 4-F. Momento de irrupción de un nuevo significante político que puso rostro humano a todo el arco del proceso, materializando desde allí el imaginario que dio nombre al sujeto conceptual que recoge el momento político. Los tiempos que corren, nos guste o no, tienen un nombre común y por eso mismo, todo el mundo, para bien o para mal, tiene que referirse a él, en tanto que significante lleno, dicho en términos de Laclau. No asumirlo es alejarse de manera metafísica de la sensibilidad cualitativa de la subjetividad política dominante. Ese nombre, ya lo he dicho, es Chávez. Esa nomenclatura contiene la clave secreta que orienta los rumbos de este tiempo. Su suerte, su devenir, juega la suerte de todo aquello que llamamos proceso.”(Tiempos, nombres y rostros) 3.- LA REVOLUCIÓN VENEZOLANA Y CHÁVEZ Dice Juan Barreto que el mito de la comunidad reconciliada e idéntica a sí misma del ideal metafísico del liberalismo burgués, fue quebrado el 27 de febrero de 1989. La condición de posibilidad del “chavismo” llegó como un chaparrón “dividiendo al país” entre aquellos que veían turbas y otros que vimos la emergencia de una espacio paradójicamente ausente: el paso de la masa a la multitud constituyente. El 27-F es en términos políticos, un largo día que sigue actuando como dispositivo articulador de lo real en los tiempos que corren. Del sujeto Chávez, nombre ahora colectivo de una multiplicidad política que reinventa formas de decir y de actuar, alejadas de los protocolos discursivos de las formaciones cortesanas de los salones señoriales, donde se practican los rituales legitimadores de la burguesía. Se trata de la emergencia de una nueva formación discursiva, nuevos principios de articulación, nuevos puntos nodales y un nuevo rostro. Sin embargo, aquí emerge una de las tensiones que Laclau identifica como el “momento del líder” y el “momento del protagonismo popular”: “La revolución se juega su suerte dependiendo de las frases, nomenclaturas y nombres que se hagan cotidianos. El curso de la historia por venir está en un adentro que es Chávez, un devenir político. El perro que sigue su rastro, el chavismo, es el nuevo lugar de la política, allí está situada la multitud y allí se mueven distintas formas del deseo (esperanzas, frustraciones, alegrías, tristezas, lealtades, traiciones); depende de lo que Chávez es y vaya siendo, del cuerpo y la carne que haga estrato en la piel común, lo que diga en adelante en algún significante vacío, como por ejemplo: democracia, partido, socialismo.”
  • 8. No desplegaré aquí mis inquietudes críticas con relación al lugar de la multitud frente al rostro y frente al rastro, ese nuevo lugar de la política que lleva a una caracterización del chavismo. Para Juan Barreto queda claro que ese nombre, el nombre de la nueva hegemonía es Chávez. Esa nomenclatura contiene la clave secreta que orienta los rumbos de este tiempo. Su suerte, su devenir, juega la suerte de todo aquello que llamamos proceso. En síntesis, sin Chávez no hay proceso. Expreso mi desacuerdo con Juan Barreto, sin Chávez habrá nuevas situaciones, nuevas experiencias, habrá multitud constituyente. Chávez no es el alfa y omega de la revolución; todo lo contrario, el lugar de Chávez se juega en la fidelidad o no a la potencia constituyente, a la revolución nacional-popular, democrática y socialista. Allí cobra densidad, alcance y proyección la revolución bolivariana. De manera paradójica nos citamos desde el propio texto de Juan Barreto: “Es hora de articular una pluralidad de demandas de radicalización democrática que han quedado sumergidas en la revolución, que apuntan, no a la construcción de una transición eterna hacia ningún socialismo, sino hacia la viabilidad concreta del socialismo desde abajo” (Al día SI-guiente) Apostamos al socialismo desde abajo, no a una revolución desde arriba. Y lo hacemos reconociendo que Barreto acierta cuando dice que el punto de encuentro y articulación de la potencia de estas fuerzas se llama Chávez. Pero el momento del líder no puede desequilibrar el momento de la participación y el protagonismo popular. Es crucial, para las distintas corrientes político organizativas que surgen desde el movimiento popular, encontrarse y perfilar un modelo de referencia que sea común a todas nuestras luchas, de modo que podamos también perfilar una visión común claramente de izquierda (y de qué clase de izquierda estamos hablando), y así seguir encontrándonos y haciendo. Para que todo esto sea de este modo el movimiento popular necesita de la continuidad del liderazgo de Chávez y su permanencia al frente del gobierno. Incluso, sin ambigüedades, plantearía un programa político que recoja las demandas del bloque social de los oprimidos, explotados y excluidos, sobre todo sus demandas de protagonizar los cambios, de ejercer el poder constituyente de manera directa. Pues, estamos de acuerdo con Juan Barreto cuando indica: “Pulverizar los obstáculos y las trampa-jaulas del Estado burgués y con ello su hegemonía, es deslastrarse de las formas de participación que sólo privilegian las mascaradas de la democracia representativa y las prácticas de aparato, la conservación de estratos de dirigentes sin dirigidos ni inserción social real en las luchas y los imaginarios de la gente, asumidos como fin en sí mismo, como funcionariado tutelar y en fin, todo lo que enfrenta cualquier expresión de la democracia directa.”(Al día siguiente) La Democracia debe ser un ejercicio continuo y permanente del Poder Constituyente del pueblo, y este no puede ser regulado por una cortapisa legal que niegue su potencia. Pero tampoco el “momento del líder” puede ser cortapisa del poder constituyente, Juan Barreto nos comenta su contacto con Jerry Adams y los consejos para la formación de un liderazgo de base, que no sean simples “lideres simpáticos”. Una revolución democrática y socialista mucho se fortalecería construyendo estas estructuras de liderazgo intermedio, más que cultivando la infalibilidad del Comandante-Presidente. Desde la perspectiva contra-hegemónica, de la lucha contra la separación natural entre gobernantes y gobernantes, somos fieles a lo recogido en su texto “Mayo”: “¿Qué hemos dicho en nuestros discursos y en nuestros escritos? Hemos explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales; le hemos hecho ver los fenómenos sociales, las circunstancias y las leyes bajo las cuales se desenvuelven. Hemos
  • 9. probado hasta la saciedad que el sistema del salario es la causa de todas las iniquidades monstruosas que claman al cielo. Nosotros hemos dicho además que el sistema del salario como forma específica del movimiento social, habría de dejar paso a formas más elevadas de civilización; que dicho sistema preparaba el camino y favorecía la fundación de un sistema cooperativo humano y universal; que tal es El Socialismo. Que no se trataba de tal o cual teoría, tal o cual diseño de mejoramiento futuro, que no era materia de elección, sino producto de condiciones y necesidades históricas, y, que para nosotros, la tendencia del progreso social no era otra que la del Anarquismo. Esto es, la de una sociedad libre, sin clases ni burócratas. Una sociedad de productores libres y soberanos, una sociedad en la que la libertad y la igualdad económica de todos produciría un equilibrio estable como base y condición para el entendimiento y la fraternidad en un nuevo orden natural.”(Mayo: Discurso de Augusto Spies, uno de los líderes de la insurrección obrera del 1 de Mayo de 1886, en Chicago). Todavía hoy retumban aquellos enunciados: “¡La causa del pueblo, la causa de la libertad de los trabajadores no se detiene con horcas!”. Se trata de la vida, la dignidad y la esperanza contra la muerte. Y esto solo es posible si desde el corazón no se encienda el fuego del amor y la ternura por el otro semejante: “Los modos de expresión que asume la lucha de clases en el territorio particular de las luchas locales, necesita que saldemos nuestras distancias y diferencias a favor de un nosotros común que rompa con el tacticismo y el tareismo, para que sea la identificación, el amor y la camaradería, el ingrediente complementario de la referencia ideológica que nos guía. En todo esto, como filigrana, arma y compone el liderazgo de Chávez.”(Nosotros y la enmienda) Si hay un índice de escritura revolucionaria en la Quinta columna de Juan Barreto es su constante, insistente y recurrente interpelación de la “experiencia de lo común”. Pues las verdades nómadas del comunismo democrático tienen mucho que aprender de Ai Quóc (También conocido por Hó Chí Minh), quién en1921 escribió en la revista francesa, El Comunismo: “Estoy firmemente convencido de que la fuerza de la transformación revolucionaria está en el pueblo. Cientos de millones de hombres maltratados y oprimidos de toda Asia se levantarán. Lo harán con paciencia, aprendiendo del cerco y las derrotas. La victoria se construye con paciencia, así como se arma un rompe cabezas. Organizando primero la retaguardia y luego la vanguardia, siempre sin perder la iniciativa. Los pueblos saben resistir al hambre y a las humillaciones, sabrán también resistir a las infinitas adversidades de la guerra, siguiendo el ejemplo heroico de los más firmes y leales, fiel a los principios y flexibles en la táctica. De manera que no hay apegos ni posiciones que defender que no sean aquellos movimientos que nos conduzcan a la construcción de la resistencia desde la retaguardia. Les digo a mis camaradas que se alejen del inmediatismo y la desesperación. Hay que aprender madurando. Cuando estamos cerca de los 50, podemos desechar las ilusiones y encarar el destino previendo el futuro. Estimo que la preparación nos llevará unos 30 años”. (Resistir desde la Retaguardia) Porque en la escritura revolucionaria puesta en acto, hay singularidades revolucionarias, podríamos decir, multiplicidades de “Juan Barreto”.