Este documento presenta tres oraciones sobre la necesidad de decidir entre servir a Dios o servir al dinero y las riquezas. Jesús nos impele a elegir entre estas dos formas de vivir. Para tomar una decisión correcta, debemos conocer bien a nuestros dos posibles amos y las consecuencias de servir a uno u otro. Dios desea nuestro amor y entrega completa, no una porción de nuestro corazón. Las riquezas pueden convertirse en un ídolo que nos aleja de Dios, por lo que debemos renunciar a
3. “Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno
y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no
podéis servir á Dios y á Mammón” (Mateo 6:24 RV1909)
Jesús, nuestro Creador y Redentor, nos impele a decidir entre dos formas
de vivir: servir a Dios, o servir a las riquezas (Mammón).
Para poder tomar una decisión correcta, debemos conocer bien a
nuestros dos posibles amos, y las consecuencias de servir a uno o a otro.
4. “Porque por él [Jesús] fueron creadas todas las
cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la
tierra, las visibles y las invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean potestades; todo fue
creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16)
Toda la Deidad estuvo involucrada en la Creación
(Génesis 1:1; Isaías 45:11-12; Juan 1:3), siendo Jesús el
principal originador.
Él creo todas las riquezas de la Tierra para
que la humanidad pudiera disfrutarlas
(Génesis 1:28-29; 2:8-13), incluso después
del pecado (Deuteronomio 26:15).
No obstante, el hombre ha pervertido las
cosas naturales –que no son malas en sí
mismas–, usándolos para el mal en lugar de
glorificar a Dios con ellas (Eclesiastés 7:29;
1ª de Crónicas 29:14).
5. DIOS ENCARNADO
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado
a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)
El amor de Dios se muestra en que Él mismo
(en la Persona del Hijo, Jesús) fusionó su
naturaleza divina con la naturaleza humana.
Nació como un niño. Creció como cualquier
otra persona. Nos reveló, por su ejemplo y
su enseñanza, el verdadero carácter de
nuestro Padre celestial.
Dios hizo todo lo posible para que
comprendiéramos su preocupación y amor
por nosotros.
No obstante, nos deja la libertad para que
escojamos estar con Él o, como el joven rico
(Mat. 19:16-22), permitir que el amor por
las cosas materiales nos separe de Dios.
6. “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el
perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:6-7)
Al tomar lo que no le pertenecía (el fruto del árbol de
la ciencia del bien y del mal), la humanidad contrajo
una deuda que jamás podría pagar (Sal. 49:7-8).
De la maldición de la ley (Gál. 3:13).
De la potestad de las tinieblas (Col. 1:13).
De la ira venidera (1Ts. 1:10).
Del diablo (Heb. 2:14).
Del temor de la muerte (Heb. 2:14).
De nuestra vana manera de vivir (1Pe.1:18).
De nuestros pecados (Apo. 1:5).
Jesús nos redimió de esa deuda
pagando completamente su
precio en la cruz (Juan 19:30).
¿De qué más nos libró?
7. “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos
en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:6-7)
Al morir en la cruz, la misión de Jesús estaba cumplida y nuestra deuda pagada en
su totalidad. Con la justicia divina saldada, Él dirige su atención a nuestra respuesta
a su sacrificio.
“No puede haber glorificación de sí mismo,
ni arrogantes pretensiones de estar libre de
pecado, por parte de aquellos que andan a
la sombra de la cruz del Calvario. Harta
cuenta se dan de que fueron sus pecados los
que causaron la agonía del Hijo de Dios y
destrozaron su corazón; y este pensamiento
les inspira profunda humildad. Los que
viven más cerca de Jesús son también los
que mejor ven la fragilidad y culpabilidad
de la humanidad, y su sola esperanza se
cifra en los méritos de un Salvador
crucificado y resucitado”
E.G.W. (El conflicto de los siglos, p. 464)
8. “Dios no es hombre” (Núm. 23:19). Su naturaleza
y sus pensamientos son incomprensibles para
nosotros (Isa. 55:9). Él es el Creador, nosotros sus
criaturas (Sal. 100:3). También es “Dios celoso”
(Deu. 4:24), que no tolera la competencia.
Él nos pide: “Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren
tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26). No
quiere un corazón dividido, ni una porción de él.
Desea una respuesta de amor y una entrega
completa. No se conforma con menos. ¿Por qué?
Porque el que nos creó y sustenta nuestra vida y
la vida de cada ser creado, quiere lo mejor para
nosotros. Y no encontraremos nada mejor que
vivir a su servicio.
9. Dado que ni siquiera somos dueños de nosotros mismos (1Co. 6:20), ¿qué podemos
hacer para protegernos de dar a los dones materiales de Dios el afecto que solo Dios
debiera recibir?
“Ninguno puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno
y amará al otro, o estimará al uno
y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas”
(Mateo 6:24)
Antes de poner tu corazón en tus
posesiones, deberías preguntarte: ¿Soy
realmente el dueño de lo que poseo?
“He aquí, de
Jehová tu Dios
son los cielos, y
los cielos de los
cielos, la tierra,
y todas las cosas
que hay en ella”
(Deuteronomio
10:14)
“Porque mía
es toda
bestia del
bosque, Y los
millares de
animales en
los collados”
(Salmo
50:10)
“Sabed que
todas las
vidas me
pertenecen,
tanto la del
padre como
la del hijo”
(Ezequiel
18:4 NVI)
“Mía es la
plata, y mío
es el oro,
dice Jehová
de los
ejércitos”
(Hageo 2:8)
10. “Al consagrarnos a Dios, debemos
necesariamente abandonar todo aquello que nos
separaría de Él. Por esto dice el Salvador: “Así,
pues, cada uno de vosotros que no renuncia a
todo cuanto posee, no puede ser mi discípulo.”
Debemos renunciar a todo lo que aleje de Dios
nuestro corazón. Las riquezas son el ídolo de
muchos. El amor al dinero y el deseo de
acumular fortunas constituyen la cadena de oro
que los tiene sujetos a Satanás. Otros adoran la
reputación y los honores del mundo. Una vida de
comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es
el ídolo de otros. Pero estos lazos de servidumbre
deben romperse. No podemos consagrar una
parte de nuestro corazón al Señor, y la otra al
mundo. No somos hijos de Dios a menos que lo
seamos enteramente” E.G.W. (El camino a Cristo, p. 44)
11. Te invito a bajar y estudiar
cada una de las 13
lecciones que tratan sobre
el tema:
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Slideshare.net/chucho1943autor: Sergio Fustero