El documento habla sobre la conversión y el arrepentimiento. Explica que la conversión implica dejar de alejarse de Dios y acercarse a Él, y que el arrepentimiento es fundamental en este proceso. También señala que Dios desea que nos convirtamos, aunque respeta nuestra libertad de decisión, y que si nos arrepentimos sinceramente de todo corazón, Él nos perdonará y transformará.
3. ¿Qué parte tiene Dios en nuestra conversión?
El anhelo de Dios.
La gracia de Dios.
¿Qué debemos hacer nosotros?
Arrepentirnos, convertirnos y obedecer.
Regresar a Dios de todo corazón.
El llamado al arrepentimiento en el NT.
La conversión implica dejar de huir de Dios y acercarnos a Él.
El arrepentimiento es fundamental en este proceso.
¿Qué es el arrepentimiento?
Es reconocer nuestro pecado,
sentir pena por él, pedirle perdón
a Dios y dejar de hacer el mal.
4. “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y
guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos
y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29)
Este versículo comienza con la frase idiomática hebrea mi-
yitten que, literalmente, se traduce por “¿quién dará?”
Esta expresión equivale a nuestra expresión “ojalá” (ver
Éx. 16:3). Representa un anhelo vivo, un deseo ferviente
de que algo ocurra.
El anhelo de Dios es que nos volvamos a Él, le temamos y
le obedezcamos, porque eso es lo mejor para nosotros.
Aunque tiene poder para obligarnos a hacerlo, nunca lo
hará porque respeta nuestro libre albedrío. La decisión de
responder positivamente al llamado del Espíritu Santo
para convertirnos y cumplir así al anhelo de Dios es
nuestra.
5. “Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares
de todo tu corazón y de toda tu alma” (Deuteronomio 4:29)
Dios es capaz de predecir con toda exactitud lo
que ocurrirá con una persona (como Pedro; Mt.
26:34); con una nación (como Israel; Dt. 4:25-28);
o incluso el devenir de los imperios mundiales en
toda la historia de la humanidad (Dn. 2, 7).
Sin embargo, ese pre conocimiento no invalida
las decisiones individuales, nacionales o
mundiales. Simplemente, Dios sabe qué
decisiones se van a tomar. Pero insiste en
invitarnos a tomar la decisión correcta, a
arrepentirnos y a buscarle.
La gracia de Dios es suficientemente abarcante
como para perdonar a todo aquel que se
arrepienta y desee volverse a Él.
6. ARREPENTIRNOS Sentir profunda tristeza por
haber pecado
CONVERTIRNOS
Literalmente,
“volvernos”, dejar de
alejarnos de Dios y
acercarnos a Él
OBEDECER
Abandonar el
pecado y actuar
de acuerdo a la
voluntad divina
“… cuando […] te arrepintieres […] y te convirtieres […] y obedecieres […], tú y
tus hijos […], entonces Jehová hará volver a tus cautivos …” (Deuteronomio 30:1-3)
Estos versículos de
Deuteronomio
delinean
perfectamente los
pasos a seguir por
nuestra parte:
Aunque ninguno de
estos pasos tiene
poder para
perdonar nuestros
pecados, o para
restaurar nuestra
relación con Dios,
con ellos le damos a
Dios la oportunidad
de perdonarnos,
transformar
nuestras vidas y ser
aceptados como sus
hijos e hijas.
7. “… cuando […] te arrepintieres […], y te convirtieres […], y obedecieres
[…] con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deuteronomio 30:1-2)
Previendo la desobediencia futura de Israel, y que
tendría que castigarles con el destierro, Dios no quiso
dejarles sin esperanza (Deuteronomio 29:24-28).
Para recibir nuevamente las
bendiciones y regresar a la
tierra prometida, solo debían
desearlo de todo corazón. Es
decir, un arrepentimiento
sincero y un deseo ferviente de
volver a Dios y obedecerle.
Cuando nuestra alma anhela a Dios, Él cambia nuestro corazón, realiza una “circuncisión del
corazón” (Dt. 30:6). Hace de nosotros nuevas criaturas deseosas de servirle (2Co. 5:17-18).
8. “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17)
Tanto Juan el Bautista como Jesús mismo comenzaron su
ministerio con un llamado al arrepentimiento.
De ahí el llamado de Pedro a la multitud compungida
reunida el día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados” (Hechos 2:38).
Somos pecadores y, por ello, debemos arrepentirnos de
nuestros pecados, cambiar nuestras costumbres
pecaminosas y tomar la decisión de apartarnos de ellas.
Dios nos dará un nuevo corazón (Sal. 51:10).
El arrepentimiento y el evangelio están
íntimamente ligados (Mr. 1:15). Después de
todo, ¿de qué serviría nuestro arrepentimiento
si Jesús no hubiese muerto por nuestros
pecados, para otorgarnos el perdón?
9. “Ni siquiera podemos arrepentirnos sin la
ayuda del Espíritu de Dios […] El
arrepentimiento proviene de Cristo tan
ciertamente como el perdón.
[…] Su amor nos atrae a él. Si no resistimos esta
atracción, seremos conducidos al pie de la cruz
arrepentidos por los pecados que crucificaron
al Salvador. Entonces el Espíritu de Dios
produce por medio de la fe una nueva vida en
el alma. Los pensamientos y los deseos se
sujetan en obediencia a la voluntad de Cristo.
El corazón y la mente son creados de nuevo”
E. G. W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 147)
10. Te invitamos a bajar y estudiar cada
una de las 13 lecciones de esta serie:
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