La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
SAN JUAN DE LA CRUZ - Communicationes 271
1. Communicationes N. 271
14/12/2014
Solemnidad de San Juan de la Cruz
ÍNDICE:
- Homilía del P. General en la Solemnidad de San Juan de la Cruz
- San Juan de la Cruz
- Maestro de maestros
- San Juan de la Cruz, primer carmelita descalzo
- Santa Teresa y Juan de la Cruz
P. General
Homilía del P. General en la Solemnidad de San Juan de la Cruz
14 de diciembre 2014 (Communicationes).- P. Saverio Cannistrà.- Este año estamos
concentrados en la celebración del centenario del nacimiento de Santa Teresa. Continuamente
invitados a la lectura de sus escritos, a re-evocar su vida y su figura. Precisamente por esto al
celebrar hoy la fiesta de San Juan de la Cruz, salta a la vista con particular evidencia la
diferencia que hay entre él y Teresa, aun compartiendo la misma vocación y el mismo carisma.
Esto, por otra parte, nos hace ver lo amplio que es el espacio del carisma carmelitano, lo
diversas que pueden ser sus encarnaciones y manifestaciones.
Precisamente porque la identidad de un religioso no es algo añadido o artificial, sino que
forma parte de su misma carne, con su historia y existencia, es normal que cada fraile, cada
monja, que se ha dejado modelar por la misma vocación, presente un rostro diverso, descubra
una posibilidad nueva e inédita del carisma. Esto me parece bello y liberador: el carisma es
obra, es fruto del Espíritu, y por eso comparte con él la fantasía y la creatividad. Son más bien
los carismas no vividos los que se vuelven rígidos en fórmulas y estereotipos o en discursos
retóricos, privados de contenidos reales.
Muchos dicen: es más difícil acercarse y entender a Juan que a Teresa. Pienso que hay una
verdad en esta afirmación, pero por un motivo opuesto al que generalmente se piensa. Se
piensa que Teresa es simple y Juan complicado, que Teresa es espontánea e inmediata y Juan
reflexivo y distante; que Teresa es cotidiana y encarnada y Juan sublime, «celestial y divino»,
2. como Teresa lo ha definido. Cierto, si miramos el modo de escribir, no se puede negar que el
estilo de Teresa aparece directo y coloquial, mientras que el de Juan es refinado y meditado,
fruto de un largo e inacabado trabajo de revisión, corrección, reelaboración.
Sin embargo, en el fondo creo poder afirmar que las cosas están de otro modo. Teresa no es
solo una persona: es un mundo en el que se encuentra más o menos todo lo que forma parte
de la historia, de la cultura, de las costumbres de su tiempo. Es una verdadera enciclopedia, en
la que –precisamente por el estilo simple, por el humilis sermo del que hace uso– toda la
realidad puede tener cabida. En la obra de Teresa, junto a los momentos de profundo
recogimiento y de intensa comunicación con Dios, hay ruido, confusión y el desorden de una
civilización en pleno crecimiento y al mismo tiempo en contradicción consigo misma y
desorientada.
En Juan se respira otro aire, se contempla otro paisaje, donde son pocos y simples los
elementos que se manejan. Juan usa símbolos primitivos, sin tiempo: la noche y la llama, la
oscuridad y la luz, la montaña y el manantial que fluye. Es un hombre que huye de la ciudad y
busca refugio en la naturaleza, que la siente cercana, amiga, testigo silencioso de una
presencia originaria, más antigua que el hombre, con un ritmo y una lógica diversas de las de la
sociedad de los hombres. Esta es la diversidad que Juan busca y se queda maravillado. Para él
Dios es otro, es sencillez absoluta, mientras el hombre es complicación, estratificación de
deseos, casi todos ilusorios y tendenciosos. En el fondo, es verdad que Juan busca un camino
más corto y más directo hacia Dios, porque se ha dado cuenta que las otras vías, las que
atraviesan los recorridos tortuosos de la historia humana y sus contradicciones, corre el riesgo
de no llevar sino al hombre mismo.
Más claro aún: Juan no está rechazando lo que es constitutivo del hombre, es más lo está
valorando. Las facultades fundamentales del hombre, el intelecto, la voluntad y la memoria,
necesitan ser vaciadas, liberadas de una especie de atasco que los bloquea y, por usar un
término de hoy, las encierra en un loop que hace imposible el acceso a un nivel superior. Para
Juan, que en esto es un buen discípulo de Santo Tomás, el intelecto, la voluntad y la memoria
se nos han dado para que Dios sea su objeto, o mejor, el destino al que aspirar. Si este
dinamismo se atranca, no funcionará ni siquiera su percepción del mundo y de la historia.
De ahí la necesidad de noche y de silencio, de parar el reloj y de ritmar el tiempo a través del
fluir del agua o del crepitar del fuego. Juan, por usar de nuevo un término de nuestro tiempo,
nos enseña una ecología de la mente y del corazón, una desintoxicación de todo lo que nos
está embriagando y al mismo tiempo embotando, haciéndonos menos lúcidos, menos atentos,
menos inteligentes y emprendedores, más incapaces de recordar nuestra verdadera
naturaleza.
¿Y si la via hacia la verdad y por lo tanto hacia Dios, pasase por estos caminos de simplificación
y de reducción, en vez de pasar a través de la babélica empresa de recapitular toda la historia
del mundo en la esperanza de encontrar en el Logos el sentido último, el Espíritu que la guía a
caballo de algún corcel? Es una bella pregunta, una saludable inquietud que el pequeño Juan
nos deja en herencia, él que al final de su vida confesaba con sencillez en una carta a una
amiga suya: «Esta mañana ya hemos venido de recoger nuestros garbanzos y así todas las
mañanas. Otro día los trillaremos: es lindo manosear estas criaturas mudas, mejor que no ser
manoseados de las vivas. Dios me lo conceda por mucho tiempo».
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Solemnidad
San Juan de la Cruz
14 de diciembre 2014 (Communicationes).- Afirmaba el Papa Juan Pablo II con motivo del
centenario de la muerte de San Juan de la Cruz que es un gozo para toda la Iglesia comprobar
los frutos abundantes de santidad y sabiduría que este hijo suyo sigue dando con el ejemplo de
su vida y la luz de sus escritos. En efecto, su figura y sus enseñanzas atraen el interés de los
más variados ambientes religiosos y culturales, que en él hallan acogida y respuesta a las
aspiraciones más profundas del hombre y del creyente.
Sus obras están traducidas a más de 50 idiomas y es leído por hombres y mujeres de todas las
religiones y tradiciones culturales.
El Carmelo Teresiano le considera padre y maestro espiritual, la imagen viva del auténtico
carmelita, no sólo por su doctrina, no sólo por haber fundado, en un pequeño lugar de la sierra
de Ávila, Duruelo, la familia del Carmelo Descalzo, sino porque con su existencia concreta, con
los hechos de su vida, ha manifestado la vocación del Carmelo, y nos muestra la imagen del
religioso carmelita como: hombre discreto, que no busca ser protagonista ni en el ámbito
comunitario, ni en el ámbito social. Un hombre mortificado, que vive en la sencillez.
La convivencia es para él camino de purificación en la medida en que tiene que ir venciendo las
tendencias individua-listas para construir la comunidad como proyecto de un nuevo estilo de
vida basado en los valores evangélicos. Un hombre virtuoso, entendiendo por tal buscador del
bien, que es tanto como decir buscador de Dios.
No busca actuar por recompensa, sino como acto de agradecimiento a Dios. La gratuidad de
sus actos para con los demás nace del hecho de saber que en el otro uno responde a Dios. Un
hombre ascético en cuanto a la búsqueda de reconocimiento u honores sociales, así como en
el porte externo. Un hombre espiritual que vive en clima de oración, de búsqueda de la
voluntad de Dios sobre su propia vida. Un testigo de Dios en medio de todas sus actividades.
Maestro
Maestro de maestros
14 de dicembre 2014 (Communicationes).- Es buscado como maestro en el camino de la fe, de
hecho el testimonio de su vida, así como su doctrina ayudan a todos los que buscan la
experiencia de Dios a través de la contemplación y del servicio a los hermanos, y es que para el
verdadero contemplativo, aquel que encuentra el sentido de su vida en la búsqueda de Dios.
Aprendió en la escuela de la vida, en donde conoció la pobreza desde niño; vio morir, a causa
del hambre, a su padre y a su hermano. Tuvo que abandonar como otros muchos su pueblo de
origen para poder sobrevivir como pobre en lugares más aptos para ello. Pidió por las calles de
4. Medina, donde fue aprendiz de distintos oficios y atendió a los enfermos que nadie quería a
su lado.
Todo ello le sirvió para ser una persona humilde y sencilla. Cuando sea fraile y ocupe cargos de
gobierno entre los Descalzos, no se le caerán los anillos de los dedos y seguirá atendiendo a
los enfermos, trabajando en la huerta, barriendo, haciendo de albañil, en una palabra,
ejerciendo todo tipo de trabajos manuales y, siempre, sacando tiempo para el estudio, la
oración y la atención espiritual de todos los que necesitaban de su ayuda y ejemplo.
Juan de la Cruz asume voluntariamente la pobreza evangélica, abrazando al Cristo pobre, lo
que se traduce en una vida basada en el trabajo, la sobriedad y el desprendimiento de las
riquezas, como expresión de renuncia y desasimiento de todo lo material, lo cual es para él
fuente de libertad interior.
Carmelita descalzo
San Juan de la Cruz, primer carmelita descalzo
14 de diciembre 2014 (Communicationes).- San Juan de la Cruz es el Primer carmelita descalzo
y, como tal, vivió las vicisitudes y dificultades de esta familia religiosa.
Ejerció como maestro y pedagogo de los primeros novicios en Duruelo y en el colegio de
Alcalá; como confesor en la Encarnación de Ávila.
Sufrió la cárcel de Toledo por ser fiel a la Madre Teresa y a la vocación que libremente había
escogido. Supo vivir en las soledades de El Calvario y La Peñuela en Andalucía; ejercer como
superior, dejándose amar para así ser obedecido, viendo en todo religioso un hijo de Dios y
respetando a la persona humana.
Fue apóstol en los monasterios de monjas descalzas, y ejerció el apostolado itinerante, Alcalá
de Henares, Baeza, Granada, Segovia y Úbeda son algunos de los nombres que evocan su paso
y la plenitud de su vida interior, así como el ejercicio de su ministerio sacerdotal ejercido entre
los religiosos, las monjas y los laicos que hasta él llegaban.
El, que libremente, se había propuesto seguir a Cristo e imitarlo de cerca por la vivencia de
los consejos evangélicos, tuvo las mismas preocupaciones del Señor, estar siempre ocupado en
las cosas de su padre. El amor de Cristo en Juan de la Cruz es llamada evangélica al servicio de
todos los que necesitaban de su servicio para encontrar el camino que lleva conocer y amar a
Dios.
Juan de la Cruz, en el Carmelo Descalzo, al que dio vida, siguiendo la invitación de la Madre
Teresa, encontró respuesta a sus ansias vocacionales pudiendo conjugar los distintos
elementos de la vocación carmelitana la oración constante, el trabajo manual en soledad, la
vida fraterna en sencillez y la actividad apostólica, predicando la Palabra de Dios, dedicándose
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5. a la dirección espiritual de clérigos y laicos, así como un fecundo magisterio escrito por medio
sentencias espirituales, cartas y comentarios en prosa a sus poesías.
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Santa Teresa
Santa Teresa y Juan de la Cruz
14 de diciembre 2014 (Communicationes).- Para Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz
era un hombre de espíritu, dotado de letras y muy capacitado para formador y guía en el
espíritu. A Ana de Jesús, priora de Beas, escribe la Santa diciéndola: «En gracia me ha caído,
hija, cuán sin razón se quejan pues tiene allá a mi padre fray Juan de la Cruz, que es un hombre
celestial y divino. Pues yo le digo a mi hija que, después que se fue allá, no he hallado en toda
Castilla otro como él, ni que tantos fervores en el camino del cielo. No creerá la soledad que
me causa su falta, miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo, y todas las de
esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán
muy adelante en todo lo que es espíritu y perfección; porque le ha dado nuestro Señor para
esto particular gracia».