Héctor Cattolica fue un destacado artista gráfico que nació en Bragado pero vivió en París la mayor parte de su vida. Fue uno de los afichistas más célebres del mayo francés. El levantamiento ocurrido en París durante el mes de mayo de 1968 tuvo un fuerte impacto en Cattolica que se sumó a las protestas callejeras. Algunos de los afiches que inundaron las calles invadidas por las protestas juveniles fueron dibujados por él.
LA ECUACIÓN DEL NÚMERO PI EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS. Por JAVIER SOLIS ...
Cattolica pero anarquisto, un artista gráfico en París
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Cattolica pero anarquisto
Un artista gráfico argentino en París
María Cristina Alonso
La imagen de tapa: Cattolica. 1983. Patriotismo, en New Internationalist
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A mi hijo Manuel
Agradecimientos
Al Intendente de Bragado Orlando Costa y a su Directora de Cultura Graciela
Arceri, por creer en este proyecto
A todos los que hicieron posible este libro aportando testimonios, fotos y
recuerdos: Rubén Bollini, Sergio Cano, Alicia Dujovne Ortiz, Jeanaut Fabarón,
Glady Issouribehere, Luis Felipe Noé, Elidé Pradás, Quino, Cándido Scarcelli,
Máximo Simpson, Hebe Solves, Mercedes Sosa, Hugo Soto, Peter Stalker,
Negra Tronquoy, Isaura Verón.
A la paciente lectura de Marta Pasut y a los aportes de Luis Pellegrino y
Mónica Coscia.
Este libro ha sido publicado con el apoyo económico de la
Municipalidad de Bragado, Buenos Aires, Argentina.
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El puzzle Cattolica
Este libro nace de otro, Las perlas rojas de Alicia Dujovne Ortiz1. Novela de
autoficción, como su misma autora la define. Allí se cuentan los vaivenes de
una escritora para quien mudarse se convierte en una forma de vida. Ese
destino viajero la pasea por países y personas que le deparan intensas
experiencias de novelista errante. Entre Francia y Argentina se suceden
personajes que Alicia encubre con enigmáticos seudónimos: Milorad, el
Poetazo, Zoppi, la nena. Sin embargo, en varios pasajes aparece un amigo
parisino mencionado con un nombre real: Héctor Cattolica, que no sólo le da
refugio en su taller de Nogent a ella y a su perro Rocky Valdez antes de viajar a
Colombia, sino que también le prestará una valija emblemática: la que ha
usado para viajar a Bragado. Y ahí, al doblar el codo del libro, descubro que en
París vivió un artista gráfico, famoso afichista del mayo del 68 -cuando los
carteles con consignas florecían en las calles tomadas por los estudiantes- y
que era de Bragado, la ciudad de la llanura bonaerense donde vivo. Jamás he
oído hablar de él y salgo a buscarlo.
Así nace esta pesquisa, este rompecabezas. Porque armar la vida de Héctor
es ir buscando en la luminosa pantalla de la computadora, sus originales
dibujos que aparecen en mis búsquedas por el Google. Después voy saltando
de amigo en amigo, de recuerdo en recuerdo, de pariente en pariente, de dato
en dato y cada pieza trae una parte del puzzle que se transforma en anécdota
o completa el hueco que me faltaba de su obra y de su vida.
John Spilsbury inventó uno de los puzzles más antiguos. Era un cartógrafo
londinense que, en 1760 pegó un mapa sobre una tabla y luego la cortó con la
forma de los países. En sentido inverso, yo voy pegando los países y las zonas
sobre estas páginas que fueron habitadas por un hombre que tuvo, a pesar de
su talento, una vida desdichada y un mezquino reconocimiento. Aquí falta una
pieza, una voz me la completa. Vuelvo a empezar. Me quedan huecos. Espero
que alguien que llamo por teléfono me ayude con el mapa, me permita
continuar con este viaje en el que busco a un hombre que parece que todos
han querido tanto.
Y si el hueco es demasiado grande, coloco alguno de sus dibujos que
expresan ideas en síntesis perfectas, imágenes que desnudan un mundo
violento, pero que empujan a recuperar la solidaridad, que son incisivos,
corrosivos, conmovedores.
Son los amigos, no obstante, los que impulsan este libro. Gladys
Issouribehere, que fue una de sus amigas bragadenses es la primera que me
da datos de él. Lo ha visitado en París en dos oportunidades y me cuenta de
las divertidas salidas a bares y restaurantes a donde él la llevaba para
agasajarla.
Mercedes Sosa, esa voz milagrosa, viene a Bragado a dar un recital y planea
con el Intendente un homenaje a Héctor a quien ella quiso mucho potenciando
esta búsqueda.
1
Alicia Dujovne Ortiz nació en Buenos Aires y vive en Francia, desde 1978. Tiene una larga trayectoria como
periodista. Colaboró con los periódicos La Opinión y La Nación (Argentina), Excelsior (México), La Vanguardia
(España) y Le Monde (Francia). Ha publicado libros de poesía y narrativa y las biografías María Elena Walsh y
Maradona soy yo. Su libro Eva Perón. La biografía (1995) ha sido celebrado unánimemente en la Argentina y en el
mundo. Fue asesora de la prestigiosa editorial Gallimard. En 1986 recibió la beca de la John Simon Guggenheim
Memorial Foundation. Es autora además de, El árbol de la gitana (1997) y Mireya (1998), Las perlas rojas (2005)
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El intendente Orlando Costa, toma como suyo el tema y entonces sí, a partir
de su apoyo, el viaje comienza en serio.
Peter Stalker, un periodista inglés, desde Indonesia, me manda sus recuerdos
a través del correo electrónico. El pintor Luis Felipe Noé busca en su memoria
aquellos días de la década del 60 y 70 en que juntos caminaban y compartían
arte y amistad. Alicia Dujovne Ortiz me cuenta los proyectos de Héctor y su
final.
Y de pronto aparecen otras voces desde París: Isaura Verón, Negra Tronquoy,
Luisa Futoransky. Amigos o parientes tienen para contar lo suyo. Vienen y
traen una figurita, un retacito de Héctor: su manera de caminar, o de mirar o de
discutir, el couscous compartido en un restaurante argelino, aquella foto rara en
la que el artista mira con cara de asustado a la cámara desde sus veinte años,
perdido entre los colimbas de la promoción 1945 y su máquina de dibujar que
parece que tenía incorporada a su vida porque todos dicen lo mismo: Héctor
dibujaba y no paraba de dibujar.
Sus dibujos siguen tan actuales como el día en que los creó. Eso es el talento
al que se le suman convicciones, conocimiento del arte, la política, el mundo.
Spilsbury pegó un mapa y después lo seccionó en pedazos. Aquí pasa al
revés: están los fragmentos: las voces de entrevistas grabadas, llamadas
telefónicas, fotos, dibujos, mails, notas, evocaciones.
Armemos el puzzle Cattolica a través de ciudades y países: Argentina y
Francia, pero también Japón, Inglaterra, Argelia. Y ciudades: Bragado, Buenos
Aires, París. Dibujos, palabras y fotos.
La biografía de un hombre es un viaje, que tiene un comienzo pero nunca se
sabe a dónde lleva. Empieza en las páginas de Las perlas rojas y continúa de
voz en voz.
(La voz de Bragado, febrero de 1969)
Héctor Cattolica (Foto de NI)
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El ladrillo de la memoria
Héctor Cattolica nació en Bragado, una ciudad situada al oeste de la provincia
de Buenos Aires que fue línea de avanzada contra los indios en el siglo XIX y
pueblo tranquilo y de casas con penumbrosos zaguanes -con aldabas de
bronce con forma de mano o de cabeza de león- y una iglesia sobresaliendo
entre los árboles. La rodea la llanura pampeana limitada por el horizonte
dibujado con lápiz de trazo grueso. Tiene calles más anchas de lo previsible,
árboles coposos y cielos violetas o rojos en días de tormenta. Hay una leyenda
con un caballo suicida que prefirió la muerte antes que el cautiverio. Fue cuna
de algunos poetas populares como el autor de “La cumparsita” y el ámbito en
donde Florencio Constantino, un inmigrante español, tenor de gran éxito,
construyó un teatro lírico como L’Ópera de París, pero enclavado en un
pueblito de calles de tierra y vida provinciana.
Fue anotado como Héctor Domingo Cattolica el 31 de agosto de 1933, hijo de
Humberto, un albañil italiano, y de Carmen Martino. Su padre era oriundo de la
región italiana de Le Marche, y había llegado a la Argentina -como tantos
inmigrantes- a buscar mejores condiciones de vida. Levantó su casa en
Bragado en la década del veinte, cuando todavía era un poblado comido por la
llanura. En esa casa, ubicada en la calle Laprida 674 Héctor pasó su infancia y
los primeros años de la adolescencia.
La casa guardaba un mensaje para el futuro. En su último viaje a la Argentina,
en 1988 -cuando ya habían muerto doña Carmen y su hermano Humberto-
Héctor se paseó por la casa vacía y poblada de recuerdos. Aún estaba intacta,
con sus muebles, su vajilla, sus roperos con perchas vacías. Pasando la mano
por las paredes, dio con un hueco. Allí encontró un ladrillo flojo, lo sacó, hundió
la mano y descubrió un papel de diario con una fecha y una inscripción:
“Humberto Cattolica, italiano, albañil, terminó de construir la casa en tal día de
1923”. Alicia Dujovne, depositaria de esta anécdota, dice que ese acto, para
Héctor, fue como meter el dedo en el centro de la memoria, que ese hecho fue
la imagen más perfecta de la relación de un hombre con el pasado. Esas
palabras destinadas al futuro tuvieron para el artista gráfico un significado de
tal magnitud, lo conmovieron tanto que decidió, cuando regresó a París, hacer
un proyecto sobre la inmigración para conmemorar los 500 años de la llegada
de Colón a América. Seguramente, solo, en la casa silenciosa y llena de
telarañas, Héctor habrá imaginado la aventura de su padre atravesando el mar
desde el pueblito italiano, la incógnita de la tierra desconocida, los días de
esfuerzo buscando trabajo, la soledad en América, la dificultad con el idioma, el
orgullo de levantar ladrillo a ladrillo una casa para fundar una familia.
Y así había ocurrido. Ese italiano inmigrante, ya afincado en Bragado, tuvo
dos hijos, ambos inclinados hacia el arte. Héctor, el mayor, dibujante y
Humberto diseñador gráfico y actor.
Parece que ya en su primeros años Héctor había puesto en funcionamiento su
máquina de dibujar, su incomparable facilidad para expresar en pocos trazos
cualquier idea.
Sus compañeras de escuela cuentan que, desde muy chico, dibujaba todo lo
que había en el mundo en cuanto papel se le ponía a tiro.
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Elidé Pradás refresca su memoria y me dice que tuvo a Héctor como alumno
particular. Hacía la primaria en la Escuela Nº 21 de Bragado (más tarde siguió
en la Escuela Normal) y la madre se lo llevó a su casa para que lo ayudara a
mejorar sus notas. Era muy inteligente, dice la maestra que hoy, con sus 79
años está tan vital como en aquellos tiempos en que era una adolescente de
15 que, en su casa, daba apoyo a un sinnúmero de chicos. “Pero no le
importaba la escuela -recuerda- se lo pasaba dibujando. Dibujaba hombres,
todos muy pobres, con pañuelos al cuello, hombres tristes”.
Estuvo en Bragado hasta los veinte años. Ese dato es seguro. Me lo confirma
Cándido Scarcelli que me llama por teléfono y me dice: “Yo hice el servicio
militar con Cattolica en el Regimiento 6 de infantería, en Mercedes”, y me
promete un álbum en donde hay una foto -apenas visible- de la Compañía de
ametralladoras y una dedicatoria del día en que terminaron la colimba.
Scarcelli ahora tiene 72 años y no para de decirme, cuando llega a mi casa
con el álbum en una bolsita de plástico, que Héctor era raro,”muy raro, y
zurdo”, que se lo pasaba protestando porque obviamente el servicio militar para
un artista de ideas libertarias habrá sido un padecimiento. Mientras me dice
esto mira de reojo el piano abierto de mi living y me cuenta que él toca música.
A las diez de la mañana, con la excusa de evocar a Héctor, don Cándido me
da un pequeño concierto de tangos y milongas. En la última hoja del álbum,
paso la mano por el texto que Héctor Cattolica le ha dedicado en algún lejano
día de 1954: “Para el amigo Scarcelli, compañero de todas las horas de esta
inolvidable “colimba” de su siempre H. Cattolica.” Trazos más, trazos menos,
esa firma es casi idéntica a la que encuentro en un artículo de la revista New
Internationalist, de setiembre de 1993, que la incluye junto con su foto en una
nota necrológica, con un epígrafe: “El artista gráfico argentino que creó algunas
de las más memorables imágenes de NI murió de cáncer a principios de julio”.
Héctor en París (gentileza Hebe Solves)
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Antes de París
Algunos amigos y compañeros de escuela me cuentan sobre Héctor en la
época en que aún vivía en Bragado. Jeannot Fabarón me relata una pequeña
historia de niños. Los alumnos de la Escuela Normal son convocados para
participar en un concurso de dibujo sobre el general San Martín en un horario
fuera de clase. Jeannot descubre a un chico mayor que dibuja de verdad, que
va más allá de las tímidas y conocidas siluetas de cordilleras y caballos mal
entrazados. Un chico más grande que él, de unos doce años, dibuja a un San
Martín auténtico, con trazo firme. Las montañas son casi montañas reales y los
caballos guardan las proporciones adecuadas. Es Héctor que ya desde la
infancia puede hacer lo que quiere con un lápiz y unas pinturitas.
El arquitecto Sergio Cano2 evoca una ilustración de Cattolica para un poema
de Molinari, un rimador local. “Como palabra anudada” era su título, y el dibujo
que lo acompañaba era el de un criollo que hacía un nudo con su caballo. Las
exposiciones de poesía ilustrada eran muy frecuentes en aquella época.
También recuerda que, junto a otros chicos de su edad, Héctor realizaba un
arte efímero, acaso un antecedente de los graffiti que hoy son tan populares.
Con una barra de amigos, hacían por las tardes dibujos sobre el pavimento de
las calles del pueblo con trozos de carbón que duraban hasta que las lluvias o
el paso de autos y carros los borraban.
En los últimos años bragadenses Cattolica dibujaba planos para el Agrimensor
Malpelli, actividad que, ya en Buenos Aires, siguió realizando en el estudio de
López León donde desarrolló su talento y creatividad en la proyección de la
casa del actor Luis Sandrini -una construcción con forma de barco- y en el
edificio de Córdoba Y Florida que fue el primero que tuvo un frente totalmente
de vidrio.
Como suele pasarles a quienes tienen inclinaciones artísticas y culturales,
Héctor era poco comprendido en su pueblo. En el estrecho horizonte de una
ciudad provinciana que segrega al diferente, su ingenuidad en asuntos de
mujeres solía ser causa de burlas.
Rubén Bollini, que fue médico de cabecera de doña Carmen y luego trató a
Héctor en sus viajes a París, confirma que trabajó en la mítica Tía Vicenta, de
Landrú, una revista que seguramente fue una verdadera escuela. La revista
que salió entre los años 1957 y 1966, se constituyó en una de las más
importantes que hicieron humor político. En ella colaboraban Quino, Miguel
Brascó, Fontanarrosa, Sábat, Bróccoli, César Bruto, Alberto Breccia, Caloi,
Blanca Cotta, Siulnas, Jaime Potenze, Conrado Nalé Roxlo, Copi. Muchos de
ellos fueron amigos de Héctor y, según el arquitecto Cano, algunos dibujos
extremadamente críticos lo enemistaron con Landrú quien lo echó por temor a
que le censuraran la revista. La censura llegó finalmente en 1966 cuando
Onganía le impuso la clausura porque Landrú lo parodiaba como una morsa de
enorme bigotes.
Sin embargo sigo buscando más precisiones sobre este episodio. Al fin puedo
hablar por teléfono con Quino3 y él me da una versión más ajustada pero
2
Sergio Cano es arquitecto y vive en Buenos Aires. Recientemente se retiró de su cátedra de
Teoría de la Arquitectura en la FADU - UBA, donde transmitió a los alumnos su conocimiento y
experiencia sobre las relaciones entre arquitectura y construcción de la ciudad.
3
Joaquín Salvador Lavado (Guaymallén, Provincia de Mendoza, 17 de julio de 1932), más conocido
como Quino, es un humorista gráfico y creador de historietas argentino. Su obra más famosa es la tira
cómica Mafalda (publicada originalmente entre 1964 y 1973). El humor de Quino es típicamente ácido e
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empañada por el tiempo que ha pasado. El genial creador de Mafalda me habla
sobre el paso de Héctor por Tía Vicenta. Hacía fotos para la revista. El vínculo
se había establecido a través de Carlos del Peral, marido por ese entonces de
Pirí Lugones. El incidente que propició el alejamiento de Cattolica de la revista
había surgido a raíz de su participación en una manifestación en Plaza de
Mayo y de un altercado con la policía. Landrú, cuya revista estaba financiada
por la Marina, no quiso que figurara más en el staff.
Varios colaboradores se fueron con él y sacaron una revista de efímera
duración, creación de Carlos del Peral, Cuatro Patas, que fue considerada un
modelo humorístico de la época en la que también participaban Quino y Miguel
Brascó, de la que sólo salieron cuatro números.
En esos tiempos, sobre los finales de los años 50, el campo intelectual de la
izquierda argentina se interesaba por las organizaciones populares vernáculas
y del resto de los países del Tercer Mundo. Se avocaba a reinterpretar la
compleja relación entre la clase media y el peronismo y revisaba críticamente
cuál había sido el papel de los intelectuales respecto de los movimientos
obreros y populares.
Luis Felipe Noé4 recuerda que conoció a Héctor Cattolica en la casa de Piri
Lugones5, la nieta del poeta y la hija del torturador como a ella le gustaba decir,
cuando fue a vivir al edificio del Hogar Obrero de Caballito, entre Rivadavia y J.
M. Moreno. Pirí era hija de una amiga de la madre de Noé. Mentora del mundo
cultural y literario del Buenos Aires de entonces, en su departamento se reunía
mucha gente interesante. A las fiestas que hacía, asistían Noé Jitrik, Osvaldo
Lamborghini, Quino, León Rozitchner, Tanguito, el Tata Cedrón -entre otros- y
Rodolfo Walsh6 que era, como lo señala Noé, una especie de papa en ese
momento.
Es de suponer que Héctor, en ese clima de debate de ideas y posiciones
políticas, alimentaba sus inquietudes artísticas y compartía el clima intelectual
que lo llevaría más tarde, en París, a plasmar en imágenes su visión del
mundo. Luis Felipe Noé me dice en una entrevista en su casa taller de la calle
Tacuarí que si él fuera novelista, ese departamento sería el eje de su hipotética
novela. Ahí se debatían ideas y se hablaba de arte. Muchos de esos jóvenes,
como la misma Pirí y Walsh, se volcarían al peronismo más tarde porque había
una conciencia de que no se podía volver a la democracia sin Perón. Pero
incluso cínico, ahondando con frecuencia en la miseria y el absurdo de la condición humana, sin límites
de claseEs autor, entre otros libros de humor: Mundo Quino (1963) (reeditado en 1998) A mi no me grite
(1972) Humano se nace A la buena mesa (1980) Potentes, prepotentes e impotentes (1989) (1991) Esto
no es todo (recopilación) (2002) ¡Qué presente impresentable! (2005)
4
Luis Felipe Noé integró el grupo Nueva Figuración junto a Jorge de la Vega, Ernesto Deira y Rómulo
Macció. Su exposición individual de 1959 significó para De la Vega un giro en su producción y el
comienzo de una larga amistad. Juntos compartieron el viaje a París en 1962 y experimentaron la
necesidad de ruptura con las prácticas de la pintura tradicional. Noé es considerado uno de los artistas
más importantes de la Argentina.
5
Susana Pirí Lugones, trabajó en el Diario La Opinión, en la revista Siete Días, en Crisis y en diversas
editoriales, como Ediciones de La Flor y Editorial Jorge Álvarez. Tradujo del francés, entre otras obras, las
Cartas de amor a León Jogiches, de Rosa Luxemburgo. Era profundamente respetada como intelectual y
tenía fama de femme fatale entre sus colegas periodistas. Pirí es una desaparecida de la dictadura militar
6
Rodolfo J. Walsh, nació en Choele- Choel en1927. Fue escritor, periodista, traductor y asesor de
colecciones. Su obra recorre especialmente el género policial, periodístico y testimonial, con celebradas
obras como Operación Masacre y Quién mató a Rosendo. Walsh es para muchos el paradigmático
producto de una tensión resuelta: la establecida entre el intelectual y la política, la ficción y el compromiso
revolucionario. El 25 de marzo de 1977 un pelotón especializado emboscó a Rodolfo Walsh en calles de
Buenos Aires con el objetivo de aprehenderlo vivo. Walsh, militante revolucionario, se resistió pero fue
herido de muerte. Su cuerpo nunca apareció. El día anterior había escrito lo que sería su última palabra
pública: la Carta Abierta a la Junta Militar.
9. 9
-aclara Noé- no todos eran peronistas, y Héctor profesaba una especie de
anarquismo sin ser un militante.
En 1957 la poeta Hebe Solves7 conoció a Héctor en una exposición colectiva
de carácter experimental, ¿Qué cosa es el coso?, en Estímulo de Bellas Artes.
Las obras eran de un pequeño grupo de artistas jóvenes que intentaban la
ruptura con el formalismo imperante en Buenos Aires siguiendo las huellas del
art brut, de dadá, de Duchamp. Los artistas llamaban –irónicamente- “cosos” a
sus trabajos. Las obras anticipaban lo que a comienzos del sesenta sería el
arte destructivo: Cristos pintados sobre arpillera, paneles realizados bajo los
efectos del LSD, camas colgando, una botella de anís con una tetina en el pico.
Los artistas -y así lo recuerda Hebe- solían frecuentar el bar Chamberí de
Córdoba y San Martín. Eran lugares míticos como lo fue también el Bar
Moderno en Maipú al 900. Poetas y artistas plásticos se unían para hacer
trabajos conjuntos de poemas y dibujos o grabados.
A través de Héctor, Hebe hizo una única colaboración para la revista Tía
Vicenta, y sostiene -como otros entrevistados que ya mencionamos- que un
entredicho con Landrú hizo que Cattolica abandonara la revista, acaso porque
ambos estaban en las antípodas ideológicas.
La amistad entre Hebe y Héctor fue cultivada durante varios años y se fue
consolidando cuando el artista regresó de París en el 69, edificada en bares al
calor de la poesía que en esa época lo apasionaba. Para ese entonces, dice
Hebe, Héctor creía firmemente en una revolución imaginaria y que el mayo
francés se continuaría en Buenos Aires.
El poeta Máximo Simpson8 me cuenta que conoció a Cattolica a través de
Hebe Solves en las reuniones de amigos que la escritora hacía en su casa. Su
recuerdo es grato: “Un muchacho humilde y cordial, una buena persona”.
Lo curioso es que Simpson no recuerda a Héctor vinculado a las artes
plásticas sino a la poesía. Una circunstancia lo ayuda a confiar en este
recuerdo: contemporáneamente con la publicación de su primer poemario
(Túpac Amaru, 1960), Héctor publicó un libro suyo, también de poemas. Los
dos trabajos fueron comentados en el mismo número de una revista por el
poeta Luis Alberto Murray y evoca que la crítica de su poema fue favorable,
pero más favorable aún fue la que le dedicó al libro de Héctor. Decía, tal vez,
que su poesía era más personal.
Quizá buscando nuevos horizontes, con ese afán tan argentino de hacer un
viaje intelectual a la manera de un bautismo, Héctor Cattolica partió en 1959 y,
después de un largo vagabundeo por Latinoamérica y Europa, recaló en París.
Al París mítico que, desde el siglo XIX obnubilaba a los intelectuales
latinoamericanos. La ciudad cuya luz emanaba del saber, de la novedad
eterna, de la fascinación cultural y que era, en sí misma, un mito. Lugar de la
creación, el renacimiento y la consagración.
7
Hebe Solves es poeta, narradora, escritora e ilustradora de literatura infantil, docente y autora de libros
pedagógicos. Nació en Vicente López, en 1935. Vivió siempre en Buenos Aires, salvo el tiempo en que
trabajó como maestra rural.
8
Máximo Simpson, nació en Buenos Aires en 1929. Poeta y Periodista. Fue catedrático universitario en
México. Investigador, ensayista. Miembro Correspondiente de la Asoc. Prometeo de Poesía. Premios de
poesía: Faja de Honor de la SADE, Consejo del Escritor, Ciudad de Buenos Aires, Fondo Nacional de las
Artes, Mención del Nacional de Literatura. Nueve poemarios, desde Túpac Amaru (1960) a Esta precaria
luz (plaq. 2004).
11. 11
Desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX, París fue para los
latinoamericanos un lugar mítico, la ciudad a donde había que viajar para
formarse y obtener consagración. Era una construcción imaginaria que anclaba
en la literatura, en la pintura, en la filosofía y en los sueños acariciados desde
el romanticismo.
Mito colectivo, París era para cada uno de los artistas un lugar de deseo y de
búsqueda personal. Como escribe Vargas Llosa: “París era entonces un lugar
mágico en el cual la historia, la invención literaria, la destreza técnica, el
conocimiento científico, la sabiduría arquitectónica y plástica, y, también, en
muchas dosis el azar, habían creado esa ciudad donde salir a caminar por los
puentes y muelles del Sena, u observar a ciertas horas las volutas de las
gárgolas de Notre Dame o aventurarse en ciertas placitas o el dédalo de
callejuelas lóbregas del Marais, era una emocionante aventura espiritual y
estética, como sepultarse en un gran libro" 9.
Héctor Cattolica llegó a París en 1962. Allí se encontró con Luis Felipe Noé,
que estaba desde 1961 y restableció la amistad que había comenzado en
Buenos Aires. Noé dice que era una muy buena persona, un tanto neurótico.
Tenía un enorme talento, pero no se entendía bien con la vida. Tenía mala
suerte pero también trabajaba para que las cosas le salieran mal.
Repasemos un poco la década del ’60 para entender cuál era el ambiente
político y cultural que impregnó esos años en que Cattolica llegó a Europa,
buscando sus raíces europeas y recaló en París en tiempos de grandes
rupturas y cambios culturales.
En los años anteriores al Mayo de 1968 se habían producido en el mundo
acontecimientos que fueron vistos por los universitarios franceses como iconos
de admiración: la Revolución Cubana, la guerra por la independencia de
Argelia, la resistencia de Ho Chi Minh y su pueblo, la revolución cultural en
China. En este contexto, la represión en la Universidad de Nanterre el 3 de
mayo de 1968, tras una jornada antiimperialista, hizo que las protestas se
extendieran rápidamente a la prestigiosa Universidad de la Sorbona.
El arte asumía compromisos colectivos a través de una explícita preocupación
por el “mensaje”, integrando en algunos casos el texto escrito como soporte de
la obra, y enfatizando cierta actitud "conceptualista" en los resultados.
Dibujo de Cattolica publicado en La voz de Bragado, 1969
La "revolución gráfica" que tiene lugar a partir de 1960, potencia nuevas
imágenes, capitaliza la experiencia creciente en el campo de la ilustración
periodística y mantiene un estrecho diálogo con el lenguaje del diseño. Es la
9
Mario Vargas Llosa, El pez en el agua, Barcelona, Seix Barral, 1993.
12. 12
década de gran impulso del afichismo que será durante la revuelta de mayo del
68 la expresión de la rebelión juvenil.
El arte buscaba una respuesta a los problemas sociales y culturales. En
Estados Unidos e Inglaterra surgía el “pop art”, que hacía una crítica de la
cultura de imágenes propia del mercado.
Es el tiempo en que se critica a la obra de arte única, terminada y fetichizada.
Se sale de los tradicionales circuitos del arte (museos, galerías) y, como
contrapartida, se realizan obras colectivas que van de lo objetual a lo procesual
(los eventos se convierten en happenings, instrucciones, performances,
ambientaciones, situaciones).
A fines de los 50 había surgido el movimiento “Situacionista” que tenía como
característica la focalización en la acción. El movimiento, liderado por Guy-
Ernest Dabord se proponía: «Nuestras ideas acerca de cómo funciona el
mundo, acerca de por qué debe cambiar, están en la mente de todos en forma
de sensaciones que casi nadie está dispuesto a traducir en ideas. Nosotros las
vamos a traducir. Y eso es todo lo que tenemos que hacer para cambiar el
mundo».
La Internacional Situacionista organizó conferencias, realizó exposiciones y
publicó una revista, en francés (dirigida por Dabord). Sus ideas revolucionarias
estuvieron detrás de los acontecimientos del mayo del 68, en París. Para ellos
la ciudad, entendida como entorno urbano, era el escenario -"un nuevo teatro
de operaciones culturales"- para la consecución del cambio social y la
conquista de la libertad.
El movimiento se proponía la disolución de las barreras existentes entre arte y
vida cotidiana, y para ello se servía del reciclaje de elementos gráficos
extraídos de los mass media utilizando imágenes manipuladas -fragmentos de
anuncios, cómics- que servían como vehículo de sus ideas. Lo más interesante
de la gráfica utilizada por los situacionistas radicaba en su fuerza expresiva.
Era el lenguaje de la revolución expresado gráficamente. Con él, y mediante la
crítica, querían influir en los acontecimientos, propiciar un cambio que afectara
a todo el orden establecido. Una estética de imágenes y mensajes simples,
directos, provocadores, que obligaban al espectador a posicionarse ante
aquello que comunicaban.
Se trataba, por consiguiente, de una gráfica de alto contenido ideológico y
donde la imagen estaba al servicio de la palabra.
Si bien no podemos saber si Héctor participó del movimiento situacionista,
esas ideas estaban en el aire y permiten contextualizar las concepciones
estéticas que influyeron sus trabajos.
Los días violentos de Mayo del 68 comenzaron cuando los estudiantes
salieron a las calles a protestar contra el gobierno de De Gaulle y se
apoderaron de los edificios subvirtiendo los discursos y las prácticas de las
instituciones que allí residían: universidades, fábricas, liceos, canales de
televisión, teatros, colegios profesionales. La juventud se sentía el motor de la
transformación revolucionaria y el movimiento fue tan espontáneo como
efímero.
En esos días “las paredes hablaban”. Los jóvenes escribían grafittis anónimos
mezclando textos que provenían de distintos horizontes y de sus propias
vivencias de la huelga, citando a pensadores revulsivos como el marqués de
Sade, líderes del marxismo y del anarquismo como Marx, Proudhon, Bakunin,
Lenin, Trotski, Rosa Luxemburgo, y los poetas malditos -desde el
13. 13
decadentismo al surrealismo- como Rimbaud, Verlaine, Artaud, Breton.
Paredes que criticaban la vida cotidiana y denunciaban la ideología jerárquica
que inundaba la sociedad. Se leían consignas como éstas: “Prohibir. La
libertad comienza por una prohibición, “Cambiar la vida. Transformar la
sociedad”, “La imaginación toma el poder”, “Corre, camarada, el viejo mundo
esta detrás de ti”,”La cultura es la inversión de la vida”, “¡¡¡Te amo!! Oh!,
díganlo con adoquines”. Las paredes conformaban un gran texto donde se
entrecruzaba el pensamiento crítico moderno con un destinatario múltiple,
colectivo y anónimo.
Además de los grafittis las calles se llenaron de carteles que estaban
realizados con técnicas básicas de gráfica: serigrafía, litografía y estarcido.
Estos carteles, puestos al servicio de los movimientos contestatarios de mayo
del 68, fueron realizados por profesores, estudiantes y trabajadores en los
talleres ocupados de la Escuela de Bellas Artes, en las distintas Facultades o
en las agrupaciones de barrio, de forma anónima y colectiva (sobre algunos de
ellos simplemente aparece un sello con la leyenda: "Talleres Populares"). Sólo
los talleres de la Escuela de Bellas Artes editaron alrededor de 500.000
carteles con unos 400 motivos diferentes.
Héctor Cattolica hizo varios afiches sumándose a la protesta estudiantil. Fue
uno de los afichistas más célebres del mayo francés. Uno de sus afiches más
conocidos representa una moneda de un franco con la imagen de la libertad
tirando las piedras de las barricadas que los jóvenes levantaban en las calles
de París.
.
Afiche de Cattolica durante el mayo del 68, gentileza Rubén Bollini
“Antes de las manifestaciones estudiantiles- dirá Héctor a Peter Stalker en
una nota que le realizan en la revista NI en 1989- había estado trabajando con
un grupo de intelectuales latinoamericanos en París, ayudándoles a sacar una
revista. Pero todo quedó a un lado cuando comenzaron las protestas y
ganamos la calle. Estábamos comprometidos y quizá demasiado ilusionados, y
luego nos deprimimos por la respuesta. Pero puedes imaginarte, todavía veo
14. 14
muchas de las imágenes que hice reproducidas en muchos países. Me gusta
verlas. Me siento como un padre que observa qué fue de sus hijos.”
Según me cuenta Alicia Dujovne Ortiz, Héctor arriesgó mucho en ese
momento y estuvo por convertirse, en esos días revulsivos, en un artista
verdaderamente importante. Muchos de los afiches que hizo Cattolica siguieron
circulando y se hicieron muy conocidos y recordados en las exposiciones de
carteles que se fueron sucediendo para recordar al mayo.
Veinte años después, crítico y lúcido como era Héctor, hizo otro afiche
revisando la significación del movimiento. “Un afiche de tono melancólico,
como todo lo que hacía Héctor”, dice Alicia que es quien me lo describe. “Tenía
una inscripción: MAI 68- mais MAI 86, es decir, hubo mayo del 68, pero ahora
estamos en el 86, y el mundo no ha cambiado. Es que durante las semanas
que duraron las tomas, las instituciones fueron apropiadas por los sujetos que
las hacían posibles: los profesores y estudiantes de las universidades
impugnaban el autoritarismo académico, los estudiantes de los liceos el
autoritarismo pedagógico, los periodistas desembozaban la manipulación de la
información. Pero eso no podía durar porque, según Tournier10, el movimiento
encontró sus límites en el momento en que no atacó al aparato central del
Estado, y Foucault11 -revisando su obra bajo el impacto de Mayo- señala que
“el poder por definición es lo que la clase en el poder abandona menos
fácilmente y tiende a recuperar antes que nada”. La imaginación explotó en las
calles de París y Héctor se sumó a esa utópica sensación de que ésta tomaría
el poder con el consiguiente desencanto.
Los afiches que Héctor realizó para estos sucesos, y la obra que vendría
después, tuvieron la genialidad de decir un máximo de cosas con una síntesis
perfecta. Era un visualizador, como lo define Luis Felipe Noé, un artista capaz
de concretar una idea en una imagen contundente que la resume.
En el afiche la idea es todo
“El afiche moderno –básicamente publicitario, de gran formato y tirada numerosa– apareció hacia
mediados del siglo XIX, en Francia. A aquellos primeros carteles fueron sumándose rápidamente
ingredientes técnicos, estilísticos y teóricos.
El afiche utilizó todas las corrientes estéticas, de modo que sirvió como una suerte de difusor de
distintas tendencias y movimientos. A este gesto, durante los primeros cincuenta o sesenta años de
10
Michel Tournier (París, 1924) es una de las figuras la fotografía, la literatura francesa animados.
afichismo, deben sumarse las interinfluencias con capitales de el cine y los dibujos de nuestro
tiempo.abecé del afiche los Alisos" obtuvo el comprenderse en pocos segundos, de modolos limbos del
El Con "El Rey de dice que éste debe Premio Goncourt en 1970, y con "Viernes o que la
Pacífico" el Grand Prix duelementos que lo componen tendría que ser descifrada por"La que miraoro",
estructuración de los Roman de la Academia Francesa. Otras obras suyas son el gota de en un
"Gilles y Juana" y "El árbol y el camino". del afiche es ser visto al paso, sobre la marcha.
solo golpe de vista, porque el destino
11 Los carteles publicitarios son parte de la geografía ciudadana y su imagen marca etapas de la
Michel Foucault (15 de octubre de 1926 - 26 de junio de 1984), filósofo y psicólogo francés y profesor
dinámica urbana. Los afiches dan cuenta de una época, no sólo por las cuestiones que anuncian,
de la cátedra Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France de 1970 a 1984. El trabajo
denuncian, advierten, sugieren, prometen o recomiendan, sino también por las herramientas
de Foucault ha influido a importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades en
gráficas y visuales que utilizan. La intención y el efecto del afiche son cruciales, porque entre la
Europa y Estados Unidos.
publicidad y la propaganda se juegan duelos sutiles y se atraviesan fronteras para nada ingenuas.
El afichista francés Achille Mauzan –que vivió en la Argentina y fue autor de la célebre cabeza de
Geniol, entre otras genialidades– definió el sentido y la función del afiche en unas pocas frases
sencillas: “Los afiches deben ser simples y visibles de lejos”, “Son el bombo en la orquesta de la
propaganda”, “Son gritos pegados en los muros”, “En el afiche, la idea es todo”.
15. 15
En 1963 Héctor se reencontró con Quino en París y diagramó sus dos
primeros libros: Mundo Quino y A mí no me grite. En el prólogo a una reedición
de Mundo Quino, el humorista expresa: “Este pequeño libro fue mi primer libro.
La idea de editarlo nació de Héctor Cattolica, amigo diagramador, dibujante,
poeta y sobretodo, idealista. Su ilusión era ganar con 'Mundo Quino' un dinero
que le permitiera editar libros de poesía, suya y del grupo que lo acompañaba.
Es frecuente que a un poeta no le salgan bien los negocios y así sucedió. Pero
no por eso nos deprimimos. Al contrario, la alegría de haber dado a luz nuestro
primer libro fue un negocio emotivo extraordinario. Por supuesto que luego, con
Ediciones de la Flor el libro tuvo mucho mejor suerte y existen de él ediciones
en diversos países de Latinoamérica y Europa. Los treinta y tantos años
trascurridos desde aquella primera edición de 1963 hacen que cada vez que
vuelvo a ojear estos dibujos experimente la extraña sensación de reencontrar
'al Quino aquél' con el que aún hoy me identifico y al que sin embargo siento
completamente distinto del actual.”
Quino atribuye a Cattolica el rescate de los originales de ese su primer libro
en manos de la editorial Jorge Álvarez que había quebrado. De esa manera,
pudo ser publicado finalmente por la editorial De la Flor.
“Lo encontré un par de veces en París -me dice Quino- y trataba de
explicarme la importancia de los acontecimientos del mayo del 68 que iban a
cambiar el mundo y se propagarían por otros países.”
Cuando regresa a la Argentina en 1969, tiene ciertos proyectos laborales,
según señalan algunos entrevistados, pues piensa quedarse en el país. Hebe
Solves dice, en cambio, que su verdadero proyecto era la revolución.
Sobre el final de la década, Héctor, recién llegado a la Argentina del
onganiato, estaba un tanto desajustado con lo que aquí pasaba. Creía en la
revolución aunque no estaba de acuerdo con la visión foquista de la lucha
armada, según me confía Hebe Solves.
Es entonces cuando pasa unos días en Bragado, su pueblo natal, el que
idealizará en los próximos veinte años, cuando en su taller de Nogent
recordará con nostalgia las calles y las personas que dejó atrás.
El artista es un hombre como todos
16. 16
En La voz de Bragado, Hugo Soto, su director, busca en el archivo y
encuentra una nota que el diario le hizo a Héctor en su primer regreso a la
Argentina. Es del 11 de febrero de 1969. Cattolica vuelve a su pueblo con la
revuelta del mayo resonándole aún en los oídos. Habla del mundo, habla de
arte, habla de sus viajes.
Ha estado en Chile, en Brasil, en Inglaterra. Ha vivido un año en el país vasco
y ha ido a buscar sus raíces al pueblo de sus ancestros –Cattolica- en la región
de Le Marche. Ha recalado en París, en el Barrio Latino, con el proyecto de
hacer una película de dibujos animados que al final no se concretará.
Sin embargo se ha relacionado con otros artistas latinoamericanos que hacen
su experiencia en la capital de Francia: Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier,
Julio Cortázar y Copi (Raúl Damonte Botana). Ha expuesto en algunas galerías
“La reseña del artista latinoamericano de vanguardia” en Roma, y “La
exposición de artistas latinoamericanos de París”. Ya ha colaborado con
dibujos en medios periodísticos como L’Enragé, Le Nouvel Observateur, Le
canard de Mal.
Al enfrentarse con la pintura de Picasso queda impresionado. “Fue –dice al
relatar esa experiencia- como la liberación de mi yo anulado por moldes que
me ataban a antiguas estructuras. Empecé a pintar y a dibujar con libertad y a
conocer lo que me rodeaba”.
También ha escrito poemas publicados en dos libros. “Con ellos comencé a
usar la imaginación”, le dirá años después a David Rawson, de New
Internationalist.
Ha creado y dirigido una revista, Margen, dedicada a los intelectuales de
habla hispana. Él mismo la ha definido de esta manera: “para evitar el
equívoco, Margen no quiere decir que se está al margen de la realidad, como
algunos pudieran interpretarlo. Margen es una revista de imaginación, y la
imaginación es parte de la realidad. Es lo que el mismo término margen
expresa: espacio libre donde se puede anotar, hacer apostillas, comentarios y,
en definitiva, contestar un mundo dominado por las cosas. Nuestra revista se
encuentra ubicada al margen toda vez que no obedece a las leyes del mercado
oficial o empresario de la cultura, regido por las editoriales, las instituciones, las
fundaciones, los mecenas, etc. Sus vicisitudes son consecuencia de nuestro
rechazo en considerar la obra de creación como una mercancía en una
sociedad condicionada por el dinero, como dice Maurice Roche12, representado
por el best seller. Creemos en la acción a largo plazo y en la universalidad de
la obra literaria, en su valor intrínseco y no en los valores establecidos por
cierta paraliteratura de consumo.
Su posición estética es heterodoxa, en tanto que está abierta a todas las
posibilidades de expresión, puesto que la revista “fue creada para dar a
conocer a todo lo que se escriba en lengua castellana desde el continente
europeo, sin excluir lo que se escriba desde nuestra América.”
En el diálogo con el periodista de La voz de Bragado, Cattolica desgrana sus
posiciones políticas. Está todavía impactado por los acontecimientos ocurridos
en mayo del año anterior y despliega comentarios sobre su concepción del
artista que, para él, no es ningún pequeño dios, sino un hombre como todo el
mundo a quien las contingencias y el medio no ahogaron sus aptitudes
12
Maurice Roche en sus obras opta por una ruptura de la narración tradicional. En 1966 publica “Compacto”, su
primera ficción. En sus obras siguientes continúa examinando la relación que mantienen un texto, su título y la
imagen. Marginal de las letras, Maurice Roche sigue siendo una figura de la literatura experimental.
17. 17
naturales. Porque para él todos pueden ser capaces de realizar un trabajo
creador, “transformar el sol en un prisma, deshacer la luz, hacer colores y
emplearlos para reconstruirse a sí mismo bajo otra forma”. “Muchos -dice-
gracias a los que han hecho de la literatura una estatua, son los que mueren
sin tener arte ni parte. Todo creador debe combatir para que el hombre alcance
un conocimiento por todos los medios legales e ilegales, ya que debe ser un
revolucionario.”
Y, recordando a Josué Castro -sociólogo y escritor brasileño que tuvo como
meta la lucha contra el hambre en los países subdesarrollados, ideas
expuestas en su Geografía del hambre- Héctor dice que habría que levantarle
un monumento de miga de pan, una estatua crocante, perecedera, cuyas
inmensas rodajas pasaran de boca en boca alrededor de las mesas. Una obra
de arte en la que a cada hombre le corresponda una parte”.
Hace pocos días que ha llegado de París y no sabe nada sobre su futuro,
pero expresa sus deseos de radicarse en la Argentina.
Tres años estará en el país detrás de trabajos que no se concretan. Participa
de la vida bohemia de Buenos Aires que se concentra en las puertas de Florida
936, epicentro de la así llamada Manzana Loca (Florida, Paraguay, San Martín,
Córdoba). En ese circuito donde estaba el Di Tella13, Hebe Solves recuerda las
encendidas conversaciones que sostenía con el artista gráfico en los bares que
componían ese territorio de innovación y experimentación artística como el bar
Moderno o el Bar Baro, a pocos metros donde los “locos del Di Tella”, como los
llamaban los enemigos, todavía sostenían que la pintura de caballete había
muerto y las muchachas exhibían sus minifaldas como las de Mary Quant,
vestidos de hule, pantalones pata de elefante y pelos erizados de spray.
Solves recuerda el vuelo de Héctor y también la manera cómo tomaba el lápiz
y, al trazar la línea, dejaba el rastro de su descarga emocional. La imagen que
Hebe tiene de Cattolica es la de un ser con mucho ímpetu, un espíritu creativo,
y sobre todo, un hombre que sabía escuchar, en especial a las mujeres, en
una relación de paridad, cosa que no era muy frecuente en aquellos tiempos.
Por esta época reinicia también, su amistad con Luis Felipe Noé en Buenos
Aires. Es en este momento cuando Noé realiza Una sociedad colonial
avanzada, libro conceptual escrito por el artista en 1971 y diagramado e
ilustrado por Cattolica. En él colaboran pintores y dibujantes como Carlos
Alonso, Quino, Oski, Rómulo Maccio, Jorge de la Vega, Ernesto Deira, Alberto
Alonso y Lorenzo Amengual. Todos ellos completan los textos y lo terminan de
escribir con sus dibujos.
Es la Argentina de la dictadura de Onganía y Aldo Pellegrini que prologa la
primera edición subraya ideas que están en sintonía con el pensamiento que
Héctor ha expresado en la nota del diario de su pueblo: “La sociedad actual
transforma el arte en artículo de consumo”.
Noé, en el póslogo de la reedición del 2003, dice que contó con el diseño de
Héctor Cattolica –poeta, dibujante y muy talentoso gráfico (“comunicador”,
13
El Instituto Di Tella, centro de investigación cultural fundado en 1958. En sus inicios albergó a las
vanguardias del teatro, la música y la pintura. Allí dieron sus primeros pasos artistas luego consagrados.
Su actividad marcó una nueva era en el arte local. Fue dirigido por Jorge Romero Brest.Las
"Experiencias" realizadas en 1967 y 1968 reunieron a los artistas jóvenes que buscaban superar la
concepción objetual de las obras de arte, en búsqueda de experiencias que involucraban el cuerpo y el
diseño del espacio-tiempo mediante instalaciones, performance, happenings (como La Menesunda), etc.
El Instituto Di Tella fue cerrado en 1970 por el gobierno de facto de Onganía
18. 18
decía él) amigo mío desde la época de las reuniones en la casa de los Peralta,
con quien había estado en mi primer viaje a París y a quien encontré en este
regreso mío que también era el suyo.”
(Tapa del libro Una sociedad colonial avanzada, de Luis Felipe Noé, diagramado e ilustrado por
Cattólica)
Una sociedad colonial avanzada
“Noé molesta página tras página con aforismos ácidos (a veces ingenuos) como los
que dicen “Una sociedad donde la mayoría es obligada por la minoría a sentirse
minoría” o “Una sociedad donde es jurisprudencia que el poder judicial es
independiente del poder ejecutivo mientras no ejercite esa independencia” o “Una
sociedad tan auténticamente nostálgica de otras sociedades que hace de todo lo
inauténtico de ella su autenticidad”. Las frases se entrecruzan con recortes de diarios y
con publicidades que hacen gala de un cinismo envidiable.(…)
Noé parece recopilar esa sinceridad publicitaria maquiavélica para homenajear a esa
realidad que supera siempre sus ejercicios irónicos.
Y naturalmente, Caloi, Oski, Quino, Héctor Cattolica, entre otros, se suman a la obra
como observadores privilegiados de entonces que querían poner en evidencia a una
sociedad “cuyas virtudes consisten en la voluntad de superar sus defectos y sus
defectos en la frustración de sus virtudes”, mientras “la derecha agita el fantasma de la
izquierda y donde la izquierda no es más que el fantasma agitado por la derecha”.
(Extraído de Radar Libros, suplemento de Página/12, 11 de enero de 2004)
Trabajando con la mala suerte
Héctor era, además de un artista talentoso, un hombre que sabía cultivar la
amistad, ser un confidente lúcido y desplegar su humor, a veces negro. Era un
19. 19
tipo divertido, pero también muy perseguido por la mala suerte que él ayudaba
con una enorme capacidad de autoboicot.
Luis Felipe Noé se refiere a las complicadas relaciones familiares. Casado
con una francesa tuvo dos hijos -una mujer y un varón- con los que mantuvo
una relación muy conflictiva. Su mujer, al separarse, les quitó el apellido
Cattolica a los dos hijos por algún artilugio legal que nadie se explica.
Alicia Dujovne me dice que tenía una visión muy crítica de sus hijos, que no
debió haber sido un padre fácil. A veces sobredimensionaba las rebeldías
adolescentes, hasta tal punto que una vez se peleó con Matías, su hijo, y el
chico amenazó con pegarle una trompada. Entonces Héctor puso un abogado
convencido de que el chico lo quería matar. Matías, según la escritora, era un
adolescente frenético pero desde luego no pensaba pasar a mayores.
Su mala suerte era proverbial, parecía que todo le salía mal y a veces él
mismo contribuía a empujar la mala racha. Siempre estaba buscando
desesperadamente trabajos que le permitieran sobrevivir, pero sus actitudes
conspiraban para que sus acciones tuvieran éxito. Noé recuerda que en una
oportunidad, tuvo que presentar su dossier a una compañía francesa con sus
trabajos y él llevó todo lo que había hecho durante el mayo del 68, trabajos que
tenían un carácter revulsivo que no acordaban, desde luego, con el perfil de
artista que se buscaba.
Hebe Solves, sin embargo, no está de acuerdo. Según esta amiga Héctor no
tenía mala suerte, las cosas no le iban bien porque era una persona
extremadamente sensible, que no podía hacer pie en la realidad pues no tenía
la suficiente coraza para protegerse en ella.
Una sucesión de acontecimientos desdichados acompañaron sus años
parisinos. Admiraba la lucha del pueblo argelino que culminó con el acceso a
la independencia. En un viaje de trabajo a Argelia, en los años setenta, en
compañía del dibujante de historietas Jean-Jacques Sempé14, sufrió un
accidente. Iban en un auto conducido por este último. Sempé salió ileso, pero
Héctor se destrozó la cara y perdió los dientes. Según cuenta el doctor Rubén
Bollini que lo visitaba en París, Héctor no dejaba de relatar los sufrimientos que
había padecido en hospitales precarios, hacinados, con salas atiborradas de
camas y sin recursos para paliar sus heridas. Este hecho le provocó una
enorme frustración que contrastaba con la idealización que el artista había
hecho de la revolución.
Su primer departamento del Barrio Latino se quemó, y con él gran parte de su
obra. Estaba invitado a cenar a casa de una amiga y llamaron los bomberos
para anunciarle que las llamas lo estaban devorando todo. Fue el primer
suceso que marcó de alguna manera ese destino de destrucción que tuvieron
sus dibujos.
Una anécdota ilustrativa que confirma lo dicho: mientras realizo esta
investigación llamo a casa de un pariente para obtener algún dato. Mi
interlocutor dice, en tono jocoso, que hacía unos pocos días había quemado
uno de esos afiches de Héctor (uno en el que cinco pares de manos forman
14
Jean-Jacques Sempé (17 de agosto de 1932, Burdeos) es un dibujante de historietas francés.
Acostumbra firmar sus trabajos simplemente con su apellido Sempé.
Comenzó su carrera en Francia, en el contexto de las historietas franco-belgas. Sus acuarelas donde sus
personajes práctica o definitivamente no hablan, ganaron atención internacional por su facilidad para
llevar mensajes a pesar de su simpleza. Ha dibujado varias veces la cubierta de The New Yorker. Es
famoso por sus carteles, y su personaje El pequeño Nicolás (Le petit Nicolas), publicado a partir de la
década de 1950 junto con D'Agostini (seudónimo de René Goscinny).
20. 20
pájaros con una leyenda: “juntos podemos detener la bomba”, Irlanda 1981)
que tenía en el galpón. A catorce años de su muerte Héctor sigue perseguido
por la incomprensión y la mala suerte.
Dice Noé, “Hacía las cosas para que le salieran mal, con sus parejas, con su
familia, con su obra, con sus empleos. Pero él las contaba de tal modo que
siempre se ponía en el papel de la víctima”.
No obstante, también -como refiere Alicia Dujovne- era un ser increíblemente
cómico, chispeante, un amigo leal, un confidente. De esas personas que saben
escuchar y que son coherentes en sus convicciones.
La indiferencia de los franceses lo perturbaba, le parecía espantosa. Un día
llamó a Alicia y le contó dramáticamente, que había sufrido una experiencia en
el metro que le había confirmado su teoría. Se había comprado una gorra y se
la había puesto ni bien salió del negocio y, por supuesto, ninguno de los
pasajeros lo había mirado. Cuando llegó a su casa encontró que tenía pegada
en la pelada –tenía una calva reluciente, siempre bronceada- la etiqueta
enorme de la gorra.
-¿Vos te das cuenta- le dijo a Alicia- nadie me miró, y el subterráneo estaba
lleno de chicos y nadie me miró para decirme que parecía un loco. ¿Vos te das
cuenta lo que es este país? La indiferencia mata en Francia.
Sus amigos contaban, como broma, que su espíritu contradictorio le hacía
tomar los pequeños logros como inconvenientes. Como no era ciudadano
francés penaba por obtener la carte de sejour. Un día llegó furioso de la
prefectura de policía que lo había citado, ultrajado en lo más íntimo. Cuando le
preguntaron qué le había pasado aclaró:
-Fui a buscar la carte de sejour porque me habían citado y ¿sabés qué? ¡Me
la dieron!
El inconveniente estaba en que, conseguida la documentación tan preciada
para permanecer en Francia, ya no tenía de qué quejarse.
David Rawson redactor de NI, escribe en la nota que anuncia la muerte de
Héctor: “Yo pensaba que él era un poco como París, que seguía siempre
adelante, para bien o para mal, después de todos estos años. No mucho
tiempo atrás, su estudio se había inundado y él se había roto el brazo con el
que trabajaba, por lo tanto no podía dibujar. Uno años antes, un incendio había
destruido gran parte de su trabajo. Atrasado en cuanto a los avances de la
tecnología, había empezado a tomar clases por las noches en una insufrible
computadora. Sabiendo que él nunca había recibido el reconocimiento que se
merece, comencé a jugar con la idea de hacerlo, hasta que comenzó a sonar
intrusivo.”
22. 22
El departamento de la calle Oro
Como todos los que entrevisto para que me cuenten sobre Héctor Cattolica,
Alicia Dujovne Ortiz se muestra sumamente complacida y me recibe en su
departamento de Buenos Aires. Salto de la literatura a la realidad por un
pasadizo inesperado. Un día estoy leyendo el relato de Alicia Dujovne que
describe el departamento de su abuela y de su tía en la calle Oro y ahora estoy
en ese departamento hablando sobre Héctor con Alicia frente a mí, que me
ofrece un café. Los dos departamentos –el ficticio y el real- se unen.
El viaje tiene sus inconvenientes. El auto que me lleva dice basta en el
kilómetro 47 del Acceso Oeste, a 30 kilómetros de Buenos Aires. Son las 9.30
y la cita con la escritora es a las 11. ¿Acaso me está tocando la mala suerte
que dicen todos tenía Héctor? Pero no, una milagrosa trafic que va con ese
destino me recoge y llego apenas una media hora tarde.
El café es rico y el departamento atiborrado de libros es casi igual al que
imaginé leyendo la novela de Alicia. De todas maneras las cosas no empiezan
bien. Sin querer mancho con café el primoroso mantel de hilo de la mesita
donde Alicia me ha colocado el jarro y eso me pone tensa.
Pero ella es alegre y fácil de abordar. Se le iluminan los ojos cuando empieza
a contar sobre su amigo, al que conoció en París, en las reuniones de
argentinos que conformaban una comunidad muy unida. Cuando ella llegó en
el 79 enseguida se conectó con Héctor. Después de los coqueteos iniciales a
los que él se sentía obligado cuando conocía a una mujer se hicieron íntimos.
Tanto que, cuando estaba muriéndose en el Hospital Rothschild de París, lleno
de sondas, él le preguntaba cómo le había ido y ella le contaba sus aventuras.
Porque Héctor fue hasta el final una oreja para Alicia.
Especialmente ella habla del final de Héctor que, aunque rodeado de amigos,
se sentía solo porque estaba muy pobre. Las ofertas de trabajo disminuían
cada vez más porque como dibujante gráfico no se había podido actualizar
para trabajar con la computadora. Ese hecho lo había aislado. No obstante,
siempre que hacía en su taller una exposición de puertas abiertas, una vez por
año, casi invariablemente en primavera, se llenaba de gente, de muchas
jóvenes que se sentían seducidas por el artista. “Aunque era feísimo -me
cuenta y lo describe: petiso, con una cabeza en forma de huevo, con cara de
japonés- siempre estaba rodeado de chicas porque era muy seductor”.
Era parecido a Picasso a quien había interpretado en una película sobre el
artista español. En su taller tenía los afiches de la película con su imagen en
short.
Eso era en los tiempos en que estaba instalado en un taller en Nogent. Pero
antes, después de que se le quemara el departamento del Barrio Latino, había
vivido en un taller muy hermoso en el atelier del Mozarteum Argentino, en la
Cité des Arts, un edificio que aloja a artistas y a estudiantes de arte de todas
partes del mundo, a orillas del Sena. Allí, refiere Alicia, pasó un año fantástico,
dibujando frente a los amplios ventanales que daban al río.
Luego buscó refugio en una asociación cultural, llamada Confluence donde
Héctor había dictado una conferencia y le habían dado un lugar para pintar. Por
allí pasó el Ministro de Cultura del presidente Mitterand, Jacques Lang.
-¿Qué está usted haciendo acá?- le preguntó al ver sus obras.
23. 23
Y fue así como Cattolica tuvo hasta el final un taller en un suburbio de París,
en Nogent.
Si bien todos los talleres en Nogent eran muy lindos, a él le tocó uno medio
absurdo. Tenía un desnivel en el que estaba la cocina y un lugar de estar
donde había colocado una cama. En la parte de abajo, la más oscura, tenía el
lugar de trabajo, con enormes plantas que embellecían el lugar pero que
tapaban la luz, de tal manera que era el sitio menos iluminado. Héctor decía
que la gente que pasaba más arriba y lo veía por los ventanales le hacía sentir
que estaba como en una pecera. Aunque era poca la que pasaba porque el
taller quedaba en un suburbio muy elegante y poco transitado.
Junto a su taller tenía un amontonamiento de trastos y cacerolas quemadas de
su anterior departamento, quizá porque le encantaba recordar sus desdichas.
Héctor disfrutaba de ese paisaje porque los barrancones de madera le hacían
acordar a las casas del Tigre y por ellas resonaban los pasos sobre la madera.
El arquitecto que lo había construido había desplegado su imaginación
delirante, en medio de jardines. Un buen sitio para un artista. Pero Héctor
siempre le veía los inconvenientes y se quejaba igual.
-Qué maravilla este lugar, es un sueño dorado- le decía Alicia.
-Ah, pero mirá la bombita, ¿y si tengo que cambiarla?- retrucaba Héctor y
señalaba la luz que estaba verdaderamente inalcanzable, en el techo de la
parte más alta del taller.
-Conseguís una escalera- era la solución
-Ah, si ¿y de dónde voy a sacar una escalera?
Y Alicia se lo imaginaba a Héctor colgado de una liana tirándose desde el
entrepiso.
Usaba permanentemente las expresiones “Qué absurdo”, o “pero qué
extraño”, aplicadas a situaciones muy sencillas como frente a un dato de la
realidad o al relato más absurdo. Y se presentaba humorísticamente, haciendo
un juego de palabras: “Soy Cattolica, pero anarquisto”.
Pero cuando dibujaba, tenía la genialidad de decir un máximo de cosas con
una síntesis absoluta, como en el dibujo que le publicó Ignacio Ramonet en Le
Monde Diplomatique, cuando cayó el muro de Berlín. Había dibujado el muro
que separaba el Este del Oeste y después una maza que caía sobre él y volvía
a dividir el mundo en Norte y Sur.
También es de recordar la serie de cerebros. Uno de ellos es un cerebro
humano todo compuesto de cifras que había hecho con la ayuda de la
informática, y otro sobre la identidad que tiene la imagen del dedo pulgar.
25. 25
El paseo de los sueños
Hacia el final de su vida, a comienzos de los noventa, Héctor se propuso un
proyecto desmedido. Así lo cuenta Alicia Dujovne en Las perlas rojas: ”Lo que
tiene en la cabeza es una inmensa exposición sobre Cristóbal Colón, para los
Quinientos años del Encuentro de Dos Mundos, seguida por un lujoso, original
y gigantesco Museo de la Inmigración, que Francia deberá regalarle a la
Argentina. Estará compuesto por dos hemisferios, el “Paseo de los sueños” y el
“Jardín de los Mitos.”
Alicia debía escribirle los textos y, con una amiga, ella comenzó a recorrer
ministerios franceses para armar la exposición. Desde luego el proyecto no
pudo realizarse porque era extraordinario pero imposible. Se hubiese podido
concretar si Héctor hubiese sido un artista muy importante, pero no era tan
conocido como para que el gobierno francés se embarcara en un plan tan
complejo.
El Museo iba a tener varias entradas o recorridas: en el primer nivel habría
fotos; en el segundo, filmaciones y en el tercero, computadoras.
Con el tiempo, dice Alicia, se hicieron algunos museos con esas
características. Era un artista de avanzada pero le faltaban contactos y,
además, no tenía la menor capacidad diplomática. No obstante, sus proyectos
eran pensados hasta en sus menores detalles.
Alicia había visitado- a su pedido- el Museo de los Inmigrantes de Nueva York
y, cuando se lo describió, Héctor no podía creer que sólo hubiera en él fotos y
algunos monumentos hechos con bolsos de viaje. Su proyecto era mucho más
ambicioso, más perfecto, más imaginativo.
Para terror de su amiga, Héctor había empezado a decir que ese proyecto era
toda su vida. Ella intentaba convencerlo de que no podía cifrar todas las
expectativas en un solo trabajo que podía fracasar. Pero él no entendía las
razones que ella le daba: él era un dibujante y para demostrarlo necesitaba
sólo lápiz y papel; el Museo que tenía in mente requería toda una estructura
que no estaba a su alcance.
-Si fracasa me muero- replicaba él.
Hasta que, finalmente, un día llamó a Alicia y, haciendo gala de su humor
negro, le comentó:
-¿Viste que yo te había dicho que lo de Colón era toda mi vida? Bueno, me
pesqué un cáncer de colon.
Otro de los proyectos maravillosos e irrealizables que Héctor le propuso a
Alicia Dujovne, fue La caperucita informática, un libro para niños que narraba el
cuento tradicional con fines múltiples. Los juegos interactivos para
computadoras, en la década del 80 eran novedosos, casi no existían, y él había
planeado lo mismo en un objeto libro. Tenía, describe Alicia, tres colores: la
Caperucita roja, la amarilla y la azul. A través de tres solapas con esos
colores, el lector buscaba las distintas historias y salidas posibles: iban desde
la tradicional hasta las más delirantes. La historia azul era el delirio total.
La escritora dice que fue muy divertido hacer el libro que se leía parado sobre
la mesa. Los dibujos que había hecho Héctor imitaban los de las primeras
computadoras.
Una vez terminado, Alicia inició la recorrida por las editoriales que le habían
publicado cuentos para chicos. En todas ellas elogiaban el libro, decían que era
un objeto maravilloso, absolutamente ingenioso, pero carísimo para su
26. 26
publicación. Pasaba lo mismo que con su proyecto del Museo de la
inmigración. Emprendimientos demasiado ambiciosos, como si
inconscientemente él hiciera cosas excesivamente pensadas, perfectas,
controladas, extraordinarias, pero imposibles.
Dieta mortal, New internationalist
issue 221 - July 1991
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Rastreos por el Google
Rastreo en el Google información sobre Héctor Cattolica. Miles de páginas
consultadas en noches en que pongo su nombre y una página me lleva a otra.
Esto ocurre en los primeros tiempos, cuando todavía no sé bien quién es
Héctor, cuando aún no he hablado con sus amigos, cuando apenas es el
personaje de una novela leída en el verano de 2006. Lo primero que encuentro
son las tapas de New Internationalist que él ilustró durante los últimos diez
años.
NI es una revista de Oxford, Inglaterra, que aborda temáticas relacionadas con
la injusticia, la pobreza y las diferencias existentes en el mundo. Sus artículos
analizan las relaciones entre la riqueza y pobreza, las cuestiones sobre
inmigración, y aporta ideas y soluciones sobre cómo accionar para luchar por
un desarrollo mundial más justo. Eran las ideas que compartía Héctor, como lo
señala Peter Stalker, que dirá cuán apreciados eran sus dibujos.
Cuando tomo contacto con la revista y cuento el proyecto de este libro, me
dan la dirección electrónica de Peter Stalker, un periodista inglés que ya no
pertenece a la revista pero que ha admirado a Héctor. Le escribo y me promete
una nota que se transcribe al final de este libro. Está en Asia y desde allí me
dice que está muy contento de saber que estoy escribiendo sobre Héctor
porque era una persona maravillosa y un gran artista gráfico.
En el Google también encuentro las caricaturas que hizo Cattolica para
Ediciones Ruedo Ibérico.
La editorial Ruedo Ibérico fue fundada en 1961 en París y creó un espacio
estético de lucha contra el franquismo, abierto al pensamiento crítico disidente
de las organizaciones políticas tradicionales. Sus ediciones fueron un punto de
referencia, en el exilio y en el interior y un puente entre la intelectualidad de
adentro y de afuera del país.
Entre las publicaciones de la editorial se encontraban los Cuadernos, cuyas
caricaturas se burlaban de Franco, también de Fraga y de los dirigentes
franquistas. Su director era Pepe Martínez.
La editorial Ruedo ibérico había logrado consolidarse en muy poco tiempo
como uno de los instrumentos propagandísticos más efectivos de la oposición
al franquismo. En noviembre de 1964 fueron expulsados del Partido Comunista
de España los revisionistas Fernando Claudín y Jorge Semprún, y en diciembre
de 1964 la editorial, que estaba sumida en una importante crisis económica,
lanzó una suscripción de acciones que fue muy bien acogida y permitió abordar
28. 28
nuevos proyectos, entre ellos una revista que José Martínez quería lanzar
desde hacía ya tres años. En marzo de 1965 se integraron al proyecto de la
nueva revista Jorge Semprún y Fernando Claudín, y parece que fue éste quien
propuso el nombre de Cuadernos de Ruedo ibérico. En su primer número
(junio-julio 1965) figuran precisamente como redactores jefe el anarquista José
Martínez Guerricabeitia y el comunista Jorge Semprún Maura.
Héctor dibuja una serie de caricaturas de personajes del franquismo
publicadas en CRI (Cuadernos de Ruedo Ibérico) y suplementos: están
caricaturizados Raimundo Sánchez Cuestas, Camilo Alonso Vega, Alberto
Lustres, Ministro de Comercio (huyendo en puntas de pies llevándose una
bolsa de dinero), Joaquín Ruiz Jiménez, Laureano López Rodó, Ministro del
Plan y Desarrollo, Agustín Muñoz Grandes, Manuel Fraga Iribarne, Ministro de
Turismo e Información (sentado sobre las rodillas de Franco como si fuera el
muñeco de un ventrílocuo), Fernando Castiella, Ministro de Asuntos Exteriores,
Luis Carrero Blanco, Manuel Fraga Iribarne, Agustín Muñoz Grandes.
Caricaturas: Fraga Iribarne, Mussolini, Ullastres
29. 29
Hay una historieta, además, en homenaje a Shakesperare en su 400
aniversario, que muestra a un Hamlet caricaturizado como Franco: el
personaje, con la calavera entre las manos, recorre varios cuadros sin saber
qué hacer con ella hasta que al fin la deposita en una enorme pila de otras
calaveras. El título de la historieta es “Hamlet español” en abierta alusión a los
asesinatos cometidos por el franquismo.
Hamlet español (Homenaje a Shakespeare en su 400 aniversario
También hay una serie de viñetas de cabezas absolutamente originales en el
libro de Ediciones Ruedo Ibérico titulado España hoy, publicado en Turín, en
1963.
30. 30
Viñetas de Cattolica publicadas en “España Hoy”
Otras búsquedas me llevan a encontrar tapas de libros que Héctor ha
ilustrado: como el de Luis González Mata, Terrorismo internacional, Barcelona,
Chimenos, S.A. Argos Vergara, S.A. 1978 y la tapa de Tiempos de sombras
1978 por V. Botella Pastor, librería editorial Argos S.A. Barcelona, impreso en
España.
Buscando y buscando, en “Búsquedas avanzadas”, encuentro un dato que me
sorprende. El nombre de Héctor asociado al de Vargas Llosa. Me fijo la
referencia y se trata de un pequeño libro, de Ediciones Amadís, 1976, que
contiene un cuento del escritor peruano: Día domingo. Recuerdo que ese libro
está en algún lugar de mi biblioteca desde los tiempos de la facultad. Lo busco
durante una tarde y al fin lo encuentro, es tan delgado que casi se ha perdido
en el estante. Paso sus páginas y hallo, al final, un reportaje que le hacen al
escritor Efraín Hurtado y Héctor Cattolica. El reportaje tiene un título
inquietante: “Los novelistas son como los buitres”. El encuentro, se menciona,
tiene lugar en París antes de la partida de Vargas Llosa rumbo a Lima. Todavía
el autor de La casa verde es un escritor de izquierda y cree en las
transformaciones que va a sufrir América Latina. La inquietud de los
entrevistadores intenta esclarecer ese fenómeno de repercusión que tiene la
nueva narrativa latinoamericana en Europa. Estamos en la década del 70 -el
reportaje es de 1974- cuando el boom de la literatura latinoamericana era una
fiesta. Vargas Llosa les dice a los dos entrevistadores algo sorprendente: “…yo
31. 31
no viviría de mis libros porque hay el terrible peligro de que el autor que se
gana la vida con su pluma acabe escribiendo para vivir. Yo creo que el escritor
es aquel que hace precisamente, lo contrario: vive para escribir”. Bien. El
tiempo desteje palabras.
Dibujo de Cattolica publicado en New Internationalist Octubre 1989
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Un día de verano muy frío
Durante la enfermedad, refiere Alicia, Héctor estuvo cuidado por Denise
Méndez una amiga italiana que se ocupaba de todas las cuestiones referentes
a su mal y con la que se entendía políticamente. La familia estuvo ausente, y
Alicia lo visitaba en el hospital de Rothschild para darle ánimos.
Fue operado finalmente. Había salido bien de la operación y, cuando lo
mandaron a un lugar de recuperación, se murió. Ese hecho resultó
inexplicable. Un médico amigo dijo en su entierro que, si hubiera habido una
mujer de la familia que se ocupara de él, que se peleara con los médicos, tal
vez su final hubiera sido distinto.
“Ese día fue un tremendo dramón”, rememora Alicia, “porque estaban los hijos
que no lo habían visto durante años y pidieron que nosotros, los amigos, no
estuviéramos en el final al lado de Héctor y nos dijeron con un modo bastante
reivindicativo: “Ustedes lo tuvieron todo este tiempo y nosotros no, déjennos
solos”. Entonces a Denise -que se había ocupado mucho de él- le dio una
ataque de histeria, y todo se convirtió en un dramón a la italiana.”
Sus restos fueron cremados. Era un día de verano muy frío, del mes de julio,
recuerda la escritora, con mucha niebla. En varios autos lo acompañaban sus
amigos, muchos artistas argentinos, entre ellos Antonio Seguí y Julio Le Parc.
El crematorio quedaba lejos de París y el séquito anduvo perdido, haciéndose
señas, desandando caminos, riéndose a pesar del dolor porque todos
pensaban que esa era la última broma de Héctor, dando vueltas como en una
calesita.
Hay una imagen que la escritora recuerda. El hijo, con la urna de las cenizas
en la mano, frágil y desorientado prometía a los amigos que iba a cumplir con
los deseos de Héctor, llevarlas a Bragado, donde a él le hubiera gustado estar.
No se sabe si cumplió.
“Lo cierto es que nadie puede, me dice Alicia, cuando uno se pone hablar de
Héctor, dejar de hablar y hablar”. Recordar su humor negro, su manera
desafiante de ir siempre en contra de la corriente, sus miles de formas de
autoagresión. Pero también su increíble creatividad, la enorme admiración que
despertaba su talento, porque después de todo, es necesario que exista gente
así, que queda fuera de los clisés, que no se adapta a lo que la sociedad
reclama de ellos. Era diferente porque él cuestionaba el sentido de tener éxito,
de vivir tranquilo, puesto que, cuando creaba y hacía sus proyectos era el
hombre más feliz de la tierra.”
Y no es una imagen pesimista la que su amiga da de él, sino la de un ser
extraordinariamente divertido y genial.
Imágenes de un compromiso
Claude Baillargeon, nacido en 1949 es un autodidacta. La fotografía es su modo de expresión
predilecto. Utiliza el fotomontaje con imágenes fuertes y un mensaje social comprometido.
Los afiches de Baillargeon testimonian, por su dimensión social o por su relación histórica, su
compromiso desde los años 70.
Su encuentro con Héctor Cattolica y el descubrimiento de los trabajos de Román Cieslewicz,
consolidan su reflexión sobre la función poética de la imagen, asociándole el poder de extrañeza,
de sorpresa inherente al fotomontaje. Extrañeza reforzada por la utilización del blanco y negro que
ya no es más dominante en nuestro mundo de difusión masiva de imágenes coloreadas
Donde el afiche de autor, en consecuencia, persistiría. En 1981, realiza junto a Héctor Cattólica los
afiches de la campaña presidencial del partido socialista.
Le Centre du graphisme
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Las damas de París
Isaura Verón me llama desde París. Me doy cuenta de algo, Héctor es una
llave que abre todas las puertas. Isaura ha sido su psicoanalista y por supuesto
dice que no puede revelar nada de la vida de Cattolica, pero me habla del
afiche que Héctor le ha regalado, con ese gesto tan hermoso que él solía tener
-dice- el famoso de los dedos con las huellas digitales que me promete
fotografiar y enviármelo por el correo electrónico para que lo ponga en este
libro.
También menciona nombres de artistas que fueron amigos de Héctor y que
me permiten imaginar los presupuestos estéticos, la concepción artística que él
sustentaba. Lea Lublin por ejemplo, una artista conceptual muy importante,
argentina que residió en Paris, precursora de la instalación y Julio Le Parc,
artistas ambos que experimentaron con el Op-art, el arte cinético y el arte
conceptual. Promete volver a llamarme para conectarme con otros artistas que
lo conocieron.
Isaura Verón me telefonea un domingo a las seis de la tarde, me dicta dos
teléfonos de París, de dos amigas, me dice, que tienen fotos, poemas, cartas:
Negra Tronquoy y Luisa Futoransky.
Una mañana de lunes llamo a Negra Tronquoy a París. Debe ser
naturalmente afable y habla hasta por los codos. Cuando le cuento el proyecto
de este libro me descerraja: ¿Y Ud. por qué? Le cuento, como les cuento a
todos los entrevistados, la historia del verano en que leí el libro de Alicia
Dujovne donde aparece Héctor Cattolica como personaje, que ha nacido en
Bragado, mi pueblo y que quiero difundir su obra. Momentáneamente se queda
conforme con mi explicación. “Se merece que se acuerden de él, me dice,
porque era un ser excepcional”.
En algún lado tiene fotos, poemas, dibujos de Héctor, tiene que buscarlos,
tiene que encontrar el tiempo para buscarlos porque ahora, a los setenta y pico
es más abuela que pintora. Vive en una casa enorme y tiene que recorrerla
para encontrar la dirección electrónica de su nieto, porque no se entiende bien
con las computadoras. Sus pasos resuenan sobre un piso de madera a miles
de kilómetros de distancia. Espero en la línea telefónica sentada en el sillón del
intendente -me ha cedido su despacho para que hable tranquila- y escucho sus
pasos en una casa de París. Miro por la ventana la plaza del pueblito de
Héctor. Héctor me lleva a través de sus amigas a escuchar los sonidos de
París.
Me dice que conoce a Cattolica –lo llama Catto- desde la época de Buenos
Aires, cuando era empleado de su marido en un estudio de arquitectura.
En cuanto al tema de los hijos me cuenta que la suegra fue la que aconsejó a
la mujer ponerle el apellido francés y no Cattolica.
Arriesga una explicación sobre la falta de reconocimiento de Cattolica: “No
trascendió porque Europa es muy lenta para reconocer a los talentos, pasó con
Picasso y todo lo que tuvo que esperar Mitterand. También a Cortázar le costó
ese reconocimiento y conseguir la nacionalidad francesa.”
En ese momento tenía una cita con Luisa Futoransky. Se iban a encontrar en
un café para hablar de Héctor y de mi proyecto y ver qué cosas me enviarían.
Por la tarde hablo con Luisa. La cosa es distinta y nada fácil. Se hacen
silencios y tengo una tarjeta que se consume rápidamente. No me dice mucho,
salvo que Cattolica escribió un libro de poemas que se titulaba A falta de otra
35. 35
cosa y que algunas de sus obras están en el Centro Cultural Pompidou. No sé
si me promete cartas y fotos, pero ahora sé que las tiene y que Héctor fue a
visitarla a Japón cuando ella trabajaba allí. Luisa es una escritora argentina
que vive en París desde 1981 y que ocupa el cargo de Conferenciante en el
Centro Pompidou, y desde 1995 es redactora de la agencia de noticias France
Press. Autora de varios libros de poemas, cuentos y novelas.
Mientras hablo con ella sobre este libro me pregunto en estas recorridas por
las personas que fueron sus amigas: ¿Encontraría a Héctor Cattólica?,
parafraseando el comienzo de Rayuela. No hay citas precisas, los que se citan
son los mismos -como dice Cortázar- que necesitan papel rayado para
escribirse o que aprietan desde abajo el tubo de dentífrico. Y esas cosas, estoy
segura, Héctor las detestaba con su espíritu rebelde, su manera de protestar
injusticias, de hacer síntesis sobre los males del mundo.
No hay formalismos entonces. Pero ¿qué se tiene de un hombre que hay que
seguirlo a través de entrevistas, llamadas telefónicas, mails, búsquedas en
Internet, fotos –tan pocas- dibujos, artículos de viejos diarios?
A veces creo verlo en una zona brumosa, en una callecita perdida, es ese
lugar impreciso en que biógrafo y biografiado se buscan a tientas.
No lo puedo encontrar en París porque sólo conozco esa ciudad a través de la
literatura, aunque de todas maneras salgo a buscarlo por el Barrio Latino o
miro en las aguas del Sena por las dudas encuentre su reflejo. Tampoco lo
encuentro en Buenos Aires aunque acciono mi máquina del tiempo para recalar
en los fines de los 50 cuando él era tan joven. Pruebo en Bragado, ese pueblo
natal que tenía idealizado y al que no pudieron volver ni siquiera sus cenizas.
Sin embargo, hay otros espacios en los que voy buscándolo hasta atisbar su
figura, apenas su sombra. Toda biografía, no obstante, es un relato ficcional
hecho de recuerdos de otros, de imágenes de su obra que aparecen en el
Google, de citas de libros que lo mencionan lateralmente.
¿Quién era, de verdad Héctor Cattolica, me pregunto mientras repaso los
reportajes, los datos, los recuerdos sueltos, las fotografías?
Lo encuentro a Héctor en esos pasos que resuenan sobre un piso de madera,
en una casa o un departamento de París cuando Negra Tronquoy va a buscar
la dirección electrónica para que me comunique con ella. Estoy en Bragado, en
un despacho oficial y, por la ventana abierta, veo la plaza 25 de mayo. Desde
el sillón del poder municipal sólo busco a un hombre que vivió en París, que
comía gratis en el restaurant de su amiga Negra y a veces no tenía qué comer.
Que era un dibujante de un talento inusual, un ser extraordinario como lo
describen sus amigas parisinas, hasta el punto de realizar exposiciones en el
Centro Pompidou, y sin embargo siempre tenía su bolsillo vacío.
Unos pasos en París retumban sobre un piso de madera. Tengo 72 años,
dice Negra, la misma edad que tendría Héctor si viviera, los escandalosamente
jóvenes de los sesenta hoy son setentones que se ufanan de ser abuelos y de
haber abandonado la vida bohemia para arrodillarse junto a los nietos y
contarles cuentos.
Tal vez Héctor esté también esa tarde rondando el café en el que se
encuentran Negra y Luisa para hablar de esta llamada telefónica que hace una
desconocida que anda resucitando al amigo. A lo mejor él pasa por al lado de
ellas sin ser visto, y tal vez no puedan reconocerlo. Dos damas conversando en
un café, mirando por el ventanal una callecita parisina, recordando a Catto,
hablando enternecedoramente de él, de épocas pasadas.
36. 36
Ellas tienen el idioma de París para hablar, el idioma de los amigos comunes,
de las genialidades y excentricidades de Cattolica, el idioma de un tiempo en el
que ellos eran jóvenes y paseaban junto al Sena o iban a las exposiciones de
arte o cantaban en las noches regadas por el vino y la poesía. Ellas, sus
amigas, tienen su recuerdo. Aquí están sus voces, y su silueta cruzando una
calle, atravesando un puente, haciendo dibujos sobre un papel.
En París, Héctor Cattolica (Gentileza Hebe Solves)
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Cattolica por los otros
Héctor Cattolica por Mercedes Sosa15
Conocí a Héctor hace muchos años, en la casa de Vicente Batista. Yo había
ido con Oscar Matus y Armando Tejada Gómez, años después lo reencontré
en Francia. Para ese entonces, Héctor ya había estado en Argelia, donde tuvo
un accidente terrible.
Un rasgo de su personalidad para destacar: ¡su gran sentido del humor! y que
era un hombre muy, muy culto.
Dibujaba siempre para Londres y era Asesor del Centro Pompidou... es
terrible tanto olvido sobre alguien tan importante. No tuvo la suerte que
debería haber tenido. Son cosas incomprensibles porque no tuvo el éxito, la
suerte que merecía.
Tengo en la casa-museo un trabajo de Héctor... es Sandino. Bellísima obra:
se puede interpretar que detrás de Sandino hay un enorme sol... o que esa
imagen de luz es el sombrero que Sandino solía usar.
15
Mercedes Sosa (n. el 9 de julio de 1935 en San Miguel de Tucumán) es una cantante argentina muy
reconocida en América y en Europa. Con sus raíces en la música folclórica argentina, se convirtió en una
de las exponentes principales de la nueva canción. Junto con su primer marido, Manuel Oscar Matus, con
el que tuvo un hijo, fueron intérpretes clave del movimiento de la nueva canción a mediados de los años
60 (que fue llamado nuevo cancionero en Argentina). Luego de publicar su primer disco en 1959, grabó el
que sería su lanzamiento, Canciones con fundamento, una colección de folclore argentino editada en
1965.
En 1967, hizo una exitosa gira por los Estados Unidos y Europa. En los años subsiguientes, continuó
actuando y grabando, extendiendo su repertorio hasta incluir material de toda América Latina.
En 1976, tras el golpe militar, fue prohibida en su propio país y se exilió en Paris y después en Madrid.
Volvió a Argentina en 1982, unos meses antes de que el régimen militar sucumbiera tras la Guerra de
Malvinas, dando una serie de conciertos en el Teatro Ópera de Buenos Aires, donde invitó a muchos de
sus jóvenes colegas a compartir el escenario. Durante los años siguientes continuó dando recitales dentro
y fuera de Argentina, actuando en escenarios tan prestigiosos como el Lincoln Center, el Carnegie Hall, el
Mogador de París y el Concertegebuw de Ámsterdam y el Teatro Colón de Buenos Aires.
Siguió siempre ampliando su repertorio, y grabando en varios estilos.
En 2000 participó de la producción de la Misa Criolla del célebre Ariel Ramírez.
En el año 2005 el "Honorable Senado de la Nación Argentina" la condecoró con el premio "Sarmiento" en
reconocimiento a su trayectoria artística, su compromiso social y su constante lucha en materia de
Derechos Humanos.
Actualmente se desempeña como Embajadora de buena voluntad de la UNESCO para Latinoamérica y el
Caribe. Encabezó junto a León Gieco y Víctor Heredia el show "Argentina quiere cantar".
38. 38
New Internationalist, issue 156 | February 1986 NICARAGUA The fruits of revolution Sandino sunrise
Héctor era amigo de todos los socialistas, los comunistas... siempre
hablábamos mucho... digamos que también era como una especie de asesor
mío, además de mi amigo.
Fue amigo de Violeta Parra -que también tenía un gran sentido del humor-...
Violeta le cantaba a Héctor: "Cattolica, cuando te nombro" (con la música de la
zamba "Angélica").
Y muy amigo de Julio Cortázar, a cuyo entierro asistió.
Yo le hablaba siempre por teléfono: desde mi casa, desde cualquier lugar del
mundo donde estuviera. Un día lo llamé desde acá (Mercedes se refiere a su
casa en Buenos Aires) y él me dijo: "el miércoles me opero"... yo le contesté en
broma -nos hacíamos bromas permanentemente- "no sigás jorobando
haciéndote operar a cada rato"... y seguimos nuestra conversación. En ese
momento, mi Mamá estaba en casa y escuchó mi charla con Héctor. En
cuanto cortamos, me dijo muy seria "No le digas nunca eso"... es como si ella
hubiera sabido qué iba a suceder después...
Cuando lo llevaban al entierro, sus hijos fueron a su casa y sacaron toda su
obra. Yo no sé qué habrán hecho con su obra.
Hoy la obra de Héctor Cattolica tendría que estar exhibida en el Museo del
Centro Pompidou.
Siempre nos reuníamos con los amigos... una vez nos fuimos con él y Jack
Lang a verlo a Theodorakis, que estaba haciendo la obra de Neruda. Siempre
los invitaba a comer a Horacio Molina y a él...
Una vez, en París, vino a un concierto mío... yo le conté de dónde venía de
cantar, todos los países de Europa y América que aún tenía que recorrer con
mis conciertos antes de terminar esa gira... y él me contestó: "¿Quién te creés
que sos... Mercedes Sosa?
Cuando Héctor regresó a la Argentina en 1988, primero vino a parar en
casa: acomodamos una habitación especialmente para él: con un tablero para
que pudiera dibujar, le regalé unos anteojos enormes... después nos fuimos a
Tucumán el 28 de diciembre (yo había tenido un concierto el día anterior en
Buenos Aires). Hicimos el viaje en auto, manejando yo y con Doña Petrona
acompañándonos.
39. 39
Héctor no sabía que en algunos lugares del Interior el agua era salada: ¡todo
era motivo de risa para él! Probó agua y como era salada... se reía y hacía
bromas. Descansamos esa noche en Rafaela, el 29 llegamos a Tucumán.
Pasamos el 31 con mi Mamá y mis hermanos.
El viaje de regreso lo hicimos también con mi hermano Cacho -con quien nos
turnábamos para manejar-. Allí tendría que haberme dado cuenta... teníamos
que parar seguido a pedido de Héctor... él decía que -a raíz del accidente que
había tenido en Argelia- tenía mucho miedo... yo le contestaba: "No te aflijas,
que mis hermanos y yo manejamos muy bien"...
Ahí fue la primera vez que lo vi enfermo...
Después lo vi en Francia, paró en mi casa en Madrid... allí estábamos cuando
cayó el Muro de Berlín. Héctor estaba muy triste.
Es muy difícil contar la vida de un amigo que ha sufrido tanto... uno puede
contar algunas cosas y otras no...
Yo les pido a los hijos de Héctor Cattolica que -si leen este libro- que
entreguen la obra de su padre... para que sea custodiada por intelectuales,
preservada para la posteridad, exhibida como su calidad merece.
En su faz artística era extraordinario, extraordinario.
Agradezco muchísimo al Intendente de Bragado, Ing. Orlando Costa y a la Sra
Gladys Issouribehere que estén apoyando el proyecto de este libro.
Héctor Cattolica por Peter Stalker16
Tuve el privilegio de trabajar con Héctor en varias ocasiones durante la
década del ochenta, cuando yo era coeditor de la revista New Internationalist
en Oxford, Inglaterra. Siempre estábamos a la pesca de artistas talentosos. De
pronto encontramos -en una colección de otro editor británico- una de las
ilustraciones de Héctor.
Averiguamos su teléfono y, cuando hablamos con él, nos encantó descubrir
que era argentino. New Internationalist es una revista que se ocupa
fundamentalmente de temas de país en desarrollo y siempre estábamos
predispuestos a encontrar colaboradores provenientes de esos países- aunque,
para entonces- Héctor había hacía muchos años que vivía en París.
Hubo un pequeño inconveniente: Héctor hablaba muy poco inglés. Por lo
tanto, teníamos que comunicarnos o bien en francés que él hablaba con un
acento argentino muy fuerte –arduo para los oídos ingleses– o en castellano.
16
Peter Stalker es un escritor y editor freelance de Oxford, UK. Está graduado en ciencias y
especializado en asuntos económicos y sociales, particularmente en migración internacional. Ha
publicado los siguientes libros: No-Nonsense Guide to International Migration, (New
Internationalist/Verso 2001) y The Oxford A-Z of Countries of the World (OUP, 2004), The Work of
Strangers: A Survey of International Labour Migration (ILO, 1994); y Workers Without Frontiers:
The Impact of Globalization on International Migration (ILO/Lynne Rienner, 2000). Ha trabajado
para agencias de las Naciones Unidas. Entre 1991 y 1997 editó el reporte anual acerca del desarrollo
humano producido por el programa de desarrollo de las Naciones Unidas. En la actualidad trabaja en
Asia desde donde escribió este artículo.
40. 40
Esta alternativa resultó ventajosa para mí, ya que, en aquel momento, era la
única persona en la revista que sabía hablar ese idioma.
A principios de los ’80, la revista luchaba para sostenerse, de modo que no
estábamos en condiciones de pagar a los colaboradores lo que hubiéramos
querido. Pero, además de publicar la revista, trabajábamos bajo contrato para
diversos organismos de las Naciones Unidas, elaborando artículos e
ilustraciones que debíamos distribuir en nombre de éstos a la prensa
internacional. Por eso podíamos subcontratar a personas como Héctor. Aún
así, él recibía mucho menos de lo que merecía. Más adelante, pudimos
pagarle más por trabajar en la revista.
Una de las tareas iniciales fue la realizada para el Fondo de Población de las
Naciones Unidas (UNFPA). Cada año el Fondo debía redactar un informe
denominado “Estado de la Población Mundial”. Nosotros teníamos que elegir
cuatro temas a partir de esos informes y –sobre la base de estos- generar
artículos, fotografías e ilustraciones. En un lapso muy breve, Héctor se hizo
cargo de todas las ilustraciones gráficas. Yo redactaba una sucinta reseña en
la cual le indicaba lo que deseábamos transmitir –que podía abarcar desde la
importancia de la educación de las niñas al daño causado por la contaminación
acústica en las ciudades–; luego, invariablemente, él devolvía una
interpretación asombrosamente original. De hecho, me preocupó un poco que
sus ilustraciones pudieran resultar -hasta cierto punto- demasiado originales
para los organismos de las Naciones Unidas, pero ellos quedaron tan
impresionados como nosotros con lo que Héctor producía.
Se trató, en gran medida, de una cuestión de entendimiento. Al principio, solía
escribirle para explicarle las ideas con algún detalle, pero pronto me di cuenta
de que él sabía de esos temas más que yo. Después de un tiempo, todo lo que
tenía que hacer era llamarlo por teléfono y comentarle más o menos de qué se
trataba el asunto para que él simplemente dijera “¡Ah sí, sí, Peter!” e
inmediatamente me señalara qué cuestiones era necesario considerar en la
ilustración. Debajo de esta capacidad de comprensión subyacían, por
supuesto, valores sociales y políticos compartidos. New Internationalist es una
revista de izquierda y allí, evidentemente, también se ubicaban las simpatías
de Héctor.
Pero, reforzando las ideas, había además una técnica poderosa. Una de sus
mayores virtudes era la forma en que podía combinar fotos y dibujos
provenientes de toda clase de fuentes para producir algo inédito y original. Y
esto en tiempos muy anteriores a las computadoras y el Photoshop. Héctor
sólo contaba con cámaras sencillas para trabajar, pero el resultado era
altamente sofisticado. Abrir un nuevo envío de ilustraciones de Héctor era un
placer. Éstas eran pasadas de inmediato por toda la redacción con regocijo.
Cuanto más uno las miraba, mejores se volvían.
Aunque al cabo de los años llegué a considerarlo un buen amigo, en realidad
sólo nos encontramos dos veces. La primera ocasión fue en París. Cuando por
fin nos conocimos personalmente, se mostró como una persona muy cálida y
amistosa e inmediatamente me abrazó. Me invitó a su departamento para
mostrarme más obras suyas y recuerdo que salimos a cenar con una dama
encantadora, amiga de él.
La segunda oportunidad fue en Oxford. Él había venido a visitar a otro amigo
en Londres, creo que el editor del libro a través del cual lo habíamos
descubierto, y luego se quedó una noche en mi casa, en el centro de Oxford.
41. 41
Estaba sorprendido de saber que yo vivía en un distrito llamado Jericó
(efectivamente, hay más de uno).
En esa época, la ruta más rápida para ir desde mi casa hasta la redacción de
New Internationalist era una caminata de diez minutos a lo largo de un sendero
a la vera del canal de Oxford. Héctor quedó extasiado con este paseo. Debe
haber sido en primavera o a comienzos de verano, ya que todo tenía un verde
intenso. “¡Maravilloso!”, decía, deteniéndose todo el tiempo para admirar los
cisnes o los botes o los árboles o la superficie del agua y señalándome cosas
que yo apenas había notado anteriormente. Como siempre, Héctor podía
hacerme contemplar todo de manera diferente.
Tras mi alejamiento de New Internationalist en 1990, ya no tuve la
responsabilidad de encargar ilustraciones y comencé a pasar más tiempo en
Asia. Desafortunadamente, perdí por esto la oportunidad de seguir trabajando
con Héctor. Pero la revista, que entonces contaba con muchos
hispanoparlantes, continuó empleando sus talentos (y yo pude disfrutar de los
resultados, que se publicaban regularmente).
Siempre me sorprendió que otras publicaciones británicas no aprovecharan a
Héctor; tal vez fuera por la distancia, tal vez por el idioma. Sea como fuere,
esto parecía otorgarnos derechos exclusivos, si bien no merecidos, en idioma
inglés sobre su obra.
Cuando estoy en mi hogar, en Oxford, me despierto todas las mañanas
contemplando a Héctor. Uno de los obsequios que me hizo fue una copia
firmada de un póster del que estaba especialmente orgulloso, realizado para
una exposición en París sobre la vida de Einstein. Héctor había combinado un
retrato de Einstein, cuando éste era un niño, con la ecuación e=mc2. El póster
tiene una cualidad tan atemporal, que ha permanecido en la pared de mi
dormitorio desde entonces. Gracias, Héctor.
Peter Stalker, Yakarta, 11 de Febrero de 2007.