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La culpable estratagema del amor:
Un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
Introducción:
Mucho se ha dicho y escrito sobre el teatro de Racine, ejemplo de lo mejor
que nos ha legado el clasicismo francés. Teatro del amor, del encierro o del
poder, se inserta a su vez en la tradición clásica y en su propia época1
.
Primeramente, la obra de Racine fue catalogada como “el teatro de la pasión”.
Posteriormente, Barthes, discutiendo con la crítica anterior a él, afirmó que su
teatro no es tanto sobre pasiones, sino sobre las relaciones de codicia y de
autoridad (Barthes, p. 54) que obsesivamente reaparecen en sus obras, y en la
vida misma. Por su parte, Lucian Goldman, en su estudio de tipo histórico-
sociológico, concluye que la visión trágica es la base del pensamiento
jansenista, y es lo que subyace en la obra de Racine. Tampoco podemos dejar
de recordar la fuerte carga psicoanalítica que contiene su obra, en la que
encontramos personajes con padres ausentes, personajes encerrados y
culpables.
Más allá de los distintos aportes que estos ilustres investigadores nos han
legado, no podemos desconocer la carga pasional que recorre sus obras,
pasiones en estado puro e hiperbólico. En este sentido, me inclino a considerar
la primera opción como la base del teatro racineano, pero incluyendo en ella
dos constantes que recorren Andrómaca y Fedra por completo, y que
configuran esta particular concepción de las pasiones, a saber: 1) En estas
obras, el amor y el odio son dos caras de una misma moneda, no se
complementan sino que son en esencia lo mismo, correspondiéndose
necesariamente; y 2) la culpa es subsidiaria de este amor-odio, y se relaciona
con la incapacidad de los personajes de ser correspondidos por sus amados,
así como de serlo por las “imágenes” de sus respectivos padres.
En vistas de este planteo, podemos pasar a desarrollar la particular
concepción de las pasiones en el teatro de Racine.
1
Ya desde sus prefacios, Racine dialoga tanto con su época como con la tradición clásica.
Por ejemplo, en el primer prefacio a Andrómaca, inserta un pasaje de Virgilio que pone en boca
de Eneas la trama básica de la obra, y a continuación explica qué elementos dejó y cuáles
prefirió reformular en miras al decoro y en cumplimiento de las reglas para satisfacer al público
francés... (Racine, pp. 69-71)
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata.
1
El amor-odio-amor:
¿Que le odio?, en fin, señor, ¿Que antes le amaba? (…)
Mientras viva, señor, temed que le perdone;
Dudad hasta que muera de mi ira inconstante:
Si no muere hoy, tal vez le ame mañana.
(Racine, Andrómaca, p. 129)2
Roland Barthes postula que el tema que subyace al teatro de Racine:
…no se trata en absoluto de un conflicto de amor que pueda oponer a dos
seres, uno de los cuales ama mientras el otro no. La relación esencial es
una relación de autoridad, y el amor sólo sirve para revelarla (…). El teatro
de Racine no es un teatro del amor, su tema es la aplicación eficaz de una
fuerza en la entraña de una situación generalmente amorosa. (Barthes, p.
67)
Y, especifica que dicha situación se podría traducir a la fórmula:
A tiene todo el poder sobre B.
A ama a B, quien no lo ama.
Sin embargo, algo parece no cuadrar en dicha fórmula. Siendo A quien ama
a B (Pirro a Andrómaca, Orestes a Hermione, Hermione a Pirro y Fedra a
Hipólito), y dado los acontecimientos, podemos decir que todo el poder (el
poder real) lo posee B sobre A, y no A sobre B. Tanto es así, que Hermione (B)
logra dominar a Orestes (A) para que asesine por ella y llevándolo, finalmente,
a la locura; Pirro (B), en un ataque de furia hacia Andrómaca, convence a
Hermione (A), que lo ama pero que fue traicionada por él, para que lo vuelva a
aceptar por esposo; y después de muerto por sus órdenes, su recuerdo y la
culpa determinan que Hermione muera por su propia mano; Hipólito (B) es
amado por Fedra (A), y ya que en su castidad reside la infecundidad de dicho
amor, es quien determina finalmente que no haya posibilidad para dicha
pasión, de lo cual depende el curso de las cosas. Y sobre todo el caso por
antonomasia de Andrómaca (B), quien es amada por Pirro (A), su amo y quien
en apariencias tiene “todo el poder” sobre ella, pero que sin embargo es
completamente doblegado a su voluntad al aceptarlo como esposo. Incluso
Pirro lo sabe, y le espeta a Andrómaca, respecto a Hermione: “el destino a una
y otra quiso aquí conduciros, // a vos como cautiva, a ella para cautivarme. //
2
A partir de aquí, todas las citas que no mencionen específicamente otro autor corresponden al
texto de Racine Andrómaca – Fedra citado en bibliografía, y los subrayados presentes son
míos.
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata.
2
¿No se diría mejor, (…) // que es ella la cautiva, y vos la que reináis?” (p. 90)
La “inocente estratagema de su amor” termina con Andrómaca reinando, sus
enemigos muertos y su hijo Astianacte como promesa para restaurar el caído
reino de Troya…
Así, el poder que A detenta sobre B no es real, sino sólo en el plano del
mundo, que en definitiva es el plano ficticio. Siendo que la verdad reside en la
realidad del personaje trágico, que es quien puede emanciparse del mundo, no
cabe duda de que sea B quien posee todo el poder sobre A.
A su vez, también habría que redefinir la segunda parte de la fórmula, y
aquí se inscribe la cuestión de que trata este apartado: el amor es amor y odio,
al mismo tiempo. Como suele suceder en los personajes trágicos, que deben
generar temor y compasión para que en el público surta el efecto catártico de la
obra, estos seres se debaten constantemente (y de hecho ésa es una de sus
principales características), ya que por naturaleza no son ni excesivamente
buenos, ni excesivamente malos. En esos vaivenes, pasan del amor al odio y
del odio al amor sin rodeos, e incluso inconscientemente. Analicemos caso a
caso.
a) Orestes ama/odia a Hermione, y viceversa. En la primera escena del
primer acto de Andrómaca, nos encontramos con Orestes, un personaje que,
permanentemente busca guía y hace lo que dice que no hará (retornar a
Hermione, amarla a pesar de todo), o dice lo que no hace (raptar a Hermione,
desafiando a todos, por ejemplo). Se debate constantemente: “¡Ay! ¿Quién
puede decir qué destino me guía? // Por amor voy en pos de una mujer de
hielo; // ¿Quién sabe lo que la suerte me tiene reservado // y si aquí he de
encontrar la vida, o bien la muerte?” (p. 78, los subrayados son míos). Ya
desde el inicio intuimos que Orestes no posee voluntad propia, pues la “suerte”,
el destino y Hermione son la misma cosa (es ella quien, caprichosamente,
determina absolutamente sus acciones), y ambos lo saben; “Orestes: -Así
pues, dispuesto a partir, vengo a que decidáis cuál es mi destino” (p. 97);
“Hermione: -Id. Dejadme guiar vuestro destino” (p. 131)…
A su vez, en repetidas ocasiones encontramos expresiones tales como:
“¿Qué hechizo os encadena?” (p 78), o “Vuestra alma, esclava de un amor”
(p.78), o bien “mi entonces cautivo corazón” (p.79). Es decir, el amor del
príncipe por Hermione se define como un amor esclavo, y esto no es un dato
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata.
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menor. ¿Acaso se puede amar a quien limita nuestra libertad? ¿O se puede
odiar a quien, aunque esclavista, es objeto de nuestro amor? De ahí una de las
contradicciones en las que está sumido Orestes, y de la cual no puede
escapar. Orestes pretende, en sus cavilaciones, olvidar a Hermione, castigar
sus desprecios, raptarla, convencerla, ser objeto de su amor o morir a sus pies
(p.80), todo prácticamente en simultáneo, y ni siquiera es capaz de distinguir,
racionalmente, qué sentimiento predomina en él: “Reconozco la huella de mi
pasión mal extinguida. Siento que la trayectoria de mi odio se acaba; o más
bien, siento que todavía la amo” (p. 80).
En el caso de Hermione hacia Orestes, comentaremos brevemente que el
principal objeto de su pasión es Pirro (lo cual analizaremos en el apartado b.),
mas Orestes es querido por ella sólo cuando no es más que un recuerdo ; es
evocado cuando no está pero, cuando se halla presente, Hermione preferiría
que no estuviera (p. 92, 98). Como su sentimiento no puede catalogarse de
“amor”, tampoco puede pensarse que Hermione odie a Orestes; es
sencillamente indiferente a él. Piensa en él como un amor seguro, alguien que
le profesa el amor que a ella le es negado, y por tanto lo ve como una
posibilidad si no de ser feliz, al menos de salvar su palabra mancillada. Incluso
sabiendo que no es objeto de su amor, Orestes acepta esas condiciones:
“Juntemos nuestros odios en un común ataque” (p. 99), es decir, no su amor.
Hermione lo utiliza como la mano ejecutora de su venganza, en pos de un
orgullo menoscabado, y cuando él finalmente la lleva a cabo (por amor, y por
encima del respeto que le profesaba a Pirro y del temor a asesinarlo que
sentía), es despreciado (p. 142). Ya Hermione, anteriormente, le había
anticipado lo que habría de suceder: “…y aun siendo un ingrato [Pirro], me será
más dulce // morir a su lado que vivir junto a vos” (p. 130).
b) Hermione ama/odia a Pirro, y viceversa: la relación que Hermione
profesa a Pirro es la más paradigmática al hablar de amor/odio como la misma
cosa. Todo el furor de Hermione parece derivar directamente de esta pasión,
que es nominada alternativamente con uno u otro nombre (ver cita al inicio del
apartado). Considerando que Hermione ha sido traicionada, y con ello la
antigua legalidad que representa, no es de extrañar que su furia se deje sentir
sobre todo lo que toca: no perdona a Pirro, a quien manda asesinar; ni a
Andrómaca, que le implora clemencia por su hijo, y a quien responde con
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
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insolente indiferencia; ni a Orestes, que habiendo dado su cordura por ella, no
será jamás correspondido. Claramente, ama a Pirro tanto como lo odia, pues la
dimensión de ese odio es directamente proporcional a la de su amor: “¿Qué si
le odio, Cleone? Va en ello mi honor, // después de tantas bondades que no
quiere recordar. // ¡Él, a quien tanto quise y que me ha traicionado! // ¡Le he
amado demasiado para no odiarle ahora!” (p. 93). Y lo mismo asegura a
Orestes: “No envidiéis el destino de Pirro. // Os odiaría demasiado” (p. 98). Mas
como todo personaje trágico, no puede dejar de debatirse, pues su naturaleza
es dual, al igual que su pasión:
¡Ah, no poder saber si amo o si odio! (…) // ¡El cruel! ¡Qué mirada la suya
al despedirme! // ¡Y aun le compadezco! Y, para colmo de males, // mi
corazón, mi pobre corazón, ¡se pone de su lado! // ¡Dispuesta a mi
venganza, quiero ya perdonarle! // ¡Que perezca! (…) Cree que, siempre
débil, de vacilante corazón, pararé con una mano los golpes que aseste
con la otra. (…) // y, en definitiva, me obligó a desearlo. // ¿Desearlo?
¿Pero cómo? ¿Soy yo quien lo ordena? // ¿Se deberá su muerte al amor
de Hermione? (pp. 136-137)
Como efectivamente podemos comprobar a lo largo de la obra, el personaje
de Hermione sufre continuos desdoblamientos, que se hacen efectivos
mediante la utilización que hace la princesa de la tercera persona para referirse
a sí misma. Su corazón es tan vacilante, que efectivamente desearía amar a
Orestes pero no puede, y desearía odiar a Pirro, y tampoco lo logra. La muerte
del amante de Andrómaca se deberá, por tanto, al odio y al amor de Hermione,
que son peligrosos en igual medida, y que conducen todas sus conductas.
Como a Orestes guía el amor (o el des-amor, en su caso), a Hermione la
domina su pasión furiosa, que suele traducirse en silencio en los momentos
culmines: como la palabra la traicionó en el momento del amor, pues “No supe
envolverme en el misterio del silencio // ¿Y quién no hubiera sido como yo, tan
sincera y confiada en los sagrados juramentos del amor” (p.95), entonces opta
por el silencio a la hora de odiar. Así, antes de dictar su sentencia de muerte a
Pirro (porque cuando lo pide a Orestes, ya lo tenía decidido), Cleone le
recrimina, ante la injuria de la palabra rota y empeñada en cambio a la
extranjera, Andrómaca: “y aun así, vuestros labios, mudos ante el insulto // ¿no
se dignan abrirse para quejarse de él? // ¡Ah, cómo temo, señora, tan funesta
calma!” (p. 126); lo mismo llama la atención a Pirro, que considera que la
palabra será su castigo, pero que en verdad sabe que yace en su silencio:
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
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“Dadme todos los nombres que se da a los perjuros: // temo a vuestro silencio y
no a vuestras injurias; // mi corazón, aportando mil secretos testigos, // me dirá
tantas más, cuanto menos digáis” (p. 132). Sin la desmesura de este
personaje, no habría tragedia entre “estos tres corazones que no supieron
entenderse”. Aunque en la trama subyace el temor por la posible –y muy
lejana- restauración de Troya por parte del hijo de Héctor, Hermione lo deja
claro; “…que el ingrato comprenda // que muere por mi causa, no por razón de
Estado” (p. 131).
Ahora, respecto del “amor” de Pirro hacia Hermione, es tan voluble como su
palabra. Completamente emancipado de las imposiciones sociales y de los
juramentos que prestó (a Menelao, figura del padre y de los griegos en su
conjunto), la toma como un sustituto momentáneo cuando es rechazado por
Andrómaca, para quitarle su palabra por segunda vez al ser “correspondido”
por la troyana… No extraña que Hermione sea asimilada al papel de “furia”,
pues estas figuras perseguían a los perjuros en vista de las instituciones más
sagradas para el pueblo griego. El matrimonio era una de ellas…
c) Pirro ama/odia a Andrómaca, y viceversa: El amor de Pirro, como dijimos
anteriormente, uno de los personajes más “emancipado” del mundo, es
igualmente, puro, incontaminado, emancipado. Su amor es incondicional, al
punto de ofrecerle a Andrómaca su honor y su reino. Cefisa, tratando de
convencer a Andrómaca, le aconseja justamente: “todo lo pone a vuestros pies
a cambio de vuestro corazón. // De él, de su pueblo todo, os hace soberana. //
¿Un vencedor así merece tanto odio?” (p. 123) Sin embargo, Pirro es
consciente de la herencia que pesa entre ellos, y por momentos, al verse no
correspondido, pretende odiarla: “Su beldad le da fuerzas; a pesar de mi
cólera, // la orgullosa espera que me rinda a sus pies. // Es la viuda de Héctor y
yo el hijo de Aquiles // Hay demasiado odio entre Andrómaca y Pirro” (p. 103)3
.
Su odio y su amor están, nuevamente, indiferenciados; son igualmente
intercambiables que para Hermione y para Orestes: “mi corazón, en adelante //
si no ama con pasión, odiará con furor. // Nada perdonaré en mi justa cólera”
(p. 91). Intenta sofocar sus sentimientos –y sobre todo, el desprecio de
Andrómaca- con pensamientos odiosos:
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Insistiremos en este punto en el apartado acerca de la culpa en correlación al amor-odio, p. 9
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata.
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¿Amarla yo? ¿A una ingrata // que más me odia, cuanto mas la amo? (…)
// una extranjera… ¿qué digo? Una esclava en Epiro // No, no, lo he
jurado, inexorable es mi venganza; es preciso justificar su odio de una vez.
// Morirá por ello, Fénix, y yo seré la causa (p. 105)
Al igual que Hermione, ama pero quiere odiar, y odia pero quiere amar al
mismo tiempo. La palabra de Pirro es nuevamente voluble, ya que no sólo no
es cumplida en este caso tampoco sino que, por el contrario, todo se lo deja a
Andrómaca, en detrimento de su pueblo, de su prometida y de sus juramentos
anteriores, pues “el amor triunfa, y, por azar funesto, // Andrómaca consigue un
corazón al que detesta: // uno del otro en pos, iremos al altar // para jurarnos, a
pesar nuestro, un amor eterno” (p. 132)…
El caso de Andrómaca es el más extraño, y por eso queda, en cierta forma,
fuera de ese triángulo de corazones que no saben entenderse. Ella es el
personaje trágico por excelencia, y su debate no es tanto sobre el amor/odio
hacia Pirro, sino sobre el amor a Héctor y a su hijo, o sobre el odio hacia Pirro y
lo que los griegos hicieron a su vida, destruyendo su ciudad y cegando la vida
de sus seres más queridos. La astucia de Andrómaca, presentada como una
pobre viuda, llorosa y esclava, no deja de sorprender. Claramente lo dice
Cleone, la doncella de Hermione: “Andrómaca, (…) // incapaz como siempre de
amar o de odiar, // parece obedecer sin alegría y sin protestas” (p. 137).
Andrómaca es, de hecho, el personaje de la obra que menos se debate, sin
monólogos (aunque algunos de los pasajes con Cefisa en el acto III, escena
VIII podrían tomarse como tales), y que termina decidiendo en pos de su hijo,
pero sólo por ser imagen de Héctor, y prenda de su amor (p. 121). No es de
extrañar que, cuando la decisión está finalmente tomada, Andrómaca decida:
“salvando mi honor, cumpliré lo que debo // a Pirro, a mi hijo, a mi esposo y a
mí. // He ahí la inocente estratagema de mi amor” (p. 125).
d) Fedra ama/odia a Hipólito. Hipólito es, como Andrómaca, un príncipe
“extranjero”, objeto del amor de Fedra en este caso. En esta obra, el tópico
amor-odio es visible también desde el inicio: En principio, Fedra hace creer a
todos que odia a Hipólito, busca una cierta paz en el hecho de verse
correspondida en ese odio, y hasta trata de convencerse del suyo propio para
calmar su corazón. En el momento de su declaración, Fedra le dice a Hipólito:
“Aunque me odiaseis, no me quejaría, Señor. // Siempre me habéis visto
obstinada en dañaros (…) // No obstante, si sólo el odio puede atraer vuestro
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
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odio, // jamás hubo mujer más digna de piedad, // de vuestra enemistad menos
merecedora” (p. 181). Y es que ese odio no es otra cosa que el amor que ya no
puede ocultar. Cuando Hipólito trata de disculparse por haber “entendido mal”
sus palabras, Fedra replica:
¡Cruel! Demasiado bien me has entendido (…) // Amo, y no creas que al
amarte // me creo inocente y apruebo mi conducta (…)// Me aborrezco
aun más de lo que tú me detestas (…) // Me he mostrado contigo odiosa e
inhumana; // por mejor resistirte, he buscado tu odio. // ¿Y de qué me han
servido mis esfuerzos inútiles? // Me odiabas cada vez más, yo no te
amaba menos.” (p. 184)
Sin embargo, hasta ese momento, no hay prácticamente equívoco sobre el
hecho de que el furor de Fedra es debido a su pasión mal extinguida. Cuando
es rechazada tras su declaración, inmediatamente “Como un monstruo
espantoso aparece ante mí” (p. 192). Mas cuando la reina se entera de que
Hipólito aparentemente sí ama, pero a otra, su furor se hace verdadero odio en
un instante: “¡Hipólito tiene sentimientos, pero ninguno es para mí! // Mis manos
homicidas, dispuestas a vengarme, // ansían empaparse de sangre inocente.”
(p. 208). De nuevo, el amor y el odio son, por tanto, parte de la misma pasión
furiosa que poseía a Hermione, a Pirro, a Orestes, y, como ellos también Fedra
llega incluso a auto-engañarse con la posibilidad de que su amor sea
correspondido… Y como Pirro, hasta intenta ganarlo mediante el ofrecimiento
de su trono (p. 189). Como en el caso de Hipólito (más inocente que
Andrómaca) esto no es posible, la vida deja de tener sentido para ella y para el
mundo.
El cuanto a Hipólito, como Andrómaca, es incapaz de amar4
. Aunque son
aplicados los mismos términos de amor-esclavo que condenaba a Orestes (el
amor más débil de los tres, por cierto), pues se ve respecto a Aricia como
“¡Qué extraño cautivo para tan bella cadena!” (p. 179), lo cierto es que Hipólito
profesa sólo un amor “casto”, imposible con la definición misma de amor-pasión
que demandan los demás personajes. Hipólito, claramente, no lo comprende
sino como un mal: “¡Qué funesto veneno // ha esparcido el amor por toda la
casa!” (p. 196)…
4
Barthes (p. 57) hace hincapié justamente en que, aunque Racine ha intentado ciertamente
“desfemenizar” a Hipólito al hacerlo amante de Aricia, pero la verdadera naturaleza del príncipe
es de una castidad y una soberbia ante ello implacable, y de ahí la desmesura que lo lleva a la
muerte en la obra homónima de Eurípides.
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Incluso Teseo vacila entre el amor y el odio, tanto por su hijo “Yo te amaba;
y siento que, a pesar de tu ofensa, // mi corazón por ti empieza a conmoverse”
(p. 203); por Aricia, a quien odia hasta el punto de prohibirle amar, y a quien
termina adoptando como a una hija; como por Fedra, a quien Teseo amaba con
tal frenesí que fue capaz de rogar a los dioses por la muerte de su hijo, y quien
finalmente es repudiada inmediatamente después de su muerte ante la grave
ofensa de amar (a otro): “¡Lástima que con ella // no expire la memoria de tan
negra acción! (p. 221).
Para cerrar el tópico, podemos destacar que si vemos la cadena de
enamorados en su extensión (Orestes ama a Hermione, quien ama a Pirro,
quien ama a Andrómaca), podemos visualizar una realidad concreta: que los
dos extremos ocupan, efectivamente, (Orestes, quien ama y no es amado, y
Andrómaca, quien es amada pero no ama) los lugares más antagónicos, pues
Orestes debe huir del palacio, preso de la locura, mientras Andrómaca, en
pleno uso de sus facultades, reina como la viuda de Pirro y como legítima
heredera del trono. Por el contrario, los dos eslabones que aman y son amados
a su vez por otra persona (es decir, Hermione y Pirro), son los personajes que
mueren (en ambos casos, quien asesina es Hermione), pues su pasión-furia,
su pasión desmesurada que no distingue rangos, ni promesas o legalidades, ni
el resguardo de su honor (recordemos que Pirro ofrece el reino a Astianacte)
termina por desbordarlos irremediablemente.
Lo mismo podemos decir de la estructura de Fedra. En la cadena (Teseo
ama a Fedra, quien ama a Hipólito, quien ama a Aricia), son los dos eslabones
centrales quienes mueren (en ambos casos, por la mano de Fedra –en el de
Hipólito, indirectamente-), aunque vemos una diferencia sustancial: los dos
eslabones externos logran la armonía que la desmesura de Fedra y de Hipólito
(por su castidad insensible, y su ingratitud a los dioses) no pueden controlar.
La culpa como subsidiaria del amor-odio:
He prolongado demasiado la duración de esa culpa (…)
Gracias al cielo, mis manos están limpias de crímenes.
Pluguiera a los Dioses que mi corazón fuera inocente como ellas.
Fedra, p. 164.
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Comentaremos ahora brevemente otra constante que recorre la psicología
de los personajes racineanos, y es la culpa que sufren por querer elegir
siempre lo que desean en pos de lo que deben -en menor medida, Pirro-. Esto
llega a ser una imposición tan desgarradora, que el retorno al deber suele
terminar con la muerte, porque ambos mandatos son irreconciliables. La
ambivalencia en la que se ven sumidos permanentemente estos personajes es
tal, que la culpa no puede sino ser parte del amor-odio que sienten. Y a su vez,
ese amor-odio no puede ser sino oscilante debido a la culpa. Esta culpa se ve,
además, atravesada por la carga de no ser –ni la sombra, de hecho, del
recuerdo- de sus padres. Así se sucede en absolutamente todos los personajes
analizados hasta el momento. Hagamos un breve análisis de cada uno:
A) Orestes. Sin logros propios, siempre siendo convencido por las mujeres que
ama a cometer las más viles acciones (Electra, Hermione), Orestes teme más
de lo que puede amar u odiar. Cuando parece retroceder ante el inminente
asesinato de Pirro, Hermione lo rechaza: “Sé que remordimientos corroen su
valor, // el cobarde teme a la muerte, y eso es todo” (p. 139).
Como hijo de Agamenón, no es de extrañar que recele de Pirro5
y de
Astianacte, hijo de Héctor, por lo que pretende que Pirro inmole al niño. Ve a
Pirro como su rival en un juego de fuerzas, y a Hermione como el botín a
disputarse: “el cruel la acepta sólo para arrebatármela” (p. 107). Es por ello que
pretende hacer de Hermione una segunda Helena, consiguiendo así un motivo
para atacar:
…pongamos otra vez a Grecia en pie de guerra. // Tomemos, al servirnos
de mi brazo y vuestro nombre, // vos, el lugar de Helena, y yo, el de
Agamenón; // reproduzcamos aquí las miserias de Troya, // que se hable
de nosotros como de nuestros padres (p. 127).
B) Hermione, hija de la mujer más hermosa del mundo, sufre la culpa de no
poder cautivar al corazón que desea, sin convencer siquiera al hombre que la
ama para que tome venganza por ella:
¡Cómo! Sin recurrir a un solo ruego, // mi madre armó en su favor a toda
Grecia; // en diez años de lucha, por su causa, // vio perecer a veinte reyes
que ni siquiera conocía; // y yo, sólo pretendo la muerte de un perjuro, // y
encargo a un amante que vengue esa injuria; // puede conseguirme a ese
precio, sin peligro, // yo misma me ofrezco, ¡y no logro vengarme! (p. 139)
5
Hijo de Aquiles. Aquiles y Agamenón sufrieron una grave disputa a causa de Briseida, lo que
motivó el retiro de Aquiles de la guerra de Troya por unos días, hecho que causó innumerables
pérdidas griegas a manos de Héctor (La Ilíada).
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Además, no podemos olvidarnos que, en su caso, había una promesa de
por medio, hecha a su padre y a ella misma. Hermione es vista por Pirro como
prenda de paz (p. 128), y no como prenda de guerra –tal como fue su madre.
Como representante de la vieja legalidad, ella tiene el derecho a reclamar ese
amor como propio, y por tanto es la responsable de hacerle sentir a Pirro la
culpa que ella no puede generarle: “¡Qué peculiar placer estorbarles a ambos!
// O mejor, forzándole a romper un lazo tan solemne, // mostrémosle culpable
ante todos los griegos” (p. 94)
C) Pirro. Hijo de Aquiles, estuvo encargado de la destrucción de Troya tras su
muerte, y heredó con la gloria, toda la culpa de su padre: “¡Cuan caro me han
vendido los llantos derramados! // ¡Me han hecho ser la presa de mil
remordimientos! // Sufro todos los males que, a mi vez, causé a Troya” (p. 89).
Como vimos antes, siendo hijo de Aquiles, y siendo Andrómaca la viuda de
Héctor, hay demasiado odio entre ambos, heredado al menos. Cuando es
rechazado, Pirro mismo da cuenta nuevamente de la herencia que lleva
consigo: “He pensado que me estaba enfrentando a mi padre, a Grecia, en
suma, a mí mismo; // resucitando a Troya hacía baldíos // los esfuerzos de
Aquiles y mis propios esfuerzos” (p. 101). Y como allí está la clave, ante un
corazón siempre falto de logros realmente propios, Andrómaca apela a la
comparación con Aquiles para hacerlo mejor de lo que realmente es, a fin de
cumplir sus objetivos: “No, no; de un enemigo respetad la miseria, // salvad a
unos cautivos, dad un hijo a su madre (…) // dadle asilo, si es preciso, a pesar
mío: // esos serían hechos dignos del hijo de Aquiles, señor”. (p. 89). También
ésta es la estrategia que utiliza Hermione, pero como arma, para demostrar
que de hecho no puede ser comparado a su padre, cuando enumera
irónicamente sus valiosas “hazañas” (p. 133):
¿Inmolar Troya a los griegos? ¿Al hijo de Héctor, Grecia? // Todo brota de
un corazón siempre dueño de sí mismo, // y de un héroe que no es
esclavo de su palabra // y sin buscar en otra parte títulos prestados, // ¿no
tenéis bastante con lo que ya lleváis? // ante todos los griegos indignados
contra vos: // ¿qué se podría negar a tan generosas hazañas? (pp. 133-
134)…
D) Andrómaca. Como viuda de Héctor, su culpa es muy clara: tener que
desposar al hijo del asesino de su marido, para poder salvar lo único que
queda de él en el mundo, Astianacte. Todo le ha quitado Pirro: “Me hubiera
consolado de la muerte de un padre y un esposo; // pero he de perderlo todo y
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Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata.
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siempre a manos vuestras” (p. 88). Mas Pirro, a su vez todo le ofrece, por lo
que se presenta a sus ojos como la salvación y la desgracia al mismo tiempo:
Piensa, piensa Cefisa, en esa noche cruel // que, para todo un pueblo, fue
una eterna noche. (…) // Contempla a Andrómaca perdida en medio del horror;
// así es como Pirro apareció a mi vista; // con esas hazañas acertó a
coronarse; // ese es el esposo que tú me quieres dar (p. 120).
E) Fedra. Si bien es cierto que, como señala en su estudio crítico a la edición
de Fedra y Andrómaca Emilio Náñez, Fedra no se arrepiente, pues sigue
valorándose por encima del bien o del mal (Racine, p. 47), lo cierto es que la
culpa tiñe su conciencia (ver cita al inicio del apartado). Mitad solar y mitad
sombría (pues es nieta de Helios, a quien no osa mirar), su naturaleza es dual;
monstruo (pues es hija de Pasífae, que se enamoró de un toro, y parió a su
hermanastro, el minotauro), se considera heredera de ese mal que recorre su
sangre:
¡Oh, el odio de Venus! ¡Su cólera fatal! // ¡A qué extravíos el amor
condujo a mi madre! (…) // Ariadna, hermana mía; ¿de qué amor herida //
fuiste a morir en la orilla en la que te abandonaron? (…) // Pereceré, ya
que Venus así lo quiere; // yo, la última y la más desdichada de mi triste
raza. (p. 167)
Hipólito mismo lo señala: “¿Seguís hablando de incesto y de adulterio? //
Callaré. Sin embargo, Fedra proviene de una madre, // de una raza, Señor, lo
sabéis muy bien // que conoce esos errores mucho mejor que la mía” (p. 203).
Y hasta llega a ansiar ser culpable, para así ser merecedora del crimen de
amar (ver nota p. 8)…
Por lo mismo, Enone, la doncella de Fedra, no duda en endilgarle a Hipólito
el mismo crimen del que es objeto su ama: “un amor criminal causó todo ese
odio” (p. 198); como lo califica Teseo (p. 198), “un amor culpable”…
F) Hipólito, el último de los personajes a analizar, no está exento tampoco de
culpas. Él, como Pirro, Orestes y Hermione (los personajes-mundo) tampoco
tiene logros equiparables a los de sus predecesores. Hijo de una reina
amazona, extranjera y bárbara a los ojos de su pueblo, con Teseo, promiscuo
por naturaleza, cultivó el celibato y el orgullo como caracteres propios. Su falta
de hazañas no le da el derecho a amar, pues es un ser esencialmente
incompleto: “cuanto una serie de hechos gloriosos excusa a Teseo; // en tanto
que yo, que ningún monstruo he domado hasta hoy, // no he adquirido el
derecho de tener sus debilidades” (p. 159). Sólo tiene la reacción de huir ante
La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine
Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata.
12
el enfrentamiento con su madrastra, con su padre, y hasta con Aricia antes de
confesarle su amor… La única vez que tiene que enfrentarse a un monstruo
real –la ira de su padre, mediatizada por la furia de Poseidón-, muere en el
intento…
Conclusión
Es sabido que no se puede conocer el verdadero odio sin haber
experimentado antes la real dimensión del amor, así como la luz de las
estrellas no sería tal si no existiera la oscuridad que la circunda. Y es que el
amor y el odio se nutren mutuamente en las obras analizadas, y le dan la
máxima fuerza expresiva a la palabra. La culpa, que está en la esencia de
estos personajes, no puede desligarse de sus deseos enfrentados, y es por eso
que el amor en Racine nunca puede ser inocente; porque está atravesado por
el odio y la culpa, y en tal arrebato se producen las acciones más terribles: la
muerte del amado y la propia. El dejar de existir en el mundo, violencia máxima
e inapelable. De ahí la culpable estratagema del amor…
Bibliografía:
 BARTHES, Roland (1992). “El hombre racineano” en Sobre Racine.
Siglo XXI editores.
 GOLDMAN, Lucien (1968a). “La tragedia con peripecia y
reconocimiento” en El hombre y lo absoluto. Barcelona. Pensínsula.
 GOLDMAN, Lucien (1968b). “La visión trágica en el teatro de Racine”
en El hombre y lo absoluto. Barcelona. Península.
 RACINE, Jean (1985). Andrómaca. Fedra. Madrid, Ed. Cátedra.

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Estudio fedra- Jean Racine

  • 1. La culpable estratagema del amor: Un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Introducción: Mucho se ha dicho y escrito sobre el teatro de Racine, ejemplo de lo mejor que nos ha legado el clasicismo francés. Teatro del amor, del encierro o del poder, se inserta a su vez en la tradición clásica y en su propia época1 . Primeramente, la obra de Racine fue catalogada como “el teatro de la pasión”. Posteriormente, Barthes, discutiendo con la crítica anterior a él, afirmó que su teatro no es tanto sobre pasiones, sino sobre las relaciones de codicia y de autoridad (Barthes, p. 54) que obsesivamente reaparecen en sus obras, y en la vida misma. Por su parte, Lucian Goldman, en su estudio de tipo histórico- sociológico, concluye que la visión trágica es la base del pensamiento jansenista, y es lo que subyace en la obra de Racine. Tampoco podemos dejar de recordar la fuerte carga psicoanalítica que contiene su obra, en la que encontramos personajes con padres ausentes, personajes encerrados y culpables. Más allá de los distintos aportes que estos ilustres investigadores nos han legado, no podemos desconocer la carga pasional que recorre sus obras, pasiones en estado puro e hiperbólico. En este sentido, me inclino a considerar la primera opción como la base del teatro racineano, pero incluyendo en ella dos constantes que recorren Andrómaca y Fedra por completo, y que configuran esta particular concepción de las pasiones, a saber: 1) En estas obras, el amor y el odio son dos caras de una misma moneda, no se complementan sino que son en esencia lo mismo, correspondiéndose necesariamente; y 2) la culpa es subsidiaria de este amor-odio, y se relaciona con la incapacidad de los personajes de ser correspondidos por sus amados, así como de serlo por las “imágenes” de sus respectivos padres. En vistas de este planteo, podemos pasar a desarrollar la particular concepción de las pasiones en el teatro de Racine. 1 Ya desde sus prefacios, Racine dialoga tanto con su época como con la tradición clásica. Por ejemplo, en el primer prefacio a Andrómaca, inserta un pasaje de Virgilio que pone en boca de Eneas la trama básica de la obra, y a continuación explica qué elementos dejó y cuáles prefirió reformular en miras al decoro y en cumplimiento de las reglas para satisfacer al público francés... (Racine, pp. 69-71)
  • 2. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 1 El amor-odio-amor: ¿Que le odio?, en fin, señor, ¿Que antes le amaba? (…) Mientras viva, señor, temed que le perdone; Dudad hasta que muera de mi ira inconstante: Si no muere hoy, tal vez le ame mañana. (Racine, Andrómaca, p. 129)2 Roland Barthes postula que el tema que subyace al teatro de Racine: …no se trata en absoluto de un conflicto de amor que pueda oponer a dos seres, uno de los cuales ama mientras el otro no. La relación esencial es una relación de autoridad, y el amor sólo sirve para revelarla (…). El teatro de Racine no es un teatro del amor, su tema es la aplicación eficaz de una fuerza en la entraña de una situación generalmente amorosa. (Barthes, p. 67) Y, especifica que dicha situación se podría traducir a la fórmula: A tiene todo el poder sobre B. A ama a B, quien no lo ama. Sin embargo, algo parece no cuadrar en dicha fórmula. Siendo A quien ama a B (Pirro a Andrómaca, Orestes a Hermione, Hermione a Pirro y Fedra a Hipólito), y dado los acontecimientos, podemos decir que todo el poder (el poder real) lo posee B sobre A, y no A sobre B. Tanto es así, que Hermione (B) logra dominar a Orestes (A) para que asesine por ella y llevándolo, finalmente, a la locura; Pirro (B), en un ataque de furia hacia Andrómaca, convence a Hermione (A), que lo ama pero que fue traicionada por él, para que lo vuelva a aceptar por esposo; y después de muerto por sus órdenes, su recuerdo y la culpa determinan que Hermione muera por su propia mano; Hipólito (B) es amado por Fedra (A), y ya que en su castidad reside la infecundidad de dicho amor, es quien determina finalmente que no haya posibilidad para dicha pasión, de lo cual depende el curso de las cosas. Y sobre todo el caso por antonomasia de Andrómaca (B), quien es amada por Pirro (A), su amo y quien en apariencias tiene “todo el poder” sobre ella, pero que sin embargo es completamente doblegado a su voluntad al aceptarlo como esposo. Incluso Pirro lo sabe, y le espeta a Andrómaca, respecto a Hermione: “el destino a una y otra quiso aquí conduciros, // a vos como cautiva, a ella para cautivarme. // 2 A partir de aquí, todas las citas que no mencionen específicamente otro autor corresponden al texto de Racine Andrómaca – Fedra citado en bibliografía, y los subrayados presentes son míos.
  • 3. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 2 ¿No se diría mejor, (…) // que es ella la cautiva, y vos la que reináis?” (p. 90) La “inocente estratagema de su amor” termina con Andrómaca reinando, sus enemigos muertos y su hijo Astianacte como promesa para restaurar el caído reino de Troya… Así, el poder que A detenta sobre B no es real, sino sólo en el plano del mundo, que en definitiva es el plano ficticio. Siendo que la verdad reside en la realidad del personaje trágico, que es quien puede emanciparse del mundo, no cabe duda de que sea B quien posee todo el poder sobre A. A su vez, también habría que redefinir la segunda parte de la fórmula, y aquí se inscribe la cuestión de que trata este apartado: el amor es amor y odio, al mismo tiempo. Como suele suceder en los personajes trágicos, que deben generar temor y compasión para que en el público surta el efecto catártico de la obra, estos seres se debaten constantemente (y de hecho ésa es una de sus principales características), ya que por naturaleza no son ni excesivamente buenos, ni excesivamente malos. En esos vaivenes, pasan del amor al odio y del odio al amor sin rodeos, e incluso inconscientemente. Analicemos caso a caso. a) Orestes ama/odia a Hermione, y viceversa. En la primera escena del primer acto de Andrómaca, nos encontramos con Orestes, un personaje que, permanentemente busca guía y hace lo que dice que no hará (retornar a Hermione, amarla a pesar de todo), o dice lo que no hace (raptar a Hermione, desafiando a todos, por ejemplo). Se debate constantemente: “¡Ay! ¿Quién puede decir qué destino me guía? // Por amor voy en pos de una mujer de hielo; // ¿Quién sabe lo que la suerte me tiene reservado // y si aquí he de encontrar la vida, o bien la muerte?” (p. 78, los subrayados son míos). Ya desde el inicio intuimos que Orestes no posee voluntad propia, pues la “suerte”, el destino y Hermione son la misma cosa (es ella quien, caprichosamente, determina absolutamente sus acciones), y ambos lo saben; “Orestes: -Así pues, dispuesto a partir, vengo a que decidáis cuál es mi destino” (p. 97); “Hermione: -Id. Dejadme guiar vuestro destino” (p. 131)… A su vez, en repetidas ocasiones encontramos expresiones tales como: “¿Qué hechizo os encadena?” (p 78), o “Vuestra alma, esclava de un amor” (p.78), o bien “mi entonces cautivo corazón” (p.79). Es decir, el amor del príncipe por Hermione se define como un amor esclavo, y esto no es un dato
  • 4. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 3 menor. ¿Acaso se puede amar a quien limita nuestra libertad? ¿O se puede odiar a quien, aunque esclavista, es objeto de nuestro amor? De ahí una de las contradicciones en las que está sumido Orestes, y de la cual no puede escapar. Orestes pretende, en sus cavilaciones, olvidar a Hermione, castigar sus desprecios, raptarla, convencerla, ser objeto de su amor o morir a sus pies (p.80), todo prácticamente en simultáneo, y ni siquiera es capaz de distinguir, racionalmente, qué sentimiento predomina en él: “Reconozco la huella de mi pasión mal extinguida. Siento que la trayectoria de mi odio se acaba; o más bien, siento que todavía la amo” (p. 80). En el caso de Hermione hacia Orestes, comentaremos brevemente que el principal objeto de su pasión es Pirro (lo cual analizaremos en el apartado b.), mas Orestes es querido por ella sólo cuando no es más que un recuerdo ; es evocado cuando no está pero, cuando se halla presente, Hermione preferiría que no estuviera (p. 92, 98). Como su sentimiento no puede catalogarse de “amor”, tampoco puede pensarse que Hermione odie a Orestes; es sencillamente indiferente a él. Piensa en él como un amor seguro, alguien que le profesa el amor que a ella le es negado, y por tanto lo ve como una posibilidad si no de ser feliz, al menos de salvar su palabra mancillada. Incluso sabiendo que no es objeto de su amor, Orestes acepta esas condiciones: “Juntemos nuestros odios en un común ataque” (p. 99), es decir, no su amor. Hermione lo utiliza como la mano ejecutora de su venganza, en pos de un orgullo menoscabado, y cuando él finalmente la lleva a cabo (por amor, y por encima del respeto que le profesaba a Pirro y del temor a asesinarlo que sentía), es despreciado (p. 142). Ya Hermione, anteriormente, le había anticipado lo que habría de suceder: “…y aun siendo un ingrato [Pirro], me será más dulce // morir a su lado que vivir junto a vos” (p. 130). b) Hermione ama/odia a Pirro, y viceversa: la relación que Hermione profesa a Pirro es la más paradigmática al hablar de amor/odio como la misma cosa. Todo el furor de Hermione parece derivar directamente de esta pasión, que es nominada alternativamente con uno u otro nombre (ver cita al inicio del apartado). Considerando que Hermione ha sido traicionada, y con ello la antigua legalidad que representa, no es de extrañar que su furia se deje sentir sobre todo lo que toca: no perdona a Pirro, a quien manda asesinar; ni a Andrómaca, que le implora clemencia por su hijo, y a quien responde con
  • 5. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 4 insolente indiferencia; ni a Orestes, que habiendo dado su cordura por ella, no será jamás correspondido. Claramente, ama a Pirro tanto como lo odia, pues la dimensión de ese odio es directamente proporcional a la de su amor: “¿Qué si le odio, Cleone? Va en ello mi honor, // después de tantas bondades que no quiere recordar. // ¡Él, a quien tanto quise y que me ha traicionado! // ¡Le he amado demasiado para no odiarle ahora!” (p. 93). Y lo mismo asegura a Orestes: “No envidiéis el destino de Pirro. // Os odiaría demasiado” (p. 98). Mas como todo personaje trágico, no puede dejar de debatirse, pues su naturaleza es dual, al igual que su pasión: ¡Ah, no poder saber si amo o si odio! (…) // ¡El cruel! ¡Qué mirada la suya al despedirme! // ¡Y aun le compadezco! Y, para colmo de males, // mi corazón, mi pobre corazón, ¡se pone de su lado! // ¡Dispuesta a mi venganza, quiero ya perdonarle! // ¡Que perezca! (…) Cree que, siempre débil, de vacilante corazón, pararé con una mano los golpes que aseste con la otra. (…) // y, en definitiva, me obligó a desearlo. // ¿Desearlo? ¿Pero cómo? ¿Soy yo quien lo ordena? // ¿Se deberá su muerte al amor de Hermione? (pp. 136-137) Como efectivamente podemos comprobar a lo largo de la obra, el personaje de Hermione sufre continuos desdoblamientos, que se hacen efectivos mediante la utilización que hace la princesa de la tercera persona para referirse a sí misma. Su corazón es tan vacilante, que efectivamente desearía amar a Orestes pero no puede, y desearía odiar a Pirro, y tampoco lo logra. La muerte del amante de Andrómaca se deberá, por tanto, al odio y al amor de Hermione, que son peligrosos en igual medida, y que conducen todas sus conductas. Como a Orestes guía el amor (o el des-amor, en su caso), a Hermione la domina su pasión furiosa, que suele traducirse en silencio en los momentos culmines: como la palabra la traicionó en el momento del amor, pues “No supe envolverme en el misterio del silencio // ¿Y quién no hubiera sido como yo, tan sincera y confiada en los sagrados juramentos del amor” (p.95), entonces opta por el silencio a la hora de odiar. Así, antes de dictar su sentencia de muerte a Pirro (porque cuando lo pide a Orestes, ya lo tenía decidido), Cleone le recrimina, ante la injuria de la palabra rota y empeñada en cambio a la extranjera, Andrómaca: “y aun así, vuestros labios, mudos ante el insulto // ¿no se dignan abrirse para quejarse de él? // ¡Ah, cómo temo, señora, tan funesta calma!” (p. 126); lo mismo llama la atención a Pirro, que considera que la palabra será su castigo, pero que en verdad sabe que yace en su silencio:
  • 6. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 5 “Dadme todos los nombres que se da a los perjuros: // temo a vuestro silencio y no a vuestras injurias; // mi corazón, aportando mil secretos testigos, // me dirá tantas más, cuanto menos digáis” (p. 132). Sin la desmesura de este personaje, no habría tragedia entre “estos tres corazones que no supieron entenderse”. Aunque en la trama subyace el temor por la posible –y muy lejana- restauración de Troya por parte del hijo de Héctor, Hermione lo deja claro; “…que el ingrato comprenda // que muere por mi causa, no por razón de Estado” (p. 131). Ahora, respecto del “amor” de Pirro hacia Hermione, es tan voluble como su palabra. Completamente emancipado de las imposiciones sociales y de los juramentos que prestó (a Menelao, figura del padre y de los griegos en su conjunto), la toma como un sustituto momentáneo cuando es rechazado por Andrómaca, para quitarle su palabra por segunda vez al ser “correspondido” por la troyana… No extraña que Hermione sea asimilada al papel de “furia”, pues estas figuras perseguían a los perjuros en vista de las instituciones más sagradas para el pueblo griego. El matrimonio era una de ellas… c) Pirro ama/odia a Andrómaca, y viceversa: El amor de Pirro, como dijimos anteriormente, uno de los personajes más “emancipado” del mundo, es igualmente, puro, incontaminado, emancipado. Su amor es incondicional, al punto de ofrecerle a Andrómaca su honor y su reino. Cefisa, tratando de convencer a Andrómaca, le aconseja justamente: “todo lo pone a vuestros pies a cambio de vuestro corazón. // De él, de su pueblo todo, os hace soberana. // ¿Un vencedor así merece tanto odio?” (p. 123) Sin embargo, Pirro es consciente de la herencia que pesa entre ellos, y por momentos, al verse no correspondido, pretende odiarla: “Su beldad le da fuerzas; a pesar de mi cólera, // la orgullosa espera que me rinda a sus pies. // Es la viuda de Héctor y yo el hijo de Aquiles // Hay demasiado odio entre Andrómaca y Pirro” (p. 103)3 . Su odio y su amor están, nuevamente, indiferenciados; son igualmente intercambiables que para Hermione y para Orestes: “mi corazón, en adelante // si no ama con pasión, odiará con furor. // Nada perdonaré en mi justa cólera” (p. 91). Intenta sofocar sus sentimientos –y sobre todo, el desprecio de Andrómaca- con pensamientos odiosos: 3 Insistiremos en este punto en el apartado acerca de la culpa en correlación al amor-odio, p. 9
  • 7. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 6 ¿Amarla yo? ¿A una ingrata // que más me odia, cuanto mas la amo? (…) // una extranjera… ¿qué digo? Una esclava en Epiro // No, no, lo he jurado, inexorable es mi venganza; es preciso justificar su odio de una vez. // Morirá por ello, Fénix, y yo seré la causa (p. 105) Al igual que Hermione, ama pero quiere odiar, y odia pero quiere amar al mismo tiempo. La palabra de Pirro es nuevamente voluble, ya que no sólo no es cumplida en este caso tampoco sino que, por el contrario, todo se lo deja a Andrómaca, en detrimento de su pueblo, de su prometida y de sus juramentos anteriores, pues “el amor triunfa, y, por azar funesto, // Andrómaca consigue un corazón al que detesta: // uno del otro en pos, iremos al altar // para jurarnos, a pesar nuestro, un amor eterno” (p. 132)… El caso de Andrómaca es el más extraño, y por eso queda, en cierta forma, fuera de ese triángulo de corazones que no saben entenderse. Ella es el personaje trágico por excelencia, y su debate no es tanto sobre el amor/odio hacia Pirro, sino sobre el amor a Héctor y a su hijo, o sobre el odio hacia Pirro y lo que los griegos hicieron a su vida, destruyendo su ciudad y cegando la vida de sus seres más queridos. La astucia de Andrómaca, presentada como una pobre viuda, llorosa y esclava, no deja de sorprender. Claramente lo dice Cleone, la doncella de Hermione: “Andrómaca, (…) // incapaz como siempre de amar o de odiar, // parece obedecer sin alegría y sin protestas” (p. 137). Andrómaca es, de hecho, el personaje de la obra que menos se debate, sin monólogos (aunque algunos de los pasajes con Cefisa en el acto III, escena VIII podrían tomarse como tales), y que termina decidiendo en pos de su hijo, pero sólo por ser imagen de Héctor, y prenda de su amor (p. 121). No es de extrañar que, cuando la decisión está finalmente tomada, Andrómaca decida: “salvando mi honor, cumpliré lo que debo // a Pirro, a mi hijo, a mi esposo y a mí. // He ahí la inocente estratagema de mi amor” (p. 125). d) Fedra ama/odia a Hipólito. Hipólito es, como Andrómaca, un príncipe “extranjero”, objeto del amor de Fedra en este caso. En esta obra, el tópico amor-odio es visible también desde el inicio: En principio, Fedra hace creer a todos que odia a Hipólito, busca una cierta paz en el hecho de verse correspondida en ese odio, y hasta trata de convencerse del suyo propio para calmar su corazón. En el momento de su declaración, Fedra le dice a Hipólito: “Aunque me odiaseis, no me quejaría, Señor. // Siempre me habéis visto obstinada en dañaros (…) // No obstante, si sólo el odio puede atraer vuestro
  • 8. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 7 odio, // jamás hubo mujer más digna de piedad, // de vuestra enemistad menos merecedora” (p. 181). Y es que ese odio no es otra cosa que el amor que ya no puede ocultar. Cuando Hipólito trata de disculparse por haber “entendido mal” sus palabras, Fedra replica: ¡Cruel! Demasiado bien me has entendido (…) // Amo, y no creas que al amarte // me creo inocente y apruebo mi conducta (…)// Me aborrezco aun más de lo que tú me detestas (…) // Me he mostrado contigo odiosa e inhumana; // por mejor resistirte, he buscado tu odio. // ¿Y de qué me han servido mis esfuerzos inútiles? // Me odiabas cada vez más, yo no te amaba menos.” (p. 184) Sin embargo, hasta ese momento, no hay prácticamente equívoco sobre el hecho de que el furor de Fedra es debido a su pasión mal extinguida. Cuando es rechazada tras su declaración, inmediatamente “Como un monstruo espantoso aparece ante mí” (p. 192). Mas cuando la reina se entera de que Hipólito aparentemente sí ama, pero a otra, su furor se hace verdadero odio en un instante: “¡Hipólito tiene sentimientos, pero ninguno es para mí! // Mis manos homicidas, dispuestas a vengarme, // ansían empaparse de sangre inocente.” (p. 208). De nuevo, el amor y el odio son, por tanto, parte de la misma pasión furiosa que poseía a Hermione, a Pirro, a Orestes, y, como ellos también Fedra llega incluso a auto-engañarse con la posibilidad de que su amor sea correspondido… Y como Pirro, hasta intenta ganarlo mediante el ofrecimiento de su trono (p. 189). Como en el caso de Hipólito (más inocente que Andrómaca) esto no es posible, la vida deja de tener sentido para ella y para el mundo. El cuanto a Hipólito, como Andrómaca, es incapaz de amar4 . Aunque son aplicados los mismos términos de amor-esclavo que condenaba a Orestes (el amor más débil de los tres, por cierto), pues se ve respecto a Aricia como “¡Qué extraño cautivo para tan bella cadena!” (p. 179), lo cierto es que Hipólito profesa sólo un amor “casto”, imposible con la definición misma de amor-pasión que demandan los demás personajes. Hipólito, claramente, no lo comprende sino como un mal: “¡Qué funesto veneno // ha esparcido el amor por toda la casa!” (p. 196)… 4 Barthes (p. 57) hace hincapié justamente en que, aunque Racine ha intentado ciertamente “desfemenizar” a Hipólito al hacerlo amante de Aricia, pero la verdadera naturaleza del príncipe es de una castidad y una soberbia ante ello implacable, y de ahí la desmesura que lo lleva a la muerte en la obra homónima de Eurípides.
  • 9. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 8 Incluso Teseo vacila entre el amor y el odio, tanto por su hijo “Yo te amaba; y siento que, a pesar de tu ofensa, // mi corazón por ti empieza a conmoverse” (p. 203); por Aricia, a quien odia hasta el punto de prohibirle amar, y a quien termina adoptando como a una hija; como por Fedra, a quien Teseo amaba con tal frenesí que fue capaz de rogar a los dioses por la muerte de su hijo, y quien finalmente es repudiada inmediatamente después de su muerte ante la grave ofensa de amar (a otro): “¡Lástima que con ella // no expire la memoria de tan negra acción! (p. 221). Para cerrar el tópico, podemos destacar que si vemos la cadena de enamorados en su extensión (Orestes ama a Hermione, quien ama a Pirro, quien ama a Andrómaca), podemos visualizar una realidad concreta: que los dos extremos ocupan, efectivamente, (Orestes, quien ama y no es amado, y Andrómaca, quien es amada pero no ama) los lugares más antagónicos, pues Orestes debe huir del palacio, preso de la locura, mientras Andrómaca, en pleno uso de sus facultades, reina como la viuda de Pirro y como legítima heredera del trono. Por el contrario, los dos eslabones que aman y son amados a su vez por otra persona (es decir, Hermione y Pirro), son los personajes que mueren (en ambos casos, quien asesina es Hermione), pues su pasión-furia, su pasión desmesurada que no distingue rangos, ni promesas o legalidades, ni el resguardo de su honor (recordemos que Pirro ofrece el reino a Astianacte) termina por desbordarlos irremediablemente. Lo mismo podemos decir de la estructura de Fedra. En la cadena (Teseo ama a Fedra, quien ama a Hipólito, quien ama a Aricia), son los dos eslabones centrales quienes mueren (en ambos casos, por la mano de Fedra –en el de Hipólito, indirectamente-), aunque vemos una diferencia sustancial: los dos eslabones externos logran la armonía que la desmesura de Fedra y de Hipólito (por su castidad insensible, y su ingratitud a los dioses) no pueden controlar. La culpa como subsidiaria del amor-odio: He prolongado demasiado la duración de esa culpa (…) Gracias al cielo, mis manos están limpias de crímenes. Pluguiera a los Dioses que mi corazón fuera inocente como ellas. Fedra, p. 164.
  • 10. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 9 Comentaremos ahora brevemente otra constante que recorre la psicología de los personajes racineanos, y es la culpa que sufren por querer elegir siempre lo que desean en pos de lo que deben -en menor medida, Pirro-. Esto llega a ser una imposición tan desgarradora, que el retorno al deber suele terminar con la muerte, porque ambos mandatos son irreconciliables. La ambivalencia en la que se ven sumidos permanentemente estos personajes es tal, que la culpa no puede sino ser parte del amor-odio que sienten. Y a su vez, ese amor-odio no puede ser sino oscilante debido a la culpa. Esta culpa se ve, además, atravesada por la carga de no ser –ni la sombra, de hecho, del recuerdo- de sus padres. Así se sucede en absolutamente todos los personajes analizados hasta el momento. Hagamos un breve análisis de cada uno: A) Orestes. Sin logros propios, siempre siendo convencido por las mujeres que ama a cometer las más viles acciones (Electra, Hermione), Orestes teme más de lo que puede amar u odiar. Cuando parece retroceder ante el inminente asesinato de Pirro, Hermione lo rechaza: “Sé que remordimientos corroen su valor, // el cobarde teme a la muerte, y eso es todo” (p. 139). Como hijo de Agamenón, no es de extrañar que recele de Pirro5 y de Astianacte, hijo de Héctor, por lo que pretende que Pirro inmole al niño. Ve a Pirro como su rival en un juego de fuerzas, y a Hermione como el botín a disputarse: “el cruel la acepta sólo para arrebatármela” (p. 107). Es por ello que pretende hacer de Hermione una segunda Helena, consiguiendo así un motivo para atacar: …pongamos otra vez a Grecia en pie de guerra. // Tomemos, al servirnos de mi brazo y vuestro nombre, // vos, el lugar de Helena, y yo, el de Agamenón; // reproduzcamos aquí las miserias de Troya, // que se hable de nosotros como de nuestros padres (p. 127). B) Hermione, hija de la mujer más hermosa del mundo, sufre la culpa de no poder cautivar al corazón que desea, sin convencer siquiera al hombre que la ama para que tome venganza por ella: ¡Cómo! Sin recurrir a un solo ruego, // mi madre armó en su favor a toda Grecia; // en diez años de lucha, por su causa, // vio perecer a veinte reyes que ni siquiera conocía; // y yo, sólo pretendo la muerte de un perjuro, // y encargo a un amante que vengue esa injuria; // puede conseguirme a ese precio, sin peligro, // yo misma me ofrezco, ¡y no logro vengarme! (p. 139) 5 Hijo de Aquiles. Aquiles y Agamenón sufrieron una grave disputa a causa de Briseida, lo que motivó el retiro de Aquiles de la guerra de Troya por unos días, hecho que causó innumerables pérdidas griegas a manos de Héctor (La Ilíada).
  • 11. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 10 Además, no podemos olvidarnos que, en su caso, había una promesa de por medio, hecha a su padre y a ella misma. Hermione es vista por Pirro como prenda de paz (p. 128), y no como prenda de guerra –tal como fue su madre. Como representante de la vieja legalidad, ella tiene el derecho a reclamar ese amor como propio, y por tanto es la responsable de hacerle sentir a Pirro la culpa que ella no puede generarle: “¡Qué peculiar placer estorbarles a ambos! // O mejor, forzándole a romper un lazo tan solemne, // mostrémosle culpable ante todos los griegos” (p. 94) C) Pirro. Hijo de Aquiles, estuvo encargado de la destrucción de Troya tras su muerte, y heredó con la gloria, toda la culpa de su padre: “¡Cuan caro me han vendido los llantos derramados! // ¡Me han hecho ser la presa de mil remordimientos! // Sufro todos los males que, a mi vez, causé a Troya” (p. 89). Como vimos antes, siendo hijo de Aquiles, y siendo Andrómaca la viuda de Héctor, hay demasiado odio entre ambos, heredado al menos. Cuando es rechazado, Pirro mismo da cuenta nuevamente de la herencia que lleva consigo: “He pensado que me estaba enfrentando a mi padre, a Grecia, en suma, a mí mismo; // resucitando a Troya hacía baldíos // los esfuerzos de Aquiles y mis propios esfuerzos” (p. 101). Y como allí está la clave, ante un corazón siempre falto de logros realmente propios, Andrómaca apela a la comparación con Aquiles para hacerlo mejor de lo que realmente es, a fin de cumplir sus objetivos: “No, no; de un enemigo respetad la miseria, // salvad a unos cautivos, dad un hijo a su madre (…) // dadle asilo, si es preciso, a pesar mío: // esos serían hechos dignos del hijo de Aquiles, señor”. (p. 89). También ésta es la estrategia que utiliza Hermione, pero como arma, para demostrar que de hecho no puede ser comparado a su padre, cuando enumera irónicamente sus valiosas “hazañas” (p. 133): ¿Inmolar Troya a los griegos? ¿Al hijo de Héctor, Grecia? // Todo brota de un corazón siempre dueño de sí mismo, // y de un héroe que no es esclavo de su palabra // y sin buscar en otra parte títulos prestados, // ¿no tenéis bastante con lo que ya lleváis? // ante todos los griegos indignados contra vos: // ¿qué se podría negar a tan generosas hazañas? (pp. 133- 134)… D) Andrómaca. Como viuda de Héctor, su culpa es muy clara: tener que desposar al hijo del asesino de su marido, para poder salvar lo único que queda de él en el mundo, Astianacte. Todo le ha quitado Pirro: “Me hubiera consolado de la muerte de un padre y un esposo; // pero he de perderlo todo y
  • 12. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 11 siempre a manos vuestras” (p. 88). Mas Pirro, a su vez todo le ofrece, por lo que se presenta a sus ojos como la salvación y la desgracia al mismo tiempo: Piensa, piensa Cefisa, en esa noche cruel // que, para todo un pueblo, fue una eterna noche. (…) // Contempla a Andrómaca perdida en medio del horror; // así es como Pirro apareció a mi vista; // con esas hazañas acertó a coronarse; // ese es el esposo que tú me quieres dar (p. 120). E) Fedra. Si bien es cierto que, como señala en su estudio crítico a la edición de Fedra y Andrómaca Emilio Náñez, Fedra no se arrepiente, pues sigue valorándose por encima del bien o del mal (Racine, p. 47), lo cierto es que la culpa tiñe su conciencia (ver cita al inicio del apartado). Mitad solar y mitad sombría (pues es nieta de Helios, a quien no osa mirar), su naturaleza es dual; monstruo (pues es hija de Pasífae, que se enamoró de un toro, y parió a su hermanastro, el minotauro), se considera heredera de ese mal que recorre su sangre: ¡Oh, el odio de Venus! ¡Su cólera fatal! // ¡A qué extravíos el amor condujo a mi madre! (…) // Ariadna, hermana mía; ¿de qué amor herida // fuiste a morir en la orilla en la que te abandonaron? (…) // Pereceré, ya que Venus así lo quiere; // yo, la última y la más desdichada de mi triste raza. (p. 167) Hipólito mismo lo señala: “¿Seguís hablando de incesto y de adulterio? // Callaré. Sin embargo, Fedra proviene de una madre, // de una raza, Señor, lo sabéis muy bien // que conoce esos errores mucho mejor que la mía” (p. 203). Y hasta llega a ansiar ser culpable, para así ser merecedora del crimen de amar (ver nota p. 8)… Por lo mismo, Enone, la doncella de Fedra, no duda en endilgarle a Hipólito el mismo crimen del que es objeto su ama: “un amor criminal causó todo ese odio” (p. 198); como lo califica Teseo (p. 198), “un amor culpable”… F) Hipólito, el último de los personajes a analizar, no está exento tampoco de culpas. Él, como Pirro, Orestes y Hermione (los personajes-mundo) tampoco tiene logros equiparables a los de sus predecesores. Hijo de una reina amazona, extranjera y bárbara a los ojos de su pueblo, con Teseo, promiscuo por naturaleza, cultivó el celibato y el orgullo como caracteres propios. Su falta de hazañas no le da el derecho a amar, pues es un ser esencialmente incompleto: “cuanto una serie de hechos gloriosos excusa a Teseo; // en tanto que yo, que ningún monstruo he domado hasta hoy, // no he adquirido el derecho de tener sus debilidades” (p. 159). Sólo tiene la reacción de huir ante
  • 13. La culpable estratagema del amor: un análisis de Fedra y Andrómaca de Racine Natalí Mel Gowland, Universidad Nacional de La Plata. 12 el enfrentamiento con su madrastra, con su padre, y hasta con Aricia antes de confesarle su amor… La única vez que tiene que enfrentarse a un monstruo real –la ira de su padre, mediatizada por la furia de Poseidón-, muere en el intento… Conclusión Es sabido que no se puede conocer el verdadero odio sin haber experimentado antes la real dimensión del amor, así como la luz de las estrellas no sería tal si no existiera la oscuridad que la circunda. Y es que el amor y el odio se nutren mutuamente en las obras analizadas, y le dan la máxima fuerza expresiva a la palabra. La culpa, que está en la esencia de estos personajes, no puede desligarse de sus deseos enfrentados, y es por eso que el amor en Racine nunca puede ser inocente; porque está atravesado por el odio y la culpa, y en tal arrebato se producen las acciones más terribles: la muerte del amado y la propia. El dejar de existir en el mundo, violencia máxima e inapelable. De ahí la culpable estratagema del amor… Bibliografía:  BARTHES, Roland (1992). “El hombre racineano” en Sobre Racine. Siglo XXI editores.  GOLDMAN, Lucien (1968a). “La tragedia con peripecia y reconocimiento” en El hombre y lo absoluto. Barcelona. Pensínsula.  GOLDMAN, Lucien (1968b). “La visión trágica en el teatro de Racine” en El hombre y lo absoluto. Barcelona. Península.  RACINE, Jean (1985). Andrómaca. Fedra. Madrid, Ed. Cátedra.