Ana Peleteiro es una prometedora atleta española de triple salto. Tiene unas características físicas ideales para el triple salto como piernas largas que la ayudan a alcanzar gran velocidad y tiempo de vuelo. Recientemente se ha mudado a Madrid para entrenar en el Centro de Alto Rendimiento y estudiar en la Universidad después de ganar el campeonato mundial junior a los 16 años. Peleteiro ha tenido que superar varios obstáculos como lesiones y problemas de adaptación pero está progresando bajo su nuevo ent
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Una vida a saltos
1. Una vida a saltos
Ana Peleteiro se prepara en Madrid para ser una de las grandes campeonas del atletismo español
CARLOS ARRIBAS / AMAYA IRÍBAR Madrid 21 DIC 2013 - 20:47 CET
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Ana Peleteiro en el módulo de atletismo del CAR de Madrid. / EL PAÍS
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2. Cuenta David Epstein en su libro sobre la influencia de la genética en el rendimiento que, pese
a su diferencia de estatura, Michael Phelps, que mide 1,93m, e Hicham el Guerruj, y su
modesto 1,76m, usan pantalones con la misma talla de largo. En ambos casos, parte de la
razón de su éxito es su desproporción antropométrica: Phelps goza de un torso mucho más
largo de lo que correspondería a una persona de su talla, lo que le beneficia para alcanzar
mayor velocidad nadando al igual que una canoa de casco largo navega más rápido que una
corta; las interminables piernas fueron una de las ventajas de que gozó al atleta El Guerruj en
la década de los 90 para batir los récords del mundo de 1.500 y la milla que aún posee.
Ana Peleteiro, cuenta su entrenador, Juan Carlos Álvarez, mide 1,72m, pero tiene las piernas
tan largas como las que tendría una mujer de 1,80m, lo cual, evidentemente, no le viene nada
mal para ser buena en lo suyo, que es el triple salto. Largas piernas y también largos tendones
de Aquiles, los muelles que la propulsan en los saltos. Siguiendo con la terminología de Epstein,
estas características físicas constituirían el hardware básico de la campeona del mundo junior
de triple salto. “Eso”, añade Álvarez, el entrenador también de la campeona de Europa Carlota
Castrejana y ahora, además, de Patricia Sarrapio, “y algo más serían su hardware”, algo más
como una capacidad innata para saltar bien.
Desde pequeña a Ana la técnica de salto le ha salido de forma natural. Y, por si fuera poco,
posee una calidad muscular muy alta. Todo ello le hace dueña de una saltabilidad (capacidad
de salto) de tipo cubano: “alcanza con facilidad mucho tiempo de vuelo, pero también es rápida,
lo que le permite casi un imposible, salir disparada como una pelota de golf, y la velocidad es la
que da la distancia, y volar como un balón de playa, flotar casi detenida en el aire. No le falta
nada para estar al más alto nivel”.
El mejor hardware del mundo sería inútil sin un buen software que le extrajera el máximo
rendimiento. Del software de Peleteiro, de su capacidad de trabajo, competitividad, capacidad
de aprender y mejorar, de su madurez, podría hablar también Álvarez, que la recibió hace unos
meses en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, a donde llegó tras dejar Ribeira, el pueblo
de Galicia en el que creció y estudió y en el que se hizo atleta con el entrenador Lardo Moure.
Podría hablar Álvarez, pero de ella habla ella misma mejor que nadie.
Ana Peleteiro se entrena con chicos y les gana, pero hace unos días, su entrenador le dijo que
no se arriesgara en exceso porque acababa de salir de una pequeña lesión. “Hice saltos con
un compañero de longitud, al que normalmente le gano porque yo soy muy buena haciendo
decasaltos alternos (10 saltos seguidos impulsándose cada vez con un pie). Él saltaba y yo
veía que no llegaba muy lejos. Le dije a Juancar: „por favor, déjame hacer un salto bien a ver si
le gano, y al final me dejó, y me piqué y sin forzar mucho con la derecha le gané”.
Así suelen ser los grandes campeones, competitivos en todo momento. Es uno de los síntomas
de la grandeza que les espera, dicen, el odio a perder y la hiperactividad. Así es Ana Peleteiro,
que fue campeona del mundo júnior a los 16 años, hace poco más de 12 meses. “Lo cual
significa mucho y puede no significar nada”, continúa Álvarez. Para ser grande de verdad hay
que saber crecer, un asunto del que Peleteiro, incluso, llegó a dudar, cuando el otoño y el
invierno pasados, justo después del título, contempló cómo su vida se convertía en una ristra
de conflictos aparentemente irresolubles. “Los dos-tres primeros meses fueron bastante duros
porque pasé de ser una niña a la que conocía solo gente que seguía mucho el atletismo, y la
gente de mi pueblo, a que me conozca bastante gente, que por la calle me reconozcan algunos,
que los medios se interesen más por mí, estén atentos a lo que yo digo. Al principio no lo llevé
muy bien porque no estaba acostumbrada e incluso llegué a decir cosas que en realidad no
pensaba, pero es normal”, dice.
Se juntaron más cosas. “En la temporada al aire libre de este año empecé con problemas en la
espalda. Descubrieron que tenía la pierna izquierda un centímetro más corta que la derecha y
tuve que estar cuatro meses parada. Me tuvieron que poner un alza, una plantilla, y no era
capaz de entrenarme. Además estaba terminando el bachillerato, y no me apetecía entrenar.
No estaba bien ni anímica ni psicológicamente. Y como veía que saltaba bastante sin
esforzarme mucho…”.
3. Poco después, Peleteiro comprobó que no podía seguir en su capullo, en Galicia con Moure,
que una época había terminado y había que volar. “Tenía que dejar a mi entrenador porque yo
quería estudiar INEF y allí o lo hacía en A Coruña o me venía a Madrid. En principio, me
apetecía ir a Madrid. Pero al mismo tiempo tenía miedo a estar sin mi familia. Era el riesgo de
un cambio muy radical que mi cuerpo podía aceptar bien o mal. Pero me llevé una grata
sorpresa. Nada más llegar aquí estuve contentísima. En verano me costó más, pero desde
septiembre, ¡wow! Increíble. Soy una niña muy sociable, aunque cuando llegas a un sitio nuevo
y ya están las piñas hechas… pero algunos atletas de la Blume me ayudaron a meterme en
sus piñitas”.
Y como si los saltos (o los triples, para ser más exactos) no solo fueran su especialidad sino su
forma de evolucionar en la vida, a brincos y sopetones, Peleteiro, que cumplió 18 años el 2 de
diciembre, reconoce a la perfección los momentos en los que su vida hizo clic. “Hasta me
emociono al decirlo, pero en un periodo de tiempo muy pequeño, desde Rieti, desde el
Europeo júnior de este año, cambié muchísimo, y la gente que me conoce me lo dice. Yo
siempre fui una alocada, y no tenía pelos en la lengua, y hacía lo que quería. Y me di cuenta de
que así no iba a llegar a ningún lado”, dice. “El año pasado, al no entrenar y así, tuve un
problema hormonal, porque empecé con la menstruación a los 16 años. Después del Mundial
empecé a coger grasa y a engordar, los huesos se endurecieron. Si entrenas la grasa la haces
músculo, pero si estás quieta sigue siendo grasa. El problema es que de piernas estoy perfecta,
pero tengo grasa en el abdomen y tengo que bajar. No es tanto comer poco como diferente.
Antes me daba igual ir a un McDonald‟s y cebarme. Ahora no lo puedo hacer. Es un proceso
largo, porque no es perder peso, sino una grasa determinada, y cuesta mucho. Pero para mi
objetivo en 2014, el Mundial júnior de Oregón, volveré a estar en mi peso y seguro que vuelvo
a saltar más de 14 metros…”.