SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 16
Descargar para leer sin conexión
LA MUJER DEL VAMPIRO

    Erika Ángel Tamayo
A mi familia, que es origen y esencia

         A mi compañerito de guerras y batallas

           En el universo paralelo en el que vivo

         Al Creador Supremo de vida y realidad,

  Que cada mañana destapa mi caja de Pandora

Y con un toque convierte en posible lo imposible.

        A los que creen y no creen en los sueños

     A los que encuentran el azul de las estrellas

      A los que luchan cada día por tocar el cielo

          Con las manos llenas de miel y utopía.

                        Si vivo es gracias a ellos,

                    Si respiro es por y para ellos

           Si escribo es para contar sus historias

                              Con mi propia voz




                                                 2
“En todo el universo evolucionado

La única religión, la religión universal,

             Consiste en vivir en amor,

               Porque el amor es Dios”



                   ~ Enrique Barrios ~




                                       3
Se levantó a media noche para tomar un vaso de agua; no podía dormir. Era

una noche despejada llena de “estrellitas azules” como ella solía llamarlas.

     —¡Amanda!… —suspiró.

     Entró a su cuarto, puso el vaso en la mesa de noche y fue sorprendido por una

voz dulce detrás de él.

     —Papá, ¿mi abuelito esta con mi mamá ahora? —preguntó el pequeño con la

inocencia única que se puede tener a esa edad. Él se sorprendió con la pregunta;

por supuesto, la respuesta debía ser muy inteligente, pero lo único que atinó a

contestarle fue un simple:   <<¡Claro   que sí campeón!>>. El niño se quedó viéndolo

como quien acepta una respuesta con resignación. Su padre entendió que no había

sido suficientemente convincente, así que pretendió persuadirlo de otra forma.

     —¿Quieres dormir conmigo esta noche? —le preguntó y el pequeño asintió.

Lo tomó cargado y lo puso al costado donde Amanda solía dormir antes de irse

para siempre. Ella era más de lo que él había soñado. Inteligente, atractiva, dulce,

carismática, con un sentido humano increíble y una gracia única. Por error se




                                                                                   4
habían conocido tiempo atrás. Ambos estudiaban en la misma universidad y nunca

se habían cruzado ni por casualidad, hasta que un día, en la biblioteca, él

confundió su agenda con la de ella y se la llevó. La guardó durante el fin de

semana, mientras llamaba constantemente al número escrito con tinta azul en la

primera página, donde usualmente se encuentran los datos personales. No tuvo

respuesta hasta el domingo por la noche cuando, sin saberlo y sin haberla

escuchado antes, reconoció su voz tras la bocina.

     La escuchó, la sintió, se enamoró de ella y un año después se casaron. La amó,

con todo lo que pudo hacerlo, quiso crear un mundo inimaginable para hacerla

feliz, y le daría su vida… si hubiera tenido la oportunidad.

     Al ver al niño dormido, la vio también. Migue, como cariñosamente le decía

su familia, guardaba muchos rasgos de ella: sus ojos, sus manos y hasta el color de

su cabello. Sintió un poco de nostalgia, pero recordó las últimas palabras que había

escuchado de su boca antes de que partiera a hacerle compañía a los ángeles:      <<No


importa lo que pase, recuerda que tu siempre has sido el más fuerte, especialmente para

Migue>>. Con esta certeza, se secó la única lágrima que había alcanzado a salir. Se

incorporó en la cama junto al niño y trató de conciliar el sueño, aunque esperó

hasta las cinco de la mañana para lograrlo. En la mañana temprano, se vistió para

la oficina como de costumbre. Se disponía a salir con Migue para llevarlo al colegio,

cuando de repente timbraron en la puerta. Era un abogado. Aunque le causó

sorpresa la presencia de este personaje, comprendió que estaba relacionada con la




                                                                                     5
reciente muerte de su padre, al ver los papeles notariales y escrituras que traía;

pero aún así le preguntó:

     —¿Qué lo trae por aquí?

     —Vine a hablar de su padre —reconoció el abogado, quien tenía un aspecto

un poco hosco.

     —Eso ya lo sé, pero ¿Por qué? —contestó fríamente, desconfiado por la

actitud desafiante de aquel hombre que le pareció más un tinterillo barato que un

hombre serio.

     —La verdad vengo a hablar de una propiedad que tenía su padre en una

región llamada “Pueblo Viejo”.

     —¿Cuál propiedad?, yo no tenía idea de que mi papá tuviera una casa en ese

lugar —preguntó sorprendido.

     —Pues eso le cuento, está ubicada cerca de una vereda, y más que una casa, es

una hacienda.

     Juan Miguel no entendía nada. Se suponía que él estaba enterado de todas las

propiedades que tenía su padre.

     —Bueno, es un lugar un poco alejado de la civilización. Además está algo

descuidado. Su padre sólo la conservaba para que su tío tuviera un lugar donde

vivir.

     —¿Qué? —Exclamó mucho más confundido— ¿cuál tío? —preguntó

estupefacto.



                                                                                 6
El abogado lo miró fijamente como queriendo explicarle todo sólo con una

mirada.

     —No tengo idea de qué tío me esta hablando— insistió.

     —Señor Montemadero, yo sinceramente no sé por qué su padre se lo

ocultaría, pero así es —replicó— de todas formas yo no vine a hablar de él, lo que

pasa es que hay muchas personas reclamando ese terreno.

     Aunque ya se había hecho tarde para salir, olvidó por un momento sus

obligaciones y se sentó despacio en una silla del comedor, mientras revisaba las

dichosas escrituras.

     —¡Esto no puede ser! —se repetía una y otra vez, completamente asombrado

—¿Por qué nunca me lo dijo?

     En ese momento Miguel Ángel salió del cuarto apenas colgándose el maletín.

     —¡Ya estoy listo! —interrumpió a los dos señores. Entonces su padre

reaccionó y volvió a la realidad, observó el reloj y dio un brinco. Se hizo tarde.

     Le echó un vistazo al abogado aún con cara de sorpresa; no salía de su

asombro. Trató de coordinar los movimientos para tomar a Migue de la mano,

despedirse del abogado, ordenar los papeles, programar una nueva cita… en fin, la

perplejidad no le permitió organizar sus ideas. Se quedó quieto y en silencio un

segundo frente al abogado, quien lo observaba sorprendido por su extraño y poco

común comportamiento.




                                                                                     7
— Si quiere, vaya a mi oficina esta tarde y hablamos, ¿de acuerdo?—fue lo

último que le dijo al abogado antes de ofrecerle la puerta de salida.

     Durante el camino hacia el colegio no pronunció una palabra. Migue lo

observaba preocupado pero él ni se inmutó. Viajando rumbo a la oficina fue igual.

Se sentó frente a su escritorio a pensar en lo que estaba sucediendo. La gente de la

oficina estaba extrañada con su actitud, pues no había saludado a nadie al entrar;

caminaba como si fuera rompiendo el viento. Cerró la puerta y no hizo ningún tipo

de comentario, ni siquiera a su secretaria personal, quien era la más asustada. Y es

que no era para menos. Juan Miguel Montemadero fue en alguna época un hombre

de admirar; todos en el trabajo lo apreciaban por ser buen jefe, buen amigo, buen

compañero.

     A pesar de ser el hijo mayor del dueño de la textilera, nunca se sintió superior

a los demás, jamás juzgó a nadie y era un hombre que amaba lo que hacía, o al

menos eso era lo que los demás podían percibir al ver la entrega, la dedicación y la

pasión con la que tomaba hasta la más mínima decisión. Todo lo que significara el

bienestar de la empresa y de sus empleados, se convertía siempre en un objetivo

para él. Este Ingeniero Industrial de treinta y cuatro años recién cumplidos, supo

desde niño que su vida sería trabajar hombro a hombro con su padre. Sus

hermanos menores, Santiago y Camila, prefirieron tomar otros rumbos. Santiago,

publicista exitoso, vivía en Argentina desde hacía cinco años. Camila por su parte

era psicóloga y se había independizado de la casa paterna unos meses después de



                                                                                    8
la muerte de su madre. Desde la partida de Amanda, se convirtió en un gran apoyo

y la mejor compañía para Juan Miguel y para el niño, hasta que le surgió la

oportunidad de irse a vivir y a trabajar en España. No obstante él, Juan Miguel, ya

no era el mismo. Quedar viudo con un niño de cinco años fue algo que lo marcó

para siempre. Se convirtió en un hombre más serio, más estricto; dejó atrás mucha

de su gracia.

     Ahora era introvertido y reservado, a veces hasta un poco tosco con sus

empleados, pero sin intención de lastimar a nadie. Era claro que nada iba a

reemplazar a Amanda, y eso Camila, su hermana, lo entendía perfectamente, pero

su intención nunca fue ésa, al contrario, deseaba catalizar la energía que Juan

Miguel gastaba pensando y sufriendo por su esposa para que la invirtiera en

enriquecer su relación con Migue. Juan Miguel por su parte, simplemente pensaba

que debía aprender a vivir sin ella, aunque eso le costara el resto de la vida. Igual,

no sentía afán.

     Sin embargo, la resignación era algo que no iba con el carácter de Juan

Miguel, y sus seres más cercanos lo sabían. Había algo más marcado en la

personalidad de este hombre, y era su idea de que los demás no debían sufrir por

sus dolores ni responder por sus errores. Para él era más sano y correcto ahogarse

solo en el dolor, hundirse sin ayuda de nadie en un infierno personal, desolador y

sin escape, pero sin otra victima más que su propia conciencia. Así fue como la

gente que lo rodeaba aprendió a verlo, tal como él quería: imbatible y certero ante



                                                                                    9
el sufrimiento, sin que una pizca de audacia de alguien por ahí lo delatara en su

debilidad y se viera en la penosa obligación de decirle        <<Pobre   hombre>>. Que

alguien sintiera pena por él era algo que no podía soportar.

     Por eso, quienes lo conocían, en su casa o en su trabajo, se comportaban como

si nada hubiera pasado, jamás tocaban un tema que pudiera traer recuerdos, y

aunque continuamente comentaban en secreto los pormenores de su vida, Juan

Miguel asumía su discreción como una muestra de respeto, más que a su cargo

como jefe, a su dolor el cual, a pesar de negarlo, todos conocían. Pero lo que

ocurría esa tarde en que él entró sin mirar a nadie era demasiado extraño. Dando

vueltas a medias en la silla giratoria de cuero que había traído de Alemania el año

anterior, para que hiciera juego con el sofá que su padre le había regalado, según

él, para darle “clase” a la oficina, Juan Miguel fue interrumpido en sus

divagaciones cuando alguien tocó la puerta y la entreabrió.

     —¿Puedo pasar? —se anunció Juan José.

     —Si claro, ¡entre!

     Juan José se sentó frente a él y le preguntó extrañado:

     —¿Qué tiene tocayo?

     —Nada, no me pasa nada —respondió Juan Miguel evadiéndolo mientras

jugaba con la pelota de caucho que Juan José reconocía perfectamente como el

elemento que su amigo usaba cuando tenía una carga grande en el pecho. Aún así

no lo mencionó, prefería obtenerlo de sus propias palabras.



                                                                                    10
—Entonces, ¿por qué llegó así? No saludó a nadie y creo que no ha tenido en

cuenta que tenemos junta en quince minutos y no me ha entregado la lista de los

nuevos proveedores de este mes —fue lo único que le dijo para tratar de aterrizarlo

a la realidad.

     Juan Miguel se tomó la cabeza con las dos manos.

     —¡Carajo! —exclamó— No me acordaba… Dígales por favor que estoy listo

en media hora.

     Juan José seguía desconcertado. Era un hombre demasiado suspicaz como

para quedarse sin saber los detalles que rodeaban la extraña actitud de su amigo

de toda la vida, así que insistió:

     —En serio, ¿no me va a decir que le pasó?

     Pero Juan Miguel no era muy fácil de persuadir.

     —No me pasa nada —afirmó de nuevo.

     —Ay viejito, por favor, no me salga ahora con eso. Usted es el tipo más

organizado, puntual y hasta psicorígido que yo conozco —trató de bromear para

inducir una respuesta, pero Juan Miguel seguía inerme ante sus intentos; no se

permitía una indiscreción y sólo se limitó a reclamarle por aquel comentario:

     —No, pues, ¡Gracias por lo que me toca!

     Ya Juan José estaba empezando a sentir que por más intentos que hiciera no

iba a lograr mucho, así que acudió a su último recurso: un remedo de súplica en un

tono más piadoso:



                                                                                 11
—En serio, cuénteme. Yo soy su partner, su amigo… no se quede con lo que

lleva ahí dentro que se me ahoga.

     Juan Miguel suspiró. Era hora de abrir el corazón, pues analizando las

palabras de su amigo, no estaba tan lejos de la realidad: si no hablaba, se ahogaría.

     —Es una historia muy larga —susurró— Hay cosas en la vida de mi papá que

yo no conocía…

     —No me diga… déjeme adivinar… ¿un hijo natural? —se aventuró a afirmar

Juan José— ¡Eso siempre pasa!

     —¡No!, ya fuera eso —respondió Juan Miguel— tal vez para algo así me

hubiera preparado; pero no.

     Juan José seguía muy sorprendido mientras su amigo continuaba el relato.

     —Ahora resulta que tengo una casa, unos terrenos, un ganado y un tío con los

que no contaba.

     Su amigo quedó de una sola pieza al recibir la noticia;      <<Increíble>>,   fue lo

único que pudo decir.

     —Lo sé; el abogado de mi papá fue esta mañana a mi casa y me lo comentó…

mire esto —dijo mientras le enseñaba las escrituras de aquellas tierras. Juan José las

analizó minuciosamente y dijo:

     —Si, todo esta en orden… y, ¿Ahora?




                                                                                       12
—Ahora…—suspiró Juan Miguel —pues no sé, el abogado dice que la casa

esta prácticamente abandonada pero que allí vive mi famoso tío, y que además hay

varias personas detrás de ese terreno.

     —¿Sabe que eso es muy común tocayo? Cuando unas tierras han estado sin

dueño o sin alguien que las vigile por mucho tiempo, el Estado, otras entidades y

gente ajena busca por todos los medios quedarse con ellas. Tiene que pensar muy

bien qué va a hacer.

     —Pues por ahora, buscar en la casa de mi papá a ver qué más puede estar

escondiendo —comentó Juan Miguel de forma jocosa— y después… —suspiró—

iré a buscar a ese tío.

     Juan José sonrió expresando su aprobación. Era hora de encontrar ese pasado.

Juan Miguel llegó a la casa de su padre pasado el medio día. Necesitaba saber si

antes de morir le había ocultado algo más que la existencia de un pariente. Sin

levantar sospechas entre los empleados de aquella casa fría y ahora tan sola por la

ausencia de Don Adolfo, indagó minuciosamente en cada una de las partes donde

sabía que podía encontrar cosas importantes. De pronto, descubrió una caja fuerte

que no había visto antes, detrás de un cuadro legítimo de Picasso que su padre

compró en un famoso museo de París durante uno de sus muchos viajes de

aniversario, que Juan Miguel recordaba como las épocas perfectas para que él y sus

hermanos hicieran su voluntad en casa y transformaran el lugar en un campo de

diversión, pues evidentemente ellos no estaban incluidos en ese tipo de planes



                                                                                 13
turísticos de sus padres. Retiró con cuidado la obra y encontró allí justo lo que

necesitaba. Eran fotos de juventud de su padre, quien, en su mayoría, se

encontraba acompañado de un hombre muy parecido a él. Se sorprendió al ver

toda la información que Adolfo Montemadero tenía ahí guardada como un tesoro

invaluable que no dio a conocer jamás: documentos de aquella casa misteriosa y de

terrenos aledaños. Pero lo que más le asustó fue ver los documentos que hacían

referencia a un paciente de una clínica de reposo, cuyo acudiente era su propio

padre. Se preguntó si esos papeles tenían que ver con su tío. Si era así, estaba

comenzando a entender muchas cosas.

     —Juan Miguel, nadie me dijo que estaba aquí —lo sorprendió Mercedes, el

ama de llaves de la casa, que llevaba un rato observándolo desde la puerta

mientras él revisaba aquellos documentos.

     —Que pena Mercedes, yo estaba… estaba… aquí… revisando unas cosas de

mi papá —contestó inquieto al sentirse descubierto, pero al parecer Mercedes no le

había prestado atención.

     —Ay mi Juan, definitivamente esta casa sin su papá ya no es la misma —

sollozó mientras recorría lentamente el espacio con la mirada.

     Juan Miguel hizo el mismo movimiento involuntario y le respondió con un

tono de soledad solidaria, pues él tenía la misma sensación estando allí.

     —Sí, el viejo hace falta —susurró.




                                                                                14
—¿Quiere tomar algo? —preguntó Mercedes cambiando radicalmente el tono

y el tema. Juan Miguel no aceptó argumentando que ya iba de salida.

        —Una última pregunta, Mercedes: ¿Qué cree que debemos hacer con esta

casa?, me parece que es demasiado grande para que se quede aquí solita.

        Esta pregunta era una gran sorpresa para ella. En cuarenta años de fiel

servicio a la familia Montemadero, nunca nadie le había consultado una decisión

sobre la casa, a pesar de saber que si ésta funcionaba como lo hacía, era gracias a

ella.

        —Me parece que podemos venderla y compramos para usted un apartamento

más pequeño, ¿qué opina?

        A pesar de lo grato que era el saber que su voz sería escuchada, la opción de

irse a otro lugar no había sido contemplada jamás, pues sólo una vez en su vida

había cambiado de casa, y eso fue a los quince años cuando llegó de su pueblo

natal y se instaló en aquella gran mansión para trabajar como mucama. La vejez

era un enemigo implacable para sus intenciones de cambio y además ese

inesperado estado de soledad que le había llegado sin darse cuenta le transformó el

ánimo y las ganas de vivir en una constante disputa en contra del tiempo, en

espera paciente de la llegada de la muerte. Pero Juan Miguel no estaba dispuesto a

permitir que su nana, su segunda madre, se ahogara en el dolor, así que le aseguró

ayudarla y hasta le propuso que se fuera a vivir con él y con el niño. Ella




                                                                                   15
simplemente prometió que iba a tener en cuenta su idea y lo pensaría con cabeza

fría.

        Aquella tarde Juan Miguel no regresó a su oficina. Después de pensarlo bien

tomó la decisión que le pareció más acertada. Se fue a su casa, empacó un par de

maletas con lo primero que encontró y se dispuso a emprender el viaje para

encontrar a su tío, pero primero recogió a su hijo en el colegio y le explicó la

situación. Pidió a Maria Liz, la esposa de Juan José, el favor de que cuidara de su

niño el tiempo que estuviera de viaje y coordinó todo con su socio y amigo para

que se hiciera cargo de la empresa. <<Vuelvo en tres días>>.




                                                                                 16

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

La actualidad más candente (17)

Until Friday Night
Until Friday NightUntil Friday Night
Until Friday Night
 
Trampa Desvelada-Graham Lynne
Trampa Desvelada-Graham LynneTrampa Desvelada-Graham Lynne
Trampa Desvelada-Graham Lynne
 
El Medallón del Mago
El Medallón del MagoEl Medallón del Mago
El Medallón del Mago
 
Lecturas complementarias de 7º año 8º año mayo (autoguardado)
Lecturas complementarias de 7º año  8º año mayo (autoguardado)Lecturas complementarias de 7º año  8º año mayo (autoguardado)
Lecturas complementarias de 7º año 8º año mayo (autoguardado)
 
IYOB_Cap Dos
IYOB_Cap DosIYOB_Cap Dos
IYOB_Cap Dos
 
Relato
RelatoRelato
Relato
 
No hay fin que valga de Anónimo
No hay fin que valga de AnónimoNo hay fin que valga de Anónimo
No hay fin que valga de Anónimo
 
Cuentos poco conocidos Vol. I
Cuentos poco conocidos Vol. ICuentos poco conocidos Vol. I
Cuentos poco conocidos Vol. I
 
Gaceta golondrinas 004
Gaceta golondrinas 004Gaceta golondrinas 004
Gaceta golondrinas 004
 
De todas las cárceles de Elxena
De todas las cárceles de ElxenaDe todas las cárceles de Elxena
De todas las cárceles de Elxena
 
JACKELINE FUE UNA AMIGA MIA - RAFAEL BEJARANO
JACKELINE FUE UNA AMIGA MIA - RAFAEL BEJARANOJACKELINE FUE UNA AMIGA MIA - RAFAEL BEJARANO
JACKELINE FUE UNA AMIGA MIA - RAFAEL BEJARANO
 
Chackrams para la eternidad de Ellie
Chackrams para la eternidad de EllieChackrams para la eternidad de Ellie
Chackrams para la eternidad de Ellie
 
LCdN - 3E
LCdN - 3ELCdN - 3E
LCdN - 3E
 
"Al sur" de Carbonila
"Al sur" de Carbonila"Al sur" de Carbonila
"Al sur" de Carbonila
 
DOCENTE
DOCENTEDOCENTE
DOCENTE
 
DOCENTE
DOCENTEDOCENTE
DOCENTE
 
Relato
RelatoRelato
Relato
 

Similar a La Mujer del Vampiro (Cap. 1) - Érika Ángel

...............
..............................
...............barbyirb
 
...................
......................................
...................barbyirb
 
Ejercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo Rey
Ejercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo ReyEjercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo Rey
Ejercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo ReyGuayabal15
 
Mas consejos patronio
Mas consejos patronioMas consejos patronio
Mas consejos patroniotonia07
 
Antología del Cuento Misterioso excelentino
Antología del Cuento Misterioso excelentinoAntología del Cuento Misterioso excelentino
Antología del Cuento Misterioso excelentinoexcelntinos
 
ORACIÓN - ¿Quién eres?
ORACIÓN - ¿Quién eres?ORACIÓN - ¿Quién eres?
ORACIÓN - ¿Quién eres?MJDspain
 
Cuento: Hay espacio para todos Diana Cornejo
Cuento: Hay espacio para todos Diana CornejoCuento: Hay espacio para todos Diana Cornejo
Cuento: Hay espacio para todos Diana Cornejorenatoflores270111
 
¿Viaje Imaginario?
¿Viaje Imaginario?¿Viaje Imaginario?
¿Viaje Imaginario?Analy Melo
 
Una chica y un muchacho[1]
Una chica y un muchacho[1]Una chica y un muchacho[1]
Una chica y un muchacho[1]CristelaMacin
 
Amores que matan
Amores que matanAmores que matan
Amores que matanfloribella
 
El llanto de las caléndulas
El llanto de las caléndulasEl llanto de las caléndulas
El llanto de las caléndulasNombre Apellidos
 
El hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujada
El hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujadaEl hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujada
El hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujadacorreo correo
 

Similar a La Mujer del Vampiro (Cap. 1) - Érika Ángel (20)

...............
..............................
...............
 
...................
......................................
...................
 
2ºd
2ºd2ºd
2ºd
 
Ejercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo Rey
Ejercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo ReyEjercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo Rey
Ejercicio de escritura en la Institucion Educativa Cristo Rey
 
Mas consejos patronio
Mas consejos patronioMas consejos patronio
Mas consejos patronio
 
Antología del Cuento Misterioso excelentino
Antología del Cuento Misterioso excelentinoAntología del Cuento Misterioso excelentino
Antología del Cuento Misterioso excelentino
 
ORACIÓN - ¿Quién eres?
ORACIÓN - ¿Quién eres?ORACIÓN - ¿Quién eres?
ORACIÓN - ¿Quién eres?
 
LECTURA 1 MAYO.docx
LECTURA   1 MAYO.docxLECTURA   1 MAYO.docx
LECTURA 1 MAYO.docx
 
Hunter
HunterHunter
Hunter
 
Cuento: Hay espacio para todos Diana Cornejo
Cuento: Hay espacio para todos Diana CornejoCuento: Hay espacio para todos Diana Cornejo
Cuento: Hay espacio para todos Diana Cornejo
 
Nmspa1 mf
Nmspa1 mfNmspa1 mf
Nmspa1 mf
 
¿Viaje Imaginario?
¿Viaje Imaginario?¿Viaje Imaginario?
¿Viaje Imaginario?
 
Metamorfosis
MetamorfosisMetamorfosis
Metamorfosis
 
Claridad y oscuridad
Claridad y oscuridadClaridad y oscuridad
Claridad y oscuridad
 
Una chica y un muchacho[1]
Una chica y un muchacho[1]Una chica y un muchacho[1]
Una chica y un muchacho[1]
 
Amores que matan
Amores que matanAmores que matan
Amores que matan
 
Amores que matan
Amores que matanAmores que matan
Amores que matan
 
El llanto de las caléndulas
El llanto de las caléndulasEl llanto de las caléndulas
El llanto de las caléndulas
 
El hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujada
El hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujadaEl hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujada
El hijo de la justicia capitulo 3 la mecedora embrujada
 
Revista 17 Parte 1
Revista 17 Parte 1Revista 17 Parte 1
Revista 17 Parte 1
 

La Mujer del Vampiro (Cap. 1) - Érika Ángel

  • 1. LA MUJER DEL VAMPIRO Erika Ángel Tamayo
  • 2. A mi familia, que es origen y esencia A mi compañerito de guerras y batallas En el universo paralelo en el que vivo Al Creador Supremo de vida y realidad, Que cada mañana destapa mi caja de Pandora Y con un toque convierte en posible lo imposible. A los que creen y no creen en los sueños A los que encuentran el azul de las estrellas A los que luchan cada día por tocar el cielo Con las manos llenas de miel y utopía. Si vivo es gracias a ellos, Si respiro es por y para ellos Si escribo es para contar sus historias Con mi propia voz 2
  • 3. “En todo el universo evolucionado La única religión, la religión universal, Consiste en vivir en amor, Porque el amor es Dios” ~ Enrique Barrios ~ 3
  • 4. Se levantó a media noche para tomar un vaso de agua; no podía dormir. Era una noche despejada llena de “estrellitas azules” como ella solía llamarlas. —¡Amanda!… —suspiró. Entró a su cuarto, puso el vaso en la mesa de noche y fue sorprendido por una voz dulce detrás de él. —Papá, ¿mi abuelito esta con mi mamá ahora? —preguntó el pequeño con la inocencia única que se puede tener a esa edad. Él se sorprendió con la pregunta; por supuesto, la respuesta debía ser muy inteligente, pero lo único que atinó a contestarle fue un simple: <<¡Claro que sí campeón!>>. El niño se quedó viéndolo como quien acepta una respuesta con resignación. Su padre entendió que no había sido suficientemente convincente, así que pretendió persuadirlo de otra forma. —¿Quieres dormir conmigo esta noche? —le preguntó y el pequeño asintió. Lo tomó cargado y lo puso al costado donde Amanda solía dormir antes de irse para siempre. Ella era más de lo que él había soñado. Inteligente, atractiva, dulce, carismática, con un sentido humano increíble y una gracia única. Por error se 4
  • 5. habían conocido tiempo atrás. Ambos estudiaban en la misma universidad y nunca se habían cruzado ni por casualidad, hasta que un día, en la biblioteca, él confundió su agenda con la de ella y se la llevó. La guardó durante el fin de semana, mientras llamaba constantemente al número escrito con tinta azul en la primera página, donde usualmente se encuentran los datos personales. No tuvo respuesta hasta el domingo por la noche cuando, sin saberlo y sin haberla escuchado antes, reconoció su voz tras la bocina. La escuchó, la sintió, se enamoró de ella y un año después se casaron. La amó, con todo lo que pudo hacerlo, quiso crear un mundo inimaginable para hacerla feliz, y le daría su vida… si hubiera tenido la oportunidad. Al ver al niño dormido, la vio también. Migue, como cariñosamente le decía su familia, guardaba muchos rasgos de ella: sus ojos, sus manos y hasta el color de su cabello. Sintió un poco de nostalgia, pero recordó las últimas palabras que había escuchado de su boca antes de que partiera a hacerle compañía a los ángeles: <<No importa lo que pase, recuerda que tu siempre has sido el más fuerte, especialmente para Migue>>. Con esta certeza, se secó la única lágrima que había alcanzado a salir. Se incorporó en la cama junto al niño y trató de conciliar el sueño, aunque esperó hasta las cinco de la mañana para lograrlo. En la mañana temprano, se vistió para la oficina como de costumbre. Se disponía a salir con Migue para llevarlo al colegio, cuando de repente timbraron en la puerta. Era un abogado. Aunque le causó sorpresa la presencia de este personaje, comprendió que estaba relacionada con la 5
  • 6. reciente muerte de su padre, al ver los papeles notariales y escrituras que traía; pero aún así le preguntó: —¿Qué lo trae por aquí? —Vine a hablar de su padre —reconoció el abogado, quien tenía un aspecto un poco hosco. —Eso ya lo sé, pero ¿Por qué? —contestó fríamente, desconfiado por la actitud desafiante de aquel hombre que le pareció más un tinterillo barato que un hombre serio. —La verdad vengo a hablar de una propiedad que tenía su padre en una región llamada “Pueblo Viejo”. —¿Cuál propiedad?, yo no tenía idea de que mi papá tuviera una casa en ese lugar —preguntó sorprendido. —Pues eso le cuento, está ubicada cerca de una vereda, y más que una casa, es una hacienda. Juan Miguel no entendía nada. Se suponía que él estaba enterado de todas las propiedades que tenía su padre. —Bueno, es un lugar un poco alejado de la civilización. Además está algo descuidado. Su padre sólo la conservaba para que su tío tuviera un lugar donde vivir. —¿Qué? —Exclamó mucho más confundido— ¿cuál tío? —preguntó estupefacto. 6
  • 7. El abogado lo miró fijamente como queriendo explicarle todo sólo con una mirada. —No tengo idea de qué tío me esta hablando— insistió. —Señor Montemadero, yo sinceramente no sé por qué su padre se lo ocultaría, pero así es —replicó— de todas formas yo no vine a hablar de él, lo que pasa es que hay muchas personas reclamando ese terreno. Aunque ya se había hecho tarde para salir, olvidó por un momento sus obligaciones y se sentó despacio en una silla del comedor, mientras revisaba las dichosas escrituras. —¡Esto no puede ser! —se repetía una y otra vez, completamente asombrado —¿Por qué nunca me lo dijo? En ese momento Miguel Ángel salió del cuarto apenas colgándose el maletín. —¡Ya estoy listo! —interrumpió a los dos señores. Entonces su padre reaccionó y volvió a la realidad, observó el reloj y dio un brinco. Se hizo tarde. Le echó un vistazo al abogado aún con cara de sorpresa; no salía de su asombro. Trató de coordinar los movimientos para tomar a Migue de la mano, despedirse del abogado, ordenar los papeles, programar una nueva cita… en fin, la perplejidad no le permitió organizar sus ideas. Se quedó quieto y en silencio un segundo frente al abogado, quien lo observaba sorprendido por su extraño y poco común comportamiento. 7
  • 8. — Si quiere, vaya a mi oficina esta tarde y hablamos, ¿de acuerdo?—fue lo último que le dijo al abogado antes de ofrecerle la puerta de salida. Durante el camino hacia el colegio no pronunció una palabra. Migue lo observaba preocupado pero él ni se inmutó. Viajando rumbo a la oficina fue igual. Se sentó frente a su escritorio a pensar en lo que estaba sucediendo. La gente de la oficina estaba extrañada con su actitud, pues no había saludado a nadie al entrar; caminaba como si fuera rompiendo el viento. Cerró la puerta y no hizo ningún tipo de comentario, ni siquiera a su secretaria personal, quien era la más asustada. Y es que no era para menos. Juan Miguel Montemadero fue en alguna época un hombre de admirar; todos en el trabajo lo apreciaban por ser buen jefe, buen amigo, buen compañero. A pesar de ser el hijo mayor del dueño de la textilera, nunca se sintió superior a los demás, jamás juzgó a nadie y era un hombre que amaba lo que hacía, o al menos eso era lo que los demás podían percibir al ver la entrega, la dedicación y la pasión con la que tomaba hasta la más mínima decisión. Todo lo que significara el bienestar de la empresa y de sus empleados, se convertía siempre en un objetivo para él. Este Ingeniero Industrial de treinta y cuatro años recién cumplidos, supo desde niño que su vida sería trabajar hombro a hombro con su padre. Sus hermanos menores, Santiago y Camila, prefirieron tomar otros rumbos. Santiago, publicista exitoso, vivía en Argentina desde hacía cinco años. Camila por su parte era psicóloga y se había independizado de la casa paterna unos meses después de 8
  • 9. la muerte de su madre. Desde la partida de Amanda, se convirtió en un gran apoyo y la mejor compañía para Juan Miguel y para el niño, hasta que le surgió la oportunidad de irse a vivir y a trabajar en España. No obstante él, Juan Miguel, ya no era el mismo. Quedar viudo con un niño de cinco años fue algo que lo marcó para siempre. Se convirtió en un hombre más serio, más estricto; dejó atrás mucha de su gracia. Ahora era introvertido y reservado, a veces hasta un poco tosco con sus empleados, pero sin intención de lastimar a nadie. Era claro que nada iba a reemplazar a Amanda, y eso Camila, su hermana, lo entendía perfectamente, pero su intención nunca fue ésa, al contrario, deseaba catalizar la energía que Juan Miguel gastaba pensando y sufriendo por su esposa para que la invirtiera en enriquecer su relación con Migue. Juan Miguel por su parte, simplemente pensaba que debía aprender a vivir sin ella, aunque eso le costara el resto de la vida. Igual, no sentía afán. Sin embargo, la resignación era algo que no iba con el carácter de Juan Miguel, y sus seres más cercanos lo sabían. Había algo más marcado en la personalidad de este hombre, y era su idea de que los demás no debían sufrir por sus dolores ni responder por sus errores. Para él era más sano y correcto ahogarse solo en el dolor, hundirse sin ayuda de nadie en un infierno personal, desolador y sin escape, pero sin otra victima más que su propia conciencia. Así fue como la gente que lo rodeaba aprendió a verlo, tal como él quería: imbatible y certero ante 9
  • 10. el sufrimiento, sin que una pizca de audacia de alguien por ahí lo delatara en su debilidad y se viera en la penosa obligación de decirle <<Pobre hombre>>. Que alguien sintiera pena por él era algo que no podía soportar. Por eso, quienes lo conocían, en su casa o en su trabajo, se comportaban como si nada hubiera pasado, jamás tocaban un tema que pudiera traer recuerdos, y aunque continuamente comentaban en secreto los pormenores de su vida, Juan Miguel asumía su discreción como una muestra de respeto, más que a su cargo como jefe, a su dolor el cual, a pesar de negarlo, todos conocían. Pero lo que ocurría esa tarde en que él entró sin mirar a nadie era demasiado extraño. Dando vueltas a medias en la silla giratoria de cuero que había traído de Alemania el año anterior, para que hiciera juego con el sofá que su padre le había regalado, según él, para darle “clase” a la oficina, Juan Miguel fue interrumpido en sus divagaciones cuando alguien tocó la puerta y la entreabrió. —¿Puedo pasar? —se anunció Juan José. —Si claro, ¡entre! Juan José se sentó frente a él y le preguntó extrañado: —¿Qué tiene tocayo? —Nada, no me pasa nada —respondió Juan Miguel evadiéndolo mientras jugaba con la pelota de caucho que Juan José reconocía perfectamente como el elemento que su amigo usaba cuando tenía una carga grande en el pecho. Aún así no lo mencionó, prefería obtenerlo de sus propias palabras. 10
  • 11. —Entonces, ¿por qué llegó así? No saludó a nadie y creo que no ha tenido en cuenta que tenemos junta en quince minutos y no me ha entregado la lista de los nuevos proveedores de este mes —fue lo único que le dijo para tratar de aterrizarlo a la realidad. Juan Miguel se tomó la cabeza con las dos manos. —¡Carajo! —exclamó— No me acordaba… Dígales por favor que estoy listo en media hora. Juan José seguía desconcertado. Era un hombre demasiado suspicaz como para quedarse sin saber los detalles que rodeaban la extraña actitud de su amigo de toda la vida, así que insistió: —En serio, ¿no me va a decir que le pasó? Pero Juan Miguel no era muy fácil de persuadir. —No me pasa nada —afirmó de nuevo. —Ay viejito, por favor, no me salga ahora con eso. Usted es el tipo más organizado, puntual y hasta psicorígido que yo conozco —trató de bromear para inducir una respuesta, pero Juan Miguel seguía inerme ante sus intentos; no se permitía una indiscreción y sólo se limitó a reclamarle por aquel comentario: —No, pues, ¡Gracias por lo que me toca! Ya Juan José estaba empezando a sentir que por más intentos que hiciera no iba a lograr mucho, así que acudió a su último recurso: un remedo de súplica en un tono más piadoso: 11
  • 12. —En serio, cuénteme. Yo soy su partner, su amigo… no se quede con lo que lleva ahí dentro que se me ahoga. Juan Miguel suspiró. Era hora de abrir el corazón, pues analizando las palabras de su amigo, no estaba tan lejos de la realidad: si no hablaba, se ahogaría. —Es una historia muy larga —susurró— Hay cosas en la vida de mi papá que yo no conocía… —No me diga… déjeme adivinar… ¿un hijo natural? —se aventuró a afirmar Juan José— ¡Eso siempre pasa! —¡No!, ya fuera eso —respondió Juan Miguel— tal vez para algo así me hubiera preparado; pero no. Juan José seguía muy sorprendido mientras su amigo continuaba el relato. —Ahora resulta que tengo una casa, unos terrenos, un ganado y un tío con los que no contaba. Su amigo quedó de una sola pieza al recibir la noticia; <<Increíble>>, fue lo único que pudo decir. —Lo sé; el abogado de mi papá fue esta mañana a mi casa y me lo comentó… mire esto —dijo mientras le enseñaba las escrituras de aquellas tierras. Juan José las analizó minuciosamente y dijo: —Si, todo esta en orden… y, ¿Ahora? 12
  • 13. —Ahora…—suspiró Juan Miguel —pues no sé, el abogado dice que la casa esta prácticamente abandonada pero que allí vive mi famoso tío, y que además hay varias personas detrás de ese terreno. —¿Sabe que eso es muy común tocayo? Cuando unas tierras han estado sin dueño o sin alguien que las vigile por mucho tiempo, el Estado, otras entidades y gente ajena busca por todos los medios quedarse con ellas. Tiene que pensar muy bien qué va a hacer. —Pues por ahora, buscar en la casa de mi papá a ver qué más puede estar escondiendo —comentó Juan Miguel de forma jocosa— y después… —suspiró— iré a buscar a ese tío. Juan José sonrió expresando su aprobación. Era hora de encontrar ese pasado. Juan Miguel llegó a la casa de su padre pasado el medio día. Necesitaba saber si antes de morir le había ocultado algo más que la existencia de un pariente. Sin levantar sospechas entre los empleados de aquella casa fría y ahora tan sola por la ausencia de Don Adolfo, indagó minuciosamente en cada una de las partes donde sabía que podía encontrar cosas importantes. De pronto, descubrió una caja fuerte que no había visto antes, detrás de un cuadro legítimo de Picasso que su padre compró en un famoso museo de París durante uno de sus muchos viajes de aniversario, que Juan Miguel recordaba como las épocas perfectas para que él y sus hermanos hicieran su voluntad en casa y transformaran el lugar en un campo de diversión, pues evidentemente ellos no estaban incluidos en ese tipo de planes 13
  • 14. turísticos de sus padres. Retiró con cuidado la obra y encontró allí justo lo que necesitaba. Eran fotos de juventud de su padre, quien, en su mayoría, se encontraba acompañado de un hombre muy parecido a él. Se sorprendió al ver toda la información que Adolfo Montemadero tenía ahí guardada como un tesoro invaluable que no dio a conocer jamás: documentos de aquella casa misteriosa y de terrenos aledaños. Pero lo que más le asustó fue ver los documentos que hacían referencia a un paciente de una clínica de reposo, cuyo acudiente era su propio padre. Se preguntó si esos papeles tenían que ver con su tío. Si era así, estaba comenzando a entender muchas cosas. —Juan Miguel, nadie me dijo que estaba aquí —lo sorprendió Mercedes, el ama de llaves de la casa, que llevaba un rato observándolo desde la puerta mientras él revisaba aquellos documentos. —Que pena Mercedes, yo estaba… estaba… aquí… revisando unas cosas de mi papá —contestó inquieto al sentirse descubierto, pero al parecer Mercedes no le había prestado atención. —Ay mi Juan, definitivamente esta casa sin su papá ya no es la misma — sollozó mientras recorría lentamente el espacio con la mirada. Juan Miguel hizo el mismo movimiento involuntario y le respondió con un tono de soledad solidaria, pues él tenía la misma sensación estando allí. —Sí, el viejo hace falta —susurró. 14
  • 15. —¿Quiere tomar algo? —preguntó Mercedes cambiando radicalmente el tono y el tema. Juan Miguel no aceptó argumentando que ya iba de salida. —Una última pregunta, Mercedes: ¿Qué cree que debemos hacer con esta casa?, me parece que es demasiado grande para que se quede aquí solita. Esta pregunta era una gran sorpresa para ella. En cuarenta años de fiel servicio a la familia Montemadero, nunca nadie le había consultado una decisión sobre la casa, a pesar de saber que si ésta funcionaba como lo hacía, era gracias a ella. —Me parece que podemos venderla y compramos para usted un apartamento más pequeño, ¿qué opina? A pesar de lo grato que era el saber que su voz sería escuchada, la opción de irse a otro lugar no había sido contemplada jamás, pues sólo una vez en su vida había cambiado de casa, y eso fue a los quince años cuando llegó de su pueblo natal y se instaló en aquella gran mansión para trabajar como mucama. La vejez era un enemigo implacable para sus intenciones de cambio y además ese inesperado estado de soledad que le había llegado sin darse cuenta le transformó el ánimo y las ganas de vivir en una constante disputa en contra del tiempo, en espera paciente de la llegada de la muerte. Pero Juan Miguel no estaba dispuesto a permitir que su nana, su segunda madre, se ahogara en el dolor, así que le aseguró ayudarla y hasta le propuso que se fuera a vivir con él y con el niño. Ella 15
  • 16. simplemente prometió que iba a tener en cuenta su idea y lo pensaría con cabeza fría. Aquella tarde Juan Miguel no regresó a su oficina. Después de pensarlo bien tomó la decisión que le pareció más acertada. Se fue a su casa, empacó un par de maletas con lo primero que encontró y se dispuso a emprender el viaje para encontrar a su tío, pero primero recogió a su hijo en el colegio y le explicó la situación. Pidió a Maria Liz, la esposa de Juan José, el favor de que cuidara de su niño el tiempo que estuviera de viaje y coordinó todo con su socio y amigo para que se hiciera cargo de la empresa. <<Vuelvo en tres días>>. 16