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TEORIA CRITICA
CONSTITUCIONAL
La democracia a la
enésima potencia
RICARDO SANÍN RESTREPO
teoría
TEORIA CRITICA
CONSTITUCIONAL
Lademocracia a la enésima
potencia
R ic a r d o S an ín R estrepo
tiront lo blllcftfich
Valencia, 2 0 1 4
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Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni piarte de este libro puede
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TEO RÍA Segunda cptoca
Colección dirigida pior
J orge C erdio v J avier de L u ca s
© Ricardo Sanín Restrepo
© TIRANT LO BLANCI1
EDITA:TIRA N T LO BLANCI1
C / Artes Gráficas, 14 - 46010 -Valencia
TELES.: 96/361 00 48 SO
FAX: 9 6 /3 6 9 41 SI
Em ail:tlb@ tirant.com
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Librería virtual: h t t p :/ / www.tirant.es
ISBN: 978 84 9053 625-4
M AQUETA:Tink Factoría de Color
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atendida su sugerencia, por favor, lea en wwrw.tirant.net/index.php/empresa/poIiticas-de-empresa nuestro
Procedimiento de quejas.
Dedicado a M arinella, al fin mi “Rosebud” r mi pasión a la enésima poten­
cia; y a mi hermano Francisco Eduardo, mi único héroe de infancia que no ha
decepcionado,
r
Indice
INTRO DUCCIÓN. La democracia y su cripta constitucional.....................
Capítulo Primero
EL PADRE SÁDICO
1. El derecho en el nombre del Padre.................................................................
2. Construyendo el universo, las palabras de la censura..............................
3. La dulce gracia de la obediencia a la ley......................................................
4. La metafísica del texto jurídico.......................................................................
Capítulo Segundo
POR QUÉ N O HABERM AS: DEL ENGAÑO LIBERAL A LA
DEM OCRACIA RADICAL
1. En contravía del liberalism o.............................................................................
2. La teoría deliberativa y sus componentes....................................................
3. Esquema básico de la razón deliberativa......................................................
4. Racionalidad y objetividad como eliminación de lo político................
5. Igualdad formal y consenso como erradicación de la dem ocracia......
6. La razón dialógica y la opción ideológica del lenguaje............................
7. Solo puede haber diálogo después del cataclism o.....................................
8. Pospolítica: La madriguera del multiculturalismo.....................................
9. El abismo constituyente......................................................................................
10. Fenomenología de la cultura y formas simbólicas, antídoto a la bru­
talidad liberal........................................................................................................
Capítulo Tercero
LA DEM OCRACIA EN TU CARA
1. El fantasma de los universales............................................................
2. El velo es el fan tasm a.............................................................................
3. ¿Cómo funciona el significante vacío? El mundo sin ideología
3.1. Exclusión..........................................................................................
3.2. Lo típico............................................................................................
3.3. La Sutura........................................ ..................................................
3.4. El síntom a........................................................................................
4. Los liberales y su universal, la historia clausurada.......................
5. Soberanía y democracia, el sujeto se aso m a.................................. .
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5.1. Afirmación dccisionista............................................................................ 85
5.2. La clusión liberal: El principio del orden y el orden concreto .... 86
6. La paradoja del poder constituyente.............................. 87
7. El sujeto se hace m undo...................... 88
8. El sol de Heráclito. Escapando de la prisión kelseniana.......................... 92
9. Conclusiones.......................................... 102
Capítulo Cuarto
EN N O M BRE DEL PUEBLO
(DESTRUYENDO A M ARBURY VS. M ADISON)
PARTE I. La arquitectura de la destrucción de la democracia....................... 109
1. La convención de Philadelphia el lugar del pueblo y de las cortes...... 109
2. El Estado nace de la Constitución.................................................................. 111
3. Primeras crisis constitucionales....................................................................... 112
4. Federalistas vs. R epublicanos................................... 117
5. Los papeles de El Federalista............................................................................ 118
PARTE II. El eclipse dela dem ocracia.................................................................... 119
1. Elecciones de 1800. La estrategia federalista en M arbury vs. Madi-
so n ............................................................. 119
2. Respuestas a M arbury.......................... 121
3. ¿Los jueces como agentes del pueblo?........................................................... 123
4. El nudo argumentativo de la teoría normativa........................................... 124
5. La idea de la justicia constitucional en Kclscn c Ircdcll........................... 128
6. Hart Ely y la interpretación constitucional................................................. 129
7. ¿Cómo debe ser la interpretación constitucional?..................................... 130
PARTE III. “ En nombre del Estado” ¿Quien es el verdadero poder consti­
tuyente?.................................................................................................................... 132
1. ¿Dcmo-cracia o D cm o-arquía?................................ 133
2. ¿Quien es el verdadero constituyente?.......................................................... 136
Capítulo Quinto
M ODERNIDAD Y COLONIALIDAD, LA SIMBIOSIS DE LA DO M INACIÓ N
1. De cómo la colonialidad crea la modernidad o el derecho constitucio­
nal en el vacío de supropia historia................................................................. 137
2. El estado nación como perpetuación de la colonialidad......................... 144
3. Las partículas indivisibles del colonialismo y la colonialidad............... 148
1 0 Indice
Capítulo Sexto
LA CIUDAD DE LA FURIA. LA DEM OCRACIA RADICAL O LA
DEM OCRACIA CO M O ÚNICA POLÍTICA
1. Actualización de una vieja disputa: Democracia sin común y totalita­
rismo jurídico......................................... 155
2. Hans Lindahl, el ser y el tiempo del pueblo................................................ 158
3. ¿Es el pueblo inconmensurable para el derecho?....................................... 164
4. Toda objetividad es ideológica: N o hay sistemas cerrados.................... 168
5. Primera aproximación al problema del singular plural........................... 171
6. “Evento” y “ Potentia” : La democracia es verdad, el derecho es cono­
cimiento auto-referencial................................................................................... 176
7. El pueblo como apertura y el derecho como teodicea. Toda verdad es
contingente c ideológica.................................................................................... 181
8. Contingencia y antagonismo como presupuesto del derecho constitu­
cion al........................................................ 185
9. C risis................................................................................................ 191
10. ¿Qué es el pueblo? La democracia es la única forma de lo político.... 195
Capítulo Séptimo
LA NADA Y SU SOM BRA: DEL SIM ULACRO A LA
UNIVERSALIDAD DE LA DEM OCRACIA
1. Un giro de tuerca oetológico........... ............................................................... 201
2. La cncriptación del poder.......................................... 206
3. La mitología de la diferencia y la repetición............................................... 208
3.1. De los M odelos y los Sim ulacros.......................................................... 209
3.2. De los conceptos y las ideas, o de cómo pensar el mundo por sí
m ism os.................................................................................. 217
3.3. El tiempo como repetición:..................................................................... 220
4. El simulacro, o la destitución Deleuziana del Platonismo....................... 226
5. Primer giro de la tuerca, unlversalizar la diferencia.................................. 229
5.1. De cómo la democracia es el orden inmanente de la diferencia.. 235
5.2. El simulacro del capitalism o................................................................... 239
6. El ser en común de la dem ocracia........................... 241
7. El pueblo como excremento de la dem ocracia........................................... 248
8. La resistencia como acción universal de la dem ocracia........................... 255
9. De la desobediencia a la resistencia: La primera misión de la desen-
criptación ........................................................................................ 257
10. Una nueva dialéctica de la democracia o la democracia a la enésima
potencia............... 264
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................ 287
índice
Introducción
LA DEMOCRACIA Y SU CRIPTA
CONSTITUCIONAL
La pregunta es sencilla y abre un universo nuevo de entendi­
m iento: ; puede realm ente una constitución inm ersa en un intenso
proyecto de globalización capitalista transform ar una sociedad polí­
tica nacional y concretar la dem ocracia? Claram ente la cuestión está
dirigida a una generación que ha depositado toda su confianza en
el derecho com o herram ienta prim ordial para lograr una auténtica
justicia social, y que de hecho, tiene entre sus m anos logros signifi­
cativos para seguir confiando en él. Sin em bargo, ¿son estos triunfos
duraderos? O más bien, ¿Serán estos triunfos form as de solidificar
un aparato destinado a la destrucción de toda ecología? ¿Puede una
constitución alterar las gigantescas balanzas de poder mundial y los
intereses que las determ inan? ¿Cuál es la relación entre un capitalis­
mo de casino, mundializado, desregulado, depredador y las luchas
locales por la equidad social? Por ejem plo, y ya esta pregunta es
agónica, ¿puede la constitución pararse de frente ante el Consenso
de W ashington? ¿Ante la privatización de la guerra com o una de va­
rias form as de acum ulación por extracción del 1% de la población
mundial? ¿Ante un sistem a jurídico de escala planetaria com o el
determ inado desde el Banco M undial, el Fondo M onetario Inter­
nacional y el Consejo de Seguridad de la O N U ? Parece un fósforo
prendido en una torm enta eléctrica. La sonrisa de un niño a punto
de calcinarse en m edio de las bom bas inteligentes. Bom bas de Wall
Street, bom bas atóm icas, bom bas de la colonialidad.
Por eso, no será m ás bien que el fenóm eno constitucional es la
form a com o se naturalizan fenóm enos globales de expropiación
y se facilita entonces la acum ulación de una élite económ ica y el
despliegue sin fronteras del terror capitalista. La globalización nos
pone de frente con un problem a incluso más agudo, la inclusión o
funcionam iento ya no de órdenes nacionales perfectam ente dife-
14 Ricardo Sanín Rcstrcpo
renciables con soberanías rígidas, sino de ordenes a diversas escalas
con diferentes fronteras legales, culturales y políticas. O rdenes sig­
nados por elasticidades jurídicas trasnacionales, donde la creación
de los sujetos acontece en diversos nichos de subjetividad política,
com o las bolsas de valores, la privatización incesante del com ún, y
la mundialización de intervenciones v guerras económ icas y milita-
res sin estatutos jurídicos. O rdenes donde el derecho constitucio­
nal, al m enos en su faceta de producción de subjetividades jurídicas,
y de justicia social, parece un fantasm a sacado de otra época, de otra
realidad que no logra asimilar estos nuevos órdenes, sino más bien
se convierte en su socio silencioso ideal.
Estam os lidiando con dos discursos divergentes, de un lado un
esfuerzo titánico y sincero para concretar las prom esas envueltas
en una constitución nacional, por lograr m ediante una com bina­
ción de estrategias de litigio y de activism o judicial los principios
de igualdad y justicia social que encierra la constitución y su pro­
m esa dem ocrática, todo dentro de un sistem a definido de procesos,
norm as, y conjuros legales. Pero este esfuerzo se estrella de frente
con el mundo com o cam po minado, donde estos discursos ya fue­
ron arrum ados por unas prácticas contundentes y despiadadas. Un
m undo donde un sistem a financiero inconm ensurable define lo ju ­
rídico com o su apéndice preform ativa. Un m undo donde un “clic”
en Wall Street arrasa con selvas, cultivos y engendra m iserias con
progresiones geom étricas exponenciales. Un m undo donde el d e­
recho, es a la vez la violencia constante ejercida para legalizar un
sistem a predatorio y el aparato donde se tritura la dem ocracia y sus
dem andas puras y duras de igualdad y justicia. Un m undo donde
las grandes corporaciones deshacen el derecho nacional e interna­
cional desbordados hacia la im plantación total y sin concesiones de
la libertad de m ercado que implica una división del m undo entre
una capa delgada, hedonista y superficial, al m odo de las distopías
de O rw ell, D ick, Huxley o Q ueaneu, los “alpha” resguardados en
paraísos sellados, inmunes e indiferentes. Adherida a ella, bajo las
cuerdas del titiritero del deseo una clase m edia parasitaria del p o ­
der, allí donde la ideología vuela librem ente, que produce riqueza
Teoría crítica constitucional 15
com o masa atónita, com o artefacto de reproducción de fanatism os
y violencias en su color más atroz, que vota, que paga hipotecas.
Una clase que lo único que quiere es prolongar el deleite de su pro­
pia servidum bre, que discurre públicam ente sin pensar y que sabe
muy bien que si despierta de este letargo quizás no tolere la aberra­
ción que ella mism a ha posibilitado.Y al final del corredor de la hu­
m anidad, los “no-seres”, una capa gruesa en el fondo de los m undos
reales, privada de todo, encerrada en un inm enso “sweatshop” ; los
desm em brados, los desterrados de la tierra, los sin nom bre, la m a­
yoría del m undo, los nóm adas de la eternidad, el lugar innom brable
Y m onstruoso de cuya m iseria depende el triunfo del capitalismo.
En otras palabras, ;qué oportunidades tiene una constitución,
clásicam ente liberal, con retazos de prom esas de un m ejor m undo,
ante un universo de estas proporciones? ¿Puede la aplicación sedi­
mentada v singular de derechos sociales ser un antídoto a una lógica
hegem ónica donde, incluyendo los países, todo se com pra, todo se
vende? Un m undo, donde por ejem plo, la existencia de constitucio­
nes nacionales de los grandes poderes y su m ím ica en los ultra-m un­
dos, son la proyección, el acicate m ism o, de la aplicación a rajatabla
de políticas económ icas que em pujan a la mayoría de la población
mundial a una catastrófica condición de ham bre, desplazam iento
y epidemias- un m undo donde Palestina, el más grande cam po de
concentración en la historia de la humanidad posee deuda externa
y donde Europa se devora a sí misma com o m uestra del fracaso m i­
serable y contundente del proyecto liberal. En fin, ¿cuántas tutelas,
derechos de am paro, acciones públicas se necesitan para Irenar el
capitalism o? ;Q u é más oscurantism o que creer que la palabra (de la
constitución) es el m ensaje? Q ué más narcisism o y desvarío infantil
que creer que nueve personas interpretando un texto sagrado local
van a cam biar una realidad poseída por un sistem a que se edifica en
la codicia. Por supuesto el m ensaje es que la lucha por la justicia
social debe continuar, la pregunta es por la capacidad que posee un
discurso constitucional nacional para concretarlo.
Ahora bien, si perturbam os profundam ente estos dogm as de
la época y espoliam os sus contenidos elem entales, com enzam os a
16 Ricardo Sanín Rcstrcpo
ver su desnudez, lo que yace tras las apariciones ideológicas de la
constitución, y así una realidad bien distinta se va haciendo nítida,
espantosam ente nítida. Com enzam os a ver la constitución no com o
la obra de una racionalidad pacífica e inclusiva cuya prom esa es el
avance de sociedades enteras hacía un futuro estable y próspero,
sino com o su contrario: com o el esfuerzo m ás sofisticado y siste­
m ático del liberalism o occidental v colonizador para dem oler la d e ­
m ocracia en su sentido radical y ontológico y con ello instalar un
capitalism o brutal e inhumano com o el epicentro de la producción
biopolítica.
Este libro asume todas las preguntas form uladas arriba com o
fundam entales para cualquier filosofía política, especialm ente en sus
derivaciones constitucionales, y confía en que la tínica posibilidad
de una globalización que se oponga a la m iseria del capitalism o y la
devastación liberal yace en el despliegue de una auténtica dem ocra­
cia radical desde los sures globales en lucha contra la colonialidad.
Así que se parte de una preocupación central: la aniquilación sis­
tem ática de la dem ocracia radical por parte del constitucionalism o
liberal contem poráneo y su reconversión a un “sim ulacro” llamado
dem ocracia liberal. En resum en, dem ostraré que así com o la d e­
m ocracia radical es la única antítesis del capitalism o, las constitu­
ciones liberales son la form a más depurada de destrucción de esa
dem ocracia. Por ello toda nuestra artillería argum entativa se dirigeo O
a deshacer estos trabam ientos discursivos que soportan la máquina
de exterm inio dem ocrático.
Este libro no es una com pilación, un tratado o un com entario
que extienda la tradición, y cuya fuerza de repetición infinitesimal
fije unos contenidos inamovibles. Se trata de cancelar el m odo com o
se propaga la ideología liberal a partir de la repetición sorda y adoc­
trinante de sus contenidos, de una generación a la otra, a la otra. Es7 O 7
decir, a diferencia de la tradición liberal y de su arm adura teórica,
no se trata de un trabajo analítico que parta de axiom as definidos
e incuestionables, y que procure un sellam iento sistem ático de sus
dogm as, sino, antes bien, deshace esos axiom as, los desm itifica y
Teoría crítica constitucional 17
los descom pone hasta rebajarlos a su entidad política particular; los
reduce hasta que aparezca su verdadera “presencia” la cual perm ite
a todo sujeto político intervenirla. Se trata entonces de saber que
tras la poderosa e intimidante voz del m ago liberal se oculta un ser
particular y finito, una ideología precaria, arm ada con m ateriales
sum am ente frágiles.O
Así, el propósito del texto es tom arse la dem ocracia seriam ente,
com o único lugar de la política y del “ser” en com ún, y al hacerlo
elabora sus tesis a partir de diez puntos que creo im prescindibles
para responder a la pregunta por la dem ocracia; ellos son: 1) la
necesidad de restaurar el conflicto com o el orden del “ser” de lo
político, de allí su énfasis en deconstruir m odelos jurídicos que fi­
nalm ente confían en una prom esa fraudulenta de consenso y to ta­
litarism o legal; 2) pensar la dem ocracia no desde el Estado de d e­
recho, los derechos humanos y el poder constituido pues estos son
cam inos dogm áticos que exudan un fanatismo jurídico aberrante y
que solo conducen a un callejón sin salida y a la neutralización de la
dem ocracia, sino pensar la dem ocracia desde el abismo del poder
constituyente, la contingencia y la incom pletitud de todo sistem a.
En otras palabras, lo que se requiere con urgencia es situar la d em o­
cracia radical en contra de su versión degradada en la dem ocraciao
liberal; 3) asum ir la im posibilidad de síntesis entre poder constitu­
yente y poder constituido que deriva en: 4) entender plenam ente
la paradoja alojada en todo sistem a norm ativo que afirm a su propia
identidad a través de una serie de exclusiones y de conform ación de
sentidos que crean un “adentro” en perm anente dependencia con un
“afuera” que lo constituye. Veremos que sólo allí podem os encon­
trar el poder constituyente; 5) desenredar el nudo ideológico que
sostiene la estructura jurídica del liberalism o, com o única verdad
posible e incontestable, y así m ostrar sus falacias inm anentes; 6)
señalar un posible cam ino hacia la em ancipación del poder consti­
tuyente del lugar subordinado y renegado al que ha sido som etido
por el form alism o jurídico com o arm a prim ordial de los poderes
constituidos, que son en últimas los cancerberos del capitalism o;
7) apunta a dem ostrar que no es posible hacer filosofía política o
18 Ricardo Sanín Rcslrcpo
constitucional sin tener en cuenta las relaciones sim bióticas entre
m odernidad y colonialidad, lo que determ ina que nuestra realidad
particular sea un objeto de estudio que nuestro derecho constitu­
cional tradicional no sólo neutraliza, sino que rechaza m ediante m a­
niobras ideológicas program adas desde el liberalism o, que es otro
nom bre para la oclusión de la dem ocracia; 8) que la única política
que asume el conflicto y el antagonism o com o su fundam ento es la
dem ocracia; 9) que la dem ocracia es precisam ente la anulación de
las condiciones para gobernar y; 10) que la dem ocracia es la única
y auténtica form a de lo político, pues ofrece el poder com o m edio
para rescindir el poder m ism o y restituye al sujeto “pueblo” com o
centro necesario, pero escurridizo, de la política.
En vista de lo anterior, la finalidad última del libro es d em os­
trar que existe una ontología consustancial a la dem ocracia radical y
que esta no solo describe la dem ocracia com o un fenóm eno aislado
o particular del m undo, sino que dicha ontología es el verdadero
orden del m undo. El m undo solo existe en la dem ocracia. Es fun­
dam ental anunciar aquí que las siete partes de este libro ofrecen un
esfuerzo concatenado que apunta a descifrar el enigm a del poder y
a restablecer el verdadero sentido de la dem ocracia, lo cual im plica
una penetración profunda en los contenidos sagrados del derecho
liberal v la desconstrucción de los postulados más rígidos y estables
de la m odernidad v su extensión constitucional. Existe entonces
una com pacta unidad orgánica de las siete partes que com ponen
la obra, cada una lidia con ideas y realidades particulares, y en esa
m edida cada una proporciona eslabones firm em ente integrados
para concretar el propósito particular del libro. Sin em bargo cada
una de las partes resuelve independientem ente problem as especí­
ficos de la dem ocracia y el constitucionalism o y por ello pueden
ser leídas com o partes independientes. Sin em bargo, el núcleo del
libro, el que destila toda la problem ática y ofrece una luz particular
para iluminarla es el séptim o capítulo. Es aquí donde los hallazgos
v las propuestas teóricas de los dem ás capítulos se intensifican en
un todo consistente, en una unidad que define la universalidad de
la dem ocracia radical. El séptim o capítulo es la síntesis de la d e­
Teoría crítica constitucional 19
m ocracia radical que significa un nuevo principio ontológico de la
política y com o tal el principio m oral de una verdadera legalidad del
“ser en com ún en la diferencia” . Es en el séptim o capítulo donde la
verdad dem ocrática, la dem ocracia a la enésim a potencia, surge de
las som bras del liberalism o, com o esencia norm ativa, com o nueva
“constitución” de la realidad y com o el m odelo que define la histo­
ria, el m odelo ante el cual toda categoría debe ser m edida. Lo que
se define en el séptim o capítulo es nada m enos que las condiciones
de posibilidad de superación de la dem ocracia liberal com o agente
m ercenario del capitalism o y por ende se despliegan las condiciones
precisas para la aparición de la dem ocracia com o negación del p o ­
der com o dom inación, y por lo tanto com o universalidad necesaria
que define el mundo.
Capítulo Primero
EL PADRE SÁDICO
1. EL D E R E C H O EN EL N O M B R E D EL PA D RE
El m odelo de la vida en O ccidente está cifrado esencialm ente
por la hegem onía norm ativa del derecho, es ahí donde se oculta el
dogm a institucional. Es el derecho, la más antigua de las ciencias de
las 1eyes para som eter y hacer obedecer (Legendre, 1979, p. 6) el
“big bang” prim ordial de lo sim bólico. En m edio de esa red aparece
el sujeto, definido en el texto jurídico no com o origen de la reali­
dad, sino com o un sujeto finito arrojado a una totalidad sim bólica/
social infinita que nunca podrá com prender, que siem pre se le apa­
recerá con palabras com pletas y dom inios cerrados y cuya matriz se
oculta en su propia inconm ensurabilidad. El sujeto en el texto está
entonces lanzado a una situación social contingente cuyo dom inio
nunca será posible, que siem pre se aplaza en el deseo im puesto por
el texto jurídico. La prim era función del derecho es entonces co ­
brar el lugar de lo Absoluto, de puente invisible entre el sujeto y
el objeto, específicam ente en la m odernidad todo reconocim iento,
toda form ación del ser y la capacidad de representación del sujeto
está definido por el derecho, no hay sujeto fuera del derecho. Es
el derecho la ilusión básica que perm ite articular al sujeto com o
partícula inerte de la objetividad. El derecho borra los vestigios
del sujeto en el objeto, lo disem ina a lo largo y ancho del com plejo
jurídico, le asigna un lugar, lo aplana y com prim e a form as codifica­
das, D e ser cierto lo anterior, la figura del experto (llám ese doctor,
pontífice, com entador, juez) es el elem ento que establece esa hege­
monía y que posibilita su condensación en el texto (Llám ese biblia,
digesto, código o constitución), es el especialista el que preform a la
institución, de cuya voz procede el órgano crudo del poder.
El m ito es a la vez la fundación y la función de la sociedad, el
derecho es la narrativa y el ocultam iento de ese mito prim ordial. El
derecho construye la estructura jerárquica y se sitúa com o el ele­
22 Ricardo Sanín Rcslrcpo
m entó divino, el m otor inmóvil de la cultura. Así com o no hay su-
jeto sin derecho, la m ultiplicidad de sujetos o lo social es la fantasía
prim ordial que crea el derecho, la sociedad es entonces el sistem a
de creencias que sostiene el derecho. El orden de lo dogm ático es
precisam ente la transm isión fundam ental del m ito social, es su mito
atóm ico (Douzinas & Geary, 2005, p. 87). El derecho es la puerta
por la que entra la interdicción del “N om bre del padre” que separa
al sujeto para siem pre de la idea de la totalidad, lo descom pone y
dispersa en el mundo de lo sim bólico. La interdicción necesita de
un garante, el Estado m oderno es el Padre, el T ótem , el vehículo
m ediante el cual el derecho se convierte en la sustancia social que
ordena cada espacio de lo norm ativo, le da presencia al sujeto com o
partícula de una historia singular que se desenvuelve en su destino
esencial. El derecho es la m arca sobre el sujeto, es la fórm ula que
lo vincula con un espacio vital taponado, la historia de la norm a
es la historia de la inscripción del sujeto com o la “cosa” m arcada,
definida y cerrada por los bordes de su lenguaje, la sociedad es la
m ultiplicación de sujetos jurídicos cuyo origen, form a y límite es
el derecho.
Siguiendo a Legendre, el derecho se transform a en el concepto
necesario que se enuncia a sí m ism o com o el “gran O tro” , el d e­
recho se apropia de la divinidad com o inicio gram atical del m un­
do, la desgarra y construye el pasaje que conduce a lo social. Esta
operación, de lo divino a lo hum ano, es la de la interdicción com o
com unicación dogm ática.
Peter G oodrich (1991, p. 18) da en el clavo cuando asegura que
el texto representa la estructura de lo universal, el texto es la ca­
vidad del ritual, el punto de origen positivo que siem pre nos lleva
de regreso a la verdad fundam ental, que nos deposita en el centro
m ism o de la organización dogm ática com o transm isión del discur-
so, que se convierte en esta dinámica en la verdad insondable de
una sociedad particular. El texto com o discurso es original, el tex ­
to com o origen es la verdad. El discurso no puede interrum pirse
pues de hacerlo se desplom aría la verdad del derecho, el discurso
que desarrolla el texto posee sus propias claves íntimas de la ver­
Teoría crítica constitucional 23
dad, insuperables y com pletas. En últim as, el discurso es el texto
parlante (D errida, 1989, p. 194) y en m ovim iento, el texto dicta
cada paso de la transform ación del discurso, cada pliegue del tex ­
to está fundido en el discurso, por ello la herm enéutica del texto
occidental es un doblez consistente con el m ism o texto, se trata de
optim izar sus oportunidades, de dar función a las palabras retenidas
en el texto m ism o, la cronología es una ilusión del texto, sus intér­
pretes son sim ples fichas que rebotan en su interior com o ondas en
un espectro cerrado. La ilusión del m ovim iento es la ilusión de la
existencia de un sujeto libre, de una historia convulsiva y variante,
la realidad yace en las form as del texto, de allí se im pulsa una ins­
titución que es una categoría vacía en la m edida en que cambia de
tonalidades y textura pero que siem pre preserva, guarda, encierra
el discurso dentro de sus tenazas sem ánticas. El texto es el espacio
vacío de donde provienen las palabras, donde nace el discurso com o
desdoblam iento sim étrico y perfecto del derecho, allí, en ese lugar
original nace lo norm ativo, prim ero com o lenguaje, luego se hace
carne com o aprendizaje y transm isión del lenguaje, com o auténtica
interdicción, éste es el escenario de un Edipo reescrito no com o
el elem ento clave de la ley del padre freudiano, sino com o teoría
norm ativa (D eleuze & G uatarri, 1983).
El poder se convierte así en el eje fundam ental de la actividad
social, sin em bargo su lugar es la ilusión creada por el derecho, ilu­
sión que gobierna las vidas en la m edida en que se presente com o
eso, com o m era ilusión que se oculta tras los verdaderos cim ientos
de la sociedad, com o un fantasma que se desvanece y se borra tras el
texto, com o una som bra desterrada de sí m ism a. La ilusión funciona
porque nos otorga todo el sentido de lo real pero se hace a sí m ism a
en una sustancia im posible de rastrear que se escapa en su mayor
cercanía, que se camufla tras su propia ilusión. Habla a través de mil
voces, el Papa, el em perador, el parlam ento, el reyezuelo, articulan
una palabra poseída en sí m ism a, audible antes de ser pronunciada.
La ilusión del poder implanta un escenario donde el poder m ism o
es im posible (Zizek, 2001, p. 197), es el espacio de la divinidad
donde la narración se hace m ito y se posterga, donde la institución
24 Ricardo Sanín Rcslrcpo
se petrifica y em ula todo nuestro sentido de universalidad. El mito
social se dispersa com o una historia sin baches, com o una realidad
que solo puede ser vivida a pie y juntillas antes de que todo se d es­
troce por dentro y deje al sujeto ante el aran vacío.
2. C O N ST R U Y E N D O EL U N IV ER SO , LAS
PA LA BR A S D E LA C E N SU R A
Las narrativas tradicionales clásicas del derecho occidental seña­
lan que el universo cultural de occidente sufrió una ruptura com ­
pleta al pasar del M edioevo al Renacim iento, que en ello la ciencia
había vencido al oscurantism o, que en ello el hom bre se había visto
a sí m ism o y a partir suyo construyó el universo. Estos postulados
m itológicos vienen acom pañados de la creencia que a occidente en ­
tran victoriosas las tres divinidades: razón, objetividad v verdad p a­
ra organizar un m undo nuevo, prolijo, desprovisto de caprichos. En
fin, que estam os ante el um bral de la liberación de lo humano, de
la construcción de lo verdaderam ente político en donde el derecho
tiene el papel del constructor que dispone de los espacios norm ati­
vos. Q ue luego la partida a favor del ser humano estaba ganada con
unos derechos humanos a la m edida de la razón, v una ley igual para
todos, amplia abstracta y contenida es sí m ism a (Douzinas, 2008,
p. 155).
Los conceptos centrales de la m odernidad com o “ley” “estándar”
“unidad de m étodo” que despuntan en una física prom isoria desde
Galileo v N ew ton realm ente fueron m ovidos desde la hegem onía
norm ativa del derecho, aparato que se reacom oda a nuevas dim en­
siones para conducirlas, que cam bia de piel para explicarlas, que
se erige com o m uralla para frenarlas y contextualizarlas. Es así co ­
mo es claro que la ley en cada sistem a instituye su propia ciencia
(Legendre, 1979, p. 106), la ley es el vértice y la m atriz de todo
conocim iento en occidente, a través suvo se organiza la estructura y
se reparten las jerarquías. La imagen siem pre incom pleta pero n e­
cesaria de “sistem a” está encerrada en la ley que lo habilita. D esde el
Teoría crítica constitucional 25
lugar legendario del oscurantism o medieval hasta las resplandecien­
tes revoluciones burguesas y su hipócrita prom esa de liberación,
el derecho es y ha sido el saber legítim o y m agistral que asegura la
censura del sujeto y hace prevalecer la opinión de los m aestros.
La ley establece una ciencia perpetua del poder, instaura la
creencia del amor, suplanta el deseo original desterrándolo com o
pecado original y lo sustituye por la tranquilidad y apaciguam iento
de una ley unificada, sólida y coherente, una ley para todos, una ley
que uniform e y fabrique al sujeto precisam ente en su pertenencia
al círculo sagrado de la lev. Sin hacer creer, sin estas técnicas no hay
institución, no hay orden, no hay dogm a. Fuera de la ley no hay na-
da, ella marca el afuera y el adentro del lenguaje (Legendre, 1979,
p. 67), ella es el cancerbero, pero a la vez la form a del sistem a, la
superficie y el fondo a la vez.
En la m itología prim ordial occidental, el derecho divulga un
cierto régim en de las creencias y se inaugura com o instrum ento
político. En el m ism o giro de hacerse la ciencia del poder debilita a
cualquier contrincante. La religión se convierte en los ultra-m uros
de esta nueva fe extensa y capaz de entenderse a sí m ism a, la política
es cooptada por el derecho de m anera que existe una política “bue­
na” que se manifiesta por los canales ordenados por el derecho y que
vale com o discurso, m ientras que existe una política perversa, allá
afuera del lenguaje que solo es un revoltijo de claves sin relieve, de
voces ciegas que golpean tercam ente en contra del bien ordenado
abecedario del derecho.
Hasta ahí el hom bre v su em ancipación. Hum ano, sujeto, indi­
viduo son nociones atrapadas en el texto, el acceso al derecho, al
texto sagrado de la ley es el acceso al sujeto del texto (Douzinas,
2008), el descifram iento de un discurso que no tiene autor y que
se vuelve tejido a partir de un dispendioso proceso en el que un
experto dotado de las palabras claves desenreda la m adeja del tex ­
to, dejando ver lo que siem pre estuvo ante nuestros ojos. Aquello
que percibíam os com o un enigm a inabordable, ahora, a partir de la
lectura del experto se transform a en el prodigio de la claridad. El
26 Ricardo Sanín Rcslrcpo
texto perm anece com o hogar dei hom bre som etido a un proceso
de exculpación, del cual sale lim pio, traslucido com o una silueta de
algo que algún día fue.
En su tránsito a la m odernidad lo que se observa no es un debi­
litam iento del lenguaje jurídico a favor de una ciencia más estricta
apuntillada en la física, ¡N o! Lo que se observa es la transubstanta-
ción de la form a jurídica al m odelo de las ciencias exactas. Lo que
percibim os es el recogim iento de la retórica com o plano lógico a
favor de la subsunción únicam ente com o otra extrem idad de la lógi-O
ca. En el fondo, es en el texto jurídico donde se resuelve toda vici­
situd, donde se estanca todo problem a de convivencias, es más, me
atrevería a asegurar que en este re-acoplam iento de lo jurídico, el
derecho sale fortalecido ante cualquier otro discurso com petidor.
Esto ya no lo había aclarado Schm itt (1988) cuando nos avisa que el
derecho en la m odernidad absorbe toda la carga eléctrica del con-
flicto político. Cuando lo político, entendido com o lo conflictual, es
superado y elim inado por un derecho que pretende codificar cada
uno de los conflictos, cuando con su ánimo de racionalizar perm ite
la entrada a lo jurídico únicam ente de aquello que se pueda codi-
ficar. Por ende el conflicto desaparece en una maraña de liturgias,
procedim ientos, palabras claves y, en fin, en códigos jurídicos que
lo eliminan y regulan una nueva religión basada en la claridad d og­
m ática de la institución jurídica. El conflicto desaparece no porque
no exista, sino porque solo se tendrá en cuenta aquella parte que
pueda verbalizarse jurídicam ente, que pueda ser reducido a signos
estables, el resto del conflicto es un afuera inasible, es la barbarie
a las puertas de la ciudad de la razón, es lo que debe colonizarse y
evangelizarse.
La censura, es decir los m edios eficaces de enterrar el conflicto,
es un juego doble en el que se cum ple la función vital de enm ascarar
la verdad (D errida, 1995, p. 49) y hacer ver la form a jurídica com o
única verdad y de reducir lo humano a códigos de comunicación
con consecuencias netam ente norm ativas.
Teoría crítica constitucional 27
La ilusión de que no haya ninguna otra verdad de aquella dicha
en nom bre del texto jurídico por un intérprete calificado m arca el
com ienzo del juego institucional. La verdad se encierra en el texto,
y sin em bargo, los doctores de la Iglesia discrepan con relación a
interpretaciones dogm áticas, los m agistrados de las actuales cortes
se distancian en posiciones recalcitrantes, ¿cóm o es posible esto, si
la lev enuncia su propio juego? Sim ple, se trata de un m ovim iento
en dos fases. Prim ero, la casuística (Douzinas & W arrington, 1994)
sirve para aplicar los principios en una línea infinita de casos que
caen bajo su im perio, es decir que la casuística es precisam ente la
mecanización del aparato que perm ite la elasticidad de la institu­
ción dando la apariencia de apertura e incertidum bre pues perm ite
que los más disím iles casos se afronten y resuelvan desde su cima y,
segundo, existe un acuerdo sobre lo fundam ental del dogm a, existe
un acuerdo tanto de los doctores de la iglesia ayer, com o hoy de
los doctores de las C ortes, sobre cuál es el contenido mínimo de la
institución: la santísima trinidad y el juicio final ayer, la inmunidad
absoluta del capital y su depredación humana hoy. Así lo que im ­
porta no son las disidencias m ateriales, sino la aplicación estricta
del m étodo, es esto lo que al final del día uniform a la institución y
la m antiene en buena salud. D e manera que se pueda estar en d es­
acuerdo sobre el significado de las cosas, pero jam ás sobre el pro­
ceso a través del cual se llega a ese significado. Cuando el proceso
se pone en duda, cuando aparece otro posible juicio, la institución
tiembla y acude a la censura, a la norm alización para extraer la abe­
rración m etodológica de todo quehacer institucional. Si la teoría ci­
nética de los gases de M axwell hubiese sido construida a partir de la
astrología, hubiese recibido la descarga letal de una ciencia racional
que excluye todo este tipo de procedim iento m aléfico y espurio,
com o la teoría se inscribió dentro del m arco general de la actividad
científica (Feyerabend, 1992, p. 73), respetando cada uno de sus
m étodos, ha sido bienvenida al paraíso de lo útil y de lo aprecia­
ble, no porque sus resultados hayan sido una verdad que revela una
verdad nueva diferente de fa m ecánica histórica de la ciencia, sino
porque su verdad es form alm ente correcta de acuerdo a la ciencia.
28 Ricardo Sanín Rcstrcpo
El discurso medieval del m étodo se trata efectivam ente de la ins­
titución y el proceso, de la glosa, com o redención literal del texto,
su transform ación a un lenguaje de los signos m odernos, dom inado
por la exactitud de las ciencias experim entales, es un fortalecim ien­
to del proceso y la institución del derecho. En las sociedades nacio­
nalistas de la Europa O ccidental, en el liberalism o de bolsas de va­
lores y cam pos de concentración em presariales, los juristas ocupan
un lugar privilegiado, ejercen una función estratégica que consiste,
prim ero en bloquear cada sistem a, sea cual fuere que se opusiere al
texto de lo jurídico y segundo, regular con celo el ingreso de nuevas
palabras o form as al proceso jurídico. Codicia en m ano, cancelan
nuevos m undos, infiltran a la m édula de la bestia procesal sus lí­
quidos vitales y especialm ente pacifican el lenguaje convirtiéndolo
en ira sin pecado, en sum isión irrestricta a la racionalidad de la ley,
con un truco m ágico adicional, quizás el m ás grande de todos los
tru cos... hacernos creer que todos som os autores de esa lev.
C om o pregunta Legendre: ¿Qué es la institución si no el descifrador
calificado de la ley cuyo inventario term ina por unirse a l texto? (Legendre,
1979, p. 71).
3* LA D U LC E G R A C IA D E LA O B E D IE N C IA A LA
LEY
Llegam os entonces a otra poderosa afirm ación: el dogm atism o
es el poder consum ado en el texto, es la detención regulada por la
norm a donde la realidad cesa, y especialm ente en nuestros tiem pos
de hiper-positivism o, es el lugar donde la realidad se nos ofrece co ­
mo única posibilidad. ¿Quién dice la constitución? N o la dice el arte
o los brotes histéricos de una m asa, no la dice el espacio publico
harto vacío y pálido, la dicen los expertos, los tribunales deliberan­
do sobre un proceso súper sofisticado en espacios cerrados (Guar-
diola, 2006). Así, el texto es también donde la anomalía se conjura,
donde la aporía se resuelve y la paradoja se aplasta. El discurso ope­
ra para filtrar la verdad, para adelgazarla hasta proporciones mani-
Teoría crítica constitucional 29
pulables en la palabra, pero sobre todo, el discurso de los expertos
nos fija a cada quien el lugar a ocupar dentro del proceso, nuestra
espacio vital o peor aún, nuestra carencia com o sujetos, nuestros
seres incom pletos, im perfectos que tienen que abrazar la salvación
de la ley para ser, para existir. Com prender esto sin ingenuidades,
sin autocom placencia, es entender el juego del adiestram iento p o ­
lítico, es entender la dom esticación de seres intensos y com plejos
por parte de un aparato que codifica y raparte, del cual depende la
existencia m ism a.
D e nuevo Legendre nos recuerda: “¿7 sistem a occidental de las cen-■O
suras es inseparable de un saber p articu lar el de la norm a escrita, y el encie­
rro de esta en un lupar sagrado, el libro” (Legendre, 1979, p. 18),
El texto es el núcleo central, donde la política pierde su peso y
se lo cede al derecho, a él se penetra por estricta lógica, y solo un
grupo de elegidos es encargado de realizar esta tarea. El libro es esa
cosa privilegiada que perm ite al texto ser un discurso.
La verdad dogm ática consiste entonces en suprim ir de lo escrito
su huella histórica, así nace el texto. Es ésa la m isión del experto,
extirpar del texto su historia particular, presentar sus laberintos co ­
mo si fuera una arquitectura prem editadam ente clara, es hablar en
el nom bre del padre. Conocem os el texto com o un Lino unificado
a la vida, sin fracturas o agotam ientos, sin fisuras; entero y robusto,
no reconocem os en ellos las pisadas de la psicosis de sus autores, su
peso anímico, las luchas por el poder que le preceden, sólo cree­
m os ver el edificio com pleto, una aspiración a la com pletitud, que
solo som ete a exam en las derivaciones secundarias del texto pero
dentro de la lógica del texto m ism o que sirve com o rasero. N uestra
m isión es superar las inconsistencias, enderezar las regresiones pero
nunca nos detenem os a ver qué nos dicen esas inconsistencias, que
nos comunican esas regresiones. Investigamos com o haciendo unO O
rom pecabezas, conocem os la figura linal (Feyerabend, 1992, p. 54),
ella se convierte en la meta y el m étodo de nuestra artesanía, a ella,
a esa visión de perfección m ovilizam os todo nuestro arsenal, sin
atender que esa figura es eso, una ilusión predeterm inada que obli­
30 Ricardo Sanín Rcstrcpo
ga la ejecución de ciertas jugadas en un orden único y específico,
estam os atrapados en el juego, sin posibilidades de resistir la tiranía
del m étodo. Con todo ello, con ese seguim iento de los patrones que
enuncia la m ism a lev hem os fabricado criaturas ordenadas v nítidas,
pero absolutam ente inútiles. A la Pink Flovd ponem os otro ladrillo
en la pared, no podem os hacer de nuestro juicio un fundam ento de
él m ism o cuando ese juicio lo único que busca es construir m odelos
sencillos y a escala de sí m ism o, es un texto m egalóm ano, un padre
sádico que solo quiere copias de su identidad.
Lo verdadero se logra en su misma inserción com o texto jurídi­
co, com o texto entre los textos del gran libro jurídico, aquel libro
que contiene todos los libros, aquella cadena textual sin sobresaltos,
la verdad está allí suspendida, sin pasado. El hecho com pilatorio
form a una división radical entre el adentro v el afuera del libro,
entre la autoridad y no autoridad, entre el todo v el vacío exterior.
Codificar es esencialm ente excluir, ¿Q ué se excluye? El conflicto,
el riesgo, lo irracional, lo m arginal, en breve: la dem ocracia, lo que
no quepa dentro del estrecho fragm ento de la verdad hecha texto,
lo regional, lo periférico... entre otras cosas el género, la raza, son
hechuras del texto que divide el m undo entre verdad y vacío, entre
verdad y error, si no juego con las reglas del m étodo estoy en error
(pecado) condenado a la nada, solo abrazando el proceso instaurado
en la ley puedo salvarm e, puedo regresar al m undo de los hum anos.
4. LA M E T A FÍSIC A D EL T EX TO JU R ÍD IC O
Los juristas son los únicos que saben de la jerarquía, de la ló ­
gica del poder sagrado, los únicos capaces de m overse en esos in­
trincados circuitos, pero ya no se trata de un ejercicio m ental de
apropiación del conocim iento. Sin ritos, sin liturgias la palabra se
paraliza en el texto, por ello la liturgia de la lev es fundamental para
convencer a la manada de lo auténtico del com entario textual, de la
rigidez de la institución y la im portancia de un dogm atism o férreo
e incalculable en sus proporciones. Son los ritos fijos, la liturgia,
Teoría crítica constitucional 31
los que lijan el m étodo, los que le dan valor al texto. El m étodo
acarrea el m ito, implica un cerem onial en estrecha relación con los
fines fundam entales de la epistem e occidental, es la idea lija sobre
el origen del poder, distingue la verdad del error y crea la ley. Todo
lo dem ás es desvarío pagano
Cuando el jurista m oderno, ala D w orkin, o cualquiera de estos
tem plarios, desata la verdad encerrada en la ley dice no haber in­
ventado nada, solo ha dado cuenta de la lógica interna del texto,
valiéndose solam ente de las palabras que encierra el m ism o texto,
es inocente, solo es un “m edio” de expresión de algo superior, la
verdad sale a la luz por el m étodo y en el m étodo la verdad es texto.
La respuesta final im porta m ucho m enos que la liturgia puntual,
el bordam iento m eticuloso de los puntos obligados de esta lógica,
donde el sím bolo tiene su lugar es lo único que im porta. La verdad
es la del rito, pues perm ite acoplar a la casuística su herram ienta,
proporcionando respuestas variadas hasta el infinito, contradicto­
rias pero legales, injustas pero m etodológicam ente ciertas, el círcu­
lo está com pleto el oráculo abandona el fuego santificado, el enigma
está a salvo.
La institución se traba m ecánicam ente, del texto enigm ático sin
orígenes a la presencia de un oráculo que posee las claves, y de este
a una institución abierta por este últim o que se nos revela com o
m ilagro. En este proceso com plejo la culpa se ha expiado, el pecado
ha sido sustituido por la dulce gracia de la obediencia a la ley. La
transferencia interviene en una situación que reproduce y fabrica de
nuevo los poderes m agistrales concedidos al excom ulgador según
las necesidades de un gran proceso.
Aquí un anuncio im portante: La lucha no es por el lenguaje sino
por la apropiación del proceso que perm ite enunciarlo.
N uestra era de frenesí extático por los doctorados, m aestrías, d i­
plom ados, en lin todo el negocio sucio de la academ ia mundial que
sobrevive vendiendo la ilusión bastarda de una ciencia acumulativa y
reflexiva, coqueteando con la ilusión de crear espíritus am anerados
por el m étodo; digo, en ese m edio lo que se trata es de profundó
32 Ricardo Sanín Rcslrcpo
zar en el papel del sabio, en el juego de la institución para crear la
creencia en los subditos de la ley. Conducir a cada uno a con for­
m arse con la verdad de la apariencia, clasificar el error y arrojar la
lev a un nuevo universo arm onioso. El sabio habita el lucrar m ísticoJ «O
de la verdad, el sabio contem poráneo cum ple la misma función de
sellam iento del sistem a, de elitización del discurso, con el agravante
que hoy, supuestam ente se trata de un discurso dem ocrático
T e x t o m é t o d o pontífice v e r d a d n u e v o texto
El especialista da form a al conflicto de cada uno y le im pone
esa única form a que perm ite la ley. Es el cam bio del deseo por la
regla, de la exculpación del error por el pecado original. La misión
quintaesencia! del experto es llam ar a los fugitivos al círculo donde
todo está dicho. Es penetrar en la masa desarm ada con la prom esa
de redención social. El discurso canónico traza un Yo absoluto, re ­
copila los sujetos no especificados, intercam biables, indefinidos y
los convierte en un “todos son ios m ism os” un Yo terrible y tranqui­
lizador, la individualidad se doblega al consum o de la lev, la libertad’ fe j 5
se retiene en su m era obediencia.
¿En qué consiste la institución jurídica? En la captura regulada
del conflicto, en codificar la conducta y exponerla en extensiones
binarias cuyo proceso ritual es la única m edida de manifestación.
El yo adolorido, aturdido está afuera en un lugar sin piso ni dim en­
siones, colapsado tras su error m atem ático de no haber entendido
la pureza del proceso, único liberador, único redentor... El padre
occidental es un Padre sádico, la ley es su imagen y sem ejanza, su lev
es nuestro cuerpo suspendido en el pecado, un padre que produce
seres en una cadena de producción infinita y los llama “sujetos” . La
ciencia del derecho entendida com o la ciencia de todos los casos
im aginables, una súper política freudiana del arte de pastar al gana­
do humano racional.
Capítulo Segundo
POR QUÉ NO HABERMAS:
DEL ENGAÑO LIBERAL A LA
DEMOCRACIA RADICAL
1. EN C O N TR A V ÍA D EL L IB E R A L ISM O
A pesar de las inmensas fracturas en la relación de colonialidad
cjue han abierto procesos políticos com o el de Venezuela, Bolivia,
Uruguay y Ecuador, el constitucionalism o tradicional se apura a ce­
rrar esos boquetes a partir de prácticas ortodoxas y reticentes a
la liberación y la des-occidentalización. Así el funcionam iento de
nuestra jurisprudencia y doctrina en la mayoría de la geografía de
Am érica Latina está infiltrado por una visión teórica hegem ónica
hoy en el m undo, me refiero a la dem ocracia com o deliberación,
específicam ente la vertiente de vena haberm asiana. N uestra elite
jurídica “vanguardista” ha optado por un am asijo entre la teoría dia­
lógica o de deliberación y diversos reflejos de teorías constitucio­
nales convencionales, donde prevalece la som bra del “N orte” com o
centro de producción jurídica, junto con trozos contrahechos del
llamado neoconstitucionalism o. Esta m ezcla a la que m e refiero, a
pesar de recibir nom bres incisivos y atractivos, no logra rom per la
m em brana gruesa del liberalism o, más bien son su eco más prolon­
gado e insidioso. C reo urgente som eter a una profunda crítica el
m odelo teórico im perante de la dem ocracia que es la dem ocracia
com o un proceso deliberativo dentro de una com unidad dialógica
que concreta un consenso racional, o en pocas palabras, la teoría
dialógica de Jürgen H aberm as (H aberm as, 1998, 1996a). Con toda
sinceridad, creo que la teoría dialógica es tan desencajada y absurda
para nuestra realidad política colonial v m arginal, que de no ser por
que goza de un inm enso prestigio global, no m erecería tenerse en
cuenta, pero es precisam ente ese prestigio global y su intensa apli­
cación en nuestras prácticas políticas y legales lo que nos debería
34 Ricardo Sanín Rcslrcpo
alarm ar y servir com o prim er rastro de sospecha sobre su sustrato
ideológico particular. El m ism o H aberm as, con increíble arrogan­
cia afirm a que el prim er m undo (occidente) debería servir com o
m eridiano del presente, com o m edida de todos los dem ás m undos
que deberían som eter sus avances y desarrollos a la regla del p ri­
m er m undo (H aberm as, 1995). Luego de desenm ascarar la teoría
deliberativa, intentaré, brevem ente, poner sobre la m esa una visión
alterna sobre la dem ocracia.
2. LA T E O R ÍA D ELIBER A TIV A Y SU S
C O M PO N EN TES
I Iaberm as, a diferencia de Rawls, a quien acusa de ser dem asiado
liberal (H aberm as, 1995, p. 112), anuncia que su esfuerzo funda­
mental se concentra en conciliar los dos extrem os en tensión de
las dem ocracias liberales, de un lado la versión predom inante de la
dem ocracia en nuestra época: el liberalism o, que podem os definir
a grandes rasgos a partir de un eje axiom ático que articula Esta­
do constitucional de derecho y su subsecuente definición judicial,
defensa de los derechos hum anos, división de las ram as del poder
público, y libertad individual proyectada a la propiedad privada y a
la libertad de m ercado, con lo que Constan! llamaba la dem ocracia
de los antiguos, es decir la dem ocracia com o igualdad v soberanía
popular. Puesto en una cápsula, se trata de conciliar los extrem os
en conflicto: libertad e igualdad, de un lado, y derechos humanos y
soberanía popular del otro, donde H aberm as identifica el obstáculo
más peligroso que se debe superar para poder finalmente concretar
una auténtica dem ocracia liberal (H aberm as, 1996a, p. 24). Ahora,
la pregunta que debe guiar nuestra pesquisa es por la viabilidad m is­
ma del térm ino “dem ocracia liberal” , donde creo que se esconde el
auténtico juego de som bras haberm asiano.
Teoría crítica constitucional 35
3. E SQ U E M A B Á SIC O DE LA R A Z Ó N
D ELIBERA TIV A
Para autores com o Am artva Sen es evidente que existe una línea
histórica directa en occidente, un afán perm anente, casi d esespe­
rado que identifica con lo que llama “teorías institucionales tras­
cendentes” , constante en el tiem po que se puede rastrear desde
H obbes, pasando por Locke y Kant, hasta llegar a su renacer en
autores com o Rawls, N ozick, Dworkin v H aberm as, es decir que es
netam ente m oderna (Sen, 2009, pp. i-viii). Lo que identifica este
institucionalism o trascendente es la necesidad de reducir la diver­
gencia, la m ultiplicidad del mundo a partir de su colapso a la unidad
edificando instituciones justas. Se trata de la ciencia para curar el
m undo, para aplacar la naturaleza, la prim era y más tem ible natura­
leza, la humana. Una ciencia del derecho para contener la geografía
desm esurada de las pasiones humanas y som eter al uno, al Estado,
la inmensa m ultiplicidad de m undos nuevos, que com o el nuestro
am ericano asom a su lado oscuro, “salvajism o” , com o perm anente
amenaza de destrucción de la nueva arquitectura europea. Se trata
al final de enrejar la diversidad para poder am aestrarla y encerrarla
en cam pos de concentración adm inistrados por la razón, se trata de
reducir la abundancia, el desorden, la m ultiplicidad a la arm onía y la
unidad, pero tras esta arm onía se esconde la exclusión com o conse­
cuencia m onstruosa de un proyecto ideológico de hom ogeneización
cultural y política. Un gigante con garras de acero que aniquila la
diferencia.
El prim er paso del institucionalism o trascendente consiste en
identificar un m odelo de justicia perfecto, claram ente ese m odelo
de justicia es otro nom bre del liberalism o, que identifica la natu­
raleza de lo justo con lo racional en térm inos científicos. A partir
del m odelo nacen, com o de un útero virginal, las instituciones que
conducen lógicam ente a la obtención de los valores m atrices que
aplican en todo tiem po y lugar, independientem ente de la sociedad
a la que conciernen. Así que lo social no es la causa o lugar de origen
de lo jurídico, sino más bien su efecto, su consecuencia prim aria. La
36 Ricardo Sanín Rcslrcpo
sociedad que nace de la perfección del arreglo institucional es en ­
tonces una sociedad perfecta (Sen, 2009, pp. 14-20). El contractua-
lism o, en sus diversas versiones se funda en una aspiración com ún:
ser la respuesta al caos que reinaría en una sociedad libre, el resul­
tado ha sido el desarrollo incesante de teorías de la justicia que se
centran en la identificación trascendental de instituciones ideales.
La sim ilitud entre teorías diversas com o las de Rawls y Haber -
mas es la im periosa necesidad de la existencia de un procedim iento
que anule el conflicto entre diferentes puntos de vista, que aplaque
hasta hacer desaparecer la violencia propia de la conflictividad de
la diferencia, un procedim iento neutral con respecto a cualquier
tipología de valores, un m étodo para alcanzar decisiones publicas
que conduce necesariam ente a un consenso que, al ser alcanzado de
m anera racional, se ve blindado entonces por una m oralidad totali­
zante, inexorable e indiscutible. A esto se refiere IIaberm as precisa­
m ente cuando afirm a la necesidad de m oralizar la política ahuven­
tando el fantasma de la “razón instrum ental” (M oulfe, 2000, p. 90).
C om o tributario de dicha tradición, I Iaberm as ha construido su
teoría de la deliberación. El núcleo duro de la teoría se dirige a e s­
tablecer un consenso racional basado en principios universales, así,
a través de una deliberación racional se puede alcanzar una decisión
unánime que refleje plenam ente el interés de todos (I Iaberm as,
1998). El reclam o del m odelo deliberativo sobre la necesidad de
recuperar el aspecto m oral de la dem ocracia depende plenam ente
de la utilización a rajatabla del procedim iento, así, un consenso es
clasificado com o m oral cuando obedece plenam ente a las pautas del
proceso, su objetivo entonces es establecer un vínculo que am arre
los principios liberales a la dem ocracia encontrando un consenso
que satisfaga tanto la racionalidad, entendida exclusivam ente com o
los valores liberales, v la legitim idad dem ocrática, entendida com o
soberanía popular (I Iaberm as, 1998).
Lo im portante para el funcionam iento correcto del proceso es
que los participantes abandonen sus intereses particulares para que
su discurso pueda coincidir con el “ser” racional universal (Haber-
Teoría crítica constitucional 37
m as, 1996b), objetividad que funciona com o índice inseparable de
la form ación de un consenso racional. Ahora bien, el consenso tiene
que ser dado entre personas racionales o en sus térm inos, razona­
bles (H aberm as, 1998, 1995).
El m odelo deliberativo, com o estructura, intenta cerrar la bre­
cha entre racionalidad y legitim idad cuando deiine reglas generales
de acción y arreglos institucionales cuya validez depende íntegra­
m ente de que las consecuencias que se deriven de su aplicación sean
aceptadas por todos los partícipes del diálogo. Los requisitos del
dialogo son apertura, transparencia, igualdad, no coerción y unani­
m idad. La finalidad, adem ás del consenso, es concretar nuestro “ser
racional” dentro del discurso, es decir que la epifanía del discurso
es íinalmente que hallem os al final del túnel nuestro ser racional,
sin fisuras y en perfecta unanimidad con los otros seres de la misma
especie racional.
4. R A C IO N A L ID A D Y O B JE T IV ID A D C O M O
E L IM IN A C IÓ N DE LO PO LÍT IC O
Hoy vivim os un mundo narrado desde el epicentro del capitalis­
m o liberal que consiste en la desaparición de líneas ideológicas, un
m undo pos-político cuya agonía depende de la puesta en m archa de
soluciones técnicas prefabricadas en el cerebro de un liberalism o
autónom o y liberado de odiosas particularidades y disensos políti­
cos .
El prim ero y mayúsculo defecto de la teoría dialógica es que des-
tierra el conflicto com o elem ento constitutivo de la política (M ou-
ffe, 2000, p. 22). Pero es que el derecho com o despolitización del
conflicto es la operación constante en occidente, desde la escolás­
tica, pasando por la colonización, la ilustración, hasta llegar al mul-
ticulturalism o posm oderno, su función ha sido sujetar el conflicto
a intensas zonas de codificación, para luego com prim irlo. Prim ero,
en la m odernidad liberal a subsunciones determ inadas en lo jurídi­
co com o única m edida de la realidad y hoy, en la “hiperm odernidad”
38 Ricardo Sanín Rcslrcpo
liberal, reducirlo a un problem a de sim ple tolerancia cultural, algo
“dado” insuperable, donde la diferencia y asim etría no son tratados
com o problem as de inequidad, injusticia u opresión (Zizek, 2001,
2009), sino com o norm alizaciones controladas por super-esquem as
com o el m odelo deliberativo habermasiano.
La eliminación del antagonism o y del conflicto no es un efecto
colateral de la teoría dialógica, por el contrario es su aspiración
m áxim a. Para la teoría deliberativa una sociedad bien ordenada es
aquella donde la política com o conflicto ha sido elim inada, las d i­
sonancias entre individuos concernientes a concepciones religiosas
drásticas por ejem plo, tendrán que ser relegadas al ámbito privado,
cuando no íntim o, para no perturbar el “discurso ideal” (I Iaberm as,
1998). Los conflictos acerca de la ordenación social o económ ica
que surjan serán resueltos pacíficam ente a partir de la aplicación del
m arco trascendente de la discusión pública que se da invocando los
principios discursivos que todos aceptam os, lográndose así una co ­
munidad ideal comunicacional (M ouffe, 2000, pp. 82) y créanlo o
no, no estam os hablando de 1984 de O rw ell o del Canciller Sutler,
sino de la teoría dem ocrática prevalente en el m undo. Pues bien, lo
irónico es que si yo disiento del consenso o del procedim iento, la
respuesta de la dem ocracia es que mi error está ubicado en el nivel
lógico, significa que soy irracional y debo ser reconducido por los
causes de la razón, lo cual en térm inos políticos agonistas implica
que verdades com o la opresión, la discrim inación o el racism o son
tenidos en cuenta sólo si se pueden articular com o unidades racio­
nales por dentro de una norm atividad preestablecida y por consi­
guiente a-política. C om o verem os más adelante, el conflicto y el
antagonism o son los presupuestos sitie quitos non para la existencia
de la política y la única política que asume el conflicto y el antago­
nism o com o su fundam ento es la dem ocracia.
Retirada la capa pérfida de la eliminación del conflicto, la teoría
dialógica presupone un orden sistem ático o un adentro donde todos
estam os incluidos, lo cual no significa otra cosa que la anulación del
pluralism o en su nom bre, o una versión flácida de pluralism o sin
antagonism o, donde debem os renunciar a las diferencias para que
Teoría crítica constitucional 39
subsista el diálogo libre e im parcial, donde transparente im plica la
aniquilación m ism a del antagonism o. Pero todo lo anterior signi-
íica un borram iento falso, que íunciona en el nivel em pírico pero
no en el sim bólico (del lenguaje de la norm atividad). Se trata de
una m onum ental ficción, el m undo pre-dialógico, el m undo real,
está plagado de abism os relaciónales y sociales, de tradiciones en
contrapunto bélico, de gigantescas asim etrías económ icas y zonas
de exclusión racial. Sin em bargo, y para poder entrar en la mansión
del diálogo, ese m undo debe abandonar en el um bral su insatis-
facción y su malestar, sus luchas v derrotas, todo para alcanzar un
diálogo des-ideologizado y sin antagonism os. Lo que resulta es un
desplazam iento fraudulento de lo político a una zona de no-ser, de
la no-acción, donde la concurrencia de razón y situación ideal del
discurso se encargan de suprim ir lo político com o la zona de m áxi­
ma intensidad del discurso. I laberm as tom a un sujeto ya definido v
form ado, un individuo cosechado por fuera de la sociedad com o un
autóm ata que domina el lenguaje antes que el lenguaje sea siquiera
social, parte del punto sim ulado según el cual el sujeto ya está fa­
bricado para la acción política, ya viene predeterm inado, en otras
palabras el m om ento político es un trasfondo que ya fue y dejó de
existir (M ouffe, 2000, p. 93).
Siguiendo a autores com o D errida (1994) y Laclau & M ouffe
(1985), es preciso saber que toda objetividad social es ya producto
de un acto previo de poder que funciona com o una línea exclu-
sionaria, que define un adentro y un afuera donde toda identidad
es contingente a esa decisión prim era. La objetividad o lo objetivo
solam ente puede provenir de un acto de poder que es definido en
el lenguaje, ese acto de poder es la decisión sobre lo indecidible,
esa decisión es por tanto 100% política, un acto de valoración que
no tiene m ás m arco trascendente que la violencia en su más pu ­
ra form a. Así podem os contestar sin hesitación alguna que hay una
usurpación del poder constituyente y por tanto la eliminación de
la dem ocracia, cuando la teoría dialógica aíirm a que la objetividad
social es neutra, que es consecuencia lógica del cum plim iento de
un proceso racional que conduce a un consenso. Si la dem ocracia
40 Ricardo Sanín Rcslrcpo
en su sustrato más radical es el poder del pueblo para decidir sobre
el poder m ism o de decidir, hay en la teoría dialbgica una substrac­
ción evidente de este poder, pues no solo lo despolitiza, sino que lo
traslada a otro m om ento cuya configuración no es dem ocrática. El
m om ento de decisión sobre qué cuenta com o discurso ideal y qué
cuenta com o principios que deben conducir dicho discurso es una
decisión política com o jam ás verán alguna, pues no solo deiine los
principios, sino que determ ina desde una exterioridad política y
supuestam ente objetiva quién cuenta com o parte del pueblo, donde
el pueblo depende de la racionalidad de sus m iem bros y su inclusión
conducida desde afuera y no de su decisión prim era que es la m arca
m ism a de la dem ocracia.
Pues bien, para I laberm as el consenso tiene que ser dado entre
personas racionales o razonables, pero dentro de su propia confi­
guración lógica, solo cuenta com o persona razonable quien se ad ­
hiera desde el inicio a los fundam entos del liberalism o (Ilaberm as,
1998), lo cual hace que la teoría sufra de una patología especial de
circular idad y esto la haga extrem adam ente excluvente. La diferen-J O J
cia entre razonable v no razonable es entonces una línea de demar-J
cación excluvente y por tanto íntima ai ejercicio del poder político
enm arcado en precisas fronteras históricas, y no un sim ple reque­
rim iento em pírico. En térm inos netam ente lógicos el consenso al­
canzado es correcto si y solo si se aceptan las prem isas reducidas
del liberalism o com o idea regulativa, com o esquem a que controla
internam ente la diversidad de posibilidades atadas a un desenlace.
Se trata entonces de form alism o en su sentido más lato, que se d es­
pliega en algo com o esto: El consenso, para que sea m oralm ente vá­
lido debe seguir un proceso que está inform ado por unos principios
com o idea regulativa, el consenso solo se puede alcanzar m ediante
la intervención de dialogantes razonables, pero solo cuenta com o
razonable quien se adhiera desde el principio a la validez de la idea
regulativa del proceso, pero la idea regulativa del proceso es sim ple­
m ente la cara enm ascarada del liberalism o, pues si no se suscriben
sus valores, el proceso y el consenso carecen de sentido pues serían
irrazonables.
Teoría crítica constitucional 41
En conclusión, la irracionalidad para Haber mas significa todo lo
que es diferente, reduce a una sola form a sim bólica todas las conste­
laciones de creatividad e imaginación política y cultural que no sean
liberales (Lindahl, 2010, p. 8). Su objetivo es establecer un víncu­
lo que am arre los principios liberales a la dem ocracia encontrando
un consenso que satisfaga tanto la racionalidad com prendida en los
valores liberales y la legitim idad dem ocrática entendida com o so-
beranía popular (M ouffe, 2000, p. 87), pero term ina subyugando
la soberanía popular (legitim idad) a la racionalidad com o su sim ple
apéndice, o m ejor, term ina estableciendo que el requisito funda­
mental de la soberanía popular es la racionalidad. Cuando identifica
una cosa con la otra, adem ás de ser un gesto lógico im posible, d e­
grada la soberanía popular hasta hacerla inexistente.
5. IG U A LD A D FO R M A L Y CO N SEN SO C O M O
E R R A D IC A C IÓ N D E LA D E M O C R A C IA
La otra tensión radical que trata de superar H aberm as es la diso­
nancia entre una form a particular de libertad, la libertad del libera­
lism o condensada en la propiedad privada de la tradición kantiana
de los derechos naturales com o pertenecientes a un sujeto autóno­
mo que se fabrica fuera de lo social, con la igualdad com o aspiración
de la dem ocracia radical y basada en la soberanía popular.
D e nuevo los elem entos que garantizan la igualdad para Haber-
mas son tanto los principios que debe concretar la situación ideal del
diálogo com o sus condiciones (transparencia, im parcialidad, etc.).
Pongám oslo de una m anera familiar. La constitución colom biana de
1991 concreta el valor de la igualdad com o valor v principio en una
fórm ula clásica “todos som os iguales” . La condición constitucional
no altera de manera alguna las inequidades que históricam ente han
persistido y que definen nuestra realidad social, así la igualdad apli­
ca para el terrateniente y el desposeído, el magnate trasnacional y el
desplazado, en idénticas condiciones, com o una condición de arran­
que, com o igualdad de oportunidades, dentro de oportunidades in­
42 Ricardo Sanín Rcstrcpo
alteradas históricam ente, lo cual es inequitativo, y sus sub produc­
tos com o la m ism a igualdad de oportunidades carece de sentido
pues la constitución no ha deshecho la desigualdad histórica que
perm anece y puede antes bien intensificarse con la cláusula. Por lo
tanto, el hecho de la igualdad racional o de razonabilidad no elimina
las asim etrías sociales y económ icas, que antes bien son suprim idas
com o condición de la idealidad del discurso. Claro, se puede con ­
testar desde el constitucionalism o tradicional que esa igualdad es
una aspiración v que junto con el ejercicio de otras cláusulas cons­
titucionales fijan un derrotero para Estado y sociedad, eso es claro
y es un argum ento válido, para otras discusiones. Sin em bargo, ten­
siones internas, com o por ejem plo entre el derecho a la igualdad
v la fuerza de tracción de instituciones libertarias expandidas por
todo el cuerpo de la constitución (libertad privada, m ercado libre
etc.) jam ás podrán ser resueltas presuponiendo la sim etría y erra­
dicando el conflicto, sino todo lo contrario, asum iendo la realidad
de las asim etrías, los usos del derecho que pretenden ahondarlas o
contenerlas y asum iendo que el conflicto es la partícula elem ental
de lo político.
Precisam ente lo que pretende hacer la teoría dialógica es anular
ficticiam ente las asim etrías y el conflicto, trazando un punto car­
tesiano cero donde lo histórico se desvanece y es absorbido por
presunciones de igualdad y sim etría entre los dialogantes com o
condiciones que realm ente no existen, en un m undo donde el con ­
flicto no ha sido erradicado, si no antes bien se intensifica exponen­
cialm ente. Lo que logra este giro dialógico es que problem as den­
sam ente políticos com o la desigualdad y las asim etrías sociales se
aborden por fuera de su contenido político, com o m eras form as del
discurso, donde por arte de m agia, la desigualdad ha desaparecido.
Con esto se extienden y se profundizan los problem as de desigual­
dad, pues no pueden ser integrados al discurso com o problem as
de opresión, injusticia y exclusión sino com o teorem as dentro de
un estadio falaz de igualdad discursiva. C om o verem os, el efecto
que tiene la negación dialógica es que cuando problem as com o la
desigualdad social broten con toda su carga explosiva lo hagan por
Teoría crítica constitucional 43
fuera de lo norm ativo, com o violencia insensata, com o lo Real (in­
descriptible, im posible de sim bolizar) incontenible, com o actos de
terror que no pueden ser involucrados al dialogo y por tanto sólo se
pueden contestar con terror. Esta negación fundam ental de la teoría
dialógica no solo frustra la posibilidad de oposición a la opresión y a
la desigualdad, sino que, peor, la traslada a un ám bito no norm ativo
donde estalla com o las form as m odernas del terror.
El problem a de la teoría dialógica es precisam ente que da por
sentado la im parcialidad com o com ienzo del m om ento político
(H aberm as, 1998, p. 146) cuando precisam ente el acto de aspirar a
la im parcialidad y el consenso es donde se evidencia el antagonism o
y por ende la creación y el proyecto de lo político, esencialm ente
en una dem ocracia. Así las preguntas son de esta índole: ¿cóm o lle­
gam os a la form ación de personas razonables? ¿C óm o redunda esto
en los índices de im parcialidad? Pues para que la im parcialidad sea
reconocida es requisito que se dé entre seres razonables. Son seres
razonables únicamente los que se som etan a los criterios de racio­
nalidad del discurso y abracen los ideales liberales, lo cual, com o ya
vim os, convierte el proceso en algo circular y sellado en su centro,
donde es considerado razonable quien com parta las consecuencias
o el desenlace de la práctica discursiva com o necesaria y se adapte
a sus contenidos, o se som eta a su conclusión. Q uien no lo haga
queda excluido m oralm ente pero por razones em píricas. Lo que
H aberm as defiende com o pluralism o y apertura en su teoría está
confinado exclusivam ente a que no haya fronteras a los lím ites de
los contenidos sobre los cuales se puede deliberar, el único límite
está establecido por los constreñim ientos de lo que significa una
situación ideal del discurso que autom áticam ente eliminará las p o ­
siciones que no se inscriban dentro del acuerdo m oral de los parti­
cipantes (M ouffe, 2000, p. 97).
La im parcialidad cuando m eram ente se supone, es un elem ento
regulador, es decir, no es discutible, queda por fuera de toda cons­
tatación em pírica, y por tanto se convierte en un elem ento meta-
discursivo con lo cual se inhibe su sustrato político, es una liase por
44 Ricardo Sanín Rcslrcpo
fuera de discusión y al no ser creada políticam ente no adm ite nin­
guna intervención posterior sobre bases de validez o legitim idad.
La dem ocracia radical com ienza un paso bastante anterior, la
preocupación no es cóm o deliberan sujetos libres e iguales en una
situación ideal (a-política) de diálogo, sino cóm o se puede llegar a
discutir sobre la libertad y la igualdad en realidades antagónicas y
desiguales. O tra vez, lo que se evidencia es que el racionalism o se
salta una etapa fundam ental, la de la form ación de sujetos políticos,
la cual ontológicam ente solo puede acontecer a través de su propia
acción política, y así la teoría dialógica invierte la política para fru s­
trarla (M ouffe, 2000, p. 98),
El prim er requisito de un verdadero diálogo debe ser presupo­
ner la asim etría y la parcialidad, si no, la historia particular de los
dialogantes es ecualizada de una manera artificiosa, y es aquí donde
podem os concluir que la gran preocupación subyacente de H aber-
mas es forzar fraudulentam ente la decisión de unos pocos, de una
élite, a nom bre de la colectividad, del com ún. Se trata así de una
usurpación del espacio del com ún, se trata entonces de la negación
m ism a de la dem ocracia. Lo que verem os develarse, es que la teoría
de H aberm as no es en absoluto novedosa, no obedece a un mea culpa
occidental que surja de los escom bros del holocausto de la Segunda
G uerra M undial, todo lo contrario ha sido la constante del poder
en el colonialism o y la colonialidad, han sido dispositivos encallados
en la m ism a tradición los que han perm itido siglos de dom inación a
partir del prurito de la superioridad occidental basada en la racio­
nalidad y decantación de sus instituciones jurídicas y políticas, que
rezan credos muy sim ilares, “o abrazas el dogm a de la libertad y de
la subjetividad occidental o sucum bes en tu diferencia que es p e ­
cado, un error irredim ible pues no es occidental”, “o eres un buen
salvaje o eres el enem igo” .
Teoría crítica constitucional 45
6. LA R A Z O N D I A LO G IC A Y LA O P C IO N
ID E O LÓ G IC A D EL LE N G U A JE
O tra faceta de incom pletitud de la teoría dialógica la explora la
filósofa belga Chantal M ouffe, en su obra “La paradoja dem ocráti­
ca” , allí dem uestra la fragilidad de los postulados analíticos de neu­
tralidad del proceso en 1laberm as. M ouffe afirm a que no es posible
derivar postulados m orales neutros de una filosofía del lenguaje,
no existe nada en la naturaleza del lenguaje que perm ita establecer,
ante cualquier auditorio, en cualquier tiem po, la superioridad de la
dem ocracia liberal (M ouffe, 2000, pp. 72-87).
Siguiendo al W ittgenstein de las investigaciones filosóficas, M ou-
fíe acierta al dem ostrar que para que exista un acuerdo en las opi­
niones, prim ero debe haber un acuerdo en el lenguaje a utilizarse, y
que en el fondo, todo acuerdo de opiniones es un acuerdo sobre las
form as de vida que subyacen a dichas opiniones, es decir un contra­
to ideológico (M ouííe, 2000, p. 79). W ittgenstein afirm a que sus­
cribir un acuerdo alrededor de un térm ino, libertad por ejem plo,
no es suficiente, se requiere un acuerdo sobre la form a en que se
usa dicho térm ino, de m anera que la aceptación de una form a par­
ticular de discurso jam ás es neutra o a-política, siem pre involucra
un juicio de valor, el procedim iento nunca está exento de una carga
ideológica que sim plem ente no puede erradicarse de su construc­
ción pues es constitutiva del m ism o. Lo que se descubre en la base
de la tipología de diálogo propuesto por I laberm as, es que term ina
disfrazando lo sustancial y lo hace pasar com o procedim iento, nos
pone de frente un procedim iento, a prim era vista om nicom pren-
sivo, recubierto por un m anto neutro de im parcialidad, cuando lo
que realm ente palpita en el corazón de su apuesta política es una
opción ideológica cruda y particular com o cualquiera otra, pero
oculta tras el grueso m anto de la neutralidad. En otros térm inos,
incluso alargando el argum ento a la filosofía de las ciencias, todo
procedim iento es una opción ideológica. C om o lo dem ostraron Bo-
hr y H eissenberg en el “experim ento de Copenhague” (Feyerabend,
1992) todo conjunto de disposiciones hipotéticas que se desarrollan
46 Ricardo Sanín Rcslrcpo
en un experim ento, ya vienen dotadas de antem ano por los perjui­
cios y los apetitos ideológicos del investigador.
Ahora, para que el dispositivo dialógico funcione correctam ente
es necesario que las visiones éticas divergentes sean relegadas a la
vida privada, pues la m oralidad se encuentra estrictam ente cerra­
da por la neutralidad del procedim iento que garantiza un consenso
universal. Así, los verdaderos problem as políticos son anulados y
con ellos el pluralism o sufre la misma suerte, ¿cóm o puede haber
pluralism o cuando las opciones éticas están confinadas a lo privado,
por fuera del discurso público? Sin em bargo, no creo que el pro­
blema sea, según lo ve M ouffe, com o un esfuerzo esm erado por
parte de Haber mas para cerrar la brecha entre igualdad y libertad
que fracasa finalmente. El problem a es que H aberm as privilegia o
rescata una form a anti-dem ocrática, pues pertenece solo a las élites
racionales — que equivale a occidentales, blancas y liberales— , y
ya hem os visto que racionalidad en térm inos haberm asianos no es
otra cosa que una suscripción ciega al proyecto liberal. Con lo cual
la esfera o de lo discutible se cierra sobre sus m ism os postulados.
Se dem uestra el gran vacío de la teoría cuando uno quiere discutir
sobre su viabilidad, pues el esquem a del diálogo sólo admitiría que
se discuta sobre la viabilidad de su teoría dentro de su propio e s­
quem a discursivo, es decir que es lógicam ente reticente a la crítica,
y si se quiere sacar de su cascarón de validez se convierte autom á­
ticam ente en un postulado inconm ensurable a sus propias dim en­
siones teóricas. Así, m ientras que posiciones religiosas, políticas,
estéticas o constitucionales deben ser discutidas racionalm ente, la
razón solo adm ite discusión dentro de sus m ism as condiciones de
validez, dentro de la razón m ism a. D e m anera que su eslogan: “todo
es discutible” realm ente oculta un: “todo es discutible m ientras no
discutam os sobre los principios liberales que inform an y saturan el
discurso racional” , y así todo cuestionam iento del poder, que es el
oxígeno de la dem ocracia, la prim era actitud del ser dem ócrata, se
convierte en un ejercicio privado y desconectado del lenguaje y sus
posibilidades transform adoras.
Teoría crítica constitucional 47
En térm inos propios de Alain Badiou, un em blem a es lo intoca­
ble de un sistem a sim bólico, aquello que está por fuera de conten­
ción, donde se esconde la verdad del sistem a (Badiou, 2011, pp.
6-16), el significante m aestro diría Lacan, un espacio vacío que o r­
dena y predeterm ina todo los casos particulares que se dispersan
dentro del sistem a y que sirve com o su índice y esquem a de validez.
La razón deliberativa, suspende la dem ocracia a favor de la razón
com o ese em blem a o significante vacío, si rem ovem os el em blem a
descubrim os que el sistem a está sostenido por un significante vacío,
por un particular que im posta el lugar de un universal im posible, y
por tanto fraudulento.
7. SO LO PU ED E H A B E R D IÁ L O G O D ESPU ÉS D EL
CA TA CLISM O
Com o dijim os, el derecho significa la dom esticación de la vio­
lencia, la inserción del conflicto político en códigos rígidos, lo cual,
de la m ano de la transform ación de la política y la ideología en m e­
ros problem as de tolerancia jurídica, m utila cualquier posibilidad
de em ancipación hacia la concreción dem ocrática.
La fachada dem ocrática actual im plica que toda constitución no
es solo violencia que se ejerce contra el orden anterior sino violen­
cia que se ejerce bajo el orden y la unidad en contra de los que no
quieren ser incluidos, es decir, debem os partir del reconocim iento
que toda instauración de un régim en jurídico im plica no solo exclu­
siones sistem áticas sino inclusiones forzadas (Lindahl, 2010, p. 5).
¿Q ué pasa entonces cuando un grupo no es excluido, sino cuando
es forzado a pertenecer a un arreglo constitucional o cuando es re ­
presentado en una m anera que el m ism o grupo considera errada y
negatoria de su singularidad? (Lindahl, 2010, p. 7).
El m ulticulturalism o y pluralism o com o reingeniería del libe­
ralism o llevan su lastre totalitario, pues implican la reducción de
verdaderos conflictos políticos a sim ples problem as de adecuación
textual, a m eros problem as de adm isión asimilativa de la diferencia.
48 Ricardo Sanín Rcstrcpo
Se trata del trabam iento o clausura de la dem ocracia que bloquea
las oportunidades de contestación, de la im posición directa de lí­
m ites de lo que es jurídicam ente negociable. Se determ ina desde
adentro quién y qué se incluye dentro del diálogo. El proceso solo
puede derivar en consenso; no se perm ite salirse de los protocolos
del derecho y se anula de tajo la posibilidad de intentar un diálogo
estratégico o de resistencia (Christodoulidis, 2007). En una sim ula­
ción sim bólica, el antagonism o es renegado a calificaciones estrictas
en las que se desarticulan y aplazan las dem andas populares y se
retiene la posibilidad de que las partes débiles o invisibles usen un
lenguaje que no sea el de la parte fuerte de la institucionalidad. El
punto de fuga es este: las norm as procedim entales de las dem ocra­
cias liberales, tal com o son articuladas por el m ulticulturalism o y el
pluralism o en teorías com o la deliberativa, suponen actos previos
de inclusión y exclusión que resisten cualquier tipo de legitim ación
dentro del m arco constitucional que ellas m ism as crean, de manera
que el principio de reciprocidad va está definido de antem ano y
distribuido herm éticam ente entre unos participantes determ inados
y un procedim iento inamovible y por tanto indiscutible.
La culminación de esta ética del discurso es arribar a un consen­
so entre dialogantes libres. Pero es que la idea de un consenso ce­
rrado que define la constitución crea la fantasía de una sociedad sin
rupturas y lineal, en la que los problem as son tratados sim plem ente
com o adecuación a ese pretendido consenso, com o “norm alización”
y reducción sem ántica a las fórm ulas del acuerdo. La idea de una
constitución com o sistem a cerrado y auto atributivo es la m itología
fundam ental del liberalismo. El consenso siem pre es consenso den­
tro de una form a de com unicación particular, siem pre entre sujetos
que existen precisam ente en la m edida en que pueden pronunciarse
v asumen las dim ensiones y consecuencias del diálogo. C om o sos-
tiene Gavatri Spivak (1988, p. 24), el consenso es la cancelación
de la dem ocracia mediante la estructuración de las cualif iraciones
de quién y cóm o puede intervenir en el discurso. En otras palabras
se adm ite la discusión si y solo si se presuponen reglas discursivas
im puestas unilateraím ente.
Teoría crítica constitucional 49
El m ulticulturalism o y pluralism o liberal intentan a toda costa
integrar la diferencia radical com o anomalía, com o una innovación
controlada, donde ya existe una predefinición desde el sistem a de lo
que cuenta com o inform ación relevante; lo jurídico determ ina cuá­
les son las circunstancias que perm iten la aparición de la sorpresa,
de lo que cuenta com o nuevo y lo que no (Christodoulidis, 2007,
p. 193). El derecho reactiva intensam ente los territorios conocidos,
establece los patrones que pueden ser alterados, determ ina de m a­
nera selectiva las oportunidades de cambio. Los contextos sociales,
culturales, se determ inan desde el derecho; el derecho no es con­
textual: el contexto es creado jurídicam ente.
El arreglo institucional hom ogéneo que denuncia el argentino
Ernesto Laclau prevé dos tipos de escenarios. En el económ ico,
la política es una cuestión de negociaciones y com prom isos entre
iguales (Christodoulidis, 2007, p. 201), la disputa está definida por
la igualdad de las partes y los procesos son estrictam ente inventaria­
dos por el tipo de discurso que se reconoce com o válido. El segun­
do tipo de escenario es aquel que se da entre grupos e individuos
reconocidos ya por el sistem a com o entidades “racionales” (Laclau,
2005, p. 49). Este m odelo deliberativo se funda en una ética argu­
mentativa de igualdad de las partes y transparencia del discurso;
su búsqueda es el consenso total a partir de etiquetas com unes. El
problem a está tendido invisiblemente a lo largo de esta raciona­
lidad, donde la igualdad y la transparencia son axiom as por fuera
de toda posibilidad discursiva; es decir, el lucrar del diálogo ya está
definido de m anera m onológica y previam ente prefigurada. Cada
grupo tiene su lugar e instancia peculiar delinida por el orden. El
concepto de conflicto está regulado por fuera de cualquier conten­
ción argum entativa, se trata de un conflicto interno escenografiado
por reglas que presuponen la carencia del conflicto m ismo.
Precisam ente la apuesta de Jacques Ranciere (1998, p. 22) es
que el conflicto aparece cuando el antagonism o se cierne entre g ru ­
pos desiguales, entre un supuesto adentro confinado racionalm ente
y un afuera desterrado, habitado solam ente por los excluidos. De
suerte que únicamente cuando se produzca una colisión absoluta
5 0 Ricardo Sanín Rcstrcpo
entre estos dos m undos y cada uno quede expuesto en su integridad
puede hablarse de diálogo, pero adem ás solo allí se puede acudir
a la m aterialidad de lo político com o cruce indiscrim inado de lí­
neas conflictuales entre estos dos m undos. Es decir, que para que
aparezca un auténtico sujeto político, el biotipo del encerram iento
consensual y racional debe quedar obliterado. Solo en el encuentro
traum ático entre el m undo del ciudadano con derechos, supuesta­
m ente libre y racional con el desterrado y m arginal podem os so ­
m eter a valoración la validez del consenso que creó estas criaturas
em ancipadas y racionales, con su contracara excluida. Aquí la igual­
dad deja de ser presupuesto y se convierte en el límite m ism o del
discurso. N o se trata entonces de un juego del lenguaje, sino de su
apertura y reapropiación por el sujeto externo e irracional; se trata
de picar esa genética abismal y m onstruosa y eliminar el límite que
postra el discurso externo.
8. P O SP O L ÍT IC A : LA M A D R IG U E R A D EL
M U L T IC U L T U R A L ISM O
Slavoj Zizek llama pos-política al proyecto asimilativo liberal.
Aquí se encuentra la fórm ula por excelencia de denegación de lo
político, la pos-política posm oderna ya no se limita a reprim ir lo
político tratando de contenerlo y de apaciguar “los retornos de lo
reprim ido” de unificar artificialm ente un m undo partido por las d i­
ferencias a partir de la lógica de adentro y afuera, del civilizado y el
bárbaro o el hom bre racional y el disidente. Lo que la Pos-política
forcluye sicóticam ente es el conflicto, es decir lo pone por fuera de
sí m ism a, com o una externalidad absoluta, al incluir falsam ente a
las m inorías extirpando de la inclusión cualquier dominio político
que establece la diferencia (Zizek, 2001, p. 277).
La pos-política supone la colaboración de un circuito cerrado de
tecnócratas ilustrados (econom istas, sociólogos, obviam ente abo­
gados) y m ulticulturalistas liberales; donde se pretende reducir el
conflicto político a una negociación de intereses, a un centro radical
Teoría crítica constitucional 51
diría Giddens, para llevarlo luego a un consenso universal subrayan­
do la necesidad de abandonar las anticuas divisiones ideológicas yO O J
enirentar nuevas cuestiones utilizando el saber experto necesario v
una deliberación libre que tom e en cuenta las necesidades y dem an­
das concretas de la gente (Zizek, 2001; Brown, 2010).
Cuando la dim ensión de lo im posible es excluida efectivam ente v
lo político es forcluido de lo sim bólico, retorna en lo Real, lo atroz
e im pronunciable, que va no puede inscribirse en las redes sim bóli­
cas de la norm atividad, com o nuevas form as de racism o — racism o
posm oderno--- , surge com o la consecuencia final de la suspensión
pos-política de lo político, la transform ación del Estado en un m ero
agente de policía al servicio de las necesidades (establecidas con-
sensualm ente) de las fuerzas del m ercado y el m ulticulturalism o
liberal tolerante. Al otro lado las m inorías, desplazados, lgbt’s, n e­
gros, indigentes, indígenas, m usulm anes cada vez más im pedidos
para politizar su situación.
Lo que este procedim iento tolerante im posibilita es el gesto de la
politización propiam ente dicha: “estos violentos pasajes atestiguan
algún antagonism o subyacente que ya no puede ser form ulado-sim -
bolizado en térm inos propiam ente políticos” (Zizek, 2001, p. 2 17),
evita elevar m etafóricam ente el agravio, lo político se encuentra
forcluido, v disfrazado tras el antifaz de la negociación.7 J O
Com o sostienen autores com o Wendv Brown (2010) y Slavoj
Zizek (2001), el m ulticulturalism o liberal respeta la identidad del
“otro” desde una distancia posibilitada por su posición universal
privilegiada. Es un racism o que vacía su propia posición de todo
contenido positivo, no es un racista directo, no le opone al otro
los valores particulares de su propia cultura, retiene su posición de
punto de universalidad vacío y privilegiado desde el cual se puede
apreciar o despreciar las otras culturas particulares, el respeto mul-
ticulturalista a la especificidad del otro es la form a de afirm ar la
propia superioridad, donde la lucha por la politización y la afirm a­
ción de las m últiples identidades étnicas, sexuales y de otro tipo se
52 Ricardo Sanín Rcstrcpo
produce contra el fondo de una frontera obscena y excluvente, el de
la reciprocidad, la deliberación v el consenso despolitizado.
9. EL A B ISM O C O N ST IT U Y EN T E
Para Lew is G ordon, el vínculo entre el lenguaje y la observación
socio-genética de Fanón significa que el lenguaje es en principio
com unicable, lo cual quiere decir que es inherentem ente publico
y anclado decididam ente en el m undo social. La falla en el nivel
lingüístico y sem iótico significa que hay problem as en el m undo
social, v problem as en el m undo que significan que uno perm anece
ligado a la incom pletitud (G ordon, 2005, p. 35). El dilem a que en ­
frentan las personas problem áticas (m usulm anes, Igbt’s, indígenas,
desplazados) es entonces com o ser accional, en un m undo donde la
afirm ación de su humanidad se estructura com o una contradicción
del sistem a. Afirm ar su humanidad, entonces, es ya estructuralm en­
te violento, m alo, inm erecido y sobretodo no liberal. ¿C óm o dar
entonces un paso hacia una nueva humanidad cuando el estatus quo
de la noción de humanidad es concebido com o m odelo único de lo
justo? Concluye G ordon que la pregunta no puede ser quién soy,
sino qué hacer.
El reto que no ha asum ido el constitucionalism o es tom arse la
dem ocracia en serio. Por lo tanto la respuesta a estas preguntas d e­
pende inicialmente de la sinceridad y profundidad con la que uno
aborde los dram as del m undo v finalmente descansa en nuestra
construcción de lo que entendem os por dem ocracia, a sabiendas
que todo problem a m etodológico es en el fondo un problem a ideo­
lógico.O
La dem ocracia radical asum e el desafío de pensar la diferencia
y la m ultiplicidad desde el abism o dem ocrático y no desde los d e­
rechos hum anos, desde el poder constituyente y no desde el cons­
titucionalism o libertario, pues la aniquilación del conflicto es el
elem ento vertebral, tanto del constitucionalism o com o de las d i­
ferentes variaciones de m ulticulturalism o liberal, que debem os su­
Teoría crítica constitucional 53
perar si realm ente querem os estar en presencia de una auténtica
dem ocracia en la diferencia, Claro, hay otro cam ino, muy parecido
a la servidum bre voluntaria que describía Etienne de la Boetie hace
500 años y que parece ha sido la regla de nuestros tiem pos.
La pregunta entonces no es qué reprim e la política, sino qué es
reprim ido de la política por el derecho y las técnicas deliberativas,
el objetivo es restituir el conflicto com o orden del ser de la política.
Es aquí donde resuena con toda su problem ática el corto circuito
entre el liberalism o, cuyas instituciones aspiran al orden y unifor­
m idad com o valor central, v categorías difusas com o la dem ocracia
radical y los seres problem áticos, com o experiencia traum ática, y
m últiple. El proyecto liberal term ina siem pre retrayéndose al orden
de los órdenes: el Estado, y el constitucionalism o, por m ás vanguar­
dista que sea estará siem pre estancado en una m era teoría del Esta­
do. Por ello Partha Chatterjee (2006) afirm a que de acuerdo con el
constitucionalism o la sociedad solo puede ser com prendida en rela­
ción con el Estado y de acuerdo con una teoría general del derecho.
Siguiendo a N egri (1999, p. 19) el constitucionalism o es una
doctrina que conoce solo de una historiografía particular, el poder
constituyente siem pre se refiere al futuro que se esconde en la laten-
cia de un m om ento, en el todavía no, en la conciencia anticipatoria,
algo que está presente pero escondido en el deseo de la esperanza.
N uestros constitucionalistas ordenan el rom pecabezas con preci­
sión m ilim étrica para que las narraciones cuadren con el m ito de la
necesidad histórica, el constitucionalism o impone un pasado ficticio
para derivar de él un presente necesario y con ello se convierte en
un subproducto dependiente de historiografías particulares.
El poder constituyente escapa a toda posibilidad de ser enten­
dido dentro de las form as norm ales del ordenam iento jurídico. Su
form a es incongruente con el orden y en la m edida en que establece
él m ism o el orden, no puede ser com prendido dentro del orden
m ism o. La tradición constitucional liberal, al encontrarse con este
escollo m onum ental, confunde poder constituido con constituyen­
te y colapsa el origen en la consecuencia, lo político en lo jurídico,
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  • 3. Copyright ® 2014 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni piarte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedim iento electrónico o mecánico,, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistem a de recuperación sin perm iso escrito del autor y del editor. En caso de erratas y actualizaciones, la EditorialTirant lo Blandí publicará la per tinente corrección en la página web ww w .tirant.com (h t t p :/ / www.tirant.com ). TEO RÍA Segunda cptoca Colección dirigida pior J orge C erdio v J avier de L u ca s © Ricardo Sanín Restrepo © TIRANT LO BLANCI1 EDITA:TIRA N T LO BLANCI1 C / Artes Gráficas, 14 - 46010 -Valencia TELES.: 96/361 00 48 SO FAX: 9 6 /3 6 9 41 SI Em ail:tlb@ tirant.com http>;/ / w w w .tirant.com Librería virtual: h t t p :/ / www.tirant.es ISBN: 978 84 9053 625-4 M AQUETA:Tink Factoría de Color Si tiene alguna queja o sugerencia, envíenos un mail a: atenciondiente@tirant.com. En caso de no ser atendida su sugerencia, por favor, lea en wwrw.tirant.net/index.php/empresa/poIiticas-de-empresa nuestro Procedimiento de quejas.
  • 4. Dedicado a M arinella, al fin mi “Rosebud” r mi pasión a la enésima poten­ cia; y a mi hermano Francisco Eduardo, mi único héroe de infancia que no ha decepcionado,
  • 5. r Indice INTRO DUCCIÓN. La democracia y su cripta constitucional..................... Capítulo Primero EL PADRE SÁDICO 1. El derecho en el nombre del Padre................................................................. 2. Construyendo el universo, las palabras de la censura.............................. 3. La dulce gracia de la obediencia a la ley...................................................... 4. La metafísica del texto jurídico....................................................................... Capítulo Segundo POR QUÉ N O HABERM AS: DEL ENGAÑO LIBERAL A LA DEM OCRACIA RADICAL 1. En contravía del liberalism o............................................................................. 2. La teoría deliberativa y sus componentes.................................................... 3. Esquema básico de la razón deliberativa...................................................... 4. Racionalidad y objetividad como eliminación de lo político................ 5. Igualdad formal y consenso como erradicación de la dem ocracia...... 6. La razón dialógica y la opción ideológica del lenguaje............................ 7. Solo puede haber diálogo después del cataclism o..................................... 8. Pospolítica: La madriguera del multiculturalismo..................................... 9. El abismo constituyente...................................................................................... 10. Fenomenología de la cultura y formas simbólicas, antídoto a la bru­ talidad liberal........................................................................................................ Capítulo Tercero LA DEM OCRACIA EN TU CARA 1. El fantasma de los universales............................................................ 2. El velo es el fan tasm a............................................................................. 3. ¿Cómo funciona el significante vacío? El mundo sin ideología 3.1. Exclusión.......................................................................................... 3.2. Lo típico............................................................................................ 3.3. La Sutura........................................ .................................................. 3.4. El síntom a........................................................................................ 4. Los liberales y su universal, la historia clausurada....................... 5. Soberanía y democracia, el sujeto se aso m a.................................. . 13 21 24 28 30 33 34 35 37 41 45 47 50 52 55 63 70 74 76 78 80 81 82 85
  • 6. 5.1. Afirmación dccisionista............................................................................ 85 5.2. La clusión liberal: El principio del orden y el orden concreto .... 86 6. La paradoja del poder constituyente.............................. 87 7. El sujeto se hace m undo...................... 88 8. El sol de Heráclito. Escapando de la prisión kelseniana.......................... 92 9. Conclusiones.......................................... 102 Capítulo Cuarto EN N O M BRE DEL PUEBLO (DESTRUYENDO A M ARBURY VS. M ADISON) PARTE I. La arquitectura de la destrucción de la democracia....................... 109 1. La convención de Philadelphia el lugar del pueblo y de las cortes...... 109 2. El Estado nace de la Constitución.................................................................. 111 3. Primeras crisis constitucionales....................................................................... 112 4. Federalistas vs. R epublicanos................................... 117 5. Los papeles de El Federalista............................................................................ 118 PARTE II. El eclipse dela dem ocracia.................................................................... 119 1. Elecciones de 1800. La estrategia federalista en M arbury vs. Madi- so n ............................................................. 119 2. Respuestas a M arbury.......................... 121 3. ¿Los jueces como agentes del pueblo?........................................................... 123 4. El nudo argumentativo de la teoría normativa........................................... 124 5. La idea de la justicia constitucional en Kclscn c Ircdcll........................... 128 6. Hart Ely y la interpretación constitucional................................................. 129 7. ¿Cómo debe ser la interpretación constitucional?..................................... 130 PARTE III. “ En nombre del Estado” ¿Quien es el verdadero poder consti­ tuyente?.................................................................................................................... 132 1. ¿Dcmo-cracia o D cm o-arquía?................................ 133 2. ¿Quien es el verdadero constituyente?.......................................................... 136 Capítulo Quinto M ODERNIDAD Y COLONIALIDAD, LA SIMBIOSIS DE LA DO M INACIÓ N 1. De cómo la colonialidad crea la modernidad o el derecho constitucio­ nal en el vacío de supropia historia................................................................. 137 2. El estado nación como perpetuación de la colonialidad......................... 144 3. Las partículas indivisibles del colonialismo y la colonialidad............... 148 1 0 Indice
  • 7. Capítulo Sexto LA CIUDAD DE LA FURIA. LA DEM OCRACIA RADICAL O LA DEM OCRACIA CO M O ÚNICA POLÍTICA 1. Actualización de una vieja disputa: Democracia sin común y totalita­ rismo jurídico......................................... 155 2. Hans Lindahl, el ser y el tiempo del pueblo................................................ 158 3. ¿Es el pueblo inconmensurable para el derecho?....................................... 164 4. Toda objetividad es ideológica: N o hay sistemas cerrados.................... 168 5. Primera aproximación al problema del singular plural........................... 171 6. “Evento” y “ Potentia” : La democracia es verdad, el derecho es cono­ cimiento auto-referencial................................................................................... 176 7. El pueblo como apertura y el derecho como teodicea. Toda verdad es contingente c ideológica.................................................................................... 181 8. Contingencia y antagonismo como presupuesto del derecho constitu­ cion al........................................................ 185 9. C risis................................................................................................ 191 10. ¿Qué es el pueblo? La democracia es la única forma de lo político.... 195 Capítulo Séptimo LA NADA Y SU SOM BRA: DEL SIM ULACRO A LA UNIVERSALIDAD DE LA DEM OCRACIA 1. Un giro de tuerca oetológico........... ............................................................... 201 2. La cncriptación del poder.......................................... 206 3. La mitología de la diferencia y la repetición............................................... 208 3.1. De los M odelos y los Sim ulacros.......................................................... 209 3.2. De los conceptos y las ideas, o de cómo pensar el mundo por sí m ism os.................................................................................. 217 3.3. El tiempo como repetición:..................................................................... 220 4. El simulacro, o la destitución Deleuziana del Platonismo....................... 226 5. Primer giro de la tuerca, unlversalizar la diferencia.................................. 229 5.1. De cómo la democracia es el orden inmanente de la diferencia.. 235 5.2. El simulacro del capitalism o................................................................... 239 6. El ser en común de la dem ocracia........................... 241 7. El pueblo como excremento de la dem ocracia........................................... 248 8. La resistencia como acción universal de la dem ocracia........................... 255 9. De la desobediencia a la resistencia: La primera misión de la desen- criptación ........................................................................................ 257 10. Una nueva dialéctica de la democracia o la democracia a la enésima potencia............... 264 BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................ 287 índice
  • 8. Introducción LA DEMOCRACIA Y SU CRIPTA CONSTITUCIONAL La pregunta es sencilla y abre un universo nuevo de entendi­ m iento: ; puede realm ente una constitución inm ersa en un intenso proyecto de globalización capitalista transform ar una sociedad polí­ tica nacional y concretar la dem ocracia? Claram ente la cuestión está dirigida a una generación que ha depositado toda su confianza en el derecho com o herram ienta prim ordial para lograr una auténtica justicia social, y que de hecho, tiene entre sus m anos logros signifi­ cativos para seguir confiando en él. Sin em bargo, ¿son estos triunfos duraderos? O más bien, ¿Serán estos triunfos form as de solidificar un aparato destinado a la destrucción de toda ecología? ¿Puede una constitución alterar las gigantescas balanzas de poder mundial y los intereses que las determ inan? ¿Cuál es la relación entre un capitalis­ mo de casino, mundializado, desregulado, depredador y las luchas locales por la equidad social? Por ejem plo, y ya esta pregunta es agónica, ¿puede la constitución pararse de frente ante el Consenso de W ashington? ¿Ante la privatización de la guerra com o una de va­ rias form as de acum ulación por extracción del 1% de la población mundial? ¿Ante un sistem a jurídico de escala planetaria com o el determ inado desde el Banco M undial, el Fondo M onetario Inter­ nacional y el Consejo de Seguridad de la O N U ? Parece un fósforo prendido en una torm enta eléctrica. La sonrisa de un niño a punto de calcinarse en m edio de las bom bas inteligentes. Bom bas de Wall Street, bom bas atóm icas, bom bas de la colonialidad. Por eso, no será m ás bien que el fenóm eno constitucional es la form a com o se naturalizan fenóm enos globales de expropiación y se facilita entonces la acum ulación de una élite económ ica y el despliegue sin fronteras del terror capitalista. La globalización nos pone de frente con un problem a incluso más agudo, la inclusión o funcionam iento ya no de órdenes nacionales perfectam ente dife-
  • 9. 14 Ricardo Sanín Rcstrcpo renciables con soberanías rígidas, sino de ordenes a diversas escalas con diferentes fronteras legales, culturales y políticas. O rdenes sig­ nados por elasticidades jurídicas trasnacionales, donde la creación de los sujetos acontece en diversos nichos de subjetividad política, com o las bolsas de valores, la privatización incesante del com ún, y la mundialización de intervenciones v guerras económ icas y milita- res sin estatutos jurídicos. O rdenes donde el derecho constitucio­ nal, al m enos en su faceta de producción de subjetividades jurídicas, y de justicia social, parece un fantasm a sacado de otra época, de otra realidad que no logra asimilar estos nuevos órdenes, sino más bien se convierte en su socio silencioso ideal. Estam os lidiando con dos discursos divergentes, de un lado un esfuerzo titánico y sincero para concretar las prom esas envueltas en una constitución nacional, por lograr m ediante una com bina­ ción de estrategias de litigio y de activism o judicial los principios de igualdad y justicia social que encierra la constitución y su pro­ m esa dem ocrática, todo dentro de un sistem a definido de procesos, norm as, y conjuros legales. Pero este esfuerzo se estrella de frente con el mundo com o cam po minado, donde estos discursos ya fue­ ron arrum ados por unas prácticas contundentes y despiadadas. Un m undo donde un sistem a financiero inconm ensurable define lo ju ­ rídico com o su apéndice preform ativa. Un m undo donde un “clic” en Wall Street arrasa con selvas, cultivos y engendra m iserias con progresiones geom étricas exponenciales. Un m undo donde el d e­ recho, es a la vez la violencia constante ejercida para legalizar un sistem a predatorio y el aparato donde se tritura la dem ocracia y sus dem andas puras y duras de igualdad y justicia. Un m undo donde las grandes corporaciones deshacen el derecho nacional e interna­ cional desbordados hacia la im plantación total y sin concesiones de la libertad de m ercado que implica una división del m undo entre una capa delgada, hedonista y superficial, al m odo de las distopías de O rw ell, D ick, Huxley o Q ueaneu, los “alpha” resguardados en paraísos sellados, inmunes e indiferentes. Adherida a ella, bajo las cuerdas del titiritero del deseo una clase m edia parasitaria del p o ­ der, allí donde la ideología vuela librem ente, que produce riqueza
  • 10. Teoría crítica constitucional 15 com o masa atónita, com o artefacto de reproducción de fanatism os y violencias en su color más atroz, que vota, que paga hipotecas. Una clase que lo único que quiere es prolongar el deleite de su pro­ pia servidum bre, que discurre públicam ente sin pensar y que sabe muy bien que si despierta de este letargo quizás no tolere la aberra­ ción que ella mism a ha posibilitado.Y al final del corredor de la hu­ m anidad, los “no-seres”, una capa gruesa en el fondo de los m undos reales, privada de todo, encerrada en un inm enso “sweatshop” ; los desm em brados, los desterrados de la tierra, los sin nom bre, la m a­ yoría del m undo, los nóm adas de la eternidad, el lugar innom brable Y m onstruoso de cuya m iseria depende el triunfo del capitalismo. En otras palabras, ;qué oportunidades tiene una constitución, clásicam ente liberal, con retazos de prom esas de un m ejor m undo, ante un universo de estas proporciones? ¿Puede la aplicación sedi­ mentada v singular de derechos sociales ser un antídoto a una lógica hegem ónica donde, incluyendo los países, todo se com pra, todo se vende? Un m undo, donde por ejem plo, la existencia de constitucio­ nes nacionales de los grandes poderes y su m ím ica en los ultra-m un­ dos, son la proyección, el acicate m ism o, de la aplicación a rajatabla de políticas económ icas que em pujan a la mayoría de la población mundial a una catastrófica condición de ham bre, desplazam iento y epidemias- un m undo donde Palestina, el más grande cam po de concentración en la historia de la humanidad posee deuda externa y donde Europa se devora a sí misma com o m uestra del fracaso m i­ serable y contundente del proyecto liberal. En fin, ¿cuántas tutelas, derechos de am paro, acciones públicas se necesitan para Irenar el capitalism o? ;Q u é más oscurantism o que creer que la palabra (de la constitución) es el m ensaje? Q ué más narcisism o y desvarío infantil que creer que nueve personas interpretando un texto sagrado local van a cam biar una realidad poseída por un sistem a que se edifica en la codicia. Por supuesto el m ensaje es que la lucha por la justicia social debe continuar, la pregunta es por la capacidad que posee un discurso constitucional nacional para concretarlo. Ahora bien, si perturbam os profundam ente estos dogm as de la época y espoliam os sus contenidos elem entales, com enzam os a
  • 11. 16 Ricardo Sanín Rcstrcpo ver su desnudez, lo que yace tras las apariciones ideológicas de la constitución, y así una realidad bien distinta se va haciendo nítida, espantosam ente nítida. Com enzam os a ver la constitución no com o la obra de una racionalidad pacífica e inclusiva cuya prom esa es el avance de sociedades enteras hacía un futuro estable y próspero, sino com o su contrario: com o el esfuerzo m ás sofisticado y siste­ m ático del liberalism o occidental v colonizador para dem oler la d e ­ m ocracia en su sentido radical y ontológico y con ello instalar un capitalism o brutal e inhumano com o el epicentro de la producción biopolítica. Este libro asume todas las preguntas form uladas arriba com o fundam entales para cualquier filosofía política, especialm ente en sus derivaciones constitucionales, y confía en que la tínica posibilidad de una globalización que se oponga a la m iseria del capitalism o y la devastación liberal yace en el despliegue de una auténtica dem ocra­ cia radical desde los sures globales en lucha contra la colonialidad. Así que se parte de una preocupación central: la aniquilación sis­ tem ática de la dem ocracia radical por parte del constitucionalism o liberal contem poráneo y su reconversión a un “sim ulacro” llamado dem ocracia liberal. En resum en, dem ostraré que así com o la d e­ m ocracia radical es la única antítesis del capitalism o, las constitu­ ciones liberales son la form a más depurada de destrucción de esa dem ocracia. Por ello toda nuestra artillería argum entativa se dirigeo O a deshacer estos trabam ientos discursivos que soportan la máquina de exterm inio dem ocrático. Este libro no es una com pilación, un tratado o un com entario que extienda la tradición, y cuya fuerza de repetición infinitesimal fije unos contenidos inamovibles. Se trata de cancelar el m odo com o se propaga la ideología liberal a partir de la repetición sorda y adoc­ trinante de sus contenidos, de una generación a la otra, a la otra. Es7 O 7 decir, a diferencia de la tradición liberal y de su arm adura teórica, no se trata de un trabajo analítico que parta de axiom as definidos e incuestionables, y que procure un sellam iento sistem ático de sus dogm as, sino, antes bien, deshace esos axiom as, los desm itifica y
  • 12. Teoría crítica constitucional 17 los descom pone hasta rebajarlos a su entidad política particular; los reduce hasta que aparezca su verdadera “presencia” la cual perm ite a todo sujeto político intervenirla. Se trata entonces de saber que tras la poderosa e intimidante voz del m ago liberal se oculta un ser particular y finito, una ideología precaria, arm ada con m ateriales sum am ente frágiles.O Así, el propósito del texto es tom arse la dem ocracia seriam ente, com o único lugar de la política y del “ser” en com ún, y al hacerlo elabora sus tesis a partir de diez puntos que creo im prescindibles para responder a la pregunta por la dem ocracia; ellos son: 1) la necesidad de restaurar el conflicto com o el orden del “ser” de lo político, de allí su énfasis en deconstruir m odelos jurídicos que fi­ nalm ente confían en una prom esa fraudulenta de consenso y to ta­ litarism o legal; 2) pensar la dem ocracia no desde el Estado de d e­ recho, los derechos humanos y el poder constituido pues estos son cam inos dogm áticos que exudan un fanatismo jurídico aberrante y que solo conducen a un callejón sin salida y a la neutralización de la dem ocracia, sino pensar la dem ocracia desde el abismo del poder constituyente, la contingencia y la incom pletitud de todo sistem a. En otras palabras, lo que se requiere con urgencia es situar la d em o­ cracia radical en contra de su versión degradada en la dem ocraciao liberal; 3) asum ir la im posibilidad de síntesis entre poder constitu­ yente y poder constituido que deriva en: 4) entender plenam ente la paradoja alojada en todo sistem a norm ativo que afirm a su propia identidad a través de una serie de exclusiones y de conform ación de sentidos que crean un “adentro” en perm anente dependencia con un “afuera” que lo constituye. Veremos que sólo allí podem os encon­ trar el poder constituyente; 5) desenredar el nudo ideológico que sostiene la estructura jurídica del liberalism o, com o única verdad posible e incontestable, y así m ostrar sus falacias inm anentes; 6) señalar un posible cam ino hacia la em ancipación del poder consti­ tuyente del lugar subordinado y renegado al que ha sido som etido por el form alism o jurídico com o arm a prim ordial de los poderes constituidos, que son en últimas los cancerberos del capitalism o; 7) apunta a dem ostrar que no es posible hacer filosofía política o
  • 13. 18 Ricardo Sanín Rcslrcpo constitucional sin tener en cuenta las relaciones sim bióticas entre m odernidad y colonialidad, lo que determ ina que nuestra realidad particular sea un objeto de estudio que nuestro derecho constitu­ cional tradicional no sólo neutraliza, sino que rechaza m ediante m a­ niobras ideológicas program adas desde el liberalism o, que es otro nom bre para la oclusión de la dem ocracia; 8) que la única política que asume el conflicto y el antagonism o com o su fundam ento es la dem ocracia; 9) que la dem ocracia es precisam ente la anulación de las condiciones para gobernar y; 10) que la dem ocracia es la única y auténtica form a de lo político, pues ofrece el poder com o m edio para rescindir el poder m ism o y restituye al sujeto “pueblo” com o centro necesario, pero escurridizo, de la política. En vista de lo anterior, la finalidad última del libro es d em os­ trar que existe una ontología consustancial a la dem ocracia radical y que esta no solo describe la dem ocracia com o un fenóm eno aislado o particular del m undo, sino que dicha ontología es el verdadero orden del m undo. El m undo solo existe en la dem ocracia. Es fun­ dam ental anunciar aquí que las siete partes de este libro ofrecen un esfuerzo concatenado que apunta a descifrar el enigm a del poder y a restablecer el verdadero sentido de la dem ocracia, lo cual im plica una penetración profunda en los contenidos sagrados del derecho liberal v la desconstrucción de los postulados más rígidos y estables de la m odernidad v su extensión constitucional. Existe entonces una com pacta unidad orgánica de las siete partes que com ponen la obra, cada una lidia con ideas y realidades particulares, y en esa m edida cada una proporciona eslabones firm em ente integrados para concretar el propósito particular del libro. Sin em bargo cada una de las partes resuelve independientem ente problem as especí­ ficos de la dem ocracia y el constitucionalism o y por ello pueden ser leídas com o partes independientes. Sin em bargo, el núcleo del libro, el que destila toda la problem ática y ofrece una luz particular para iluminarla es el séptim o capítulo. Es aquí donde los hallazgos v las propuestas teóricas de los dem ás capítulos se intensifican en un todo consistente, en una unidad que define la universalidad de la dem ocracia radical. El séptim o capítulo es la síntesis de la d e­
  • 14. Teoría crítica constitucional 19 m ocracia radical que significa un nuevo principio ontológico de la política y com o tal el principio m oral de una verdadera legalidad del “ser en com ún en la diferencia” . Es en el séptim o capítulo donde la verdad dem ocrática, la dem ocracia a la enésim a potencia, surge de las som bras del liberalism o, com o esencia norm ativa, com o nueva “constitución” de la realidad y com o el m odelo que define la histo­ ria, el m odelo ante el cual toda categoría debe ser m edida. Lo que se define en el séptim o capítulo es nada m enos que las condiciones de posibilidad de superación de la dem ocracia liberal com o agente m ercenario del capitalism o y por ende se despliegan las condiciones precisas para la aparición de la dem ocracia com o negación del p o ­ der com o dom inación, y por lo tanto com o universalidad necesaria que define el mundo.
  • 15. Capítulo Primero EL PADRE SÁDICO 1. EL D E R E C H O EN EL N O M B R E D EL PA D RE El m odelo de la vida en O ccidente está cifrado esencialm ente por la hegem onía norm ativa del derecho, es ahí donde se oculta el dogm a institucional. Es el derecho, la más antigua de las ciencias de las 1eyes para som eter y hacer obedecer (Legendre, 1979, p. 6) el “big bang” prim ordial de lo sim bólico. En m edio de esa red aparece el sujeto, definido en el texto jurídico no com o origen de la reali­ dad, sino com o un sujeto finito arrojado a una totalidad sim bólica/ social infinita que nunca podrá com prender, que siem pre se le apa­ recerá con palabras com pletas y dom inios cerrados y cuya matriz se oculta en su propia inconm ensurabilidad. El sujeto en el texto está entonces lanzado a una situación social contingente cuyo dom inio nunca será posible, que siem pre se aplaza en el deseo im puesto por el texto jurídico. La prim era función del derecho es entonces co ­ brar el lugar de lo Absoluto, de puente invisible entre el sujeto y el objeto, específicam ente en la m odernidad todo reconocim iento, toda form ación del ser y la capacidad de representación del sujeto está definido por el derecho, no hay sujeto fuera del derecho. Es el derecho la ilusión básica que perm ite articular al sujeto com o partícula inerte de la objetividad. El derecho borra los vestigios del sujeto en el objeto, lo disem ina a lo largo y ancho del com plejo jurídico, le asigna un lugar, lo aplana y com prim e a form as codifica­ das, D e ser cierto lo anterior, la figura del experto (llám ese doctor, pontífice, com entador, juez) es el elem ento que establece esa hege­ monía y que posibilita su condensación en el texto (Llám ese biblia, digesto, código o constitución), es el especialista el que preform a la institución, de cuya voz procede el órgano crudo del poder. El m ito es a la vez la fundación y la función de la sociedad, el derecho es la narrativa y el ocultam iento de ese mito prim ordial. El derecho construye la estructura jerárquica y se sitúa com o el ele­
  • 16. 22 Ricardo Sanín Rcslrcpo m entó divino, el m otor inmóvil de la cultura. Así com o no hay su- jeto sin derecho, la m ultiplicidad de sujetos o lo social es la fantasía prim ordial que crea el derecho, la sociedad es entonces el sistem a de creencias que sostiene el derecho. El orden de lo dogm ático es precisam ente la transm isión fundam ental del m ito social, es su mito atóm ico (Douzinas & Geary, 2005, p. 87). El derecho es la puerta por la que entra la interdicción del “N om bre del padre” que separa al sujeto para siem pre de la idea de la totalidad, lo descom pone y dispersa en el mundo de lo sim bólico. La interdicción necesita de un garante, el Estado m oderno es el Padre, el T ótem , el vehículo m ediante el cual el derecho se convierte en la sustancia social que ordena cada espacio de lo norm ativo, le da presencia al sujeto com o partícula de una historia singular que se desenvuelve en su destino esencial. El derecho es la m arca sobre el sujeto, es la fórm ula que lo vincula con un espacio vital taponado, la historia de la norm a es la historia de la inscripción del sujeto com o la “cosa” m arcada, definida y cerrada por los bordes de su lenguaje, la sociedad es la m ultiplicación de sujetos jurídicos cuyo origen, form a y límite es el derecho. Siguiendo a Legendre, el derecho se transform a en el concepto necesario que se enuncia a sí m ism o com o el “gran O tro” , el d e­ recho se apropia de la divinidad com o inicio gram atical del m un­ do, la desgarra y construye el pasaje que conduce a lo social. Esta operación, de lo divino a lo hum ano, es la de la interdicción com o com unicación dogm ática. Peter G oodrich (1991, p. 18) da en el clavo cuando asegura que el texto representa la estructura de lo universal, el texto es la ca­ vidad del ritual, el punto de origen positivo que siem pre nos lleva de regreso a la verdad fundam ental, que nos deposita en el centro m ism o de la organización dogm ática com o transm isión del discur- so, que se convierte en esta dinámica en la verdad insondable de una sociedad particular. El texto com o discurso es original, el tex ­ to com o origen es la verdad. El discurso no puede interrum pirse pues de hacerlo se desplom aría la verdad del derecho, el discurso que desarrolla el texto posee sus propias claves íntimas de la ver­
  • 17. Teoría crítica constitucional 23 dad, insuperables y com pletas. En últim as, el discurso es el texto parlante (D errida, 1989, p. 194) y en m ovim iento, el texto dicta cada paso de la transform ación del discurso, cada pliegue del tex ­ to está fundido en el discurso, por ello la herm enéutica del texto occidental es un doblez consistente con el m ism o texto, se trata de optim izar sus oportunidades, de dar función a las palabras retenidas en el texto m ism o, la cronología es una ilusión del texto, sus intér­ pretes son sim ples fichas que rebotan en su interior com o ondas en un espectro cerrado. La ilusión del m ovim iento es la ilusión de la existencia de un sujeto libre, de una historia convulsiva y variante, la realidad yace en las form as del texto, de allí se im pulsa una ins­ titución que es una categoría vacía en la m edida en que cambia de tonalidades y textura pero que siem pre preserva, guarda, encierra el discurso dentro de sus tenazas sem ánticas. El texto es el espacio vacío de donde provienen las palabras, donde nace el discurso com o desdoblam iento sim étrico y perfecto del derecho, allí, en ese lugar original nace lo norm ativo, prim ero com o lenguaje, luego se hace carne com o aprendizaje y transm isión del lenguaje, com o auténtica interdicción, éste es el escenario de un Edipo reescrito no com o el elem ento clave de la ley del padre freudiano, sino com o teoría norm ativa (D eleuze & G uatarri, 1983). El poder se convierte así en el eje fundam ental de la actividad social, sin em bargo su lugar es la ilusión creada por el derecho, ilu­ sión que gobierna las vidas en la m edida en que se presente com o eso, com o m era ilusión que se oculta tras los verdaderos cim ientos de la sociedad, com o un fantasma que se desvanece y se borra tras el texto, com o una som bra desterrada de sí m ism a. La ilusión funciona porque nos otorga todo el sentido de lo real pero se hace a sí m ism a en una sustancia im posible de rastrear que se escapa en su mayor cercanía, que se camufla tras su propia ilusión. Habla a través de mil voces, el Papa, el em perador, el parlam ento, el reyezuelo, articulan una palabra poseída en sí m ism a, audible antes de ser pronunciada. La ilusión del poder implanta un escenario donde el poder m ism o es im posible (Zizek, 2001, p. 197), es el espacio de la divinidad donde la narración se hace m ito y se posterga, donde la institución
  • 18. 24 Ricardo Sanín Rcslrcpo se petrifica y em ula todo nuestro sentido de universalidad. El mito social se dispersa com o una historia sin baches, com o una realidad que solo puede ser vivida a pie y juntillas antes de que todo se d es­ troce por dentro y deje al sujeto ante el aran vacío. 2. C O N ST R U Y E N D O EL U N IV ER SO , LAS PA LA BR A S D E LA C E N SU R A Las narrativas tradicionales clásicas del derecho occidental seña­ lan que el universo cultural de occidente sufrió una ruptura com ­ pleta al pasar del M edioevo al Renacim iento, que en ello la ciencia había vencido al oscurantism o, que en ello el hom bre se había visto a sí m ism o y a partir suyo construyó el universo. Estos postulados m itológicos vienen acom pañados de la creencia que a occidente en ­ tran victoriosas las tres divinidades: razón, objetividad v verdad p a­ ra organizar un m undo nuevo, prolijo, desprovisto de caprichos. En fin, que estam os ante el um bral de la liberación de lo humano, de la construcción de lo verdaderam ente político en donde el derecho tiene el papel del constructor que dispone de los espacios norm ati­ vos. Q ue luego la partida a favor del ser humano estaba ganada con unos derechos humanos a la m edida de la razón, v una ley igual para todos, amplia abstracta y contenida es sí m ism a (Douzinas, 2008, p. 155). Los conceptos centrales de la m odernidad com o “ley” “estándar” “unidad de m étodo” que despuntan en una física prom isoria desde Galileo v N ew ton realm ente fueron m ovidos desde la hegem onía norm ativa del derecho, aparato que se reacom oda a nuevas dim en­ siones para conducirlas, que cam bia de piel para explicarlas, que se erige com o m uralla para frenarlas y contextualizarlas. Es así co ­ mo es claro que la ley en cada sistem a instituye su propia ciencia (Legendre, 1979, p. 106), la ley es el vértice y la m atriz de todo conocim iento en occidente, a través suvo se organiza la estructura y se reparten las jerarquías. La imagen siem pre incom pleta pero n e­ cesaria de “sistem a” está encerrada en la ley que lo habilita. D esde el
  • 19. Teoría crítica constitucional 25 lugar legendario del oscurantism o medieval hasta las resplandecien­ tes revoluciones burguesas y su hipócrita prom esa de liberación, el derecho es y ha sido el saber legítim o y m agistral que asegura la censura del sujeto y hace prevalecer la opinión de los m aestros. La ley establece una ciencia perpetua del poder, instaura la creencia del amor, suplanta el deseo original desterrándolo com o pecado original y lo sustituye por la tranquilidad y apaciguam iento de una ley unificada, sólida y coherente, una ley para todos, una ley que uniform e y fabrique al sujeto precisam ente en su pertenencia al círculo sagrado de la lev. Sin hacer creer, sin estas técnicas no hay institución, no hay orden, no hay dogm a. Fuera de la ley no hay na- da, ella marca el afuera y el adentro del lenguaje (Legendre, 1979, p. 67), ella es el cancerbero, pero a la vez la form a del sistem a, la superficie y el fondo a la vez. En la m itología prim ordial occidental, el derecho divulga un cierto régim en de las creencias y se inaugura com o instrum ento político. En el m ism o giro de hacerse la ciencia del poder debilita a cualquier contrincante. La religión se convierte en los ultra-m uros de esta nueva fe extensa y capaz de entenderse a sí m ism a, la política es cooptada por el derecho de m anera que existe una política “bue­ na” que se manifiesta por los canales ordenados por el derecho y que vale com o discurso, m ientras que existe una política perversa, allá afuera del lenguaje que solo es un revoltijo de claves sin relieve, de voces ciegas que golpean tercam ente en contra del bien ordenado abecedario del derecho. Hasta ahí el hom bre v su em ancipación. Hum ano, sujeto, indi­ viduo son nociones atrapadas en el texto, el acceso al derecho, al texto sagrado de la ley es el acceso al sujeto del texto (Douzinas, 2008), el descifram iento de un discurso que no tiene autor y que se vuelve tejido a partir de un dispendioso proceso en el que un experto dotado de las palabras claves desenreda la m adeja del tex ­ to, dejando ver lo que siem pre estuvo ante nuestros ojos. Aquello que percibíam os com o un enigm a inabordable, ahora, a partir de la lectura del experto se transform a en el prodigio de la claridad. El
  • 20. 26 Ricardo Sanín Rcslrcpo texto perm anece com o hogar dei hom bre som etido a un proceso de exculpación, del cual sale lim pio, traslucido com o una silueta de algo que algún día fue. En su tránsito a la m odernidad lo que se observa no es un debi­ litam iento del lenguaje jurídico a favor de una ciencia más estricta apuntillada en la física, ¡N o! Lo que se observa es la transubstanta- ción de la form a jurídica al m odelo de las ciencias exactas. Lo que percibim os es el recogim iento de la retórica com o plano lógico a favor de la subsunción únicam ente com o otra extrem idad de la lógi-O ca. En el fondo, es en el texto jurídico donde se resuelve toda vici­ situd, donde se estanca todo problem a de convivencias, es más, me atrevería a asegurar que en este re-acoplam iento de lo jurídico, el derecho sale fortalecido ante cualquier otro discurso com petidor. Esto ya no lo había aclarado Schm itt (1988) cuando nos avisa que el derecho en la m odernidad absorbe toda la carga eléctrica del con- flicto político. Cuando lo político, entendido com o lo conflictual, es superado y elim inado por un derecho que pretende codificar cada uno de los conflictos, cuando con su ánimo de racionalizar perm ite la entrada a lo jurídico únicam ente de aquello que se pueda codi- ficar. Por ende el conflicto desaparece en una maraña de liturgias, procedim ientos, palabras claves y, en fin, en códigos jurídicos que lo eliminan y regulan una nueva religión basada en la claridad d og­ m ática de la institución jurídica. El conflicto desaparece no porque no exista, sino porque solo se tendrá en cuenta aquella parte que pueda verbalizarse jurídicam ente, que pueda ser reducido a signos estables, el resto del conflicto es un afuera inasible, es la barbarie a las puertas de la ciudad de la razón, es lo que debe colonizarse y evangelizarse. La censura, es decir los m edios eficaces de enterrar el conflicto, es un juego doble en el que se cum ple la función vital de enm ascarar la verdad (D errida, 1995, p. 49) y hacer ver la form a jurídica com o única verdad y de reducir lo humano a códigos de comunicación con consecuencias netam ente norm ativas.
  • 21. Teoría crítica constitucional 27 La ilusión de que no haya ninguna otra verdad de aquella dicha en nom bre del texto jurídico por un intérprete calificado m arca el com ienzo del juego institucional. La verdad se encierra en el texto, y sin em bargo, los doctores de la Iglesia discrepan con relación a interpretaciones dogm áticas, los m agistrados de las actuales cortes se distancian en posiciones recalcitrantes, ¿cóm o es posible esto, si la lev enuncia su propio juego? Sim ple, se trata de un m ovim iento en dos fases. Prim ero, la casuística (Douzinas & W arrington, 1994) sirve para aplicar los principios en una línea infinita de casos que caen bajo su im perio, es decir que la casuística es precisam ente la mecanización del aparato que perm ite la elasticidad de la institu­ ción dando la apariencia de apertura e incertidum bre pues perm ite que los más disím iles casos se afronten y resuelvan desde su cima y, segundo, existe un acuerdo sobre lo fundam ental del dogm a, existe un acuerdo tanto de los doctores de la iglesia ayer, com o hoy de los doctores de las C ortes, sobre cuál es el contenido mínimo de la institución: la santísima trinidad y el juicio final ayer, la inmunidad absoluta del capital y su depredación humana hoy. Así lo que im ­ porta no son las disidencias m ateriales, sino la aplicación estricta del m étodo, es esto lo que al final del día uniform a la institución y la m antiene en buena salud. D e manera que se pueda estar en d es­ acuerdo sobre el significado de las cosas, pero jam ás sobre el pro­ ceso a través del cual se llega a ese significado. Cuando el proceso se pone en duda, cuando aparece otro posible juicio, la institución tiembla y acude a la censura, a la norm alización para extraer la abe­ rración m etodológica de todo quehacer institucional. Si la teoría ci­ nética de los gases de M axwell hubiese sido construida a partir de la astrología, hubiese recibido la descarga letal de una ciencia racional que excluye todo este tipo de procedim iento m aléfico y espurio, com o la teoría se inscribió dentro del m arco general de la actividad científica (Feyerabend, 1992, p. 73), respetando cada uno de sus m étodos, ha sido bienvenida al paraíso de lo útil y de lo aprecia­ ble, no porque sus resultados hayan sido una verdad que revela una verdad nueva diferente de fa m ecánica histórica de la ciencia, sino porque su verdad es form alm ente correcta de acuerdo a la ciencia.
  • 22. 28 Ricardo Sanín Rcstrcpo El discurso medieval del m étodo se trata efectivam ente de la ins­ titución y el proceso, de la glosa, com o redención literal del texto, su transform ación a un lenguaje de los signos m odernos, dom inado por la exactitud de las ciencias experim entales, es un fortalecim ien­ to del proceso y la institución del derecho. En las sociedades nacio­ nalistas de la Europa O ccidental, en el liberalism o de bolsas de va­ lores y cam pos de concentración em presariales, los juristas ocupan un lugar privilegiado, ejercen una función estratégica que consiste, prim ero en bloquear cada sistem a, sea cual fuere que se opusiere al texto de lo jurídico y segundo, regular con celo el ingreso de nuevas palabras o form as al proceso jurídico. Codicia en m ano, cancelan nuevos m undos, infiltran a la m édula de la bestia procesal sus lí­ quidos vitales y especialm ente pacifican el lenguaje convirtiéndolo en ira sin pecado, en sum isión irrestricta a la racionalidad de la ley, con un truco m ágico adicional, quizás el m ás grande de todos los tru cos... hacernos creer que todos som os autores de esa lev. C om o pregunta Legendre: ¿Qué es la institución si no el descifrador calificado de la ley cuyo inventario term ina por unirse a l texto? (Legendre, 1979, p. 71). 3* LA D U LC E G R A C IA D E LA O B E D IE N C IA A LA LEY Llegam os entonces a otra poderosa afirm ación: el dogm atism o es el poder consum ado en el texto, es la detención regulada por la norm a donde la realidad cesa, y especialm ente en nuestros tiem pos de hiper-positivism o, es el lugar donde la realidad se nos ofrece co ­ mo única posibilidad. ¿Quién dice la constitución? N o la dice el arte o los brotes histéricos de una m asa, no la dice el espacio publico harto vacío y pálido, la dicen los expertos, los tribunales deliberan­ do sobre un proceso súper sofisticado en espacios cerrados (Guar- diola, 2006). Así, el texto es también donde la anomalía se conjura, donde la aporía se resuelve y la paradoja se aplasta. El discurso ope­ ra para filtrar la verdad, para adelgazarla hasta proporciones mani-
  • 23. Teoría crítica constitucional 29 pulables en la palabra, pero sobre todo, el discurso de los expertos nos fija a cada quien el lugar a ocupar dentro del proceso, nuestra espacio vital o peor aún, nuestra carencia com o sujetos, nuestros seres incom pletos, im perfectos que tienen que abrazar la salvación de la ley para ser, para existir. Com prender esto sin ingenuidades, sin autocom placencia, es entender el juego del adiestram iento p o ­ lítico, es entender la dom esticación de seres intensos y com plejos por parte de un aparato que codifica y raparte, del cual depende la existencia m ism a. D e nuevo Legendre nos recuerda: “¿7 sistem a occidental de las cen-■O suras es inseparable de un saber p articu lar el de la norm a escrita, y el encie­ rro de esta en un lupar sagrado, el libro” (Legendre, 1979, p. 18), El texto es el núcleo central, donde la política pierde su peso y se lo cede al derecho, a él se penetra por estricta lógica, y solo un grupo de elegidos es encargado de realizar esta tarea. El libro es esa cosa privilegiada que perm ite al texto ser un discurso. La verdad dogm ática consiste entonces en suprim ir de lo escrito su huella histórica, así nace el texto. Es ésa la m isión del experto, extirpar del texto su historia particular, presentar sus laberintos co ­ mo si fuera una arquitectura prem editadam ente clara, es hablar en el nom bre del padre. Conocem os el texto com o un Lino unificado a la vida, sin fracturas o agotam ientos, sin fisuras; entero y robusto, no reconocem os en ellos las pisadas de la psicosis de sus autores, su peso anímico, las luchas por el poder que le preceden, sólo cree­ m os ver el edificio com pleto, una aspiración a la com pletitud, que solo som ete a exam en las derivaciones secundarias del texto pero dentro de la lógica del texto m ism o que sirve com o rasero. N uestra m isión es superar las inconsistencias, enderezar las regresiones pero nunca nos detenem os a ver qué nos dicen esas inconsistencias, que nos comunican esas regresiones. Investigamos com o haciendo unO O rom pecabezas, conocem os la figura linal (Feyerabend, 1992, p. 54), ella se convierte en la meta y el m étodo de nuestra artesanía, a ella, a esa visión de perfección m ovilizam os todo nuestro arsenal, sin atender que esa figura es eso, una ilusión predeterm inada que obli­
  • 24. 30 Ricardo Sanín Rcstrcpo ga la ejecución de ciertas jugadas en un orden único y específico, estam os atrapados en el juego, sin posibilidades de resistir la tiranía del m étodo. Con todo ello, con ese seguim iento de los patrones que enuncia la m ism a lev hem os fabricado criaturas ordenadas v nítidas, pero absolutam ente inútiles. A la Pink Flovd ponem os otro ladrillo en la pared, no podem os hacer de nuestro juicio un fundam ento de él m ism o cuando ese juicio lo único que busca es construir m odelos sencillos y a escala de sí m ism o, es un texto m egalóm ano, un padre sádico que solo quiere copias de su identidad. Lo verdadero se logra en su misma inserción com o texto jurídi­ co, com o texto entre los textos del gran libro jurídico, aquel libro que contiene todos los libros, aquella cadena textual sin sobresaltos, la verdad está allí suspendida, sin pasado. El hecho com pilatorio form a una división radical entre el adentro v el afuera del libro, entre la autoridad y no autoridad, entre el todo v el vacío exterior. Codificar es esencialm ente excluir, ¿Q ué se excluye? El conflicto, el riesgo, lo irracional, lo m arginal, en breve: la dem ocracia, lo que no quepa dentro del estrecho fragm ento de la verdad hecha texto, lo regional, lo periférico... entre otras cosas el género, la raza, son hechuras del texto que divide el m undo entre verdad y vacío, entre verdad y error, si no juego con las reglas del m étodo estoy en error (pecado) condenado a la nada, solo abrazando el proceso instaurado en la ley puedo salvarm e, puedo regresar al m undo de los hum anos. 4. LA M E T A FÍSIC A D EL T EX TO JU R ÍD IC O Los juristas son los únicos que saben de la jerarquía, de la ló ­ gica del poder sagrado, los únicos capaces de m overse en esos in­ trincados circuitos, pero ya no se trata de un ejercicio m ental de apropiación del conocim iento. Sin ritos, sin liturgias la palabra se paraliza en el texto, por ello la liturgia de la lev es fundamental para convencer a la manada de lo auténtico del com entario textual, de la rigidez de la institución y la im portancia de un dogm atism o férreo e incalculable en sus proporciones. Son los ritos fijos, la liturgia,
  • 25. Teoría crítica constitucional 31 los que lijan el m étodo, los que le dan valor al texto. El m étodo acarrea el m ito, implica un cerem onial en estrecha relación con los fines fundam entales de la epistem e occidental, es la idea lija sobre el origen del poder, distingue la verdad del error y crea la ley. Todo lo dem ás es desvarío pagano Cuando el jurista m oderno, ala D w orkin, o cualquiera de estos tem plarios, desata la verdad encerrada en la ley dice no haber in­ ventado nada, solo ha dado cuenta de la lógica interna del texto, valiéndose solam ente de las palabras que encierra el m ism o texto, es inocente, solo es un “m edio” de expresión de algo superior, la verdad sale a la luz por el m étodo y en el m étodo la verdad es texto. La respuesta final im porta m ucho m enos que la liturgia puntual, el bordam iento m eticuloso de los puntos obligados de esta lógica, donde el sím bolo tiene su lugar es lo único que im porta. La verdad es la del rito, pues perm ite acoplar a la casuística su herram ienta, proporcionando respuestas variadas hasta el infinito, contradicto­ rias pero legales, injustas pero m etodológicam ente ciertas, el círcu­ lo está com pleto el oráculo abandona el fuego santificado, el enigma está a salvo. La institución se traba m ecánicam ente, del texto enigm ático sin orígenes a la presencia de un oráculo que posee las claves, y de este a una institución abierta por este últim o que se nos revela com o m ilagro. En este proceso com plejo la culpa se ha expiado, el pecado ha sido sustituido por la dulce gracia de la obediencia a la ley. La transferencia interviene en una situación que reproduce y fabrica de nuevo los poderes m agistrales concedidos al excom ulgador según las necesidades de un gran proceso. Aquí un anuncio im portante: La lucha no es por el lenguaje sino por la apropiación del proceso que perm ite enunciarlo. N uestra era de frenesí extático por los doctorados, m aestrías, d i­ plom ados, en lin todo el negocio sucio de la academ ia mundial que sobrevive vendiendo la ilusión bastarda de una ciencia acumulativa y reflexiva, coqueteando con la ilusión de crear espíritus am anerados por el m étodo; digo, en ese m edio lo que se trata es de profundó
  • 26. 32 Ricardo Sanín Rcslrcpo zar en el papel del sabio, en el juego de la institución para crear la creencia en los subditos de la ley. Conducir a cada uno a con for­ m arse con la verdad de la apariencia, clasificar el error y arrojar la lev a un nuevo universo arm onioso. El sabio habita el lucrar m ísticoJ «O de la verdad, el sabio contem poráneo cum ple la misma función de sellam iento del sistem a, de elitización del discurso, con el agravante que hoy, supuestam ente se trata de un discurso dem ocrático T e x t o m é t o d o pontífice v e r d a d n u e v o texto El especialista da form a al conflicto de cada uno y le im pone esa única form a que perm ite la ley. Es el cam bio del deseo por la regla, de la exculpación del error por el pecado original. La misión quintaesencia! del experto es llam ar a los fugitivos al círculo donde todo está dicho. Es penetrar en la masa desarm ada con la prom esa de redención social. El discurso canónico traza un Yo absoluto, re ­ copila los sujetos no especificados, intercam biables, indefinidos y los convierte en un “todos son ios m ism os” un Yo terrible y tranqui­ lizador, la individualidad se doblega al consum o de la lev, la libertad’ fe j 5 se retiene en su m era obediencia. ¿En qué consiste la institución jurídica? En la captura regulada del conflicto, en codificar la conducta y exponerla en extensiones binarias cuyo proceso ritual es la única m edida de manifestación. El yo adolorido, aturdido está afuera en un lugar sin piso ni dim en­ siones, colapsado tras su error m atem ático de no haber entendido la pureza del proceso, único liberador, único redentor... El padre occidental es un Padre sádico, la ley es su imagen y sem ejanza, su lev es nuestro cuerpo suspendido en el pecado, un padre que produce seres en una cadena de producción infinita y los llama “sujetos” . La ciencia del derecho entendida com o la ciencia de todos los casos im aginables, una súper política freudiana del arte de pastar al gana­ do humano racional.
  • 27. Capítulo Segundo POR QUÉ NO HABERMAS: DEL ENGAÑO LIBERAL A LA DEMOCRACIA RADICAL 1. EN C O N TR A V ÍA D EL L IB E R A L ISM O A pesar de las inmensas fracturas en la relación de colonialidad cjue han abierto procesos políticos com o el de Venezuela, Bolivia, Uruguay y Ecuador, el constitucionalism o tradicional se apura a ce­ rrar esos boquetes a partir de prácticas ortodoxas y reticentes a la liberación y la des-occidentalización. Así el funcionam iento de nuestra jurisprudencia y doctrina en la mayoría de la geografía de Am érica Latina está infiltrado por una visión teórica hegem ónica hoy en el m undo, me refiero a la dem ocracia com o deliberación, específicam ente la vertiente de vena haberm asiana. N uestra elite jurídica “vanguardista” ha optado por un am asijo entre la teoría dia­ lógica o de deliberación y diversos reflejos de teorías constitucio­ nales convencionales, donde prevalece la som bra del “N orte” com o centro de producción jurídica, junto con trozos contrahechos del llamado neoconstitucionalism o. Esta m ezcla a la que m e refiero, a pesar de recibir nom bres incisivos y atractivos, no logra rom per la m em brana gruesa del liberalism o, más bien son su eco más prolon­ gado e insidioso. C reo urgente som eter a una profunda crítica el m odelo teórico im perante de la dem ocracia que es la dem ocracia com o un proceso deliberativo dentro de una com unidad dialógica que concreta un consenso racional, o en pocas palabras, la teoría dialógica de Jürgen H aberm as (H aberm as, 1998, 1996a). Con toda sinceridad, creo que la teoría dialógica es tan desencajada y absurda para nuestra realidad política colonial v m arginal, que de no ser por que goza de un inm enso prestigio global, no m erecería tenerse en cuenta, pero es precisam ente ese prestigio global y su intensa apli­ cación en nuestras prácticas políticas y legales lo que nos debería
  • 28. 34 Ricardo Sanín Rcslrcpo alarm ar y servir com o prim er rastro de sospecha sobre su sustrato ideológico particular. El m ism o H aberm as, con increíble arrogan­ cia afirm a que el prim er m undo (occidente) debería servir com o m eridiano del presente, com o m edida de todos los dem ás m undos que deberían som eter sus avances y desarrollos a la regla del p ri­ m er m undo (H aberm as, 1995). Luego de desenm ascarar la teoría deliberativa, intentaré, brevem ente, poner sobre la m esa una visión alterna sobre la dem ocracia. 2. LA T E O R ÍA D ELIBER A TIV A Y SU S C O M PO N EN TES I Iaberm as, a diferencia de Rawls, a quien acusa de ser dem asiado liberal (H aberm as, 1995, p. 112), anuncia que su esfuerzo funda­ mental se concentra en conciliar los dos extrem os en tensión de las dem ocracias liberales, de un lado la versión predom inante de la dem ocracia en nuestra época: el liberalism o, que podem os definir a grandes rasgos a partir de un eje axiom ático que articula Esta­ do constitucional de derecho y su subsecuente definición judicial, defensa de los derechos hum anos, división de las ram as del poder público, y libertad individual proyectada a la propiedad privada y a la libertad de m ercado, con lo que Constan! llamaba la dem ocracia de los antiguos, es decir la dem ocracia com o igualdad v soberanía popular. Puesto en una cápsula, se trata de conciliar los extrem os en conflicto: libertad e igualdad, de un lado, y derechos humanos y soberanía popular del otro, donde H aberm as identifica el obstáculo más peligroso que se debe superar para poder finalmente concretar una auténtica dem ocracia liberal (H aberm as, 1996a, p. 24). Ahora, la pregunta que debe guiar nuestra pesquisa es por la viabilidad m is­ ma del térm ino “dem ocracia liberal” , donde creo que se esconde el auténtico juego de som bras haberm asiano.
  • 29. Teoría crítica constitucional 35 3. E SQ U E M A B Á SIC O DE LA R A Z Ó N D ELIBERA TIV A Para autores com o Am artva Sen es evidente que existe una línea histórica directa en occidente, un afán perm anente, casi d esespe­ rado que identifica con lo que llama “teorías institucionales tras­ cendentes” , constante en el tiem po que se puede rastrear desde H obbes, pasando por Locke y Kant, hasta llegar a su renacer en autores com o Rawls, N ozick, Dworkin v H aberm as, es decir que es netam ente m oderna (Sen, 2009, pp. i-viii). Lo que identifica este institucionalism o trascendente es la necesidad de reducir la diver­ gencia, la m ultiplicidad del mundo a partir de su colapso a la unidad edificando instituciones justas. Se trata de la ciencia para curar el m undo, para aplacar la naturaleza, la prim era y más tem ible natura­ leza, la humana. Una ciencia del derecho para contener la geografía desm esurada de las pasiones humanas y som eter al uno, al Estado, la inmensa m ultiplicidad de m undos nuevos, que com o el nuestro am ericano asom a su lado oscuro, “salvajism o” , com o perm anente amenaza de destrucción de la nueva arquitectura europea. Se trata al final de enrejar la diversidad para poder am aestrarla y encerrarla en cam pos de concentración adm inistrados por la razón, se trata de reducir la abundancia, el desorden, la m ultiplicidad a la arm onía y la unidad, pero tras esta arm onía se esconde la exclusión com o conse­ cuencia m onstruosa de un proyecto ideológico de hom ogeneización cultural y política. Un gigante con garras de acero que aniquila la diferencia. El prim er paso del institucionalism o trascendente consiste en identificar un m odelo de justicia perfecto, claram ente ese m odelo de justicia es otro nom bre del liberalism o, que identifica la natu­ raleza de lo justo con lo racional en térm inos científicos. A partir del m odelo nacen, com o de un útero virginal, las instituciones que conducen lógicam ente a la obtención de los valores m atrices que aplican en todo tiem po y lugar, independientem ente de la sociedad a la que conciernen. Así que lo social no es la causa o lugar de origen de lo jurídico, sino más bien su efecto, su consecuencia prim aria. La
  • 30. 36 Ricardo Sanín Rcslrcpo sociedad que nace de la perfección del arreglo institucional es en ­ tonces una sociedad perfecta (Sen, 2009, pp. 14-20). El contractua- lism o, en sus diversas versiones se funda en una aspiración com ún: ser la respuesta al caos que reinaría en una sociedad libre, el resul­ tado ha sido el desarrollo incesante de teorías de la justicia que se centran en la identificación trascendental de instituciones ideales. La sim ilitud entre teorías diversas com o las de Rawls y Haber - mas es la im periosa necesidad de la existencia de un procedim iento que anule el conflicto entre diferentes puntos de vista, que aplaque hasta hacer desaparecer la violencia propia de la conflictividad de la diferencia, un procedim iento neutral con respecto a cualquier tipología de valores, un m étodo para alcanzar decisiones publicas que conduce necesariam ente a un consenso que, al ser alcanzado de m anera racional, se ve blindado entonces por una m oralidad totali­ zante, inexorable e indiscutible. A esto se refiere IIaberm as precisa­ m ente cuando afirm a la necesidad de m oralizar la política ahuven­ tando el fantasma de la “razón instrum ental” (M oulfe, 2000, p. 90). C om o tributario de dicha tradición, I Iaberm as ha construido su teoría de la deliberación. El núcleo duro de la teoría se dirige a e s­ tablecer un consenso racional basado en principios universales, así, a través de una deliberación racional se puede alcanzar una decisión unánime que refleje plenam ente el interés de todos (I Iaberm as, 1998). El reclam o del m odelo deliberativo sobre la necesidad de recuperar el aspecto m oral de la dem ocracia depende plenam ente de la utilización a rajatabla del procedim iento, así, un consenso es clasificado com o m oral cuando obedece plenam ente a las pautas del proceso, su objetivo entonces es establecer un vínculo que am arre los principios liberales a la dem ocracia encontrando un consenso que satisfaga tanto la racionalidad, entendida exclusivam ente com o los valores liberales, v la legitim idad dem ocrática, entendida com o soberanía popular (I Iaberm as, 1998). Lo im portante para el funcionam iento correcto del proceso es que los participantes abandonen sus intereses particulares para que su discurso pueda coincidir con el “ser” racional universal (Haber-
  • 31. Teoría crítica constitucional 37 m as, 1996b), objetividad que funciona com o índice inseparable de la form ación de un consenso racional. Ahora bien, el consenso tiene que ser dado entre personas racionales o en sus térm inos, razona­ bles (H aberm as, 1998, 1995). El m odelo deliberativo, com o estructura, intenta cerrar la bre­ cha entre racionalidad y legitim idad cuando deiine reglas generales de acción y arreglos institucionales cuya validez depende íntegra­ m ente de que las consecuencias que se deriven de su aplicación sean aceptadas por todos los partícipes del diálogo. Los requisitos del dialogo son apertura, transparencia, igualdad, no coerción y unani­ m idad. La finalidad, adem ás del consenso, es concretar nuestro “ser racional” dentro del discurso, es decir que la epifanía del discurso es íinalmente que hallem os al final del túnel nuestro ser racional, sin fisuras y en perfecta unanimidad con los otros seres de la misma especie racional. 4. R A C IO N A L ID A D Y O B JE T IV ID A D C O M O E L IM IN A C IÓ N DE LO PO LÍT IC O Hoy vivim os un mundo narrado desde el epicentro del capitalis­ m o liberal que consiste en la desaparición de líneas ideológicas, un m undo pos-político cuya agonía depende de la puesta en m archa de soluciones técnicas prefabricadas en el cerebro de un liberalism o autónom o y liberado de odiosas particularidades y disensos políti­ cos . El prim ero y mayúsculo defecto de la teoría dialógica es que des- tierra el conflicto com o elem ento constitutivo de la política (M ou- ffe, 2000, p. 22). Pero es que el derecho com o despolitización del conflicto es la operación constante en occidente, desde la escolás­ tica, pasando por la colonización, la ilustración, hasta llegar al mul- ticulturalism o posm oderno, su función ha sido sujetar el conflicto a intensas zonas de codificación, para luego com prim irlo. Prim ero, en la m odernidad liberal a subsunciones determ inadas en lo jurídi­ co com o única m edida de la realidad y hoy, en la “hiperm odernidad”
  • 32. 38 Ricardo Sanín Rcslrcpo liberal, reducirlo a un problem a de sim ple tolerancia cultural, algo “dado” insuperable, donde la diferencia y asim etría no son tratados com o problem as de inequidad, injusticia u opresión (Zizek, 2001, 2009), sino com o norm alizaciones controladas por super-esquem as com o el m odelo deliberativo habermasiano. La eliminación del antagonism o y del conflicto no es un efecto colateral de la teoría dialógica, por el contrario es su aspiración m áxim a. Para la teoría deliberativa una sociedad bien ordenada es aquella donde la política com o conflicto ha sido elim inada, las d i­ sonancias entre individuos concernientes a concepciones religiosas drásticas por ejem plo, tendrán que ser relegadas al ámbito privado, cuando no íntim o, para no perturbar el “discurso ideal” (I Iaberm as, 1998). Los conflictos acerca de la ordenación social o económ ica que surjan serán resueltos pacíficam ente a partir de la aplicación del m arco trascendente de la discusión pública que se da invocando los principios discursivos que todos aceptam os, lográndose así una co ­ munidad ideal comunicacional (M ouffe, 2000, pp. 82) y créanlo o no, no estam os hablando de 1984 de O rw ell o del Canciller Sutler, sino de la teoría dem ocrática prevalente en el m undo. Pues bien, lo irónico es que si yo disiento del consenso o del procedim iento, la respuesta de la dem ocracia es que mi error está ubicado en el nivel lógico, significa que soy irracional y debo ser reconducido por los causes de la razón, lo cual en térm inos políticos agonistas implica que verdades com o la opresión, la discrim inación o el racism o son tenidos en cuenta sólo si se pueden articular com o unidades racio­ nales por dentro de una norm atividad preestablecida y por consi­ guiente a-política. C om o verem os más adelante, el conflicto y el antagonism o son los presupuestos sitie quitos non para la existencia de la política y la única política que asume el conflicto y el antago­ nism o com o su fundam ento es la dem ocracia. Retirada la capa pérfida de la eliminación del conflicto, la teoría dialógica presupone un orden sistem ático o un adentro donde todos estam os incluidos, lo cual no significa otra cosa que la anulación del pluralism o en su nom bre, o una versión flácida de pluralism o sin antagonism o, donde debem os renunciar a las diferencias para que
  • 33. Teoría crítica constitucional 39 subsista el diálogo libre e im parcial, donde transparente im plica la aniquilación m ism a del antagonism o. Pero todo lo anterior signi- íica un borram iento falso, que íunciona en el nivel em pírico pero no en el sim bólico (del lenguaje de la norm atividad). Se trata de una m onum ental ficción, el m undo pre-dialógico, el m undo real, está plagado de abism os relaciónales y sociales, de tradiciones en contrapunto bélico, de gigantescas asim etrías económ icas y zonas de exclusión racial. Sin em bargo, y para poder entrar en la mansión del diálogo, ese m undo debe abandonar en el um bral su insatis- facción y su malestar, sus luchas v derrotas, todo para alcanzar un diálogo des-ideologizado y sin antagonism os. Lo que resulta es un desplazam iento fraudulento de lo político a una zona de no-ser, de la no-acción, donde la concurrencia de razón y situación ideal del discurso se encargan de suprim ir lo político com o la zona de m áxi­ ma intensidad del discurso. I laberm as tom a un sujeto ya definido v form ado, un individuo cosechado por fuera de la sociedad com o un autóm ata que domina el lenguaje antes que el lenguaje sea siquiera social, parte del punto sim ulado según el cual el sujeto ya está fa­ bricado para la acción política, ya viene predeterm inado, en otras palabras el m om ento político es un trasfondo que ya fue y dejó de existir (M ouffe, 2000, p. 93). Siguiendo a autores com o D errida (1994) y Laclau & M ouffe (1985), es preciso saber que toda objetividad social es ya producto de un acto previo de poder que funciona com o una línea exclu- sionaria, que define un adentro y un afuera donde toda identidad es contingente a esa decisión prim era. La objetividad o lo objetivo solam ente puede provenir de un acto de poder que es definido en el lenguaje, ese acto de poder es la decisión sobre lo indecidible, esa decisión es por tanto 100% política, un acto de valoración que no tiene m ás m arco trascendente que la violencia en su más pu ­ ra form a. Así podem os contestar sin hesitación alguna que hay una usurpación del poder constituyente y por tanto la eliminación de la dem ocracia, cuando la teoría dialógica aíirm a que la objetividad social es neutra, que es consecuencia lógica del cum plim iento de un proceso racional que conduce a un consenso. Si la dem ocracia
  • 34. 40 Ricardo Sanín Rcslrcpo en su sustrato más radical es el poder del pueblo para decidir sobre el poder m ism o de decidir, hay en la teoría dialbgica una substrac­ ción evidente de este poder, pues no solo lo despolitiza, sino que lo traslada a otro m om ento cuya configuración no es dem ocrática. El m om ento de decisión sobre qué cuenta com o discurso ideal y qué cuenta com o principios que deben conducir dicho discurso es una decisión política com o jam ás verán alguna, pues no solo deiine los principios, sino que determ ina desde una exterioridad política y supuestam ente objetiva quién cuenta com o parte del pueblo, donde el pueblo depende de la racionalidad de sus m iem bros y su inclusión conducida desde afuera y no de su decisión prim era que es la m arca m ism a de la dem ocracia. Pues bien, para I laberm as el consenso tiene que ser dado entre personas racionales o razonables, pero dentro de su propia confi­ guración lógica, solo cuenta com o persona razonable quien se ad ­ hiera desde el inicio a los fundam entos del liberalism o (Ilaberm as, 1998), lo cual hace que la teoría sufra de una patología especial de circular idad y esto la haga extrem adam ente excluvente. La diferen-J O J cia entre razonable v no razonable es entonces una línea de demar-J cación excluvente y por tanto íntima ai ejercicio del poder político enm arcado en precisas fronteras históricas, y no un sim ple reque­ rim iento em pírico. En térm inos netam ente lógicos el consenso al­ canzado es correcto si y solo si se aceptan las prem isas reducidas del liberalism o com o idea regulativa, com o esquem a que controla internam ente la diversidad de posibilidades atadas a un desenlace. Se trata entonces de form alism o en su sentido más lato, que se d es­ pliega en algo com o esto: El consenso, para que sea m oralm ente vá­ lido debe seguir un proceso que está inform ado por unos principios com o idea regulativa, el consenso solo se puede alcanzar m ediante la intervención de dialogantes razonables, pero solo cuenta com o razonable quien se adhiera desde el principio a la validez de la idea regulativa del proceso, pero la idea regulativa del proceso es sim ple­ m ente la cara enm ascarada del liberalism o, pues si no se suscriben sus valores, el proceso y el consenso carecen de sentido pues serían irrazonables.
  • 35. Teoría crítica constitucional 41 En conclusión, la irracionalidad para Haber mas significa todo lo que es diferente, reduce a una sola form a sim bólica todas las conste­ laciones de creatividad e imaginación política y cultural que no sean liberales (Lindahl, 2010, p. 8). Su objetivo es establecer un víncu­ lo que am arre los principios liberales a la dem ocracia encontrando un consenso que satisfaga tanto la racionalidad com prendida en los valores liberales y la legitim idad dem ocrática entendida com o so- beranía popular (M ouffe, 2000, p. 87), pero term ina subyugando la soberanía popular (legitim idad) a la racionalidad com o su sim ple apéndice, o m ejor, term ina estableciendo que el requisito funda­ mental de la soberanía popular es la racionalidad. Cuando identifica una cosa con la otra, adem ás de ser un gesto lógico im posible, d e­ grada la soberanía popular hasta hacerla inexistente. 5. IG U A LD A D FO R M A L Y CO N SEN SO C O M O E R R A D IC A C IÓ N D E LA D E M O C R A C IA La otra tensión radical que trata de superar H aberm as es la diso­ nancia entre una form a particular de libertad, la libertad del libera­ lism o condensada en la propiedad privada de la tradición kantiana de los derechos naturales com o pertenecientes a un sujeto autóno­ mo que se fabrica fuera de lo social, con la igualdad com o aspiración de la dem ocracia radical y basada en la soberanía popular. D e nuevo los elem entos que garantizan la igualdad para Haber- mas son tanto los principios que debe concretar la situación ideal del diálogo com o sus condiciones (transparencia, im parcialidad, etc.). Pongám oslo de una m anera familiar. La constitución colom biana de 1991 concreta el valor de la igualdad com o valor v principio en una fórm ula clásica “todos som os iguales” . La condición constitucional no altera de manera alguna las inequidades que históricam ente han persistido y que definen nuestra realidad social, así la igualdad apli­ ca para el terrateniente y el desposeído, el magnate trasnacional y el desplazado, en idénticas condiciones, com o una condición de arran­ que, com o igualdad de oportunidades, dentro de oportunidades in­
  • 36. 42 Ricardo Sanín Rcstrcpo alteradas históricam ente, lo cual es inequitativo, y sus sub produc­ tos com o la m ism a igualdad de oportunidades carece de sentido pues la constitución no ha deshecho la desigualdad histórica que perm anece y puede antes bien intensificarse con la cláusula. Por lo tanto, el hecho de la igualdad racional o de razonabilidad no elimina las asim etrías sociales y económ icas, que antes bien son suprim idas com o condición de la idealidad del discurso. Claro, se puede con ­ testar desde el constitucionalism o tradicional que esa igualdad es una aspiración v que junto con el ejercicio de otras cláusulas cons­ titucionales fijan un derrotero para Estado y sociedad, eso es claro y es un argum ento válido, para otras discusiones. Sin em bargo, ten­ siones internas, com o por ejem plo entre el derecho a la igualdad v la fuerza de tracción de instituciones libertarias expandidas por todo el cuerpo de la constitución (libertad privada, m ercado libre etc.) jam ás podrán ser resueltas presuponiendo la sim etría y erra­ dicando el conflicto, sino todo lo contrario, asum iendo la realidad de las asim etrías, los usos del derecho que pretenden ahondarlas o contenerlas y asum iendo que el conflicto es la partícula elem ental de lo político. Precisam ente lo que pretende hacer la teoría dialógica es anular ficticiam ente las asim etrías y el conflicto, trazando un punto car­ tesiano cero donde lo histórico se desvanece y es absorbido por presunciones de igualdad y sim etría entre los dialogantes com o condiciones que realm ente no existen, en un m undo donde el con ­ flicto no ha sido erradicado, si no antes bien se intensifica exponen­ cialm ente. Lo que logra este giro dialógico es que problem as den­ sam ente políticos com o la desigualdad y las asim etrías sociales se aborden por fuera de su contenido político, com o m eras form as del discurso, donde por arte de m agia, la desigualdad ha desaparecido. Con esto se extienden y se profundizan los problem as de desigual­ dad, pues no pueden ser integrados al discurso com o problem as de opresión, injusticia y exclusión sino com o teorem as dentro de un estadio falaz de igualdad discursiva. C om o verem os, el efecto que tiene la negación dialógica es que cuando problem as com o la desigualdad social broten con toda su carga explosiva lo hagan por
  • 37. Teoría crítica constitucional 43 fuera de lo norm ativo, com o violencia insensata, com o lo Real (in­ descriptible, im posible de sim bolizar) incontenible, com o actos de terror que no pueden ser involucrados al dialogo y por tanto sólo se pueden contestar con terror. Esta negación fundam ental de la teoría dialógica no solo frustra la posibilidad de oposición a la opresión y a la desigualdad, sino que, peor, la traslada a un ám bito no norm ativo donde estalla com o las form as m odernas del terror. El problem a de la teoría dialógica es precisam ente que da por sentado la im parcialidad com o com ienzo del m om ento político (H aberm as, 1998, p. 146) cuando precisam ente el acto de aspirar a la im parcialidad y el consenso es donde se evidencia el antagonism o y por ende la creación y el proyecto de lo político, esencialm ente en una dem ocracia. Así las preguntas son de esta índole: ¿cóm o lle­ gam os a la form ación de personas razonables? ¿C óm o redunda esto en los índices de im parcialidad? Pues para que la im parcialidad sea reconocida es requisito que se dé entre seres razonables. Son seres razonables únicamente los que se som etan a los criterios de racio­ nalidad del discurso y abracen los ideales liberales, lo cual, com o ya vim os, convierte el proceso en algo circular y sellado en su centro, donde es considerado razonable quien com parta las consecuencias o el desenlace de la práctica discursiva com o necesaria y se adapte a sus contenidos, o se som eta a su conclusión. Q uien no lo haga queda excluido m oralm ente pero por razones em píricas. Lo que H aberm as defiende com o pluralism o y apertura en su teoría está confinado exclusivam ente a que no haya fronteras a los lím ites de los contenidos sobre los cuales se puede deliberar, el único límite está establecido por los constreñim ientos de lo que significa una situación ideal del discurso que autom áticam ente eliminará las p o ­ siciones que no se inscriban dentro del acuerdo m oral de los parti­ cipantes (M ouffe, 2000, p. 97). La im parcialidad cuando m eram ente se supone, es un elem ento regulador, es decir, no es discutible, queda por fuera de toda cons­ tatación em pírica, y por tanto se convierte en un elem ento meta- discursivo con lo cual se inhibe su sustrato político, es una liase por
  • 38. 44 Ricardo Sanín Rcslrcpo fuera de discusión y al no ser creada políticam ente no adm ite nin­ guna intervención posterior sobre bases de validez o legitim idad. La dem ocracia radical com ienza un paso bastante anterior, la preocupación no es cóm o deliberan sujetos libres e iguales en una situación ideal (a-política) de diálogo, sino cóm o se puede llegar a discutir sobre la libertad y la igualdad en realidades antagónicas y desiguales. O tra vez, lo que se evidencia es que el racionalism o se salta una etapa fundam ental, la de la form ación de sujetos políticos, la cual ontológicam ente solo puede acontecer a través de su propia acción política, y así la teoría dialógica invierte la política para fru s­ trarla (M ouffe, 2000, p. 98), El prim er requisito de un verdadero diálogo debe ser presupo­ ner la asim etría y la parcialidad, si no, la historia particular de los dialogantes es ecualizada de una manera artificiosa, y es aquí donde podem os concluir que la gran preocupación subyacente de H aber- mas es forzar fraudulentam ente la decisión de unos pocos, de una élite, a nom bre de la colectividad, del com ún. Se trata así de una usurpación del espacio del com ún, se trata entonces de la negación m ism a de la dem ocracia. Lo que verem os develarse, es que la teoría de H aberm as no es en absoluto novedosa, no obedece a un mea culpa occidental que surja de los escom bros del holocausto de la Segunda G uerra M undial, todo lo contrario ha sido la constante del poder en el colonialism o y la colonialidad, han sido dispositivos encallados en la m ism a tradición los que han perm itido siglos de dom inación a partir del prurito de la superioridad occidental basada en la racio­ nalidad y decantación de sus instituciones jurídicas y políticas, que rezan credos muy sim ilares, “o abrazas el dogm a de la libertad y de la subjetividad occidental o sucum bes en tu diferencia que es p e ­ cado, un error irredim ible pues no es occidental”, “o eres un buen salvaje o eres el enem igo” .
  • 39. Teoría crítica constitucional 45 6. LA R A Z O N D I A LO G IC A Y LA O P C IO N ID E O LÓ G IC A D EL LE N G U A JE O tra faceta de incom pletitud de la teoría dialógica la explora la filósofa belga Chantal M ouffe, en su obra “La paradoja dem ocráti­ ca” , allí dem uestra la fragilidad de los postulados analíticos de neu­ tralidad del proceso en 1laberm as. M ouffe afirm a que no es posible derivar postulados m orales neutros de una filosofía del lenguaje, no existe nada en la naturaleza del lenguaje que perm ita establecer, ante cualquier auditorio, en cualquier tiem po, la superioridad de la dem ocracia liberal (M ouffe, 2000, pp. 72-87). Siguiendo al W ittgenstein de las investigaciones filosóficas, M ou- fíe acierta al dem ostrar que para que exista un acuerdo en las opi­ niones, prim ero debe haber un acuerdo en el lenguaje a utilizarse, y que en el fondo, todo acuerdo de opiniones es un acuerdo sobre las form as de vida que subyacen a dichas opiniones, es decir un contra­ to ideológico (M ouííe, 2000, p. 79). W ittgenstein afirm a que sus­ cribir un acuerdo alrededor de un térm ino, libertad por ejem plo, no es suficiente, se requiere un acuerdo sobre la form a en que se usa dicho térm ino, de m anera que la aceptación de una form a par­ ticular de discurso jam ás es neutra o a-política, siem pre involucra un juicio de valor, el procedim iento nunca está exento de una carga ideológica que sim plem ente no puede erradicarse de su construc­ ción pues es constitutiva del m ism o. Lo que se descubre en la base de la tipología de diálogo propuesto por I laberm as, es que term ina disfrazando lo sustancial y lo hace pasar com o procedim iento, nos pone de frente un procedim iento, a prim era vista om nicom pren- sivo, recubierto por un m anto neutro de im parcialidad, cuando lo que realm ente palpita en el corazón de su apuesta política es una opción ideológica cruda y particular com o cualquiera otra, pero oculta tras el grueso m anto de la neutralidad. En otros térm inos, incluso alargando el argum ento a la filosofía de las ciencias, todo procedim iento es una opción ideológica. C om o lo dem ostraron Bo- hr y H eissenberg en el “experim ento de Copenhague” (Feyerabend, 1992) todo conjunto de disposiciones hipotéticas que se desarrollan
  • 40. 46 Ricardo Sanín Rcslrcpo en un experim ento, ya vienen dotadas de antem ano por los perjui­ cios y los apetitos ideológicos del investigador. Ahora, para que el dispositivo dialógico funcione correctam ente es necesario que las visiones éticas divergentes sean relegadas a la vida privada, pues la m oralidad se encuentra estrictam ente cerra­ da por la neutralidad del procedim iento que garantiza un consenso universal. Así, los verdaderos problem as políticos son anulados y con ellos el pluralism o sufre la misma suerte, ¿cóm o puede haber pluralism o cuando las opciones éticas están confinadas a lo privado, por fuera del discurso público? Sin em bargo, no creo que el pro­ blema sea, según lo ve M ouffe, com o un esfuerzo esm erado por parte de Haber mas para cerrar la brecha entre igualdad y libertad que fracasa finalmente. El problem a es que H aberm as privilegia o rescata una form a anti-dem ocrática, pues pertenece solo a las élites racionales — que equivale a occidentales, blancas y liberales— , y ya hem os visto que racionalidad en térm inos haberm asianos no es otra cosa que una suscripción ciega al proyecto liberal. Con lo cual la esfera o de lo discutible se cierra sobre sus m ism os postulados. Se dem uestra el gran vacío de la teoría cuando uno quiere discutir sobre su viabilidad, pues el esquem a del diálogo sólo admitiría que se discuta sobre la viabilidad de su teoría dentro de su propio e s­ quem a discursivo, es decir que es lógicam ente reticente a la crítica, y si se quiere sacar de su cascarón de validez se convierte autom á­ ticam ente en un postulado inconm ensurable a sus propias dim en­ siones teóricas. Así, m ientras que posiciones religiosas, políticas, estéticas o constitucionales deben ser discutidas racionalm ente, la razón solo adm ite discusión dentro de sus m ism as condiciones de validez, dentro de la razón m ism a. D e m anera que su eslogan: “todo es discutible” realm ente oculta un: “todo es discutible m ientras no discutam os sobre los principios liberales que inform an y saturan el discurso racional” , y así todo cuestionam iento del poder, que es el oxígeno de la dem ocracia, la prim era actitud del ser dem ócrata, se convierte en un ejercicio privado y desconectado del lenguaje y sus posibilidades transform adoras.
  • 41. Teoría crítica constitucional 47 En térm inos propios de Alain Badiou, un em blem a es lo intoca­ ble de un sistem a sim bólico, aquello que está por fuera de conten­ ción, donde se esconde la verdad del sistem a (Badiou, 2011, pp. 6-16), el significante m aestro diría Lacan, un espacio vacío que o r­ dena y predeterm ina todo los casos particulares que se dispersan dentro del sistem a y que sirve com o su índice y esquem a de validez. La razón deliberativa, suspende la dem ocracia a favor de la razón com o ese em blem a o significante vacío, si rem ovem os el em blem a descubrim os que el sistem a está sostenido por un significante vacío, por un particular que im posta el lugar de un universal im posible, y por tanto fraudulento. 7. SO LO PU ED E H A B E R D IÁ L O G O D ESPU ÉS D EL CA TA CLISM O Com o dijim os, el derecho significa la dom esticación de la vio­ lencia, la inserción del conflicto político en códigos rígidos, lo cual, de la m ano de la transform ación de la política y la ideología en m e­ ros problem as de tolerancia jurídica, m utila cualquier posibilidad de em ancipación hacia la concreción dem ocrática. La fachada dem ocrática actual im plica que toda constitución no es solo violencia que se ejerce contra el orden anterior sino violen­ cia que se ejerce bajo el orden y la unidad en contra de los que no quieren ser incluidos, es decir, debem os partir del reconocim iento que toda instauración de un régim en jurídico im plica no solo exclu­ siones sistem áticas sino inclusiones forzadas (Lindahl, 2010, p. 5). ¿Q ué pasa entonces cuando un grupo no es excluido, sino cuando es forzado a pertenecer a un arreglo constitucional o cuando es re ­ presentado en una m anera que el m ism o grupo considera errada y negatoria de su singularidad? (Lindahl, 2010, p. 7). El m ulticulturalism o y pluralism o com o reingeniería del libe­ ralism o llevan su lastre totalitario, pues implican la reducción de verdaderos conflictos políticos a sim ples problem as de adecuación textual, a m eros problem as de adm isión asimilativa de la diferencia.
  • 42. 48 Ricardo Sanín Rcstrcpo Se trata del trabam iento o clausura de la dem ocracia que bloquea las oportunidades de contestación, de la im posición directa de lí­ m ites de lo que es jurídicam ente negociable. Se determ ina desde adentro quién y qué se incluye dentro del diálogo. El proceso solo puede derivar en consenso; no se perm ite salirse de los protocolos del derecho y se anula de tajo la posibilidad de intentar un diálogo estratégico o de resistencia (Christodoulidis, 2007). En una sim ula­ ción sim bólica, el antagonism o es renegado a calificaciones estrictas en las que se desarticulan y aplazan las dem andas populares y se retiene la posibilidad de que las partes débiles o invisibles usen un lenguaje que no sea el de la parte fuerte de la institucionalidad. El punto de fuga es este: las norm as procedim entales de las dem ocra­ cias liberales, tal com o son articuladas por el m ulticulturalism o y el pluralism o en teorías com o la deliberativa, suponen actos previos de inclusión y exclusión que resisten cualquier tipo de legitim ación dentro del m arco constitucional que ellas m ism as crean, de manera que el principio de reciprocidad va está definido de antem ano y distribuido herm éticam ente entre unos participantes determ inados y un procedim iento inamovible y por tanto indiscutible. La culminación de esta ética del discurso es arribar a un consen­ so entre dialogantes libres. Pero es que la idea de un consenso ce­ rrado que define la constitución crea la fantasía de una sociedad sin rupturas y lineal, en la que los problem as son tratados sim plem ente com o adecuación a ese pretendido consenso, com o “norm alización” y reducción sem ántica a las fórm ulas del acuerdo. La idea de una constitución com o sistem a cerrado y auto atributivo es la m itología fundam ental del liberalismo. El consenso siem pre es consenso den­ tro de una form a de com unicación particular, siem pre entre sujetos que existen precisam ente en la m edida en que pueden pronunciarse v asumen las dim ensiones y consecuencias del diálogo. C om o sos- tiene Gavatri Spivak (1988, p. 24), el consenso es la cancelación de la dem ocracia mediante la estructuración de las cualif iraciones de quién y cóm o puede intervenir en el discurso. En otras palabras se adm ite la discusión si y solo si se presuponen reglas discursivas im puestas unilateraím ente.
  • 43. Teoría crítica constitucional 49 El m ulticulturalism o y pluralism o liberal intentan a toda costa integrar la diferencia radical com o anomalía, com o una innovación controlada, donde ya existe una predefinición desde el sistem a de lo que cuenta com o inform ación relevante; lo jurídico determ ina cuá­ les son las circunstancias que perm iten la aparición de la sorpresa, de lo que cuenta com o nuevo y lo que no (Christodoulidis, 2007, p. 193). El derecho reactiva intensam ente los territorios conocidos, establece los patrones que pueden ser alterados, determ ina de m a­ nera selectiva las oportunidades de cambio. Los contextos sociales, culturales, se determ inan desde el derecho; el derecho no es con­ textual: el contexto es creado jurídicam ente. El arreglo institucional hom ogéneo que denuncia el argentino Ernesto Laclau prevé dos tipos de escenarios. En el económ ico, la política es una cuestión de negociaciones y com prom isos entre iguales (Christodoulidis, 2007, p. 201), la disputa está definida por la igualdad de las partes y los procesos son estrictam ente inventaria­ dos por el tipo de discurso que se reconoce com o válido. El segun­ do tipo de escenario es aquel que se da entre grupos e individuos reconocidos ya por el sistem a com o entidades “racionales” (Laclau, 2005, p. 49). Este m odelo deliberativo se funda en una ética argu­ mentativa de igualdad de las partes y transparencia del discurso; su búsqueda es el consenso total a partir de etiquetas com unes. El problem a está tendido invisiblemente a lo largo de esta raciona­ lidad, donde la igualdad y la transparencia son axiom as por fuera de toda posibilidad discursiva; es decir, el lucrar del diálogo ya está definido de m anera m onológica y previam ente prefigurada. Cada grupo tiene su lugar e instancia peculiar delinida por el orden. El concepto de conflicto está regulado por fuera de cualquier conten­ ción argum entativa, se trata de un conflicto interno escenografiado por reglas que presuponen la carencia del conflicto m ismo. Precisam ente la apuesta de Jacques Ranciere (1998, p. 22) es que el conflicto aparece cuando el antagonism o se cierne entre g ru ­ pos desiguales, entre un supuesto adentro confinado racionalm ente y un afuera desterrado, habitado solam ente por los excluidos. De suerte que únicamente cuando se produzca una colisión absoluta
  • 44. 5 0 Ricardo Sanín Rcstrcpo entre estos dos m undos y cada uno quede expuesto en su integridad puede hablarse de diálogo, pero adem ás solo allí se puede acudir a la m aterialidad de lo político com o cruce indiscrim inado de lí­ neas conflictuales entre estos dos m undos. Es decir, que para que aparezca un auténtico sujeto político, el biotipo del encerram iento consensual y racional debe quedar obliterado. Solo en el encuentro traum ático entre el m undo del ciudadano con derechos, supuesta­ m ente libre y racional con el desterrado y m arginal podem os so ­ m eter a valoración la validez del consenso que creó estas criaturas em ancipadas y racionales, con su contracara excluida. Aquí la igual­ dad deja de ser presupuesto y se convierte en el límite m ism o del discurso. N o se trata entonces de un juego del lenguaje, sino de su apertura y reapropiación por el sujeto externo e irracional; se trata de picar esa genética abismal y m onstruosa y eliminar el límite que postra el discurso externo. 8. P O SP O L ÍT IC A : LA M A D R IG U E R A D EL M U L T IC U L T U R A L ISM O Slavoj Zizek llama pos-política al proyecto asimilativo liberal. Aquí se encuentra la fórm ula por excelencia de denegación de lo político, la pos-política posm oderna ya no se limita a reprim ir lo político tratando de contenerlo y de apaciguar “los retornos de lo reprim ido” de unificar artificialm ente un m undo partido por las d i­ ferencias a partir de la lógica de adentro y afuera, del civilizado y el bárbaro o el hom bre racional y el disidente. Lo que la Pos-política forcluye sicóticam ente es el conflicto, es decir lo pone por fuera de sí m ism a, com o una externalidad absoluta, al incluir falsam ente a las m inorías extirpando de la inclusión cualquier dominio político que establece la diferencia (Zizek, 2001, p. 277). La pos-política supone la colaboración de un circuito cerrado de tecnócratas ilustrados (econom istas, sociólogos, obviam ente abo­ gados) y m ulticulturalistas liberales; donde se pretende reducir el conflicto político a una negociación de intereses, a un centro radical
  • 45. Teoría crítica constitucional 51 diría Giddens, para llevarlo luego a un consenso universal subrayan­ do la necesidad de abandonar las anticuas divisiones ideológicas yO O J enirentar nuevas cuestiones utilizando el saber experto necesario v una deliberación libre que tom e en cuenta las necesidades y dem an­ das concretas de la gente (Zizek, 2001; Brown, 2010). Cuando la dim ensión de lo im posible es excluida efectivam ente v lo político es forcluido de lo sim bólico, retorna en lo Real, lo atroz e im pronunciable, que va no puede inscribirse en las redes sim bóli­ cas de la norm atividad, com o nuevas form as de racism o — racism o posm oderno--- , surge com o la consecuencia final de la suspensión pos-política de lo político, la transform ación del Estado en un m ero agente de policía al servicio de las necesidades (establecidas con- sensualm ente) de las fuerzas del m ercado y el m ulticulturalism o liberal tolerante. Al otro lado las m inorías, desplazados, lgbt’s, n e­ gros, indigentes, indígenas, m usulm anes cada vez más im pedidos para politizar su situación. Lo que este procedim iento tolerante im posibilita es el gesto de la politización propiam ente dicha: “estos violentos pasajes atestiguan algún antagonism o subyacente que ya no puede ser form ulado-sim - bolizado en térm inos propiam ente políticos” (Zizek, 2001, p. 2 17), evita elevar m etafóricam ente el agravio, lo político se encuentra forcluido, v disfrazado tras el antifaz de la negociación.7 J O Com o sostienen autores com o Wendv Brown (2010) y Slavoj Zizek (2001), el m ulticulturalism o liberal respeta la identidad del “otro” desde una distancia posibilitada por su posición universal privilegiada. Es un racism o que vacía su propia posición de todo contenido positivo, no es un racista directo, no le opone al otro los valores particulares de su propia cultura, retiene su posición de punto de universalidad vacío y privilegiado desde el cual se puede apreciar o despreciar las otras culturas particulares, el respeto mul- ticulturalista a la especificidad del otro es la form a de afirm ar la propia superioridad, donde la lucha por la politización y la afirm a­ ción de las m últiples identidades étnicas, sexuales y de otro tipo se
  • 46. 52 Ricardo Sanín Rcstrcpo produce contra el fondo de una frontera obscena y excluvente, el de la reciprocidad, la deliberación v el consenso despolitizado. 9. EL A B ISM O C O N ST IT U Y EN T E Para Lew is G ordon, el vínculo entre el lenguaje y la observación socio-genética de Fanón significa que el lenguaje es en principio com unicable, lo cual quiere decir que es inherentem ente publico y anclado decididam ente en el m undo social. La falla en el nivel lingüístico y sem iótico significa que hay problem as en el m undo social, v problem as en el m undo que significan que uno perm anece ligado a la incom pletitud (G ordon, 2005, p. 35). El dilem a que en ­ frentan las personas problem áticas (m usulm anes, Igbt’s, indígenas, desplazados) es entonces com o ser accional, en un m undo donde la afirm ación de su humanidad se estructura com o una contradicción del sistem a. Afirm ar su humanidad, entonces, es ya estructuralm en­ te violento, m alo, inm erecido y sobretodo no liberal. ¿C óm o dar entonces un paso hacia una nueva humanidad cuando el estatus quo de la noción de humanidad es concebido com o m odelo único de lo justo? Concluye G ordon que la pregunta no puede ser quién soy, sino qué hacer. El reto que no ha asum ido el constitucionalism o es tom arse la dem ocracia en serio. Por lo tanto la respuesta a estas preguntas d e­ pende inicialmente de la sinceridad y profundidad con la que uno aborde los dram as del m undo v finalmente descansa en nuestra construcción de lo que entendem os por dem ocracia, a sabiendas que todo problem a m etodológico es en el fondo un problem a ideo­ lógico.O La dem ocracia radical asum e el desafío de pensar la diferencia y la m ultiplicidad desde el abism o dem ocrático y no desde los d e­ rechos hum anos, desde el poder constituyente y no desde el cons­ titucionalism o libertario, pues la aniquilación del conflicto es el elem ento vertebral, tanto del constitucionalism o com o de las d i­ ferentes variaciones de m ulticulturalism o liberal, que debem os su­
  • 47. Teoría crítica constitucional 53 perar si realm ente querem os estar en presencia de una auténtica dem ocracia en la diferencia, Claro, hay otro cam ino, muy parecido a la servidum bre voluntaria que describía Etienne de la Boetie hace 500 años y que parece ha sido la regla de nuestros tiem pos. La pregunta entonces no es qué reprim e la política, sino qué es reprim ido de la política por el derecho y las técnicas deliberativas, el objetivo es restituir el conflicto com o orden del ser de la política. Es aquí donde resuena con toda su problem ática el corto circuito entre el liberalism o, cuyas instituciones aspiran al orden y unifor­ m idad com o valor central, v categorías difusas com o la dem ocracia radical y los seres problem áticos, com o experiencia traum ática, y m últiple. El proyecto liberal term ina siem pre retrayéndose al orden de los órdenes: el Estado, y el constitucionalism o, por m ás vanguar­ dista que sea estará siem pre estancado en una m era teoría del Esta­ do. Por ello Partha Chatterjee (2006) afirm a que de acuerdo con el constitucionalism o la sociedad solo puede ser com prendida en rela­ ción con el Estado y de acuerdo con una teoría general del derecho. Siguiendo a N egri (1999, p. 19) el constitucionalism o es una doctrina que conoce solo de una historiografía particular, el poder constituyente siem pre se refiere al futuro que se esconde en la laten- cia de un m om ento, en el todavía no, en la conciencia anticipatoria, algo que está presente pero escondido en el deseo de la esperanza. N uestros constitucionalistas ordenan el rom pecabezas con preci­ sión m ilim étrica para que las narraciones cuadren con el m ito de la necesidad histórica, el constitucionalism o impone un pasado ficticio para derivar de él un presente necesario y con ello se convierte en un subproducto dependiente de historiografías particulares. El poder constituyente escapa a toda posibilidad de ser enten­ dido dentro de las form as norm ales del ordenam iento jurídico. Su form a es incongruente con el orden y en la m edida en que establece él m ism o el orden, no puede ser com prendido dentro del orden m ism o. La tradición constitucional liberal, al encontrarse con este escollo m onum ental, confunde poder constituido con constituyen­ te y colapsa el origen en la consecuencia, lo político en lo jurídico,