2. El modernismo español
Rubén Darío fue el primero que empleó el término modernismo en el año 1888
al referirse al escritor Ricardo Contreras:
“Es preciso haber leído algo de este literato, conocer los chisporroteos de
ingenio que riega a cada paso en sus períodos, su erudición maciza, llena, fundamental
su facilidad de producir, sus principios literarios razonados, el brillante encadenamiento
de su prosa, su pureza en el decir al par del absoluto modernismo en la expresión, de
manera que es un clásico elegante, su estilo compuesto de joyas nuevas de plata vieja,
pura, sin liga para apreciarla.” (Henríquez Ureña, M., op.cit., p. 201)
Gracias a los cambios sociales políticos e ideológicos que ocurrían en
Hispanoamérica en el siglo XIX, se sufre un período de crisis durante el que se
cuestionan principios y valores que hasta ese momento habían permanecido intactos. La
corriente ideológica que impera es el positivismo, esta postula que el conocimiento
autentico es el científico y que este solo puede surgir mediante la comprobación
empírica de hipótesis. Así la literatura en este tiempo pasa a ocupar un lugar
desprestigiado y es ejercida solamente por la clase pequeño burgués. Estos son los
únicos que pueden adoptar esta práctica en sí misma.
En la Europa occidental entran en crisis los valores de la sociedad burguesa
decimonónica. Por una parte se quiebra la fe en el progreso al comprobar los
desequilibrios sociales, por otra se cuestionan los principios filosóficos, morales y
religiosos por la sensación de que el mundo es un caos regido por una voluntad ciega
que deja indefenso al ser humano.
Ante esta conciencia de crisis, los artistas en general adoptan algunos rasgos
comunes, entre los que sobresalen la misma actitud de insatisfacción ante la realidad y
una misma actitud ante el arte literario: rechazo del prosaísmo y acuden a una
renovación del lenguaje de tendencia simbolista.
Los jóvenes artistas de toda Europa se rebelan contra los valores que han
sustentado esta situación, como el positivismo o el utilitarismo, estos muy
representativos de la burguesía; así como contra el arte que lo había reflejado, el
Realismo. En este contexto surgen o se desarrollan una serie de movimientos artísticos
3. que conectan con esta actitud de rechazo y que influirán de una u otra manera en la
literatura española: Parnasianismo: Los parnasianos buscarán por encima de todas las
cosas la perfección formal de la obra literaria. El Decadentismo, que exalta lo que hay
en la sociedad de perverso e irracional de manera que el artista adopta una aristocrática
actitud de desdén al mismo tiempo que bucea en los placeres socialmente prohibidos
como la sexualidad depravada o las drogas. El Simbolismo, la corriente literaria más
importante. Para los simbolistas las palabras encierran una serie de connotaciones y
sugerencias que van más allá de su significado lógico. El Impresionismo: en este caso se
trata de una técnica pictórica que consiste en la eliminación de las líneas, en sustentar la
pintura en manchas de colores y en la influencia de la luz.
En España todos estos nuevos caminos artísticos penetran por una doble vía:
por la influencia de escritores hispanoamericanos, especialmente Rubén Darío; y por los
contactos con artistas parisinos. En el mundo hispánico este nuevo impulso recibe el
nombre general de Modernismo. El modernismo literario surge en Latinoamérica en
1880, encabezado por José Martí y Rubén Darío, en un intento de una afirmación de
sus raíces americanas. Será Darío, con sus viajes, el que introduzca el modernismo en
España. Sin embargo, en España el modernismo fue menos brillante, exótico y atrevido
que en América.
El movimiento modernista supone el rechazo de la realidad cotidiana e
inmediata. Ante esta situación, el escritor tiene dos alternativas: crear un mundo
imaginario o buscar una respuesta en su interior. La primera opción da lugar al
modernismo más externo, visual, ornamental y exótico; la segunda, al modernismo más
intimista.
El modernismo exótico sitúa la acción en espacios irreales y puebla los poemas
de hadas, ninfas, centauros, caballeros y princesas. Los modernistas se sienten atraídos
por lo raro, lo extravagante y lo novedoso; y en general por todo aquello que pueda
aportar preciosismo y sensualidad.
El modernismo intimista es la respuesta del poeta a su melancolía, sus
preocupaciones internas y su angustia, que, en ocasiones, es casi existencial. El
pesimismo, el desencanto y la falta de una creencia religiosa firme afloran en numerosos
poemas. Es la expresión de un descontento ante la vida, un interés por la muerte, la
soledad, la melancolía, la nocturnidad y el crepúsculo, etc. Ambas vertientes del
4. movimiento modernista comparten, en mayor o menor medida, algunos rasgos
importantes: como los símbolos, entre los más usados se destacan el color azul y el
cisne. El azul representa lo celeste y el ensueño. El cisne es el poeta, la elegancia y el
encanto mágico, la gracia y el misterio.
Se critica y se hace gala de una actitud rebelde frente al orden social; y es
aristocrática o dantista por su búsqueda de la belleza estética que lleva a los poetas a
diferenciarse y elevarse, como los nobles, del común de los mortales. Esto se relaciona
con el amor por la elegancia, el buen gusto y el refinamiento, lo cual se refleja en la
riqueza léxica: hay innumerables cultismos y helenismos, se recuperan voces poéticas
tradicionales, arcaísmos, y se introducen neologismos; hay constantes menciones de
obras de arte, de personajes ilustres, de lugares famosos, de términos musicales y
pictóricos, así como de los metales y piedras preciosa. Las palabras se seleccionan por
su brillantez, su rareza y su capacidad de sugerencia.
En cuanto al estilo, se amplían profundamente los recursos expresivos, en dos
direcciones: por un lado, la brillantez y los grandes efectos; por otro, lo delicado y los
tonos acordes con la expresión de la intimidad. Aparte de la riqueza léxica ya
mencionada, los modernistas son los grandes maestros en la utilización de los recursos
fónicos, de la musicalidad, los efectos sonoros y los ritmos marcados, del color y los
efectos cromáticos, de aromas y en general de todos los recursos sensoriales. Tales
efectos se consiguen gracias a un prodigioso manejo del idioma, y sobre todo a la
búsqueda de un lenguaje y un estilo propios. Gustan de la adjetivación ornamental y
acuden, con gran virtuosismo, al uso de sinestesias, metáforas y símbolos. Atención
especial merece la métrica. Los modernistas enriquecieron notablemente el repertorio de
versos, estrofas y tipos de ritmo, adaptando al castellano formas métricas francesas,
resucitando formas primitivas o ideando estrofas nuevas. Los versos preferidos son, el
alejandrino, el dodecasílabo y el eneasílabo, versos muy poco usados hasta entonces.
5. Platero y yo
La primera edición completa se publicó en 1917 , compuesta por 135 capítulos.
Platero es un texto adulto, pero por su estilo sencillo y transparente se adecua
perfectamente a la imaginación y al gusto de los niños. Algunos capítulos encierran una
cierta crítica social, revelando una dimensión del autor que muchos tardaron en advertir.
El propio Juan Ramón Jiménez, en un pequeño prólogo a la edición aclara: «Yo nunca
he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que
lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren».
Platero y yo es una narración lírica de Juan Ramón Jiménez. Cuenta la historia
de un borriquillo, Platero que transcurre en el pueblo Moguer, Estado de Andalucía,
España, lugar de nacimiento de Juan Ramón Jiménez. Este libro es clásico en la
literatura española de su género. La evolución de las obras de Juan Ramón Jiménez
pasan por tres etapas. Esta, en especial, pertenece a una energía modernista de Rubén
Darío y la ternura de las piezas campesinas de Francis Jammes. El texto a analizar es el
capítulo I la obra.
El tema principal es la presentación y descripción de Platero. Su título, según
Umberto Eco, es epónimo porque presenta la titularidad del personaje. El sustantivo
“Platero” no es solamente el nombre del burro. En Andalucía en el campo se tiene
burros y caballos con fines diferentes, se utiliza el primero para transportar carga o
personas. ‘Platero’ es la expresión general usada en esta región para referirse a estos
burros aludiendo a su pelaje, por ser de color gris, de color de plata.
Es un texto en prosa lírica, estructurado en cuatro párrafos. Podemos encontrar
tres momentos. Primeramente una descripción física del punto de vista del dueño del
borrico. Luego una descripción de la relación entre ambos personajes y por último una
de la personalidad de Platero junto a cómo lo ven en su pueblo.
Comienza el capítulo presentando el nombre del personaje, con un sustantivo
singular masculino que no advierte del género del personaje. Al sustantivo le agrega un
verbo copulativo, debido a las características de estos verbos, nos podemos anticipar y
saber que vendrán atributos del personaje. Este atributo está compuesto de tres
adjetivos, están organizados con una cierta gradación que nos dan la sensación de estar
cada vez más cerca del personaje descripto, una adjetivación propia de los modernistas.
Narra la estatura y la suavidad del personaje, de una forma tierna y dulce, esta imagen
6. de inocencia nos trasmite también con la musicalidad a lo largo de toda la narración,
creada por los signos de puntuación. Continúa la caracterización de forma muy
enternecedora otorgando sensaciones visuales, dice que el personaje es blando, es de
algodón, que no tienen huesos. Observamos dos metáforas construidas con dos
oraciones subordinadas coordinadas: “que se diría todo de algodón, que no lleva
huesos”.
Describe a los ojos como espejos negros y duros. Nos continúa dando la
sensación de proximidad con el personaje, ya que es como si lo estuviera mirando tan
de cerca que puede ver el reflejo que emiten sus pupilas. Podemos encontrar una
comparación introducida por el pronombre relativo “cual”: “Solo los espejos de
azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”, observamos
además un pleonasmo para reafirmar la idea de ojos duros, negros y brillantes, ya que
“espejo de azabache” por sí solo representa estas características, reafirma la idea con la
comparación de los ojos duros con escarabajos de cristales negros.
En el segundo momento, el narrador se inserta en la historia. “Lo dejo suelto”,
este verbo construido en primera persona junto al verbo llamo en: “lo llamo
dulcemente”, nos indica la participación del narrador en la historia. Ya nos da la pauta
que platero es un borrico. Define su actitud cuando lo suelta en el prado, continúa
demostrando el lado tierno de su animalito. Dice que cuando lo deja suelto se va al
prado como por elección propia, personificándolo. Demuestra la delicadeza y comienza
a describir la naturaleza con una gradación de colores bien típica de los modernistas:
“acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas”, “flores rosas, celestes y
gualdas…” Observamos en este último punto las reticencias, dejando ver otros colores
relacionados a la serenidad y la suavidad del personaje. El color rosa es reconocido por
la sencillez, la sutilidad y la delicadeza. El celeste por la serenidad y la sinceridad. El
color amarillo presente en las flores de gualdas, está muy relacionada a la luz, la alegría
y la pureza de espíritu. Todos estos colores descritos en la naturaleza, componen un
paralelismo psicocósmico ya que pertenecen a la personalidad de Platero. El autor nos
regala una serie de imágenes que aliadas a la continua musicalidad de la narración, nos
otorga la sensación de calma y los lectores se alían al punto de vista del dueño de
Platero.
7. “Lo llamo dulcemente” el adverbio nos da la pauta de la relación que tienen
ambos personajes, afirmada anteriormente por la descripción del borrico en el prado.
Continúa con la respuesta de Platero “viene a mí con trotecillo alegre que parece que se
ríe”, el sentimiento es mutuo, “en no sé qué cascabeleo ideal…”, ya no le alcanzan las
palabras para describir su ternura y sencillez, ya no sabe con qué compararlo y así
culmina el párrafo con otra reticencia.
“Come cuanto le doy”, observamos una aceptación mutua, Platero acepta todo
lo otorgado por su dueño, no pide más ni niega ninguna parte, alude así a la base del
amor: la aceptación sin exigencias ni cobranzas. Luego comienza con una gradación
descendente de la comida ofrecida a Platero. Las frutas están enumeradas desde la de
mayor tamaño hasta la de menor tamaño, reafirmando la aceptación de todo lo otorgado,
hasta lo mínimo acepta y le agrada: “Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas
moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel…”
Interrumpe nuevamente la frase con puntos suspensivos para demostrar que esa
enumeración puede seguir. Mediante un pleonasmo nos reafirma el sentido del color
amarillo: “todas de ámbar” que nos quiere pasar con las naranjas, las mandarinas y las
uvas, estas últimas nos dan la pauta del lugar en que se encuentran ya que son muy
cultivas en Andalucía. El color amarillo significa la alegría. El morado se asocia con la
nobleza, la magia y la espiritualidad, además está presente en el color del higo la gota
cristalina de miel de color amarillo, retomando así la alegría descripta de Platero en su
trotecillo. Estos colores de las frutas y los colores del prado en el cual Platero comía,
crean un Paralelismo psicocósmico con la personalidad del tierno borrico.
Observamos en el último párrafo y en último momento de la narración, una
comparación de la dulzura de Platero con la de los niños, utiliza puntos suspensivos
porque podría seguir nombrando más cosas tiernas como su borrico. Además formula
una antítesis con rasgos de su personalidad, primeramente lo tierno pero luego lo fuerte
y seco de su personalidad, comparándolo con una piedra. Comienza una enumeración de
hechos que sucede con recurrencia: “Cuando paso sobre él, los domingos, por las
últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se
quedan mirándolo”, en esta construcción observamos que son personas de un pueblo
pequeño y que está cercano al campo, con una metáfora alude a que son personas
tranquilas y lo miran sin maldad ninguna, construida con los adjetivos “limpio y
despaciosos”. Mientras que los hombres miran a Platero comentan: “tien’ asero”, que
8. significa “tiene acero” lo escribe con “s” debido al seseo, típico de la procedencia de los
hablantes que quiere ilustrar. El narrador reafirma el comentario: “Tiene acero. Acero y
plata de luna al mismo tiempo”, mientras los hombres de campo se refieren al pelaje de
Platero solamente, el narrador con esta metáfora reafirma lo que explicitaba
anteriormente sobre la personalidad del borrico, la fortaleza simbolizada en el acero y la
ternura en “plata de luna”.