El documento define la animación como una aproximación a la acción de gobierno y el trabajo con grupos que hace crecer la participación. La animación salesiana realiza plenamente el espíritu de Don Bosco a través de una pedagogía del acompañamiento y el desarrollo humano. Un animador debe ser un educador abierto al diálogo y la evolución de los tiempos que acompaña a las personas con disponibilidad, implicación y creatividad.