“Compartir” es un camino, porque consiste en un proceso en el que las personas se van transformando y aproximando.
Y “compartir la misión” es el camino en el que se va construyendo la “Asociación lasaliana para la educación de los pobres”. Es un proceso de comunión para la misión, en el que están invitados a participar todos los educadores lasalianos, cada uno según su propia identidad.
2. El encuentro entre las personas es el umbral de la misión compartida. En el lado
externo de ese umbral ponemos en común nuestras habilidades. Y cruzamos ese
umbral cuando empezamos a poner en común nuestras personas. A partir de aquí
podemos hablar de “misión compartida”, hemos cruzado el umbral.
A partir de ese momento,
–no sólo coincidimos materialmente en el mismo lugar de trabajo, sino que
compartimos (nos comunicamos) nuestras identidades; – no sólo realizamos
tareas complementarias, sino que las hacemos en actitud de comunión con los
demás;
– no sólo nos organizamos en equipos de trabajo para ser eficaces, sino que
nos hacemos solidarios unos de otros. Pero estos cambios de actitud no son el
resultado de un día, sino el fruto de un proceso que suele exigir mucho tiempo.
“Misión compartida” es un proceso de comunión. A medida que entran en el
proceso, las personas aprenden a compartir lo que son y no sólo lo que hacen.
En el centro se sitúa la persona y no la tarea.
3. 2. Hermanos y seglares, compartiendo
la misión
Contemplemos ahora esta misma realidad con otra perspectiva que
complementa la anterior. Tomemos la educación lasaliana como una
misión eclesial que estamos compartiendo Hermanos y Seglares. Hasta
hace no mucho tiempo los seglares ayudaban a los Hermanos en lo que se
creía que era la misión de éstos. Y no es fácil cambiar una manera de
pensar y actuar que se ha prolongado durante siglos en la Iglesia, el
protagonismo de unos
Pocos frente a la pasividad de la mayoría, el paternalismo del estamento
sacerdotal y religioso frente a la supuesta minoría permanente de edad
del estamento seglar...
4. 3. La misión que compartimos
– Descubrir la misión tras la tarea educativa significa que, más allá de los
programas que hay que desarrollar, encontramos la persona de cada alumno
y la situamos en el centro de nuestra preocupación de educadores. Toda la
persona, y no sólo su faceta intelectual o sus habilidades. Mi tarea como
educador comienza, no en el programa o la asignatura, sino en la persona, en
sus necesidades, en su situación humana.
– ...Significa descubrirme a mí como mediador en ese proceso de maduración
que está más allá de mis programaciones y que, al mismo tiempo, necesita mi
implicación como persona.
Para sentirse mediador hay que tener un poco de humildad; tengo que bajarme
del peldaño de “protagonista” para aceptar un plano secundario. Tengo que
dejar de ser el “magister” (el que es más, porque sabe) para ser simplemente el
“minister” (el que es menos, porque sirve).
5. 4. Compartimos la misión desde un carisma
(un espíritu)
El carisma lasaliano es el don del Espíritu que nos ha permitido descubrir,
valorar y dar respuesta apropiada a la educación cristiana de los pobres.
Es la orientación que se imprime a todo el proceso y que implica un estilo,
una sensibilidad especial ante determinadas necesidades, unas
preferencias al seleccionar los destinatarios, unos criterios y opciones para
el planteamiento de las respuestas y una manera de valorar la misión.
Y el carisma es el que ha dado origen a la espiritualidad lasaliana, la
expresión del sentido profundo de lo que vivimos. Y en lo profundo está
nuestra relación con Dios. Por eso, espiritualidad es también una manera
de relacionarnos con Dios, partiendo de nuestra experiencia vital, la
experiencia de nuestra tarea educativa, nuestra relación humana, nuestra
percepción de la historia y la realidad social... La espiritualidad lasaliana
nos permite descubrir y vivir la tarea educativa como lugar privilegiado de
la relación del educador con Dios.
6. 5. El carisma común nos remite al mismo
Fundador
Nos referimos a Juan Bautista de La Salle como nuestro Fundador.
Considerarlo como “Fundador” equivale a admitir que posee un carisma
que le permite descubrir, discernir y valorar aspectos de la realidad que
nos toca vivir a nosotros. Justamente ese carisma del que acabamos de
hablar.
La Salle no es sólo Fundador porque haya “inventado” una estructura que
se llama “Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”. Si fuera así,
sólo los Hermanos podrían reconocerlo como Fundador; y sin embargo,
hoy, muchas personas además de los Hermanos consideran a La Salle, con
toda justicia, su “Fundador”.