La Primera Guerra Mundial tuvo un gran impacto económico en España, con un auge de las exportaciones que benefició a sectores como la siderurgia y la industria textil. Sin embargo, tras la guerra vino una fuerte crisis de 1919 a 1924, con descenso de la producción e incremento del paro y los conflictos obreros. Entre 1918 y 1921 hubo también movilizaciones campesinas en el sur de España, influenciadas por la Revolución Rusa y promovidas por anarquistas, reclamando la redistribución de tierras
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Impacto Primera Guerra Mundial y Revolución Rusa España
1. Bloque 9
Explica las repercusiones de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa en España
1. El impacto de la Primera Guerra Mundial en España.
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, fue seguido de una declaración de
neutralidad del gobierno español, encabezado por Eduardo Dato, que obtuvo un respaldo prácticamente
generalizado. La neutralidad, sin embargo, no impidió que la opinión pública se dividiera entre “aliadófilos”
y “germanófilos”, ni que el tema se debatiera apasionadamente en las Cortes, la prensa y la calle.
Las consecuencias económicas de la Guerra fueron muy importantes. Tras unos meses de recesión, a partir
de 1915 se produjo un auténtico boom económico al convertirse España en suministradora de los países en
guerra. España exportó productos textiles de lana y algodón, metales, productos manufacturados, cueros y
calzados, papel y derivados, maquinaria y productos químicos y alimentarios, en tales cantidades que
llegaron a afectar al abastecimiento nacional.
La producción industrial, por tanto, creció gracias al aumento de la demanda exterior y a la necesidad de
sustituir importaciones con producción propia. La doble tendencia, expansión de las exportaciones con la
disminución de las importaciones (en 1917 su volumen fue la mitad de 1913) provocó un cambio en la
balanza comercial, con superávit entre 1915 y 1919.
Los sectores más beneficiados fueron la siderurgia vasca, la minería asturiana y las industrias textiles y
metalúrgicas de Cataluña.
En definitiva, se crean o amplían empresas, se obtienen elevados beneficios empresariales, pero la
expansión también produjo tensiones sociales. La Guerra, en efecto, con el incremento de las
exportaciones y por los problemas para importar productos deficitarios, provocó un desabastecimiento del
mercado interior con el consiguiente aumento de los precios, muy fuerte durante 1916, 1917 y 1918. Sin
embargo, la subida de precios no fue acompañada de una subida de los salarios, lo que generó una pérdida
del poder adquisitivo de los trabajadores y dio lugar a conflictos sociales y reivindicaciones sindicales.
2. Crisis económica y agitación social tras la Primera Guerra Mundial.
Los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial fueron de gran conflictividad en toda Europa. El triunfo
de la revolución bolchevique y el establecimiento del Estado soviético en Rusia dieron alas y esperanzas a
todos los grupos revolucionarios. En España, el final del conflicto europeo propició un cambio brusco de las
condiciones económicas, surgiendo una fuerte crisis que duró desde 1919 a 1924.
En efecto, al finalizar la guerra, las exportaciones y los beneficios empresariales descendieron. Para
mantener los beneficios se aumentaron los precios, mientras que siguió disminuyendo el poder adquisitivo
de las familias. La producción descendió y aumentó el paro, lo cual provocó de nuevo la movilización
obrera y un espectacular crecimiento del sindicalismo.
La crisis tuvo un especial impacto en Cataluña, que era la zona más industrializada y la que más se había
beneficiado del auge económico durante la guerra. El movimiento huelguístico más importante tuvo lugar
en 1919 en La Canadiense, la empresa que abastecía de electricidad y Barcelona y su zona industrial. Los
sindicatos y la patronal alcanzaron un acuerdo (16 de marzo) que incluía la jornada laboral de ocho horas.
Sin embargo, el incumplimiento del compromiso de readmisión de los trabajadores despedidos reactivó el
conflicto y produjo una radicalización de las posturas que derivó en el pistolerismo.
Entre 1918 y 1921 también se produjeron movilizaciones en el Sur de España, principalmente en Andalucía,
Castilla La Mancha y Extremadura. Se exigía el reparto de tierras para los campesinos siguiendo el ejemplo
de la Revolución rusa, por lo que ese periodo se conoce como el trienio bolchevique. Promovidas
fundamentalmente por grupos anarquistas, las revueltas incluían la ocupación de tierras, la toma de
ayuntamientos y la formación de comités de huelga. El Gobierno reaccionó declarando el estado de guerra,
encarcelando a los líderes campesinos e ilegalizando las organizaciones obreras.
La conflictividad social fue acompañada de una fuerte inestabilidad política, que se arrastraba de la triple
crisis de 1917. Entre 1918 y 1923 se sucedieron una decena de gobiernos inestables que, ante la falta de
mayorías parlamentarias claras, recurrieron con frecuencia a medidas de excepción: suspensión de las
garantías constitucionales y clausura del Parlamento.