1. Aportes - 1
acontece también con nosotros en nues-
tro propio bautismo: ¡Somos hijos de
Dios! Él nos sigue diciendo: ¡Sos mi hijo
muy querido!
¿Qué sentido tiene el bautismo?
¿Para qué el bautismo? El bautismo es
la puerta, la credencial el “signo” por el
cual Dios nos hace hijos suyos;hermanos
de Jesucristo y miembros de su Iglesia.
Para entender mejor todo, conviene
saber que esta fiesta completa el Tiempo
de Navidad.La aparición de Dios entre los
hombres tiene tres momentos: Navidad,
Epifanía y Bautismo del Señor. En Navi-
dad celebramos el nacimiento de Jesús;
en la Epifanía su presentación a todos
los pueblos representados en aquellos
“magos”; el Bautismo es, finalmente, la
presentación de Cristo al mundo como
Hijo muy querido del Padre.
Precisamente en el relato del Evan-
gelio Jesús es presentado como Hijo
de Dios, lleno del Espíritu Santo que
descendió sobre él.Lo mismo sucedió en
nuestro bautismo: el Espíritu Santo des-
cendió sobre nuestra alma y el Padre gritó
eufórico: ¡Tú eres mi hijo muy querido!
¡Qué triste sería pasar por la vida sin
percibir la voz del Padre! Por eso, herma-
nos, la liturgia durante todo el tiempo de
Navidad repitió, insistió y machacó sobre
nuestra condición de hijos adoptivos
de Dios.
¡Somos hijos de Dios!
Is 42, 1-4. 6-7; Sal 28, 1-4. 9-10; Hech
10, 34-38; Mt 3, 13-17
La hija del rey de Francia, Luis XIV, gri-
tó un día a su preceptora en un momento
de ira: ¿Has olvidado que soy la hija de tu
rey?”.Y vos –replicó la preceptora, “¿has
olvidado que soy hija de tu Dios?”.
Somos hijos de Dios. Y si somos
hijos también somos herederos, here-
deros de Dios y coherederos de Cristo
(Rom 8, 17), enseña san Pablo.
No podemos culpar a los demás de
olvidar esta verdad, ¡nosotros mismos
la olvidamos! Como fruto del amor de
nuestros padres vinimos al mundo.Como
fruto del amor de Dios Padre somos sus
hijos desde el momento del bautismo.
En ese momento, Dios Padre susurró en
nuestro corazón: Sos mi hijo muy que-
rido. Por eso, la Oración colecta muestra
un reconfortante paralelismo entre Cristo
y nosotros: allí se habla de Cristo, Hijo
de Dios, y también de nosotros, hijos
adoptivos; se menciona el bautismo
de Jesús en el río Jordán mientras
descendía el Espíritu Santo sobre él,
y también se recuerda que nosotros
hemos renacidos con el agua y el Es-
píritu Santo.
Hermanos: la intención de la Iglesia
es clara: se nos quiere mostrar que lo
acontecido con Jesús en su bautismo, (Continúa en la p. 4).
Aportes para la homilía
Aportes
Celebración
El Bautismo del Señor 8 de enero de 2017
Ciclo A. Color: Blanco Año XXI - Nº 1176
Aportes
Celebración
para la
Homilía y guión para la Santa Misa
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2. Aportes - 2
Guión para la Santa Misa
1) Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas:Celebramos
hoy la fiesta del Bautismo de Jesús.
Esta fiesta corona el tiempo de Na-
vidad e inaugura el tiempo Ordinario,
llamado también, Durante el Año.
El tiempo Ordinario se desarrolla en dos
etapas: esta primera, previa a Cuaresma,
Pascua y tiempo Pascual; y otra, que co-
mienza el primer domingo después de Pen-
tecostés y cubre el resto del año litúrgico.
La fiesta del Bautismo de Jesús es
también la fiesta de nuestro propio Bau-
tismo.
Nos ponemos de pie. Recibimos al
padre que, en nombre de Cristo, presidirá
nuestra eucaristía, y uniendo nuestros
corazones y nuestras voces, cantamos.
2) Saludo inicial
Hermanos:Hemos escuchado que
la fiesta del Bautismo del Señor
es también la fiesta de nuestro
Bautismo. (Por eso vamos a recordarlo
sustituyendo el Acto penitencial acostum-
brado por el rito de Aspersión).
El Dios del amor y de la paz,
que por el Bautismo
nos hizo hijos en su Hijo Jesús,
esté con todos ustedes.
3) Acto penitencial
A. Si se realiza el rito de la bendición y
aspersión.
El celebrante bendecirá el agua con que se-
remos rociados en memoria de nuestro Bautismo.
Este rito reemplaza al habitual acto penitencial
(Misal, p. 1181).
B. Forma habitual.
Somos hijos adoptivos de Dios
renacidos del agua y del Espíritu
Santo. Por eso abramos nuestro
corazón a su misericordia.
– Tú, elegido de Dios para ser luz
de las naciones.
Señor, ten piedad.
– Tú, ungido por el Espíritu, que
pasaste haciendo el bien.
Cristo, ten piedad.
– Tú, hijo amado del Padre, que quitas
el pecado del mundo.
Señor, ten piedad.
4) Gloria
Glorifiquemos a Dios porque, por
su gran benevolencia, nos incorpo-
ró a Cristo mediante el Bautismo.
Gloria...
5) Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Is 42, 1-4.6-7): El
Siervo de Dios, ungido por el Espí-
ritu Santo, es figura de Jesucristo.
Salmo (Sal 28, 1a. 2-3ac. 4. 3b.
9c-10): Como Dios anuncia que enviará
a su elegido, el salmo aclama la gloria del
nombre del Señor. Participamos de esta
oración aclamando: El Señor bendice a
su pueblo con la paz.
Segunda lectura (Hech 10, 34-38):
San Pedro proclama que Jesús de Na-
zaret fue ungido por Dios con la fuerza
del Espíritu Santo.
Evangelio (Mt 3, 13-17): Durante el
Bautismo de Jesús, desciende sobre él
el Espíritu Santo y Dios lo proclama “Hijo
muy querido”.
6) Credo
Proclamemos, con entusiasmo,
nuestra fe en Jesús, Hijo muy que-
rido del Padre, nacido para nuestra
salvación. (Sería pertinente renovar aquí
las promesas bautismales).
Creo...
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3. Aportes - 3
y nuestro salvador. Unidos entre
nosotros y al celebrante, elevemos
nuestra gran acción de gracias al
Padre que nos reveló a su Hijo
amado y a todos nos hizo hijos.
10) Padrenuestro
La liturgia de todo el tiempo de
Navidad ha insistido en nuestra
condición de hijos de Dios. Con-
vencidos de que realmente lo somos,
digamos con fervor. Padre nuestro...
11) Cordero de Dios
El que escucha al Señor y se
alimenta de él vivirá eternamente.
Éste es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo, dichosos los
invitados a la Cena del Señor.
12) Comunión
Hermanos:Vayamos alegres, como
peregrinos de esperanza, a alimen-
tar con la eucaristía nuestra vida de
testigos de Cristo.
13) Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra
misión comienza.
Hermanos: Jesús, Hijo primogé-
nito de Dios, nos hizo parte suya por
el Bautismo. Vivamos con alegría este
don y, como él, pasemos por el mundo
haciendo el bien.
El Señor esté con ustedes.
Que tu bendición, Señor,
infunda nuevo vigor en tus hijos
y prepare sus corazones
para vivir con alegría su Bautismo.
Y que la bendición...
14) Canto final
Queridos amigos: Somos bautiza-
dos. Formamos parte de la gran
familia de Dios. Con esa alegría,
nos retiramos cantando.
7) Oración de los fieles
Por el Bautismo somos un “pueblo
sacerdotal” llamado a rezar por las
necesidades de la Iglesia y del
mundo entero.
A cada intención, pedimos:
Ayúdanos, Señor, a vivir nuestro
bautismo.
4 Para que todos los bautizados en Cris-
to, amados de Dios y ungidos por el
Espíritu Santo, pasemos por el mundo
haciendo el bien.
Oremos.
4 Para que los hombres enfrentados por
razones étnicas, políticas o religiosas,
comprendan que Dios no hace diferen-
cias entre sus hijos.
Oremos.
4 Para que los bautizados alejados de la
Iglesia sientan que el Padre Dios los
convoca con amor.
Oremos.
4 Para que nuestra comunidad acom-
pañe, con su testimonio, la fe de los
nuevos bautizados.
Oremos.
(Añadir y/o sustituir intenciones).
Ayúdanos, Señor, a vivir nuestro
bautismo para que, escuchando
con fe a tu Hijo único, nos llame-
mos y seamos en verdad hijos tuyos. Te
lo pedimos...
8) Presentación de las ofrendas
Cristo, muerto y resucitado para
nuestra salvación, es nuestra gran
ofrenda al Padre. Unidos a él pre-
sentemos al Señor la firme decisión
de vivir con alegría nuestras promesas
bautismales.
9) Prefacio (Propio)
Jesús es el Hijo predilecto del Padre
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4. Aportes - 4
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ENSEÑANZA DEL SANTO PADRE
Hacer memoria del propio bautismo
Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro
Bautismo todos los días, como una realidad actual en nuestra existencia. Si conseguimos
seguir a Jesús y a permanecer en la Iglesia, a pesar de nuestras limitaciones, nuestras
fragilidades y nuestros pecados es precisamente por el Sacramento en el que nos hemos
convertido en nuevas criaturas y hemos sido revestidos de Cristo. Es en virtud del Bautismo,
en efecto, que, liberados del pecado original, estamos injertados en la relación de Jesús
con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos
da esta esperanza nueva. La esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y
a esta esperanza nada y nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda.
Papa Francisco (8/1/2014).
El paralelismo del cristiano con Jesús es
completo. Sepámoslo y gocemos con ello:
Cristo, el Hermano mayor, fue bau-
tizado en el Jordán; nosotros fuimos
incorporados a él por nuestro bautismo.
Cristo fue ungido por el Espíritu Santo;
también descendió sobre nosotros en
nuestro bautismo.
Cristo es declarado solemnemente
“Hijo muy querido” del Padre; también
nosotros somos hijos adoptivos de ese
Padre que nos ama.
Entusiasmado por esta maravilla, san
León Magno, el extraordinario papa del
siglo IV-V, gritaba en Navidad: ¡Cristiano,
reconoce tu dignidad!, es decir, no dejes
de darte cuenta de lo que Dios ha hecho
contigo; vive con alegría tu condición de
hijo de Dios.
En efecto, ¿alguien entre ustedes se
siente “poca cosa”? ¿Alguien cree ser
“un cualquiera”? Ese alguien está olvi-
dando su máxima dignidad: no hay nada
más importante en esta vida que poder
decir: ¡Soy hijo de Dios, Dios me ama,
Jesucristo murió por mí, me espera una
felicidad eterna!
El bautismo fue el regalo más impor-
tante de cuantos nos hizo Dios: Selló
nuestra dignidad de hijos de Dios y her-
manos de Jesucristo. Por eso el salmo
nos invita con entusiasmo a alabar a Dios:
¡Aclamen al Señor,hijos de Dios! ¡Acla-
men la gloria del nombre del Señor!
Termino: Ciertamente, aclamamos
al Señor, aclamamos su gloria cuando
cumplimos los Mandamientos, cuando
atendemos nuestros deberes cotidianos
con espíritu fraterno, practicando la jus-
ticia y la caridad. Pero no es suficiente:
Dios espera que lo honremos viviendo
con alegría y entusiasmo nuestra condi-
ción de hijos de Dios, hermanos de Je-
sucristo y templos del Espíritu Santo. Sí,
hermanos, aclamemos y glorifiquemos a
Dios llenando de alegría cristiana nuestra
vida diaria, dando a cuantos nos rodean
el testimonio de nuestra alegría cristiana.
Humilde, sencillamente, como hijos muy
queridos de Dios.
(Viene de la p. 1).
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