1. DDaarr yy RReecciibbiirr
Efrén Martín, gerente de , profesor de , asociado de
Un hombre muy pobre vio a un rey que se dirigía hacia
él, montado en un carro de oro. El pobre pensó: “se ha
acabado mi sufrimiento, este rey ha venido aquí por mí.
Me cubrirá de riqueza y viviré tranquilo”.
El rey paró a su lado y, extendiendo su mano hacia él,
le dijo: “¿Qué tienes para darme?”
El hombre quedó perplejo, pero ante la persistente
sonrisa del rey y su mano tendida, metió la mano en su
alforja, que contenía unos puñados de arroz. Tomó un
grano y lo entregó al rey, que le dio las gracias y se fue.
Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró
un grano de oro. Se puso a llorar exclamando: “¡Por qué
no le habré dado todo mi arroz!”
Nº 117 septiembre 2016 http://www.fvmartin.net
“Dar para recibir… Manos que no dais que
esperáis” son exhortaciones altruistas, que
pretenden corregir un impulso evidente: a
todos nos apremia más obtener que aportar.
Nada vergonzoso, ya que está en la naturaleza
de todos los sistemas que el input sea previo
al output; pues no se puede dar lo que no se
ha adquirido previamente y las acciones
preceden a los resultados.
Aunque “Pedid y se os dará” sea un sabio
precepto, tan cristiana prescripción fue muy
censurada por la buena educación pasada:
Hasta hace pocas generaciones, se instruía a
los niños de forma que no aceptasen nada
que no se les ofreciese al menos tres veces.
Los pequeños repetían mortificados un “no,
gracias” ante aquella golosina o moneda que,
apeteciéndoles de veras, no podían aceptar
bajo la severa mirada de sus progenitores.
Pedir no era una opción.
Actualmente sería difícil encontrar una familia
que inculque tales sacrificios a sus niños; que
extienden la mano con total naturalidad,
incluso antes de que se les ofrezcan las
habituales chuches. Y cada vez piden más.
En ambos casos el dilema se reduce a recibir
o no. Dar ni se contempla. Quizá por ello a
Leopoldo Abadía no le preocupa tanto qué
mundo vamos a dar a nuestros hijos, como:
“¡Qué hijos vamos dejar a nuestro mundo!”
De la misma forma que Spinoza decía: “Toda
afirmación es una negación”, lo más
frecuente es encontrarnos con expertos en
pedir, bajo la apariencia de dar:
¿Acaso un hábil vendedor que nos oferta una
oportunidad única de compra, no está sino
ansioso por su pedido?
¿Qué hace un astuto candidato político sino
solicitar, e incluso implorar, nuestro voto
ofreciendo un goloso paquete de medidas?
¿No hay, siempre, tras la piadosa promesa
de una vida eterna, el limosneo que sostiene
enormes estructuras religiosas?
Ninguno de estos tres casos tiene porqué ser
deshonesto. Es ocultar las peticiones lo que
las hace vergonzantes cuando salen a la luz.
Toda persona tiene sueños y deseos; le pide
más a la vida. Trágicamente, dicho castillo de
ilusiones puede ser arrasado no sólo por las
circunstancias sino porque no hacemos lo que
hay que hacer.
Hablar de contribuir mientras nos
dedicamos a extraer supone la aniquilación
del buen juicio y la habilidad, junto a la
anulación de intercambios de ganancia mutua.
Toro Sentado no entendía que hablásemos
con lengua de serpiente; pero es que, aunque
no tengamos lengua doble, tenemos…
Doblez en el lenguaje