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Batalla de las Navas de Tolosa
1.
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Los Obispos españoles y el Arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénex de Rada -a quien el año
anterior una Bula pontificia había confirmado como Primado de la Iglesia española-, estaban
muy interesados en reunir los esfuerzos de todos los príncipes hispano-cristianos con la
finalidad de emprender una campaña contra los Musulmanes.
En la primavera de 1211 el Rey Alfonso VIII y el infante don Fernando se dirigen con sus
huestes hacia Levante, mientras tanto el Califa desembarca en Tarifa y pasa por Sevilla y
Córdoba hacia la frontera de Toledo, sitiando el castillo de Salvatierra (mayo de 1211). El
castillo cayó en manos almohades en septiembre de 1211. Esto hizo que los reyes españoles se
unieran para defenderse de la amenaza musulmana.
En octubre de 1211 muere el infante don Fernando, y nada más enterrado, el Rey de Castilla
emprendió camino a Roma para que el pontífice (1212) expidiese las letras apostólicas
necesarias a la predicación de una Cruzada en occidente, y luego parece que recorrió Italia,
llegó al Norte de Francia e incluso a Alemania y a su regreso, pasó por las regiones francesas
del Mediodía, predicando en todas partes la Cruzada contra los Almohades.
La campaña quedó decidida para la octava de Pentecostés, y el lugar de reunión de los
Cruzados se fijó en Toledo. Por su parte, Alfonso VIII a quien correspondía la iniciativa de la
empresa, solicitó el auxilio de los Reyes de Aragón, León, y Navarra.
3. LAS HUESTES SE REÚNEN EN TOLEDO
Durante la octava de Pentecostés se reunieron en Toledo caballeros y peones franceses,
provenzales italianos y de otros países, en número que parece llegó hasta cerca de 70.000.
Por causa de los preparativos para la reunión de su hueste, Alfonso VIII de Castilla sólo pudo
incorporarse a los demás Cruzados pasada ya la Pascua de Pentecostés, y Sancho VII, El
Fuerte, con sus navarros se retrasará aún más y se unirá al ejército cristiano cuando éste se
encuentre ya en campaña.
La hueste castellana de Alfonso VIII parece que sumaba más de 60.000 hombres y a sus tropas
se añadían no solo las catalanas y aragonesas de Pedro II y las ultramontanas, sino los
caballeros de las Órdenes de Calatrava y Santiago, del Hospital y del Temple, los portugueses,
leoneses, gallegos y asturianos que fueron a Toledo por su propia iniciativa; en total, parece
que los ejércitos hispanos-cristianos que no procedían de Castilla estaban constituidos por unos
50.000 guerreros.
Entretanto, el Califa almohade Abu Abd Allah Muhammad al-Nasir se había preparado por
su parte para hacer frente a los Cruzados y había reunido un gran ejército, que concentró
principalmente en Sevilla y que debió de estar formado por unos 250.000 hombres. Este ejército
se había puesto ya en marcha (20 Junio) hacia Jaén y Sierra Morena, cuando los Cruzados
abandonaron Toledo y se encaminaron hacia la frontera de al-Andalus.
4. COMIENZA LA CAMPAÑA
El 24 de junio las huestes cristianas llegan a Malagón, fortaleza avanzada de los musulmanes, la toman y
pasan a cuchillo a su guarnición. Ante la escasez de víveres algunas tropas descontentas pretenden
marcharse, aunque el Rey de Aragón logró convencerles de que no lo hicieran.
El 1 de julio reconquistaron la plaza de Calatrava, y ante la imposibilidad de saqueo, ordenada por el
Rey, algunas tropas abandonaron la campaña.
Después de retirarse los ultramontanos, Alfonso VIII con su ejército salió en dirección de Alarcos y
Salvatierra, en tanto que Pedro II se quedaba en Calatrava para esperar a la llegada de Sancho VII y de
sus huestes navarras. Mientras el Rey de Castilla conquista (5-6 Julio) las fortalezas de Alarcos,
Piedrabuena, Benavente y Caracuel, llegaba a Calatrava el Rey de Navarra y poco más tarde (7 julio),
Sancho VII, Pedro II y Alfonso VIII se reunían ante Salvatierra (11 julio) y se dirigían hacia los pasos del
Muradal (Despeñaperros), en cuyas cimas se encontraron ya destacamentos avanzados del ejército del
Miramamolín, los cuales impedían a los cristianos el paso a las alturas del macizo del Muradal, apostados
en los desfiladeros por los que podía subirse al mismo.
López Díaz, hijo del señor de Vizcaya y dos nietos de este, se adelantaron entonces, subieron hasta el
llano de La Losa, por el que podía pasarse a la planicie llamada de la Navas de Tolosa, llanura muy
apropiada para que los Cristianos afrontasen la batalla con los Musulmanes, Alfonso VIII decidió no
retroceder y, como el paso por el desfiladero de la Losa resultaba imposible, parece que un pastor se
ofreció a guiar a los ejércitos cristianos por otro paso seguro y entonces desconocido, el que hoy día se
llama Puerto del Rey, por el cual pudieron, efectivamente, cruzar a la meseta de las Navas de Tolosa, en
la actual provincia de Jaén, donde establecieron su campamento y se dispusieron a presentar batalla a los
Almohades.
5. 13 DE JULIO DE 1212
COMIENZA LA BATALLA
Durante los días que siguieron -un sábado y un domingo-, los Cristianos no atacaron y sólo hubo
pequeñas escaramuzas; pero al amanecer del lunes 16 de Julio de 1212, las huestes se lanzaron al ataque,
ordenadas en la forma siguiente: en el centro del ejército se encontraban los castellanos, que llevaban en
vanguardia a don Diego López de Haro, seguido por los caballeros de las Órdenes y por la retaguardia,
en la que figuraban Alfonso VIII y el Arzobispo de Toledo; a la derecha estaban Sancho VII con los
Navarros y las milicias de Ávila, Segovia, y Medina, y a la izquierda, el Rey de Aragón con sus tropas, a
cuya vanguardia marchaba el caballero García Romero, en tanto que Pedro II iba en la retaguardia.
Apenas se inició el ataque, las vanguardias musulmanas tuvieron que retroceder; pero al entrar en
batalla el grueso del ejército de Miramamolín, un momento de confusión y de retroceso de los Cristianos
pareció que iba a hacerles perder el combate. Alfonso VIII se adelantó entonces y los Reyes de Aragón y
de Navarra hicieron un movimiento convergente. En el empuje, que fue violentísimo, los Cristianos
llegaron hasta el cerco de cadenas que, sostenidas por los esclavos negros, guardaban el acceso a la tienda
del Califa almohade. Sancho VII, El Fuerte, fue al primero en romper ese cerco, y los Musulmanes
empezaron a retroceder desordenadamente, y su retirada no tardó mucho en convertirse en una
precipitada fuga.
Abu Abd Allh Muhammad tuvo también que escapar a toda prisa, perdida ya la batalla, hacia Baeza y
Jaén, donde se refugió aquella misma noche. La victoria cristiana había sido decisiva; los muertos
musulmanes, innumerables; el botín enorme, y del mismo se conserva el tapiz que se guarda en el
Monasterio de las Huelgas de Burgos, y que se conoce también por el nombre de "bandera de las Navas".
Terminada la lucha, el Arzobispo de Toledo entono un "Te Deum" sobre el mismo campo de batalla, en
presencia del ejército castellano, mientras navarros y aragoneses perseguían en su huida a los
Almohades.
6. PENDÓN DE LA NAVAS DE TOLOSA
Precioso trofeo arrebatado a los árabes en la batalla de
las Navas de Tolosa y custodiado en el Monasterio de las
Huelgas Reales.
Es el mejor tapiz almohade que se conserva.
Está tejido en oro, plata y sedas con un tamaño de 3,30
m. x 2 m. predominando el color rojo, amarillo, azul,
blanco y verde y con una inscripción haciendo alusiones a
la figura de Alá que rodea una gran estrella central.
Posiblemente se trate de un adorno de entrada de la
tienda del sultán Abú-Yasuf-jacub, conocido como
Miramamolín.
En el año 1953 se lleva a cabo su restauración y desde
entonces cada año la máxima autoridad militar porta en
la procesión del Corpus una copia de tan preciado tapiz.
Y es junto con el museo de Ricas Telas la joya más
preciada del Monasterio.
"Me refugio en Dios, de Satanás el apedreado. En el
nombre de Dios, piadoso y clemente. La bendición de Dios
sea sobre nuestro Señor y dueño, Muhammad el Profeta
honrado y sobre su familia y amigos. Salud y paz".
7. DESPUÉS DE LA BATALLA
Poco después de la batalla de las Navas de Tolosa, los Cristianos conquistaban el castillo de Vilches y
los del Ferral, Baños y Tolosa; cuatro días más tarde ocupaban Baeza (20 Julio), abandonada por los
Musulmanes y luego atacaban y tomaban Ubeda, donde hicieron muchos prisioneros (23 Julio).
Desde Ubeda, el ejército hispano-cristiano emprendió el camino del regreso, eliminada ya la amenaza
almohade Pedro II de Aragón se dirigió a su Reino para tener que intervenir pronto muy activamente en
las luchas suscitadas por la Cruzada contra los Albigenses.
Alfonso VIII marchó a Toledo y dirigió a Inocencio III una carta, que probablemente redactó Ximénez de
Rada en la que le daba cuenta de la campaña y del victorioso resultado de la Cruzada; parece ser que al
Papa se le enviaron el estandarte y la tienda de Miramamolín, cogidos a los almohades en la jornada de
las Navas.
Durante la campaña, Alfonso IX de León -el Baboso, como le llamaban a él y a su padre los cronistas
musulmanes- se había aprovechado de la ausencia del Rey de Castilla, y había ocupado las fortalezas
cuya posesión venía reclamándole.
La batalla de las Navas fue, sin duda, el último gran acto de solidaridad española en la empresa de la
Reconquista y en ella combatieron juntos el castellano Alfonso, el catalano-aragonés Pedro y el gigante
vascón, Sancho de Navarra, cuando ya la idea imperial leonesa, que otras veces había reunido frente al
Islam a los príncipes hispanos-cristianos, se hundía definitivamente en el ocaso.