La expansión del cultivo del café en El Salvador modificó la estructura agrícola y social del país. Los grandes terratenientes se apoderaron de las pequeñas parcelas de los campesinos, quienes se convirtieron en jornaleros o peones. El Estado adoptó políticas para proteger a la elite cafetalera salvadoreña, la cual controló el poder político hasta 1931. La bonanza cafetalera generó mayores ingresos para el país y benefició a los caficultores, militares, beneficiadores de café y otros sectores.