Zin y Zan son dos gatitos gemelos de un año que siempre están juntos. Aunque a veces pelean por juguetes, se defienden el uno al otro de cualquier adversidad, como cuando Zin ayudó a Zan a recuperar un hueso de otro gato más grande. Zin también tuvo problemas con un ratón listo que le robaba la merienda, pero Zan ideó un plan donde engañó al ratón para que pensara que había dos gatos idénticos en lugar de uno, dejándolo exhausto.
1. ZIN Y ZAN
Zin y Zan son dos gatitos gemelos de tan solo un año de vida. Zin es hembra y Zan es
macho. Son tan iguales, que si no fuera porque Zan tiene un mechón pelirrojo en una de
sus patas, no habría manera de distinguirlos; el resto del cuerpo blanco y negro, es
exactamente igual en ambos.
No puede estar el uno sin el otro, en cuanto no se tienen localizados, emiten fuertes
maullidos reclamando la presencia del hermano. Pero, al igual que siempre quieren estar
juntos, a la mínima se están peleando. Aunque la verdad, no podría deciros si son peleas
o son juegos. Los que si puedo afirmaros, es que se defienden ante cualquier adversidad.
¿Queréis que os cuente algunas anécdotas de Zin y Zan?
La primera que recuerdo, es una pelea de Zan con un gato medio año mayor que él.
Todo comenzó por un hueso que tenía Zan y con el que estaba jugando como si fuera
una pelota. Lo cogía con la boca, lo lanzaba al aire y corría tras él. Mientras Zan jugaba
con el hueso, su hermana Zin, tumbada panza arriba, tomaba el sol. Entre uno y otro
lanzamiento del hueso, pasó por allí un gano medio año mayor que ellos; y por las
pintas que tenía, no debía de estar muy bien alimentado, de tal forma que cuando este
gato vio volar el hueso, los ojos se le abrieron de oreja a oreja. Y, sin pensárselo se
lanzó a por el hueso con intención de comérselo. Zan que vio las intenciones del intruso,
dio un salto y se puso en lo alto del lomo. Iniciaron una pelea por la posesión del hueso,
pero este gato que era mayor, se apropió del hueso. Cuando comenzaba la huida notó un
mordisco en su cola, que le impedía moverse. Eran los dientes de Zin, la hermana de
Zan que había decidido intervenir al ver que su hermano solo no podía con el ladrón del
hueso. Se inició nuevamente la pelea, pero duró escasos minutos porque ahora las
fuerzas de los dos hermanos eran mayores, Zin no soltaba el rabo y Zan le mordía las
orejas. En esta situación de inferioridad, el intruso gato decidió soltar el hueso que
llevaba en la boca y liberarse de los gemelos. Se marchó a toda velocidad y los
hermanos se quedaron tan contentos con su hueso.
Lo que voy a contar ahora, fue muy gracioso. Ocurrió con un ratón. Un ratón que era
muy listo o por lo menos eso se creía él. Zan se había ido unos días de viaje con su
mamá y Zin se había quedado en casa con su papá. Mientras papá se iba a trabajar, Zin
se quedaba sola en casa. Un día observó que tras despertarse de la siesta, el queso que
tenía para la merienda había desaparecido. Al día siguiente le pasó lo mismo con un
flan. Al tercer día se hizo la dormida, pero estaba despierta vigilando para descubrir
quien le quitaba su merienda. Y, claro que lo descubrió, en un abrir y cerrar de ojos, las
galletas que tenía para merendar las llevaba en la boca un ratón, al que no pudo dar
alcance porque el agujero donde se escondió era demasiado pequeño para Zin. Así todos
los días, el ratón quitando la comida y Zin detrás de él sin poderle dar alcance.
Cuando Zan volvió del viaje, Zin le contó lo que le pasaba con el ratón. Zan le dijo, no
te preocupes, mientras tú te haces la dormida al lado de la merienda y cuando el ratón
salga de la madriguera, yo me colocaré al lado del agujero y ya veremos que hace el
ratón. Así lo hicieron, Zin al lado de la merienda, Zan al lado de la madriguera. El ratón
cogió la merienda y como de costumbre, a toda prisa a esconderse, cuando llego a la
madriguera se encontró a Zan, pero el ratón pensaba que era el mismo gato al ser tan
2. iguales. No puede ser que el gato haya llegado antes que yo. Se volvió a toda prisa en
dirección donde había quitado la merienda y allí estaba Zin. No puede ser, dijo el ratón.
Y, volvió aturdido a la madriguera, donde estaba Zan. Me estoy volviendo loco exclamó
el ratón, no puede ser que el gato sea más veloz que yo. Así estuvo más de media hora,
de un sitio a otro hasta agotado de ver siempre al mismo gato, eso pensaba él, calló
desplomado en el suelo.
Gabriel Catalán López (2.011)
gabrielcatalan1@hotmail.com